¿Se volverá demente mi hijo?

Joop es hijo de un amigo de André y tiene que ir a cumplir el servicio militar.
Sus padres quieren colocarlo de administrativo y a Joop eso le va.
Se marcha, pero poco tiempo después sus padres se enteran de que no está bien.
Les extraña, porque Joop nunca ha estado enfermo y ahora de pronto está estresado.
Su padre va a ver a André.
Al entrar dice:
—Creo que necesito tu ayuda, porque Joop no está bien.
—¿Qué le pasa a tu chico? —pregunta André con interés.
—Todavía no lo sé todo, pero tiene una baja médica y eso no me convence.
Escribe que está estresado y eso no es nada para él.
No deja de vivir su vidorra, habla poco y está ensimismado; nada le altera.
Y ¿ahora estaría de pronto enfermo?
No entiendo nada.
¿Qué te parece a ti?
He traído una foto de él, quizá veas algo.
André observa la foto.
Sintoniza con su maestro y poco después oye:
—Está algo estresado; toca esperar.
Su amigo se va, pero no tarda en volver.
El hombre está preocupado.
Empieza a hablar de inmediato:
—Me está entrando miedo, André.
—¿Por qué tienes miedo, Joop?
—No directamente por él, aunque tenga que ver con él, sino por el hecho de que en nuestra familia hubo personas dementes.
—Vaya, y ¿ahora piensas que él también se va a volver demente?
—Eso es.
Me preocupo, y mi mujer también, porque esto no está bien.
Sabemos cómo es.
—¿Quieres que te diga una cosa?
Tendría que haber estado respirando aire fresco.
Tenías que haber metido a ese muchacho en la tropa.
—Entiendo, pero ahora ya no se puede hacer nada, y él no quiere cambiar.
Pero a mí esto no me deja tranquilo y me quita el sueño.
—Pero ¿es que te escribió lo grave que es la situación?
—Rara vez escribe, y cuando lo hace no son más que unas palabras.
Solo escribe que no se siente bien.
Pero ¿a qué se debe? (—pregunta).
El maestro Alcar vuelve a decir, sin embargo, que tiene que esperar, y André transmite el mensaje a su amigo.
Pero este insiste y pregunta:
—¿De verdad que no puedes hacer nada por él, André?
—Mi maestro dice: todavía no, solo cuando esté aquí.
Además, tiene ayuda allí, ¿no?
—¿Así que no hace falta que me preocupe?
—No, porque todavía no se trata de una enfermedad grave.
—Pero sí que me das miedo con tu “todavía”.
¿Puede enfermar más entonces?
—Tienes que aguardar.

El hombre se va, pero después de una semana vuelve.
Lo apabullan las preocupaciones y está cabizbajo.
—¿Preocupado? —comienza diciéndole André.
—Joop todavía no está bien y sigue estresado.
No entiendo nada.
Estamos preocupados.
André sintoniza con su maestro y pregunta:
—¿Puede darme un mensaje para él, Alcar?
Un poco después oye:

—Iré a él e investigaré qué es.

Mientras tanto, André charla un poco con su amigo y le da fuerza.
‘No es una personalidad fuerte’, piensa André.
Ahora que se avecinan preocupaciones se derrumba y en el fondo todavía no pasa nada.
¡Hay que ver cómo es la gente, creando desgracias sin necesidad!
Entonces ¿qué pasará cuando sí haya de verdad preocupaciones graves y tenga que demostrar de lo que es capaz?
Bien está que los padres quieran a sus hijos.
Pero esto es debilidad.
Ahora oye decir a su maestro:
—Dile, André, que su hijo está rebelándose contra sí mismo.
Eso es lo que le provoca estrés, pero tu amigo aún no tiene que preocuparse.
—¿Otra vez ese “aún no tiene que preocuparse”?
Así qué ¿va a haber algo?
André responde:

—No tienes que buscar siempre otro sentido a mis palabras; lo que tienes que hacer es aguardar.
—Pero ¿por qué dices “aún no”?
—Yo no he dicho eso, son las palabras de mi maestro.
No tienes que tomarte todo tan a la tremenda, y deberías poder encajar algo más.
—Así que ¿no es nada serio?
—Mira lo que te voy a decir, estimado.
Escucha bien.
Mi maestro dice: “Tu hijo anda así, quiere aprender y ahora eso no es posible.
Los estudios que quiere seguir lo oprimen.
Lo quiere de golpe y eso es imposible.
Quiere mostrar de lo que es capaz, pero eso lo supera, con el resultado de que sucumba.
La materia lo está estresando y no es capaz de soportar esos estímulos.
Quiere adelantar a los demás, pero eso le va a ser fatal.
Si no se da cuenta a tiempo de que así no tiene que hacerlo, va a tener un complejo de inferioridad y entonces se derrumbará irrevocablemente.
—Sí que me estás dando miedo.
—A ver si dejas de estar ya con miedos, porque ya no eres un niño pequeño.
Joop tiene que inclinar la cabeza.
Si no es capaz de hacerlo, se hundirá en sus propias profundidades, pero eso no quiere decir que vaya a enloquecer.
—Y ¿cómo estás tan seguro de eso?
—Lo garantizo con mi propia vida.
—Eso cambia las cosas bastante, pero...
—Esos “peros” tuyos los conozco.
Cuanto antes se estrelle contra sí mismo, mejor para él.
Te lo repito, amigo mío: si no quiere inclinar la cabeza, tengo mis dudas.
—¿Qué dudas tienes?
—Entonces tendrá que demostrar lo que de verdad quiere.
¿Es que no lo comprendes?
Y si no es capaz de ello, ya oirás algo de tu Joop.
El hombre está sentado hecho un ovillo, como si alguien lo hubiera pegado, como si tuviera que cargar con el dolor de todo el mundo.
André deja que cavile un poco y luego dice:
—Te contaré algo que te va a servir.
Lo recibo de mi líder espiritual.
Parecerá duro para ti y tu mujer si te digo que tu hijo ha de estrellarse, pero en el fondo no lo es.
Porque si no lo hace ahora, más tarde de todas formas se encontrará ante estas leyes y entonces estas lo podrán destruir a fondo.
Ahora puede vencer todavía esa sacudida.
Cuando tenga más edad se derrumbará mentalmente, y además físicamente.
¿Acaso no te das cuenta de que en el fondo lo trastorna su propia soberbia?
Está poniendo el listón demasiado alto, y ¡eso no es posible!
Hay más personas que hacen eso, pero tarde o temprano recaen y entonces tienen que aceptar su propia personalidad.
Joop tiene suficiente sentimiento para aprender, pero lo hace mal.
A eso se añade que esta materia no agrada.
Tenía que haberse hecho un soldadito sin más.
Quiere aprender ahora lo que no puede.
Y aunque tú pienses que tiene la capacidad para ello, mi maestro dice que no.
Conoces a tu hijo, pero yo también.
—En el colegio siempre era el número uno.
Los chicos acudían a él con sus problemas.
—Es posible, pero estos problemas han adquirido un significado muy diferente para su vida.
Ahora no es el número uno.
Si no es capaz de aceptarlo, entonces su personalidad de la conciencia diurna se blindará contra sus sentimientos y se retirará.
—¿A dónde?
—¿A dónde?
A lo inconmensurable de nuestro espacio.
—Vaya, casi nada.
—Así es.
Y no es moco de pavo.
Quizá lleguemos hasta ese punto y entonces te responderé.
Ahora no es posible, porque mi maestro no da ni un solo paso más allá de donde se manifiesten los problemas.
Quizá podamos seguir hablando más tarde.
Pero ahora he de decirte que él no es apto para esos estudios.
Si no es capaz de inclinar la cabeza, entonces se agravará su estado, pero te añado que no se volverá demente.
Estas son las palabras de mi maestro.
—Y ¿ahora qué?
—Nada, tienes que esperar.
Y recuerda también que además tienes que pensar en ti mismo.
Primero tienes que aceptar lo que te digo, antes de que puedas recibir, de lo contrario esto no te saldrá bien.
Entonces tendrás que valerte por ti mismo, porque no te podré ayudar.
A fin de cuentas, ya no es un niño.
Puedes amar a tu hijo, pero que eso no te destruya.
¿Es eso de lo que se trata?
¿Ya tienen (tenéis) que sucumbir de antemano y volverse (volveros) dementes por nada?
Dejarse ir de esa manera es desintegración material y además mental.
¡Enfermarán (enfermaréis) y Joop mejorará!
Se fue su amigo, aplastado por las preocupaciones.
Preocupaciones como ni siquiera conocía su propio hijo.
‘¿A dónde te conduce tu camino?’, pensó André.
A la miseria creada por uno mismo.
¿A qué miseria?
A la de pedir ser apaleado.
André conocía esta personalidad y también la de su hijo.
Estaba deseando que se le concediera dar algo de la conciencia elevada a estas dos personas.
Quizá entonces despertarían y podrían empezar conscientemente esta vida, que era hermosa, sin duda.
Ahora no vivían nada, eran muertos en vida, ¡eso es al menos lo que demostraba este padre!
Si su maestro lo deseaba, haría una preciosa escultura de este acontecimiento, porque esos recursos los tenía al alcance de la mano.
Quería quitar trozos a hachazos, para que les pasaran volando a él y a otros que tenían que ver con esta vida.
Y cuando estuviera acaba la escultura, podrían contemplarla y otorgarle un sitio en su seno, amarla todo lo que quisieran, porque eso valía entonces la pena.
Eran hijos de Dios, pero aún tenían mucho que aprender.
Ahora esta gente estaba ante la sabiduría vital de su Padre, de la que sin embargo no entendían nada.
Primero tenían que demostrar lo que en realidad querían poseer en la tierra.
Cuando regresó su amigo, ya empezó a lamentarse nada más entrar.

—Sigue enfermo.
No llega a haber cambios.
Comprenderás que es algo que nos afecta y que nos inquieta, ¿verdad?
‘Y ¿ahora qué?’, pensó André.
Sondó esta vida interior, porque quería sentir y saber si sus preocupaciones no eran precipitadas.
André siguió su irradiación espiritual, en la que también podía percibir y constatar el dolor y la pena de esta personalidad.
Podía ver que apenas había habido cambios.
Su hijo estaba enfermo y no se sentía en condiciones de trabajar, pero eso no significaba que también fuera a morir.
No había cuestión de demencia.
Esa seguridad ya la había recibido por su maestro, y podía confiar en ella.
¡El maestro Alcar no se equivocaba!
Pero tenía que dar una respuesta al padre de Joop y dijo:
—¿Es que no sientes que ya no es un niño?
¿Crees que además puedes seguir haciendo de padre para él?
Ya no eras capaz de hacerlo ni en casa, entonces ¿ahora qué?
Claro, es tu hijo, pero ¿qué te dije?
¿Es necesario que se destrocen (os destrocéis)?
¿Es eso lo que te quita el sueño?
¡Deberían avergonzarse (deberíais avergonzaros)!
¿No hay otra cosa en la que puedas pensar?
¿Qué hace una madre cuando ve que su hijo va corriendo una y otra vez hacia la estufa que está al rojo vivo?
Algún día el hijo se encontrará ante los hechos verdaderos y entonces se acabará de golpe, partiendo de que hay suficiente personalidad, porque para los psicópatas estas experiencias carecen de significado.
—¿A dónde quieres llegar?
—Quiero sacudirte y despertarte, amigo mío, o todavía te estrellarás, y eso es algo que quisiera evitar ante todo.
Sigue mereciendo la pena dar a la gente una conciencia más elevada y para eso hago lo que haga falta.
Tú, en cambio, eres algo demasiado abstruso, estás demasiado preocupado —eso está mejor dicho—, ya me entenderás.
Tu hijo tiene que aprender esta lección.
Que Joop se queme ahora los dedos, luego volverá a chocarse con su estufita, pero ¡entonces arderá a tope!
Entonces estará ante grandes problemas, con los que sin embargo no sabe qué hacer.
Y aun así no ocurren accidentes.
Te digo por última vez: no se va a volver demente.
Ese es tu miedo, padre, a mí no me vas a engañar.
Pero ¡te extenúas a ti mismo!
Y eso tengo que intentar evitarlo.
Si no lo consigo, entonces todos tendrán (tendréis) que aceptar esta miseria.
Ahora nadie está en condiciones de ayudarte, porque ¡buscas la desgracia!
Aunque toda tu familia fuera inconsciente, tuviera tendencia psicopática, ¡él no tiene esos rasgos!
¡No están en él!
¿Estás ahora contento y un poco más tranquilo?
—¿Cómo estás tan seguro de eso?
¿Es que lo conoces a él mejor que nosotros?
—Al parecer, sí, porque veo más profundamente en su vida y en su carácter de lo que eres capaz tú, aunque seas su padre.
Conozco las leyes de la personalidad, no solo para este mundo, sino también para las de la inconmensurabilidad de las que hablé y ante las que se verá, pero en las que él mismo se puede perder.
—Destruyes todo a la misma velocidad con que lo construyes.
Dicho de otra manera: lo que ahora me das como apoyo, me lo quitas un poco después, y entonces estoy entre dos mundos.
¿Ahora qué?
André sonríe y le responde.
El juego del gato y el ratón ha empezado.
Está conectado, y siendo uno con su maestro se siente capaz de acoger esta vida.
Los pedazos de esta personalidad ya vuelan por la habitación, pero esta no lo ve, no lo siente.
Su amigo es apático, está en vías de asimilar un complejo de inferioridad y quiere soportar lo que le toca soportar a otro.
Pero ¡su hijo tiene que vivir esta ley!
Llega la respuesta; se la transmitirá claramente.
—Yo no destruyo, estimado.
En lo que estoy es en abrirte a verdades más elevadas, cuestiones vitales más elevadas, que te alegrarán la vida, siempre que las quieras aceptar.
Meter la cabeza en la arena como un avestruz no es bueno para los seres humanos.
La mayor parte de tu cuerpo seguirá estando visible y se verá alcanzada de todas formas, o ¿quieres ir por la vida alicaído?
¿Tiene que empobrecerse tu vida interior?
¿Eres un padre de familia?
¿Trabajas como un burro? ¿Eres un hombre que piensa, siente y ve lo que pasará en la sociedad?
Estás aplicándote la política del avestruz.
Pero entonces tu sitio es en la jungla, no aquí.
Ahora tienes todavía una sintonización más baja y aún tienes que despertar a lo conscientemente humano en tu interior.
Tranquilo, todavía no he concluido, luego podrás hacer más preguntas.
Construyo, pero te quito lo que no comprendes.
Sientes de vez en cuando que continúo.
Entonces estamos ante nuevos aspectos que ayer aún, intactos, llenaban la vida de tu chico, dice mi maestro.
Pero él no sabe qué hacer con eso, o ya actuaría de otra forma.
Significa que estamos desvelando estos fenómenos, pero, eso sí, por medio de la ayuda de mi maestro, porque nosotros mismos somos incapaces de ello.
¿O te pareció terrenal lo que se me concedió darte la primera vez, cuando mi maestro dijo: “Me conectaré con él, un momento por favor”?
Sobre esto no has pensado.
Y sin embargo es algo sobrenatural, porque nosotros no somos capaces de ello.
Mi maestro sabe desplazarse, hacerse uno con el alma, aunque esta viva en otros países y esté muy alejada de este lugar.
Conoces mis libros, así que puedes comprenderlo.
De esta forma puedo demostrarte que no piensas.
Tu modo de actuar es infantil, es inconsciente, porque siempre me vuelves a preguntar lo mismo.
¿Tan incomprensible es que tenga que colocarte una y otra vez ante otros problemas si quiero sacarte de esta miseria?
Pero tú no lo sientes.
Tú continúas, piensas en familiares dementes y ya ves a Joop en este estado.
No avanzas ni un paso, no eres capaz de aceptar lo que digo y lo que he recibido para ti.
De ese modo no es posible alcanzarte.
Ahora dices que primero te lo doy todo y que luego te lo vuelvo a quitar.
¿Es cierto eso?
Tienes que sacar tus antenas de forma más consciente.
Lo peor es que eres como un niño pequeño, pero que quieres actuar como un adulto hecho y derecho.
Pero ya no eres ese niño.
Ciertamente, vives rodeado de las leyes del yo no adulto, y acabas de dejar a las espaldas los años de la pubertad espiritual.
¿No es así?
Oscilas entre muchos rasgos de carácter, querido, y ahora los contemplas como si fueran fantasmas, que te dan miedo como si fueras un niño.
—Pero tú ocultas algo.
—Nada, te digo, yo también tengo que aguardar.
Por cierto, ¿tan enfermo está Joop?
Y aun así, ¿qué más da que se hunda más?
No te dije, que..., pero si es que lo sabes, ¿no?
No es susceptible para la demencia.
Su personalidad no está abierta a ella.
Todavía es demasiado cerrado, en el fondo está cerrado a cal y canto a estas leyes, y es por eso que no se le puede alcanzar desde el mundo astral.
¿Te has tranquilizado ahora?
¿O tengo que metértelo a golpes en el alma?
¿Que si lo conozco mejor?
¡Sí!
Lo veo de otra manera, como ustedes (vosotros) jamás lo han (habéis) visto.
O ¿quieres poner eso también en duda?
¿Tengo que contarte que no te conoces a ti mismo?
Tu hijo vive justamente fuera de ese grado de sentimiento.
Si fuera más sensible, si en él estuviera presente la sensibilidad mediúmnica —¿lo oyes?—, entonces estaría abierto a la incidencia o influencia astrales.
Pero a él la faltan precisamente esas fuerzas y no son perceptibles en él.
Otras muchas personas de esta tierra sí las tienen, pero ¡él no!
Lo que esté bien o mal no significa nada ahora.
¿A qué personas hay que envidiar ahora? ¿Las insensibles o las sensibles?
O sea, ¿las que aún están ante la demencia o el otro tipo, que ahora está poseída?
A esto no podrás responder, pero quizá aún alcancemos ese punto y lo llegues a conocer.
Te digo: a veces los dementes están más avanzados que quienes piensan que tienen conciencia, aunque esta gente represente una tarea espléndida en nuestra sociedad.
—Pero ¿a dónde quieres llevarme ahora?
—A la concienciación astral de cada personalidad.
Y aquella atraviesa los grados de vida dementes, dice mi maestro, y ¡ni un alma puede eludir eso!
Te advierto: te estás destruyendo a ti mismo.
Las leyes nos dicen: quien no quiera, que sienta entonces.
Créeme, te parecerá duro, pero de todas formas: así está bien.
¡Y tú tampoco puedes escaparte a eso!
También tú y tu mujer tendrán (tendréis) que inclinar la cabeza ante esa sabiduría vital, y despertar, porque la vida continúa.
Tres semanas después el amigo de André le cuenta que su hijo ha vuelto a escribir y que en el fondo lo ha superado.
El hombre es feliz otra vez.
—Bien —dice André—, pues ya puedes volver a respirar.

Pero tres días después su hijo se derrumba y su padre vuelve a pedir ayuda a André.
Ahora ¿qué?
Y otra vez André vuelve machacarle al hombre que duda:
—¿No te dije que tenía que inclinar la cabeza?
Parece que todavía no le apetece nada, pero para ustedes (vosotros) es terrible, porque es su (vuestro) hijo.
Te digo de una vez para siempre: ¡no va a volverse loco!
Tú no puedes hacer nada, tu mujer tampoco.
Yo también estoy todavía impotente.
Quiere valerse por sí mismo.
Bien, es posible, y a veces, necesario.
Pero ahora no, porque le toca aceptar estas leyes.
Tiene que... inclinarse, porque este estudio no le va.
Ahora es inclinarse o reventar.
Todavía no se inclinará, pero ¡eso ya vendrá!
Tu hijo es así y has de aceptarlo.
Ahora lo ves, los padres no tienen contacto con sus hijos.
Podríamos tratar numerosos problemas, cuyas leyes han determinado tu vida, problemas suyos, de tu mujer y también de tu novia.
Pero no fuiste un compañero para Joop, porque no te conoces.
Ahora no tienes contacto con él, ni lo tendrás jamás.
Para ello te falta la sensibilidad necesaria, y también para esta tiene que despertar todavía tu personalidad.
No puedes hacer nada, tampoco es tu culpa, pero ¡son leyes!
Ahora te digo, no le pasa nada, pero esa “nada” la convierten (convertís) en una gran enfermedad.
Tenemos que aguardar y para él es un aprendizaje.
—¿Qué quieres decir con que no soy un compañero para él?
—¿No lo entiendes?
Está claro como el agua, pero una vez más: tienes que intuirlo.
Te añado: aún está pendiente de desarrollarse el grado de vida para los sentimientos humanos, al menos los paternales de cara a los hijos.
Es decir: los padres no son padres.
O ¿pensabas que por jugar a ser padres ya eras capaz de poder acoger el alma y la personalidad de tu hijo?
Lo padres no conocen a sus hijos, y estos pasan de ellos, porque estos los mandan y quieren hacer valer su propia autoridad.
Y ahora lo que sucede son los tropiezos contra los rasgos de carácter adquiridos, y surgen profundos abismos, que no se pueden salvar con ningún puente.
Los padres y los hijos desconocen sus respectivas profundidades y no entienden para qué viven en realidad.
Los unos forman para los otros un escollo humano.
Y ahora se meten hachazos, pero para Dios y el espacio astral no hay hachazos que dar.
Cada personalidad conoce las propias leyes vitales y el grado de vida según los cuales hay que actuar.
Ahora carece de significado el “ser padre y madre”, porque los caracteres no se corresponden.
Hay una falta de amor.
Ahora los padres y los hijos se encuentran ante grandes problemas.
¿Qué hacer ahora?
Los padres con conciencia cósmica acogen a sus hijos.
El padre se conecta con sus hijos y es un compañero de verdad para ellos.
Cuando el hijo lo siente, se aproxima más y más a la autoridad paterna y entonces los padres descienden en sus hijos, y viceversa.
Claro, esto solo es posible cuando en el hijo hay ese amor.
Los psicópatas no son alcanzables, pero es que de eso no estamos hablando.
Una vez establecido el contacto, o sea que se ha animado el sustrato fundamental, entonces el padre es un compañerito para su hijo y va elevando a este poco a poco en su propia vida.
El niño ha sido sacudido y despertado al amor, y así actuará.
Para alcanzar esto tienes que seguir en el fondo una formación psicológica para estar listo para esta vida, para vivir la alegría de tu propio desarrollo y para cumplir de lleno con el objetivo de esta vida en la tierra.
Los futuros padres llegarán a conocer todas estas leyes, dice mi maestro, y solo entonces se podrán evitar muchas calamidades, porque la tarea paternal tiene una sintonización cósmica y es tan profunda como el espacio; porque ¡esta conecta a los padres y al hijo con la vida y la muerte!
Con esto tendrás que apañarte de momento.
Medítalo y despertarás.
‘¿Dónde está tu sentimiento?’, piensa André, cuando su amigo ya se ha ido.
‘¿O no te dice nada en tu interior? ¿No albergas nada más que miseria?
¿Estás afanado en atraer muchas desgracias por medio del mundo astral inconsciente?’.
Pero no ha sido capaz de percibir esas fuerzas en él; su amigo está libre de influencias astrales.
Aun así, ¡esa influencia también podría haber estado presente!
Tiene que seguir numerosas posibilidades y analizarlas por medio de su maestro si quiere poder ayudarlo, y si quiere conseguir que estas horas supongan desarrollo para su amigo y su mujer.
Pero quien busca miseria, miseria atrae.
¡Es una ley!
Quien busca el mal, se topará con las tinieblas.
Quien anhela desgracias, no puede abrirse a la luz del sol.
Estos seres experimentan las tinieblas creadas por ellos mismos y viven como topos bajo la tierra, aunque sean seres humanos.
Estas personas atraen el dolor, anhelan ser golpeadas, porque no son capaces de aceptar.
Tienen miedo, según siente André, miedo a la enfermedad y la miseria, y no comprenden que sus hijos tienen que vivir su propia vida.
¿Son leyes del karma?
¿Causa y efecto?
Sea como fuere, el maestro Alcar dice: ¡Demencia, no!
Cuando unos días después André encuentra a su amigo jadeando en la puerta, donde lo recibe, este se sienta y pregunta:
—¿No ves todo demasiado a la ligera, André?
La mujer de André también creyó tener que hacerle esta pregunta, ahora que su amigo ha pensado poder relajar algo su sistema nervioso sobrecargado hablando sobre su hijo.
André está listo y responde:
—No tienen (tenéis) fe.
Ni sentimiento.
Son (sois) personas que actúan (actuáis) por su (vuestra) cuenta.
¿No es entonces posible desprenderse de todo un momento?
Hay que inclinar la cabeza ante Dios.
¿O piensas que Dios quiere castigar a tu hijo?
En lo que vive Joop, y bajo lo que vive, son sus propias leyes, y eso tiene que ver exclusivamente con su personalidad, porque ¡Dios no castiga!
Tienes que ser capaz de decir: ¡Que se haga Tu voluntad!
Pero aún no puedes hacerlo.
Tienes que aprender a hacerlo, sin embargo.
¡Tienes que desprenderte de tu hijo!
¡Joop tiene que vivir por su propia cuenta!
Lo que está destinado a él no es tuyo.
Y eso ya no es amar, sino desintegración.
Veo su enfermedad, la siento, y desde el mundo astral llega la palabra, el diagnóstico, a mi vida.
Te he transmitido esa verdad, pero eres demasiado insensible para ella.
Tienes que aprender a aceptar.
Tu hijo es más fuerte que tú, vivirá más cosas de las que tú eres capaz, y luego será consciente.
Tu vida está detenida ahora, mientras que la de él prosigue, avanzando y elevándose, hasta que sepa cómo debe ser.
Y en eso está ahora.
Está despertando.
Y ¿de él piensan que se está volviendo demente?
¡No es una enfermedad!
Solo es autosugestión, y ahora ha ido a parar a un estado de apatía.
Vive en un tanto por ciento por debajo de su yo de la conciencia diurna, eso es todo.
Pero este estado es temporal.
Su amigo dice:

—¿Sabes que ahora está fatal?
Ya no es capaz de pensar.
Cielos, ¿qué podemos hacer ahora?
—¿Te escribió?
—Se comunicaron con nosotros, él mismo no es capaz de hacerlo.
¿Mantienes que no se volverá demente?
—Si lo tuviera aquí —pero eso ahora no es posible— estaría curado en tres meses.
—¿Cómo dices?
—Entonces se curaría tu hijo en tres meses.
—Pero ¿por qué no lo traemos aquí?
—Ya veo que tú no has hecho el servicio militar.
No es posible, porque allí no lo dejarán marchar así como así.
Hace falta mucho más para que te den de baja.
—Pero soy su padre, ¿no?
—Ahora tu paternidad no significa nada, buen hombre.
—Entonces ¿qué?
¿Tenemos que dar nuestro visto bueno de que muera allí, y ya?
—Vamos, vamos, menos pesimismo.
Vuelves a pasarte.
Allí también tiene ayuda de sobra; hacen todo por él.
Puede recibir la mejor ayuda, hasta el oficial más alto de sanidad.
¿Qué escribieron?
—Ya no puede pensar, él mismo no es capaz.
¿Qué tenemos que hacer ahora?
¿De verdad que no puedes hacer nada por él a estas alturas?
Pronto será demasiado tarde, André.
—Para él nunca es demasiado tarde, amigo mío.
Esto también tienes que aceptarlo.
Dentro de poco llegará al límite y entonces este proceso se detendrá.
Hundirse más no es una opción para él.
Así que ese es su estado, que sin embargo solo es aplicable a su carácter, porque este derrumbamiento es diferente para cualquiera.
Así que una caída más profunda es imposible.
Ya lo vivirás más adelante.
Tu siguiente pregunta es algo muy diferente, a su vez, pero aun así tiene que ver con la primera.
Porque preguntas si es posible ayudarlo.
La respuesta es: ¡sí y no!
El “sí” toca muchas posibilidades, al menos para él; el “no” nos conduce a la profundidad de su vida interior, a su personalidad y a numeras cuestiones vitales que ahora todavía no significan nada para él, pero luego sin duda sí.
Ahora quisiera decirte: ¡déjalo donde está!
Deja que viva estas posibilidades, no se las quites.
Deja que Joop se queme ahora los dedos y le harás un favor.
Claro, te parecerá que me estoy pasando de la raya, ¿verdad que sí?
Aun así, acepta lo que dice mi maestro, acuéstate tranquilamente y despréndete de esto.
—¿Así que nos resignamos a ver cómo enloquece?
—Si vuelves a decir una vez esta palabra, te echo.
Y si crees poder ser sarcástico, te has equivocado de destinatario, porque también el otro lado sabe qué hacer con esto.
Pero ¡para nosotros es de una sagrada seriedad!
Nosotros representamos los intereses de tu vida y de tu hijo, y además con una fuerza astral, según un amor del que esta humanidad no entiende nada.
No puedo ponerte patas arriba y ver lo que hay en ti, y tampoco es la intención, pero ahora tienes que empezar a aceptar.
¡Tu hijo va a me-jo-rar!
¿Te vale así?
—¿Allí?
—No, allí no, porque los señores médicos no lo conocen y aún menos su enfermedad.
—¿Cómo sabes con tanta seguridad, André, que no va a volverse demente?
Tendrás una razón para pensar eso, ¿no?
—Hombre, por Dios, ¿cuándo vas a hacerte adulto?

Es el maestro Alcar que transmite la palabra a André para continuar, para que esta personalidad despierte.
André añade:
—La razón por la que sé que tu hijo no se volverá demente ya te la he dicho varias veces, pero tu conciencia sigue sin darse cuenta.
Si quieres saber algo más sobre eso, intenta entonces seguirme ahora.
Deja tus preocupaciones por un instante de lado e intenta escuchar.
Intuye sobre todo adónde vamos ahora, o volveré a hablar en vano.
Tu hijo no está enfermo.
Es un ser humano normal.
Pero si me pidieras traerlo ya ahora a casa, y si se te ofreciera esa posibilidad, te aconsejaría que no lo hicieras.
Es imprescindible ahora que reciba su lección de vida.
Si lo privas de esta oportunidad, estará tarde o temprano de nuevo ante estas leyes, ante estos rasgos del carácter, de los que de todas formas no va a poder escapar.
Le provocarías una doble desgracia, y no se trata de eso.
Mi maestro dice por tanto: ¡Déjalo hacer!
¡No está enfermo!
Es mejor de lo que piensas y es normal, tanto física como espiritualmente.
Ha descendido en un tanto por ciento por debajo de su conciencia diurna, y no hay más.
El amigo de André se queda pensando, pero luego viene con otro problema y pregunta:
—¿No es una vergüenza que mi hija haga como si nada pasara?
—Hombre, exageras, y mucho —reacciona André—; ¿tiene que destruirse tu niña igual que lo hacen ustedes (hacéis vosotros)?
¿Tiene que destruirse a sí misma y seguir llorando día y noche por su hermanito?
Esta chica tiene otro carácter.
Experimenta la vida de una manera que tú no sabes, pero eso no significa por tanto que no viva también la enfermedad de su hermano.
Te contaré algo que viví uno de estos días.
Una familia lleva al cabeza de familia al cementerio.
Muchos están tristes y echan de menos a su padre, mucho.
Pero hay un chico entre ellos que no deja de sonreír.
Después, la madre quiere saber de mí si su hijo es tan insensible.
El muchacho vive la muerte de su padre como si la cosa no fuera con él.
Los demás están alterados, pero él no, y en apariencia sigue siendo él mismo.
Pero dos semanas después se derrumba y la situación es tan grave que hay que llamar a un médico.
Ahora el chico está completamente roto.
¿Era este chico duro o insensible?
No; solo que vivió la partida de otra manera.
Su madre se dio cuenta ahora de cómo era su hijo y le entró un sagrado respeto por sus sentimientos y pensamientos.
Habló con su madre y pudo dejarle claro que su padre no está muerto.
Para él era un acontecimiento material, común y corriente.
Pero cuando empezó a sentir su ausencia —comprendía a su padre a la perfección y tenía un maravilloso contacto con él— se hundió.
Este chico tiene una fe maravillosa y es fuerte, pero vivió todo de una manera más intensa que todos los demás hijos.
Su amigo se queda reflexionando un poco, y dice después:
—Pero mi hija no es tan creyente.
—Es que esto no tiene nada que ver con la fe, porque ella vive este estado conforme a su carácter.
Ahora posee aquello que todos ustedes no tienen (vosotros no tenéis).
Tú aún tienes que desarrollar estos rasgos de tu carácter, mientras que ella ya los posee.
Esta es la gran diferencia en sus (vuestros) caracteres.
Ella tiene personalidad.
En fin, ya lo oirás más tarde.
—Ella ya lo está diciendo ahora.
—Pues entonces ya no digas más tonterías.
Si quieres, puedes aprender de ella.
El padre de Joop se va, pero volverá.
Durante mucho tiempo André no oye nada de él, pero entonces regresa de nuevo.
Se ha hecho mayor y por lo visto el dolor le carcome el corazón.
El amigo de André igual sucumbe todavía si esto sigue así.
Dice:
—Ahora sí que todo va mal.
—¿Y eso?
—Ya no saben qué hacer y ya no se puede hacer nada por él.
¿No es horrible?
¿Qué vamos a hacer ahora?
¿Tengo que seguir aceptando esto?
Ahora quieren mandarlo de vuelta.
¿Qué opinas?
—Eso está muy bien, así será posible visitarlo.
—Es posible, pero ¿lo podrás ayudar tú entonces?
—No, todavía no.
Primero tiene que inclinar la cabeza, y todavía no ha llegado a ese punto.
De todas formas no voy a poder alcanzarlo.
Se lo puedes pedir, pero ya verás que se reirá de ti.
Por cierto, allí de todas formas no lo podré tratar.
Tiene que vivir aún más desgracias.
Solo entonces abrirá su carácter y se hará un poco más flexible.
Ya lo sé: es algo tremendamente duro para ti, pero me lo dice mi maestro.
Y si no puede él, entonces no es necesario que yo mueva un dedo.
Los medicamentos no le hacen ahora efecto y es él mismo quien está despistando a los médicos.
Ahora necesitaría ayuda espiritual, pero no está preparado para ello.
No es posible elevar a la gente como él.
Su propia voluntad tiene que ser quebrada, y eso nosotros lo llamamos “¡inclinar la cabeza ante todo!”.
Pero él aún no es capaz de hacer eso.
Y aun así eso vendrá, ya lo verás.
Tarde o temprano, toda esta miseria le saldrá cara, porque ¿a quién le gusta estar enfermo?
Y si le ha entrado esta conciencia, solo entonces podré hacer algo por él.
Tiene que sentir y vivir con claridad que sus médicos no lo pueden ayudar.
A mí me supondrá una diferencia de medio año de trabajo y muchísima fuerza, esfuerzos y preocupaciones, lo cual podemos evitar si esperamos un poco el instante adecuado.
Cuando su personalidad se haya quedado paralizada, solo entonces abrirá su morada interior, aunque no se lo reconocerá a nadie.
Es que tu hijo es así, y así es como yo veo que es él.
Tampoco es que yo diga que él esté buscando esta miseria.
A nadie le gusta estar enfermo, pero yo me conozco estos personajes.
Estos seres se complican la vida ellos mismos.
Tiene que deponer esos rasgos, superarlos.
Entonces tendrá de inmediato otra visión de la vida, se tomará todo con un poco más de ligereza y desaparecerá su rigidez.
Hasta entonces tendrán (tendréis) que tener paciencia.
Les (os) costará montones de dinero, pero eso habrá que olvidarlo.
Al fin y al cabo es su (vuestro) hijo.
Pero él lo quiso así.
Si en cambio me preguntas sinceramente lo que preferiría hacer, entonces te diría que me gustaría darle una sentida paliza.
Se la ha merecido.
Una ducha fría obra milagros, más si es cuando no se la espera.
Si hace falta, que sea en plena noche, hacia las doce.
Así podría entrarle un tembleque y pensar que hay fantasmas.
Lo sanaría de golpe.
Es posible tratar a estos personajes con un poco más de mano dura.
La dulzura no sirve porque no reaccionan ante ella.
Pero si no conoces esta vida interior, entonces te empantanas aún más en esta miseria.
Así que tienes que poder sondar el carácter extraño y saber irrevocablemente qué es posible, porque con “intentarlo” creas más miseria.
Para este sondeo hace falta urgentemente el otro lado, porque hay que controlar todos los rasgos de la personalidad.
Así que tenemos que saber con seguridad si es responsable aplicar semejante tratamiento.
Ahora el chico se mofa de sí mismo, pero no se da cuenta.
Ya comprenderás lo complicados que son estos personajes.
Juega a ser infeliz y eso significa algo para su vida.
Pero te digo que eso lo hará más sabio, porque, finalmente, causa brechas en su personalidad ya de por sí retraída, brechas que él mismo tendrá que salvar; en eso lo ayudaremos nosotros más adelante.
Sin embargo, ¿también comprendes que los médicos no se aclaran con esto, que no pueden hacer un diagnóstico claro?
Los expertos se lo toman con un exceso de gravedad.
Yo no, porque a mí él me parece un pillo.
Por eso me atrevo a decir que se ha ganado una buena tunda.
Te aseguro que hasta un psicólogo no sabría qué hacer con él.
Y también habrá que recurrir a él, porque aún nos falta.
—Vuelves a meterme miedo.
—No digas tonterías.
Por el amor de Dios, deja eso o terminaré echándote de aquí.
Tratamos este estado sintonizados espiritualmente, y eso sirve de aprendizaje.
Andar alborotados no nos sirve.
A él lo tenemos que ver tal como es, o no podré ayudarte.
De todas formas, ya he sido demasiado indulgente contigo, porque te he ido llevando poco a poco a este instante, por si quieres saberlo.
Pero estoy preparado y podré acogerlo a él, además de a ti.
Tu hijo tiene ahora un complejo de inferioridad.
Siente que se ha estrellado y ni se le ha ocurrido todavía volver a ser quien era.
Por cierto, eso ni siquiera es posible ahora, porque estuvo jugando con fuego.
No supo nunca que los nervios no permiten que se juegue con ellos.
Ahora se está hundiendo aún más, hasta que ya no pueda seguir, lo cual es para él —como ya se me concedió explicarte— su autoconservación.
Si no fuera así, estaría ante la locura.
Con que descendiera un solo peldaño más dentro de sí mismo, se abrirían las puertas astrales, y eso significaría que el desastre sería inabarcable.
Sin embargo, hay millones de personas encerradas por esto.
Ahora están presas en sus propios cuerpos, porque en estos organismos viven las personalidades astrales tenebrosas.
En este estado, dice el maestro Alcar, hay siete grados.
Vivimos ahora la demencia consciente y la inconsciente.
Los dementes conscientes siguen siendo ellos mismos; los inconscientes están mentalmente enfermos por estar poseídos.
Tu hijo está actuando ahora de forma semiconsciente.
No está ni aquí ni allá, y eso significa que su personalidad solo tiene que descender un grado más si quiere estar abierto a la demencia espiritual.
Te expliqué su límite vital, así que no hace falta que te preocupes, porque de este modo lo iremos conociendo.
Para mí es sabiduría vital y me parece una maravilla de primera que se me conceda explicarte todas estas leyes.
Me sirve para aprender muchísimo.
Debido a que actúa de forma semiconsciente, ahora no es posible que lo alcance un psicólogo, porque este no acepta el otro lado; tampoco acepta que la vida interior continúe como personalidad.
Por eso este sabio se encuentra ante un problema cósmico que no es capaz de sondar.
Entonces al psicólogo le faltan asideros.
Así que tu hijo ni es un psicópata ni un demente, porque solo se encuentra brevemente fuera de su yo de la conciencia diurna.
Y esto se debe a que quiso hacer estudios universitarios.
No hay más.
—Tienes que montar una gran casa, André, donde puedas recibir a esta gente.
Creo que estarás muy ocupado.
—¿Sabes que una señora ya me ha ofrecido montar algo así?
Está dispuesta a pagar una importante suma.
Pero mi maestro tiene planes muy diferentes, que solo llegará a conocer más adelante.
Aun así, merecería la pena.
Pueden encontrarse suficientes médicos jóvenes a los que les gustaría colaborar con mi maestro.
Ahora ya ha habido varios expertos que han venido a visitarme, porque muchos están abiertos a esta sabiduría, y sobre todo a las leyes del mundo astral en relación con el alma como personalidad.
Pero entonces ya no podría hacer otra cosa, dice mi maestro, y esa no es, creo, la intención, ¡porque el otro lado quiere conseguir por medio de mí todo aquello que se pueda conseguir por medio de un médium!
Ahora la escritura se ha convertido en lo principal.
Muchos se arrepentirán más tarde de que ya no cure, pero eso es algo que está en manos de mi maestro.
Ahora tiene que despertar la humanidad, y esa es la intención del otro lado.
Para eso tengo que recurrir a todas mis fuerzas.
A la señora que te he comentado le dio muchísima pena, porque también la vida de ella ha sido tocada por los maestros del otro lado.
Ella llegó a conocer todos estos milagros, y para eso entrega ahora su propia vida.
Me esperan grandes sumas de dinero, pero he de negarme.
También sé, sin embargo, que de sí ser posible, el otro lado nos concedería a nosotros obrar milagros.
Los infalibles diagnósticos conmueven a cualquiera.
De todas formas, eludirlos es imposible.
Se me concedió convencer de eso a muchos médicos.
Lo que es más hermoso, amigo mío, mucho y mucho más poderoso para mí y los maestros, es que más adelante les explicaremos a los eruditos todas estas leyes, sin excepción.
Podrán recibir entonces clases universitarias de quienes viven detrás del velo de la muerte.
Entonces hablo en trance o bajo inspiración, cada palabra con significado.
También eso es posible, solo hay que tener un poco de paciencia todavía.
El ser humano es tremendamente profundo, amigo mío; y sin embargo, cuando los seres humanos conocemos nuestra vida, el signo de interrogación más grande se resuelve al instante.
Porque ¡la muerte no existe!
Todos estos problemas se desenvuelven entre esta vida y esta “muerte”.
Las personas tienen que vivirlos y por esa razón la sociedad los toma por locos.
¡Cómo me gustaría proclamarlo a los cuatro vientos!
Pero la ciencia aún no ha llegado tan lejos.
¡En eso residen, no obstante, todos estos enigmas psíquicos, los grados para la demencia y la psicopatía, que para nosotros son leyes naturales, astrales, para el alma como personalidad humana!
Y esas leyes se viven fuera del yo de la conciencia diurna, por lo que cambia, a su vez, la vida terrenal, que entonces se hace irreconocible para un erudito.
Pero no para el otro lado, porque aquellas leyes pertenecen a esa vida; son las trampas y las brechas para el alma cuando esta está esforzándose por hacerse una personalidad más consciente.
Y con lo que ha empezado tu hijo ahora —o sea, con inclinar la cabeza— cuesta pena y dolor.
¿Tendríamos que privarlo de estas lecciones?
¡Ni hablar!
Ahora lo vamos a dejar hacer, pero mi maestro lo sigue en sus actos, y de todas formas no podrá escamotearle nada a este.
Y luego ya verás, estimado mío.
Solo después de que todos estos médicos hayan malbaratado sus fuerzas y sabiduría con él, llegamos nosotros.
Entonces Joop todavía no podrá aceptarme, pero entonces ya no tendrá nada que contar.
Lo obligaremos.
Y cuando haya llegado el momento —ya te lo adelanto—, cuando se haya hecho un ser humano mejor y normal, la gente no se creerá que fuimos nosotros quienes lo hemos sanado.
La gente se reirá y se encogerá de hombros.
Y entonces estarás ante un parón, quieras o no.
Ya puedes recoger entonces tu herramienta, porque aún no entenderán el milagro que se habrá producido y que todo el mundo aceptará en el futuro.
Los eruditos aún no han llegado a ese punto.
Chocamos contra ellos y tenemos que poner pies en polvorosa si no queremos que nos den una paliza o que nos tachen de matasanos.
Y eso de verdad que no lo soy, porque mi vida y mi personalidad son como las de un niño.
Pero un niño del que se habló en el pasado; un niño como Cristo quiso que fuera, del que el mundo, sin embargo, se ha olvidado.
No soy nada, amigo mío, y tampoco llegaré a ser nada en esta vida social, porque todo este lío terrenal me la refanfinfla.
Ni dejaré que me suban a un pedestal ni que me arrastren por el lodo.
Seguiré siendo quien soy; seguiré un solo camino y seguiré las órdenes de mi maestro.
Pero los niños son capaces de hacer milagros.
Esos hijos son entonces iguales que los apóstoles que vivieron esto.
Uno de esos apóstoles soy yo mismo.
Más no quiero ser, ni lo seré.
Aunque viva entre la vida y la muerte, mi asidero para la madre tierra no se me escapa.
Quiero decir con ello que desde luego que no es necesario que me declaren demente.
Siempre seguiré sabiendo lo que digo y lo que recibiré de mi maestro.
Pero ¿por qué no les cuentas a los expertos que tu hijo sí que se curará?
Aunque lleguen al punto en que tengan que abandonar el tratamiento, puedes decirles en nombre mío que en tres meses estará bien.
Inténtalo, adelante: te tomarán por demente.
Esto nos dice que por grandes que sean las fuerzas y la palabra del otro lado, esta humanidad aún tiene que despertar a ellas.
Así que hablamos con sordomudos, con insensibles.
¿A eso tengo que seguir esperando?
El otro lado continúa.
Las grandes construcciones solo adquieren relevancia cuando sean aceptados el otro lado y sus médiums.
¿Lo comprendes?
¡Esta es la verdad!
¿Qué es un ser humano, querido, si no sabes nada de esta vida ni de la siguiente?
¿Si tienes miedo a una muerte que no existe?
—No tenemos miedo a la muerte —dijo el amigo de André—, pero da miedo tener que ver a Joop así.
—No, no, eso no es, te conozco.
Otra vez el método del avestruz.
Hay que poner las cartas encima de la mesa.
Si no se es capaz, entonces uno sigue buscando y despilfarra sus fuerzas para nada.
Esa tampoco es la intención.
Me gustaría mucho convertirte a ti y a todos los que tengan que ver contigo en personas conscientes.
Pero todavía no eres consciente de tu propia posesión.
Tú ves a este joven como una cosa material, aún no te dice nada la esencia interior.
Los seres humanos tenemos que poder desprendernos de todo y darlo a Él, que nos ha creado.
Tienes que poder sentir el espacio en ti, solo entonces la vida tiene pleno valor, y sobre todo entonces vale la pena vivirla.
Si sientes esto, pisas la tierra con firmeza, estás a ras de suelo, y puedes alcanzar, si así lo deseas, un grado espiritual, y elevarte.
La gente se asusta cuando se habla de morir, mientras que para muchos supone la bienaventuranza.
Porque por medio de la muerte llegamos a conocer todas estas poderosas leyes, por las que enriquecemos nuestro interior.
Un moribundo suele decir en sus últimos momentos más que lo que puede decir un hombre desde su cátedra, porque entonces se encuentra entre la vida y la muerte, mientras que el otro suele ser inanimado.
Si tus sentimientos están entonces abiertos puedes hacerte con una sabiduría que te hará estremecerte y que te hará temblar, pero que lamentablemente muchísima gente no entiende.
La palabra que entonces se suele decir entre balbuceos parece inverosímil, pero ¿por qué no mirar detrás de lo dicho?
Son verdades, amigo mío, y nos conectan con el espacio, con el cielo y el infierno, con los grados de vida y las esferas, a los que a los conscientes se concede entrar.
Quien no sepa desprenderse se autoexcluye.
¿O no te crees estas cosas?
Sin embargo, están destinadas a mí y a ti, para cualquiera, y eso siempre ha sido así.
Solo cambian los tiempos y esta sociedad.
Lo que para muchos es “el ataúd” significa para millones de personas entrar en lo espacioso, hasta aquello que todo lo abarca, ¡donde vive Él!
¿O es que te crees que en la tierra estamos construyendo castillos en el aire?
Cualquier pensamiento te conduce a Sus leyes, pero solo los actos conscientes significan algo para allá y para esta vida.
Los demás actos nos conducen al manicomio y esto es descomposición, o bien es una escuela de aprendizaje.
¡Imagínate hacer que esto le entre en la cabeza a la gente!
—Tú ya llegaste a ese punto, pero ¿nosotros?
—Volverás a nacer para ello.
Pero sé que a semejante caos no querrás volver.
Yo sí, porque la vida es increíblemente hermosa, es más: es poderosa.
Disfruto cada segundo de mi trabajo y de la vida que me rodea.
¡Es que me desborda!
Pero otros se estrellan contra la vida, porque desconocen las leyes y por eso están cegadas cuando hacen sus tareas.
Cada segundo estoy ante estas enormes leyes y entro en la vida y la muerte.
Tendrías que ver cómo la muerte se ríe cuando la conoces y la puedes seguir.
¿Sabes que la muerte puede hablar contigo?
Tú le tienes demasiado miedo y de todos modos no entiendes su idioma.
Un demente comparte el mismo espacio, y ella dice a esta alma: “Entra, porque soy amor”.
Si puedes aceptar esto, persona madura, niño adulto, verás lo completa que es su naturaleza y podrás recoger florecitas.
No de un solo color, sino de miles de colores, colores de un solo tipo.
Si esas flores las regalas a tu madre en el día de la madre, entonces le saltarán las lágrimas al instante.
Exclamará: pero hijo ¿de tan lejos de casa me las trajiste?
Ahora no sabes qué decir.
No hay ningún Satanás cerca de ti, solo te pueden ver los ángeles de Dios, y te cantan que es una gloria.
Si quieres conocer esas leyes, estos angelitos trenzan para tu vida una corona radiante.
La clave es ahora: a quitarse el sombrero y cambiarlo por la corona radiante.
Esto lo haces, pues, sin comprenderlo, y entonces tienes miedo de que se rían de ti.
Te preguntas a dónde vas.
¿No es así?
Estoy haciendo contigo un paseo por el espacio y por nuestra naturaleza en la que vivimos, y ahora llegamos a las leyes psíquicas para nuestra existencia.
Toda la naturaleza nos está hablando.
¿Te gustaría disfrutar de esta gloria un domingo por la mañana?
Para esto no necesitas ni un bastón ni un traje dominguero.
Quienes viven esto van desnudos.
Y sin embargo a nadie le molesta eso, porque entonces lo que se lleva es la túnica del espacio.
¿Ves cómo relucen?
En eso vive tu hijo, pero primero tiene que aprender a ver.
Está aprendiéndolo.
Más adelante mirará conscientemente dentro de aquello y dirá a su padre: ¡Jamás hubiera querido perderme esto!
Pero, mira, ¿no lo ves?
Y si miras ahora, padre de Joop, y no ves nada más que espacio material, es que tienes miedo otra vez de que sí le pasa algo a su vida interior.
Pero entonces ya te lo dirá.
Tampoco pienses que te lo susurre en el oído: te llegará de sentimiento a sentimiento.
Será como si fueras una madre y que él viviera en ti como una criatura.
Ay, cuánto me gustaría que tú también sintieras este latido del corazón.
¡Entonces lo sabrías de golpe!
Si eres capaz de quitarle el velo a todo esto, te pondré un diez.
Quisiera aconsejarte, con insistencia, que reflexiones sobre esto, porque es una unción para tu alma, y para tu personalidad entera.
—¿Dicho de otro modo: lárgate?
—Ahora somos uno de sentimiento a sentimiento.
Qué curioso, pues, estás despertando.
Antes de que cerrara la puerta, su amigo añadió:
—Si no te tuviera a ti, tiraría la toalla.
—Mejor ten cuidado, a ver si te vas a tropezar en la escalera.
Por el amor de Dios, abre los ojos o tendré que resolver también eso.
‘Qué tontaina’, pensó André.
Desea saber más, pero es incapaz de asimilar nada.
Pero su amigo sí que iba a despertar un poco, André al menos se esforzaba al máximo por ello.
La escultura en la que estaba trabajando André sí avanzaba, pero la arcilla no era dócil.
La materia era demasiado blanda.
Se había quedado ácido el elemento vivo que contenía.
Y esas fuerzas había que renovarlas.
Solo entonces le resultaría posible crear.
Cuatro días después el padre de Joop estaba otra vez en casa de André, que vio al instante que las cosas seguían mal.
El amigo de André arrancó de inmediato y dijo:
—¿Quieres saber cómo le va?
André quiso decir: lo sé.
Pero respondió:
—¿Quieren dejarlo dormir?
—¿Cómo lo sabes?
—Acabas de decírmelo.
—Pero si todavía no he abierto la boca.
—Lo has dicho por dentro.
Hablas por dentro con más claridad que con la boca.
Y esa voz acaba de decírmelo.
El maestro Alcar quería que escuchara bien, pero en ese instante ya lo sabía.
—¿Qué te parece semejante tratamiento? ¿Le sentará bien?
—Otro problema grande.
Qué será lo que buscan esos eruditos.
¿Notaste algo de lo anterior?
—Nada, me volvía majareta, te lo digo de verdad.
—Vaya, entonces tenemos que ser más sencillos.
Escucha ahora lo que tiene que decirnos el mundo astral consciente.
Enciéndete un pitillo, así podrás pensar mejor.
Tiempo tienes, ¿no es así?
—Me tienes esperando.
—El maestro Alcar dice: dormir es bueno para uno, pero malo, en cambio, para otros miles.
Y ¿por qué?
Eso depende, a su vez, de la personalidad.
Tiene que ver con los rasgos del carácter.
A la gente sensible la saca de quicio, los insensibles no experimentan nada.
Estos están espiritualmente muertos y no son capaces de vivir nada.
Así que para ellos el sueño impuesto no significa nada.
Pero los sensibles van revoloteando y se estrellan contra los barrotes de su morada corporal, a la que no pueden entrar porque el cuerpo está paralizado conscientemente.
Y ese sueño se aplica para que el espíritu tenga descanso, pero sobre todo para hacer que descanse el sistema nervioso y parar brevemente el organismo entero, con el fin de que se recupere la personalidad.
Al menos la vida interior, porque aún no se conoce un alma consciente como personalidad.
La ciencia quiere sanar al enfermo mediante el sueño impuesto.
Ellos, los médicos, quieren armonizar el espíritu con la materia.
Si se consigue, entonces se justifica su método.
Pero lo habitual es que no se consiga, por no reaccionar ni el espíritu ni el cuerpo del modo esperado.
Pero el “a causa de qué” no se conoce.
Es y sigue siendo por el momento un enigma.
La respuesta sencilla es que el alma como personalidad es insensible, que es imposible que viva nada porque también ella se queda dormida.
El espíritu sensible, en cambio, suele quedarse despierto, vuela entonces alrededor del cuerpo y se va alterando más y más.
¿O es que pensabas que esto de vivir fuera del cuerpo era algo que tranquiliza?
Pero si un ser humano que tiene que dormir es sensible, se produce una interferencia entre el espíritu y la materia.
El alma como espíritu, como vida interior, no puede alcanzar el cuerpo y busca entonces entre la vida y la muerte la entrada al cuerpo, porque el alma como personalidad quiere vivir, y ahora está en disarmonía con las leyes materiales.
Y todo esto ocurre por este sueño impuesto.
Y entonces no hay cuestión ni de vivir ni de regresar hasta la conciencia diurna.
Mientras dure la anestesia general, la personalidad ha de aceptar este sueño.
Pero no duerme, y le van sucediendo las desgracias, una tras otra.
¡Esto no es una curación!
¡Es descomposición espiritual!
La personalidad que está en este estado vive un infierno.
Es estar enclaustrado en el propio cuerpo.
Ahora vive la propia demencia.
El ser humano que está poseído vive el mismo proceso, pero ahora es una personalidad astral inconsciente la que controla la conciencia diurna.
El verdadero inquilino del organismo vive ahora en el sótano del edificio material que es el cuerpo humano.
Pero si alguien tiene sensibilidad por el otro lado, entonces estamos ante problemas muy diferentes, que pueden incidir para bien y para mal.
Porque entonces el espíritu está en condiciones de poder desdoblarse del cuerpo y hacer viajes en el otro lado.
Muchos de los que han vivido el sueño impuesto regresan con visiones preciosas que han vivido mientras dormían.
Pero otros no solo están físicamente rotos, sino que espiritualmente están alterados, debido a que el alma como personalidad haya tenido que librar batallas a vida o muerte.
Fue atacada por personalidades astrales tenebrosas en el mundo en el que la vida vivió durante este sueño.
Numerosas enfermeras y médicos han podido seguir a sus pacientes durante el sueño impuesto.
Ya no se asustan cuando oyen que estos enfermos dicen palabrotas, lanzan maldiciones, insultan y gritan en ese estado, porque han llegado a conocer estos fenómenos.
Pero la razón por la que esto sucede no la conocen.
Pero es esto: el alma como personalidad pide ayuda a gritos, porque entiende que la conciencia diurna está blindada para ella.
Quiere regresar en esa existencia y no lo logra.
Los órganos están paralizados y primero tiene que dejar de surtir efecto la inyección.
El espíritu tiene que procesar esto, abandonado a su suerte.
¿Es esto sanar?
Te digo: para muchos supone, en efecto, descanso y fuerza, pero para muchísima gente es tremendamente peligroso y horrible.
¡Tu hijo no vive nada!
Este sueño ni lo ayudará ni lo dejará deshecho, porque no es sensible para él.
No descansa ni esto lo arruinará.
En primer lugar, su espíritu no absorbe ningún descanso, porque su estado es parte de la conciencia diurna.
En segundo lugar, se le envía a lo inconsciente, que para esta vida es algo ininteligible.
Si él fuera sensible, entonces ahora tendrías que tener en cuenta la demencia.
Así que no puede vivir estos grados de sensibilidad.
Su vida es insensible, no posee la sensibilidad mediúmnica.
Si en cambio sí la tuviera, entonces estaría de inmediato ante un grado de vida psicopático.
¡Entonces de golpe lo verías poseído!
Así que no te preocupes, tu hijo se curará.
¿Has comprendido lo que se me concedió recibir para ti?
—Todo, y te estoy muy agradecido.
Ahora me desprendo de esto.
—Entonces sí que hemos ganado algo.
De modo que tu hijo no es ninguna de las dos cosas, no tiene suficiente sensibilidad ni tampoco es insensible; vive entre estos dos grados de vida.
Por eso mejorará, es decir: volverá a ser completamente normal.
Y luego dirá: estoy contento de haber podido vivir esta desgracia, porque me ha hecho más consciente.
Esto también lo tendrás que aceptar, porque él mismo te lo dirá.
Joop ha despertado, pero no ha servido de nada.
Amanecido de su sueño, cansado e inconsciente, es exactamente el mismo, y no dice ni palabra.
Balbucea algo, y se entiende que es...: los eruditos no se aclaran.
¡Están buscando todavía!
“No voy a curarme...”, cruza sus labios después de que haya estado mucho tiempo con sus padres; y le parece entonces que ya ha hablado bastante.
“Mejor váyanse (iros), tampoco necesito la ayuda de ustedes (vosotros)”.
Y entonces te quedas mirando tu propia sangre, que resulta no ser dúctil, ni puede serlo, porque no posee la inmaculada animación por la que la vida de la tierra puede acceder al reino de Dios.
No hay ningún reino para él.
Para esta vida todo es tenebroso, todo igual de mal y torpe.
—¿Qué tengo que hacer? —pregunta su padre al volver a donde André.
—¿Cómo reacciona?
—Ahora quiere ir a casa, ya está harto.
“Sácame de aquí”, dice una y otra vez cuando su madre va a visitarlo, porque conmigo no abre la boca.
—Si te lo llevas a casa te vas a encontrar con muchos gastos, lo sabes, ¿verdad?
—Hemos hablado de eso, pero no podemos permitir que siga cumpliendo el servicio militar, ¿no?
Los psicólogos que lo han examinado tampoco pueden hacer nada por él, igual que todos los demás médicos.
¿Qué tenemos que hacer ahora?
¿Dejarlo allí?
—Pues entonces tráelo a casa.
—¿Vas a ayudarlo tú entonces?
—Empezaremos entonces.
Mejor vienes y me avisas cuando lo tengas en casa.
Entonces iré yo a verte.
Joop está en casa, pero no quiere que André lo ayude.
Vuelve a farfullar, pero André lo entiende.
A Joop no le gusta el abracadabra.
Si todos esos médicos no son capaces, ¿qué va a querer hacer un vidente de esos?
Está de morros, apartado, sentado cerca de la estufa.
A André no le concede ni una sola mirada y está como petrificado.
André charla un poco con él, pero el chico se mantiene en sus trece.
No quiere recibir ningún tratamiento.
—Déjame en paz —dice a su padre—.
¿Qué es lo que en realidad quieren (queréis) de mí —arremete, y quiere largarse después.
—Tú te quedas aquí —dice su padre— ya está bien.
No pensarás que nuestras intenciones contigo no son buenas, ¿no?
Su madre también aporta algo e intenta modular su estado de ánimo.
Pero Joop deja que hable.
No quiere tener que ver nada con esas “tonterías”.
Entonces interviene André y cambia de registro.
Es deseo de su maestro.
—Señora —dice André a la madre y hace como si su hijo no estuviera allí—, tiene que enviar su hijo a un manicomio.
Es lo único que lo va a ayudar.
Los padres se asustan, y también Joop mira ahora con atención hacia donde está André.
“¿Qué quiere decir?” hubiera querido preguntar la buena madrecita, pero André sigue hablando como antes.
—Su hijo no tiene que estar aquí.
¿Es que no ve usted que este chico quiere vivir solo?
Esta sociedad no le vale.
Él se rebela contra muchas cosas, y es él quien tiene que vivir en ese estado, no nosotros.
¿Verdad que sí, Joop?
Asiente con la cabeza en dirección a André, pero no sabe por dónde tomarlo.
Piensa en cualquier caso que está recibiendo ayuda de André, según siente este.
Sin embargo, no entiende que André quiera tenerlo en un manicomio.
Y en ese momento de desesperación, de buscar y sondar la palabra y su significado, André interviene por medio de su maestro y le dice en tono mandón:
—Échese aquí, vamos, le voy a dar un tratamiento.
¡Ya está bien!
Se echa, pero cambia de parecer y quiere levantarse.
Ahora se le acerca su madre, que dice:
—Lo haces por mí, ¿verdad?
Joop vuelve a recaer y se acuesta.
André sintoniza con la vida de su alma.
Ve a su maestro y oye que le dice:
—Ahora está en manos nuestras, André.
Voy a conectarte con él, igual que ocurrió con Lien.
Conoces estas leyes y también a él lo vas a tener que ayudar a pensar.
Ahora ya no tiene nada que decir.
Ahora sintonízate con su sistema nervioso, yo me encargo del resto.
André deja que su aura vital sanadora incida sobre el organismo.
Esta es la animación que tiene que espolear al cuerpo —y que lo espoleará— a que trabaje, por medio de lo cual tiene que regresar el espíritu en la vida de la conciencia diurna.
Este proceso durará tres meses, pero entonces ya estará.
Joop y sus padres vivirán ahora grandes milagros.
El tratamiento toma apenas quince minutos, pero mientras tanto André vive un espacio.
Su maestro ha entrado en su vida y en la de Joop.
La enfermedad es conectada con su vida de la conciencia diurna.
Aparentemente, para los demás no ocurre nada, pero André ve cómo manan de sus manos nubes de fuerza que desaparecen en el organismo rendido de Joop.
El chico está tenso por dentro y también el sistema nervioso está tensado como una cuerda; su espíritu es duro como el acero.
Ha erigido a su alrededor un muro de fuerza y renuencia.
Se ha atrincherado, pero André ve que su maestro ha empezado a desenterrar esta vida como de momia.
Joop parece un muerto en vida.
Aun así, Alcar le volverá a meter vida.
El tratamiento ha finalizado.
—¿Tan terrible fue esto?
No le hago daño, ¿no?
Ya lo verá, ahora pronto sanará.
De verdad, no le cuento tonterías, porque tengo un sagrado respeto por su personalidad, pero no tiene que permitir que esta desgracia le derribe.
Para eso usted es demasiado bueno.
André dice a sus padres:

—Miren lo valiente que es su hijo, y qué pecho que tiene.
Así continúa André trabajando un rato más a Joop, porque su maestro quiere que le devuelva la autoestima.
—Seguramente que usted era un buen estudiante, ¿no es así?
Joop gruñe un poco, pero en su mirada se encienden unas débiles llamitas.
André sigue.

—¿Sabe cómo lo puedo ver?
Claro, no lo sabe.
Lo veo en su personalidad.
Tiene usted una enorme aptitud para la técnica.
¿Le gustan los motores?
Asiente con la cabeza, pero aún no dice ni mu, y André siente que ya basta.
—Quedamos en que vendrá a verme el jueves a las dos de la tarde.
André se va.
Al día siguiente viene el padre.
Quiere saber lo que opina André.
—¿Qué sensación te da, André?
—En tres meses estará completamente sano.
—Perfecto, ¿así que te ratificas?
—No voy a retirar ni una sola palabra.
—¿Sabes lo que dijo?
—¿Pues?
—No voy a ir.
—Vaya, ¿eso dijo?
Entonces asegúrate de estar el jueves en casa.
Ya verás cómo saldrá a toda prisa.
Ya no tiene nada que decir.
¡Vendrá!
Llega el día en que tiene que venir.
A las dos es su hora, pero André sintoniza su concentración con él a la una y media.
Su padre ve que a su hijo la va entrando vida.
Joop dice de pronto que tiene que ausentarse un momento y sale corriendo.
—¿Tú lo entiendes?
¿A dónde tiene que irse?
Tiene que ir a André, ¿no? —dice su madre.

Su padre está contento y va detrás de él.
Ve que se va en línea recta a André.
Joop toca la campana y entra.
—He llegado algo pronto, pero estaba por aquí y pensé: mejor me voy directamente.
¿Está bien?
—Vamos, échese allí, le daré un tratamiento.
Joop se entrega a André y absorbe el magnetismo vital, por el que pronto se sentirá mejor.
André ve que hay contacto.
Después del tratamiento pregunta a Joop:
—¿Verdad que la comida todavía no le agrada?
—Cierto, no consigo comer.
—Pero eso también se arreglará.
—Si usted lo dice. —Es la breve respuesta.

Se va.
André todavía no quiere hablar con él.
Su padre viene a verlo y quiere saber cómo le va a su hijo.
—Tienes que mirar bien si come.
—Los primeros días no quería comer.
¿A qué se debe eso en realidad?
Quiero decir: ¿también es una enfermedad, un fenómeno?
—Es un problema material y espiritual, pero a fin de cuentas representa un solo estado.
Mi maestro dice: es parte de su estado.
Es muy sencillo.
Mientras su personalidad no vivía en el equilibro de la conciencia diurna, el normal, ninguno de los sistemas materiales de la personalidad recibía animación.
Cae por su propio peso que el cuerpo tampoco exige entonces alimentación.
Cuando dormimos no necesitamos alimento, al menos no por un tiempo, o la sensación de hambre nos despertaría, y entonces el alma como personalidad tendría que obedecer.
Es un fenómeno natural.
Tu hijo también vive este estado a partir de la fuerza natural.
Su apetito normal se ha disuelto por completo debido a su depresión espiritual actual.
Si hoy o mañana regresara al sentir y pensar conscientes, entonces es inevitable que le vuelva el sentimiento, el apetito o el hambre.
—Ya lo he notado, le está entrando apetito.
Dos semanas después Joop vuelve a comer que da gusto verlo, y a los padres les da la agradable sensación de que su hijo se está recuperando.
Pero cuando le preguntan si disfruta de la comida, se estremece y tiembla, y se pone melindroso.
Sus padres, no obstante, vuelven a respirar con un poco más de tranquilidad, porque su hijo está recuperándose.
André continúa y lo consigue sacar de su madriguera.
Se van abriendo las puertas blindadas de su yo de la conciencia diurna.
Charla un poco con él y le estimula su personalidad.
—No fue muy fácil lo que ha tenido que vivir usted, ¿verdad que no?
—No, desde luego que no, esa gente no te entiende.
—No hace falta que me convenzas.
¿Cómo van a querer comprenderle?
¿Sigue usted sin ser capaz de mirar al sol?
—Sí, para mí sigue siendo una niebla gris.
Ya no hay ningún sol.
‘Ahora dice la verdad’, piensa André, después de haber recibido de su maestro la explicación de este fenómeno.
El sol no lo llega a calentar, porque este pertenece a la vida del yo de la conciencia diurna, y él vive justo por debajo.
Cuando mira al sol le parece que es como una niebla gris.
La personalidad no puede disfrutar ahora de la vida del yo de la conciencia diurna, según sabe André por su maestro.
El espíritu ha sido anulado para el cuerpo, y eso es un fenómeno natural.
Su estado podía constatarse por completo a partir de eso.
La consecuencia directa es: apetito cero.
Era un muerto en vida.
‘Qué natural es todo’, reflexiona André.
No entiende que eso no les haya llamado la atención a los médicos.
En realidad, ¿qué de profundo es su estudio?
Es una lástima que sepan tan poco de las expresiones afectivas de la conciencia diurna respecto al organismo, en concreto de las que tienen profundidad cósmica, si no habrían podido resolver este problema en poco tiempo y habrían podido ahorrarle muchas desgracias a este ser, y protegerlo contra ellas.
Pero en esa niebla ahora ha aparecido un puntito de luz.
Si bien es cierto que Joop aún no quiere saberlo, André ha percibido el fenómeno, y para él esta es la prueba de que Joop está sanando.
Aunque el joven todavía se encierre, tendrá que asomarse o si no André arrancará las puertas de sus sentimientos y le estallarán los pedazos en la cara.
Su personalidad tiene que ser vencida.
—Tu hijo ha enterrado su antiguo “yo” —dice André a su amigo cuando este viene a visitarlo para saber cómo le va a Joop—.
Ya no volverás a ver su antigua personalidad, eso sí que lo ha aprendido entretanto.
Lo que otros asimilan en veinte años en materia de personalidad él lo ha absorbido en poco tiempo, porque el dolor y la pena hacen despertar al ser humano.
Tómate tú mismo como ejemplo, tú tampoco eres ya quien eras.
¿Cómo ves todo ahora?
Te aseguro que tú no volverás a dejarte ir; ahora vives la vida de otra forma.
Así que en este tiempo no hemos construido castillos en el aire, sino que hemos echado verdaderos fundamentos, de los que todos ustedes disfrutarán (vosotros disfrutaréis).
¡Esto sí que son vivencias, y las vivencias son la escuela por excelencia para aquí y para la vida después de la muerte!
Es desarrollo espiritual.
¿No te lo dije de antemano?
Tu hijo ha inclinado la cabeza, y a partir de ese mismo segundo fue avanzando.
Ahora lo retiro hasta la conciencia diurna y tranquilizo el sistema nervioso (—dije).
Joop va a empezar a hablar y se ha hecho amigo de André.
Cerca de André se siente como en casa, y está completamente preparado para aceptar todo de él.
André le hace ahora preguntas y Joop responde.
André quiere controlar lo que recibió de su maestro por medio de él.
Al preguntarle cómo se sentía mientras dormía, Joop dice:
—No sentía nada de eso y se lo podría haber dicho directamente.
—¿Cómo sabías eso, Joop?
—Lo sentía por mí mismo.
Naturalmente, cómo y por qué no sé.
—¿En el fondo comenzó durante la mili?
—Sí, un buen día ya no lograba hacer cálculos, y aun así perseveré.
La consecuencia fue que ya no era capaz de pensar.
Y entonces me entregué todavía más, hasta que empecé a tener malestar.
Cuanto más me esforzaba más intenso se hacía, hasta que me dieron de baja.
Y entonces me arruinaron.
—¿Cómo?
—No sabría decirlo, pero lo siento.
—¿Quieres saber por mí lo que fue?
—Por favor, ¿qué fue, pues?
—En primer lugar no tienes que atacar a los médicos, porque eres tú quien los despistaste.
Desde el primer momento supiste que si abandonabas los estudios también dejarías de estar enfermo, de golpe, pero no querías.
Cuando ya fue demasiado tarde renunciaste, porque no te quedaba más remedio.
En esos momentos padecías estrés.
Si entonces hubieras descansado un poco, si te hubieras adentrado en la naturaleza, te habrías recuperado en tres días.
¿No te preguntaron entonces los médicos si había personas dementes en tu familia?
—Todos lo preguntaron.
—Pues bien, desde ese momento te dieron un tratamiento erróneo.
Si te hubieran enviado enseguida a casa con unos días de baja te habrías podido recuperar por completo.
No se te ofreció esa oportunidad, con el consabido resultado.
Te fuiste hundiendo cada vez más en ti mismo.
Entonces te trataron como a un psicópata, pero no eres un demente.
—No, desde luego que no lo soy —dice Joop a André, y prosigue:
—Eso creo que les habría gustado mucho.
Al menos es lo que empecé a sospechar cuando tuve que aceptar su impotencia.
—Tampoco es eso, Joop, porque deberías haberles dicho lo que querías en realidad.
Si los médicos hubieran sabido lo que te pasaba por la cabeza, entonces para nada te habrían tratado así.
Fuiste quien se sacó de la manga un complejo de inferioridad, y resultó que estabas ilocalizable.
Pero de este modo quiero demostrarte que te conozco.
Ahora tendrás que aceptar que te has recuperado, ¿verdad?, y que no te sientes como hace unas semanas.
Mira lo que te voy a decir, Joop.
Tú mismo te tenías manía.
Si te lo hubieras tomado con un poco más de tranquilidad, habrías podido acabar la carrera, porque eres un buen estudiante.
Querías imponer tu voluntad y te negabas a inclinar la cabeza, y eso entonces te fue fatal.
—Sí, así es, me conoces.
Pero de todas formas ya no se puede hacer nada.
Tampoco quiero volver al ejército.
—Y ¿sientes que ya no puedes mirar al sol?
—Sí, qué extraño, ahora se me saltan las lágrimas.
André le explicó estas leyes, y las pudo aceptar.
—Y ¿sabes lo que tienes que hacer ahora, Joop? —le preguntó André de improviso.
—¿Pues?
—Tienes que darles un poco más de amor a tu padre y a tu madre.
¿Sabes cómo han sufrido?
Tienes que entregarte un poco más.
No saben encontrarte.
Se estrellan contra tu personalidad retraída, y eso tampoco lo queremos.
Tienes personalidad de sobra, pero vives demasiado ensimismado, y eso no funciona en esta sociedad si quieres crear para ti mismo y otros una vida decente.
¿No sentiste sus preocupaciones?
Tienes que hablar con ellos, sabes hacerlo.
Sobre todo tu madre necesita amor.
A tus padres eso les ha robado el sueño.
El problema los perseguía día y noche.
No te olvidarás, ¿verdad?
—Te lo prometo, André.
Joop se ha reencontrado.
Los tres meses casi han pasado, André ha llevado a término su tarea.
El muchacho está otra vez sano como una sardina; todos los fenómenos se han esfumado.
Ahora dice Joop:
—¿Te quieres creer, André, que ahora que todo ha pasado estoy contento de haberlo vivido?
Ahora me he convertido en otra persona.
—Exacto, así es.
El dolor y la pena nos hacen despertar a los seres humanos.
Se ha reforzado tu voluntad de vivir, y se han desarrollado muchos rasgos de tu carácter por medio de esta enfermedad.
Así ha surgido tu despertar.
—¿Pasa muchas veces esto, André?
—Bastantes.
Hay numerosas personas que ponen el listón demasiado alto en su vida.
La caída posterior provoca fenómenos entre los cuales hay varios con significado astral.
Te pongo un ejemplo: algo que se me ha concedido vivir.
Hace algún tiempo me vino a visitar una madre porque su hijo estaba viviendo algo semejante.
Se había hecho ingeniero y doctor en poco tiempo.
Se decía de él que pronto sería catedrático de tan bien amueblada que tenía la cabeza.
Pero un día empezó a desvariar, dice su madre.
Un día era Bismarck, al día siguiente Napoleón, y decía ser un genio.
Al final solo decía galimatías y tuvieron que llevárselo.
Se fue hundiendo cada vez más y sufría ataques por parte del mundo astral.
El final fue: confinamiento.
Ella me preguntó si yo podía hacer algo por su chico, pero ya no me resultaba alcanzable.
El maestro Alcar lo pudo librar de esta incidencia astral, pero se le hizo imposible cambiar su personalidad; porque había una debilidad de carácter.
A este hombre no se le podía ayudar, porque me era imposible darle personalidad.
Así que él mismo no tenía suficiente personalidad, y eso lo hizo sucumbir.
Si el hombre se hubiera organizado con más sencillez, entonces habría sabido mantenerse en pie.
Su vanidad partió su personalidad en dos.
Nada que hacer: ese fue el diagnóstico del otro lado.
¡Autodestrucción!
Y eso también lo temía tu padre.
Pensaba que tú también te ibas a volver demente.
Este médico estaba un poco más hundido en sí mismo de lo que tú fuiste capaz, si no también a él habríamos podido alcanzarlo y devolverle el equilibrio normal.
Si mi maestro no te hubiera podido alcanzar, entonces nosotros tampoco habríamos podido hacer nada por ti y habrías tenido que proseguir tu existencia terrenal toda la vida en este estado inhumano.
Entonces ya nunca más habría podido lucir el sol para ti, porque de hecho ya no habrías estado aquí.
En ti había posesiones espirituales, o sea, rasgos de carácter que servían de sustrato fundamental, por lo que la personalidad se mantenía material y espiritualmente en equilibrio, aunque pasaran cosas graves.
La madre del doctor dijo: “Ojalá hubiera sido un simple trabajador, entonces seguiría teniendo a mi hijo.
¡Ahora no tengo nada!”.
Y tú también tienes que pensar en esto, Joop.
¡Tómatelo a partir de ahora con un poco más de tranquilidad y conservarás tu vida del yo habitual!
—¿Cómo me he curado ahora, André?
¿Puedo saberlo?
—Claro, quieres saber qué tratamiento te di, ¿no es así?
—¿Puedes explicármelo?
—Cuando llegaste a casa todavía eras exactamente el mismo.
Vivías en otro mundo, y este mundo estaba por debajo de la conciencia diurna.
Si hubieras descendido aún más en ti mismo, entonces habrías seguido el sueño natural, con la diferencia de que habrías estado despierto de todas formas.
Entonces fui conectado con tu vida.
Espiritualmente nos mantuvimos uno, para que pudiera ayudarte a pensar.
Lo que a ti te faltaba en fuerza de los sentimientos y en voluntad propia lo recibías de mí para protegerte de que te hundieras más, pero sobre todo para retirarte hacia el pensamiento y sentimiento normales.
Absorbiste las fuerzas magnéticas y esas fueron de hecho las que hicieron que los sistemas materiales recibieran más impulso.
Cuando reaccionó tu cuerpo, el espíritu —tú como personalidad— se relajó y la niebla gris se te fue disolviendo.
No hay más, ¡es todo!
—¿No podrías haber intervenido antes, André?
—¿Estabas abierto a mí?
Al comienzo, ¿querías aceptarme?
No querías tener que ver nada con abracadabra.
¿O es que se te olvidó?
—Ya te comprendo, es cierto.
Yo no me lo creía.
—Cuanta más miseria vivías, mejor era para ti mismo, según me dijo mi maestro, y eso se lo transmití a tu padre, que pensaba que te ibas morir.
Yo te habría dejado morir sin problema alguno, si hubiéramos podido constatar que tú mismo lo deseabas.
A semejantes seres no hay quien los ayude.
Pero alguna vez ya te hartarías, y ese momento llegó.
Otras personas, en cambio, fueron demasiado lejos y nunca más se recuperarán.
A fin de cuentas, algo así solo te lo puedes permitir una vez.
La próxima vez te destruirá.
No solo física, sino sobre todo espiritualmente.
Entonces estarías pidiendo a gritos ir al manicomio.
En ti había propiedades de las que mi maestro veía que como personalidad no accederías a esos grados de vida.
Te pararon espiritualmente y esa parada llegó, pero entonces los médicos se quedaron impotentes.
—Es curioso, André.
¿Y si no hubiera deseado ser tratado? Entonces, ¿qué?
—A ti ya no te tocaba desear nada, estimado mío.
Ya habías sido vencido al primer tratamiento.
Te atraje hacia mí, y si hubieras albergado aquellas fuerzas que habrían podido resistirme, créeme que no te habríamos extendido ninguna mano.
Entonces habría sido mejor que vivieras toda esa miseria.
Así que para ti no habría sido posible ofrecer resistencia.
Había quedado con tu padre en estar atentos.
Porque no querías venir a verme, ¿verdad?
A la una y media empecé a sintonizarme con tu vida, y por eso saliste de pronto corriendo de casa.
Pero te siguió tu padre y vio que viniste directamente hasta aquí.
—Así que no hace falta que le cuente cuentos al viejo, ¿no?
—Así es, Joop.
Tiene derecho a que seas honesto.
Así que no lo hagas más.
Por mí sabe cómo te sientes y cómo piensas y cómo es tu vida interior.
Construye, pues, ahora un puente para salvar esta brecha y accederás a su vida y a todo su amor.
Se muere de ganas por poder darte todo de sí mismo.
Joop sonríe y dice:

—Eres un orador increíblemente bueno, y además un conocedor fabuloso del ser humano.
Vale la pena.
Nunca pensé que un tipo como tú tuviera tanta profundidad.
—Pues, anda, búscala, Joop.
Vamos, adelante, y verás también donde nosotros que a veces lo que brilla sí es oro.
He tenido que entregar mi propia vida para esta sabiduría.
A mí tampoco se me regaló nada, y esta es la verdad.
Vivo la realidad, un médico es incapaz de ello.
—Lo que me llama la atención es que una y otra vez me acojas, y seguro que con mi padre también lo habrás podido hacer.
No veo la oportunidad ni la posibilidad, ni una sola manera, de ponerte en jaque mate.
—Si tienes ganas, Joop, inténtalo un día, por qué no.
Te digo: a mí no me vas a dar gato por liebre.
Puedes ocultarte como quieras —incluso ponerte una máscara prehistórica—, yo, con la ayuda de mi maestro, de todas formas te calaré.
A él no se le puede despistar.
Y si hubiera gente que lo quisiera —eso también lo he vivido— incluso tendrán su oportunidad, pero en menos de cinco minutos estarán en la calle.
Él no les tenderá una mano, de ninguna manera.
El maestro dice: ¡no permitimos que ni una sola personalidad de la tierra mancille conscientemente a esta santidad!
Entonces toda esa gente se estrellará.
Y por esa fuerza del otro lado, estimado mío, te has recuperado.
—Te estoy enormemente agradecido, André, me gustaría darte lo que fuera, pero ¿cómo iba a poder compensarte por mi felicidad y salud?
—Una cosa sí que quisiera pedirte, Joop, y con eso me compensarás por todo.
—¿Qué es?
Dilo, no lo dudes, lo haré.
—¿De verdad que lo harás si te lo pido?
—Te lo juro, André, porque te has convertido para mí en un amigo y hermano.
—Pues, bien, ahí va...: da todo el amor que tengas a quienes te rodeen, toda tu cordialidad, sepulta a los seres humanos con ellos y serás digno de haberte sanado ahora.
Es el deseo de mi maestro, Joop.
¡No hace falta más para ello!
Date cuenta de que los seres humanos ascendemos y avanzamos.
Sirve a la humanidad y tu vida recibirá todo lo que ha sido creado para nosotros como seres humanos.
Ama, abre las puertas de tus sentimientos para todo el mundo.
Joop se despide de André, pero de tiempo en tiempo le gustaría hablar con él de cosas así.
Siente que de cuando en cuando le podría resultar refrescante.
¡Se ha convertido en una persona nueva!
Cuando su padre fue a ver a André para darle las gracias por todo, también en nombre de su mujer, dijo:
—Claro, conmigo no estarás contento.
Es una vergüenza cómo me he comportado, pero no podía hacer otra cosa.
André le dio por respuesta:

—Mejor enciéndete un cigarro y olvídate de todo.
Te digo: también tú has aprendido.
Si te canté las cuarenta alguna que otra vez, pues piensa que era por tu propio bien.
Quería convertirte en una escultura espléndida.
—¿Cómo pinta todo? ¿Qué opinas?
—¿Eso también lo quieres saber de mí?
Mejor se lo preguntas a tu hijo.
Él te hará una crítica honesta.
Él también puede analizar ahora tu vida.
Los juegos de mesa son muy divertidos si no sabes qué cometido tienes en esta vida, o si precisas relajarte, pero extraer la verdadera esencia de todas las cosas de Nuestro Señor sí que es más útil, creo, y es algo qué tú también tienes que tener en cuenta.
—¿Ya empiezas otra vez?
—Ni hablar, hasta luego.
Adiós, padre de Joop.
Dale muchos recuerdos a tu hijo de mi parte.
Apuesto contigo que se sonreirá.
Dile también que hoy luce el sol.
¡Puede verlo ahora!
Podrá seguir amando el sol para siempre, eternamente, porque ¡su vida despertará!
¡Vete a casa y conócete a ti mismo!
André se quedó aguardando, porque iba a desdoblarse corporalmente y a conocer todas las fuerzas misteriosas del espíritu, de las que en la tierra nada se sabe.