Noche del jueves 10 de abril de 1952

—Buenas noches, señoras y señores.
(Gente en la sala):

—Buenas noches.
—Aquí tengo la primera pregunta: “Aquí hay dos opiniones diferentes, ¿puede ayudarnos a reflexionar sobre ellas?”.
¿Dónde tenemos que empezar?
“Al comienzo recibimos la chispa de Dios, y con eso la Omnifuente hizo su tarea”.
Ya le gustaría a la Omnifuente.
“Y el resto lo tenemos que hacer nosotros mismos.
Dos: seguimos estando conectados con la Omnifuente por la chispa de Dios, que nos alimenta, como si dijéramos, con energía espiritual”.
Fíjese cómo se contradice usted aquí.
¿O es otra persona quien lo dice?
Primero se dice aquí: “Al comienzo recibimos la chispa de Dios, y con eso la Omnifuente hizo su tarea.
Y el resto lo tenemos que hacer nosotros mismos”.
Y ahora volvemos a tener: “Seguimos estando conectados con la Omnifuente por la chispa de Dios, que nos alimenta, como si dijéramos”.
(Señora en la sala):

—Son dos opiniones diferentes.
—Eso pensaba yo también, mire.
Ahora tenemos la primera opinión, una comparación con esta vida y con el macrocosmos entero.
Al comienzo...
Ha leído usted ‘El origen del universo’, ¿verdad?
Y ‘Una mirada en el más allá’.
Pero son precisamente esos libros, ‘El origen del universo’, los que le ofrecen la imagen del comienzo de la creación.
Eso la ciencia aún no lo sabe, porque todavía no son capaces de penetrar hasta allí.
Sí han llegado al punto donde el biólogo dice: “Hemos nacido en las aguas”, pero ¿por qué no descienden un momento un poco más en ellas?
Porque la conciencia terrestre, la vida, solo apareció millones de eras más tarde.
Y entonces el ser humano como pez había vivido la luna —allí no había gente—, fuimos arrastrándonos fuera de las aguas, pero esa precisamente era la frontera y el punto final de nuestra vida, y entonces apareció la muerte, la liberación de la vida interior de ese pez, de esa foca que éramos, o león marino; ¿qué bigotito quiere usted?
Mire, señora, esa chispa de Dios que es usted, es Dios mismo.
Eso tampoco lo puede confirmar todavía el psicólogo ni el teólogo —otra vez estamos ante un teólogo—, porque dice: Dios está allí y nosotros no somos más que personas.
No, el ser humano, Dios, se ha materializado, espiritualizado, amplificado por el alma, la vida...
Primero la vida, es la vida, es la Omnifuente.
Si habla usted sobre la vida, ya lleva la Omnifuente en su interior.
Pero el alma como una parte separada de esa vida, desde esa Omnifuente... esa vida, pues, es la Omnifuente, la Omniluz, la Omnipaternidad, la Omnimaternidad, el Omnialma, el Omniespíritu, las leyes elementales, y entonces llega usted a la personalidad y entonces se llama justicia, armonía.
Esa chispa es usted, así que es usted una divinidad.
Y en ese instante, cuando a usted le entró el primer roce —era usted adulta como célula, embrión—, fue cuando empezó la división y entonces dio usted una parte de sí misma, y la otra célula también, y hubo nueva vida.
Y estas, a su vez, también se dividieron.
Eso ya se ha demostrado científicamente.
Pero lo que todavía no se dice es si todo es así ni si los seres humanos somos núcleos divinos y divinamente conscientes.
Lo que sí se dice es: Dios vive en el ser humano y el ser humano es Dios, pero después volvemos a ver una figura y eso desde luego que sí es otro Dios, ¿entiende?
Así que ese Dios reacciona y gobierna y nos guía y nos impulsa...
Y eso ya no lo es de ninguna manera, ¿lo ve?
Ahora les presento la pregunta, es la segunda, ya estoy con la segunda pregunta.
“Para explicar la primera: con eso la Omnifuente ha llevado a cabo su trabajo”: ¡sí!. “Ahora tenemos que hacer el resto nosotros mismos”.
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

¿Es esa pregunta de usted?
(Señor en la sala):

—No.
—No es necesario que lo demás lo hagamos nosotros mismos, porque si usted misma ya habla de “nosotros mismos”, ya es usted una entidad, ya no es su vida ni su posesión, es el núcleo divino, esa sustancia, esa evolución, esa fuente, que es padre y madre, y alma y espíritu, esa fuente quiere ampliarse y evolucionar.
Pero el ser humano como ser humano ya es algo accesorio, nos disolvemos por completo en el Omnigrado y luego seremos dioses, dioses conscientes.
Así que la Omnifuente —ahora viene la palabra— se ha densificado a sí misma en ese espacio: a sí misma.
¿Quién nos dio el nombre de “seres humanos”?
Lo hicieron los autores de la Biblia.
Pero para Dios es usted una parte de Su luz, de Su vida, de Su sentimiento, de Su alma, de Su paternidad, de Su maternidad: las leyes esenciales para la evolución.
Y además, el renacer.
Así que: ¿qué es, pues, dar a luz a un niño para ustedes, aquí, en el mundo?
Llegamos a tener niños, pero ¿saben el padre y la madre por qué tiene que nacer ese niño?
Sí, ustedes lo saben.
Si usted no puede dar a luz como madre, ni nosotros —y eso no sería posible durante vidas eternas—, entonces la creación sí se quedaría detenida, ya estaría exterminada.
Hace poco les dije: háganse pastor protestante y monjita según las normas y la creación se quedaría detenida.
¿Por qué no nos hacemos santos?
Si se pone semejante vestidura, estará usted de inmediato detrás del ataúd, a la mano derecha de Dios.
Y entonces hay una ley que dice allí: “Oye tú, escucha, vamos, vuelve, hazte madre ya porque si no te saltas trozos”.
Porque por ser madres recibimos la reencarnación.
Tengo que encargarme y usted se encarga...
Y ahora hemos vuelto a hablar sobre las preguntas: sí, pero esa madre no llegó a tener hijos y aquella no tuvo hijos, y esa sí los quiso; pero aquella otra no los quiso.
Eso a su vez son causas y efectos, y entonces actúa la personalidad.
No estamos hablando de eso.
Permanecemos en ese núcleo divino.
¿Qué llegaría a ser de la creación si ahora nos hiciéramos religión?
¿Qué?
Pues, sí, allí estamos.
Una vez hablé con un cura, vino a verme —y había habido muchos que habían venido a verme—, dice: ¿tienes eso?
¿Lo tienes...?
Y resultó que quería saber quién era ese Jozef Rulof.
Y entonces vino.
Bueno, pues lo puse en jaque mate.
Estuvo pensando un rato en cada rincón.
Digo: “Señor...”, y entonces nos pusimos a hablar de esto, de lo otro, que si la iglesia es inmaculada, santa.
Digo: “Señor, ¿y las hogueras de usted?”.
“Bah, no fueron más de diez”.
Digo: “Mentiroso, porque usted sabe perfectamente bien que son centenares de miles los que fueron arrojados a la hoguera desde que Cristo partió”.
¿Cierto o no?
A eso ya no pudo decir nada, ¿no?
Francia, Holanda, Bélgica, Roma, España, los inquisidores, santo cielo, ¿cuántos teníamos?
¿A cuánta gente no se le arrojó a la hoguera por un pequeño poema, un poema espiritual de nada?
“Bah, no fueron más de diez”.
Digo: “Tiene que confesarse usted, señor, esta noche, porque miente.
Pensé que ya no podía mentir usted.
Miente usted conscientemente”.
Bueno, la cara que puso.
Digo: “Esta noche irás a pedir perdón a Nuestro Señor, señor, si no encima pego un papel en tu puerta de que eres un mentiroso”.
Entonces dijo: “Bueno, bueno...”.
Sí.
Digo: “Bien, pues ponte a rezar, entonces te perdonaré tus errores”.
Pensó: ‘Hay que ver lo descarado que es este tipo’.
Pero, señora, ¿entiende usted...?
¿Que tenemos que hacer el resto nosotros?
No tiene que hacer nada, señora, señor.
Si no hubiéramos construido una sociedad, ni artes, ni ciencias, es posible borrar todo del mapa, pero esa vida divina se reconduce a sí misma al Omnigrado.
Y si lo hacemos como lo han revelado las leyes en el espacio y Dios, tal como lo hacen la materia y el espíritu, volvemos infaliblemente a Él; porque tenemos que volver y así lo haremos porque esas leyes viven en nosotros y porque como seres humanos las podemos materializar.
El ser humano prehistórico, se lo he explicado aquí —y esa es la verdad— vive ahora en el Omnigrado, pero entonces no tenemos que volver diez mil años, como dicen los eruditos, no: diez millones de años.
Porque entonces ya había gente en la tierra.
Porque la tierra y el espacio ya existen desde hace millones y millones y millones y millones de años.
Y esas personas representan, pues, el Omnigrado divino y la vida en el otro lado, en el cuarto y quinto grado cósmico.
Y si esos grados no existieran...
Cada parte de Dios se dilata.
Ese cosmos, esa luz, ese espacio, esa vestidura que se dilata para el universo, ¿acaso también son “lo haré yo mismo” o “tengo que hacerlo yo”?
No, eso está metido allí, es esa Omnifuente.
En cada cosa, en cada tejido, en cada materia están y vivimos los rasgos de carácter divinos.
Y cuando luego estén en el otro lado, hijos, entonces ya no serán seres humanos, sino la chispa de Dios, una divinidad como madre y padre.
¿Dónde aprenden eso?
Yo eso lo he visto.
Les cuento todo lo que he visto.
Si de todas formas saben que cada hijo y cada cosa...
Acabo de tener una conversación con la señora Revallier, que habló con los astrónomos, digo: “¿No es horrible?”.
Esa luna está muerta.
Digo: “Eso usted lo tiene y lo puede...”.
Aquí tenemos sentado a un erudito: “Ingeniero, ¿es cierto...?, ¿hay...?
Usted es un intelectual, ¿no?”.
Lo dije hace poco: me gusta hablar con intelectuales, porque los tumbo, porque se lo demostraré a ustedes.
“Usted... ¿ha visto usted alguna vez en el espacio, en alguna parte, algo que llegaba allí muerto?”.
Imposible.
Ahora ha habido un comienzo.
La luna está muerta.
Pero decir: esa luna ha completado una tarea...
¿Cuál?
“No lo sabemos”.
Y ahora decimos nosotros: la luna es la madre del espacio.
“Sí, pero hasta allí no hemos ido” y “bueno, eso habrá que verlo primero” y “¿será así de verdad?”.
Allí estás.
Y la luna está muerta.
Pero dio...
Bueno, mejor lean ‘El origen del universo’.
Ahora les ofrezco la cosmología en Diligentia, es para estremecerse.
¿Cierto o no?
El universo que se dilata: recibirán otras cuatro conferencias del maestro Zelanus, para el ser humano.
El universo que se dilata de la Omnifuente, hay que ver la película que fue en cuanto a lo inconmensurable del aura, y esta se fue densificando, y se convirtió en una vestimenta ajustada, era luz, era vida, parto, creación.
Y eso se separó dividiéndose, aparece el Dios, se fragmentó en miríadas de partículas.
La Omnifuente vive aquí en la sala.
Se ven ustedes excesivamente como seres humanos.
Ojalá no los viéramos y conociéramos...
Yo amo la vida, pero no los caracteres.
Todos ustedes observan caracteres y una personalidad.
Pero miren la vida, vamos, es eso lo que tenemos que intentar amar, y entonces va por sí solo.
El ser humano que se desentiende...
He hablado con gente que dice: “Señor, ese Dios no lo acepto”.
Dice: “¿El de la Biblia?
Bah”, dice, “no existe.
Sí que puede existir, pero para mí no es así”.
Dice: “Esto es, el espacio entero, ese es Dios”.
¿La faltaba razón?
En Alemania había un general que dijo: “Rezo a Dios, tengo mi Dios, pero es un árbol”.
Y encima tenía razón ese hombre: un árbol es Dios, en un grado de conciencia.
¿De quién era esa primera pregunta?
(Una señora dice algo).
Cómo es posible.
¿Es que tan grande es?
Así que esa señora, o ese señor, tiene razón.
Y ahora viene la segunda pregunta: “Seguimos estando conectados con la Omnifuente por medio de la chispa divina...”.
No es necesario que estén conectados, es que lo están.
No: “seguimos”.
“Seguimos estando conectados”.
Lo que son en este estado es Omnifuente y unión.
“... que como si dijéramos nos alimenta...”.
Ya no es necesario que se les alimente: ustedes ya lo tienen todo.
¿No es divertido eso?
Lo que son es Omnifuente en este estado, cada animal.
¿Sienten lo denso...?
Parece espacio, pero no es espacio, siempre que puedan ver esa divinidad.
Va por sí solo.
¿Por qué?
Porque las leyes esenciales divinas están en el interior de ustedes.
Y eso es el parto, la creación y el renacer.
Es lo que son, “... que nos alimenta, como si dijéramos, con energía espiritual”.
Es que la tienen, esa energía divina.
Son ustedes divinos, espíritu, alma, vida, padre, madre, en este estado.
El animal en la jungla también lo posee todavía, pero en ese estado.
Ha empezado a haber un inicio de conciencia lunar, conciencia de pez, en las aguas, saliendo de ellas; y no es lo que somos nosotros, es Dios.
Por eso Dios tampoco ha creado ningún pecado, ningún error, no los hay.
El asesinato, sí, está mal, ahora lo sabemos; por eso vino Cristo.
Pero el hombre que allí es ahora un asesino no lo es en todo su ser.
Volverá a la tierra, da a esa vida que ahora ha arrojado prematuramente fuera de la vida —es hombre, va a ser madre—..., da a esa alma un nuevo cuerpo para este y aquel tiempo, y después: listo otra vez.
Y luego todo estará listo y él continuará, porque tendrá que ir a un mundo espiritual para prepararse para un nuevo cosmos material, el cuarto grado cósmico.
Imagínense que esos astrónomos y psicólogos y teólogos vinieran aquí alguna vez, señoras y señores, entonces ya demostraré unas cuantas cosas, oiga, se lo aseguro.
Y entonces de verdad que no me harán falta ustedes.
Ni siquiera haría falta que ustedes me infundieran alma.
Porque esa esencia la han despertado los maestros en mi interior.
Ellos mismos.
Voy tan lejos como para decir que ustedes piensan estar hablando conmigo aquí: ya no puedo hablar al margen de mí mismo, porque lo son ellos.
Y ahora tienen ustedes un contacto sencillo que dice...
El maestro Alcar, no puede hablar al margen de sí mismo, ¿no?
No soy más que un pequeño engranaje, un pequeño instrumento, una pequeña herramienta, parte de ese pequeño reloj.
Y él es el relojero.
Le da cuerda y hace que gire, y entonces vuelven a oír ustedes otra vez una conferencia de esas, una conferencia de esas extrañas, también pinturas extrañas.
Así es como también hemos sanado a la gente, con sanaciones, con una fuerza de esas extraña.
Y en ‘Las máscaras y los seres humanos’ pone: ¿no quiere usted nada de ese amor extraño?
Sí, pero ese es el amor extraño de arriba, es cuando habla el universo, y entonces habla Dios en el ser humano y eso son arrullos universales.
¿Cómo dije eso, señor?
Sí, eso a los hombres nos gusta bastante...
A mí, a mí es que me chifla, seamos honestos.
¿A ti no?
No lo supera ni un arenque (en esos tiempos, a muchos holandeses un arenque les parecía una delicia).
Sí, señora.
Así es, ¿no?
Pero continuamos.
“Igual que una central eléctrica debe suministrar corriente para poder encender en casa las luces, así la Omnifuente alimenta al ser humano”.
¿Entienden?
Todo eso podemos volver a echarlo por la borda.
Ustedes lo que son es Omnifuente, Omnialma, Omniespíritu, Omnipadre, Omnimadre.
Escuchen: fíjense cómo habla el ser humano, si usted por ejemplo a un...
Esta tarde mantuve una conversación con uno que estaba pintando nuestra casa, claro, lo dejé arrinconado, ¿verdad?
Dice: “Si usted llega detrás de la muerte, señor Rulof, ¿qué preguntará entonces?”.
Digo: “Dónde dejó Piet Hein (navegante holandés del siglo diecisiete) su flota”.
Entonces dijo: “No, no, en serio, oiga”.
Digo: “Dónde Piet Hein... que si llevaba plata u oro”.
Digo: “Se ha demostrado que de allí salió estaño”.
“No”, dice, “pero si no quiero decir eso”.
Digo: “Entonces se lo diré yo”.
“¿Acepta usted a Cristo?”.
Digo: “Ahora te doy la razón”.
Dice: “No hay ningún musulmán”.
Digo: “Pero un musulmán no conoce a Nuestro Señor, no conoce a ningún Cristo, un budista tampoco”.
Digo: “A ese primero se lo tienen que llevar a Cristo”.
“No, eso tiene que ocurrir enseguida”.
“Y será que entonces al infierno, ¿no?”
Dijo: “Sí, pues que hubiera aceptado a Cristo”.
Digo: “Hay que ver lo duro que eres”.
Digo: “Pero mejor dejémoslo, señor, porque de lo contrario no acabará nunca con la casa”.
“Pero, oiga...”.
Pues.
“Sí”, digo, “cuénteme algo más, así podré aprender algo”.
Y escuchen entonces lo que esos pobres diablos... en lo que están metidos.
Ay, ay, ay, señor, ay señor, ay señor.
Y entonces van en serio y casi lloran, digo: “Mejor contenga esas lágrimas y llore cuando hable lo bueno y la realidad”.
Digo: “Pero, señor, detrás del ataúd la mitad de la humanidad se va al infierno, ¿no es así?”.
“Claro que sí, los que tan...”.
Digo: “Para o te echo de casa, con todas tus brochas”.

(Risas).

Entonces mi mujer dijo: “Para, por el amor de Dios, ese hombre se está poniendo..., pues, nervioso”.
Y era cierto, porque ya no tenía que pasar la plancha así, sino que...

(Risas).

... solo estaba así.
Bueno, pues de acuerdo, ponte a hablar y dile a ese ser humano: señor...
Y también hay una especie que dice: “Cuando yo ya no esté, ya no existirá nada”.
En su sentimiento protestante, de la corriente reformada —es un enfoque dogmático, va muy lejos— encima tienen razón, pero no se dan cuenta.
Dicen: “Si acepto a Cristo y a Dios y tengo el amor”, y esto y lo otro, todo lo que dice la Biblia, “estaré a la mano derecha de mi Padre y entonces juzgaré”.
Y, oigan, ya están juzgando.
Porque uno dice: “Hay que ver cómo esa cuñada mía me ha...”, no: “engañado”, sino: “tomado el pelo”, dijo.
Dice: “Pero ella, ella...”.
Ay, ese pedazo de pan ya está en el infierno de él.
Digo: “Esa... (inaudible) ya tiene que irse, ¿verdad que sí?”.
“Sí”, dijo, “ya no saldrá nunca de allí”.
Y eso se lo contará en un plisplás a Dios.
Ese Dios —escuchen ahora—, pero qué lelo que es, ese Dios suyo está sentado allí, claro, con una larga barba, y llega así, y dice: “¿No es eso un poco duro?
¿No es un poco demasiado duro lo que estás diciendo? Porque es tu propia cuñada, ¿no?”.
Y dice: “Bueno, esto no es nada, tendrías que ver a mi suegra”.

(Risas).
Y dice Nuestro Señor: “Tú mejor vete, porque tú eres incluso peor que el resto”.
Digo: “Y entonces a ti te echo, señor”.
“No”, dice, “porque aquí tengo...”.
Dije: “Ah, claro, has puesto la mano encima del sacrificio”.
Señora, no hay forma de hablar con alguien así.
Allí el mundo está detenido.
Pero no era un pintor, sino que era..., era un verdulero.
Digo: “Pero, señor, ¿habla en serio?”.
Y dice: “Sí”.
Y sí que era extraño, estoy donde esa gente en la calle, te topas con esas cosas así, sin más.
Un buen día por la mañana tengo que ir a algún sitio en mi calle —y todo es parte de eso, oiga, señora— y entonces estoy allí y capto una sola cosa.
Y dice: “Catorce centavos, señora”.
“Ah, sí”, digo: “manzanas de las buenas, catorce centavos”.
Y viene ese mismo tipo, el religioso, viene por allí, viene a verme unas semanas después, entonces todavía no costaban catorce centavos, sino veinticinco.
Y entonces surgió esa conversación.
Digo: “Deberías contarle a Nuestro Señor que engañas a la gente”.
“¿Yo?”.
Digo: “Ayer costaban catorce centavos y ahora cuestan veinticinco”.
Digo: “¿Te responsabilizas ante el de arriba”.
“Sí, claro, tengo que poder mirar mi gente a la cara, ¿no?”.
Digo: “Gracias”.
Digo: “Así que de este modo la criatura de Dios tiene que...”.
Digo: “¿Entiende..., señor?”.
Y así podemos seguir y no parar nunca, y entonces estás allí y estás... vienes...., y vives lo que es un vacío, señora, que todavía es de borregos.
Eso ya ni siquiera es el instinto inmaculado de la madre naturaleza, sino que está disuelto y fragmentado por los dogmas.
Bueno, por allí podemos seguir.
Y ahora pueden empezar ustedes con los teólogos, con el psicólogo, con los astrónomos y con todo lo que posee alma, espíritu y vida, con el pastor protestante, aún peor, y entonces hay que oír eso.
Ahora se pasea por nuestro país una bonita imagen —¿lo sabían?—, la de que la universidad apenas ya recibe teólogos, porque el estudiante que es un poco consciente dice: “Es que ya empiezas con mentiras”.
Uno se lo cuenta al otro, dice: “La creación empieza con algo que no es verdad.
Y dos mil años después siguen queriendo enseñarnos aquella cosa, y te sueltan y tienes que empezar a contar mentiras a la gente”.
Entonces ese señor catedrático dijo, lo hizo inmediatamente: “Tú largo de aquí, ya”.
Pero los jóvenes se cuentan cosas entre ellos.
Cuando éramos niños, empezábamos a contarnos cosas, queríamos saber de dónde venían los bebés.
Pero ahora hemos llegado al punto en que decían: “No es Dios el que habla allí, es imposible”.
Hasta ese punto hemos llegado ahora.
Y entonces habría que seguir unos veinte años más.
Señora, entonces ya podrán poner esa nueva Biblia en los puestos del mercado, porque ya nadie la querrá leer.
¿Sabe usted cuánto dinero cuesta eso?
¿No es así?
Usted también cree en la ciencia, ¿no?
Los hechos llegan y la evolución continúa y el ser humano despierta.
Estupendo.
Pero no es así.
Vivimos en estos tiempos, pasa volando, aunque no recibamos lo que quisiéramos recibir, porque esto son revelaciones, es una nueva evolución.
Cada tiempo, cada guerra aporta nuevos sentimientos, nuevos pensamientos.
De eso también habló Cristo, pero que eso ya esté aquí es algo que la gente no cree.
(Jozef continúa leyendo):

Aquí tiene usted todavía: “Corresponde a nosotros darle al interruptor y encender uno o más puntos de luz”.
Señora, eso usted ya lo está haciendo.
Yo también ya estoy haciéndolo y toda la gente está haciéndolo que puede desprenderse ella misma de la condena, del Juicio Final y todas esas cosas.
Entonces uno lo está haciendo.
Y si uno vende entonces una de esas verdades a la gente, aunque el ser humano se ría de uno en plena cara, la ciencia demostrará más adelante que tenemos razón, porque esto ciertamente viene de detrás del ataúd.
¿Más preguntas al respecto?
¿Todo claro?
¿Para todos?
Bueno, aquí tenemos exactamente la misma pregunta, aunque formulada de otra manera.
Hermana Dreckmeijer, ese nombre casi nunca lo quiero pronunciar, porque yo le habría puesto uno mucho más hermoso, hermana.
Pero a usted ni siquiera le importa.
“La cola del esperma representa el universo”.
La gente que esta noche está aquí por primera vez pensará: ¿qué clase de locos son estos?
Pero esto es ciencia pura, señoras y señores, y si siguen sin saberlo: allí habla el médico, ya lo ha comentado en la radio: el doctor Storm también lo ha comentado, así que no importa nada.
“‘La cola del esperma representa el universo’, dijo usted una noche aquí.
El capullo o la cabeza del esperma, ¿es que eso representa el Omnigrado divino?”.
Esa misma cabecita, señora, representa todo de lo que he estado hablando ahora.
(La señora dice algo).
¿Tenía una respuesta?
Ya tenía usted agarrada su respuesta.
En esa misma cabecita, que no es una cabeza, sino ese Omnipensamiento, que posee el Omnipoder, en esa cosita de nada, allí viven todos los rasgos de la Omnifuente como madre, padre, y así podemos seguir otra vez un rato.
¿No le divierte?
Y esa colita significa: hasta aquí, más no hace falta.
Y si le hicieran cosquillas a esa colita, la cabeza diría por la parte de delante: “No la toques, porque es una parte más, mía, fuera esos dedos”.
Pero también forma parte, porque eso es lo definitivo para hacer... ¿qué exactamente, señora?
¿Qué es la fuerza centrífuga, la conciencia, el sentimiento?
Y ¿qué es la dilatación? ¿Qué es la inspiración?
En esa cabecita, en esa Omnifuente, está todo, y entonces se muere por completo, pero ese es el medio del progreso.
Si no existiera, esa cosa no podría mover un dedo y estaría paralizada.
Y eso también está en esa celulita mínima, mínima, nimia.
(Jozef continúa leyendo):

“Hace poco también dijo: ‘¿Por qué precisamente los tres: el maestro Alcar, el maestro Zelanus y André?’.
Cuando las primeras personas llegaron al Omnigrado, también se habla de tres personas, ¿o me equivoco?”.
Dios como Padre, Dios como Espíritu Santo y como Hijo.
¿Eso qué es?
Cristo dijo: “Sean tres, entonces estaré Yo”.
¿Qué tienen que representar esas tres personas para Cristo?
¿Lo sabían?
Lo he explicado aquí muchas veces.
(Señor en la sala):

—Paternidad y maternidad, reencarnación.
—Paternidad, maternidad y reencarnación, solo eso, y es que tampoco es nada más.
Pero Dios como espíritu, como Padre, Dios como Hijo...
¿Señor?
La paternidad y reencarnación de nuevo, y nada más.
No hay nada más en el Omnigrado.
Tres rasgos divinos que pasan visiblemente por la tierra y que se han materializado visiblemente.
Y eso es Dios como Padre, Dios como Madre y Dios como Hijo: eso es el renacer.
Dios como niña, pues, no suena.
¿Verdad que no, señor Reitsma?
(Jozef continúa leyendo):

“También dijo usted la semana pasada: ‘¿Por qué precisamente los tres?’”.
Ya estamos otra vez.
Y después tengo aquí: “¿Qué significa eso?”.
Eso ustedes también lo tienen.
“¿Tiene algún significado respecto al contacto y la división de la primera célula en la luna?”
No, señora.
Ya lo habrá entendido: entonces volvió a ir usted a la luna, pero ahora precisamente va al Omnigrado.
Con los tres tenemos Dios, tenemos la familia, esta es el padre, la madre y el hijo.
¿Más preguntas sobre esto?
Ya no tengo más preguntas, señoras y señores, ahora tienen que mandármelas ustedes a pleno pulmón.
¿Quién ya está?
¿Quién tiene la primera?
¿Sí, señora?
(Señor en la sala):

—¿Puedo hacerle una pregunta?
—Sí, señor.
(Señor en la sala):

—¿A qué se debe que todo lo que tenga que ver con las cosas espirituales siempre lleve la cifra 7?
—Señor, eso no tiene nada que ver con la cifra 7, sino que son los grados de vida sucesivos para todo lo que existe.
La cifra siete no tiene un significado terrenal, sino que la gente ha empezado a dibujar mediante partes algo del espacio o de la tierra, o de una casa o de una escalera y una silla, un pan blanco, da igual.
Y son las eras de la cosa.
Y eso también está en...
Eso también lo puede aprender donde el panadero, señor.
¿Lo sabía?
Hay siete grados de evolución.
Antes de nuestro comienzo el Omnigrado ya es hierba, también es materia.
Entonces tenemos que partir de la hierba, tenemos que ir hacia el trigo, eso también forma parte.
Pero primero es leche y después harina y entonces nos ponemos a juntarlo: otro grado nuevo; y entonces se añade otra cosa más que dice “pffft”, y después se mete en el horno, empieza a dilatarse y al final está usted en tal y cual grado y tiene un pan entre las manos.
Y lo mismo pasa con el bebé que nace y un perro que corre a toda velocidad.
Hay, por ejemplo, atletas velocistas, boxeadores.
En cada grado, en cada don, hay, pues, transiciones de sentimiento.
Hay gente aquí que tiene amor; siete grados diferentes de amor.
Existe el arte: siete grados de arte.
Hay pintores que no lo aprenden nunca, a quienes tampoco les hace falta aprenderlo nunca: si quieren aceptar dones espirituales y ser honestos, sería mucho mejor que se hagan mineros, o que se pongan a volar, da igual, pero jamás alcanzarán el arte en la eternidad, porque se precisan más de treinta vidas para alcanzar eso, dado que el arte es sentimiento.
Y entonces tiene que ser posible vivir ese arte, vivir esa pintura, vivir esa técnica, uno tiene que querer vivir el ser uno con el arte, eso toma diez vidas, veinte vidas; para las ciencias y las artes, el violín, el piano.
Parto y creación; transiciones.
Los primeros días, cuando hubo el roce físico, ¿el niño en la madre estaba...?
La fecundación tiene lugar...
¿Y si no hubiera transiciones?
¿Ya vieron alguna vez una semillita en la tierra que volvió a salir en dos segundos?
Y una flor que dijo: “A mí mejor me vendes, ¿no? Cuesto quince centavos”.
No, eso no es posible, ¿verdad que no, señoras?
Miren, son las transiciones, son las eras de ser uno, despertar, evolución, densificación, dilatación.
Y son siete grados de leyes divinas.
Y cuando se hace visible la última ley, señor, entonces el niño dice: “Mamá, tengo hambre”.
Y entonces el tulipán tiene un colorcito rojo, y amarillo.
Y entonces el ser humano empieza a tener rizos, las señoras se hacen guapas y los hombres se hacen feos.
Pero eso son los grados de conciencia.
Y así los tenemos para la materia, así los tenemos para los sentimientos, y en el cerebro, centros nerviosos, y por todas partes volvemos a ver las transiciones.
Transiciones.
¿Algo más, señor?
Y ahora ya podrá escribir esta noche diez libros.
Esto son como mínimo...
Y si quiere analizar todo sobre las transiciones para el ser humano, el animal, y la vida de la madre naturaleza, y después las transiciones de los nacimientos posteriores, una mariposa, por ejemplo, un insecto y una serpiente...
Los nacimientos posteriores en la creación y en las aguas y en tierra son aún más múltiples que el ser humano, y la flor y la naturaleza y los planetas y todo.
Porque tenemos que vivir billones, billones y billones de transiciones de un solo grado animal como creación posterior, creación que es posterior.
Y ahora esto todavía, señor: vamos desde la jungla a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Tomamos un chimpancé; antes de que tengamos el grado propiamente dicho y el más elevado, atravesamos miles de estadios símicos.
Una gallina, una clueca, un ave, una paloma...
¿Cuál es la esencia en sí? ¿Cuál es el grado más elevado para un perro pastor?
Una paloma, señor, una paloma mensajera; mejor descienda un poco y el animal queda dividido y le falta su sentimiento natural y viene... y lo suelta, nunca vuelve a encontrarlo a usted.
Pero la paloma mensajera, sí; ese es el grado más elevado, señor, es el instinto natural.
Y así es posible analizarlo todo, porque ahora todo en la creación queda abierto.
¿Tenía algo más?
¿Algo hermoso?
¿Algo que merezca la pena?
(Señor en la sala):

—En ‘El origen del Universo’ se...
—Hable un poco más alto, así lo podrá oír ese micrófono de allí.
(Señor en la sala):

—... explica cómo Cristo dijo en el Gólgota: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

—Sí.

—No entiendo la explicación que viene allí.
—Señor, es que esa no vale.
La hemos tratado, el maestro Alcar la ha tratado, esa pregunta se ha hecho aquí veinte veces.
El maestro Alcar me hizo vivir los primeros nueve libros todos de forma humana en lo que se refiere al pensamiento del ser humano.
El Gólgota: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Eso allí Cristo jamás lo dijo, porque Él mismo era Dios.
Si es que ya podemos aceptarlo: Dios no nos abandona, yo mismo lo soy.
Si hago el bien, si soy armonioso, sigo avanzando mientras evoluciono.
Y esa divina personalidad, allá en Jerusalén en la cruz, añadió: “Dios mío, Dios mío, ¿me has abandonado?”.
Vino desde el Omnigrado ¿y no vio a Dios? ¿No lo sabía?
¿No queda dicho eso de forma verdaderamente humana, aquello que cruzó esos labios divinos?
Getsemaní, igual de alegre, en Getsemaní dijo Cristo: “Aparta de mí ese cáliz”.
Eso aquí también lo hemos tratado mil veces.
El maestro Zelanus ya lo trató cien veces aquí en Ámsterdam, siempre vuelves a tener gente que entran allí, y luego esas preguntas.
Cristo yace allí, solo, en Getsemaní, todos esos adeptos de Cristo estaban roncando, profundamente dormidos, unos yacían así, otros asá, y Cristo allí, solo, no había nadie junto a Él, y aun así, el mundo cuenta que Cristo dijo: “Aparta de mí este cáliz”.
Señor, ¿comprende lo que ha querido el ser humano que dijo eso?
Ha sido un ser humano que miró unos instantes por encima del mundo y entonces también vio su propia desgracia, pero tenía muchas ganas de deshacerse de ella, y eso lo puso en boca de Cristo.
Esos autores de la Biblia era la gente más infeliz que había, porque en cada hoyo que cavaban volvían a atrincherarse, volvían a salir de un salto, disparan y dan patadas y dan golpes; y todo termina siendo culpa de Dios.
Dios.
Y entonces Cristo se va al infierno, lo fragmentan, mancillan, deforman.
Y una y otra vez vuelves a encontrarte allí cosas; eso dijo Cristo.
Pues, ay, la paliza que recibieron esos autores de la Biblia detrás del ataúd.
Porque ¿saben ustedes hasta dónde va eso?
Esos autores de la Biblia no habían sido nombrados.
¿Habían nacido para ello?
No, era gente sensible, y empezaron a escribir.
Si quieren ser reales, si quieren vivir de forma armoniosa, señor, señora, dejen entonces en paz las creaciones divinas, porque siempre cometemos violaciones.
Y la palabra que ustedes envían de forma errónea al mundo y que otros aceptan y a la que la gente se queda atada, también los frena a ustedes, porque se quedarán detenidos en ese punto.
Faltaría más que pudieran continuar una y otra vez y que los demás se quedaran con sus desgracias.
Ha habido gente aquí, eso también lo dije hace poco, que escribía unas novelitas sexuales para la juventud que daba gusto, para deleitarse.
Vi a cuatro en el otro lado, gimientes.
Dice uno: “Jamás conseguiré desprenderme de eso”.
El maestro Alcar dice: ...
Digo: “¿Cuándo se desprenderá ese pobre diablo?”.
Y contesta: “Cuando comencemos con el aparto de voz directa y podamos hablar nosotros mismos y la humanidad acepte”.
Cada universidad estará sentada aquí entonces, como ustedes ahora, los catedráticos son los adeptos más nimios que hay, ustedes aquí saben mucho más, ellos podrán sentarse allá, el mundo entero podrá tomar asiento —¿creen que eso no pasará?—, el aparato de voz directa de ‘Los pueblos de la tierra’, Roma y todas las religiones y todo, eso estará allá, porque esa voz es el espacio.
Y entonces se traducirá, se analizará y entonces saldrán a la luz los errores.
¿Y ahora?
Entonces el hombre de esa novelita escabrosa se disolverá y podrá continuar y dirá: “Gracias a Dios”.
Pero, a ver, él a toda esa gente...
Enseguida lo ayudarán por medio de ese sonido, de esa voz.
Ya estamos con ello otra vez, señora, mejor deje esa porquería porque ese hombre...
Digo: “Lo ayudaré, señor, si llego a tener la oportunidad lo ayudaré, entonces diré..., diré a la gente: “Sintonícense con la lectura y sabiduría espirituales y dejen de lado esas cosas sucias, así ese hombre recibirá un poco de sangre vital, porque se han empapado de él hasta dejarlo vacío”.
Estoy en marcha para mil personas que aquí han depositado su palabra, señor, a las que ahora puedo golpear y contra quienes puedo luchar.
Y la teosofía, los rosacruces, el catolicismo, el protestantismo, por todas partes ves mentira y engaño, en los asuntos más sagrados de Dios la gente ha echado todo a perder, lo ha violado, deformado, y ahora estamos nosotros allí con la realidad divina.
Y eso lo puedo decir, porque ya de niño me desdoblaba corporalmente.
He hecho cien mil viajes con los maestros, en mi espíritu.
Y eso no tiene nada de extraño, porque si un ser humano está con anestesia general... he tenido hombres y mujeres así, en casa: “Señor Rulof, he leído libros, ¿no le parece extraño? Lo tenía resuelto, me encontraba encima de la mesa de operaciones y estaba al lado, y vi que a un hombre de edad avanzada casi lo hacen papilla en la calle y grité, anestesiada y durante la operación: ‘¡Doctor, a ese señor lo va a atropellar el tranvía!’”.
Y va un médico que lo manda averiguar y dice: “Sí, ve, incluso dormida”.
Tenía la barriga abierta, pero veía.
Y entonces el médico dijo: “Bueno, a partir de ahora sí que tendremos que aceptarlo: no es posible cortar esa alma en dos, porque está a nuestra lado y se ríe de nosotros”.
Ese médico se quedó convencido de golpe.
Se lo contó a sus colegas.
Entonces dice otro: “¿Te merecen una respuesta esos delirios de aquella criatura anestesiada?”.
Allí están otra vez.
¿Algo más, señor?
¿Quién de ustedes?
(Señor en la sala):

—Sí, señor Rulof, ¿me permite hacerle una pregunta?
El concepto infinitud del universo material, ¿es una realidad?
—Sí, señor.
Bonita pregunta, precisamente esta tarde la tuve ante mí, casi hemos terminado con el libro, con las preguntas hechas en (la sala) Conócete a ti mismo.
Señoras y señores, eso lo tienen que...
Ojalá tuviéramos dinerito, entonces lo llevaba de inmediato a la imprenta.
Contienen sabiduría, señor, estas preguntas.
Aquí, señor Veenkamp, esta noche no veo esa pregunta: “En realidad, ¿qué es espacio?”.
De esto puede aprender.
¿Qué es espacio?
“¿Hay un espacio infinito?”, pregunta el señor.
Entonces decimos: sí.
Y teníamos dos palabritas, ya estaba listo, pero entonces fuimos comentándolo más.
¿Qué es, pues, el espacio?
Llegará usted a tener espacio material y tiene espacio espiritual.
Hay espacio material que determina la vida para la naturaleza.
Esta no destaca por encima del espacio material.
Es una entidad como espacio.
Una flor, pues, en la tierra es paternidad y maternidad, ¿verdad?
Si ya sale la plantita, si la creación ya está activa, la creación, eso es paternidad.
Todo lo que se hace visible a partir de la madre es creación, ¿verdad? Ya es el tallo.
Así que el espacio de una flor está aquí, nada más, eso es el espacio.
Después tenemos el agua, hasta allí... el espacio de agua, de un océano, el mar del Norte, ¿qué profundidad tiene ese espacio?
Conocen ustedes ese espacio materialmente.
Pero ahora, espiritualmente.
Porque cada cosa es de materia, pero tiene alma y espíritu y una personalidad, el reino de los colores de Dios, vuelve a tenerlo todo; así que en todo está todo, todo, todo de Dios, de la Omnifuente.
Bien, las aguas: ese cuerpo lo conocen como materia.
Es un cuerpo, padre y madre es; todos los órganos que tenemos viven en las aguas, para las aguas.
Allí tienen ustedes el fondo, tienen..., en esas aguas ven flotar algo y esa fuerza de esa agua es la sangre vital para ese organismo, sangre vital.
Si dejan que eso se evapore se quedarán con algo, pueden extraer sal, puede extraer todo, eso lo vuelven a encontrar en el cuerpo.
Pero ahora el espíritu de esa agua.
El alma ya la conocemos, surgió a partir del Omnigrado, es el alma divino, densificada como agua.
Se densifican ustedes como seres humanos, pero también son espíritus.
Y entonces fuimos llegando a ver la personalidad de esa agua: paternidad y maternidad.
Cielos, señor ingeniero, cuántos millones de cuerpos no puede dar ese cuerpo en concreto a todas sus criaturillas —agua—, peces, a cuántos tipos.
Ese es el espíritu, cada animalito tiene ahora un espíritu, la ampliación de un cuerpo ha adquirido millones de aspectos, estados, vidas, materia, espíritu, alma, paternidad, maternidad, un reino de colores.
Fuerza eléctrica de un pez que pasa a sus lados como un halo, que solo llega a estar en las inmediaciones, eso es lo que tienen los relámpagos y truenos del universo.
Los peces fosforescentes, las leyes elementales en un animalito: los sabios ni siquiera lo saben, dicen: “Dios mío, Dios mío, hay que ver los misterios ante los que nos encontramos”.
Señor biólogo, geólogo, siéntase y le explicaré el espacio y entonces regresaré en ese pez suyo que usted ha dejado noqueado por unos instantes por la energía que irradia.
Qué gracia, ¿no?
Un paseo rápido por el espacio y entonces vuelvo.
Rápido.
Podemos hacerlo.
¿Sabe usted cuántos libros hay aquí?
(Señor en la sala):

—Una cantidad respetable.
—Cien de mil páginas.
Cien.
Y los maestros los tenemos conscientemente dentro de nosotros, solo para ese pececito.
Qué miedo.
Decimos: “Los maestros son omniscientes en el espacio”.
Señor, ¿no es así?
Podemos escribir diez millones de libros.
El maestro Zelanus tiene diez millones de libros en su interior.
Hágale una pregunta, vamos, e intente arrinconarlo, adelante.
Ahora tiene usted el alma, el espíritu, el reino de los colores, la paternidad, maternidad, leyes elementales, rayos, truenos, hipnotismo, magnetismo.
A un pez es posible hipnotizarlo y te quedas detenido.
Y entonces vuelves a adquirir conciencia terrestre, animal, todos los grados de estados de conciencia, conscientemente materna, conscientemente humano, peces comestibles.
Un pez que tiene sintonización directa con mi médula espinal, con esos riñones míos; peces que podemos comer y peces que son amargos como la hiel.
¿Y de dónde han surgido?
O sea, la infinitud primero como materia, luego como espíritu, después como personalidad, y entonces llegamos a ver el reino de los colores, y entonces solo estamos todavía con el agua.
¿Y es eso finito, señor?
¿A dónde voy ahora?
(El señor dice algo).
¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—Habrá que esperar un poco.
—Ah, sí, esperar un poco, sí.
(Señor en la sala):

—Usted hace la pregunta: ¿a dónde vamos ahora?
—No, solo quiero decir si eso es finito o infinito.
(Señor en la sala):

—Sí, infinito.
—Infinito.
¿Por qué?
Se disuelve, se muere, pero continúa.
Y entonces llegamos a tener en el otro lado la especie más elevada de madre agua, y eso es ese pececito mariposa que llegamos a tener, con todos los colores, paternidad, maternidad.
Y ahora hay en Oriente, en los arrecifes de coral, allá es donde viven pececitos, así, tienen electricidad, tempestad, día, noche, paternidad, maternidad.
Tienen alma, espíritu, vida, personalidad, reino de colores, todo en un solo estado, y ese es el pez que nos acompaña al Omnigrado.
Porque esas ballenas no las necesitamos allí.
Y un tiburón de esos asquerosos, viles, para nada.
Y un pulpo de esos que te palpa y agarra por todos lados con esas ventosas, esos..., pues a esos rápidamente los.... pfft, fuera, adiós, guarro.
Un deliciosos beso de esos de un pulpo, tan delicioso, eso no lo queremos en las esferas.
¿Cómo dice, señora?
Pero entonces llega a tener usted las aguas.
Ahora la tierra, la conciencia terrestre, aparecen millones de especies de animales.
Las aguas son un cuerpo.
La madre tierra es un cuerpo, da a todo lo que vive divisiones, dilatación, reproducción, renacer.
¿Cuántos millones de grados para las especies animales no poseemos ahora, también con todos los rasgos divinos, y luego las creaciones posteriores?
Pero ¿y a dónde va toda esa vida?
¿Es finita?
¿Es un espacio?
Sí.
Todo espacio.
¿Y termina ese espacio?
Sí.
Porque el animal terrestre empieza a evolucionar, hasta que el animal de la jungla y toda esa vida que forma parte de la creación existente —de nuevo no se añade ninguna serpiente, eso es una creación posterior, surgida a partir de la putrefacción, de los procesos de descomposición— empiecen a evolucionar, todo eso, y el animal comience a tener conciencia alada.
Cuando ven un pedazo de águila de esos, es el grado más bajo para la paloma que tienen ustedes en el tejado y que les viene directamente de Francia.
Ese animal evoluciona y ahora desciende; no desciende, no, ese animal parece grande, ¿verdad?, y la paloma pequeña, no, ese animal tiene que ascender hacia sentimientos y pensamientos más elevados.
Una paloma mensajera es la especie más elevada para ese grado.
Y entonces surge, para todos esos millones de grados de organismos, surge dilatación y entonces aparece...
Ahora vamos a dar un salto, desde el espíritu, ¿verdad?, primero pueden ver una conciencia espiritual.
Aparece el cuarto grado cósmico, un nuevo universo.
Porque este universo, todo lo que contiene, también crea nueva vida.
Esa estrella y ese planeta que tenemos aquí, y ese sol, tienen que crear nueva vida porque también tienen que regresar a Dios, disolverse en el Omnigrado.
Así que ese sol ha creado un nuevo sol, y la luna una nueva luna como planeta madre; planetas de transición, estrellas y todo, pequeñas nebulosas, vías lácteas; y todo vuelve allí y entonces aparece una sola armonía: es la evolución para esa constelación.
Aquí en este universo existen tres grados en uno solo.
Es el estadio lunar, Marte, la tierra; son tres grados, diferentes.
Es cuando aparece esa entidad en una sola fuente.
Y ahora les demostraré por qué.
Porque vamos a la conciencia diurna y el empuje eternos.
En un estadio más elevado ya no habrá noche, no habrá sueño, porque estaremos eternamente despiertos.
Pero no solo espiritualmente, sino también conscientes en la conciencia diurna, esto, corporalmente.
Dios es materia y Dios es espíritu y Dios es renacer.
Así que llegamos a un estado final en el que representamos todo y entonces podemos continuar.
Aquí empezamos a tener un comienzo, pero volvemos enseguida.
Ahora voy a dar un salto al Omnigrado y entonces volveremos a tener allí siete transiciones antes de que seamos verdaderamente divinos como la Omnifuente, como luz.
Si ustedes y yo... ustedes fuera de ese espacio... entonces hay algo que allí oscurece, porque ustedes ya no están, echamos en falta su luz.
Así cada chispita de Dios como ser humano, como animal —pero sobre todo del ser humano—, es luz viva, luz viva.
Cuando nosotros ya no estamos, el espacio oscurece y entonces decimos: “Ah, el señor De Wit, se fue a la tierra, luego volverá”.
Por así decirlo.
Entonces vamos ascendiendo, siete grados, hasta que poseemos realmente conciencia divina.
Porque —se lo expliqué aquí una noche— cuando llegamos a la primera esfera —y si no pueden creerlo, los detengo de inmediato—, cuando llegamos a la primera esfera, ustedes aún no la han vivido.
Porque esta esfera, a su vez, también es profunda, y entonces también empiezas a vivir transiciones.
Pero ahora mucho más claramente.
Si un ser humano odia, todavía no alberga el odio de Satanás.
Y si un ser humano hace alguna pequeña ley mal, no por eso ha transgredido las leyes de Dios.
Así que entonces tenemos siete transiciones para el odio.
Aquel de allí odia, cierto, pero no es para tanto; pero ese de allí odia como el demonio.
Y entonces llegamos a ver los grados de odio como mundos, como oscuridad, como inconsciencia, y entonces todos esos millones de rasgos nuestros: los representamos cuando todos somos oscuros, inconscientes, en ese estado.
Y después tenemos siete transiciones en los infiernos, como se dice.
Los infiernos.
Pero estos también son espaciales e infinitamente profundos.
Y salimos de allí porque esa oscuridad vuelve a hacerse luz y porque se abren las esferas de luz, que el ser humano ha abierto en su propio interior.
Así que ahora salimos de la disarmonía hacia la armonía, y entonces habla la luz, la justicia, el amor.
¿No les parece interesante?
Y, claro, así puedo seguir y seguir.
¿Qué es, pues, infinito?
Dios, el ser humano.
No hay finalización, porque el final de esta vida es una nueva reencarnación, un nuevo nacimiento, para la materia y el espíritu.
El polvo vuelve a ser polvo, la materia de nuestro cuerpo absorbe la madre tierra, eso en el aura sigue siendo la madre tierra.
No puede ir sin más a Dios.
Qué divertido, ¿no, señoras?
Esa aura de nuestro cuerpo, que se disuelve, pues, por la descomposición, completamente, hasta los huesos, sigue colgada en la esfera de la tierra, no puede ir al cuarto grado cósmico, porque allí morir es muy diferente.
Y hasta que se disuelva la tierra, toda esa aura de sus hijos también se disuelve, porque permanece en la esfera de la tierra, en su círculo, en su atmósfera.
Divertido, ¿no?
Fíjense qué evolución.
Eso lo tiene que asimilar un ser humano, el ser humano lo asimila y entonces llega a tenerlo el ser humano, porque somos madres, porque somos padres, reencarnación.
¿No se irán a creer que aquí luego ya llegaremos a parar detrás del ataúd en el Omnigrado, donde Dios, ¿no?
Entonces este universo tiene que ser el Omniestadio.
Se imaginarán que allí, en el Omniestadio, que allí sigue tronando y crujiendo, destruye con terremotos y todo.
¿Saben lo que representa un terremoto, señoras y señores?
¿Por qué ya no hay noche en el cuarto grado cósmico? Claro, eso es imposible de demostrar, aunque traigas a los eruditos a punta de navaja.
Ya no hay noche.
Porque esos soles están aquí, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete.
Siete planetas.
Planeta madre.
Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, planeta madre.
Y ahora el sol llega así, y esos planetas no hacen más que seguir, y entonces vienen así, zas, esa luz desde ese lado, y entonces llegan aquí, siguen girando, hacen círculos, pero ya no hay luz, solo en una millonésima de segundo, una sombra débil, porque allí estaba el planeta madre en tal y cual grado.
Vamos hasta la luz eterna.
¿Cómo es posible dormir entonces todavía?
¿Cómo es posible estar enfermo entonces?
¿Cómo es posible librar una guerra entonces?
En el Omnigrado ya no hacemos cañones, señor.
Ahora algo aún más hermoso, aquí, los milagros técnicos, señor, solo son para la tierra, no para otro planeta, otro espacio.
Aquí nos hacen falta aviones, eso luego ya no hará falta; nos levitamos a nosotros mismos.
Si el sacerdote lama es capaz de eso —lo leí antes de ayer en nuestro librito—, si se levita, dice: tengo que ir un momento allí y allá, a tales y cuales maestros, y eso está a la friolera de mil quinientos kilómetros de allí, pero llegan en media hora.
Los sacerdotes lama son capaces de eso, levitan.
¿Qué hacemos, pues, en un estadio más elevado de conciencia cósmica?
Ya no necesitaremos aviones, ¿no?
Vamos puramente...
Allí tenemos delante de nosotros a Dios como materia, y los seres humanos nos convertiremos en eso mismo, porque ya no necesitaremos las leyes de levitación como fuerzas de gravedad.
Los tenemos en el bolsillo, los tenemos en nuestro espíritu, en nuestra capacidad de concentración.
Nosotros conocemos las leyes.
¿No está claro?
Hacia allá va.
¿Qué sabe el mundo de eso?
¿Aún más de ese espacio, e infinitud?
Pues bien, pueden imaginarse el resto.
¿No es interesante?
¿Lo oyó en Leiden, señor?
No.
Si voy allí, me echan en menos de media hora.
Y quizá haya uno que sea honesto y diga: “Vamos, dejen hablar un poco a ese tipo”.
¿Ya me echarían ahora mismo?
Sonrisas... sonrisas.
Aquí veo tantas veces a gente, por ejemplo igual que si... y eso se puede saber en un plisplás, señor, entonces entra aquí un intelectual, el hombre piensa que no lo conozco, casualmente sí lo conozco, y entonces reacciono, empiezo a hablar, pienso: ‘Mira cómo sonríe’.
Pienso: ‘Sí, te conozco, pero tú no me conoces a mí’.
Piensa que me conoce a mí, pero no me conoce.
Yo sí que lo conozco.
¿Es extraño?
¿Extraño?
Pero él tenía un don intelectual; yo, no.
¿Y va a aceptarlo de un lelo provinciano de Güeldres?
¿Del campo?
Claro, claro.
¿Tenía algo más, señora?
¿Tiene algo más, señor De Jong?
Ha estado demasiado tiempo ausente.
(Señor en la sala):

—Luego.
—Ah, luego.
Señora y señor...
Sí, señor.
(Señor en la sala):

—En el cuarto grado cósmico...
—Ahora van al cuarto grado cósmico, señor, ¿lo ve? ¿No nos iríamos al cuarto grado cósmico, señor Götte?
Bien.
(Señor en la sala):

—Solo era por saber.
—Sí, sí.
(Señor en la sala):

—Aquí se han hecho muchas preguntas sobre si allí hay agua.
—Sí.
¿Cómo dice?
¿Agua?
(Señor en la sala):

—Sí, agua.
—¿Ha visto aparecer usted alguna vez algo... que pueda vivir sin agua?
(Señor en la sala):

—... exactamente.
—¿Qué es el agua?
¿Qué es el agua, señor?
Ahora voy a agarrarlo un poco.
Sí, usted formula... hace poco ese señor... —lo consigné esta tarde, me reí, pensé en usted, señor Götte— una noche que estuvimos aquí también tenían muchas preguntas, y entonces apareció de pronto ese señor: “Pero, señor Rulof, ¿qué es el anillo de Saturno?”.
Pienso: ‘Ja, ja, ja’.
Digo: “Ahora quieres dejar a los maestros en jaque mate’.
Dice: “Sí, señor”.
Y entonces hay que ver la respuesta que recibió.
Es una maravilla.
Pero, señor, ¿qué es agua?
(Señor en la sala):

—El elemento que da a luz.
(Señora en la sala):

—El aliento vital material.
(Señora en la sala):

—Aliento vital densificado.
—Aliento vital densificado.
Bien.
Eso aún no es.
(Señora en la sala):

—Aura vital.
—Eso ya lo están diciendo aquí, señora.
—Pero, ¿qué es aura, señoras?
(Señora en la sala):

—Irradiación.
—Irradiación, dicen.
No, señora, aura, la irradiación espiritual es aura, posee todos los rasgos de la Omnifuente.
Y ¿qué es, pues, el agua, señor Götte?
(Señora en la sala):

—El agua es madre, ¿no?
—Sí, pero con eso no basta.
(Señora en la sala):

—La Omnifuente.
—Eso no nos basta.
(Señor en la sala):

—Es un elemento para vivir en él.
—Sí, ¿y por medio de qué vive usted? Mejor acabamos esto ya. ¿Por medio de qué vive su cuerpo?
(Señor en la sala):

—Por medio del agua.
—Por medio del agua, señor, no, señor, no; bueno, si tiene usted mucha agua tendrá algo en esos riñones suyos.
No, señor.
(Señor en la sala):

—Un tipo de fil...
—Ya le gustaría, claro, señor, pero eso no es.
Agua, señor, mucha agua, así nos ahogamos y entonces tenemos algo en los riñones.
Y después estamos mal del corazoncito.
Pero eso no es, exactamente.
Qué raro, no consiguen meterse.
(Una señora dice algo).

—¿Cómo dice?
¿Cómo?
(Señora en la sala):

—La circulación sanguínea.
—La circulación sanguínea no.
Sino la sangre, eso es.
El agua es la sangre vital para todo.
Para el ser humano, tenemos nuestra sangre diferenciada, pero si no hubiera agua en nosotros, señora, entonces la sangre ya no significaría nada.
Pero la fuente esencial para nuestro cuerpo es la sangre vital.
Para nosotros y para el animal.
Aunque en las aguas, cuando...
Y, oigan, eso es cierto, porque todo lo que vive en la naturaleza no tiene más que sangre vital, y eso es agua, y esta agua es sangre, sangre pura.
Sangre blanca, sangre natural, y así tenemos sangre con siete transiciones, y entonces surge la sangre de un árbol, la sangre de una planta, la sangre de una serpiente, de (en inglés): una serpiente, de un oso, de un pulpo, de un león, de un tigre; y ahora se hace sangre animal, sangre basta material, sangre natural, sangre espacial, sangre como aura.
Pero es sangre y es lo que seguirá siendo.
El agua, señor Götte, es sangre vital para ese organismo, y es cuerpo...
Así que toda el agua es una sola sangre, una sola fuerza vital, para esos animales.
Y esos riñoncitos y esos ojitos de aquella agua y esa nariz y esos órganos respiratorios, no los vemos ahora, ¿verdad que no?
Nosotros, sí, tenemos aquí los órganos respiratorios, pero también están en esa agua.
Y ¿qué nos permite reconocerlos ahora, biólogo?
¿Qué es la respiración para esa gua, para esa sangre, señor?
Bonita pregunta.
Cósmicamente profunda.
Dejo en jaque mate a los eruditos en un abrir y cerrar de ojos.
(Señor en la sala):

—Para los peces.
—Ahora estoy viendo cósmicamente.
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

¿Sí?
(Señor en la sala):

—Para los peces.
—Para los peces.
Pero ¿qué nos permite reconocer que eso es verdaderamente sangre vital?
Imagínense lo rápido que es eso, ¿verdad?
Rápido, eso es divertido, así: puf, puf, y me viene así, sin más.
(Señor en la sala):

—Esa sangre vital tiene sus oxígenos, nutrientes...
—¿Y qué le permite reconocerlo?
(Señor en la sala):

— El pez con el que te encuentres.
—Vaya, pues sí que está cerca usted, pero vuelve a torcer a la derecha, tendría que haber seguido, señor.
(En inglés): ¿Qué es, señor?
(Señor en la sala):

—Brama.
—¿Qué dice? ¿Un Lucio?

(Risas).

Qué divertido cómo estamos adivinando, ¿no?
Pero ¿qué es, pues?
(Señor en la sala):

—Nitidez.
—No, la nitidez no significa nada.
¿Cuál es la nitidez, pues, de esa agua?
(Alguien en la sala dice algo).
¿Cuál es la nitidez del agua?
(Señora en la sala):

—La inmaculada claridad.
—Eso no es.
Pero retengan aquello que quiero decir, sino desaparecerá lo hermoso.
Es el espíritu, es la conciencia del agua.
Porque cuando nos sale agua enlodada y nos ponemos a purificarla y todo, empezamos a tener conciencia clara, o sea, la conciencia del agua, ¿no es así?
Ahora tenemos grados de agua, siete grados, porque hay océanos, donde puedes mirar...
Lo vi en Hollywood (Florida), veía el fondo a veinte metros de profundidad, podías ver nadar los peces.
Veinte metros hacia abajo.
Señor, la sal del mar.
(Señor en la sala):

—¿La sal del mar?
—La sal en las aguas es la atmósfera para la respiración y la purificación y todo.
Lo que tienen los pulmones, lo que tienen los planetas en el cosmos...
Si no hubiera sal, si el agua no tuviera esa atmósfera, esos oxígenos, entonces estaría muy podrida, pudriéndose.
Y después está el agua dulce, pero también existe en el agua dulce.
Pues bien, ¿qué es agua dulce? ¿Y cuál es la diferencia entre salada y dulce?
¿Qué es, pues, agua de mar y qué es agua dulce?
¿Qué es lo que recibió esa agua dulce?
El agua dulce se pudre.
Y el agua de mar, si la metes en tal y cual sitio, se deteriora incluso antes que el agua blanca saludable, nuestra agua.
Si uno llegara a determinados puntos en nuestro cuerpo y mordiéramos y succionáramos, sería amargo.
Pero eso, al final, es imposible vivirlo: debido a que ese brazo va a dilatarse, se disuelve, y aunque entonces todavía sea posible probar algo —el ejemplo está aquí—, procede del interior, es la fuente.
Así, la capacidad de oxígeno... el pulmón, el sistema pulmonar de las aguas, es el oxígeno, es la parte de esa agua, para evitar que se pudra, así que es la respiración, es la vida surgida del cosmos, en la cosa, es para que no se muera: así que ha entrado una alimentación en las aguas, por las que se mantienen vivas.
Pero ahora salimos de ese mar, de ese cuerpo.
La semana pasada también tenía algo hermoso, tienen que recordarlo, sobre la anguila, les contaré un poderoso milagro.
Esos brazos de río, esas partes del cuerpo empiezan a trasladarse y entonces uno sale de la fuente de vida y se nos aparece lo definitivo.
¿Y eso, a su vez, en qué se puede ver?
Eso tiene que cambiar, como sea, esa agua tiene que llegar a tener otro color, otro sabor, como si dijéramos.
¿Por qué?
Y puede verse en toda la creación, señor.
La raíz de un árbol vive en el mar.
Y ese árbol sale de allí y entonces se convierte en madera y tiene un grosor así.
Pero cuando llega la primavera, aparece el verdor.
Así que algo pasa en ese árbol.
Está bajo la tierra, sale de allí, y se convierte en otro mundo, se ha ramificado, y llegado el momento aparece una hojita verde, pero si continúa un poco más, vemos colores, flores, y eso también está en las aguas.
Y si resulta que va aquí y allá, la sal se transforma, llega a ser dulce.
Pero en lo dulce sí que vive la fuente del mar; solo que ha ido a un estadio más elevado, una ramificación; no viven en la fuente.
Esta semana leí en el periódico...
No sé si tienen también el diario ‘Algemeen Dagblad’ en Róterdam.
Quise publicar un artículo, pero no quieren aceptarlo.
Los eruditos dicen: “No lo sabemos”.
La ciencia dice: “No lo sabemos”.
Una anguila en las aguas vuelve arrastrándose, ese gran viaje de la anguila, y vuelve al mar —y siguen sin saber por qué van al mar esos animales— y para ello mueren.
Bien, pues esta noche desde luego que le he contado algo bonito sobre las aguas, señor, ahora ya tiene que saberlo de verdad, así le podré contar a usted... al mundo...
Si escuchan bien, señoras y señores: es una profecía para el mundo, ya la conozco desde hace mucho, me la mostró el maestro Alcar.
Todo nació en las aguas.
Esa anguila no puede nacer en un brazo, porque ese animal es una entidad para el alumbramiento, pero encuentra la tranquilidad...
(Al técnico de sonido):

¿Cuántos minutos me quedan?
(Técnico de sonido):

—Tres, cuatro.
—... encuentra la tranquilidad, y el principio del parto y el ir adentro y el aceptar y el recibir sucede en el parto del mar, y eso es la matriz de las aguas.
Porque la madre es agua, el agua es parto, es madre, así que la madre tiene que tener en alguna parte una maternidad; prueba de que el ser humano lo tiene, y lo tiene todo lo que vive; también tiene que haber un lugar en alguna parte de las aguas donde vive ese parto propiamente dicho.
Y es solo allí donde el animal se puede dividir, en ninguna otra parte, porque es allí donde recibe el alimento para el parto —se hace en los dolores de parto... y eso es el óvulo de la madre y el esperma del padre—, es allí donde madura el animal.
No puede ser maduro si nosotros somos inconscientes o vivimos allí y allá...
Naturalmente, para el ser humano es algo muy diferente, porque está en sus manos.
Pero los seres humanos nos olvidamos de que vive en nuestro cuerpo, olvidamos que ese mar no puede ser una charca, que ese mar tiene un corazón, ese océano tiene un espacio como corazón, como vida, como todo, todos esos empujes, pero tiene esos rasgos divinos pertinentes ya antes del alumbramiento de toda su vida.
Y ahora esa anguila tiene que ir a ese sitio, y es suave, es tan profundo y, oigan, eso solo está allí.
Puedo indicar a los eruditos ese lugar donde están esos lugares, porque eso se huele.
Iba en barco, a alguien le había contado algo, me dijo: “¿Qué está mirando usted?”.
“No estoy mirando, estoy oliendo”.
Y entonces me sentí... estaba siendo peligroso, señoras y señores, me sentí en el lugar donde el mar da a luz.
Y tuve que retenerme con violencia y habría saltado así por la borda, porque el alumbramiento me succionaba hacia el agua.
Digo: “Ayuda”, y me largué.
Francamente, señoras y señores, me tomé rápidamente un trago de ginebra, porque volví al mundo, de lo contrario no habría quedado nada de mí, porque la madre del mar me habría arrastrado al agua.
¿Me creen?
Y el capitán dijo: “Qué pálido te veo”.
Digo: “Estoy asustado”.
Digo: “A usted se lo deseo”.
Entonces dijo: “Entonces te voy a invitar a que también te tomes un manhattan, porque lo que me estás contando es fantástico”.
Y entonces le ofrecí la historia de la anguila, señor, la anguila que va a parir en el corazón, en el parto del mar, porque el mar es un cuerpo, el mar es la madre para ese animalito, porque este animalito ha nacido a partir de ese parto.
A ver quién publica eso en el diario renovado ‘Het Vaderland’, entonces se ríen de uno en plena cara.
Porque no lo saben.
Y todo lo que el ser humano no sabe, no lo conoce.
Ese artículo lo puedo preparar ahora mismo, y así para el salmón y así para la anguila y así para todos los animales; para el animal en la tierra y en las aguas.
Pero, señor, esto es cosmología y aún no se conoce en la tierra.
Pero ¿no le parece más sencillo que nada?
¿Hay algo más sencillo que esto?
Porque el mar es un cuerpo, ¿no? El mar es madre, ¿no? Y el mar es padre, ¿no?
(Dirigiéndose al técnico de sonido):

Señor, me está volviendo loco, lo dejo.
Señoras y señores, el té está listo, porque ese hombre me está poniendo nervioso.
DESCANSO
Señoras y señores, continuamos.
Aquí tengo: “Si se es ahora en la tierra, por ejemplo, hombre, ¿es posible entonces encontrarse como hombre con nuestra alma gemela si esta en aquel momento también es hombre en la tierra?”.
¿De quién es eso?
Señor, es posible, porque yo soy su alma gemela.

(Risas).

Pero no se me acerque.

(Risas).

Señor, tenemos siete grados, se trata de la maternidad y paternidad divinas.
Y esa unión —puede leerlo en los libros— la hemos tenido hasta que fuimos empezando a hacer conscientemente el mal, cosas malas.
Eso no quiere decir...
Entonces tampoco éramos conscientes en eso, pero fuimos, por ejemplo...
Durante un tiempo, en las aguas, no éramos capaces de violar leyes divinas.
Esas leyes ni siquiera existían todavía, sí que estaban, pero no teníamos los medios ni la posibilidad ni el sentimiento para, por ejemplo, incendiar una casa; no era posible en las aguas, ¿no?
No era posible.... en las aguas no era posible entrar una noche a robar alegremente en una casa, ¿no?
Pero más tarde sí hemos sido capaces de hacerlo.
Si no hubiéramos construido casas, no habríamos embellecido tanto la vida, materialmente, tampoco podríamos haber hecho tanto mal.
Pero bueno.
Nos fuimos desde la luna.
Nos hicimos seres humanos, en la jungla primero éramos peludos, seguíamos estando allí, hasta que algo empezó a rodearnos conscientemente y fuimos comprendiendo: eso ya me gustaría tenerlo.
Y eso sí que lo tomé.
Todavía era del ser humano, pero ya era robar humanamente.
Robos humanos, ¿verdad?
La semana pasada tuvieron ustedes un poco de diversión.
Pero entonces nos pusimos a hacer sopa de ser humano.
Cruzamos una pequeña colina y nos llevamos de allí un indio de esos, un viejo, no, uno joven, una chica, o un chico.
Y así tuvimos para el domingo por la mañana sopa de brazos, y al jefe de nuestra tribu se le sirvieron exclusivamente nalguitas, palmitas de mano y lóbulos.
Señor, eso ocurrió.
Estábamos en esa jungla y entonces nos dedicábamos al canibalismo.
Así que entonces estuvimos violando inconscientemente la vida de Dios y hacíamos sopa de humanos.
Eso sigue pasando ahora, señora.
¿Es que digo majaderías?
Sigue pasando ahora mismo.
Tanto que nos gusta Nueva Guinea, pero si nuestros funcionarios se adentran un poco en la jungla, los meten directamente en el puchero.
Nos gustaría ofrecerle conciencia a Nueva Guinea.
Allí ya hay gente que tiene el título de doctor y que allí...
Los oí por la radio, así, sin más.
Pienso: ‘Hay que ver con esta gente, escúchala, ya no son unos simples papúas.
Pero lo dice él mismo, señor: “Con que solo nos asomemos un poco a esas montañas nos vamos al puchero”.
Allí todavía te dan un porrazo en el cráneo, te lo quitan en un plisplás, y entonces aparecemos con una gran melena de un habitante de La Haya colgando del abrigo y decimos: “Ya agarré a otro”.
Eso sigue pasando allí.
Que si es bueno o malo, da igual.
Pero así hemos violado una ley divina, al ser humano le hemos privado de la vida, inconscientemente, no lo sabíamos.
Ahora tenemos a Cristo, la Biblia y sabemos: no matarás.
Sí, eso también lo saben.
“No matarás”, dice Cristo.
Y si tengo que hacer el servicio militar y no mato, me voy a la cárcel.
Si sigo: “Sí, pero Cristo dijo: ‘No matarás’”, entonces dicen: “Otro loco de esos”.
“¡Dispara!”.
Y entonces tengo que disparar: para mi reina, para el juez y todo.
Así que entonces me he convertido en un asesino consciente.
Consciente, porque Cristo dijo: “No”, eso ahora lo sabemos.
Pero allí no lo sabíamos.
Hasta esos momentos todo continúa.
Hemos cometido un asesinato tras otro, pero tenemos que ir, infaliblemente, a la raza más elevada (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) para la tierra.
¿Es así?
De lo contrario nunca saldremos de esa jungla.
Pueden leerlo en ‘El origen del universo’.
Pero en la luna —acabamos de tratarlo— éramos división y división, esencia divina como embrión, y unas vidas daban a otras.
Y a partir de lo que yo daba y de lo que ustedes daban han surgido nuevas vidas.
Y eso, pues, es el núcleo propiamente dicho que me corresponde a mí y a ustedes, por lo que nos hicimos padres y madres.
Eso, pues, son esos estados gemelos.
¿Podría decirse “almas gemelas”?
Sí, almas surgidas a partir de una sola fuente, de una sola célula.
De dos células, se juntaron, porque querían densificarse, y entonces dimos algo, algo más, y se convirtió en algo nuevo... se segregó, y era una sola célula, y se desgarró, se dividió, así que una parte de mí y una de usted, era mi nacimiento y a su vez el de ustedes, que nos volvieron a atraer.
Porque cuando estábamos allí, cuando morimos, volvió a haber una nueva evolución para el reino animal, porque esa célula nuestra aún no se había consumido, porque no había perdido más de un gramo, una millonésima parte de un gramo.
Porque si ahora el padre da a luz, aún tiene materia para millones de hijos.
¿No es así?
Así que contenía eso; sigue allí, el ser humano lo porta aún hoy.
Éramos atraídos, fuimos teniendo nuevas vidas, porque... ¿por medio de qué?
Eso también se lo han vuelto a preguntar aquí, les ofrezco una rápida impresión, así podrán ver que al final sí regresamos a ese núcleo, porque esas dos células nuestras llegaron a tener entonces conciencia adulta, y querían crear.
Pero había algo que fallaba.
Y solo entonces llegó a haber unión.
¿Quién era, pues?
¿Es posible que una célula cree que en un noventa y nueve por ciento tiene todo lo de Dios?
Tiene que ser el cien por cien.
¿No es cierto?
Y esa centésima parte éramos usted y yo.
Así que en el instante en que esas células estaban hechas y derechas, zas, fuimos atraídos, yo en mi parte y él a su vez en esa parte, y entonces fecundamos nuestra propia célula.
Y entonces fuimos uno y comenzó una nueva vida, pero teníamos una nueva vida.
Así que tuvimos que volver, porque nuestra parte, esos niños, seguía viviendo allí.
¿No te parece divertido? ¿No te parece más sencillo que nada que un niño pueda crear nueva vida?
Y eso está allí, señor, oiga, Dios como alma, Dios como espíritu, Dios como color, incluso en nuestras celulitas, en nuestro esperma, en ese embrioncito de nada que ni siquiera se puede ver, allí hay cáncer, tuberculosis, odio, pasión y violencia, esa personalidad entera.
Con esa materia... está en esa materia, desde luego es la célula divina, pero le entra el alma, y todo: en esa alma, en esa chispa insignificante está el ser humano, en toda su profundidad cósmica.
No tiene más que despertar.
¿No te parece divertido?
Eso ha ocurrido.
Y ahora continuamos, tenemos más... más vidas: y así llegó a haber un estadio de pez, nuevos planetas.
Y podría usted preguntar: ¿cuándo, pues, continúa el estado humano?
Está detrás de esto.
Porque nuestro pensamiento no dice nada, luego cometeremos errores, pero eso da igual, aunque una sola cosa continúa: debido a que una y otra vez hayamos dado a luz a vidas nuevas, no nos queda más remedio que volver, así que recibo una nueva vida.
Y entonces fuimos evolucionando pertinentemente porque algo se había quedado en la tierra en... (inaudible).
Y eso nos lleva a la especie más elevada, porque no hay estancamiento, fuimos teniendo una y otra vez un grado nuevo, más elevado.
Y así fuimos llegando, y luego también el habitante de la jungla, a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Porque supongo que no pensará usted, ¿verdad?, que esa gente en la jungla tiene que seguir viviendo bajo tierra, gente a la que nosotros, los seres humanos de aquí, de nuestro Occidente y Oriente –los mulatos también lo tienen–, despreciamos tanto; entonces dicen: “Son todos unos animales” (el orador menciona el hecho de que en 1952 había mucha gente en Occidente que despreciaba a los habitantes de las junglas).
Ya tampoco podrán compararse con un habitante de la jungla, porque tienen ustedes la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), pero son exactamente como las chispas nuestras, nosotros también hemos vivido allí.
Y ahora llegan a experimentar todas las leyes corporales, porque eso es Dios.
En eso no pueden echar a perder nada, eso continúa.
Y entonces habremos sido padres, madres, ahora quizá me haya adelantado un poco a ustedes, un poco más tarde, porque tú hiciste esto y tú lo otro, y yo, tal y cual, pero cuando hubimos recibido nuestro cuerpo, estuvimos ante las leyes del karma.
¿Y hasta dónde tenemos que regresar ahora?
Si ahora vieran alguna vez a un negrito (cuando se celebraron estas noches informativas, de 1949 a 1952, la palabra “negrito” era una denominación habitual para alguien de piel oscura), tienen que decir...
Luego se pondrán ustedes a insultar a los negros (Jozef hace referencia al hecho de que en 1952 hay gente que insulta y menosprecia a las personas de piel oscura, lo cual él mismo no hace, como se desprende de lo siguiente) ...
Pues bien, si pudiéramos explicárselo a la gente, señoras y señores, ese de allí mira a un negro por encima del hombro...
Yo no lo he hecho; yo me senté en Hollywood, en Florida, justamente en el banco de los negros, y allí es donde estaba el blanco, ¿entienden?
Y yo que no veo eso de “white”.
Pienso: ‘¿Y yo qué tengo que ver con “white”?’.
Me senté donde “black”.
Y vienen esos blancos, vinieron así.
Digo: “Bah”.
Yo lo hice.

(Risas).

Entonces dijo ese tipo: “Vaya”.
Digo: “Vaya, señor”.
Y dice: “Sí, señor”.
Y yo también me puse así.

(Risas).

Pues ese debió de pensar: ‘Este está mal de la cabeza’.
Pienso: ‘Y qué’.
Digo a mi hermano: “¿Qué? ¿Qué?”.
Y me contesta: “Es que estás entre los negros”.
Digo: “Digo, esto sí que es bueno, ahora sí que me van a encontrar”.
Di...
Digo (en inglés): “¿Quiere un pitillo?”
“Yes, yes”.
Y yo que le digo: “Pues a disfrutarlo”.
Y el otro: jrrr.
Hay que ver el odio que hay allí, señor, en el sur.
O en Carolina del Sur, por allí, y cuanto más vayas al sur: white only, black only, y only...
Digo: “Cómo es posible”.
Y yo andaba entre eso.
Pero, señor, ahora vuelvo, allí dentro vi a un blanco, dentro de ese negro.
Pienso: ‘Vaya, tú estabas antes en Francia’.
Y entonces sintonicé con ese hombre, era un chico de dieciocho años, y allí una chica.
Digo a mi maestro: “¿Pues entonces, dónde vivieron?”.
Dice: “Bueno, mira, uno viene de Noruega, otro de Francia y uno de Alemania”.
Vi Europa en el negro.
Porque regresamos hasta el instante, señor, en que nuestro puchero empezaba a hervir y empezábamos el primer muslito humano, el canibalismo; allí empezó nuestro primer karma, y eso nos desgarró.
Y entonces regreso.
Y si usted también hubiera comido de allí, señor, se iría conmigo exactamente a ese grado y llegaría a tener un nuevo cuerpo...
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

¿Cómo dijo?
(Alguien dice algo inaudible).
Imagínense cómo sería eso: esa señora habla un momento con algo —es lo previsible—, yo me quedo fuera, me quedo completamente fuera.
Si no sintonizo con esto...
Pero esas no son mis pautas, lo calo de inmediato, hablo, pienso: es...
Miren, eso es, pues, disarmonía; imagínense que eso les ocurriera en el (Antiguo) Egipto, entonces ya nos habrían quemado vivos.
Eso provoca nerviosismo, se pone uno a temblar por dentro, pero, bueno, eso no es cosa mía.
Así que allí vuelven a empezar.
Y entonces imagínese, señor: ¿cuántos serecillos de esos hemos robado, asado, en una sola vida de nada?
Y hemos tenido millones de vidas, desde aquel tiempo.
Nos hemos comido a millones de personas conscientemente.
Y más tarde fueron... han torcido ese cuello delicado, los hemos asesinado con una daga, hemos disparado: la guerra.
Llevamos ya seiscientos millones años de más en la tierra, señoras y señores, porque si no —si hubiéramos vivido la armonía de Dios— ya habríamos tenido las esferas de luz desde hacía mucho.
Pero ahora seguimos aquí todavía, ocupamos el lugar de otra vida, porque hemos creado la causa y el efecto, y nada más.
Y ahora estoy aquí en una vida —tenemos la reencarnación, ¿verdad?, la paternidad y la maternidad— y ahora acabo de salir, todavía sigo dentro, en eso, por ejemplo, le llevo una ventaja de dos vidas.
Es posible, ¿no?
Puedo llevarle una ventaja de una sola vida, incluso, una encarnación completa como madre.
De modo que de pronto me encuentro ante usted —y eso lo he vivido, señor—, de repente estoy ante usted.
Y había dos amigos —y nada de homosexualidad (véase el artículo ‘Homosexualidad’ en rulof.es), señor, unión santa— y tenían un amor...
Están solos, gente extraña.
También existe entre hermanos, un amor, señor, eso existe...
Bueno, miren, por ejemplo, el poderoso amor universal inmaculado de Vincent van Gogh y su hermano.
Esos dos, Theo, si hablas de Theo... si hablas de Vincent van Gogh también quieren decir Theo, porque Theo era Vincent, Vincent era Theo.
Eso ya está en el arte.
Pero también había amor fraternal, amor universal, quizá aun más.
Pero ahora estamos de pronto ante nuestro...
También eso lo he vivido, gente.
Señor, pero ¿qué es eso?
Llego allí y me entran ganas de aplastar a ese hombre a base de abrazos.
Pregunto a mi maestro: “¿Qué es eso?
¿Homosexualidad?”.
“No”.
Y me dice: “Dios mío, estoy casado, tengo un hijo, mis hijos me vuelven loco, pero fue como si algo se abriera en mí cuando me encontré ante esa vida”.
Pienso: “Dios mío, Dios mío, a este lo conozco’.
Reencarnación, señor.
Ese hombre estaba ante su alma, como hombre.
Y ahora tenemos el estado de la madre y el hijo.
Los he visto a ambos: almas gemelas.
He visto a dos hermanas: almas gemelas. Una tiene que volver.
Esas leyes las he...
Ya no hacía falta para el hijo de la jungla.
Esas leyes solo es posible verlas para los mulatos, en Oriente, que han vivido el organismo más elevado, natural y adulto de la madre tierra.
No hace falta volver a la jungla, porque ya sabes: primero tenemos que ir al cuerpo.
Pero para las leyes espirituales puedes regresar y entonces nos encontramos ante una hermana y su hermana, ante un hermano y su hermano, ante padre y madre, y además ante hombre y mujer.
Cada grado de vida posee su estado gemela, su propia esencia.
Pero el alma que es divina, entiendes, ¿verdad?
Ustedes jamás podrán...
Hay gente que la tiene, aquí en la sala incluso conozco a gente que lo tiene, hombre y mujer.
Y eso es mantequilla, buena mantequilla de la buena, mantequilla de verdad de la de verdad, y ya te digo yo que no contiene nada de margarina.
Y eso es un solo sentimiento y pensamiento, y una sola suavidad, y un solo comprender, y un solo amor, y un solo esto, y un solo aquello, y encaja a las mil maravillas.
Y uno de verdad que puede pensar alguna vez más profundamente, es posible, pero se han encontrado aquí.
Y entonces debería ver eso, señor.
Ay, ay, ¿no es ese el reino del que están hablando?
Y eso lo pueden tener como hombre, hermanos, hermanas, amigos.
Hay mujeres que también lo tienen, no lo saben.
Y eso está cerca de la homosexualidad.
Y si se desciende a todavía más profundidad...
Una vez le dije también a alguien... pienso: ‘Sí, es homosexualidad consciente allá’.
Y dice el maestro Alcar: “Vamos, mira un poco más profundamente, te enseñaré algo más hermoso”.
Pienso: ‘¿Cómo es posible?’.
Mujer, mujer, almas, una... una tendrá que volver luego.
Ahora ya puedes ver al hombre que está dentro y que luego tendrá que volver un momento; recibirá una nueva vida, se morirá.
Y entonces hay que morirse, sin demora: uno habrá alcanzado de nuevo el organismo creador —¿no es así?—, y continúa como hombre y mujer.
Y entonces allí uno de nosotros tiene que...
Porque para el cuarto grado cósmico vuelvo a ser madre, tú vuelves a ser padre, yo madre, yo padre, yo padre, yo madre, yo doy a luz a usted y usted me da a luz a mí.
Y eso Dios también lo hace.
Él se dio a luz a partir de la maternidad hacia la paternidad.
Y cuando empiezas a comprender esas leyes, señor...
Y ahora está usted en la sociedad y es aquí donde el ser humano quiere vivir algo.
Y entiendo, claro, que a diestro y siniestro el ser humano te mata a golpes, y que te hace papillas, el hombre a la mujer y la mujer al hombre; no entienden el carácter del otro, socialmente no, nada de amor, nada de cordialidad ni esto: así que la personalidad va muy atrasada, y cuando eso existe... sí señor, entonces recibimos los grados.
Alguien dijo: ¿no soy yo aquella persona? ¿No soy yo? ¿No soy yo? ¿No soy yo?
Digo: “Señor, almas gemelas en carreras de atletismo.
Fanny Blankers-Koen (atleta, campeona olímpica en varias ocasiones, 1918-2004) y su marido corren igual de rápido”.

(Risas).

Huub (Luc) van Dam es boxeador, pero su mujer es igual de dura boxeando: almas gemelas en el boxeo.
Pintores y pintoras, piano, arte, ciencia, ambos: marido y mujer, una sola vida, un solo pensamiento, una sola alma.
Luego, en el futuro: será usted carbonero y yo quiero dibujar en la escuela.
Señor, entonces debería usted hacer lo posible por conseguir aquella mujer que también quiere ser carbonera —yo no le sirvo de nada—, entonces los caracteres ya se van acercando un poco y llegaremos a tener paz y sosiego en la tierra.
Porque es cierto: usted se dedica al arte, señor, y esa mujer dice: “Sí, ojalá hubieras hecho otra cosa, así tendría algo qué comer”.
Bronca, señor, todo hecho trizas.
Pero ahora resulta que está a su lado el mismo loco como hombre, y como mujer.
Y ambos viven en eso —ya no hay bronca, señor—, se apañan con un puñado de papas (patatas) crudas y basta.
Empiezan con un poco de verdura cruda y en la naturaleza encuentras de todo, allí no cuesta nada.
Solo si vas al carnicero; y no ganan tanto.
Para el lechero tampoco tienen.
Esos brochazos no interesan a nadie, ¿no?
Pero aun así disfrutan del arte, señor; allí no hay bronca, ¿no?; no hay descomposición, ¿no?
Duermen que da gloria con esos brochazos, vuelven a levantarse y hablan en la naturaleza, lo representan todo.
Señor: una armonía y un ser uno preciosos, poderosos en el arte.
Y yo me dedico a pelar papas (patatas) y a ella también le gusta eso: almas gemelas también.
¿Por qué no, señora?
Y yo soy un acróbata.
Hay que ver esa unión, señor, de dos acróbatas, un chico y una chica.
Esa mujer y ese hombre que están allí juntos...
Vi a dos personas en el circo, estaba llorando, pienso: ‘Dios, Dios, Dios, qué hermoso es eso’.
Alguien me miró, me dice: “¿Estás llorando?”.
Digo: “Sí”.
Digo: “Siente cómo está mirando a esa mujer y ella a él, y cuando se agarran de esa forma por las muñecas y ella da ese salto gigantesco; le gente se estremece”.
Pero ahora ya me gustaría hablar un poco con esas dos personas, digo: “¿Lo quieres a él?”.
“¡Sí!”.
“¿Y tú?”.
“Hmm, ¡ni acercarse a ella!”.
Señora, cuánto más aguda, más complicada, se haga la vida... y sobre todo en la acrobacia, colgando allí y donde dan su vida por un poco de arte, para comer, ¿verdad?
Hay que ponerse a vivir esa mujer y ese hombre.
Señor, salí allí del circo haciendo una profunda reverencia, pienso: ‘Dios, Dios, Dios, Dios, Dios, Dios mío querido, ¿qué tiene la sociedad de esto?
Del ser uno del hombre y la mujer.
Hay que ver un circo Strassburg de esos, hay que ir alguna vez.
Si quieren vivir a personas, si ustedes quieren enriquecerse y de verdad quieren ver algo de la sociedad, vayan entonces a un domador y háganse eso: “Ella es domadora y él es domador”.
Pero ese amor de esas personas: un solo pensamiento sobre los animales, eso te deja helado.
¿No es así, señor?
¡Verdad!
Fíjense, escuchen a Strassburg sobre los caballos y escúchenle a ella.
Y entonces le dan un beso sobre el trasero al animal y habrá hecho todo lo que pudo, y que mira un poco más, y entonces él inclina la cabeza un instante, y ella también.
Miro a esas dos personas que andan allí sobre la pista, él y ella, y después a los caballos.
Pienso...
Y todo eso es así.
Hay que ver la psicología de esa gente...
Hay que ver esos dos payasos, como hombre y mujer, juntos, que cuentan chorradas, bromas, que hacen reír a la gente; y entonces salen, tomados de la mano.
Y entonces van a la habitación: “Oye, cariño”.
Y entonces él la devora a ella y ella a él; con un beso.
Señora, mire, entonces se llora.
Y eso, almas gemelas, señor, primero se convierte en carácter, en... en el arte ya son almas gemelas, pero ¿quién dice que lo son para Dios?
Puede que ella continúe, y en otra dirección, después de esta vida, y él también, y entonces volverán a salir.
¿No es hermosa la vida?
¿No es profunda?
¿Acaso la vida alguna vez es superficial?
Si quieren llegar a conocerla, tienen que mirar bien a la gente, pero observen entonces también las artes y las ciencias.
Y precisamente a un payaso que te hace llorar mientras le están operando a su mujer.
Arte.
Señor, soy su alma gemela, pero solo le pido: déjeme en paz en esta vida, porque le daré una paliza si se me acerca, porque quiero trabajar.
Oye, muy buenas, cariño.

(Risas).
Sí, hace poco me encontré con un hombre, como gemelo... digo: “A ver, dame un cigarrillo, que me apetece”.
Dice: “Ya no tengo”.
Digo: “Entonces los ‘drudels’”.
Bueno, sí, también tendrá que haber algo más...
(Jozef continúa leyendo):

Aquí tengo: “‘Todas las leyes humanas tienen que ceder ante la voz de la conciencia’, eso dijo una vez mi médico que liberó a su hermano de sus sufrimientos insoportable, dándole a petición expresa de él codinovo... ¿codinove?
¿Eso qué cosa es?
¿Pastillas de codinovo”, claro eso es... “y tres inyecciones de morfina”, ese drama yo también lo leí en el periódico, “a lo que siguió la muerte del enfermo.
En este caso ¿también se le imputaría un caso de asesinato al médico?
El enfermo padecía desde hacía ocho años una enfermedad pulmonar muy grave”.
Señoras y señores, si están ante su madre, su hermano, su amor, su mujer...
Eso ya ha pasado muchas veces en la sociedad.
En Francia lo hemos...
Hace poco, en Estados Unidos, a ese hombre lo... un enfermo, dice...: “Pues, le quedaban dos o tres semanas de vida, un paciente de cáncer muy grave”.
Y a ese médico primero lo echaron de la profesión, le quitaron el título.
Pero dos meses después se le permitió que volviera.
Ese también decía: “Cáncer, pues, sí, adiós”.
¿De quién es esto?
Señor, ahora querrá saber si eso tiene justificación para Dios.
Y entonces, para Dios y las leyes de la naturaleza, he de decirles: allí no tiene que meterse nadie.
Ahora se es... como médico se es el asesino de este...
Claro, ya puede estar contento de que esta vida... durante dos semanas, cuatro meses, y después se acaba.
Pero ¿cómo se puede enmendar esos cuatro meses de vida?
Y entonces uno de todas formas... si ocurre de forma normal...
Otra persona ya lo puede resolver.
Mire, ya puede darse con un canto en los dientes, desde luego, no lo dude, si esa mujer o ese hombre continúa hacia el otro lado.
Si tiene que volver a la tierra para recibir una nueva vida, usted también vuelve.
Pero si ese espíritu... —¿también lo entiende?; eso apenas lo hemos tratado aquí— pero, mire, si ese espíritu, esa alma, tiene que volver a la tierra, usted también tendrá que volver, porque está atado a ese tiempo, y hay que enmendarlo aquí, no en el otro lado.
Porque usted ha... usted ha arrojado allí el alma y la vida de Dios fuera del tiempo terrenal, y eso no se puede comparar con el otro lado.
Pero ahora esa alma, ese espíritu, esa mujer, continúa al mundo astral, y ahora usted puede... ahora no hace falta que usted lo enmiende, porque la conciencia espiritual se encuentra detrás, si es que ese espíritu tiene suerte.
Porque aunque resulte que sea su hermano y sienta usted pena, puede que haya cometido un gran mal en la vida, y errores, y entonces usted está al lado de la oscuridad, no del mundo de lo inconsciente, sino del mundo inconsciente, o sea, el infierno.
Y entonces puede descender usted en eso, pero cuando tenga luz y vaya usted misma, podrá descender en eso para hacer que despierte ese ser humano y sacarlo de allí.
De todas formas, está usted atada, por ese acto, por su compasión, a miles de leyes, porque en el fondo, al fin y al cabo, no hay que meterse en eso, porque aunque esté enfermo, o no, y tenga dolor...
Y Dios no conoce la compasión, porque ese ser humano vive aquí su causa y efecto, es disarmonía.
Y si no hubiera disarmonía, ese hombre tampoco tendría ninguna enfermedad.
¿Ha quedado claro?
Pero algo de verdad sí que contiene.
(Jozef continúa leyendo):

“He trabajado con un colega y el hombre padecía pérdida de peso...”.
(Señor en la sala):

—Pérdida de pelo.
—Claro, perder peso es otra cosa.
“... el hombre padecía una pérdida de pelo y unos cuatro meses después tenía el cuero cabelludo liso del todo”, como una bola de billar, por supuesto, “pero lo curioso fue que volvió a crecer, una vez más, primero de un rubio claro y después adquirió su viejo color, un rubio más oscuro.
A veces me pregunto: ¿qué significado tiene el color del pelo?”.
Eso jamás me lo han preguntado aquí.
¿Cómo es posible?
Tenemos personas pelirrojas, negras, rubias y canosas.
Esta noche tenemos a una persona pelirroja...
Y eso ¿qué es, señor, señora?
¿Por qué resulta que usted lo tiene de un negro azabache y esa persona, miren: un rubio dorado, pelirrojo, un dorado como de oro?
Y entonces dice la señora: es artificial.
No, es auténtico.
A mí también me gustaría tenerlo rubio dorado...
Claro, ahora lo puedes teñir de cualquier color, cuesta diez florines.
La semana pasada vi a una persona sentada aquí, en alguna parte, miré, de pronto me detuve en la calle, andaba fuera, o tenía que irme a alguna parte, miré, entonces la señora pensó: ‘Hay que ver lo descarado que es ese tipo’.
Pero yo ya conocía el grupo sanguíneo y a la gente.
Pienso: ‘Pero esto es artificial’.
Esa viejita se me quedó mirando así, habría sido capaz de hacerme trizas.
Pienso: ‘Pero ¿qué clase de color es ese?’.
Yo estaba así, así es como estaba ante esa mujer...

(Risas).

Si me hubieran visto allí, habrían dicho: “Ah, Jozef está descubriendo algo”.
Pero ella no lo aceptaba, así que: “¿Tú qué quieres?”.
Digo: “Ah, sí, cierto”, digo: “Señora, no he hecho nada, solo estaba mirando el color de su pelo”.
Pero eso todavía era descarado, ¿verdad?
Y entonces dijo ese tipo: “Vete”.
Digo: “Señor, le contaré un momento lo que pasa”.
Porque me encontraba unos instantes entre la vida y la muerte para esos pelillos, pero eran más artificiales que nada, señor.
Pero esto ¿qué es en realidad, señor?
Esa pérdida de pelo de él es un trastorno en su sangre, señor, eso del señor es un trastorno sanguíneo.
Y entonces llegó ese trastorno sanguíneo, quedó resuelto, se volvió a regular a sí mismo.
¿Qué edad tenía ese hombre, señor?
(Señor en la sala):

—Veintinueve.
—Bien, entonces estaba justo ante el tiempo definitivo, porque a los veintiuno, veintidós, eso ya empieza, son transiciones de siete años, uno empieza a tener nueva sangre, esto nuevo, lo otro nuevo, en el cuerpo; y justo pasado ese límite, con unos meses más, recibes nueva alimentación y entonces es posible que en ese y aquel tiempo empieces a tener nuevo pelo.
Eso es lo que había.
Y, señor, el color del pelo es la esencia de la sangre.
Y eso llega a una profundidad tremenda, hasta alcanzar el espíritu de la vida.
Los egipcios y los orientales, antes, en tiempos más antiguos, decían: “Ten cuidado con esa”, cuando veían a una pelirroja de esas, “porque es diabólica”.
Y pensaban: ‘Eso lo ha construido el odio’.
Hoy en día, en La Haya, pensamos: ‘Qué monada, mira esa carita, qué monada’.
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

Ella no tiene un odio diabólico, ¿no, señor? Es imposible, ¿verdad?
No, ¿cierto? Imposible, ¿no, señor?
¿Es una buena criatura?
¿De primera?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Ah, bueno, entonces mejor nos lo creemos.
Pero esto es el grupo sanguíneo, la esencia sanguínea, y la sangre tiene profundidad espacial.
Y entonces tenemos que volver a atravesar todos los planetas y estrellas, hasta tal y cual grado, donde empezó a formarse el color de la sangre.
Así de profundo es el pelo del ser humano.
Y cuando lo tenemos muy cerca, señor, y le contaré que debemos atravesar el cosmos y que está en la sangre.
No en el cuerpo, es ese pequeño hueso, no.
Porque, ¿a qué se debe que el chino tenga pelo negro, el japonés negro, el oriental, todos pelo negro?
Porque cuanto más nos elevamos más etéreo y espiritual se hace nuestra sangre, y entonces adquirimos el color.
Señor, ¿dónde tienen ojos negros y pelo negro?
Y ¿por qué tiene el ser humano pelo rubio y ojos azules?
¿No es sencillo?
¿No lo sabía usted?
Vamos, pregúnteselo a un erudito, señor, lo que el color de la mata de pelo..., pero con pelo, claro.
Hay que ver lo rápido que se puede equivocar un ser humano, ¿no le parece?
“Mata”, pero estamos hablando de “mata de pelo”.
Una palabra más o menos.
Como el señor De la Mata.
Pero las matas pueden deformarse.
Y si ahora...
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

¿Qué sucede, señora?
Y cuando salgan ustedes de la jungla, el color irá cambiando.
El esquimal (véase el artículo ‘Ser humano o alma’ en rulof.es) lo sigue teniendo un rato más: eso, eso, eso...
Y entonces nos vamos elevando, la sangre se transforma a medida que subimos: la sangre animal, sangre basta material, sangre material; y esa sangre material ya ha formado la irradiación de los ojos, del pelo, de la piel.
¿Y de verdad que me quiere hacer creer, señora, que acaso es el espíritu y que es un sistema endocrino lo que ha deformado la piel?
¿Siente usted lo profundo que es esto, y a la vez lo tremendamente sencillo, que todos esos sistemas estén abiertos? ¿Con que solamente conozca usted la creación para el ser humano y el espacio?
¿No es hermoso, señor ingeniero?
Todo se va simplificando, ¿no les parece?
Parece tremendamente profundo, pero no lo es.
(Señor en la sala):

—Pasa con todo lo que sabemos.
—Sí, Berends siempre dice: “Sí lo sabes, si lo sabes”.
Pero, mire, cuando me llevó el maestro Alcar: “Primero el ser humano... Biblia: ¿existe la condena?”.
“No”.
“¿El Juicio Final?”.
“No”.
“¿Dios se dedica a odiar?”.
“No”.
“¿Ha vivido Él como ser humano?”.
“No”.
Digo: “Entonces me lo tendrá que demostrar usted”.
Fue cuando empezamos.
Y ahora todo está abierto.
Un chino, un indio, todos tienen un hermoso pelo negro.
¿Ha visto usted alguna vez un indio —de nuestra Indonesia colonial— con el pelo rubio claro y ojos de un azul claro?
Qué criatura tan extraña sería.
Negro azabache con ojitos azules holandeses.
(Señor en la sala):

—Hay veces que se dan albinos.
—Sí, señor, pero ¿qué es un albinito?
En Estados Unidos vi a un negro blanco (cuando se celebraron estas noches informativas, de 1949 a 1952, la palabra “negro” era una denominación habitual para alguien de piel oscura).
Sí, señora, un colorcito amarillo, amarillo claro.
Entonces mi hermano Hendrik dijo: “No hace falta darle muchas vueltas, es un italiano, un medio italiano”.
Dice: “Si hablas con ellos, a veces oyes: ‘Padre italiano y ella es negra’”.
Pero llevaba lo italiano.
Y eso es posible.
Y, señor, ¿quién tiene razón, pues?
Ya pensará usted: bueno, ese señor lo sabe todo y son majaderías.
Pero ¿por qué tiene esa criatura un colorcito amarillo? ¿Por qué esos ojitos...? Esa criatura también tenía ojitos amarillos.
El blanco del ojo también era amarillo.
¿Y por qué nosotros lo tenemos blanco?
Y cuando vamos descendiendo, señor, tendría que ver cómo cambia ese color blanco.
¿Qué es eso?
¿Solo la piel?
¿Qué es lo que alimenta la piel?
¿Qué es lo que da color a la piel?
(Señor en la sala):

—La pigmentación.
—Sí, bueno, la sangre.
La sangre.
Bien, la pigmentación, bien.
Así que tengo totalmente razón, está en la sangre.
Si quiere analizarlo todo a fondo, puedo proponerle otra pregunta.
Y usted entonces...
Porque ¿cuál es el color del pelo cuando se va a Dios?
Porque también está en la creación.
(Señora en la sala):

—Otro grado.
—¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—... grados.
—Grados, sí, pero eso no es, señora.
(Señora en la sala):

—Rubio.
—¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—Rubio.
—No, señora, eso no es, sí, rubio es rubio, pero no quiero decir eso.
Porque Dios vive en el pelo, en el color del pelo.
En realidad ya lo dije, ¿verdad?
(Señor en la sala):

—Un grado de conciencia.
—Un grado de conciencia, señor, no se entera usted de nada.

(Risas).

No, señor, eso no es.
A ver, ¿qué es, señoras? Estamos encima.
(Señora en la sala):

—Empuje.
Señor, ¿quién dijo eso?
Señora, le pongo un cero, porque eso no es.
Es que ya tenía ganas yo de...
¿Es que no piensan?
Y de todas formas volverán a decirlo, es sencillo, solo dirán: “Vaya, ¿cómo es posible?”.
Señor, ¿es capaz de intuirlo?
(Un señor dice algo).
¿En serio?
Es más sencillo que nada.
Son personas que ya han asistido a setecientas conferencias —a usted todavía no lo he visto aquí mucho—, pero han leído veinte libros míos, han asistido a setecientas conferencias y lo comento todas las noches, pero entonces puede usted...
Digo: todo vive en una célula.
Y resulta que siguen sin enterarse.
(Una señora dice algo).

¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—El reino de los colores.
—¿Quién dijo eso?
Las posesiones, ¿es que no tienen color?
Yo soy canoso, ¿qué es eso?
No, yo no soy canoso, soy nieve... níveo, níveo.
El reino de los colores de Dios representa al ser humano.
Una paloma, una palomita, también son colorcitos, pelitos, plumitas, ¿no?
Es: el reino de los colores de Dios se manifestará en el ser humano.
Miren, deberían verlo en la primera esfera, en la segunda, tercera, en la cuarta y quinta, en la sexta, en la séptima.
Yo he visto a Cristo con su mata de pelo divina.
He visto al ser humano, señoras y señores, se lo he explicado una noche, y eso no es solo por el colorcito en el ser humano, sino que lo he visto allí con unos rizos espirituales.
Pero también los he visto que podías sacarlos del agua, eran gatos ahogados.
Lástima que lo diga.
Pero los rizos terrenales se habían ido.
Llegaron allí, unas manos así, garras, esos pequeños labios que besamos en el pasado eran así de anchos, podías poner el mundo entero encima.
Y esas manitas que nos habían saludado, señora, estaban embadurnadas con fango, contenían el veneno de una serpiente.
Ya no eran manos, eran garras.
¿Les parece raro?
Oigan, no piensen que es algo que tengan ustedes.
Eso es todo allá, abajo.
Con eso ya no tenemos nada que ver.
Sí, hay que ver.
Pero a siempre mayor altura llegarán a ver el reino de los colores de Dios, señor, por la mata de pelo, y cada ser humano representará su propio estado.
Y ahora dicen, claro: entonces en las esferas quizá seamos todos negros, y todos blancos y todos canosos y todos rojos y todos rubios, azules...
¿Cómo dice usted?
Oro.
Sí, oro, oro de verdad.
Señoras y señores, ahora vamos con la esencia sanguínea y con el pelo material y llegamos a tener cabello espiritual.
Ya lo dije: esos ricitos aquí, señoras...
Sí, señor, pero usted está calvo como una bola de billar.
Las señoras aún tienen pelo, pero nosotros yo no tenemos nada.
Ya no tenemos ricitos ni cráneo, ya nada, porque nosotros somos la creación; pues nos tendríamos que haber portado mejor, señor.
¿Qué le parece eso?
Así que brillantina y esas cosas ya no le harán falta allí, tampoco un peluquero, señor, porque ya no tendremos pelo.
Los hombres hemos mudado el pelo.
Si no se nos subirán a la chepa esta noche, ¿entienden?

(Risas).

Pero nosotros sí que tenemos allí pelo espiritual.
¿Y por medio de qué se construyen esos ricitos espirituales?
¿No es lógico?
Por la fuerza del espíritu, por el amor del ser humano y por la personalidad irradiarán ustedes luz.
Y entonces su pelo irradiará otro colorcito que el de los demás seres humanos, porque tendrán más sabiduría, tendrán más justicia profunda y una armonía más profunda.
Y cuanta más armonía haya en sus corazones, en sus almas, en sus vidas, más hermosa, más poderosa será la irradiación de Nuestro Señor que se devolverá a sus cabellos.
Señora, ¿no es una maravilla?
¿Y no es entonces sumamente sencillo que el ser humano que haya violado el odio y la vida ya no tenga ricitos?
Emerge realmente de forma inconsciente y animalizada de un mundo que, dicho dura y rudamente —una lástima—, es igual que un náufrago, un gato ahogado; aquí dicen “un gato ahogado”, pero es algo que no está bien visto.
Aquí no está permitido ponerse a hablar de un gato ahogado.
No está permitido aquí.
Esto nadie lo oye.
No, aquí no hay nadie.
Pero es cierto, porque cuanto más profundamente descienda el ser humano en las bajezas y pasiones de cara al espacio y las leyes divinas, más abajo, más abajo, más abajo...
Señora, llegaremos al punto en que el ser humano ya no será un ser humano y entonces estará tirado en la playa como una medusa, habrá transgredido la vida y la muerte y todo.
Y entonces los pelillos ya tendrán ningún color de ningún tipo, ni negros ni marrones.
Señor, ¿qué ocurre cuando te quedas canoso? ¿Qué es eso?
(Señor en la sala):

—Desteñido.
—¿Qué?

(Risas).

(Alguien en la sala):

—Desteñido.
—Desteñido.
Sí.
Señor, le... le voy a decir algo, señor: “desteñido”, eso es...
Alguien dijo... un erudito dice: “Es sabiduría vital”.
Dice: “Eso también se lo puedes decir a mi hermano, porque es más tonto que Abundio”, y tenía el pelo níveo.
Un conocido mío viene a verme y digo: “Hay que ver, ese hombre, mira qué pelo blanco plateado tan precioso que tiene, ¿no?
Pero es un auténtico lelo”.
Aunque eso tampoco encaja.
Dicen: es despertar.
Señor, en 1940 vino Adolf Hitler y entonces yo había vivido la creación, y había vivido la guerra por ‘Los pueblos de la tierra’, yo ni siquiera me había quedado canoso.
Aquí ya ni siquiera tenía...
Empecé pronto, ya tenía el pelo tipo “sal y pimienta”, ¿cómo lo llaman?
Pero entonces hicimos el primer viaje para la cosmología, señoras y señores, comenzó en 1944, ¿verdad?
Yo aquí ya tenía gente con canitas.
Y me fui por la noche y volví por la mañana: me había quedado níveo.
Fue...
Cuando se despertó mi mujer me dijo: “Y a ti ¿qué te ha pasado?”.
Dije: “Hija, nada, anoche no he hecho más que acumular un poco de sabiduría.
Mis pequeñas raíces no lo resistieron”.
Volví blanco.
Tantas cosas había aprendido esa noche.
Pero también fuimos un momento...
Es cuando hice esa primera conferencia en Diligentia...
La Omnifuente, la precreación, la Omnimadre, la Omnialma.
De ese viaje volví blanco.
¿Qué vivieron de eso en Diligentia?
Volví blanco.
Blanco.
Digo: “Bien, pues entonces vas a vivir algo especial”.
Y entonces volvieron a quedarse un momento grises, más oscuros; dos días después lo hube procesado, entonces volvieron a hacerse más oscuros.
Pero esa vehemencia, ese espacio, esa sabiduría, esa conciencia.... el pelo no lo pudo aguantar, tuvieron que irse también, igual que el cuerpo.
Mi corazón hizo esto: bum, bum, bum, bum.
Tenía los nervios tensos, todo iba a plena máquina.
Porque la creación, la cosmología, la Omnimadre, la Omnialma, la Omnivida estaban en mí.
Eso yo lo había visto.
Y entonces, pues, nada, tuve que volver a la tierra.
Y cuando me desperté por la mañana pensé: Vaya, estaban más secos que nada... como papel de lijar, todos los jugos se habían ido.
El cuerpo se me había agotado por completo en una sola noche.
A ver, agótese, señor.
Vamos, tenga una buena enfermedad, una grave, que dé gusto, que sea una gloria, señora, oiga...
(Señora en la sala):

—Una enfermedad.
(Señora en la sala):

—Sí, para devolverle el color a su cabello, qué divertido, ¿no?
Y su cirujano le hace incisiones a diestro y siniestro, y sufre usted mucho, ¿no vuelve uno entonces a casa con coloretes blancos?
Es cuando hemos vivido algo por dentro y el sentimiento cambia; es la parada de tejidos, nada más.
Que hoy tenga usted el pelo blanco, señora, solo quiere decir que sus raíces capilares ya no reciben jugos vitales.
Y que esos tejidos, esos pequeños canales —y es una tumba, es un parto, un parto también— que esos pelillos...
Esos médicos hablan de esto y aquello.
Un peluquero quiere aportar pelo nuevo.
Y la verdad es que me habría ido directamente al erudito para decirle: “Señor...”, ese hombre, ese milagro que tuvimos hace algún tiempo aquí en Holanda, que devolvía el pelo a la gente, digo: “Señor, lo primero que tiene que hacer usted es volver a abrir la matriz de esos pelos, porque la célula es parto y se ha cerrado, señor”.
Si esa criatura todavía puede tener un bebé, tendrá cabello nuevo, pero ese alumbramiento ya no está.
Una célula de un pelo, señora, la raíz de un pelo es parto, es madre.
Y el pelo es padre.
Y ahora tiene que poner una nueva matriz en esa célula, así esta podrá volver a dar a luz, eso es el crecimiento del pelo.
Divertido, ¿no?
Y ese de allí quiere hacer creer al mundo que con un brochazo puede crear una nueva matriz para la evolución capilar.
Señora, ¿oyó eso alguna vez?
¿No es eso una revelación?
Si todo está de todas formas en Dios como madre y padre, ¿por qué no entonces en el crecimiento del pelo?
En eso también está, ¿no?
Y ese pelo tiene el reino de los colores, pero también la paternidad y la maternidad.
Y entonces viene uno de esos haciendo aspavientos, un erudito espabilado: “Ja, ja, ji, ji”.
Sí, sí.
Digo: “Señor, pareces un pájaro carpintero”.
¿Sabían ustedes que un pájaro carpintero hace eso también: “ja, ja, ji, ji”?
Pero entonces el animalillo al menos canta; digo: “Señor, no toque ese calvo...”, ay, no, no puedes decir “bola de billar”, “ese cráneo calvo, porque la maternidad bajo ese hueso coronal... tal y cual grado de los tejidos de la piel, en el tercer grado hay, a su vez, siete tejidos, siete láminas de piel, y en tal y cual grado donde tiene que ser el parto...
Atención a la superficie, señor.
Pruebe a quitárselo, tiene una cosita metida, ¿verdad?; y en eso, a su vez, está la raíz en el pelo, en los tejidos hay una raíz más, ese canal no tiene alimentación.
¿Por qué no, señor?
Porque la matriz no vive; porque allí tiene que llegar a haber una nueva célula, y es esta la que alimenta el pelo.
Y si se muere, se cae a la primera.
Y eso ya lo puede...”.
Señor, ¿qué es un ataque al corazón?
¿Quieren ciencia esta noche?
¿Qué es un ataque al corazón?
Si se asustan mucho, y eso harán, eso dirá: “Vaya”.
Sobrealimentación, ¿verdad?
Si se asustan mucho, al ser humano se le cae el pelo; también ocurre.
Muere el corazón, el ventrículo del pelo.
El corazón tiene un ventrículo, evolución, circulación sanguínea y todo.
Doctor, venga, que le voy a explicar su propio cráneo: usted mirará dentro, pero yo lo atravieso con la mirada.
Todo espacio.
La cosmología es para todo: para sus pelitos, para sus uñitas.
Señor, ¿se le saltan las uñas? ¿Tiene esto, tiene lo otro, se le escama la piel? Mejor venga a verme, ya le contaré de dónde viene eso.
Cada ciencia está completamente abierta para el maestro en el otro lado, porque en su espacio son omniscientes para Dios.
¿No es hermoso, señora?
Esta tarde, ayer, lo determiné de usted, eso también fue hermoso.
Se acuerda, ¿verdad? La tuvimos una noche, esa pregunta suya —creo que es usted—con esa cosa hermosa, cuando vio usted esa aparición.
(Alguien del público dice algo).
Sí, pero de eso no estamos hablando ahora.
¿Tiene alguna otra pregunta? Con esto he terminado.
Me encanta mirar la gente de vez en cuando a la cara, entonces me complace tener la sensación de: sí, así es.
Me sentí tan increíblemente agradecido y contento que por la mañana me desplomé de alegría, gritando: “Hurra, anoche estuve en el Omnigrado”.
No me atrevía a decírselo a nadie, porque entonces dicen: “Ese tipo está loco”.
Estuve en el Omnigrado.
Y entonces algunas veces veía a gente y entonces se transformaban las lucecitas en los ojos y entonces entraba puramente para mí: “Bah, largo de aquí, loco”.
Y entonces tendrían que ver al ser humano, al que sí lo siente y también puede ver esa alegría, que vive el ser uno con el espacio; les entraban lágrimas.
Y eso yo lo veía directamente.
Señor, he terminado con usted.
Ahora de paso ya sabe de dónde viene el pelo.
Pero entonces eso ¿qué es, señoras?
Ayer por la tarde vi a una señora que tenía el pelo negro azabache y un ricito rubio en la frente.
Andaba con un ricito rubio por aquí.
Y estaba sentada por allí.
Digo, digo: “Ah”.
Pienso: ‘Bueno, si yo tuviera uno solo así entonces me afeitaría el pelo, porque ella anda...

(Risas).

Sí, señor, ¿lo dice usted en serio?
Pero ¿qué clase de imagen es esa?
A mí me parece que queda bien cuando una señora se tiñe de negro y es canosa.
¿Qué más da?
Pero unas canas bonitas también es hermoso.
Un gris blanco bonito es hermoso.
(Señora en la sala):

—Señor Rulof, conozco a una jovencita...
—¿La del bucle aquí?
¿Va a volver sobre el bucle aquel?
(Señora en la sala):

—No.
—No, primero tengo que acabar eso, porque no saben lo que es.
Eso le cuesta diez florines encima de su...

(Risas).
¿Cómo dice usted?
(Señora en la sala):

—Está teñido.
—¿Me lo dice en serio, señora?
¿Está teñido?
(Señora en la sala):

—Sí.
—No me diga.

(Risas).

Aun así, usted picó.
Pero eso da igual, ¿no?
Está teñido, señor.
Ese ricito no es auténtico.
Señor, no es auténtico.
No, señor, venga, vamos, lo hizo el peluquero.
Pero ¿no lo sabía usted?
Bueno, señora, ¿de qué estábamos hablando?
(Señora en la sala):

—De una conocida, una mujer jovencita, que tiene el pelo blanco y los ojitos rojos, igual que su bebé.
—¿Los ojitos rojos rojos?
Todo eso es orgánico.
¿Pelo blanco?
(Señora en la sala):

—Pelo blanco del todo y su bebé también.
—Sí, mire, hay siete millones de grados y diferentes grupos sanguíneos.
Eso retrocede hasta lo más profundo del cosmos.
Su personalidad habla ahora también todavía, el brillo, la irradiación y todo.
Así que entonces recibimos...
Ahora tenemos que mirar primero dónde viene usted. ¿En qué padre y tatara tatara tatara tatara tatarafamilia nació usted?
¿Dónde está ese grupo sanguíneo de Italia con Francia, España, y con tal y cual?
¿Dónde sucedió que se juntaron? Porque ese hombre tiene, a su vez, su propio grado.
Y así fuimos echando a perder, todavía ahora, a diario, nuestra sangre natural.
Así que no es extraño para nada si ve usted personas con el pelo rubio como la leche y ojos de color negro azabache.
Eso usted lo tendrá.
Tenemos aquí a personas en la sala, hombres, padres y madres, increíblemente europeos, una hija; pues bien, un solo grado más para abajo y es de pelo negro.
Pero tiene una mata de pelo como de una negra (véase el artículo ‘Anti racismo y discriminación’ en rulof.es); parecen los ricitos de una negrita, de una negra, allí no hace falta perder el tiempo haciendo la permanente.
Esa señora está aquí, vino a verme, digo: “Qué pelo tan precioso tiene usted”.
Y me contesta: “Sí”.
Digo: “Sí, ya lo veo, a mí no hace falta que usted me convenza”.
Digo: “Pero su padre y madre, ¿son así también?”.
“Sí, y yo tengo esto, y mis otros hermanos y hermanas son normales”.
¿De dónde viene esa criatura de pronto?
Está en esa línea.
Así que surgen millones, miles, mejor digamos miles de diferentes colores de pelo, ojos, y todo eso se puede reconducir, y tiene una entidad, pero ahora nos vemos ante un caos de líneas, porque de dónde viene su sangre al final...
Usted misma ya está en esto desde hace millones de años, al igual que su familia.
Y todo eso se va ramificando, ramificando y ramificando y ramificando.
¿Dónde está entonces el color verdadero?
Ya no lo encontrará por aquí.
Y que aún tengamos pelo negro con ojos claros y esto y lo otro, señora, es una revelación.
Pero esa revelación, a su vez, también está en la superficie, de lo contrario el ser humano tendría un aspecto de no sé qué.
¿Entiendes?
¿Y a qué se debe que todos esos rasgos para el pelo, para los ojos —para la forma, según sabemos— a qué se debe que todos esos rasgos, esa luz, esa irradiación, el color del pelo, por qué se puede captar todo eso todavía?
Por una sola cosa.
Pues bien, ¿quién lo tiene?
Y entonces no está en... no son diez libros, sino que puedo determinarlo en una sola frase, en una sola.
Son otra vez al menos diez libros de mil páginas, señor, solo para analizar el color del pelo y esos distintos tipos de razas (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), de tipos de personas aquí en Europa.
A ver, observe la gente.
Yo siempre estoy mirando a la gente y piensan: ¿Ese tipo qué quiere?
Pero un ser humano para mí es un milagro universal.
Miro a una mujer, miro a una señora, miro así, y entonces piensan: ¿esa mujer?
A mí qué me importa esa mujer, miro el cabello hermoso, los colores, esos ojos.
Y entonces veo el grado, veo la ramificación, veo la familia, veo el pasado.
Veo millones de mundos en un solo ser humano.
Si empiezan a insultar, me largo rápidamente, claro.
Señor ingeniero: ¿dónde vive, pues, todo ese núcleo?
Usted es un erudito, mejor me aferro a usted.
Porque ¿conseguiré sacarlo de allí?
(Señor en la sala):

—Pues de mí tampoco.
—Ay, ay, ay: “de mí tampoco”...

(Risas).

Señora, ¿por qué será que volvemos a ver al ser humano como un ser humano normal y no con el pelo rojo y ojos claros y negros como el carbón?
¿Por qué?
Usted misma lo acaba de decir.
¡Es que usted lo dijo!
¡Es que usted lo dijo!
Bueno, se lo diré yo: el poder del organismo humano va antes, y blanco es blanco.
Y todo eso irá al estadio más elevado...
Así que hemos fragmentado eso, y hemos fragmentado esto, y hemos fragmentado aquello, y hemos fragmentado lo otro, lo hemos fragmentado cincuenta veces, pero no son más que fragmentaciones.
Pero no es posible fragmentar el cuerpo, porque lo blanco sigue siendo blanco y lo negro, negro.
Así que ese cuerpo predomina, es predominante para las cositas divertidas que hemos hecho, y entonces fuimos de aquí a un esquimal, o fuimos a casarnos con un italiano.
Pero un italiano, en cambio, sí que está en la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Y entonces fuimos a una danesa o fuimos a una inglesa, desde aquí, oigan, eso lo hemos hecho.
Inglés con holandés, y holandés con alemán, y francés con noruego; todo eso siguió siendo blanco.
Pero nos hemos fragmentado, aunque el blanco predomina.
Y por eso nuestros ojos no se han hecho rojos ni verdes; eso sí que lo puedes tener en el sur.
Una mañana, también en Florida, mi hermano Henk y yo vimos por la calle a una señora, le digo: “Henk, mira”.
Digo: “Vaya”.
Casi me da una bofetada en la cara.
Entonces dijo él: “Oye, mejor no vuelvas a hacer eso”.
Yo había dicho: “Dios mío, santo cielo, jamás había visto a una persona con ojos como el mar”.
Señor, ojos radiantes de un verde luminoso, jamás había visto una cosa tan bonita.
Verdes y rubia.
Pero, Dios mío, hazlo así, sin más, y verás.
Me asusté.
El maestro Alcar me dio una paliza.
“André”, dice, “¿tienes ganas de que te asesinen aquí?
¿Tienes ganas de irte a la cárcel?”.
Digo: “Pero, maestro Alcar: es tan hermoso, tan poderoso”.
Dice: “Sí, es...”.
Y entonces me apresuré a preguntarle algo más.
Digo: “¿De dónde es?”.
Dice: “Mira...”.
Porque alguna vez, señores, tendremos los ojos y el colorcito de la madre mar, y entonces serán de un verde vivo.
Y el verde será tan intenso y traslúcido como el agua de los océanos.
Igual.
Esa ya era una de esos.
Tiempo.
Divertido, ¿no?
Señoras y señores, sean buenos, sean corteses, sean cordiales, sean cariñosos y todos llegarán a tener lucecitas verdes radiantes en sus ojos verdes.
Señor De Jong, si sus ojos empiezan a cambiar y se van haciendo verdes, diremos: está ascendiendo.
Pero en esta vida ya no nos libraremos de esto.
¿No les parece?
Señoras y señores, ¿les he ofrecido algo esta mañana?
(Gente en la sala):

—Sí.
—Hasta el domingo..., sí, es que...
Señora, ¿acaso vivimos por la noche?
Si tenemos gente que primero está aquí, dicen: “Bueno, pues ya no iré más allí, porque esa gente habla por la noche de la mañana.

(Risas).

Y de la mañana y de la madrugada”.
Pero es que es así: ya estamos viviendo en el otro lado, porque el ser humano —quien sea, quien sea— ya vive en lo infinito, porque la muerte no existe, continuarán.
No hay noche ni día en el universo.
Sí, en el universo siempre es de día, así que siempre por la mañana.
Señoras y señores, el domingo por la mañana el maestro Zelanus hablará del universo que se dilata, les ofreceré cuatro conferencias más.
Eso sí que lo tienen que vivir, señoras y señores.
Porque Jozef no es más que un gran lelo.
Gracias.
(Suenan aplausos).