Jeus, el chófer

Toda persona normal sabe ella misma si está en armonía con la sociedad, cuando para la mayoría de las cosas uno respeta esas leyes, o bien el otro ser humano le dirá: “Eso es malo, eso no se hace así, hay que respetar las leyes normales”; si uno quiere aprender algo, se acerca a un preceptor, si quiere ir a una universidad, se le concede sentarse allí y debe escuchar lo que diga el profesor y lo que le dé a aprender.
¿Cierto o no? ¡Así es!
Eso es, entonces, para los normales.
Los anormales, a su vez, quieren hacerlo de manera completamente distinta; ellos intentan esquivar las leyes sociales, porque no desean cursar semejantes estudios, porque son demasiado perezosos para hacerlo o piensan que es demasiado intrincado, porque juegan con la vida, porque en realidad no quieren apropiarse de algo a cambio de nada y ¡de esos en este gran mundo se pasean millones, que a fin de cuentas son unos parásitos que andan a costa de los que trabajan duro y de la masa tan cumplida con su deber!
Está claro: si quieres llegar a ser algo en este mundo, entonces debes seguir para ello lo normal, y asimilar eso en unos cuantos años.
Esas son, entonces, las leyes normales para esta vida humana.
Y esas leyes nunca pueden ser esquivadas; si deseas hacerlo, no obstante, entonces tarde o temprano tendrás que aceptar que te estrelles, porque una institución o patrón así te cala y entonces te puedes largar, ¡tienen preferencia los más calificados!
¿Cierto o no?
¡Y eso también vale para Jeus!
También sabemos que la máquina humana nunca llega a estar en un punto muerto si puedes aceptar esa psicología y si te vas conociendo por medio de tu alma, vida y espíritu.
Incluso durante el sueño la máquina humana sigue funcionando, esa cosa, o ¿qué es en realidad?, sigue penosamente su marcha, y ahora sabe escoger con precisión el infalible “a la izquierda”, hasta alcanzar el destino final a través de un laberinto inhumano.
Se ha hablado suficientemente de eso, aunque los sentimientos eruditos todavía estén impotentes ante y en contra de la máquina humana... pues esa facultad acepta ahora que la vida es alma, espíritu y también empuje, pero para los cuales los sentimientos de la universidad todavía han de echar los fundamentos.
Es cierto, aunque la personalidad haya quedado desconectada, esa cosa humana sin embargo funciona, y a veces actúa de modo infalible en el inconsciente... la vida trepa a un tejado mientras duerme, lucha contra el bien y el mal, está abierto al deporte, a los estudios y el arte y ¡no se conoce a sí misma!
¿Qué quiere hacer Jeus?
¡Ahora hay preocupaciones!
Ahora ha recibido ese conocimiento mientras dormía, por lo menos el primer empujón... mañana temprano sabrá con precisión lo que va a hacer.
Pero eso va por la vía anormal y esto camina justamente a contracorriente de lo social, Jeus quiere recorrer un camino propio, tal como se ven las cosas en su interior.
Adónde llevará esto, eso todavía es un gran enigma, eso también pende de un hilo y las fuerzas para ello se encuentran —cómo es posible...— ¡entre la vida y la muerte!
Es... no lo vas a creer... La Parca... quien quiere enseñarle a conducir un coche.
¿Lo has oído?
La Parca lo quiere instalar encima de una mole moderna de esas, porque esto es lo mejor para Jeus, así estará fuera y entre las personas, y verá algo de la vida.
Hay que ser sinceros; ha gastado casi todo su dinero, las semanas pasadas han dejado un gran agujero en sus finanzas, su caja fuerte está en las últimas.
Una y otra vez despierta de un sobresalto, pero un poco después vuelve a estar profundamente dormido y entonces habla en voz alta; quien lo escuchara ahora oiría algo raro, pero Bernard no oye nada, él también está soñando.
Ahora el alma de Jeus está detrás del volante, pero él mismo no sabe que esto es así, y eso también es nuevamente muy extraño y solo mucho más adelante le quedará claro.
Son estas fuerzas las que lo fuerzan a levantarse temprano.
¿Qué vas a hacer, Jeus?
No lo sabe.
Pero lo que sí sabe y siente claramente dentro de él es que quiere conocer la ciudad.
Lo ves, eso es lo anormal en Jeus.
Esta exploración de la ciudad, La Haya, lo conduce hacia un oficio, porque con un coche llegas a todas partes y entonces tienes que saberlo todo de una ciudad así.
Cuando alguien dice: “Me llevas un momento al tren”, entonces por supuesto que tomas el camino más corto, ¿o no, acaso?
Pero ese pensamiento todavía no existe, lo que siente es: tiene que ir conociendo las calles, ahora aún no hay más.
Y entonces empieza solo, cuando ves a todas esas personas corriendo, la pregunta: “¿Cómo se hace esa gente con comida y bebida?
¿Cómo se hacen todas ellas con su dinero para vivir, para casarse, para establecer una familia propia?”.
Eso es un gran misterio.
Y es lo que Jeus vive ya desde hace dos semanas, ahora se alimenta a base de pan duro con rábanos, no quiere comida de Johan y Rie, ellos mismos tienen que trabajar demasiado para eso y... te entran dudas...
También hay pensamientos en él que se preguntan: “¿Ganó entonces la serpiente del paraíso?”.
¿Por qué tuvo que ser engañado el patrón?
Era magnífico allí, no tenías preocupaciones, vivías entre los ángeles y rodeado de ellos.
Pero ¿era eso un futuro?
¿Te sirve eso para casarte?
Quién va a querer tratar con un contratista de bicicletas, es demasiado inseguro.
Para la sociedad te hace falta una casita propia y allí ocurrirá todo.
Por supuesto, pero eso no ocurre si corres por la vida a la buena de Dios, entonces ninguna chica te mira, entonces no significas nada.
¡No eres nada!
Bernard lo sigue y piensa que está loco de remate.
Y ¿qué está haciendo en realidad?
Y entonces Bernard oye:
—Quiero saber el camino aquí, Bernard.
—¿Saber el camino?
Y ¿para qué?
Pero ¿a ti no se te hace extraño, entonces?
—No, Bernard, lo que hago es de lo más normal.
Lo ves, esto es algo nuevo, Crisje.
Hablando en términos humanos y normales, esto es para volverse loco, pertenece a lo anormal.
Bernard siente que ahora Jeus está en la miseria, y se puede comprender, porque como ser humano normal no atraviesas la ciudad corriendo desde la mañana hasta tarde por la noche; si quieres empezar algo, buscas un empleo normal, vas a hablar con un patrón.
Lo que hace ahora es simplemente una locura, Crisje; Bernard se angustia, ¡lo que siente es triste!
Jeus se dice a sí mismo: entonces deberías haber sido más ahorrativo.
Pero ahora tiene que mostrar qué es lo que quiere y sabe hacer.
Y lo está demostrando de manera consciente, día tras día va recorriendo las calles de La Haya, viviendo de pan seco y rábanos, porque ya no hay dinero para comida rica.
¿No es para volverse loco, Bernard?
No, no tiene nada, pero Crisje no lo ha de saber, mamá siente todo lo suyo, y eso ahora Jeus debe evitarlo.
Hacia Crisje va: “Estoy muy bien, nunca antes he estado tan bien, mamá, la vida es hermosa, mira tú misma, hoy tres manojos de rábanos con cuatro panecillos de tres centavos cada uno, es mi comida y bebida y me sabe bien, créelo, Crisje, incluso lo acompaño de vino de verdad”.
Pero Crisje ya escribe, pregunta ahora qué es lo que le está pasando.
Nada, mamá, nada, ¡todo bien conmigo!
No te preocupes, mamá, ¡las cosas pintan bien para mí!
Sale corriendo de casa temprano, no cuenta lo que anda tramando, lo que Bernard sabe al respecto es: explora la ciudad, ahora no hay más.
Jeus —se nota— tiene mal aspecto.
Bernard se preocupa por él, Johan y Rie están fuera de ello, no tienen nada que ver, ¡nada!
Qué será lo que quiere Bernard, a él las cosas le van bien.
Y está claro, ellos dos son uno solo, están completamente sintonizados.
Semana tras semana atraviesa la ciudad corriendo y gasta sus últimos centavos, pero aprende enormemente, Crisje.
Jeus no sabe que en efecto es una escuela enorme para su personalidad.
Ahora está bajo un control sobrenatural y ese sentimiento sabe exactamente lo que quiere, ahora para él no hay escapatoria.
Pero esa fuerza sigue otro camino, y es el inhumano... ¡el más inhumano que hay!
Pero el único buen... ¿psicólogo de este mundo?
Es el único, y solamente se puede seguir y vivir por medio de lo sobrenatural en el ser humano.
Por medio de esto —lo verás— ¡se echan fundamentos psíquicos para más adelante!
Vaya que si es increíble esto, ¿no?
Pero eso vendrá, lo verás... ¡Casje ha empezado ya desde ahora!
¡Fijamos rápidamente algunos fundamentos para esta humanidad!
Por eso preguntamos hace un momento: lo normal es, si Jeus quiere ser chófer, ¡que lo aprenda con un profesional!
Y eso es sencillo.
Jeus opta por empezar enseguida con lo último, ir conociendo los caminos, porque esto es necesario para más adelante, pero para los sentimientos sociales normales eso no será otra cosa que perder la razón, ¿verdad?... al manicomio, eso lo dice cualquier persona razonable y normal, pronto lo dirán también Bernard, Johan y Rie, y entonces será: Jeus no soporta la ciudad.
Dentro de él hay una fuerza que quiere que corra, todavía no hay más ahora, pero también vendrá lo siguiente.
Ahora avanza paso a paso, la fuerza lo sigue, impulsa su vida y se llama: ¡conciencia astral!
O ¿no es más que una idea divertida suya?
Pero es cuando Jeus se lleva un chasco en la ciudad, entonces se estrella corriendo, así tarde o temprano estará ante el manicomio, Crisje, pero lo seguiremos.
Si gana, esto será un milagro imponente para la totalidad de esta humanidad, ¿cierto o no?, entonces esto es un fenómeno... algo sobrenatural, y eso, pues, tiene que ver con La Parca, y además, para lo que todo esto va a ocurrir ahora y que será la única respuesta, y lo que debe vivir Jeus: detrás del ataúd hay pensar y sentir, el ser humano sigue con vida eternamente, regresa a su Dios.
Y ahora —para eso ocurren todas estas cosas asombrosas— La Parca perderá su corona, habitantes de La Haya, entre todos ustedes ocurrirán estos milagros.
¿Conocerás a Jeus más adelante?
¿Lo aceptarás como el milagro más grande de este “Siglo”?
Porque lo será, porque ahora corre, quiere conocer las calles y ya no es humanamente normal.
Precisamente por ser anormal conduce esta humanidad hacia el espacio divino para el alma y el espíritu.
¡Y para eso, Casje pone los primeros fundamentos para Occidente!
Ahora bien, seguimos a Jeus, ha empezado la lucha para él, pero ¡también ha vuelto el contacto con su Casje desconocido!
Bernard ya vuelve a preguntar:
—Pero ¿qué es lo que estás buscando en la ciudad, Jeus?
—Quiero saber todo de la ciudad, Bernard.
Ya te lo había dicho, ¿no?, no hay más, Bernard.
—Pero entonces no hace falta que te agotes así, ¿o sí?
—Es cierto, Bernard, pero ¿no debes tú también agotarte, trabajar duro para que te alcance?
¿Pensabas, Bernard, que en la vida las cosas se nos regalaban?
Bernard lo mira justo a la cara y no ve nada.
No se puede hacer nada con Jeus.
Es para volverse loco de remate.
Bernard lo quiere, mucho, en casa arreglaron juntos los momentos de felicidad y de desgracia, estaban juntos en las buenas y en las malas, siempre estaban juntos, siempre.
Y ahora ¿esto?
Cuando Bernard llegó a casa del hospital y las astillas iban saliendo del muslo supurante, Jeus se echaba delante de su cama como un perro fiel; a la más mínima señal estaba delante de su querido hermanito, por el que habría querido dar su propia vida.
Y eso nunca se le olvidó a Bernard, nunca jamás, ni tampoco es posible olvidarlo, eso le quedó grabado a fuego.
Por descontado que ahora Bernard se preocupa por Jeus, pero no logra averiguarlo y lo que recibe es inhumano, buscas un patrón y sanseacabó.
A Bernard ya le impide trabajar.
Jeus está a agua y pan, y eso sí que es una locura.
Lo que vive dentro de Jeus va arrastrándose hacia su corazón.
Ahora que Bernard también tiene la intención de salir corriendo a la calle y vivir junto con él estas cosas antinaturales, oye:
—¿Qué quieres, Bernard?
¿Te has vuelto loco?
A trabajar, Bernard, y nada más.
Y entonces Bernard le contesta:

—Pues es bastante obvio, caray,
Pero ¿piensas que me iba a quedar aquí para ver cómo revientas delante de mis narices?
—¿Te has vuelto loco de remate, Bernard?
¿Quieres preocuparte por mí?
No me pasa nada.

Pero eso Bernard no lo acepta, le contesta:
—Si tú tienes que reventar, entonces mejor yo también.
¡Que lo sepas!
Jeus mira a Bernard directamente a los ojos.
Ahora Bernard ve otra cosa.
Nunca antes ha visto esta personalidad, Bernard no la conoce.
La fuerza por la que Jeus empezó a correr puede más que explorar las calles de esta ciudad, esa fuerza sabe mucho y actuará.
Tan solo pon atención, Bernard, y ahora abre bien los ojos, aquí se pueden aprender cosas.
No quiere colmar de preocupaciones a Johan, Bernard.
¿Acaso no lo entiendes?
No quiere recibir limosnas.
¿Y pensabas, Bernard, que Nuestro Señor se mereció los asuntos sagrados por medio del “propio ser rico”?
Eso siempre ocurre en la pobreza, en las circunstancias más pobres llegas a esa claridad espacial.
¿No es así?
Pero en eso no piensas, tampoco hace falta que lo sepas todavía, es demasiado para ti, también para Jeus, y entonces deja las cosas hechas añicos, lo hacía de modo diferente, pero ¡equivocado!
Jeus ya actúa ahora por medio de las fuerzas de “ÉL”... provienen de una fuente que ha creado todo y que para el árbol, la flor, el animal y la planta, y desde luego para el “ser humano”, ¡es la vida!
Y, Bernard, todavía no hemos llegado, apenas hemos empezado.
Bernard lo mira como si viera un fantasma.
Y ahora pasa por los labios de Bernard:
—¿Seguro que soportas la ciudad, Jeus?
¿No se te subió la ciudad a la cabeza?
‘Ay, ese bueno de Bernard’, piensa Jeus.
Lo agarra y lo besa.
Ahora Bernard oye:
—¡Toma, querido!
Sí que eres el mejor, Bernard.
Si fuera una chica, Bernard, créeme, quisiera casarme contigo.
Lo bien que estaríamos juntos, Bernard.
Jamás quisiera tener a otro, Bernard, y tú podrías hacer conmigo lo que tú mismo quisieras (—dijo).
¿Qué te parece, Bernard?
¿No te gustaría casarte con él?
Pero ¿sientes, Bernard, lo que esto significa?
Por medio de esto te da todo.
Es demasiado para Bernard, y lo golpea por completo, pero tiene que comprenderlo.
Y es que Jeus no es chica, ¡qué pena!
Pero lo que es útil, Bernard lo había recibido de él.
Aun así, Bernard no se da por vencido aún.
—Pero ¿quieres hacerme creer, entonces, que andar de aquí para allá en la calle es trabajar?
—Pero si estoy trabajando todo el día, Bernard.
—Pero entonces ¿en qué?
—No eres retrasado, ¿no, Bernard?
Si te estoy diciendo que debo saberlo todo de la ciudad.
—Y ¿de eso se puede comer entonces...? —Quiere saber Bernard.
—No, todavía no, Bernard, pero eso vendrá más adelante.
Y eso lo siento, Bernard.
—¿Qué sientes, pues?
—Que debo estudiar ahora, Bernard.
—Caray, de eso sin duda que nadie sacará nada en limpio.
Ya no tienes cara.
Tienes el aspecto de una gallina con mocos.
Ya no las tienes todas contigo.
—Ahora yo te voy a decir algo, Bernard.
Déjame que ande otro poco de aquí para allá.
Pero deja ya de preocuparte por mí, Bernard.
Ya llegaré.
Todavía no sé nada para mí mismo, pero ¡siento que lo que hago es bueno!
—Bueno, camina hasta que revientes, entonces es cosa tuya.
Estás advertido.
Esto es para volverse loco y hoy o mañana deberás ir a casa.
Jeus mira en el pequeño espejo para ver si tiene mocos.
Ay, ese Bernard.
Lo que más le gustaría sería dejar todo tirado para seguir a Jeus, pero eso tampoco se puede.
Entonces habrá dos locos en la familia, y por eso no llegará a esa conclusión.
‘Pero, caray, no es cualquier cosa’, piensa Bernard.
Jeus se fue.
Ojalá le hubiera dado unos cigarros.
Por si esto fuera poco, siente que Jeus no puede comprar ni un cigarrito, qué mal, es increíblemente vergonzoso lo que va a ocurrir aquí, es para volverse completamente chiflado.
Ahora a Jeus se le ha ocurrido comprarse un pantalón de chófer.
No pueden ser echados a perder los pocos centavitos que todavía posee.
Y luego un par de botas de esas, de caña alta.
Pero ¿qué cuesta un pantalón de chófer así?
No, un cigarrito no se lo puede permitir ahora, eso lo sintió bien Bernard, pero ahora ni siquiera quiere fumar, ese sacrificio también es parte de ello, Bernard, es bueno mostrar lo que quieres.
Jeus entra a una tienda de esas.
Aquí cuelga todo tipo de cosas.
¿Cuánto cuesta un trajecito de chófer de esos?
Habrase visto, ese dinero no lo tengo ahora, es demasiado caro.
Él se larga, debería haberlo sabido hace unos meses, pero entonces todavía no sabía lo que ahora sí sabe, es una pena, pero ya no hay nada que se pueda hacer.
No puedes sentarte en un coche con un traje verde, gris y azul, para eso se necesita la ropa adecuada.
Así que a seguir, hay negocios de sobra.
Es una paliza dolorosa.
Y volvemos a ver que Jeus hace conscientemente lo equivocado, de verdad que sigue la locura de su soberbia, el oficio vendrá más adelante, con que primero tenga un pantalón así y su gorra, lo demás ya seguirá solo.
Sí, Jeus, para el mundo estás loco de remate, de saberlo Crisje ya no dormiría ni una hora.
¿Qué cuestan estas cañas?
Las negras de allí tienen buena pinta.
Puedes lustrarlas tú mismo, eso desde luego que lo ha aprendido.
Esas amarillas de allí son demasiado caras, claro, son espléndidas, pero demasiado caras.
¿Cuánto pide por estas, señor?
Entonces me quedo con las de cuatro florines cincuenta.
Jeus se va, ahora solo falta un pantalón de esos y entonces se dará por satisfecho.
Ve pantalones así en un pequeño negocio de segunda mano, para lo que no puede servir un pantalón de policía desechado de esos.
Pero ¡mira!
¿Cuánto dice?
Eso no está mal, puede quedárselo por dos florines cincuenta.
Ahora falta el conocimiento, Jeus, pero eso también vendrá.
Pero ¿qué quieres hacer con estas cosas?
Al final, Bernard va a tener razón, no soportas la ciudad.
Pero qué barato salió todo esto.
Se quita la ropa y se pone su nueva adquisición.
Con su chaqueta gris oscura con ribetes tiene un aspecto impecable.
Ahora tiene todo para poder hacer de chófer.
Sí, ahora ha tomado su decisión, vive en su conciencia: será chófer, Crisje, es algo muy distinto que cocinero, si eres cocinero no ves nada y te mueres achicharrado delante de un fogón de esos.
No, esto es mejor.
Ahora estás en el centro de la vida.
¡Aprendes mucho!
Llegas a todos lados.
A una chica le gusta casarse con un chófer, ese gana un buen dinero.
Debería haberlo sabido Irma, entonces no lo habría engañado.
Desde que ella desapareció sí que llegó a haber unos cuantos besos, pero tampoco más.
Ahora la sociedad es diferente para con tu vida, decide por sí mismo, y sigue corriendo.
La gorra que se acaba de comprar tiene muy buen aspecto, ¿qué dirá Bernard esta noche?
¿Lo viste? ¿Viste cómo miró a esa chica de allí?
Lo miró, los chóferes significan algo.
Y ahora, primero a conseguir algo de comer.
En el mercado hay de todo, Crisje, compra unos ricos arenques fritos que tanto le gustan, chorrean de grasa.
Cuatro por diez centavos, está regalado.
Santo cielo, vive en un paraíso, las cosas van bien, mejor imposible.
Y ahora Crisje recibe: “Mamá, conmigo todo va tan bien.
No te preocupes por mí, ¡todo pinta muy bien!
No lo creerás, mamá.
Delicioso vino de barril con arenques fritos, es un festín, Crisje”.
¿Sientes algo?
¿Sientes, Crisje, que algo va mal con él?
Crisje escribe, pregunta qué pasa, tiene pesadillas por Jeus.
Pero ¡no hay nada, mamá!
Cada día, la vida te da algo hermoso que vivir, si por lo menos quieres ver y puedes aceptar esa hermosura.
Jeus puede hacerlo.
Y ahora, ¡a trabajar, Jeus!
Veamos.
Mejor ve en esa dirección hoy.
Ayer estuvimos en (el barrio) Bezuidenhout; hoy visitaremos otro vecindario, un poco más cerca de casa, el pequeño paquete debajo de tu brazo se va haciendo más pesado solo, ¿no es cierto?
Ahora no tenemos dinero para un tranvía, a andar, Jeus, de lo contrario no aprendes nada hoy.
Mira, allí está Johan.
¿Qué hace él en este vecindario?
Escóndete un momento, Jeus, o tenemos que contarle todo, y de todas maneras no lo va a entender.
Johan solo se preocuparía por nada.
Se esconde en un portal y luego sigue otra vez, en línea recta al barrio de Transvaal, y también al barrio que recibió su nombre de los pintores, en el que también han bautizado una calle con mi vida, Jeus, allí también vamos a echar un vistazo.
Claro que sí, pusieron mi nombre a una calle, Jeus, ¡mira tú mismo!
Jeus va atravesando una calle tras otra.
¿Qué nombre tan raro es ese?
¿Paul Kruger?
No conozco a ese hombre.
¿Es una calle humana?
Seguro que sí.
Donde los Van Gimborn también teníamos a un pequeño Paul.
Entonces Jeus lee: “Loosduinseweg”, es la calle que lleva al barrio de Loosduinen, y de él debe saberlo todo, es la orden del día.
En Loosduinen por poco desfallece, pero eso no importa.
Por supuesto que eso es por la cena, comió demasiado.
El tranvía de regreso, ¿puedo hacer eso?
¿Qué piensas, Jeus? ¿Será mejor que tomemos el tranvía?
Sí que te lo has ganado hoy, te esforzaste, no tenemos nada de qué quejarnos.
Sí, te caes de cansancio, por ahora mejor toma un tranvía de regreso y más adelante seguiremos otro poco.
El tranvía lo lleva de vuelta a la ciudad, y luego sigue; ahora conoce (el barrio) Benoordenhout.
Y cuando llega la noche y casi ya no puede avanzar, camina de vuelta a casa, muy tranquilamente y a gusto.
¡Hay que ver allí!
Deliciosos bocadillos de salazón e hígado, pero ahora no tiene dinero.
No obstante, aún tiene pendiente la cena.
Las tiendas de bocadillos apestan.
¿A quién le gusta esa porquería hervida?
¡A él no!
Y acaba de comer un bistec con papas (patatas) fritas, eso fue suficiente para una persona normal.
Después tomó un rico vaso de cerveza fría, todo junto es para tres semanas, por ahora puede seguir adelante.
Pero ahora a mirar un poco: cuatro panecillos secos y otra vez rábanos, eso es lo más rico.
Y luego de postre, un delicioso café.
Mamá, entro a la estación central, me siento allí cómodamente y como bien, así que ¡nada de preocupaciones!
Para más no tenemos dinero, se oye el rugido dentro de su alma, y entonces también lo sabe.
Se entrega por completo.
Te gastaste mi dinero, Jeus, mi propio dinero.
Ahora no recibirás más.
¿No dijo la vida del paraíso que fueras ahorrativo?
Y ¿cómo actuaste?
Ahora estamos ante esta realidad.
Ese hombre te advirtió, pero tú no serás ladrón.
¡Serás un chófer!
—Bueno, ya estoy de vuelta, Bernard.
Bernard mira, ¿qué está viendo?
¿Cómo se hizo con esas cosas?

—Tenía justo el monto suficiente, Bernard.
Con eso sí que fui ahorrativo, ¿verdad?
Y lo que todavía me queda ahora es para la comida.
—¿Ya comiste entonces?
—Sí, Bernard, bistec con papas fritas, Bernard, y luego un rico vaso de cerveza.
—¿Quieres hacerme creer eso?
—Te digo, Bernard, que comí bien.
Primero, arenques calientes.
Santo cielo, qué ricos son, Bernard.
Y eso fue para la comida.
Acabo de cenar sopa de legumbres y luego bistec con papas.
Miente mucho, pero debe hacerlo, o Bernard ya no tendrá vida.
—Entonces ¿de verdad tenías dinero todavía?
—Sí, claro, si no tampoco puedo comer, ¿verdad, Bernard?
Pero todavía otros treinta florines en el forro de mi abrigo, Bernard.
Ahora sé cómo terminó ese dinero allí.
¿Puedes sentir mi felicidad, Bernard?
Y ahora ¿cómo estoy, Bernard?
—¿Lo dices en serio, lo del dinero?
—Claro, Bernard.
¿Por qué mentiría por eso, Bernard.
Y entonces compré este traje de chófer.
—¿Quieres un cigarro?
—Tengo mis propios cigarros, Bernard, pero sí que se me antoja uno de los tuyos.
Mete la mano al abrigo, pero los ha perdido.
Bernard lo ve.
—Caray, Bernard, perdí los míos...

Bernard lo traga, de cualquier manera no logra comprenderlo.
Y ahora a fumar, qué bien, no ha tenido su cigarrito en días.
Qué hermosa que es la vida, la vida es milagrosa.
Está allí junto a Bernard en la pequeña habitación y disfruta.
Y preocupaciones, no las hay.
Bernard mira sus cañas y pantalón, y su gorra, y luego se oye:
—Pero ¿qué es lo que quieres con ese tinglado?
Incluso pareces un chófer.
Ya lo ves, Bernard, todavía no lo entiendes.
Lo estás viendo, quiere convertirse en chófer.
—Es lo que quiero ser, Bernard.
—¿Qué dices?
¿Quieres ser chófer?
—Sí, Bernard, ¿acaso no puede ser eso?
—Pero para eso sin duda que hay que estudiar, y por lo menos tardas medio año antes de sabértelo todo.
—No lo dudo, Bernard, pero ¡voy a serlo!
Johan, que trae una taza de té y ve a Jeus con su pantalón de chófer, también quiere enterarse de todo.
—¿Qué oigo? ¿Qué quieres ser?
—Chófer, Johan.
—Pero ¿es que no sabes entonces que este es un oficio de importancia?
Puedes estudiar para él durante años.
—Puede ser, Johan, pero voy a serlo.
Rie se asoma.
Se ríen de él en plena cara, porque no tiene ni un centavo para aprenderlo.
Y ¿cómo quiere aprender ese oficio?
¿Simplemente mirando?
¿De dónde sacó esta seguridad?
¿No lo sabe Bernard?
No, Jeus lo sabe solo desde hoy, Bernard no sabe nada, pero él va a ser chófer.
Bernard, Johan: lo que ahora siente dentro de él va a ocurrir.
Basta que otro cambie por arte de magia el sentimiento que vive ahora en su interior, y ¡lo será!
Dentro de él hay un sentimiento que lo fuerza a ser chófer, y seguramente estarás de acuerdo: ¿qué querrías oponer a eso? ¡Nada!
No hay nada que puedas hacer tú mismo si ese sentimiento le habla a tu vida, ¡nada!
Pero ¡lo serás!
Está en su sangre, Johan, en sus nervios, corazón, alma y espíritu; este sentimiento, esta fuerza, o ¿qué es?
Es para troncharse de risa si no fuera porque es tan horrible, ¿no es cierto?
Y ¿podría Jeus sacarse este sentimiento de su propia manga, Johan, Bernard?
No, eso no puede ser.
Si no ¡se volverá loco de remate!
Y un chófer tiene que conocer el camino, para eso es por lo tanto que Jeus está explorando La Haya y los alrededores, y para lo que día tras día sale de casa corriendo.
¿Sabes todo ahora?
Más adelante, Jeus pondrá su huevo, pero entonces ¡será chófer!
Está en vías de transformarse, Johan, pero no como lo hace una mariposa, y aun así, es exactamente igual, para él tiene que ser este oficio.
Se está transformando, no, está tramando algo, y lo hace por medio de otra persona.
Ustedes podían (Vosotros podíais) saberlo, pero no siguen (seguís) pensando, no saben (sabéis) para qué vino Jeus a la ciudad, pero si piensan (pensáis) un paso más allá, Johan y Bernard, estarán (estaréis) ante tus muertos.
Y los de Jeus son capaces de muchísimas cosas.
No hay más que contar ahora.
Para Jeus, que ahora sabe esto, todo es de lo más sencillo, solamente él tiene que hacer algo para lograrlo.
Y lleva haciéndolo desde hace semanas.
—Pero ¿cómo quieres entonces arreglar lo de la comida todo ese tiempo, Jeus...? —vuelve a preguntar Bernard.
—Todavía no lo sé, Bernard, pero conmigo eso no tomará tanto tiempo como tú piensas, que lo sepas.
—Y hoy ¿por dónde estuviste?
—Por todas partes, Bernard.
Ya más o menos conozco la ciudad, voy a llegar pronto.
—¿Y luego? Entonces: ¿qué?
—Eso ya vendrá, Bernard, todavía no lo sé.
Bernard se rinde, pero ¡esto terminará mal!
Jeus cavila, pero no pueden sacar nada en limpio el uno del otro.
Sube las escaleras temprano, está exhausto.
¿Está permitido eso?
Sí, tranquilo, ve a dormir.
Cuando también Bernard sube un poco más tarde, Jeus ya está dormido.
A Bernard le habría gustado hablar con él.
De todos modos, Jeus tiene que despertar un momento, Bernard ha traído un manjar.
—Jeus, anda, despierta.
—¿Qué pasa, Bernard?
—Fui a traerte unas ricas manitas de cerdo, Jeus, debes de tener hambre, ¿no?
—No tengo hambre, Bernard.
—Vamos, come, no me engañes, te mueres de hambre.
¿Crees que estoy loco?
Se come los huesitos con apetito, pero no debe mostrar que revienta de hambre y debilidad, si no Bernard podría volverse loco.
Bernard lo sigue en pensamientos y dice un poco después:
—¿No sería mejor que fueras a casa, Jeus, con mamá?
—¿Qué dices, Bernard?
¿Que tengo que ir adonde mamá?
¿Te has vuelto completamente loco, Bernard?
¿Ahora que estoy estudiando tengo que ir a casa, Bernard?
Bernard todavía quiere decir otra cosa, pero las manitas se acabaron y Jeus ya está roncando otra vez.
Esto a Bernard se le escapa.
Esto es grave, ¿dónde encallará este barco?
Ahora a Jeus se le da a vivir el sueño de su vida.
Y ahora está ante milagros, ante mundos psicológicos.
Porque soñar ¿es lo verdadero?
¿Es ciencia?
¿Se puede vivir la ciencia por medio de los sueños?
Claro que no, y ¿sin embargo?
Muchos científicos recibieron su ciencia precisamente mientras eran inconscientes y ya no entendían de materia.
¡Esto es verdad!
¿Qué se sabe del alma, del espíritu y de la personalidad humana?
¡Nada!
¿Qué es soñar?
Nadie lo sabe.
¡Ningún científico sabe algo al respecto!
¿Pueden los sueños permitirte vivir el futuro?
Sí, pero ¿pueden los sueños enseñarte algo que te hace falta en los quehaceres cotidianos?
No, ¡eso es ir demasiado lejos!
Y no obstante, ahora Jeus sueña para su futuro.
Vive un milagro imponente y las cosas van justo como antes, Jeus, pero tú ya no piensas en eso.
¿No sabes que soñaste de manera infalible que Irma te engañaba con otro chico?
Eso volverá a ocurrir ahora, y ¡por medio de eso aprenderás a conducir!
Sueña ahora que anda fuera, caminando por la calle y buscando un garaje donde aprender a conducir un coche.
Es decir, ¿sí vendrá a cuento un garaje?
Sí, pero uno espiritual, uno que te permita soñar.
En la calle se encuentra con un señor y le pregunta si no sabe dónde queda tal y cual garaje.
Y ¿qué le dice a Jeus esa vida?
El hombre primero lo mira a los ojos, y luego se oye:
—¿No lo conozco?
—No lo sé, señor.
Es como si yo también lo conociera, pero no sé dónde nos habremos encontrado antes.
Sin embargo, tengo la sensación de conocerlo, claro que sí.
—Sí que es curioso, tengo los mismos sentimientos.
Pero ¿qué era entonces lo que quería de mí?
¿Qué busca en este vecindario?
—Necesito un garaje, señor.
—¿Qué busca?
—Un garaje, señor.
Hoy tengo que aprender a conducir.
Allí hay alguien que quiere enseñármelo, ¿entiende?
—Es un buen oficio.
Allí sí que llegas a ver algo del mundo y te cruzas con toda clase de personas.
Y eso, en el fondo, es lo más hermoso que hay.
—Vaya, usted también piensa eso; así lo veo yo también, señor.
Ya lo ve, ya tengo mi traje, ahora solo falta que lo aprenda.
Y encontrar un patrón.
—Pues, tal vez pueda ayudarte con eso.
Un amigo mío está en el garaje y no hace nada más que eso.
—Ay, señor, ¿no quisiera ese amigo suyo ayudarme un poco?
—Claro, por supuesto, todo es posible si lo quieres de verdad, entonces se arreglará.
Pues mira, ve allí, allí a la vuelta de la esquina, y preguntas por Willem.
Él lo hará y no te costará ni un centavo; puedes decirle que yo te mandé.
Pero sabes qué, voy a acompañarlo.
Ya le diré a Willem que tiene que ayudarlo.
—¿Quiere hacer eso por mí, señor?
—Claro, amigo mío, estamos aquí en el mundo para ayudarnos.
Y a Willem no le costará un centavo, ¿no?
Si usted se esfuerza, Willem podrá ayudarlo.
Pero: tiene que esforzarse.
—Cuente conmigo, señor, por supuesto, doy las gracias a su vida.
—Willem es un buen amigo mío, antes era mi criado.
—¿También con los coches, señor?
—Exactamente, teníamos un garaje, pero luego empecé a hacer algo diferente.
Y Willem me debe una, de modo que puede hacer algo por mí para enseñarle a usted a conducir.
—¡Qué suerte la mía, señor!
Que me encuentre con usted ahora es una gracia de Nuestro Señor, ¿no le parece?
—En la vida hay que tener suerte, amigo mío, o no llegarás.
Mira, aquí es.
Y allí está Willem.
Voy a hablar con él un momento.
Jeus está ante Willem y ese recibe el encargo de enseñarle a conducir.
Lo que tiene que hacer en realidad todavía no es nada.
Solo debe mirar un coche de esos de vez en cuando, más no hace falta, dice Willem.
Tiene que observar detenidamente el coche, examinar todo lo que tiene que ver con un carro así, el resto ya vendrá y eso se dará solo.
Willem dice que debe llevar el coche en su alma, y cuando vea todo el conjunto ante sí, entonces Willem seguirá y el coche aparecerá delante de la puerta, y el propio Jeus dará una vuelta con él.
Jeus se sienta un momento al volante, es como si ya sintiera cómo ruge la máquina.
‘No es cualquier cosa’, piensa.
Quién habría podido soñar esto.
Siente el coche bajo las nalgas, y ¡eso es!
Y entonces le dice a ese hombre:
—Cuánto se lo agradezco, señor.
De verdad que me voy a esforzar.
Willem se va un momento, Jeus puede palpar el coche.
Todavía quiere preguntarle algo al señor, pero ya ha desaparecido.
¿Cómo es que se llama ese hombre?
Y entonces vuelve Willem.
Le da la sabiduría de varias cosas y asuntos, y por hoy eso es justo lo suficiente.
Entonces se despide de Willem, aunque volverá a ver esa vida, pero tiene que seguir pensando en el coche.
Se despierta tranquilamente y sigue pensando.
Fue un sueño hermoso, piensa Jeus... increíblemente hermoso.
Pero, en realidad ¿quién era ese señor?
Piensa que ya ha visto esa vida antes.
¿No era cliente del último patrón?
No, a ver, pensemos un poco, pero no da en el clavo.
Tiene que retener el coche, tiene que seguir pensando en eso y en nada más.
Entonces vuelve a quedarse dormido, ahora ya no sueña, este es el sueño natural, el sano.
Así vivió antes miles de cosas, pero no piensa en ellas.
Se levanta temprano.
No obstante, Bernard se despierta por su chancleteo y ya pregunta:
—¿Adónde quieres ir tan temprano?
Es que es para volverse loco, ¿no?
—Tengo que trabajar, Bernard.
—Pero esto ya no es trabajar, caray.
Eso no lo soporta nadie.
—Si quisieras callarte la boca tan temprano por la mañana..., Bernard.
Y ser un buen chico, Bernard.
Tengo que trabajar, y ahora, hasta la noche.
Por mí no hace falta que te preocupes, Bernard.
Una vez en la calle siente algo diferente, pero no sabe por qué lo siente.
Está claro, esta fuerza lo empuja hacia las tiendas, es como si hoy tuviera que mirarlas, y es lo que hace.
Sigue su camino paseando a su aire, cruza el puente de la calle Koningstraat, se mete a la Boekhorststraat, va pasando una tienda tras otra, no le interesan las carnicerías, pero de pronto siente, ¡detente!
¿Qué es eso?
Santo cielo, cómo es posible.
¿No está allí exactamente lo que necesita?
Está delante de una pequeña librería donde se venden libros de segunda mano, y en el centro del escaparate ve lo que le hace falta y lo que fue escrito para su vida.
¡Jeus lee: “Cómo convertirse en un buen chófer”!
La puerta aún está cerrada, tiene que tener un poco de paciencia, media hora más tarde tiene el librito en las manos, lo compró por un cuarto de florín.
Ahora se siente ligero como una pluma.
Va atravesando la ciudad corriendo, no sabe adónde.
Vamos a ver, primero algo de comer, y luego a seguir.
Hoy sí que se puede permitir un pedacito de morcilla.
En un puesto de esos en el mercado recibe su café y una vez acabado eso, va recorriendo la ciudad.
¡Mira allí!
Ve un carro de helados.
En el carro hay un chófer.
Ese hombre seguramente podrá contarle algo más.
Y él que se va hacia el carro.
Es un milagro, hoy recibe todo lo que le hace falta tener.
¡Vaya coincidencia!
Y ahora a preguntar honestamente lo que quiere saber.
—¿Puedo hacerle unas cuantas preguntas rápidas, señor?
El hombre lo mira y ya pregunta...:

—¿Señor, dijo?
Mejor quita esa parte.
Acaso ese individuo quiere tomarle el pelo, llega a Jeus.
Pero si eso es cierto, Jeus tiene que apurarse.
Vuelve a preguntar:
—¿Puedo preguntarle algo?
—Sí, claro, ¿qué pasa?
—Mire, quería preguntarle, si uno pisa allí, ¿qué pasa entonces?
El chófer del carro de helados mira los trapitos que lleva puestos.
El hombre lo ve, primero el traje y luego el conocimiento.
Jeus ya es un chófer, pero eso seguramente puede comprenderlo.
Jeus le suplica que le diga todo.
Y ahora que el hombre lo mira a los ojos, lo sabe todavía mejor.
Lo comprende, ahora Jeus oye:
—Mira, amigo.
Ya te lo muestro un momento.
Voy a prender el motor un momento, así lo entenderás mejor.
Pues bien, si piso este pedal, es decir, si lo aprieto, y al mismo tiempo meto la velocidad, y... —ahora mira bien lo que hago— dejo que el pedal vaya subiendo, el coche avanza.
¿Lo ves?
Allí vamos ya.
Y este pedal es el freno.
Ahora estoy frenando.
¿Lo ves?
No hay más.
Aquí tienes las cuatro velocidades, por supuesto, cada vez tienes que meter el pedal y cambiar de marcha, y así puedes conducir.
¿Lo entiendes?
¿Y quieres un cigarro también?
—Por favor, señor, por favor, chófer.
Le doy las gracias.
—De nada.
Jeus sale escopetado.
El hombre, claro, piensa que está loco.
Pues que se aclare él mismo, ahora lo sé.
En el rincón más hermoso de La Haya se sienta para estudiar.
Está maravillosamente allí, sentado junto a los patitos y los cisnes, la Vijverberg es bien conocida.
Y ahora, ¡a estudiar!
Hay un sol delicioso, ha comido y bebido, puede aguantar hasta la noche.
Una y otra vez mira los coches que aquí pasan volando.
Ya verás, no hace falta alborotarse tanto, más adelante también estaré allí y también volaré por la ciudad.
No es necesario alborotarse.
Yo también ya encontraré mi barón.
Pero ahora lo conozco yo mismo, no hace falta que esos de allí me enseñen nada.
¿No es cierto?
Entonces iré a una familia rica, no, un garaje es mejor, esa fanfarronería no le dice nada.
Menos mal que habla alemán, hacen falta los idiomas.
Si hablas idiomas, te toman más en cuenta.
De lo de Willem todavía recuerda todo, vive ahora mismo en su conciencia diurna.
Esta noche se volverá a acostar temprano y volverá a Willem, porque lo siente: de allí le tiene que venir.
No se ha perdido nada.
¿Cuántas visiones semejantes no se le ha concedido ya vivir y recibir de manera infalible como verdad y ciencia espiritual?
Pero Jeus no piensa en eso ni tampoco hace falta, si no él mismo piensa y entonces ¡vagaría sin rumbo y se pierde en este inconmensurable espacio!
Lo que va a ocurrir con él ahora ha sido pensado de manera infalible y todo marcha bien, pero se le concede dar paso tras paso en este camino para alcanzar el propósito final, ¡ser chófer!
Para Casje, ¡este es el contacto con su vida y su personalidad!
Estudia hasta que se hace de noche.
Ahora a ver si todavía hay algo de comer.
Los panecillos famosos ya no puede verlos ni en pintura, pero ahora no tiene nada que decir.
Hoy ya comió morcilla, pero el estómago ruge y no está contento.
El sentimiento que le habla dice: a lo mucho una semanita más, y entonces será chófer.
Ya son tres meses y medio de estar corriendo, pero ¿qué quieres, si aprendes un oficio magnífico?
Otros tardan años en eso.
Cuando Bernard lo ve estudiando esa misma noche, le llega a su vida:
—¿Entonces sí que necesitas clases para ser chófer?
—Sí, Bernard, claro, ahora ya estoy estudiando.
—Pero ¿acaso pensabas que yo habría podido ser sastre por medio de un librito?
¿Mirando un libro?
—Eso es algo muy distinto para ti, Bernard, claro, lo puedo entender.
—Y para ti no, ¿o qué?
—No, Bernard, claro que no.
—¿Entonces estás tomando clases?
—Sí, pero de otra manera que la habitual.
Ves que estoy estudiando, ¿no?
—Pero ¿de verdad no entiendes que para eso hace falta más?
—Lo sé,
Bernard.
—Bueno, entonces ¿qué quieres?
—Pero si estoy estudiando, Bernard.
¿Todavía no basta?
—Esto es para volverse loco de remate...

Bernard se va enrabietando, ya no soporta más, pero Jeus lo tranquiliza cuando dice:
—¿Podrías callarte la boca, Bernard?
¿Aún no has tenido suficiente escarmiento?
Bernard, ¡voy a ser chófer!
Y ahora tengo que estudiar.
Así que mejor deja de chinchar, ¡a mí no me pasará nada!
Bernard se asfixia por dentro, pero se rinde.
Es horroroso.
Pero cuando dan las once, Jeus siente que tiene que dormir, le ha llegado el sentimiento de volver a soñar.

—¿Ya te tienes que ir a acostar? —pregunta Bernard.
—Estoy cansado, Bernard.
Cansado de tanto estudiar.
Pero no me importa esperar otro poco.
Fuman un cigarrito, Bernard hace a un lado sus cachivaches y quiere hablar.
—Entonces ¿estás seguro de lo que planeas hacer, Jeus?
—Para mí mismo lo sé todo, Bernard.
—Pero ¿qué es ese todo?
—Que voy a ser chófer, Bernard.
Bernard vuelve a rendirse.
Para Jeus el sentimiento progresivo se va acercando más y más.
Un efecto beneficioso, con el que está conectado en alma y espíritu.
Vive sus sueños, sus pensamientos, está metido hasta el cuello.
Hace que viva, hace que hable, piense, sienta, también lo ve, y todo eso no lo engañará.
Es más verdadero que todo de este mundo, es más claro y más natural, y ¡no miente ni te engaña!
Para él son leyes fundadas, posibilidades que serán materializadas más adelante, pero de las que todavía no conoce ni siente la profundidad, porque de nuevo sería demasiado para su vida.
Pero lo que va a ocurrir, ¡ha sido pensado a fondo!
Sabe con exactitud lo que quiere.
Puede hablarte también, puede hacerte soñar con una seguridad infalible.
Y esos sueños están sintonizados con la ayuda humana, con la felicidad para un ser humano, y quieren convertir su vida en algo.
Si Jeus tuviera ahora una chica, este sentimiento se habría dividido, pero eso ahora no lo hay, ahora puede entregarse por completo al cien por ciento, dentro de él hay un deseo imponente para convertirse en algo.
Para más adelante, claro que sí, pero no obstante también para sí mismo, y ¿si resulta que eso es posible soñándolo?
El golpe de Irma le dio todo.
Tampoco ese peligro lo hay ahora.
Otra chica lo habría vuelto a sacar a rastras de estos ensueños, pero eso se ha evitado, todavía es lo suficientemente joven para flirtear; lo que es venir, vendrá, pero entonces en el momento cósmico, ni un segundo antes ni después.
¿Qué quiere la ciudad, qué quiere la vida, qué quieren las personas de él?
Nada hay que puedan hacer, nada, él recorrerá su propio camino, Bernard.
Tú puedes saberlo, pero no crees que Jeus sea un milagro tal; sin embargo, pronto te quedará claro.
Y también entonces ríes, encima probablemente también te rías de él, pero eso es asunto tuyo.
Una cosa sí hay: enseguida volverá a soñar, y ¡entonces ocurrirá el milagro!
Cuando Bernard llega arriba, Jeus duerme, pero todavía no ha empezado a soñar.
Bernard también se acuesta, está exhausto y piensa, también él intenta empezar pronto una familia propia, y para eso hace falta dinero.
Jeus, que siente lo que su hermano tiene en la cabeza, no quiere tener dinero suyo.
Bernard ha sido golpeado indeciblemente por la vida y tiene derecho a un poco de felicidad humana, y ¿quién no?
Para eso Bernard trabaja duro, para su chica, su amor, que ya encontrará, todo ser humano llegó al mundo para zurear un momento, ¿cierto o no, Bernard?
Sin embargo, a diario hay unas monedas en su abrigo, para comer y beber, y lo agradece.
Pero echa en falta la sopa de Crisje, y eso no es asunto de nadie, tampoco de mamá.
Pero ¿dónde se habrá metido Willem?
Su alma suplica por este contacto, son mandados los primeros pensamientos y si no fueran captados, podría suplicar durante años, no recibiría respuesta ahora.
Pero hay algo, algo vive en el espacio divino que lo oye, que quiere que él sirva, que aprenda a conducir de esta manera.
Allí o en algún lugar de ese espacio imponente sus pensamientos son captados.
Ahora Jeus está inconsciente para el mundo, duerme, pero para el alma y el espíritu está despierto; y es que, hace años ¿no se subía Hendrik al techo trepando? ¿No caminaba con cuerpo y todo por encima de un espacio vacío?
Las fuerzas para ello las hay, su alma posee esa sensibilidad, no hace falta más, ¡este es el todo verdadero!
Piensa mientras duerme: ¿Por qué no visitaría a Willem?
Conozco el camino.
Soñando y pensando vuela hacia la calle Weteringkade, pues allí está Willem.
Está en una calle lateral.
En el puente de la plaza allí vuelve a encontrarse con su señor.
El hombre dice:
—¡Vaya coincidencia!
—Sí, señor, voy a ver a Willem.
—Ah, está en el garaje.
Acabo de hablar con él.
—Eso es magnífico, señor.
Pero ¿dónde fue que lo conocí?
Lo he visto antes alguna vez.
Pero dónde fue eso.
Mientras tanto, caminaron juntos a Willem.
El hombre desaparece, Jeus vuela hasta Willem.
Aun así, Jeus le da las gracias al extraño, y dice:
—Pues gracias, muchas gracias por todo.
—De nada... —Se oye.
‘Caramba’, piensa Jeus, ‘eso es dialecto’.
¿Sabe dialecto ese hombre?
Pero Willem está ante su vida.
Ve a Willem como un ser humano, un ser humano común y corriente, incluso ve sus granitos en la mejilla, algunas pecas, la nariz gruesa, los labios delgados; puede verlo como si fuera de día.
No hay nada inusual, nada angustiante, lo que está viviendo es humanamente real.
Willem pregunta:
—¿Qué tal?
Y ¿cómo te llamas, por cierto?
—Me llamo Jeus, Willem.
—Vaya, eso es dialecto de Güeldres, ¿no es así, Jeus?
—Sí, Willem, pero ¿cómo lo sabes?
—Porque soy de allí, Jeus.
¡Yo también hablo dialecto!
—Y a ese señor de hace un rato también lo oí hablar dialecto.
—Es lógico, Jeus, él también es de la (región de) Achterhoek, viene de Güeldres.
—Qué bien, Willem, entonces de vez en cuando podemos hablar dialecto.
—Sí, puede ser, pero cuando vayamos a conducir, Jeus, el dialecto no te sirve de nada, y más adelante la gente no podrá entenderte.
—Claro, Willem, entendido.
Pero ¿qué haremos hoy?
—Nada, Jeus, primero tienes que aprenderte ese librito.
—¿Lo sabes, Willem?
—Lo veo, la mitad se te sale del abrigo.
Ese es un buen librito.
Tienes que sabértelo todo, y luego iremos a conducir.
Jeus ve que el librito se le asoma por el abrigo.
Así que debe estudiar.
—Sí... —dice Willem—, primero aprendes lo que hay en él, así no tengo que decírtelo yo, y cuando te lo mencione sabrás de qué hablo.
—Eso también me queda muy claro, Willem.
Me encargaré.
Entonces mejor me voy de inmediato, Willem, así no despilfarro mi tiempo.
Se despiden.
Poco a poco, la vida interior se va tranquilizando.
Se va sumergiendo en el sueño normal, ya no hay cuestión de incidencia ni de sueños.
Ya no hay nada que pueda alcanzarlo, aunque su espíritu siga pensando y sintiendo.
Este contacto ya no puede ser destruido.
Cuando Bernard despierta por la mañana, Jeus está estudiando.
Bernard se quita las lagañas y en el fondo se despierta de un sobresalto ahora que ve que su hermano no abandona sus estudios.
También él soñó esta noche y su sueño no es moco de pavo, fue angustiante y horripilante.
Jeus ya oye:
—Con eso soñé esta noche, que te habías vuelto loco.
Íbamos a visitarte en el manicomio y estabas allí justo como Deut Messing.
Loco de remate, y se te caía un hilo de baba de la boca.
Maldita sea, que terrorífico fue eso.
Bernard lo examina; Jeus le contesta:
—Vaya, Bernard, soñaste que estaba loco de remate.
Pero yo no quiero tener nada que ver con estar loco, Bernard.
Bernard no puede con él, pero le asegura que está hasta la coronilla.
—Si no dejas esos malditos estudios te echo de esta casa o voy a hablar con mamá y le diré todo.
Incluso lo tengo en mi propia cabeza ya, caray, ya no puedo pensar.
¿Adónde vamos a ir a parar con esto?
¿Además quieres reírte?
¿Encima vas a reírte de mí?
Te vi sentado allí, ¿no?
La baba te caía del morro.
Deja que Bernard siga parloteando y continúa estudiando.
Trabaja duro y vuelve a quedarse dormido.
Alrededor de las doce sale corriendo a la calle.
Hoy les toca a los teatros.
Cuando más adelante la gente le pida que los conduzca al teatro, debe saberlo.
Apunta las cosas más imprescindibles en un cuadernillo.
¿Es bonito allí dentro, en un edificio así de elegante?
Seguro que sí, porque ya ha estado en algunos edificios y allí era realmente elegante.
Y luego, otra vez a comer.
Ayer gastó diecisiete centavos y no fue demasiado, pero hoy se le antoja un plato de sopa, se lo puede permitir, dentro de unos días será chófer de todas formas y ganará dinero a raudales.
Porque siente que Willem va a empezar pronto y también siente que eso está en sus propias manos, tiene que haberse metido el librito en la cabeza.
Corre el mes de mayo... el sol brilla que da gusto, pero los últimos meses fueron espantosos, Crisje.
Pero ¡será chófer!
Tomó algún tiempo, Crisje, pero ahora ya casi ha llegado a ese punto.
¿Dónde se metió Willem?
Jeus padeció hambre, Crisje, pero eso no importa, para semejantes asuntos se hace un sacrificio.
Jeus empezó a pensar por una fuerza diferente, Crisje, justo como antes, cuando vivía el Gólgota.
Esto no es otra cosa y es exactamente igual, Crisje, pero ¡ahora es conducir!
¿Tan especial es eso, acaso?
Sí, porque para el pensar y sentir normal y humano eso no existe en este mundo.
Pero ¿sientes, Crisje, que Jeus padece ahora exactamente las mismas leyes como cuando estaba contigo en casa, un niño todavía?
Por medio de esto Casje va adquiriendo un poder absoluto sobre él.
De no haber recibido esas cosas antes, no habría vivido nada ahora tampoco, Crisje, ¿por qué los demás chicos no recibieron las vivencias que él tuvo?
Hablamos de eso en repetidas ocasiones, entendemos su vida y todo por medio de lo que trabaja, estudia; o ¿no fue un estudio vivir el Gólgota?
¿No fue lo mismo encontrar el dinero en el bosque?
Ahora encuentra el camino, ahora encuentra el oficio de chófer, Crisje, y es de lo más sencillo, ¡porque otro pensar y sentir lo “quiere”!
Esa es la intención de Casje.
Pero Jeus no lo sabe, todavía ignora todo y eso debe ser así, o él mismo empezaría a pensar, pero cada pensamiento lo debe recibir y ahora ¡es “Sabiduría Vital Cósmica”!
Hasta ahora estamos contentos, Crisje; todo va a pedir de boca.
Pero debido a esto Jeus se pierde a sí mismo.
Sin embargo, ¡lo que recibe a cambio es enorme, Crisje!
Podemos decir sin problema: Casje, felicitaciones de Nuestro Señor.
Ahora Casje está en vías de auparlo en su vida haciéndolo chófer.
Y eso es arte espiritual, Crisje.
Ahora Casje convierte cada acto en una ley oculta, un fundamento espiritual, pero que lleva escrito encima “Jeus” y que es seguro.
A Jeus se le retribuirá con una personalidad mejor y más amplia si pierde este pensar y sentir materiales, y entonces será Casje quien lo tenga a él en sus manos.
Y estos asuntos ocurren —lo estás viendo— de manera infalible.
No hay ni un pensamiento que sea de Jeus mismo, y como es pobre, Crisje, como ahora ya no posee nada, está completamente abierto a esa ayuda, a este contacto, y Casje puede continuar.
Precisamente por medio de sus ensoñaciones y este contacto, Casje se adentra más en su vida.
Jeus se convierte así en un “consagrado cósmico”..., Crisje, y (lo) conocerá esta humanidad.
Por medio de esto, ya lo sentirás, Jan Lemmekus... vendrán más adelante los libros.
En caso de que Casje ya empezara ahora a anotar todo esto, Jeus obtendría en manos el libro más hermoso jamás escrito, pero eso vendrá solo después.
No olvidamos nada, Crisje..., más adelante todo quedará consignado y esa será entonces mi tarea, ¡del José de antaño!
Y lo ves, quiero acercarme un momento a ti, querida Crisje, ¡ahora estamos en ello!
Pero solo entonces La Haya lo conocerá.
Sabemos ya ahora, querida Crisje, que no se le recibirá con los brazos abiertos, pero eso no significa nada, con que esta humanidad reciba sus enseñanzas, los maestros traerán esta sabiduría “universal” a la tierra y a todos sus hijos.
¡Ya sabemos que Jeus escribirá una treintena de libros!
Y eso sí que significa algo, ¿no, Crisje?
O sea, el maestro de Jeus, este Casje, es infaliblemente consciente.
¡Es un “Omnisciente” en este espacio, Crisje!
Más adelante, Jeus lo conocerá, y solo entonces tu Jeus yacerá a los pies de su maestro.
Lo que él recibirá y vivirá, Crisje, es imposible que lo realice ni lo reciba nadie de este mundo por sus propias fuerzas.
Jeus camina entre las personas de la ciudad y nadie lo conoce.
Porque ¡ni él mismo se conoce!
Pero gracias a Casje se irá conociendo a sí mismo.
Tampoco nadie sabe quién es Casje, pero también de eso hemos hablado ya antes.
De verdad, Crisje, pusieron el nombre de Casje a una calle y es la calle Van Dijckstraat en La Haya, porque Casje es esa personalidad.
Y también eso Jeus tendrá que aceptarlo luego.
Te doy todas estas aclaraciones, Crisje, porque Jeus empezará a sentir que ocurrirá pronto y entonces también podrás comprender mejor todo.
Por lo tanto, cada acto que se le da a vivir a Jeus por medio de Casje es de concienciación espacial, es universalmente consciente.
Llegan hasta el pensar y sentir sociales desde una fuente de la que se origina absolutamente todo.
Es decir que Casje ya ha empezado, y en particular por medio de las leyes materiales, de la vida terrenal y lo ves, es posible.
La ciencia a veces lo llama inspiración, esta es la inspiración espiritual, Crisje, la elocuencia infaliblemente segura.
Todos estos pensamientos, aunque pronto tendrán que ver con un coche, son sin embargo conscientes de manera espiritual astral, y solo después de esto serán leyes ocultas.
¿Todavía te da miedo una ley oculta?
Para Jeus, el conducir se ha construido por medio de estas leyes, por lo menos hasta ahora, pero la mayor parte que resta seguirá enseguida y también eso lo vivirás, Crisje.
Lo sientes, y es que eso debe ocurrir, pues: al pensar en conducir por medio de otra fuerza, Jeus se disuelve por completo.
Debe perder “esto” que él es, pero recibe esa otra personalidad y con esta la posesión obtenida espiritualmente y además todas esas posibilidades de poder servir como instrumento, porque ¡para eso es!
Y otro poco más tarde, Crisje, Jeus entrará a la vida de Casje y sin duda que tú también sientes esto: ¡Casje lo sabe todo de la máquina humana!
Sí, Jan Lemmekus..., ahora no sobran tuercas ni tornillos, Casje desarma a Jeus por completo y lo hace según las leyes divinas, y cuando más adelante Jeus haya vuelto a ser armado completamente, su máquina y él mismo funcionarán para la “Evolución” divina... ¡la “Universidad de Cristo”!
Es un trabajo imponente y bello; le da a Casje conciencia constructiva para Jeus, y así tu hijo, Crisje, se convertirá en un “Universo” de sabiduría, un imponente milagro espiritual, ¡el único en este mundo!
Pero ¿dónde se metió Willem?
¿Quién es ese Willem, Crisje?
Es un ayudante de su maestro.
Yo también, Crisje.
Y lo oyes, ¡aquí estoy!
Jeus aún no debe verme o volverá a nuestra juventud, y esta debe seguir dormida
Pertenece a los primeros fundamentos; esto, al siguiente proceso para este desarrollo.
Willem es alguien que se mató conduciendo por su trabajo y tarea en la tierra; es decir que perdió lo terrenal, pero siguió en el espíritu y ahora puede ayudar a Casje.
No hay más que vivir, y este contacto es imponentemente puro, no hay quien pueda interferir en eso, nadie, porque ¡Casje blindó a Jeus —lo hemos visto y vivido, y por lo tanto lo podemos aceptar— contra todo lo de la tierra!
También contra el mundo de Casje; nadie sabe cómo tratar a Jeus, solo Casje sabe hacerlo, porque desde su niñez, abrió a Jeus para su vida y pensamientos.
De verdad que la tarea que tiene que hacer Casje —lo estás viendo— no es tan sencilla.
De este modo, sin embargo, Crisje —de eso se trata—, después escribiremos los libros, pero para Nuestro Señor, ¡porque “Él” quiere que “SUS” hijos despierten!
En el espacio de Dios vive más que una religión.
Casje puede obrar milagros por medio de los sentimientos de Jeus.
Mientras duerme ve a Willem, pero eso también es posible con conciencia diurna, porque Jeus es clarividente, es decir un vidente Cósmico.
Vivir y ver el Gólgota fue Cósmico, Crisje.
Por lo tanto, Casje podría vincularlo a esa clarividencia, pero también eso vendrá solo después, porque Jeus tiene que vivir el ver espiritual y eso quiere significar: ahora está abierto al mundo de Casje, es decir que debe recibir su ver, Jeus nunca verá por sus propias fuerzas, porque entonces solo se fragmentaría esa posibilidad y ese don.
Aquí en la ciudad, Crisje querida, viven suficientes hombres y mujeres así, y todos son sensibles, pero ellos ven por sus propias fuerzas y eso todavía no tiene nada que ver con nuestro mundo, el de Casje; y es que también están los telépatas, y esos hombres y mujeres viven ahora su propia sensibilidad, sobre la que más adelante Jeus escribirá un libro por medio de nosotros, porque nosotros, es decir los maestros más elevados, queremos que los sentimientos occidentales conozcan todas estas posibilidades y leyes.
Pero son aquí las que practican la cartomancia, también son aquí los psicométricos, los espiritistas, para lo que también Bernard tenía sensibilidad, pero quienes no poseen seguridad, porque —sin duda alguna lo comprenderás y aceptarás— los verdaderos ángeles de Nuestro Señor no quieren leer las cartas para las personas en la tierra, porque estos son dones divinos que hoy en día son arrastrados por el vil metal y ¡convertidos en plata!
Si te digo, Crisje, que cualquier perro y gato posee esta sensibilidad innata, entonces por qué las personas no, pero por esto surgió tal montón de mentiras.
Más adelante, Jeus tendrá que combatir este engaño, y aclarar por medio de los maestros todas estas leyes y posibilidades; solo entonces habrá contacto puro en la tierra.
Y ahora sabes para qué es eso, todo para descoronar a La Parca, porque ¡no hay muerte, Crisje!
Jeus ya siente que Willem va a empezar mañana.
Entonces Bernard pensará que está loco de verdad.
Él y Johan vivirán milagros, pero todavía no los entienden.
Pero lo que un mago puede vivir en su celda y para sus estudios, y lo que también recibe de sus maestros, eso Jeus lo recibe por medio de su contacto con Casje, de sus sueños, que no es más que un estado de trance.
Ahora el coche es una silla común y corriente, Crisje, pero ahora esa cosa va a tener un cerebro y será aupada, al igual que Jeus, porque Willem lo sabe todo de ella.
Es decir que la silla es un coche en el espíritu.
Y eso puede ser, porque si piensas en una paloma, pues, sabes cómo va a volar.
Ahora bien, si quieres hacer que un pedazo de madera vuele, así en tu mano, lo puedes lograr, y entonces esa es la quimera del acontecimiento real.
Para Jeus la silla es un coche, lo vivirás mañana y Bernard lo verá.
Si ahora piensas un poco más a fondo, Crisje, entenderás que a pesar de todo este es un milagro imponente.
También tu Largo está presente y lo sigue todo, porque al igual que Willem es un alumno de Casje.
Cuando un parapsicólogo siente esto, puede decir conscientemente, sí, esto es real, ¡detrás del ataúd hay vida!
Todo esto proviene de detrás del ataúd, Crisje, y ese es el milagro más imponente de este siglo, al que sirve Jeus, lo que no puede ser esquivado por nadie, por ninguna persona normal ni ningún erudito, esta es la prueba de la pervivencia.
¡Por eso todo lo que Jeus vivirá y todo lo que recibirá es imponente y sagrado!
Y por medio de esto, Crisje, ¡se convertirá en el “Pablo” de este siglo, aunque esta humanidad todavía no se lo dé!
Casje sí lo es, pero Jeus sirve a ese Pablo, ¡a su maestro!
Y detrás de Casje hay millones de maestros más, hasta que te veas ante Nuestro Señor, pero entonces Jeus accederá al divino “OMNIGRADO”, Crisje, y se le aclararán todas las leyes.
¿Sientes la enorme seguridad espacial de Casje?
Ante esto puedes inclinar la cabeza humana, todo esto es verdad divina, porque Casje dio a esa verdad, por medio de la vida espiritual, lo espacial, ¡es decir, el fundamento divino!
Créelo, Crisje querida, el psicólogo de la tierra todavía es como una vaca que busca el pasto tierno sin ver nada, pero que está parada encima y muge terriblemente porque no tiene qué comer.
¡Eso Jeus se lo demostrará a esta humanidad!
La mañana siguiente, entra al taller de Bernard y durante un momento crea un pequeño espacio para sí mismo.
Solo le hace falta un rinconcito.
Pero por supuesto que Bernard, que lo ve haciendo sus cosillas por allí, quiere saber lo que quiere, y ya pregunta:
—¿Qué quieres hacer aquí?
—Hoy empiezo a aprender a conducir, Bernard.
Bernard siente una terrible punzada.
¿Qué es lo que está diciendo?
¿Qué quiere ir a hacer?
Pero entonces ya oye:
—Pero Dios mío, Bernard, ¿acaso ya no entiendes dialecto?
Pero si acabo de decirlo, hoy vamos a empezar, hoy empezamos a conducir, Bernard, hoy tengo clase.
—¿Qué quieres empezar...? —vuelve a preguntar Bernard.
—Pero, Dios mío, hay que ver, Bernard, ¿de verdad no puedes entenderlo?
Me siento en una silla y es mi coche, Bernard.
Y entonces voy a conducir.
Eso es todo.
Sí, es todo, Bernard.
Pero Jeus no comprende que Bernard no lo entienda, es de lo más sencillo, ¿no?
No, Jeus, solo ahora Bernard piensa que estás loco de remate.
‘Cómo es posible’, piensa Bernard, ‘Jeus se está volviendo loco, él lo soñó, Dios mío, mamá, qué pena, ¿no?’.
Jeus no le cuenta a Bernard que Willem ya está allí, porque de todos modos no lo va a comprender.
Pero dentro de unos minutos, Bernard va a vivir una sensación desconocida.
Y Jeus finge que el cielo y la tierra dependen de su silla.
Ahora se sienta en la silla y poco después se queda dormido.
¡Willem puede empezar!
Este, pues, Crisje, es el trance que somete a Jeus al poder de Casje, pero ahora este es invisible para Jeus, aunque lo acompaña, sentado atrás, Crisje, y siente el placer de este breve recorrido, y para él no es sensacionalismo, sino ¡seriedad sagrada!
Quiere decir, Crisje, el espacio ha llegado a este punto, ¡avanzamos otro paso más!
En el instante en que Jeus se sienta en su silla, ve también a Willem.
Allí está, como un niño en un caballo balancín, Bernard oye que la silla empieza a vibrar, a temblar y a crujir, esa cosa material está cobrando vida.
Pero además en Jeus.
Willem dice:
—¿Ves el carro, Jeus?
—Sí, Willem, ya voy sentado en él.
—Lo ves, Jeus, entonces todo está bien.
Y es verdad, la silla se convierte en el coche que estando con Willem observó tan minuciosamente, pero la silla se ha metido dentro del coche.
Ahora esa cosa puede resoplar, chirriar, caminar y correr, la cosa va a cien kilómetros por hora, pero ahora Jeus debe aprenderlo, a sacar esa velocidad de su coche.
Willem dice:
—Lo ves, Jeus, allí están los pedales y aquí está el freno, este es el freno de pie y aquel el freno de mano, y esas cosas de allí son las velocidades.
Ahora vamos a irnos, yo conduzco, más adelante deberás tomar el volante tú.
Sabes cómo funciona la máquina.

Bernard lo oye susurrar y decirle a Willem:
—Vaya sensación tan deliciosa estar en un coche.
Enseguida se siente uno bien forrado.
Para Bernard, este intercambio de palabras son murmullos de Jeus.
Casje también podría haber hecho esto callado, entonces Bernard no oiría murmullos, pero entonces no daría pruebas al mundo material y esos aciertos son necesarios; más adelante Bernard y Johan deben poder decir: sí, allí en esta pequeña habitación aprendió a conducir, y lo oí despotricar.
Es una historia milagrosa, ¡un suceso no humano!
‘Pero además de eso, para volverse loco’, piensa Bernard, ‘de remate... No es cualquier cosa’.
Bernard está encima de la mesa de costura y sigue el horrendo proceso con el que tiene que ver, pero del que no comprende ni una pizca, porque todo este suceso se desarrolla entre “la vida y la muerte”, desde allí, desde detrás de la muerte humana, donde se armó el ataúd, pero por lo que todo cobra vida y significado para millones de asuntos y millones de pensamientos.
Esto que le ocurre aquí a Jeus tiene que ver con el alma y el espíritu, con Dios, porque este suceso lleva las leyes puras y divinas para la vida material y la espiritual, y al “ser” como humano hasta la revelación comprensible.
Jeus lo vive: Willem acelera y cambia la marcha.
Ahora salen de la calle Koningstraat para entrar a la Boekhorststraat, atraviesan la ciudad y salen de ella, es fuera de la ciudad donde Jeus agarra el volante.
¡Jeus de madre Crisje está en un coche de verdad!
Bernard lo ve, ve que giran a la izquierda y a la derecha, porque también Jeus va de aquí para allá en su silla en la habitación y tiene que aceptar los giros a la izquierda y derecha.
Willem recorre chirriando las calles de la ciudad, Jeus ve dónde está, conoció esas calles.
Es un gran milagro; para Bernard está “chalado”... el manicomio Rosenburg está detrás de esto, esta noche pueden encerrar a Jeus.
¿No es eso horripilante?
Entonces salen de la ciudad, en el bosque Haagse Bos Jeus puede sentarse al volante.
Bernard lo ve, Jeus está allí sentado con los ojos cerrados y en la postura correcta, y Bernard también ve que recibe el control del coche.
Dios mío, ¿dónde irá a encallar este barco?
Willem da órdenes:

—Primero hay que pisar el pedal de la izquierda, todavía no aceleres, eso lo hacemos enseguida.
Ahora mete primera, suelta el freno y deja que suba el pedal.
Lo ves, ya vamos avanzando.
Ahora escucha bien y fíjate por dónde vas, enseguida písalo y cambia de marcha, vuelve a pisarlo, tercera y ahora cuarta.
Vaya, vaya, Jeus, las cosas van bien, veo que has pensado y que has asimilado el funcionamiento.
Ahora vamos a parar un poco.
Jeus va frenando el coche.
Willem continúa.
—Otra vez exactamente lo mismo, Jeus.
Hay que meter bien el pedal o los engranajes empezarán a crujir y eso se oye de inmediato.
Y mantén la calma, piensa bien, reflexiona cada acto.
Pero tú sabes pensar.
Así está bien, mejor imposible, y ahora vamos a seguir un poco.
Anda, dale un poco más de velocidad al coche.
De maravilla, va muy bien.
Sigue pendiente de la carretera, Jeus, y no vayas demasiado cerca de los árboles.
No te fijes en el tráfico que tienes detrás si quieres ir tranquilamente del lado derecho del camino, pero si quieres adelantar a alguien volando, entonces miras detrás de ti, si no habrá accidentes.
Pero todo eso llegará solo.
Ahora vuelve a parar.
—¿Lo hice bien, Willem...? —pregunta.
—Bastante bien, Jeus, no podemos quejarnos.
Ven, vamos a seguir un poco, puedes conducir hasta Wassenaar y luego vamos de regreso.
Veo que no tienes miedo, si piensas a fondo todo sale solo, pero la mayoría de las personas no quieren pensar.
Piensan en miles de cosas y eso no debe ser si quieres conducir; piensas en un solo acto pero lo diriges hacia el siguiente, contemplas un momento el caso, y allí vas.
Allí, junto a ese hermoso árbol, paras otro momento y luego vuelves a seguir.
Junto al “Deil” vamos a dar la vuelta, eso también debes aprenderlo y asimílalo un momento.
Todo va bien, Jeus, porque estabas preparado.
¡Detente un momento!
Jeus vuelve a avanzar, pero el coche apesta terriblemente.
—¿Qué es eso, Willem?
—Se te olvidó el freno de mano, Jeus.
Y lo primero que debes hacer siempre cuando te pongas en marcha es fijarte en el freno de mano.
No lo olvides.
Al comienzo muchos se tropiezan con eso una y otra vez, Jeus.
¿Lo ves? Allí vamos a girar un momento, marcha atrás.
Ahora puedes intentarlo, pero acelera poco y ten mucho cuidado.
Gira el volante hacia donde quieres dirigir el coche.
Dale la vuelta, Jeus, pero mira detrás de ti.
¡Alto!
Ahora avanza un poco, retrocede otra vez, gira el coche en la dirección correcta.
Listo, un tirón al volante y ya estás.
Lo estás haciendo de maravilla, Jeus, muy bien, y ahora vamos a volver, tranquilo, tenemos tiempo de sobra.
Si sigues así, podemos hacer el examen el sábado.
Entonces serás chófer en una semanita y podrás empezar con un patrón.
Estupendo, entonces volverás a estar cobijado y estarás bien, y entonces que la sociedad te diga lo que quiera.
Conduce de regreso hasta llegar a la ciudad, allí Willem lo releva al volante, conducir en la ciudad es para más adelante.
Willem vuelve mañana a las diez.
Se despide y al mismo tiempo Bernard oye que dice: “Adiós, Willem, gracias”, y Jeus oye el “¡De nada!”.
Durante hora y media Bernard estuvo sentado encima de la mesa, observando él solo este suceso milagroso y demente.
Lo dejó paliducho, es de lo más fastidioso.
‘Qué vamos a hacer ahora’, piensa Bernard, ‘esta vida está loca de remate’.
Johan y Rie lo observaron un momento, pero no pudieron vivirlo, se pusieron malos.
“En nuestra familia”, dice Johan, “hemos recibido a un verdadero loco”.
Qué lástima, Jeus era una persona tan alegre, y ahora esto.
La ciudad le afectó la cabeza, Bernard.
Pero Jeus despierta y está de lo más normal, no hay nada particular.
Bernard ya pregunta:
—¿Quién era ese Willem?
—Es mi instructor, Bernard.
—Pero ¿es que entonces no estás loco de remate?
—¿Que si estoy loco, Bernard?
No tienes que seguir chinchándome, Bernard, a mí no me pasa nada, estoy feliz como una lombriz.
Por favor no te preocupes.
Rie y Johan deciden que es mejor largarse.
Claro que Bernard no lo sabe, su hermano es normal, habla normal, piensa bien, solo hay este follón extraño.
De hecho, ¿de qué habría que hablar?
Bernard tiene que tener un poco de paciencia.
El sábado ya hará su examen, Bernard, ¿de verdad no te dice nada eso?
Jeus rebosa de felicidad, está en el séptimo cielo y los deja hablar.
Bernard no tiene por qué trepar a la mesa de costura, puede trabajar tranquilamente cuando él estudia, cuando experimenta sus clases de conducción, ¿cierto o no?
Y eso ahora Bernard lo debe comprender, Crisje.
Ahora Bernard cavila hasta devanarse los sesos.
Qué lástima, lo del freno de mano fue lo único que no hizo bien, lo demás iba de maravilla.
Pero tendrá cuidado con eso.
Y cuando Bernard oye:
—Sí que es una lástima, Bernard, se me olvidó el freno de mano... —Este lo mira asustado como si el espacio se derrumbara y el mundo se fuera a pique, tan increíble es, pero además así de seguro que una persona normal de verdad tendría que asustarse por ello, porque es tan antinatural.
Y en efecto, Bernard vuelve a reír, esta seguridad lo saca de golpe de su miedo y de sus temblores por Jeus.
Todavía le da a Bernard:
—Te ríes de mí, ¿verdad, Bernard?
Pero entonces el coche empieza a apestar y ya no puedes avanzar.
Es por decirlo así, lo más equivocado que hay.
Si no piensas en eso, Bernard, el coche se avería.
Y es exactamente como si detuvieras esa rueda de tu máquina y aun así quisieras coser, Bernard, y por supuesto que eso es imposible.
Pero me voy a acordar, Bernard.
¿Lo estás viendo, Bernard? ¿De verdad está loco de remate?
No puedes con esto, ¿verdad?
Y así es, si conduces sin soltar el freno de mano rompes todo en pedazos, es exactamente como dos burros que tiran cada uno hacia un lado.
No, Bernard, cada uno quiere ir hacia un lado y eso es imposible.
Pero por lo demás, Willem está contento y el hombre que iba en la parte de atrás también; vio que Jeus aprenderá a conducir a una velocidad milagrosa, porque sabe pensar.
Johan se acerca a Bernard y le susurra algo al oído.
Johan quiere mandar traer a un médico, pero Bernard le da que hay que esperar un poco más con eso, resulta que tampoco es que Jeus esté así de loco.
Pero bueno, los locos son extraños, a la primera se sientan en tu mesa, comiendo a gusto, esa vida es bien tranquila, pero de pronto salen volando de casa, a la calle o a un jardín, se detienen un momento para arrancar un árbol o estrellar las ventanas, se abalanzan sobre ti, te patean y te golpean, te asesinan delante de tus propias narices si tardas demasiado tiempo en tomar medidas.
Entonces que Bernard se las arregle él mismo, Johan lo advirtió.
Eso Jeus no lo oye, está arriba acostado en la cama, descansando un momento del imponente esfuerzo, y eso le hace bien.
Johan escucha, Rie también, cuando pasa demasiado tiempo Johan va a echar un vistazo.
¡Vaya, vaya!
Jeus duerme, descansa, pero eso puede ser peligroso para más adelante.
¿Acaso no es así?
¿Todavía no sale volando a la calle para levantar un tranvía y lanzarlo fuera de las vías de la ciudad?
No, cuando baja después de una horita y resuena su retumbante risa, cuando pregunta por cosas naturales, ya no saben qué pensar, pero los locos silenciosos y además sanos son los más peligrosos.
Johan piensa hasta reventar, ese bueno de Johan, Crisje, llora por dentro por su hermano Jeus, para él no hay duda: ¡está más que chiflado!
Y en un grado que se ve rara vez y del que los eruditos tal vez no conozcan la profundidad.
Johan lo sabe con seguridad, se ha abierto un boquete inimaginable en el alma de Jeus.
Usa la tarde para dormir otro poco.
Ha empezado el revivir, Bernard; aquello que aprendió esta mañana ahora lo repite mil veces conscientemente y mañana Willem lo verá enseguida y además podrá constatarlo, porque ahora se está familiarizando con ese aprendizaje y esa sabiduría.
¡Jeus continúa!
Bernard vive una fiesta todas las mañanas, tiene un circo en casa y no le cuesta ni un centavo.
Rie no quiere saber nada de eso, Johan se siente tímido y temeroso, y es comprensible.
Quien vea como ocurre esto dice: está loco de remate, nunca antes en mi vida he visto algo así.
Y también eso es cierto, Crisje.
Si quieres ver y vivir esto, tienes que pagar millones de florines por ello, así de valioso es, esto de aquí solo lo vive Jeus, en todo este mundo ya no encontrarás a otra persona que también sepa hacer esto.
Si ves a Jeus dando vueltas por esta pequeña habitación, Crisje, entonces es como si por dentro te diera un ataque silencioso o ruidoso.
Pero esto no va hacia tu corazoncito, sino que tiene que ver con tu alma y espíritu, y es mucho peor que la demencia visible, uno ya está algo alerta ante un loco de esos, y es que ves que va a empezar, eso se siente, pero en el caso de Jeus no, ese vive todo en silencio.
Y es eso lo que tiene a Johan con tanto miedo.
Johan dice, esto va directamente a “Rosenburg”..., Bernard, ya lo verás, es un manicomio cerca de La Haya, Crisje, donde viven unos cientos de locos.
Pero esta mañana Bernard ya empieza a verlo de una manera muy distinta.
Lo está oyendo, Jeus ya no ladra tanto, las cosas se dan con más calma.
Todo va mucho mejor, lo que Jeus hace ahora es algo calculado.
Bernard piensa que a la gente en la calle más le vale abrir los ojos.
Jeus ya no maldice tanto como ayer, el proceso se va haciendo más humano, Crisje, empiezas a sentir tú misma que se piensa de manera humana.
Bernard también lo oye, Willem está sumamente contento.
Después de tres días Jeus ya conduce por la ciudad y eso indudablemente significa algo, Crisje.
Hace un rato pasó rodando por la calle Venestraat.
Ahora van pasando por la calle Wagenstraat, Crisje, y todo eso Bernard lo puede seguir.
Oye que Jeus lo dice y por supuesto que lo ha vuelto a recibir de ese Willem.
Pero se les puede seguir desde aquí.
Todo ocurre desde este cuartito, Crisje.
Hace un momento volvió a echarle pestes a la gente, no se fijaban.
Ahora van hacia la calle Spuistraat.
Llega para Jeus:
—Ahora un momento de mucha atención, Jeus.
Vamos a entrar a esa callecita estrecha y allí nos detendremos un momento, entonces vamos a fingir que nuestra gente se fue de compras y que tenemos que esperar un poco.
Bien, puedes detenerte allí, Jeus.
Qué bien, es maravilloso, ya sabes hacerlo.
Jeus habla con Willem, mientras se entretiene dando vueltas al coche.
Bernard ve ahora que se baja de su silla, que le da la vuelta, la mira con detenimiento y dice:
—Qué máquina tan bella, Willem.
—Sí, Jeus, todavía es un buen coche.
—¿Qué marca es, Willem?
—Este es un “Spijker”... Jeus.
—Por supuesto que un coche de estos es caro, ¿no, Willem?
—Sí, por este se pagan diez mil florines, pero si es nuevo, hay que añadir otro montón de dinero.
—Pero entonces con eso tienes un coche que marcha como un reloj, ¿no, Willem?
—Sí, eso es cierto, pero vamos a seguir, Jeus.
—Bernard oye: “Rrrrrt, rrrrt, rrrt..., rrrt... listo... ¡estamos en marcha!”.
Va solo, pero otra vez algo huele mal, a Jeus se le volvió a olvidar el freno de mano.
Salen de la calle Wagenstraat, recorren un tramo en dirección a Delft, de vez en cuando entran y salen rodando de una calle, dan la vuelta, se detienen y siguen.
Va muy bien, siente Willem, solo ese freno de mano no se le debe olvidar.
Por poco se mete un perro debajo del coche, ahora Bernard oye cómo Jeus blasfema.
Llegan a casa alrededor de las once y media.
—Hoy puedes disfrutar a gusto, Jeus, mañana seguimos.
Hoy mejor ve con Bernard a algún sitio, la próxima semana de cualquier modo ganarás tu dinero, invítalo al cine para variar, y a unos ricos bocadillos de salazón e hígado.
Estamos contentos, Jeus, las cosas van bien.
Jeus vuelve a despertar.
Bernard mira a los ojos de este gran milagro y esos luceritos tienen un aspecto bueno y radiante.
Bernard dice ahora:
—Eres o bien el milagro más grande de este mundo, o bien el loco más loco.
—Sí, Bernard... —sale de él...—, pero soy ese milagro.
Ya te lo dije antes, no quiero tener nada que ver con los locos.
—Cómo es posible... —viene todavía de Bernard; se siente más tranquilo y Johan no tiene por qué angustiarse.
—¿Quieres que te diga algo, Bernard?
—¿Qué tienes que decir?
—Que pronto voy a ganar dinero de sobra.
¿Quieres prestarme diez florines?
Entonces te lo devuelvo por triplicado, Bernard.
Quiero salir contigo hoy, vamos a pasar un buen rato en el cine, Bernard.
Tengo ganas de comer algo rico, Bernard.
Y pronto voy a buscar a mi patrón.
¡El sábado lo seré, Bernard!
Bernard le contesta:
—Puedo darte lo que quieras, a condición de que no te vuelvas loco.
Y ¿por qué no me pediste dinero antes?
—No me hacía falta, Bernard.
Pues bien, hoy vamos al “Kinematograaf”, ¿qué te parece?
Yo pago hoy, me sobra el dinero y dentro de tres semanas te voy a devolver el tuyo por triplicado, Bernard.
—Eso no quiero tenerlo.
Basta con que no te vuelvas loco.
—No me voy a volver loco, Bernard.
—Si no te vuelves loco, Jeus, quisiera incluso darte todo mi dinero, que lo sepas.
—Lo sé, Bernard, y te lo agradezco.
Están en el cine.
Disfrutan durante un rato de una película, en mucho tiempo no vio nada.
Casi ha llegado al final de su miseria.
Pero ¿en qué clase de tiempo es que estuvo viviendo?
Y aun así, todo es sencillo.
Pero ¿quién puede comprenderlo a él?
Los días pasan volando, ya llegó el viernes, mañana tiene que hacer su examen.
Ya conduce como un chófer experto.
Bernard continúa cosiendo tranquilamente, ahora Jeus ya no lo molesta.
Entonces está ante el sábado.
No sabe lo que es temblar, aparece la silla, pero hoy es el gran día para su vida y eterna gloria, Crisje.
Johan habla con Bernard y lo sigue un momento, conduce por la ciudad y no ve a nadie.
—¿Qué ocurre hoy, Bernard?
—Tiene que hacer su examen, y eso es hoy, Johan... —le dice Bernard con timidez y cuidado a Johan, lo cual aun así asusta interiormente al primogénito de Crisje.
—Lo que faltaba... —le contesta Johan...—, lo que faltaba.
¿Y tú crees eso, Bernard?
Pero ahora Bernard no dice ni una palabra, lo sabe, Jeus no se volverá loco, ¡es un imponente milagro!
Johan no puede ver esto más tiempo.
Pero Jeus sigue atravesando la ciudad, hace su examen, lo aprobó al cien por cien, con un solo errorcito, nuevamente se le olvidó ese maldito freno de mano.
Con que solo se acuerde de eso más adelante, cuando el verdadero coche esté delante de él y él esté dentro, todo marchará solo.
Pero cuando vaya a ocurrir eso, también estará Willem.
Y entonces Jeus deberá despedirse de Willem.
—Willem, ¿cómo puedo darte las gracias? ¿Cómo puedo enmendar esto, Willem?
—Si te esfuerzas, Jeus, ya quedo contento.
Te lo agradezco mucho, Jeus.
Willem ya no dice nada, pero también para él fue una revelación, por la que da las gracias a Dios.
Aunque Jeus no lo ve, ¡Willem corrió en línea recta al Gólgota para allí darle las gracias a Nuestro Señor por todo!
¡Esta fue la “orquídea” de Willem para Cristo!
Sí, Crisje, es una verdadera orquídea, así de agradecido está Willem, así de feliz, ¡también para él fue una sensación universal!
Créelo, Bernard, créelo, Crisje, tuviste que aceptarlo a pesar de todo y lo creíste un instante, lo que le hizo bien.
Bernard, acepta esto de millones de ángeles, ellos también siguieron este maravilloso acontecer desde sus cielos.
Todo el espacio, este firmamento, en el que soles y planetas viven y tienen que llevar a cabo una tarea para Dios, no rió, sino que ¡siente respeto por Casje y por su Jeus de madre Crisje!
Bernard, es una revelación divina, lo fue, porque tiene que ver con vida, alma y espíritu.
Todos dan las gracias a Jeus, lo saben: Casje y Jeus han aprobado, Bernard.
—¡Hurra, Bernard, lo logré!
¡Ahora soy chófer!
¿No estás contento, Bernard?
¿Acaso es culpa de Bernard que todavía no pueda darle todo?
No, y Jeus también lo comprende, le queda claro, pero ya pronto se lo demostrará y solo entonces podrán dar gritos de júbilo junto a él.
—¿De verdad pasaste el examen, Jeus?
—Sí, Bernard, hice mi examen.
Lo logré, Bernard.
Johan, ahora ha llegado.
¿No dices nada?
¿No tienes que felicitarlo?
No, eso Johan todavía no puede hacerlo.
Pero el lunes por la mañana, Jeus buscará un patrón.
Y entonces ya lo verán.
Y también eso ocurrirá, Crisje.
El lunes por la mañana, temprano, se va corriendo a la ciudad.
Va en línea recta a una dirección de la que siente que allí tal vez les haga falta alguien.
Ya pregunta:
—¿Necesita un chófer?
El dueño del garaje lo mira, parte de que Jeus es un chófer, eso se ve enseguida por su pantalón y las cañas, la gorra, claro, pero ese hombre no necesita a nadie.
Pero mejor ve allí, a esas personas les faltan chóferes.
Y Jeus se va a Scheveningen.
El garaje debajo del Palace Hotel busca personal.
También ese hombre lo mira a los ojos y sin duda no lo conoce, pero pregunta:
—¿Dónde ha conducido?

Pues sí, ¿ahora qué, Jeus?
Rápido, ahora tienes que mentir con toda la barba, se trata de tu vida.
Y entonces el señor oye:
—Siempre fui empleado particular, señor.
—Eso lo entiendo, porque no conozco su cara de la calle.
¿Dónde ha conducido?
—En todas partes, señor.
También en Alemania... Charlottenburg... con familias distinguidas, señor.
—¿Hablas otros idiomas?
—Sí, señor, por supuesto.
—Pues sí, verá, eso es necesario, aquí conducimos para los mejores hoteles.
—Eso lo entiendo, señor.
—Sabe qué, venga el domingo... los hoteles todavía tienen que empezar.
Recibirá diecisiete florines a la semana, el resto lo ganará en propinas.
Los chóferes ganan un buen dinero aquí.
El año pasado ganaron miles de florines.
¿Qué le parece?
—Sí, señor, y me esforzaré.
Se lo agradezco mucho, señor.
Su nombre queda apuntado, Jeus desaparece, Crisje, tiene un patrón.
El hombre piensa, ‘Qué persona tan cuidada y educada’.
Y son precisamente esos hombres los que necesita, ves al instante a quién tienes enfrente.
Y ahora, Crisje, puede estudiar otra semana y entonces empezar de verdad.
Durante toda esta semana Bernard y él no se cansan de hablar.
Aunque esta sea una última semanita pesada, también estas horas y días van pasando.
Y entonces llega la mañana del domingo.
¡A las ocho está presente!
Allí está su coche.
Recibe un flamante Unieck, un coche de ocho mil florines.
El patrón está contento, porque llega a tiempo.
El chófer en jefe, que vive en el garaje con su mujer y que vigila el cotarro, porque el patrón vive en la ciudad, conduce el primero.
Pero Jeus examina su coche, se sube a él, así que este es el coche de verdad, no cabe en sí de felicidad.
Tiene un aspecto cuidado en su chaqueta ribeteada por Bernard, los zapatos y las cañas están bien lustrados, también su impermeable está impecable.
Toda la familia está en la plaza Gevers Deynootplein para vivir este milagro, están sentados allí tomando un café y están a la espera de que aparezca Jeus con su coche.
Johan y Rie, y por cierto también Bernard, quieren ver con sus propios ojos cómo encalla este barco.
Jeus lustra su coche.
Ahora hay que echar un vistazo.
Allí está el encendido, quiere estar un momento detrás del volante y probar a conducir de verdad.
El patrón no está, y si llega, puede decir, quería escuchar el motor un momento, quería oír lo que logró hacer esta fábrica; oí hablar de estos coches, sabe.
Y las cosas como son: está acostumbrado a unos cochazos.
El motor ya está funcionando.
En efecto, la cosa funciona.
Allí está el freno de mano.
Ahora a meter la marcha, esta es la primera.
Funciona, el coche avanza arrastrándose lentamente, ahora hay que volver un poco, sí, todo sale bien.
Alguien grita: ¡a conducir! El primero se va, si ahora llega un viaje es el turno de Jeus.
Pero el hombre vuelve pronto, ahora Jeus tiene que esperar otra vez, qué lástima.
Y eso ocurre tres, cuatro veces.
El patrón empieza a comprender que aquí algo no está bien.
El hombre llama un momento a su padre, a partir de ahora es por turnos, porque esto no está bien, uno gana todo y el otro nada.
Y más adelante eso no puede ser, cuando haya diez, quince chóferes; cuando vuelvan a llamar, Joost... —ahora se llama Joost—, te toca a ti.
Y eso ocurre ahora.
Una señora y un señor quieren un coche.
Jeus se sienta al volante.
De pronto, Willem está con él.
Qué bien, Willem, me parece magnífico.
—Claro, Jeus, se entiende, ahora vamos en serio.
Tú mantén la calma.
Ya puedes dejar que se suban las personas.
—¿Adónde quiere ir la familia, si me permiten preguntarlo?
—Queríamos ver unas cuantas fachadas antiguas, chófer.
—Ningún problema, señor, van a disfrutar.
¿Lo oyes, patrón?
Sí, y eso le gusta a la gente, la educación lo puede todo.
Las personas se suben en el garaje.
Ahora viene Willem: “Rodea ese pilar con calma, Jeus”.
Muy bien, tranquilito, ahora voy a salir por la puerta y subir esta cuesta en primera; la calle Palacestraat tiene subida y más vale, así el patrón no se dará cuenta de nada.
¡A conducir, Jeus...!
Jeus lleva el coche por la cuesta, entonces llega a la plaza Gevers Deynootplein, y allí ve a su familia.
¡Hurra! ¿Bernard, me ves?
¿Me crees ahora, Johan?
Míralo tú mismo, estoy conduciendo.
Sí, maldita sea, Johan, allí va, ahora ya no le vengas con cuentos.
“¡Cómo es posible!”, gritan allí, es lisa y llanamente un milagro.
Conduce bien a gusto.
Pero ¿qué es eso, Willem?
El freno de mano, Jeus.
Santo cielo, Crisje, qué impacto, Jeus se pega un susto terrible, pero ahora de una vez ha acabado con eso, ya no se le olvidará nunca más.
Rodando recorre la avenida Parklaan y pasa por donde las personas que pedían comida de la pensión.
¿No me ves?
No, entonces mejor a seguir.
Ahora pasa por la calle Voorhout, visita el barrio judío, atraviesa la plaza Binnenhof, gira a la izquierda y a la derecha, frena y para, vuelve a seguir, habla con sus pasajeros, les pregunta si quieren ver algo más, aunque no sabría qué debería mostrarles —pero eso ya vendrá—, y ¡lo logra todo!
Recorre los recovecos de la calle Wagenstraat, allí hay de esas monadas antiguas, lo sabe.
Y entonces la hora ha terminado.
Cuando vuelve a Scheveningen, los demás todavía están allí y ahora deben aceptar que de verdad ha aprobado.
En una sola semana y en una silla... mundo... ¡Jeus de madre Crisje se convirtió en chófer!
Junto al garaje despide a sus pasajeros.
Willem ve que se echó el primer pequeño fundamento, y Casje puede reír, puede ser feliz por él.
Ahora Jeus ya está en sus manos y en su poder al cien por cien.
Y solo porque accedió a este acontecimiento “anormal”, porque escuchó su voz interior, que sin duda estuvo allí.
Parca, ¡llegó tu hora!
Un montón de perlas de tu enorme corona salen volando por Scheveningen, ruedan por el Boulevard, quedan al alcance de la gente que posee razón y que sabe pensar; esta es la prueba cósmica de la pervivencia, porque ¡es Casje quien le dio este milagro a Jeus desde detrás del ataúd!
—¿Está contenta, señora?
—Sí, chófer, muy contenta.
Qué le dice el hombre a su patrón:
—Señor, nuestras felicitaciones por este servicio.
Volveré aquí.
El patrón sonríe y les da las gracias a los clientes, así las cosas van bien.
Se ve: la cortesía lo puede todo.
Este es un chófer decente, lo sintió enseguida, ojalá los demás también fueran así, entonces no tendría de qué quejarse.
El jefe no es más que un mocoso al lado de este chófer, hay que ver qué arreglado va ese hombre.
Crisje, ya ha ocurrido, nunca más vuelvas a preocuparte por Jeus, pasó el examen y ¡de qué manera!
¡Mejor imposible!
Delante de las narices de su patrón recibe dos florines cincuenta de propina, Bernard.
Cuando llegue la noche ya habrás recuperado tu billete de diez florines.
¿Dos florines cincuenta de propina? ¿Y eso en poco más de una hora?
Es increíble, pero ¡cierto!
Media hora más tarde y con Willem a su lado sale a dar la vuelta a Wassenaar, qué maravilla, va al Castillo, que conoce, está cerca del Paraíso, podrá tomar té y disfrutar del delicioso solecito.
Ya lo ve: la suegra, la hija y el yerno.
Sí, señora.
No, señora, sí, por supuesto, señor, se lo puedo dar como usted quiera, eso es normal, ¿no? ¿No vamos demasiado rápido, señora?
No, así está bien.
Y vaya vueltecita tan deliciosa que voy a hacerle vivir, señora.
Willem le ríe a Jeus, las cosas van maravillosamente bien, ahora puedes reír de felicidad, y eso por profunda felicidad humana.
¿Se da cuenta Jeus de qué clase de milagro es?
No, no es así, y más vale, o se volvería loco.
Ahora que eso no está, también todo lo demás marcha solo, es decir que no se le sube a la cabeza, Crisje, para su vida todo es de lo más sencillo.
Y ahora eso hace falta urgentemente, pero otra vida habría quedado demente tras un golpe tan consciente.
A Johan sin duda alguna, porque su miedo le tomó el pelo, Crisje, y Jeus no sabe de eso.
Al contrario, ¡todo es de lo más sencillo!
Y entonces pasa por la entrada del Castillo Wassenaar.
Allí es.
—¿También quiere beber algo, chófer?
—Muchas gracias, señora, por favor, señora.
—Qué chófer tan educado, niña... —oye la hija—, ¿no crees?
A veces entre los chóferes te encuentras con personas decentes, este es extremadamente educado, debe de ser un joven de buena familia.
Hace mucho que no tenemos uno tan decente.

Pero en el bolsillo de Jeus, Crisje, vive la primera moneda de dos cincuenta... y lo que se suma ahora no es cualquier cosa, porque la señora está contenta desde ya.
Y para eso es que Jeus ahora entrega su vida.
Recibe su té y su cigarrito, Bernard, tiene el sol encima de la cabeza, la naturaleza le sonríe, aquí hay pájaros cantando, el imponente mes de mayo canta en su corazón, Jeus ya los (os) ha aventajado mucho a marchas forzadas.
Johan puede ser su aprendiz, y tiene dinero de sobra, ¿no te gustaría hospedarlo, Rie?
Eso no va conmigo, nunca jamás; créeme, no tengo nada en contra de ti, pero ¡no como de tu cocina!
Y entonces vuelve al garaje.
Otra vez los pasajeros se bajan junto al garaje, todavía quieren echar un vistazo al Boulevard.
El patrón, que está cerca de la entrada del garaje, mira; oye:
—Mire, señor, este es el taxímetro.
Usted mismo puede ver lo que tiene que pagar.
El hombre mira.
Jeus recibe dos florines cuarenta de propina.
Mejor es imposible, es como si todavía no fuera suficiente por hoy; todo está de su lado, todo pone fundamentos para él ante su patrón, cuando la señora mayor dice:
—Señor, nuestras felicitaciones por este servicio.
Debo decir, tiene unos chóferes muy correctos.
Fue una delicia.

Y le dice a Jeus, y también eso lo oye el patrón:
—Es usted una persona amable, chófer.
Va a llegar lejos en el mundo.
Créame, se lo digo yo.
Y luego sale de la boca de Jeus:
—Es mi trabajo, señora.
Se lo agradezco mucho, señora.
‘Cómo es posible’, piensa el patrón, ‘este chófer viene de otra fuente, es de buena familia, se ve y se oye en todo’.
Pero así está bien, Crisje, incluso ¡no puede ser mejor!
Cuando llega la noche ya ganó unos setenta florines para el patrón, y para él mismo, Crisje, no lo creerás, doce florines con sesenta centavos de propinas; con el resto del sábado va a ser un monto bueno y alto.
Y ahora, a comer.
El patrón dice, ve un momento al sótano, debajo del edificio, allí puedes comer bien, o ¿van a traerte comida?
Ya quisieran, pero yo voy allí.
Vamos a ver, qué pena que Bernard no esté aquí.
Bistec con papas fritas y ensalada.
Ensalada fresca, ya se la ha ganado, ¿no?
¡Un vaso de cerveza, camarero!
Allí está Jeus ahora, zampando que da gusto... Crisje, se siente como un rey.
Dios mío, qué agradecido te estoy, no piensa en Casje, a Willem también casi lo ha olvidado, ahora está sintonizado consigo mismo.
Rápido, de vuelta, tal vez haya servicios.
El patrón ya dice:
—Qué bien que hayas vuelto tan pronto, Joost.
Ese “Joost” sí que lo molesta un poco, Crisje, no está acostumbrado a eso, es como si ya no fueras tú mismo, como si la gente quisiera convertirte en otra cosa, pero, piensa, ese “Jeus” aquí no lo comprenden y el “Jozef” suena demasiado elegante.
Lo deja pasar, ha entendido que gracias a ese “Joost” come y bebe como un marajá, Crisje, y eso es ahora todo lo que importa.
No ha comido tan bien en meses.
Hoy se siente otra persona, el estómago habla y ríe.
Cómo ha podido dejar tan pachucha esa parte del cuerpo.
Cuando está con el patrón dice sí y amén.
Eso se lo dijo Willem y no se le debe olvidar los primeros días, sino que tiene que escuchar bien.
Lo que los profesionales cuentan hoy, lo puede repetir él la próxima semana.
Entonces será su posesión que obtuvo él mismo, y nadie se dará cuenta de nada.
Ahora que tiene que conducir para el hotel Kurhaus, Willem vuelve a estar un rato a su lado, de vez en cuando viene a echar un vistazo.
—Willem, qué bien van las cosas.
Y qué feliz que estoy.
¿No quieres tener la mitad de mi sueldo, Willem?
Willem ríe y dice “no”.
Así de real, natural y ordinario es todo para Jeus, porque lo mira y vive material y humanamente.
Y aun así sabe que Willem es solo un sueño.
Pero ¿qué quieres?
Willem está a su lado, aun así no piensa en el mundo de este, y si Jeus abriera bien los ojos, vería además a Casje, porque es también a través de él que Willem llega a actuar, aquel es el inspirador de y para todo, este imponente milagro.
Willem todavía le da, antes de irse durante un rato:
—Cuídate, Jeus, de no contarles cuentos y no permitas que se te suba a la cabeza.
Mantente sencillo y agradecido, solo el agradecimiento importa.
Y lo sabes, con la educación lo consigues todo.
Si necesitas de mí, solo llámame y allí estaré.
—Gracias, Willem.
—Mantén todo el misterio que puedas.
Ya sabes lo que quiero decir, así nadie se dará cuenta de que todavía no lo sabes todo del coche y del oficio, pero mientras tanto vas aprendiendo a montones.
—Sí, Willem, me encargaré.
Vaya trabajo tan maravilloso que es este.
—Es cierto, Jeus.
Andas fuera, a gusto, ya no tienes que correr y es lo mejor que puedes encontrar.
¿Comiste bien, Jeus?
—Sí, ¿lo sabes, Willem?
—Te vi, qué gusto, oye, te lo mereciste.
—Qué buena persona eres, Willem.
¿A qué debo todo esto?
Hace siglos que no había comido al mediodía.
Hombre, cómo lo disfruté.
Alrededor de las ocho le dan un servicio y —cómo es posible...— tiene que esperar al lado de la pensión.
¿No hay nadie allí?
Se viene acercando el señor joven.
Betsy no está.
Le habría valido diez florines que lo hubiera visto el patrón.
—Vaya, Jeus, ¿te has hecho chófer?
—Sí, señor.
—Es un buen oficio.
¿Dónde lo aprendiste tan pronto?
Cómo es posible, se te ve muy bien.
—Sí señor, todo es posible, es mejor que hacer de recadero, ¿verdad?
—Desde luego.
Bueno, se lo diré allí dentro, Jeus.
—Gracias, señor, deles mis saludos.
El hombre ríe, la familia se va a enterar.
Santo cielo, ¿qué irán a pensar?
Pero ya se le ha vuelto a olvidar esa pandilla, sigue rodando, deja a su pasajero y vuelve.
Alrededor de las diez, un alemán llega volando al garaje y pregunta en su idioma:
—¿Habla alemán?
El patrón no sabe, le dice a Jeus:
—Toma, Jeus, habla.
Este contesta, también en alemán:

—¡Sí, Herr...!
¿Qué pasa?
Pero le toca al primero.
El alemán no quiere ir con el primero, el patrón dice:

—Vamos, anda, Joost, que tome él entonces otro viaje.

’Pero hay que ver esa cara’, piensa Jeus, la envidia se ve a la legua.
Pero eso ya se arreglará más tarde.
Pero qué infantiles son esas dos personas, el hombre y la mujer son ponzoñosos.
¿Por qué?
¿No lo saben?
Sí, claro, era el turno de él.
Ahora charla sobre el “Stolzenfels am Rhein”... y todo va bien, gracias a Dios, eso lo aprendió, eso es suyo propio.
El alemán habla mucho, hace algunos negocios en la ciudad y vuelve al Kurhaus.
Y Jeus vuelve al garaje.
Scheveningen ya está mortecina.
Ya verás ahora.
El primero está que podría hacerlo pedazos.
El patrón está presente cuando Jeus pregunta:
—¿Cuánto ganaste?
¿Tuviste más viajes?
El primero le contesta:

—¿Acaso es asunto tuyo?

El patrón también mira, ¿qué quiere Joost?
¿Es asunto suyo?
¿Qué significa esto?
 
—Quería darte el dinero de mi viaje... —el patrón lo comprende de pronto, y le parece enorme cuando Jeus dice esto.
Jeus continúa diciendo:
—Si no tuviste ningún viaje, te doy dos florines cuarenta.
Si tuviste un viaje, entonces restaremos tu propina de eso.
¡Vaya cosas!
Sí, le dieron cincuenta y cinco centavos.
¿Así que eso se suma a lo tuyo...?
Jeus le da el resto, el hombre y la mujer se caen de espaldas y el patrón le echa una gigantesca flor.
Eso es honradez, es hermoso, si toda la gente fuera así, no habría disputas en el mundo.
En su primer día Jeus ya batió todo, Crisje.
Ganó catorce florines y sus cigarros en el bolsillo, aparte de la bebida y comida, se convirtió en chófer y habla alemán con sus clientes.
No tenemos quejas de él, Crisje, todo está más que bien.
De golpe es uno de ellos y es lo que le corresponde, Crisje; la gente se inclina ante semejante agradecimiento y educación, eso le gusta a la gente, es lo que la atrae, y a quien sepa hacerlo y persista en ello siempre le va bien, ahora tú mismo estás atrayendo tu felicidad a tu vida.
Nuestro Señor recibe su agradecimiento, claro, Crisje.
Pero las personas envidiosas se hicieron compasivas, se les dio a ver y vivir el término de amor al prójimo, ¡del que tu “Largo” está orgulloso!
Y eso lo oye el patrón viejo, desde luego, se habla de ello; si todos los chóferes fueran así, el negocio iría bien, los clientes volverían, para lo cual vives y mueres a fin de cuentas, pero muchos dicen, “Ni que estuviera loco”; quieren ganar dinero y no dan nada por una cultura así.
Jeus sí, él es así, desde niño lo fue, por él ya no hace falta que te preocupes.
Y entonces llega a casa, deben admitirlo: es un gran milagro, no está loco.
Pero ¿quieres que te lleve comida, Jeus?
No, como allí en el garaje, también duermo allí, estarán sin mí por un buen tiempo.
Quince días después vive otro milagro.
A un señor se le averió el coche, se lo lleva la grúa, el hombre pregunta si aquí hay alguien que pueda reparar rápidamente su coche.
Entre diez hombres miran el coche, de pronto Jeus entra en acción.
También está allí Willem otra vez.
Le dice a Jeus:
—El coche no está averiado, Jeus.
Ya lo vi.
Se atora la escobilla de carbón, esa cosa no recibe corriente.
Ve por un martillo y dale un pequeño golpe al imán, pero vamos a tomarle el pelo un poco a ese fanfarrón.
¿Sabes lo que tienes que decir?
Mejor espera, ya me meto en ti y entonces lo hacemos juntos.

Jeus le dice al hombre, en presencia de todos:
—El coche no está averiado, señor.
—¿Qué me estás diciendo, chófer?
Ahora el patrón y los hombres piensan que está loco, suenan risas.
Jeus ya tiene un martillo en la mano y dice:
—Pero si le doy al coche un golpe en el coco, volverá a andar.
—¡Ya no podrás deshacerte de eso, fanfarrón!
¿Qué cosas son estas, señor?
¿Qué clase de chófer es ese?
El patrón le pregunta a Jeus si se ha vuelto loco.
Y luego se oye:
—No, no estoy loco, señor, ya lo verá.
—Apuesto veinticinco florines contigo, chófer.
—Bueno, señor, ya vaya dándome su dinero.
El hombre pone el dinero en las manos de su patrón.
Pero el capó está abierto, Jeus ya le dio un toque al imán y Willem dice:

—Lo ves, Jeus, la cosa ya está lista, la escobilla de carbón bajó.
Bien que ganaste veinticinco florines, pero de lo que se trata para mí es que ahora ven que eres algo, que entiendes de coches.
Y ese fanfarrón con su camelo tiene dinero de sobra y de todos modos no es más que un estafador, vamos a curarlo de eso, Jeus.
Jeus le dice al hombre:

—Ponga en marcha el coche, señor.
El hombre está que podría hacerlo pedazos, y se niega.
Otra vez se oye:
—Hágalo, señor, el coche anda, quiere ganar su dinero, ¿no?
El hombre va escopetado hacia su coche, furioso, lo enciende, y, mira, el motor funciona.
Al instante se vuelve a bajar y sale volando al Boulevard, regresa y pregunta:
—Le doy otros veinticinco florines si me dice por qué supo que el coche no estaba averiado.
¿Por qué lo supo?
¿Qué le hizo a mi coche?
Pues sí, allí están.
Jeus puede ganar dinero, pero Willem dice: ya es suficiente, guárdate tu secreto, Jeus.
Desde luego que lo hace, pero qué cosas son estas, ¿no, gente?
Dios me guarde, ¿qué clase de tipo es ese?
Quieren darle dinero si dice lo que fue en realidad.

—No —se oye—, ya quisieran, ¿pensé que eran (erais) mecánicos?

‘Mira’, piensa el patrón, ‘ese tipo es un as, ha aprendido algo’.
Pero... mundo... entre estos hombres hay más de un buen experto.
Jeus no, no sabe nada, pero sí lo sabe: viene directamente de Nuestro Señor y “ÉL”..., mundo, créelo, ¡lo sabe todo!
Y es que si trabajas para Él, ¡lo recibes todo!
¡Y Jeus conduce y trabaja para Nuestro Señor!
¿Todavía no basta con esto?
No, un poco después ríen por la pericia; la curiosidad humana asesina el milagro, ya Jeus lo aprenderá y se dará cuenta más tarde.
Pero entonces tal vez lo bajen del escenario ladrándole... Largo.
O arrojan sus libros a la hoguera humana, o lo declaran loco de verdad.
Y es que ¡todas las personas que representan una evolución espacial tienen que ser destruidas!
Mundo, ¡así es!
Pero ¡nosotros seguimos!

También el patrón quiere sonsacarle su secreto, pero ¡él no dice nada!
Entonces solamente pondría en venta su personalidad, y esta vale más que mil garajes y mundos juntos.
Pero, Willem, te doy las gracias, de verdad que no les diré a esos rebañegos que fuiste tú, todavía no, ¡más adelante!
Crisje recibe de todo y las cartas son milagrosas.
Una semana más tarde vuelve a ocurrir algo parecido.
El fanfarrón rico ha estado haciendo chapuzas en su coche y ni siquiera quiere saberlo.
Entonces no queda más que castigar a un hombre así, dice Willem.
Jeus ve que lo que al hombre le sobra es camelo, y son cuentos chinos.
Pero ¿qué es eso?
El patrón quiere saberlo.
Le dice:

—Los cuentos chinos son como apisonar una delicada florecilla, señor.
Los cuentos chinos son cuentos huecos, y ese hombre ¡es hueco!

Remolcan el coche, los chicos pueden ganar algo, pero los mecánicos constatan que no pueden repararlo aquí, por dentro todo está atorado.
Para eso les hace falta un taller.
También Jeus mira el coche, todos juntos están alrededor de él y se sopesan las posibilidades.
No, dice el patrón, por más que queramos, no se puede hacer aquí.
Pero de pronto Jeus oye a Willem diciendo:

—Ya lo vi, Jeus.
Este fanfarrón estuvo chapuceando en su coche y ni siquiera quiere reconocerlo.
Entonces le va a costar dinero.
Arreglamos el coche en diez minutos, vamos a curar ese cacharro rápidamente, Jeus.
Jeus le da esto a su patrón.
Dice:
—¿Puedo reparar el coche yo, señor?
—Pero no puede ser, aquí no tenemos un taller de reparaciones.
—Aun así es posible, señor.
—De lujo —dice el fanfarrón—, te doy cien florines si tengo mi coche para mañana.
—De acuerdo, señor.
Mañana tendrá su coche de vuelta.
¿Qué te parece, Crisje?
Pero Jeus ya lo vio por medio de Willem.
Su clarividencia es perfecta, Crisje.
Ve que hay un clavito en una válvula; por qué, eso no importa, pero esa cosa no entró allí sola, y eso no quiere reconocerlo aquel hombre.
El coche recibe un lugar, Jeus va a empezar.
Pero ahora juega todas sus cartas.
Les da a oír a su patrón y a los chóferes:
—En quince minutos queda listo el coche .
—Eso no puede ser... —sale rodando de todas esas bocas... —¿ahora con qué cuentos nos vas a venir?
—Eres mecánico o no lo eres... —les dice Jeus.
Va creciendo la tensión, es un milagro.
Pero el malparido ese entiende de coches.
Si logra hacer esto, entonces tienen que admitir que Jeus es un chófer y además un mecánico buenísimo.
¿Qué quieren hacer contra él los reyes del mambo?
Nada, Crisje, ¡se quedan boquiabiertos!
El patrón todavía pregunta:
—¿Lo dices en serio, Joost?
—¡Sí, señor Simon, lo digo en serio!
—Pero nada de trucos con los clientes.
—Si le digo que el coche funciona en menos de quince minutos, puede contar con eso, patrón, yo no hablo por hablar.

Y todavía no ha quedado convencido el patrón, aún quiere saber:
—Sí sabes lo que haces, ¿no, Joost?
—Sí, señor, lo sé.
Puede echarme si no puedo hacerlo, y eso dice suficiente, ¿no?
—Pero entonces ¿qué le pasa al coche ?
—Eso es un pequeño secreto, señor.
Ya lo verá cuando el coche funcione.
¡Voy a arreglar ese coche!
Willem y Jeus empiezan.
Pero Willem ve que los chóferes están detrás de los pilares, siguiéndolos.
Willem le dice a Jeus:
—Pídele un momento a tu patrón, Jeus, que les diga a esos hombres que se vayan, nos están espiando.
El patrón los aleja.
Willem vuelve a preguntar:

—Pregúntales a los caballeros si alguno de ellos trae un pequeño imán, Jeus.
Sí, esa cosa la hay.
Y ahora Willem dice:
—Rápido, levanta el capó, Jeus.
Y luego saca la segunda bujía.
Bien, ahora pon el coche en cuarta, sacúdelo y al mismo tiempo pesca ese clavito de allí.
Jeus hace lo que le dice Willem.
Y, mira, el clavito sale del motor, estaba atorado entre una válvula.
Fue un milagro que Willem lo hubiera visto, pero ¡fue Casje!

—Ya puedes volver a meter la bujía, Jeus. —Se oye, y un poco más tarde, ya en diez minutos, el coche está funcionando, ¡ganó los cien florines, y honradamente!
Así que allí están, los sabelotodos... ya no les queda ni una sola palabra, quedaron noqueados, ¡ese sí que es oficio!
¿Qué dice?
Todo el día hablan de ello.
El patrón le ofrece veinticinco florines si dice lo que fue.
Ahora lo sabían todos, claro, había algo en la sesera, sí, pero no en las de ellos.
Esas estaban vacías, tontas, carecían de sentimiento, no hay clarividencia que pueda atravesarlas, ¡a la de Jeus, sí!
También esto es un milagro, pero Jeus no dice nada.
Cuando llega el hombre el coche está listo, le dan sus cien florines, todos reciben cinco florines por la diversión, y el resto para él.
Ahora que el patrón ve que se puede ganar algo pueden reparar coches, pero que se dividan las ganancias honradamente entre todos.
Ahora Willem dice:

—Ya le gustaría, Jeus, ¡a partir de ahora ya no arreglaremos coches!

Por medio de Casje, Willem instaló en un abrir y cerrar de ojos un solo cordoncito astral y omnisciente en el cerebro de Jeus, y entonces se pudo.
Entonces Jeus lo supo todo, pero tampoco más, nuevamente un fundamento para el parapsicólogo, ¡de nuevo La Parca pierde perlas de su corona, Crisje!
Así Jeus continúa, se hizo chófer, ¡y uno bueno!
¿Qué dice el mundo de esto?
¿Qué dices tú, ser humano que lees esto?
¡Acéptalo, detrás del ataúd hay vida!
¡Tu vida no puede ser condenada!
Tu vida continúa.
¡Volverás a ver a tus seres amados!
Por medio de esto, ¡Casje, como un maestro Cósmico, puso ante ti las pruebas de una pervivencia eterna!
Es la personalidad astral la que vio, la que supo, no Jeus de madre Crisje, pero por medio de este milagroso instrumento recibes tus pruebas de pervivencia, ¡una muerte, no la hay!
¿Todavía no dice suficiente esto?
Sin embargo ahora tienes que sentir y querer comprender que podemos continuar.
Por medio de esto, a Jeus se le da a vivir un contacto cósmico.
Pues bien, ¡sí que continuamos!
Pero empezó cuando Jeus quiso conocer las calles de La Haya.
Así que... Casje puso fundamentos desde antes.
Empezó con lo primero de todo.
No dio un paso de más... ¡mundo!
Iglesia... ahora escucha, ¡no hay muerte y no hay condenación!
¡Eso te lo contará Jeus más tarde!
¡Y solo entonces Jeus de madre Crisje yacerá postrado a los pies de su maestro!
Esto ya debería ser suficiente, porque seguramente ya lo sientes, ¡todo le llega a Jeus al margen de su pensar y sentir!
Sí, gracias a Dios... por medio de una sola vida en la tierra no vuelves al divino “OMNIGRADO”, Willem y millones de otros viven... ¿verdad?... Largo, ¡tú pudiste seguirlo todo!
Ahora hay que seguir, por ahora esto basta, ¡Jeus todavía no llega al punto en que esté listo para la seriedad cósmica de Casje!
Pero ¡también ese momento llegará!
Dios mío, cuánto no les has dado a Tus hijos, detrás del ataúd son capaces de más cosas que en la materia, ¡ahora lo hemos vivido y podemos aceptarlo!