Se me convence de mi muerte terrenal

—Sientes el horror de esta situación, Jozef?
¿Podría ser de otra manera?
Loco de miedo por los fenómenos extraños, me acosté para descansar.
Ya no podía concentrarme en un solo punto.
De repente pensé ver más luz.
Ahora pronto vendrán.
Cuál no fue mi sorpresa cuando se abrió en ese preciso instante una puerta que no había visto y entró una persona.
Sorprendido miré al hombre que estaba allí frente a mí.
Era un ser vigoroso y joven con un bello rostro masculino, de manera que pensé estar viendo un milagro.
Por fin estaba viendo a un ser humano.
Me contempló durante largo rato y me dijo, sonriente: “Hermano de la tierra”, y siguió mirándome.
’¿Qué significa eso?’, pensé.
‘Hermano de la tierra’, repetí en mis adentros.
“Hermano de la tierra”, repitió, “no me mires tan asustado.
¿Tan raro es ver a una persona?”.
Este hombre me ponía aun más nervioso de lo que ya estaba y le pregunté: “Pero ¿qué significa esto?”.
“Se lo voy a aclarar, pero primero a calmarse y a escuchar.
¿Quiere saber dónde está?”.
“Sí, y mucho”, contesté, “pero ¿quién es usted?
Dígame dónde estoy.
¿En un manicomio?”, proseguí.
“¿De dónde salió esa ropa?
¿Por qué me ponen en la cama vestido?
¿Por qué sin luz?
¿Por qué no había visto esa salida?
¿Por qué tanto misterio?”.
Siguió mirándome y me dijo, sonriente: “Le contestaré todas estas preguntas.
Pronto le quedará claro quién soy y qué quiero.
Tengo cosas extrañas que contarle”.
“¿Cosas extrañas, dices?
¿No es todo esto ya suficientemente extraño?”.
Me miró y sentí que era buena persona.
“Murió en la tierra”.
“¿Qué dices?”.
“Murió”, repitió, mientras siguió mirándome.
“Ahora vive en la eternidad y he venido para convencerlo de eso”.
‘¿En la eternidad?’, pensé.
Pero si eso no puede ser, entonces estaría muerto, y estaba vivo, ¿o no?
Lo compadecía y se me ocurrió una sospecha terrible.
¡Es un loco!
Ya lo ves, lo había intuido bien, vivía rodeado de locos.
Uno de esos locos viene a visitarme.
Me reí a carcajadas, por más triste que fuera todo.
Luego volví a ponerme serio, porque me perforaba con la mirada y ahogó mi risa.
Pensé en mi propia situación y pregunté: “¿Sabes que aún no me he recuperado, que estuve terriblemente enfermo?
¿A toda esa miseria quieres sumar aún más?
¿No te das cuenta de la gravedad de mi situación, quieres que todo se vuelva aún más extraño?
Apenas me estaba sintiendo un poquito mejor y ¿ahora llegas tú con una historia sobre la muerte y el hermano de la tierra?
Vamos, sé honesto, ¿qué clase de disparates son esos?
¿Ya llevas mucho tiempo aquí?
¿De eso sacas tu diversión?”.
Mi visitante no respondió y siguió mirándome.
Alcé la mirada y vi dos ojos que me miraban amorosamente.
“¡Escuche, hermano!
En su propio interés, le recomiendo que acepte que ha muerto en la tierra.
De lo contrario, no podremos avanzar y tendré que abandonarlo por algún tiempo.
Entonces estará solo de nuevo y recaerá en su estado anterior.
¿Quiere que me marche?”.
“No, no, ya no me dejes solo”.
“Así que es en su propio interés escucharme.
No estoy loco, como piensa usted; he venido para ayudarlo”.
¿Qué era eso?
¿Pronunciaba mis pensamientos?
Sin embargo, yo no le veía nada particular y continuó tranquilamente.
“Tengo que volver a empezar, así que escuche: ha fallecido en la tierra y ahora vive en el espíritu”.
Me miró como si esperara que yo tomara nuevamente la palabra, pero me había propuesto dejar que primero terminara.
“No está en un hospital, ni está demente, y esa ropa terrenal tampoco es de goma.
Eso estaba pensando, ¿no es así?”.
¿Sabía el hombre en qué estaba pensando?
Mis propios pensamientos, ¿cómo los averiguaba?
¿Cómo es posible?
“Pensaba”, continuó, como si todo aquello no tuviera que ver con él, “que yo era un loco, un demente, pero le demostraré lo contrario”.
No sabía qué actitud tomar, ya no podía pensar y me había asustado terriblemente.
No obstante, continuó con calma y pausadamente.
“Le repito, su ropa no es de goma”, al decirlo se rio de buena gana, lo que me sentó bien después de tanto esfuerzo y miseria que había vivido en ese breve lapso de tiempo.
Su sonrisa obró milagros.
Me reconfortó y me entró una chispa de luz que me alejó mucho de esa miseria, que sin embargo había sentido hacía tan poco tiempo.
“¿Hablo como un loco?”, me volvió a preguntar.
“No”, dije y adopté una actitud muy sumisa, “eso no.
Pero ¿qué significa todo esto?”.
“A escuchar”, replicó, “es lo único que precisa hacer ahora.
Sus pensamientos están sintonizados con su vida terrenal y por ello no puede desprenderse de todos esos suplicios, entiéndame bien, de todo lo que pertenezca a la tierra.
Le pido, por lo tanto, que acepte esto por un momento.
Cuando una persona muere en la tierra, hace la transición a esta vida.
Así que usted vive en la eternidad, pero aún no ha pensado en morir”.
“¿Cómo podría hacer eso”, lo interrumpí, “estoy vivo”.
“Exacto, está vivo y aun así ha muerto.
¿En la tierra nunca ha oído hablar de una pervivencia eterna?”.
Sentí como si me tragara la tierra, porque ahora de repente pensé en ti, Jozef, pero no dije nada.
“Leo en sus pensamientos”, prosiguió, “que le hablaron de una pervivencia eterna, pero que usted se burlaba de eso”.
Un breve silencio; alcé la mirada hacia él y era un alma sondando a otra, de modo que los pensamientos confluían.
¿Cómo hacía este hombre para saber todas estas verdades?
¿Quién era?
Una persona, pero ¡qué clase de persona!
No podía pronunciar una sola palabra, me encogí de miedo, porque me veía a mí mismo en la tierra, me oía hablándote y sentía mi propio sarcasmo.
Me lastimaba, el corazón me latía en la garganta.
“Como puede ver”, continuó, como si fuera el asunto más sencillo del mundo, “lo sé todo sobre su vida en la tierra.
Le contaré aún más cosas, pero mantenga la calma e intente comprenderme.
Así le quedará claro que no soy un demente y que intento aclararle la verdad, nada más que la sagrada verdad.
Se le ha hablado de una pervivencia y aun así usted no la podía aceptar, pero escuche bien: para poder hacer la transición a esta vida, hay que poseer las fuerzas necesarias.
Significa poder enfocarse espiritualmente en la vida en la que vive ahora.
Pero sabemos que usted piensa y siente terrenalmente, es más, que ni siquiera sabe que ha muerto en la tierra.
¿Cómo podría formarse una idea de su sintonización eterna?
¡Después de todo, sería imposible!
Ahora vive en la eternidad, se ha despojado del cuerpo material.
La ropa que lleva en estos momentos no tiene existencia y de este lado es irreal, antinatural.
Así que vive en un estado antinatural, porque no posee las fuerzas espirituales para esta sintonización, es decir, para esta vida.
Tiene que hacer suyas esas fuerzas y en eso lo ayudaré y lo apoyaré hasta que hayamos llegado allí.
Y es que es sencillo cuando le digo que nuestra vida es una vida en pensamientos; así como uno piensa las cosas, las atrae, y en ese estado hace la transición.
Así que todo será como usted mismo lo quiera y sienta.
Cuando pienso en ropa terrenal, en algo que me he puesto en la tierra, me puedo vestir con ese atuendo porque mi concentración se ha enfocado en eso.
Así que hago la transición a ese estado.
Pero todo esto lo aprenderá, aunque tengo que convencerlo de esto para que reciba usted una imagen de cómo es su vida ahora.
¿Es posible saberlo todo acerca de otra persona en la tierra?”.
“No, eso no puede ser, no he conocido a personas así”.
“Pero nosotros sí sabemos hacerlo.
Adelante, piense en algo y le diré en qué está pensando”.
¿Y ahora qué?
Pensé en nuestra conversación en el cementerio; era a lo que daba más vueltas en la cabeza y pensé: ‘De eso no sabrás nada’, pero cuál fue mi sorpresa cuando dijo: “Cuando estuvo en ese cementerio y le contaron de nuestra vida, pensó que se enfrentaba a una obra del diablo”.
‘Para’, pensé, ‘¿eres un diablo tú mismo?’.
“Nuestra vida, se lo acabo de decir, es una vida en pensamientos.
Hago la transición a su vida y lo sé todo de ella.
Le aseguro que no soy un diablo, sino su hermano en el espíritu y cuando de verdad lo desee, avanzará rápidamente.
Cuando le hablaron del espiritualismo, eso le amargó la vida.
Después se enfermó y en su lecho de muerte veía sombras.
Cuando se acercaba su final, las sombras se le iban haciendo más nítidas, de modo que podía contemplarlas como siluetas humanas.
Se movían a su alrededor, lo que significaba su final, y en ese momento murió en la tierra.
Luego pensaba estar cayéndose, más y más profundo caía.
Después, su vida terrenal pasó frente a usted hasta llegar al momento de su muerte y entró en un estado de inconsciencia.
En ese estado lo transportaron hasta aquí y ha vuelto en sí de ese estado varias veces, es decir, que se ha despertado y se ha vuelto a dormir”.
“¿Cómo sabe todo esto?
Es como usted dice, lo viví, pero ¿de dónde lo saca?”.
“Le acabo de decir, y ahora reténgalo bien, ya no lo vuelva a olvidar, o tendré que volver una y otra vez al punto, que puedo leer en su vida.
Por eso vivo lo que usted ha vivido y lo que ha sucedido en la tierra.
Le daré otras pruebas más de que lo sé todo acerca de su vida.
¡Era cochero!”.
“¿También eso lo sabe?”.
“Sí, ya le dije que lo sé todo acerca de su vida.
A mí no me puede esconder nada, ni a nadie que posea estos poderes”.
Incliné mucho la cabeza ante tanta fuerza y sabiduría.
Prosiguió: “Así que quiero intentar convencerlo de su propia situación, que usted desconoce.
Pero todo depende de usted mismo, su propia felicidad y su vida están en sus manos, y su miseria también.
Si quiere empezar a pensar de otro modo, y en primer lugar que ha muerto en la tierra, avanzaremos pronto.
Si no puede, todos esos fenómenos terrenales volverán y convertirán su vida de este lado en un infierno.
Su mujer todavía vive en la tierra y por lo tanto no vendrá a verlo ni podrá visitarlo”.
“¿Eso también lo sabe usted?”.
“Nuevamente: lo sé todo; nosotros, de este lado, mi querido amigo, lo sabemos todo acerca de la vida que entra en esta esfera”.
‘Así que después de todo, sí tenía razón Jozef’, pensé.
Pero no había ni terminado de pensarlo, cuando ya dijo: “¡Sí, su hermano en la tierra decía la verdad!”.
Ahora entendí que el hombre lo sabía todo acerca de mí y que tenía buenas intenciones conmigo.
Me impuso su sabiduría, a pesar de que no entendiera nada.
Me había llamado la atención que en todo momento había sido cortés.
Aun así, no podía aceptar que hubiera muerto en la tierra; ¿no podría haberse aprendido esas artimañas?
Los locos cuentan las cosas más macabras; luego ellos mismos se creen que es la verdad.
Pero cuál fue mi sorpresa cuando dijo: “Ahora está recayendo en su estado anterior y esa no es la intención; así no avanzaremos.
En realidad, he aprendido esas ‘artimañas’ y usted también tendrá que aprenderlas, o seguirá siendo un muerto en vida”.
Me entró una sensación de insignificancia y pequeñez, dado que parecía saberlo todo.
“Pero sé”, prosiguió, “que es sumamente difícil que deponga su vida terrenal de una vez; requiere tiempo.
Sin embargo, tiene que aceptar que ha muerto en la tierra; si no, seguirá dando vueltas”.
Me propuse hacer lo que decía y aceptar, aunque dije: “Pero, por Dios, ya no me deje solo”.
“Ya no lo dejaré solo, solo cuando sea necesario.
No es usted tan rudo como parece y quiere ser.
Esa costumbre también tendrá que intentar quitarse.
Cuanto más puramente piense el hombre, más bello es su entorno de este lado.
De modo que se encuentra usted en la tierra del otro lado, lo que nosotros llamamos las esferas.
La esfera en la que se encuentra es la primera esfera de existencia en el espíritu, es decir: los que viven aquí no tienen aún bienes espirituales. (Al hacer la transición, Gerhard tenía sintonización con la tierra de la penumbra, que colinda con la primera esfera de luz).
En esta esfera y en todas las demás conviven millones de personas.
Dentro de poco las verá: en cuanto haya llegado el momento para eso y haya hecho la transición a aquella esfera.
Antes no es posible, porque primero tiene que volver a sí mismo.
Y cuando quiera aceptar, pronto habremos alcanzado ese punto.
Sobre todo recuerde que todo lo que diré es para mí de una seriedad sagrada.
No nos burlamos de la vida; es demasiado seria para eso.
Pronto sabrá cómo es nuestra vida.
Es diferente que en la tierra, pero en sus sentimientos usted sigue siendo el mismo.
Ya ve que vive y que seguirá viviendo eternamente.
Poco a poco, llegará a conocer esta vida y la asimilará.
La transición y la entrada en esta esfera, sentir que vive eternamente, todo eso todavía no sabrá hacerlo, aunque después le quedará claro.
Pero antes tengo otras cosas que contarle y se quedará de piedra cuando le diga que, conforme al tiempo terrenal, estuvo durmiendo durante tres semanas”.
“¿Dice que dormí tres semanas?”.
“Tres semanas completas”.
“Es increíble”.
“Hay quienes duermen durante tres meses seguidos y solo entonces despiertan, para luego volver a dormirse, como usted”.
“¿Así que todas esas personas viven lo mismo que yo?”.
“No, para cada uno es diferente la entrada, el despertar y la convicción de esta vida, y por lo tanto es algo personal.
La vida en la que usted se encuentra es una sintonización en el espíritu, de la que todavía no entiende nada.
Pero eso también vendrá.
A algunos los llevamos de regreso a la tierra lo más pronto posible, mientras que a otros no se les puede dar estas pruebas.
Los podemos convencer, pero tenemos que actuar acorde a las fuerzas interiores que posean.
Nuevamente, durmió durante tres semanas y nadie le impuso ese sueño.
Así que ese es su propio estado interior.
Su sintonización con esta vida es material; vivía terrenalmente y ahora está sintiendo en la vida del espíritu.
Como ya le dije, veo dentro de su vida y debido a que mi propia vida fue así puedo ayudarlo.
Todos los que vivimos aquí estuvimos en la tierra en algún momento y morimos allí.
Cuando entré en esta vida, dormí más tiempo que usted, por si le tranquiliza saberlo.
Hay personas que necesitan meses y años antes de que puedan despertar.
Sus vidas en la tierra estaban destrozadas, pero ellos mismos se colocaron en esa situación.
Nadie les impuso ese castigo.
Dios no castiga a Sus hijos y ningún hijo de Dios se echa a perder”.
“Curioso”, dije.
“Si alguna vez ha vivido algo natural, entonces este acontecer es el más natural de todos.
Así que vine a verlo para convencerlo de su propia vida y para aclararle lo eterno.
De modo que tendrá que despertar y ese despertar es la adaptación, la transición, la toma de posesión de esta esfera”.
“Haré lo que sea”, dije, “para adaptarme”.
“Gracias”, dijo el hermano, y sentí que tenía buenas intenciones conmigo.
Luego prosiguió: “Ya estamos avanzando; siga por este camino.
En primer lugar, debe saber controlarse”.
“Sí”, dije, “mantendré la calma.
¿Puedo levantarme ahora? ¡Me siento gloriosamente!”.
“Lo puede intentar”.
‘Intentar’, pensé; ‘¿acaso sería incapaz de caminar? ¡Si ya había caminado! ¿O no?’.
Iba a levantarme, pero aún no había alzado el pie cuando me sorprendió un mareo y sentí de nuevo cómo se me hinchaba la garganta y me volvía la fiebre.
‘Qué terrible’, pensé, ‘¿ahora qué seguirá, acaso no me había repuesto aún?’.
Tenía un dolor espantoso, y maldije todos estos problemas.
¿No me recuperaría?
El hermano me miró y dijo: “No jure, se maldice a sí mismo, maldice su propia vida.
Si tan solo la gente quisiera saber y aceptar eso.
Maldice a Dios, porque su vida es divina.
Maldice su sintonización eterna”.
Me asusté, porque no me había escuchado jurar, pero había olvidado que el hombre lo sabía todo.
“Respete un poco su propia vida.
Así es el hombre y esos pensamientos son terrenales y materiales.
Así maldice la paz del espíritu y de la vida, y toda esa vida es Dios.
De manera que maldice a su Padre divino y eso está mal, amigo.
Podría seguir durante horas para aclararle lo equivocado de esto, pero que lo anterior sea suficiente.
Como puede ver, no es capaz todavía de desplazarse por su propia fuerza”.
“Pero si ya lo hice, cuando estaba solo; caminé de aquí para allá y no sentí nada”.
El hermano sonrió y dijo: “Todo eso lo hacía usando mis fuerzas”.
“¿Sus fuerzas?”, pregunté asombrado.
¿Cómo es posible?
Vivir y moverme con sus fuerzas, pero allí me atasqué, pues me resultaba un misterio.
“Vive usted con mis fuerzas y voluntad y no tiene aún posesión.
Ya le dije que todavía tiene que asimilar todo esto.
No se ha librado aún de su vida ni de sus razonamientos terrenales.
En el pensamiento todavía sigue viviendo en la tierra, de ahí que se sienta enfermo y que esos tormentos vuelvan una y otra vez.
Cuando estaba usted solo, lo ayudé desde la distancia.
Esos poderes los llegará a conocer también.
Desde el momento en que entró aquí, me conecté con usted y seguiré estándolo constantemente, hasta que posea esos poderes.
Ya habrá sentido que nuestra vida es completamente diferente a la que se vive en la tierra.
Usted vive en el espíritu y los poderes espirituales todavía le son desconocidos.
Ya le he contado todo esto, pero no le entra en la cabeza.
Hay que pensar, y seguir pensando, querido amigo, de lo contrario no llegaremos, pero sí que tendrá que pensar de manera más natural.
Es la reflexión natural la que le permite hacer la transición a esto.
Hace un momento retiré mis fuerzas y mi voluntad, por eso recayó en su propia vida.
No sentía nada, ¿o sí?”.
“No, me sentía muy bien”.
“Pero aquellas eran mis fuerzas, se lo voy a probar”.
De repente pensé que iba a morir de sed y le pedí al hermano algo de beber.
Pero sonrió y dijo: “Le haré llegar una bebida espiritual”.
Ahora hubo una pequeña interrupción y aguardé para ver qué sucedería.
Después preguntó: “¿Sigue teniendo sed?”.
“No, me siento liberado de ese tormento”.
“¿Quiere saber por qué fue liberado de eso?”.
“Por favor”.
“Entonces escúcheme bien: lo puse en mis pensamientos y me concentré en aquello que se manifestaba como sed.
Usted lo percibió; entró en usted y aun así no son más que pensamientos de mi voluntad y de mi concentración.
Podría despertar en usted el hambre, la sed y muchos otros sentimientos que todavía tiene que deponer.
Pero lo único que le quiero demostrar así es que, en primer lugar, no está enfermo, y que no tiene por qué estarlo; en segundo lugar, que no tiene por qué sufrir hambre ni sed, y en tercer lugar, que no son más que pensamientos terrenales, porque sigue pensando y sintiendo materialmente.
Por lo tanto, son sus sentimientos los que piden, porque todavía no posee la sintonización espiritual.
Nosotros, aquí, no conocemos las enfermedades, el hambre ni la sed; nada de lo que necesita el cuerpo humano en la tierra para poder vivir.
En esta vida, ese apego a su estado material puede por lo tanto significar pena y dolor e incluso su perdición.
Eso muestra que nuestra vida no es tan sencilla y que en la tierra usted vivía en un estado antinatural.
Nosotros hemos depuesto esa vida y aun así uno siente latir el corazón, es más, por el cuerpo incluso corre sangre, pero de sustancia espiritual.
Todo eso tendrá que aprenderlo.
Paso a paso seguimos el sendero del desarrollo espiritual.
Si pudiera pensar en otro traje, este, el que lleva puesto, se le caería, pero eso tampoco puede hacerlo todavía.
Aunque, si quiere, puede intentarlo”.
Hice lo que me pidió el hermano y vi cómo mi traje negro cambiaba de color, pero no logré llevarlo más lejos.
“Su concentración no ha adquirido aún la suficiente fuerza, pero así desaparecerán todos los demás estados, como su enfermedad, tan pronto como pueda sintonizar esta vida.
Ahora su concentración se disolverá y usted aceptará un solo estado de conciencia; al hacerlo, no pondrá a trabajar usted su voluntad, igual que cuando en la tierra solía permanecer en una sola conciencia.
Así que le habrá quedado claro que aquí no hay nada que ocultar.
Le aconsejo pensar siempre en mí, porque haciéndolo va a sintonizar conmigo y todo le será más fácil.
Además, así puedo llegar mejor a usted para ayudarle a asimilar estos poderes.
Así que después de que me hubiera sintonizado con usted después de su llegada, desaparecieron los dolores y la sed, la fiebre y todos los demás fenómenos, y pudo moverse.
Ahora vuelve a sentir la enfermedad, porque me he retirado.
Por eso la entrada es el tiempo más difícil para todos los que llegan aquí desde la tierra.
Convencerlos de su vida eterna, ya lo ve, no es tan sencillo.
Vive ahora en su propia sintonización y ese es su entorno, su casa, su habitación y su luz de este lado.
Intentó prender la luz, pero no podía encontrar el interruptor”.
“No”, dije, sintiéndome destrozado.
Aquí lo sabían todo, lo cual siempre volvía a sorprenderme.
“Y es que eso no es posible, amigo mío.
Tenemos luz y poseemos luz, según cómo nos sintamos interiormente.
Su casa se construyó en estado esférico y la razón ahora todavía no se la puedo aclarar completamente, porque no puede entenderlo.
Pero sepa que su vida interior es según piense y sienta, y según posea amor.
El amor, hermano mío, poseer el amor, es luz y felicidad de este lado.
Cuando le digo que aquí viven personas que poseen los templos y edificios más espléndidos a los que pueden llamar su morada espiritual, ya sentirá lo lejos que estamos todavía de eso.
Por tanto, aquello que observa conforme a su amor, a su sintonización, es su luz espiritual.
Trató de buscar la salida, pero no había apertura y se sintió encerrado en una jaula.
No obstante, yo entré.
Así que sí había una apertura; de no ser así, no habría sido posible”.
El corazón me latía en la garganta; no encontraba palabras.
El hermano se me acercó, me puso su elegante mano en el hombro, por lo que sentí surgir en mí una fuerza gloriosa, y dijo con voz suave y amorosa: “Su vida en la tierra no fue espiritual, y sin embargo no era mala persona.
No quería la vida espiritual, porque era demasiado difícil.
Vivir terrenalmente, sentir materialmente, eso no implica una lucha.
Vivía su vida y no sentía nada de aquella vida grande e imponente que fluía dentro de usted, a la que se le llama el cosmos y del que usted es una partícula.
Esa vida es Dios, y nosotros, los seres humanos, tenemos la sintonización divina y por lo tanto podemos ser esa vida grande e imponente.
Pero aún estamos lejos de allí, aunque ya sintamos algo de esas fuerzas y leyes, que son las leyes y fuerzas de Dios y llevamos una vida según lo sintamos interiormente.
Usted siente terrenalmente, muchos otros sienten de manera animal y de modo basto material, pero todos están construyéndose una morada.
Pues esa es la explicación de cómo se erige una morada espiritual.
Quien se sienta divino construye un templo como el universo, pero quien sienta materialmente encuentra después de su muerte terrenal su morada tal y como se sentía como persona en la tierra, en una sintonización material, aunque al mismo tiempo espiritual.
¿Me logra entender?”.
“Sí”, dije, “¡qué imponente es todo!”.
“Ahora siga escuchando.
Le hice sentir todo esto porque me conecté con usted; lo incorporé a mi propia sintonización vital; si no, no le habría sido posible poder percibir esto.
Ahora le pregunto: ¿Por qué no podía encontrar la salida si yo, a pesar de que no hubiera apertura, pude entrar?
La salida no era visible para usted, porque no se ha abierto interiormente para esta vida.
Así que se ha aislado a sí mismo; espiritualmente se encerró en una jaula porque no quería vivir espiritualmente.
¿Todo esto le queda claro?”.
“Lo estoy sintiendo, hermano, pero no puedo expresarlo en palabras”.
“De su ropa no es necesario que le hable ahora, eso ya se lo conté.
Pero sólo más tarde todo le quedará claro y comprenderá su propia morada espiritual.
Su entorno cambiará cuando intente llegar a descubrir esta vida interiormente.
Ahora me voy y lo dejo por un momento, pero volveré si piensa necesitarme”.
El hermano se fue.
De nuevo me quedé en soledad, con miles de pensamientos, angustiado por tener que estar solo.
Había conocido a un “ser humano”.
Entonces empecé a pensar.
Los pensamientos iban sucediéndose.
Algunos me devolvían a la tierra, y cuando allí los agotaba, entonces volvía a esta vida, y terminaba por no poder acordarme de nada.
Era un caos de pensamientos que me revoloteaban por el fatigado cerebro; la cabeza me estallaba del esfuerzo.
Iban mezclándose los pensamientos sobre mi casa, mi ropa, el universo y todas esas sintonizaciones espirituales; también sentí que volvían la fiebre y los dolores.
Pero quería mantener la calma, aunque seguía sin convencerme de la vida en la que estaba viviendo.
¿Podría ser así, era posible?
¿Podría dar el paso, sin más, a otra vida, que me era completamente desconocida, de la que no entendía ni sentía nada, como dijo él?
¿Habría sido capaz de eso, Jozef?
¡Ninguna persona terrenal que entre aquí, aunque tenga otra sintonización que yo, podrá hacerlo!
‘¡Ay!’, pensé, ‘¡qué difícil lo tendrán todas aquellas personas que no sepan nada de una vida espiritual!’.
Te vuelvo a preguntar: ¿Puede un ser humano entrar de una vez en ese gran desconocido?
Tú me entenderás.
En la tierra no le daba crédito, mi vida era terrenal y no había nada en mí que significara posesión alguna.
No poseo las fuerzas para ello, como dijo el hermano.
Tenía que conocer la vida en el espíritu para poder adaptarme a mi nuevo entorno.
Era un mundo nuevo, desconocido para mí.
Un mundo de secretos, pero natural y real.
Yo era antinatural e irreal y, por ser antinatural, me burlaba de mi propia vida, me maldecía y me aislaba, de modo que estaba ciego, espiritualmente ciego y no veía salida alguna, o no podía encontrarla.
A mi alrededor había niebla y en mi interior no había luz; seguía, pues, estando lejos de esa sintonización elevada.
Me veía en medio de un laberinto de desarrollo humano.
Tenía que arreglármelas para encontrar una salida, pero ¿cómo?
Estaba muerto y aun así vivo.
Vivía, pero ¡era un muerto en vida!
Sentía muy categóricamente que el no aceptar todo lo que me había sido comunicado me iba a ser fatal.
Era como si estuviera frente a una alta montaña que tenía que vencer para ver la luz del otro lado.
Solo entonces vería la vida en toda su belleza y en todas sus posibilidades.
El hermano poseía el arte de descender en mi interior y yo quería aprender cómo lo hacía y muchas cosas más.
‘Esa era la posesión’, pensé, ‘a la que se refería’.
Me ayudaría a encontrar mi camino alejándome de todos esos caminos antinaturales.
El camino por el que había andado en la tierra había sido el equivocado.
En el hermano veía la luz con la que podía iluminar mi camino en estas tinieblas.
Pero tenía que seguirlo y quería hacerlo, aunque a la vez sentía que todavía no era capaz.
Por más que reflexionara y me esforzara, no podía retener ninguna de sus explicaciones y aclaraciones, de manera que incurría en las suposiciones más terribles, rindiéndome después por completo.
Era muy extraño “el hermano”, como se llamaba a sí mismo.
Pero estaba rodeado y colmado de una fuerza tan natural como no había conocido nunca.
Tuve que retractarme de mi pensamiento de que era un loco.
Ojalá volviera a mí, porque no quería tener que privarme de esa grandeza desconocida por nada en el mundo.
Necesitaba ayuda, mucha, muchísima ayuda.
Pensaba en él y en las palabras que me había dirigido, pero ya no entendía nada de ellas.
Mientras estaba allí tendido pensando en él, de repente se abrió la puerta y entró.
Ahora vi la puerta.
¿Seguiría abierta?
Me sobresalté porque tan de repente estuviera de nuevo frente a mí.
“¿Me ha llamado?”.
“No lo sé”, dije, “estaba pensando en usted”.
“Pensar así basta para que se conecte conmigo.
¿Cómo está?
¿Un poco mejor?”.
“Me siento en la gloria”, dije.
“Como ve, ya estamos avanzando”.
‘Son milagros’, pensé, ‘que he vivido en este breve lapso de tiempo’, a lo que él contestó: “Aprenderá a asimilar todos esos milagros”, así que entendí que ningún pensamiento silencioso estaba a salvo aquí.