La comunicación contigo en la tierra

—Por el camino el hermano me dijo que me esperaba una sorpresa, de la que me había hablado antes de ir a la escuela.
Tenía mucha curiosidad y no me podía imaginar qué sería.
Agradecía recibir por fin algo de alegría; miré al hermano y le pedí no hacerme esperar tanto.
“Escuche”, dijo, “espíritus más elevados me permitieron acompañarlo a la tierra para asistir juntos a una sesión de espiritismo.
Allí, en la sesión, se reencontrará con alguien a quien conoció en la tierra”.
“¿Con mis padres?”, pregunté de inmediato, “¿me ayudará a alcanzarlos?”.
“No, con ninguno de sus familiares, pero cuando se establezca la conexión, lo reconocerá de inmediato”.
“Ah”, dije, “entonces sé a quién se refiere”.
El hermano sonrió.
“Con Jozef”, exclamé, “nadie más sería capaz de darme esta enorme felicidad, él es alcanzable”.
Lo había intuido bien, porque el hermano dijo:

“A él es a quien visitaremos”.
Luego le tomé las manos entre las mías y le di las gracias de corazón.
“Su propio líder espiritual me lo encargó. Hay más sorpresas, pero esas vendrán después”.
En eso no había pensado para nada, así que realmente era una gran sorpresa.
“¿A qué debo eso, hermano?”.
“A usted mismo, se ha desarrollado tanto que se le puede permitir vivir esto, pero habrá más sorpresas”.
Volví a mi propio entorno rebosante de felicidad.
El sol resplandecía para mí y bebí sus rayos con avidez.
Solo ahora estaba empezando a vivir; qué glorioso poder sentir esto.
“Como ya le aclaré antes, podría haberlo llevado de vuelta a la tierra, pero entonces todas esas vivencias por las que ha pasado ahora se habrían perdido”.
Entendí al hermano y me pareció glorioso que mi desarrollo sucediera paulatinamente.
“Ya le habrá quedado claro que actuamos de acuerdo a la fuerza interior que posea el ser humano y con la que esté sintonizado.
Paso a paso ha entrado aquí, pero otros, al verse enfrentados al hecho, se perderán durante mucho tiempo.
Pero incluso entonces está calculado; aquí no se hace nada sin saber para qué.
Así que otros tendrán que recaer, y lo harán, y ese recaer es necesario porque de otra manera es imposible alcanzarlos.
Pero será entonces cuando se levantarán y empezarán de nuevo.
Le aclaro esto porque podrá intuir que cada sintonización humana es un estado personal que dirige nuestros actos.
Aquella vez también le dije que en usted había algunas posesiones.
Así que esas fuerzas me permitieron actuar de esta manera y enseñarle nuestra vida.
De este modo avanzamos cada vez más, hasta que haya llegado a la primera esfera y pase a otras manos”.
“¿Acaso debo abandonarlo?”, pregunté asombrado.
“Nunca nos separaremos, seremos uno y seguiremos siéndolo eternamente, tendremos una unión interior, pero trabajará, como lo hago yo y lo hacen muchos otros.
Partiremos pronto.
Ahora lo dejo solo y más tarde vendré a buscarlo”.
Ya te imaginarás, Jozef, que estaba feliz ahora que te volvería a ver, y de paso ya sabes por qué me hice esperar durante tanto tiempo.
Pero no tenía idea de cómo sería una sesión de espiritismo.
En la tierra no lo había vivido, porque me daba miedo y me parecía obra del diablo, pero ahora percibía su enorme gracia.
No tuve que esperar mucho y poco después pudimos partir.
No tardamos en llegar a la tierra.
El hermano me precedió y entramos a una sala de estar en la tierra.
Vi a varias personas reunidas, sentadas alrededor de una mesa en la que había una cruz de madera y un tablero en el que figuraba el abecedario.
Obviamente, conocerás todos esos materiales necesarios para una sesión de espiritismo.
Pero en ese momento no entendí nada de todo esto, aunque pronto intuí lo que significaban la cruz y el tablero.
Vi muchos espíritus elevados, pero por más que forcé la vista, a ti no te vi.
Me quedé muy decepcionado.
Aun así, no me sentí desalentado, ya que después el hermano me contó la razón.
Uno de los espíritus elevados era el líder espiritual de todos.
Era el maestro bajo cuyo alto mando estás, pero no era tu líder espiritual, sino el maestro de todos estos espíritus elevados.
Ya sabes a quién me refiero.
La sesión ya había comenzado y tuvimos que esperar pacientemente el momento oportuno, ya que se me daría la posibilidad de decir algo.
Todas estas personas estaban envueltas en una emanación azulada, por lo que estaban completamente aisladas para este mundo.
Para los miles de espíritus que vivían en la esfera de la tierra, estas personas, o sea, las que participaban en la sesión, eran invisibles.
El hermano me dijo:

“Para nosotros es una enorme gracia entrar en conexión, pero también para las personas en la tierra.
Muchos en la tierra intentan lograr esta conexión.
Otros, en cambio, sufren porque sus conexiones, en las que han trabajado durante años y años, las interrumpen personas terrenales que usan el espiritualismo para fines sensacionalistas.
Ven destruidos años de trabajo.
Pero ¡ay de aquellos que interrumpen estas conexiones adrede!; cargarán con pugna y pena por destruir la felicidad ajena.
Olvidan que los maestros vienen a la tierra, en ese ambiente de pasión y violencia, para administrarles alimento espiritual.
Olvidan la dificultad de nuestra vida, además de que anhelamos entrar en comunicación con nuestros seres queridos.
Son ellos, Gerhard, quienes traen sufrimiento y pena donde se podría haber traído felicidad.
Este maestro, que se conecta con ellos, es un maestro de la séptima esfera.
De esta manera, las personas terrenales son conectadas en el espíritu y así se les dan muchas pruebas de pervivencia.
Aun así, muchos no quedan contentos y siempre quieren más pruebas.
Sin embargo, si no llegan, el espiritualismo no tiene, según ellos, valor alguno; piensan haber malgastado su noche y pierden el interés.
No saben lo difícil que es para nosotros poder aportar siempre las pruebas que desean.
Se les solicita que depongan su personalidad durante unas horas.
Estas comunicaciones se establecen por medio de la concentración y la voluntad.
Cuando a sus seres queridos se les concede permanecer a su lado durante un breve tiempo, no solo están muy felices, sino que de eso sacan fuerzas para seguir desarrollándose.
Cuando también ellos hagan la transición hacia acá, estarán conectados para siempre.
Sin embargo, muchos de nosotros tenemos que sufrir porque esas bellas conexiones se interrumpen.
Las maneras en que pasa eso son muchas.
En primer lugar están las gentes que abusan del espiritualismo por sensacionalismo.
Luego, los que se hacen pasar por instrumentos, falsificando nuestro mundo y engañando a las personas.
Después, cuando entren en esta vida, tendrán que padecer mucho sufrimiento.
Además, están los que no se quieren abrir y creen estar por encima.
Para todas estas personas es mejor ni siquiera dar el paso, porque no saben que están pisando suelo sagrado y que hay que salvar un abismo enorme, o sea, el que se extiende entre la vida terrenal y la eterna.
Ahora vea lo que ocurrirá”.
Observé entonces claramente que un espíritu elevado se apropió de una persona terrenal.
Era alguien de mediana edad que servía de médium.
Me resultaba muy extraño, sobre todo verlo desde este lado.
El espíritu irradiaba una luz hermosa, que envolvía su ser entero e intentaba tomar posesión del cuerpo material.
Vi claramente cómo el espíritu descendió y desapareció en la persona material mientras que las dos irradiaciones se conectaban, como si se mezclaran.
Al observar ambas irradiaciones, comprendí que el ser humano en la tierra debe poseer una irradiación de los sentimientos parecida para que se dé la posibilidad de llegar hasta esa persona.
De tener otra irradiación, una que no se mezclaba, no había posibilidad de manifestarse a través de ese instrumento terrenal.
Qué grande es la gracia para el espíritu al poder usar un ser humano terrenal, un cuerpo material.
El hermano me dijo que yo lo había intuido bien y que me había ayudado influyéndome en silencio.
Eso haría siempre.
Además sentí que el espíritu dejaría una gloriosa sensación de felicidad en esa ropa terrenal cuando más adelante dejara el cuerpo.
Ahora vi que el espíritu terrenal iba a abandonar su propio cuerpo material.
Al médium lo acogieron espíritus del amor, que lo apartaron del círculo para llevarlo a las esferas donde se le enseñaría la vida espiritual.
Volvería a la tierra cargado de sabiduría espiritual.
Pero de repente la persona desdoblada llegó como un rayo y quedó dentro de su propio cuerpo, golpeándose.
Fue un golpe terrible, y lo sentimos temblar dentro de nuestros propios cuerpos.
¿Qué había pasado?
Sentí que había una interferencia, aunque no podía comprobar de dónde venía esa interferencia.
El cuerpo material se contrajo por el acelerado regreso del espíritu, le brotó el sudor, el corazón le latía en la garganta.
Eso lo vi y lo sentí claramente y entendí lo difícil que era para ambos seres.
También el líder espiritual, el espíritu que era expulsado fuera del cuerpo material, sentía ese terrible acontecer, como si hubiera sido arrojado con fuerza fuera de ese cuerpo.
El hombre como médium despertó con una tremenda sacudida, como ya dije, pero se le socorrió con ayuda terrenal.
Al lado nuestro hacían largos movimientos de roce magnético encima de su cuerpo material, tranquilizándolo un poco, y pudo respirar más cómodamente.
Sentí el gran peligro de este acontecer.
Otra inteligencia contó a través de la cruz y el tablero lo que había sucedido.
El espíritu se concentró en los que sostenían la cruz y a todas estas personas se les desconectó en sus sentimientos para poder hablarles.
Alrededor de la cruz había ahora una espesa emanación azulada, que se componía de fuerzas espirituales y terrenales, irradiaciones de los espíritus y de los humanos.
Ahora sentí que el espíritu más elevado se concentraba y la cruz empezó a moverse.
Vi claramente qué letras se deletreaban, todas estas letras formaban palabras y esas palabras se convertían en oraciones y así el ser humano sabía lo que había sucedido.
Por más sencillo que fuera, para mí este acontecer maravilloso se me hacía casi incomprensible.
Los participantes nombraron todas las letras y cuando hubieron recibido el mensaje, se lo leyeron a todos los demás y al médium, para tranquilizarlo, ya que estaba muy exaltado.
“Nos molestan”, escuché, “los elementos”.
‘Los elementos’, pensé, ‘¿qué significará eso ahora?’.
Los participantes lo sabían, por lo visto, pero yo, que vivía aquí, de este lado, no tenía idea.
El hermano dijo que tenía que concentrarme en él y cuando lo hice, comprendí el gran acontecer.
Escuché una fuerte tormenta y llovía a cántaros.
Debido a estas fuerzas de la naturaleza, había ocurrido un fallo.
Qué asombroso que no hubiera escuchado nada de eso.
“Ya lo ve”, dijo el hermano, “todo consiste en conexión y concentración; todo esto lo aprenderá más tarde”.
Luego el líder espiritual volvió a decir a través de la cruz que se apropiarían del médium.
No podían abandonarlo en este estado, ya que entonces su sistema nervioso quedaría perturbado.
Ahora todos tenían que ajustarse y concentrarse; también había que rezar.
Luego todavía alcancé a escuchar que el líder elevado dijo: “Este fallo no es culpa nuestra, las fuerzas contrarias son las preocupaciones terrenales.
Hemos hecho nuestros cálculos y este fallo se detendrá en cuanto el médium quiera entregarse por completo y logre desprenderse de todo”.
Todos los de este lado rezamos y también los participantes estaban absortos en oraciones.
Este momento me resultó sagrado; no había vivido nunca antes nada tan bello.
Detrás de mí había cientos de espíritus infelices que podían asistir a esta sesión de espiritismo y que habían venido en silencio.
El hermano me lo advirtió, porque no los había visto aún.
De nuevo el espíritu intentó conectarse con la persona material.
Ahora fue mejor y más fácil y pronto vi que el médium se desdoblaba y el viaje a las esferas comenzó.
Dios mío, qué grandes son los dones que los seres humanos han recibido de ti.
Esos eran mis pensamientos cuando vi que se consumaba esto tan elevado.
Luego viví otro milagro más.
Vi que brillaba en el rostro material la irradiación del espíritu elevado, tanto que los presentes lo notaron claramente.
Había llegado un momento sagrado e inclinamos la cabeza.
Pero vi que los participantes no la inclinaban tanto como nosotros.
No sabían ni veían quién les hablaba.
La figura luminosa que se había apropiado del cuerpo material empezó a hablar ahora a través de ese mismo cuerpo.
La voz del instrumento era suave y había cambiado; antes había escuchado hablar al médium con otra voz.
El espíritu usó los órganos terrenales y logró hablar perfectamente.
La inteligencia habló a los participantes y estos recibieron una lección espiritual, un mensaje desde esta vida.
Todo trataba del amor y del gran significado que tiene.
Se les aclaró cómo tendrían que vivir si querían llegar a las esferas de luz.
La inteligencia habló de su vida en las esferas y en la tierra.
Mil seiscientos años —me estremecí al oír el número— llevaba ya viviendo el espíritu en las esferas.
Pensé: ‘¡Ay de ti ser humano, que mancillas y destruyes esta vida!’.
Solo ahora entendí las palabras de mi propio preceptor, que los que rompían estas conexiones adrede tendrían que sufrir.
Me resultó una bella e instructiva lección y después de que hubiera terminado, vi que el médium había regresado y que volvía a descender en su cuerpo.
El médium despertó en un estado elevado y se sentía feliz.
Luego pudieron hacer preguntas y pidieron consejos en materia de enfermedades y otras preocupaciones terrenales.
Después dio un paso al frente un médico espiritual, otro que también era un espíritu con sintonización elevada y que les contestó a todas sus preguntas.
Hubo respuestas directas a cartas cerradas que luego se abrieron y se vio que habían sido respondidas correctamente.
Me pareció muy asombroso; no habría sabido hacerlo y así entendí cuánta distancia había entre todos estos espíritus y yo.
No solo sabían lo que preguntaba el ser humano terrenal, sino que también llegaban al diagnóstico correcto.
Oí que los participantes decían, asombrados: “¿Cómo es posible? Saben todo.
Para ellos no hay secretos”.
La persona a la que se le ayudó estaba muy agradecida.
Otras preguntas terrenales fueron contestadas a su vez por otra inteligencia más.
Luego se me permitió entrar al círculo y así sucedió que por primera vez en la tierra se me concedió que fuera escuchada mi voz.
Sobra que te diga que esto fue para mí algo sensacional.
Pero por más que me concentrara, lo hice fatal.
El alto maestro les dijo entonces a los participantes:

“No ha aparecido antes, tienen que ayudarlo”.
Entonces escuché que alguien dijo: “¿Podemos ayudarlo?”.
Una señora con una bonita irradiación me hizo esa pregunta; tenía una voz amorosa.
“Me encantaría”, deletreé.
Mis pensamientos llegaron a trompicones y gracias a Dios me entendieron.
Pero sí sentí que me había ayudado el espíritu elevado.
Dije: “Dígale a Jozef que estoy aquí; me conoce y sabe quién soy”.
Pero no dije mi nombre, solo: “El cochero, él ya sabrá”.
“Muy bien”, dijo la señora que me hablaba, “le pasaré su recado”.
La entendí al pie de la letra.
Oh, estaba tan contento de que quisiera pasarte mi recado que hubiera querido besarle el vestido.
Sé lo mucho que te decepcionó que no dijera nada de nuestra conversación, pero eso vendrá luego y entonces te quedará claro también esto.
En esta sesión —así lo estaba sintiendo— reinaba mucha felicidad.
Vi dos espíritus que vivían de nuestro lado y cuyas mujeres o seres queridos estaban en el círculo.
Sobra que te cuente lo fuertes que son estas conexiones.
Ellos vivían y el ser humano en la tierra sabía de esta vida y por eso estaban nuevamente conectados.
Durante unas horas estuvieron reunidos muy intensamente.
Gracias a la ayuda de mi preceptor había entendido todo esto.
Qué enorme es entonces el espiritualismo, qué bellas son estas sesiones.
Aquí la sabiduría se recibía por medio de la cruz, pero nosotros podemos hacer esto de varias maneras, como me dijo el hermano.
Por ejemplo, a través de una mesa que deletrea el alfabeto por medio de golpes.
Es un medio muy sencillo para recibir una conexión.
Cómo temblé y me estremecí cuando el hermano me contó esto, pues sabía cómo me había burlado de esta mesita hace tiempo.
Pero todo esto estaba ahora muy detrás de mí y ya comprendí lo ignorante que puede resultar el ser humano.
Esta velada terminó con oraciones; podría regresar en otra ocasión.
¡Cuántas cosas gloriosas se me había concedido vivir en la esfera de la tierra!
‘Y ahora ¿qué?’, pensé. ¿Tendría que volver a mi propia esfera?
No lo sabía, pero después de nuestra partida, el hermano dijo: “Ahora le aclararé la vida material de la que aprendió en la escuela; venga, ¡sígame!”.
“¿Así que no volvemos?”.
“Por ahora nos quedamos en la esfera de la tierra”.
“¿Entonces, ahora no lo veré?”.
“¡Sí, más tarde!”.
Pero ese más tarde se convirtió en el siguiente día, porque primero viviría otras condiciones.
Caminamos por las calles como si aún viviéramos en la tierra.
“Somos espíritu”, dijo el hermano, “y aun así podemos vivir todo lo que experimenta el ser humano material en la tierra.
Hicimos la transición a su vida y lo que vive el ser humano, lo que siente y ve, lo vivimos nosotros por igual.
Así como podemos conectarnos en una sesión, también es posible en la vida normal”.
Estaba viendo ahora la vida terrenal con más claridad que cuando vivía en la tierra.
Veía a través de todo y en aquel entonces no sabía hacerlo.
Veía a los seres humanos y junto con ellos al ser humano astral.
Ahora entramos en un edificio terrenal en el que había reunidas muchas personas y donde escuché música.
La música que sonaba tenía muchos redobles, nos pareció chirriante, estridente y gritona.
¿Dónde estábamos?
“En un cine”, dijo el hermano, “aunque no nos quedaremos aquí, quería dejarle claro que también podemos vivir esto”.
Vi muchos espíritus, que estaban todos aquí para supervisar a seres queridos y para protegerlos.
Visto desde este lado, el espectáculo me pareció muy antinatural.
Sentí cómo la vida era objeto de burla; implicaba algo que encerraba un gran peligro para la vida espiritual.
El ser humano se quería divertir y de esta manera se le ofrecía diversión.
También sabía que a través de la película se puede mostrar la vida espiritual.
Lo que veía ahora, sin embargo, era solamente sensacionalismo; aquí se mostraba algo que en el espíritu no poseía valor ni fuerza educativa.
Esto era pura pasión.
Así se influía en el ser humano y se le contaminaban los sentimientos.
Alrededor del ser humano había muchos demonios.
Vi seres animales que no había visto aún de este lado.
“El hombre terrenal”, dijo el hermano, “no se puede ocultar de estos seres.
El hombre astral busca diversión y la encuentra solamente pudiéndose conectar con el ser humano en la tierra”.
Qué natural era todo.
Escuchaba claramente sonidos de voces materiales, veía todo como lo vivía el ser humano en su cuerpo material.
“Qué imponente es vivir esto de este lado”, le dije al hermano.
Veía la vida en la tierra como no la había conocido hasta este momento.
Entonces fuimos a otras localidades que antes no habría visitado jamás.
Pero el hermano quería que conociera lo animal en el ser humano, porque volvería a encontrarme con estos seres en las esferas oscuras.
Me aclaraba todo y me estremecí por tanta animalización.
Vi al ser humano que se había destruido a sí mismo y a otros.
Le di gracias a Dios en silencio por no haber conocido esto a lo largo de mi vida material.
Vi a muchos hombres y mujeres reunidos.
Qué bajo habían caído.
Muchos hombres caían en las trampas que se les habían tendido.
Sabía que estos tipos todavía vivían en la tierra, pero lo veía desde este lado y era repugnante.
Los atravesábamos con la mirada y sentíamos lo que querían y veíamos la pasión y la animalización detrás de esas máscaras.
¿Cómo se olvida la gente así de sí misma?
“Estos seres”, dijo mi guía espiritual, ”son los que sin duda han caído más bajo y solo de este lado verán la profundidad de su propia vida oscura y terrible, lo que no les conllevará más que miseria”.
Alrededor y dentro de ellos vi a los seres astrales; tenían a las mujeres agarradas: el animal que había vivido en la tierra y que había vuelto a ella.
Vivían la misma vida que en la tierra, cuando aún vivían en el cuerpo material.
Cada vez más se hundían en el lodo y permanecerían allí durante muchos años, hasta que en algún momento empezaran otra vida.
¿Cuánto tendrían que deponer todas estas personas?
Comparando su vida con la mía, yo era un santo.
Y aún así, ni yo tenía todavía posesiones.
Miraba dentro de unas profundas tinieblas y me estremecí al pensar en toda esa miseria.
Ay, si las personas supieran que nunca están solas, entonces se cerrarían ante todas esas cosas terribles.
Cada pensamiento que abrigan y transmiten se recoge, y así atraen aquello que ellas mismas quieren y con eso continúan.
Entonces ya no habrá ser alguno que pueda liberarlas.
Aquí tampoco permanecimos mucho tiempo, ya que no hubiera podido mantenerme firme.
De esta manera conocí leyes espirituales que había aprendido en la escuela.
En estos momentos estaba dentro de la verdad de la vida y sentía dentro de mí esas fuerzas, por lo que, si aún hubiera vivido en la tierra, no habría participado en estas cosas.
Vi cómo el pobre ser humano destruía su vida eterna a través de una corta existencia terrenal.
Aquellos que abrigan el deseo de la felicidad doméstica, que se comprenden como hombre y mujer, que quieren aprovechar la vida terrenal y tienen un hijo y lo pueden educar, esa es la felicidad más elevada y al mismo tiempo la gracia más grande que Dios le puede conceder al ser humano.
Para eso se vive en la tierra; es la más elevada de todas estas condiciones humanas.
Esa es una felicidad grande y sagrada, es caminar por el sendero por el que en algún momento caminarán todos los seres humanos.
Vi la vida en la tierra de día y de noche, cuando el ser humano está inmerso en un profundo descanso.
Solo entonces el animal astral asalta subrepticiamente al ser humano que vive mal, para chupar sus jugos vitales.
Todo esto me lo aclaró el hermano.
El hombre astral se fuerza una entrada en el cerebro humano y uno cumple su deseo, pensando que esas cosas son deseos propios.
En lo más oscuro de la noche el ser humano asesina y roba, impelido por las propias pasiones y las fuerzas astrales.
Sin embargo, tampoco se pueden detener las fuerzas animales cuando brilla el sol.
Una conexión siempre será una conexión y todo se vivirá si el ser humano se abre a ello.
“Ya sentirá”, me dijo el hermano, “que todavía hay mucho por cambiar antes de que quieran ser hijos de nuestro Padre sagrado, que también es el de ellos”.
Luego visitamos varias iglesias y otros edificios y comprendí que solo el espiritualismo podría obrar un cambio en los dogmas.
Los espiritistas han establecido la comunicación entre nosotros y la tierra.
Agradecí al hermano estas explicaciones.
Ahora me mostró algo muy curioso: la transición de un ser humano a este mundo.
Atravesábamos las casas y permanecimos en una de ellas.
El hermano dijo: “Mire, aquí nuestros hermanos son los espíritus ayudantes para asistir al moribundo”.
Nos encontrábamos en un amplio dormitorio, donde había un hombre viejo en la cama que no viviría mucho más tiempo.
Junto a la cama lloraban varios familiares, pero el hombre que haría la transición no había llevado a cabo una gran vida.
Vi las sombras que también había observado en mi lecho de muerte; eran los ayudantes espirituales de este lado.
A cada ser humano que hace la transición se le ayuda de esta manera.
Pero no había solo espíritus ayudantes, sino también los que ya vivían de este lado y le causarían sufrimiento y pena.
“A este moribundo”, dijo el hermano, “lo esperan muchos y todos le pedirán que rinda cuentas del daño que les ha hecho”.
‘En verdad, no es una perspectiva muy gloriosa’, pensé.
“Venga, sigamos.
Le podría mostrar muchos lechos de muerte, pero eso será más adelante.
En la escuela le han hablado de eso y ahora lo entenderá todo mejor.
Este no es uno de los felices que llegan aquí”.
Después viví muchas sintonizaciones más, estados humanos de los que me habían hablado en la escuela.
Ahora entendí todas estas transiciones; de otra manera no habría sido posible.
Luego me llevó a un lugar y aquí se encontraba sin duda lo más bonito que viví a lo largo de mi paseo terrenal.
Entramos a una habitación en la que un ser humano estaba escribiendo, lo que podía ver claramente.
Quería ver la cara de ese hombre que estaba allí trabajando; estaba de espaldas hacia nosotros, pero el hermano me detuvo.
“Deténgase”, dijo, “no puede molestar aquí”.
Alrededor suyo vi, por medio de la fuerza del hermano, una silueta luminosa que inspiraba al ser humano terrenal.
“Mire”, dijo el hermano, “vaya que es una conexión bella; el que escribe es un médium en manos nuestras.
Recibe y está escribiendo aquello que su espíritu guía, o control, como suele decirse, le quiera dar, pero lo ha vivido anteriormente de este lado.
Este médium se desdobla saliendo de su cuerpo material y recibe nuestra vida espiritual, como le enseñaron en la sesión de espiritismo.
Sin embargo, sale de su vida material conscientemente, lo que solo se concede a unos cuantos.
El ser que ve al lado de él es un espíritu de la quinta esfera, un maestro de la luz.
Ya había estado yo antes en conexión con este líder espiritual, pudiendo realizar trabajos con él.
Ya ve, Gerhard, que el médium está íntimamente conectado con nuestra vida y con su maestro.
Nos sirve de instrumento y su líder espiritual quiere convencer a las personas de nuestra vida.
No podemos molestar, por eso le impedí que se acercara”.
Me encontraba observándolos a unos metros de distancia del lugar.
“Oh, qué gracia”, le dije al hermano, “poder recibir esto”.
“En sus sentimientos, esta persona está muy alejada de la tierra.
Ha visto las esferas y ya ha descendido al infierno para experimentar la vida allí, aunque acompañado de su líder espiritual.
Dejará constancia de todas estas vivencias y usted está viendo de qué manera puede suceder eso”.
Alrededor del hombre terrenal vi la emanación azulada que lo rodeaba como una pared de fuerza espiritual.
No se podía penetrar en ella desde este lado; estaba cerrado para nuestro mundo.
“Una maravillosa conexión”, le dije al hermano, “no me podría haber mostrado algo más bello”.
Ahora sentí algo diferente, como si me sintiera atraído hacia él.
Desconocía el significado de eso y no quise o no me atreví a preguntar, temeroso como estaba de imaginarme cosas.
Sin embargo, no pude deshacerme de esa sensación que me había entrado tan de pronto.
No pude impedir contarle al hermano lo que sentía, por lo que le dije: “Recibí una sensación muy particular, que no me atrevo a decirle, porque no quiero meterme ideas en la cabeza”.
“¿Qué es, Gerhard? Dígamelo sin miedo”.
Y cuando el hermano sonrió, sentí que sabía más del asunto.
“Cuando lo miro, veo a Jozef, ¿puede ser?”.
“Escuche, Gerhard.
El que allí está dejando constancia de nuestra vida es su amigo en la tierra, que le contó de nuestra vida antes de que usted partiera”.
Le apreté las manos al hermano de pura felicidad.
“¡Jozef!
¿Es Jozef?
¡Qué felicidad poder volver a verlo de esta manera!”.
Se me llenaron los ojos de lágrimas.
¡Qué grande es el espíritu que lo dirige y qué grande es el significado de este mensaje!
Un cometido glorioso.
Ahora puedo decirte todo esto, Jozef.
Cuando te vi por primera vez no pude hacerlo; solo me era permitido observar.
Sentía respeto ante el líder elevado y amor por ti.
Luego llegó un momento en que pensé que me iba a desplomar.
De repente el espíritu elevado se dio la vuelta y me miró sonriente.
Sabía que estábamos aquí y el contacto se interrumpió.
Te levantaste y te fuiste.
Saliste de la emanación azulada, invisible para la tierra, y me atravesaste caminando, y escuché cómo suspirabas por las emociones sufridas y por la fuerza de la inspiración.
Me sobresalté tremendamente porque pensé: ‘Ahora me va a ver’.
Pero, ¡ay decepción!, no me viste, y tú también hacías como si no estuviera allí.
También tú estabas ciego, pero ¿acaso no eras clarividente?
Te llamé por tu nombre, pero no me escuchaste.
‘Está sordo’, pensé, ‘él también está sordo y ciego.
¿Acaso no es un instrumento dotado?’.
“¿Es clarividente?”, pregunté al hermano.
“No solo clarividente, sino que también puede escuchar nuestras voces”.
“Pero no me escuchó cuando le llamé por su nombre al pasar por aquí y me atravesó caminando como si yo no estuviera”.
¡Me quedé sin palabras!
Luego volviste y seguías sin verme ni escucharme.
Qué triste me sentí.
El que me había hablado de esta vida y me dijo que veía espíritus no veía en realidad nada; estaba ciego y sordo como todos los demás seres humanos.
¡Es que así no me lo habían enseñado en la escuela!
Cuánto me hubiera gustado hablar contigo, porque sentía tu ímpetu y fuerte voluntad de conocer nuestra vida.
Sentí que sabías más de ella que yo, que ya vivía aquí.
Ponías todas tus fuerzas en este trabajo, te abrías como un niño; cualquiera podía irrumpir en tu casa, como si nada.
Sin embargo, por más abierto que estuvieras, para mí y muchos otros permanecías cerrado.
Ningún ser, ningún espíritu podría llegar a ti sin pasar por el que te conducía.
De inmediato volviste a estar en conexión y tus dedos volaban por encima de la máquina de escribir.
En este estado ya no podía intuirte, en sentimientos estabas muy alejado de mí.
Tu cuerpo material llevaba a cabo el trabajo, tu espíritu iba siendo elevado en esta vida.
El hermano me hizo intuir todo esto; si no, no lo habría comprendido.
El hermano llamó mi atención sobre las pinturas que habías recibido de este mundo y se me mostró otro milagro más.
Cada lienzo tenía su propia irradiación.
Luego, cuando hube admirado todas esas obras, me senté cerca de ti y no dejé de mirarte.
No podía dejar de pensar en ti.
Pero chocaba con algo, no podía penetrar en la emanación; nada de este lado te perturbaba.
‘Asombroso’, pensé.
Los dos eran uno; el maestro, que estaba de pie junto a ti, se había conectado contigo en los sentimientos.
Uno solo en el alma, un solo deseo, una sola vida: eso percibí.
Al volver a verte así, algo nació en mí: era el deseo de ser así también.
Sí, quería asimilarlo.
¿Podría alcanzarte aún?
El ser humano que ya en la tierra ha recibido la conexión espiritual y que vive de acuerdo con ella está muy por delante del espíritu de este lado.
Cuando se cancelan los tormentos materiales, van a aquellos lugares que se encuentran mucho más arriba que los de la tierra.
Son personas dotadas, que ya en la tierra saben que existe una vida eterna.
Pero te repito, Jozef, solo en caso de que vivan realmente de acuerdo con ella, porque si no, nada tiene sentido.
“¡Sí!”, grité de pronto, “¡quiero llegar a ser como él!”.
Ya dije que algo en mí se había roto, algo había nacido y despertado; quería asimilarlo.
“¡Quiero llegar a ser como él, quiero ver y sentir como él!”.
“Lo recibirá a usted, Gerhard,” dijo el hermano, “usted trabajará para otros, como él ya lo hace en la tierra”.
“Quiero sentir la vida en la que él vive, sí, quiero conocer esa vida.
¿Me ayudará usted?”.
“Ya está en ello”, respondió el hermano, “y pronto empezará usted”.
“Pero ¿por qué no me ve?”, pregunté.
“Se lo voy a aclarar, escuche: este instrumento ve solamente cuando lo quiere su líder espiritual.
Así que ve a través de la voluntad de este espíritu elevado.
Lo ha aprendido durante los años en los que esta conexión se ha ido estableciendo.
Así que solo se abre cuando su líder espiritual lo considera necesario.
Más adelante lo vivirá usted.
En este estado no se le debe molestar.
Caminó a través de usted, pero él no lo sintió; tampoco le hubiera dicho nada, ni siquiera si lo hubiera sentido o percibido.
Solo ve cuando se le ordena y se cierra para todo.
Si no supiera hacerlo, miles de seres astrales se precipitarían sobre él y destruirían su conexión espiritual.
Un instrumento como este es valioso.
No es fácil desarrollar a un médium hasta esta altura.
Conozco desde hace mucho a su líder espiritual, porque se me concedió realizar trabajos para este maestro.
Por eso sé cómo el maestro incide en él y lo cierra ante todos estos peligros, para que no se le pueda destruir.
Por más fuerte que grite usted, él no lo oirá, por la sencilla razón de que su líder espiritual no lo quiere.
Cuando se interrumpa esta conexión, usted podrá llegar hasta él, pero también entonces solamente si su líder espiritual está de acuerdo.
Los seres humanos que sirven como instrumento para poderes más elevados deben tener un sistema nervioso fuerte y resistente; si son débiles, no se les puede formar para este trabajo.
En caso de que ocurriera un fallo o una separación entre el espíritu y el cuerpo material, ya sentirá usted a dónde lo llevarían.
Pero, como ya le dije, estos instrumentos son seleccionados con tacto y aun así se manifiesta un gran número de diferentes fuerzas, y todas pueden oponerse.
Un médium como él tiene que poseer, en primer lugar, una gran confianza y una poderosa fe.
Luego, mucho amor por nuestro trabajo y la voluntad de servir a la humanidad.
Si se rinden incondicionalmente y quieren dejar todo en manos de sus líderes espirituales, no se podrán producir factores que interfieran.
Se tienen que rendir en todo, es decir, se tienen que desconectar por completo y ese desconectar por completo no es tan sencillo; esto es la mediumnidad y solo entonces se puede llegar a un instrumento.
Ahora escuche bien: cuanto más se desarrolle un médium, tanto más elevadas son las esferas donde puede entrar un instrumento, pero también son tanto más grandes los peligros, porque están abiertos a muchas fuerzas.
Ha visto usted la vida en la esfera de la tierra y le mostré el mundo astral y ahora le pregunto: ¿acaso es asombroso que su líder espiritual lo cierre para no ver seres más que cuando él piensa que será necesario?
Le repito, uno tiene que tener un sistema nervioso fuerte; si no, se pueden producir fallos y aparecerán varias enfermedades corporales.
No olvide que todas esas transiciones, que usted ha aprendido en la escuela, él las ha podido vivir desdoblándose.
Y tener que vivir en la tierra a pesar de ello requiere fuerza, muchísimo esfuerzo.
Si este instrumento se sintiera como un ser humano —ya entenderá lo que quiero decir con esto— no le sería posible poder desconectarse de toda esta vida en la tierra.
Sin embargo, en sentimientos se entrega como un niño a su líder espiritual.
Es necesario y en eso reside el secreto de poder lograr todo esto.
Es la entrega, Gerhard, y una gran confianza y fe; es el amor hacia nosotros y hacia el ser humano en la tierra, es el deseo de convertir el sufrimiento y el pesar en un glorioso y tranquilo reencuentro de este lado.
Es servir, nada más que servir.
Ese sentimiento lo lleva dentro.
Él, su amigo, vive en sentimientos de nuestro lado.
Se entrega por completo y seguirá haciéndolo.
Para eso recibe nuestra sabiduría y con esos tesoros espirituales vuelve a la tierra, que ahora está registrando por escrito.
Nuestra vida lo llena y es prácticamente increíble cuánto tacto necesitan quienes poseen semejante instrumento.
Por eso son solo los espíritus de la luz los que tienen permiso para hacer estas cosas y la capacidad.
Así que le quedará claro, Gerhard, que en la vida material el instrumento tiene que procesar también de manera consciente toda esa verdad espiritual que ha vivido por medio del desdoblamiento.
Sin embargo, quien viva religiosamente no estará perdido, y quien sepa entregarse como un niño recibirá una sabiduría en el espíritu que no conocen ni los sabios de la tierra.
Una vez establecido esto, todo peligro habrá pasado y el médium hace la transición a nuestra vida.
“¡Dios mío!”, dije, “¡qué posesión!
¡Saber ya en la tierra tantas cosas sobre nuestra vida!
¿Para él ya no hay peligro, hermano?”.
“No, Gerhard, ya lo venció; ya no hay peligro alguno para él.
Es consciente y quien es consciente de su estado lo vive y lo carga como una posesión eterna.
Él, su amigo, se ha liberado de todos los placeres y deseos materiales.
Vive exclusivamente para su líder espiritual, para sus dones y para el deseo de poder hacer algo por la humanidad, y así se destruye cualquier peligro.
Vive como debe vivir un instrumento si es que quiere lograr algo como médium.
Ya ve lo que se ha logrado aquí.
Sin embargo, el ser humano en la tierra todavía no lo aceptará porque quiere ver y oír por sí mismo.
Ha penetrado hondamente en nuestra vida, pero el ser humano que vive y piensa materialmente no puede percibir la santidad de nuestra vida.
Aun así se llega a muchas personas y esos individuos nos ayudarán a su vez a difundir el espiritualismo en la tierra.
Este trabajo puede llevar la bendición de Dios, pero también se puede convertir en una maldición y de eso se encargan aquellos que se olvidan de sí mismos.
Hay que tener piernas fuertes para poder cargar con la abundancia, pero muchos pueden hacerlo y solo entonces se logra realizar muchas cosas.
Le repito, Gerhard, no se preocupe por él; está en buenas manos”.
Fue la primera vez, Jozef, que me encontré contigo en la tierra después de mi muerte.
Grandes, sagrados y puros son estos dones que el ser humano recibió de Dios.
Tus dedos pasaban por encima de la máquina a una velocidad vertiginosa, y en el tiempo que estuve contigo, habías llenado de palabras diez grandes hojas.
Pronto una parte habría quedado registrada.
Te había conocido en la tierra y sabía quién eras.
Nunca habías aprendido nada y me parecía asombroso que fueras capaz de hacer esto.
Viví entonces en carne propia lo que vi en ese momento.
Esas palabras que te había dirigido en el cementerio me flagelaban el alma.
Qué grandiosa era la vida espiritual y el espiritualismo; ahora podría repetir eso igual mil veces.
Alrededor de ti había una gran paz, la paz del espíritu que trabajaba a través de ti y que era tu líder espiritual.
Sentí entonces que el hermano quería irse; sin embargo, no podía desprenderme de ti.
Hubiera querido permanecer aquí por mucho tiempo más, pero tenía que terminar.
Había adquirido nuevos conocimientos y ya no era una decepción que no me percibieras.
Entendí la gran dificultad de ser un médium en la tierra.
Poder hacer viajes en nuestra vida y aun así tener que seguir viviendo allí, Jozef: para mí era un misterio cómo podías aguantarlo.
Aun así lo sentía pero ya no era necesario que me angustiara, porque ya te estaban cuidando.
Después nos despedimos de ti y del maestro.
En el camino le pregunté al hermano varias cosas que me aclaró, y solo entonces me sentí completamente tranquilo.
Luego visitamos unos cementerios y vimos a las personas terrenales que iban a visitar las tumbas de sus seres queridos.
Vi unas escenas terribles, pero ¿por qué los buscan precisamente allí?
A fin de cuentas, ¡allí no están!
Pongan las flores al lado de su retrato en la habitación donde vivieron y trabajaron y hablaron con ustedes, pero no pongan esas valiosas flores sobre las tumbas, donde no descansan más que huesos.
Entristece al espíritu que vive de este lado.
Eso quiero decirles alto y claro a las personas desde este lado.
Visitan a sus muertos y al lado suyo, con hermosas túnicas y envueltos en luz, avanzan aquellos que creían muertos.
¿No es triste que en la tierra no se sepa nada de eso?
Cuando en el cementerio hablé de todas estas cosas contigo, Jozef, pronuncié —ya lo dije— la gran verdad de que los huesos no sabían hablar.
Me burlé y no debí haberlo hecho.
Junto a las personas que se lamentaban, veía al espíritu, que estaba triste porque no podía alcanzarlas.
Allí vi muchas situaciones, de las que una me conmovió profundamente.
Voy a contártela.
De repente pensé en mi propio cuerpo material.
¿Dónde yacía mi vestidura?
¿Estaba enterrada en este cementerio?
Miré a mi preceptor y supo de inmediato lo que me pasaba por la mente.
Ahora también entendí por qué nos encontrábamos en ese lugar.
Así que le pregunté al hermano:

“¿Está mi vestidura material aquí?”.
Mi preceptor me tomó de la mano: “¿Se sentirá lo suficientemente fuerte para ver su propio cuerpo, Gerhard?”.
Reflexioné y dije: “Sí, quiero verlo.
Ahora que he vivido todo esto, también quiero vivir eso, por más terrible que pueda ser”.
“Venga, sígame”.
“¿Cómo sabe en dónde estoy enterrado?”.
“Concentración, amigo mío, nada más que la fuerza de los pensamientos.
Usted mismo constituye ahora mi conexión, de modo que por medio de usted encontraré la otra vestidura que algún día le perteneció”.
Estaba temblando y sentí cómo el corazón me latía con fuerza.
Fuimos recorriendo varias tumbas y por fin mi preceptor me detuvo.
Leí: “Aquí descansa G. D.”.
“Su propia vestidura”, me dijo el hermano, “su cuerpo, que ocultó este a lo largo de la vida terrenal de usted”.
Me senté en el borde de mi propia tumba y me miré.
Allí yacía, muerto, pero yo vivía aquí y miraba aquello que un día me perteneció.
A través de la tierra me vi a mí mismo en estado de descomposición.
¿Te puedes imaginar algo más espantoso, Jozef?
Pensé en mi vida en la tierra.
Mi tumba estaba adornada con flores que mis seres queridos habían depositado allí.
Sentí sus pensamientos de amor por mí, que había muerto.
Esta escena era atroz.
Pensé: ‘¿Por qué me busca aquí, mamá, y no cerca de usted?’.
¡Cuántas veces habían estado ya aquí mis seres queridos, llorando, tanto que podía sentir su dolor!
Pronto no quedarían más que huesos, ya no faltaba mucho.
Por más que quisiera, no habría podido forzarme una entrada en ese cuerpo.
Algo me retenía y sentí que era mi preceptor quien me lo impedía.
Había depuesto mi vestidura terrenal y recibido otra que seguía viviendo eternamente.
Dios mío, qué imponente es este reencuentro, qué pequeño e insignificante se debe sentir el ser humano que pueda vivir esto.
De modo que así me sentí, pequeño e insignificante; me había tomado por sorpresa.
Por más horrible que fuera, la imagen fue muy instructiva.
Aquí mi madre trataba de encontrarme, aquí vertía sus lágrimas, pero aquí yo no volvería jamás.
Quería irme, lejos de aquí.
Pensé que podría asimilar todo esto, pero aun así me superó.
Qué grandioso es Dios, que dirige todo esto.
¡Polvo eres y en polvo te convertirás!
Pensé en estas palabras.
Había sido polvo y me había vuelto a convertir en polvo.
En el borde de mi propia tumba recé con fervor, mucho fervor, por que se me fuera concedido recibir la fuerza para abrirles los ojos a mis seres queridos.
Por eso recé, y mi preceptor conmigo.
Aquí no volvería jamás, lo sabía y lo sentía.
Mamá, ¡ay mi madre querida, no vuelva aquí!
Estoy vivo y soy feliz y llegará el día en que la volveré a ver.
Esparza flores en los senderos humanos cuando aún están vivos.
Dé amor, mamá, a todo lo que vive, solo entonces siente la vida eterna y ya no me buscará aquí.
Entonces sabrá que estoy vivo y que puedo volver a usted.
No me busque aquí; ya no quiero ver lo que yace aquí.
Gracias a Dios, yo estoy vivo y aquello, allí, está muerto’.
Por última vez miré con detenimiento mi vestidura y luego dejé el lugar muy rápidamente, para no volver.
Luego pensé en ti, Jozef, y te admiré aún más, que desde la tierra ibas a registrar nuestra vida, para darla a conocer así a la humanidad.
Partimos en silencio; yo estaba sumido en pensamientos.
Luego visitamos círculos de espiritualismo, donde se reunían muchas personas.
Entramos en una gran sala, donde se pasaban mensajes a partir de objetos.
Alrededor de un médium vi a varios espíritus que querían ser admitidos, ya que en la sala había familiares suyos.
A muchos se les conectó de esta manera, aunque cientos de nuestro lado y otros tantos en la tierra regresaran a sus casas decepcionados porque no habían recibido una conexión.
Si los seres humanos pudieran percibir cuántos espíritus estaban presentes allí, no lo podrían creer.
Sin embargo, solo reconocieron a unos pocos.
También este trabajo es bello y sagrado; es hermoso querer ofrecerse para ello.
Aprendí muchísimo en la tierra y entendí lo difícil que era vernos y oírnos.
Supe acerca de esta dificultad porque mi hermano me aclaraba todo, ahora que me era permitido volver a la tierra.
Desde allí fuimos a otros países.
Durante mi vida nunca había ido de viaje, pero ahora hacía largos viajes junto con el hermano y llegué a conocer todo el planeta tierra.
Todo lo que me mostraba era asombroso.
Se forzaba la entrada a todos lados, junto conmigo; sin que nadie nos lo pidiera accedimos a palacios y otros lugares y edificios importantes.
Por el camino me encontraba con muchos espíritus, hermanos y hermanas que venían a conocer estos lugares, como yo.
Viajamos de norte a sur, de este a oeste.
Eso nos tomó bastante tiempo.
Entendí mucho y vi cosas asombrosas.
Vi escenas que no quiero nombrar aquí, pero vi la verdad de la vida en la tierra, y todos sus horrores.
¡Ay de aquel que se olvida de sí mismo!
A los que viven como aquellos a los que vi, a esos les esperan las tinieblas.
Entonces será cuando vean, escuchen y sientan los males que cometieron.
De repente, el hermano me dijo: “Aquí nos quedaremos un poco más”.
Miré a mi alrededor para ver qué quería enseñarme.
Pero no dijo nada, lo que me extrañó, visto que siempre me aclaraba todo.
Sin embargo, estaba empezando a ver dónde me encontraba y allí, frente a mí, te vi.
¡Qué sorpresa!
“¡Jozef!”, grité, “¡soy yo!”.
Me percibiste enseguida y dijiste: “Chico, ¿de veras eres tú?
Recibí tu mensaje, Gerhard, ¡cómo has cambiado!”.
Abracé al hermano sumamente agradecido.
Imperceptiblemente, habíamos regresado a donde estabas, en concreto al lugar donde participabas en la sesión de espiritismo.
También esto me asombró, que sea tan fácil volver a encontrar todo.
Después, el hermano me ayudó a conectarme contigo.
Oí que me hablabas y sabes que no podía decir mucho, lo que también a mí me decepcionó.
Pero cuando supe por qué no me era permitido decir mucho ni podía hacerlo, me sentí agradecido.
Únicamente tú no lo entendiste y es solo ahora que ha llegado el momento en que te lo puedo decir.
Ahora también sabes por qué no te visité en toda esa semana.
Estuve de viaje con el hermano, aunque ya había estado contigo, pero en esa ocasión no se me conectó contigo.
Toda la noche estuve a tu lado y cuando terminó nos fuimos.
Solo después supe que cuando pudiera mantenerme firme, podría volver a verte para contar acerca de mi propia vida a través de ti, como lo hacía tu líder espiritual.
El hermano lo sabía desde hacía mucho tiempo, porque el maestro se lo había comunicado.
Ya sabes qué ocurrió, así que ahora puedo seguir.
Aun así, quiero mencionarte antes de continuar: ¡Qué capacidad de previsión hay de este lado, Jozef!
¿No es asombroso?
Cuando aún vivía en la tierra, ya se sabía de este lado lo que ocurriría.
De regreso a mi propia esfera, el hermano me contó de este gran acontecer.
Cuánta felicidad me dio cuando lo supe.
Los elevados líderes espirituales, los conoces, le habían dicho al hermano que podía llenar una parte del libro.
Así es: cuando ellos así lo quieren, un espíritu elevado puede ver con una antelación de centenares de años.
Cuando volví luego a mi esfera, tenía muchas, muchísimas cosas en que pensar.
Para eso busqué la silenciosa naturaleza y allí asimilé todo.
Tomó meses, pero cuando por fin estuve listo, había llegado el momento de descender hacia la oscuridad.
Ahora estaba preparado, Jozef; primero por la escuela, luego por la vida en la tierra y, cuando había absorbido todo hasta en lo más profundo de mi alma, estuve por fin listo para trabajar por los demás y en mí mismo.
También había tenido en ese lapso conversaciones con las personas con que me encontraba; ya no podrían influir en mí, porque ahora ya no me saldría del sendero espiritual.
Dentro de mí había empezado el deshielo; me había llegado a conocer a mí mismo.
Les conté a muchas personas con las que trababa una conversación acerca de las cosas que se me había permitido vivir.
Figúrate que ellos también se burlaban de mí y que no querían o no podían aceptarlo.
Esos eran los muertos en vida; ya lo habían escuchado en repetidas ocasiones, pero no lo creían.
Eran personas que por ahora no despertarían aún.
Ahora veía a través de ellos y conocía su sintonización.
Me llamaban el cura, porque seguía vestido de negro.
Aquí también se gastan bromas y hay quienes se burlan.
Aunque al mismo tiempo percibes que se burlan de sí mismos.
Los dejé que se rieran tranquilamente; por ahora, seguirían riéndose.
Hacía años ya que permanecían en este estado poco avanzado.