Posesión y demencia

—Ahora seguiremos, André, volveremos al otro edificio, porque es allí donde viven los dementes.
Del estado en el que se encuentran estos psicópatas seguramente que ya lo has comprendido todo, ¿verdad?
—Puedo imaginarme su estado, Alcar.
Aun así sé que no puedo abarcar su estado en su conjunto.
Creo que yo sucumbiría bajo esa carga.
Lo que me asalta, maestro Alcar, es que estas almas viven en ambos organismos, tanto en el masculino como el femenino, y eso ahora todavía no lo puedo procesar.
Es que vi más hombres que mujeres.
¿Significa algo eso?
—Eso lo has sentido muy bien, André, pero esto realmente aún tiene demasiada profundidad para ti.
Aun así te contaré algo sobre esto.
Cuando el alma tiene que empezar su ciclo de la tierra, la personalidad unas veces entra en lo creador, otras veces en lo que da a luz, para vivir en eso la vida en la tierra.
Pero estas personalidades han transgredido todas las leyes materiales y espirituales.
Su estado guarda relación con el renacer en la tierra.
Pero han creado un caos de cara al renacer.
Han vivido sus vidas con pasión y allí ya no pudieron descender a más profundidad.
Ahora esa vida estaba ante la ley de la vida y la muerte.
Se han transgredido los límites de la vida y la muerte por la terrible voluntad de la personalidad.
Si esta alma, pues, descendiera en el cuerpo maternal en este estado, entonces la personalidad destruiría el fruto y no podría tener lugar el proceso de crecimiento.
Así es como por tanto se produjo esto.
Pues bien, las primeras vidas que se viven no pueden proseguir, por ende, porque el alma regresa en el mundo de lo inconsciente.
Esta recupera la serenidad allí.
A continuación esta vida vuelve a ser atraída y después puede empezar el nuevo nacimiento.
Esa atracción continúa hasta que esta personalidad pueda acabar la vida terrenal en estado normal, pero para eso no está preparada todavía.
Esa vida, André, se siente creadora respecto a todos los rasgos del carácter, o sea, se siente masculina, y por eso tiene que aceptar el organismo.
En el peor de los casos esta alma regresa siete veces, porque solo después se puede vivir el estadio normal.
Así que esa es la conciencia material natural y normal.
¿Lo sientes, André?
—Me parece tremendamente profundo, Alcar.
—Tampoco es que hayas llegado al punto en que pueda analizarte todos estos problemas y todas estas leyes espirituales, porque forman parte de la cosmología.
Llegarás a conocer todas estas leyes más adelante.
Durante nuestros próximos viajes ya te podré explicar algo al respecto, pero solo después profundizaremos más en todos estos milagros espirituales para el ser humano, aunque la personalidad los viva como dolor y pena, en un estado inconsciente.
En esto hay siete grados.
Unos seres humanos están un poco más avanzados que otros, y viven en alguna parte entre el tercer y quinto estadio de la conciencia normal.
Otros, a su vez, viven en su propio grado de vida, pero todos se preparan para la conciencia material normal que ahora han depositado temporalmente.
Unos están, por su parte, por primera vez en la tierra, o sea están de vuelta en la tierra después de la ruina total; otros ya viven en el cuarto o quinto estadio para adquirir luego la conciencia normal.
Esa es la conciencia vital natural y sana para el ser humano material.
—Los padres ¿son culpables de estos náufragos, Alcar?
—Como ya te dije anteriormente: no en cuanto al estado psicopático, pero los padres de estos niños tienen que enmendar cosas, o habrían atraído la vida consciente y no esta desgracia.
La personalidad ha destruido, sin embargo, el organismo, en el fondo ¡lo ha retorcido, lo ha deformado!
Todos estos seres viven en un caos cósmico y aun así tienen que volver a despertar, pero ahora en la madre.
Estas personas enfermas recuperan la vida material normal por medio del cuerpo maternal, de lo contrario no podrían ser liberadas de su estado disarmónico.
Cae por su propio peso que este proceso de crecimiento no logra encontrar continuidad en los primeros estadios, porque predomina la personalidad.
Si por el contrario sí ocurre entonces tiene como consecuencia que estamos ante un psicópata.
Este proceso forma parte del ciclo vital de esta alma que tiene que aceptar esta vida, pero es la personalidad la que vive todas estas leyes astrales y materiales.
Cuando el hombre ha propulsado la vida en la tierra hasta por encima de ese límite, André, entonces la fuerza de su voluntad también es tan tremendamente fuerte y está sintonizada de forma tan concentrada, de modo que ningún tejido puede resistirse y por tanto tiene que sucumbir o terminar deformado.
El espíritu obliga al organismo y domina el estadio embrionario que completa el proceso de crecimiento y florecimiento en una dirección antinatural.
¡La consecuencia es entonces este estado apático!
Ahora bien, no es necesario que la ciencia busque trastornos materiales; este grado no es otra cosa que un trastorno.
Este grado representa un mundo propio y está al margen de la demencia.
La personalidad en este estado no está abierta a esta enfermedad.
Nosotros estamos ahora ante las propias leyes de la vida del alma, que son preanimales, animales, basto materiales, materiales o espirituales, pero que se viven en plena conciencia o inconsciencia.
Seguramente que comprenderás, Alcar, a dónde nos conduce el psicópata.
Todos estos fenómenos de la enfermedad los podemos analizar cósmicamente.
Tienen que ser analizados cósmicamente o jamás llegaremos a un resultado ni podremos determinar el primer y último estadio.
Cuando más adelante, en unos años, pasemos a la cosmología, entonces ya solo para el análisis de estas leyes tendremos que hacer muchos viajes, si es que queremos obtener una idea clara de todos estos grados, que el hombre vive consciente e inconscientemente.
Seguramente que también sientes que nosotros, de este lado, no somos conscientes hasta que no hemos asimilado el grado espiritual.
El ser humano en la tierra solo entonces entra en el grado de vida material consciente, y de esa forma entra en lo normal, porque entonces se habrán vencido todas estas enfermedades.
—Qué poderoso es todo esto, Alcar.
—La vida de este lado te puede apabullar, André, y todas esas leyes las tenemos que asimilar.
¡Es regresar a Dios!
Solo entonces podremos decir: “Me conozco a mí mismo; antes todos somos inconscientes”.

—¿Todavía se me concederá dar esa gran obra a la humanidad?
—Cuando hayamos llegado a ese punto, André, empezaremos a construirla lo antes posible y te aclararé todas estas leyes en nuestra vida.
En primer lugar tendré que analizarte la creación de Dios, y también esos libros tendrán que ser escritos después.
Así que todavía tenemos mucho que hacer.
Mira, André, hemos vuelto al lugar donde estuvimos siguiendo a los maniacos religiosos.
En este edificio también nos encontramos con los dementes.
Quiero seguir a algunos enfermos y te contaré todo de su estado.
Ahora ya te he conectado con uno de estos enfermos, que oirás enseguida.
André siguió a su maestro.
En el pasillo ya oyó unos gritos terribles.
Eran los lloros de una mujer.
Aun así, sentía que lo estaba oyendo por medio de su líder espiritual.
El maestro Alcar ya lo había conectado con la enferma.
Alcar entró, André siguió a su maestro.
Había una mujer en esta habitación.
Yacía en una esquina de la estancia y clamaba por ayuda.
Eran los llantos de una infeliz.
‘Cielos’, pensó André, ‘¿qué clase de desgracias voy a tener que vivir ahora?’.
Alcar lo miró y dijo:
—Si estuvieras en tu vida material, André, ni siquiera la podrías oír, porque las paredes detienen sus llantos.
Ahora te he conectado astralmente con su vida.
Así que has oído espiritualmente cómo sufre por dentro.
Ahora vives la realidad.
—Es curioso, no obstante, porque la oí como en la tierra.
—Debido a que sintonicé con ella llegamos a estar en contacto espiritual con su vida.
Pero me sintonicé con muchos enfermos, aunque no todos están inquietos en este momento.
Quiero explicarte la verdadera posesión, de la que es un ejemplo la enfermedad de esta mujer.
La pobre mujer gritaba de dolor.
Era un montoncito de miseria, tirado por el suelo.
Llevaba el pelo cortado al cero y tenía una mirada furiosa.
Era una mujer de constitución delicada, aún joven.
—¿Está poseída, Alcar?
—Sí, André.
Esta mujer está loca.
Aún así, la podríamos ayudar, porque es posible quitar al ser astral de su aura.
Entonces quedaría libre de su miseria y podría empezar otra vida, propia.
Podría decirse mucho sobre su estado, pero primero quiero conectarte con su vida, para que conozcas el caso de su enfermedad.
André sintió que su maestro lo conectó con la enferma.
Descendió en esta vida y entonces empezó a percibir.
Vio una personalidad astral en ella.
Era un monstruo terrible, y este ser la tenía en su poder.
La mujer estaba completamente disuelta en este ser.
André oyó decir entonces a su maestro:
—Te conectaré aún más profundamente con su vida, porque el ser domina la conciencia diurna.
Solo entonces llegarás a la verdadera personalidad de este ser humano.
Ahora la mujer vive como una presa en su organismo.
André descendió aún más en esta mujer.
Ahora, en cambio, sentía otro estado; la personalidad femenina hablaba a la conciencia de él mismo.
‘Qué profundidad a la que ha descendido esta mujer en sí misma’, pensó.
‘En realidad, ¿dónde vive?
Cielos, ¿dónde está su yo de la conciencia diurna?’.
Entonces hizo la transición a ella.
Esta mujer era muy sensible.
Adoptó sus pensamientos.
Fue cuando comprendió que todos los dementes eran médiums.
Era posible alcanzar a quienes eran sensibles, pero los insensibles estaban blindados ante el mundo astral.
¿Había usado mal su mediumnidad?
Le pareció muy extraño intuir su vida, debido a que vivía en ella.
El demonio también vivía en el organismo de ella y ahora ya no era capaz de liberarse a sí mismo.
Este ser animal se había enredado en el aura de la mujer; sus vidas habían alcanzado una unión total.
Era horrible verlo.
¿Cómo era posible esto?
¿Qué sería lo que había hecho esta mujer para terminar en semejante estado?
¿Tendría ella una tarea en la tierra igual que él y acaso era este espíritu su líder espiritual?
¿O la había arruinado este monstruo animal?
Le surgieron muchas preguntas ahora que podía percibir a estos dos seres en un solo cuerpo.
Le pareció horrible e intensamente triste.
No conseguía encontrar palabras para este problema.
Ahora sentía que su maestro lo retiraba de vuelta en su propia conciencia.
Mientras descendía no había oído sus gritos.
De pronto se dio cuenta de ellos.
Toda esta miseria le hacía temblar y estremecerse.
Era inhumano.
—¿Has podido seguir su vida, André?
—La intuí, maestro, igual que me intuyo a mí mismo, porque regresé a mi propio estado de sensibilidad.
Pensé que ella también era médium.
¿Es correcto?
—¿De dónde sacas eso, André?
Ella es muy sensible, pero no es médium.
No obstante, la sensibilidad la condujo a este estado.
Pero no has percibido aquello para lo que descendiste en ella, y no has podido ver cómo es en realidad.
¿No sabes lo que significan sus gritos?
—No, Alcar, en el fondo ni siquiera sintonicé con eso.
—Entonces tienes que descender de nuevo en su vida, André, para acoger la correspondiente explicación en tu propia vida, o no entenderás nada de su enfermedad, y eso es necesario.
André volvió a descender en la enferma.
Sintonizó con sus sentimientos.
Se le echaron encima el odio y la pasión, que dominaban a gritos su propio pensamiento y sentimiento.
Llegó a conocer la violencia.
Esa violencia habitaba en esta enferma.
Ya estaba comprendiendo lo que esto significaba, porque podía seguirla e intuirla con claridad en sus pensamientos.
La pobre mujer quería liberarse del demonio, pero no le resultaba posible.
Yacía como una presa en su propio cuerpo y nadie podía ayudarla.
No quería albergar al monstruo, porque el cuerpo era de ella.
Era completamente consciente de lo que hacía, pero en la conciencia diurna estaba loca.
Por eso era que no se comprendía por qué gritaba.
Sabía que un monstruo astral estaba destruyendo su cuerpo, y eso lo estaba intentando evitar.
¡A André le pareció horrible esta enfermedad!
La mujer —como personalidad— estaba siendo arrinconada en su propio cuerpo, porque el demonio era dueño y señor de esta morada corporal.
Pero la mujer estaba juntando todas sus fuerzas para eliminar al monstruo de su interior, aunque estaba luchando contra una fuerza superior, y luego sucumbiría.
Su furia era solo esta batalla, su dolor y pena, y eso es lo que se veía y oía en la tierra, porque esta desgracia se desarrollaba en su conciencia diurna.
Una vez que llegó allí hubo que encerrarla.
Entonces estaba furiosa y salvaje como un gato montés, pero era por la personalidad astral que entraba en este estado.
‘De modo que sí que es consciente de ella misma’, pensó André, ‘pero aun así, está loca.
Piensa normal en esta profundidad de su fuero interior, pero muy por encima de aquí, allí donde vive la gente y donde está su conciencia diurna, es anormal’.
Solo entonces comprendió su demencia.
Este era un estado muy diferente del que ya había podido conocer.
Este desde luego le pareció el estado más horrible de todos los que había vivido en la tierra.
Precisamente por su conciencia normal esta mujer estaba viviendo la miseria más horrible.
Un psicópata en el fondo no tenía conciencia alguna de sí mismo ni de su desgracia.
Un psicópata —según entendía André— ni siquiera era capaz de vivir esta miseria ni tampoco un maniaco religioso.
Esas almas eran demasiado inconscientes y demasiado insensibles para este grado.
Esto lo había comprendido ahora a fondo.
Esta miseria en el fondo ni siquiera se podía experimentar, y sin embargo, esta mujer, y con ella quizá miles de otras personas, estaba experimentando este horror.
El espíritu astral la mantenía en su poder y era más fuerte que la mujer.
No tenía con qué enfrentarse a este poder apabullante, y aun así seguía luchando contra este horrible monstruo.
André se concentró ahora en la vida interior de ella.
¿Cómo podía procesar el cuerpo material esta lucha?
¿Estaban calculadas las fuerzas humanas para ella?
‘Naturalmente, tarde o temprano sucumbirá’, pensó, ‘su cuerpo se quedará hecho trizas’.
¡Terminaría por consumirse!
La mujer quería volver a la conciencia diurna, pero la retenía el demonio.
Quería pensar ella misma.
Pero no podía vencer al monstruo.
Ella vivía bajo esta fuerza, como si estuviera enterrada en vida.
Para su entorno era una loca, pero en este estado no le pasaba nada y se sentía completamente normal.
‘Es un problema sorprendente’, sintió André.
Enterrada en vida y aun así capaz de pensar y sentir por su cuenta.
Era capaz de pensar en la vida terrenal; no era antinatural en nada, según intuía André.
¿Qué se sabía de esto en la tierra?
No había ni un solo pensamiento inconsciente en ella, y aun así la tomaban por loca.
Era lo peor de su estado: que viviera de forma consciente su pena y dolor.
Tenía que aceptar todos estos horrores debido al monstruo.
Cómo era posible que un ser humano se hundiera tanto.
La mujer quería volver a liberarse, pero no lo conseguía.
‘Y saber entonces’, pensó André, ‘que podía recuperarse en poco tiempo’.
Se le partía el corazón; algo así no lo había vivido nunca antes.
Su maestro lo estaba siguiendo, porque ahora que André pensaba en esto, entró en contacto con él.
Oyó decir a Alcar:
—Te conectará todavía más profundamente, André.
Pero sobre todo no pienses que este es el peor estado de todos, porque ella se encuentra solamente en el quinto grado de la demencia.
Así que podemos hundirnos aún más en esta enfermedad antes de acceder al grado más bajo, y de alcanzar la miseria más profunda.
Mantente tranquilo ahora o si no tendré que elevarte en tu propia vida.
Hay más cosas que tienes que vivir, André.
Había sido uno con su maestro, de sentimiento en sentimiento.
Alcar le habló desde su propia vida y conciencia.
También estas vidas estaban conectadas entre ellas de esta manera, según veía y sentía André.
Ahora vivía sabiduría espiritual; esta mujer, en cambio, pasión y violencia astral.
Estaba siendo violada por un ser humano horrible y animal.
Ahora la comprendía mejor.
Todo en su vida le estaba quedando claro.
Entonces descendió a mayor profundidad en ella.
‘Ay, qué tendré que vivir ahora’, pensó André.
‘¿En qué vivo ahora?
¡Más dolor, más miseria!
¿Qué quiere el monstruo de esta pobre mujer?’.
Lo que él vivía ahora no era posible procesarlo.
Empezó a sentirse profundamente conmovido.
Esta miseria era horrible.
Dios mío, ¿cómo es posible? ¿Cómo pueden vivir Tus hijos estas leyes?
¿Cómo es posible que Tus hijos se estrellen de esta manera?
Pero ¿por qué?
¿Qué era la pobreza en la tierra comparada con el dolor de ella?
Lo que estaba viviendo él era un proceso poderoso pero a la vez monstruoso.
Era de una vileza tan animal, tan bestial lo que percibía, que un animal ni siquiera sería capaz de esto, aunque formara parte de la especie más baja.
El demonio quería hacerse con el control total del cuerpo, pero la mujer se oponía.
Esta, pues, era su batalla a vida o muerte.
Era por esto que gritaba y que clamaba por ayuda, aunque de todas formas no se la entendiera.
Se pensaba que este era su estado mental.
En realidad así era de hecho, pero su estado era de todas formas muy diferente.
Sus gritos pidiendo ayuda se aceptaban como los chillidos histéricos de una gata salvaje.
André comprendía a esta pobre mujer.
Allí es donde vivía ella, y tenía que consentir lo que hiciera con ella el monstruo astral.
También comprendió que un ser humano que quisiera esta pasión no gritaría de esa manera.
Al contrario, se entregaría por completo.
Esta diferencia era tremendamente grande, pero era algo que sus cuidadores no comprendían.
Ahora sus gritos de auxilio daban miedo, eran horribles, y aquí no había nadie que pudiera hacer algo por ella.
Esta era su lucha.
La mujer sentía conscientemente lo que el animal inhumano astral quería de ella.
Se oponía con todas las fuerzas que había en ella.
El demonio quería violar su cuerpo y usarla a ella para su pasión.
De conseguirlo el animal, la mujer sería torturada hasta que sucumbiera, según vio André.
Pero a ella este proceso y anhelo del ser astral animal le daban asco.
No quería saber nada; quería liberarse de esta peste astral y material.
Luchaba contra ello a vida o muerte.
Se le habían despertado sentimientos que querían empezar otra vida, más elevada.
Pero ¡de eso tampoco entendían nada sus médicos!
El demonio volvía a arrojarla una y otra vez en esta miseria, y así nacía esta pugna desigual.
André empezó a sentirse indispuesto por todo lo que había percibido durante estos breves instantes y por lo que había tenido que procesar.
Ahora su maestro lo devolvió a su propia conciencia diurna.
Sin embargo, pasó bastante tiempo antes de que André pudiera pronunciar palabra y se recuperara.
Alcar preguntó:
—¿Ya estás bien otra vez, André?
—Sí, Alcar, ¡cómo es posible lo que acabo de vivir!
¿Tiene que seguir esta miseria?
¿No se puede hacer nada?
¿Saben en su entorno, la gente que la cuida, sus médicos, lo que significa todo esto?
—El médico y erudito no conoce su estado, André.
Para él esta mujer es una histérica, un alma apasionada, así que lo que se piensa es no ver más que una mujer histérica.
Para su entorno es una completa demente, porque ¡tampoco conocen ni un solo pensamiento de estos dementes conscientes!
No conocen estas leyes y los eruditos en la tierra aún tienen que despertar a ello.
Se ha vuelto loca por sus impulsos sexuales, pero de su estado ¡no comprenden nada!
Es por eso que los expertos no pueden hacer nada por ella, pero ¡nosotros la podríamos haber ayudado y curado!
Estas enfermedades todavía no las pueden sondar los expertos, André.
Estos se estrellan contra la vida después de la muerte.
No se atreven a dar el salto por encima del ataúd.
Si lo hicieran, en cambio, mirarían al instante dentro del eterno ahora.
Para ellos no existe la personalidad astral consciente; muerto es muerto, pero después ¿qué?
¿Sientes, André, lo profunda que es la vida de ella?
¿Lo verdadero que es su estado?
Y ¿comprendiste que esta mujer sigue siendo ella misma, aun estando loca?
¿Que en su estado piensa y siente normal?
¡No ha perdido su propia conciencia!
¿No es esto un milagro imponente?
El sabio debería agarrar esta sabiduría con ambas manos, pero no se atreve.
Aunque parezca que en su conciencia diurna haya perdido su razón, es absolutamente imposible exterminar al alma y la personalidad.
¡Es algo de lo que ni el ser humano astral ni el material son capaces!
Pero después ¿qué?
¡Que alguien responda a todas estas preguntas complejas y que analice estos problemas sobrenaturales!
Estamos listos y aclararemos estas leyes.
Te he hecho vivir su mundo, o no habrías comprendido nada de esta vida ni lo habrías sentido.
Ahora, sin embargo, me puedes seguir en todo.
De otra manera no lo podrías haber aceptado.
Pero ya lo ves: ¡así, y no de otra manera, es su estado!
Ahora te contará unas cuantas cosas sobre su vida y su grado de vida.
Los eruditos tienen cierta razón, por tanto, cuando dicen que esta mujer ha llegado a parar a este estado por impulsos sexuales.
Según ellos, es su propia culpa, y de hecho tienen razón también en eso.
Es la causa de toda su miseria, pero aun así las cosas son muy diferentes.
Hay muchísimas más cosas significativas, de las que el sabio, en cambio, no sabe nada.
La mujer tuvo deseos sexuales, porque es su deseo lo que la metió en esto, o no habría estado abierta a esta enfermedad.
No hay ni una sola posibilidad de volverse demente si la pasión no obliga a la vida a que sea así.
Es el amor apasionado lo que arruina a todas estas personas.
Es este amor el que empuja a la personalidad en esa dirección inhumana.
Al adquirir protagonismo los sentimientos sensibles, mediúmnicos, el ser humano puede verse asaltado desde esta vida.
La mujer tenía el deseo de vivir este amor, André, exactamente igual que aquella otra mujer a la que hemos ayudado, pero este estado es más complicado.
Esta mujer, en cambio, es más sensible, porque es esta sensibilidad la que ha provocado esta demencia, este grado en el que vive ahora.
Cuando en ella despertó el mundo material empezó a tener un fuerte deseo de amor.
No se conocía y pensaba que era ella misma quien lo quería, pero ya entonces estaba siendo seguida desde este lado.
Desde este mundo le entró la pasión de un demonio, de quien en ningún momento pudo sentir que violaría su vida, porque sentir eso es imposible.
Quiero decir: intuir esta personalidad astral, André.
Ahora llegó a estar en manos de esta personalidad, del mal.
Esta conexión se produjo por esta sensibilidad.
Hay millones de personas, hombres y mujeres, que se desfogan en la tierra, y toda esa gente no vive nada de este mundo, en todo es ella misma.
¿Alguna vez algún sabio ya se ha planteado esta cuestión ?
Aun así, es la verdad, André; hay montones de personas a las que esto se les escapa sin que les afecte, porque son demasiado insensibles para ello.
Ni una sola de todos estos millones de personas, que sin embargo son igual de apasionadas que esta mujer, siente nada de la incidencia astral o influencia alguna.
Son completamente ellas mismas en su pasión y hacen lo que ellas mismas quieren.
Pero un gran número de hombres y mujeres se estrellan por este mundo y les entra la demencia.
Es algo que tienes que poder intuir, André.
Toda esa gente aún tiene que asimilar esta sensibilidad, y ahora todavía no se la puede alcanzar.
Para este mundo astral es demasiado basta material y vive su propia vida plenamente, al cien por cien, lo cual también es el caso de todo el grado de vida al que también pertenece.
Tienen una sintonización demasiado animal para esto, así que es imposible volverla loca.
—¿Por qué, Alcar?
—Porque toda esa gente primero tiene que asimilar todavía la conciencia material.
Son los grados de los que acabo de hablar.
Porque ¿es posible que un animal se vuelva demente?
Pero estamos hablando de personas, me dirás.
Y aun así, estas personas viven un grado animal como seres humanos.
Su sintonización afecta la vida del animal, pero este, incluso en semejante estado sexual, ni siquiera sería capaz de vivir.
Esta es la razón por la que no se puede alcanzar a estas personas, y por tanto tienen que despertar todavía para un grado más elevado: el basto material o el material.
Es decir, esta gente todavía tiene que asimilar esta sensibilidad.
Si el ser humano quiere ir a la vida espiritual, si busca a Dios y si conoce la vida de Cristo —los grados animales no quieren tener a Cristo ni a Dios—, entonces la personalidad se desprende de esos grados pasionales y entra en los más elevados.
La personalidad entra al mismo tiempo en comunicación con las leyes de la vida y la muerte.
Aun así, todavía vive en la tierra, pero ahora asimila el sentimiento mediúmnico.
Así —seguramente ya lo estarás comprendiendo, André— es como el ser humano como hombre y mujer se libera de las leyes materiales, pero ahora está abierto a las leyes astrales.
Es esta sensibilidad por la que nuestro mundo entra en comunicación con la tierra, con la vida terrenal.
Porque ya te conté que el ser humano va desde la demencia a la luz espiritual, a la conciencia astral.
Es algo que vive cualquier ser que haya adquirido esta sensibilidad, pero que aún no comprende lo que realmente es el amor espiritual.
Ahora esa vida puede ser atacada desde el mundo astral tenebroso, y a eso seguirá la demencia.
No es posible elevar los otros grados, más bajos.
Si sientes esto, tendrá que quedarte claro, André, que no hay ni un solo ser humano que lo pueda eludir.
La lección y las leyes de Dios tienen que ser vividas.
Para el ser humano son grados de vida preanimales, animales, basto materiales, materiales y espirituales, que sin embargo solo son espirituales en nuestra vida consciente.
El ser humano tiene que atravesar todos estos grados de vida, si quiere entrar al grado espiritual.
Pero antes de que se alcance el grado espiritual o material, hay millones de vidas que sucumben, y entonces están más o menos poseídas.
Esa es la sensibilidad espiritual, la causa de que esta mujer haya sido atacada, y que para ella significa ¡miseria, dolor y pena!
Así que los demás grados tienen que despertar todavía para esta horrible demencia.
Pero también ellos, todos estos millones de seres que aún viven de esta manera, sucumbirán algún día; no se les regala ni un solo pensamiento.
Así que atraía la personalidad astral por medio de su propio deseo.
Vivía la pasión, la experimentaba, pero al demonio eso no le parecía suficiente y quería vivir más cosas.
La mujer no se percataba de ello, pero sí lo sentía, aunque pensaba: soy yo misma.
Aun así, estaba siendo influida, porque por medio de ella estaban viviendo el amor pasional material.
Cuando se entregó al ser creador, al hombre, ella quiso siempre más.
¿Seguía siendo entonces ella misma?
Ahora debería haberse parado de cara a la pasión, pero no era capaz de dar ese paso.
La mujer absorbía este amor, pero no sabía que había otra persona más que vivía este amor junto a ella.
—Pero ¿es que no es posible sentir eso, Alcar?
—No.
Solo nos puede asistir la concienciación más elevada, y ese grado de conciencia para la vida más elevada también tenía que despertar todavía en ella.
Eso significa, pues: el sentimiento que dice “¡Hasta aquí y no más!
¡Quiero seguir siendo ser humano!
¡No soy un animal, sino un ser humano!”.
Y ese amor le estaba siendo impuesto ahora.
Paulatinamente fue cavando su propia tumba por medio de su amor corporal.
Quería vivir cada vez más cosas, y ni se le ocurría preguntarse hasta dónde estaba yendo.
Esos sentimientos a veces eran conscientes en ella, pero después los desechaba sin volver a recordarlos.
Pero en ese instante le habló su yo mejor.
Su propio yo no quería ese amor, pero el demonio quería ir más allá, vivir siempre más cosas.
Su amor no se estaba haciendo sobrenatural, sino antinatural, animal.
Volvió a descender en su estadio anterior, animal, pero vivía en el grado material sensible para este mundo, y estaba por tanto abierta del todo para las esferas tenebrosas.
Pero su infierno no es más que una lámpara de mesa.
Los grados más profundos de los infiernos también están cerrados para su vida, porque no está abierta a un asesinato.
Solo quiere amar y un ser humano que ama dista mucho de ser un diablo.
Pero este impulso la elevó en el amor, por lo que transgredió el límite de su equilibrio y recayó en su propia vida.
Así que es el impulso astral lo que la condujo a esta miseria.
Aquel nos lleva a un estadio en el que de pronto nos damos cuenta de que no se sabe dónde está nuestra vida interior, o de que está siendo alterada, y entonces está por llegar el estar poseído y se ha hecho realidad la demencia.
¡Entonces es demasiado tarde!
—¿No es posible sentirlo antes, Alcar?
—No, André, porque lo que uno piensa es estar sintiéndolo por su cuenta.
¿Quién, en semejante estado, va a poder darse cuenta y querer intuir que en su interior vive otra personalidad?
No es posible, porque el grado espiritual, tal como lo tienes tú —por lo que me sientes y ves—, aún no está presente.
Aun así, el ser humano consigue contacto con nuestro mundo por medio de este sentimiento, y piensas que el monstruo es su control.
Este sentimiento obedece tan intensamente de cara a nuestro mundo que de ese modo es atacada el alma como personalidad en el cuerpo material, después de lo cual sigue la posesión.
—Y ¿el hombre, el “alma”, al que se nos concedió poder ayudar, Alcar?
¿Es que no podía ser poseído?
Porque él también sentía los seres astrales, ¿no?
—Nuestra “alma” estaba en el umbral de este grado demencial y además era más consciente que esta mujer.
Transgredió el umbral de este grado y entró con el demonio en esta vivienda desconocida.
Una vez que hayan entrado, se cierra de golpe la puerta de esta morada del alma.
Entonces ya no puede abrirla, porque la “cerradura” está por fuera y la vivienda ha de volver a ser abierta desde fuera, lo que solo es posible por medio de nuestro mundo.
Esta mujer vive la demencia, pero el “alma” solo vivía que estaba siendo atacada, o sea, los trastornos astrales.
Si sientes esto, entonces puedes comprender todo esto y llegas a conocer estas poderosas leyes de Dios.
Así es como pudo protegerse el “alma”.
Esta mujer, sin embargo, no tenía protección propia, debido a que también le faltaba esa conciencia.
Se disolvió su personalidad entera y perdió su yo de la conciencia diurna.
La del “alma” permaneció intacta; la personalidad siguió siendo ella misma completamente.
Esta mujer se disolvió en la personalidad astral.
El “alma” —ya te lo demostré— vivía dividida.
Una mitad deseaba amor y fue vencida; la otra, en cambio, se resistía y evitó el derrumbe total.
El “alma” vivía en este estado y experimentó conscientemente todas sus desgracias; esta mujer desciende para ello y ahora es consciente en su subconsciente, pero en su vida de la conciencia diurna es demente, está poseída.
Durante este ser uno de la mujer el monstruo reforzó la pasión, que ella, por tanto, experimentó como personalidad, para sus sentimientos.
Se entregó al hombre, pero ella albergaba al monstruo.
Eso no lo entendían ni el hombre ni la mujer, y tampoco es que fueran capaces de entenderlo, porque no estaban abiertos a esta sabiduría, de lo contrario se habrían manifestado los dones mediúmnicos; pero estos los controlamos nosotros.
Ya te habrá quedado claro que nosotros, como conscientes, no incidimos en estos grados de los sentimientos, porque de ese modo la conduciríamos conscientemente al manicomio, debido a que para ella tenemos una excesiva preponderancia espiritual.
En ese caso esta sabiduría habría vuelto loca a la mujer, como con el ser humano que tiene delirios religiosos y que se pierde por completo en su religión.
Lo que pudo sentir esta mujer le brindó la oportunidad de poder decirse a sí misma: estoy yendo demasiado lejos, quiero demasiado amor.
¿Seré normal en esto?
Debería haberse lanzado a sí misma el inmaculado alto espiritual, pero aún no era capaz.
No estaba en condiciones de hacerlo y se entregaba al amor material.
Naturalmente, sabía que era apasionada, pero esta pasión ya no era humana, sino animal.
Así que no pudo vivir la división de la personalidad, tal como el “alma” sí la experimentó.
Para eso aún tenía que despertar; todavía no había llegado a ese punto.
¡No se abría a eso!
Por este monstruo deseaba y seguía deseando.
—¿Recibió hijos en este estado, Alcar?
—Eso se puede constatar, André, pero tampoco eso la habría podido salvar de la demencia, aunque durante su embarazo no habría estado abierta a la demencia.
—¿A dónde me lleva esto, Alcar?
—A la cosmología del ser humano, André.
De este modo entramos, a su vez, en otras leyes, que son de una profundidad cósmica y que tienen que ver con la vida material y espiritual.
Estas leyes influyen, además, en el niño, en la vida que es atraída.
—Vaya, qué alcance tiene esto, Alcar.
—Nos lleva hasta lo infinito, André.
Podría responder cósmicamente a todas las preguntas que me hagas, y estas me conducen a lo infinito de Dios, y a todas estas leyes astrales y materiales que tenemos que vivir los seres humanos.
Estos son los problemas propios del psicólogo, del parapsicólogo, del especialista neuronal y del psiquiatra, con los que no saben qué hacer.
Por eso te dije al comienzo de este viaje: intenta formular tus preguntas de tal forma que solo toquen problemas pertinentes, o recorreremos un camino que de todas formas no se entiende.
Además, contigo no he llegado tan lejos todavía.
—¿He hecho ahora una pregunta equivocada, Alcar?
—No, precisamente no, André, al contrario; me alegra que estés haciendo preguntas cada vez más profundas, porque gracias a ellas llegamos al único estadio verdadero de cada grado de vida.
Pero seguramente que entenderás que si esta mujer hubiera dado a luz, habría llegado de este modo a un estado muy diferente a aquel en el que se encuentra ahora y que ahora tiene que vivir.
Significa que entonces habría quedado exenta de la demencia durante el ser uno con su criatura.
Eso incluso la podría haber hecho descender aún más profundamente en un caos de leyes, en el que de todas formas habría conservado la conciencia, porque la criatura la habría obligado a la conciencia normal.
Hasta esa profundidad llegan estas leyes.
Durante la preñez, no obstante, también se podría haber recuperado de esta pasión, porque el embarazo le podría haber dado, a su vez, más conciencia.
Esa conciencia elevada habría sido entonces para ella la protección, la conservación vital para el yo de la conciencia diurna.
Una madre en estado de buena esperanza, André, que ha transgredido el propio grado de vida de modo preanimal puede ser atacada durante la gestación por un demonio, pero este no puede provocar una demencia total.
—¿Por qué no, Alcar?
—Porque el niño está predominando en su vida.
Así que entonces posee más conciencia por su bebé, por esa vida.
Ya te conté más cosas sobre esto hace tiempo.
Una madre puede ser clarividente durante su embarazo y poseer más sentimiento.
Puede dar más amor y transformarse por el niño en una personalidad encantadora.
Esta incidencia más elevada también es posible frente a la pasión.
Las mujeres que son frías de carácter pueden despertar para el amor inmaculado durante el embarazo.
A algunas mujeres les despierta ganas de beber.
La criatura hace que entren tanto en lo anormal como lo normal, y tienen que procesar esos sentimientos.
Unas empiezan a sentir necesidad de alcohol y terminan alcoholizadas, otras desean otras cosas o se sienten atraídas por el arte.
Son receptivas para muchas cosas y asuntos, que les han entrado por esta sensación más elevada.
La conciencia más elevada también exige a la madre, y se le manifiesta.
El otro lado ve en estas expresiones de los sentimientos una conciencia más elevada causada por el niño.
Gracias a esa conciencia más elevada ya no es posible que una madre termine poseída ni que así pierda la conciencia diurna durante el embarazo.
La criatura obliga a la madre a vivir y a concluir su tarea.
Después puede volver a hacer con su vida lo que quiera, porque entonces vuelve a valerse por sí misma.
¿Sientes, André, la forma tan natural en que se viven todas estas leyes para el espíritu y la materia?
Hemos podido constatar en nuestra vida todas estas sintonizaciones de los sentimientos, y eso nos sirvió para comprender que hay miles de leyes —relacionadas con todos esos problemas— que vivimos como seres humanos en la tierra y que tenemos que asimilar en la vida material.
La madre en primer lugar de todos, porque su vida y personalidad están estrechamente vinculadas con la criatura.
Como hombres, en cambio, vivimos leyes diferentes, y tenemos que aceptar, pues, que caminamos al margen de la creación de Dios; la madre, en cambio, la vive.
Es por eso que el hombre vive la demencia de otra manera que la madre, que, obligada por su organismo, tiene que experimentar su sintonización natural.
—¿Es un hecho irrefutable, Alcar, que las madres no pueden volverse locas durante el embarazo?
—Eso se puede seguir de este lado, André.
La madre, como te acabo de decir, vive durante la gestación una ley muy diferente, y entonces no está abierta a la incidencia astral, porque el niño levanta un muro entre la vida de la madre y la del mundo astral.
La madre vive entonces el proceso de crecimiento de la criatura, la concienciación material y espiritual de la personalidad a la que dará a luz.
Eso se desarrolla en la vida de ella; ella forma parte de este proceso y no puede eludirlo.
¡Esa fuerza impulsa a la madre sensible por encima del grado de la demencia!
Tampoco el niño se puede volver demente.
La madre puede vivir un grado psicopático y hundirse en cierta medida, pero el niño detiene el grado de la demencia total.
El psicópata sigue viviendo en el propio organismo y entonces es consciente durante la maternidad de la preñez de ella, de que tiene la criatura.
Pueden manifestarse fenómenos que estén siendo provocados por diversas influencias, pero se suele conservar la conciencia normal.
La criatura impulsa a la madre a lo normal, e incluso a grados de vida más elevados, lo cual esta madre ha de aceptar.
Porque el grado de la demencia demuestra bien a las claras que la personalidad está poseída por otra fuerza consciente.
Y esa posesión es efecto del mundo astral inconsciente.
Esta mujer, en su estado, vivió su propio deseo.
Durante este anhelo podría haber sentido que estaba hundiéndose cada vez más profundamente en esta miseria.
Pero no es posible sentir más ni más intensamente.
Durante esa vivencia se fue hundiendo sin darse cuenta de que se le estaba incitando a hacerlo, por lo que pasó del todo a manos astrales.
Vivió en ello su propio límite —el corporal, por tanto— hasta que se desmoronó como una ruina.
Entonces el monstruo la dejó vacía, porque este elevaba la pasión.
Si la mujer hubiera vivido en esto la normalidad humana, o sea, si se hubiera marcado un límite normal, entonces nunca se habría llegado a ese punto.
Pero nunca fue capaz de ello, con el resultado de que la personalidad astral la dominó por completo.
Así que si no hubiera estado abierta para este mundo, entonces este monstruo tampoco la podría haber alcanzado.
Entonces habría vivido su amor normal y nunca habría sucumbido a causa de él.
El ser humano puede experimentar el amor y el grado de deseo por su propia fuerza, y no hay nada que pueda romperla.
El propio ser controla la propia conciencia del yo.
Pero es que hay otro mundo astral, eso es así...
Entonces esos seres hicieron la transición el uno en el otro, André, y sus vidas llegaron a la plena unión.
La morada del alma de ella se abrió, volvió a cerrarse al pasar él, y entonces quedaron encerrados en una caja fuerte de deseos.
¿Quién sería ahora dominante?
¿Quién de los dos tenía la voz cantante en esto?
¿Puede la mujer resistir semejante fuerza?
Quiere marcharse, lejos de este monstruo, pero ahora está encerrada y es presa en su propia casa.
Quedó espiritualmente vencida, y además corporalmente.
Ahora vive y sin embargo ¡está muerta en vida!
—¿Cómo llegó hasta la demencia, Alcar?
Quiero decir: ¿cómo se manifestó esta?
—Eso también se puede ver en su vida, y yo quiero seguir este estado.
Empezó a darse cuenta de que sucumbiría y quería liberarse de ese impulso.
Eso el ser astral lo sentía y entonces su víctima hizo algo por lo que la tuvieron que encerrar y además declarar loca.
Así que su vida iba a despertar.
Empezó a darse cuenta de que se manifestaban fenómenos y que en el fondo ya no actuaba de forma normal, pero entonces ya fue demasiado tarde.
El demonio sentía que ella estaba intentando volver a la normalidad, y la dejó completamente inconsciente a golpes.
Se levantaba las faldas en la vía pública.
Ya no valía para la sociedad y por eso la encerraron aquí.
Y ese encierro le resultó fatal.
Con que hubiéramos podido tratarla en ese tiempo, no habría perdido su propia vida y entonces se habría eliminado el demonio de su vida.
Por encerrarla le quitaron la posibilidad de curarse y la dejaron completamente fuera de combate.
En estos recintos no está permitido el acceso de médiums sanadores, porque a la ciencia le sigue pareciendo ridículo este método de curación.
Pero por eso el demonio se adueñó de ella por completo.
A él también, sin embargo, se le quitó lo que vivió por medio de ella durante su vida fuera del manicomio.
Eso agravó el estado de ella.
El demonio sí que quería pasión, quería vivir algo y entonces violó la vestimenta maternal.
Violó su vida y la obligó a mancillarse, aunque ya pronto la mujer se opuso contra este tejemaneje animal y se rebeló.
Cuando mostró su plena desnudez subiéndose las faldas, la gente no entendía que ya no era ella misma.
¿Cómo quiere calar un sabio a esta mujer?
La pobre ya lleva viviendo algunos años en este estado.
A veces está tranquila, pero cuando el demonio quiere vivir por medio de ella la pasión, llega a luchar de esa manera y la encierran en esta celda.
Así que no era ella quien se olvidada de ella misma.
De tiempo en tiempo la oyen hablar de forma natural y llevar una conversación normal, pero un poco después deja de ser quien era.
El médico no está seguro de su estado.
Cuando haya vuelto a la vida normal quiere irse de aquí.
Entonces quiere empezar otra vida e incluso se pone religiosa.
Esta gente —según se piensa aquí— recae de un estado de demencia en el otro.
Pero ¿qué personalidad resulta que asume protagonismo aquí?
Su propio yo, su yo normal.
Pero esa personalidad aquí no la conocen.
Los eruditos aún no han llegado al punto de poder determinar su interior normal; pero eso desde luego que algún día habrá que hacerlo, si la ciencia quiere ver detrás del velo de todas estas vidas.
Cuando se ponga religiosa habría que someterla de inmediato a un tratamiento por un médium y hacer que se le diera una irradiación magnetizadora.
Mientras tanto se le podría liberar desde este lado del demonio.
Así cambiaría el estado de la mujer y entonces podría volver a su propia vida.
Ahora el médico piensa que se pierde en delirios religiosos, lo que sin duda está mál sentido.
Si los médicos supieran analizar su palabrerío, comprenderían que no desvaría, sino que dice la pura realidad, la sagrada verdad vital que conecta a ambos mundos, y que ahora estamos conociendo.
Ahora quiere regresar a lo natural y vivir la vida normal, pero es presa en su propio organismo.
Sabe que el demonio la quiere usar para poder dar rienda suelta a su pasión, pero ahora ella se niega.
Es imposible el ser uno humanamente y es culpa de él mismo.
Si el demonio si hubiera podido dominar, habría podido calcular su pasión.
Otros sí lo hacen y no permiten que las cosas se desmadren.
Se encargan de que su presa no quede encarcelada.
Es por eso que ahora estamos ante el grado de vida astral consciente.
Hay numerosas personas que viven su pasión y que están en manos de nuestro mundo, pero que ahora no se estrellan.
Solo la personalidad necia, inconsciente, se hincha de golpe.
Quienes han vivido esto más de una vez de este lado ya se cuidan de ello y vigilan que no se produzca un derrumbamiento general.
Esos demonios en el fondo protegen a su presa.
Velan por ellos mismos porque de lo contrario ya no hay nada que vivir.
Más adelante nos encontraremos con esos dementes conscientes y entonces también los conocerás a ellos.
El demonio en ella no es una personalidad consciente en su propia existencia tenebrosa, porque permitió que la encerraran.
La consciente se conforma con el cincuenta por ciento de pasión que recibe por medio del ser humano material.
Entonces se mantiene intacta la conciencia material.
Pero el espíritu y el ser humano material comparten entre ellos la pasión.
El consciente que está sintonizado con la vida astral y que sabe de los grados dementes lo evitará.
Sabe que se encarcela a sí mismo y que después tiene que venir el encierro, cuando el cien por cien del yo de la conciencia diurna se vea plenamente subyugado.
Estos grados de vida, pues, se corresponden entre ellos, y no es posible determinar si hay locura.
Es por eso que nosotros conocemos ese grado como la demencia consciente.
Hay millones de hombres y mujeres que se encuentran en este estado y son vividos por este mundo, sin que ellos mismos se den cuenta alguna, porque su conciencia diurna no lo registra.
Pero cuando sigues sus vidas, se puede determinar su demencia material.
Todo acto los conduce a este mundo tenebroso.
Cada vez que esta mujer reúne suficientes fuerzas, André, su lucha vuelve a comenzar.
Esto se prolonga hasta su muerte.
Solo entonces se desgajan las auras y cada uno va por su propio camino.
Pero si estos seres han sintonizado con las tinieblas, y con las de una sola esfera, entonces esa horrible vida continúa también de este lado y también en la vida después de la muerte se succiona a todos estos seres hasta dejarlos vacíos.
¿Sientes, André, lo penosa que es la vida de ella?
En esta ha despertado la conciencia de empezar otra vida, y aun eso es algo que nadie puede aceptar.
Quiere liberarse de esta miseria, pero no es capaz de hacerlo sola.
Para eso necesita nuestra ayuda.
Su propia vida le da asco, pero el monstruo astral quiere vivir pasión animal.
En ese estado se viola a ella misma.
Los expertos piensan que es ella misma y no son conscientes de que es este espíritu el que la obliga a ello.
Este modo de pensar frente a cualquier manifestación de demencia es, por cierto, una majadería mayúscula.
El mundo astral tenebroso ataca todos estos grados.
Los demonios quieren la pasión material.
Una vez que esta mujer tome conciencia de su estado enclaustrado, entonces sí que vendrá la lucha a vida o muerte, porque se asfixia en su horrenda existencia.
A veces la atan porque quieren evitar que se viole a sí misma, pero en un momento dado, en el que el demonio siente que ella posee su propia libertad, ese suceso se produce de todas formas.
Entonces la abandonan a su suerte, porque contra esto no hay nada que hacer.
Una anestesia continuada la destruiría material y espiritualmente.
Cuando la pugna está en su apogeo, la encierran en una camisa de fuerza hasta que vuelva a serenarse.
Pero la enfermedad sigue existiendo.
Así que cuando oyen sus horrendos gritos, toda esa miseria se desarrolla en su interior, pero entonces piensan que está teniendo un ataque de histeria.
Finalizado este estado, se queda hecha una ruina y el demonio ya no puede empezar nada con el cuerpo de ella.
Ahora tiene tiempo para recuperarse y también el monstruo se quedará dormido.
Después volverá a despertarse de todas formas para proseguir con su tenebrosa existencia.
De modo que la mujer está demente y a la vez no lo está, André.
En su fuero interior más profundo piensa y siente de forma normal, y eso es así con todos los grados de la demencia.
¿Has podido seguirme en todo?
—Sí, Alcar.
Pero ¿hasta qué profundidad vive esta miseria?
¿Puede explicar eso?
¿No puede quedarse disuelta por completo en ella?
—Te lo explicaré, André.
Conoces la vida de Gerhard de este lado.
En el libro ‘Aquellos que volvieron de la muerte’ hablaba de su vida y concienciación.
¿Intuiste bien su vida?
Entonces te tendría que haber quedado claro que se hundiera tan profundamente, que perdiera su ser del yo consciente.
Pero albergaba una fuerza que lo sacudía hasta despertarlo, o Gerhard se habría quedado dormido para seguir siempre así.
Pero la conciencia le volvía una y otra vez.
Esa es la esencia divina, André.
Es imposible destruir al ser humano.
Sí que es posible corporalmente, pero espiritualmente está fuera de cuestión, porque el alma es eterna.
Esa esencia es la que también obliga a la mujer a hacerse consciente una y otra vez para que se pueda recuperar.
El mismo acontecer que Gerhard vivió en las esferas, se desarrolla por tanto en esta mujer, y esta experiencia de ambos es un solo estado.
Si esta alma no hubiera nacido de Dios, entonces se podrían disolver la materia y el espíritu, lo que ahora es imposible, porque el alma, como chispa divina, alimenta ambos organismos, es decir, al cuerpo espiritual y al material.
Esa es la conservación para todos nosotros, tanto en la tierra como en esta vida, porque eso nos mantiene conscientes.
La chispa de Dios impulsa al espíritu a que funcione, o esta personalidad se adormecería en esa miseria, sin volver a formar parte nunca más de la vida, y quedarse vaciada para siempre.
Pero ¡eso no es posible!
De allí se deduce lo eterno.
Esta mujer puede hundirse hasta donde la obligue el demonio.
Aun así, tiene que despertar de cuando en cuando y empezar su propia batalla.
Es necesario para la conservación de su propio grado de vida.
La chispa de Dios impulsa la vida una y otra vez hacia la concienciación, y eso es algo que la personalidad tiene que procesar.
¡Es la parte divina en nosotros mismos!
Esa partícula, André, no puede verse afectada jamás.
Para todos nosotros es la fuerza por la que en todos estos estadios de enfermedad conservamos la energía para proseguir la vida, y así es como la personalidad gana en conciencia.
Por todas las vidas que vivimos como hombre y mujer vamos ascendiendo, y no hay cuestión de una destrucción generalizada.
Lo que no conseguimos en una vida lo podemos completar en una siguiente, porque alguna vez habremos llegado hasta allí.
¡Y ese es “el camino, la verdad, la vida”, de los que nos habló Cristo!
Esta mujer tiene momentos, André, en que está loca o completamente normal, por turnos.
¿Crees que esto le llama la atención al experto?
Acontece delante de sus ojos, pero no es capaz de calar el significado más profundo de esto.
Su estado normal transitorio ya tendría que haberle dado la prueba de nuestra vida eterna.
Porque algo que materialmente está deformado no puede ser normal un poco después, y es el caso aquí.
Si suponemos que su cerebro está enfermo, entonces ¿cómo se explica el experto que una hora después la mujer vuelva a estar normal?
Aquí no hay cuestión de un trastorno cerebral.
Es un caso puramente espiritual, y todo enfermo espiritual está bajo incidencia astral, porque debido a esta, que sienten y viven como influencia, surgió la demencia.
Si fuera que esta enferma estuviera viviendo un trastorno material y si tuviera órganos afectados en la cabeza, entonces ya no sería capaz de vivir ni un momento bueno.
Aun así, vive muchos momentos buenos.
Entonces está tranquila y habla y piensa como un ser humano normal.
Estos fenómenos indican que está poseída astralmente, pero es algo que todavía no se puede aceptar.
Así le van pasando los años y tiene que aceptar que la sociedad aún tiene que despertar para ella y para miles de personas más.
Su posesión puede constatarse ahora por cada acto que hace.
Porque esos pensamientos forman parte de nuestra vida, aunque el sabio opine que estos fenómenos son manifestaciones de la pasión.
La mujer pide ayuda a gritos cuando la pasión quiere tomar posesión de ella, la pasión que ella misma ha constatado en su interior.
Si anhelara esta pasión, no se resistiría, sino que se entregaría dócilmente.
Hay quienes se entregan y que tienen suficiente ingenio para alcanzar la meta prevista, después de lo cual se desfogan por completo.
Otros claman por ayuda y luchan contra el terrible mal en su vida, pero están impotentes.
Aun así, el médico no ve ni oye que es la parte buena en esta mujer, y no la histérica, la que quiere llamarle la atención sobre su estado.
La histérica quiere tener experiencia, la personalidad que se está despertando quiere liberarse.
Un trastorno material en el que se produzca la demencia es por tanto imposible, porque ¡la demencia es posesión astral!
La posesión y la “demencia” colisionan ahora la una con la otra.
La primera forma parte de nuestro mundo, la segunda, de la tierra, y debe su nombre a la ineptitud de quienes piensan saber algo de todas estas leyes.
Solo de este lado verán que no se conocen, ni a ellos mismos ni a sus enfermos, que nunca han podido calarlos, a pesar de su erudición.
Esta constatación demuestra ya a todas luces que la erudición terrenal no tiene significado para las leyes ocultas.
La posesión es estar sometido a la vida después de la muerte, y aun así no se acepta nuestra vida.
¿Sientes lo demencial que es el conocimiento del ser humano erudito?
No es capaz de escuchar sus sentimientos, porque todo tiene que demostrarse científicamente.
Y necesario es, sí, pero uno tiene que dar un paso más allá.
La vida continúa y mientras tanto hay millones de personas que podrían haber sido ayudadas.
En caso de trastornos materiales los sentimientos quedan fuera de juego.
Pero con la posesión se quedan completamente intactos.
¿Sientes las poderosa diferencia?
La ciencia solo sabe decir que estas personas son histéricas, pero con eso no se las ayuda.
Los eruditos tienen que sintonizar con la posesión astral y aceptar que en ese cuerpo vive otro.
Entonces se le puede ayudar a esta persona enferma y adquiere importancia la descarga eléctrica, por lo que es posible la expulsión del demonio.
El ser humano puede pensar con y sin cerebro, pero no cuando este está afectado, porque entonces aparecen trastornos entre los sentimientos y la capacidad de pensar.
Los enfermos, o sea, los enfermos materiales, no pueden vivir esta pasión, porque entonces están anulados los sentimientos.
No hay ni un solo demonio que pueda poner en marcha este organismo enfermo, porque un ser astral solo puede tener contacto por medio del espíritu, de la propia conciencia del enfermo.
Si eso no es posible, entonces este mundo tampoco puede vivir nada, porque no hay conexión.
De verdad, ¿tan difícil es aceptar que esta mujer, y todos los de su propia especie —o sea, el grado de vida en el que vive—, es influenciable justamente por medio de los sentimientos?
El demonio selecciona este tipo sensible, porque no es posible alcanzar la vida insensible y fría.
Porque esa gente no está abierta a la pasión.
Y es precisamente este sentimiento el que puede lograr el contacto con el mundo astral inconsciente, por lo que surge la posesión.
Al hijo inconsciente de Dios no se le puede influir bastante.
Esa vida tiene que despertar todavía para esta sensibilidad y para muchos otros grados.
En esta vida no hay ni vive arte, porque ¡el sentimiento es arte, es amor!
Ahora entramos en esta sensibilidad, lo cual es el despertar para el amor.
Si este amor es preanimal, animal o basto animal y si el ser humano vive por su propia fuerza —si se experimenta plenamente, al cien por cien, la personalidad misma— entonces no hay demonio que pueda alcanzar esa vida.
Ahora los sentimientos terrenales se viven ellos mismos, y no hay cuestión de influencia astral.
¿Sientes también esto, André?
—Le comprendo, Alcar, y ¡me parece algo muy poderoso!
—De modo que en este estado el ser terrenal es del todo sí mismo.
Pero si la vida entra en un grado más elevado, o sea, si el desarrollo interior traspasa el grado anterior, entonces también se manifiesta una división de la personalidad y se abre esta vida a nuestro mundo.
Ahora esta vida planea entre dos grados y es susceptible, porque ha depuesto la protección del propio grado.
El equilibrio natural y material se ha roto y mira, el mundo astral puede empezar ahora a vivir cosas.
Ahora se vive la demencia y en esa vida el ser humano se arruina, pero en otra vida, una posterior, regresa al estadio normal y habrá aprendido de esta experiencia; hasta que el alma como personalidad vuelva a ascender, a lo que seguirá un nuevo desplome.
Solo en el grado espiritual la personalidad es ella misma, porque habrá vencido entonces todos los grados inconscientes y tenebrosos para la vida humana y se valdrá por sí misma.
Eso lo vive cada ser humano, André, y ¡esto es regresar a Dios!
No hay ni una sola alma que pueda eludirlo.
De modo que si no hubiera demencia, no habría tampoco vida después de la muerte.
La personalidad no puede asimilar todos estos grados de vida en una sola vida.
Para eso hacen falta miles de vidas.
Todas estas leyes las experimentamos como hombre y mujer.
La homosexualidad, que te aclararé más adelante, tiene su origen en esta transición de hombre a mujer.
Cuando la personalidad está abierta al mundo astral, André, cuando vive entre dos grados, se manifiesta la sensibilidad mediúmnica, lo cual no significa otra cosa que el desprenderse del grado de sentimiento anterior.
Para ti es la fuerza de los sentimientos, el sentimiento de poder ser médium.
Así que has depuesto el grado material y ahora eres apto para nuestro mundo.
Otros aún tienen que liberarse del sentimiento terrenal, material, todavía tienen que vencer ese grado, pero también tienen que demostrar que entonces pueden valerse por sí mismos.
El sentimiento más elevado los conduce a este mundo, a la vida del espíritu.
¡Así de sencillo es todo!
Para un sabio en la tierra esto es imponente e insondable.
Para nosotros la demencia es desarrollo espiritual, pero para el erudito, descomposición y pobreza.
Pero estos infelices para la sociedad han avanzado más que el erudito, porque este ¡ni siquiera se conoce y ahora quiere ponerse a calar y a ayudar a esta gente!
Dios mío, cómo es posible; ¿cómo podemos hacerlos despertar de una vez?
Las personas que buscan una conexión material son completamente normales, pero quienes estén en el descenso animal y sean sensibles para el mundo astral están abiertas a la posesión.
Esta mujer supuestamente es una histérica, pero piensa, eso desde luego.
Aunque sus pensamientos sean apasionados, aunque quiera vivir cosas, no es razón para que el erudito la considere una loca.
Un lío animal todavía no es lo mismo que locura.
Esta gente solo se sintoniza con lo animal, por lo que un erudito debe ser capaz de hacer un claro diagnóstico por medio de los pensamientos del paciente.
Entonces ya no hace falta buscar más tiempo, el propio ser dice: así soy yo.
Pero ¡el animal astral predomina!
Por medio de todo esto quise hacerte ver, André, que en su estado inconsciente es, no obstante, ella misma.
¿Sientes ahora la profundidad de este problema humano espiritual?
¿Qué se sabe de esto en la tierra?
Esta mujer no puede perder su conciencia.
Sigue siendo ella misma, pero se ve temporalmente dominada.
¡Podríamos haberla ayudado!
Las puertas de estas casas están cerradas para nuestro mundo, pero eso pronto será diferente, y ya hay muchos eruditos que se inclinan por la verdad astral.
Y ¡entonces nosotros y ellos serviremos al ser humano!
Por muy incomprensible que sea todo para la tierra, el otro lado ve a través de este proceso espiritual.
Nosotros, como seres astrales en la luz, hemos vivido todas estas leyes y las hemos asimilado.
Rompemos este muro astral o abrimos los cerrojos de esta morada del alma y arrojamos al monstruo fuera de su vida.
Dado que quiere comenzar otra vida —tal como te lo mostró Lien— se la puede ayudar, a ella y a miles de personas.
A estos enfermos sí se les puede curar, pero a ella, con sus piedrecitas, no.
¿Lo has comprendido, André?
—Sí, maestro, me ha quedado claro.
—Entonces comprenderás también que la sociedad entera despertará de cara a los dementes, ante este grado sensible.
Pero entonces se abrirán también estas puertas para millones de personas, porque algún día vendrá de todas formas el derrumbe, porque ¡toda vida ha de despertar!
Si esto no es posible en la vida de ahora, pues entonces en la siguiente, pero lo que es ocurrir, ocurrirá.
Son las leyes de Dios que tienen que ser vividas.
Por eso estos infelices han avanzado más que quienes son unos viva la Virgen y que creen que son personalidades fuertes.
De este lado les demostraremos lo contrario.
El ser humano asciende hacia la sensibilidad y por eso nuestro mundo entra en contacto con la tierra.
No puedo hablar más claramente, ¡esto se tiene que comprender!
¿Quién puede decir ahora de sí mismo: “Ya he llegado”?
¿Quién: “Soy mentalmente normal”?
¿Quién se ha liberado de la demencia inconsciente y consciente?
Imagínate, André, lo lejos que están millones de personas de ella, de esta pobre mujer.
Aun así, piensan tener todo el mundo en el bolsillo y miran con desprecio a estos hijos de Dios.
Ya no pueden ocultarse más tiempo en nuestra vida.
Aquí están desnudos ante su propio grado de vida, para que los vea todo el mundo.
Dios sabe que ahora viven su propio yo, pero en la tierra no se entiende nada de eso.
Solo entonces se conocen a sí mismos y se hacen verdaderos los sentimientos, y es cuando aprenden a inclinar la cabeza.
Es entonces cuando el ser humano depone lo personal de la tierra, plenamente convencido de que eso está bien.
Nosotros lo ayudamos en eso, y entonces la luz nos ilumina a todos.
—Si lo comprendo bien, Alcar, ¿un psicópata está más enfermo que un demente?
—Así es, André, un psicópata lo ha perdido todo y comienza a reconstruir la vida normal.
Un demente se pierde a sí mismo en un diez o veinte por ciento, algunos como máximo en un sesenta y cinco por ciento, pero no es posible perder la conciencia global.
De eso se encarga el alma.
Puede haber cuestión de división de la personalidad, de media demencia.
Sin embargo, perder la conciencia material por completo es rayano en lo absurdo para quienes aceptan estas leyes.
Pero ¿comprendes cuánto distan estas enfermedades unas de otras, y que la mujer con sus piedrecitas está muchísimo más enferma que esta pobre mujer?
¿Comprendes también que los primeros grados se protegen a sí mismos, pero que a esta gente no se la puede ayudar?
Esta demencia no es una debilidad de la personalidad, porque esta vida es demasiado consciente para vivir lo inconsciente.
Eso, sin embargo, no lo entienden los eruditos.
Así que los fenómenos que tienen que ver con el carácter, los rasgos que aún tienen que despertar, significan para estos enfermos que la personalidad todavía tiene que aceptar el grado de vida.
Estos dementes han despertado, han asimilado esa sensibilidad, pero sucumbieron.
¡Los otros grados todavía no pueden sucumbir!
André miró a la pobre mujer.
Su cuerpo se había quedado dormido, y aun así estaba despierta.
¿Qué persona de su entorno podía sentir eso?
—Ven, André, vamos a seguir.
André, aturdido, andaba detrás de su líder espiritual y ya casi no podía pensar.
Pero aun así tenía que seguir siendo él mismo, si no tendría que volver a su cuerpo.
Había estado en el infierno.
Allí había visto y vivido a los demonios, y también cómo vivían allí, pero un problema como este no lo había conocido allí.
Aquí podían hacer lo que querían.
El ser humano material estaba preso en su propia vestidura y lo estaban dejando vacío.
André quería seguir estando fuerte y conocer todas estas leyes.
Así aprendería y recibiría otra conciencia.
Solo entonces podría ayudar a otras personas en la tierra, porque entonces sabría algo de la infinitud de Dios.
Su maestro andaba por delante de él; lo seguía.
Qué grande era Alcar.
Se tomaba todas estas molestias para convencer a las personas en la tierra de las verdades divinas.
Este espíritu de amor tan inmaculado descendía en la esfera de la tierra y respetaba a todos estos accidentados, su sufrimiento y su proceso de morir, pero aún no se le aceptaba.
Ojalá que la humanidad lo comprendiera.
¡Algún día se conseguiría!
Su maestro dobló entonces una esquina y prosiguió su camino.
Pero no hubiera hecho falta que el maestro Alcar diera este rodeo.
Cuando André pensó en esto, Alcar se giró y dijo:
—No, no es necesario que lo haga para mí, André, pero me he sintonizado con la vida material, y ahora tengo que aceptar estas leyes.
¿Te ha quedado claro, André?
André asintió con la cabeza, lo comprendía todo.
Siempre le sorprendía que su maestro supiera en lo que pensaba.
Cuántas veces no había vivido esto ya, pero una y otra vez le parecía sorprendente.
Entonces se concentró en su líder espiritual y vio a dónde iban y a quiénes se encontraban por el camino.
Vio a las enfermeras y los enfermeros del manicomio tal como también lo había vivido en la tierra, pero ahora sucedía por medio de su maestro.
Luego podría hacerlo por su propia fuerza.
Lo que hacía Alcar aún estaba alejado de él, pero André sabía cuándo podría hacerlo él mismo.
Esta sensibilidad, esta conciencia, se poseía en la primera esfera feliz.
También la gente que estaba encerrada aquí era sensible, pero esa sensibilidad formaba parte de la existencia material.
Se desfogaba y ahora chocaba con las leyes de Dios, contra las cuales se estrellaban.
Él comprendía muchísimo de la vida astral y se sentía capaz de sacudir y despertar a los demás para la pervivencia eterna, pero la gente todavía no quería despertar y prefería seguir inconsciente.
Le resultaba demasiado complicado.
En esta vida uno tenía que querer perderse, pero a cambio se recibía la conciencia más elevada.
¡Para esos tesoros espirituales uno tenía que poder sacrificar su vida, pero quien no fuera capaz de hacerlo seguía siendo insensible!
¡Eso pasaba infaliblemente!
La vida en la tierra era extraña.
Quien estuviera allí perdiéndose a sí mismo despertaba para lo más elevado.
Así funcionaban las leyes.
Si uno se arruinaba en la tierra, entonces venía después otra vida, en la que había que proseguir las leyes que habían provocado la ruina, hasta que viniera por sí sola la asimilación.
Estaba muy claro.
Quien no hubiera llegado a ese punto tendría que comenzar con ello más tarde, porque ni un alma podía eludir eso.
Esta era la justicia cósmica y divina para todos los hijos de Dios.
André se encontró ante nuevos problemas y se dio cuenta de que el presente estaba en el pasado, y de que en el presente se sentía la existencia anterior.
El ahora era el nuevo comienzo.
En el pasado, el ser humano había pecado contra todas estas leyes, y en el presente todo tenía que ser enmendado.
Entonces el problema se resolvía por sí solo y continuaba la vida, al encuentro de lo nuevo.
Eso sucedía en la tierra o en el otro lado, pero continuaba.
Qué poderoso era esto.
El proceso se repite aparentemente hasta el infinito, hasta que el ser humano haya alcanzado el estadio espiritual consciente.
Dios dirige tanto el universo como al ser humano.
Si el ser humano piensa sucumbir, aún quedará Dios para acoger a esa vida.
Al ser humano lo protege un solo poder: ¡Dios!
En esta vida recibe las pruebas del amor de Dios, porque cuando el ser humano se estrella es por su propia voluntad.
Su maestro lo estaba esperando y entró con él en otra sala, donde vio nuevas situaciones.
Aquí había una decena ancianos y de jóvenes.
Estas personas estaban muertas en vida, dementes.
Pero ¿en qué grado de demencia vivían estos pobres de espíritu?
Miró a su maestro, pero Alcar los estaba observando, y André sintió que los estaba sondeando uno a uno para determinar su vida interior.
Esto duró bastante tiempo.
¿Era difícil para su maestro?
¿Estaban aún peor aquellos que habían descendido tan profundamente en esta miseria que todos esos otros enfermos?
¿Qué iría a vivir ahora?
Se sentía preparado y aguardó.
Vio seres astrales en el entorno de esta gente.
Los monstruos animales entraban y salían aquí, y no había nada que los detuviera.
Era como si esta fuera su casa y como si hicieran labores, pero comprendió cuál era el propósito de su presencia.
Alcar le dijo:
—Todos los enfermos están tranquilos, André.
Te voy a conectar con ellos.
Ven aquí, a donde está este ser humano, con él te sentirás uno.
André vio a un hombre de mediana edad.
Tenía una constitución robusta y una mirada furiosa, pero también reflejaba algo triste y lastimero, escondía una gran pena.
André sintió en ese mismo instante cómo se iba hundiendo y cómo hacía la transición en el enfermo.
Sintonizó de inmediato con su estado y sintió entonces su vida interior.
‘Otra vez lo mismo’, pensó.
‘Todos anhelan amor material.
No hay ni un solo enfermo al que no le pase’.
Toda esta gente era sensible.
Si no hubiera personas sensibles, tampoco habría dementes.
Era algo que el ser humano tenía que superar, según sentía, y eso era lo que su maestro de hecho le había aclarado; pero había muchas de estas personas sensibles que sucumbían por eso y entonces estaban ante la posesión.
André veía el conjunto de esta vida.
Este grado de vida era, a su vez, diferente de todos los demás que había conocido.
Era horroroso lo que percibía ahora.
‘Dios mío’, pensó, ‘pero ¿qué es lo que veo?’.
El espíritu astral vivía dentro del enfermo.
Si en el caso de la mujer había sido un espíritu masculino, aquí era una mujer.
Era como un animal terrible; uno que sabía pensar y que vivía como ser humano en la tierra.
André se asustó terriblemente cuando lo percibió.
‘Hay que ver las vidas que le toca vivir a la gente’, pensó.
El enfermo experimentó las leyes astrales en este estado, y esto también era un problema astral.
Este hombre era hombre y mujer al mismo tiempo, y a eso se añadía la demencia.
Suponía, a su vez, un problema muy diferente y ya en sí suficiente para hacer que se arruinara.
Los sentimientos femeninos procedían de este horrible monstruo que había vivido alguna vez en la tierra como madre y que todavía tenía esos sentimientos, pero en estado animal.
El hombre tenía que luchar contra eso, si no quería que lo vaciaran y abusaran de él de una manera terrible.
Además, también tenía sus propios deseos contra los que tendría que luchar, pero que lo habían vencido.
Lo que quería y sentía ella, lo que quería vivir, él también lo vivía.
Ambos, pues, eran uno en sentimiento y se habían fundido.
‘Qué problema’, pensó André.
Ahora sentía que su maestro incidía en él, por lo que empezó a ver la vida del enfermo en la tierra.
Alcar se la mostró por medio de una visión.
El hombre caminaba por la tierra y nadie lo encontraba anormal.
Era él mismo, pero a la vez no lo era.
¿Quién podía entender este misterio humano?
Menudo drama.
Era aún más inhumano que el de esa pobre mujer.
Ella experimentaba pasiones humanas.
Esto era algo muy diferente; incluso más animal, más destructivo que lo que había vivido hasta el momento.
No comprendía esta vida, pero aun así esa personalidad estaba abierta para él.
La vida de este hombre estaba dominada por este problema.
Alcar le dijo entonces que volviera.
—¿No puedes procesarlo, André?
Ya te lo advertí.
Pero ahora te explicaré su estado.
En el fondo no se hundió profundamente, pero tampoco es normal.
Vamos descendiendo cada vez más en estas leyes y ahora llegamos a conocer diferentes grados de vida, que nos conectan con la vida humana.
No solo con el ser humano de la tierra, sino sobre todo con nuestra vida.
Accedemos a los grados de vida de la homosexualidad, por lo que descubrimos las leyes de Dios y de las cuales en la tierra no entienden nada, aunque se piense que sí.
Dije hace poco: en el fondo este hombre no se ha hundido tanto, porque vive sus propias leyes que tienen sintonización con sus sentimientos.
Por medio de este grado de los sentimientos entramos de inmediato en su personalidad, que ahora hablará a nuestra vida.
Es uno de los muchos grados de la demencia, en el que no se dicen majaderías y que está completamente abierta para nosotros.
Sobre la tierra caminan miles de personas en este estado y no se sienten ni hombre ni mujer.
Pero ¿se conoce su sintonización vital?
¿Pasión?
¿Líos animales en el espacio de Dios?
¿Qué es, André?
¿Por qué esta gente vive estos grados de vida semiconscientes?
Es uno de todos aquellos que ya no son dueños de ellos mismos.
Llegó a este estado por su sensibilidad y su nacimiento, el vínculo con el pasado.
Entonces hizo cosas que no se pueden hacer y lo encerraron.
Pero su karma vive en su enfermedad, su renacer y miles de leyes astrales y materiales que tiene que vivir, porque su vida ha adquirido esta conciencia.
Además, por medio de él nos encontraremos con muchos estados naturales y veremos ante nosotros la realidad astral.
Experimenta por sus propias leyes del karma esta miseria, quiera o no.
Eludirla no es posible, lo cual pronto te quedará claro.
Ahora el hombre está tranquilo, pero ay si él y también ella se rebelan dentro de él.
Entonces no sabrán qué hacer con él ni si hay que encerrarlo donde los pacientes masculinos o los femeninos.
Unas veces es hombre y otras, mujer.
¿Es esto la división de la personalidad?
Lo encierran aquí al estar muchas veces fuera de sí y furioso.
También es sensible, porque todas estas personas viven entre dos grados de vida, y ahora son alcanzables.
Con solo tener que ver con esto en la tierra su vida ya sería un infierno, pero hay más cosas que lo arruinan.
En sus años de juventud, ya de niño, vivía en un estado anormal.
Pertenece al género masculino, pero es femenino; se siente como el ser femenino.
Ya pronto entró en rebelión con su cuerpo.
Naturalmente, los médicos estaban impotentes y no podían hacer nada por él.
No podían quitarle estos rasgos.
De alguna manera podían sondear esta enfermedad, porque los fenómenos y esta personalidad son conocidos, pero todavía no se conoce la esencia misma de esta enfermedad, porque como siempre no se puede aceptar todavía la vida eterna.
A veces hacía la transición a lo femenino; después volvía a ser brevemente él mismo.
Así fueron pasando sus años de juventud.
A los dieciocho se olvidó de sí mismo y ya no podía ofrecer resistencia a la influencia astral, por lo que lo encerraron.
Pero para la cárcel ya no resultó ser apto en este estado, y por eso lo declararon demente.
Pasaron algunos años y le devolvieron su libertad, porque parecía completamente normal.
Albergaba el gran deseo por el amor.
Su organismo pedía y su interior quería recibir.
En realidad, ¿qué quería recibir?
Ese sentimiento vivía en él, pero no se aclaraba con él.
Se preguntaba a qué sexo pertenecía realmente, y ahora libraba una horrible lucha; no obstante, no obtenía respuestas a sus preguntas.
Nadie podía ayudarlo.
No había psicólogo que lo comprendiera y nadie era capaz de darle consejos.
Pues ¡que se abstuviera!
Pero eso no resultó ser tan sencillo, aunque luchara contra eso, porque la terrible sensación lo seguía dominando.
Aun así quería quitarse de encima sus sentimientos.
Pero ahora que no quería aceptar este estado en la tierra, ahora que no lograba encontrar lo que buscaba, mientras albergaba el temor de ser encerrado, descendió desde nuestro mundo un ser hasta él e hizo la transición a esas manos.
Era este ser femenino, André, pero junto a ella llegaron otros seres.
Esta mujer también atraía a seres astrales, igual que lo que has vivido con “el alma”, que se querían desfogar por medio del ser humano material.
A partir de ese momento empezó a haber un enorme caos tanto en su vida material como en la espiritual, porque todos esos seres astrales se desfogaban por medio de él y empezaron a dominarlo, al ser humano material.
Entonces se empezó a manifestar la demencia.
No tardaron en volver a encerrarlo, porque ya no era apto para la vida en sociedad.
Su estado es por tanto como el del “alma”, pero con la diferencia, una vez más, de que “el alma” tenía más resistencia que este hombre.
“El alma” conservaba la conciencia; este hombre se perdía a sí mismo y por tanto fue vencido.
Tampoco ahora los seres astrales pertenecían a los demonios conscientes en su propio estado, porque permitían que lo encerraran.
Las experiencias habían terminado ahora para ellos, pero, no obstante, eran incapaces de alejarse y siguieron siendo uno con esta personalidad.
En la tierra se conoce su enfermedad, porque es homosexual (véase el artículo ‘Homosexualidad’ en rulof.es).
El gran misterio es, naturalmente, por qué siente de ese modo, y para eso nadie conoce la solución.
¿Pero sientes, André, lo profunda que es esta vida?
¿Sientes que este hombre no solo tiene que ver consigo mismo, sino también con los demonios del infierno?
A eso se añade su propio pasado, y es precisamente ese pasado que lo conduce a este terrible problema, a un estado anormal del ser humano —como se suele decir—, pero que nosotros hemos llegado a conocer en nuestra vida como una ley existente.
Es la división de la personalidad.
Es también desprenderse del grado de vida anterior, planear entre el cielo y la tierra, y otras muchas posibilidades más, de las que en la tierra aún no se conocen las leyes.
Sus sentimientos anormales los volvemos a encontrar en ese pasado.
Pero ¡la ciencia no reconoce el pasado!
Los eruditos consideran que el ser humano vive por primera vez en la tierra.
Pero en ese pasado, André, vivió una vez este hombre, o sea, como mujer.
Este ser humano no ha podido vivir entretanto otra vida y se siente mujer, pero vive ahora en la vestidura masculina.
Así que este ser humano está en disarmonía con la vida natural y con este organismo creador.
Esta homosexualidad nos conduce ahora a la verdadera demencia (véanse los artículos ‘Homosexualidad’ y ‘Demencia’ en rulof.es).
La homosexualidad en sí ya es un grado de la demencia (véanse los artículos ‘Homosexualidad’ y ‘Demencia’ en rulof.es) y puede vivirse de forma consciente o inconsciente.
Entonces entramos en el grado de vida anormal o normal, que puede que se viva de forma destructiva o no, y que nos conduce a la personalidad en sí.
Eso quiere decir, por tanto, que la personalidad no sabe qué hacer con este organismo y que también ahora se siente mujer a pesar de que esta vida haya tenido que aceptar el organismo creador.
Al desprenderse el ser humano del grado de vida presente y entrar en uno más elevado para evolucionar, la personalidad se encuentra de inmediato ante la homosexualidad, porque la vida no ha cambiado en nada durante el proceso de morir.
Y cuando el ser humano regresa a la tierra tiene que vivir su propia fuerza de los sentimientos y conciencia, porque en esta vida no se siente de otra forma y entonces entra en colisión con la nueva vestidura material.
¿Lo sientes, André?
—Sí, Alcar, pero vuelve a ser tremendamente profundo.
—Aun así podrás seguirme, porque podemos analizar este ser humano como ser creador; porque en él vive esta ley.
De este lado vive la respuesta de cara a este problema y es donde se puede encontrar la causa de su demencia —que es de lo que en realidad se trata.
Entonces llegaremos a conocer al mismo tiempo el fenómeno de la homosexualidad: un estado que en la tierra se desprecia, pero que sí es muy natural.
Para muchos en la tierra son líos animales, pero para nuestra vida es la continuación del ser en un grado de vida más elevado, el despertar del interior.
¡Nada y nada más!
En el fondo la homosexualidad no tiene nada que ver con la pasión.
Aunque los hombres y las mujeres se buscan a ellos mismos, lo que ciertamente conduce a la pasión, el verdadero núcleo de este acontecimiento es natural, y cualquier ser humano lo tiene que experimentar, porque forma parte del despertar espiritual del alma como personalidad.
Es el desprenderse de la existencia anterior, animal.
Ahora este hombre está siendo influido por el mundo astral, y por eso surge para él la demencia.
El hombre está en manos del mal, porque también en él vive todavía esa sintonización.
Pero también hay homosexuales en la tierra que pueden acceder a la primera esfera y que experimentan la vida de forma sagrada.
Claro, sobra decirte que se han desprendido de la pasión, que se han desprendido de los deseos propios conscientes que forman parte de lo anormal, porque el hombre no es capaz de recibir.
Porque para recibir hay que poseer, naturalmente, el cuerpo maternal; pero el hombre se siente mujer y ahora quiere recibir.
Pero el grado espiritual se niega con determinación y vive la vida en una inmaculada meditación y en humildad ante la creación de Dios.
¡Ese grado ama de modo universal y se ha desprendido del amor material!
Así tendrían que vivir todos, pero la mayor parte no ha llegado hasta ese punto y ahora quiere vivir cosas.
El ser humano astral que vive en la tierra anima a ello.
Murió allí y entró en esta vida, después de lo cual regresó a la tierra para vivir.
A los seres astrales inconscientes no les parecía suficiente la pasión astral.
La experiencia material les daba más satisfacción.
Más tarde descenderemos aún más profundamente en los infiernos, André, y solo entonces llegarás a conocer allí el mal.
Eso no lo pudiste procesar durante viajes anteriores, aunque hayas vivido muchas de estas cosas.
Y es por tanto uno de esos seres astrales el que tomó posesión de su vestidura material, por lo que el hombre perdió la cordura.
Este es su estado, André.
En este momento está tranquilo, y todos con él aquí, pero luego, cuando este ser femenino se vea atacado porque también se la quiere vivir a ella, habrá terminado su paz.
Entonces surgirá una lucha que es tan animal, vil y terrible, que habrá que atarlo de pies y manos, sino lo rompería todo.
En semejante estado el hombre posee una fuerza cien veces superior, y ya no hay quien lo dome.
No se aparta ni por diez hombres, los parte.
Pero ¿por qué son los dementes tan fuertes, André?
—Por los demonios, evidentemente, Alcar.
—Muy bien, André, pero eso no se sabe en la tierra.
Su propia fuerza aumenta por todos esos seres astrales y eso no es muy difícil de comprender.
Un erudito no conoce este estado, cuando precisamente así podía haber determinado la conciencia astral.
Un solo ser humano no es capaz de tener tanta fuerza.
Cuando se piensa que el demente se ha rebelado, son precisamente todos los demás quienes quieren evitar que se ate de pies y manos a su víctima.
La fuerza astral puede ser inconmensurable, hasta que el organismo ya no lo puede procesar y sucumbe.
Así que los demonios no pueden superar el equilibrio natural, porque entonces habrá un trastorno de tal envergadura que el cuerpo material se derrumbará.
Sin embargo, se puede elevar la fuerza del enfermo hasta el punto de que lo hace todo añicos.
Cuanto más demoniaca la fuerza astral y la conciencia, más crecen las fuerzas corporales del demente, por lo que se puede determinar la concentración astral.
Pero un sabio no llega hasta allí.
Sigue viendo a este ser humano determinado, pero pueden ser diez.
Esos diez lo conectan con nuestro mundo inconsciente, y entonces puede echar un vistazo a la vida después de la muerte.
Estará ante todas estas leyes y las tendrá que aceptar.
¡Entonces el mal se estará ayudando a sí mismo!
El mal le puede demostrar que el otro lado no es una ficción, sino una realidad.
Todo demente posee esa realidad.
Cada pensamiento está pensado de forma consciente, aunque ese pensamiento surja del profundo subconsciente, detrás del cual finalmente vuelve a estar el mundo astral.
Eso significa que los eruditos se sintonizan una y otra vez solo con el subconsciente humano, que así es como encallan y seguidamente, en última instancia, se pierden en eso.
Hay miles de seres astrales al acecho de un solo cuerpo.
Es por eso que los infiernos están superpoblados.
También en el mundo del nacimiento hay miles de almas esperando un organismo, de tanto que se han transgredido las leyes de Dios.
Cuando empecemos más adelante con la cosmología, André, aprenderás a ver por qué ha surgido todo esto y por qué hay otros planetas que no conocen esta disarmonía.
Todo esto se desarrolla entre el cielo y la tierra, y este estado debe su existencia al ser humano, porque se ha olvidado de sí mismo.
Ni un solo ser puede librarse de este caos.
Primero hay que enmendar todas estas leyes y solo entonces el alma puede continuar.
Para cuando empecemos con la cosmología tú serás una persona cósmicamente consciente.
Entonces te haré preguntas aún más profundas, a las que recibirás la respuesta.
Entonces seguiremos el origen de la creación hasta en el “Omnigrado”.
Es la cosmología para la vida en la tierra, de cada ser humano, también del demente, de los grados de conciencia semidespiertos que ahora tenemos delante de nosotros.
Pero ya lo ves, André, en un estado como de este hombre no se pueden sondear estas fuerzas humanas.
Y esta lucha invisible se produce porque en él vive el alma femenina.
Es ahora para el espíritu masculino una fuerza de atracción terrenal, animal.
Ahora viven ambos organismos desde un solo grado de vida, es decir por medio de la homosexualidad.
¿Sientes lo animal que se hace esto ahora que el alma humana como ser humano terrenal adquiere conexión con ese mundo (véanse los artículos ‘Homosexualidad’ y ‘Demencia’ en rulof.es)?
¿Tan extraño es entonces que haya tantos que quieran poseer el cuerpo de él desde esa vida?
Ahora la quieren privar de ese organismo.
¡Eso el “alma” también lo vivió!
Pero “el alma” se mantuvo firme.
Al haberlo curado, André, ahora puedes comprender los hechos ciertos.
Por eso quise que lo ayudaras; porque no se nos regala nada, ¡eso es así!
Podemos eliminar estos demonios de su aura, porque también a este hombre se le puede curar todavía, pero desde fuera.
Precisamente porque se le ataca y porque esta es la división de la personalidad.
Así que esta es la división consciente de la personalidad, André, pero también conocemos la inconsciente, y esta tiene el alma bajo su propio control.
Dicho de otra manera: el alma como personalidad material está dividida debido a que no se venció aún al grado anterior y a que el más elevado aún no se alcanzó.
De todas formas, en eso la vida puede seguir siendo ella misma, pero entonces la personalidad no es ni hombre ni mujer.
Entonces no es consciente en ninguno de los dos grados de vida y es igual que un muerto en vida, pero aun así tiene la vestidura material perfecta.
¡Así que no es un psicópata!
¿Puedes seguirme todavía, André?
—Hago lo que puedo, Alcar, y creo que he entendido todo al respecto.
—Eso me haría feliz.
Por eso quiero hacer una prueba, porque cuanto más comprendas tú de todas estas leyes, más feliz me harás.
Esto nunca lo olvides.
Si puedo alcanzar en un solo año lo que a otros les toma diez, eso significa para ti conciencia espiritual y la posesión de una enorme personalidad, que solo tienen pocas personas en la tierra.
Y ahora mi pregunta, André.
¿Por qué crees que una división es inconsciente y la otra, en cambio, consciente?
O sea, quiero decir el ser humano que en estado inconsciente posee tanto el sentimiento masculino como el femenino, y que aún así es él mismo.
Este es un grado de vida consciente, André.
Este ser humano puede ser él mismo, pero aun así es completamente anormal, porque la personalidad no posee sentimientos conscientes y desconoce sentimientos materiales.
Ahora te expongo este estado, pero ¿puedes darme una explicación de eso?
André se quedó pensando y sentía lo que quería decir su maestro.
Veía a ese ser humano delante de él, como hombre y como mujer, y sin embargo no estaba bajo ninguna influencia, ni demente.
Eso es lo que quería decir su maestro.
¿Qué es lo que hace que ese ser humano se sienta tan consciente? ¿A qué se debe? Y ¿cómo puede mantenerse firme?
De pronto tuvo la respuesta.
Estaba viviendo ese estado en este instante y respondió:
—El alma como ser humano, maestro Alcar, ha vencido ambos grados corporales, pero ahora vive el renacer como ley del karma.
Llegado desde la otra vida, desde el cuerpo maternal, la personalidad no sabe qué hacer con el cuerpo masculino, pero aun así vive en el equilibrio natural.
—Está extraordinariamente claro, André, te felicito.
Sigue así.
—¿Es que me estuvo ayudando a pensar?
—No, desde luego que no.
Esta es tu propia posesión espiritual.
Lo único que hice fue despojarte un momento de tu vínculo material.
Te sigue faltando un veinticinco por ciento de conciencia vital, André, porque aún vives en la tierra.
Pero ¡esta es la respuesta!
Esa personalidad tiene que actuar de forma normal, pero aun así es anormal.
Esto continúa tan lejos, tan alto, tan conscientemente, que hay personas que se pueden entregar por completo como hombre y mujer, aunque sientan en su interior ese anhelo que los conduce a lo anormal.
Viven ahora su propia vida en solo un cincuenta por ciento.
Cuando la personalidad llega al cien por cien, André, solo entonces se vive el pleno amor inmaculado, natural, material y espiritual.
Lo que se puede vivir antes de eso no es más que la entrega, por la que sin embargo es posible que nazcan niños.
Si fuera a analizar los grados materiales y espirituales del amor, quedaría poco del amor humano.
Eso también es parte de la cosmología, y solo entonces el ser humano siente en realidad qué es el amor y por qué puede amar.
Todo esto es sorprendente, porque nos conduce a todos los grados de los rasgos de carácter humanos, que analizaremos científico espiritualmente.
¡Entonces extraeremos de todo la esencia!
Quien viva en este grado al cien por cien no es conscientemente creador, sino que crea por medio de la pasión.
Está desprendiéndose del estadio de los sentimientos anteriores para asimilar el sentimiento elevado.
Pero en esto el hombre, del que acabamos de hablar y sobre el que te hice la pregunta, vive el estadio del cincuenta por ciento, y ahora es un muerto en vida.
Porque ¡la persona en el estadio del pleno cien por cien vive ella misma!
¡Quiere crear o dar a la luz!
Es la madre consciente o el padre consciente en la tierra, y si sirven mutuamente y aman de forma natural y física.
Sirven el proceso evolutivo, así que sirven a Dios.
Los otros grados, o sea, los inconscientes, se encuentran en los manicomios y viven la demencia.
El grado que seguimos ahora aún no es la demencia más profunda.
Hay grados más profundos todavía.
Disuelven la personalidad por completo y se hunden irrevocablemente en el subconsciente durante toda la vida en la tierra.
Solo de este lado vuelve la división de estos seres, donde cada cual va a la propia sintonización.
Y ¿cómo es, pues, la sintonización de este hombre en la tierra, André?
¿Se conoce a esta personalidad?
Y ¿se podrá reconocer a este ser humano?
Se habla de homosexualidad y se intenta analizar a estas personas, pero ese análisis es de todas formas escarbar en la propia conciencia, porque de esta vida no se sabe nada.
Son y siguen siendo misterios para la humanidad, pero de este lado está la solución, y ahora podemos seguir estos estados.
¿Por qué se siente así este pobre hombre?
¿Fue su deseo que esto sucediera?
¿Es posible que Dios lo dé todo a unos y que a otros los haga ser muertos en vida?
¿Que haga conscientes a unos y a otros inconscientes?
¡Sería injusto, así que no es posible!
Porque ¡Dios es un Padre de amor!
Puedo ser breve, porque en realidad ya lo sabes todo sobre esto.
El ser humano vive ambos organismos.
Esta vida llega al cuerpo masculino o al maternal y tiene que alcanzar la plena conciencia natural en ambos organismos, pero a veces no es posible eso.
No es posible en una sola vida, para eso la vida terrenal es demasiado breve.
Y ahora esos fenómenos adquieren protagonismo.
Así que el ser humano tiene que asimilar todos estos organismos y leyes espirituales, porque eso es parte del proceso evolutivo, es la elevación en el espíritu y el regreso a Dios.
Es lo que hace despertar al alma, y es esta la que recibe y que vive en ambos organismos.
El alma, como personalidad, asimila las leyes en el espacio, y para eso tiene que esforzarse, lo cual requiere estudios.
Cada uno tiene que llegar a conocer las leyes de Dios, y solo entonces sigue la asimilación.
El niño prodigio posee el sentimiento para crear arte.
El genio matemático también lo tiene respecto al cálculo, y otras personas, a su vez, lo tienen para numerosas otras posibilidades materiales, por lo que se manifiesta su distinción.
Es la posesión humana propia.
El ser humano asimiló ese sentimiento en las vidas que antecedieron.
Volvemos a verlo en la creación de cara a los sentimientos humanos como hombre y mujer, porque el alma ha de asimilar el cuerpo que da a luz y el cuerpo creador.
Dios creó muchos cuerpos para el ser humano.
El ser humano viviría todos esos grados corporales con el fin de vencerlos tanto material como espiritualmente.
De este modo evolucionaría del grado más bajo hacia el más elevado.
Allí es donde llega el avanzar a trompicones, el sucumbir.
Es cuando se manifiestan los grados de demencia y todas las leyes vitales relacionadas, que han de ser vencidas por el espíritu.
¡La personalidad las asimila y las representa como ser humano!
Así que no es posible, André, que Dios dé a unos hijos más que a otros.
Son leyes vitales.
Estas posibilidades de despertar están abiertas a cualquiera; ¡todo ser humano las tiene!
Dios nos las puso en nuestras manos.
Es como llegamos a conocer la creación.
Después viene la asimilación, y eso es así para cualquiera.
La intención de Dios es que evolucionemos; para eso dio al ser humano todo lo Suyo.
¡Somos dioses!
También en eso Dios es justo.
¡Que Dios aventaje a unos hijos y deje que otros se mueran de hambre o los enloquezca no puede ser!
El homosexual y el demente han creado su propio estado, pero se desprenderán del mismo, aunque eso no se alcanzará hasta la siguiente vida.
En esa vida el espíritu se conocerá a sí mismo, pero este acontecimiento nos conecta con la reencarnación de este enfermo y de otros.
Mira aquí, André: otro estado muy diferente, y en el fondo sí es el mismo grado en el que vive toda esta gente.
Solo los caracteres son diferentes, porque no hay dos personas iguales.
Así que sus grados de vida tienen una sola sintonización, solo que una se ha hundido más profundamente en esta miseria que muchas otras, porque la reencarnación habla.
Cuando el amor empieza a hablar y adquiere protagonismo volvemos a estar de inmediato ante otros grados de vida que la personalidad tiene que asimilar.
Aquí es donde el sabio se pierde, porque desconoce estas leyes.
Este viejo ya lleva años aquí y no consigue librarse del mundo astral.
No se puede hacer nada por él.
Se ha sumergido profundamente en su subconsciente, pero tiene la suerte de que aún no ha alcanzado la sensibilidad mediúmnica en esta vida.
En el caso de que sí fuera así, el mundo astral se desfogaría por completo por medio de la conciencia diurna y el cuerpo quedaría deshecho en poco tiempo.
Eso es así dado que la personalidad no es capaz entonces de resistirse ni de fortalecer el organismo.
El demonio astral no lo tiene en cuenta, por lo que el organismo es vivido en poco tiempo.
Este hombre planea entre el sexto y el séptimo grado de la demencia y debe ahora su vejez a su inconsciencia, o ya estaría de este lado.
De esa forma accedemos de nuevo a la cosmología, y esta nos enseña que su fin en la tierra es inamovible.
No puede hacer la transición ni un segundo antes o después de la hora.
Esas leyes están encerradas en su vida, las ha asimilado.
¿Sientes lo que significa eso?
El ser humano asimila la muerte, empieza a controlar la vida y la muerte, y esas leyes deciden el momento de morir y de nacer.
Al vivir entre estos dos grados, su vida interior no es consciente, y naturalmente, tampoco su amor.
De ese modo ha podido vivir tranquilamente su demencia.
Aun así, este hombre ha descendido más profundamente que aquel que acabamos de estar siguiendo.
¿Sientes lo curiosas que son estas leyes?
El ser humano las tiene en sus manos.
Puede constatarse su conciencia a partir del modo en que las vive.
Al hombre se le ataca de tiempo en tiempo e intentan sacudirlo y despertarlo desde este mundo, pero ahora no se puede alcanzar a esa personalidad.
Su estado es puramente psicopático, pero con la diferencia de que posee un organismo normal, aunque no es capaz de pensar de forma normal, porque otros seres lo han vencido.
Esos seres astrales comen y beben por medio de él, y se sienten de nuevo en la tierra.
En él habitan demonios que prefieren la vejez, a diferencia de quienes quieren vivir la juventud.
Son seres que han llegado a conocer las leyes tenebrosas astrales y que mediante su dominio destruyen la conciencia terrenal.
Los rasgos del carácter de todos estos enfermos adquieren ahora un protagonismo, y de ese modo reconocemos la esencia de la demencia y el grado en el que viven.
Si el ser humano es plenamente consciente en un grado de vida u otro, entonces el mundo astral lo puede vivir, y llega a continuación, por sí solo, el establecimiento de la unión con el individuo terrenal.
Hombres y mujeres viven estas leyes en la medida en que los propios rasgos del carácter estén sintonizados con la pasión.
Pero todos viven un solo acontecimiento: el despertar para la verdadera maternidad.
Quien viva en lo normal puede participar en la creación de Dios, André, pero quien no posea todavía el impulso y la fuerza de los sentimientos que nos brinda la verdadera conciencia recae en todos estos grados inconscientes que forman parte de la demencia enfermiza.
Todos estos hombres y mujeres, sea cual sea el grado en el que se encuentren, están de camino hacia la maternidad, lo que la personalidad ha de aceptar.
Quien aún no posea esta conciencia está abierto a numerosas leyes del mal.
No siente que Dios nos ha dado Su vida y ahora transita por el valle de dolor.
El espíritu experimenta todos estos grados inconscientes por este valle de dolor.
Pero una vez llegada a la creación, el alma como personalidad reacciona de otra forma y alcanza lo normal.
Solo es la maternidad la que nos puede dar lo consciente, porque entonces habremos participado conscientemente en el plan de la creación.
Pero antes de que hayamos llegado a ese punto habremos sucumbido varias veces en nuestra vida y nos habremos visto repetidas veces en estas casas.
Solo durante el desplome estuvimos abiertos a la violación de nuestra existencia, porque aún no éramos aptos para lo normal.
Pero sí obtuvimos ganancias de este modo, y este proceso evolutivo ¡lo viven todos!
Aquello de lo que hablo forma parte del ciclo del alma.
El alma como ser humano llega durante su proceso evolutivo al grado de conciencia animal.
En el grado animal y preanimal la personalidad tiene que despertar.
Este nivel que entonces habremos alcanzado como seres humanos ha de aprovecharse como punto de partida para ir más lejos y más alto.
Esta vida desconoce el amor paternal y maternal; es inconsciente.
Todo lo que vive en el espacio ha pasado por este estadio.
No lo puede eludir ni un solo ángel de las esferas de luz: es el despertar para Dios.
Y ¡Dios es Madre!
El alma como persona asimilará la maternidad divina por todas esas vidas.
La personalidad deberá intentar entonces liberarse de todos esos estadios preanimales, y para eso es el cuerpo masculino y femenino.
Ya habremos depuesto miles de vidas cuando se alcance el grado material para la maternidad, y solo después entraremos en el grado espiritual.
Amamos en los primeros estadios, pero ese amor es animal.
Seguimos y vivimos la pasión.
Pero el amor maternal nos conecta con Dios.
Dios hizo una conexión con Él mismo por medio del amor de la madre, por lo que adquirimos un contacto divino como seres humanos.
Por medio del amor adquirimos la capacidad de pensar y empezamos a saber lo que significa ser madre.
Por medio de la maternidad entramos en la vida verdadera, y de camino hacia ella vivimos numerosos fenómenos, entre ellos la homosexualidad.
Entonces no estamos preparados para este grado más elevado, ni para la maternidad consciente, porque quien posee el amor materno tiene los pies bien colocados sobre la tierra.
Así a ese ser humano no le puede caer nada encima, porque esa vida es consciente en todos los grados.
Dios envía a Sus hijos hacia la verdad “universal”.
Esa es la maternidad, porque la madre crea igual que lo hizo Dios en lo infinito.
La palabra nos lo dice: crear es incidir y significa conciencia.
Así que el ser humano tiene que asimilar lo normal, lo cual se consigue por medio de la maternidad.
Como hombres caminamos al margen de la creación, pero como madres vivimos todos los grados inconscientes y nos hundimos en ellos si nuestra conciencia no es completa.
Así que cuando la madre recibe una vida, André, cuando vive el nacimiento del niño, significa que esta personalidad como madre está asimilando otro grado mediante la vivencia de este proceso, es decir: uno más elevado.
Ella misma no puede extender la mano en esa dirección.
El alma que es atraída lo regula todo ella misma, pero lo decisivo es el grado de vida de la madre.
Es diferente, sin embargo, cuando tiene lugar el nacimiento a causa de la ley del karma.
En ese caso la personalidad se deja nacer donde la madre con la que tiene que ver de vidas anteriores, con independencia del grado de vida de la madre.
No obstante, la atracción del propio grado es para el sentimiento de la madre lo más importante, porque entonces ¡la personalidad ciertamente es madre!
La madre sirve y al ser servicial de este modo va ascendiendo.
Por este nacimiento una vida llega al despertar espiritual por medio de otra vida.
La madre y el hijo lo viven como un solo acontecimiento, un solo estado, una sola ley: el renacer en la tierra.
Cada grado de vida posee este sentimiento que determina la sintonización de la vida y que se ha convertido en personalidad.
¿Comprendes lo que quiero decir ahora que estamos ante la maternidad?
¿Sientes lo que significa poder vivir como madre?
El ser normal crea, desea poder poseer la criatura; la otra conciencia no es capaz de ello.
Ahora llegamos a conocer lo inconsciente, así que esta vida aún tiene que despertar para la maternidad.
Pero antes de que se haya alcanzado se punto, esta mujer ya ha vivido el sucumbir, y entonces volvemos a encontrar ese grado entre estos enfermos.
Es puramente avanzar a trompicones por el camino hacia arriba, pero de esto en la tierra ¡aún no se entiende el fin divino!
Un animal ama y puede vivir la maternidad.
Pero los animales no son seres humanos.
Ahora es necesario que la personalidad como ser humano empiece a seguir y a vivir lo humano, si quiere despertar para los propios grados de vida.
El grado de vida más elevado en la tierra es el espiritual.
Todo lo que vive por debajo de este todavía es espiritualmente inconsciente y representa, en ese orden, el grado preanimal, el animal, el basto material o el material.
Todos estos grados de vida son necesarios, o el ser humano sucumbiría en los grados más elevados y ya no llegaría al despertar.
Pero Dios sabía que la personalidad viviría peldaño tras peldaño, y dio a Su vida todas estas posibilidades.
Sucumbimos durante esta escuela de aprendizaje, hasta que al final fuimos consiguiendo lo más elevado y después entramos en las esferas de luz.
Esto para el ser humano es la conciencia normal como madre.
Puedo tratar esto con más profundidad, André, pero te superaría.
Solo más adelante nos pondremos a seguir estas leyes y entonces te las explicaré desde su origen.
Pero espero que hayas comprendido que la maternidad es lo esencial en el espacio, porque por medio de la madre la personalidad accede la vida verdadera, empieza a sentirse una con Dios, porque experimenta la creación como madre.
Todos estos enfermos aún no han llegado hasta ese punto, porque esta gente aún tiene que alcanzar esa altura.
En esto unos han llegado un poco más lejos que otros, pero todos ven ahora que sus vidas se han echado a perder.
Eso da igual de cara a Dios, porque la otra vida aguarda.
Hay miles de organismos que están preparados, todos tienen que ser vividos, si la personalidad quiere algún día mantenerse en pie para recibir la maternidad consciente.
Así que son las debilidades que han de ser vencidas durante la vida las que fortalecen a la personalidad.
Todas estas personas, André, tienen que despertar por tanto todavía para su grado de vida y para la maternidad.
Tienen un atraso en su grado de vida.
El suyo propio se encuentra por debajo del promedio de la humanidad; pero sí la encaran, es decir: la maternidad en la que entonces se mantendrán en pie.
Así que se preparan para participar en la creación y para servir como hombre y mujer en el plan evolutivo de Dios, pero ahora todavía no son capaces de ello.
Es la demencia material.
Así que el demente está en vías de despertar.
No puede vivir otra cosa como hombre, pero en una siguiente vida como mujer experimentará —o sea, este ser humano— el amor apasionado, que más adelante se centrará en recibir lo normal, lo consciente.
Entonces esta vida representará el propio grado de vida, del que ahora todavía no entiende ni siente nada, porque aún hay que traspasar el umbral.
La personalidad tiene que vivir siete grados materiales, antes de que se haya alcanzado la sintonización espiritual.
Así que vemos de inmediato en qué grado se encuentra el ser humano y a partir del mismo podemos determinar ahora el grado de demencia.
Ahora sabemos lo que tiene que vivir esta alma y cómo es la conexión astral.
También sabemos si alguien se colapsará por completo.
Si es posible o no.
En la tierra el erudito se pierde en todas estas leyes y grados.
Aun así podría desvelar el gran misterio, pero entonces primero tendrá que aceptar nuestra vida y conciencia para ver detrás de este velo.
Eso únicamente es posible por medio de nuestra conciencia, dado que en la tierra ¡solo se piensa de manera material!
Pero la materia y la vida son una.
Estas dos cosas, de las que sin embargo la material ha evolucionado hasta el estadio semiespiritual, las encontramos de nuevo en este lado.
Gracias a eso nosotros tenemos, como alma y espíritu, un cuerpo que se ha hecho denso, o no habríamos recibido de Dios la posibilidad de existir.
¡De todas formas, nada ha cambiado en nuestro pensamiento y en nuestros sentimientos después de nuestra muerte en la tierra!
Así que es muy natural, André, todas estas personas han tenido y vivido el cuerpo maternal.
La homosexualidad surgió debido a que el ser humano tiene que vivir ambos cuerpos.
Si no existiera la homosexualidad, tampoco sería posible que el alma viviera tanto el cuerpo maternal como el paternal.
Pero entonces tendríamos que aceptar que la creación no valía nada y ¡eso es imposible!
Entonces habría miles de problemas que harían que se hiciera añicos el plan evolutivo, de los que dependeríamos para todo como seres humanos, porque un alma recibiría y viviría entonces todo como mujer, y el hombre no avanzaría más en su evolución.
Entonces seguiríamos viviendo en la tierra como hombre, pero no avanzaríamos más, porque sería solamente la madre la que accedería al estadio más elevado por medio de la conexión con Dios.
Durante el embarazo la madre está conectada, por tanto, con la creación de Dios.
De modo que la homosexualidad es un fenómeno natural y normal.
No tiene sentido despreciar a todas esas personas, porque alguna vez todos nos hemos sentido inconscientes.
Ni un solo ser humano puede decir: yo no, yo jamás conocí esos sentimientos.
¡Es una locura!
Esas personas viven entre ambos organismos del hombre y la mujer, y aun así no son ni una cosa ni la otra.
Pero se siente la pasión material y quiere ser vivida, lo cual a su vez forma parte de lo anormal, y de lo que se tiene que liberar la personalidad.
Si la vida llega a la maternidad, entonces la homosexualidad se disuelve de inmediato.
Por tanto, el alma, André, vivía para esta vida en el cuerpo maternal y ahora ha recibido la vestidura masculina.
En esto también encontramos grados, porque ahora la madre quiere vivir la madre y el hombre el hombre, porque este grado forma parte de la vida de los sentimientos semidespiertos, que es la homosexualidad semimaterial.
Cada pensamiento, cada pasión, también el amor, tiene a su vez siete grados propios, que se viven como estadios de transición, antes de que se manifieste el verdadero grado de la homosexualidad.
Todos esos estadios han de ser vividos por la personalidad, o la vida se detendría durante la evolución espacial.
Para alcanzar en esto el grado más elevado, el alma experimenta durante millones de siglos, millones de vidas en la tierra.
Solo después la vida puede decir: ¡He completado mi ciclo en la tierra!
¡No te rías, no insultes al homosexual! ¡Tú también lo eres!
No desprecies a nadie que esté mal de la cabeza, ¡a ti también te pasó, o todavía te ocurrirá!
Esos grados te esperan; ni un solo ser humano los puede eludir.
Alguna vez podrás decir en la tierra, gracias a Dios: Ya he llegado, he vivido mis grados, ahora voy a continuar en lo consciente.
Dios es justo, Dios no distingue entre rangos o clases.
Al haber creado Dios el cuerpo de la madre para el alma, lo ha hecho para toda la vida de Dios, y no solo para una pequeña parte.
¡Ambos cuerpos están destinados al alma!
El ser creador hace la transición a la maternidad, porque ¡Dios es también Padre y Madre!
Pero la personalidad asimila estas fuerzas de los sentimientos.
De este lado, André, se desconoce tanto al hombre como a la mujer.
Nosotros hemos depuesto el ser uno material, pero nos preparamos para el cuarto grado cósmico, un sistema planetario para nosotros, los seres humanos, en el que a su vez recibiremos cuerpos materiales más elevados.
Así que tiene que quedarte claro, André, por qué esta gente se siente así.
No se nos regaló nada, tenemos que llegar a conocer las leyes de Dios.
La humanidad tiene una antigüedad de millones de años y sin embargo todavía no hemos llegado más allá de la tierra.
El mal, el inconsciente: tienen que ser vencidos.
Sea donde sea que esta gente se encuentra, cómo es y qué son: da igual.
Por muy alto que hayamos escalado en el escalafón social, para Dios somos uno solo.
Lo que posea uno lo tendrá que recibir otro, porque esa es la intención de la creación de Dios.
Todos estos dementes están en lucha con ellos mismos y son atacados por este mundo.
El mundo astral inconsciente quiere ver luz, quiere comer y beber, quiere calor, porque eso lo echa en falta en los infiernos.
Naturalmente, es por eso que la vida regresa a la tierra para revivir allí lo material, porque eso es posible.
A muchos de ellos se les puede ayudar aquí, porque podemos liberarlos de la personalidad astral.
Es triste lo que ves entre ellos, pero a la vez son muy naturales, porque viven las leyes divinas.
Mientras no se haya vivido el amor maternal, el alma regresa a la tierra y a la vida material (—dijo).
André oyó de pronto unos gritos horrendos y miró hacia el lugar de donde venían.
Había un hombre grande dando puñetazos a diestro y siniestro.
Era él quien gritaba de esa manera.
‘¿Qué es eso?’, pensó André.
“Fuera de aquí”, gritaba el hombre mientras corría a una esquina de la sala.
Los otros enfermos se estaban poniendo inquietos.
El silencio había desaparecido de golpe.
De inmediato llegaron corriendo varios enfermeros y enfermeras para tranquilizar al hombre, pero no fue tan sencillo como pensaban.
Derribaba de un puñetazo a cualquiera que se le acercara.
—¿Está poseído este hombre, Alcar?
Quiero decir, ¿lo están atacando?
—Está poseído, André, y ahora lo está atacando el mundo inconsciente.
Lo seguiremos.
De estos enfermos no tengo nada más que decirte por el momento, pero volveré a comentar esto más adelante, cuando te vaya a explicar el origen de la creación.
Unos siete enfermeros se precipitaron hacia el hombre poseído.
André mantenía la concentración fijada en el enfermo y aguardaba lo que fuera a ocurrir.
Cuando se sintió uno con el demente fue fluyendo hacia él una enorme fuerza que estaba presente en esta vida.
Era una fuerza idiota y aun así sintonizada de forma consciente, que en el fondo era indomable.
De todas formas, el hombre tenía que volver a tranquilizarse, o de lo contrario los demás también empezarían.
El infeliz daba patadas a su alrededor como una fiera y miraba a quienes lo acosaban.
Los enfermeros no se atrevían a acercarse y se inventaron un ardid.
André vio que había una enfermera que agitaba un pañuelo para distraerlo.
El demente no tardó en reaccionar ni un segundo y miraba como un niño pequeño a lo que ella hacía.
En esos momentos daba pena.
De repente profirió unos alaridos terroríficos que hicieron vibrar las paredes; el corazón humano tembló y se estremeció.
—¿Por qué lo hace, Alcar?
—No es él, André, son los demonios.
El infierno está preparado y ahora ha surgido esta lucha entre este ser humano y los seres astrales.
Los demonios sienten que están siendo atacados y están seguros de lo que va a pasar a continuación.
El habitante está enclaustrado en las profundidades de la vida de esta alma y es un prisionero.
Hay numerosos demonios que quieren vivirlo a él, pero se ha puesto a luchar contra eso.
Lo condujeron a esta situación sin que se diera cuenta, hasta que despertaron su conciencia, y entonces siguieron las reacciones humanas.
Si el otro lado no estuviera habitado, André, y si de este lado no hubiera gente sintonizada con o abierta a aquel, no habría personas poseídas.
Este hombre habría completado su vida entonces en la inconsciencia, en silencio y en paz, con una pizca de deseo por el amor.
Es todo lo que habría sucedido.
Pero ahora el mundo astral quiere vivir y es contra eso que lucha, porque quiere proteger su propio cuerpo.
Eso es lo trágico de la demencia.
El niño que hay en él vive, porque la personalidad adulta se ha quedado dormida.
Y ahora han despertado por la fuerza a ese niño que alberga, por lo que se despierta el hombre en él, que protege su propia vestidura material.
Ahora son los demonios los que le causan estas molestias, esta nueva miseria, que sin embargo experimenta solo en parte, porque todavía le falta la plena conciencia.
Pero su personalidad cambiará en breve.
Estos enfermeros no están ahora ante un enfermo, sino ante el mundo astral.
Pero de eso no se dan cuenta.
Mira, se acercan a él y se están preparando para abalanzarse sobre él.
El ser humano rugía de tal forma que echaba espuma por la boca.
‘Qué terrible’, pensó André.
El demente repartía golpes por todas partes, pero los enfermeros no le tenían miedo.
Se convirtió en una lucha de vida o muerte.
Se sacudió de encima a algunos de ellos, pero los otros lo derribaron.
Se lo llevaron en brazos y lo encerraron.
‘Esto es tremendo’, pensó André.
Oyó decir a uno de los enfermeros:
—Pero, qué raro, estuvo tranquilo durante meses y ahora de repente vuelve a estar tan alterado.
Se fueron a buscar a un médico.
‘Pobre hombre’, pensó André.
Este enfermo vivía en una oscura emanación en la que lo había envuelto el mundo astral.
Esta irradiación era diabólica y André la había llegado a conocer en el infierno.
Sintonizó con su maestro y preguntó:
—¿Siente los palos que le están cayendo, Alcar?
—Todavía no, André, pero ya los sentirá más adelante.
Ahora no tiene conciencia de ello debido a su conciencia semidespierta, porque el alma es vida y esa vida es, a su vez, personalidad, pero esta se ha dormido.
En el fondo vive como narcotizado, aunque sea de modo espiritual.
Por eso el golpe propinado en la conciencia diurna no llega hasta él; pero quizá enseguida, cuando los demonios lo dejen en paz, sí sentirá los dolores.
Si no se llega hasta ese punto, entonces la herida se curará mientras tanto sin que él se haya dado cuenta de nada o sentido algo.
Cuanto más enfermo se sienta, más difícil es que el mundo astral lo pueda alcanzar.
—¿Qué clase de leyes son, Alcar?
—Pues, es algo muy natural, André, ¿no?
Cuanta más fuerza posea el cuerpo, más intensa se hace la pasión, más profundamente descienden los demonios en la personalidad para vivir sus pasiones.
Pero si ese cuerpo está enfermo, entonces el sistema nervioso no reacciona y este —eso ya lo sabes— reacciona a su vez a los sentimientos porque está conectado con ellos.
O sea, o bien una cosa o la otra, pero el cuerpo normal también desempeña un papel de cara a estas leyes, por lo que es posible para el mundo astral vivir la unidad material.
Si el cuerpo está enfermo, tampoco hay cuestión de ser uno.
Si hay órganos que fallan, entonces detienen la demencia profunda, dado que está siendo atacada la personalidad por disponer de un cuerpo sano.
Así que cuanta más fuerza, cuanto más fuerte el organismo, más claramente se manifiestan los fenómenos y más profundamente se hace la demencia.
Los cuerpos enfermos no pueden vivir los grados más profundos de la demencia, André, porque a los demonios no les sirve de nada un cuerpo enfermo.
La demencia normal se sintoniza por sí sola con la constitución material, con la sana y vital, y solo entonces llegan a la unión el espíritu y la materia.
Por medio de este hombre se pueden desfogar.
Tiene un cuerpo espléndido, por medio del cual el mundo astral puede saciar su pasión.
Los demonios luchan por su sangre vital, su latido y aliento.
Eso, a su vez, les permite hacerse con la vida terrenal, y de ese calor disfrutan.
¿Pensabas que este demente entraba en ese estado por su propia cuenta?
Cada vez que el cuerpo se recupera, los demonios vuelven a atacarlo, porque quieren desfogarse.
Entonces arranca de nuevo la lucha a vida o muerte, tal como pudimos constatar hace unos momentos donde la mujer.
Estas son las leyes para él, para ella y para otros miles de enfermos, pero estas llegan a producirse por el mundo astral.
Todos quieren ocupar el mismo sitio.
Todos quieren sentir la sangre vital material, porque ¡así vuelven a sentirse vivos en la materia!
Ese es el deseo de los seres astrales oscuros, de hombres y mujeres que han depuesto la vida terrenal y que sin embargo regresaron a la tierra.
Es la pugna entre lo animal y lo humano en un solo cuerpo.
Estos demonios se sienten pobres, fríos y miserables en los infiernos.
Mira lo hermoso que es su cuerpo, pero de este modo termina mancillado.
Por cada grado de vida, Dios dio al ser humano un templo para el alma, pero para eso la personalidad tiene que despertarse todavía.
El ser humano no se da cuenta de lo que ha recibido.
La sangre le fluye y el corazón le late con mayor rapidez.
Los demonios aceleran el organismo, por lo que gemirá de dolor.
Aun así, no pueden alcanzarlo, porque los dolores serán predominantes y retirarán la personalidad al yo de la conciencia diurna.
Eso te permite sentir que para ellos solo es posible vivir el cuerpo sano y que todas estas leyes tienen que estar en armonía, de lo contrario no es posible estar poseído.
—Pero, ¿no es posible que entonces surjan trastornos?
—¿Quieres decir, por ejemplo, trastornos cerebrales, André?
—Exactamente, Alcar.
—Tampoco lo han maltratado tanto.
Pero cuando se producen estos trastornos, la posesión hace la transición a la enfermedad material, y cambia el conjunto.
Entonces vivimos un estado del todo diferente.
—Pero ¿no dijo usted que podemos pensar sin el cerebro?
—Eso es posible, André, pero no cuando el cerebro ha sido extirpado por la fuerza.
¿Qué iba a hacer este hombre con un cerebro aplastado?
Eso ya te lo expliqué antes.
Sí es posible pensar al margen de ese órgano, pero entonces el cerebro ya tiene que estar ausente antes del nacimiento, lo que permite que todos los demás órganos nobles se puedan adaptar desde el comienzo.
Si esta unidad se ve quebrantada a la fuerza, se manifiestan trastornos materiales que la personalidad no puede reparar, porque entonces los sentimientos ya no pueden sintonizar con esos órganos.
No se produce la conexión directa entre los sentimientos y el sistema nervioso, de modo que sigue interrumpida.
—¿Es posible, Alcar, que la demencia pase a otros?
—¿Quieres decir del padre o la madre al niño?
—Sí, Alcar, eso quiero decir.
—No, no es posible.
Si fuera así, el ser humano no poseería una personalidad ni una voluntad propias.
Lo hereditario sí es posible de cara al cuerpo material, pero no para el espíritu.
Aun así, en la tierra se sigue buscando en esta dirección equivocada y se acepta esta influencia.
Según los eruditos es posible atribuir la demencia a los antepasados, pero entonces ¿qué queda de la independencia de nuestro mundo?
Los eruditos no son capaces de mirar a través de este proceso, a eso también tienen que despertar todavía.
Se estrellan contra este fenómeno y eso solo se debe a que no son capaces de aceptar nuestra vida eterna y a que no logran comprender que de este lado el alma es una personalidad independiente.
Si fuera posible la demencia hereditaria, André, esto significaría que el castigo pasaría de los antepasados al niño.
Pero eso no es posible.
El niño no está abierto a enfermedades espirituales de los padres, ni es posible convertirlo en un inconsciente.
Porque la demencia es inconsciencia.
Los expertos buscan de forma material, pero estas enfermedades hay que analizarlas de modo espiritual, solo entonces es posible fijar un diagnóstico correcto.
Sí es posible que el niño viva bajo la influencia de la madre, pero eso no dura mucho tiempo, porque la vida interior no tarda en hacerse con el control del yo de la conciencia diurna.
A veces es cierto que se manifiestan fenómenos astrales, o sea, espirituales, para la madre y para el niño durante este ser uno que dura nueve meses, pero estos también se disuelven, porque el niño es una personalidad propia y tiene una voluntad propia.
Eso, pues, es estar sometido a influencia, pero otra cosa es la demencia.
Estas personas aquí están poseídas.
La influencia astral no es capaz de alcanzar esta profundidad.
Por lo tanto, los padres no pueden atraer la demencia, pero sí un grado de los sentimientos inconsciente, que esté relacionado con la personalidad de uno de los padres, o con ambos, y que así forma parte de esas vidas.
Eso el alma lo controla ella misma, no lo padres.
Los padres, pues, que experimentan que su hijo está enloqueciendo, tienen que ver con este grado de los sentimientos, y eso les supone dolor y pena, pero el demente vive entonces solo su propio grado de vida.
Aunque la familia entera haya sido demente, aun así cada uno vive su propio grado de vida, así como la sintonización en la que ha de completarse la nueva vida.
Dos personas dementes podrían demostrarlo como padre y madre.
Aseguro al erudito que la madre sí que da vida a un hijo sano, aunque se piense que no es así.
Sabemos, sin embargo, que puede haber interferencias en la conexión con el alma durante la fecundación debido a la demencia, por lo que no se puede determinar nada de manera segura antes de este acontecimiento.
A pesar de esta posibilidad, podrían demostrarlo.
Pero incluso si estos padres trajeran al mundo a un niño que tenga que vivir la demencia, aun así la personalidad vivirá las propias leyes.
En el otro caso la personalidad estará exenta de esto y será, por lo tanto, consciente.
Unos seres humanos no son capaces de crear desdicha para otros, en lo que a leyes cósmicas se refiere.
¡No es posible!
Sí es posible influir, como ya comenté, pero eso vuelve a disolverse por su propia cuenta.
Todas estas posibilidades se desconocen todavía en la tierra, aunque los eruditos estén de camino para determinar estos fenómenos.
La verdadera causa yace en la vida del alma, que ha sido atraída, o sea, en el niño.
Es el propio grado de vida de la personalidad en el que se continúa la vida material.
—¿No significa también algo que los padres inconscientes atraigan la conciencia más elevada, y al revés?
—Pero entonces no hay cuestión de demencia, André.
Esas leyes forman parte de la vida consciente, de lo normal, y ahora solo tienen que ver con el bien y el mal.
—He visto, Alcar, que hay niños que nacen de personas malas —eran seres animales— que estaban mucho, mucho más elevados que los padres.
Es posible, ¿verdad?
—Claro que es posible, pero no en relación a la demencia.
Esas leyes, como acabo de comentar, todas tienen que ver con el yo de la conciencia diurna, y están sintonizadas con él.
Ahora entramos en el “causa y efecto” del ser humano, porque así es como por norma son atraídas las almas.
Entonces el hijo tiene que enmendar cosas ante los padres, o estos ante el hijo.
Los grados de vida dementes representan un mundo propio y tienen una profundidad propia.
—Pero ¿es que no es posible que una madre demente pueda influir en el niño durante el embarazo, Alcar?
¿No ocurre eso también?
—No, André, no es posible.
Cuando es un niño retrasado que va creciendo, tendrá que aceptar un grado de psicopatía, pero eso no equivale a demencia.
Solo puede haber cuestión de posesión cuando la conciencia adulta haya dejado atrás los años de la pubertad y la personalidad desee amor.
La conciencia alegre, sin embargo, experimenta las cosas ella misma y es imposible atacarla.
De modo que solo es susceptible el estadio adulto y tú eso lo confundes con el estado psicopático.
La demencia es posesión, y eso significa: ser poseído por algo, y ese “algo” es la personalidad astral.
Aun así, la madre puede influir en su criatura, pero esas fuerzas y pensamientos vuelven a disolverse.
El demente vive lo semiconsciente y está enfermo.
Un psicópata vive lo normal, pero él mismo ha deformado el cuerpo (see article ‘Psychopathy’ on rulof.org).
No por estar poseído, sino por dominio, por nada y nada más.
—¿El erudito busca sobre todo trastornos materiales?
—El erudito se encuentra ante la vida interior, André.
Nosotros, en cambio, ante el alma como chispa divina, y ante el alma como personalidad.
La división que hay entre estas dos es un abismo de una profundidad increíble, y solo se puede franquear cuando se acepta el alma como personalidad astral.
La ciencia no domina esto suficientemente.
El sistema nervioso es un asidero insuficiente para poder sondar por esa vía la vida en sí.
Aun así, los eruditos tendrán que seguir este camino si quieren llegar a la vida del ser humano.
No se piensa en una segunda personalidad.
Esa personalidad es el monstruo astral por el que es poseído el ser humano.
En primer lugar de todos se buscan por tanto los trastornos materiales, y se cree que su eliminación supone recuperar la armonía entre la vida y el cuerpo.
Naturalmente, en muchos casos los médicos determinan esos trastornos, pero entonces ya no es cuestión de estar poseído, sino que se trata de una enfermedad material.
¿Lo comprendes, André?
—Sí, Alcar.
¿También es posible que un ser humano termine estando poseído por un maniaco religioso desde este lado? O ¿siempre es pobreza de uno mismo?
—En efecto, eso es posible.
Pero entonces vuelve a ser posesión.
El maniaco religioso de la tierra es una persona inconsciente, débil de espíritu y forma parte de un grado de la psicopatía.
El maniaco religioso astral toma posesión del ser material y entonces el ser terrenal se encuentra ante un grado de posesión.
No es solamente cuestión de delirio religioso.
También en ese caso la personalidad astral quiere vivir cosas, pero la religión sigue predominando.
Significa, pues, que el individuo material está abierto a ambos grados.
También en este estado la pasión habla un idioma propio y eso es algo que a este mundo no se le escapará.
Lo que ocurre es que el erudito ve dos grados diferentes, pero piensa, sin embargo, que está ante una sola personalidad.
—¿Es que se sabe algo de estos grados, Alcar?
—No, los grados de la demencia solo los puede determinar este mundo, porque el erudito es incapaz de distinguir los grados de vida del ser humano.
Está ante la personalidad terrenal y no los conoce.
No sabe que todos estos fenómenos significan grados de demencia y busca ahora en una dirección equivocada.
Pero el maniaco religioso puede estar poseído por un fanático de esos desde este mundo, y entonces vemos diversos grados en un solo estado, que tienen que ser vividos por un solo ser humano.
Huelga decirte, naturalmente, que este ser humano vive un infierno en la tierra.
—Dijo usted, maestro, que solo el adulto está abierto a la demencia, pero ¿cuándo llega el momento en que empieza esta influencia?
—Te dije hace unos instantes que la joven vida no está abierta a la locura, y eso muy natural, porque el organismo material aún tiene que llegar a desarrollarse.
Esas fuerzas dominan ahora el espíritu.
Solo cuando el alma se hace exigente como personalidad adulta, cuando está abierta al amor y se pierde en este en cierta medida, entonces se manifiesta el ser astral.
—Pero a veces hay chicos y chicas que dan muestras de locura, a quienes entonces hay que encerrar, ¿no?
—Esa locura está relacionada con un grado de psicopatía y jamás puede significar posesión astral, porque la personalidad aún no está abierta para la pasión con fuerza adulta ni está madura para esta.
¿Pensabas que una chica de diecisiete años, o algo mayor, puede vivir lo mismo que una madre de treinta o cuarenta?
La voluntad que lo domina todo, que está sintonizada con la vivencia animal, va de la mano de la vivencia consciente y la intuición del amor.
La conciencia juvenil no es capaz de alcanzar esta profundidad en el amor.
La personalidad entera aún tiene que despertar a eso, y eso significa que un demonio no tiene ni idea de qué hacer con esos chicos.
No se puede llevar su personalidad a esa profundidad pasional.
Pero sí es posible que estos chicos se hundan por su propia debilidad, pero entonces esta es de la personalidad y esto no guarda relación alguna con la posesión astral.
Aunque sea necesario encerrarlos porque no hay forma de hacer nada con ellos, aun así no están abiertos a los grados de demencia, porque esas personalidades todavía tienen que desarrollarse.
Así que esos seres todavía tienen que despertar para el amor astral y para la conciencia animal.
Esa concienciación la recibe la personalidad solo después de los treinta, porque entonces se alcanza el estadio adulto y han alcanzado todos los órganos materiales su fuerza natural.
Entonces la personalidad puede vencer los sistemas.
Todos esos jóvenes, aunque hayan alcanzado la edad de veinte años, no son aptos para una esfera oscura.
Siguen siendo niños de cara a esta vida astral.
Claro que se trata de una influencia astral, pero tampoco de nada más.
Los grados psicopáticos, en cambio, ya se manifiestan directamente después del nacimiento.
—Comprendo lo que dice, Alcar, me ha quedado claro por completo.
Pero, en realidad, ¿cómo se sabe en la tierra que uno está libre de estar poseído?
—Eso lo puede comprobar cualquiera, André.
Si el hombre está libre de cualquier forma de pasión, si uno ha podido aceptar debidamente a Dios y Cristo, si uno conoce las leyes de vida y muerte y si uno tiene conocimiento de la vida eterna, si la vida se vive tal como Cristo nos la enseñó y por lo que Él murió, entonces se puede comprobar el nivel que ha alcanzado la personalidad.
Esa gente vive de forma normal y sirven toda la vida de Dios.
Ya no roban ni engañan, porque quienes roban viven la locura consciente y también están abiertos a la demencia inconsciente.
Cualquier acto equivocado puede ser atribuido al grado de vida anterior, o sea, al grado inconsciente.
La vida normal te conduce por descontado en dirección al Gólgota, pero ese viaje no es posible vivirlo por medio de la iglesia, porque esta habla de un Dios que condena.
Eso también es locura.
Pero el ser humano —que sigue en todo la vida natural y que quiere vivirla— que posee el amor verdadero y que no quiere vivir el ser uno a un nivel animal, esa gente representa el sentir y pensar conscientes, y pueden decir: estamos libres de esas bajezas y enfermedades.
Quieren vivir la felicidad terrenal de forma natural.
Estas almas, como hombre y mujer, se aman verdaderamente y sirven a la creación de Dios.
Cualquier forma de animalización les da asco, y viven para sus hijos, porque saben que estos “hijos” vivieron alguna vez en la tierra y que ahora han empezado una nueva vida.
Ahora el otro lado habla por ellos, André, y saben que no hay muerte.
Pero todos quienes siguen aceptando que Dios condena, quienes todavía no comprenden el amor de Cristo por todo lo que vive, esa gente sigue estando abierta a un grado inconsciente u otro, y sigue sin ser ella misma.
Su corazón y ojos expresan lo inconsciente, sus labios delatan la pasión y la palabra que pronuncian refleja lo basto y bajo.
La demencia consciente es sobre todo en eso destructiva y hace más daño que la enfermiza, debido a que esta es demoledora para la personalidad.
Quien aún esté abierto al asesinato y la violación espiritual, André, también lo está a la locura.
Eso seguramente que no se aceptará en la tierra, pero algún día el ser humano estará ante esta concienciación y entonces tendrá que demostrar lo que quiere.
Luego, cuando entremos en la primera esfera de este lado, te ampliaré la respuesta a esta pregunta.
Quien viva por debajo de esta esfera aún está abierto a vivir los grados demenciales, porque todos esos millones de personas todavía son inconscientes y aún no se han construido una protección propia.
Esas vidas todavía pueden sucumbir.
¿Sientes, André, lo que eso significa?
Millones de seres forman parte de las esferas oscuras, y todos esos grados se encuentran ahora en la tierra.
Algún día el ser humano estará ante su propio grado de vida y entonces querrá elevarse, pero sucumbe porque aún no ha asimilado ese grado.
Sin embargo, ha sido tocado para la elevación progresiva.
La falta de protección propia resulta por tanto en la posesión si en el ser humano habita pasión, y ¿quién en la tierra puede decir: estoy libre de pasión?
¡Estoy libre de todo lo inconsciente!
¡Estoy en armonía con el infinito!
Quien esté sintonizado con la primera esfera podrá decir: ya lo conseguí.
Todos esos otros millones de vidas en la tierra aún tienen que demostrarlo.
André reflexionó sobre todas estas cosas y preguntó:
—¿Por qué la demencia es más profunda en el caso de la mujer que con el hombre?
¿No dijo eso usted?
—Ciertamente, André, te atreves a hacer preguntas, continúa así.
Empiezo a comprender que me has seguido en todo.
La madre está más cerca de la creación de Dios, André.
Vive el amor más profundamente porque ha entregado su propia vida para el amor.
Recibe, se entrega ella misma, lo cual no le resulta posible al hombre.
La madre experimenta el amor espiritual y corporalmente.
El hombre también es capaz de eso, pero de todas formas volverá a desprenderse de su impulso y sentimiento de amor, mientras que ¡la madre planea temporalmente con su criatura entre la vida y la muerte, y vive en ese estado!
Una vez realizado el acto creativo, hijo mío, el hombre habrá completado su tarea de cara al nacimiento, pero para la madre no ha hecho más que empezar su experiencia.
Cuando eso ocurre a plena fuerza, es el experimentar de las leyes divinas para el espíritu y el alma; la personalidad interpreta y representa las leyes vitales correspondientes.
Son los órganos maternos los que transmiten este impulso cósmico a la vida del alma.
Así que si la madre llega a vivir la creación durante el ser uno, ya sea en amor, ya sea en pasión, entonces vive su grado de vida en el espacio, que el hombre no puede vivir, porque él experimenta este ser uno solo corporalmente.
De modo que la madre vive el grado de vida a plena fuerza, porque ella recibe y porque su organismo está conectado con Dios y con Su creación.
Si la madre tiene pasión, un demonio se puede desfogar y puede vivir todos estos grados, si él también sabe abrirse.
Muchos de este lado en los infiernos no saben qué hacer con el cuerpo maternal, pero no tardan en llegar a ese punto y entonces se sacian y lo vacían.
Al desprenderse la madre de la tierra y elevar su cuerpo la personalidad entre la vida y la muerte, el amor se hace más profundo y se vive al cien por cien, lo que no está reservado al hombre, porque este tiene que completar su tarea como creador.
La personalidad astral vive los grados de amor por medio del cuerpo maternal, no por medio de la vestidura masculina, dado que en esta las manifestaciones de los sentimientos se viven de otra manera.
De ese modo es como se hace más profunda la demencia de la mujer.
El demonio puede vivir ahora el espacio y tomar posesión de todos los órganos.
Puede recibir el ir adentro natural, el dar a luz y crear al mismo tiempo, lo cual es imposible para el ser creador, porque el hombre anda al margen de la creación.
El alma como madre se funde en el plan creador y entonces se entrega por completo.
Es por eso que la madre vive la demencia con más intensidad que el hombre.
Los demonios pueden vivir ambos organismos por medio de la madre.
El hombre, en su estado, no es más que un instrumento, pero ¡la madre está además contactada espacialmente y representa amor!
—Si lo comprendo bien, Alcar, entonces el psicópata vive un mundo propio, pero luego vuelve a estar de todas formas ante la demencia, ¿no?
—Muy bien, André, así es.
Cuando el psicópata puede vivir lo plenamente consciente y transgrede la frontera del propio grado de vida, entonces la vida interior vuelve a estar abierta a estar poseída, hasta que se haya alcanzado el grado espiritual.
—Entonces eso también me ha quedado claro, Alcar.
El tipo de raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) ¿también es importante de cara a la demencia?
—Desde luego, pero el grado de posesión sigue siendo el mismo.
Pero es un hecho que la civilización más elevada vive los grados demenciales más profundamente que los grados inferiores, porque eso es lo que quieres decir, ¿verdad?
—Sí, Alcar.
—Pues bien, en esos estadios más bajos —porque estos también son grados de vida, los grados para el organismo— no puede ser vivida la demencia de los sentimientos occidentales.
Pero esto todavía te supera.
Por cierto, ¿cómo se te ha ocurrido esta pregunta, André?
—No lo sé, Alcar, pensé en ella de repente.
—Vaya, pues entonces te la aclararé.
Esos pensamientos, o esa pregunta, me pertenece a mí.
Esa profundidad aún no la puedo tratar contigo, porque para eso te falta.
Primero tienes que llegar a conocer los grados corporales, si quiero poder analizar estas leyes.
Pero eso también es posible.
La conciencia de la selva tiene demencia, pero no es nada frecuente.
Eso tiene que ver con el desarrollo interior.
Porque esa gente aún tiene que despertar para esta sociedad.
Cuanto más baja sea la conciencia, más difícil se le pone a este grado vivir el estar poseído, porque ahora se manifiesta la psicopatía.
El habitante de la selva no hace tanto mal como quienes pertenecen a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), porque esa personalidad primitiva aún tiene que despertar al amor adulto en el estadio en el que tú mismo vives.
La vida del alma en Occidente posee la concienciación más elevada, a la que pertenecen numerosos pueblos orientales, e incluso personas de color como tipos de raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) que para la madre tierra han alcanzado lo más elevado que se puede vivir sobre la tierra.
Deposité esta pregunta en ti porque quería demostrarte que ahora ni siquiera puedo tratar los grados más profundos de todos a una profundidad cósmica, porque entonces ya no comprenderías nada ni tampoco podrías hacerme preguntas.
Pero eso vendrá más tarde.
Cuando te haya aclarado la creación también podremos analizar esos grados, André, porque forman parte de tu propia conciencia.
—Ya me lo imaginaba, Alcar, me superaba y aun así me sentía obligado a hacer esa pregunta.
¿Hay más preguntas en mí que haya depositado en mi interior?
—Ya puedes continuar, si es que todavía quieres saber algo más.
—La siguiente pregunta, aunque ya me la ha respondido, es: ¿cuándo se disuelve para el ser humano la demencia?
Dijo usted hace un momento: en la primera esfera.
¿Surgieron todos estos fenómenos, que un erudito atribuye a un enfermo, por la misma personalidad?
Quiero decir, en el fondo: ¿cree el experto que esos fenómenos sean propios del demente?
—De alguna manera ya te respondí esa pregunta, André.
El erudito busca de manera material y además espiritual.
Por supuesto que no piensa en una personalidad astral.
De todos esos fenómenos extraños, a los que llaman demencia, se le echa la culpa al enfermo.
Es cosa suya y de nadie más.
Seguramente que sentirás que la división de la personalidad, causada por el mundo astral, no puede ser aceptada, porque para el erudito no existe el otro lado como ente de pervivencia del alma.
El erudito supone la división de la personalidad, pero considera que aquella la produce la personalidad material, tal como la vivió nuestra “alma”, de la que una mitad de su interior quiso lo bueno y la otra lo malo.
No hay neurólogo ni psicólogo que pueda aceptar la división astral, o el erudito se saldría de las leyes de la ciencia, y entonces su estudio tampoco ya tendría fundamento.
Así que hay que seguir puramente la ciencia.
Solo se puede aceptar lo que se constata; el, resto, que precisamente pertenece a nuestro mundo, se echa por la borda.
Si el erudito hablara sobre el mundo astral, ya no sería un erudito, sino un ocultista.
—¿Podemos sanar a un homosexual (véase el artículo ‘Homosexualidad’ en rulof.es), Alcar?
—No, ¡no es posible!
Si hubieras pensado un poco más, tú mismo habrías podido responder a esta pregunta, André.
Porque este estado nos conduce a los débiles de espíritu.
—¿A los débiles de espíritu, dice?
¿Acaso aquel que no tenga personalidad es entonces un débil?
—Así es, en efecto.
El homosexual es de cara a la madre naturaleza y sus leyes una personalidad débil (véase el artículo ‘Homosexualidad’ en rulof.es).
Pero no de cara a la sociedad, porque estas personas suelen formar parte de la conciencia materialmente elevada, de la intelectualidad.
Pero no se trata de eso, eso carece de importancia para el homosexual.
Esta personalidad es demasiado débil de cara a las leyes del organismo, y también de cara a la personalidad para el renacer.
En realidad no es una debilidad, sino un grado de vida que es semiconsciente.
El espíritu está entonces en disarmonía con el organismo, y eso es debilidad, pero que toca las leyes del cuerpo.
Si sientes esto, te quedará claro que no se puede ayudar a esas personas, porque nosotros no podemos dar a estas vidas la conciencia elevada ni el sentimiento por lo normal.
Además, entraríamos en colisión con las leyes divinas, porque entonces ya no sería asimilar estas leyes, sino recibir puramente: unos podrían dar a otros la propia conciencia adquirida.
Pero eso no funciona, ¡es imposible!
Tenemos que asimilar para Dios, como ya te dije, todos los grados en el espacio, porque así es como vivimos el regreso a Él.
Ahora esa gente se salta trozos por medio de la ayuda de otros.
André, ¿comprendes que esto no es posible?
Nosotros hemos tenido que asimilar en esta vida todas esas leyes, y nadie puede eludir eso.
Así que al hombre no lo puedes cambiar, sino también podrías ayudar a un psicópata.
Pero ¡eso tampoco es posible!
—Es sorprendentemente natural, maestro, como todo representa, a fin de cuentas, las leyes materiales y astrales.
Eso no tiene vuelta de hoja, las leyes le paran los pies espiritualmente al ser humano.
Usted, sin embargo, dice que los maniacos religiosos son los más infelices en los grados dementes que usted conoce.
Pero ¿no son mucho más terribles los grados de estos enfermos poseídos?
—¡No, André!
Los maniacos religiosos han buscado a Dios, y se perdieron en la “Omnipresencia” de Él.
Por medio de su oración se echaron en brazos de su propia desgracia.
No viven, sino que son muertos en vida.
No dicen ni una palabra que sea verdad; todos sus pensamientos carecen de significado y viven al margen de la creación.
Así podría seguir para explicarte la gran miseria en la que vive esa gente, pero esto lo considero suficiente.
Son inconscientes hasta tal grado que de este lado los consideramos nonatos, y sin embargo, esas almas también forman parte de la vida.
Un poseído, André, al menos vive la creación, aunque esa vivencia no sea otra cosa que la pasión.
¡El ser humano rebosa de vida!
Esa personalidad está en vías de asimilar las leyes normales y naturales de Dios.
A veces yo también los llamo muertos en vida, pero este estar muerto en vida tiene un significado muy diferente.
¡Lo que hace la persona poseída es vivir!
Eso ya lo dice todo.
El maniaco religioso, André, lo que está haciendo es atrincherarse, y encima lo hace en Dios.
Significa una tremenda pobreza para la vida del alma; esto es tan terrible, tan vacío y vacuo, que no podemos encontrar palabras para estas personas, porque ¡esas vidas en verdad están paradas!
Algo que no vive está muerto y esta gente ha muerto por su fe.
Imagínate: veneran lo Supremo en el espacio, su Dios, y ¡a través de su Dios se echan en brazos de la nada vacía!
Volvemos a encontrarlos en la existencia más triste de todas las que podemos vivir por nuestra propia culpa en la tierra como seres humanos.
¡Eso Dios jamás lo quiso!
—Eso son entonces seguramente los maniacos religiosos y los curas y otros clérigos que hablan de un Dios que condena, los maniacos religiosos conscientes, por no hablar de la madre como monja, ¿no es así?
—Excelente, André, los has intuido.
Cae por su propio peso que ahora los clérigos católicos se van a poner de uñas.
Pero después de esta vida tendrán que aceptar su delirio religioso, porque también esas personas son muertos en vida, y sus vidas carecen de importancia para nuestro mundo.
¡Ese no fue el propósito de Cristo y esto Dios tampoco lo quiso jamás!
—Y ¿qué grado de demencia es en esta vida el más profundo, Alcar?
—Lo descubrirás más adelante, André.
El ser humano que ha descendido en el infierno más bajo representa para la demencia en la tierra también el grado más profundo, y esa sintonización la volvemos a ver allí.
—Así que como seres humanos vamos desde lo enfermizo a lo normal, de la demencia inconsciente a la consciente, ¿verdad?
—Eso también lo has intuido correctamente, así es.
—Hubiera deseado preguntarle si es posible la demencia al margen de este mundo, pero ya respondió a esa pregunta.
—Y ¿comprendiste mi respuesta?
—Sí, Alcar, porque entonces se convierte en influencia o en debilidad de la personalidad, y de allí se desprende que esto no es posible.
Alcar sonrió y dijo:
—Me has intuido, André, pero un grado psicopático y la posesión astral son dos mundos diferentes en los que vive gente como hombre y mujer.
Piensas en tres grados a la vez, pero con tus últimas palabras ya has contestado la pregunta.
De modo que esto no es posible, porque entonces se convierte en debilidad de la personalidad y nos adentramos en el terreno del neurólogo.
En esos casos sirven de vez en cuando los medicamentos, y entonces no se nos necesita.
—Lo he comprendido, maestro.
Dijo usted hace unos instantes que ese hombre de allí podría haber vivido su demencia en paz si no hubieran llegado demonios.
¿No es eso, pues, demencia al margen de la incidencia astral, Alcar?
—Esa pregunta también está muy bien hecha y meditada, André.
¿Es que no lo comprendes?
Dios los cría y ellos se juntan.
El silencio de espíritu se ve atraído por el silencio, y la tormenta no puede recibir más que tormenta.
Ahora tienes que seguir la personalidad, los rasgos del carácter.
Este hombre no ha conocido lo atormentado en su personalidad.
Esa personalidad fiera, impresionante y relampagueante aún tiene que despertar en él.
A este hombre le faltan esos rasgos de carácter, vive en su propio silencio y aun así se estrelló por el amor.
Pero eso ni siquiera es necesario.
Aunque te haya contado y explicado que siempre es amor, también es posible que la personalidad viva en un estadio en el que el amor no pueda ser vivido.
Es el instante del desprenderse, del sintonizar con ese grado de vida diferente.
Ahora la vida está buscando y explorando, y esa búsqueda y exploración sigue predominando.
El ser humano no se desprende de ese estadio y continúa viviendo.
Así es como va pasando la vida.
Aun así esta personalidad se ve atacada, André, pero ¿por medio de qué?
André se quedó reflexionando y sintió lo que su maestro quería decir.
—Creo que lo entiendo, Alcar, dado que usted dice que este ser humano vive entre dos grados, ¿verdad?
Ahora está presente la sensibilidad mediúmnica, ¿no es cierto?
—Así es, André.
Y ¿qué podrá vivir la personalidad astral?
—Luz, calor, comida y bebida.
—¿Nada más?
—Porque eso no es posible, ¿no, Alcar?
—Lo sabes, pero no eres capaz de abarcar esta vida.
Este hombre comete onanismo por medio del mundo astral.
Sabes lo que esto significa.
Es lo único que esta personalidad astral puede vivir, pero la luz de la tierra, comer y beber, tal como lo tuvo que aceptar esa mujer, eso es, pues, lo esencial.
¿Te ha quedado claro?
—Le doy muchas gracias por todo, Alcar.
Es un hecho, Alcar, que cuanto más amamos como seres humanos, más profundamente descendemos en la demencia, ¿verdad?
—Eso por descontado, André.
La pasión ardiente nos conduce a través de todos los grados, y entonces sigue también, por sí solo, el derrumbe corporal y espiritual.
El amor no se mantiene y es destructor, porque ¡lo que se vive es la pasión!
—¿Cómo puede un demente vencer su propia demencia, Alcar?
¿No se encuentra la personalidad en la siguiente vida ante las mismas leyes?
—Cuando el alma nace a partir del mundo del inconsciente en la tierra —eso ya te lo contó Lantos— entonces el alma regresa al estadio de la chispa.
¡Ahora esa chispa no tiene nada!
Ni un solo sentimiento, ni un solo pensamiento, y la nueva vida ya puede empezar.
Entonces llega el despertar, el proceso de crecimiento y florecimiento lo tiene que llevar a cabo, y solo a la edad adulta el ser humano se encuentra ante la vida anterior, el propio pasado.
¿Te ha quedado claro, verdad?
—Sí, Alcar.
—Pues bien, André, ¿sabes lo que entonces también se despierta?
André se quedó pensando bastante tiempo y dijo:

—¿La personalidad?

—Eso es una pregunta y no una respuesta.
Puedes saberlo.
Te lo diré, porque luego tendremos que seguir.
La propia precaución, la propia protección despierta, André.
La personalidad no se ha olvidado de este sufrimiento y jamás ha podido deponer toda esta miseria.
También esa miseria tiene que volver a despertar ahora.
Eso, pues, es la propia protección y la conciencia para esta vida.
Ahora la personalidad vela por ella misma y por el estadio consciente en el que vive.
No nos hundimos diez veces en lo mismo, es decir, en un mismo estado, porque semejante miseria abre grandes boquetes en la vida del alma humana.
Bien es verdad que en la vida nueva sucumbiremos.
Así que el alma como personalidad está preparada y ahora vela por cada paso dado en la vida sobre la tierra.
Esta vida se amedrenta ahora ante el amor.
¿Por qué, cuando queremos analizar los caracteres cósmicamente, viven tantas personas apocadas en la tierra?
Hay personas que en toda su vida no se pueden entregar.
Pero ¿pensabas, André, que esto tampoco significaba nada?
No surge ni un solo pensamiento al margen de la creación ni es imaginable en el espacio, porque cada pensamiento toca una ley y es una ley, puesto que la personalidad representa esas leyes.
O sea, que con independencia de lo que seamos y cómo actuemos, todo esto ya se vivió una vez y tiene un significado espiritual para la personalidad.
Cada pensamiento procede de nuestros sentimientos, está sintonizado con estos y está relacionado con ellos, de lo contrario ese pensamiento sería parte de la nada.
Pero eso no es posible, porque ahí estamos nosotros, nosotros hemos creado ese pensamiento, y todo lo que creamos como seres humanos tiene razón de ser y es un mundo propio.
También en esto llegamos a los siete grados de un solo pensamiento.
Cada pensamiento tiene que representar un mundo propio, y ese pensamiento forma parte de nuestra personalidad.
Así que es inamovible y es una ley que la personalidad vivirá de forma cuidadosa en la siguiente vida, que será cauta, porque esta vida fue arruinada en la existencia anterior.
Eso la vida lo evitará ahora a toda costa.
Eso explica el fundamento sobre el que se encuentra esta vida, y que se adquirió mediante el dolor y la pena.
La miseria es ahora consciente y funciona como protección para esta vida.
—Es una maravilla, Alcar.
¿También se puede determinar el grado de demencia de este lado?
—Cada personalidad, André, representa una propia esfera.
Pueden ser los cielos o los infiernos.
Las esferas de luz las habita el ser consciente y espiritual, los infiernos los habita la criatura de Dios, y esa vida está abierta a la demencia.
Más adelante conocerás estos grados.
Pero ya te expliqué los infiernos —estuvimos muchas veces—, así que ya te puedes imaginar todos los grados y sintonizaciones para esta posesión.
No hace falta que te cuente más al respecto.
—Alcar, ¿puede usted determinar lo que seremos después de esta vida?
Quiero decir, ¿hombre o mujer?
—Es posible, André, pero esas leyes te las explicaré luego.
Cuando sigamos el origen del universo las aprenderás.
Ahora todavía no es posible, porque de todas formas no entenderías nada de ellas.
—¿Cómo podríamos convencer al mundo erudito, Alcar?
—No es posible, André.
Si un erudito no es capaz de aceptar la vida eterna, entonces pertenece a los inconscientes, y un inconsciente es inalcanzable.
Yo no me esfuerzo por ello, porque estas personas al final entrarán en colisión con ellas mismas y con sus estudios.
Incluso si el erudito estuviera dispuesto a escuchar, solo le podría explicar estas leyes tal como lo he hecho ahora.
Ya le ofrecimos las pruebas por las curaciones que se han llevado a cabo.
Y es que más no hace falta.
Darle todo nos conduciría por un camino vacío, y tanto el erudito como nosotros nos disolveríamos en el espacio.
Dicho de otra manera: de todas formas no está abierto a nosotros, porque entonces primero tendría que ser un ocultista.
Aun así hay gente de este tipo, y con esos pocos nos basta por el momento, porque el Siglo de Cristo, que ya ha comenzado, los hará despertar.
Ese siglo habla a cada vida, a cada ser humano.
—Alcar, ¿puede decirme usted también la antigüedad que en el fondo tiene la demencia?
—Es posible, André, pero esa respuesta también la recibirás durante nuestros próximos viajes; forma parte del estudio sobre el origen del universo.
—Pero usted ha podido constatar esas leyes en esta vida, ¿no es así, Alcar?
—Sí, André, todos nosotros las hemos vivido.
—Es increíble, Alcar, pero lo siento.
Imagino que es algo muy antiguo, ¿verdad?
—Expresas mis propios pensamientos.
‘Vaya, ya estamos otra vez’, pensó André, de todo esto ¿qué es lo que le pertenecía en realidad?
¿No eran todas esas preguntas de su maestro?
Alcar quería que hiciera preguntas, y eso es lo que hacía, pero a la postre nada de todo eso le pertenecía.
Aun así le brindaban sabiduría vital.
Pero comprendía que le quedaban muchas cosas por aprender.
Y sin embargo, las preguntas le surgían con rapidez y en el mismo instante descendía realmente en esas personas y entonces se veía ante sus vidas.
También esto era un gran milagro sagrado.
En esos momentos era uno solo con su maestro.
También ahora volvía a sentir que le surgía una pregunta.
La pregunta rezaba:
—¿Por qué no se le protege a toda esta gente, Alcar, como aquella mujer en esa otra sala?
—¿No te ha quedado claro, André?
¿No viste donde estos seres que no es posible?
A estos enfermos graves —así es como los llamaré— todavía no se les puede ayudar, al menos no desde este mundo.
Un espíritu de la luz por eso ni siquiera se pone con eso, porque no conseguirá nada.
Solo ayudamos cuando podemos alcanzar algo, de lo contrario también nosotros nos encontramos impotentes.
¿Te ha quedado claro?
—Sí, Alcar.
Ahora siento que esta pregunta es mía.
¿Lo he sentido bien?
—Muy bien, pero ¿qué te ha permitido sentirlo?
—Ahora me siento mucho más ligero, Alcar.
Podría ponerme a planear.
—Eso es, André.
Tu propia pregunta está cerca de ti y ha sido agravada por tu propia personalidad.
Tu propio sentir y pensar sucede a partir de tu propio entorno.
Mi pregunta edifica de manera visionaria.
Por medio de mi pregunta, y la respuesta a ella, la vida te conecta con la ley en sí, André.
Entonces te entra en tu vida el sentimiento elevado y este te permite saber si has recibido la pregunta y la respuesta.
—Hay que ver lo inmensamente hermoso que es esto, Alcar, el ser uno de este lado.
—Es imposible dar suficientes gracias a Dios por esto, hijo mío.
Pero estamos agradecidos y felices de que se nos conceda hacer este trabajo juntos.
¿Quieres hacer más preguntas?
André miraba a su maestro.
Alcar volvió a sonreír y dijo:
—Ahora tienes que hacer peguntas por tu propia fuerza.

En el mismo instante André vio delante de él la pregunta y ya la estaba viviendo, después de lo cual preguntó:
—Alguien que se disuelve por completo en un estudio, maestro, ¿eso es demencia?
—Es debilidad espiritual, André.
La disolución completa de la personalidad es sucumbir en ese grado de estudio.
Ya te expliqué estas leyes en la tierra.
El muchacho que se hizo ingeniero y médico, pero que sucumbió, y cuya madre te fue a visitar era un ejemplo de esto.
Sucumbió porque carecía de conciencia para ello, André.
¿Ahora tienes la respuesta?
—Lo he comprendido, Alcar.
Y ¿en eso también se pueden vivir grados, a su vez?
—Toda enfermedad tiene sus propios grados, André.
Puede determinarse por los fenómenos.
Cuando uno depone la conciencia diurna, la personalidad vive la enfermedad en un estado inconsciente.
Los espiritualmente débiles pueden disolverse hasta en el subconsciente, y entonces ya no se les puede ayudar.
Los primeros estadios son trastornos nerviosos que alteran la personalidad, pero que aun así tienen que ser procesados.
—Lo he oído decir que las descargas eléctricas son beneficiosas.
¿Cómo funcionan para que sanen?
¿Es posible curar así a los deficientes mentales?
Quiero decir, ¿es posible expulsar así al mundo astral?
—Es posible, André, pero el instrumento todavía no es perfecto.
Mediante este tratamiento se mete corriente al organismo.
Esa corriente acelera los sistemas y el ser astral no es capaz de resistir las consecuencias de esa incidencia.
El calor y el choque que experimenta el enfermo crean un alejamiento de cara al ser astral.
En la tierra hay expertos que aplican el recurso con éxito, pero aún hay que perfeccionarlo.
—En el futuro, ¿será perfecto ese instrumento?
—A eso se llegará, sin duda.
—Pero entonces ya no harán falta los médiums, ¿no?
—Es justo cuando será necesaria la colaboración entre ambos mundos.
Nosotros podemos encajar esta descarga por medio de nuestro fluido vital y ayudar a los enfermos.
El enfermo adquiere más resistencia por esta fuerza, y es esa resistencia por la que se puede trabajar a pleno rendimiento, o de lo contrario sería en vano.
Esto cambiará en el futuro y también se curará a estos enfermos, es decir: se les blindará para el mundo tenebroso astral.
—¿Cuál es el diagnóstico de la repentina pérdida de memoria, Alcar?
¿Es algo que tiene que ver con la demencia o con la influencia astral?
—Estos fenómenos suelen surgir por una sacudida, pero también puede ser por incidencia astral.
Hay mucha gente que en ese momento se ve completamente anulada para la conciencia diurna, y eso ocurre de golpe.
Entonces la personalidad vuelve a recaer en el subconsciente.
A esa gente se la puede curar cuando se trata de incidencia astral.
Pero si se trata de debilidad espiritual o de un trastorno material, entonces también nosotros estamos impotentes.
¿Lo comprendes?
—Sí, Alcar, entonces todo me queda claro.
Ahora ya no tengo preguntas que hacer.