Incidencia astral

Cuando entró la gran Mina donde André, adoptó de inmediato el estado de ella y le dijo que era posible ayudarla.
Su maestro lo hizo percibir, pero André comprendió que solo recibiría los detalles en un rato.
Mina preguntó al instante:
—¿Puede ayudarme?

André respondió afirmativamente.
Pero sentía que Mina no lo creía, por lo que le peguntó:
—¿No me cree?
—Qué quiere que le diga, señor —comenzó diciendo—, ¡ya me han decepcionado tantas veces!
—Pero ¿todavía no la han magnetizado?
—Eso no, pero los médicos también saben lo suyo, ¿no?
—Por supuesto, pero ¿por qué no siguió entonces sus consejos?
—No pueden ayudarme.
Es increíble lo decepcionada que estoy.
André la intuye y procede a tratarla, aunque ella no comprenda nada de esta forma de sanar.
Siente su curiosidad, pero continúa.
El maestro Alcar le dice:
—Te mostraré algunas escenas durante el tratamiento; entonces estarás sintonizada con su vida.
André vive primero el estado de la enfermera y se hace completamente uno con ella.
Mina está del todo alterada, está muy estresada y ve demencia en sus ojos.
Percibe que es un estado horrible en el que vive Mina, por el que está siendo vivida, algo de lo que ni la propia criatura grande entiende nada.
La ve trabajando en una casa; es costurera.
Se siente estupendamente, no sabe nada de enfermedades y está sana como una manzana.
Pero un día —según ve André por su maestro— no se siente bien; su energía está disminuyendo.
Mina ya no se siente segura de sí misma; se siente estresada, pero no sabe a qué se debe.
No tiene ganas de comer, deja de lado su trabajo y ya no da un palo al agua.
Y eso, ¿así de repente?
Está día y noche tirada en la cama y se irá quedando sucia si esto no cambia.
Siente, además, que no está sola.
Cuando quiere ir a dormir siente escalofríos por todo el cuerpo, lo que le da miedo.
‘¿Qué me pasa?’, se pregunta Mina.
¿Por qué me he puesto enferma tan de pronto?
Y ¿qué clase de enfermedad es?
Ni siquiera logra llamar a un médico.
Son otros quienes tienen que hacerlo por ella.
Al llegar el médico no consigue encontrar nada especial y le da un jarabe.
André ve ahora como Mina absorbe el magnetismo sanador.
Ya se está calmando.
Su maestro continúa y vuelve a conectarlo con la vida de Mina.
Mina siempre ha estado en condiciones de trabajar —según ve André—, pero ahora es incapaz de hacerlo.
La niña grande de cuarenta años se rompe los cascos intentando averiguar su estado, pero no obtiene respuesta.
Se siente hecha una ruina.
La han dejado vacía.
Es presa de la desesperación.
Empieza a sentir la necesidad de mudarse; quiere marcharse de ese entorno extraño, inhumano, embotador.
Aquí le golpeó la mala suerte, pero no puede decidirse.
Todos los días, a todas horas, quiere irse de aquí, sin dilación, pero no logra dar el paso.
En su interior hay algo que se resiste, y esa sensación tampoco la conoce.
Su lucha es terrible.
Los medicamentos no la han ayudado y su agitación se intensifica.
Finalmente, se siente angustiada y pide ayuda.
Pero la ayuda para Mina no llega y ahora piensa que va a enloquecer.
El miedo —así lo siente André— se está agravando y al final es tan terrible que eso la lleva a tomar una decisión.
Mina va a mudarse.
Por estas pocas escenas André ya conoce un poco su estado.
El maestro Alcar le dice:
—Enseguida, cuando se haya ido, te mostraré el siguiente estadio.
André termina el tratamiento y acuerda que Mina volverá a verlo.
Ella le pregunta:
—¿De verdad cree que me sanaré?
—¡Usted va a recuperarse!
—¿Y sabe usted qué es lo que me ha puesto tan enferma?
—También eso se lo contaré más adelante.
Mina se va y André entra en contacto con su maestro.
Este vuelve a mostrarle escenas, por las que André llega a conocer mejor el estado de Mina.
La ve en su nuevo entorno.
Los primeros días se siente un poco diferente, pero Mina no tarda en darse cuenta de que es aún peor.
Le explota la cabeza de dolor, se siente terriblemente agitada y es como si fuera a estallar.
‘¿Qué enfermedad será esta?’, se pregunta.
No hay médico que lo sepa, son incapaces de encontrar nada y ella empeora más y más.
Mina está desesperada, según ve y oye André por medio de su maestro.
Se siente sola y abandonada.
¿Quién puede ayudarla?
Reza día y noche, pero nada sirve.
Ahora tiene que gastarse sus ahorros en su enfermedad.
Arrastra un tremendo problema.
Aumenta el miedo de perder el juicio.
Ya no es capaz de pensar; su vida interior está rota.
‘Pero ¿cuál es causa?’, se pregunta.
¿Qué tengo que hacer?
Entonces una persona que conoce le da la dirección de André.
El primer tratamiento le ha sentado bien.
Pero el deseo de regresar a su antigua casa se ha hecho ahora más fuerte que nunca; piensa que allí recuperará la tranquilidad.

—No puede hacerlo en ninguno de los casos, —dice el maestro Alcar—.
Tienes que decírselo cuando vuelva, André; Mina te preguntará por ello.

Hasta ahora André ha podido seguir todo, pero la causa de su enfermedad aún la tiene que descubrir.
Su maestro dice a continuación:
—Mina está en manos de una suicida, André.
En la casa donde ha vivido ha entrado bajo la incidencia astral de una mujer que puso fin a su vida y que ahora se ha conectado con su interior.
Este ser fue engañado y por eso se despidió de la existencia material.
Cuando Mina fue a vivir a esa casa, la mujer entró en contacto con ella, debido a que la primera es muy sensible.
Para poder explicarte este estado, tienes que desdoblarte corporalmente y entonces podrás convencerte de la realidad.
Solo después podrás hacerme preguntas (—dijo).
Esa misma noche Alcar desprende a su instrumento del organismo y André accede al mundo astral.
En el otro lado ve a su maestro y al instante Alcar le dice:
—Este viaje solo es corto, hijo mío, y pronto volveremos.
Pero más adelante permaneceremos más tiempo en este mundo y entonces te explicaré los diferentes grados de la demencia, porque estas leyes también las has de llegar a conocer.
Ya sabes lo que me parece Mina.
Su aura nos sitúa en su camino y así entraremos en conexión con su vida.
Ven, André, sígueme.
Para André el desdoblamiento volvía a ser cada vez una revelación.
Este estado le brindó lo más elevado de todo.
Ahora volvería a recibir nueva sabiduría.
Luego podría hacer preguntas.
En el fondo eso le parecía lo más hermoso.
Ya no había nada que no comprendiera, así de profundo era el descenso en las leyes astrales con su maestro, porque este, por medio de él, quería convencer a la humanidad de la vida eterna y de los miles de leyes, que detenían el avance espiritual de los hijos de Dios entre la vida y la muerte.
Estaba muy convencido de que su maestro iría aún más lejos, y ahora pensaba con gratitud en lo que ya había aprendido y en aquello de lo que ya sabía todo.
Esto le había enriquecido mucho espiritualmente.
Estaba muy agradecido con Dios por toda esta sabiduría y estaría dispuesto a entregar su vida por esta.
El desdoblamiento era para él siempre algo sobrenatural.
Era un don poderoso que se le había dado.
‘Es un gran milagro’, pensaba.
Cada vez que me veo acompañado por mi maestro estoy por llorar de felicidad, pero he de dominarme.
Quería ser fuerte, para que su maestro pudiera descender cada vez más en las leyes de Dios, con el fin de que él pudiera transmitirlas a la humanidad en la tierra.
Solo entonces su maestro lo vería como un discípulo digno.
André también comprendía que su maestro no daba ni un solo paso más allá de lo que él, André, era capaz de procesar, si no sucumbiría en la vida terrenal.
Alcar iba construyendo su fuerza y capacidades, y nunca se excedía.
Su maestro velaba por él como un padre.
Era un espíritu de amor.
Pero Alcar también sabía ser severo.
André tenía que aprender e inclinar la cabeza ante todo.
Con que siguiera haciendo eso siempre, todo iría por sí solo y aprendería en el estado entre la vida y la muerte.
Una vez más volvía a estar planeando sobre la tierra con un espíritu de la luz.
Atravesaba casas y paseaba por calles.
¿Era la gente capaz de comprender esto?
Y ¿sería posible aceptarlo?
Mucha gente lo sentía, no les hacía falta creerlo.
Esta verdad vivía en su interior, en su sentimiento ya habían llegado hasta allí.
Esas personas —según sabía André— habían asimilado esa conciencia.
Comprendían que la vida no podía tener relevancia por medio de una sola vida terrenal.
El ser humano podía recibir dones espirituales.
No había cosas imposibles para el alma.
Esa gente amaba a su maestro y lo aceptaba todo; se entregaba sin condiciones al otro lado.
Y esas personas, le dijo el maestro Alcar, verán la luz de este lado, si sus vidas desean ser abiertas.
Alcar siguió el aura vital de Mina de manera infalible.
Su aura los condujo a la vivienda donde había vivido anteriormente.
Alcar le dijo:
—Ahora llegamos al lugar donde Mina se vio sorprendida astralmente.
Hubo una fuerza sintonizada conscientemente que la succionó hasta dejarla vacía.
¿Sabes una cosa, André? Tú ya te podrías desplazar por tu propia fuerza en esta vida, y aún así cambiará todavía tu conciencia, porque descenderé cada vez más.
Llegarás a conocer todas las leyes de nuestra vida y entonces tu conciencia será de una profundidad cósmica.
Llegarán tiempos, André, en que seré yo quien te haga preguntas a ti.
—¿Lo dice en serio, Alcar?
—¿Alguna vez me has oído hablar en broma?
¿Alguna vez me has oído decir falsedades?
Las leyes de mi Padre son sagradas para mí, André.
Te aseguro que digo la sagrada verdad.
Quiero potenciar tu desarrollo tanto que al llegar aquí entres en los cielos.
Pero por tus propias fuerzas, André, y rodeado de las muchas personas que por ti recibieron la luz eterna.
Y ¡esa es la voluntad de Dios!
André comprendió a su maestro, pero aun así estaba sorprendido.
Estaba empezando a haber felicidad en su vida, porque había podido hacer felices a muchas personas.
Quien era consciente quería enriquecerse espiritualmente: a esa gente deseaba darle todo su saber y sabiduría, tal como él los había recibido de su maestro, y tal como se le hacía vivirlos en la vida material.
¡Qué poderosamente hermosa era así la vida en la tierra!
Y cuando las personas lo comprendieran a él y lo aceptaran, se sentirían elevadas en las esferas de luz y podrían construir un cielo propio, donde después de la vida terrenal serían felices con quienes eran parte de sus vidas.
¡En qué poderes y fuerzas vivía!
Iba planeando junto a su maestro por encima de la tierra y vivía las leyes divinas, el entrar espiritual en la eternidad de Dios.
Vivía dentro, veía y sentía la realidad de la vida después de la muerte.
Alcar lo sacó de golpe de sus ensoñaciones y oyó decir a su maestro:

—Mira, André, estamos en el lugar donde quería estar.
Aquí es donde Mina se estrelló.
Te convenceré de estas leyes.
Viven aquí estas leyes del ser humano y de Dios, pero el ser humano no las ha comprendido.
Ahora tú podrás percibirlas.
Podría haberte explicado todo esto en tu propio organismo y haberte hecho uno con estos fenómenos por medio de tu clariaudiencia, pero me pareció mejor conectarte con esto, hacerte uno con ello, para que conocieras bien esta miseria.
También quería hacértelo vivir como preparación, porque más adelante seguiremos distintos grados de la demencia.
¡Así es como despertarás y recibirás una conciencia más elevada!
En este lugar, André, decidió la vida interior.
Otra personalidad dominaba la vida de Mina.
Es decir: Mina era alcanzable o jamás la habría debilitado la incidencia astral.
Mina no habría conocido entonces esta miseria, pero las leyes de su propia conciencia la conectaron con este estado, con fuerzas que forman parte de la vida después de la muerte.
Y esas fuerzas, André, son conscientes, aunque Mina jamás las haya podido percibir.
Mira, hijo mío, y convéncete de la realidad (—dijo).
André siente ahora que su maestro lo eleva en su vida.
Puede percibir por medio de esa fuerza.
Esta conciencia le da la poderosa posesión de ver en el mundo astral en el que vive ahora, y de sentir lo que Mina ha vivido y por qué se estrelló.
Su maestro le dice:
—Ahora tienes que acoger todo, André, enseguida podrás hacerme preguntas.
Algo se está formando en el entorno de André.
Sigue ese proceso.
Es una fuerza como el aura en la que vive Mina.
Es fuerza espiritual, empuje, energía vital y consciente, ¡aura vital!
Ya ahora se siente conectado con el pasado de Mina y comprende muy bien que no hay nada que pueda hablar con más claridad a su vida que el ser uno con un estado humano: el pasado de Mina, su miseria vivida a fondo y provocada por una personalidad astral.
Ve y siente ahora que Mina todavía está animada.
Trabaja, come y bebe, y prepara ella misma su comida.
Todo está saliendo bien.
Todavía no tiene preocupaciones, la gran criatura está feliz.
Pero de pronto —en realidad, sin embargo, es gradualmente— siente que le entra angustia, una profunda tristeza e infelicidad.
Su personalidad, que no sospecha de nada, es presa de una miserable pena.
Eso le hace perder a Mina su buen humor; también va empalideciendo.
Él ve y vive a Mina.
¿Hay algo en la personalidad de ella que pueda llegar a serle fatal?
André cree que siente algo así, pero el suceso aún tiene que revelarse a su vida.
Así que todavía no lo sabe.
Mina tampoco lo puede saber: no se conoce a sí misma y no sabe que los pensamientos que emite pueden ser captados.
‘En realidad, ¿qué sabe la gente de todas estas leyes?’, piensa André.
Mina es materialmente consciente —según ve él—, tiene una sintonización terrenal, y justamente por eso es receptiva a esta influencia.
Es algo a lo que André tiene que asentir, ahora que empieza a ver en su vida.
André ve que otro ser humano —es una mujer— vive alrededor de Mina.
‘¿Es esta la criatura que se suicido?’, se pregunta, pero su maestro todavía se lo tiene que aclarar.
Es capaz de ver el ser astral.
Su maestro lo conecta ahora con el final terrenal de esta mujer, con su fallecimiento.
André ve que se mata con gas.
¿Qué le pasa por la cabeza a este ser humano?
‘Sea como fuere que haya sido su vida, este final’, piensa, ‘es horrible’.
A esta vida llegó la desgracia astral; ella misma se arrojó en este infierno.
La ve en este estado; Alcar incluso le deja ver en su vida material.
El hombre que la abandonó, que la pisoteó como a un guiñapo, vive aquí delante de él, así que puede seguirlo en todo.
¿Es todo culpa de este hombre?
¿Es posible que un ser humano, que lo ha recibido todo de otro, asesine a este ser, rompiéndole el corazón?
¿Es un ser humano capaz de destruir la persona por la que vivió el amor?
Aquí no le queda más remedio que aceptar esa crueldad.
El hombre se va y ahora ella ya no desea vivir más, y pone fin a esta existencia.
¡Pobre criatura!
André vive ahora en esta personalidad.
Puede seguir sus pensamientos por medio de Alcar.
Es sorprendente vivir así a otro ser humano.
Lee en la vida de ella como en un libro abierto.
Esta mujer se entregó por la otra vida; ya no tenía nada que dar.
Y entonces fue repudiada.
Es como si del cuerpo le hubieran arrancado el corazón.
Se sentía engañada.
Recibió un trato inhumano.
Pero qué infeliz fue su acto, porque Dios aún le podría haber dado mucho amor.
‘Pero qué tonto es el ser humano en realidad’, piensa André.
¿No hay millones de almas en la tierra?
¿Solo hay que amar a una de ellas?
Él se encuentra ante grandes problemas que precisan una respuesta cósmica, que ha de recibir de su maestro.
Ve varios caminos abiertos a esta mujer que podrían haberla conducido a una vida diferente.
Porque había muchas personas todavía con las que podría haber empezado una nueva vida.
André comprende a su maestro.
Está agradecido por lo recibido, por esta explicación.
Lo siente: no fue necesario que esta mujer pusiera fin a su vida por la pérdida de este amor material.
Muchos hombres la habrían llevado sobre palmitas.
Pero primero tenía que experimentar este repudio, porque hubo una vez que también ella engañó.
Aquí vivió numerosas leyes.
Eran problemas humanos que tenían que ser procesados por la personalidad terrenal.
Después de esto los acontecimientos se disolvieron, lo cual fue una señal para él de que su maestro le blindaba estas vidas.
Inmediatamente después vive otras escenas.
Su líder lo vuelve a conectar ahora con Mina.
André ve que en esta casa han vivido diferentes personas.
Pero todas han vuelto a mudarse, porque en esa casa no les era posible encontrar sosiego.
Aquí reina algo lúgubre, pero no saben lo que es.
Aun así, esa gente no era alcanzable astralmente.
Ni una entraba bajo la influencia, según ve André.
Ahora viene Mina.
Echa un vistazo a las habitaciones.
Va andando por las estancias y todavía no se decide.
Pero Mina sí es sensible a esta personalidad astral.
La suicida no la ve, sino que la intuye, y le entra calor.
Palpa el aura vital que irradia Mina y entra en contacto con aquella.
André percibe que Mina ya está envuelta en su aura.
Mina siente ahora algo.
Es presa de una cierta agitación.
No sabe lo que significa.
Habla con ella misma.
—No paro de dudar.
Tengo que decidirme.
Estas habitaciones son muy bonitas y aquí quiero ir a vivir.
Aun así continúa vacilando.
Se muerde los labios; quiere llegar a decidir, como sea.
La personalidad astral —según ve André ahora— fuerza su entrada en el aura de Mina y llega ahora a la unidad en los sentimientos de la mujer inconsciente.
Desde este momento comienza para Mina la miseria.
Decide quedarse con las habitaciones.
Pero André ve que entonces convivirá con una infeliz espiritual, que la ha asaltado.
Esta suicida lo está pasando fatal.
André conoce su desgracia.
Todo está descrito en ‘El ciclo del alma’, su libro anterior.
Esta mujer vive el mismo horror; ella tampoco puede desprenderse de este lugar.
Se encuentra apresada, porque puso fin a su vida.
André comprende muy bien que Mina ya nunca más estará sola, porque la desgracia ya ha empezado.
Se dará cuenta en poco tiempo de lo espantosas que son estas fuerzas, y se echará y lamentará.
Él ve todos estos problemas, las leyes de la vida y la muerte.
Esto es sabiduría vital astral.
Ve que ya hay un contacto espiritual.
Mina está desde el primer momento bajo la incidencia astral.
Sintió los primeros fenómenos, porque no logra calentarse en esta casa.
Lo que siente ahora es lo que los demás inquilinos anteriores también vivieron y por lo que se fueron.
En esta casa Mina casi se congela.
No entiende nada.
André adopta los pensamientos de su maestro.
Tiene que seguir sintonizando con esto.
Un fenómeno atrae al otro; una escena se conecta por sí sola con el siguiente acontecimiento.
Es deplorable lo que se le enseña ahora.
André vive en el veneno astral, por el que la gente es arruinada.
Mina está fría como un carámbano.
Tiene escalofríos por todo el cuerpo.
¿Se habrá resfriado?, se pregunta.
Es posible, claro.
Pero los medicamentos que toma no sirven de nada.
No está tan enferma como para quedarse en cama.
Sigue trabajando, pero siente que sus fuerzas se debilitan.
En realidad, ¿qué tiene?
Mina lleva dos semanas en su nueva casa y en ese tiempo la personalidad astral ha construido el contacto con ella.
Come como a dos carrillos; nunca antes había comido así.
Entonces tampoco puede estar enferma, se asegura a sí misma.
Pero ahora se siente agitada y está estresada.
‘Será de todo ese ajetreo’, piensa.
‘Ya pasará sin más’.
Pero vivirá lo opuesto; cada vez será peor.
Todos esos fenómenos se producen a partir de la personalidad astral, según ve André.
El organismo humano solo puede cobijar a una sola alma, y ahora en el cuerpo de Mina —la morada material para su alma— ha llegado otro ser más, y este también quiere comer y beber y sentirse terrenal, como ella.
Este ser adquiere de nuevo luz.
El sol ha vuelto a iluminarla y vive exactamente lo mismo que Mina.
Ahora ya es completamente una, pero a Mina este ser uno le será fatal.
Si hubiera sido posible influir aún más en Mina—según ve André—, ya estaría ante la demencia.
Pero solo se le puede alcanzar en parte.
Solo algunos rasgos de carácter la conectan con la personalidad astral y así es como la suicida la puede alcanzar.
Mina ama igual que la otra mujer, desea.
Y justamente ese deseo le será fatal.
Una y otra vez es el deseo del ser humano —según siente André—, el amor, por el que el mundo astral entra en contacto con la vida de la tierra.
Sin embargo, este contacto espiritual deshace el organismo material.
No hay ni un solo cuerpo que lo resista, porque el ser terrenal no es capaz de protegerse a sí mismo; no conoce estas leyes.
Si Mina hubiera sabido todo esto, la personalidad astral jamás habría tenido la oportunidad de tomar posesión de su vida interior.
Se habría blindado precisamente contra ello y Mina entonces no habría sido alcanzable.
Ahora se ha llegado al punto en que se enfrenta a muchísimas desgracias.
Para André todo es poderoso.
Lo que percibe significa para él sabiduría espiritual.
Mina está de capa caída.
Ya no es solo el frío lo que siente, sino que toda su conciencia ya se ha visto sometida a la influencia.
Siente que ya no está sola, y eso la altera aún más.
Ya no puede dormir, porque tiene miedo de quedarse dormida.
De noche deambula y de día se queda en la cama.
Ya no es capaz de pensar con normalidad.
No recuerda haber estado así nunca antes y se pregunta lo que de verdad le pasa.
Se está quedando apática.
Sus conocidos avisan a un médico.
Este le prescribe medicinas, pero no sirven.
Su estado se agrava día a día y no tiene resistencias.
El ser astral la succiona hasta dejarla completamente vacía.
Esta mujer requiere de todo la mitad, pero un ser humano no puede vivir con la mitad de sus fuerzas.
André ve lo sencillo que es todo.
Esta desintegración es imparable.
‘Ay’, pensaba él, ‘si en la tierra tan solo conocieran las leyes del otro lado, entonces esta gente podría recibir ayuda’.
Y ¿cuánta gente no podría ser ayudada?
Mina va a hundirse por eso.
Ya es una ruina.
Allí está su trabajo, ya no mueve un dedo.
Está estresada, pero ¿por qué?
¿No pueden constatar nada los médicos?
No saben qué hacer.
Han de reconocer que es un estado extraño e incomprensible.
Pero es donde vive Mina.
Es una enfermedad astral y no tiene nada que ver con el cuerpo material.
¿Qué sabe un erudito de las leyes astrales?
¡Nada!
‘Y además’, piensa André, ‘al no saberse nada en la tierra de la personalidad astral, un médico está impotente y ya pueden ir llevando al enfermo a la clínica de enfermos mentales.
Es hora de que se acepten todas estas leyes y que los eruditos se abran a esta realidad.
André quisiera llorar de felicidad por tener un maestro que lo haya hecho vivir esta sabiduría.
Quizá habrá más tarde eruditos a quienes esta haga despertar.
Estas fueron las consecuencias de una simple mudanza.
¡Es tremendo!
Debido a que Mina no se conoce a sí misma, corre este peligro astral.
Aquí hubo mucha gente viviendo y no eran alcanzables para ello.
Ella sin embargo está abierta a este terrible acontecimiento por sus sentimientos.
La personalidad astral tendrá que volver a enmendarlo.
Reza día y noche nuestra Mina, pero de nada le sirve todo eso.
Eso, al menos, es lo que piensa, pero se equivoca, según ve André.
Una amiga se apresura a ayudarla y esta le da la dirección de André.
Pero Mina no sabe nada de estas cosas, como magnetizar, y está muy rebelde.
—Si un médico no es capaz de ayudarme, ¿qué va a poder hacer uno de esos, cómo se llaman?
Pero su amiga, que se llama madre Jet, sigue insistiendo.
Ella misma irá primero, dice a Mina.

—Ni siquiera sé todavía si te tratará.
Pero si dice que se te puede ayudar, es que mejorarás, fijo.

¡Mina accede!
André incluso ve ahora a la madre Jet.
Es asombroso lo que puede percibir, pero todo esto solo es posible por medio de su maestro.
La madre Jet conoce bien a André, su propio hijo está siendo tratado por él.
Pero la personalidad astral oye como la madre Jet intenta persuadir a Mina, y se resiste.
Mina cae gravemente enferma.
Ha surgido una lucha a vida o muerte.
El ser astral es ahora como un vampiro —según ve André—, es alguien del infierno, alguien con quien en realidad no debería tener compasión.
Hay mucho más.
Mina ya vive aquí bastante tiempo y quiere mudarse.
Y justamente eso es lo que la personalidad astral quiere evitar.
Ahora hay una pugna por dos cosas.
Mina no debe permitir ser ayudada.
El ser astral siente que entonces será arrojado fuera de la vida de Mina.
A eso se añade la mudanza.
Si Mina se va, la personalidad astral tiene que volver a su propia miseria.
Sobre André se abalanzan miles de problemas con los que no sabe qué hacer.
Alza la mirada a su maestro y pregunta:
—Conozco, naturalmente, el final, pero ¿no habría sido posible evitar esto, Alcar?
¿No había nadie en la tierra que hubiera podido avisar antes a Mina?
¿No había otra manera de alcanzarla?
—No, André.
En Mina vive la misma fuerza que en la mujer de quien te expliqué las leyes hace algún tiempo.
¡Quien ama quiere!
Es el deseo en estas personas lo que les resulta fatal.
Y este contacto se produce cuando hay sintonización con ese mundo astral inconsciente.
—¿No es alcanzable ella para la demencia?
—La demencia está detrás de esto, André.
Mina se va hundiendo más y luego habría perdido toda su resistencia si no le hubiera llegado ayuda.
Pero de todas formas no es alcanzable para la demencia más profunda, porque es consciente en exceso.
Ya conocerás estas leyes; te las explicaré más tarde.
Ahora hay contacto, porque Mina posee, igual que esta mujer, una sola propiedad, que las conduce a sus respectivos brazos.
Este amor tiene sintonización con la vida terrenal.
Así es como llegan a esta unidad.
Puedes ver claramente que aun así Mina sigue siendo dominante en todo y que también es ella misma.
Es que esto tampoco es más que incidencia astral —influencia astral—, pero esta no tiene que durar años o sucumbirá la conciencia terrenal de Mina, y entonces se manifestaría la personalidad astral.
Mina no es mala, o no la podríamos ayudar.
Así que esto es su propia protección.
En ella vive el deseo por el amor, y también a ella le habría gustado ser madre.
Pero miremos ahora en su pasado: entonces se puede ver que está viviendo su propia causa y efecto.
En su vida anterior no quiso hijos.
Ahora, sin embargo, se encuentra ante sus leyes espirituales, que le formulan el parón espiritual para este acontecimiento, y del que no puede librarse.
¿No es extraño?
Y aun así, ¿sería Mina capaz de buscar la felicidad al margen del matrimonio?
Pero hasta allí ni siquiera llega, porque le falta maldad.
¿Quién la comprenderá si pide la santidad de la maternidad?
Mina no es apasionada, es una criatura cariñosa e inmaculada.
El ser uno aquí, el vivir juntos un solo estado, la llevó a estar sometida a la influencia de esa figura astral.
De modo, André, que Mina descendió en sus leyes vitales, de las que ella misma, sin embargo, no entiende.
Eso es lo que quiero dar a conocer a la ciencia.
Es lo que permite ayudar a miles de personas.
Una vez que haya llegado el saber espiritual a los eruditos podrán evitar numerosos problemas, o hacer que tomen un buen cariz, debido a que podrán intervenir.
La maternidad ya no está al alcance de Mina.
Se ha hecho demasiado mayor.
Tiene que aceptar esta vida, es algo inalterable.
Estas leyes, André, tienen que ser vividas por ella.
—¿Así que esa otra mujer vive un grado inferior de conciencia, Alcar?
—Pues está claro, ¿no?
Porque está violando otra vida.
También eso lo tendrá que enmendar aquel ser.
Así es como agrava su estado y, sin embargo: ¿no puedes imaginarte algo así?
Para ella Mina es una realidad de la vida.
Es decir, que por medio de Mina podrá regresar a la vida terrenal —como has podido observar— para disfrutarla con ella.
En su propio mundo reinan las tinieblas y el frío, y ese frío lo sintieron tanto Mina como todos esos inquilinos anteriores.
Es el llegar a ser uno con esa personalidad astral.
Y ese frío emana de la vida de esa alma.
Es la pobreza de espíritu su estado, que es sentido por la conciencia terrenal.
Por medio de Mina recibe luz, porque interiormente son solo una.
Así que reclama su parte, pero para Mina supone perder fuerzas y la vida del yo de la conciencia diurna.
Si sientes esto, tendrá que quedarte claro que este ser divide en dos la vida de Mina.
Y esa división es la causa de que a los órganos materiales les falte su alimento y vitalidad.
Cae por su propio peso que esto provoca un debilitamiento que queda patente.
Esto es todo, en el fondo.
Pero más tarde trataremos más en profundidad estas leyes, y entonces las vivirás desde nuestra vida y conciencia con respecto al ser humano terrenal.
Mina recibió protección.
Ocupó otra casa, pero tampoco allí pudo librarse de esta aura y fuerza, e incluso quiso regresar.
Albergaba pensamientos de que era ella misma quien había agravado su enfermedad.
Pero es la personalidad astral la que sigue teniéndola apresada.
Ahora interrumpiré este contacto o Mina permanecería toda su vida bajo esta influencia e incidencia.
No quedaría exenta de estas fuerzas hasta que no hubiera vencido su propio deseo por amor.
Pero ¿es posible eso?
¿Podremos liberarnos nosotros mismos de esta santidad?
Pero sí que significa ahora para Mina miseria y desgracias astrales, porque está amargada.
Le parece que su vida carece de sentido; porque quiere ser madre.
Será madre, pero ¡después de esta vida!
Porque Dios es amor y las leyes para la maternidad le obligarán a ello.
Pero para ello tiene que regresar a la tierra, y eso es posible.
Dios quiere que primero entre en armonía con su pasado.
Solo entonces será capaz de vivir la maternidad, sino volvería a sucumbir en su vida material.
—¿A tanta gente le es así de fatal el deseo por amor, maestro?
—No, hijo mío.
Si tenemos la sensibilidad de reaccionar ante él, los seres humanos nos encontraremos ante la creación y ante todos los milagros de Dios, que hemos de asimilar.
Es el amor por lo que vemos asegurado nuestro contacto.
Es por el amor, André, que llegamos al universo de nuestra vida y por medio de este a las leyes que determinan nuestra vida en la tierra y de este lado.
Si en cambio todavía no conocemos nuestro propio yo y por tanto todavía no estamos en armonía con estas leyes, que nosotros mismos hemos creado, entonces también estamos ante las fuerzas astrales, que tarde o temprano nos atacarán.
Así que tiene que quedarte claro que Mina no está preparada para poder recibir este amor.
—Y ¿otras personas, maestro?
—¿Pensabas, André, que haya un solo ser humano que pueda eludir eso?
Cuando te haya aclarado los grados de vida para la maternidad, podrás comprender mejor estas leyes.
Los seres humanos también podemos atravesar la demencia al vivir el amor.
No hay ni un solo ser humano en la tierra que no haya estado demente, como los muchos que lo están viviendo ahora.
Estos son los grados de la vida para el ser humano, y esos grados son materiales y espirituales, cósmicamente profundos y conscientes en lo divino.
Para poder obtener el grado espiritual, es decir: la conciencia para el amor, necesitamos al menos centenares de vidas.
Solo entonces podremos mantenernos firmes durante la experiencia de las leyes materiales y espirituales en la tierra.
Si Mina hubiera llegado a ese punto, este ser astral no habría sido capaz de adueñarse de su vida.
Ahora sí es posible.
Pero otras personas, hombres y mujeres, aún no han llegado a ese punto o ya habrían asimilado este estado consciente por las muchas vidas vividas.
Y ¡no hay ni una sola alma que se libre de ello!
—Así que ¿significa eso, maestro Alcar, que todos esos psicópatas y dementes aún no han llegado a ese punto?
—Eso lo has sentido muy bien, André, pero también en esto hay leyes astrales, de las que el ser humano terrenal no entiende nada, aunque ahora dominen la conciencia material.
Así que quien es todavía inconsciente está asimilando la conciencia terrenal.
Ese es el proceso de aprendizaje de cualquiera, de lo cual la ciencia, sin embargo, no sabe nada, y ante el cual por eso está impotente.
—Pero ¿tan mala es esta mujer, Alcar?
—Desde luego que no.
Quien desea tener amor no es una persona mala.
Cualquier animal quiere vivir amor, pero las leyes del amor las tenemos que comprender como seres humanos de la tierra.
Esta mujer se ha rebelado contra el amor por su dominación.
Tenía que haber aceptado esta vida, es decir: hasta el final natural.
Y ¿qué es lo que hace ahora?
Se pega como una lapa a la vida de Mina y destruye su conciencia diurna.
Ya solo por eso se sintoniza con los infiernos tenebrosos.
No es mala, pero tampoco está en armonía para entrar en una esfera de luz.
Ha sido engañada; su vida ha sido partida por la mitad y eso es algo que ese hombre tendrá que enmendar, naturalmente.
Pero es su propio deseo lo que la ha arruinado.
Y ahora quiere ver luz.
Tiene hambre y sed, y se arroja sobre Mina.
Por ella vuelve a vivir su existencia material.
Lo que Mina vive ella lo absorbe en su interior.
Ambas personalidades son una sola.
Puede hacer todo lo que le dé la gana, pero ahora se ha rebelado, está en disarmonía con las leyes divinas.
¡Está deshaciendo!
Roba lo que le pertenece a Mina.
Esto no es servir, es deshacer otra personalidad.
Ahora una cosa surge a partir de otra.
Si hubiera podido aceptar, entonces habría fallecido al poco tiempo y habría podido seguir, o bien de este lado, o bien en la tierra en una nueva vida.
Ahora yace aquí y clama por ayuda.
Nadie puede ayudarla.
Aun así, quiere vivir.
Se fue a pique por su amor, pero había tenido que aceptar su propia pena.
Si esta mujer hubiera podido ver detrás de su propio velo, créeme: se habría protegido a ella misma de esta miseria.
Ahora ha sucumbido en su pena.
Amaba, pero fue engañada, André.
Sin embargo, ¿es amor eso?
Su posesión material, su marido, la dejó y entonces ella se suicidó.
El amor verdadero lo que hace es servir y no rompe lazos; ¡ese amor no sucumbe!
Su conciencia tiene que despertar todavía para nuestra vida y para estas leyes.
Solo entonces actuará de otra manera, es decir: para bien.
Dios no quiso esto, es algo que el propio ser humano se impone.
Ella ha interrumpido su conexión con la tierra.
No hay quien pueda hacer algo por ella.
Ya conoces la vida de mi hermano Lantos.
(‘El ciclo del alma’)

Pues bien, André, también ella tiene que experimentar ahora las leyes de su vida, y solo después podrá seguir.
Primero tiene que dar pruebas de lo que quiere y de qué amor quiere, porque si no la otra vida la volverá a llevar a este estado.
Si volviera a sucumbir, estará de nuevo ante sus leyes de la vida, y solo hará la transición a un nivel de existencia superior cuando las haya vencido.
André comprende a su maestro.
Ahora sabe que este ser aún no está preparado para el amor más elevado.
Mina, por cierto, tampoco, y por eso puede ser atacada por otra personalidad.
Sin embargo, Mina puede esperar, de todas formas seguirá siendo ella misma.
Ella, a su vez, está mucho más avanzada que este espíritu.
Pero su propia vida sí que la condujo a este estado.
Mina vive ahora dentro de una gran interrogación, que es difícil de solucionar.
Pero el maestro Alcar la liberará de la misma.
El amor hace que la gente se estrelle, porque para el ser humano es el sentimiento que lo domina todo.
El maestro Alcar se aleja ahora de André.
Ve que su maestro desciende en la vida de esta mujer.
Aun así, sigue conectado con Alcar y puede seguir todo.
Siente lo que está haciendo su maestro.
Alcar la retira a su horrible existencia, lo que es necesario si Mina quiere poder sanarse.
Esta mujer no se da cuenta de lo que va a pasar, pero lo sabrá enseguida.
Ahora se oscurece la luz terrenal ante sus ojos y la oye clamar: “¿Por qué tengo que regresar a esas horribles tinieblas?
Que alguien se apiade de mí.
¿Hay alguien?
¿Alguien me oye?
¿Por qué vuelvo a sentir tanto frío?
¿Dónde está aquella que me devolvió la luz terrenal, que mitigó mi desgracia?”.
Los gemidos llegan hasta André.
Puede continuar siguiendo este proceso y todo le parece horrible.
Para preservar a Mina de la ruina total —según ve ahora—, este ser tiene que volver a su existencia inhumana.
Es aquí donde tiene que aguardar su propio final terrenal, y solo entonces podrá ir a donde ella quiera.
‘Ay, cómo es posible’, piensa André, ‘qué terrible’.
Cuando su maestro regresa a él, André ya no se atreve a hacerle preguntas.
Casi se desmaya de compasión.
Alcar dice:
—¿No es terrible que tenga que privarle de todo ese consuelo?
Pero ¿tiene derecho a destruir a otro ser humano?
¿Quién la arrojó a este estado?
Esto, André, son las leyes de la vida y la muerte.
Dios no podría consentir que ella arruine a Mina.
¡Pero ay de Mina si hubiera estado sintonizada con eso!
Entonces nosotros tampoco podríamos haber hecho nada.
Reconduciéndola a su propio mundo, o sea, a su sintonización espiritual, se interrumpe el contacto con Mina.
Si no me hubiera sido posible, Mina finalmente se habría visto abocada a su ruina, porque entonces habrían seguido estando conectadas.
Ahora se sentirá con el ánimo liberado y más ligero.
Cambiará su tensión arterial, desaparecerán su enorme hambre y sed, y su interior se hará más espacioso, porque podrá volver a vivir su propia vida.
Entonces volverá a vivir sola en su cuerpo material, en el que no hay espacio para dos almas.
Así hubo miles de personas que cayeron en manos de una personalidad astral, a las que hubo que encerrar.
Por supuesto que los medicamentos no sirven y la ciencia aún tiene que despertar para estas leyes humanas.
—¿Es esta la disolución humana por incidencia astral, maestro?
—Exacto, André.
—¿Puedo comparar este estado con la de los afectados por delirios religiosos, Alcar?
—Cuando al menos sientes que el delirio religioso se vive por influencia astral y que este estado es alcanzable por la propia voluntad.
Es decir, que alguien con sintonización espiritual puede disolverse por completo en la religión.
No existe ayuda para el delirio religioso terrenal, o sea para el material, el astral sí puede sanarse.
—¿Qué significa eso, maestro?
—Que el ser astral que se ha disuelto en la religión influye en el ser terrenal, tal como lo vivió Mina y lo vivieron miles de personas con ella.
Esa personalidad también se pega como una ventosa a la conciencia material y vive entonces la locura eclesiástica.
Estas vidas sí que son separables; las terrenalmente conscientes no lo son, porque son inalcanzables.
Porque este último estado surge por la debilidad del espíritu.
¿Lo comprendes, André?
—Sí, Alcar, me ha quedado claro.
¿Desaparecerá ahora la sensación de Mina de querer volver a esta vivienda?
—Esa necesidad irá disminuyendo desde este momento.
Ahora el contacto de Mina ha sido interrumpido.
Se recuperará de ello tranquilamente.
Cuando regrese a ti se lo podrás preguntar y tendrá que asentir a ello.
—Qué lástima para Mina que no se le pueda dar lo más elevado para la madre, maestro.
—De este lado, según ya te conté antes, no existe el “qué lástima”.
Tú lo has percibido: Mina tendrá que completar su vida en este estado.
Aquello para lo que ha recibido el cuerpo no lo obtendrá ahora, porque sus leyes del karma y las de causa y efecto dominan ahora su vida.
Este estado tiene que convencernos de las leyes divinas, de que los seres humanos tenemos en nuestras propias manos la dicha y la desdicha.
Mina pedirá alguna vez a Dios que se le dé el poderoso regalo.
Algún día vivirá este amor inmaculado y despertará por ello en el espíritu.
Le llegará una nueva vida.
Y la disfrutará plenamente, lo que hará más profunda su vida interior.
La fe y el amor tienen que dominar con sintonización espiritual, o interrumpiremos el contacto con Él, el Padre de todos nosotros.
Quien ha entrado en colisión con Dios tendrá que aceptar que las leyes entre la vida y la muerte le lanzarán el alto espiritual.
Pero de esto no se entiende nada en la tierra.
—Y ¿Mina se recuperará del todo?
—Lo que haremos es devolverla a la vida material normal.
Entonces será capaz de hacer algo con su vida, y quizá aún reciba amor, por el que además deberá estar agradecida.
—¿Ya no será posible una recaída, Alcar?
—Mina jamás volverá a olvidar el primer momento de todos.
Ese instante abrió una profunda brecha en su existencia, y eso es lo que ha fortalecido su capacidad de intuir y sondar de forma consciente.
Ahora ha aprendido muchísimo.
Cualquier depresión que se subsane de forma espiritual significa concienciación para la personalidad.
También para ella, porque ha tenido que aceptar la enfermedad, lo que tiene de anormal.
El ir elevándose a la altura espiritual en nuestra existencia por la pena y el dolor es la entrada en el yo elevado, André, y esto lo vivirá cualquiera, porque todo el mundo pertenece a la vida de Dios.
Es verdaderamente humano deambular por la tierra en nuestras leyes hechas por nosotros mismos.
Pero algún día tendremos que demoler nuestros pedestales.
Cuando queramos entrar en lo definitivo para la tierra, estaremos de inmediato ante la vida de este lado, y será una esfera en un infierno o un cielo.
—Quisiera, maestro Alcar, que escribiera más libros sobre esto, la gente debe saberlo.
—Ese tiempo también se aproxima, André, pero se lo encargaré a mis discípulos.
Entonces el otro lado analizará estas leyes, lo que permitirá que el ser terrenal entre en armonía con sí mismo y así con las leyes de Dios.
—¿Cuándo viviré las leyes para la demencia, Alcar?
—Te avisaré cuando hayamos llegado a ese punto.
André regresó con su maestro Alcar a su organismo y se despidió de él.
Este breve viaje había terminado.
En poco tiempo había acumulado mucha sabiduría.
Dos días después lo vino a ver Mina.
Él la vio cambiada; tenía la mirada más serena y ya no estaba estresada.
Mina había vuelto a dormir, según sintió, y su respiración ya no era tan irregular.
Recuperó la conciencia normal.
Se echó y durante el tratamiento se quedó dormida.
Cuando André terminó se despertó de golpe.
Ella dijo:
—Qué serenidad me ha entrado.
Hay que ver lo profundamente que he dormido, parece que han sido horas.
¿Cuánto tiempo ha durado este tratamiento?
—Un cuarto de hora, Mina.
—Es increíble, me siento completamente descansada.
Me pondré bien otra vez, ¿verdad?
—Pero ¿es que no lo sientes tú misma, Mina?
—No me atrevo a creerlo.
Pero aun así, ya me siento diferente.
Duermo mejor y puedo comer otra vez.
Para trabajar sí que estoy demasiado nerviosa todavía, aún no puedo actuar.
Me tiemblan las manos demasiado.
Cuando tomo una aguja entre los dedos vuelvo a soltarla en el acto, porque empiezo a tener la sensación de estar cargando con el mundo entero.
¿Puede imaginarse algo así?
Desgracias de las que antes no sabía nada.
Fui tan distinta.
¿Volveré a ser alguna vez como antes?
No me atrevo a pensar que algún día sí que volveré a curarme.
—Te pondrás bien.
—¿Puede contarme ya por qué me he puesto enferma?
—Un poco de paciencia, Mina, más adelante te explicaré todo.
Unos meses después Mina ha llegado a ese punto.
Su sistema nervioso estaba destruido, pero poco a poco André fue construyendo el organismo por medio del maestro Alcar, por lo que volvió a sentirse normal.
Preguntó a Mina:
—¿Ya estás convencida de que vas a recuperarte?
—Me siento estupendamente —dijo Mina—, pero ¿piensa usted que me atreveré a aceptarlo?
—Así habrá de ser, Mina, tienes que atreverte a vivir esta seguridad.
—Pero ¿sabe usted lo enferma que he estado?
—Conozco todas estas leyes, Mina, mi maestro me ha explicado claramente la causa de tu enfermedad.
—¿Puedo saber ahora todo?
—Ahora lo puedes saber todo.
¿Recuerdas todavía qué sentiste la primera vez que entraste a esas habitaciones?
—Eso no lo olvidaré nunca.
Tendría que haber escuchado esos sentimientos.
Pero ¿por qué lo pregunta?
—Estabas en manos de una suicida.

Mina no se asusta, sino que responde:

—Me lo creo sin dudar, ahora lo comprendo todo.
Allí nunca estaba sola.
También comprendo por qué todas esas otras personas quisieron mudarse tan pronto.
Pero eso no debería haber sido así, ¿no?
—¿Qué no debería haber sido así, Mina?
—Esa mujer tendría que haberme dejado en paz.
Cielos, tendría que habérmelo imaginado.
—Y entonces ¿qué?
—Y entonces ¿qué?
Yo le habría dicho con honestidad que no debería haber estado atormentándome.
—Esa mujer no te atormentaba, Mina.
—Entonces ¿qué hacía?
¿Esto no le parece un tormento?
Casi me mata.
Y ¿qué es lo que esa mujer quería de mí?
André le habla de todas las leyes entre la vida y la muerte, que su maestro le concedió vivir a él.
Mina dijo:
—Vaya, ¿así fue?
Ahora comprendo por qué no era posible que todos esos medicamentos surtieran efecto.
Y aun así, ¡qué pobre infeliz es ella!
Me inspira pena.
Bien puedo estar agradecido al cielo.
Entonces Mina quiso leer los libros de André.
Quería saber más de todas estas leyes, que ella misma había vivido.
A André le dice:

—¿Cómo aguantas todo eso?
¡Eso no es para mí, yo no lo soportaría!
Mina se va y le está profundamente agradecida.
No sabe qué hacer por André.
Pero no lo olvidará.
Ha vuelto a reír y es capaz de trabajar de nuevo.
Se siente completamente normal.
Y André dio las gracias a Dios por toda la sabiduría recibida.
Mina despertará al amor y solo entonces se le concederá vivir lo más sagrado de todo.
André reflexionó sobre todas estas cosas.
Estuvo viviendo durante días las leyes de Mina, y así consiguió una conciencia diferente, más amplia.
Qué sencillo era todo en realidad.
Estos enfermos eran inescrutables e insondables para los médicos, y sin embargo, si tan solo supieran aceptar la vida después de la muerte, se encontrarían también ellos ante estas verdades increíbles y podrían ver detrás del velo las leyes del karma y de la causa y el efecto del ser humano.
Qué bendición sería esto para la humanidad.
Pensó en el psiquiatra que había venido a visitarlo tiempo atrás.
Él también se encontraba impotente ante sus enfermos, y a André se le concedió convencerlo de estas sagradas leyes y fuerzas.
Pero estos pocos volvían a ser objeto de burla por parte de sus colegas.
La criatura docta, inconsciente, terrenal, aún tenía que despertar.
¿Cuándo irán de la mano el otro lado y la conciencia terrenal?
Gracias a su maestro se sentía capacitado para dar clases universitarias a estos caballeros.
‘Pero, miren’, les lanzaba mentalmente, ‘¿no hay nada que esté cambiando en sus vidas?
Para ustedes, ¿la muerte sigue estando de vigor?
Intúyanla y se verán ante los eternos poderes y fuerzas de Dios, que es Amor, inconmensurable, espacialmente consciente.
¿Por qué daría Su luz vital a criaturas insignificantes?
¡Ha de despertar lo divino en el ser humano!
Y ¿después?
Escuchen los bellos cánticos de los ángeles, de las personas de la tierra que partieron.
¡Viven!
Pero André no tenía mucho tiempo para estar pensando.
No tardó en encontrarse ante nuevos problemas espirituales, con los que su maestro lo hizo uno y de los que André llegaría a conocer las leyes.