Jeus, el cocinero

¿Qué quiere la ciudad, qué quieren las personas, qué quiere la vida de Jeus?
No pueden hacerle nada, Crisje.
No ha estado ni una hora sin trabajo.
Así que no hay que preocuparse.
Ya por la tarde, a las tres, llegó una nota pidiéndole que fuera de inmediato.
—¿Entonces, Bernard?
¿Qué te dije?
Si hubieras apostado conmigo, yo habría ganado.
Jeus se hará cocinero.
Sopesan los pros y los contras.
Es cierto, ahora puede convertirse a sí mismo en algo, y los cocineros ganan bien.
Cocinero es un buen oficio, y... estás cerca de donde se cuecen las cosas, Crisje.
Ahora puede cocinar para sí mismo lo que se le antoje, y allí la comida es de primera.
Y además es elegante, pues una pajarita de esas en el cuello da un aspecto muy distinguido.
Rie recibe sus cinco florines, es su amor y su felicidad, pero ¡Jeus también lo sabe!
Jeus aparece ante su patrón.
Puede empezar de inmediato.
¿Cómo era que te llamabas?
—Me llamo Jeus, señor.
—¿Qué dices?
—De lo más normal... Jeus... señor.
No lo entienden bien.
Nunca antes lo han oído.
¿Qué clase de nombre es ese?
El patrón pregunta:
—¿Se llama... Je... ús?
¿Tiene algo que ver con... Jesús...?
—Oh, no, señor, nada que ver, señor.
Pero bueno, cómo tengo que aclarárselo.
De pronto lo sabe...

—Sí es como la “eu” de su “keuken” (la palabra neerlandesa para “cocina”)...
¡Y así, pues, es como es el nombre de Jeus!
Ahora lo saben.
Ve que el patrón va vestido con un bonito traje y pronto él también tendrá uno así.
Qué elegante.
Ahora eres algo en el mundo.
—Sí... —dice el patrón...—, si te esfuerzas... Je-us... Jeus... —se oye un poco después...—, puedes lograr muchas cosas conmigo.
Puedo convertirte en cocinero.
Aquí conmigo tendrás perspectivas.
Precisamente eso, señor, es lo que Jeus quiere.
Quiere avanzar en la vida.
Todos están de acuerdo con él y lo miran como si nunca hubieran visto a un joven.
Sobre todo las chicas.
Pero se les traba la lengua al decir su nombre.
Cuando dice que también pueden llamarlo José, y que Jeus significa José... se queda en “Jeus”, pues suena tan divertido.
Siente que aquí las cosas son diferentes de allá.
Aquí lo han recibido mejor.
Constata que estas son personas con más sentimientos y razón, y así es ahora.
Ve que aquí viven en un vecindario rico.
Lo ves, ahora ya lo están entendiendo... es que Jeus es José...
No, sigue siendo... ¡Jeus!
Ahora vive que las personas discuten por su nombre y eso le parece lo más divertido de todo.
Para su vida vuelve a brillar el sol, ¡y de qué manera!
Vuelve a estar en el brezal con Fanny y acepta todo.
¡Es un milagro!
Estará agradecido por toda esta felicidad, Crisje.
Y les dará las pruebas.
Y ahora se presentan uno por uno.
—Ella es Sientje, la primera.
¿Por qué ahora le da risa a él?
El patrón ya está preguntando:

—¿Por qué ríes, Je-us... Jeus?

Y bien, ¿qué tiene que decir? Pero ahora se oye...:

—También a mí me pusieron ese nombre, señor.
Durante el servicio militar me llamaban Sientje.

Les cuenta cómo se dieron así las cosas y ellos lo entienden.
Pero la familia sigue llamándolo Jeus, y no de otra manera.
Aquí Sientje es la que manda en todo cuando no está el patrón.
Arregla todo para los huéspedes, pues tienen una pensión.
Y allí están Betsy y Marie, dos hermanas.
Aquí está el ama de llaves, Jeus.
Muy bien, pues somos todos, y ahora a trabajar.
Sientje te da trabajo de sobra.
Jeus dice sí y amén, y es muy cortés, Crisje.
Hace como que comprende todo.
Sientje le da sus cosas.
Primero una chaqueta de rayas rojas.
Por favor, acompáñame, Je-us... Jeus... y te llevo a tu habitación.
Un poco después, Jeus está en su propia “room”, aquí podrá dormir bien.
No hay preocupaciones.
Y luego recibe su pantalón rayado, es el pantalón de cocinero, y ahora pinta muy bien.
Nunca se ha visto a sí mismo de este modo.
Oh, Crisje, ¿no lo ves?
Ahora que está en la cocina, a su vida le llegan flujos de pensamientos, con la misma claridad que en una película Jeus registra imagen tras imagen, y podría contarle al señor que la verdadera señora no está aquí.
Siente que las personas aquí viven detrás de máscaras.
Esta Sientje tiene ojitos como soles y un buen corazoncito, ojitos que dicen todo si tienes sensibilidad y comprendes lo que estas lucecitas significan.
Ahora Jeus sabe que está enamorada del señor.
Y esa señora de allí, con la cara roja y la nariz chata, con esos labios gruesos, parece pueblerina... está envuelta en una pelea con Sientje.
Esas dos, se ve a la legua, no se soportan.
Es una imagen muy clara que Jeus ve y vive, de la que percibe cada escena.
En unos segundos vio un drama, su personalidad estaba abierta a ello.
Siente que aquí se desarrolla un drama humano y que con él tendrá que ver más adelante.
Aquí hay dos gallinas peleándose por un gallo así de viejo.
Y ni siquiera es un gallo bonito.
Esta vida ya no tiene un diente en la boca.
El hombre tiene un aspecto desagradable, ha perdido sus plumas, tía Trui.
Pero este es un ser humano; es más, ¡es mi patrón!
Ha comenzado el análisis humano, Crisje.
Por qué este suceso, bueno, eso Jeus no lo sabe, pero las imágenes son puras y conscientes.
Ahora Sientje le va a dar su trabajo.
Ella ya sabe decir “Jeus”, y él le contesta, “¡Sí, señora!”.
Por eso la vida de Sientje ríe.
Al parecer le hace bien.
Está radiante y mira brevemente a su nuevo conocido, el recadero y aprendiz de cocinero, y él la sigue a un pequeño trastero.
Qué carita tan mona tiene este chico.
Jeus se mira a sí mismo y se compara con su patrón.
Sigue faltando algo en su vestimenta, todavía no está completo el conjunto, Sientje.
Todavía le faltan su gorro y su pañuelo de cocinero.
Sientje siente lo que quiere, pero aun así pregunta:
—¿Qué pasa, Jeus?
—¿No debo tener entonces mi gorro, Sientje... señora... y mi pañuelo?
Me faltan esas cosas, señora.
A Sientje le da risa de verdad, pero esta risa es muy distinta de la de los hombres en la fábrica.
Esta te da cosquillas por dentro.
¿Acaso es una broma, o lo dice Jeus en serio?
Sientje se aleja un momento.
También los otros ríen por lo bajo, sí que vale la pena.
Todos se divierten.
¡No será que también aquí empiecen esos líos!
Cuando llega el patrón, Jeus oye:

—¡Eso vendrá más tarde, Jeus...!
Más adelante tendrás tu gorro y tu pañuelo.
Primero tendrás que aprender algo más.
Y es que no eres cocinero todavía, ¿no?
Jeus puede comprenderlo, es como en el servicio militar.
Las distinciones vienen solo después.
Y el gorro y el pañuelo forman parte de las distinciones.
Claro que sí, lo puede entender, señor, por supuesto.
‘Qué chico tan divertido que ha venido aquí...’, piensan las chicas.
Parece un niño, un alma incorrupta.
Jeus reflexiona.
Se ven en el servicio militar.
El jefe es el capitán, por supuesto, tiene que tener un poco más de paciencia.
Pero Crisje, esos estudios ya no tienen nada que ver con asesinar, ahora se trata de rábanos, rica sopa, natillas de almendras, pescado hervido, ensalada, sopa de habas verdes... azúcar quemada y pan dulce... y es algo muy diferente que las porquerías del servicio militar.

—¿Qué pasa, Jeus? —pregunta el señor.
—¿Cuánto tiempo dura una formación de estas, señor?
—Pues bien, Jeus... —Primero al patrón le da mucha risa, pues ¡qué chico tan divertido han recibido...!— Depende.
Está, por decirlo así, en tus propias manos.
Si sabes aprender rápido.
Eso seguramente que saldrá bien.
Veo que eres un chico despabilado.
Ahora sigue sin saber nada, pero Sientje dice:
—En cuatro meses seguramente estarás en el primer escalón, Jeus.
Cuando se le sale “Oh, entonces seré cabo...” ya tienen otra razón para reírse por lo bajo, y a Jeus le parece bien, porque lo hacen en serio.
El patrón ríe como no lo ha hecho en años y sus risas ahogadas contagian también a los demás.
Vuelve a haber fiesta en esta casa sombría.
Hay un sol radiante, ¡últimamente había habido niebla aquí!
Sienten que la amargura de meses ha desaparecido de golpe, ¡desapareció por Je-us...!
¡Jeus!
Todos esos asuntos espinosos y pensamientos sombríos ceden su sitio a una alegría despreocupada.
¡Llegó la juventud!
Trajo el sol con él.
Es seguro, Crisje.
Lo ves.
Sin duda lo sientes.
¿Sabes, Crisje, lo que ya ahora piensan aquí?
Jeus es impagable, y también lo piensan Betsy y Marie.
Sí, Crisje, ¡es por Jeus!
Las chicas están en la misma línea.
Marie ya está mirándolo de reojo.
Será una pelea divertida para las dos hermanas y tienen los sentimientos para besar, Crisje.
Naturalmente, eso es muy peligroso, y Jeus tendrá que estar atento a eso.
Pero es que ya sabemos cómo piensa de las chicas.
Así que todavía no te preocupes.
¿No lo ves, Jeus?
Incluso Sientje, que aquí libra una batalla a vida y muerte con su contrincante —el ama de llaves—, ríe con felicidad.
Ella también vivirá y absorberá en ella tu felicidad.
Aquí se sentirán más jóvenes.
A Jeus le da mucho miedo, porque estas personas no pueden esconderse.
Están abiertas por completo, aunque no lo saben.
Sin más traspasas esas vidas con la mirada, las puertas de las almas están abiertas de par en par y te piden con toda claridad que eches un vistazo dentro de ellas.
Es infantil.
¿Y esto es lo que son las personas de la ciudad?
Sientje lo lleva hasta una tina llena de papas (patatas).
Se averió la máquina, pero Jeus aprendió a pelarlas en el servicio militar y es muy bueno haciéndolo.
Ahora está allí pelándolas.
También piensa y sigue a todas estas personas.
Ha recibido casa, buena comida y bebida, cordialidad y comprensión.
Las chicas entran y salen allí donde está él.
Siente que ya extrañan su carita, eso también se nota a la primera.
Quién iba a pensar esto.
Hace un momento miró a Betsy directamente a la carita y vio que a la vez se puso colorada.
Le empezaron a centellear los ojitos y también temblaba.
Pero ¿por qué sería?
¿No ve, no siente que no quiere ninguna chica?
¿No siente que les tiene miedo a las chicas?
Las chicas solo quieren tomarte el pelo.
¿No entienden ni ven estas chicas que se ha blindado ante sus vidas y sus besos?
¿Que se ha blindado de la ciudad, con sus terribles peligros?
Ay, Crisje, esta niña y aquella Marie quieren besarlo ya.
Pero te digo, no te preocupes, ya le dieron un buen golpe.
La experiencia con Irma lo protege de todos estos problemas y ahora es la ganancia para su vida.
Estas pequeñas santidades no le abrirán el corazón, Crisje, para él son bobadas.
Este zureo no le importa un comino, no caerá en la trampa.
No son colas de pavo real, Crisje, ¡ya le queda claro y lo dice todo!
Jeus ya lo sabe: Betsy está tarada.
Ya quedó prendada de él.
Es un alma rara, pero Betsy lo ve a él, siente algo, no sabe lo que es, pero nunca ha visto a un chico así.
Y allí está sentada esa cosa, pelando papas, mira, también piensa, se puede sentir.
Oye, regálame una sonrisa, ¿no?
Ya quisieras, ¿verdad?
Pues mira por dónde, pero no lo haré.
Muy bien, Jeus, ¡así se hace!
¿Betsy, es esto algo para tu vida?
Sí, por qué no lo miras a los ojos y verás algo hermoso.
Pero ten cuidado, si le sientes bien los ojos, al instante quedarás loca de remate.
¿Ya sientes su calor?
Se acostó un momento debajo de tu corazoncito, ¿sentiste cómo lo hizo?
En solo unos segundos llena tu vida de pensamientos bonitos y luego, Betsy, parece como si planearas.
¿Sentiste su beso espacial en tu corazón, Betsy?
Seguro que sí, pero te digo: no entres al trapo, ¡ahora estás siendo golpeada porque tú misma no puedes conseguirlo!
¡Puede ser, Jeus!
Ya lo irás conociendo y entonces de inmediato podrás empezar a pelear por su vida.
Ahora estás ante un Casje...
Que si quiere que lo besen, Betsy, no lo creo, pero ¡es lo que pasará!
Y Jeus no quiere tener a ninguna chica.
Les tiene miedo a las chicas, ¡más incluso que a La Parca!
Jeus compara a Betsy con Betje, la del pueblo.
Claro que Betsy es de la ciudad... pero no hay diferencia.
Por supuesto que las chicas de la ciudad son más viles que una chica de esas, de provincia.
¿O no es cierto eso?
Claro, pues en la ciudad tienen más oportunidad de hacer cosas malas, y allí no saben tanto unos de otros.
En el pueblo todos lo saben, allí saben exactamente en qué andas metido.
Aquí pueden esconder todo, pero no de él.
Ve muy bien su alboroto, esas afectaciones, podría contarles algo a todos.
Claro, Betsy, él ya ha mirado dentro de tu pequeña vida.
Vaya... ¿qué ha visto?
Esta Betsy sí que es un poco diferente, pero es igual de negra que Betje.
Ve que esas dos son como dos gotas de agua, por dentro y por fuera.
Uf, ¡qué cosas!
Se le puede ver en los ojitos, se siente en sus pasitos cortos al andar, y el resto está allí en la cocina, o es ella de arriba abajo.
Pero Marie es distinta, muy distinta, aunque también en ella viva sopa de la semana pasada.
No, Betsy, Jeus no está zureando.
Irma lo destrozó.
También aquí empiezan a luchar por su vida, Crisje.
‘La vida es curiosa y además extraña, vives algo distinto cada vez’, piensa Jeus.
Lo que una vida pisotea, Crisje, otra lo pelea, y te puede regalar todo, sin más.
Ha estado en esta casa menos de una hora y el amor humano ya lo persigue y quiere ser vivido.
Jeus se blinda herméticamente.
Haz tu trabajo, Jeus, y ten cuidado de no perder este empleo o encontrarte con problemas.
Jeus no mira, por más que anden corriendo de un lado para otro.
Y cuando lo ve el patrón, sabe que así están bien las cosas.
Llega de allí un cumplido visible, que le hace bien.
Por más que Betsy siempre ande trajinando en el trastero de él, no la ve.
Jeus estudia y pela papas, y con eso ya basta.
También Marie, que viene a asomarse un momento, tiene que admitir que sabe hacerlo; Jeus pela lo de cuatro hombres a la vez.
Jeus tiene oportunidad para mirarla también a ella a la carita y lo sabe: esa alma es diferente.
Y luego viene a mirar Sientje y Jeus susurra, “Sí, señora”, y otra vez, con mucha educación, “Sí, señora”, algo a lo que aquí no están acostumbrados por parte de un recadero, por lo que es muy significativo.
‘Cómo es posible’, piensa Sientje, ‘un recadero con esta educación, es una revelación’.
Deja a Sientje patidifusa.
Jeus toca la vida interior de ella, ¡es una felicidad radiante!
Jeus está allí, como un ministro tras su mesa, y se siente como pez en el agua.
Y cuando se le pregunta algo, todas oyen, “Sí, Betsy, sí, Marie, sí, Sientje, sí, señora”... algo que no soportan, pero de lo que sienten lo humanamente cariñoso, y que pronto tal vez se convierta en un beso, aunque eso no vaya con Jeus.
“¡Sí claro, señora, lo hago de inmediato!”
¿Todavía no sucumben?
Oye que las señoras de allí hablan de él en susurros.
Un chico de esos debería estudiar.
Hay que ver cuánta sinceridad y cariño sienten allí para su vida.
¿Semejante chico tiene que hacer de recadero?
El patrón también lo oye y él no lo acepta.
Jeus oye que dice:
—¡Ya está bien!
¡A cerrar el pico sobre el recadero!
¿Ya tiene que salir corriendo?
Y entonces el patrón viene a echar un vistazo.
Jeus piensa que seguramente puede decir algo ahora que el patrón le pone la mano en el hombro, diciendo que el trabajo va bien:
—Las señoras tienen morritos, señor.
¿No lo cree usted también?
Ahora que las niñas oyen eso de su boca, parece que se han vuelto locas.
Pero el patrón le dice:
—Vaya vaya, esto va rápido, Jeus...

Ahora el patrón lo sabe, tanta euforia ya le impedirá olvidarse de la “eu” del nombre de Jeus.
Este le contesta:
—Sí, señor, me gusta.
Ahora ya no quiere decirle nada más al patrón.
A un señor hay que dejarlo que termine de hablar, es de buena educación.
Y con educación logras todo en la vida, eso sí que lo aprendió de las señoras de la Montferland.
Y entonces el señor se sale con la suya y por supuesto que también lo siente.
Solo tienes que decir algo cuando el señor quiere que lo hagas, y eso la gente lo siente.
Así, pues, recibes de vuelta tu propia educación y un poco más adelante, eso se llama respeto por tu patrón, por la otra vida con la que entonces tienes que ver, pero eres tú mismo quien acomoda todo de esta manera.
Qué divertido, ¿no?
Pero aquí no lo entienden.
¡Jeus ya lo había aprendido en la fábrica de escobas!
—¿Dónde aprendiste a pelar papas, Jeus?
—En el servicio militar, señor.
—Vaya, es cierto eso, Je-us... Jeus.

Ahora al mismo patrón le da risa.
—Simplemente “Jesús” sin la segunda ese, patrón... —le contesta Jeus, ¿y luego?—.
Me encanta hacerlo, señor.
—Qué bien, Jeus, tú vas a lograr algo en la vida.
—Me esforzaré, señor, por supuesto.
Solo dígame cómo quiere que haga las cosas.
Ahora como patrón estás con la boca abierta, y de verdad no es adulación, no es darse aires, el señor lo siente bien.
Esta vida va en serio.
—¿Todavía viven tus padres, Jeus?
—Sí, señor, todavía vive mi madre.
—Vaya, ¿tu padre ya no está?
—No, señor, mi padre ya lleva muerto, déjeme ver... diez años.
—¿Tienes una buena madre, Jeus?
—Mi madre es como un ángel, señor.
—¿Es decir que la quieres mucho?
—Amo muchísimo a mi querida madrecita, señor.
Para mí ella es todo, señor, ¡todo!
—Eso está bien, Jeus.

Jeus siente que la dama de honor y las chicas también están escuchando.
Quieren saberlo todo de él, y puede comprenderlo.
—¿Tienes más hermanos, Jeus?
—Sí, señor, somos seis chicos y una chica.
—¿Qué dices?
¿Tu madre tuvo seis chicos y una chica?
—Sí, señor.
Yo soy el tercero.
Y mi madre se quedó atrás con nosotros, sola.
—Y ¿cómo lo lleva tu madre, ahora que estás ausente?
¿Quién la cuida?
—Recibí mi segundo padre, señor.
—Vaya...
—Sí, señor, por supuesto que mi madre tuvo unas preocupaciones terribles cuando mi padre se fue.
Ahora el patrón sabe que Jeus también conoció sus preocupaciones.
Pero también sabe que es un buen chico, porque la bienaventuranza que siente por su madre está en su rostro y eso lo dice todo.
—Y ahora también cuidas a tu madre, naturalmente, ¿no, Jeus?
—Sí, señor.
Le voy a escribir lo bien que estoy.
—Eso es maravilloso, Jeus, es muy amable de tu parte.
De verdad, lo digo en serio.
Ahora Jeus siente que el patrón tiene corazón, sí señor, un buen corazón, ¿o no es cierto?
Vio una lágrima en los ojos del patrón.
¿Así de sensibles son estas personas?
—Si te esfuerzas, Jeus... —se oye todavía—, podrás alcanzar muchas cosas conmigo.
—No tendrá quejas de mí, patrón, yo me encargaré de eso, y aunque lo diga yo...: sé lo que quiero, patrón.
El patrón regresa a la cocina y Jeus oye que le llega desde allí:
—Ese chico viene de una familia decente, una casa decente.
Nunca he oído algo así, Sientje.
¿Siempre hablarán así esas personas, tan fuerte y abiertamente, de modo que puedes escuchar todo?
Es tiempo para el café.
Santo cielo, Crisje, lo que faltaba.
Las señoras se pelean por poder servirle su taza de café.
Se trata de Sientje y Betsy.
Betsy gana.
Cuando esta niña escucha su “Gracias, Betsy...”, por poco desfallece.
Y cuando todavía sigue:

—Está delicioso, te lo agradezco mucho, Betsy, esta taza de café está riquísima... —Es una ola de amor para su ser y Betsy no sabe qué hacer con él, pues Jeus ve que se sonroja hasta detrás de las orejas.
¿Por qué esa niña tiene que sonrojarse de inmediato?
Es extraño.
¿Qué le pasa a esta Betsy?
¿Soy demasiado cortés contigo, chica?
En el pueblo estamos acostumbrados a eso, niña querida, pero creo que las personas en la ciudad no lo soportan.
Esto mío es una cortesía innata, la tengo de mi Crisje querida.
Y me lo enseñó mi buen padre, tan decente, ¿entiende?
Aunque mi padre fuera muy estricto, nos enseñó algo a todos, a Johan, a Bernard y a mí.
Los demás niños aún eran demasiado jóvenes para ello, pero yo ahora recojo los frutos de eso.
¿Pensabas, Betsy, que no estaba agradecido por eso?
Vaya que sí, y mi padre lo supo de antemano.
Lo oí por lo menos mil veces, Betsy.
Mi padre decía, “Así saben hacer algo, Cris, así sabrán cómo hay que hacerlo más adelante, por si yo ya llegara a faltar”.
Y ahora papá ya no está, pero él sí está aquí, Betsy, señor; ¿no viste hace un rato a papá que andaba dando vueltas por la cocina?
Estoy agradecido, Betsy.
Se me concedió aprender algo de mi propio padre.
¿Acaso es tan extraño?
Sientje dice:
—Ese chico posee una intelectualidad innata... —Pero Jeus no lo entiende.
¿Qué clase de palabra es esa?
Y así como así había salido de la boca de Sientje.
Pero el café estaba rico, delicioso.
Ahora bebe café de verdad, Crisje, no tiene nada de nada de sustitutos.
¡Nada de nada!
Santo cielo, mamá, ¡qué bien estoy ahora!
¡Es una vergüenza!
Las papas se terminan de pelar en un abrir y cerrar de ojos, otro chico tardaría más horas.
Y entonces Sientje le tiene otra tarea.
—¿Ves esta pequeña máquina, Jeus?
—Sí, señora, la veo.
—Llámame Sientje, sin problema, Jeus; es más fácil.
—Muy bien, Sientje, con gusto, haré lo que quiera.
Ve que también Sientje está temblando.
¿Qué será lo que le pasa a esta vida?
Jeus les pega por su educación y cordialidad.
Así vence a todas estas personas en solo una mañana, Crisje, se convirtió aquí en el número uno y ya no quieren perderlo ni por todo el dinero del mundo.
Ahora que oye cómo Sientje lo siente a él, dice:
—Sí, Sientje, eso de “señora” aleja tanto, ahora estamos bien cerquita.
¿No es así?
Quiero decir...
Sientje se ruboriza, a Jeus se le concede admirarlo y le parece extraño; aquí no soportan nada, estas mujeres y chicas.
¿Sientje, la de cuarenta años, todavía puede ruborizarse?
Sí, Jeus lo ve, como una chica de veinte años, y por supuesto que es comprensible, no conocen la cordialidad y quieren un poco de felicidad, y todo eso junto ¡se llama felicidad!
Sí, eso sí que lo conoce bien, él también se ruborizó alguna vez por dentro.
Pero ¡qué montón de cosas que ha aprendido en su corta vida!
El golpe de Irma no había resultado tan malo, y el amor es amor; cada persona quiere vivir algo de él y aquí todos anhelan ese amor.
Solo hay que ver esas caritas ¡y lo sabrás!
Pero es y seguirá siendo infantil y lujurioso.
Es el zureo de unas palomas infantiles y de lo más corrientes.
Sí, ¿no lo sabes tú mismo?
Jeus afila los cuchillos, lo hace rápidamente, quince minutos después está otra vez ante Sientje.
—¿Siempre eres tan rápido, Jeus?
Qué velocidad.
—Sí, Sientje, soy igual de rápido con todo.
Y ¿por qué iba a tardar más si no hace falta?
¿Tiene algo más para mí?
¿Ahora puedo ayudar al señor?
Lo ves, Sientje, por eso trabaja hasta reventar, quiere estar delante de la estufa, quiere estudiar.
Pero a Sientje nuevamente la da risa por dentro.
Aun así, está empezando a comprender esta vida.
¡Jeus quiere avanzar!
Jeus quiere estar delante de la gran estufa, pero ella tiene otra cosa que tiene que hacer, y sabe que no se hace tan rápido.
Un poco después, Jeus está delante de una caja con plata.
Ahora a sacar brillo, hay plata de verdad pasando velozmente por sus manos, y vaya que es otra cosa que una puerta pelada aburrida.
Te sientes tan feliz cuando tienes algo bello y bueno en las manos, pero ¿aquí también lo saben?
Ahora ya no es un niño para ellos, está pensando y trabajando, su alma crea y manda pensamientos a este pequeño espacio, al que están abiertas las personas que sienten su cosquilleo por dentro.
Unas chicas cariñosas y divertidas quisieran besar en el instante.
Qué extraño, ¿no?
Es de lo más natural, pero a él no le gusta.
Y ahora que el patrón muestra su corazón y encima le ofrece un cigarro, a Jeus le caen lágrimas de felicidad, Crisje.
Son buenas personas, sin duda, ¿acaso no es cierto?
Y si entonces le pregunta al patrón si está bien que fume su cigarro mientras trabaja, también esa vida se va de espaldas y el interior no puede comprenderlo, pero luego viene para Jeus:
—¿Qué dices, Jeus?
¿Que si puedes hacerlo?
Cuando te doy un cigarro, ¿todavía preguntas si puedes hacerlo?
Entonces está bien, no te preocupes, y puedes fumar, pero no cuando yo no lo diga.
Ahora que el patrón quiere ofrecerle lumbre, le contesta a esa vida:
—¿Puedo esperar otro poco, patrón?
Me gusta fumar cuando tengo todo el tiempo.
‘Hay que ver’, piensa el señor.
‘Nuestro recadero es como un profesor.
De esa vida puedes aprender algo’.
Y Jeus todavía dice:
—Por supuesto, señor, me queda claro.
Solo fumo si me dejan, pero se lo agradezco mucho.
No le molesta si espero un poco más, ¿o sí, señor?
El hombre ríe.
Pero qué amable este chico.
Ríe contento, como una persona feliz, porque hasta ahora no han visto esto así y han tenido suerte con Jeus, Jeus lo lee en esa vieja boca desdentada y en esa cara, claro que sí, ¡así es!
Abrillanta y unta, trabaja duro, pero también piensa, tanto que le brota el sudor, y Betsy lo ve.
—Vamos, chico, no trabajes tan duro, Jeus.
Tienes tiempo de sobra.
Hay que ver cómo transpira ese muchacho.
Jeus deja que hablen, en qué se meten las señoras, él quiere trabajar.
Deben ver aquí que quiere trabajar, y en este momento no piensa en otra cosa ni un segundo, pero bueno, esto puede hacerlo un niño, así que ¡él puede pensar en todo!
A veces le llegan pensamientos de aquel “Stolzenfels am Rhein”, y entonces se vuelve a ver en la habitación azul y es cuando a su vida se manifiesta una persona, aquí en este trastero, con quien sin embargo ya no quiere tener nada que ver, a aquella ya le gustaría.
Pero entonces recibe comparaciones y esta Betsy se colapsa, entonces todo en este pequeño castillo traquetea, porque Irma era bella, ¡esta es solo una nariz chata!
No, ¡ya no quiero chicas!
Pero es raro, ya también terminó con la plata, ¡qué cosas!
Un poco después —llegó el momento—, Jeus está en la mesa con Betsy y Marie, y van a comer ricamente.
Oh, Crisje mía, qué bien y qué a gusto estoy aquí.
Ve que Sientje come arriba, con la dirección; ahora lo sabe: con estas dos niñas vive un instante de riqueza.
Betsy sirve la comida, pero su hermana está verde de envidia: ella también habría querido hacerlo.
Siente que las hermanas han empezado su pelea por la vida de él.
Las dos quieren servirlo, vivir este honor, es para partirse de la risa.
Betsy se ha apoderado del cucharón, Marie no lograr agarrarlo.
Ahora que Jeus tiene el plato enfrente, Betsy oye:
—Muchas gracias, Betsy, te lo agradezco mucho, está delicioso.
Ve que la niña se ruboriza hasta detrás de las orejas.
Esa vida no soporta la cordialidad, no soporta el amor inmaculado, eso la hiere por dentro.
Pero ahora las señoras están con él en una misma mesa.
Es un paraíso increíble y Jeus disfruta de cada segundo.
Come con buenos modales, también eso se lo enseñó el “Largo”, pero oye que las señoras hacen ruido al comer.
Qué pena.
Y menos de un minuto después se acaban los sorbidos, ahora juntan los labios, van bocado por bocado, Jeus ve y oye que ahora las chicas comen con una tranquilidad maravillosa, y lo adoptan de su vida.
Aunque allí piensan, ‘¿Qué tipo de chico es este?
¿Qué clase de señor que es?
No estará convirtiendo todo esto en una farsa, ¿no?
¿Qué es lo que en realidad quiere hacer aquí un señor así?’.
Sienten allí que Jeus tiene en todo el aspecto de un verdadero señor.
Todavía no habla, disfruta de cada bocado, la sopa es riquísima.
Ahora quiere disfrutar cada bocado, si sabes cómo se puede disfrutar la comida, señoras.
Pero querida Crisje, todavía no se le olvida el tiempo en la fábrica de escobas y en casa.
Un día vio a unas personas que comían en un bar y le pareció tan imponente que absorbió todo eso y ahora lo tiene en su posesión.
Ya lo ves: tienes que abrir los ojos en todas partes y asimilar toda esa sabiduría; si algún día te hace falta, ¡la tendrás!
Pero eso aquí no lo saben, Crisje, ¡aquí se come con ruido!
Ahora que un poco después lo van siguiendo a él, las señoras alzan el meñique y luego sorbe que sorbe, comen la rica sopa poniendo boquita de piñón, Crisje.
Pero ¿estas son chicas de la ciudad?
Con papá, más valía no hacer ruido al comer.
Te habría echado de la mesa a patadas.
Betsy y Marie, ¿no tuvieron (tuvisteis) un padre así?
Ahora Jeus lo sabe sin dudarlo: ahora el rigor del Largo es un mérito suyo, ¡es su felicidad!
Ahora puede mostrarse entre la gente, y eso por su propio padre.
¿No es para darle las gracias?
Las hermanas sienten celos una de otra, pero eso es cosa de ellas.
Ahora gana Marie.
—Sí, Marie, por favor, Marie, me encantaría, sí, quisiera otra cucharada de sopa.
Muchas gracias, Marie.
Esta sopa está muy sabrosa, ¿es de pollo?
—Sí... —dice con educación, suave y etéreamente, como una canción, o sea, gorjeando...—, ¡sí, Jeus!
Jeus piensa, ‘Qué rica comida, me atienden como a un rey, pero cómo es posible.
Ayer me encontraba en un infierno, ahora en un cielo y con un verdadero paraíso rodeándome.
Dios mío, ojalá no sea demasiado a la vez, qué raros los hechos a los que enfrentas a las personas.
Pero ¿no es sencillo?
Te lo agradezco mucho, Señor Nuestro, de verdad es para besarte los pies.
Ya se están empezando a pelear las hermanas, por medio del pan de todos los días llegan a los celos humanos, pero ahora se trata de un poco de amor y felicidad.
Marie ya está comiendo nuevamente haciendo ruido, como si fuera un perro, y eso ya le basta a Jeus para no querer besarla nunca, no le gustan los besos con ruido, se sienten babosos y te pone mal.
Marie no puede evitar la brusquedad al comer, Betsy sí, pero en su caso es afectado, es demasiado obvio, ahora a Jeus le parece propio de una muñeca y ya no le dice nada, se ve que esa nunca antes ha tenido plata en sus manos.
Nota que la comida en plata sabe muy rica.
¿Y luego que se te conceda comer en semejante cocina limpia y pulcra?
También donde duerme es como en un paraíso, tan blanco, allí se ve enseguida si hay pulgas, pero no las hay, Crisje.
Justo mira a Marie a los ojitos y Betsy no lo soporta, y ahora que Jeus ve eso, atraviesa a Betsy con la mirada y ella ya no está.
Ahora Jeus está en la mesa solo con Marie, y lo que siente ahora no es moco de pavo, pero eso tampoco te dice nada, ahora ya habrá cursilería, Betsy, ¡y eso lo conozco!
Y cuando entonces sale de boca de Jeus:
—Qué agradecidos que hemos de estar los humanos cuando tenemos de comer y beber... —Las hermanas ya no saben qué pensar porque no sienten en ellas esa gratitud, y además la desconocen, pero para la vida y personalidad de Jeus es verdad, y encima, esa gratitud humana (es) una oración.
Pero siente que aquí ni siquiera lo comprenden, estas almas no hacen más que hacer ruidos al comer.
Baja un poco ese meñique y te dará un aire distinto, entonces la gente verá que eres un ser humano de lo más normal, ahora eres algo, pero como lo haces tú ahora, ¡no eres nada!
Ahora la gente sabe enseguida de dónde vienes, desde luego que no de una ciudad, ya lo veo, no: lo vi de inmediato esta mañana.
¿Me preguntas que si soy de ciudad?
No me hagas reír, ¡vengo de la Montferland!
Y luego se vuelve a oír, algo de lo que nuevamente no entienden nada:
—Cuando la gente come y bebe, el corazón puede dar gritos de júbilo... —Y allí empieza el júbilo, pero nunca han oído hablar de eso, Jeus lo siente hora, porque ahora las cosas en la mesa son tan distintas.
De lo contrario —claro que sí— si la dirección viera y oyera eso, pedirían que Jeus los acompañara en la mesa.
¿No sabe mejor la comida ahora que hace un momento, hijas?
¿No sabían (sabíais) esto, hijas?
¿Hermanas de la ciudad?
¿Todavía no sabían (sabíais) que mientras se come, sí, precisamente mientras se come... se puede hablar tan estupendamente?
¿No lo hacían sus (vuestros) padres?
Entonces deberían (deberíais) haber oído a mi padre y a mi madrecita.
Cuando mis padres empezaban a comer, se comentaban todos los asuntos desagradables y divertidos para la vida y entonces todos nosotros, todos mis hermanos, podíamos disfrutarlo, aunque ellos no lo oyeran como yo lo hacía; para mí siempre era un cielo en la tierra, y eso, hijas, ¡convertía esa media hora o esa hora en un pequeño paraíso!
Ojalá hubieras oído entonces a Crisje, ojalá hubieras vivido y encerrado en tu corazón su “Sí, Hendrik” y “No, Hendrik”, temblarías y te sacudirías de felicidad, y mi padre lo disfrutaba, hijas.
¿No lo sabes?
Entonces te lo enseñaré.
Ahora la vida es bella, chicas... pero tú no tienes nada de eso, si quieres saberlo.
—¿Qué acabas de decir, Jeus...? —Quiere saber Betsy, pero Jeus siente que ella busca un pretexto.
—Dije, Betsy, que las personas debemos agradecer la comida y bebida.
La vida te puede dar tantas otras cosas y esas entonces ya no se pueden cargar.
¿Nunca conociste problemas?
Betsy siente que Jeus es particular, y él siente que Betsy quiere charlar.
Y Marie piensa, ‘Otra vez ella quiere tenerlo todo’, ahora Betsy también le quitará a Jeus delante de las narices, ya lo verás.
Betsy se le impone a Jeus, esta niña es descarada, Marie no.
Pero Betsy parece una pequeña muñeca emperifollada, de morro pueblerino y nariz chata, y esos lentes (esas gafas) que debe llevar son risibles, ni para una maestra de escuela, y a Jeus le dan muchas ganas de reír por lo bajo, no va con su paraíso.
Cuando Betsy se quita esos lentes, es bizca, y Jeus nunca quisiera tener a una mujer así.
Imagina que tuviera que mirar esa nariz y esos lentes durante toda su vida.
No, a uno mismo lo haría quedar bizco, no, mamá, entonces prefiero a Anneke Hosman, era una princesa en comparación con Betsy, esta... y Betje la de las Colinas era una reina al lado de esta nena, porque ¡es lo que es!
¡Betsy es una verdadera nena!
Cuando se quita esos lentes bizquea, ahora Jeus lo ve muy bien porque ella está limpiándolos, se les pegó el vapor de la sopa, ¿o es otra cosa?
O sea, que si Betsy piensa que ya lo tendrá, Crisje, está más que equivocada.
Y ahora Betsy pregunta, como si sintiera en lo que está pensando:
—¿No tienes una chica, Jeus?
—¿Yo, una chica?
No, Dios me libre.
No quiero una chica...

Entonces Betsy, que está sentada en la mesa, casi se cae para atrás, Crisje, por supuesto que no puede comprenderlo, un muchacho tan guapo debe de tener chicas de sobra, ¿no?
Y entonces Marie tiene la oportunidad de preguntar:
—¿Por qué no quieres una chica, Jeus?
—Pues bueno, Marie, eso es algo muy distinto y no tiene nada que ver con sopa, nada, pero ¿qué debo contestarte a eso?
Betsy vuelve con el segundo plato, Jeus ve papas con un delicioso bistec y alubias verdes, santo cielo, es para dar brincos de gratitud.
Marie retoma la conversación, quiere saber más de su vida:
—¿Por qué no quieres una chica, Jeus?
—Una chica... —suelta Jeus...— cuesta demasiado dinero, y yo no tengo nada, nada de nada, Marie.
Entonces se ven sonrisas.
Betsy ya sabe cómo remediarlo.
El dinero no significa nada, Jeus.
Y si Betsy piensa que ya ha llegado, que ella bien sabe cómo ganarse a un chico así, oye algo y es un golpe justo en su carita, porque se está volviendo entrometida, las cosas van demasiado rápido, Jeus tiene que frenarla, pero de tal manera que ella se atraganta con una papa y se va de la mesa corriendo, ahora que oye:
—¿Qué cuestan unos lentes así, Betsy?
¿Son caras esas cosas?
La chica por poco se sofoca, de pronto ya no puede comer.
Es un golpe en plena cara, los lentes se caen de su nariz chata y casi se rompen, pero la cosa sigue viva.
Pero entonces Betsy salió corriendo, corriendo rápido, Jeus también oyó llanto, pero eso no le dijo nada.
Ahora Marie pregunta:
—¿Por qué preguntaste eso, Jeus?
—¿Por qué lo pregunté, Marie?
Es muy sencillo, Marie.
De pronto lo pensé porque a mi querida Crisje le hace falta una cosa de esas, Marie.
¿Por qué tuvo que asustarse y abandonar la mesa corriendo?
Me parece muy infantil, Marie, ¿acaso a ti no?
Pensé, ‘Claro que unos lentes (unas gafas) de oro así cuestan mucho’.
En nuestra escuela había una maestra que también llevaba una cosa de esas, Marie, y una vez dijo que tenía que trabajar un mes para pagarla.
Y ¿será entonces que no se puede preguntar algo así, Marie?
Jeus lo sabe: tuvo el efecto correcto, que esa Betsy le cuente lo que quiera, pero en este paraíso es como en todas partes en este mundo, exactamente igual: todas esas “Evas” son cucarachas, son fanfarronas, son melindrosas, y si no lo son, están muertas o son de una ingenuidad amargada, y no gracias, Jeus no quiere tener que ver con eso.
Pero —eso también es cierto— Betsy sí que es sensible; lo entendió al instante.
Por lo tanto, sabía exactamente a lo que se refería.
Sí, un poco duro, pero aun así no es justo, y es que no se puede tergiversar los pensamientos ni las palabras.
Es cierto, a Crisje le harán falta unos lentes , pero solo dentro de veinte años, ¿lo ves, Marie?
Y ahora la comida rica se está enfriando.
¿No es una pena?
Pero entonces Betsy vuelve, la niña estuvo llorando.
¿Acaso pensabas ahora, Betsy... que me tocas por dentro?
Por mí que te desangres, Betsy.
Por supuesto que es posible, pero tú no eres capaz; si quieres desangrarte no lloras tan fácilmente, por lo menos es lo que he aprendido yo.
¡Quien llora fácilmente no puede sangrar!
¿No lo sabías?
Miro a través de ti, Betsy, esas lágrimas tuyas no significan nada, ¡nada!
¡Puedes preguntarle a Crisje!
¿Qué tiene que decir Jeus ahora?
—¿Te sentiste ofendida, Betsy?
Pero de verdad lo dije honestamente, a mi madre le hacen falta unos lentes, pero nunca te preguntaré nada, nunca jamás, me das miedo, Betsy.
¿Realmente tienes que armar tanto lío por eso?
Un punto para mí.
¡No me gustas, cariño!
Ya estoy harto de que llores.
Lloras toda la vida, si quieres saberlo.
Cuando no te sales con la tuya, te pones a llorar.
¡Maldición, Betsy, qué barato es eso!
¡Ahora no vales un centavo, nada!
Entonces prefiero a tu hermana, sí, si no hubiera nada más en este mundo, pero ¡hay chicas de sobra!
¡Demasiado peligroso para mí, Betsy!
Así vas bien, Jeus, te felicito, sí que has aprendido algo en tu corta vida, ¡estas son las pruebas!
¡Betsy!
Mira tú misma, ¿qué has hecho?
Te vas volando de la mesa, olvidas que tienes rica comida y bebida.
Solo piensas en una cosa, el muchacho que me da náuseas... si quieres saberlo... ¡Yo no quiero ser un muchacho!
Una chica que tache a su chico de chicuelo es un perifollo, Betsy.
Yo no quiero perifollos, Betsy, quiero una chica de verdad, quiero tener una mamá de verdad, pero ¡no quiero nada!
¿Siempre estás tan pendiente de los chicos, Betsy?
¿Cuántos chicos has tenido ya?
¿Diez?
¿Veinte?
Hay silencio en la mesa y es una pena, se perdió la abundante felicidad de la comida, fue echada a perder por la nena aquella... por esta pequeña nena de poca monta.
Es una pena, Crisje, ahora veo a Antoon van Bree, pero eso fue algo muy distinto.
¡Nariz chata que eres!
¡Cuatro ojos!
¡Maestra de feria!
¡Cucaracha!
¡Ramera callejera!
Vieja... ¡untuosa!
A mí no puedes dármela con queso, que lo sepas.
Jeus siente que es una palabra pueblerina; casi se le salió de la boca y en este lugar eso no debe ocurrir nunca, pues entonces habrá perdido su prestigio aquí.
Eso lo comprende, con educación obtienes lo que sea, si hablas con propiedad podrás sentarte en la mesa de un rey, pero ¡esto son majaderías!
¡Es una pequeñaja de un metro cincuenta!
¡Toda esta pequeña Betsy!
Y ahora Jeus ve algo, y ya está preguntando:
—¿Era encalador tu padre, Marie?
Quiero decir, ¿empapelador?
—Sí, Jeus, pero ¿cómo te enteraste de eso?
—Solo te lo pregunto, no hay más.
‘Qué raro será eso’, piensa Marie, ‘él mira a través de ti’.
Una vez más algo de Jeus para lo que quisieras pelear.
De pronto, Betsy ha cambiado, y come su postre tranquilamente; ella también ha vuelto entre las personas, pero la primera cena ha sido perturbada de manera terrible.
Es una pena.
—Es que, ¿por qué te pones tan sentimental...? —Le da Marie a su hermana.
—¿Qué clase de palabra es esa...? —pregunta Jeus.
—¿De verdad no lo sabes, Jeus?
—No, Marie, ¿acaso es algo para burlarte de ti mismo?
Ahora ella sale volando de la mesa.
Jeus siente que vino a parar entre feriantes, estas almas están chifladas por cualquier cosa, en la provincia ni siquiera se ve eso.
El patrón pone fin a la bulla interior, le tiene trabajo.
¿Puede ayudar al señor a batir huevos?
Qué bien, pero el patrón le pide que lo siga; hace falta refrescar el triciclo.
—Sí, señor... —le dice Jeus a la autoridad...—. Yo me encargaré.
Diez minutos más tarde, la cosa está reluciente como un espejo, y Jeus vuelve corriendo a la cocina.
—¿Qué pasa, Jeus?
—Estoy listo, patrón.
—Imposible.
—Mire usted mismo, señor.
Ahora que el patrón ve que el triciclo quedó resplandeciente, sale de esa boca desdentada:
—Eso es brujería, Jeus.
Chico, ¡qué bien sabes trabajar!
—Sí, señor, soy rápido, y una cosa de esas debe estar impecable, todo lo que tenga que ver con la comida y la bebida, señor, tiene que estar aseado.
¿No es así, señor?
—Es cierto, Jeus.
Debo decir que tienes cabeza y entiendes las cosas.
Te felicito.
—Pues es que es mi trabajo, ¿no, señor?
El patrón no logra comprenderlo.
Aquello que antes vivió Antoon van Bree y que no pudo procesar, lo que pegó su vida y con lo que su personalidad no supo qué hacer, tampoco puede abarcarlo el pequeño “yo” de la ciudad.
‘Este chico te mata a golpes con tu propia cordialidad, con su cumplimiento del deber, etcétera etcétera...’, piensa el cocinero, y eso es algo particular.
La tarde pasó volando, es hora de las cenas.
‘A ver, no voy a agarrar el triciclo, sino la bicicleta normal’, piensa Jeus, ‘no estoy tan loco como para matarme pedaleando por una sola cena, lo haré de otra manera’.
Ahora a preguntar un momento dónde están las calles, Betsy está encantada de ayudarlo.
Gracias, Betsy.
Hay que ver a la niña, otra vez.
¿Acaso ni siquiera puede estar agradecido?
¿Por qué es que tiembla esa alma?
Dos cenas en la mano izquierda y ahora a pedalear, a darle a la bici para ganarte el pan, antes no le daban un centavo por hacerlo, entonces era arte.
Allí está la casa de la dirección.
Tenga su comida, señorita, está bien caliente, tocó un rico guiso hoy, con los recuerdos del señor, ¿no se le olvidará?
Claro que no derramé nada, mire usted misma, ¡adiós, mi vida!
Bueno, adiós, hasta mañana.
El mismo cuento en otra parte, y ahora de vuelta.
—¿Se averió la bici, Jeus...? —pregunta el patrón, ahora que ha vuelto.
—¿Que si se averió la bici, me pregunta?
Claro que no, señor, todo está más que bien.
Les dije a las personas que la comida de hoy estaba muy rica.
También les transmití sus recuerdos, señor, hasta aquí las cosas van bien, ¿o no?
—No puede ser, Jeus.
—¿Hice algo malo, señor?
Entonces ya no le transmitiré sus recuerdos a la gente.
—No, eso está muy bien, Jeus... —se dirige a él la vida sonriendo—, pero ¿de verdad ya estás de vuelta?
—Sí, señor, puede preguntárselo a la gente.
No olvide, señor, que soy un ciclista artístico.
—¿Que eres qué?
—Sé andar en una sola rueda, señor, hacer trucos en la bicicleta, también soy bueno para el fútbol, pero para eso no tengo tiempo ahora.
Pero todo está más que bien.
—¿Dónde aprendiste eso?
—En casa, señor.
—Eres un milagro, Jeus.

Al chico anterior le tomaba una hora.
Es increíble.
Todos hablan de la rapidez de Jeus.
Esta vida tiene algo por dentro.
Jeus tiene algo, sabe hacer algo, ¡qué chico este, y está aquí haciendo de recadero!
Sientje le echa una flor y Betsy actúa como si fuera María Magdalena, pero Jeus no quiere tener nada que ver con eso.
Ve que la niña se ha emperifollado, puede servirles a los huéspedes arriba, quiere enseñarle lo bien educada que es, pero Jeus no lo ve.
Marie maneja los platos sucios y las escobillas, también tiene un aspecto cuidado, Sientje se encarga de las cenas a domicilio, junto con el patrón, todo encaja hermosamente y durante un momento, Jeus arroja lejos de él lo que sucede y ellos ni siquiera pueden alcanzar a comprenderlo.
El patrón corta la carne, ¿no puede ayudar un momento, patrón?
Por supuesto que cuando Jeus pregunta, ya se están riendo nuevamente.
—¿Puedo ayudarlo, señor?
Ahora estoy de brazos cruzados.
—¿Qué quieres, Jeus?
Mejor mira, ya casi termino.

Esto lo hace el propio patrón, Jeus, no aprendes nada, pero ya lo verás más adelante.
Toma, tres cenas para la avenida Parklaan, la más alejada.
De allí no volverás tan pronto.
Hoy tenemos dieciséis, no demasiadas, pero la gente ya está saliendo de la ciudad.
¿Dónde queda la Parklaan, Betsy?
Si sigue el tranvía, no hay manera de perderse.
Entonces estará bien.
A pesar y sopesar un momento.
¿El triciclo?
No, las tres cenas en la mano y luego rápido, de lo contrario no será posible, ¡aquí la consigna es correr!
Y Jeus corre, vuela; un poco más tarde está delante de la primera casa en la calle Parklaan.
Allí está el número, ahora rápidamente a la otra dirección, es allí, y ahora volando a casa, nadie puede con él.
Lucha por su vida, las piernas no le fallan, la bicicleta es buena, ya está de vuelta antes de que el patrón haya catado y podido preparar el siguiente bocado.
—¿Qué pasa, Jeus?
Ahora sí que se averió la bicicleta, ¿no?
—No, señor, estoy de vuelta.
Todos, también el ama de llaves, se quedan patidifusos.
La gente come con apetito, pero el patrón habla de “santo cielo” y “no es cierto”, “tú haces brujería, qué clase de tipo eres, Jeus”, pero es verdad y no tienen por qué alterarse por eso, es de lo más normal.

—¿Cómo eran entonces los chicos que tuvo antes que a mí, señor?

El patrón le dice con sinceridad y franqueza:
—Si sigues así, Jeus, convertiré tu vida en algo hermoso.
—Yo seguiré así, señor... —lanza de vuelta.
Ay del patrón si intenta engañarlo, no haga lo que hizo “Knerpie”, entonces lo habrá perdido, señor.
En una hora todo queda arreglado, la gente fue atendida y Jeus está listo por hoy.
Ahora a darse una vuelta a gusto; primero tienen que saber todo de él allí—.
¿Puedo salir, señor?
—¿Qué dices, Jeus?
—Estoy listo, ¿no, patrón?
—Pues mira, Jeus, eres interno aquí.
Aquí siempre hay cosas que hacer.
—Pero debo ir a buscar mi ropa limpia, señor.
—Eso es otra cosa.
Pero tienes una noche por semana para salir.
¿Entendido, Jeus?
Y a las once en casa.
Es una pena, pero no hay manera de cambiarlo.
Le habría encantado darse el gusto de ir a Scheveningen, vio toda esa agua solo un momento, y le gustaría tanto hablar un poco con toda esa agua.
Pero eso ya vendrá entonces, se lo deben.
Qué pena, ¿solo una noche a la semana para salir?
Es una locura, pero entonces se larga.
Betsy le pregunta si no tiene nada para remendar.
Lo que faltaba.
Siente que aquí lo tratan como ni siquiera un rey puede vivirlo, y está más que bien.
Pero ¡cuidado!
El patrón le regala una linda chaqueta, la cosa le queda bien, y ahora largo de aquí.
Entonces sube las escaleras como un torbellino.
Quieren saberlo todo.
Bernard siente miedo y ya pregunta:
—¿Qué clase de chica es, Jeus?
—Esa está loca de remate, Bernard.
—Por Dios, ten cuidado, eso es peligroso, ¿entiendes?
—Lo sé, Bernard, y tendré cuidado.
—Te pondrá de patitas en la calle, más vale que lo sepas.
—Ya te digo, Bernard, no te preocupes, todavía estoy yo también.
También Johan y Rie lo ponen sobre aviso, allí hay peligro.
¿Pensabas que estas personas toleraban flirteos en su casa?

Bernard pregunta:
—¿Ya te pusieron a cocinar, Jeus?
—No, Bernard, pero ya vendrá.
—Con que puedas aprender algo, es lo que importa.
Allí tienes para varios años más.
Jeus lo sabe, pero todo está más que bien, hay comida y bebida, y allí tiene el pesebre.
Bernard puede fabricarle unos trapitos rápidamente.
A las once está delante de la puerta, abre Sientje.
También eso llama la atención.
Este chico lo tiene todo.
Jeus sube, ahora a escribirle a Crisje.
Las chicas duermen del otro lado de la gran casa; son órdenes del señor, por supuesto, puede pasar de todo.
"Dios mío, mamá, qué bien me va.
No podrás creerlo, Nuestro Señor me ha bendecido.
Pronto te mandaré un florín y medio, mamá, con eso podrás comprar algo.
Aquí duermo con sábanas blancas y ya vi el mar, mamá.
Santo cielo, Crisje, cuánta agua, tienes que contárselo a Teun y Miets.
Se ve agua por todas partes.
Aquí estoy en Scheveningen, mamá, en el bosque, y seré cocinero, ¡a que no imaginabas eso!
Las oraciones me han servido, mamá.
Y me esforzaré, mejor no te preocupes por mí.
Por favor, diles a los chicos que estoy muy bien, se sorprenderán.
Quién iba a soñar esto.
Dentro de un par de semanas creo que tendré mi gorro y solo después mi pañuelo de cocinero, mamá.
Y solo entonces seré cocinero.
Por Dios, mamá, la comida que tienen aquí.
El señor es buena persona.
Besos de tu Jeus, mamá, saluda a todos de mi parte, volveré a escribir pronto...".
Listo, eso es para Crisje.
Un poco después se va adormeciendo, se siente rico y feliz, y no sueña con ningún amor, pues por dentro está sintonizado con la vida de cocinero.
Sale de la cama con ánimo, eso también la gente lo ve y significa algo; en su caso no hay nada de malhumores.
De inmediato rastrilla el jardín, pero un poco después vuelve a ser atendido, té y rico pan, es un cielo en la tierra, Crisje, casi se cae de la mesa de felicidad.
Pero ¿qué será lo que va a vivir hoy?
Ayer conoció a la gente aquí, esas tonterías de ayer no deben volver a ocurrir hoy, porque te amargan la vida.
Pero no pasa nada, solo que Betsy sigue cortejándolo.
Ya aprendió el trabajo, ahora toca esperar para empezar con el oficio de cocinero.
Quince días después, oye de boca de Betsy:
—No debes creerle al patrón, Jeus.
Aquí no vas a ser cocinero nunca, solo son pretextos.
—¿Qué dices?
¿Tú crees que el señor me tomaría el pelo?
—Tú espera, ya verás tú mismo.
Y unos días más tarde, cuando Jeus le pregunta al señor si no puede ayudarlo ahora, ya tiene que aceptar las palabras de Betsy.

—Lárgate de aquí —sale de esa boca—, solo me estás estorbando.

Entonces es la gota que colma el vaso para Jeus y se da cuenta de inmediato.
Aquí también se le promete la luna a la gente, pero dejan que revientes.
Es un golpe para su vida, siempre tienes que encallar, no puedes contar con las personas, solo hablan por hablar y no son sinceras.
¡Perro sarnoso!
¡Van a empezar los insultos, Crisje!
Aun así le dan cincuenta centavos de aumento, pero eso no le dice nada, quiere avanzar en la vida.
Pero el patrón es como “Knerpie”... y nada mejor.
¿Cómo habrá aprendido entonces este oficio?
¿Acaso repartiendo comida durante años?
Betsy sigue luchando, Marie ya abandonó su oportunidad, pero Jeus cuida sus espaldas y su pellejo, no hay nada particular, Crisje, todo va bien, solo que nuevamente se la están pegando.
Las palabras que le llegan a su interior siempre comienzan de noche en su cama, y entonces siente: ¡Ten cuidado, Jeus!
¡No entres al trapo con Betsy, Jeus!
¡Deja a esa chica en paz, Jeus!
¡Ten cuidado, Jeus, aquí todo el mundo te toma el pelo, Jeus!
¡Nunca accedas a un solo beso, Jeus!
¡Jamás de los jamases!
Entonces la voz interior también lo mece hasta dejarlo dormido, y cuando entonces despierta por la mañana está listo para Betsy, para poder acoger su amor.
“No”, hay por dentro, y con esa fuerte conciencia, “No quiero tu amor, ya me remendaré los calcetines yo mismo, es demasiado peligroso”.
Betsy no lo sabe, no puede seguir su vida, pero ¡Betsy está frente a Casje!
Casje no quiere besarla, ni quiere tener nada que ver con ella, pero eso ¡Jeus no lo sabe!
Si empiezas con el amor, Jeus, ¡estarás en la calle!
Enseguida estarás en la calle, Jeus, ¡si te atreves a dar aunque sea un solo beso!
Y esos sentimientos Casje los graba en su alma a fuego, Jeus no puede escaparse, es lo que lo anima.
¡No, Betsy no lo tendrá nunca!
Su corazón está cerrado y así seguirá.
¿Una pena?
Ay, Betsy, para el espacio no significas nada, y Jeus ¡sí!
¡Y de eso se trata!
Este es el único peligro para Casje.
Una chica... el amor, porque entonces se robarán a Jeus de debajo de sus ojos, y eso no debe ser.
Y todavía no ha llegado el momento en que Casje empezará para él mismo y los “cielos”, para eso ¡Jeus todavía es demasiado juguetón, demasiado infantil!
Betsy ya empieza a maldecir, piensa que es un tipo frío, un muchacho de nada.
Jeus está como congelado.
¿Sí será un chico?
Ella ya empieza a dudarlo.
¿Acaso Marie tiene una pequeña oportunidad?
No, pero entonces ¿quién?
¿De verdad que Jeus no quiere besar?
¿Es cierto que está muerto y bien muerto?
Solo tres semanas más tarde empieza la batalla de verdad, vive Jeus la lucha de Sientje, hora tras hora se le dice que aquí juegan un juego vil, que esta Sientje está acechando algo, acechando... se trata de ella, del ama de llaves y de ese viejo carroza, el cafre misógino delante de la estufa.
Se pregunta si esto ya lleva un tiempo.
Sientje tiene el morrito más pálido, está paliducha, ¿quiere Sientje tener al patrón?
El ama de llaves provoca a Sientje, aquí es una lucha a muerte, ¿un corazón contra otro?
No, se trata de pan, de comida y bebida, y de su pesebre, de seguridad, Jeus.
Siente que bien podrían agarrarse del moño Sientje y el ama de llaves.
Cuando esté libre un momento, ya hablará con Sientje.
Quizás pueda ayudarla.
Y ahora Sientje oye del recadero:
—¿Por qué no buscas algo mejor, Sientje?
Eres demasiado buena, no debes permitir que te pateen, Sientje, para eso eres demasiado buena y demasiado guapa.
Eres tan cariñosa.
Por favor, no dejes que te ofendan.
¿Por qué no te ríes de ese viejo ser en medio de su cara? (—dice.)
¿Ha ido demasiado lejos?
Santo cielo, Crisje, ¿en qué se va a meter ahora?
Otra vez está delante de la plata y piensa, nuevamente hay escenas que le llegan a su personalidad.
Sientje corre de un lado para otro, ahora se ha quedado pasmada, un breve relámpago le cayó en el corazón, y eso por Jeus.
Si el patrón se entera de que Jeus está entre él y Sientje, por supuesto que lo echarán a la calle.
Pero ahora sabe con seguridad que Sientje pelea por su propia vida, por su existencia, ella tiene algo que ver con el viejo milagro.
Sí, sí, ¡lo estoy viendo!
Ella quiere ver su vida asegurada, pero todavía hay otra.
Ahora mira a través de Sientje.
También a su vida se le toma el pelo y se convertirá en pan de carne con tocino, lo que no le gusta a nadie.
Sientje anda por la casa arrastrando los pies como una enferma y aun así hace su trabajo, pero estas mujeres están peleando por un cafre misógino, un impostor desdentado, porque ¡así es!
Lo que Jeus ve es mentira y engaño, aquí apesta a asuntos viles, a porquería.
Las mujeres pelean por un hueso chupado, ¡es extraño!
¡Las cosas por las que se exaltan las personas!
Y ahora ve que el patrón es divorciado... sacó a su primera mujer de la casa a golpes, el patrón es un estafador consciente, un hombre que anda detrás de las mujeres.
Ahora Jeus lo ve, esta profesión es peligrosa, siempre tienes que ver con mujeres.
Es algo caprichoso.
Solo hay que mirar a Betsy y lo sabes.
¡Esa es Sientje!
Y ahora a mirar a los otros un momento.
Si estás abierto a ello, ¡ves de todo!
Metido en su cama, Jeus está oyendo: “Ahora abre los ojos de par en par, Jeus, pero a poner atención, ten cuidado, y vivirás algo divertido.
Pero mantente alejado, no te metas con nada, ¡o no verás nada!
Una noche —cómo lo habrá calculado así—, Betsy también está libre.
¿Tiene Jeus ganas de ir al cine?
Pues, qué puede decir.
¿Tiene que sacarle el corazón de entre esas costillitas?
No, seguramente estás de acuerdo... eso no puede ser.
Así que allí está, con la nariz chata en el cine, con la cuatro ojos que no dice ni una palabra.
Betsy piensa que él es seco como un pan viejo, pero Casje está entre estos dos, él no flirtea.
Llegan a casa como hermanos, Betsy no recibió ni un besito.
¡Jeus no es más que un perro muerto!
Habla de fútbol y de andar en bici, de la imponente Montferland a la que ella quiere acompañarlo, le gustaría tanto ver a su madre.
Ya lo creo, pero entonces andarás muy a gusto de paseo conmigo y eso no puede ser ahora —santo cielo—, pues entonces la gente pensará que somos novios.
Ya te gustaría, ¡no conmigo!
De lo que Betsy sabe ahora es de la felicidad de sus hermanos, sobre su madre, su todo, pero ¡de él no sabe nada!
Así vas bien, Jeus, no podría ser mejor, el enorme golpe de Irma te da todo, el saber; Casje puede estar contento.
Ahora Jeus lo sabe: es un perro muerto y seguirá siéndolo.
Y los llantos no ayudan en nada... qué rápido llora esta niña.
Esta mañana, Betsy está muy pálida.
Marie dice que no durmió.
Ahora esta niña está peleando por su hermana, pero eso tampoco ayuda.
Llorar es un arma de Betsy, Jeus siente que es muy barato, ¡deja que llore tranquilamente!
Y ahora Jeus está viviendo una fiesta aquí, a diestro y siniestro las personas están peleando por algo de felicidad y amor.
Él, Sientje, el patrón y el ama de llaves... viven en pie de guerra con Betsy.
Jeus siente que el patrón todavía no sabe que Betsy está tan loca por Jeus.
El hombre piensa que es otro chico el que la trae loca, porque él mismo le dice a Betsy que mejor mira a su alrededor; también puede que esté buscando las cosas demasiado lejos.
Pero si esto sigue así, Jeus tendrá que partir, solo son un montón de problemas.
Ahora debe huir del amor, Crisje, eso sí que significa algo.
Este lugar se ha convertido en una carpa de circo.
Uno lo echa por la puerta porque es demasiado decente, ahora tiene que huir de la felicidad humana, que sin embargo no le importa un comino; Jeus no quiere de esa felicidad, para él y su vida significa peligro.
Sí, Crisje, ¡tan solo supón que llegara un bebé aquí!
¿No puede ocurrir eso?
Qué poco hace falta para que un chico esté metido en la miseria hasta el cuello, ¿no?
El zureo humano, Crisje... te lleva hasta lo imprevisto... y Jeus está atrapado en ello.
Eso ocurre todos los días, pero Jeus debe ser protegido de ello, de lo contrario Casje estará atrapado, y ¡eso no ocurrirá ahora!
Eso dejaría todo su trabajo hecho añicos, pero el espacio sigue a Jeus y a Casje.
¡Todo esto se revelará más adelante!
Betsy ya despertó en su propio interior un fuego asqueroso, pero eso es asunto suyo.
Su aliento vital ya está hirviendo y Jeus aspira salvajismo, pero ahora no entiende de eso.
De este modo se le da a escuchar todas las noches: “¡Ten cuidado, Jeus!
No entres en ese corazón ni tampoco sientas compasión, o tú mismo sucumbirás y entonces estarás ante un montón de preocupaciones.
¿Cierto o no, Jeus?
Casje es quien influye en él actualmente, de otra manera, de la que Jeus todavía desconoce las leyes.
Antes oía cómo se hablaba dentro de él, ahora son solamente sentimientos, pero con eso basta, con eso se levanta por la mañana y le sirve de pauta de comportamiento.
De esta manera vive Jeus su desarrollo, Crisje, a eso se le puede llamar inspiración y es lo que es, ¡por el bien de la inspiración pura y astral!
De esta manera millones de hijos ya fueron inspirados por Nuestro Señor y obligados a sus acciones, de modo que también esto fuera muy natural y comprensible para una persona de este mundo.
Crisje, ¡los pensamientos que Jeus recibe funcionan de manera infalible!
Así que no te preocupes; yo sé que sientes algo.
¡Los ángeles cuidan de Jeus!
Una enfermera en Arnhem todavía está hurgando por causa de este amor, aquí hay otra niña que piensa hasta volverse loca para hacerse con esta vida, pero no lo logra, ¡Jeus es para Casje y los ángeles!
Claro, vivirá su amor, pero ¡más adelante!
Cuando llegue el momento, también Jeus recibirá su amor y entonces, querida Crisje, de pronto estará en llamas y sabrá con seguridad: ¡es ella!
Y ella ya vive ahora en alguna otra parte y llegará a su vida más adelante.
Y entonces eso también será a su vez un milagro para su vida.
Ahora Casje le regala poquito a poco estas vidas, se las da a ver a cuentagotas; si no sería demasiado a la vez y cometería errores grandes y graves aquí, y eso no debe ser.
Por eso, Jeus no tira a la basura unos zapatos viejos antes de que se haya ganado los nuevos, Crisje.
Y mientras tanto, Casje lo va convirtiendo en un instrumento; ¡Casje sigue queriendo destronar a La Parca!
Y créeme, Crisje, si Jeus debiera vivir esto por sus propias fuerzas ya estaría besando a Betsy y llegarían a estar comprometidos, créelo, pues ¿quién puede sortear esto como persona, como chico con fuego animador?
¡Nadie puede hacerlo... Crisje!
Y entonces lo habrías tenido en casa, Jeus no te habría dejado sola jamás, y probablemente lo habría recibido Anneke Hosman.
Jeus será cocinero, sí señor, pero uno que preparará los manjares espirituales, y que más adelante le regalará a esta humanidad.
Entonces dirá: “Come y bebe de mis manjares, vienen de los cielos, alimentan y son conscientes eternamente, ¡vienen en línea recta de Nuestro Señor!”.
Diría que esto, Crisje, es sin duda algo muy diferente, ¡y así es!
Y luego hay algo más, Crisje.
Una persona ha de amar o seguirá siendo un muerto en vida.
Por tantos dimes y diretes, Jeus despierta.
Por esto se va haciendo cada vez más sensible, y esa es precisamente la intención.
Solo el amor lo prepara, es el amor el que puede servir, y ¡Jeus servirá al amor, como sea!
Ahora que Betsy le va causando lástima al patrón, llega una sensación sospechosa a Jeus.
También del patrón le llega que es un perro muerto.
¿Qué quiere de él esta vida?
¿Por qué se interesa esta vida por Betsy?
Jeus sigue a Betsy en pensamientos y lo ve, ella misma se lo dice y eso hace que su corazón se le cierre de un portazo, es más, ¡queda echado el cerrojo!
¡Maldito canalla asqueroso!
¡Cafre misógino apestoso!
Ahora comprendo por qué Betsy tiene que dormir arriba en aquella habitación y las hermanas no están juntas.
Ahora me queda claro también eso, señor, tienes a tres mujeres aquí.
También Betsy abrió su vida a tu cocina, eres un libertino, ¡un bicho asqueroso!
De verdad que no es un golpe para su vida, eso lo debes saber tú y lo debe saber Betsy, pero no conmigo.
Uf... eres un malparido, destruyes corazones, también has agarrado a Sientje.
A Marie no, eso se ve y se siente en todo, pero en los ojos de Betsy, de Sientje y del ama de llaves se pueden admirar las lucecitas, canalla... ¡gentuza asquerosa!
Ahora Betsy te estorba por aquí.
Betsy sobra... porque todavía están Sientje y el ama de llaves.
Ahora debo tener yo a Betsy, ¿no es así?
Pero entonces Betsy tiene que aceptar la terrible paliza de la vida de Jeus.
Ahora que ella pone demasiado amor sobre la mesa, se oye:
—Eso mejor pregúntaselo al patrón.
Y cuando ella no quiere comprenderlo, todavía sigue:
—Dije que el patrón sabe mejor lo que yo... sé... vi, eso es más claro.
Y eso sí que es exactamente todo, no hay más.
Betsy ya se va corriendo.
Es un golpe en medio de su alma, ¡se va vaciando!
Jeus la ha calado a ella y a los demás, hay un montón de porquería aquí.
Pero la buena Marie no está enterada de nada ni tampoco tiene que ver.
Esa es demasiado infantil para el señor; Betsy le pone todo a los pies ¡y el patrón lo aceptó!
Pero Marie se ruborizó hasta la nuca, ¿sabrá algo de su hermana?
Ella tampoco aguanta más y sube corriendo.
Ahora Jeus está solo, muchas gracias a todos, pero las oraciones de mamá funcionaron.
Ay, si vieras todo esto, Crisje.
Pero no te preocupes, ya lo estoy viendo.
Sientje sirve la comida.
¿Volverán las señoras?
No, ¿dónde están, Jeus?
Ahora va en serio.
Ahora que Sientje incluso quiere unirlo a la vida de Betsy, también a ella le pega y sale de su boca:
—No quiero a una golfa, Sientje.
No me dicen nada las chicas que ven y quieren vivir viejas primaveras desechadas.
¿Qué quiere decir con eso?
De pronto, Sientje sabe de qué va la vaina aquí, y ella también pone pies en polvorosa y sale corriendo, fuera de su vista.
También esa vida está golpeada.
Ahora a echar un vistazo a lo que se preparó de comer hoy.
Jeus se sirve.
Un rico pedacito de carne, un poco de sopa, una pera de postre y luego natillas de almendras, mejor imposible.
Se parte de la risa, alcanzan a escuchar su voz de tenor arriba.
Le sabe muy sabrosa la comida, pero Sientje sospecha que el patrón es un cafre misógino, también Betsy lleva ropa demasiado bonita.
¿Acaso no es cierto?
Pero ¿qué será lo que quieren todos estos polluelos?
Esa alma desdentada es como un perro callejero salvaje, y los pretextos de “yo te convertiré en cocinero” son cuentos chinos.
¡No va a ocurrir!
Lo vas a ver.
Tiene que encontrar otra cosa pronto, esto se está convirtiendo en una porquería, la calma ha desaparecido y lo hicieron ellos mismos, lo han dispuesto así ellos mismos, él no tiene la culpa.
‘Así que es cierto a pesar de todo’, piensa Sientje, ‘¿Betsy está metida en un juego vil?
¿Ella también está metida en esto?
¿Es por eso que Jeus tiene que tener a Betsy?’.
Jeus sabe que el patrón piensa, ‘Maldito granjero, por mí, revienta’, pero ya se arreglará.
Y Sientje se denigra a ella misma porque ganará el ama de llaves, esa tonta marrana todavía no está enterada de nada.
Pero, realmente, ¿cuánto tiempo ya lleva esto así?
Ahora Jeus los conoce a todos, y en cuanto la dama de honor empiece a comprender se convertirá verdaderamente en un circo, y entonces sí que ocurrirán cosas.
Ahora que vuelven las niñas, tiene que salvar lo que se pueda.

—¿No tienen que comer bien?
Vamos, niñas, no hay que amargarse tanto la vida, ya es suficientemente mala.
¿No quieres comer un poco, Betsy?
—Sí. —Oye, con voz temblorosa, por lo que ríe y se divierte por dentro—. Sí... por supuesto... —Pero ella no lo sabe.

¡Inútiles!
¡Tontas!
¡Chifladas!
¡Niñas como puercoespines!
Vamos, queridas, ¡a comer!
Y ahora están comiendo, Jeus les sirve, él es quien manda aquí y nadie más, ahora las nenas tienen que obedecer.
Y de verdad, logra que lo hagan.
Comen dulcemente las niñas.
Los bocados de Betsy son los de una María Magdalena, aunque con aires de La Haya; Jeus siente que no tiene nada de Jerusalén ni de todo lo bello allí; el corazón de ella es tan árido como el desierto.
Es un montón de miseria, esta niña, una sarta de problemas y nada más.
Porque Marie no quiere miseria, también su mirada es diferente.
El ser humano se protege a sí mismo, también Jeus, revienta por dentro de diversión, ¡así de tonto es esto!
Pero se rastrea a sí mismo.
¿No estaba él también, hace tiempo, loco de remate?
Ahora ve cómo es un ser humano cuando ese mismo ser humano ya no sabe lo que hace.
Nunca pongas tu amor sobre la mesa, nunca muestres tu amor así, ahora estás más que chiflado y no tiene valor.
¡Este amor apesta!
Es una pena, pero lo ves, no hay nada más que vivir.
Media hora más tarde ha vuelto la calma, pero las cosas siguen fermentando dentro de estos corazones.
Esta noche, el patrón saldrá con la dama de honor; Jeus ve que Sientje se sobresalta, pero las demás no lo ven y ahora el patrón se hace el remolón de manera ingenua.
¿Lo puede aclarar Jeus?
Ahora el ama de llaves puede entrar a la cocina en cualquier momento.
¿Pasa algo?
¿Sabe algo ella?
¿Vio a las señoritas corriendo arriba?
Sí, vio a Sientje corriendo y a partir de ese momento se preguntó: “¿Por qué sube corriendo tan rápidamente?”.
Y luego —Jeus lo siente— ella lo supo.
¡Saldremos esta noche!
Y Jan el patrón ya no tiene nada más que decir, ahora la baronesa manda, pero eso es para Sientje.
Eso es todo, es una gran porquería.
Sientje tiene que escuchar que después de la Comedia irán donde Piet y Corry, y lo único que el calzonazos puede decir es “sí”.
Se llama Flapje, el calzonazos, pero eso no lo traga, no le gusta que aquí entre la gente ella lo llame “calzonazos”.
Ahora Sientje tiene que aguantar lo suyo con el patrón y eso es algo que posee el ama de llaves, ¿no lo sabe Sientje?
Esa pobre niña está allí frente a la estufa y está que echa chispas, ¿por qué quieres luchar como ser humano contra esta vaca, Sientje?
¿Es que no entiendes que el ama de llaves te lleva mucha ventaja?
Día y noche está arriba con él, tú eres aquí la princesa de la cocina, tú pierdes porque este canalla te succiona hasta dejarte vacía.
Así que arréglatelas tú misma, pero tú también te denigras, Sientje, y más adelante ya no significarás nada, tu vida materna está siendo pisoteada.
Pero el ama de llaves sigue volando por la cocina, hasta que el calzonazos la regaña, y entonces se va.
Sientje está más roja de lo que puede estar el fuego, los celos la consumen por dentro y solo ahora se siente verdadera y humanamente apaleada, de lo que Jeus conoce todas las profundidades.
Sí, duele, no me cuentes nada, Sientje, ¡lo sé de sobra!
Pero por eso también comprendo todo aquí.
Cómo me alegro de que Irma me haya pegado tanto.
No, no estoy alegre, pero aun así aprendí por eso, pero aquí nadie ha aprendido nada todavía.
¿Cuántos años tienes, patrón?
¿Sesenta y cuatro?
Sientje cuarenta, y el ama de llaves también.
¿Y ellas pelean por tu infeliz inteligencia?
¡Es una granja cualquiera!
¿Qué son los hombres y qué son las mujeres?
¡Son unos perros infelices!
¿Ya no miran las personas viejas?
Las personas jóvenes se denigran a ellas mismas, regalan sin más toda esa belleza y no piensan más adelante.
¡Habrase visto, es pobre!
Aquí el amor se viste con cara nueva a cada momento y estas almas no miran detrás de ella.
Pero ¿no pelea cada persona por un poco de amor?
Vamos, Sientje, eres guapa, sin duda que puedes encontrarte con algo diferente.
No te regales a ese viejo cascajo.
Pero eso ya ocurrió.
Y ahora estás que te lleva el diablo.
¿Pensabas esquivar al ama de llaves?
Ella va a salir y tú puedes limpiar la campana, puedes llorar hasta quedar vacía en tu habitación, pero eso nadie lo oye ni lo ve, ¡solo Nuestro Señor ve que estás loca de remate!
¡Eso es buscar miseria!
Esto es pedir ser pegada.
Y ¿por qué lo haces?
Ahora Jeus ve que también en la ciudad los hombres y las mujeres pelean por comida y bebida.
Lo de la tía Trui, de antes, solo había sido un juego de niños.
Aquí se venden por comida y bebida.
También el ama de llaves, Betsy y Sientje hacen exactamente lo mismo, ¿acaso eso es amar?
¡Él no quiere nada de esa porquería!
Pero, Crisje... ahora Jeus recibe las pruebas.
Aprende a ver cómo es el amor de la ciudad, y ¡eso lo hace fuerte y consciente!
Está aprendiendo un montón aquí, Crisje.
Madres y chicas pelean por un hueso de más de sesenta años, ¡son unas bobas!
La belleza materna no significa nada cuando tienes hambre.
Esto aquí es una desgracia.
¡Aquí es para reventar de la risa!
Betsy, ¡que te lleve el sagrado “drudel”!
Sientje se está desangrando, pero es su propia culpa.
Allí está, temblando, pero ¿quién lo siente?
De verdad que hizo que el patrón se ruborizara.
Mira de reojo a Sientje, habla su conciencia.
Hay que ver cómo tiembla ese hombre ahora.
Los mostachones se le caen de las manos como migajas, ¡es un retrato!
Sientje pone mirada de María... pero ella no es lo suficientemente santa para hacerlo, y ahora su irradiación rebota a la sopa de la que se está ocupando.
Sí, es sopa, ¡se trata de la sopa y de nada más!
Santo cielo, mamá, nunca más voy a salir, aquí estamos viviendo un teatro como no se puede ver en ninguna parte.
No hay lugar donde sea tan real como lo que se actúa aquí.
Y yo soy el hombre que levanta el telón, les hago hacer su aparición uno por uno, Crisje, ¡así es!
Hace un momento rodó un plato de sopa por la cocina, Crisje.
Ahora a Sientje todo se le está cayendo.
Ahora también Betsy y Marie están temblando, y el patrón las engatusa, pero no se atreve a hablarle demasiado fuerte a Sientje o lo oiremos nosotros, pero lo que se dice, mamá, lo que así se nos da a oír, con eso el hombre se pondrá a sí mismo y a Sientje en la hoguera, porque si no tienes que ver con una persona, entonces no hay necesidad de sonrojarse, ¿o sí?
Y hay que verlo cómo se sonroja.
El patrón tiembla, está ante una pelea, mamá.
No, no es eso, ahora el patrón tiene que demostrar lo que quiere, pero escogerá a aquella otra vaca o la casa entera estará de cabeza y viviremos una pelea tremenda.
¿Sientes, mamá, lo que quiero decir?
Ahora el patrón tiene que escoger entre ambas, pero se queda con las dos.
Pero a Sientje la echan a la calle igual que los restos del pescado.
Lo veo, lo siento, mamá, pero Sientje todavía no lo siente.
Ahora también el patrón sabe una cosa: nunca más empezará con el amor... nunca más, ha hecho envejecer al hombre de golpe, te da lástima si ves cómo le tiemblan los labios, y naturalmente es por Sientje.
Pero él saldrá, Crisje, lo verás.
El caos está ordenado, terminó la tarea del día, arriba hay personas preparándose para salir.
Estas personas van al teatro...
Ahora Sientje sabe: perdió la partida, ahora que recibe sus instrucciones de los dos, en forma de órdenes.
El ama de llaves se burla de ella en todos sus morritos, pero no sabe que ya había llegado al punto, Crisje; ella, esta vaca, piensa que todavía lo presentía bien, que se anticipaba; si Sientje todavía pudiera parir sus becerros, Crisje, entonces esta mujer vaca lo vería más adelante, pero eso ya no es posible, ¡porque Sientje no es capaz de parir!
Pero ¿viste que se iban esas personas celosas?
Sientje no sabe lo que dice, cuando Jeus oye:
—Betsy es buena niña, Jeus.
¿Qué quiere ahora?
¿Quiere enmendar algo con respecto a Betsy?
Esta negrita ¿es capaz de todo?
¿Se hablaron entre ellas allá arriba?
Jeus siente que ahora las mujeres se vuelven ruines, sacan todo el jugo que se pueda.
No, demasiado transparente, no me gustan, mejor subo a acostarme a gusto en la cama, y le escribo a Crisje.
Por mí, ¡revienten (reventéis) con los auténticos “drudels”!
Una semana después, todo vuelve a quedar resuelto, seguramente el patrón llegó a un arreglo para sí mismo y Sientje, cuchichean mucho, se viven el uno al otro, y la posición del ama de llaves está más afianzada que nunca.
Entonces de pronto, Jeus recibe un mensaje de Hendrik.
Hendrik va a ir a Wassenaar, ¿no quiere Jeus ir a verlo?
El cocinero jefe no quiere quedarse sin él.
Si necesitan más personas allí, lo mandará avisar.
Pero está bien, Hendrik, aquí no hay más que amargura, es hosco aquí, te asfixias aquí.
Y unos días más tarde hay otra cosa divertida más para su vida, y eso así sin más viene caminando a su encuentro.
Arriba en las habitaciones vive un barón.
Parece que el hombre lo ha estado siguiendo y le pregunta a Jeus si quiere entrar a trabajar con él.
Recibirá treinta florines a la semana, incluyendo comida y bebida.
¿Le parece?
El hombre le dice que él es un buen chico, el patrón le ha contado todo y el señor sabe más aun.
¿Quieres venir con nosotros?
Claro, por supuesto.
Pero voy a ver a Hendrik y Gerrit.
Mis hermanos van a salir al campo, y allí voy.
¿Puedo ayudarlo?
Sí, eso puede, y ahora se ayudan el uno al otro.
Jeus lo sabe, se va, el barón lo ayuda y él ayuda a esta familia, hasta que Hendrik le escribe que ya puede ir.
Aunque el hombre le hubiera dado cien florines, incluso entonces habría ido a ver a sus hermanos.
Alberga dudas, pero ahora llega a su vida: “Ve adonde Hendrik.
Ve, Jeus, esos treinta florines te dan todo, pero tampoco has de creer todo, ve, ve adonde Hendrik y Gerrit”.
Y ahora está buscando la mejor hora para eso.
El patrón debe desmoronarse del susto.
Betsy tiene que atragantarse con la sopa, los demás no le importan en lo más mínimo.
Pero ¿le saldrá bien la jugada?
¿Tiene seguridad?
Jeus es precavido.
En este momento, cuando llega arriba con los zapatos de la familia, el señor barón le da veinte florines en mano, y ahora ya no le puede suceder nada.
Ahora está seguro: el hombre habla en serio.
Solo es una transición breve, Jeus.
Tú quieres irte de aquí y nosotros también, créeme.
Sé todo, aprecio tu actitud, todavía eres joven, pero también eres valiente, sabes lo que quieres.
¿El señor lo sabe todo?
Sé algunas cosas, Jeus, pero suficiente para llevarte conmigo.
Es para cuatro semanas, luego iremos a nuestra propia casa de campo.
Están en la mesa, la comida es buena, las chicas charlan de cualquier cosa, Betsy todavía intenta atraparlo, no se rinde.
Sin más impacta la bomba.
El patrón vuelve para llevarse algo rico arriba.
Jeus siente que ese es el momento, ahora se van a enterar.
Se oye:
—El sábado me iré de aquí, patrón.
¿Ves? ¡Ya se lo había imaginado!
Los pastelillos ruedan por el suelo, Sientje y Betsy se quedan tiesas, Marie ríe.
El patrón no sabe qué decir, pero a Jeus le llega:
—¿Qué me estás diciendo?
¿Te quieres ir, Jeus?
Imposible.

Sientje puede ir arriba a servir las golosinas, ahora el patrón tiene otra cosa que hacer.
Betsy no llora, sino que está furiosa.

—Sí, patrón, ¡me voy!
¡Me voy de aquí!
¡Vaya golpe que fue eso!
Menudo impacto, bien, ya no necesito tanta ceremonia.
¿No me entendió el señor?
¡El próximo sábado en ocho días me voy!
A Betsy se le cae el mundo encima, ella sí que debe creerlo.
Pero todavía no llega el sábado de la próxima semana, aún puede pasar de todo.
No saben que Jeus ya tiene el dinero en el bolsillo, ¡él se irá!
Pero el patrón dice:

—No, tú no te vas.
Te doy siete florines más, Jeus.
Te convertiré en cocinero.
Empezaremos con eso ahora.

—Vaya, ¿eso pensaba?
Entonces llega un poco tarde, patrón, ya no quiero ser cocinero.

—¿Tienes otra cosa entonces, Jeus?

—No, no la tengo, pero ya no dejaré más que me tomen el pelo.
Marie le da y Sientje también... ¡qué tipo este!
Están orgullosas de Jeus; el jefe, no.
Pero vaya si a este le quedan otros medios para hacer que Jeus cambie de parecer.
Ya se arreglará eso, Betsy.
Todavía cuenta lo que diga yo.
—Jeus, te doy quince florines a la semana.
—Aunque me diera treinta, señor, ¡me voy!
Vaya con ese chico, ¡ya verá!
Pero eso es inconcebible, no va a ocurrir.
Así me gusta, siente Jeus, ahora están enganchados.
Tampoco la vaca quiere estar sin él, pero se ríe de ella en plena cara.
El jarabe se convierte en miel, mejor imposible.
Ahora no quieren perderlo ni por todo el dinero del mundo, Crisje, pero él se va, ya lo conoces.
Y el buen hombre arriba también conoce a Jeus, a ese hombre se le ocurrieron cosas, empezó a pensar, pues entonces su patrón no debería haber hablado a lo tonto.
Esa vida es demasiado buena para que la derrumben, eso es imposible.
Lo ves, Jeus, así es como Casje trabaja para tu vida, todo va de maravilla, la amplia razón humana y los sentimientos saben apreciar el verdadero cumplimiento del deber.
Y ahora oye...: “¿Te gustaría ir a la ópera, Jeus?
Adelante, ya es hora de que te toque algo a ti.
Betsy irá contigo, ¿te parece bien?”.
¿Qué hará, Casje?
Hay que ir, yo también iré.
Jeus se chupa los dedos con la ópera ‘Tosca’, y disfruta sobremanera.
Pero Betsy, que reviente.
No la toca; ella siente, pobre niña, que él quiere deshacerse de su vida, él disfruta, claro, no lo debe molestar.
Pero ahora, de vuelta a casa rápidamente.
¡Hay que ver qué cosas!
¿Te irás de todas formas, Jeus?
¡Sí, me voy!
Y ¿no te compadeces de mí entonces, aunque sea un poquito?
Para nada, ¿por qué?
¿No puedo irme?
¿Hay otra persona entonces, Jeus?
No, no tengo a otra persona, pero ya no dejaré que me tomen el pelo.
Vamos, quédate, Jeus, seguramente que podremos encontrar algo juntos, ¿no?
El patrón va a montar una gran pensión, y tú serás el cocinero, eso dice.
Pues dile que voy a montar una pensión yo mismo y que puede hacerse mi aprendiz.
Yo ya conozco el oficio.
Se ve a ojos vistas, Betsy tiene que ganárselo.
Y no quiere golpearla más, únicamente recibe un azote cuando se le acerca demasiado, porque ella misma lo pide.
No, no quiero que me besen, déjame en paz, es lo que te pido, ya está bien, ¿no?
Betsy sube corriendo como una exhalación.
Llora hasta no poder más.
¿Qué hace Jeus, Betsy?
¡Se va!
Maldita sea, ¿qué quiere un chico así?
¿Entonces lo que digo yo ya no cuenta?
No, nada, patrón, que te den los “drudels”.
Solo dame mi paga el sábado, y me voy.
Eché a andar tu negocio, le di nueva vida, ¿cierto o no? ¿Acaso no has ido haciéndote con más clientes?
¿No están contentas las personas?
Y ¿cómo se portaba tu otro chico, el anterior?
Jan echó a patadas a tus clientes, tú mismo lo dijiste.
Yo te di todo y ¡lo has traicionado!
¡Que revienten (reventéis), todos ustedes (vosotros), todos excepto Marie!
Esa es una niña buena, de primera, y honesta.
¡Me voy!
Ahora va a la Scala (la ópera), el patrón todavía no se rinde, no quiere perder a Jeus.
Betsy tiene que ir con él otra vez, tiene que persuadirlo, pero no lo logra.
Y Jeus va con ella, porque todo este tiempo le han tomado el pelo, le paga a ese viejo engendro con la misma moneda, disfruta, ahora vive algo que lo hace sentir feliz.
Crisje se entera, se siente como un rey entre todas esas personas de la ópera.
Una opereta es celestial, vuelve a vivir a su padre, y solo ahora lo hace plenamente.
Dios mío, la de cosas que habría podido lograr papá.
Si se le hubiera concedido seguir viviendo, él también —es un hecho— habría pisado las tablas, porque su voz era exquisita.
Ahora lo saben, no hay nada que se le pueda cambiar, Jeus sigue negándose con tenacidad, no quiere que le den un aumento ni ser cocinero, se acabó.
Ve que ahora empiezan a molestarse, a enfurecerse de verdad, ¿quién entiende a un chico así?
Exactamente, mejor no haber dicho nunca “chico”, Betsy, tal vez entonces todo habría resultado diferente para ti, ahora puedes hacer lo que sea, ¡él se va!
Ahora Jeus los mira a los ojos uno por uno.
Todavía recibe de Sientje:
—Jeus, eres un hombre.
Un hombre tiene que demostrar lo que puede hacer, y tú puedes hacerlo, tú lo sabes, lograrás muchas cosas en la vida.
Betsy está con las narices encima y otra vez llora, también para su vida es una enseñanza.
El patrón se ruboriza, puede aceptarlo: lo que Sientje le dio a Jeus también es para él, pero él no tiene nada de eso.
Lo que él tiene de eso es hipocresía, disparates, ultraje, ¡nadie seguirá creyéndolo!
Y entonces llegó el sábado.
Cómo es posible, Crisje.
Lo rodean como si estuvieran despidiendo a un rey.
Hay lágrimas en los ojos humanos.
Hay aquí quienes no quieren perderlo por nada del mundo.
Aun así, Jeus se va, tiene unos momentos para hablar con los chicos, y luego va al barón, y de allí a Hendrik y Gerrit.
Adiós a todos... aprendí mucho con usted, señor, vi y aprendí cómo no se deben hacer las cosas.
Lo haré de otra manera.
De manera muy diferente, y tal vez nos volvamos a ver en esta vida.
Casje ganó la batalla.
Jeus se larga, un poco más tarde ha olvidado a esta pandilla.
¡Adiós, Betsy!
Cuídate, si no terminarás pereciendo.
A mí no me volverás a ver nunca, ¡jamás de los jamases!
Andas en pasos peligrosos, hija, tú también eres extraña por dentro.
Este amor era demasiado previsible.
Casje, ¡gracias!
Jeus se ha hecho mayor, así las cosas van bien.
Te comprendo, por supuesto, Jeus tiene que vivir algo, tiene que hacerse mayor, o no podrá soportar más adelante la violencia del espacio.
Pero ¿ahora qué? ¿Si quieren convertir su vida en la de un criado y en un chófer?
Eso también está en tus manos... y desde luego... Jeus no tiene nada que decir, todo es seguridad, ¡continuamos!
Y no olvidará lo que aprendió.
Y ahora, ¡a seguir!
Nuestro Señor sabe que las cosas van bien.
Los ángeles siguen a Jeus, los planetas y las estrellas ya están preguntando: ¿Cuándo vas a empezar?
¿Cuánto falta aún para que podamos llegar a ver a Jeus?
¿Ya le has contado de nuestro “Wayti”?
El wayti de Betsy era un desastre y la pobre Sientje ya se imagina a sí misma marchitándose, se desconecta a ella misma para la vida, porque esta animación malsana sofoca tu animación como hombre y mujer.
O ¿acaso no es así?
¿Tienes una idea mejor?
¿Lo ves de manera más consciente?
Crisje puede estar contenta, sus oraciones sirven, nuevamente fueron oídas, porque ¿no fue esta una protección pura?
¡Es lo que fue!
Y todo aquello otro, por lo que las personas pueden vivir su animación, lo leerán en sus libros, también esto, este pasaje, este capitulito, claro que sí, para que no nos olvidemos de nada.