Por el renacer al cuarto grado de vida cósmico

Inmediatamente después de haber despertado, André comienza a pensar.
Este viaje fue de una belleza increíble y sabiduría imponente, las leyes son profundas y sagradas, muy naturales e incluso comprensibles, pero en la tierra todavía no se aceptará.
¿Qué quiere el ser humano?
¿Qué quiere este mundo?
El ser humano es una deidad, vencerá todos esos espacios; si de verdad quiere, la vida en la tierra se convertirá en un paraíso.
Pero las horas aquí se vuelven cada vez más difíciles, la vida más dura y los miedos más grandes.
‘¿Cómo tengo que procesar esto, pues?’, piensa.
Y aun así hay que hacerlo, todo lo que vive me ayudará a cargar.
Pero sigue conectado con el universo, los grados de vida ya quieren hablar a su personalidad y cuando se sintoniza aunque sea un momento en la luna, ya se oye:
—Puedes entregarte a mí, André.
Te ayudaré a cargar.
Sí que soy todopoderoso para tu vida, pero te lo di todo, ¿no?
Ya te liberaré más adelante de tus sistemas orgánicos.
Continúa ahora y asimila esta sabiduría para la tierra, André, todas mis criaturas te apoyarán.
Prepárate para el siguiente viaje, hijo mío.
—Sí, madre, lo recordaré.
Gracias por todo.
Casi te conozco.
Qué hermoso es que se me conceda saber todo esto.
¿Cómo te has encargado de la vida?
Qué poderosa fue tu densificación.
—Y todavía no es nada, André.
Si más adelante llegas a conocerme a mí, cuando me dividí, cuando el ser humano pudo comenzar con su existencia embrionaria, cuando nació el primer amor humano y el ser humano recibió sus sentidos, es algo imponente, hijo mío, para lo que no tienes palabras.
Y luego todos esos otros millones de leyes vitales.
—¿Segura que seré capaz de procesarlo, madre?
—Por supuesto, con que primero conozcas las leyes, absorberás toda mi vida como si nada.
Los grados de vida te llevarán a tu siguiente paso.
Y seguirte ahora a ti mismo es lo más imponente que hay, André.
—Lo sé, madre.
Y entonces también llegaré a conocer el alma para todo lo que vive, ¿no?
—Así es, el alma para todo lo que vive, para cada grado de vida y entidad, para el ser humano y el animal, también el alma de todos mis hijos que dieron mi vida a la madre naturaleza.
Y eso es muchísimo, André.
—Lo comprendo, madre.
Seguro que ahora el agua querrá hacerme preguntas, y entonces podré contestar.
—Ella lo sabe todo, André.
Su conciencia es cósmica, no lo olvides, no toda mi vida se ha fragmentado.
—Lo entiendo.
Y me esforzaré.
—Muy bien, André, eso es.
Así ha de ser.
Ya no te preguntarás por qué podemos hablar ahora a tu vida, ¡lo sabes!
Ya no te preguntarás dónde nació toda esta vida, has visto los fundamentos que se pusieron espacialmente.
Y gracias a eso ahora puedes continuar.
Lo sé todo de mis criaturas, somos uno solo cada segundo.
Puede ocurrir siempre, André.
Si conoces las leyes, eres uno solo con todo lo que vive.
También los grados de vida inferiores se abren a tu conciencia.
Consciente o inconsciente ya no tendrá significado para vivir este ser uno, el insecto más insignificante puede contártelo todo sobre la vida propia.
—¿Oyes ese cohete V2..., madre?
—Claro que lo oigo.
Toda la vida oye los crujidos en la tierra.
—¿Qué ha de pensar Dios de esto?
—Dios no piensa nada, lo puso en manos de Su vida.
¿Lo has entendido bien?
—Sí, madre, el ser humano es Dios, es Su vida la que ahora lo pone todo patas arriba, y algún día esa vida se detendrá.
—Y llegará, hijo mío, llegará irremediablemente.
Esta masa inconsciente aprenderá ahora cómo no hay que hacer las cosas y lo que sí hay que hacer para traer paz y sosiego a la tierra.
Cuando la criatura de Dios sabe cómo han surgido las leyes propias, esa vida cambiará.
—Lo comprendo, madre.
—Transmite tus leyes, André, y reconducirás tu propia vida a la Omniconsciencia, a la que muchos grados de vida ya están abiertos.
Reflexiona acerca de todo y si quieres vivirme, envíame tus pensamientos y vendré a ti.
—Eres muy dulce, madre, lo haré.
Qué cosas con esa madre luna, piensa.
Aun así oye cada palabra, va de sentimiento en sentimiento y entonces estos sentimientos se materializan.
Después, uno sabe lo que significa la vida.
¿A ti también te pasaba, Ramakrishna?
Pitágoras, ¿viviste esto también?
Antiguos egipcios, ¿ya habían (habíais) llegado hasta ese punto?
¿Les (Os) dieron esta sagrada unión los templos de Ra, Re e Isis?
Para nada, ¿verdad?, todavía no era posible, todavía no se había alcanzado ese punto.
No han (habéis) podido hacer semejante viaje.
Santo cielo, es imponente, porque llegaré a conocer cada una de las leyes de Dios.
Puedo asimilarlo todo en esta vida, y más adelante continuaré en el mundo astral.
Vaya perspectiva, ¿no?
Cuánta felicidad, paz y sosiego, y también amor santificado, ¿no?
¿No querrías vivir semejante beso?
Acabo de recibir un beso espacial de la madre luna.
Fue una presión para mí desde su felicidad vital, su corazón vivo.
Mundo, ¿qué es lo que quieres?
Gente, ¿qué es lo que quieren?
¿Servir a Satanás?
¿Entregarse a esos disgustos, esa desgracia?
¿Pensabas adquirir así la conciencia para el espacio?
¿Para entregarte al odio, la maldad, la destrucción?
La luna tiene razón, piensa.
Tengo que saber cargar este imponente trabajo en la tierra.
La criatura del espacio me ayudará.
El ser humano no puede hacerlo, porque todavía no conoce esas leyes.
No entiende este espacio y entonces no tienes nada que dar, tu vida interior se opone.
La conciencia es sentimiento, y vuelve a ser el amor para el ser humano.
Si tienes sentimiento, puedes elevar el corazón materno, y entonces alcanzas esta unión espacial y natural.
Y ¿no es eso el deseo del ser humano?
¿No vive para el amor?
¿No lo es todo la vida en la tierra, cuando tienes amor y puedes vivirlo?
¿Qué quiere dar la mujer como madre si no tiene amor, sentimiento?
Entonces es un trasto muerto, es inconsciente y tiene que asimilar ese otro grado de sentimientos, más elevado.
Empiezo a comprender que cualquier pensamiento asfixia tu amor y mundo de los sentimientos como un espacio si no quieres dar esa ternura.
Santo cielo, Crisje, qué sabiduría estoy empezando a ver, con qué profundidad me acerco a la vida, qué imponente que es esto.
La vida ha de asimilar el sentimiento, y lo hace la personalidad.
También esa personalidad tiene siete grados para vivir lo más elevado para el amor humano, solo entonces puedes decir: soy madre.
Ahora amo de verdad.
¡Oye, Sócrates!
¿Lo oyes?
¿Cuándo soy amor?
Durante toda tu vida te has preguntado: “¿Qué es lo que pasa cuando me siento feliz?
¿Qué es el sentimiento?”.
Puedo contártelo ahora.
Ahora sé dónde ha nacido el sentimiento para el ser humano.
De dónde hemos sacado los seres humanos este sentimiento.
Pero no lo supiste durante tu vida, no has visto esas leyes y esos mundos.
¿No es cierto?
Se me concedió ver y vivir la Omnimadre, y después los grados de vida espiritualizados y materializados para el espacio.
Pronto iremos al Omnigrado consciente, humano y divino.
¿Y entonces?
No lo han (habéis) visto ni sentido.
Pero el pensamiento va bien, Sócrates, me doy cuenta de que va de maravilla, asimilaré ahora absolutamente todo lo de la Omnimadre.
Y solo entonces estaré listo para la madre de la tierra, para darle mi amor.
¿Percibes este beso espacial, Sócrates?
¿No te habría gustado vivirlo?
Esos pequeños labios te reconducen ahora a la claridad inmaculada, a la Omnimadre, y entonces la madre de la tierra es un milagro divino al que puedes amar con todo tu ser, porque has llegado a conocer las leyes para el alma y el espíritu.
¿Cómo es el marido para la madre, y cómo es la mujer para su creador?
Lo ves aquí.
Lo puedes vivir.
Un animal posee más amor que el ser humano, y el ser humano es lo más elevado de todo lo que ha creado la Omnimadre.
El ser humano aún no conoce el amor, pero ¡el hombre no se conoce a sí mismo!
No saben aquí para qué viven, este par de grados de vida, estas dos almas.
¿Cuándo son de un mismo color y de un mismo pensamiento?
Se prepara y un poco después sale corriendo a la calle.
En una sola noche ha envejecido millones de siglos.
La manera en que pensaba y percibía ayer pertenece al pasado.
La vida le sonríe, aunque el ser humano y el animal estén en los huesos, aunque esa vida reciba golpes y patadas, la vida es imponente, hermosa, increíblemente bella.
¿Qué significa alimentarse?
¡Nada!
Un poco más tarde, la madre agua ya está hablando a su vida y conciencia.
—Hola, André.
—Hola, madre.
—Estuvo increíble, ¿no?
—Sí, oye.
—¿Llegaste a conocer los grados de vida para el espacio y los míos, André?
—Sí, madre, llegué a conocer cientos de miles de leyes.
—¿No es para llorar hasta no poder más de felicidad, André?
—Sí, madre, es imponente.
—¿Irás a Loea? (Más adelante en este capítulo quedará claro quién era Loea).
—Sí, pronto pintaré allí.
Ahora viajamos y vivimos muchas cosas, y para romper eso...
—No pintarás, André, más adelante vas a materializar las leyes.
El maestro Zelanus comenzará.
—Tienes razón, madre.
Pensé en pasado, y no ha de ser así.
Ya lo he vivido.
Pero todo va muy bien.
Entiendo ahora que voy a sintonizar con al vivencia espacial.
Primero he de vivirlo.
Para nada, ahora no vamos a pintar, arte tengo de sobra.
Yongchi vive ahora en otra parte.
Pero llegará enseguida cuando lo necesitemos.
—Lo sé, André.
Qué pensamientos más imponentes albergas ahora, André.
¿Todo eso lo viste conscientemente?
—Sí, madre, cada uno de los grados de vida puede contártelo.
Es como lo estamos viviendo.
¿Qué quieres, cariño mío?
—¿Cómo estaba la madre?
—Muy bien, va a volver tranquilamente.
—Sí, ¿verdad?, nadie puede cambiar eso de ninguna manera.
Anoche, mamá me sonrió.
Tú ya estabas allí.
Te vi con los maestros.
El ser humano aquí la vio solo como el último pedacito.
¿No da ternura, André?
—Así es, madre.
—Más adelante, cuando seas uno solo con ella, ¿le dirás, por favor, que la besaré cada segundo de su vida?
—Pero ya lo sabe.
—Pero quiero darle mis flores, André.
Ha sido tan cariñosa y buena con nosotros.
Seguramente ya has de saber cómo recibimos de ella la luz vital, yo y también todos esos otros grados, ¿no?
—Lo seguiremos más adelante, madre.
—Lo comprendo; verás entonces cómo tú mismo alcanzaste la vida.
Y sin duda que vale la pena.
¿O no?
—Así es, madre.
—¿Has visto que mi amigo el árbol ha perdido casi todos los brazos?
Aquel otro de allí, con el que hablaste, me dijo: “Me encargaré de que André reciba un brazo mío, hoy o mañana”.
Dice que él mismo no quiere vivir todo eso de serrarle, lo percibo y me parece comprensible, pero ahora yo misma me encargaré.
Y ¿entiendes, André, cómo lo va a hacer?
—Para nada, pero creo que lo percibo.
—Bueno, lo verás.
Mañana o pasado mañana habrá llegado el momento.
Entonces encontrarás su bracito delante de tu puerta, para eso le hacen falta personas, y ya las ha conocido.
Recibirás leña de su vida, y queremos encargarnos de ello ahora.
¿Sabes y crees que somos capaces de hacerlo?
—Sí, madre, ahora lo sé: ustedes son (vosotros sois) capaces de lo que sea.
—Qué bien, André, la confianza es ser uno.
Si no posees nada de eso, esas leyes tampoco llegarán a funcionar.
¿No es natural?
Somos capaces de lo que sea, si quieres vivir esta armonía.
Habla a la vida, entrégate por completo, y la vida por excelencia, de la que la gente piensa que es Dios, cuidará de ti.
¿Todavía tienes otros deseos, André?
—No, madre, para nada.
—¿No tienes hambre?
—Tampoco, madre.
—¿Acaso no te apetece mi vida?
¿Quieres ver que poseo vida?
¿Quieres un pececito, André?
—Para nada, madre, no podría comer tu vida ahora.
—Anda, mira allí.
Justo allí, cerca de ti.
¿No ves qué grueso?
Podrías pescarlo sin más.
Mi vida ya va a tu encuentro.
¿No es asombroso, André?
Y a la vez tan sencillo.
Quiero que vayan a ti.
¿No es una muestra de cariño, pues?
Yo misma, André, como la madre de toda esta vida, puedo conectarte con ello, claro que sí.
Si de verdad quiero que se acerquen a la gente, te comen de la mano.
Se echan, puedes sacar la mano y otra vez tendrás de comer.
Otra vida como ser humano no lo recibe.
Cuando ven y perciben el aura vital, se van a toda velocidad, se sumergen, no quieren servir para la inconsciencia, por más grandioso que sea morir para ellos.
Porque se acercan al instante a las leyes vitales para la continuación.
¿También lo ves, André?
—Los veo, madre.
Sí, estoy viendo el espacio para tu vida.
Qué imponente, ¿no?
El alma como agua.
El espíritu como agua, como mi madre, el espacio también, y además los muchos grados de vida como mundos materializados, voy a empezar a ver y vivirlos dentro de ti.
—¿Lo ves, André? Eso es, pues, ser uno solo.
Y mis criaturas lo perciben.
Por eso se te acercan.
¿Quieres ver que tengo unos gorditos hermosos?
—Sí, me encantaría, ¿acaso es posible?

—Míralo por ti mismo... allí vienen ya.
Te los envío a tu conciencia.
—Ciertamente, madre, los estoy viendo.
Es increíble, pero los estoy viendo.
¿De verdad que me los has enviado?
—Por supuesto, mi André.
¿Acaso no sabes lo que hizo Cristo?
—Oh, ¿quieres decir aquello con esos pescadores?
—Lo de sus apóstoles, eso quiero decir.
—Lo entiendo.
—Pues bien, ¿cómo pensabas que lo hizo Cristo, André?
—Porque vio que allí vivían peces y entonces los apóstoles pudieron echar sus redes.
—Y entonces sacaron del agua redes enteras de pescado.
¿Verdad?
¿Pero habló a esto, a mi vida.
Primero preguntó a mi vida si tendía la bondad de enviarle mi vida.
—Y entonces lo hiciste, ¿no, madre?
—Sí, lo hicimos y fuimos capaces de hacerlo.
—¿Por qué hablas en plural?
—Porque son partes de mi Omnifuente y se han convertido en conciencia viva, entidades materializadas a partir de un mismo grado de vida, ¡entonces hablamos en plural!
Es, por cierto, lo que hace todo lo que vive.
Tú también hablas de seres humanos y animales, flores y plantas y espacios, ¿no?
—Tienes razón, madre.
¿E hizo caso tu vida entonces?
—Estábamos muy felices de que el Mesías nos pidiera que le diéramos ese milagro.
Entonces se nos concedió servir para la conciencia más elevada, André.
—Lo comprendo, madre.
—Los apóstoles sacaron de nuestra vida toneladas enteras.
Pero no sabían cómo ocurría.
De todos modos no comprendían nada de eso y se habían burlado de él a Sus espaldas.
¡Había sido demasiado para el Yo divino!
Lo has de comprender, ¿no?
¿No tuvieron que demostrar más adelante lo que sabían y habían vivido? Es cierto, ¿no?
¿Y luego?
¡Entonces cantó un gallo, André!
Otro se alejó de Él corriendo.
Y otros más no se acordaban de la conciencia divina.
Claro que sí, Juan era un as.
Albergaba más sensibilidad.
Era el único de todos que lo padeció todo y lo percibía desde la fuente vital, por la que también él había recibido la vida propia.
Pero ya hablaremos de eso en otro momento.
En todo caso verás ahora que tengo el poder de enviarte mi propia vida.
Y mis criaturas lo hacen con todo gusto.
Pero mira: no quieren irse.
Pero a ver... Si ahora llegan otras personas, ¿qué?
Un solo gesto y desaparecen.
Pero ese soy yo, André.
Velo por mis vidas y, cuando llegue el momento, las guio hasta el ser humano.
Solo entonces se te concede pescar y comer a mi vida.
¿Estás de acuerdo en que en todo se puede ver y vivir el orden espacial?
Pero la mayoría de las veces, envío a los seres humanos mi nacimiento posterior.
Es la morralla, André, la vida que pertenece a mis creaciones posteriores.
Esa la pueden pescar, porque esta vida quiere disolverse ella misma.
No obstante, velo por mis propios grados de vida, y he de hacerlo, o mis leyes de vida como grados llegarán a estar en peligro, se extinguirán, lo que enseguida creerás, pero esa masa inconsciente no conoce de aquello ni una sola ley.
Me comprendes, ¿no?
—Sí, madre, te comprendo.
Quieres decir las creaciones posteriores.
Aún no conozco esas leyes vitales, pero puedo seguirlas, porque se me concedió llegar a conocer mi propio origen.
Sé lo que quieres decir, pero aún hemos de analizar el mundo animal.
Vendrá después.
—Así es.
Y solo entonces sabrás lo que quiero decir.
Pero te daré un poco una imagen, entonces también lo sabrás ahora y es sabiduría para tu yo de la conciencia diurna, entonces no te molestará.
¿Lo estás viendo?
—Sí, madre, lo veo.
También eso es imponente.
—Así es, hijo mío.
¿Lo ves, André? Son creaciones posteriores.
¿O pensarían los eruditos que a semejante gusano le tocaría vivir un cielo?
¿Qué son las mariposas?
¿Qué son los gusanos?
¿Y las moscas y todos esos grados de vida para las creaciones posteriores, de los que han hablado las pequeñas?
Son creaciones posteriores.
Y posee varios grados de ellas.
Toda esa panda quiere vivir, naturalmente, pero provino del último proceso de putrefacción.
Mis otros grados —aún no lo sabes, pero también llegarás a conocerlos— recibieron la propia conciencia desde tu célula vital humana.
Cobró conciencia desde tu fuente primigenia como ley corporal, y solo entonces sabrás qué pescado puedes comer.
¿No es sencillo?
¿Qué permitió que la vaca recibiera la vida y la existencia?
Llegarás a conocer esas leyes, pero ¡yo ya las conozco!
¿De dónde surgió el mundo animal, André?
¡De ti mismo!
¿De dónde provino mi vida?
¡De nuestra Omnimadre!
Pero madre y ser madre son dos cosas muy distintas.
Ya lo has de saber, ¿no?
Así podríamos seguir hablando, ¿no es cierto?
Pero veo que quieres irte, tienes que irte y tengo que aceptarlo.
¿Pensarás en mí, querido?
—Claro que sí, madre.
—¿Y ya has dado los buenos días a Wayti?
—Todavía no, pero todavía lo haré esta noche, madre.
—¿No te olvidarás?
—No, eso nunca, tampoco a ti te olvidaré nunca.
—Entonces formas parte de mi corazón, André, y así seguirá.
—Lo sé, madre.
—¿Así que no quieres un pescadito, André?
—De verdad que no, madre, pero te doy las gracias por todo.
No podría comer tu vida ahora.
—Lo entiendo.
Y ahora: hasta luego.
Buen viaje, André.
No olvides pensar en mí cuando estés en el Omnigrado.
Mira mi vida cuando estés delante de mí, y contemplarás mi conciencia divina y mi sintonización.
Allí seré como cristal.
¿Y en el cuarto grado de vida cósmico?
André, ¿te sientes feliz ahora?
—A más no poder, madre.
—Lo entiendo.
—Adiós, por ahora, cariño.
—Adiós, André-Dectar.
—Hasta luego...
Vaya, ya no te oigo.
¡Se ha interrumpido nuestro contacto...!
Qué loco estoy —le sale de la boca— ¿y sin embargo...?
Ay, esa madre.
Madre agua, qué feliz estoy.
Vi ese pez.
Sentí sus peces y habría podido sacar esa vida del agua, así como así.
¿No era esto real, acaso?

—¿Viste esos gorditos?

—Claro, los vi.

—¿Por qué no sacaste la mano? Estás muerto de hambre, ¿no?

—Yo no, árbol, no tengo hambre.
Pero los viste, ¿no?

—Por supuesto, los vi.

—Entonces todo está bien.
—¿Qué está bien, pues?
—Se lo diría a la madre agua si no pudieras creerlo.
—Pero he visto su vida, ¿no?
—Entonces todo está bien, entonces ya no tengo nada más que decir.
—¿Qué significa esto, árbol?
—Que la gente no tiene que seguir tomándonos el pelo.
Es por lo que ahora nosotros mismos velamos.
—¿Así que quieres proteger a la madre agua?
—Sí, es lo que queremos, y ella me protege a mí, bueno, a nosotros.
Solo quiero saber si viste que te envió su vida.
No hay más.
—Pero te estoy diciendo, ¿no?, que vi su vida.
—Y entonces te dije que todo estaba bien.
Entonces todo está bien.
Entonces nos comprendemos.
¿Y no tienes hambre?
—Para nada, yo no, no podría comer su vida ahora.
—Eso se comprende, pero ahora tampoco vayas demasiado lejos.
¿Qué va a pasar con toda esa vida?
¿Para qué nació?
—¿Para que se lo comiera el ser humano?
—Para nada, amigo mío, no es eso.
Para servir a los órganos por los que recibieron la vida.
—Qué cosas.
—Exactamente.
—Y ¿tú sabes exactamente de qué hemos hablado?
—¿Acaso soy un hijastro?
¿No recibí mi vida a partir de ella?
¿No es ella mi madre?
¿Y no puede una criatura hablar con la propia madre?
Basta que pienses en tus pequeños riñones y ya está.
—Santo cielo, claro, árbol, tienes razón.
—Lo ves, André, de eso es que se trata.
Pero ya llegarás a conocerlo.
Gracias, pues.
Me alegro de que no me pasaste de largo, sin más.
De verdad, te lo agradezco.
Tampoco yo te voy a olvidar.
—Lo sé, pero tengo que seguir.
—Entonces ve, ¡tranquilo...!
—Qué buen tipo eres, de verdad.
—Buena persona, me pones contento.
—Entonces los dos estamos haciendo algo bueno.
—Para hoy, sí, pero también mañana.
—Lo entiendo, me encargaré.
—Entonces todo está bien.
—Bueno, ¡adiós!
—La fe, la esperanza y el amor son poderosos, André, pero el saber es lo que infunde alma a la fe, y entonces la esperanza ya no tiene importancia.
Lo que queda ahora es el amor.
¿Me das un beso?
—¿Sientes mi beso?
—Sí, por supuesto.
Dios mío, es un beso humano.
—Me haces reír, amigo.
—Es lo que dices, pero no lo haces.
¿Cómo quiere besarme esa criatura inconsciente?
—Lo entiendo.
¿Feliz, pues?
—Claro, y mucho.
¿Volverás a mi vida pronto?
—Te lo prometo.
—Entonces... hasta la bendita unión.
—Felicidad, bienaventuranza y fuerza.
—¡Un poco de todo esto para ti y lo lograrás!
—Gracias, muchas gracias.
Un poco después sube corriendo las escaleras en casa de sus amigos.
Pero cuando está delante de la gente, se siente como un pobre diablo y da la media vuelta, lo que obviamente nadie comprende.
No obstante es un error, piensa, tengo que vencerlo.
Tengo que ser capaz de hablar con la naturaleza y luego a la gente, o no podré hacer el viaje.
Pero no puedo comer, madre, amigo árbol, eso sí que es un alboroto.
Otra vez a tomar aire en la naturaleza, piensa.
La gente está muerta en vida.
Te miran a los ojos y luego te pican.
Qué diferente es la vida de la madre naturaleza.
Madre agua, ya no aguanto más entre la gente.
¿Todavía te queda algo por decir?
Y entonces llega a su conciencia:
—¿Ya has vuelto a mí, André?
—Sí, madre.
Sentía allí que me picaban.
—Puedo comprenderlo.
Va a ser difícil.
Pero no puede ser.
¿Qué van a decir los maestros de esto, André?
—Ya lo sé, madre, está mal.
También eso tendré que cambiarlo o ya no aguantaré más aquí.
Gracias por tu lección, madre.
Tendría que haber acogido esas vidas en mí.
Ahora, naturalmente, están pensando en cosas extrañas, pero ¿acaso yo hice algo extraño?
—Pero eso no lo entienden, ¿verdad, André?
—Para nada, no lo comprenden.
Mejor vuelvo.
—También eso está mal.
No tienes que hacerlo ahora.
Haz como si hubieras tenido que ir a alguna parte.
Puedes inventarte un pretexto para esas vidas.
De todos modos no lo van a comprender.
Sea como sea, tienes que vencerlo, André.
Deberías habérmelo la primera vez que vivimos este contacto.
Entonces te habría acercado a mí de un tirón, y tu vida allí habría terminado por completo.
Ahora voy a protegerte.
¿Lo oyes?
—Sí, madre, te doy las gracias.
—Bueno, pues te voy a contar otra cosa.
Ahora acogerás mis pensamientos de manera un poco distinta.
Entonces vivirás mis diferentes grados, André.
¿Ya lo estás sintiendo?
—Sí, madre.
—¿No es asombroso?
Y sin embargo tan sencillo.
Pero la gente no es capaz de hacerlo.
Y aun así entienden que no están abiertos unos a otros.
¿Te picó Loea?
—Para nada, ella no, sino ese viento racheado de allí.
Es ella, esa lastimosa mujercita.
Lo es todo, todo ese entorno te saca la vida a tirones.
No puedo con eso ahora.
—Y sin embargo habrá que hacerlo.
Una vez que lo tengas en ti, todo irá por sí solo, André.
Y entonces la respuesta vivirá debajo de tu corazón.
Al igual que nació la buena tierra, llegarás a albergar la respuesta y esos sentimientos.
Y entonces el ser humano estará ante el alma y también ante la vida.
Solo ahora adoptan pensamientos, llegan a esta unión.
Pero percibir y vivir eso como ser humano es otra cosa muy distinta.
Llegué a conocer al ser humano como alma.
Viví esa alma, André.
Y la gente a mí, no.
Todavía lo tienen que aprender.
¿Pensarías que son capaces de creerlo?
Estoy bastante seguro de que no.
Se burlan de ti.
Pero a ver, continúa un poco.
Vuelve a mi madre.
¿Qué dirán ahora?
Ahora ya no eres un ser humano.
Ahora te pican de arriba abajo.
¡Y a eso lo llaman su amor!
Es lo que ahora quiere ser sentimiento.
Tienen que dárselo unos a otros.
Que no te quepa duda: esto todavía no lo tienen.
¡Y sin embargo existe!
Tú se lo transmitirás a la tierra y sus criaturas.
Son seres divinos en un estado humano, cuyos grados de vida gozan de conciencia preanimal, animal y material.
Pero esto nos conduce al grado de vida espiritual, André.
—Lo sé, madre.
—¿Te ha asustado un poquito?
—Para nada, eso no, pero todavía no me lo puedo perdonar.
—Es entonces tu ganancia, André.
Así tienes que vivirlo todo, entonces pondrás nuevos fundamentos para ti mismo.
Podría marearme de todos esos grados como ser humano.
Basta con que mires esos ojos golosos.
Velo tú mismo, ese hombre de allí está que se muere por comer algo.
Pero no llegará ningún pececito para él.
Ya le gustaría, pero ¿qué está dispuesto a dar a cambio?
Nada.
No consigo nada con eso.
Nuestra conciencia y vida no son para eso.
Si lo saben, damos nuestra conciencia con amor.
Y entonces vuelven a recibir lo que nos han dado y por lo que nosotros recibimos la vida, es decir: mis criaturas.
Y aun así, André, si vienen ellos mismos, esas personas melancólicas, las tomo en mis brazos.
¿Cuánta gente no abandona la vida suicidándose?
Te daré cosmología.
Si la gente supiera, André, que la luna como Omnimadre... por lo menos para este espacio... me ha creado, entonces llegarían a comer y beber esa sabiduría como alimento.
¿Qué les dijo Cristo en ese tiempo?
Y ¿qué hacen ahora?
“Coman y beban Mi cuerpo y Mi sangre”.
Y también nosotros somos capaces de hacerlo, pero ¡la intención de eso es que sea sabiduría vital!
No obstante, es entonces cuando llegarán a conocerlo a Él.
Lo amarán de otra manera.
Y solo entonces no terminarán demasiado pronto con sus vidas.
No entienden cómo son las cosas entonces.
¿Sabes ahora que la vida de la madre naturaleza nació en mí y por medio de mí?
Todo lo que vive recibió un alma en la luna.
Y entonces las cosas continuaron.
Elevarse más y continuar por las revelaciones materiales, corporales.
Y sabes ahora a donde iré más adelante.
Por más increíble que sea, voy a continuar.
Cuando muera aquí, André.
Me disolveré.
Todavía serviré aquí millones de años.
Claro, es lo que durará mi vida, porque poseo conciencia espacial.
Ya he creado mi cuarto grado cósmico.
¿Es un poco más tierna esta voz, André?
—Sí, madre.
—Esta tiene la sintonización cósmica.
Puesto que yo misma me desprendo de estas leyes te está hablando mi conciencia espacial.
Nada me detendrá, André, nada, también es así para toda la demás vida.
Por eso es tan tonto que los eruditos me vean solamente como agua.
He atravesado miles de mundos y tuve que asimilar esas leyes.
¿Por qué esas almas no piensan un poco más allá y un poco más profundamente?
Tú piensas, pero ellas todavía no son capaces.
De ninguna manera, tampoco Sócrates pudo hacerlo.
Pero solo entonces estarán ante la frescura espacial.
Ante mi proceso de crecimiento y florecimiento.
Verde como en el cuarto grado cósmico, y conciencia como la de Él.
¿No es una pena?
Seguramente lo estás sintiendo, que soy como una niña.
¿De verdad te parezco tan cariñosa?
—Sí, madre.
Quisiera decir ahora “niña”.
—Podrías hacerlo, André.
Y no está ni tan mal, porque es lo que soy.
—Lo entiendo, madre.
—Sabes ahora que volveremos a vernos en el cuarto grado cósmica.
Imagínate, por favor, André, cómo es nuestra vida allí.
Primero voy a crear como materia etérea.
Voy a las leyes del universo, mientras tanto me preparo para elevarme y soy uno solo con todos mis hermanos.
También me encargaré de todas mis densificaciones, y, antes que nada, de mi ser madre.
Sí, André, me quedaré aquí hasta que ya no vivan más personas.
Pero verás que también ya creé mis órganos para allá.
Serán allá el alma de mi alma y mis sentimientos.
¿Lo veías de otra manera?
—Para nada, madre, así es.
—Mira, escucha, André.
Ayer oí a algunas personas que hablaban entre ellas.
Te lo digo, ¡no aprenden nada!
Créeme: más adelante, cuando haya pasado esta guerra, constatarás lo que han aprendido.
Ahora están con la boca bien callada.
Pero cuando lo posean todo, volverán a olvidarse de Él.
Y eso está en manos de ellos mismos, ¿no?
¿Por qué no se niegan a matar?
¿No entienden lo que están haciendo?
¿Tan difícil es decir “no”?
Los sentimientos animales, André, esos matan, están abiertos a todo y no conocen el amor.
Y aun así dicen, esas personas, pues, que aman.
Seguro que conoces el palabrerío de esos pastores protestantes.
Ciertamente, esa vida envía al ser humano a una guerra.
Esa es, pues, la sabiduría suya para Dios.
Está permitido, según lo que dice esa infeliz criatura.
Pero ¡es justo lo que no está permitido!
¿Qué pensarías de semejante insecto humano?
¿Entiendes esa conciencia, André?
—Sí, madre, es pobreza.
—Cuéntales, André, cómo hay que ver y vivir a Dios.
—Es justo lo que hago, madre.
—¡Cuéntales, sobre todo, que Dios jamás aprueba que se destruya Su otra vida!
¡Nos enferma escuchar que un clérigo aprueba que el alma de Dios asesine!
Nos enferma oír el dichoso “Sieg heil”, André.
También de eso entendemos.
¡Hará que se asfixien!
Pero ¿pensabas que alguna persona de esos millones piensa en la propia putrefacción?
Y es porque esos pensamientos son putrefactos de cara a la creación divina.
¡También los de los pastores protestantes y además de la iglesia!
Sí, ellos también, esa madre es horrorosamente pobre.
Grité a esa gente de allí: “Pedazo de miseria que eres, sal de mi vida.
Vete de aquí, porque de todos modos tu conciencia no me sirve de nada.
Incluso quiero protegerte.
¿No me oyes?”.
Pero no me oyeron, André.
Y allí se tiraron por la borda, de pronto, entre gritos pusieron fin a su vida y ahora están en mis brazos, pudriéndose.
Están atados a ese esqueleto muerto de hambre, todo ese tiempo viven en mí, hasta que llegue la verdadera hora de la muerte, y entran a sus leyes de continuación.
Lo conoces, ¿no?
Recibiste ‘El ciclo del alma’ del maestro Zelanus.
Pero yo, André, tengo que acoger a esos inconscientes y no puedo hacer nada, porque todavía no pueden escucharme, porque no viven esta unión.
Es lo único que varias personas saben hacer, quitarse de en medio.
Pero ¿qué pasará entonces más adelante, cuando ya no posean nada?
Las cosas que verás entonces, André.
Cuando exclamé: “Gran miseria, aléjate de mí”, incluso las atraje a mi vida... algo las ha tocado y fue, André, porque ellas, como ya te aclaré alguna vez, habían recibido la vida propia dentro de mí.
Y ahora las cosas se vuelven peligrosas.
Grité: “¡Tu madre dice: no lo hagas!”.
Ahorcarse les parecía horroroso.
Y es cierto, André.
Entonces se quedan colgados de esa viga de madera, al lado de esa insignificante vestidura, hasta que llegue el final legítimo, y entonces continúan.
Ahorcarse me parece algo asqueroso, entonces ahogarse está mejor.
¿No es cierto?
—Tienes razón, madre, pero todo es malo.
—Ese mundo no quiere saberlo, amor mío.
Esa gente todavía no quiere comprenderlo.
Por todos lados se van.
Algunos saltan por una ventana, otros lo buscan por medio de gas, de violencia brutal, pero absolutamente cada suicidio es una demencia total.
Si aprenden eso, André, les habrás dado algo divino.
Yo les doy a cargar una pequeña túnica.
No los mando por allí desnudos.
Y esa insignificante vestidura es entonces para continuar, no tiene más significado.
Ahora tienen que encargarse ellos mismos de otra persona, y se les devolverá cuando se vean ante sus leyes del karma.
Lo conoces, ¿no?
Es entonces cuando pueden vivir su miseria.
Pero entonces no sabrán de dónde les llegan todos esos disgustos, pero vuelve la vista un momento, ¿quieres?
Vuelve la mirada a lo que pasó hace algunas vidas, por favor, André.
De eso te has librado ahora.
También tú te hiciste perecer más de una vez, hasta que sentiste el saber conscientemente en tu interior, y es, pues, miedo, miedo, por la desgracia que has vivido alguna vez; ese conocimiento lo tienen y también lo comprenden, por lo menos algunos, o toda esta humanidad pondría fin a su vida.
¿No es cierto?
—Sí, madre, es verdad.
Es verdad.
Hay personas que no son capaces de hacerlo.
Pero también dicen: no sé por qué, pero tengo tanto miedo.
No tengo el valor de hacerlo.
Y es, pues, lo que quedó de vidas anteriores.
Claro, tienes razón, madre.
Es el sentimiento para ahora mismo, pero ese sentimiento lo han vivido alguna vez, y abrió un boquete en sus almas.
Y ahora ya no llegarán hasta ese terrible suicidio.
—¿No es imponente, André, que se nos conceda vivir y comentar estas leyes enormes?
—Sí, madre, es nuestro saber.
—Bueno, escucha... André, todavía les dije a esos pobres de espíritu: “Vivirás cada ratito de esos minutos materiales, porque esa es tu verdadera ley”.
Pero tampoco eso lograba enviarlo hasta los sentimientos.
La conciencia diurna se negaba tajantemente, no podía continuar.
También dije que cada tejido material empuja y sirve para continuar.
Y ¿no significa eso que el alma tiene que vivir antes que nada la vida orgánica y ese espacio?
Solo entonces podrá continuar.
Y esa gente acaba con todo y ahora tienen que empezar desde cero.
No viven leyes, André, estas almas quieren saltarse partes, y no puede ser.
Y entonces sigue el silencio, el silencio del mundo del inconsciente... la preparación para la vida nueva, pero hay miles de personas que se les adelantan, porque continuaron armoniosamente.
¿Has reflexionado sobre las leyes humanas y armoniosas, André?
—Sí, madre, pero todavía tengo que comenzar con este espacio.
—Hazlo, André, y llegarás a tener la conciencia cósmica para cada uno de los grados de vida de Dios.
—Sí, madre, lo haré.
—Y entonces nos veremos ante los rasgos de semejante alma como ser humano.
¿Son rasgos conscientes, pues?
Es de una pobreza tremenda.
Esa conciencia diurna todavía no es humana, sino que es inhumana y animal; has de recordarlo y aceptar que un animal ni siquiera hace cosas semejantes.
El animal no busca el suicidio.
No puede hacerlo, un ser humano sí.
Y ¿es ese, pues, el ser más elevado?
Además, André, los rasgos humanos tienen los siete grados para el proceso del despertar.
¿No es eso unión divina, acaso?
¡Tienes todo lo de Él!
Y resulta que hay personas, André, que quieren terminar con su vida por una tontería cualquiera.
La madre tierra les grita: “Oye, espera un momento, ¿no?
¿Por esa cosita de nada ya quieres acabar con tu vida?”.
Y otros más tiran a sus nenes por allí.
Me lanzan a sus vidas metidas en bolsas.
¿No es para que te saquen de quicio?
Sí que se apuntan para las risitas, pero para la vida no, y también eso toca las leyes de equilibrio, las leyes para la continuación armoniosa, que llevan a cabo una sola tarea para el espacio y la felicidad de las esferas.
La madre tierra está cansada de toda esa miseria.
Falta poco para que se harte.
Cuando se me acercó el pequeño judío, grité:
“¿Quieres renegar de tu origen?”.
El hombre me dio una mirada de asco, y eso que mis intenciones con él eran buenas.
¿No éramos todos judíos?
Y ciertamente, André, oyó mi voz y preguntó:
“¿Quién puede contarme lo que no puedo ni quiero hacer?
¿Tú, acaso?”.
En realidad, esta vida tenía razón, pero ¿cómo encontrar semejante historia judía?
Le contesté a voz en cuello:
“¡Tienes que dividirte, tonto!
¡Divide tu vida y acepta a Cristo!
Acepta al Mesías y ya jamás te molestarán las calamidades nazis.
Conéctate con un cristiano.
Depón tu ser judío y lo tendrás a Él.
Reprodúcete con aquella otra vida de Dios, porque no haces más que representar una religión pobre, ¿no?
¿No lo sabías, pequeño judío?
Entonces te lo diré hoy.
Ya eres un bendito”, le grité, André, “al poder escuchar esto”.
Y entonces todavía pregunté: “¿Estás desangrando tu origen?”.
Entonces llegué a oír: “Al diablo, vieja...”.
Y sin embargo no me enojé, André, porque entendí y viví que esta existencia humana me percibía.
Y eso lo compensaba todo, eso me dio a percibir amor.
Un breve contacto así, ¿verdad?, y sientes como el beso espacial te llega y te entra.
Y estás abierto a eso y lo haces todo, lo das todo, es enorme lo que se te da a vivir en semejante instante.
Por eso vuelvo a preguntarte, André: ¿no volverás a olvidarme nunca más?
¿Seguirás amándome ahora eternamente?
—Lo haré, madre, es para siempre.
—Lo entiendo, André, es todo.
Y entonces aquel pequeño judío todavía se dijo a sí mismo: “¿Qué tengo que hacer, por todos los santos?”.
Y le contesté:
“¿Todavía quieres hablar en nombre de la paz y del derecho, ahora que quieres hacerte perecer?
Muy mal, ponte a correr y desaparece de aquí.
¿A Jerusalén?”.
Y entonces volví a oír “Al diablo, vieja”, y ahora sonó distinto, fue duro, pero ¿crees que comprendía lo que quería decir, André?
Entré volando en su corazón y deposité allí: “¿Se te ha olvidado que a la paz y al derecho, a la paz y Su nombre, los has clavado en la cruz?”.
Entonces deberías haberlo visto, André.
Esta vida se volvió venenosa.
Pero la cosa justo estaba empezando a gustarme, y fue cuando dije:
—¿No es cierto, acaso?
Ustedes, como hijos de Caifás... ven la resurrección de ustedes en Adolf Hitler (véanse los artículos ‘Hitler’ y ‘Pueblo judío’ en rulof.es).
Por Adolf están ahora ante su película de Jerusalén... Adolf te golpea, pero ¡Caifás es él!
Cuando se alejó de mí corriendo, le di lo último como ser humano: mi beso.
Y entonces, André, se limpió el morrito, miró su estrella y luego me lanzó en respuesta:
“Sí que tienes razón.
Seas quien seas, tú que me hablaste, tienes razón.
Te lo agradezco.
¿Eres tú, madre?
¿O tú, padre?
¿Acaso es Natán?
¿Sigue vivo Isaac?
¿O a ustedes ya los han gaseado?
Te doy las gracias, madre querida, pero ahora ya no me voy a quitar la vida.
Lo acepto todo.
Porque fuiste tú, ¿verdad, madre?”.
¿Lo ves, André? Pensó que era su madre.
Fue el año pasado, en realidad justo antes de que nos conociéramos tú y yo.
Pensó que su propia madre hablaba a su vida, pero ¡era yo!
Adolf se llevó a rastras a la madre de esta criatura.
También a su padre y su hermanita, su hermano.
Y comprendió que no podía renegar de Jerusalén.
Y ya puedo comprender que llegan hasta ese punto.
Aun así estás viendo cuánta fuerza me queda para ayudar a la gente.
Este es uno de entre millones.
¿Velarán los demás por su propia creación?
Seguro que lo comprendes, reaccionó de manera maravillosa.
Claro, André, mis fuerzas son conscientes, ¡soy capaz de hacer eso!
Menos de una hora después, ese mismo día, estaba ante un acontecimiento nuevo.
Ahora es una mujer hermosa.
Ya no sabe qué hacer y quiere lanzarse a mis brazos.
¿Qué crees que le dije?
Dije: “Haga lo que sea su obligación.
Reciba a la criatura cristiana.
Conviértase en madre y deje que Adolf haga de las suyas, porque no comprende usted nada de eso de la causa y el efecto, ¿verdad?
Cree un corazón nuevo, hija mía.
¡Vamos, hágalo!
Está fresco el viento, ¿verdad?
¡Dentro de mí hace todavía más fresco!”.
Y ciertamente, me oye.
Lo más sorprendente de todo es, pues, que toda esa gente piensa, llega de pronto, o sea, quiero decir los más sensibles, que es Él quien les habla.
Oyen hablar a Dios, pero ¡soy yo!
Esta criatura se alejó de mí.
De pronto lo supo y se convertiría en madre.
Así le salvé la vida.
Una madre y otra se encuentran rápidamente, André.
Creo, no, sé que lloraba de felicidad.
Otros primero dicen “Al diablo”.
Aunque un poco más tarde estén a tus pies.
Entonces la seguí y vi que se ha abierto por completo a la maternidad.
Lo que yo desperté en ella.
¿Sabes por qué es tan glorioso cuando llegas a mí desnudo y quieres nadar?
Entonces percibes mi espacio, André, y ya hay mucha gente que lo sabe.
Claro que sí, es el verdadero ser uno.
Pero es lo que vivimos ahora de alma en alma, ¿no es cierto?
—Sí, madre.
Lo del judío aquel me pareció muy dulce de tu parte, y también lo de esta madre.
—Ya me lo imaginaba, te puede servir para aprender.
A ella, a esa hermosa criatura, le regalé un pequeño collar.
Seguro que ya lo entiendes.
Esa cosa ya no le hará falta, y más vale recibir uno de mi parte que de La Parca... que no existe.
Pero para cambiar de tema: esta noche recibirás tu “brazo”, André.
Ahora me están dando esa señal.
—Vendré a decírtelo, madre.
—Pero estamos viviendo sucesos imponentes.
También escenas tristes.
Si el judío pudiera renunciar a eso de mirar las nubes, entrará en la nueva concienciación.
¿No? Piensa, pues, que Cristo aparecerá sobre las nubes, pero es lo mismo que el católico, también esos pobres pastores protestantes se aventuran a veces un poco con eso, con lo que de todos modos no tienen nada que ver; sin embargo, tienen ahora mucha autoconfianza, se aferran a lo que sea.
¿Qué va a significar ese clavo ardiendo del judaísmo para un cristiano?
¡Nada!
Pero a ver si puedes seguir esas vidas.
El proceso de tortura que viven ahora no es comparable con lo que se imponen a sí mismos cuando ponen fin a sus vidas.
Cuando otro pequeño judío de esos vino a verme acorté un poco y exclamé a esa vida:
“Aléjate de mí, traidor de Cristo”.
Deberías haber visto cómo corrió, André.
Vaya hombre; con la madre tengo otro contacto, pero esos hombres judíos no oyen bien y son más impetuosos.
Quieren poseerlo todo, porque conocen su Biblia.
A la madre se le ha educado de otra manera.
“Lo digo en serio”, grité mientras se alejaba, “traicionaste a Cristo y ahora nunca más tendrás sosiego.
No pienses que después el mundo te compadecerá.
Es lo que pensabas, pero los tiempos han cambiado.
Antes era posible, pero ahora ya no.
Era posible en Jerusalén, pero esto ya no es Jerusalén, aunque vivas la misma bondad, los mismos fundamentos.
Solo la conciencia es diferente, ha cambiado un poco”.
Entonces salió corriendo incluso más rápidamente de mi vida, y pensó: voy a terminar en el altar desacrificios, quieren desollarme y matarme.
Pero, André, dilo tú: ¿es algo para este siglo?
Pensó en sacrificios, en su tierno cuello, pero la sangre de su sangre es vida antigua, y ya no alimenta la vida del espacio.
Todavía me lanzó, entre gritos, lo siguiente:
“Se lo diré a mi propia raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) ”.
Y yo todavía dije en voz alta: “Hazlo, así por lo menos te aseguras esas treinta monedas de plata... ¡Durante tu propia vida volverás a recibir la moneda, vendetta!”.
Y esos tiempos, André, han llegado ahora.
Dios no puede aprobar que hayan destruido a Cristo (véase el artículo ‘Pueblo judío’ en rulof.es).
Por más que uno maldiga la iglesia católica, en todo caso ha defendido la vida de Cristo y eso hay que admitirlo, aunque el resto de su vida sean tinieblas.
A otro le dije en voz alta —y también a esa vida se me concedió salvarla y advertirla—: “No te sobrepases con otra vida de Dios, te encontrarás entonces ante tu propia desgracia”.
Y me insultó llamándome “canalla”... y ese es Dios, pues, veía a Dios como hombre.
¿Te gustan semejantes cucamonas, André?
Ahora sí que son tiempos para el bueno de Darwin.
Menudos cuentos de monos.
Que se aplique el cuento.
Esto es peor.
También le dije todavía a ese hombre... ¿pensabas que eres el único al que se golpea?
Y ¿no es cierto?
¿No se les golpea y patea a los cristianos?
Basta que me mires a mí, André.
Por cierto, conoces estas leyes, te pusieron en las manos ‘Los pueblos de la tierra’.
Ahora se le pega como pueblo al hombre o a la mujer que posea más karma, el karma más profundo.
Es por lo que la paliza a la criatura judía es tan tremenda (véanse los artículos ‘Hitler’ y ‘Pueblo judío’ en rulof.es).
Por más que se enoje ahora la raza judía (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), esto es verdad sagrada.
Fue a Cristo a quien se clavó en la cruz en el Gólgota, ¿y puede Dios aprobarlo (véase el artículo ‘Pueblo judío’ en rulof.es)?
¿Cómo llegó Adolf a tener odio por el judaísmo?
¿Pensabas que un ser humano era capaz de odiar tanto por sí mismo?
Imposible.
No llegas a tener nada en tu conciencia que no se haya metido a golpes.
Es por eso que Adolf persigue su propia raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), pero la gente no lo comprende.
Otro de esos pequeños judíos quería saber más.
Me preguntó por qué se le golpeaba tanto a su raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Y pude contestarle.
Cuando dije que Cristo había vivido en la tierra también para él, y que ahora a su raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) le hacía falta una buena paliza para enmendar (véase el artículo ‘Pueblo judío’ en rulof.es), me dijo que esto ya no era una paliza, sino una masacre.
Y entonces pude darle la razón.
Pero un poco después —el hombre también lo sentía—, me dijo:
“Vieja asquerosa, tipo repugnante, cómo te gusta la palabrería”.
Así que podía darme por enterada.
Justo lo que pensaba en realidad.
Si uno piensa que la tiene, a la vez la pierde.
Si piensas que estás tratando con personas honestas, venden tus pertenencias.
Y aun así fui detrás de él y quería arriesgarme a todo para llegar a que esa vida me hiciera caso.
Dije que este era el Siglo de Cristo.
Deberías haber oído sus risotadas.
¿El siglo de Cristo?
“¿Quieres decir”, me gritó, “ese rabino de Jerusalén?
Fue un charlatán, un fanático, a ver si te enteras”.
¿Qué tienes que decir ahora, André?
Todavía le dije: entonces desfógate, vamos.
Entonces ya no quedará más vida para tu propia raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
De todos modos, más adelante tendrás que aceptar a ese charlatán.
Todavía me gritó que no tenía que meterme con una “leyenda”, y que tenía que darles el pecho a mis criaturas, y si ni siquiera oía esos berreos.
Entonces tuve que admitir, André, que esta vida había logrado muy bien ser una sola conmigo.
Naturalmente, para su propio problema.
En cualquier caso he logrado que también él saliera pitando cuando oyó mi voz.
Aunque la criatura judía piense que todo esto no es para él, verás lo que prepara Adolf.
Son heridas profundas, André, no, de ninguna manera: son muchos centenares de miles de muertos más.
También dije todavía: libérate de tus propios simbolismos, pero ya no lo comprendió.
La vida llegó a casa jadeando y se sentó delante de la estufa, vacía porque todo ya se había quemado, para pensar.
También ese hombre pensó que su hermano le había jugado una mala pasada.
Sí que es algo extraño: cuando la gente se ve ante verdades, empieza a vivir leyes ocultas.
Por lo menos, eso pensé.
Que semejante hombre te insulte a la primera llamándote “vieja”, qué pobreza.
Pero son estos tiempos, André.
Quien sea sensible puede aprender mucho.
Quien quiera lo recibe todo, porque ahora está hablando el espacio.
Otra persona fue más sensible.
¿Me sigues escuchando, querido?
—Sí, madre, continúa, te sigo en todo.
—Oh, por un momento te alejaste mucho de mí, ¿sabes?
—Es cierto, madre, porque estaba haciendo mis propias comparaciones.
—Y ¿tengo razón?
—¡En todo!
—Esa otra vida me preguntó, André... o sea, voy a seguir, si te queda un poco de tiempo... que si acaso Caifás estaba ahora en la tierra.
Dije: “¡Sí!”.
Y entonces se oyó de inmediato: “Entonces es Adolf Hitler.
¿Ves? O sea, que sí que lo sentí bien.
Nuestra raza (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) se ha mancillada a sí misma”, me dijo ese hombre en voz alta.
Y entonces supe que, a pesar de todo, todo estaba bien.
La humanidad está despertando.
Este núcleo se hará dilatar a sí mismo, André.
¿No lo crees tú también?
—Sí, madre, así es.
Ese hombre se encargará de que la masa lo acepte a él.
—¿Sabes? De no haber sabido dónde vivía Judas, habría pensado, ¡es él!
Porque esa concienciación está despierta, ese hombre pondrá los primeros fundamentos.
Y por eso nada se ha perdido.
Y ese hombre dijo todavía: si podemos aceptarlo, mañana ya viviremos en el paraíso.
Qué buena respuesta, ¿no, André?
Cuántas personas vienen a verme.
No puedo alcanzarlas a todas, les falta esa sensibilidad.
Pero ¿cómo fue Loea, André? No tendrás problemas con ella, ¿no?
—No, madre, con ella no los tendré jamás, porque es mi madrecita.
—Lo sé, ¿la reconoces del Antiguo Egipto?
Conozco su vida, su alma, André.
¿Quieres que te muestre lo que sé y que la conozco?
—¿A ver?
Ahora André llega a tener una visión de Loea.
Ella era la madre de Dectar, antes de que este se fuera al Templo de Isis y lo descubrieran los sumos sacerdotes.
El libro ‘Entre la vida y la muerte’ habla de Dectar.
Es la vida de André en el Templo de Isis, pero no se cuenta nada sobre su madre.
El padre de Loea era cazador, y esta criatura era simple.
Un día, durante una expedición —el padre decidió buscar un nuevo territorio— fueron atacados por leones, padre y madre muertos, a Loea la encontró otro cazador, que se encargó de ella.
Con dieciséis años, a Loea ya la habían violado.
No obstante, la maternidad hace que entre concienciación en esta vida retrasada.
El interior llega a tomar una decisión y desaparece, sola, llevándose su propio ganado.
Varias jornadas más allá, Loea decide instalar su campamento en las orillas de un bosque.
La madre inspira a su hija desde detrás del ataúd.
Su criatura crece en su interior, y entonces la descubren unos sacerdotes, que la ayudarán durante el parto.
Entonces nace Dayar.
Cuando tiene seis años, los sacerdotes ven que esta vida es dotada.
Se va al Templo de Isis, a Loea la cuidan, pero se ha quedado sin su hijo.
¿Dónde vivió y de qué pueblos de la tierra se le concedió recibir nuevas vidas?
Loea continúa, Dayar también.
Ella viva ahora en la tierra.
El maestro Alcar lo conecta con esta alma, él la cura.
Fue un momento imponente para André y para Dectar, la reconoció de inmediato, cuando su maestro le dio esta visión, que la madre agua le vuelve a mostrar ahora.
Y entonces esta madre pregunta:
—Entonces, André, ¿lo he visto bien?
—Sí, madre, es un milagro.
Todo es verdad.
¿Cómo es que puedes hacer eso?
—Porque puedo seguir cualquier alma como ser humano que sea cariñoso.
Pero tú has recuperado a tu madrecita.
¿Es cariñosa contigo y puede comprender todo?
—Es cariñosa, es amor en todo y lo cree, pero ¿puede percibir la profundidad de estos imponentes problemas, madre?
—De ninguna manera, porque entonces tendría que mirar en su propio pasado, y no es capaz de hacerlo, André.
¿Qué persona sería capaz de hacerlo en estos tiempos?
Tú, pero sabes lo difícil que es.
—Lo comprendo, madre.
Pero Loea es cariñosa, todavía veo su timidez de antes.
La he visto durante muchas vidas, madre.
Fue terrible.
Cuánto tiempo pasa antes de que el ser humano se vuelve consciente.
—Así es, hacen falta siglos, muchas vidas, pero es entonces cuando el ser humano será la criatura divina.
Oigo ahora que se dice, llega a mi vida desde el espacio: conviértete en criatura cristiana, pero por medio de las leyes.
No por medio de la iglesia, porque vuelve a condenarte.
ºSi puedes vivir el espacio y la vida, tus ojos son radiantes, tu corazón humano está vivo y tu alma es radiante, como es el caso de las esferas de luz.
Y no hay más que una sola raza en la tierra, y es el ser humano.
Y nunca más estarás solo, nunca más.
¡Y solo entonces vivirás para Él y la Omnimadre!
¿No es cierto, André?
—Sí, madre.
Te doy las gracias por todo.
Ya me voy.
Voy a prepararme para el siguiente viaje.
Esta noche veré el Omnigrado divino, madre.
—Lo sé, hijo mío.
Te ayudaré a cargar.
—Gracias, madre.
—Adiós, hijo, bendición de mi vida.
—Te devuelvo el beso, madre.
—¡Es una gloria!
—Que te fortalezca entonces.
—Para siempre jamás, eso lo sabes, ¿verdad?
Enviaré mis pensamientos a Loea, se los merece.
—Gracias, mi reino de los cielos.
—Ojalá sepas, André, que inclino la cabeza ante tu conciencia.
—Lo sé, y ahora: hasta luego.
—No olvides a tus amigos.
—Lo venceré, madre.
Me parece una pena, pero no podía perdérmelo.
—Entonces todo está bien, André.
Y ahora... vete, prepárate.
Todavía la oye hablar desde lejos.
Qué cosas...
Cómo es posible.
¿Estoy loco yo, o es ella?
Pero, santo cielo, qué imponentemente hermoso es, esa voz es tan clara.
Es el ser uno con el espacio y la vida.
Y entonces entra en su morada.
Ahora puede contestar “Jozef”; aun así sigue infundiendo alma a la conciencia diurna, porque de vez en cuando tiene que dar una respuesta espacial.
Y entonces se oye:
—¿Dónde estuviste?
¿Has estado donde Loea?
¿Cómo van las cosas allí?
—Muy bien, hija mía, muy bien, Loea se siente divinamente.
Si las cosas siguen así, tendrá a la criatura dentro de tres semanas, según dijo.
—¿Qué has hecho?
—Nada, caminé un poco, tomé un poco de fuerzas por la naturaleza.
Y es lo que en estos tiempos hace bien al ser humano.
¿Qué tiene que decir?
¿Puede contarle que ha hablado con la madre agua?
¿Que esta lo sabe todo de Loea y que va a llegar leña de su amigo el árbol?
Sería pasarse.
Todavía no es para los seres humanos, ¿y aun así?
Santo cielo, si ella también pudiera vivirlo, y luego dar semejante paseo juntos, disfrutar de este ser uno...
Es el paraíso, madre.
¿Wayti?
¿Has podido seguirme?
Y ya viene de inmediato:
—Porque recibí ese amor.
Pregúntaselo a todo lo que vive y te contará que recibió cada uno de los besos.
Cuando habla a un solo grado, André, todos aquellos millones de grados escuchan lo que sucede y aceptan entonces tu amor.
Porque es lo que quisieron decir Él y nuestra madre, ¿no?
—Tienes razón, cariño.
¿Wayti?
—¿Qué pasa, André?
—Me preparo.
—Lo sé.
¿Pensarás un momento en mí en el Omnigrado?
—¡No lo olvides, mi Wayti!
—Entonces soy feliz.
¿Mi príncipe?
—¿Mi ángel?
Ahora tengo que pensar, ¿lo oyes?
—Ya lo sé, hasta más tarde, vida mía.
—Hasta luego, querido.
—Mira, escucha —se oye ahora—, esta mañana en la cola contaron que los alemanes ataron a cinco chicos detrás de un coche, y que simplemente los arrastraron hasta la muerte.
O sea, los ataron detrás de un coche hasta que estuvieron muertos.
¿No es horroroso?
Así lo hace el ser humano en este momento, daría miedo vivir.
—Sí, hija, es grave.
Pero ¿qué habían hecho esos muchachos?
—Quisieron ir a por comida en alguna parte y salieron corriendo cuando esos alemanes quisieron agarrarlos.
No pasó nada más, dice la gente.
¿No es obra del diablo?
—Es cierto, pero bueno, deberían haberlo hecho de otra manera esos chicos.
—Ya nadie sabe a dónde llevará esto.
—A una concienciación más elevada, hija mía.
—Es horroroso.
—El ser humano tiene que encargarse ahora de mantenerse fuera del alcance de los demonios.
Es todo, no hay más.
Y si puedes hacerlo, vencerás, de lo contrario no.
El ser humano tiene que pensar en sí mismo ahora.
Hay miles de personas a las que se les masacra, algo que sin embargo no hace falta.
Muchos buscan ellos mismos sus penas y su dolor.
¿Qué quiere hacer ahora la vida de Dios?
¿Qué quiere el ser humano?
Únete a esta banda y servirás a Satanás.
Pero ¿no lo sabías?
Y esos bufidos de los alemanes no tienen relevancia alguna.
El ser humano tiene que aprender, pero no quiere.
Tiene que poner las cartas sobre la mesa, y no quiere hacerlo.
De todos modos tendrá que empezar con ello.
Son estos tiempos, Dios no lo quiere ni tiene nada que ver tampoco, esto es obra de humanos.
La tarde pasa entre meditaciones.
Llega la noche.
André está en el balcón.
Tocan el timbre, alguien baja rápidamente las escaleras.
¿Qué es?
Delante de la puerta hay un saco de leña.
Cortesía de tu amigo el árbol.
Vamos, arrástralo adentro, quema algo, ¿cumplí mi palabra, André?
Es lo que lee y oye —llega a su corazón desde esta vida.
Le dan ganas de llorar de emoción, pero no lo hace.
Debe de haber sido un lector o una lectora de nuestros libros, se oye desde allí de la cocina.
Seguro.
Pero es un milagro.
¡Es Dios mismo!
¿Cómo es posible, árbol mío? Ustedes saben (Sabéis) pensar.
Saben (Sabéis) obrar milagros.
Mi vida se (os) lo agradecerá.
Te envío mi beso, mi mejor beso.
Ya casi es la hora.
Pasan cohetes V2, tres o cuatro, todos dirigidos a Londres.
Adolf dispara su personalidad al espacio, sin saber lo que hace.
Pero ¡eso ya vendrá!
Aprenderá que así no hay que hacer las cosas.
¡Está echándose a perder!
Está perdiendo.
Se pica a sí mismo.
Aquello del humilde árbol, ¡eso es todo lo que importa!
Otra cosa no se puede vivir.
Esto es lo que quiere Dios.
Vivir tu ser uno solo con todos los grados de vida, y solo entonces la vida podrá servirte.
Entonces habrá comida y bebida y grasa, lo verás y vivirás, hija, es seguro, tan seguro como el que tú misma también estás todavía.
¡De esto es que se trata!
¡Y es lo que llegará a ser!
Y entonces la vida se vivirá como dentro del paraíso, y ¡es lo que quiso decir el Dios de absolutamente toda su vida!
¿Se puede vivir y pensar alguna otra cosa?
Pues nada, entonces vamos a descansar.
Y al instante oye decir a Wayti:
—¿Vienes, André?
Los maestros ya te esperan.
Sí, soy yo.
—Voy ahora mismo, cariño.
Vamos a continuar para la cosmología.
Cada vez a más profundidad, y es entonces cuando el maestro Zelanus también puede dejar constancia de estos viajes.
Ya está descansando.
Todavía se está hablando, pero pronto cesará, de eso se encargan los maestros.
No está en sus planes interferir en su desdoblamiento corporal.
Pero lo hacen los maestros, es parte del juego, también ella dormirá gloriosamente, aunque él irá hasta el Omnigrado.
‘¿Cómo me sentiré mañana?’, piensa.
De otra manera, tal vez espacial y divino.
No puede ser de otra manera.
Aun así, todavía sale de su boca:
—Sí, hija mía, es duro.
Pero quien tenga que vivir ahora pena y dolor estará ante su propia causa y efecto.
Por supuesto, tenemos que tener cuidado.
Esa comida de ayer ya no era comida, tienes razón.
Ya no aguanto más, creo que solo agua me basta.
Sí, lo sé, vi las colas de gato y perro debajo del fango en la calle, la gente se come a sus animales.
¿Que si es una pena?
Dicen por allí que el gato es más sabroso que el conejo, seguro que sí, pero ya lo ves: cada palabra de los maestros es ahora la sagrada verdad para nosotros.
Al parecer, Adolf tiene prisas: allí va otro.
Silencio.
También aquí al lado hay silencio, la gente se acuesta; en la cama es donde se está mejor.
La madre luna ya está llamando.
Su vida está abierta, ya siente en los pies los primeros fenómenos para el desdoblamiento.
No obstante, sigue pensando de manera material, terrenal, pero entonces su vida interior llega a tener alas y se siente libre de los sistemas, disminuye la circulación de la sangre.
Ahora es la luna la que lo libera de la tierra, y se entrega a ella.
¿Dónde están los maestros?
Le llega:
—Sintonice con el renacer.
Estamos listos, André.
Detrás del ataúd está ante los maestros.
Vuelve a ver como desaparece la tierra de debajo de sus pies, la desgracia se ha disuelto para él.
Volvemos a planear en el espacio de la infinitud de Dios.
El maestro Alcar piensa, también nosotros meditamos.
Alcanzamos la unión con los sistemas cósmicos, estamos volando.
Una y otra vez es una revelación para nuestra vida.
André puede confirmarlo.
Empieza a haber más luz en el espacio, nos elevamos por encima de la atmósfera de la tierra.
Y sabemos lo que todo esto significa.
Significa que hemos abandonado la esfera de la tierra.
Qué poderoso es el ser humano.
Es nuestra posesión y la de ustedes.
De verdad que somos dioses.
Lo que sentimos y vivimos ahora es el renacer para este universo y ahora seguiremos esas leyes, que nos tienen que conectar con el cuarto grado de vida cósmico y con el estadio del Omnigrado.
Descendemos a una profundidad cada vez mayor en esas leyes, por lo que deponemos la conciencia terrenal y por lo tanto material y espiritual humana.
¡Lo hacemos conscientemente!
¡Porque sabemos!
Y entonces hemos alcanzado la sintonización para el renacer, y habla el maestro Alcar:
—Aquí estábamos, hermanos míos, cuando tuvimos que volver a la tierra.
En este estado, entre estrellas y planetas, el momento en que iba a cambiar el universo, en que se vuelve cada vez más etéreo y llegamos a tener conexión con el siguiente estadio, el renacer.
Ahora me siento uno solo con este milagro de Dios.
A mi vida llega felicidad que bendice.
Esta atmósfera —lo ven— se vuelve más etérea.
Descendemos hasta este milagro divino y estamos viviendo los grados de vida más elevados para el macrocosmos.
¿Está listo, André?
—Sí, maestro.
—Le toca a usted conectarnos con el siguiente grado de vida.
Y André-Dectar está listo y puede decir:
—Este espacio y atmósfera nacieron, hermanos míos, debido a que cada estrella y cada planeta, la totalidad de este espacio ha creado vida nueva.
Por el renacer, todo lo que vive ha tenido que dar a luz y crear y encargarse del progreso, para lo que se han creado las leyes de revelación.
Porque cada una de las chispas recibiría la entidad divina.
¡También este espacio!
Accedemos a la paternidad y la maternidad en estado material, y con la conciencia elevada adquirida, la concienciación para el universo.
Ahora lo veo: este espacio ha recibido otra túnica.
Es la reencarnación para el universo.
Así que toda esta vida recorre un mismo camino.
Como nos lo demostraron las revelaciones divinas.
Dios lo quiso, pero la Omnimadre infundió alma a esta vida, nosotros representamos la vida de ella.
Así que ¡por el renacer al cuarto grado de vida cósmico!
Más arriba y más allá por la paternidad y la maternidad, ¡de vuelta al Omnigrado!
Esos grados de vida nos esperan, mi maestro, porque como seres humanos tomaremos posesión de esos espacios.
Este universo creó otro.
¡El tercer grado de vida cósmico creó el cuarto!
¡Lo ve usted!
Está viendo que vuelve a haber oscuridad, porque significa la transición para acceder el cuarto grado de vida desde el tercero.
Y no obstante, ambos mundos son uno solo.
La energía divina vive entre luz y tinieblas, como las conocen en las esferas de luz.
Estos mundos son uno solo, porque surgieron unos debido a otros, el tercer grado de vida cósmico vivía para el cuarto, porque a esta vida se le dieron a vivir muerte y vida.
Hemos llegado a conocer esas leyes.
Y es la reencarnación para este espacio.
Por tanto, pronto volveremos a ver la vida de este espacio espiritualizada.
Cuando el alma humana hubo alcanzado la séptima esfera en la vida detrás del ataúd, el cuarto grado cósmico estaba listo.
Y entonces todo lo que vivía continuó.
Dice, pues, que toda la vida de Dios ha tenido que aceptar los grados de vida cósmicos.
La luna y el sol y todos esos otros cuerpos celestes mandaron esas fuerzas al espacio.
Cuando se hubo completado la tarea, mi maestro, surgió así el cuarto grado cósmico.
El divino proceso de densificación volvió a revelarse.
Las leyes de dilatación se encargaron de ello, después siguieron las leyes de densificación.
Vivimos ahora que la vida del espacio ha creado los derechos vitales humanos.
Y los viviremos y recibiremos, es nuestro espacio.
Es un nuevo y siguiente universo para nuestra continuación.
No veo ni vivo otra cosa.
Así que ese nuevo espacio surgió debido a que toda la vida de Dios pudo crear y dar a luz vida nueva.
¡Y esa es nuestra evolución!
Cuando el tercer grado cósmico emitió esas fuerzas vitales, esta encarnación empezó.
Así pudo densificarse el cuarto grado de vida cósmico.
Pero el alma como ser humano continuó y accedió a ese espacio, lo que más adelante les va a quedar claro.
—Le damos las gracias, André-Dectar, por esta respuesta.
Esto es verdadero, son las leyes vitales que seguiremos ahora, nos conectarán con el cuarto grado cósmico, y viviremos ese ser uno.
Así que iremos más allá y profundizaremos más, y también para eso estamos listos.
Ahora verán cómo cambian las leyes vitales para este espacio.
Así como lo vivimos en las esferas de luz, más adelante llegará a nuestra vida cada vez más luz, y solo entonces habremos alcanzado esa concienciación más elevada.
Pero ¿entienden ahora lo asombrosa que es la vida en la tierra, si el ser humano quiere comprender todo esto?
¿Perciben lo imponente que se va a volver la vida de la madre tierra?
Más adelante —claro, falta un poco, pero lo que es llegar, llegará—, el alma como ser humano vivirá la existencia paradisíaca en la tierra.
¡Esa concienciación significa amor!
Ahora esta unión va a entrar a mi vida.
Todo lo que vive habla a mi conciencia y llegamos a conocerlo ahora.
El siguiente estadio nos atraerá hasta esa concienciación.
Lo ven: dejamos atrás el tercer grado de vida cósmico.
Este espacio es infinito, y aun así vivimos el final para esta vida, y volvemos a Dios.
Pronto llegará nueva luz a nuestro pensar y sentir, el cuarto grado de vida cósmico se manifestará como la aurora para la tierra.
Y esa luz es conciencia, es sentir y pensar espirituales ¡y quiere ser amor!
Vamos a seguir, hermanos míos.
Ahora no falta mucho para que alcancemos el cuarto grado de vida cósmico.
Esta materia se vuelve más etérea.
Lo saben ustedes por la irradiación que nos llega.
La emanación azulada del tercer grado de vida cósmico ha cedido su lugar a la conciencia violácea, pero iluminada con un halo por una luz dorada como de un verde plateado, por el que vemos representado el reino de los colores.
Ahora cada grado de vida tiene conciencia elevada, vida nueva y sentimiento, el firmamento ha evolucionado.
Es la señal y el fenómeno de que hemos abandonado el tercer grado cósmico, hermanos míos.
El planeta madre nos acogerá y nos dará la conexión que tiene con los planetas de transición.
La luz que vemos nació por la vida de amor más elevada.
Ya están viendo cómo va a su encuentro la autoridad paterna del cuarto grado de vida cósmico.
Es un sol de belleza sin igual, que con vitalidad está al servicio de la conciencia materna.
Y se nos concederá contemplarlo como seres humanos.
Esta vida es radiante y feliz, tolerante y dulce, completamente una en amor.
Sintonizada para dar a luz y a crear.
Únicamente los maestros más elevados de la séptima esfera han vivido el cuarto grado cósmico.
¿Entienden, hermanos míos, lo que quiere decir y significa para nosotros?
¡Vivimos una gracia divina, pero así representamos la Universidad de Cristo!
Constatarán la concienciación elevada por la luz que se irradia, y podrán orientarse si quieren acoger conscientemente la continuación en sus vidas.
Ahora ya pueden hacer comparaciones con el tercer grado de vida cósmico, y alcanzarán la unión con este mundo como universo (—dice).
Entendemos ahora, estimados lectores, que este universo está empezando a estar dentro de nosotros.
‘Cómo es posible’, pensamos, pero estamos ante esta veracidad y vivimos el milagro divino.
El tercer grado cósmico creó nueva conciencia.
Vivimos las fuerzas paternas de este universo, volvemos a estar abiertos a la maternidad.
¡Allí es donde está el cuarto grado cósmico!
¡Miramos!
¡Vivimos el milagro!
No somos capaces de materializar o espiritualizar una sola palabra, así de imponente es lo que observamos ahora.
Los planetas están dispersos alrededor del sol.
Contamos siete planetas, de los que el cuerpo materno posee el sentimiento consciente y el más elevado.
¡Todos esos organismos han vuelto a aceptar su tarea y sirven al ser humano!
Esta gigantesca unión habla a nuestras vidas, la claridad de esta conciencia nos sonríe.
Nuevamente somos uno solo, y entonces el maestro Alcar dice:
—Ven, hermanos míos, lo que el tercer grado de vida cósmico ha creado para sí mismo por medio del renacer.
Alrededor del sol como la conciencia paterna vemos también otros seis soles, por lo que la paternidad y la maternidad son ahora una sola, nacidas por las leyes de dilatación.
También ahora, todos los planetas describen una órbita propia, pero esta sintonización tiene conciencia espacial y esto significa que la vida ha llevado esa unión espacial a un solo mundo.
En el tercer grado de vida cósmico vimos varios mundos para el sistema solar, aquí todo es uno solo.
Por tanto quiero decir que ahora la vida está al servicio de una sola concienciación, posee un solo amor, una sola luz, que no pudimos vivir para el tercer grado de vida cósmico, porque allí se pusieron los primeros fundamentos.
Ustedes pronto vivirán y verán esas leyes.
Y ¿piensa usted, maestro Zelanus, que también aquí el planeta madre se deja admirar solo desde un lado?
¿Es posible que veamos aquí las leyes del tercer grado de vida cósmico?
¿O viviremos otros nacimientos armoniosos?
¿Recibiremos cambios?
—Lo que veo, mi maestro, tiene carácter divino para este espacio, y pronto lo aceptaré.
¿Quiere conectarnos con esas leyes?
¿O también ahora recibiremos la visión divina?
El maestro Alcar recibe esa unión.
Y percibimos que le llega esa animación sagrada.
Nos siguen los maestros más elevados, podemos verlo por la irradiación que recibe el maestro Alcar.
Y entonces el maestro dice:
—Tenemos que sintonizar con diferentes cambios cósmicos, hermanos míos.
Es lo que ahora llega a mi vida.
No solo para el sistema planetario, también para el ser humano y el animal, la flor y la planta, para la vida, la luz y el amor para absolutamente cada grado de vida.
¡La chispa de Dios se ha ampliado y vive ahora la sintonización espiritual material para el regreso a la Omnifuente!
Significa, pues, que toda esta vida se ha vuelto más etérea.
La edad del ser humano y de toda la demás vida se dilata.
Porque vamos hasta la infinitud divina.
Significa que nos veremos ante fenómenos imponentes, como leyes vitales y nacimientos.
Empezó en la luna, continuó así y a la tierra, tras lo que se nos concedió vencer el espacio como alma.
A todo lo que vive se le han dado a aceptar y vivir estas leyes.
Ven que los planetas viven más cerca del sol y han tenido que aceptarlo como la tierra.
Están dispersos alrededor de los sentimientos creadores.
Por eso esa unión armoniosa.
Los planetas han creado esa distancia para la vida y viven esa conexión.
La materia evoluciona; algún día, aunque todavía tome millones de años, también la madre tierra vivirá su concienciación espiritualizada.
Porque toda esa vida se hace más etérea, tiene que vivir el renacer, nació el cuarto grado cósmico.
Los planetas están dispersos para el tercer grado, aquí poseen esa unión.
¿Es cierto, maestro Zelanus?
—Sí, maestro, le he comprendido.
—En efecto es cierto, y se puede constatar por los fenómenos.
El alma como ser humano ya está en ese punto, ha alcanzado las esferas más elevadas y está lista para continuar.
¿No es imponente esa armonía?
Las leyes para la densificación, para el enfriamiento son otras, porque los planetas están más cerca de la autoridad paterna.
Esas comparaciones pueden hacerlas viviendo la tierra y continuando después espiritualmente.
La tierra vive la conciencia más elevada de todas, pero esta materia es etérea tal como lo vivimos en la cuarta esfera.
¡Y sin embargo es materia!
Los planetas de transición poseen en este espacio el grado existencial, aquí se encuentran por tanto seis estadios de transición como grados, como planetas y leyes de vida conscientes, y ¿qué supone esto para nosotros, André-Dectar?
—Que aquí, como ya se nos concedió constatar, la unión del tercer grado cósmico se representa por un solo grado de vida.
Los estadios de transición para el tercer grado cósmico se encuentran aquí en un solo organismo, y son los seis planetas conscientes, que representan ahora ese único mundo y espacio por medio de siete grados cósmicos, y de los que el planeta madre posee el grado más elevado.
Así que también aquí es la madre para el espacio como universo.
—También es verdad, hermanos míos.
Así que también en esto vivimos los siete grados de vida, pero como un solo gran cuerpo, para este espacio.
De esta manera se densificó la paternidad, la paternidad ya ha recibido aquí también esas siete transiciones como grados de vida.
Y nos dice al instante que ya no se vive noche alguna, porque ya no es posible ni necesario, porque esta vida tiene esa resistencia.
Así que la vida de este universo reside en la paternidad y es su razón de ser, pero todos estos grados para la evolución han adquirido esa concienciación por el tercer grado cósmico.
Y se comprende.
Por tanto, los planetas de transición representan aquí, como primera concienciación, también el primer planeta, tras lo que siguen los demás alrededor del cuerpo de madre y no dispersos, sino conectados unos con otros por contacto directo.
Así que el primer planeta también es aquí el primer grado de vida consciente, aunque ahora consciente porque el ser humano ha vencido el tercer grado cósmico.
Así que todo es distinto, pero aquello otro nos reconduce al Omnigrado y se puede vivir.
Es, pues, orden y armonía cósmico, para lo que esta vida recibió la propia existencia, y los seres humanos tenemos que vencerlo.
Así que gracias a que el alma como ser humano hubiera alcanzado la séptima esfera, a que también para este espacio accediera al mundo del inconsciente, el mundo para el renacer, volvió a llegar armonía entre el universo y el microcosmos.
Es el primer grado de vida que está listo para el alma como ser humano.
Y ahora también para este espacio es la maternidad.
Pero ahora el espacio y el ser humano son uno solo por completo, la vida del espacio no está más allá, no es más consciente que la conciencia del alma, el ser humano, el animal y la madre naturaleza.
Toda esta vida posee una sola sintonización, es una sola de sentimiento en sentimiento; porque las leyes divinas no han cambiado en nada, también aquí puede comenzar la vida.
Este mundo, pues, visto como un cuerpo, nos reconduce a las esferas de luz.
Poseemos esta sintonización en la cuarta esfera y sabemos que poseemos siete grados para alcanzar lo más elevado.
Así que semejante grado de vida se ha convertido ahora en un planeta, por lo que el ser humano puede alcanzar lo más elevado de todo, incluso para este mundo.
No obstante, llegamos a saber así que el tercer grado de vida cósmica no es más, no quiere ni puede ser nada ya que no sea un mundo que ha puesto estos fundamentos para el proceso evolutivo como ser humano y otra vida.
Al tercer grado cósmico no le hizo falta crear nada más.
Para la vida de Dios, el tercer grado es un espacio de despertar, hermanos míos, y ¡este cuarto grado cósmico ha despertado consciente y espacialmente!
¿Entienden lo sencillo que todo vuelve a ser, aun así, ahora que conocemos los grados de vida?
La vida misma posee esa sintonización y con calma continúa y se eleva más, tampoco se puede detener este proceso evolutivo divino, porque la vida como Dios volverá a Su estadio consciente.
Me llega: puesto que el alma como ser humano estaba lista y que había alcanzado las esferas de luz, también se había densificado el cuarto grado cósmico, y la vida aquí pudo empezar.
No es aquí el primer grado de vida el que representa al planeta madre para este espacio, sino el séptimo.
Eso significa por tanto, hermanos míos, que la luna como madre ya está llevando a cabo su Omnitarea aquí.
Ha podido asimilar esta maternidad por el tercer grado cósmico.
También ha densificado aquí esos sentimientos maternos, pero ahora por el ser humano, porque somos nosotros quienes volveríamos a vencerla, pero es ella quien dio su vida para entrar en ese alumbramiento y recibirlo.
Por eso y lógicamente, los sentimientos maternos son lo más elevado de todo, y también los viviremos para este espacio y los siguientes, pero donde ya no veremos más cambios.
¡También el Omnigrado tiene esta sintonización, esta unión!
Así que cuando comenzó la vida en este espacio, solo la paternidad y la maternidad obligaron a toda esta vida a aceptar la vida.
Y miren: el sol como concienciación creadora y central está listo, porque también la Omnifuente acoge esta vida.
Tenemos que aceptarlo, y ven la realidad delante de ustedes.
El ser humano vive ahora siete grados de vida espaciales para vivir aquí lo más elevado de todo, y solo entonces el alma como ser humano, y con ella toda la demás vida, accederá al quinto grado cósmico.
Así que los siete grados de vida para vivir la evolución divina ya se han preparado como planetas conscientes para la paternidad y la maternidad.
Ya pueden hacerse una idea de cómo es el Omnigrado divino.
Solo verán cambiada la luz, allí cada una de las leyes de vida es como las conocemos para el tercer y este cuarto grado de vida cósmico.
Pero ¡la vida se dilata y vuelve a la sintonización divina!
El ser humano solo tiene conciencia divina en el Omnigrado, en el séptimo grado de vida cósmico.
Por lo tanto, aquí volvemos a ver cada chispa del tercer grado de vida cósmico, y forma parte de este organismo macrocósmico.
¡Lo más elevado de todo, el planeta madre, es aquí como sirve la madre tierra para el tercer grado!
Y allí vivirán que el ser humano ha de vivir miles de siglos antes de poder decir: esto va a terminar, ahora voy a continuar, nada me detendrá.
Y dice además que el ser humano evoluciona hacia el eterno estar despierto.
Aquí vivirá miles de eras mediante una sola vida, solo entonces llegará el final material, como conocemos por la muerte en la tierra, y que también allí es y significa evolución.
¿Lo entienden, hermanos míos?
Verán allí el planeta más grande de todos y los demás cuerpos, que juntos representan el cuarto grado cósmico para este espacio.
Alrededor del sol, de las fuerzas paternas, como acabo de decir, las fuerzas creadoras tienen que representar y han ocupado un lugar y una tarea para acoger la vida humana y animal del tercer grado que se ha despertado.
Todos estos cuerpos giran alrededor de su propio eje... pero los siete grados conscientes para la armonía creadora, interpretados y representados por siete sistemas solares, hacen que aquí no se pueda vivir noche alguna.
Pronto contemplarán este imponente milagro.
Lo más probable de todo es que ustedes sigan y quieran vivir que es posible, pero las leyes de este espacio quieren convencerlos.
Por lo tanto, este universo creó los siete estadios de transición, pero está en conexión con el mundo espiritual astral de la séptima esfera del otro lado, las regiones mentales, como llamamos el espacio para este renacer.
Y eso tiene que quedarnos claro ahora.
Cuanto más nos fuimos elevando del otro lado, y por tanto dentro de nuestro propio mundo espiritual, tanto más consciente se volvió nuestro pensar y sentir para la paternidad y la maternidad y las leyes de densificación y dilatación.
Así que podemos decir y aceptar que la séptima esfera no puede ser más consciente para nuestras vidas y que lo que el cuarto grado de vida cósmico posee en cuanto a concienciación.
Aunque con la diferencia, hermanos míos, de que aquí accederemos nuevamente a un espacio material.
Es decir que las esferas son espiritualmente conscientes para nuestra vida, para este espacio, para que nuevamente se nos conceda vencer un mundo divino por el renacer y podamos asimilar, por medio de la paternidad y la maternidad, esta infinitud.
Por tanto, si el alma alcanza como ser humano la séptima esfera del otro lado, se prepara para acceder al cuarto grado de vida cósmico, y vuelve a aceptar la existencia embrionaria.
En los siguientes viajes seguiremos cómo vivirá ahora esta personalidad como ser humano estas leyes.
Solo entonces llegaremos a conocer la conciencia del ser humano en estos planetas.
De tarde en tarde, podrán hacer comparaciones para ustedes mismos y para el tercer grado cósmico, para que puedan comprenderlo.
Pero la conciencia del ser humano ha alcanzado este estado etéreo y está en armonía con cada uno de los tejidos de este espacio, así que el ser humano y también el espacio han vuelto a alcanzar la armonía, ¿no?
Para nada, ¡ambos mundos estaban en armonía!
Jamás surgieron trastornos materiales ni espirituales.
Vemos que los siete grados de vida están dispersos alrededor de la fuerza creadora.
Ahora cada planeta tiene un grado de vida consciente.
También el sol.
Por eso la vida material ha podido materializar el sentir y pensar orgánicos, y también esta armonía.
Es de lo más lógico que la fuerza creadora como soles es más indulgente que la del tercer grado de vida cósmico, pero ¡también por eso más consciente!
Por lo que absolutamente todo lo que vive ha accedido a una concienciación más elevada.
Aquí la vida material ha adquirido un carácter espiritualizado.
Y es comprensible.
La vida es más animada y el reino de los colores de Dios enviará su radiación para este espacio por encima de todo lo de la tierra.
El ser humano y la otra vida de Dios alcanzará la perfección divina.
Me llega, pues, hermanos míos, que el ser humano que ha alcanzado la séptima esfera, o sea, desde nuestra vida astral y espiritual, accederá a las regiones mentales, volverá a hundirse hasta la existencia embrionaria, y la paternidad y la maternidad lo atraerán también para este espacio.
Y entonces comenzará la vida para el cuarto grado cósmico.
Solo dentro de millones de siglos el ser humano habrá vencido este espacio, pero esos billones de vidas se viven ahora en paz y sosiego, por medio del amor espiritual y macrocósmico.
En esto, el ser humano ya no conoce trastornos, la vida es ahora de una armonía divina, pero para la conciencia del cuarto grado cósmico.
O sea, las estrellas y los soles poseen más conciencia y fuerza y una luz más tenue aquí que en el tercer grado de vida cósmico.
Es lo que ha vuelto más radiante la vida, más transparente la materia.
El estado etéreo de esta sustancia material ha hecho que la luz y la vida en este espacio se hayan vivido con más espiritualización sobrenatural, infundiendo más alma que nunca.
Por lo tanto, lo que poseemos en las esferas de luz y se nos concedió asimilar, hermanos míos, se volvió conciencia material para este mundo.
Este mundo es una sola sintonización, un solo sentimiento, un solo saber, un solo amor, dividido como siete grados de vida y espacios, por lo que vemos materializada la conciencia elevada para este mundo.
¿No es cierto? Hay tres espacios consecutivos como planetas y un solo sistema solar con funcionamiento consciente que representan al tercer grado cósmico.
Aquí vemos los siete grados de vida que han alcanzado la unión, y que por tanto quieren ser aquí un solo organismo, que quieren poseer una sola vida, representada por la paternidad y la maternidad como un solo espacio, un solo cuerpo.
El tercer grado de vida cósmico solo ha podido vivir los tres primeros grados de vida para el espacio y como universo.
La chispa de Dios posee los siete grados de vida, naturalmente, pero vemos aquí como esos grados de vida viven la unión macrocósmica, para que este universo pueda también vivir esa concienciación elevada.
Ahora es de lo más lógico que la vida de Dios como seres humanos y la otra vida pueda asimilar esa ampliación, pero es algo que no era posible para nuestro universo, y por tanto para la tierra, por lo que podemos aceptar que el tercer grado de vida cósmico, como ya les dije, ha puesto los fundamentos para este mundo.
Y es que este mundo como universo nos da una imagen muy distinta que la que posee el tercer grado.
El universo ha dispersado todos los planetas en el tercer grado cósmico, han alcanzado y asimilado esas leyes de dilatación espacial para este mundo.
Todos han recibido aquí un lugar directo en las cercanías del sistema solar, por el que nació esta evolución más elevada, pero el tercer grado ha hecho que la vida misma recibiera esa resistencia.
La fuente central impulsa toda esta vida al estadio más elevado, que es la conciencia Omnimaternal para este espacio.
Es decir que todos estos grados de vida han asimilado lo que vive la madre tierra, aunque ahora para la concienciación espiritual y material.
Qué increíble también para el erudito en la tierra, pero ¡el tercer grado de vida cósmico creó este universo!
Lo milagroso es, pues, que el sistema solar haya llegado a tener en sus manos los siete grados de vida para esta evolución propia, y que los siete estadios de transición en este espacio puedan vivir esa entidad.
Es decir que cada grado de vida para la paternidad y la maternidad se ha desprendido de esa conexión, esa unión, que se nos concedió vivir en el tercer grado.
Así vemos ahora que a cada una de las chispas como conjunto macrocósmico se le ha dado a cumplir una tarea propia, para que la vida evolucionara.
Gracias a esta evolución es que se les dio a representar un grado para la conciencia espacial y también humana a cada entidad como planetas y soles.
Pues bien, si un planeta se blinda contra el universo, lo que hace la tierra cuando cae la noche, uno de los soles acoge la vida aquí, para que aquí no vivamos más que una sombra, que para la madre tierra es la noche.
Ese enfriamiento ya no hace falta, porque la vida tiene conciencia espiritual y material, ya no hay cuestión de incineración y enfriamiento.
La vida ha alcanzado aquí esa concienciación más elevada.
Y este universo empuja la vida más arriba y más allá, de regreso al Omnigrado.
¡Así que nos dirigimos al eterno estar despierto!
La luna no conocía otras leyes, aquí se han ampliado esas leyes de dilatación y densificación, porque todo lo que vive se dilata.
Esas leyes han renacido ahora para ese espacio, para que esta evolución diera un paso hacia adelante.
¡Y todo esto no significa más que despertar divino!
Pero el ser humano, el animal y la vida de la madre naturaleza, o sea, de la tierra, ha alcanzado el cuarto grado cósmico.
Por lo tanto, este universo está completamente en armonía con el alma humana.
El ser humano se ha preparado, para sí mismo ya no crea trastornos, en esto no se pueden vivir enfermedades, se mantuvieron inmaculados el grado y también el grado para las leyes materiales, para la paternidad y la maternidad.
Eso significa, pues, que el ser humano vive ahora su propio grado de vida, y que eso ya no es posible aquí, que el cuarto grado de vida crea y da a luz con el séptimo grado de vida para el organismo humano, el primer grado está al servicio del primero de todos, ¡y de nada más!
Porque ustedes saben que los seres humanos hemos deformado los grados de vida durante nuestra conciencia selvática, ¿verdad?
Por eso surgieron tantas enfermedades en la tierra.
Ya no es posible aquí, porque el ser humano ha llegado a conocer las leyes.
En este espacio vive en armonía completa, como también lo muestran a nuestra conciencia los planetas y las estrellas.
¿No es asombroso, pues?
Y a la vez sencillo, porque se nos concedió llegar a conocer nuestro universo, el tercer grado de vida cósmico.
Aquí ya no le hace falta al ser humano esperar para el nuevo nacimiento, tampoco esos trastornos podrá vivirlos ya para este espacio.
Aquí no se puede vivir asesinato ni mancilla, toda la vida posee armonía universal.
Vuelvan en pensamientos a la tierra y podrán hacer comparaciones para ustedes mismos, pero más adelante seguiremos estas leyes para el desarrollo como seres humanos.
Hacia aquí es adonde vuelve al instante el alma como ser humano después de morir.
En siete horas, según los cálculos terrenales, recibe una nueva vida.
Así de armoniosa se ha vuelto, pues, su vida como ser humano.
Allí vence este espacio.
Así que también es padre y madre para este espacio, en nada han cambiado esas leyes de Dios.
Cierto, ¿no? ¡El alma llega a este mundo desde la séptima esfera y es ahora un soberano de amor!
Posee ese amor espacial y es una sola con toda la vida de Dios.
El ser humano en este espacio no vive más que para su propia concienciación divina, y no tiene nada más que vivir.
Más adelante, esos grados de vida nos convencerán de estas verdades divinas.
Si ahora accederemos, hermanos míos, a la duración de vida del ser humano y de la vida de Dios, estaremos ante santidades increíbles, creadas por la Omnimadre, pero cuyas primeras revelaciones se nos concedió vivir para el tercer grado cósmico.
Ha de quedarles claro entonces que el ser humano ya puede vivir aquí lo definitivo, y que entiende que la existencia eterna despierta dentro de su corazón y debajo de él, por lo que se le hace posible aceptar y representar su conciencia divina.
¡Se convertirá en el plan vital divino para el ser humano como Dios!
El ser humano en este espacio empieza a entender que de verdad es una deidad, y que absolutamente toda esta vida se creó para él.
Ahora está en esta sintonización para su deidad, y por tanto también tiene que aceptarla.
Es decir que la duración de vida para el ser humano y toda la vida de Dios ya adquiere aquí significado divino, llega a tener aquí sentir y pensar Omniconscientes.
Y seguirá siendo la paternidad y la maternidad, pero es el Amor por el que el ser humano tiene que representar absolutamente toda esta conciencia creada, porque como ser humano se ha convertido en una deidad como vida y espacio.
Sí que es algo muy distinto que aquello en que lo convierte el ser humano en la tierra, y lo que pueda sentir para su vida.
Pueden ahora vivir y seguir esta imponente diferencia de conciencia, de la que sin embargo en la tierra todavía no se comprende nada, porque el ser humano primero tiene que despertar allí para las cosas humanas y divinas; después —también eso les queda claro— seguirá y adquirirá forma la concienciación espiritual.
Ahora, hermanos míos, este ser humano, que ha vivido en la luna y que ha llegado a conocer millones de leyes de vida como espacios, posee una conciencia que ya no se puede comparar con la tierra, sino que puede decir ahora: ¡esto es lo que se me concedió asimilar!
Este espacio se lo ha creado el ser humano.
Se ha convertido en su posesión, y aun así: tiene que ir más allá y elevarse más.
Es la concienciación espacial para el alma como ser humano, y con ella para toda la demás vida, que conocemos en la tierra y que densificó la Omnimadre.
Lo que vivimos ahora, hermanos míos, es asombroso para la criatura de la madre tierra.
Y aun así es comprensible, porque vamos a volver hasta nuestra sintonización divina.
También aquí, el ser humano vencerá estos planetas.
Ya no se puede vivir aquí lo que se les concedió recibir a los planetas del tercer grado.
Esa atmósfera cruda y dura se ha hecho etérea y se ha espiritualizado.
Al final para la madre tierra, o sea, dentro de millones de siglos, también esta poseerá brevemente esta sintonización.
Porque también nuestro universo continúa mientras evoluciona.
¿Les queda claro ahora que los planetas de transición del tercer grado cósmico se han convertido aquí en grados de vida conscientes?
Entonces también han de comprender que la vida ha materializado y ampliado las leyes de dilatación.
Pero siempre porque el tercer grado ha puesto los fundamentos.
Y entonces, hermanos míos, es cuando veremos que a nuestro universo de aquí —escuchen ahora bien y síganlo todo— se le ha dado a representar el primer grado de vida.
Toda la vida, pues, de nuestro espacio, esa conciencia, creó el primer planeta madre, y solo después surgieron el segundo, tercer, cuarto, quinto, sexto y séptimo grado para este desarrollo, cuyo séptimo ha de representar la parte Omnimaternal.
No obstante —lo ven ahora— tampoco aquí hubo cuestión de saltarse partes.
La concienciación del tercer grado, nuestro universo, creó el primer estadio de todos, y a partir de esa vida, el segundo grado comenzó aquí con la existencia propia, como ocurre para la luna con el planeta de transición, pero aquí una ley de vida consciente y siguiente; después los grados subsecuentes recibieron la luz vital.
También podrán aceptar ahora que aquí ya no veremos especies de razas oscuras (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), porque no es posible.
La conciencia del tejido humano y animal ha asimilado ese espacio.
Por tanto, el cuerpo tiene una sustancia más elevada, espiritual material, se ha vencido la concienciación de nuestro universo, porque la madre tierra ya ha vivido esa posibilidad.
El primer planeta está empujando la vida al siguiente grado, que es el segundo grado de vida y que solo viven la paternidad y la maternidad.
Pero el alma como ser humano es consciente en todas las leyes de vida, también la vida de la madre naturaleza.
Un pájaro de aquí tiene conciencia espacial, y esa vida hablará al ser humano como la conciencia más elevada, que André y nosotros ya vivimos.
Pero ahora para él en la esfera de la tierra.
Me llega: si el alma vive su primer grado de vida accederá además a los derechos de su entidad, que para este espacio también tienen la justicia divina y dice que absolutamente toda esta vida le pertenece y que ella la ha hecho despertar.
¡La vivencia más elevada de todas las de aquí es ahora la unión consciente con Dios!
Y ahora, hermanos míos, veo que el alma como ser humano tiene que determinar su propia duración de vida por medio de su conciencia.
Lo que hemos vivido en la tierra, pues, lo que quiso demostrar el espacio para nuestra vida, lo tenemos que aceptar ahora como leyes de realidad divinas, que dicen que conforme nuestra conciencia determinamos la duración de nuestra vida, pero ¡que esto es una justicia divina!
En la tierra, el alma como ser humano se ha lanzado fuera de esa armonía vital; todas esas transiciones tempranas, como para las camas de muerte, surgieron por la demolición y la destrucción consciente e inconsciente de su vida.
Aquí eso ha pasado, por lo que ahora puede vivir su duración de vida espacial como ser humano.
Aquí, en el primer grado de vida (la primera fase del cuarto grado de vida cósmico) ya vive cientos de años para una sola vida, por lo que en el séptimo grado (la séptima fase del cuarto grado de vida cósmico) vivirá miles de años antes de que pueda terminar esa vida.
Sobra decir que su duración de vida se tiene que ampliar, porque evoluciona hacia lo eterno.
Más adelante, cuando sigamos estas leyes para el alma como ser humano, llegarán a conocer todas estas creaciones.
Aquí, en este espacio, no existe la vejez, solo la conciencia.
Y es sentimiento, vida, y ante todo: ¡amor!
Por haber vivido las leyes de vida en amor, continúa y se eleva tranquilamente.
Por fin vivirá su día como una veracidad eterna, pero entonces habrá alcanzado la Omniconsciencia.
Ya no le hace falta bregar en este espacio, disfruta su vida y posee todo como ser humano.
Es el alma humana como una personalidad espacial, pero toda la demás vida vive dentro del corazón de ella y ahora se siente cargada por el ser humano.
Es estar al servicio y amar de modo humano.
Para el ser humano de la tierra, el descanso y el sueño son, pues, debilidad, inconsciencia.
Cada pensamiento se vuelve divinamente consciente, cada fenómeno, el alma como ser humano para este espacio se ha llevado hasta ese punto, posee en todo el pensar y sentir con conciencia espacial, también los planetas y soles han materializado y espiritualizado esa evolución.
En todo se puede vivir esa unión.
Seguro que sienten, hermanos míos, que la noche es inconsciencia para la tierra.
Así vemos cómo cobra conciencia cada una de las leyes vitales, porque vamos a la veracidad divina, eterna, para el crear y alumbrar, como seres humanos, también allí en el Omnigrado consciente serviremos y nos encargaremos de nuestra vida creada.
También este espacio parece inconmensurable, y aun así la vida tiene un final.
Nosotros sabemos por qué.
Aquí desaparece de ante sus ojos la vida del tercer grado cósmico, porque absolutamente cada grado de vida ha recibido una ampliación cósmica.
Toda esta vida se dilata, la duración de vida, el pensamiento, cada uno de los rasgos que vivió el ser humano tiene profundidad espacial y sintonización universal.
¿Qué se sabe de estos asuntos divinos en la tierra?
Y así volvemos a ver todo lo que vive de manera ampliada y más consciente.
¡Ahora cada chispa de vida es amor!
Cada ley es alumbramiento y creación, luz, alma y espíritu, pero aliento vital materializado para el ser humano, el animal, la flor y la planta.
Y esto no es más que el cuarto grado cósmico, ¿cómo es entonces la vida en el Omnigrado consciente divino y humano?
También ese mundo lo verán, hermanos míos (—dijo).
El maestro Alcar volvió a su propia conciencia.
Ahora pudimos dar espacio a nuestros sentimientos, y vivir y acoger todo esto.
Hemos sentido que la conciencia hablaba a nuestras vidas, que ese mismo espacio quiso revelarse a nuestra conciencia, pero por medio de la voz de un ser humano que pertenece a este espacio.
Repasamos en pensamientos todas estas leyes y en este espacio vemos la veracidad divina.
Y ahora vuelve a llegar a nuestra vida:
—¿Han podido seguirlo todo?
También la vida de ustedes es una sola con estas leyes.
Y ya lo ven: esta vida es veracidad, es alma del sol y la luna, y alma de Su alma.
Es concienciación humana.
Hemos completado nuestro ciclo de la tierra, vivimos durante los tiempos prehistóricos de la madre tierra, pero continuamos y adquirimos unión universal.
Ciertamente: ¡representamos Su camino, Su verdad y también la vida!
Ya lo ven: cuando el ser humano quiere seguir Su vida, se revelan, se amplían y espiritualizan todas las leyes vitales de Dios.
Porque han llegado a conocer las leyes de vida para el tercer grado de vida cósmico, ahora pueden seguir la armonía siguiente.
La verán como grados de vida.
Es un acierto que hayan comprendido que como padre y madre fueron sometidos materialmente a las revelaciones por medio de su universo, y que para ellas vivirían y morirían allí; también aquí hemos tenido que aceptar esas mismas leyes.
Algún día, la intuición humana en la tierra se convertirá en saber consciente, el cuarto grado cósmico nos ha dado ese saber.
¡Es aquí concienciación eterna!
¡Por la que se ha densificado el universo!
En las esferas de luz pueden analizar la sintonización espiritual de la materia según sus propios grados de vida y concienciación, y pueden seguirla como comparación para la tierra.
Significa que cada chispa tiene que ampliarse de manera macrocósmica y que después espiritualizará la propia entidad.
Si lo entienden y pueden aceptarlo, crearán para sí mismos concienciación humana, para la vida, la paternidad y la maternidad y el amor.
Solo entonces podrán continuar.
Dios nos dio Su vida, pero sabemos ahora que tenemos que representarlo por los espacios y nuestra conciencia.
Ahora hemos llegado hasta ese punto.
El cuarto grado de vida cósmico ya se encuentra en la claridad divina inmaculada, espiritual y también material.
Es conciencia, armonía, cuyas leyes les aclararán las aguas.
Desde la séptima esfera nos acercamos victoriosos a nuestra vida, y nuestra paternidad y maternidad conscientes nos han convencido de ello; fue porque el tercer grado ha creado y densificado este mundo que accedimos a esta armonía espacial.
Y fue el instante en que este mundo atrajo el alma humana, y volvimos a ver nuestra existencia embrionaria, pero entonces estábamos viviendo esas horas conscientemente.
¿Entienden ustedes lo que esto significa?
No dejamos de seguir y vivir nuestro nacimiento, conscientes en todo, uno solo con nuestra madre, desde el primer segundo de todos.
¿Se puede aceptar en la tierra?
No obstante, más adelante la humanidad llegará a conocer todas estas leyes.
Ya habla dentro de nuestro corazón la imagen futura para nuestra propia conciencia, por lo que vivimos nuestra continuación elevada y nuestro ser uno es con el quinto grado cósmico.
Pertenece a nuestro despertar espacial.
Así que cuanto más avancemos, tanto más elocuente será el Dios de todo lo que vive para nuestra personalidad.
Para la paternidad y la maternidad.
¡Para nuestra vida, luz y nuestro amor!
Empezamos a ver Su forma macrocósmica; llegamos a tener Su unión porque representamos Sus creaciones.
También Su reino de los colores nos habla de las propias revelaciones y toda la demás vida de la madre naturaleza nos sigue.
Significa que lo que se les concedió contemplar durante las primeras revelaciones ha asimilado los siete grados de vida espaciales.
¿Reconocen mi voz, hermanos míos?
Fui yo quien habló entonces a sus vidas.
Están viéndolo: ¡los hemos seguido y todo esto es para la universidad de Cristo!
Cuando vivieron la Omnimadre fue su unión divina que tampoco ahora ha cambiado en nada.
También este espacio tiene conciencia materna.
Toda la vida de este mundo es santidad divina y quiere ser animación eterna.
Los conducirá a la realidad viva y hasta su posesión personal pero divina, para la que se han convertido en hombre y mujer, en padre y madre.
Es por esto que pertenecen a Su espacio y con su amor tienen que representarlo a Él.
Porque conocen su amor de gemelos.
Ya no contemplarán el estadio selvático de la madre tierra en este espacio, ni la primavera o el otoño, esta naturaleza ha vencido y podido asimilar también esa unión.
Norte, sur, oeste y este han alcanzado la unión.
El proceso de morir se ha ampliado según las revelaciones espirituales, por lo que el fenómeno, visto desde la tierra, pertenece al pasado, porque los planetas y las estrellas y el organismo humano viven el renacer según esta concienciación.
También llegarán a conocer estas leyes.
Podrán constatar por esta conciencia que este universo ha vencido todos los estadios primigenios.
Han observado que la conciencia paterna ha recibido los siete grados de vida para este universo, y pueden controlar nuevamente según sus propios grados de vida que esto es necesario y natural según las leyes de densificación.
Puesto que como seres humanos pudimos acceder a esa altura en el mundo astral, este ir más arriba y más allá se convirtió en nuestra posesión.
Es lo que hace posible alcanzar el Omnigrado.
Debido a que la vida recibió la concienciación espacial se venció la noche, que representa inconsciencia.
Solo entonces dio un paso al frente la unión espacial y se nos concedió también a nosotros contemplar este milagro.
Así que si el tercer grado de vida cósmico no hubiera recibido ampliación, esta concienciación, si no se hubieran vivido las leyes de dilatación por la Omnimadre, entonces jamás habrían nacido mundos más elevados.
Ahora el día y la noche son unión, se han fusionado como una sola vida, por lo que también esa personalidad pudo vivir la elocuencia.
Y significa que como seres humanos hemos asimilado esas leyes.
¡Ya no existen las tinieblas para el Omnigrado!
Ustedes ven en su estado humano en la tierra y del otro lado que este universo posee siete grados de vida para la creación, por lo que la concienciación ha tenido que aceptar la forma humana y espiritual adquirida, por lo que el renacer ha elevado el alma como ser humano, y con ella toda la demás vida hasta el espacio de dilatación, y continuó.
Como alma y como ser humano, como padre y madre, el ser humano asimila cada uno de los grados de vida como ley.
Así deifica su personalidad.
¿Está claro?
La ampliación que ustedes tienen que vivir aquí los conecta con su propio amor como ser humano y como alma gemelas.
Eso les dice que ahora cada planeta ha recibido su propio sol.
Aquí en este mundo, la luz del espacio ha alcanzado esa unión, pero esas leyes se han densificado por los siete grados de vida.
Pero ¿comprenden lo que poseemos aquí?
¿Entienden que el sol para el tercer grado cósmico es único para todos esos tres grados?
Esa felicidad y ese desarrollo ampliado posee aquí cada chispa y es la paternidad y la maternidad con sintonización macrocósmica, para la que vivimos, y que también nosotros hemos asimilado.
Cada planeta es uno solo con la autoridad paterna de este espacio, y es la felicidad del alma gemela humana, pero por el que representaremos el Omnigrado.
Y sin embargo cada uno de los planetas está nuevamente conectado y es uno solo con la conciencia del espacio, porque forma parte de este conjunto.
Así ven que ya acogemos estos siete grados de vida como grados de conciencia, por lo que entendemos como seres humanos nuestra unión espacial que la criatura de la madre tierra no puede vivir, porque todavía no ha alcanzado esa concienciación.
Saben que para la tierra todavía es necesaria la noche, pero lo hemos vencido por medio de nuestra conciencia adquirida y vivimos así la unión con cada uno de los siete grados de vida.
En nada conocemos la noche, somos conscientes en todo, la vida y la muerte han sido vencidas, para nuestros sentimientos ya no queda más que conciencia, y es nuestro amor.
De esta manera hemos llegado a estar conectados con todas las leyes vitales de Dios; significa que también podemos vivir ese contacto eterno, es el despertar para el siguiente grado de vida.
Es la vivencia de nuestra personalidad, nuestra vida, espíritu, luz y amor.
Se ha convertido ahora en nuestra posesión universal que tuvimos que aceptar los grados de vida preanimales, y que después hemos vencido las esferas de luz.
También nosotros hemos mancillado las leyes armoniosas divinas, también nosotros hemos tenido que aceptar la luna, el tercer grado cósmico, para volver al Omnigrado.
Así que estamos convencidos de su sentir y pensar, pero ahora somos uno solo con su conciencia.
Sabemos que la madre tierra es el único planeta para el tercer grado de vida cósmico que posee conscientemente el bien y el mal.
Conocemos sus leyes y su concienciación.
No obstante, el universo al que pertenece despertará.
Ahora representamos lo divinamente eterno, del que ustedes vivirán la paternidad y la maternidad, y porque el Dios de todo lo que vive quiere que vivan conscientemente estas revelaciones materiales.
Lo que percibirán es energía divina, son las leyes de realidad, por las que vencerán sus propios mundos.
En sus siguientes viajes, hermanos míos, vivirán cómo es nuestra imponente vida.
Contemplarán mientras se dilatan cómo se nos concedió acceder a lo divino, de manera espiritualizada o materializada, por los grados de vida y la paternidad y la maternidad, y solo después comprenderán que son dioses.
Vivirán ahora que absolutamente cada ley es y significa amor, que como seres humanos recibimos Su Omnigrado.
Si entienden el cuarto grado cósmico, este universo despertará debajo de su corazón humano, por lo que vivirán su conexión con su Omniexistencia.
Sabemos cuándo viviremos la paternidad o la maternidad y sintonizamos con esa sacralidad, y es entonces la vivencia de nuestro ser uno universal.
¿Entienden este milagro?
Significa, por tanto, que durante el regreso para el nacimiento poseemos conciencia y que ahora recibimos la paternidad y la maternidad por esta unión universal.
¡Así es nuestro amor!
Seguramente que ahora comprenderán lo imponente que es nuestra conciencia.
Cada ley nos da ahora la alegría divina, el amor, la vida y la felicidad, para los que ampliamos nuestra personalidad y que se hizo posible por medio de las leyes vitales.
¿Todo esto se puede pensar ya en la tierra?
La vida animal, también las flores y las plantas continuarán con nosotros, y las aguas se clarificarán como luz inmaculada.
Toda la vida de estos grados de vida se ha vuelto transparente y posee ahora una forma universal.
Percibirán y comprenderán que en el cuarto grado de vida cósmico no poseemos animales salvajes; también la vida animal ha recibido esta concienciación.
Un sol y planeta, hermanos míos, representan amor macrocósmico, también ellos se han convertido en almas gemelas.
Y el espacio lo pone en manos del ser humano.
¡Es nuestro ser uno universal para el hombre y la mujer, para el padre y la madre!
Y nuestro amor de vida conduce al ser al quinto grado de vida cósmico.
Y ese mundo nuevamente es más etéreo, espiritual; ¿cómo es, entonces, la vida Omniconsciente?
Llegarán a conocerla.
Lo que contemplarán entonces es el poder legislativo, su entidad como padre y madre.
Ahora toda la vida está abierta a su conciencia, y ¡serán creadores, serán dioses vivos y conscientes por su paternidad y maternidad!
Ahora han alcanzado la deidad.
Su deidad, ¡por la que el universo se mantiene con vida!
¿Lo comprenden?
Ahora son capaces de hacer comparaciones materiales.
Den esta sabiduría a la criatura de la madre tierra.
Solo entonces sabrán que en la tierra todavía no se conoce el amor.
Continúen, los seguiremos (—dice).
El maestro Alcar toma la palabra de inmediato, y dice:
—Vemos, hermanos míos, que continuamos como seres humanos, y que también este espacio lo venceremos.
De alma en alma llegaremos a ser uno solo, por lo que podremos seguir toda esta vida.
El ser humano ha vencido los milagros técnicos aquí.
Estas personas se harán levitar a sí mismas y desde luego vencerán el universo que viviremos en los siguientes viajes.
Pero ¿qué leyes estamos llegando a conocer, maestro Zelanus?
¿Ha comprendido usted esta cosa milagrosa?
¿Le queda claro que tenemos que aceptar esta unión?
—Sí, mi maestro, lo comprendo todo, aquí la vida tiene conciencia material y también espiritual.
Los tres grados de vida de nuestro universo han alcanzado el estadio definitivo.
Ahora la vida no se vuelve más difícil, sino más sencilla, porque ya no hay trastornos para el ser humano, ha vencido todas y cada una de las leyes.
—En efecto, así es, las leyes armoniosas hablan ahora ante todo lo que vive del amor inmaculado por el que despertó esta vida.
Que Dios nos permita continuar, solo entonces viviremos nuestra conciencia divina.
¿Cómo se siente usted, maestro Zelanus?
—Me siento infinito, maestro.
Se me concedió vivir este ser uno y he percibido la profundidad de absolutamente cada ley.
He vivido cómo tendré que revelarme más adelante, y cómo es mi amor que recibiré con mi alma gemela.
Sé ahora que con ella pertenezco a estos espacios y que recibiremos, pero ante todo empiezo a comprender para qué se ha manifestado Dios como sí mismo o como la Omnimadre.
Todo eso, mi maestro, cobró forma y son estos soles y planetas juntos, que están a mi servicio, pero por los que vivimos como seres humanos.
—¿Y usted, André-Dectar?
—En mi vida vivo una revelación macrocósmica.
He entendido lo imponente que es la paternidad y la maternidad aquí.
Viví este ser uno universal, mi maestro.
Viví las leyes de densificación de este espacio, y cómo llegaron al punto del alumbramiento y la creación, solo que desde la séptima esfera.
La luz vital, mi maestro, ya no tiene punto de comparación con la del tercer grado de vida, nuestro universo.
Es conciencia poderosa.
Comprendo ahora que el universo en que vivimos todavía es inconsciente para la verdadera sintonización espiritual.
La luz vital de este espacio es la imagen de las esferas de una belleza sin precedente.
Lo incomprensible se ha vuelto consciente, y se me concede ahora contemplarlo.
Y esta gracia cambiará mi personalidad.
Comprendo, hermanos míos, que aquí ya no vivimos esferas, se han vencido para este universo.
El ser humano ha alcanzado la armonía con el universo.
Ahora el ciclo para todo lo que vive se experimenta de manera armoniosa y según las leyes de amor de la Omnimadre.
Y eso cambió este espacio, la existencia humana y animal.
—Les doy las gracias, hermanos míos, también a mí se me ha concedido vivir estas leyes y he acogido este amor imponente.
Ciertamente, aquí ya no le hacen falta esferas al alma como ser humano para prepararse para la continuación, la materia y la existencia espiritual se han convertido en una sola personalidad, ¡es un solo amor!
Sí, hermanos míos, nos encontramos ahora en el cuarto grado de vida cósmico.
Un mundo creado por el tercer grado.
Son revelaciones materiales y espirituales para el ser humano.
Esta vida abandonó el tercer grado de vida cósmico y continuó.
¡El ser humano ha vencido espacios y accedió al Omnigrado divino!
Un espacio dio a luz a un nuevo universo mediante la unión divina.
¿Entienden este imponente acontecimiento debajo de sus corazones?
Todas estas estrellas y planetas crearon una concienciación más elevada, también la madre naturaleza ha espiritualizado y materializado sus leyes vitales, pero es por ellas que se nos concede recibir al Dios de absolutamente todo lo que vive.
No, no; aquí no viven mentiras ni engaños, se deponen todos esos pensamientos faltos de armonía.
Ahora el ser humano es un milagro material y espiritual.
Por haber vivido el alma como ser humano miles de años de vida en una sola vida, se amplía su conciencia.
Y eso la reconduce a Dios, pero mientras tanto, llega a tener el universo en manos, y se convertirá en su entidad, su vida y su amor.
Sabemos ahora que los cielos no están a la venta, hermanos míos, ustedes tendrán que vencerlos.
¿Qué sabe el ser humano de toda esta santidad divina?
¿Cómo es ahora la criatura de la madre tierra?
¿Qué más le queda por aprender?
Ya les habrá quedado claro.
¿Cómo son aquí los sentimientos, ahora que sabemos que el ser humano es uno solo para todos los grados de vida?
El hombre y la mujer vencen las tinieblas y las esferas luminosas.
Es unión cósmica para toda la vida de Dios.
Es realidad viva, hermanos míos.
Ya no hay nada que pueda molestar la vida de Dios, ¡nada!
Y todo eso es para la criatura de la madre tierra.
Cuanto más nos elevemos, pues, hermanos míos, tanto más etéreo se vuelve el universo.
Y el alma como ser humano es más consciente, espiritual y divina.
Ya no cambian las leyes ahora, son verdades divinas.
Ahora un solo grado de vida se vuelve ilimitado.
Y pueden aceptarlo, lo están viendo.
Es Dios, como un ser y una personalidad.
Es Su vida y Su alma.
Y Él lo puso en nuestras manos.
¡Solo en el Omnigrado estaremos ante nuestro amor y unión divinos!
Ya no hace falta, hermanos míos, que nos hagamos preguntas, ahora tenemos que recibir y aceptar.
No obstante, si pronto quieren poder continuar, les pido sintonizar su vida interior con todos estos poderes y fuerzas divinos.
Hermanos míos, iremos a la esfera en que vive Cristo.
Vamos hasta la Omnipresencia.
¡A la Omnifuente, la Omnivida y el Omniamor!
Dios nos enviará Sus emisarios para continuar, porque lo quiere Cristo.
Continuamos en Su nombre.
Y mi vida está dispuesta a entregarse a ese amor imponente.
Ya no albergo miedo, soy uno solo con Dios y con absolutamente todo Su amor, al que pertenezco.
También veo estos sentimientos en sus vidas.
Pero puedo deducir Su resurrección por este firmamento, es la continuación para absolutamente toda la vida.
Pueden ver ahora, hermanos míos, que estos grados de vida materiales y también espiritualizados están al servicio de ustedes.
Más adelante ustedes representarán al Yo universal de este mundo.
Lo conducirán al alumbramiento y a la creación.
Las leyes son infalibles, ¡los reconducirán al Omnigrado de sus vidas!
Y se nos concede transmitir esa seguridad a la criatura de la madre tierra.
Miren esta imponente luz, que desde el espacio divino enviará su radiación hacia todo lo que vive.
Entiendan lo que significa y vivirán este amor santificado.
¡Es unión divina!
Comparen sus sentimientos con estos espacios conscientes y espiritualizados, para su paternidad y maternidad, su luz, alma y espíritu, para el reino de los colores de Dios, y conocerán su deidad.
Desciendan ahora en este espacio y verán su personalidad divina.
Naturalmente, también este mundo se dilata y así podemos continuar.
Perciban estos grados de vida cósmicos y les contarán cómo vivió la vida la resurrección recibida,
Y ¡es tranquilidad, paz y amor!
¡La fe y la esperanza han tenido que ceder su lugar a la conciencia espacial!
¡Y eso ahora nos lo dice todo, y también es Omnielocuente para la criatura de la madre tierra!
“Vayan ahora adentro”, hermanos míos, es lo que llega a mi vida, están listos para continuar.
¡Son verdades y revelaciones divinas!
Ahora habla a sus sentimientos el quinto grado de vida cósmico.
Y yo, hermanos mío, me entrego a ese espacio.
Vengan... vamos a continuar y nos acercaremos al Omnigrado divino.
Hemos recibido ahora esa certeza.
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