Jeus, el pensador

El sueño humano es algo sagrado.
Lo que es en realidad, no se sabe, pero lo necesitas de manera urgente, porque mientras duermes adquieres nuevas fuerzas; de lo contrario, los sistemas orgánicos de la máquina humana sucumbirían.
La gente que no duerme bien —se ve al instante— tienen generalmente alguna cosa por la que la personalidad se siente irritada, pero de dónde vienen esos trastornos, eso no lo sabe nadie en el mundo; tampoco el erudito, tu psicólogo o psiquiatra, tampoco el neurólogo; para eso se impone un examen a fondo e incluso así estarás frente a la máquina humana, ¡de la que desconoces la mitad!
Seamos sinceros: ¿dónde viven esas personas que pueden decir: “Conozco la máquina humana, desarmé esa cosa a fondo, conozco cada pequeña rueda, cada componente que tiene, conmigo recuperarás la salud”?
Ni un solo erudito de los cientos de miles que ahora viven en la tierra, Jeus, conoce la máquina humana.
Esos conocedores de almas lo tendrán que asentir, porque todavía tienen que echar los fundamentos de su facultad para el alma y el espíritu, o sea, para la vida interior.
Aunque piensen que saben algo al respecto, cuando desarman la máquina, ellos, precisamente estas personas, se quedan con media caja de tornillos y tuercas con las que no saben qué hacer, lo que para un ser humano enfermo y estresado es fatal, claro... porque ahora estás ante tu “pequeño yo” deteriorado... que desde los años de la infancia vive en desesperación, porque de lo que se trata en casa, Crisje: el ser humano no le ha dado los últimos toques a sus pensamientos; la personalidad pensó, ‘¿A mí qué me importa? Esas cosas mejor hay que echarlas por la borda, ¡no dicen nada!’.
Y sin embargo, fue un pensamiento de esos sin terminar, un pequeño problema de esos también, Jeus... por el que la gente con edad avanzada se siente golpeada y ya no puede dormir.
Y entonces llegaron esos eruditos.
Al ser humano se le dieron a tomar medicinas, y esas, Crisje... ocasionaron la anestesia, se quiso curar una cosa por medio de la otra y no fue más que un remiendo, solo fueron ungüentos nada más... y cuando ya nada reaccionaba, tuvieron que aceptar una terrible impotencia, y ¡se sintieron rotos en el alma, la vida y el espíritu!
No se podía encontrar nada en el mundo por lo que recuperaran su salud, su sueño; esas medicinas no las había, y ahora la erudición no significaba nada, porque ¡esos eruditos desconocían el alma, la vida y el espíritu!
Pero Jan Lemmekus sabe: esos tipos de Oriente sabían mucho al respecto.
Ellos sí que eran capaces de desmontar la máquina humana y también volver a armar la cosa como debía ser, pero lo hacían a su propia manera, y era algo bastante distinto que lo que se sabía al respecto aquí, en Leiden, Utrecht o Ámsterdam.
Para Jan era un hecho: ¡esos no lo lograrían nunca!
Los medios o los métodos que se usaban en Oriente eran eficaces, esos medios penetraban hasta el alma y el espíritu de la máquina, y a veces el ser humano como personalidad se volvía a ver a sí mismo de manera infalible.
Pero esos sacerdotes descendían en la máquina humana, ponían patas arriba la personalidad y solo entonces veían lo que estaba mal, lo que el “pequeño yo” propiamente dicho había olvidado tiempo atrás, y luego introducían espacio entre esas minúsculas pero imponentes ruedas dentadas, y disolvían completamente los trastornos anteriores.
Para ello, en ocasiones usaban también las fuerzas del Sol y la Luna, y —Jan lo leyó— lo hacían por medio de “Hipnosis”... a veces dejaban a la gente que anduviera de aquí para allá en su mundo durante mucho tiempo, para que se olvidaran de lo suyo propio, y se lograba por completo.
Luego, esas almas recuperaban su sueño normal, y la vida en la tierra y para la sociedad volvía a ser soportable y a valer la pena.
Pero tú, constataron esos sacerdotes, no pensaste, solo viviste la vida.
No pensabas que esos pensamientos te perturbarían, pero ya lo ves: ¡allí fue donde empezó!
Si hubieran vivido esos pensamientos de manera natural y según las leyes del espacio, y si hubieran querido reflexionar sobre ellas, entonces nada habría pasado, nada, pero por dentro esos pensamientos se fueron amontonando, hasta que se formó una montaña de sentimientos no reflexionados, y entonces la personalidad se asfixió.
¿Acaso tú lo ves de otra manera?
Jan puede hablarte de eso, y ¿no tienen razón estas personas?
Sí que es curioso, muchos eruditos ya aceptaron estos métodos, porque comprendieron que así se deshace uno de esa miseria.
Millones de personas, querida Crisje, tienen así la culpa de su propia miseria.
No pensaron, no quisieron pensar.
Naturalmente, los cuerpos fuertes lo aguantaban, van pasando vidas, y sin reflexionar, y de todos modos: la personalidad no sentía trastornos materiales.
Y esos son entonces los dichosos, las personas que viven la vida, a esas no les hace falta pensar, ni tampoco saben hacerlo, y eso quiere decir que a pesar de todo puedes tener salud, aunque no reflexionas acerca de tus problemas cotidianos, es cierto, también hay gente así.
Pero si llegas a una profunda reflexión interior, si entramos a los grados para la sensibilidad humana corporal y espiritual, entonces nos veremos ante problemas muy distintos, y también veremos que se acercarán a nosotros estos fenómenos, y ya no habrá de ninguna manera un sueño sano.
Pero hay miles de personas, Crisje, que han vivido cosas angustiantes durante su juventud, de las que más adelante, como personas adultas, padecieron la carga despiadada y luego estuvieron frente a su psicólogo, neurólogo o psiquiatra, sintiendo que ya no eran aptas para la sociedad, todo el día estaban temblando y estremeciéndose por dentro, pero nadie sabía dónde se encontraba la carga en realidad.
Pero entonces, esos eruditos hacen las siguientes preguntas:
—¿No viviste nada en tu juventud que te diera un sobresalto o miedo?
Piénsalo un momento.
Y la mayoría de las veces, Crisje, esas personas habían vivido algo.
Y ahora, a través de la personalidad, esos eruditos empezaban a examinar el alma humana, el espíritu y la vida, volvían hasta ese punto, lo aclaraban por completo o en parte, pero de esta manera, a la persona enferma se le reducía su carga, porque el médico iba royendo una fracción minúscula de esa montaña interior, y solo con eso, no lo creerás, ese estado mejoraba, a la conciencia diurna se le iba quitando una carga de encima y a veces ¡el sueño volvía!
¿No es interesante esto?
Todo esto es verdad, Crisje.
Y ahora seguiremos a Jeus.
Ahora que sabemos que hay vidas que lo siguen en todo, no nos quedará más que aceptar que esas quieren que no tenga problemas que más adelante lo quiebren y que desuellen su vida.
Si sabes con lo que Jeus se va a encontrar más adelante, entonces no puede haber en él ni un solo pensamiento que no haya sido reflexionado hasta agotarlo, o después ese solo pensamiento no desarrollado romperá el valioso cuello interior de la máquina humana.
Y muchos velan por eso.
Ahora se quiere que Jeus piense que será un verdadero deshilachador, es urgentemente necesario, y ¡eso hará que aprenda!
Ya desde ahora los nervios tienen que adaptarse y si se les da el espacio, Crisje, más adelante la personalidad tendrá mucho aguante, ¡y esa es la intención!
Después de un día cargado de tareas te vas hundiendo en el sueño, pero de pronto estás despierto.
¿Qué es?
¿Quién te despertó?
¿Son estas las estatuillas de Nuestro Señor?
Estás sentado en la cama.
Ahora tienes que empezar a pensar.
Pero el resto de estos millones de personas se echa hacia el otro lado; la personalidad quiere dormir y nada más.
El ser humano ya sabrá lo que hace, eres dueño y señor de tu sueño, pero ¿luego?
¿Cuando te hagas mayor?
¿Si posees esa sensibilidad?
¿Volverán entonces esos sentimientos a tu conciencia?
Ya quisieras, forman parte de tu subconsciente, y allí esos malditos sentimientos no reflexionados ponen las cosas patas arriba, te van destruyendo, van socavando lo natural, ¡tu propia salud tan cara y preciada!
¿Qué fue lo que lo despertó?
No vivió un entierro ayer.
Ya puedes despertar la rueda más pequeña de la máquina humana, pues ahora esa cosa está bajo una gran presión y eso eres tú mismo, Jeus.
Un pensamiento semejante no está bajo el control de tus sentimientos, y es comprensible.
¿Qué quieres?
Si ahora piensa, ‘¿Y a mí qué me importa? Que revienten las estatuillas... ¿cierto o no...?’, sin embargo, este problema se fijará de manera poco clara en su personalidad.
Si luego entiende todo, esa será la ganancia para su pensar y sentir.
Y sin duda que Jeus lo entenderá más adelante, aunque ahora hay una posibilidad para aprender a pensar, y eso, Crisje, es la cosa por excelencia de la que se trata ahora.
Los pensamientos asquerosos quiebran la vida interior, Crisje, tú misma lo sabes mejor que nadie.
Por eso la gente se volvió psicópata.
La paternidad y la maternidad, ya te aclaré estos imponentes problemas; más adelante le contaste todo a Miets, y también al pequeño Teun, ibas contestando a medida que el alma o la personalidad preguntaba, y así le quitabas al niño las preocupaciones propias y los problemas.
¿O qué? ¿No es cierto?
A través de esto viviste tu alegría y tu felicidad, y los niños pudieron seguir otra vez, este entendimiento y el saber les dio espacio y personalidad, el saber para el que vivían y están en la tierra como seres humanos, una educación sobresaliente, pero de (la que) privaste a Jeus.
Pero de eso no estamos hablando.
Quien reflexione bien, Jeus —y también vale para ti, Crisje, esto es para cualquier ser humano...— puede poseer amor.
Y quien posee amor, a su vez está abierto a Nuestro Señor.
Y entonces el ser humano se hace amado, pero ahora puede alcanzar algo para su propia vida y para esta humanidad.
Si aprendes a reflexionar, Jeus, puedes empezar a hacer de “Sócrates”.
El ser humano que reflexiona llega a tener en sus manos la posesión de este mundo, y siempre ocurre por la reflexión.
¡La gente que no quiere reflexionar no logra nada!
¡Eso no tiene ningún secreto!
¡Te lo puede decir y explicar cualquier persona que haya logrado algo!
Porque han reflexionado —no importa para qué— recibieron otra personalidad más amplia y la mayoría de las veces se convirtieron en los líderes sociales.
Ya te lo dije: Johan no quiere reflexionar.
Si Johan sabe reflexionar siquiera nuevamente no importa, eso es otra cosa muy distinta a su vez, pero así vemos su personalidad.
Allí está todavía la voluntad, y quien no tiene voluntad ahora, ¡está detenido!
Otra cosa más: porque ahora nos veremos ante problemas espaciales, Crisje, cada ser humano posee su propio mundo, pero a la vez tiene que aceptar su conciencia.
Y ahora puedes ampliar tu propia conciencia reflexionando.
Jeus vuelve a tener interferencias en su pensar, porque los chicos hablan en su sueño.
‘Otra cosa’, piensa, de la que quisiera saber todo.
Gerrit roba en sus sueños, mientras duerme sigue mangando como lo hace de día, de lo que siente que Gerrit por lo tanto está despierto y a la vez no, y eso es lo extraño del asunto.
Bernard también sueña; antes volaba por el ático y se escondía.
Así que Bernard salió volando de la cama, se escondió en el ático y entonces Jeus sabía que estaban encima de él y que otra vez había disparos.
Johan sueña de otra manera, eso lo hace en silencio y con tranquilidad, pero también la fábrica de mantequilla está allí.
Hendrik zurea dormido, mientras duerme ese les silba a las palomas y sabe exactamente a qué palomas no les dio la gana obedecer hoy.
Hendrik sale de la cama y va donde las palomas, dormido.
Uno por uno toma los huevos en las manos, los mira, les susurra a las palomas, luego se vuelve a echar ricamente a dormir y no estaba despierto.
O sea, ¿se puede estar despierto mientras duermes?
¡Qué cosas!
Claro que vale la pena saber todo sobre esto, pero pronto se desprendió de ello; creía volverse loco.
Sabe que algún día bajarán a Hendrik del tejado, de vez en cuando está junto a la ventana de la buhardilla mirando hacia afuera, silba en su sueño, grita y busca algo, pero finalmente no sabe nada de esto.
Gerrit nos dice:
—Cómo estuve mangando otra vez anoche.
Casi me atraparon.
También al pequeño Teun van Bree.
Así que Jeus recibió las pruebas de que Gerrit soñaba, sin saber nada en ese momento y a la vez ¡sí sabía!
Era algo extraño.
No se sentía capaz de imaginarse esas cosas, pero allí están.
Todos sueñan, pero uno por uno tienen sus propios sueños, cada quien actúa de otra manera mientras duerme.
Antes, Jeus soñaba de otra manera.
Una vez pasó que bajó del ático hasta el borde del tejado y luego, porque hizo ruido, los chicos empezaron a gritar.
Cuando el Largo llegó arriba, estaba otra vez en la cama.
Por la mañana albergaba la sensación de que sabía planear.
Pero cuando quiso intentarlo dando un salto desde el cuarto peldaño de las escaleras y le vencieron las rodillas, decidió que era mejor abandonar esas extrañas ocurrencias.
Pero le quedó la sensación interior, o sea, que lo había vivido de manera corporal, y era algo muy extraño.
Anoche pasó horas cavilando.
Otra vez es el primero.
Crisje ya pregunta:
—¿Estás preocupado, Jeus?
—No, mamá.
—No tienes que tomarte las cosas tan a pecho, Jeus —le dice.
—Tampoco pienso hacerlo —contesta, y Crisje no puede entenderlo, pero Jeus lo dice.

Muy bien, Crisje, ahora lo sabes.
Sí, cavila, vaya que sí, no puede evitarlo, las estatuillas van corriendo tras él, o ¿es algo más?
Pero ¡allí está!
Crisje ya no dice nada, es imposible alcanzarlo.
Otra vez estaba equivocada.
Pensó de verdad que las preocupaciones de ella lo abrumaban.
¿Es cierto, Jeus?
Pero ella disfruta las palabras de Jeus; un poco más tarde, sin embargo, él vuelve a la vida de ella cuando le hace saber:
—¿Qué me tocará vivir hoy, mamá?
Crisje no oye nada sobre los problemas de Jeus.
Pero cuando este sacude a Johan para despertarlo y ahora echa un vistazo a la Sagrada Familia, implorando también una pequeña respuesta, a Nuestro Señor, que tiene la mirada tan cariñosa y está lleno de comprensión hacia un ser humano, cuando María y José le dan su sonrisa y Jeus espera que sus bocas se abran para decirle algo cariñoso esta mañana, entonces finalmente las cosas no pintan tan mal como pensaba.
Pero ahora que retrocede mirando, para entonces de pronto darse un porrazo con la cabeza contra el quicio de la puerta, duro como una piedra, sabe de pronto que esas risas de María y José, y la sonrisa celestial de Nuestro Señor, son amabilidades y pensamientos diabólicos, de lo contrario ya lo habrían avisado.
También la Sagrada Familia te toma el pelo, te abate y te lleva al hospital para que mueras allí, consciente y desnudo, porque ¡esto fue en el blanco!
Ahora que vuelve donde Crisje y se palpa la cabeza, esta pregunta:
—¿Por qué te diste en la cabeza, Jeus?
—Estaba en la luna, mamá, es todo.
Esta mañana, la conversación se resiste a adquirir profundidad.
Ella le cuenta que hoy trabajará donde Hosman.
Teun, Miets y Hendrik irán con ella, pero todavía no hay tiempo para su propia tierra, aunque eso también tiene que hacerse o si no después no habrá papas (patatas).
Ahora hay que trabajar de sol a sol, de rodillas, y Crisje está quebrada.
—¡Hola, mamá!
—Hola Jeus. No te rompas los sesos.
—¡No, mamá!
Sus pensamientos son poco ágiles; la máquina humana está funcionando, pero está casi detenida.
Ahora la vida interior tampoco está abierta a nada; pareciera que la cosa quiere ir hacia adelante y hacia atrás, y eso no se puede.
—¡Te veo al mediodía, Fanny!

No mira donde camina, no sabe que está descuidando a Fanny.
Ahora Fanny camina desganado a su lado, aullando por dentro; el animal no lo comprende.
Llega en cinco minutos, la fábrica de escobas está bajando la Grintweg y luego solo doblando la esquina y ya estás.
Esta mañana, Fanny no recibe ni una sola palabra, pero ahora que casi ha llegado, se da cuenta de que se ha olvidado de su amor, y se considera un bruto.
Ahora sí que Fanny recibe sus muestras de afecto, y Jeus aprieta esta vida un momento contra su corazón.
—Fanny, entiéndeme bien, ahora estoy reflexionando... —Oye Fanny, y con eso se las tiene que arreglar.
Pero todavía sigue:
—Y tú seguramente te diste cuenta, ¿verdad?
Nos conocemos, ¿verdad, Fanny?
Pero eso ya se arreglará, Fanny.
Ahora tengo que pensar en mí mismo durante un tiempo, o los dos nos hundimos.
¿Estás enojado conmigo?
No, ¿verdad?
Y ahora hasta esta tarde, Fanny.
Espero que sepas que no habrá poder que nos separe, así que no te preocupes por eso.
¿Quieres cuidar bien a mamá, Fanny?
Y ahora por qué no me enseñas cómo corres de rápido, Fanny.
Primero Fanny le da todavía la patita, un beso, ¿y luego?
¡Míralo tú mismo!
Fanny ya llegó.
Un pequeño ladrido delante de la puerta, y luego adentro.

—Vaya, Fanny, ¿ya volviste?
¿Fuiste a acompañar al amo?

Crisje intuye la preciosa vida de Fanny, y la pone feliz.
Si Fanny no estuviera, la vida estaría detenida, y podrían enterrarla a ella junto a Jeus.
El animal habla con Crisje y comprende todo.
Esta vida ya sabe que le espera la delicia de acompañarla afuera, porque Fanny le da a saber a Crisje que no tiene que malgastar su tiempo.
Fanny tiene cerebro y por eso se ha conquistado un lugar entre la gente.
Y Jan Lemmekus ha constatado que esta mañana Jeus está como si fuera un filósofo.
Trabaja duro.
Hace sus cosas como si fuera un caballo, pero no ve a nadie.
Son los pedazos y añicos de la Sagrada Familia, hoy la ve en todo, también en las virutas.
Al llegar donde el sultán, la Sagrada Familia se va al horno.
“¡Ay...!” oye que gritan, pero ahora no oye que él también grita “¡Ay!”, aunque su tío Jan lo oye y pregunta:
—¿Qué te pasa con eso de “¡Ay!”?
¿Te duele algo?
Por dentro, ríe entre dientes.
Claro, ¡hay que ver!
Al sultán se le responde:

—¿Que si me duele?
¿Que si me duele, dices, tío Jan?
¿Que si tengo dolor?
El sultán no lo comprende y le contesta:

—Si estabas gritando “¡Ay!”.
—No, claro que no, tío Jan, pero ¿tal vez en pensamientos?
‘Hay que ver a este mocoso’, piensa el tío Jan.
¿Este cara de mono se está burlando de él, su tío?
Para él, los chicos de su hermana están todos locos de remate.
Solo Johan no, ese es un buen chico, los demás no sirven para nada.
¡Son unos gorrones!
Para el tío Jan, Johan es el mejor de todos, un niño normal, los demás le importan un comino.
Y este es demasiado ávido de saber, demasiado viejo para el tío Jan, y no respeta a un viejo, este es un charlatán y por más que digan tío Jan, piensan ‘sultán canalla’.
Se siente, por decirlo así.
Esos otros chicos te insultan delante de tus narices, aunque en pensamientos.
¡Este de aquí siempre pone cara de perro!
¡Y te revuelca el estómago ver que se porta como un perro ese muchacho!
Jeus también lo siente.
Ahora el sultán está pensando, pero no le dice nada.
¿Gritó “¡Ay!” hace un rato?
No puede ser.
Entonces esa es la Sagrada Familia, vio cómo fue al horno.
Pero ¿es posible?
Pero entonces no queda nada de la Sagrada Familia.
¿Es cierto?
El sultán piensa, pero no piensa más allá.
Miles de personas saben apañárselas con un horno de estos.
El sultán no tiene que imaginarse cosas, hay muchos como él.
¿Por qué es tan engreído ese hombre?
Eso es todo, ¡no hay más!
¡Que el sultán se ahogue en su propio vapor!
¡El sultán es un alborotador!
‘Pero ¡qué mal pensé antes!
Pensé mal’, continúa, ‘de los matarifes y de los panaderos.
Si esa gente no existiera, los demás no tendrían qué comer, y eso vale más que vapor, ¿no, sultán?’.
También pensó mal de Van Bree, lo trató mal y ahora quisiera darle todo para enmendarlo.
¿Acaso es culpa de uno que Nuestro Señor le dé un cuerpo largo?
¡Claro que no!
Por eso no debió maldecir.
Papá también era alto, pero en él no se notaba tanto.
Van Bree parece hacer alarde de ello, por así decir.
De aquí en adelante será amable con Van Bree, y el largo ya lo sentirá.
Es una pena que pronto se irá del aserradero, porque naturalmente, antes de que Van Bree sienta que Jeus está siendo bueno con él pasará algo de tiempo.
No se ve de buenas a primeras.
Pero lo cierto no se puede negar.
Cuando el tío Jan se haya hecho demasiado viejo para seguir trabajando aquí, habrá otros diez hombres listos para tomar su lugar, y se deberá largar.
Entonces ¿qué es a fin de cuentas lo único que eres en la vida?
¡Nada!
¡Si piensas en algo, entonces eres algo!
Pero si no tienes pensamientos, entonces no eres nada.
Y es lo que no hacen estos hombres.
¡Solo Jan Lemmekus sabe pensar!
Gradus vuelve a tornear y ahora mira a Jeus, pero de otra manera que antes.
Él también ya quisiera ser un buen amigo de Gradus.
¿Será este el momento de intentarlo?
Cómo tiene que hacerlo, este es otro ser humano.
Tiene que hacerlo de tal manera que Gradus no se sienta engañado.
Se acerca a Gradus con timidez, y pregunta:
—¿Le dolió mucho, señor Gradus?
—¿“Señor” me estás diciendo?
Eso sí que da risa.
Sí, obviamente, ¿no?, que me dolió.
Gradus supo de Jan que Jeus no había estado atento a lo que hacía, y entonces Gradus empezó a pensar, y pensó que había actuado mal.
Casi a patadas se había quitado al chiquillo de encima.
Ahora la máquina de Gradus está abierta a la cordialidad, y va girando en una dirección que se siente beneficiosa.
Y entonces Jeus mete la cuchara en la natilla de Gradus, engullendo un bocado, cuando se oye:
—¿Nos hacemos buenos amigos, Gradus?
—Claro, Jeus.

Gradus le extiende la mano y Jeus es feliz, pero empieza a trabajar enseguida.
No hay que sobrecargar al otro de bondades, es demasiado a la vez, y se vuelve a estropear lo otro.
“Son por así decirlo”, sabe de mamá, “margaritas para los puercos”, y es la dirección que lleva esto, y no debe ser.
Pero Jan Lemmekus ve lo que se estaba tramando allí, y mira a Gradus a los ojos.
Lo saben.
Y ahora, a seguir.
¡Las estatuillas de santos son sagradas!
¡Son sagradas porque están en la iglesia y tienen que ver con la iglesia!
¡Está pensando y ya ha empezado!
¿Porque son María, José y Nuestro Señor...?
¡Alto!
No avanza más.
Otra vez: María... y José... son los padres de Nuestro Señor...
Y ellos guardan relación con la iglesia.
No, ¿esa es la iglesia?
No... tampoco es eso.
Me refiero a otra cosa.
Cuando rezas, lo haces por la Sagrada Familia... ¡le rezas a la Sagrada Familia, y no hay nada más grande!
¡Nada!
Es lo que se dice y ¡así es!
Zas... y los “drudels”, tío Jan.
¡Ahora no estoy en casa!
¿Viste a ese sultán?
Esas risas por lo bajo no te sirven de nada.
¡Ni siquiera te veo, sultán!
Sé exactamente en lo que estás pensando, sultán.
Pero tengo que seguir.
Si rezas, lo haces por la Sagrada Familia... y esos fueron sus pensamientos de hace un rato, antes de entrar al cuarto de calderas.
Pero el tío Jan lo sacó de esos pensamientos, y eso no debe volver a pasar.
Aunque hoy el tío Jan está más amarillo que ayer.
Naturalmente, se debe a que hoy está más amargado que ayer, porque eso es lo que pasa.
Fanny prefiere correr por el bosque y andar por la calle con él que con el pequeño Hendrik y los demás.
Pero qué se le va a hacer, tiene que trabajar.
Y ese amarillo del tío Jan ahora se ha vuelto más amarillo.
Si eres un amargado te pones amarillo, es cosa de su tío, pero ahora el tío Jan además es feo.
Tiene que admitir que no puede pensar, una vez tras otra pierde el hilo y eso tampoco tiene que ser así.
También tienen que ver el primer florín con cincuenta centavos, que ahora se la ponen difícil, porque iban relacionados con problemas.
Es una sensación desagradable, porque solo más tarde comprendió que por ese dinero no se puede comprar nada.
Pero cuando hace un tiempo corrió muy rápidamente hacia Crisje para darle el dinero que había ganado, por poco se rompió la nuca en la alcantarilla donde la señora Peters, y luego rodó por la calle.
Con las rodillas destrozadas y la mano despellejada entró a la cocina a trompicones.
Pero eso no importaba, lo otro en cambio sí, y entonces supo que por un florín cincuenta centavos no se puede comprar nada.
Medio kilito de café, algunas cosas más, también un par de panecillos, pero eso se lo comería él solo.
Los otros seguían sin tener nada, y se dio cuenta de eso, lo que se le hizo nauseabundo.
En ese momento se tomó el pelo a sí mismo y lo sigue irritando, porque ahora eso está entre las estatuillas sagradas, y le molesta, ahora que la Sagrada Familia le habla a su vida.
Todavía no gana nada para los otros y esos tontos pensamientos tienen que desaparecer, pero ahora lo sabe: después estará con los cardadores y le llevará más dinero a Crisje.
Debió caminar a casa con toda calma y habría sido mejor pensar muy bien todas esas cosas.
Entonces no se habría caído, abriéndose la rodilla.
Si piensas de manera pura, no quedas destrozado.
¿Quién le ha tomado ahora el pelo?
¡Es él mismo!
Pero no permite que él mismo se dé gato por liebre.
Piensa, ‘Era tan feliz, pero ¡a la vez no lo era!’.
Me estaba tomando el pelo a mí mismo; si entonces hubiera seguido pensando, también lo habría sabido, pero no pensaba bien.
Y entonces mamá no habría tenido que mentir.
Simuló estar muy contenta, pero no es así, solo fue una patraña.
Si hubiera seguido pensando también habría mirado a través de mamá y habría sabido que ese florín con cincuenta centavos era una tomadura de pelo... qué bobo, además; ahora te has dejado engatusar y no quiere volver a vivirlo.
Hace que te rompas el cuello, encima una porción de tabaco en el ojo, un montón de miseria por nada, ¿por ese florín con cincuenta centavos?
Y entonces vivió un domingo miserable, insultó a Fanny para echarlo a perder para sí mismo, lo que es completamente equivocado, y no quiere nadie.
Pero más adelante Fanny volverá a recibir todo de él, claro que sí, no se le olvidará.
Gerrit no recibirá a Fanny, porque Gerrit quiere engañarlo, no lo quiere, y ¡tampoco está viendo al Fanny de verdad!
Y el animal ya lo sabe.
¿Por qué, entonces, no lo sabría?
‘Pero, Dios mío... ¡cuántas cosas puedo aprender...!’, constata ahora, a pesar de todo, y hasta este momento eso deberá bastar para que esté contento.
Pero faltan más cosas.
‘¡Era feliz y no lo era!’.
Si te gusta la gente y aun así sientes algo diferente, y aun así haces como si quisieras verlo así, entonces no solo te engañas a ti mismo, sino también a esa otra vida, y ¡eso es malo!
No obstante, qué milagrosamente bella es la vida, si la ves, de lo contrario te vuelves a engañar a ti mismo; entonces es lodosa.
Un niño no quiere que le peguen, pero si papá no le hubiera dado entonces una buena paliza a Bernard, aquel se habría vuelto a engañar a sí mismo, y esa tampoco es la intención, porque entonces Bernard se habría burlado de sus padres detrás de sus espaldas y eso tampoco está bien, solo ahora Jeus se lo puede imaginar y lo comprende, porque te tomas el pelo a ti mismo.
Qué grande y fuerte es Bernard, porque ya se arrastraba por las tinieblas desde antes, y no se estaba engañando ahora, pero entonces Jeus no lo entendió.
Mamá es grande y papá es grande, porque no se engañan, en nada, porque papá siempre decía dónde había estado y la vida seguía.
Papá también podía acercarse siempre a mamá para besarla, nunca había otra cosa, y encima, y es que un beso así se saborea.
O hay complicaciones por medio, y entonces no puedes besar.
Cuando sea mayor, no besará nunca cuando le hayan dado un golpe, entonces un beso así no tiene sabor.
Claro que no, se oye todavía, y también esto le tiene que bastar.
¿Has visto que cosas son estas, Crisje?
Largo, ¿tú que piensas de esto?
‘Mamá es grande’, ya vuelve a empezar Jeus, y un poco más tarde, ‘Dios mío, cómo puedo pensar hoy’, porque mamá nunca ha engañado a nadie.
Y ahora también Fanny se niega a adoptar pensamientos falsos.
Siente a Gerrit por completo y si este piensa que tiene a Fanny, ve a un Fanny falso, ¡exactamente como es él mismo!
Qué bella es la vida, qué bella; si ves y sientes la verdad, puedes seguir o te quedas parado; ahora eres falso.
Mamá es genuina, y por ser genuina también es infinitamente cariñosa, y las personas lo saben y ahora ¡aman a mamá!
Pero ahora Jan lo interrumpe un momento y pregunta, porque se le está haciendo demasiado largo:
—¿Qué estás pensando esta mañana, Jeus?
¡Lo oigo hasta aquí!
¿Puedo saberlo?
Siente que Jan le está rogando, pero ¿puede decirle lo que le ocupa?
Y cuando un poco después Jan sabe de qué se trata, sabe que aquí, a la edad de doce años, se están tratando los sistemas filosóficos de Sócrates, de un modo del que ni el mismo maestro fue capaz.
Jan está viviendo ahora su universidad, y espera las clases.
Piensa: ‘Así fue como empezaron también los grandes, y ¡Jeus es uno de los grandes!’
Deja que la vida continúe pensando un momento, pero la sigue.
Y Jeus sabe que Jan está esperando, pero todavía no puede decir nada, camina con la cabezota hacia el suelo y no ve nada.
Llena su canasta y lleva las virutas como si estuviera dormido.
Ya no tiene que pensar en todos esos actos, se dan solos.
Por poco tumba al poder supremo, pero ese hombre no pronuncia ni una palabra; esta vez piensa, ‘Absorto en el trabajo, ¡muy bien!’.
En efecto, el jefe ya le regala una pequeña sonrisa y a Jeus le hace bien, aunque ahora no penetre en su personalidad.
Jan ya lo comprende; el problema está bien y tal vez ya no tome tanto tiempo para que él esté puesto al día, pero entonces empezarán las clases universitarias, entonces se cuece algo científico, y ¡bien bueno que está!
Se le olvida todo, y aun así la máquina humana está funcionando.
Luego se lo aclarará a su gran amigo.
Jan también lo sabe: un profeta se provee a sí mismo de luz y no necesita a nadie, por lo que la vida es llevada al despertar humano.
Un poco más tarde, Jan ya oye:
—Sí, Jan, el trabajo marcha solo y es lo que recibe de mí, ¡lo demás lo uso para pensar!
Ahora lo sabe.
Usa la conciencia justa para acarrear sus virutas y todo lo demás hace falta para desenmarañar sistemas.
¡Es una revelación!
Y eso Jan lo puede comprender, él no hace otra cosa.
Pero sigue siendo un niño.
Jan sabe que así mismo empezaron también Sócrates y Platón, todas esas vidas mágicas que hicieron algo por la humanidad, pero ¡este es “Jeus de madre Crisje”!
Tras esa gran puerta de allí, que abre y cierra sola y que le inculca miedo, si no quiere que esa cosa terrorífica le vuelva dar en la cabeza, ahora están los pedazos hechos añicos de la Sagrada Familia.
Créelo... y no es una iglesia.
¡Es una puerta!
Una iglesia y estatuillas sagradas... ahora la máquina camina en un sentido determinado, pero es precisamente lo que él no sabe... no tienen que ver nada y tienen que ver todo unas con otras.
Pero una puerta es de madera y esas estatuillas eran de piedra.
¡Eso es todo!
Pero ¿no es cierto?
Hay mucho más y tiene que pensar en eso.
Ahora otra cosa.
Mamá es una vaca, es como es una vaca.
Y la vaca le da leche a su propia cría y entonces el ternero crece.
Yo mismo recibía leche de mamá, pero ese no es el punto, quiero decir otra cosa.
Alto, a empezar de nuevo.
Mamá es... mamá... exactamente como es la vaca, pero papá era el toro.
¡Es un hombre!
‘Y yo nací por papá, pero mamá tuvo que hacer el trabajo.
Los machos no significan nada.
Son las madres.
¡Ellas trabajan!
¡Ellas terminan todo!
Como hombre solo tienes que cuidar a tu mujer y a tus hijos, ¡no hay más!
Eso está claro, pero no es lo que quiero decir.
¡Quiero decir algo muy distinto!
Lo sé desde hace tanto tiempo, lo aprendí ya antes, me enteré por el toro Hans’, reflexiona retrocediendo en el pasado, y luego sigue.
Una casa se hace de madera y piedra.
Es una casa, pero todavía no una iglesia.
Una iglesia también se hace de madera y piedra, y no es una casa, sino un edificio al que va la gente para rezar y donde pueden encontrar a Nuestro Señor, verlo a “ÉL” y hablar con “ÉL”.
¡Eso en cambio es algo muy distinto!
No es algo que pueda hacer cualquiera, para eso hay que ser Crisje, ¡mamá sabe hacerlo!
Pero eso no es lo que quiero decir.
Quiero decir algo muy distinto.
¡Adelante, tengo que seguir pensando en una sola cosa o no lo lograré nunca!
Mamá dice, y es cierto, que Nuestro Señor habita y vive en la iglesia.
Se entiende, de lo contrario no se construirían tantas iglesias, ni tampoco habría tanta gente en ellas.
Puede comprender que eso está fuera de discusión.
Pero... Nuestro Señor de piedra no es Nuestro Señor que está en los cielos, ¿no?
Ese es otro.
¿Es cierto?
¿También María y José?
Y no obstante, esas estatuillas son sagradas.
¿Son sagradas esas estatuillas?
¿Es cierto?
Sí, si no fueran sagradas, tampoco pasarían accidentes.
A reflexionar un momento.
Si aprietas un pedazo de piedra de esos o una estatuilla de la Sagrada Familia, ¿lo sentirán María y José? ¿Lo sentirá también Nuestro Señor?
¿Engañas entonces a Nuestro Señor?
Si dejas caer a Nuestro Señor, entonces ¿estás rompiéndolo?
Ahora a esperar un poco... ¿todavía no se está derrumbando todo?
No, Antoon van Bree sigue serrando.
Las virutas no gritan, el cielo está resplandeciente, eso lo acaba de ver hace un instante.
No ocurre nada particular.
¡Es extraño!
Se vuelve a detener en el centro de esta estancia y mira el cielo.
Sonríe a las nubes, a esa imponente luz en la que también vive Nuestro Señor, pero del que la gente hizo una estatuilla de piedra.
Vive ese imponente sosiego de allí arriba para su pequeño pero imponente “yo”... y se siente a gusto.
Luego camina en línea recta hacia el cuarto de calderas, agita su canasta para vaciarla, da media vuelta y sigue pensando.
Siente que está cerca, pero esos otros pensamientos todavía no quieren llegar hasta él, y son esos por los que... pues sí, ¿qué es lo que quiere en realidad?
Está convencido de que lo va a alcanzar.
Pero ahora, ¡a seguir!
En esa iglesia hay personas, rezan y piensan.
Le imploran alguna gracia a Nuestro Señor, incluso van a recibir la comunión, ¡a confesar!
¿Está ahora Nuestro Señor en la iglesia?
Qué remedio, o no habría tanta gente allí.
Y allí puedes alcanzar a Nuestro Señor más rápidamente, dice mamá, y eso lo puede aceptar enseguida.
¡Es convincente!
Y cuanto más sagradas son las estatuillas, cuanto más entrañables, y cuanto más grande la iglesia, y cuanto más bella también, naturalmente, más rápido está allí a su vez Nuestro Señor.
No, Antoon van Bree, no tengo tiempo para ti.
Tus triquiñuelas no me dicen nada, puedes hablar todo lo que quieras, ahora no tengo tiempo.
Jeus no ve que Jan y Antoon lo van siguiendo, y que este preguntó:
—¿Qué le pasa a ese, Jan?
Es por decirlo así un muerto.
Parece que está trabajando dormido.

Y entonces Jan puede decir:
—Claro, Antoon, ¡ahora está dormido con los ojos abiertos!
Las estatuillas son sagradas.
Pero ¿por qué, en realidad?
¿Porque esas estatuillas representan a la Sagrada Familia?
Pues si esas estatuillas están consagradas, dice mamá, ya no podrá haber accidentes.
Pero ¿es cierto?
Si no es así, estás conectado con el bien y el mal.
Ahora hay un diablo en esas estatuillas.
Pueden hacer que te cuelguen y también que te quemen vivo, pueden pasar las cosas más horrendas, pero no si están consagradas.
Entonces todo está bien.
¡Nuestro Señor es todo!
Pero eso lo sabe desde hace tanto.
Pero si uno es todo, absolutamente todo y todavía mucho más, que es lo que es Nuestro Señor, y además eres todopoderoso, entonces ¿puede pasar algo contigo, algo terrible, tal vez?
¡No!
¡Es imposible!
Pero ¿entonces cómo puede destruirte la gente?
¡Silencio!
A pensar un momento, ¡esto es muy bueno!
Y lento pero seguro se va llevando a sí mismo hacia el propósito final, compara y analiza la materia, para el cielo y la tierra, pero de lo que este ser humano forma parte... ¡Y que es alma, espíritu y vida!
¿Tan lejos llegarás, Jeus?
No es fácil, ¡debes seguir!
O ya no tendrás sosiego.
¿Y ahora?
Cuando comulgas, recibes el cuerpo y la sangre de Cristo.
No, se arrepiente, piensa en un suceso y es doloroso y fue horroroso.
Siente que ahora va a asesinar a Cristo.
Pero ocurrió sin que él lo haya querido, y entonces ¡lo mordió!
Una vez mordió la vida y la sangre de Cristo, pero no quería hacerlo, no lo hizo a propósito; ocurrió de pronto sin que se percatara de ello.
Una mañana de domingo mordió y le quitó un pedazo, tenía la carne y sangre de Cristo entre los dientes, terminó allí ¿y luego?
Ocurrió ese accidente.
En ese momento pensaba tener que morir.
Y que la iglesia gritaba “¡Ay!”, y que la gente oía el “¡Ay!” de Nuestro Señor, pero ¡no ocurrió nada!
Le brotó un sudor frío, pensó que la gente lo arrastraría hacia un patíbulo y que el señor párroco lo oiría, que el altar atravesaría la iglesia caminando y que la gente desataría el caos, y que mamá lo agarraría por el cogote para decir:
—¡Canalla!
¡Libertino mugroso!
Eres un farsante, un cabrón, un maldito ladrón.
Hiciste lo más deleznable que pueda hacer un ser humano.
Eres un asesino deleznable, también un perro sarnoso, un holgazán y un bueno para nada.

Pero ¡no pasó nada!
A pesar de ello, este suceso lo iba persiguiendo, pasaron meses antes de que hubiera perdido su temor, pero ¡no pasaba nada!
Se lo llevaba a la cama y se volvía a levantar nuevamente con ello; de vez en cuando, a pesar de todo, podía dormir bien, también seguía saliendo el sol, y también había lluvia y viento, las palomas seguían zureando y los cerdos todavía tenían hambre, la gente seguía soltando sus disparates, seguía maldiciendo y gritando, el pequeño Gerrit seguía mangando, y nadie, nadie en absoluto sabía nada de esto, ¡nadie!
¿Tampoco Nuestro Señor?
Pero de eso no estaba tan seguro.
Solo mucho después volvió a atreverse a pensar en cuestiones divinas, poco a poco le fue volviendo el sosiego y siguió.
Pero ¿aquello que había mordido sí sería Nuestro Señor?
Ahora hay que seguir, Jeus.
No le dijo nada a Crisje al respecto, porque entendió que solo le causaría pesar.
Pero ¿no es esto, el que se hayan caído y roto las estatuillas, exactamente lo mismo?
¿No son las personas las que hacen el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor?
¡Claro que sí!
¡No, no, todavía no llego!
¿Y también es la gente la que hace estatuillas sagradas?
Sí, ¡es la verdad!
Pero eso es piedra, y lo otro se puede comer.
Es un poco más suave, pero es exactamente lo mismo.
Eso también corresponde a Nuestro Señor.
Pero ¿sintió el Mesías que “ÉL” estaba entre sus dientes?
No oyó gemidos, nadie en la iglesia sintió nada de todo esto.
¿No sintió nada de eso el Mesías?
De pronto lo sabe, es muy claro, pero casi se estrella contra algo, aunque nadie ve que él está pensando.
Todo va bien, va bastante bien, no hay nada malo.
Así hay que pensar y luego escudriñar un momento en qué has pensado, (entonces) todo marcha bien.
Sí que Nuestro Señor lo sintió a él, pero murió en la cruz, y allí ni siquiera gimió.
Está claro: Nuestro Señor pensó, ‘¿O sea que eso es todo?’.
Allí en Jerusalén, eso fue mucho peor.
Pero todavía no ha llegado, y tampoco puede avanzar, cada vez vuelve a estar ante un abismo.
Nuestro Señor pensó, ‘¡Si eso es todo!’.
Y por eso tampoco se colapsó la iglesia ni oyó nada el señor párroco, o Nuestro Señor sabía que no lo había hecho a propósito y entonces todo es diferente, también el perdón.
Pero sigue sin llegar.
¡Es una imagen equivocada!
Lo aleja demasiado de esta vida, tiene que permanecer en la iglesia, más cerca de casa.
Ocurrió en la habitación delantera.

Ahora otra cosa.
Pero Jan lo sigue y ve las arrugas en su frente.
Jeus tiene que seguir o ya no podrá dormir ni comer, y entonces se averiará, entonces esos diablos lo tendrán atrapado.
Es grave, nunca más quiere pelearse con Gerrit; cuando te peleas con ese, estás tratando con un diablo.
¡Papá está muerto!
Piensa en un nuevo problema, pero uno del que sabe mucho.
Quizás, esto lo llevará más lejos, pero no siente que estos pensamientos hayan surgido en él así nada más, solos, aunque ese “así nada más” también tiene una voluntad propia, no obstante, una personalidad propia y —no lo creerás, Jeus— es como un ser humano de tu propio mundo.
Y ese “así nada más” también sabe pensar, exactamente igual que Jan Lemmekus y tú, pero Antoon van Bree no posee nada de eso.
¡Papá está muerto!
Pero papá está muerto y papá vive.
Aquello que yace allí en la tumba ya no significa nada.
Por cierto, eso desaparecerá, eso tiene que pudrirse y es la tumba.
Su ángel guardián se lo dijo alguna vez, y no solo se lo dijo, sino que incluso se lo mostró.
Y entonces estuvo mirando encima de una tumba, desde arriba hacia abajo, y miró dentro de la tumba de su propio padre.
Fue una sensación muy grande para Jeus.
Y entonces empezó a pensar.
Papá mismo miraba aquello que era entonces, pero lo que se había colocado allí en la tierra eran los huesos; papá mismo estaba mirándolo desde arriba y eso daba risa.
Papá incluso podía hablar, lo vivió cuando este estaba en el ataúd, aunque algunas cosas hubieran cambiado en él, por lo menos en ese cadáver.
Sabía tocar el violín y cantaba muy bien, continúa... y de cualquier manera, estaba muerto.
Veía a papá tocar el violín allí, y lo oía cantar, aunque ahora para Nuestro Señor.
Que papá esté muerto y bien muerto ¡es una gran mentira!
¡Esas son tonterías!
¡Papá no está muerto, vive!
Pero ¿por qué entonces la gente pierde los estribos por un muerto?
Un muerto es un cadáver, y no quieren perder ese cadáver, pero lo otro se olvida.
Y tampoco allí puedes hacer lo que tú mismo quieras, allí Nuestro Señor es tu patrón; ¡naturalmente, y eso es lógico!
¡Nadie muere!
¡Nadie muere estando vivo, porque eso no puede ser!
La muerte es otra cosa, esa le da miedo a la gente.
“Pero lo que muere aquí, vive allí, y eso, Jeus —ahora retén esto— es el mundo de Nuestro Señor”, sale ahora de su boca, y ahora a él mismo le da risa.
A reflexionar un poco o se esfumará nuevamente, y podrá empezar desde cero otra vez.
Casi está, y ahora a seguir.
No, todavía no estoy allí.
Un jardín en la tierra es una partícula del “atrio” de Nuestro Señor.
Eso es cierto.
Ha visto el “atrio”, estuvo allí con José, su amiguito de allí.
Un pájaro de aquí también es el pájaro de allí.
Un gorrión puede morir, pero allí volverá a volar, y también podrá trinar, de lo contrario papá tampoco podría cantar.
Fanny ya está viejo, se puede ver, eso ya se nota en sus costillas, ya no puede hacer lo que quiera así nada más, y eso también vale para la gente, por eso Antoon van Bree no pudo alcanzarlo a él, ese también está viejo y tieso; cuando Fanny muera más adelante, entonces ¡también vivirá allí!
Y cuando él llegue allí, podrá volver a retozar con Fanny.
Allí volverá a verlo, y mucha gente podrá hacerlo, si quieren trabajar para Nuestro Señor.
Si no quieres ver esa muerte de otra manera, ahora va bien la cosa —sigue con tranquilidad, Jeus—, seguirá siendo tu muerte, y eso es en realidad La Parca.
Pero ¡esa no existe!
Entonces ¿por qué la gente llora por un fiambre así?
Vio con sus propios ojos que el fiambre estaba parado encima de su propia tumba, mirando a la gente que estaba llorando, y le daba risa.
Pero ese fiambre también estaba de malas, porque su plata se quedaba atrás y sentía la hipocresía de la familia.
Y son unos farsantes, le daban ganas de vomitar.
Cuando habló con Crisje sobre el asunto... esta tuvo que decir sí y amén, pero no toda la gente era así, ¿no?
Papá está muerto, pero todavía vive.
Tengo que seguir y volver a empezar, no es cualquier cosa, es difícil.
Nuestro Señor, María y José están hechos de piedra.
Nuestro Señor está aquí y allí.
También están José y su ángel guardián.
Por todos los cielos, ¿dónde estará ese?
No he sabido nada de él en mucho tiempo.
Claro, se me olvidaba, es el trabajo.
Ya no quise tener que ver con él.
Es mi propia culpa.
Pero ¿quién me hablaba hace un momento?
¿Era yo mismo?
¿O era alguien más?
Oía voces en su interior.
Claro, era yo, pero sí, aun así era diferente.
A reflexionar un momento.
A escuchar bien un momento, y luego volver a hablar.
Siente que es como si alguien viviera dentro de él.
Es exactamente como antes y a la vez distinto.
¿Qué es?
No lo sabe, pero trabaja y piensa, todo va bien, aunque todavía no ha llegado y en ese instante vuelve a oír algo que habla al margen de él, y eso no es de Jan, no es de Antoon, sino que está en su propio cuerpo, le oprime el corazoncito.
También se puede sentir, es como si un polluelo saliera del huevo e hiciera pío al instante, pero esto no era un pío, esto era hablar, y ahora oye muy claramente:
—No, así no llegarás, Jeus.
—¿No...? —dice, imitando ahora esa voz interior—. ¿No voy a llegar...? —Y ahora escucha, pues esto es algo nuevo para su vida.
Ahora dice, aunque también quiere escuchar, cuando se oye:
—No, y sí que es para volverse loco de remate.
¿No es eso pensar, caray?
Y ahora se oye...:

—Lo entiendo, pero tienes que seguir.

Y ahora empieza una conversación, y él ya está preguntando:
—Pero entonces ¿no me estoy hablando a mí mismo?

Ahora oye:
—No, claro que no.
¡Soy yo!
Sé en lo que piensas.
—¿Lo sabes?
—Claro que lo sé.

No sabe qué pensar al respecto, pero vuelve a preguntar:
—Pero entonces ¿quién eres?
—Sí, eso ya es otra cosa muy distinta, Jeus.
—Por mí púdrete, que me estás volviendo loco de remate.
Jan lo sigue y ve que no va a llegar, sino que está hablando consigo mismo y que está absorto en eso.
Jeus no sabe lo que le ocurre ahora, pero hay otro dentro de él que le está hablando.
Y ahora que piensa en eso, oye:
—Claro, Jeus, soy yo.
—¿Pensaste incluso con más rapidez que yo, verdad?
—Sí, ahora pensaba más rápido que tú, ¿acaso no lo oías?
—Sí, lo oía.
Pero ¿qué es eso entonces?
¿Estoy hablando yo ahora?
—Claro.
Pero ahora estoy hablando yo... —Y puede confirmarlo, aunque no lo entiende.
Ahora se oye:
—Ya lo oirás y lo conocerás.
Pero tienes que pensar, o no avanzarás.
¿Seguro que lo sabes?
—Entonces ¿tú puedes ayudarme a pensar?
—Sí, podría hacerlo, pero entonces pienso yo y no tú mismo, y así volverás a avanzar.
—Es cierto, te entiendo.
Y no quieres tomarme el pelo, ¿verdad?
—¿Acaso puedo tomarte el pelo entonces, si te oigo pensar?
—Claro que no, pero ¿en qué estaba pensando entonces? ¿Lo sabes?
—Quieres saber si las estatuillas de Nuestro Señor, María y José son sagradas...

Lo oye decir por dentro y casi se cae de espaldas por el susto.
Suelta:
—Si fuera por mí, vete al infierno, ¿sabes?, eso es lo que estoy pensando.
—¿Es que entonces no lo entiendes?
—Claro que sí... —Se crece, y ahora oye:

—Muy bien, entonces podrás decírmelo.

Después de lo cual Jeus suelta con velocidad de rayo:
—Ya quisieras, ¿verdad?
Pero ¿lo sabes para ti mismo?
—Eso es algo muy distinto, Jeus, y ya quisieras saberlo de mí, pero entonces ¡soy yo!
—Y entonces no aprendo nada, ¿verdad?
—Así es, Jeus...

De pronto le llama la atención que ese otro conozca su nombre.

—Sabes cómo me llamo, ¿verdad?
¿Quién te lo dijo?
—Te conozco desde hace tanto tiempo... —Sigue, y el otro oye:
—Y ¿yo no sé nada de eso?
—Tampoco puedes saber todo.
—Pero ¿quién eres entonces?
—Eso es algo muy distinto, Jeus.
Ya no tengo nombre para este mundo.
El que tenía antes me lo quitaron, Jeus.
—Qué mal.
Pero ¿es posible eso entonces?
—Claro.
¿O no perdió su nombre tu padre?
—Esa es una mentira, caray, una porquería del carajo, que lo sepas, y no te creo nada.
¡Papá todavía se llama Hendrik Roelofse!
—Pero ahora está en la tierra, apestando.
—¿Qué?
¿Qué es lo que me estás diciendo?
¿Qué quieres hacerme creer?
¡Tipo asqueroso!
Pero escucha con atención, no quiere perderse una sola palabra de lo que ahora está ocurriendo dentro de él.
Ahora se oye:
—¿Es una mentira, Jeus?
—No, tengo que darte la razón.
Pero papá sí que tiene un nombre, todavía tiene su propio nombre.
—Es cierto, claro que sí, pero ¿no me entiendes entonces?
Eso ya no significa nada.
¿Puede tu padre tocarle el violín a tu madre?
—¿Conoces a papá y además a mamá?
—No es lo que te pregunté, verdad, pero si no lo supiera, ¿cómo habría empezado a hablar de su violín?
¿Quieres que te diga una cosa? ¿Que te diga una cosa distinta, Jeus?
—Muy bien, adelante, ¿qué quieres decirme?
—Si me crees y me quieres prometer que no lo comentarás con nadie, entonces te lo diré, y vaya que es algo bello.
—Claro, si te digo que no hablo con nadie, también me puedes creer.
—Entonces bien, Jeus, ahí va.
¡El sábado te darán un aumento de cincuenta centavos!
—¿Qué es lo que me estás diciendo?
¿Lo puedo creer?
—Cuando sea sábado, pues piensa en mí un momento.
Te esfuerzas tanto que a tu jefe le dio lástima, y ahora te va a pagar cincuenta centavos más.
—Dios mío, qué feliz me haces ahora.
¡Qué milagro!
Cuánto podré alegrar a mamá entonces.
Entonces más vale que me siga esforzando, ¿verdad?
—¿Acaso no te esfuerzas?
Trabajar y pensar, qué cosas.
Pero ahora sigues sin conocerme, ¿verdad?
—¿Quién eres, pues?
—No te lo puedo decir así como así, Jeus.
—¿No puedo darte un nombre entonces?
—Me encantaría, Jeus, claro, y con eso puedes ponerme muy contento.
—Voy a pensarlo un poco.
Pero ¿qué te parecería... Piet (un nombre muy común en neerlandés, como Pedro)?
—¿Piet?
¿Piet...? —Oye que dice el otro, y luego sigue—: ¿Piet?
—¿No te gusta, entonces?
—No, no es nada para mí.
¿Y a quién le gustaría llamarse Piet?
¡Ni a un perro!
—”Jan”... ¿No sería algo para ti?
¿Te parece?
—Ya hay tantos “Jan” en el mundo, Jeus.
—Es cierto, no lo había pensado.
Pero ¿qué te parece entonces mi propio nombre?
¿No te quedaría bien?
—Es un bonito nombre, Jeus, es cierto, pero entonces nos confundiríamos.
Si hay dos iguales y esos dos se ponen a hablar entre ellos, ambos nos volveremos locos.
—Tienes razón, pero entonces voy a tener que pensar.
¿No te gusta Bernard?
—Bernard también ya hay muchos.
—¿Y Gerrit, entonces?
—No, Dios me guarde, Jeus, ¡esos son mangantes!
¡Y yo no soy ratero!
—Maldición, tú sí que lo sabes todo acerca de nosotros.
¿O sea, que también conoces a Gerrit?
—Conozco a todas las personas, Jeus.
Las conozco a todas.
—Entonces lo tengo difícil.
Así, ¿cómo quieres que te encuentre un nombre?
¿Entonces no va contigo el nombre “Fanny”?
—¡Pero ese es un nombre de perro!
No, eso no va conmigo, Jeus, porque soy un ser humano.
—Pero ¿sí sabrás entonces que este es el nombre de mi propio Fanny?
—Sí, lo sé.
Y te estoy muy agradecido, pero Fanny es tu perro, y yo soy un ser humano.
Y entonces ¿eso puede ser?
—No, otra vez tienes razón.
Lo puedo entender.
Me acabas de decir que eres un ser humano, ¿cierto?
—¿Acaso un piojo entendería de todas las cosas de las que entiendo yo, Jeus?
—No, eso sí que es lógico, claro que no, pero entonces se pone difícil para mí.
¿Qué te parecería Casje?
¿No va contigo eso?
—¿Casje?
¿Dices Casje?
Es ese marchante, ¿no?
—Sí, ese es Casje.
¿A él también lo conoces?
—La semana pasada comió sopa donde las hermanas en el asilo de ancianos.
Y entonces tuvieron allí una pequeña fiesta de la que te puedo contar todo.
—Anda, cuéntame, ¿qué sabes de Casje?
—¿Sabes también que muchas veces Casje incluso duerme allí?
—¿Quieres hacerme creer que Casje duerme en el Hospital, donde las hermanas?
—¿Acaso esas hermanas son tan malas?
Yo también puedo dormir allí si quiero, pero no lo necesito.
—¿Tienes entonces suficiente dinero para ti?
—Eso en cambio es otra cosa, Jeus, y no tiene nada que ver con esto, pero Casje duerme en el Hospital y allí también está la hermana Geralda, a la que tu madre adora y que le caía tan bien a tu padre, cuando todavía vivía aquí.
—Lo sé, pero ¿cómo sabes todas estas cosas, si son nuestras, caray, y nadie sabe de ellas.
¿Acaso sabes todo entonces y las conoces a todas?
—Sí, sé todo, pero ahora perdí el hilo y es tu culpa.
Quería haberte contado algo muy distinto.
—Es una pena, pero ¿no puedes retomar el hilo entonces?
Pero te entendí, y lo voy a recordar.
¿Te saqué de allí, verdad?
—¡Sí!
Te lo agradezco, Jeus, pero ya me acordé.
Escúchame.
Ese Casje pensaba que solo iba a haber sopa.
Y entonces se zampó siete platos de sopa, hasta reventar por dentro.
Pero solo entonces llegó la demás comida, ¿sabes?
Todavía no habían empezado.
—Se entiende.
—¿En qué habíamos quedado, Jeus?
—Ya sé, pero pensé que ya habías llegado.
Ya no volveré a interrumpirte, es lo que hacen los tontos, ¿cierto?
—Sí, así es, Jeus, pero tú no quieres ser un tonto.
—Claro que no.
—Pues... cuando llegó la demás comida, naturalmente Casje ya no pudo comer más, y se burlaron de él.
—¿Me dejarías preguntarte una cosa?
—Sí.
—Así de tonto fue ese Casje, ¿verdad?
—Es lo que tú piensas, y lo que pensaron todos, pero estaban más que equivocados.
Casje los engañó a todos.
Sabía qué comida iba a llegar después, Jeus, y nada de eso le gustaba.
¡Así de tonto fue!
¡Los engañó a todos! (—dice.)
Justo está trabajando cerca de Stein, llena su canasta y empieza a reír en voz alta.
Los hombres piensan que está chalado...
¡Y es que es un crío raro!
Jeus ríe, pero todavía falta más, y ahora está interfiriendo con ese otro, lo que no debe pasar.
Adiós, risa, y a escuchar.
Antoon mira a Jan y a Stein, y le pregunta:
—¿Te estás riendo de mí, Jeus?
Se despierta de un golpe y le dice a Stein:

—¿Qué dices, Stein?
¿Yo, riéndome de ti?
Nada de eso, Stein.
Me estaba riendo de mí mismo... —Vuelve a replegarse en sí mismo, toma su canasta y sigue su camino.
El otro ya está oyendo:
—¿Y luego?
¿Sigues allí?
—Sí, Jeus, aquí sigo.
¿Y luego...?
Luego ya nada... porque fue lo último y después pensó el de allí que te estabas riendo de su vida, ¿verdad?
—Sí, pero lo puedo entender (—dice).
Antoon agita la cabeza, ya no entiende al chico.
Jan también piensa que le está durando demasiado, pero Jeus sigue y oye ahora:
—¿Todavía no se te ha ocurrido un nombre para mí, Jeus?
—No, todavía no se me ocurre, pero lo voy a pensar.
¿Acaso no puedo ponértelo por dentro entonces?
—¿Por dentro dices?
—Sí, por dentro, estás hablándome, ¿no es así?
—Quiero que me escuches muy bien, Jeus.
Claro que me parece buena idea, pero entonces va a ser muy intrincado, porque —por dentro y por fuera— esos dos se parecen tanto que terminaremos confundiéndonos de todos modos.
—Es cierto, pero caray, qué complicado es.
¿Qué te parece Frans?
¿Te parece bien?
—También ya hay tantos que se llaman Frans en el mundo, Jeus.
¿Podrás creerme en esto también?
—Puedo aceptarlo, pero que sepas que se está poniendo difícil, y ya mejor voy a esperar.
Voy a pensarlo.
—De acuerdo, Jeus, es lo mejor.
—Sigo sin saber de dónde me conoces.
—Eso es otra cosa.
—¿Por qué es otra cosa?
¿Qué sabes tú de mí?
—¡Todo!
—¿También de otras personas?
—Si me dan ganas, sí, entonces ¡lo sé todo!
—Entonces ¿no puedes ayudarme a pensar?
—Ya hablamos de eso, Jeus, pero déjame que te diga otra cosa.
Cuando tenía la edad que tú tienes ahora ya empecé con eso de reflexionar, se podría decir que empecé a reflexionar para mí mismo.
Y ahora me alegra que no se me haya masticado todo, porque entonces ya no tendría nada que rumiar ahora.
—Ya lo entiendo, y entonces habrías seguido siendo tonto como la vaca, ¿cierto?
—Sí, me entendiste, y eso está bien, Jeus.
Ahora también podemos hablar entre nosotros.
—También te entiendo, que lo sepas.
Así que ya llegaré por propia cuenta.
—Es lo mejor, también para ti, y así aprenderás un montón, ¿no?
—Entonces dejo de hablar más tiempo contigo.
—Eso es cosa tuya.
De vez en cuando vendré a echar un vistazo.
Si te pasara algo, podrás preguntarme lo que yo pienso al respecto; quizás de vez en cuando pueda ayudarte entonces.
Y también puedes contar conmigo cuando me llames.
—¡Qué bien!
Entonces ya no necesitaré a Jan, ya tiene suficiente trabajo con él mismo.
—Que sepas, Jeus, que él quiere saberlo todo de ti.
—Es cierto, lo sé.
—Pues bien, Jeus, ahora quiero que me escuches muy bien, que me escuches muy bien un momento, y entonces te voy a contar otra cosa distinta.
Allí viene...
¿Las piedras son y seguirán siendo piedras?
Y un pedazo de madera seguirá siéndolo toda la vida.
¡Y las palomas son palomas!
Y tú eres Jeus de madre Crisje.
Y la gente es gente.
Y un fiambre es un fiambre si estás allí a su lado, llorando, ¡claro que sí!
¡Y una iglesia es una iglesia!
Y Nuestro Señor es... Nuestro Señor, pero de Él se hicieron estatuillas.
Jeus escucha como nunca antes, pero ahora siente que el otro se va largando, y lo llama para que vuelva:
—¡Oye! ¿Dónde estás ahora?
¿Dónde estás ahora y en dónde te metiste así de pronto?
¿Acaso ya no me oyes?
Un poco después oye:

—¿Me llamaste, Jeus?
—Sí, claro, ¿dónde te habías metido tan de pronto?
¿Qué chisme me querías contar hace un rato?
—Queríamos dejar de hablar, ¿cierto, Jeus? Fue lo que dijiste, ¿o no?
—Lo sé, pero ¿qué significa todo este chisme que acabas de contarme?
—Solo lo dije, Jeus, para hacerte saber en lo que tienes que pensar.
—¿Eso es todo?
—Sí, no hay más.
El resto ya puedes averiguarlo por ti mismo.
—¿Entonces también sabes dónde está Casje ahora?
—Sí, lo sé.
En este instante, va caminando entre Deutinchem y Zevenáná.
—Me haces reír, ¡ese lugar se llama Zevenaar!
—Qué pena, pero como sea estaba muy cerca, ¿no?
Ahora va caminando por allí con su negocio.
Pero ahora ya está volviendo a casa.
Ya lo verás hoy o mañana.
—¿Entonces también sabes que él es amigo de mis padres?
—Sí, lo sé.
—¿Y que está loco?
—¡Está igual de loco que tú y yo juntos!
—¿O sea que quieres decir que estoy loco?
¿Acaso estoy loco yo, según tú?
—Claro que no.
No, Jeus, no está tarado, para sí mismo sabe muy bien lo que quiere.
—Pero no quiero tener su trabajo.
—Lo puedo entender, y es que es solo para él, no sabe hacer otra cosa.
—Vaya, ¿eso pensabas?
Entonces puedo decirte que sabe hacer un montón de cosas más y que tú tampoco lo sabes todo de la gente, porque sabe escribir como si fuera el alcalde.
¿No sabías eso?
—Lo sabía, Jeus, pero no me acordé tan rápidamente.
—Debo decir que sí sabes pensar.
¿No puedo aprenderlo de ti?
—Ya empezaste a hacerlo.
—Pues chao entonces.
Eso también es de Casje, lo sabes y también lo dijo papá.
—Sí, lo sé, pero así como lo dices ahora es dialecto del italiano.
—¿Qué es eso?
—¿Es que en la escuela no aprendiste lo que es el italiano?
—Ah, sí, claro, pero se me ha olvidado, porque te vuelve loco.
También lo entiendo, pero ahora resulta que no sabes hablar italiano.
—Ni quiero tener nada que ver con eso, será bueno para los chupatintas, decía mi difunto padre.
—Esa es una mentira, Jeus.
—¿Qué es una mentira?
—Que digas, “mi difunto padre”, ¿acaso es la verdad?
—Ya te entiendo, tienes razón.
Es por así decirlo comer gachas y luego decirle a tu madre, “No tengo nada que comer”.
Y tienes la jeta toda embadurnada.
—Escucha y oye que a aquel otro le da risa.
—¿Eso te da risa?
—¿Acaso quieres hacerme creer, Jeus, que esto es para morir?
—Por Dios, qué bien sabes hablar.
—Pero tú también, Jeus.
—Sí, lo sé, siempre lo decían mis padres, y lo puedo creer yo mismo.
Pero ahora, chao.
—Más vale que sepas, Jeus, que entiendo de todo.
—Ya me di cuenta.
Y ahora tienes que largarte, y rápido.
Es que tengo que trabajar.
—Y andas corriendo que se te van a soltar las piernas de las nalgas.
¿O es que hay virutas por alguna parte?
—Otra vez tienes razón, gracias.
—No hay de qué, Jeus, ¡chao!
¿Gerrit?
¿Piet?
¿Hendrik?
¿Herman?
¿Nico?
¿Gradus?
¿Antoon?
¿Jan?
No, ¡no sirven de nada!
No puede encontrar un nombre para esa vida.
¿Anneke?
No, ese es de niña.
¡Crisje tampoco puede ser!
Todavía alcanza a oír:
—Ya se arreglará, Jeus.
Pero ahora: chao.
Pero eso no lo deja así, ya sigue:

—Probablemente, ya volverás; tienes que pensar en eso.
—Me encargaré, Jeus.
Pero pensé que todavía podía hacerte un favor.
—Eso es cierto, te lo agradezco mucho.
Pero qué lejos estabas.
—Pues vuelve a escucharme un momento, Jeus.
Estoy tan lejos, tan alejado de ti, pues, como la tumba de tu padre es larga... redonda, a la izquierda y derecha... ¡y como es de alta, también!
—¡Y vaya que eso es para volverse loco!
—Eso lo dirás tú.
Pero yo lo veo de otra manera.
Y ahora, ¡chao!
Y no puedes tomarme el pelo, porque, aunque lo diga yo mismo, ¡no soy de los que se quedan eternamente!
Cuando diga chao, Jeus, por lo menos cuando lo quiera yo mismo, y vuelvo a acercarme a ti, me podrás agarrar del cogote.
Pero si lo hago para mí mismo, para ayudarte, entonces tú no tienes nada que decir.
En el caso de que sí lo quiera, tampoco sabrás de mí ya.
Y ahora enseguida puedes gritar lo más fuerte que quieras y sepas hacerlo, ya no sabrás nada más de mí.
—Ya lo entiendo, y se agradece.
—No hay de qué, Jeus, ¡chao!
La voz se fue, lo siente sin lugar a dudas.
Pero ¿quién era?
No lo sabe.
¿Estuvo hablando consigo mismo todo ese tiempo?
Si eso es cierto, se matará a golpes.
Aunque lo podrá ver, es el dinero, pasado mañana podrá saberlo.
Y ¡ay! si no resulta cierto.
Pero tiene que seguir.
¿Qué nombre le pondrá a ese hombre?
¡Era un hombre!
Jan Lemmekus piensa que Jeus está tardando mucho en regresar.
Ya van a dar las doce; Jan se tiene que ir y ya no lo verá.
—¡Adiós, Jeus!
—¿A dónde tienes que ir, Jan?
—Tengo que llevar las muestras.
—¿No te volveré a ver entonces esta tarde, Jan?
—Sí, claro.
Jan se va, Jeus sigue pensando.
Pero la mañana va pasando sin que pueda averiguarlo.
Ya llegó Fanny, un poco tarde, pero es la culpa de mamá.
Esas cosas las puede entender y forman parte de la casa de Crisje.
Ahora hay que comer y beber, y además pensar.
La máquina humana funciona bien y, lo que es más, en una sola dirección.
Pero el tiempo pasa volando y aún no ha llegado.
Solo cuando está frente a su tío Jan es consciente de estar en la fábrica.
¿Le mostró su afecto a Fanny?
¿Y a Crisje?
¿Y a Teun y Miets?
Ahora no disfrutó de su hora y media.
No se puede volver a casa un breve rato.
No lo volverá a hacer o habrá tristeza.
¡Esa voz es bonita!
No vaya a ser que él solo se esté... engañando.
Si le dan un aumento, todo estará bien.
Y ahora ¡a seguir!
“Las iglesias...”, había dicho la voz, “¡... son iglesias!”.
Mejor sí lo va a llamar... “por dentro”.
O... “Casje”... ¿Casje?
¿Casje?
No suena tan mal.
A volver a escucharlo... ¿¿Casje??
¿¿Casje??
No suena mal, y además es terreno conocido.
¡Se le va a quedar “Casje”!
Casje dijo —escucha si acaso se acerca la voz, pero ahora no viene...—,
Casje dijo... que las iglesias eran de piedra y que la gente es gente.
Que la gente vivía aquí y que la gente moría.
Y que eso no es morir.
Nuestro Señor también está allí, en la iglesia, pero también allí, ¡aquí arriba, en el cielo!
Y ese cielo es este espacio, tal vez alguna otra cosa, pero eso no importa nada, es ese el cielo de Nuestro Señor.
Una iglesia se construye con piedra y madera, y en ella la gente reza.
Se postran ante María, ante José y Nuestro Señor, y rezan o piden algo y luego tienen que esperar para ver si se les ha oído, porque ¡eso es!
María y José representan a Nuestro Señor, como sus padres.
Pero Nuestro Señor, a su vez, es el padre de María y José.
¡Correcto!
Y a nadie le molestan las virutas... ve que a nadie, y continúa.
¿Quiere hablar con él Van Bree?
¡Nada de eso!
Y de todos modos, Van Bree tiene algo que decir:
—Haces como si ya no existiéramos, ¿no es cierto?
—Tengo que trabajar, Van Bree.
—Nosotros también, pero aun así podrías decir de vez en cuando alguna cosa, ¿no?
¿Ni un ratito tienes ya para ti mismo ni para charlar conmigo?
—¿Charlar, dices, Van Bree?
Si tengo cosas mejores que hacer.
Eso ya lo habrás entendido, ¿no?
—Tengo que decir, Jeus, que nunca había estado tan limpio aquí.
Tengo que admitir que tienes todo muy limpio.
Si el patrón lo ve, sin duda que te dará un aumento.
—¿Tú crees, Van Bree?
—Claro.
—Entonces voy a seguir esforzándome, Van Bree.
La puerta se abre de golpe, el patrón está frente a él.
El hombre se dirige directamente a él, Jeus ya se asusta y cuando piensa que ahora va a seguir una terrible paliza, se oye:
—¿Todavía quieres ir donde los cardadores?
—Sí, patrón... —se oye, por suerte...—, así puedo ganar dinero para mi madre.
El adulto le sonríe a Antoon, pero Jeus ve que el patrón contempla brevemente su trabajo, y vuelve a oír:

—Esto está muy bien, ¿qué piensas tú, Antoon?
Pero ahora Jeus oye que Antoon le dice al patrón:

—Lo que este se mete en la cabeza... no lo tiene en el culo.
El patrón ya se volvió a ir, y ahora Antoon oye:

—¿No tienes miedo, Van Bree?
¿Cómo te atreves a hablar de “culos” estando allí el patrón?
A Antoon le vuelve a dar risa, y le dice:

—Nosotros, Jeus, ya tenemos tiempo de conocernos.
Pero ¿por qué es que quieres irte de aquí?
—Sí lo sabes, ¿no, Van Bree?
—Aquí también puedes avanzar, ¿no?
—Tendré que pensarlo, Van Bree.
—Entonces ¿qué va a ser de nosotros, Jeus, si tú ya no estás aquí?
—Ahora tú me haces reír a mí, Van Bree.
¿De verdad piensas que te voy a creer?
Antoon lo sabe, la persona vieja en Jeus piensa de manera muy distinta sobre esto.
Al niño ya no se le puede tomar el pelo.
Mejor se larga, tanto hablar no sirve de nada.
No se gana un centavo con eso.
Hay que deshacerse de ese parloteo, tiene que pensar en sus propias cosas.
Ahora, a seguir.
Las iglesias y los asuntos sagrados... ¡y ya!
Ya estamos.
Está metido Van Bree.
Negocios, supuestamente.
Son negocios sagrados.
Y cuando llega donde el sultán, para colmo él también quiere empezar.
Pero ¡se calla!
Los adultos con cuartos de máquinas te acechan para charlar un rato.
Piensa, ‘Sultán, por mí puedes pudrirte’, y el sultán piensa, ‘Vaya mocoso este, ni siquiera te contesta’; ya se lo imaginaba: este es descarado.
Johan es muy distinto.
Las iglesias y los asuntos sagrados... no, las iglesias y las estatuillas sagradas están cerca unas de otras.
Ahora las cosas van bien, y retén esto... porque están en la iglesia.
Pero papá vive y está muerto.
Eso también es correcto.
¿Está bautizado papá?
Sí, papá fue bautizado en la iglesia, y de todos modos murió, no, entonces ya estaba muerto.
¿Fue bautizado papá porque comulgaba?
¿Está bien eso?
Pero ese bautizo de un fiambre y de un vivo es exactamente lo mismo para Nuestro Señor.
Se rezó por papá, y pensaron que estaba en la tumba.
Pero su propio padre estaba allí.
¡Hurraaaaa...! ¡Ya estoy empezando a comprenderlo!
¡Hurraaaa...! Pero, a ver, no tan rápido.
¿Puede una “Torre de David” ayudar a papá?
No, porque papá le dijo que tiene que hacerlo él mismo, y que allí trabaja para Nuestro Señor.
La piedra no puede pensar.
La piedra no puede ayudarte.
La piedra no puede darte una indulgencia, lo tiene que hacer Nuestro Señor mismo.
Y Él está en “SU” cielo.
Esto, en lo que han convertido a Nuestro Señor, ¡es solo imitación, es piedra, es una tarjeta postal, es una cosa muerta, ahora quedó destruida, hecho añicos!
Pero... y eso está, ¡el auténtico está allí de todos modos!
¡También papá!
¡Y José!
Ojalá ahora papá estuviera aquí un momento.
Pero papá también tocaba el violín allá, y tiene por lo menos treinta.
Lo que es aquí... continúa... también es allá.
Lo que es aquí, es de segunda mano.
Lo que es allá, ¡lo es de verdad!
Lo de segunda mano se mete en la tierra, lo verdadero ¡sigue vivo!
Esas estatuillas de piedra no son de verdad; María, José y Nuestro Señor están allí, y ¡esos son los de verdad!
Hurraaaa ... Hurraaa... mamá, ¡creo que ya llegué!
Se dirige hacia el cuarto de calderas bailando.
Lágrimas de felicidad le cuelgan de las mejillas.
Quien lo ve piensa: ‘Ese niño está loco’.
Pero está loco de felicidad, y nada más.
Todavía continúa un poco más.
Lo que hay aquí de Nuestro Señor no es más que un muñequito.
Es un muñequito de piedra.
Por todos los cielos, qué rápido van las cosas ahora.
Mantente tranquilo, ahora retén esto bien, se dice a sí mismo, y lo hace.
¡Ese muñequito es un muñequito!
Y se cayó y quedó hecho pedazos y añicos.
Pero ¡eso todavía no quiere decir que se haya roto el de verdad!
Y tampoco pueden ocurrir accidentes.
Esa estatuilla es bella, pero luego paso a la verdadera, porque la piedra solo es piedra.
Naturalmente, no romperías a propósito una bella estatuilla y tampoco fue lo que hizo; ocurrió por accidente.
No rompes estatuillas bellas, pero lo verdadero no se puede romper, como tampoco se puede romper a papá, ¡papá vive!
Y es una suerte, papá nunca antes fue así; lo que solía darle risa ahora podría incluso hacerlo llorar, pero ¡no de amargura, sultán!
¡De felicidad!
Y entonces ¿tiene que sentirse infeliz por esos muñequitos, Crisje?
Hurraaa... Hurraaa... ¡Llegué!
¡Eso es todo!
Esos muñequitos de piedra no pueden hacerte nada, ¡nada!
Entonces prefieres hacer otros, sobra la gente que sabe hacerlos, pero no los verdaderos, porque las personas mueren, entran al ataúd y a la tierra, y lo verdadero ni siquiera logras que se te ponga en las manos, porque ¡eso es de Nuestro Señor!
Y únicamente eso, Crisje... ¡lo es!
¿Por qué lloras por un muerto?
Pero no había tenido que luchar, no era necesario.
Ahora ¡solo falta aquello otro!
Cuando mordí... continúa con calma... a Nuestro Señor, no era el de verdad, pues también este está hecho por la gente.
Y eso también ocurrió por un accidente.
Y a Nuestro Señor no se le puede morder, está allá lejos.
¿Algo más?
Crisje tiene unas estatuillas nuevas, ahora son de Jan.
Pero lo que hayas recibido, lo recibiste, y nadie te lo puede volver a quitar, ¿cierto?
No, las de papá no se pueden romper...
Y sin sentirlo entra al tercer y cuarto mundo dimensional de cada objeto, y ¡lo entiende!
Este es un trabajo espléndido, Jeus.
Sigue borboteando otro poco en su alma; vuelve a quitar un momento la tapa de este hervidor universal y mira qué aspecto tiene el tinglado por dentro, y puede estar contento.
Sin duda y de manera dominante y consciente Jeus ha rebasado el punto de ebullición, las cosas no se pueden quemar y estará rico, Crisje, lo que te alegrará.
¡Te pone frente a manjares celestiales!
¿A quién se le antoja un pequeño bocado así, Jeus?
Es espléndido, oye, vale la pena.
Un diez ¡de Casje!
Ahora bien, cuando le rezas a una estatuilla de esas, le rezas a un pedazo de piedra.
Entonces, ¿por qué no iría directamente a Nuestro Señor, al verdadero para rezar? ¿Por qué para eso hace falta un pedazo de piedra?
Entonces le reza a Nuestro Señor en persona, y para eso no hace falta un muñequito de aquellos.
Eso está bien para los pobres, para los que no saben reflexionar.
Se puede rezar donde sea.
¿Por qué a los adultos les hace falta un muñequito así para rezar?
Mamá dice, “Allí está Nuestro Señor”.
Claro, pero ¡allí no está el verdadero!
El verdadero, ese vive en el cielo.
¡Hurraaaa, mamá, llegué!
Crisje tiene sus estatuillas y él: a Nuestro Señor, al verdadero.
¿Eso pensabas, Jeus?
¿Pensabas que Crisje era así?
Ya te enterarás.
Papá está muerto y papá vive, pero ¡eso de morir son cuentos chinos!
¡Las estatuillas de Nuestro Señor son imitaciones!
Una estatuilla que hayas recibido es indestructible; lo que se da no se quita, y ¡allí está esa cordialidad!
¡Y esta es de papá!
Mamá no tiene por qué andarse arrastrando, por qué estar cavilando, ¡todavía está allí lo de papá!
Crisje, ahora sí que vas a enterarte de algunas cosas.
Mejor prepárate, Jeus te va a dejar en jaque mate.
Ahora lo sabe, todo es diferente.
Pero tú mismo tienes que empezar a verlo de manera diferente.
Si ves lo diferente, eso vive; ¡también papá y José!
¡¡Casje!!
¡¡Casje...!! ¡Llegué!
Pero Casje no se deja oír.
Hay nombres que yacen en la tumba y se van pudriendo, porque pertenecen a este mundo, pero aquello otro, lo verdadero, está donde Nuestro Señor, donde todo es verdadero y se mantiene con vida.
Papá ya no se llama Roelofse, allí tiene otro nombre.
Y también Nuestro Señor se llama de otra manera allí, pero la gente todavía no lo sabe.
Y no tiene por qué saberlo ahora.
El asunto principal es que él sabe todo de lo otro.
Y ¿qué es lo más bello entonces?
¿Estas estatuillas de piedra o este “aire” en el que vive Nuestro Señor y en el que está papá?
Y ese aire, ese cielo en el que está papá le vale mil veces más que todo esto del mundo que no significa nada.
Pero si eres malo, vas al infierno, y si eres bueno, vas a un cielo.
Queda claro, puede comprender y aceptar sin más.
Crisje se enterará.
Peter y Jan Kniep también viven allí.
Y eran buenas personas.
Porque las buenas personas van donde María, José y Nuestro Señor.
Y esas estatuillas se quedan aquí; aunque no se puedan pudrir, ¡llegará el día en que se rompan!
Revienta de la tensión, pero todo está bien, ¡lo dejó atrás!
Y entonces silbó su tío Jan y se pudo largar.
Ahora es Fanny quien se entera primero.
—Tranquilo ya, Fanny.
Lo sé.
Ya no lo volveré a hacer nunca más.
Me olvidé de ti, pero era necesario, Fanny, urgía, o los dos habríamos quedado destrozados, Fanny, destrozados por completo.
Y entonces ¿qué habrías tenido que decir?
Ven, vamos donde mamá.
Ahora deja que descanse tu corazón, Fanny.
Ahora también esa vida se sosiega.
Fanny lo entiende, pero esta vida lo había dejado completamente perdido durante un rato.
Ahora Fanny puede volver a contar con él.
Jeus para esta vida sobre sus propias patas y ¡sabe que es bueno y necesario!
Entonces están ante Crisje y la lucha a vida y muerte puede empezar.
Un poco después ya se oye:

—Mamá, ¿tienes un momento?
—¿Qué pasa, Jeus?

Ve que tiene los ojos radiantes y que le pasa algo especial.
Crisje tiene que aceptar que nació un filósofo y escucha con atención, siente algo, también su vida es abierta y consciente.
Pero cuando Jeus está considerando sacar a la fuerza a Crisje de su Señor Nuestro y de la iglesia, ella le devuelve:
—Escucha lo que te voy a decir, Jeus.
Si me hubieras preguntado anoche todo lo que me has dicho, te lo podría haber dicho enseguida.
—¿Todo eso lo sabes, mamá?
¿Quieres decirme que lo sabes?
—Claro... —sale de la boca de Crisje de manera consciente y aun así seca, y Jeus no lo logra comprender.
Caviló tanto que casi le da un ataque.
Y entonces pregunta:
—Pero ¿qué es lo que sabes, mamá?
—¿Que qué es lo que sé, me preguntas todavía?
Te lo puedo decir ahora mismo.
¿Y quieres saberlo?
—Sí, quiero saberlo.
Pues esas cosas no son más que cosas, ¿verdad?
Son estatuillas de piedra, nada más.
—Sí, es cierto, Jeus.
Son estatuillas de piedra, nada más.

¿Qué te parece, Jeus?
Crisje te da la razón, o sea que lo sabe.
¿Ahora qué?

Jeus ya dice:
—Pero ¿por qué, mamá, te alteraste entonces tanto por esas cosas de piedra?
¿Acaso quieres hacerme creer que este no es Nuestro Señor?
—Es y no es Nuestro Señor, Jeus.
Jeus piensa rápidamente; también para él mismo es Nuestro Señor y no lo es.
Pero ahora que Crisje no piense que ya lo tiene agarrado.
Ella se entera ya, cuando oye:
—Claro que no, mamá, pero bien que estabas asustada.
Sí que te daba miedo, ¿no?

Y también esta vez Crisje tiene sus palabras listas, cuando le da:
—Es cierto, pero no tanto como piensas tú.
Lo mío era algo muy distinto.
Jeus reflexiona un momento y luego se oye:

—¿Y pensabas, mamá, que entonces Nuestro Señor te va a castigar porque se caen y quedan destrozadas las estatuillas?
—No te pega, Jeus, pero ¡es el acto mismo!
—Y ahora esto, ¿qué significa, mamá?
—Que nosotros, las personas, tenemos que respetar los asuntos sagrados.
Dio en el blanco, Jeus, y lo siente; a Crisje no se le saca tan fácilmente de su equilibrio, para eso hace falta mucho más.
Pero todavía no ha llegado, la batalla continúa.
Ahora puede decir:
—Lo entiendo, mamá.
No debimos habernos peleado allí.
Ahora Crisje continúa rápidamente, no le importa un comino ¿adónde es que quiere llevarla ese mocoso?
Quiere poner punto final a esto, cuando se oye:
—Eso es, Jeus, es eso de pelear.
No hay que pelear en un entorno sagrado.
De lo contrario estás violando los asuntos sagrados y no hay que pasarse de la raya, o comenzarán los castigos.
—¿Y eso es lo que te daba miedo, mamá?
—¡Claro!
—¿Y para eso, mamá... —Crisje, ahora te vas a enterar, todavía no has llegado...—, también quisiste rezar día y noche?
—Sí, para enmendar lo de Gerrit y lo tuyo.
Jeus golpea, y Crisje le devuelve el golpe.
Los dos dan en el blanco, pero todavía falta el “knock down”.
—¿Dices que para enmendar lo que hicimos Gerrit y yo, mamá?
—¡Para pedir perdón por ti, Jeus!
—¿A Nuestro Señor, mamá?
Y ¿para nosotros? ¿Para mí y Gerrit?
—Sí, para ti y Gerrit.

Jeus quiere saber adónde quiere llegar, quiere saber más de ella para entonces darle con fuerza a Crisje en la plena alma y asestarle un golpe de gracia.
Poco a poco se acerca ese momento.
Jeus dice ahora:
—Pero esa estatuilla de piedra, mamá, ¿no es Nuestro Señor mismo?
—¿Qué dices?

Y cuando Jeus piensa que Crisje ya está en el suelo, se vuelve a equivocar, cuando se oye, de manera seca y aun así sabiendo con sabiduría pura:
—Es una estatuilla de Nuestro Señor, Jeus, pero un medio para llegar a su misma persona y entonces puedes rezar.
Buena respuesta, Jeus.
No te la esperabas.

Pero él también lo sabe, y dice:
—¿Y si vas directamente hasta el Señor Nuestro verdadero para rezar, mamá?
Ahora Crisje reflexiona un momento.
Pero ¿qué es lo que quiere saber de ella ese chiquillo?
Y entonces se oye:
—Oh..., oh..., ahora sé lo que quieres decir, pero eso es cosa tuya... —Jeus siente que en realidad, Crisje le está dando la razón en todo, pero que a la vez mantiene una opinión propia; que bordea la cuestión y no da la respuesta que él quisiera y que es el meollo de la cuestión.
—¿Entonces tú puedes rezar directamente a Nuestro Señor, mamá...? —Se oye ahora, y Jeus explora su estado.
Poco a poco va sacando a Crisje de su fe, por lo menos es lo que él piensa poder hacer, y le golpea en el alma y en la gloria cuando dice:
—¿Así que quieres venderme el cuento, mamá, de que lo que ayer era para ti una gran mentira es ahora verdad?
Crisje se encoleriza y le contesta:

—¿Qué?
¿Quieres insultarme, decirme que miento a lo bestia?
Ahora a reflexionar un poco, pero eso no dura tanto; ya se oye:

—Pero es que a ti ya no hay nadie que te entienda, mamá.
Tienes dos caras... —Y eso le colma el vaso a Crisje.
Pero cambia de parecer, mantiene la calma, ahora es necesario esquivar el peligro, cuando Jeus oye:
—Claro que se puede.
Todo eso es posible, Jeus.
Pero ahora la iglesia es nuestro apoyo. —Y Jeus ya no sabe. Pero entonces se oye:
—También lo sé, mamá, pero una estatuilla es una estatuilla, y ese no es más que un muñequito, y papá también lo es —Y Crisje se le echa encima, pues esto es demasiado.
—¿O sea que quieres decirme y hacerme creer que papá es un muñequito?
—Ese sí, mamá.
El que está en su tumba sí, es un muñequito.
Pero el otro desde luego que no.
La mira a los ojos y sigue a Crisje.
Crisje está haciendo de comer, corre de un lado para otro y Fanny está tan a gusto en una silla y escucha.
Los niños están fuera, el combate sigue.
No hay interferencias.
También ahora Crisje está esquivando un escollo peligroso, pero en este barco Crisje es una capitana con fuerzas sin precedente, que no le teme a tormenta alguna.
Pero la tormenta de esta vida proviene de otra dirección y ese viento no lo conoce demasiado bien, es nuevo para su vida y para su ser.
Y ahora que ella todavía no llega, que tiene que revisar sus velas un momento, ya llega a su vida:
—Sí, mamá, es lo que quiero decir.
Aquel otro está donde Nuestro Señor y es mi propio padre.
Pero aquel otro ahora está apestando en la tierra... —Y es un susto para Crisje, pero es lo que él a su vez ha aprendido y lo que también lo conmueve; basta con mirar a mamá.
Crisje se pone colorada y pálida a la vez, ¡qué cosas!
Es algo que podría causarte un infarto al corazón, te deja patas arriba en la vida, hace que tiembles y te estremezcas, porque aquí se trata de tu amor, de todo.
Ella duda, yace el Largo... ¡No, es terrible!
¿De dónde saca Jeus estas palabras y estos pensamientos?
Crisje casi revienta de dolor.
Jeus ve que está frente a la estufa, revolviendo la sopa, se entretiene allí con cualquier cosa, pero sin realmente hacer nada.
Jeus la dejó sin palabras, pero él habla de verdades sagradas.
¿No es cierto?
Allí estás, muriéndote, pero ¿qué significa todo esto?
Y ahora que Jeus la siente, comprende que debió decirlo de otra manera, y luego que no se atreve a decirles a los adultos todo de Casje; le suaviza las cosas cuando le dice:
—Sí, mamá, es lo que quiero decir.
Aquel otro está donde Nuestro Señor, y a él lo volverás a ver, ¿no?
Él puede tocar el violín, puede reír también, pero el que está en su tumba ya no tiene nada que decir, ese está... —“Inservible”, habría querido decir, pero lo que viene es—: Muerto, muerto..., mamá, y eso es todo.

Crisje lo sigue rápidamente, y dice:
—Es cierto, Jeus, claro.
Si Nuestro Señor no estuviera vivo, entonces en verdad no habría nada, pero ¡Él es todo!
Jeus siente ahora que Crisje no quiere inclinarse.
Y no comprenden que en realidad recorren un solo camino, que defienden una sola sacralidad, que la quieren vivir y que también morirán por ella si hace falta.
Pero eso vendrá solo después y entonces tendrán sosiego; entonces sabrán lo que vale el otro, pero entonces Nuestro Señor estará justo entre los dos y “ÉL” habrá sido desvinculado de su estatuilla de piedra, por lo que Jeus pelea y sobre lo que ha cavilado.
De cualquier manera, saca de quicio a Crisje cuando le dice:
—Pero ¿por qué, mamá, quieres entonces rezarles a estatuillas de piedra, si también tienes a Nuestro Señor de verdad...?

Entonces Crisje pierde su asidero, parece que la han picado, pero pregunta:

—¿Qué quieres decir ahora?
—Hace un momento quise preguntarte, mamá. —Pero de pronto ve una posibilidad muy distinta para atraparla, y dice—:
¿Todavía amas tanto a papá como cuando estaba aquí y nos cuidaba?
Crisje se pregunta adónde quiere llevarla ese mocoso, no lo entiende, está ante un enigma.
Ve su iglesia, reza en ella, va a comulgar, ve la vida y también la muerte, ve a su Largo en el ataúd, siente su dolor interior y su poderoso amor de antaño, pero ahora oye que está siendo interrogada por uno de sus hijos y ese hijo es como un juez.
Eso la lleva a Jerusalén, también allí un niño estuvo analizando a los adultos, pero este es su Jeus.
Ahora que piensa en esos tiempos, siente por así decirlo la corona de espinas sobre su propia cabeza, y a “ÉL”, que murió allí, y a “ÉL”, al que allí engañaron, pero ¡esos fueron los paganos y los fariseos!
Ella también da un breve paseo por el Getsemaní, descansa un poco, intuye lo que todo esto significa para el mundo y su vida, y recobra el sosiego.
Ha recuperado su asidero, aunque tenga que admitirle a Jeus que ahora se reencuentra con un Largo diferente, que es eterno, que vive, que la amará para siempre, y entonces dice:
—Claro, eso sobra decirlo... —Pero ¡Jeus se está volviendo peligroso!
Esas estatuillas sagradas, ahora está segura de eso, le han abierto a Jeus un gran agujero en el alma.
Ahora, se nota a la legua, está metiéndola a ella en ese agujero y está cerrándolo con la vida de ella, y eso con una seguridad que la pone a temblar y estremecerse, y ¡de la que no se ha hablado nunca antes!
Sabe con seguridad que el señor párroco diría: “Jeus está poseído por un diablo”, pero eso no puede ser cierto, su “Largo” también está allí, contemplándolo, y él no quería saber nada de diablos, el Largo se burlaría de ella justo en su cara, y le diría: “Cris, Cris, ¡no me hagas reír!”.
Para Jeus está tomando demasiado tiempo, Crisje ya oye:
—A ver si me escuchas, mamá.
¿Por qué entonces no vas a la tumba de papá para rezar allí?

Es algo para lo que Crisje tiene una respuesta inmediata, cuando le contesta:
—¿Qué quieres de mí?
Tampoco soy así de loca, eso sí que lo sabrás.
Mientras tanto, Crisje está poniendo la comida en la mesa, pero Jeus quiere estar en paz con todo antes de ir donde Anneke y Jan.
Ahora Crisje oye:
—Si no supieras, mamá, que papá estaba en otra parte, harías lo que hace toda esa gente, que está loca y reza en la tumba hasta enloquecer, pero eso ya no significa nada, ¿o sí?
—Lo sé... —contesta Crisje..., y Jeus puede decir:
—Si papá está aquí arriba, mamá, entonces allí tampoco tienes nada que buscar ya.
Ahora Crisje está reflexionando, pero Jeus está listo para el golpe; para el alma, la vida y el espíritu de su madre.
Ella todavía pregunta:

—¿Es decir...?

Y entonces sigue el leve golpe:
—Que no me hacen falta ni una iglesia ni una tumba para rezar, mamá.
Por el susto, Crisje deja que una papa (patata) le salga rodando de la boca, pero ya reacciona:
—Pero ¿qué me estás diciendo...?
¿Qué dices, Jeus?
—¡Ahora no te sirve de nada tu “Jeus, Jeus”, mamá!
Ya no voy a ir a ese Señor Nuestro en la iglesia; voy a ir adonde aquel otro, en línea recta a Él.
¡Ahora ya no me hace falta ninguna iglesia!
Y como si todavía no fuera suficiente para Crisje, ahora se oye:

—Desde ahora ya no iré tampoco a confesarme, mamá.
Si hay algo que confesar, para eso no necesito a ningún párroco.
Me confieso directamente con Nuestro Señor y para eso no necesito una iglesia, ¡que lo sepas, te lo quiero decir ahora!
Ese fue el golpe de gracia para Crisje.
Ha perdido.
Pero si sus hijos ya no van a la iglesia, habrá chismes y serán unos paganos.
¡Y eso no debe ser!
Cuando todavía tiene algo que decirle a Jeus, lo que no puede hacer ahora porque entran bruscamente los niños, le dice:
—Anda, ven aquí, Jeus, o ¡no!
Ya hablaremos esta noche.

Este es para Jeus el momento de reflexionar, y puede irse.

—Ven, Fanny, vamos a ver a Jan y Anneke.
Y se fue.
Todo el problema inhumano se le cae de los hombros.
De repente se ha convertido en un niño común y corriente, un chico que juega, que quiere retozar con su perro, pero Jeus lo sabe: una tumba es una tumba, una iglesia es una iglesia, y la tumba de papá es, aunque todavía no entienda todo, redonda y larga, también ancha y alta.
En ella vas a la izquierda y a la derecha, ¿y luego?
¿Es cierto eso?
¡Entonces podrás ver a José, a Peter y también a papá!
Ahora que ha contado casi todo y que Jan sabe sobre qué estaba cavilando, este dice:
—Y ¿qué dijo tu madre, Jeus?
—Mamá quiere hablar conmigo esta noche, Jan.
—Vaya, ¿es cierto eso?
—Sí, Jan, pero ya lo sé.
Es sobre Miets y Teun, sabes, nuestros hijos.
Pero no sobre mí.
—¿A eso le estuviste dando vueltas hoy, Jeus?
—Sí, Jan.
—Y ¿cómo lo resolviste entonces?
—Creo que me ayudó Casje.
—Casje, dices, ¿ese Casje Brunning?
—No, ese no.
No me hagas reír.
Pero todavía no sé cómo lo voy a llamar, Jan.
—¿Quién es, Jeus?
—No lo sé todavía, pero me habla.
Jan ya lo siente, van a enterarse de algo particular, y rápidamente pregunta:

—Y ¿dónde está entonces, Jeus?
—Está en mi cuerpo, Jan.
—¿Dónde?
—¡Aquí...!

Jeus señala el plexo solar y Jan empieza a comprender algo de esto; ¡allí es entonces donde vive el contacto para Jeus!
—¿Y también lo puedes oír?
—Exactamente como estamos hablando nosotros, Jan.
—¿Y así es como lo resolviste?
—Ahora lo sé, Jan.
Sé que nunca más iré a confesarme con el señor párroco.
Iré directamente a Nuestro Señor, Jan.
Jan se estremece de placer.
Sin embargo, pregunta:

—Pero ¿y la iglesia, Jeus?
—La iglesia es exactamente igual que la gente que piensa estar muerta y aun así vive.
La gente que reza en el cementerio también tiene que ir a la iglesia a confesarse.
Pero la gente que tiene a Nuestro Señor aquí arriba ¡tampoco necesita la iglesia ya!
—Pero ¿y el señor párroco, Jeus?
—¡Que no me hace falta, te digo!
Puedo rezarle al verdadero Señor Nuestro.
—¿Y tu padre entonces?
—¡Ese mira a Nuestro Señor directamente a la cara, Anneke!
—Lo puedo comprender, Jeus.
—¿Y tu madre, que dijo, Jeus?
—La iglesia de mamá es diferente, Jan.
Mamá también tiene razón.
Pero ¡yo igual!
—¿Por qué, Jeus, tienes razón tú y tu madre también?
—Porque puedo entenderla.
Mamá no puede pensar dentro de esto.
Pero hace ya tanto tiempo mamá me dijo: “Eso es para la gente a la que le hace falta una iglesia, pero si quieres rezar, también puedes ir a Nuestro Señor mismo”.
Pero eso queda más lejos.
Mamá se queda aquí, cerca de casa.
Y ahora yo me alejo más de la casa, pero mamá dice que ya sabré yo lo que quiero hacer.
Pero yo voy a ir donde papá y José.
Ahora que se volvió a largar, Jan y Anneke llegan a tener una magnífica conversación.
¡Qué chico este!, es increíble, pero allí está.
—¿Qué te dije, Jan?
—Tienes razón, Anneke.
Ahora lo sé.
Pero qué lástima.
—¿Por qué pena, Jan?
—No, estoy equivocado, Anneke.
Sin duda que llegará.
Ahora ya nada suyo me parece una pena, pero ¡por esas imágenes nuestras desvinculó a Nuestro Señor de las estatuillas de piedra!
Y lo que va a desvincular en su vida, Dios de mi vida, ¡sí que quiero leer esos libros! (—dice.)
Y así es, Jan.
¡Ya ahora, Jeus ha librado al verdadero Nuestro Señor del pedazo de piedra por el que millones de personas sufren y al que idolatran!
¡Jeus te ha regalado el “Dios vivo”!
Y esta conciencia ya no necesita un pedazo de piedra para rezar por medio de él, para buscar a Dios, Jeus lo hace directamente a la inmaculada claridad divina.
Si debes perder una hija, Jan, para ustedes no será un morir, sino un continuar, ¡es una evolución!
De cualquier manera es imposible mantenerla cerca rezando.
Ella, por lo menos esta alma, tiene que seguir, siempre más adelante, ¡para volver a su Dios!
Yacer junto a una tumba y llorar hasta quedarte sin lágrimas no te ayuda en nada.
Eso Jeus lo ha averiguado ya ahora para sí mismo y para esta humanidad, peleó para obtenerlo, pero ¡allí está!
Y esto todavía no es todo, Jan, para nada.
¡Hay que escucharlo más adelante!
¡Pues entonces verás a otro Casje!
A ver, di ahora que Jeus es un hereje, entonces tú mismo también lo eres.
¡Entonces también el señor párroco es un hereje!
¿Son asuntos del diablo, Jan?
¿Todavía está poseído por un diablo Jeus de madre Crisje?
Pues yo prefiero ese.
Muchos han conocido a este diablo y llegaron a quererlo, ¡también La Parca!
¡Ahora La Parca ya no está!
¡Esta, Jan, es la “verdad universal”!
Ahora que los chicos se han acostado y ellos están sentados cara a cara, Crisje empieza.
—Todo eso será muy cierto, Jeus, tú lo puedes entender, pero los niños, no.

Ahora Jeus sabe que ya la ha sentido antes, y puede contestarle:
—¿Y creías, mamá, que no pensé en eso?
¿Pensabas, mamá, que iba a mantener fuera de la iglesia a esos mocosos, a esos pobres diablos? Porque es lo que son, ¿no?
¿Que los echaría de la iglesia a patadas?
¿Pensabas que estaba cargándome esas preocupaciones y que quiero tenerlas?
Pues déjame contarte otra cosa, mamá.
Si el señor párroco llegó hasta este punto —y ahora sí que Crisje lo recibe todo de vuelta—, si les ha enseñado todo, mamá, entonces puedo empezar yo y puedo leerles la cartilla a ellos (—dice).
¿Qué dices, Crisje?
¿Qué te parece?
¿Te imaginabas esto?
Pero se oye:
—Por ahora mejor espera con eso.
—Es cierto, mamá, pero ¡lo que es llegar, llegará!
Cuando esos empiecen a pensar, yo mismo me encargaré de ellos y entonces también tendré algo que decir y podré empezar.
Ahora Crisje puede decir de todo corazón:

—Entonces estaré contenta, Jeus, y no tendré preocupaciones.
En ese caso no tengo nada en contra, entonces tú mismo ya sabrás lo que haces.
—O sea, ¿que ya no me tienes miedo, mamá?
—No, por ti no, tampoco por mí misma, pero sí por los niños.
—Nuestros hijos, mamá. —Crisje ya está riendo otra vez—. ¡También llegarán!
Y Nuestro Señor está aquí arriba.
Y a Él es a quien necesito, con Él puedo hablar.
Y entonces me contesta y eso no sabe hacerlo ninguna estatuilla de piedra. —Es el último pequeño empujón que Crisje recibe. Y si luego todavía sigue—: Para eso no necesito a ningún señor párroco. —Eso es el resto, y a la vez el signo de exclamación para él y ella, aunque se convierte en una nueva frase, cuando Crisje pregunta:
—¿Ya no irás a confesarte entonces, Jeus?
Jeus reflexiona, ¿será posible?
¿Sigue sin saberlo mamá todavía?
Le dice ahora:

—Me confieso incluso todos los días, mamá.
—¿Todos los días?
¿Quieres hacerme creer el cuento de que vas a la iglesia todos los días?
Jeus lo entiende.
Crisje no lo comprende todo, pero él dice:

—Ya estoy confesándome ahora, mamá. —Y penetra en la vida de ella, pero ya basta.
Crisje le dice:
—Me voy a dormir, Jeus, descansa.
—Que descanses, mamá.
Crisje tiene que reflexionar profundamente sobre esto.
Pero Jeus tiene razón.
Es solo que va demasiado lejos.
Se ha hecho increíblemente mayor; ya no lo reconoce.
Es cierto, Dios no es una estatuilla de piedra, y Nuestro Señor está aquí arriba, y sin duda que te puedes confesar.
Pero, Crisje, la gente de ochenta años y más solo tiene esa estatuilla de piedra.
¿Acaso no lo sabes?
Jeus también piensa por esas personas, y ellas también son hijos de Nuestro Señor y ¡tienen que desvincularse de ese pedazo de piedra!
¡Nuestro Señor vive en todas partes!
Ahora no hay más, ¡duerme tranquilamente!
Jeus sigue pensando con calma.
Ahora ¿quién tiene razón?
¿Él o Crisje?
¿Quién está más seguro?
¿Crisje o él?
Siente que la iglesia es para Crisje, pero ¡él tiene el espacio!
Y no quiere perder ese espacio por una iglesia.
No tiene miedo; si se esfuerza, nada malo puede pasarle.
Como sea, sí que ha llegado.
Vaya, Jeus, ¿eso pensabas?
¿De verdad pensabas que podrías haber hecho esto por tus propias fuerzas?
¡Es Casje!
¡Es tu antiguo “Largo”, Jeus!
¡Quiere que aprendas a reflexionar para más adelante!
La gente no reflexiona.
Dejan que otros lo hagan en su lugar, y ¡eso está mal!
¡Son demasiado perezosos para hacerlo, y demasiado inconscientes!
¡Se niegan!
Tu “Largo” de antes, Jeus, que ahora se llama Casje, vuelve a tu vida de una manera cada vez distinta.
Ahora se llama Casje, y es feliz con eso, y para ti es tu nuevo contacto.
No hay más, pero ¡por medio de esto, tú aprendes a reflexionar!
Más adelante, Jeus, conocerás mejor a tu Largo, pero entonces ¡escribirás libros, para Jan y para toda esta humanidad!
Entonces Casje construirá una “Universidad” para esta humanidad.
¡Por medio de ti, Jeus, por medio de tu alma, tu espíritu y tu vida!
Está en vías de convertirte en un Sócrates, pero uno que se va haciendo consciente cósmicamente.
Cuando tu “Largo” todavía vivía en la tierra hizo algo para esta humanidad, y es por eso que Nuestro Señor dijo: “Eso fue magnífico, ahora ‘YO’ te daré algo mejor...”, y eso es precisamente aquello por lo que tú aprendes, pero que ¡es y será sabiduría para millones de personas, también hijos de “ÉL”!
Poco a poco, Jeus, Casje está convirtiendo en un “instrumento” tu vida, tu alma y espíritu, pero ¡es él quien está punteando ahora!
Y detrás de él hay otros que saben hacerlo todavía mejor, y solo mucho después el propio Señor Nuestro.
Pero si Nuestro Señor punteará Él mismo a “SUS” hijos por medio de tu vida es algo que depende enteramente de ti, y nadie lo tiene en sus manos.
¡Tendrás que sangrar para lograrlo, Jeus, porque eso es lo que será!
Jeus se oía hablar por dentro, aunque ¡por medio de la clariaudiencia!
¡Jeus sí que es clariaudiente y clarividente!
También se desdobla, y eso lo sabían hacer muy bien aquellos antiguos Egipcios, Jan Lemmekus, pero Jeus lo hace mejor todavía.
Aunque ahora por medio de Casje.
¡Él es quien lo libera de sus sistemas materiales!
Y entonces Jeus sabe volar, hacer viajes con José, pero más adelante precisamente con Casje, y se le aclararán las leyes de Nuestro Señor para tu vida, y de eso Casje lo sabe todo, ¡todo!
Este “instrumento” para Casje, Jan, ¡se convertirá entonces en un “Arpa” espiritual!
¿Aún no has visto su Arpa?
¿Jan...?
Ya ahora, el Dios de toda la vida ve que todo está bien.
Aunque Jeus todavía no siente que da clases universitarias a la gente, es lo que hace.
Jan lo sabe, Anneke y Mina también, y —obviamente— Crisje.
Inspira miedo al resto de la vida (de la región) Achterhoek en (la provincia de) Güeldres, que dice que son cosas del diablo.
En esta comarca, Jeus no llama la atención.
Desde luego que más adelante la ciudad tampoco lo recibirá con los brazos abiertos, no ha llegado ese momento aún, pero para eso Casje tiene que echar los primeros fundamentos.
Por eso, a Jeus no se le concede aprender nada del mundo, porque eso no es más que serrín viejo y no puede hacer que ande su máquina, ¡echa a perder lo interior y asfixia la vida ahora!
Pero de eso se encarga Casje, él es aquella otra animación, él es el contacto de Jeus con todo.
Y esto se llama sentimiento, pero se convertirá en dotes sobrenaturales, para Jeus son los dones espirituales, por los que Casje habla y se materializa a sí mismo.
¡No hay más!
De lo que se trata para Casje y millones de ángeles en los cielos junto a él es descoronar a La Parca a la fuerza.
Y solo entonces Casje empieza con las leyes divinas y Jeus de madre Crisje tendrá en sus manos el “ser Profeta”, pero Casje lo es.
¿Y acaso se habló en años anteriores?
¿Estos contactos eran diferentes también entonces?
No, exactamente igual, anda, siente, siente, por favor, lo que está pasando para tu vida, tu alma, tu espíritu.
¡Ya tendrán que darme la razón!
Pero entonces no introduzcas la propia cabeza en un hueco humano, no actúes entonces como si fueras un avestruz... porque ahora se trata de tus posesiones y también de tu gloria eterna, ¡de tu saber!
Si sientes de qué se trata, entenderás que La Parca te amarga la vida y que es ella quien se tiene que destruir, porque desde hace millones de años lleva las riendas, pero ¡por eso, como ser humano, estás molido!
Por eso ¡no dudes en derribarle a La Parca su anticuada corona de la cabeza!
¡Nuestro Señor te recompensará por ello!
Y así es; ¡es necesario destruirla!
Porque ella es quien ha malbaratado y dejado maltrecha tu vida.
Ella te hace llorar y te ha dado pena y dolor, te muestra su putrefacción, te mete en su miserable compasión y te pega, por todos lados, en plena cara, pero no logra alcanzarte ni mancillarte, ni tampoco quitarte el amor si le pones el alto Universal y ¡si puedes aceptar la verdad por excelencia!
De lo contrario, ¿no puedes hacerlo, no quieres hacerlo?
Entonces no dudes en seguir afligido, entonces ve y destrózate a ti mismo, tortúrate día y noche.
Mejor sucumbe, ningún ángel te tendrá compasión, ¡ese dolor tuyo no significa nada!
¡Nada!
¡Y es algo muy distinto!
¿Es duro?
Pero ¡es verdad!
¡Eres y sigues siendo más ciego que un topo!
Pero, ¡hurraaa, Jeus, La Parca se va al traste!
Quiera la gente creerte o no, ¡se va al traste!
Jeus sabe que detrás del ataúd viven papá, Peter, Jan Kniep, también José y muchos otros conocidos de la Achterhoek.
También sabe que hay entre ellos quienes viven en un infierno, y hay quienes han entrado a un cielo para allí trabajar y continuar la vida, pero eso está en tus propias manos.
Sigue a Jeus, tiene en sus manos tu propio contacto y esta es la última palabra para hoy.
Nadie puede añadir otra pregunta más, porque eso también lo tiene en sus manos Casje, y tiene que estar donde Nuestro Señor.