Jeus, el mecánico de bicicletas

Ahora Bernard y Jeus lo saben, la gente te promete el oro y el moro, pero de ningún modo van en serio, mienten y te engañan delante de tus narices, y después preguntan: ¿Dije eso yo?
Entonces no me entendiste.
Todo es cálculo propio, te van succionando la sangre, te pisotean, por lo menos si lo apruebas y no puedes mostrar lo que quieres, o te quiebran el carácter y la personalidad.
Tienen unos días para hablarse, para constatar de qué peligro escapó allí.
Había sido peligroso allí, para morirse del susto, y Bernard lo sabe: por ahora nada de chicas.
No está dispuesto a dejar que le vendan gato por liebre, conoce la ciudad y teme las caritas monas.
Crisje no debe preocuparse, pero cada mañana está postrada en la iglesia, se confiesa y comulga por sus hijos en la ciudad y saca provecho: ¡Nuestro Señor vigila!
—¡Qué clase de canallas eran esos de allí, Bernard!
Sí, Bernard puede entenderlo, la ciudad es más peligrosa que la campiña, allí conoces a todos, esas vidas están abiertas para ti, creciste con ellas, en la ciudad todo el mundo puede esconderse, la gente lleva máscaras.
En la ciudad pasan por encima de cadáveres para lograr sus propósitos, y en la campiña no eres capaz de hacer eso.
Jeus dice:
—Entonces prefiero con mucho a una chica de pueblo, Bernard.

Pero Bernard le contesta:
—Esas también pueden tomarte el pelo, que lo sepas.
Y también pueden dar la lata.
¿O no lo has visto allí en nuestro pueblo?
¿Cuántos tipos no hay allí que son unos calzonazos?
No me hagas reír.
Por supuesto que Bernard tiene razón, es lo mismo en todas partes, y sin embargo en la campiña no se experimenta las cosas que padeces en la ciudad, conoces el origen de la gente, sabes cómo nacieron, allí no pueden hacerse pasar por barón ni jugar a las princesas, eso lo conoces, allí con muchas cosas y asuntos no pueden engañarte porque esa posibilidad no existe.
Analizan la ciudad para sí mismos, Bernard siente que la psicología inmaculada de pueblo se disuelve en esta mierda, y Jeus ahora lo puede confirmar; él mismo lo padeció durante un rato, lo rodeaba por todas partes y lo vio, pero si abres los ojos no te puede suceder nada, todas esas almitas vacías van pisando su propio lodo.
¿No es cierto, Bernard?
—Por supuesto, y todavía no se dan cuenta de eso.
—Sí, Bernard, pero qué tontas que son las personas de la ciudad, ¿no?
Para esto Bernard se da la vuelta, para esto quiere mirar a Jeus a los ojos; lo que tiene que decir le quema en la lengua, los crujidos son los de una personalidad sincera que rehuye la blandura, cuando dice:
—A los cinco minutos de estar aquí, seguramente no lo crees, ¿verdad?, ya me había coscado.
—¿De qué te habías coscado, Bernard...? —Quiso saber Jeus.
—Pues, creo que aquí te toman el pelo delante de tus narices.
Y aquí lo único que importa es el dinero.
Aquí se venden por dinero.
Por eso también aquí hay tantas... putas... que lo sepas.
Y es algo que no me gusta para nada.
Jeus reflexiona, sí que es una palabra horrenda.
¿Putas...?
¿Qué son putas?
Lo sabe, por supuesto, para eso estuvo en el servicio militar, allí se oía y aprendía de todo.
Bernard todavía le da:
—Eso es lo que me da miedo, Jeus, y con eso debemos tener cuidado.
Estás ante una chica y en la ciudad piensas que viene en línea recta de donde su madre, pero un poco después puedes experimentar que va arrastrando a toda una fábrica, que son los tipos de la ciudad.
Eso a mí me da miedo.
Dios mío, eso es peligroso, es, por así decirlo, peligroso a más no poder, y tampoco quiero tener nada que ver con eso.
Cuando me vaya a casar también quiero tener a una buena chica, si no seguiré siendo soltero.
¿Lo oyes, Crisje?
Es para mondarte de risa cuando los oyes charlando así.
No obstante, han aprendido que aquí no puedes morder el anzuelo así como así, o el resto de tu vida estarás inmerso en contratiempos humanos.
Tus chicos tienen buena cabeza, Crisje, muchos niños de la ciudad pueden aprender algo de ellos.
Así las cosas van bien... ahora no hay peligro, las chicas malas les infunden respeto.
—Tú, Bernard... —dice Jeus—, ya puedes estar contento de haber aprendido un buen oficio.
—Por supuesto, qué habría sido de mí, ¿verdad?
Dios mío, qué impetuoso era, qué loco estaba en ese tiempo.
Con solo acordarme basta para que todavía me asuste.
Si no hubiera terminado debajo del tranvía, no habría sido sastre ahora.
—Sí, Bernard, las vueltas que da la vida.
Deberíamos saberlo todo de antemano.
Todavía te veo tendido en esa escalera.
Maldita sea, Bernard, no podré olvidarlo nunca, miré dentro de tu pierna.
Y ese trocito de pierna debajo de la mesa con un pedazo de tu pantalón, Bernard, aún puedo llorar cuando lo pienso.
Dios mío, qué situación y qué tiempos tan duros, Bernard.
Y luego murió papá.
¿Ya no hablas con él, Bernard?
—No... —llega desde Bernard—, no teníamos más que espíritus burlones.
Luego nos tomaban el pelo y por eso dejamos de hacerlo.
—¿Acaso era papá, Bernard?
—Claro que era papá.
Pero ahora ya tiene otras cosas que hacer.
Y yo también.
Reflexionan sobre eso.
Vale la pena, a pesar de todo, pero en la ciudad no puedes vivir junto a los muertos, allí te tienes que cuidar a ti mismo.
Bernard vuelve al asunto una y otra vez, fue un tiempo magnífico.
—Sí —dice—, hay fuerzas de las que los humanos no tenemos ni pajolera idea.
Pero ahora lo sé: cuando muera, seguiré viviendo de todos modos.
—¿Ya no tienes que ir a la iglesia entonces, Bernard?
—Pero ¿qué dices?
¿Todavía quieres verme en la iglesia?
Acaso pensabas que iba a seguir dejándome engañar.
Todo eso es por el dinero.
Ahora sé suficiente de eso para mí mismo, a mí ya no me verán en la iglesia, pero que no lo sepa mamá, eso solo le va a preocupar.
—Bernard, ¿qué es lo que te dijo papá, pues?
—De todo: que no hay infierno con fuego y que allí puedes vivir bien a gusto, incluso mejor que aquí, pero que aquí no debes hacer canalladas, dijo papá.
Un poco después hablan de las chicas...
Bernard le da:
—Santo cielo, Jeus, cómo me tenía agarrado esa Elly.
Pero me sentía como un rey.
—Yo también, Bernard, pero nos tomaron el pelo.
Fue una ducha de agua fría.
Jeus piensa, compara, pero escapó por los pelos.
Allí estaba en el paraíso, era obvio que pretendían seducirlo acercándole una manzanita, pero él no mordió.
Bernard oye cómo habla por lo bajo, y ahora pregunta:
—Pero ¿qué cosas dices de paraísos y serpientes?
—Es en lo que estaba pensando, Bernard.
Allí, estaba en el paraíso.
Allí me acercaron la manzana, pero no la mordí, ¿verdad?
Eso es otra cosa, Bernard, Betsy era la serpiente, pero cómo pueden engañar a la gente, caray.
Si eso es todo...
—¿Habrías querido morder esa manzana entonces?
—No, claro que no, Bernard, pero es la serpiente del paraíso, ¿no?
Es, por así decirlo, el peligro, Bernard, pero la gente no lo comprende.
Y la iglesia le toma el pelo a la gente.
Por eso ya tampoco quiero tener que ver con la iglesia.
—Claro, pero eso son las manzanas podridas, las peligrosas.
También Johan, que de vez en cuando asoma las narices, admite de buena gana que la serpiente del paraíso vive dentro de las personas, que son las propias personas.
No le queda otra que confirmarlo, es una sabandija rastrera y cantante, y esa cosa te besa.
También esa cosa llega con zalamerías, pero puede tomarte el pelo.
Rie mira las personalidades desde su propio mundo.
Qué niños son todavía, hace tan poco que se alejaron de su madre, todavía son auténticos, pero los caracteres son de primera.
Y entonces llega la hora de partir.
Jeus va a un verdadero barón para cuidar la casa durante un tiempo, y después de eso irá a visitar a Hendrik y al pequeño Gerrit.
Aquí es cosa de meter el correo, sacarle brillo al timbre, quitar el polvo aquí y allá en la casa, lo que le da asco, no, nunca jamás será un criado, aunque el hombre le diera mil florines, él no, él quiere ir al espacio.
Irá donde los chicos, sí señor, todos esos ricos te succionan hasta dejarte vacío, ya no le cree a nadie.
Si supieran por allí dónde estaba.
Betsy vive justo a la vuelta de la esquina.
Y también aquí oye: “Jeus, no quiero perderte, convertiré tu vida en algo especial, te lo mereces.
Eres bueno con los niños y eres honrado, ¿qué haces, Jeus?”.
Se va, señor, ahora ya no se fía de los ricos, solo terminan tomándote el pelo.
No, eso fue aniquilado, señor, dígalo usted mismo, uno no se tropieza diez veces con el mismo armario humano, ni que estuviera loco.
Después de cinco semanas puede irse.
Hendrik y Gerrit tienen una buena vida, y él va a ser allí el hombre de las bicicletas, tiene que recibir las bicicletas de los clientes, la cafetería funciona muy bien.
—Hola, Hendrik; hola, Gerrit, ya estoy aquí.
—Qué bien, Jeus.
Déjame llevarte a nuestro patrón...

Allí ya está el señor.
—Vaya, entonces ¿ese es Jeus?
Qué chicos tan fuertes tuvo tu madre.
Eso lo tengo que admitir.
El hombre mira a Jeus a los ojos y este lo sabe.
Hendrik le tiene que contar todo.
Duermen arriba, compartiendo una pequeña habitación; cuando enseguida llegue la gente, tiene que recibir los caballos, cuidar las bicicletas y ese es dinero para él mismo, con siete florines extra a la semana, comida y bebida, ¿qué más quieres?
Hendrik es cocinero y Gerrit es el criado de aquí.
Y luego tiene que encargarse de la plata con otra persona.
¿Te parece bien, Jeus?
El patrón sabe pronunciar su nombre.
—Sí, señor, me esforzaré.
Hendrik le dice:

—Tenemos suerte aquí, Jeus.
—Y ¿cómo fue que llegaste aquí, Hendrik?
—Pues está bastante claro, mi patrón se fue de Arnhem y no quería perderme.
—Pero ¿tú cómo llegaste a Arnhem entonces, Hendrik?
—Mandé una carta contestando a un anuncio, y eso es todo.
¿Pensabas que quería marchitarme allí en ese pueblucho nuestro?
Ya vendrán Teun y Miets también, allí te mueres de lo árido que es.
Así es, Crisje, lo estás viendo tú misma, uno por uno van a la ciudad, se echan al mundo.
Y ahora Jeus puede empezar.
Está por comenzar la temporada alta, están a gusto fuera, al aire libre, no tienen preocupaciones, están vivitos y coleando, están desbordados de tanta felicidad.
Se lleva muy bien con Hendrik, ellos dos se entienden.
El pequeño Gerrit se ha convertido en un chico raro, no se le puede calar.
El carácter de Gerrit es extraño y se inclina por las cosas bonitas y anda detrás de las chicas; para Hendrik se llama ahora Juul el guapo.
Hay que ver al pequeño Gerrit con sus zapatitos de charol, su bombín y su bastoncito, es tan gracioso que te mondas de risa, oye de Hendrik, y ¡así es!
Y el “Largo” tuvo razón, Crisje... Gerrit es un tipo extraño y seguirá siéndolo, tiene un carácter raro, hoy lo tienes y mañana lo has perdido.
Aun así se han seguido, se encontraron en la ciudad y ahora trabajarán juntos.
Hendrik le dice todavía:
—No puedo entender lo que quiere aquel, Jeus.
No ve más que faldas.
Cuando ve una falda se vuelve loco de remate.
Pero ya de niño lo privaban las chicas, ¿cierto o no?
Jeus ya lo ha entendido: Hendrik puede hacer y deshacer aquí lo que él mismo quiera, les cae bien, el chef está loco por él y el patrón, igual.
Lo presenta a otra persona y ahora tiene que trabajar con él, el hombre vino de las Indias Neerlandesas.
En realidad, Koos es el mozo de cuadras y cuida a los caballos, tienen que ir a medias, pero pronto habrá harto trabajo.
Eso también está en orden.
¿Hay alguna otra cosa?
No, adelante, haz tus cosas y mantén limpio el jardín.
Crisje recibe cartas maravillosas de los chicos.
Cómo es que es posible que sus chicos estén en un solo trabajo, con personas tan buenas, Crisje ya también recibió una carta del señor.
El hombre es un buen católico y eso es una suerte, Crisje lo sabe todo de eso, él cuidará a los muchachos, no hace falta que se angustie por nada.
Todo pinta bien, mejor imposible.
Aquí vives entre pequeños ruiseñores, los pájaros te despiertan por las mañanas.
Nuevamente, es un paraíso, Crisje, ahora también vive; los chicos mezclados con las chicas, aquí hay por lo menos veinte juntas, porque las personas de la ciudad vienen a descansar un rato, quieren disfrutar un poco de la naturaleza aquí, pero ellos viven en ella día y noche.
¡Hay que ver qué cosas!
Aquí se oye francés y alemán e inglés, Crisje... los chicos pueden entregarse por completo aquí, no habrían podido recibir nada mejor, pero Jeus todavía no está aprendiendo un oficio, pues esto lo puede hacer cualquiera.
Pero piensa: ‘Mientras tanto ya recibiré algo mejor’; siente que aquí está meramente de vacaciones, Crisje, con comida y bebida y alojamiento gratis, porque lo que tiene que hacer para eso no es nada, también lo puede hacer un chico de doce.
Aquí puedes pensar, Crisje, vive en el entorno más hermoso... miles de personas visitan este rinconcito y este paraíso les pertenece a tus chicos, es increíble, pero ellos lo recibieron de Nuestro Señor.
Los domingos hay la mar de gente aquí, Crisje, entonces los habitantes de La Haya salen a darse su vuelta a la campiña y muchos lo hacen en bicicleta, seguramente ya lo estás sintiendo: Jeus se hace cargo de la bici, le dan algo por eso y ahora ese dinero es para él y para ese Koos.
Ahora bien: si hay algo que reparar, puede cobrar más.
¿Entiendes, Crisje, que le va a ir bien?
Hendrik está aprendiendo un buen oficio, Jeus también quiere hacerlo, entiende muy bien que ahora todavía anda a la buena de Dios, pero vendrá más adelante, Crisje, de verdad que no es tan tonto y es lo suficientemente joven para hacer algo con su vida.
Lo más seguro es que el pequeño Gerrit siga siendo criado, no tiene tanta inspiración, tampoco llegan a verlo nunca.
Gerrit está descolgado, sigue un camino propio, Crisje, no hay nada que se pueda hacer y es cosa de él mismo, es lo que dicen Hendrik y Jeus, pero ellos dos ¡se comprenden!
Esto es más o menos todo lo que tienes que saber, así que has de tener plena confianza de que tus hijos buscan el bien, y ya lo oíste de su patrón y maestro.
Pero Jeus le tiene un poquitín de miedo a la hija de diecisiete años.
El pequeño Hendrik es guapo, y esa muchacha ya mira a los chicos.
Jeus lo ha visto y tiene que hablar con Hendrik.
—¿No es peligroso eso, Hendrik, esos cuchicheos con esa tipa?
—¿Que si es peligroso, preguntas, Jeus?
¿Qué hay de peligroso en eso?
Nada, ya sé lo que hago, ¿no crees?
¿O es que no tengo que decirle nada a la tipa?
Jeus todavía hace de papá con su hermano Hendrik.
Es que no es cualquier cosa, imagínate que lo vea el patrón.
Pero Hendrik le dice:
—¿Acaso no puedo hablar entonces con nuestra Miets, Jeus?
—Ya no lo vuelvas a hacer, ¿entendido?
—Claro que no, Jeus, no hace falta que te preocupes por mí.
Pero con Gerrit debemos tener cuidado.
Ese sí que es peligroso aquí.
Para mi gusto, ese sí que mira demasiado a las chicas, y no es de fiar, Jeus.
Y esa mocosa de la cocina —sí, esa, esa con los mocos, esa tiene mocos todo el día— pasa demasiado tiempo chismeando con el pequeño Gerrit, y voy a estar pendiente de eso.
Tú también, Jeus, ese no tiene que venir a hacer sus gracias aquí.
Pero por mí no hace falta que te preocupes.
Velan por el pequeño Gerrit.
Jeus lo sabe, no hace falta que se sienta angustiado por Hendrik.
Y en cuanto a él mismo, lo acaba de demostrar, pero también aquí vuelve a enfrentarse a una Betsy, ya la tercera con que se encuentra en su vida.
Esta lava los platos, está en la cocina y va afuera... hacía trabajitos de todo tipo... y ya lo está mirando de reojo, incluso peligrosamente, cómo es posible.
Acaso no ha demostrado aún, Señor Nuestro, que no le gusta el amor de serpiente.
¿Por qué vuelves a ponerle una manzanita de esas delante de las narices?
Hay que ver cómo mira esa chica, basta con verla, ¿no es para volverse loco?
Hay que ver cómo mira esa suiza, esa alemana, esa francesa, Jeus constata para sí mismo que aquí es un verdadero paraíso, pero mortalmente peligroso, mucho más todavía que allí, y ¡esa es la verdad!
Nunca antes habían estado tan bien.
Arriba hablan susurrando.
Aquí duermen entre los ángeles.
Los demás se van en la noche, los ángeles de la casa duermen aquí en el ático, pero a menos de cuatro metros de allí duerme el patrón, y ¡confía por completo en los chicos!
Puede confiarse en las personas que profesan una fe, y Crisje le escribió que sus chicos son buenos, que tienen una fe, basta con que el señor se encargue de que vayan a la iglesia.
Y es lo que ocurre, los domingos van a la primera misa, pero eso es cosa de ellos, no siempre tienen tiempo para hacerlo, el trabajo lo exige todo.
Los chicos vuelan para el señor, Crisje, pero aquí al lado, solo es una separación de papel la que cierra la pequeña habitación de los ángeles, hay niños que sueñan con Nuestro Señor.
El pequeño Gerrit ya está pensando cómo puede colarse, pero no lo logra.
Intenta hacerlo taladrándole agujeritos, pero Hendrik se coscó de eso.
Sí, Crisje, hay que ver las cosas que se le ocurren a Gerrit.
Cuando se ha apagado la luz, Gerrit quiere mirar por los agujeritos.
Y entonces ve el paraíso de Nuestro Señor, se anda con excusas y ahora Hendrik lo había atrapado.
Gerrit estaba subido a una silla, hacía sus agujeritos en el tieso papel tapiz, ese era su plan para esta noche.
Ahora otra vez se previno eso, Crisje, pero siempre se le ocurre algo nuevo, quiere mirar a los ángeles y eso es lo peligroso.
Jeus limpia el jardín con el rastrillo, el patrón lo ve y charla un poco con él.
—¿Va todo bien, Jeus?
—Sí, señor, todo bien.
—¿Estás contento?
—Sí, señor, por supuesto, y me esforzaré.
—Y ¿te alcanza la paga, Jeus?
—Sí, señor, no tengo nada de qué quejarme.
—Pero ¿estás ahorrando algo, Jeus?
—Eso también, señor.
Y también me encargo de Crisje.
—Eso es bueno, Jeus.
No debes olvidarte de tu madre.
Tienes una buena madre.
—Lo sabemos, señor.
Crisje es un ángel.
—Basta con que te asegures de ahorrar algo para más adelante.
En invierno no tenemos tanto trabajo aquí.
—Lo haré, señor.
Sí, las cosas van bien, mejor imposible.
Hendrik cocina bien y ya ha aprendido mucho.
Él también lo sabe, aquí se ven rangos y clases.
Lo que él es no sirve para nada, aunque gane su dinero.
Ahora Bernard puede confeccionarle tres trajes hermosos, pero él sigue siendo nada.
Las camareras se dan aires, ellas a su vez están por encima de las chicas del servicio doméstico, y así uno va ascendiendo más y más.
Cuando Jeus tiene un momento para hablar con Hendrik en la cocina, le va quedando claro que es un as cocinando.
El chef no quiere perderlo por nada del mundo.
A Gerrit le encantaría tener el gorro de Hendrik en la cabeza, y también llevar el famoso pañuelo, y lo que tanto deseó, Hendrik lo posee.
Lo comprende, debería haber hecho las cosas de otra manera.
Hendrik empezó enseguida como aprendiz de cocinero, él perdió su oportunidad.
Prueba un poco de la sopita de Hendrik.
¿Cómo se llama?
Louis-Dalé, o en holandés se llama Louietje van Dalen.
Una sopa al estilo de Deut Messing... y aquí suponen que Hendrik la inventó él mismo... "Deutmésámá"... es francés, Jeus siente que él lo convierte en lo que considere bien, y, ahora bien, lo más raro es que el chef dice que son inventos, que Hendrik es un genio nato para la cocina.
Hendrik le da a probar de su budín, es imponente.
Este se llama "Poepéla"... obtenido por el nombre... Gerrit Poep del propio vecindario, pero las personas siempre piden su budín "Poepéla"... marca comercial propia de nuestro vecindario.
Hendrik trabaja con creaciones propias.
Pero todo lo prepara con ginebra añeja y coñac... también en eso es algo diferente, y las personas solo prueban el sabor, la sopa en sí es solo un asunto secundario.
—¿Te gustaría probar un poco de mi sopa, Jeus?
—Claro, Hendrik, ¿tienes una buena sopa hoy?
Hendrik lo deja probar su sopa.
Pero un poco más tarde, cuando le ha dado unos retoques, Jeus vuelve a probar.
—Santo cielo, Hendrik, ¡qué rico eso! Y ¿cómo se llama esta sopita?
—Labuhá de bary... —Oye.
—¿Es francés, Hendrik?
¿Dónde aprendiste todo eso tan rápidamente?
—Aquí en la cocina, Jeus, puedes aprender de todo... —Se oye, y es cierto, Jeus, el chef le enseña de todo.
Aquí hay otra cosa.
Esto es, como lo dice Hendrik, un "Vildelacuá"... una suerte de budín para sorber, endemoniadamente rico, pero en español se llamaría... media vuelta a la derecha... pero la gente no hace eso, les encanta su "Vildelacuá".
Y de esta manera, Hendrik ya dio vida a un sinfín de inventos, de los que el chef quiere que los anote, a lo que Hendrik se niega, porque pasados cinco minutos ya a él mismo se le ha olvidado todo.
Aun así, este crío de Crisje tiene la sensibilidad para llevar a cabo algo bonito y bueno, ese logrará cosas en la vida, no hace falta que Crisje se mortifique por él.
—¿Qué tal mi sopa, Jeus?
¿Y mi budín?
No te lo imaginabas, ¿verdad?
Pero soy como era papá, puedo pensar, y tú también puedes hacerlo, pero nuestro Gerrit no tiene nada de eso.

Jeus siente que Hendrik mezcla sus sopitas y en comparación con él, su patrón anterior no es más que un lelo.
De verdad, Crisje, debes verlo y vivirlo.
Las cosas van bien aquí.
Pasan los meses volando, ganan un buen dinero, Jeus se compró muy buena ropa, Bernard pasó a verlo y además, un día libre, Crisje, se dejaron atender como grandes señores, se permitieron gastar un buen y espléndido dinero, lo que le corresponde a quien trabaje duro.
Y ¿para qué ahorraría todo?
Algo sí que le queda, Crisje, pero bueno, tampoco es que piense verdaderamente para el futuro.
A pesar de ello, la vida sigue, va pasando el verano y el paraíso se oscurece aquí, corren chismes de todo tipo, oyen las cosas más extrañas.
Hendrik dice:
—Algo está pasando, Jeus.
El patrón está preocupado.
Dijo la muchacha que puede que termine nuestra felicidad aquí.
—No será cierto eso, ¿verdad, Hendrik?
—Sí, le hicieron una mala jugada al patrón.
Lo engañaron por miles de florines.
Y eso es grave, eso está destrozando a nuestro buen patrón.
Habían pasado siete meses maravillosos.
Y luego estalla la bomba, las preocupaciones para el patrón y para todos ellos; se cierra el negocio.
Pero el patrón no quiere perderlos, los chicos irán con él, hasta que tenga una nueva empresa.
Todos son despedidos; ellos, Crisje, tus chicos, van con él a Róterdam, y vaya si eso significa algo.
De esta manera los chicos mostraron que son queridos, que han hecho bien su trabajo, porque los demás fueron despedidos.
¿Sabe Casje lo que va a ocurrir?
Jeus ya no ha pensado en su Casje ni un segundo, no desde que se ha ido de casa, aquel no existe para él ni para su sueño, para nada.
¡Y eso Casje lo tiene que aceptar!
Lo sabemos, la juventud en él debe morir, pero ¿ahora qué?
En Róterdam comen ensalada con langosta, pueden esperar lo otro, la siguiente escena, pero eso cuesta dinero, dura demasiado, Bernard.
Quiero hacer algo.
Si me quedo más tiempo aquí, habré perdido mis últimos centavos, y ¿luego qué, Bernard?
Sopesan los pros y los contras.
Hendrik ya tiene que alistarse para el servicio militar, Gerrit busca algo diferente, el patrón no llega a tener otro negocio, los chicos de Crisje se aburren a muerte y el aburrimiento no es bueno para el alma ni para el espíritu ni la personalidad.
Si el patrón no puede actuar, lo harán ellos mismos.
Jeus ya lo sabe, se va, vuelve adonde Bernard.
Quiere ir a hacer algo diferente a La Haya, pero ¿qué?
¿Todavía está siguiendo Casje esta vida?
¿Qué quieren hacer los cielos con este niño, por amor de Dios? ¿Me lo podrías decir?
Jeus tiene casi veintidós años.
No sabe hacer nada, pero piensa, día y noche, siempre sigue, y ¡no lo sabe!
Lo que sabe es: voy a ir adonde Bernard, allí debe ocurrir algo.
Y otra vez más siente por dentro el “Ve, adelante, ¡ve adonde Johan y Bernard, Jeus!”.
¡Eso es todo!
Crisje, no hay más.
Tiene que irse de allí o no tendrá ya ni un centavo.
Ya han quedado pelados, casi todo se ha acabado, ahora hay que ser ahorrativos, cada bocadito cuesta.
Ahora lo asalta el pesar, admira a Bernard y Johan.
Ellos tienen una existencia, ¡él, no!
¡Adiós, Róterdam!
¡Gracias por todo!
—¡Hola, Bernard!
—¿Qué pasa?
—No pude esperar más allí.
El patrón no consigue nada.
¿Puedo dormir aquí mientras tanto?
—¿Ahora qué, Jeus?
—Todavía no lo sé, Bernard, pero ya vendrá.
Hay silencio en la habitación arriba.
Bernard duerme; Jeus piensa.
En sus sueños recibe visiones, vive esas cosas conscientemente; mañana temprano lo sabrá, no todo, pero ahora sí el primer paso ha llegado a ser consciente en su interior.
No hace falta más, ¡eso es todo, Jeus!
Y ahora, ¡eso está allí!
Y ahora, ¡a seguir!