Jeus, el pulidor

Si hemos de aceptar que quien le habló a Jeus fue Casje, este tendrá razón, pues Jeus ya vació sus bolsillos, ya no tiene un centavo.
Crisje... ¡Los once florines y sesenta centavos se esfumaron!
Pero cómo se rieron.
Primero lo arrastraron a “Los dos huérfanos”, allí lloró y rió, pero luego fueron a otra parte para divertirse de lo más normal, entre ellos, pero eso cuesta dinero.
Pagó sus rondas con tu propio dinero.
Y ya sabes que él se sabe divertir, Crisje.
Incluso aquí hizo que se riera la gente.
Veían en él un artista, porque un granjero no es capaz de hacer el payaso así, esto fue arte puro.
Sí, Crisje, tanto se pasaron de rosca y no habrá a quien le importe un comino, piensa Jeus, porque es él mismo.
Luego se fueron a dormir deliciosamente.
Entonces, Jeus, ¿no es divertida la gente de la ciudad?
Qué buenas personas son, ¿verdad?
Muy buena la que te han jugado y tus rondas no significan nada, todas esas personas ya te han olvidado.
¿Y mañana?
Espera tranquilamente, ya te enterarás mañana.
Duerme bien.
—Buenos días a todos.
Santo cielo, Bernard, cuánto nos reímos anoche, ¿no?
Bernard no reacciona.
Se miran a los ojos y Jeus ya se lo está imaginando.
Lo de ayer, “cómo nos divertimos”, es para hoy un dolor punzante debajo del corazón, ¡son problemas!
Jeus, ¿no lo sientes en Bernard?
¿Pensabas hacer de príncipe aquí, de barón?
Ahora estás ante la pregunta: ¿qué vas a hacer?
Yo pensé que eras muy sensible.
¿No entiendes que aquí están amargados porque se acabó el dinero?
Johan y Rie han acabado sus ahorros.
Piensan que están locos.
Recibieron una paliza y Bernard piensa, ‘Santo cielo, eso me supondrá dos semanas de duro trabajo.
No volverá a pasar nunca jamás’.
¿Y tú?
Mira tú mismo, de verdad han quedado mudos.
Ayer rieron por encima de sus posibilidades, Jeus.
¡Tú también!
Ahora llevan una pesada carga en la espalda, ¿qué quieres hacer?
—¿Dormiste mal, Bernard?
—Pero ¿qué dices...? —pregunta Bernard con sarcasmo, aunque bien oye lo que Jeus dice, y ya le contesta:
—Dormí muy bien.
Pero debo trabajar.
—Y yo ya me pondré a buscar un patrón, Bernard...

Y entonces se oye, demasiado duro para la vida y sentimientos de Jeus:
—Pues ¡tendrás que hacerlo!
Uf, Bernard, ¿eso no fue un poco duro?
Jeus pregunta:
—¿Estás que te lleva el demonio, Bernard?
Ninguna respuesta.
Lo ves, Jeus, así son las cosas en la ciudad.
Pura pobreza.
Ahora puedes apresurarte a buscar un patrón.
Las risas y la felicidad de ayer pertenecen al pasado.
Ven, nos vamos, Jeus, de cualquier manera aquí no verás más que caras largas.
Vamos, y rápido, apresúrate, Jeus.
Tenemos que buscar trabajo.
¿No me oyes?
Todavía no te has ganado las risas, Jeus.
Debiste pensar en tu dinero.
Debiste darle esos pocos centavos a Johan, entonces habrías aguantado una semana, pero ahora que ellos mismos lo han gastado todo estás ante esta miseria, es una sensación triste, un vacío puramente humano, ahora lo equivocado que encierra está aquí en la mesa y te saca de la casa con la mirada.
¿No sientes su pesadez?
Espero que en efecto esto será un aprendizaje para ti.
En la ciudad debes pensar en todo.

Aun así, Bernard todavía oye:
—Qué tontos que fuimos anoche, Bernard.
—Sí, fuimos tontos.
Pero uno puede tener algo de vez en cuando, ¿o no?
¿Lo dices en serio, Bernard?
Este hijo de Crisje se hace cosquillas a sí mismo.
Pero es la comezón para una babosa, es más que eso, ¡es desagradable!
De pronto está en la calle.
¿Adónde ir?
Está completamente perdido, es un extraño aquí.
Aun así debe buscar un patrón.
¿Dónde viven aquí?
Sí, ¿adónde ir ahora, Jeus?
Se encuentra en un infierno urbano.
Es uno de esos millones de infelices, una partícula de este imponente conjunto y ahora deberá intentar encontrar algo de suerte, y también el único camino que lo lleve donde un patrón.
Ahora siente por dentro:
—¿A la izquierda, Jeus?
¡No, media vuelta...!
Entra a esta calle.
Cuando llegues al final estarás ante una plazuela.
Continúa allí, sin miedo, y luego otra vez a la derecha.
También debes recorrerla toda y entonces llegaremos a la vía de trenes.
No aquella por donde llegaste en tren, esta es otra.
Y luego sigue derecho otra vez, o sea que pasando la vía, y de nuevo a la derecha para pasar por un pequeño túnel.
Allí vuelves a ir a la derecha y entonces oirás algo, algo que conoces, Jeus, es el mismo chillido de tu fábrica de escobas.
Ahora vamos, sabes exactamente adónde ir.
Yo te sigo (—dice).
Sí, Johan y Bernard habrían podido ayudarlo, pero quedaron fuera de combate.
Ya no pueden pensar.
Habrían podido mirar tranquilamente el periódico, pero Jeus salió corriendo.
No tenían ahora los sentimientos para tratar e imaginar algo de manera decente.
Pero Jeus ya va corriendo.
No sabe que también ahora ha sido tocado por un cordón espacial.
Jeus es completamente él mismo, pero allí está el empuje y también ahora este es infalible.
Sí, Crisje, ¡han vuelto a estar juntos!
Casje ya está trabajando; y tu propio gran “Largo” va siguiendo este proceso, por supuesto, ahora también para él hay un montón de cosas que aprender.
Jeus va callejeando lentamente.
En efecto, ya está allí la vía férrea.
Un poco después oye el chillido y entra a la fábrica.
—¿Le hace falta alguien, señor?
—Sí, puede empezar mañana.
—¿Qué debo hacer, señor?
—Pulir puertas y armarios.
—Fantástico, señor.
Y ¿qué podré ganar?
—Nueve florines.
Jan Lemmekus, tu profeta se hará pulidor de puertas.
Jeus va a pulir.
Hace exactamente lo mismo que tú.
Pero sin duda esto es algo muy diferente que escribir libros.
Vuelve donde Bernard.
Tienen que admitir que fue rápido.

—Pero ¿cómo llegaste allí?

Sí, pues qué decir.

—No lo sé —dice.

Ni siquiera recuerda dónde es.
Cuando cuenta donde ha estado, Johan siente que es detrás de la vía.
Allí están esas fábricas.
Pero qué cosas, ¿no, Johan?
Encontró trabajo y ni siquiera recuerda dónde está la fábrica.
Pero allí está.
Es raro.
Bernard dice:
—Si aquí vuelves a hacer eso enseguida estarás fuera.
En la ciudad hay que pensar.
Ha pensado, Bernard.
¿De verdad eso es tan raro?
Y ahora otra cosa.
¿Tiene Jeus un traje para trabajar?
No, no tiene nada.
No puede ir a trabajar en su único traje dominical color caoba.
Pero Bernard ya sabe qué hacer.
Mientras tanto puede ponerse un traje al que Bernard tiene que dar la vuelta.
Tiene que empezar a trabajar en ello mañana o pasado, y para entonces ya habrá otra cosa.
Y ve que esta chaqueta azul le va muy bien.
Un poco justita, algo estrecha, pero eso no importa.
Así sale a su trabajo, lleno de energía, consciente de querer trabajar.
Irradia gratitud porque lo haya logrado tan pronto, hace su aparición entre los hombres.
¿Qué pasa?
¿Por qué ríen esos hombres?
La masa está riendo.
Se ríen de él, y la risa es totalmente gratis.
¿No lo entiende?
No, no saben de qué se ríen esos hombres.
Cuando llega arriba a su pequeño cuarto y un chico de quince años le dice lo que tiene que hacer, también este ríe un momento.
¡Allí está la bahorrina!
Aquí tienes una brocha y ahora ve a traer mesas, sillas, armarios y tablas para la cama, las pintas de negro y frotas hasta que te irradie su brillo.
No hay más.
El trabajo es de lo más sencillo.
Pero ¿por qué será que les da risa a esos hombres?
Cuando llega donde los carpinteros, se burlan de él a diestro y siniestro.
¿Qué quieren de su vida esos de la ciudad?
¿Eso es parte de la ciudad?
Siguen riéndose por lo bajo y lo pone nervioso.
¿Están dementes estos?
Es desagradable.
¿No tienen otra cosa que hacer estas personas?
Y cuando el chico de quince años le pregunta si es de buena cuna o si acaba de venir de una oficina, Jeus empieza a comprenderlo, aunque todavía no toma conciencia por completo.
Sí, sabes, tienes un aspecto demasiado bueno para una fábrica, y por eso aquí se están riendo.
Y tu pantalón es demasiado corto, tus zapatos bajos parecen espárragos y por eso les da risa a los hombres.
Y... traes puesto un cuello postizo.
¿Tan raro es eso entonces?
Podrías ir tal cual a una boda.
¿No pueden reírse un momento, acaso?
Jeus ya está trabajando, se esfuerza, ¡que se pudran!
Va pasando el día.
Jeus puede estar contento.
Solo las risas lo molestaron tremendamente, también le pegaron y lo patearon, pero que digan lo que quieran.
Y entonces está frente a Bernard.
—¿Qué te toca hacer allí, Jeus?
—Tengo que sacarle brillo a muebles, Bernard.
Estoy muy contento por haber conseguido un trabajo tan pronto.
Pero lo único que me lastimó fue que los hombres se burlaran de mí, Bernard.
—¿Por qué?
—Creo que por mi traje, Bernard.
—Pues, que les den.
Es envidia, no lo olvides.
También transcurre el siguiente día.
Las risas han desaparecido, Jeus trabaja duro.
También Bernard está increíblemente ocupado.
El hombre de la chaqueta azul vino a preguntar cuándo le devolverá su traje.
Bernard empezará a arreglarlo mañana.
Ahora que Jeus se ponga aquel verde.
Le queda mejor.
No piensa en las risas en la fábrica.
Esto es algo muy distinto.
Jeus aparece en la fábrica con su otra chaqueta.
Santo cielo, Crisje, qué risa le da ahora a todos estos hombres.
Jeus se comporta muy inteligentemente.
Tira su cuello en un rincón, pero siguen riendo.
Jeus siente que hoy ríen de otra manera.
Esto es verdaderamente molesto, pero trabaja duro.
¿Siempre son así las personas de la ciudad?
Pues en el campo la vida es bien distinta.
Allí nadie ríe si vistes bien.
Es como si Jeus estuviera pisando ascuas.
Aquí quieren torturarlo.
Los hombres le dan una bofetada en medio de la cara.
Y luego de repente tiene al patrón frente a sus narices.
Jeus empieza a sudar.
Siente que también al señor le da risa por dentro, y eso sin duda es muy malo.
Y entonces se oye:
—¿No preferiría buscar trabajo en otra parte?
—¿Qué dice, señor?
¿Piensa entonces que no me esfuerzo?
—No es eso, pero esto no va con usted.
—¿Me dice que no va conmigo?
—No, su sitio no es en una fábrica.
Por favor, dígame, ¿de dónde viene en realidad y a qué se dedicaba antes?
—Vengo de mi casa, señor.
Y quiero trabajar duro.
—Pero ¿qué planes tiene aquí?
—Ya le dije, señor, quiero trabajar.
Y lo que visto es pobreza.
—Exactamente, ¡eso es!
Lo ve, es demasiado elegante.
No es apto para trabajar en una fábrica.
—Ay, señor, por favor, déjeme trabajar.
Haré lo que pueda.
—De cualquier manera será mejor que busque otra cosa.
El patrón desaparece.
Los hombres ríen.
Casi se parten.
Qué mundo tan extraño es este.
Ay, Crisje, nunca he vivido algo así.
No me estarán echando, ¿no?
Santo cielo, ¿qué voy a hacer ahora, mamá?
Qué estrechez de miras tiene la gente aquí, mamá, son personas lastimosas.
¿Qué será lo que quiere esa maldita gentuza?
Es envidia, está claro.
Si no fuera tan triste, incluso a ti te daría risa.
Antes de que el patrón saliera de su vista, todavía oyó:
—Hace usted aquí el ridículo.
“Hago el ridículo aquí”, retumba en su cabeza.
¡Quiero trabajar!
Un poco después, otra persona está frente a sus narices.
El hombre pone nueve florines en la mesa, ríe también y dice:
—Tiene que buscar otra cosa, señor.
“Dios mío”, dice en un gemido dentro de su alma, “tan solo mira qué clase de criaturas has creado”.
¿Será que no entiende esta gente de la ciudad lo que es la pobreza?
¿Tiene que contarles que este traje ni siquiera le pertenece?
No, eso no puede ser.
Entonces solo queda partir.
Se asfixia de dolor.
No puede maldecirlas, porque cree que estas personas no lo valen.
Un poco después está en la calle.
En la mano nueve florines... para los que tendría que haber trabajado una semana.
Ahora le regalan todos esos días.
¿Están locas esas personas o estoy loco yo?
Entonces mejor revienten, si no quieren otra cosa, ¡los “drudels”!
Sí, Crisje, ya salió el primer “drudels” en la ciudad.
Que les den y que revienten, pero él no tiene culpa alguna.
¿Ahora qué, Jeus?
Sale caminando desganado, sin más, nuevamente no sabe adónde ir.
Pero ¿puede llegar a casa así?
No, ¿qué hará?
¿Qué te parecería un periódico, Jeus?
Todavía es temprano.
Mejor aprovecha un poco para conocer la ciudad.
Cómete un bocadillo de salazón e hígado...
Ya sabes cuánto le gusta a Rie, Johan y Bernard, y sabe rico.
Ahora tienes dinero de sobra.
¿Qué te parece?
Vive este milagro en la calle Wagenstraat.
Es delicioso.
¡Otro!
Y ahora tiene tiempo de andar husmeando, de sentir algo de la ciudad.
Honestamente, Crisje, se queda con los ojos cuadrados, se siente como un rey en este espacio.
Siente que son cosas raras, ahora incluso a él le da risa, pero es que es insignificante... algo así no se viviría jamás en el campo.
Allí la gente diría: cosa de él.
En la ciudad la gente es miserablemente pequeña, no lo sabe.
Sí, ahora está esperando el periódico, pero eso tardará otro poco.
Comprendió de lo que se trata en la ciudad.
Tan solo mira a todas esas personas que andan corriendo.
¿Acaso son personas en su pleno juicio?
Las manos en los bolsillos, ahora a mirar todo muy bien y tranquilamente; ve un montón de cosas para Crisje.
Luego, cuando tenga dinero, comprará algo para casa.
Y entonces llega el momento.
Jeus tiene su periódico, pero nunca ha visto una cosa de esas.
¿Dónde se puede encontrar algo, señor?
Allí, en los anuncios.
¿Qué te parece, Jeus?
¡Mira, allí!
Tal vez sea algo para ti y entonces aprenderás un buen oficio.
Dice:
“Se busca recadero, que sepa andar bien en bicicleta.
¡Interno!”.
Sabe andar en bici.
Sí, eso es algo.
Pero ¿qué es interno?
Ya se enterará.
Ahora un tranvía.
Se va, es el primero.
Aquí es.
Bastante apartado.
Dicen que ya casi está en Scheveningen (un balneario).
La línea ocho lo deja justo frente a la puerta de una mansión.
Ya lee:
“Pensión... Cenas a domicilio”.
—Hola, señor.
Vengo a preguntar si necesita a alguien.

Jeus puede entrar.
Eso ya casi es todo.
Cuando estás dentro lógicamente te darán ese trabajo, si no te cerrarían la puerta en la cara.
El señor lo mira bien y luego se oye:
—¿De dónde vienes, joven?
—Soy de pueblo, señor.
Acabo de llegar a la ciudad.
Quisiera hacer lo que sea por usted, ¡todo, señor!
—Eso pinta bien.
¿Sabes orientarte por aquí?
—Pero se puede aprender, ¿no, señor?
Soy bastante rápido.
Le aseguro que pronto sabré ubicarme.
Haré lo que sea por usted, señor.
El hombre piensa un momento.
Y luego Jeus oye:
—Sí, mira, aquí puedes avanzar.
Conmigo podrás aprender algo.
Puedo convertirte en cocinero.
—Me encantaría, señor.
¡Fabuloso, señor!
Quiero hacer lo que sea, señor.
—Por favor, espera un segundo.
Jeus espera.
¿Me darán el trabajo?
Huele rico aquí, Crisje.
Ya huele una deliciosa sopa.
Es increíble.
A rezar, Crisje.
Tiene que tener su trabajo.
Y también está en casa, Crisje.
Ahora de pronto ya no tiene preocupaciones, entonces ya no queda nada que le golpee.
¿Estás rezando, Crisje?
Llega una señora para verlo.
Ve que la mujer tiene colgando en el pecho un cacharro de aquellos como usaban las señoras de la Montferland.
Lo conoce.
Pero mira a la señora justo a los ojos.
Hace algo de lo que conoce la fuerza.
Quiere que piense bien de él.
¡Lo aceptará, como sea!
Tiene que acogerlo en ella, sí o sí.
Y entonces la mujer dice:
—¿No eres demasiado mayor para ser recadero?
—¿Yo? ¿Demasiado mayor para ser recadero, señora?
Le aseguro que no, señora.
Lo haré con mucho gusto.
Ay, señora, haré lo que sea.
De verdad que estará a gusto conmigo.
Se lo juro, señora.
Estoy a sus pies, señora.
Hago lo que sea, señora.
La señora ríe por dentro y se va.
Jeus ve que aquí también hay chicas.
Otra vez está el patrón delante de su vida, y piensa.
El hombre mira durante mucho tiempo y con seriedad.
Jeus ve que el patrón lleva un gorro blanco, que lleva un hermoso delantal y que aquí todo está como los chorros del oro, Crisje.
“¡Por favor, acépteme, señor!
Vamos, ¡hágalo, señor!
Haré cualquier cosa...”, manda a esta vida.
Otra vez vuelve la señora.
También se asoma otra mujer.
Allí está Jeus, y tiene que aprobar que lo escruten por dentro y por fuera.
Y entonces oye de boca del señor:
—Pues bien, joven, acordaremos que todavía sabrá de mí.
Primero su dirección.
Jeus desaparece.
Ve y siente que las chicas lo siguen.
Pero sabe con certeza que recibirá este nuevo trabajo.
Está seguro, se lo darán sin lugar a dudas.
Lo que había sentido había entrado de manera infalible hasta la personalidad humana, hasta el alma y el espíritu; la petición “¡Démelo!”.
Ahora a explorar un poco el vecindario.
Durante unas horas anda corriendo por las calles cual perro rabioso, asimila algunas cosas para conocer por lo menos algo de todo esto que le es extraño.
Y luego a casa.
Qué bien, ahora que le digan lo que quieran.
—¿De dónde vienes tan tarde...? —Quiere saber Bernard.
Pues sí, ¿qué tiene que decir?

—¿Hay algo? —le pregunta Johan también.

—¡Qué caray, santo cielo, ya he perdido a mi patrón!
—¿Qué dices?
—Sí, Bernard, me tuve que ir.
—¿Por qué?
—Por mi traje, Bernard.
¿Te lo puedes creer?
Rie no lo cree.
Johan se encoge de hombros.
Eso que se lo cuente a su abuela.
No le creen.
Su propia familia no le cree.
Es una vergüenza y es una patada para su vida.
¿Qué dices?
A Bernard no le entra en la cabeza.
Tiene que saberlo todo, pero qué se le va a hacer.
Rie no quiere saber nada.
Ella —se nota a la legua— piensa en el dinero.
Y también eso es una patada vil para él.
Santo cielo, Crisje, ¡qué cosas!
¿Se les ha olvidado aquí lo que hemos hecho?
¿Acaso esta mujer no ha recibido de Crisje y los chicos todo lo necesario para su matrimonio con Johan?
Ahora está temerosa de que no le den dinero, Crisje.
Jeus lo siente como una patada.
Le llora el alma.
No le creen.
¡Esto es grave!
Esto lo asustó.
No quiere comer y desaparece, va arriba, pero es Bernard quien lo fuerza a comer.
—¿Te has vuelto completamente loco?
También estoy aquí yo, más vale que lo sepas.
Vamos, a comer.
Esta incredulidad golpeó a Jeus por dentro.
Sabe de lo que se trata y es muy grave.
Pero no saben que ha recibido su dinero.
Llora por el golpe.
—Diablos, Bernard, ¿es eso un ser humano?
Johan no tiene nada que decir.
A mí no me la habría jugado.
Pero Bernard, me pagaron lo que me debían.
Para eso Bernard se da la vuelta, y pregunta, ofendido:
—¿Qué tienes?
¿O sea que te pagaron lo que te debían?
—Claro, Bernard.
Hice bien mi trabajo, ¿no?
Sí, ahora sí que algo cambia.
Pero ¿en qué pensaba Bernard entonces?
—¿Pensabas, Bernard, que había tirado todo por la borda allí?
—Entonces ¿sí fue por el traje?
¿Pensaban que venías de una oficina?
—Sí, Bernard, eso pensaban.
Pensaban que era de padres ricos.
Pensaban que estaba haciendo el payaso.
Pensaban, Bernard, pero lo podrás entender, ¿no?
Era demasiado elegante allí.
Ahora que pone su dinero en la mesa, de pronto todo vuelve a cambiar.
Pero espera un poco...
Tal vez tenga otro trabajo también.
Si tengo otro trabajo mañana, entonces ¿qué?
Más tarde primero les va a contar eso.
También mantiene guardado su dinero otro poco en el bolsillo.
Primero hablará con Bernard al respecto.
—Ya tengo otra cosa, Bernard.
—No puede ser.
—Pues resulta que sí, Bernard.
Toma, mira, aquí lo dice.
Bernard lee el anuncio.

—Pero para eso necesitan chicos.
No podrás hacer de recadero, ¿no?
—Me voy a hacer cocinero allí, Bernard.
E interno... creo que además dormiré allí también.
Y si eso es cierto, le dice Bernard, ya tendrá resuelto el alojamiento.
Pero entonces en realidad no pasa nada.
Entonces ¿qué quieren aquí?
Ahora que Bernard sabe que Jeus recibió dinero, entiende todo.
Lo mejor es esperar un poco.
Todavía tiene que guardar su dinero un poco.
Bernard lo sabe, el amor de hermanos existe, pero si tu hermano ya no tiene nada que decir, todo vuelve a ser humano, aunque sea triste y lastimoso.
En el campo nunca vieron eso, nunca lo conocieron.
—Y ¿crees que vas a entrar allí, Jeus?
—Sí, Bernard, voy a entrar, ya lo verás.
Hablan largamente sobre eso, luego finalmente se acuestan.
Abajo están esperando el dinero.
¿Actuó bien?
La gente prefiere el dinero por encima del amor inmaculado, ahora lo sabe.
El dinero lo es todo, Crisje.
En la ciudad no se puede lograr nada por medio del amor.
Por lo menos no aquí.
En otras partes, el amor sí que significa algo, y es todo para el ser humano.
Jeus reflexiona seriamente sobre este caso.
Es grave cuando como hombre ya no tienes nada que decir.
Johan es un pedazo de pan.
Pero ¿qué dijeron siempre papá y mamá?
Vale la pena que se te conceda constatarlo por ti mismo.
Te permite aprender.
Si sigues bien todo y si lo entiendes.
Si supiera que iba a llegar allí, la golpeará, golpeará su vida con dinero...
¿La pobreza?
¿Significan algo las risas humanas?
¡No!
Cuando se te cuelgan del cuello, entonces primero pregúntate —eso lo aprendió ahora— si no se trata de tu dinero.
Se te lleva en palmillas y se te besa ¿por tu dinero?
Sí, Jeus, la ciudad te da todo, ¡también te ofrece todo por tu dinero!
Ya lo aprenderás.
¡Es una desgracia!
Le quita el sueño.
¡Así de espantoso es!
Medita sobre lo que ocurrió.
Quiere sacar de allí lo que se pueda.
Le servirá de lección.
¿Cómo es posible, mamá?
¡Johan no tiene nada que decir!
No tiene la culpa, pero ya no es un hombre.
¿Cuánto dinero no le di?
¡Todo!
¿No lo sabe Rietje?
¿No recibió todo de nosotros?
Esta alma no tiene amor, Crisje.
El amor es algo imponente, cuando lo sientes y entiendes el amor.
Dios mío, qué hermosa vida tuvimos en casa, mamá.
¡Qué imponente era nuestra vida juntos!
Esto no es nada.
Pero no me iré a casa.
Voy a seguir.
Me haré cocinero, mamá.
Esto mejor no te lo escribo, te lastimaría como me lastimó a mí.
Y eso no debe ser, querida Crisje.
La una, las dos, le impide dormir.
Aun así tiene que dormir, mañana empezará con algo nuevo.
Va a ser cocinero...
Olía bien allí.
Pastelitos con azúcar morena.
Claro, también los hay, y son algo bastante distinto que esa bahorrina asquerosa.
Ahora ¡que revienten, con su rollo de los armarios!
¡Ahora mismo ríe!
Todavía no se queda dormido, pero ya se viene acercando el silencio.
Jeus hace su balance.
Los primeros días en la ciudad le dieron un momento de alegría, luego miseria y problemas.
Y detrás de todo eso también vive la felicidad.
Ya lo verás, mamá, me darán ese trabajo.
¡Me haré cocinero!
En casa, donde Crisje, hay alguien más que quiere ser cocinero.
Hendrik también respondió a un anuncio y pronto irá a Arnhem, a un gran hotel, donde se hará aprendiz de cocinero.
Crisje ahora lo sabe: se irán uno tras otro.
Jeus contagió a Hendrik, y en realidad a Crisje le parece fenomenal.
Los chicos tienen una voluntad, aquí se mueren de hambre y de sed.
Entonces mejor a echarse al mundo.
Pronto Bernard y él se enterarán.
También Gerhard ya está mirando hacia la ciudad, pero no tiene los sentimientos del “Largo”, del que Hendrik heredó todo.
Y entonces se ha dormido la conciencia diurna para Jeus.
Ahora sueña con comer y beber bien, se ve a sí mismo volando por Scheveningen, pues allí es donde va ahora, ya ahora está viviendo allí.
En un vecindario rico, entre personas ricas, exactamente aquello que ama interiormente y que pertenece a su mundo.
Este es un buen trabajo, Casje.
Lo sabías.
El primer impulso es prometedor.
Por ahora habrá sosiego, o ¿ves algo más para su vida?
Eso ya lo veremos mañana...
Gracias, también en nombre de Crisje.