Alcar contesta las preguntas de André

André despertó.

—¡Cuánto ha avanzado, Alcar, como para poder aclarármelo!
Todo es tan profundo y a la vez tan natural.
—¿Me has comprendido, André?
—Sí, Alcar, en todo.
Es un gran milagro.
André miró al primer planeta.
—Cómo es posible, Alcar: un día densamente poblado, vida por todas partes, y ahora muerto, extinguido todo.
¿Cuánto más tiempo pasará antes de que este planeta se disuelva?
—Pasarán todavía millones de años.
—¿Se conoce este planeta en la tierra?
—Sí, es visible desde la tierra.
—¿Se mantendrá en este lugar?
—No, se mueve en un movimiento giratorio, es decir, alrededor del sol.
—¿Aún hay presencia de una atmósfera aquí?
—No.
Se disolvió hace millones de años, y ya no puede constatarlo el ser humano en la tierra.
Por eso aquí ya no vive nada, ya no puede vivir ningún organismo vivo aquí.
—¿Es la tierra allí, por encima de nosotros?
—Así es.
Cada planeta sigue una órbita fija y también eso está determinado desde el inicio de la creación.
Cuando se producen cambios, son interferencias cósmicas, muchas veces originadas por meteoros.
Sin embargo, este planeta seguirá ocupando su lugar, mientras el ser humano siga encontrándose en la tierra.
—¿Qué son meteoros, Alcar?
—Son estrellas, pequeños cuerpos, que ocupan al igual que los grandes un lugar en el universo.
—A veces se percibe un fenómeno en la tierra y se le llama estrellas fugaces.
¿Qué es eso?
—Estos cuerpos pequeños o meteoros atraviesan entonces la atmósfera y dejan atrás una raya luminosa.
Atraviesan la atmósfera, y es como si también volvieran a salir de nuevo, pero en ocasiones terminan en la tierra, o pedazos de ellos, que han llegado a encontrarse.
Cuando su órbita está muy alejada de la tierra y la fuerza de atracción de otro planeta es mayor que la de la tierra, este pequeño cuerpo se desgarra y desaparece en el espacio.
—¿Tienen esas estrellas una atmósfera propia, Alcar?
—Sí, pero también esta se disolverá, y solo entonces se verá el fenómeno de las estrellas fugaces.
—¿También para este planeta?
Quiero decir, ¿puede ser desgarrado?
—No, no es posible.
Se disolverá, pero solo dentro de millones de años.
Sin embargo, antes de que llegue el momento disminuirá el número de personas en la tierra, y también la tierra habrá llegado a ese mismo estado y se disolverán el primer, segundo y tercer grado.
—Esos cuerpos menores, ¿también estuvieron habitados como este, Alcar?
—Sí, pero no todos.
En aquellos que tenían una atmósfera propia pudo despertar la vida; en otros planetas, o sea, sin atmósfera, no es posible.
Ves cómo son las cosas aquí.
Ahora que la atmósfera se ha disuelto, ya no es posible vivir aquí.
Es así para todos los demás cuerpos, pequeños o grandes.
—¿Qué se sabe en la tierra de este planeta?
—Nada, en todo caso: poco.
Se sonda la distancia de este planeta a la tierra, y el ser humano en la tierra ya está en el punto en que puede acercarse a esto.
La gente que vivía en este tiempo, es decir, los que han vivido aquí, no sabían nada de elevarse ni de vida inteligente.
En esos tiempos la tierra aún no se había densificado.
Ahora que la tierra está habitada y los seres humanos han alcanzado esta altura, sintonizarán con el universo y progresarán.
Pero no podrán sondar el pasado de este planeta.
—En la tierra se intenta alcanzar la luna.
¿Será posible en el futuro, Alcar?
—No, jamás podrán llegar a ella.
Si aun así se quiere realizar esto desde la tierra, aquellos que se den para eso perderán la vida.
Hay poderes en el universo que el ser humano no conoce.
Pues bien, si hay fuerzas que lanzan a un planeta pequeño por el espacio, ¿qué quiere lograr la gente entonces?
Quien se aventure demasiado lejos fuera de la atmósfera perecerá.
Pueden elevarse mucho, alejarse mucho de la tierra, aun así en algún momento algo allí en ese espacio les impondrá el alto.
Incluso hay fuerzas en el universo que la gente en la tierra jamás llegará a conocer, porque ellos mismos aún no han alcanzado esa altura y solo la recibirán en el cuarto grado.
—Pero si la técnica sí que avanza mucho, Alcar, porque hay que ver las cosas que ya se han alcanzado en la tierra.
—Llegarán incluso más lejos, penetrarán más en la vida, sondearán y percibirán el pasado y empezarán a vivir de otra manera.
Escucha, André, te lo aclararé.
El ser humano se encuentra en un estado que significa un solo grado en este plan cósmico.
Lo que se encuentre en ese grado, lo que viva entre cielo y tierra, ellos lo pueden sondar y para eso inventarán instrumentos.
Pero todo lo que viva fuera de su propia atmósfera seguirá siendo inescrutable para ellos.
Quien se aventure fuera de su propia esfera de este lado, se expondrá inmediatamente a la muerte y tendrá que vivirlo.
—Sin embargo, siempre están con esto, André, porque una y otra vez lo vuelves a oír.
—Lo sé, hijo mío.
Lo sigo todo y conmigo todos mis hermanos y hermanas de este lado, así como aquellos que ya querían realizar esto en la tierra.
Los que en la tierra quieren conectarse con la luna, que intentan establecer una conexión, solo ven y saben aquí que eso no es posible.
Aun así hay eruditos en la tierra que intentan hacer cosas así, pero no las lograrán.
¿Por qué, te pregunto, lo hacen y quieren realizarlo?
También la luna se disuelve, como muchos otros planetas que ya han cumplido su tarea.
Pero no se piensa en eso.
Incluso hay eruditos que saben que perecerán y también eso es suicidio.
Habrán de sufrir de este lado y por sus sentimientos engreídos vivirán el proceso de putrefacción, solo porque se metieron con cosas que estaban por encima, muy por encima de su propio sentimiento y capacidad.
Si lo intentan a pesar de todo, su maravilla técnica se derretirá hasta deshacerse, y tampoco quedará ya nada de ellos mismos.
Serán destruidos, porque estos seres no se conocen a sí mismos ni el universo.
Porque eso se encuentra fuera de la atmósfera de la tierra.
El organismo humano que el ser humano poseía en primera instancia, o sea, como el ser que acabas de percibir, tiene la constitución y los órganos diferentes de lo que el ser humano en la tierra posee ahora.
El organismo humano tiene que adaptarse a la esfera; en este caso es para el ser humano en la tierra el tercer grado con sintonización cósmica.
Quien se aventura fuera de este muro de protección se destruye irremediablemente.
Los órganos humanos no están calculados para eso.
El organismo material solo está calculado para el lugar en que viva y se encuentre.
Así, el primer ser humano no podía vivir en el segundo grado, el segundo no en el tercero y el tercero no en el cuarto grado.
Dios lo supervisaba todo.
Alrededor del alma humana puso una morada, que es el cuerpo humano.
Pero también puso alrededor del planeta tierra un muro de fuerza y energía, para que el ser humano no pueda atravesarlo con sus propias fuerzas.
Quien quiera hacerlo de todos modos perecerá y tendrá que pagarlo con su propia vida.
Solo Dios sabe para qué hace falta y nosotros, de este lado, vamos a conocer todas estas fuerzas imponentes.
De este lado, André —te habrá quedado claro, ¿no?—, empezamos a comprender algo de la creación de Dios.
Sabemos que Dios se reveló y que cada vida es una partícula de esa revelación.
Debido a que como seres humanos hemos sido acogidos en este gran plan y formamos parte de él, también sentimos lo que se nos ha dado.
En todo reside la vida sagrada de Dios.
Cada ser humano y cada animal, cada cuerpo material, por más pequeño que fuera, recibió una morada propia, en que vive el alma.
Quien quiera liberarse de eso perecerá.
El animal que no conozca sus fuerzas pierde su equilibrio y se hunde.
Cuando se interrumpe este equilibrio, que es la protección del organismo material, seguirá la muerte del envoltorio material.
Entonces el alma volverá al infinito y esperará a ser atraída de nuevo.
Cuando esto ocurra la vida interior tendrá que reconsiderar su error.
Si no lo hace en la vida en que haya vuelto a nacer, entonces seguirán a esta una segunda, tercera e incluso más transiciones, lo que es el renacer.
La vida volverá en un organismo material justo hasta que haya asimilado ese grado en que se encuentra la vida.
Una vez que la vida haya alcanzado este punto, entonces continuará y llegará más arriba, y sabremos hacia dónde se dirige.
Porque aún espera felicidad más elevada en posesión espiritual, que son todos esos grados cósmicos.
Es decir que quien se mueva fuera de su grado tendrá que aceptar lo que haya allí, porque el organismo humano solo está calculado para aquel grado en que vive.
En este planeta en que estamos ahora y en que te hice vivirlo todo, no podrían vivir un perro, un gato, un pájaro, un animal devorador ni miles de otras especies animales que hay en la tierra, porque su organismo es distinto.
Aquí y en otros planetas vivía la fuerza bruta y salvaje en estado inconsciente.
Lo que vivía aquí, André, vive ahora en la tierra, pero todos los órganos han entrado en un estado más elevado.
Lo que algún día estuvo aquí ha continuado más y más.
A aquellos que estuvieron aquí se les vuelve a encontrar uno y dos grados más arriba, y es el ser humano en la tierra en su cuerpo perfecto.
—Si le he comprendido bien y claramente, Alcar, cada planeta produjo su propio organismo material, pero a ese cuerpo le infundió alma la vida interior que nació aquí, ¿no?
—Muy bien, André, me has entendido.
Más adelante te hablaré de esto.
—El organismo material que el ser humano posee en la tierra ¿es perfecto?
—El ser humano de allí es perfecto, André, y sin embargo, si a la gente en la tierra se le concediera ver a sus hermanas y hermanos que ya han alcanzado el cuarto, quinto, sexto, incluso el séptimo grado, pensarían estar viendo a Dios mismo.
También allí el ser humano es un ser que vive en un organismo material, porque Dios no creó un segundo estado perfecto, y este grado humano es la viva imagen del hijo perfecto de Dios.
Son seres humanos en una vestidura material, pero más elevados y perfectos, y su irradiación ya se puede ver a gran distancia.
El organismo material en el cuarto grado ya es un cuerpo de belleza desconocida, pero tampoco estos seres pueden salir de su propia atmósfera o también serán destruidos.
Su cuerpo es translúcido como la tela más delicada que uno pueda imaginarse en la tierra.
El rostro de un ser más elevado es la imagen del universo que se percibe en toda la vida de Dios.
Cuando hayamos llegado al punto en que pueda aclararte también eso, se te conectará con el cuarto grado cósmico, y podrás admirar al ser humano que vive allí.
Todos iremos allí y es nuestra felicidad futura, que nos espera a todos.
—¿Me conectará usted con ellos, Alcar?
—Cuando hayamos llegado hasta allí, André, vivirás también ese milagro.
—¿Se puede estimar el número de planetas, Alcar?
—No, no es posible, como tampoco se puede constatar el número de almas, o sea, las almas vivas en la vida invisible.
—Las estrellas son visibles desde la tierra, y ¿son entonces esas bolas de fuego luminosas que se me ha concedido percibir en el templo del alma?
—Sí, una estrella es un cuerpo celeste luminoso y también recibe energía de otros cuerpos, lo que se manifiesta en luz.
Al principio de la creación —lo has percibido en el templo del alma—, el universo se desgarró en millones de partículas, que siguieron planeando en el universo.
Por lo tanto, una mancha de luz es una masa esférica.
Las hay grandes y pequeñas, pero las pequeñas todavía son tan grandes que comprenden miles de millas.
Por lo tanto, cada cuerpo procede de esa luz dorada e irradia luz según su fuerza y tamaño.
Así como todo lo que vive emite su luz interior, hasta el insecto más pequeño, la luz interior abarca el conjunto con sus rayos.
—¿Es esta entonces la explicación de la percepción en la tierra, Alcar?
—Sí, lo es, André.
En la tierra se ven bolas de fuego luminosas en el firmamento, que a gran distancia se perciben como una estrella.
Por eso en la tierra se les llama estrellas y sin embargo son bolas al igual que los planetas más grandes.
Cada una posee una luz propia, porque proviene de esa luz imponente.
Sabemos que es energía, y que todo se mantiene en pie por medio de esa fuerza.
Lo que se percibe en la tierra, pues, es la luz que emana de estas estrellas.
En el fondo, una estrella —si quiero seguir llamando de esta manera a ese cuerpo celeste, porque es lo que se hace en la tierra— no es más que una poderosa bola de luz.
Sin embargo, también estos cuerpos pequeños se han densificado en esta ristra de millones de siglos.
Todas esas estrellas se han convertido en masas sólidas, muy compactas.
Aun así, la luz interior domina e irradia el cuerpo entero.
¿Me puedes seguir, André?
¿Comprendes lo que digo entonces?
La manera más clara de compararlo sería con el pequeño pero hermoso animalillo que vive en la tierra y al que se le llama luciérnaga.
Este animalito emana luz y sin embargo es un organismo material.
La luz de una estrella pequeña —y es así también para los cuerpos más grandes— abarca con su irradiación el conjunto y tiene una fuerza tan descomunal que esa luz puede percibirse a millones de kilómetros de distancia.
Pero si en la tierra pudiera aceptarse el origen del universo, como hemos llegado a conocerlo y comprenderlo todo, que esto se ha creado a partir de la propia luz de Dios, entonces averiguarían este misterio y sentirían y comprenderían lo sencillo que es todo.
Pero los eruditos en la tierra no pueden aceptarlo, porque ya se estrellan contra la muerte.
En la tumba se quedan mirando impotentes y lloran hasta quedar vacíos por su ignorancia, por no conocerse a sí mismos.
Porque en caso contrario serían felices, debido a que sabrían adónde los llevaba la muerte, y que serían acogidos en el imponente universo.
Pero la ciencia en la tierra aún no ha avanzado suficientemente.
Algún día, sin embargo, averiguarán este misterio, y entonces dirán: “Dios mío, ay, Dios mío, ¿tan sencillo es?”.
Sí, es sencillo, tal como la muerte, que no existe, significa vida.
Si no quieren aceptarlo, André, ¿cómo podrán entender entonces el universo, la creación de Dios?
Hay eruditos que dicen a gritos: “Oh, qué fabuloso es todo”, pero si vivieran aquellas cosas fabulosas, entonces sería sencillo, casi demasiado sencillo.
Por más profundo que sea todo, todo, todos esos milagros son sencillez, porque Dios es sencillez y amor.
Cuando el ser humano sienta eso, lo conmoverá muchísimo, y “esto” es amor.
Porque todo vibra de amor, irradia luz como un sol y es fuerza de amor, nada más que eso, una fuerza que algún día todos nosotros poseeremos.
Entonces nuestra irradiación envolverá a miles de personas y todo lo que vive en nuestro entorno.
Entonces nosotros mismos seremos soles, seres luminosos, como es el universo, y seremos como Dios.
—¿Se puede calcular en la tierra la distancia y la edad de las estrellas, Alcar?
—Tampoco, André.
Allí se calcula con millones de años, y sin embargo esa cifra es una estimación, no se posible calcularlo.
—¿Poseen todas esas estrellas su propia fuerza?
—Sí, ya te dije hace un momento: su fuerza según la intensidad de la luz, y esa luz, por lo tanto, según la energía que posee el conjunto.
—¿Seguirá esto así, Alcar?
—¿Quieres decir que si estos planetas seguirán ocupando su lugar?
—Sí, Alcar.
—Millones de cuerpos ocuparán un lugar eterno; otros, en cambio, se disolverán, porque estos planetas han completado su funcionamiento en el conjunto imponente.
Así es también con este planeta.
Miles, no, millones de planetas seguirán ocupando un lugar, porque la vida del alma algún día habrá llegado hasta allí y habitará estos planetas.
En realidad hay algunos que ya están habitados, porque hay seres en este conjunto imponente que han alcanzado las esferas divinas.
¿Entiendes lo que quiero decir, André?
—Si le he comprendido bien, quiere decir que los grados cósmicos más elevados seguirán existiendo eternamente y que los demás grados se disolverán, ¿no?
—Muy bien, André, así es.
¿Comprendes la sencillez de todo?
¿Lo sencillo que es Dios y Su creación?
Los grados más elevados nos esperan y allí está asegurada nuestra felicidad divina.
Así que te habrá quedado claro que cuando el ser humano y el animal han ido a un grado más elevado, los planetas, el ser humano y el animal se disolverán, porque estos planetas habrán completado su tarea.
Así está disolviéndose este planeta, porque la vida animal y humana ha alcanzado un grado superior.
Esto significa y es la toma de posesión del estado más elevado, hacia un planeta que recibirá esta vida.
Aquí verás que ocurre y dentro de millones de siglos muchos otros planetas habrán llegado a ese punto, y se disolverán en el conjunto.
Este imponente cuerpo se disuelve como el cuerpo terrenal y humano.
El proceso de putrefacción destruirá el cuerpo material y humano; sin embargo, este planeta se va evaporando y la vida material y espiritual vuelve a Dios poco a poco, como llegó, porque nada se pierde, todo sigue, todo es la propia vida de Dios.
¿También esto te está claro, André?
Si me comprendes, te habrá quedado claro que también este cuerpo, este y otros planetas volverán por lo tanto a la energía invisible a la que algún día pertenecieron.
—Qué imponente es, Alcar, y a la vez tan natural.
—Lo es, André, natural, imponente y sin embargo tan sencillo.
Hablo de energía invisible, André, porque solo el ser humano y toda la vida que pertenece a su estado sigue avanzando visiblemente.
A eso pertenece la vida animal, la vida de las flores y de las plantas y los diferentes planetas que nos reciben y que son los grados más elevados.
Hay más energía invisible que visible, que reconocemos por los fenómenos en el universo.
Dios vive detrás de la energía visible; la invisible es la fuerza imponente que gobierna todo, que también es Dios y significa la vida.
La energía invisible vive como espíritu y es el alma en el organismo humano y animal.
Todos nosotros, André, somos energía, porque hemos procedido de esa invisibilidad.
Cada animal, cada cuerpo que se depone, todo lo que el ser humano posee en la tierra en estado material, todo lo que vive en el universo, estrellas, planetas y todos esos millones de cuerpos, volverán algún día al Omnigrado y a la fuerza primigenia.
Es la energía invisible en que conocemos y aceptamos a Dios.
Nada, no se pierde nada de todas estas cosas imponentes.
Todo y todos vuelven a esta fuerza primigenia, porque todo lo que vive algún día ha llevado a cabo su trabajo.
Visible o invisible, tiene que completar una tarea.
No hay nada que no tenga una intención, y no puede existir nada que no venga de Dios, que no provenga de esa invisibilidad.
Nosotros y todos los que viven en esos planetas, todo lo que existe, André, es Dios, es energía y tiene que llevar a cabo una tarea.
La energía invisible es de un tamaño asombroso.
Es Dios, nuestro Santo Padre, que vela por toda Su vida.
Nuestro cuerpo material volverá a Dios y esa vestidura material ya hizo su tarea para este poquito de energía invisible que es el alma.
Qué hermoso es el organismo humano, qué profundo el cuerpo espiritual.
¿Qué se conoce de eso en la tierra y qué se sabe de todo esto?
Allí ni siquiera se puede comprender la vida y menos aún que somos seres eternos.
Mi amigo en la tierra buscó y sin embargo ya sentía lo que vivía allí detrás del universo, porque era lo que lo destruyó en la tierra.
Le impuso un alto, sentía lo profundo e imponente que era y se blindó contra eso, igual que contra lo que tenía que aprender en la tierra.
Te lo demostraré en nuestros siguientes viajes, pero él no lo comprendía, tampoco podía comprenderlo, porque pertenecía al pasado.
Pero solo más adelante te quedará claro lo infalible que es el funcionamiento de todo esto, quiero decir: los sentimientos del alma.
Hay gente en la tierra que percibe su muerte de antemano y hace acciones que lo indican, pero que se comprenden solo después, cuando ya se han ido, y así también hay gente que se siente suficientemente fuerte para capacitarse en un estudio, que sin embargo no alcanzan ese objetivo sin comprenderlo ellos mismos.
Entonces hay otra ley que ocasiona ese rechazo y pertenece al pasado.
Porque en ese profundo pasado debe haber algo que han vivido y solo en otra vida harán la transición en eso, y ocurrirá aquello que se han propuesto y que han presentido desde hace siglos ya.
Por eso todo está determinado y la energía consumida vuelve al Omnigrado.
Se puede constatar, porque lo podemos seguir de este lado.
—¿Cuántas preguntas no podría contestarme sobre esto, Alcar?
—Miles, André.
Podría llenar decenas de volúmenes enteros sobre este planeta.
Ni siquiera nos hace falta continuar más, puesto que aquí puedo conectarte con el inicio de la creación y aclararte todos esos empujes que la vida tiene que seguir.
Pero esa no es la intención, porque continuamos, cada vez más arriba hasta que hayamos alcanzado el tercer grado, que es la tierra.
Tengo que conectarte con la vida visible e invisible.
Por eso seguiré un solo camino, André, haré la transición en la vida material y volveré después a la vida invisible, que es el alma.
Aquí está todo lo que pertenece al universo, anclados a eso están el milagro visible y el elemento invisible, que es lo divino.
Seguiré un solo camino, André, y tengo que hacerlo, se me ha encargado y trataré todas tus preguntas, que ahora todavía es posible, porque más adelante seguiré según mi plan preconcebido.
¿Comprendes lo que quiero decir?
—Sí, Alcar.
—Ahora puedes por lo tanto hacer preguntas sobre este planeta, más adelante ya no será posible, porque me tendré que conectar con otros estados.
—¿Así que me convencerá del cosmos invisible y visible, Alcar?
—Muy bien, André, esa es mi intención.
—¿Puedo hacer entonces algunas preguntas más, Alcar?
—Claro, hijo mío.
—¿Se experimentará en la tierra que se derrita este planeta y muchos otros?
—Eso se experimentará en la tierra y los eruditos que vivan allí dentro de millones de años verán milagros.
Pues bien, si supieran un poco más de este planeta y pudieran ver todos estos cambios, de cualquier manera no sabrían lo que esto significa.
Este planeta se funde, este cuerpo se disuelve y ya se han disuelto muchos otros de los que ellos no saben nada, porque están demasiado lejos de la tierra y ellos aún no poseen instrumentos para poder constatarlo.
Pero aunque pudieran hacerlo, aun así un planeta cubre al otro, y alguno de los cuerpos les impondría un alto.
Lo que perciben ahora está a su alcance, pero no podrán percibir a mucha más profundidad.
Pero lo que sí vivirán es lo siguiente.
Este planeta se disuelve y llegará al punto en que la gente en la tierra lo vivirá en su tiempo.
Pero si ya habrá ocurrido miles de años antes y este planeta habrá vuelto a la energía invisible, aún podrán percibir este cuerpo desde la tierra.
Lo que verán entonces es la réplica de aquello que fue alguna vez, pero un fenómeno débil.
Aun así, allí delante de sus ojos vive ese mismo planeta, pero una cortina de niebla, una densa emanación está suspendida delante de ese cuerpo celeste, lo que en realidad es, no obstante, el primer y último fenómeno que has vivido en el proceso de revelación.
¿Comprendes lo que quiero decir?
—Que percibirán un destello de lo verdadero.
Sí, Alcar, le comprendo.
—Poco a poco también eso se irá disolviendo, pero la disolución de aquello que fue alguna vez aún tomará millones de años.
Entonces en el último momento de todos mirarán a través de ese denso velo y también esa emanación se disolverá.
Entonces este planeta desaparecerá de delante de sus ojos, poco a poco se hundirá en la nada, que es la energía invisible.
Miles de cuerpos más pequeños y más grandes han vuelto ya al Omnigrado.
Esto continuará, tiene que ocurrir, y así será.
La imagen del universo que se ve desde la tierra, las estrellas y planetas que se conocen en la tierra, todos esos cuerpos se disolverán, porque pertenecen al tercer grado.
Solo aquellos cuerpos, es decir, estrellas y planetas que pertenezcan al grado más elevado, seguirán ocupando un lugar.
Pero todo lo que viva debajo de eso se disolverá.
—Qué listo es usted, Alcar.
No me lo imaginaba.
—¿Te parezco listo y no te lo habías esperado?
Escucha.
Aún no soy nada, pero estoy agradecido de pertenecer a todo esto.
No soy más que un niño, un ser insignificante de esto que lo abarca todo, que es Dios.
No soy listo, hijo mío; todos los que están en la tierra y que entrarán aquí llegarán a conocer este conjunto imponente.
No lo vuelvas a decir jamás, porque no me sería posible aceptarlo ahora que sé cómo es todo.
—¿Cómo hace para distinguir entre todo esto, Alcar?
—Es sencillo, André.
Todo lo que te cuento es mi posesión.
He hecho estos estudios en las esferas.
He asimilado todo esto, no, he tomado posesión de esto, lo que te aclaré.
Cuando el ser humano entra en este lado, tomará posesión de su esfera.
Te he hablado de eso.
Esa toma de posesión no es solo la esfera en que viven, sino que también llegarán a conocer todo lo que viva por debajo de su propia esfera y pertenezca a ella, también las estrellas y planetas que pertenezcan debajo del tercer grado de vida cósmica.
Todo esto vamos a percibirlo y vamos a tomar posesión de ello.
Lo que te cuento pertenece, por lo tanto, a mi propia vida, pero lo que vive más elevado y por encima de mi propia posesión —también lo has vivido— me lo tiene que aclarar un ser elevado, porque no sé nada de eso ni es mi posesión.
No obstante, cuando me haces preguntas que tienen que ver con mi propio estado, puedo contarte volúmenes enteros sobre eso, porque cada pregunta tiene que ver con el universo, sí, con mi propia vida.
No me hace falta pensar ni recordar nada, porque está en mí.
Siempre estamos deponiéndonos a nosotros mismos, y si sabemos hacerlo, recibimos en lugar de eso sabiduría vital y también un estado elevado, porque este nos lo hemos ganado.
Intentamos servir, André.
Servimos haciendo la transición en otras vidas, y esto vuelve en nuestra propia vida, porque proviene de nosotros mismos.
O sea que todo lo que hago por los demás lo hago por mí mismo, porque me da posesiones, y estoy hablando de eso.
Puedes preguntarme lo que quieras, podré contestarte a cualquier pregunta, sea como sea, si trata sobre mi propia posesión.
Puedo contarte desde el inicio de la creación hasta el tercer grado cósmico, porque he vivido mi propio ciclo, o sea, el tercer grado.
¿Comprendes, André, que lo poseemos de verdad, y lo grande y poderoso que es Dios?
Lo imponente que es aquello que tenemos que asimilar?
Pero ¿no vale la pena? ¿Y sientes entonces que significa una gran gracia que se le conceda a uno recibir todo esto?
¿Que fue la intención de Dios, y sigue siéndolo, que hagamos conscientemente la transición en su vida?
Sería mejor que dijera: que lo aceptara y asimilara conscientemente.
Ahora hacemos la transición en el universo conscientemente, y cuando lleguemos a ese punto, seremos como Dios.
También ahora ya somos parte de esa divinidad, pero tenemos que continuar, cada vez más, y aún hacen falta billones de siglos para eso.
Solo entonces el ser humano será el poseedor de este conjunto imponente.
Acabo de asimilar hace poco algunas esferas y planetas, y sin embargo tendré que asimilar todos esos millones de transiciones.
Sin embargo, para eso tendré que deponerme una y otra vez, pero sirviendo llegaré hasta ese punto.
Todo es amor, amor puro, energía cósmica, que conecta a seres humanos y animales.
¿Te queda claro ahora por qué puedo contestarte a todo?
No importa donde se encuentre el ser humano, conozco la profundidad del alma, la vida del alma en la tierra, esa profundidad está en mí.
He vivido y asimilado todos esos grados de conciencia.
No desconozco nada de lo que esté por debajo de mi propia esfera, porque pertenece a mi posesión.
También esto, André, lo que algún día vivió aquí y perteneció al reino de las plantas y los animales.
—¿Fue este planeta antes como es la tierra ahora, Alcar?
—No, lo que está en la tierra pertenece al tercer grado, y es perfectamente material.
En este estadio la vida de las plantas y los animales estaba muy por delante del cuerpo humano, pero no era más que apariencia, en sí estaba muy detrás del ser humano y por lo tanto material.
Es esta tu intención, ¿verdad?
—Sí, Alcar.
—Aquí crecían árboles y plantas, pero no llegó a haber floración plena, el verde tierno que se conoce en la tierra.
Todo era diferente, grisáceo y brumoso.
Los muchos colores que se perciben en la naturaleza en la tierra, todos esos hermosos tonos no estaban presentes aquí.
No era posible, porque este planeta poseía en todo el primer grado de la vida.
Todo, lo que fuera, vivía muy por debajo de lo que se posee y conoce en la tierra.
Nada se puede comparar con aquello que está en la tierra.
Los animales eran engendros y no estaban acabados, eran torpes y lentos, todo aún tenía que despertar y desarrollarse.
Lo que se poseía aquí estaba destinado al progreso y por lo tanto estaba en un estadio inicial de desarrollo.
De este conjunto, André, apareció un ser y se convertiría en el ser humano.
En el estadio inicial de este planeta era un gran proceso de putrefacción.
Aquí todo se densificó y pudrió, como había llegado.
Nada siguió viviendo.
Todo estaba destinado a perecer, porque la vida nueva nació por medio de ese proceso.
No importa donde se mirara, todo estaba en estado de descomposición.
Este planeta no poseía ni tenía por lo tanto otra tarea.
Era el trabajo del primer planeta, y aquí nació por lo tanto el germen de aquello que algún día haría la transición en lo perfecto.
Aquí era un solo estado de morir y nacer.
Por eso la tierra es un estado para desarrollarse y preparar la vida para el cuarto grado, o sea, para poder hacer la transición a un planeta más elevado.
No era posible desde este lugar.
Iba demasiado rápido, y el ser que vivía aquí no podría procesarlo, como tampoco podría aceptarse ahora en la tierra ese estado elevado en que ya vivimos ahora.
Dios abarcó todo esto con la vista y supo cómo había que hacerlo, qué hacía falta en primera instancia.
Aquí germinaba y nacía aquello que se posee en la tierra.
El núcleo de lo que se tienen allí proviene del primer estadio, porque el primer planeta, o sea, este, dominaba el segundo y tercero.
¿Sientes lo que quiero decir, André?
Entonces te habrá quedado claro que se determinó aquí lo que Dios quiso realizar, pero en el segundo y tercer grado este producto se concluyó en la instancia más elevada.
Al principio no se veía más que agua y agua.
Un denso lodazal, y en esa densa masa convivían millones de seres, humanos y animales.
De este proceso se manifestó primero el ser humano, después la vida animal.
Podría contarte incluso más sobre eso, pero todo esto va demasiado lejos.
En este viaje seguiré el desarrollo del cuerpo humano, y después haremos la transición en la vida interior, que es la del alma.
—Todo es asombroso, Alcar.
¿Qué edad tiene este planeta ahora?
— No podría pronunciar ese número.
¿Comprendes lo que significa?
¿Qué es la creación de Dios y el universo, y qué significa el pasado de ser humano y animal?
No se puede mencionar ni pronunciar ni calcular.
—¿Tampoco desde hace cuánto este planeta está extinguiéndose?
—Tampoco es posible.
—¿Así que este ya no irradia y no posee luz propia porque tiene que morir y disolverse?
—Sí, André, así es, pero ahora recibe la luz del sol.
—¿De lo contrario no se le podría percibir, Alcar?
—Muy bien, André, pero aún hay vida, aún es una masa densa, o ya habría vuelto a lo invisible.
¿También esto lo comprendes?
—Sí, Alcar, me queda claro todo.
Es asombroso, Alcar; ojalá se supiera alguna vez en la tierra.
—Lo saben, André.
Ya ha habido eruditos allí, pero se les tacha de dementes.
Hay muchos que reciben su inspiración de nuestro lado, pero se encallan y no avanzan más.
Ni siquiera conocen la muerte, y si en la tierra no se conoce la muerte, ¿cómo se podría conocer y aceptar entonces esta muerte, que también aquí empuña su cetro?
Se encallan en esto y sabemos por qué no aceptan.
—Pero si hubiera un erudito que supiera de una vida eterna, ¿no podría aceptarlo entonces y no podría alcanzar lo más elevado de todo en su estudio?
—No, hijo mío.
Si aceptara una eterna pervivencia, no bastaría con ese saber, esa posesión.
Porque seguirían sin conocer nuestra vida, y también esa tienen que llegar a conocerla si quieren poder conectarse con las leyes más profundas.
—¿Y cuando hayan llegado hasta ese punto, Alcar?
—Entonces habrá paz en la tierra y solo entonces volveremos a la tierra para conectarnos con ellos, y aceptarán lo que tenemos que decirles.
¿Comprendes lo que quiero decir?
—O sea, ¿que ellos mismos quieren poseerlo?
—Correcto, así es, pero a la vez es imposible.
Si fuera posible, los eruditos para este mundo serían nuestros instrumentos.
No podrían alcanzar más, y sería lo más elevado de todo lo que se puede alcanzar en la tierra.
Entonces un erudito sería un instrumento, un ser dotado, y es la intención de aquellos que aportan un mensaje espiritual a la tierra.
Pero es cuando el ser humano ya no se sentirá como un erudito, porque en ese momento será una criatura de Dios.
Entonces seguirán a sus hermanas y hermanos que ya han llegado hasta ese punto y se entregarán en todo, porque sabrán que son instrumentos dotados y que se ve y percibe por ellos.
Llegará, algún día llegará, y entonces, ya te lo dije, habrá felicidad en la tierra y comprenderán lo que ocurre con este planeta y con todos los demás, por qué morimos y nacemos, por qué estamos en la tierra, qué es Dios y qué significa la vida.
—¿Así que piensa, a pesar de todo, que esto es posible, Alcar?
—¿Que percibirán este fenómeno?
—Sí, Alcar.
—Hijo querido, para Dios todo es posible.
—¿Se conoce este planeta en la tierra, Alcar?
—Sí, pusieron nombre a este planeta y en la tierra se le conoce como tal.
—¿También se puede percibir con sus instrumentos?
—También eso pueden hacerlo.
—Qué curioso que a pesar de eso no avancen más.
¿Sabemos allí también que este planeta se extinguirá y disolverá?
—Saben que aquí no hay atmósfera, pero no pueden saber ni tampoco constatar que este planeta se disolverá, o tendrían que saber aceptar todo esto que te aclaré.
—Qué pena, ¿no, Alcar?, lo tienen tan cerca.
—Es una gran verdad la que acabas de pronunciar, André.
Sí, todo esto está muy a su alcance.
En la tierra podría elevarte en este estado y hablar por medio de ti, para contarles de esta vida y para ayudarlos.
Pero ¿qué pensabas que harían allí?
—No lo sé, Alcar.
—Te declararían demente, un médium poseído, ¡un deficiente mental!
A los ojos de ellos no eres más que eso.
Pero es que esto que tengo que decir tampoco es para ellos.
Solo para los que ansían, para ellos hago este trabajo y volví a la tierra.
Sí, André, así es.
—Así que lo acepta como un hecho inamovible.
Aun así, ¿no sería posible que me conectara con un erudito?
—Posible es, André, pero el resultado será el que te acabo de decir.
No podrán aceptarlo, porque ellos mismos aún no han llegado hasta ese punto.
Basta con que te imagines su estado: ellos, esos eruditos, ¿podrían entregarse a nosotros, a ti, porque tú eres el que me representa en la tierra?
—Pero eso no hace falta, ¿no?
—De alguna manera sí, o no lograríamos nada.
Si reflexionan sobre esto, año tras año, de todos modos no lograremos avanzar, pero reflexionan ya desde hace millones de años, porque eruditos los ha habido siempre, desde que la tierra es tierra.
Tienen que actuar y continuar con esta cuestión.
Sin embargo, el que realice esto pertenece a los profetas, pero a los que traigan la sagrada verdad se les lleva al matadero, se les cuelga en la cruz, o se les declara dementes.
Así que no hace falta que te aclare su grado de demencia, ya ocurrió en nuestro viaje anterior.
—Qué pena todo esto, Alcar.
—En este mundo, o sea, de este lado, no conocemos esa palabra, André.
Sí que conocemos la fuerza que está atada a ella, y es debilidad.
Quien se llame “pena” está muerto en vida, no sabe que vive ni es consciente.
Solo conocemos leyes, y esas nos dicen lo que es posible y lo que no.
El mundo erudito se arredra ante la mediumnidad.
Tienen todo el derecho a hacerlo, pero en la tierra hay quienes poseen dones de los que aquellos podrían aprender.
Estos dones se pueden usar y nosotros nos conectamos por medio de nuestros instrumentos.
Eres un instrumento útil.
De este lado también te aclararé, André, por qué eres esto y por qué posees estos dones y podré demostrártelo, pero solo cuando haya llegado el momento.
Los eruditos, sin embargo, son demasiado eruditos para poder tener conciencia de esto.
Pero si pudieran hacerlo, se les caerían del pecho los adornos dorados y llegarían a conocer a Dios, y quien conozca a su Santo Padre no se coloca a sí mismo sobre un pedestal, sino que inclina la cabeza y deja a la tierra lo que pertenezca a la tierra, y se abre a lo que venga del espíritu, porque entonces saben que solo hay uno que pueda saberlo y es Dios, nuestro Padre de amor.
Pero aún no hemos llegado tan lejos, André, pero todo es posible.
Ahora te conectaré nuevamente con el pasado.
Ten cuidado, André.
Mira allí, delante de ti.
André volvió a ver la misma escena.
En la orilla había miles de animales que ya habían muerto, pero también había otros que seguían vivos, y sintió que le iba entrando una fuerza por la que comprendió lo que significaba.
—¿Lo siento bien, Alcar?
En este momento siento cómo me va ocupando una fuerza indecible.
Este ser quiere continuar, pero no es posible continuar.
—Muy bien, porque es lo que te hice sentir.
Este ser animal, que algún día se convertirá en ser humano, quiere continuar.
El instinto ha despertado en el primer grado, porque también en esto hay transiciones y grados, y desde ese momento todo lo que vive ha sintonizado con elevarse más.
Es el sentimiento profundo que reside en cada vida.
El ser animal lo siente, pero tampoco el ser humano en la tierra es diferente.
También allí, en la vida interior, está ese increíble impulso, que nadie comprende, pero que significa volver a Dios.
Esta fuerza ha empezado a funcionar ya desde el primer despertar.
Es lo imponente e inexplicable que vive uno, o sea, el ser humano, en la tierra.
Todos quieren avanzar, siempre más, y no saben por qué albergan esa urgencia.
Todos sienten premura por experimentar todo lo que pueda vivirse en la tierra, pero olvidan que uno vive en la eternidad, y que por lo tanto tiene que vivir todo lo que tenga sintonización con Dios.
Pero ese impulso, que es lo que me importa y que te hice sentir y que claramente te entró, es la llama divina que reside en nosotros, que nos conecta con Dios.
Esa fuerza que sientes, André, es la posesión más profunda del ser humano, así como de toda la demás vida que pertenece al reino animal; pero el animal sigue su camino sin tener conciencia de ello.
Para el ser humano, en cambio, esto significa la sintonización primigenia y la conexión con lo más elevado de todo.
Esto reside en el ser humano desde el primer momento, como ya dije.
Es lo que lo abarca todo, es animación, es elevación, es fuerza y personalidad, es lo divino que está en nosotros y es la vuelta al Omnigrado.
Si no estuviera en nosotros, se detendría la creación y no habría nacido vida nueva a partir del primer estadio.
Es válido para el ser humano y el animal, para los planetas y las estrellas; toda la vida volverá a Dios y tendrá que hacerlo.
Hace un momento dije: si esto no estuviera en nosotros, se detendría la creación, pero algo hizo que nos despertáramos de nuevo, nos impulsó a nosotros y toda la demás vida, e hizo la transición en miles de estados del organismo material, hasta que hubiéramos alcanzado aquello delante de ti.
¿También entiendes todo esto, André?
—Sí, Alcar, es asombroso y natural.
—También esto pertenece al plan de evolución y es por tanto la vuelta a Dios.
Pero también comprendes que todo lo que vive tiene que seguir un solo camino, un solo empuje, y está presente en esta vida.
Aquí, delante de ti, hay miles de seres y sin embargo no pueden seguir.
Aquí algo en su interior les impone el alto y ese alto y esa fuerza son la elevación hacia el segundo grado cósmico.
El ser animal ha alcanzado su estado parecido a un pez y va a empezar a deponer esta vida.
Si no nos socorriera Dios, también aquí se detendría la existencia, y la creación habría fracasado.
Porque este ser animal no es perfecto, lo puedes ver claramente, ¿no, André?
—Sí, Alcar.
—Sin embargo, hijo mío, Dios lo supervisó todo, porque allí donde se dirigirá el ser humano hay un segundo grado y está destinado al ser animal interior.
Porque también allí la vida despertó y llegó a una misma altura, pero el organismo es distinto.
Ahora pon mucha atención, por favor.
Este planeta domina a los otros dos, son esos planetas que percibes allí a lo lejos y que pertenecen al segundo y tercer grado.
Te queda claro, ¿verdad?
—Sí, Alcar.
—Pues bien, es como si este planeta alimentara los primeros planetas de transición, que por lo tanto están más cerca de ella y ya han aceptado un estado existencial.
Cuando empezaron a densificarse, por lo tanto estuvo lista a la vez la vida interior que había nacido en este planeta, y esperaba para ser atraída.
¿También esto te queda claro, André?
—Sí, Alcar, por completo.
—Gracias, hijo mío, entonces voy a seguir.
Sentirás así que una vida es alimentada por la otra, y por eso llamamos este planeta el cuerpo materno, porque alimentaba a todos los demás.
La vida interior, o sea, la vida de los sentimientos, es lo que lleva a infundir alma al organismo material en esos planetas.
No fue posible —y tenemos que aceptarlo— elevar aquí en este planeta el organismo humano hasta la altura en que ya pudiera alcanzar el tercer grado.
Es decir que este planeta no poseía esa fuerza y tampoco la poseen los demás planetas, porque el animal y el ser humano iban de un estado en otro y para eso son todos esos millones de planetas.
O sea, Dios supervisaba esto y sabía que era necesario, y por eso este planeta es la fuerza dominante que acogió en ella a las demás y, por así decirlo, las hacía vivir en su interior.
Tienes que comprender bien que todos esos planetas son uno solo, poseen un solo empuje, el de elevar la vestidura material al cuerpo perfecto que posees en la tierra como organismo material.
¿También esto te queda claro, André?
—Sí, Alcar.
—Bien, todos esos planetas, pues, tenían un mismo propósito, es para el perfeccionamiento del organismo material.
Lo que vivía aquí también está presente en los primeros planetas de transición, pero en un estado elevado.
Pero en el estadio en que se encuentra este ser animal que tienes delante, había alcanzado su punto álgido.
Es para todo el universo y es una ley, porque cientos de planetas están conectados entre ellos y llevan a cabo algo de lo que el último asegura la realización, y es el planeta tierra.
Ya lo dije: Dios acudió en ayuda del ser.
El ser animal moriría y tenía que morir.
Cuando todo lo que vive haya alcanzado su último estadio y cuando la vida haya llegado hasta ese grado, este planeta habrá completado su trabajo millonario y volverá al conjunto.
Así que te habrá quedado claro, André, que en todos esos cuerpos hay presencia de vida, pero que desde aquí se ha echado el núcleo de todo lo que vive.
Este ser, pues, como ser animal astral, es atraído por esos otros planetas, y es posible porque está conectado con ellos.
También te dije que para eso sirven esos planetas más pequeños, y cuando se hayan vivido también esas transiciones, la vida aceptará el segundo grado, para vivir también allí el mismo estado y preparase para el tercer grado.
Dije que es para el conjunto y quiero decir con eso que también el cuarto grado cósmico posee sus planetas de transición, o la vida que llegaría allí no podría procesar esta transición inmensa y entonces la vida interior sería arrojada hacia lo invisible, y se destruiría el organismo material.
Pero Dios alimenta y desarrolla lo que está presente en la naturaleza de una manera tal que el nacimiento es una ley y no está ligado al tiempo.
Sientes así que la vida interior se ha de adaptar a la material y al revés, o se produciría un empuje disarmónico, lo que significaría la muerte del organismo material y el regreso de la vida interior al mundo astral.
¿Has comprendido también esto, André?
—¿Quiere decir usted que el ser no puede hacer la transición directamente del primer al segundo grado, porque este avance es demasiado grande?
—Muy bien, André, así es.
En este planeta domina ahora la vida interior, pero en el segundo grado lo hace el organismo material.
Es un estado asombroso y verás que una cosa suscita la otra y que sin embargo todo está conectado y tiene lógica, si se quiere alcanzar la realización de manera perfecta.
O sea que para eso existen los planetas de transición.
Si no me comprendes, vuélveme a preguntar, porque todo esto es muy difícil, y aun así tienes que saberlo o no comprenderás nada de la creación.
Por lo tanto este planeta lo realizó y también estuvo conectado con todos esos otros planetas sucesivos, e irradió y dominó esos otros órganos.
Lo que ocurrió aquí en todos esos siglos, lo que se realizó en ese tiempo, fue la vivencia a pleno rendimiento.
Significaba que a esos otros planetas se les alimentaba, por así decirlo, del cuerpo materno, y esta alimentación, que significaba la densificación de todos esos planetas, iba al mismo paso que este planeta.
El gran cuerpo succionó los planetas más pequeños hacia él y entonces ocurrió otro milagro imponente.
Alrededor de todo esto, André, o sea, de todos esos planetas, surgió una segunda atmósfera, para poner un velo sobre este proceso, que continuaría a lo largo de billones de años.
Esa segunda atmósfera blindaba todos esos planetas y de no ser así, un cuerpo habría chocado contra otro y el universo se habría colapsado.
Cuando el proceso de densificación estuvo listo, esta atmósfera volvió a disolverse y el plan de evolución podría seguir.
Se aseguró este acontecimiento contra miles de peligros, y Dios sabía todo esto, había quedado determinado en su revelación.
Así que te habrá quedado claro con cuánta precisión se ha calculado todo, pero Dios lo controla y domina todo.
Sientes cómo reina el orden en este asunto imponente y cómo todo está ligado a leyes.
También te habrá quedado claro que es posible que estos seres pudieran hacer la transición a otros planetas y que también allí estuviera presente un cuerpo, cuando la vida hubo entrado en este estadio.
Ya te lo dije: aquí domina la vida interior, en aquel otro grado el organismo material.
Allí la vestidura material será embellecida y alcanzará una altura en que ya se reconoce la vestidura material humana.
Te aclararé todo esto, hijo mío, cuando hagamos la transición en ello.
Mira y percibe, André.
En este animal ya ves un sistema óseo.
De cualquier manera, este sistema óseo —puedes seguirlo en todo— ya posee esa forma que tiene el cuerpo material perfecto en la tierra.
Naturalmente, tiene que experimentar su empuje y evolución, pero aun así ya podemos percibirlo aquí.
Aquí se ha alcanzado este punto, por lo que lo interior supera lo exterior, y ahora la vida interior hace la transición a ese otro planeta e impulsa al ser material hacia arriba.
Es decir, antes de que esta vida haya depuesto su estadio de pez habrán pasado millones de años, y solo entonces el último ser pudo aceptar su viaje hacia ese grado elevado.
Más adelante seguiremos esos últimos seres, y entonces vivirás cómo se atrajo a este ser animal.
Para eso descenderé entonces en el mundo de lo inconsciente, y es posible para mí porque ahora voy a conectarme con los maestros más elevados.
Entonces vivirás un gran milagro, André.
Pero antes de que hagamos la transición en eso tengo que aclararte algunas otras cosas.
Este animal, pues, allí delante de ti, André, posee el estado humano que por lo tanto ha existido desde un principio.
Ya estaba presente en el primer estadio; sin embargo este animal no posee cabeza y también le faltan aún los demás órganos humanos.
Los recibirá en otro planeta, y allí se hará patente el organismo humano.
Voy a conectarte de nuevo y entonces verás que en este ser antinatural que ha de convertirse en persona está presente, a pesar de todo, el ser humano perfecto.
André empezó a percibir.
Vio otro ser dentro de este engendro animal.
Y sin embargo no era la vida interior, el espíritu astral; esto era diferente.
Vio la forma humana que aún no poseía, pero que estaba presente en esa profundidad.
Ahora oyó que su líder espiritual decía:

—Ves, André: también aquí ya vive el ser humano, a pesar de todo, y te lo he aclarado desde el principio, y ya lo veíamos en el primer embrión.
Esto va a continuar, cada vez más, y no importa en qué haga la transición la vida interior: en profundidad seguirá aquello que es la intención de Dios y se convertirá en el ser humano.
Es el estado más profundo que pueda mostrarte en este planeta, hasta que se revelen también estas fuerzas, lo que más adelante ocurrirá en otros planetas para el organismo material.
Es, por lo tanto, el empuje, la fuerza primigenia para la edificación de la vestidura material.
Más adelante, el tren inferior de este animal se dividirá, la cabeza se desprenderá del conjunto, por lo que surgirá otro organismo.
La naturaleza es el artista plástico que genera todo esto.
Para esto hacen falta millones de años, pero ocurrirá, poco a poco.
Para eso, pues, hacen falta otros planetas.
No pudo ocurrir aquí, porque el clima es distinto y aquí ocurrió solamente la sustancia y el despertar del animal humano.