Noche del martes 22 de mayo 1951

Buenas noches, hermanas mías y hermanos míos.
(Gente en la sala):

—Buenas noches, maestro Zelanus.
—Hoy es la última noche de la temporada.
Y si lo desean y quieren las leyes y las fuerzas y los poderes, nos volverán a ver la segunda semana de septiembre.
Les doy las gracias por toda esta hermosura aquí, me miman tremendamente.
El maestro Yongchi también está.
¿Quién de ustedes tiene preparada la primera pregunta?
(Señor en la sala):

—Vamos a ver, me pondré de pie.
Me gustaría preguntarle algo.
De entrada ya estoy convencido, por desgracia, de que no me responderá, pero aun así me gustaría preguntárselo.
Nos ha dicho reiteradamente: “No me llamen ‘maestro’, porque me duele, todavía no me lo merezco”.
Pero ahora, la última vez dijo usted: “Yo soy el maestro, el portavoz para toda Europa y Asia”.
¿Cómo tenemos que tomarnos eso?
—Mire, a André, al ser humano, se le preguntó hace poco: ¿Es André-Dectar un maestro?
Pues eso mejor lo decide usted mismo.
Nosotros tenemos que llamarnos “maestro”, si usted tiene la conciencia para el espacio.
Si usted alberga las posesiones de la primera esfera, ¿sabe lo que es eso, lo que significa?
¿Lo sabe ahora?
Ha leído los libros, ¿verdad?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Las posesiones... si usted las...
Cuando se llega a la primera esfera, esta todavía no es posesión suya.
Pero cuando se han vivido esas siete transiciones que tiene cada esfera, se conoce toda la vida debajo de esa esfera, y entonces se es un maestro en esa esfera, en ese entorno, en ese mundo.
Eso, decimos nosotros, eso se llama: conciencia espiritual, con sintonización humana.
Pero ahora también es posible tener la conciencia espiritual con sintonización cósmica.
La primera esfera entera... solo cuando la haya...
Conocen ustedes todas las artes y ciencias de la tierra, conocen todas las religiones, sectas, conocen la Biblia entera, cada árbol, cada flor, cada insecto, el pez, el animal, el ser humano, todos los rasgos de carácter.
Conocen la demencia, conocen el renacer, saben por qué surgen trillizos, cuatrillizos, quintillizos, y por qué surge un aborto espontáneo.
Conocen el sol, la luna y las estrellas; cuando el sol ha vivido en tal y cual era y se ha densificado respecto a la luna, a Júpiter, a Venus, al universo.
Conocen la Omnimadre, la Omnifuente, la Omnivida, la Omnipaternidad, la Omnimaternidad, las leyes elementales, las fuerzas de gravedad para el espacio, las leyes de dilatación.
Esa es la posesión del ser humano que es maestro, que tiene conciencia con sintonización cósmica en el otro lado.
Conocen ustedes todo lo que ha escrito el ser humano en la tierra, desde el origen, conocen toda la mística, todo.
Porque, en resumidas cuentas, ustedes son conscientes en este espacio.
Y entonces portan la calidad de maestros.
Y cada insecto, cada ser humano en ese mundo, lo tiene que aceptar; ustedes son los maestros.
Pero cuando lo somos en ese mundo, ustedes tendrán que aceptarme, a mí o a otra persona.
Pero nos arredramos una y otra vez, para lo que es aquí, ante lo que es llamarse “maestros” para ustedes.
Aquí es tan barato, aquí no cuesta nada.
Si pueden aceptar —y ahora va a recibir la palabra— que nosotros, que yo y André, por los libros, por las conferencias...
Hemos dado ahora unas ochocientas conferencias y en realidad todavía tengo que empezar con los sistemas.
¿Ven?
Ochocientas.
Hemos terminado de escribir veinticuatro libros, pero hemos vivido veinticuatro mil.
¿Y ahora les parezco un maestro?
Para aquí.
Miren, si sienten y comprenden eso —porque esto, esta sabiduría, no es de este mundo— quiero aceptarlo de ustedes; pero no de su sociedad, porque no lo entiende.
¿Ha quedado claro ahora?
Y por eso digo: para ese mundo de allí.
Entonces vienen a verme, vienen a ver a André, vienen a los libros, y vienen por un solo camino, un solo camino.
Y va serpenteando.
Pero hasta el Mesías, hasta la realidad, la justicia, el análisis, el origen, la paternidad y maternidad no hay más que un solo camino; un solo camino.
Y ese camino lo hemos tratado para la primera esfera, la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta, la sexta y la séptima.
Ustedes, por medio de los maestros más elevados, han recibido materia para el cuarto, quinto, sexto y séptimo grado cósmico.
He vuelto a ser instrumento para el maestro Alcar, el maestro Alcar para el maestro Cesarino, el doctor Frans, Damasco, la Media Luna.
Bueno, aunque no los conozcan ustedes, pero sobre eso ya pueden leer algo en ‘Una mirada en el más allá’.
Entonces somos instrumentos...
Entonces esos maestros son los instrumentos para el cuarto grado cósmico, el quinto, el sexto, y el séptimo.
Así que somos capaces de recibir la Omniconciencia, de ser humano a ser humano.
¿Está claro?
¿Está satisfecho?
(Señor en la sala):

—Una pregunta más.
¿Cómo tenemos que dirigirnos a usted al hacerle una pregunta?
¿Cómo tenemos que dirigirnos a usted?
—Es que sigue usted con su vieja... pregunta.
No me irá a llamar Pedro, ¿no?

(Risas).
Ya lo dije, pero...
Al hombre en el parvulario lo llaman “padre” o “maestro”.
Estamos haciendo de maestro, ¿verdad?
Denme el nombre que quieran.
Pero ni Pacos ni Pedros, como se dice en ‘Jeus II’.
Ni Gerardos, dice el maestro Alcar, porque son rateros.
(Dirigiéndose a alguien en la sala).

Usted, allí.
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, quería preguntarle: la paternidad ¿se funde con la maternidad?
¿Y es eso un ciclo eterno en todos los estados en el universo?
—Esa pregunta ya me la hizo el año pasado.
(Señor en la sala):

—En su día no lo comprendí bien.
—Pero la hizo.
¿No es así?
(Señor en la sala):

—Algo modificada.
—Estaba usted sentado allí.
No, en cierta medida sí.
En los años que he acogido su alma la ha hecho fácilmente dos veces, tres, cuatro.
¿Es que sigue sin saberlo?
Sí que lo sabe.
(Señor en la sala):

—Sí.
—¿Ya lo sabe entonces?
(Señor en la sala):

—Todavía no lo he calado bien.
Hay diversos estados que sigo sin entender.
—¿Cuáles?
(Señor en la sala):

—La paternidad, o lo creador en la voz, por ejemplo.
—Ah.
Ah.
Este cuadro ¿qué es? ¿Paternidad o maternidad?
(Señor en la sala):

—En realidad no sabría determinarlo.
—Puede saberlo.
—¿Qué es esto?
(Señor en la sala):

—Las dos cosas.
—¿Qué es esto?
(Señora en la sala):

—Creación.
—¿Creación?
¿Por qué creación?
Hace poco hablé y conté aquí de la flor, cómo surgen los niños en la madre naturaleza.
¿Qué es esto?
¿Qué hace un pintor cuando quiere vivir su inspiración?
(Señor en la sala):

—Surgido por la creación.
—Alumbramiento, aquí alumbramiento.
Y ahora creación.
Así que ese cuadro es masculino.
No es de género neutro.
¿Ven?
Este cuadro es masculino para las leyes creadoras, que dan a luz.
Y eso se contradice con la terminología de usted.
¿Y qué decía usted del ser humano?
(Señor en la sala):

—Preguntaba sobre la voz, maestro Zelanus.
—¿Sobre la voz?
(Señor en la sala):

—Así es.
—Pues bien, ¿qué es la voz?
Pues, tenemos la soprano, el alto, la mezzo, ¿verdad?, está el bajo, el tenor, el barítono.
Y todavía hay una transición, usted a eso lo llama, creo, tenores dramáticos, ¿no es así?
¿Y ahora quiere saber lo que es la paternidad y maternidad de esos dos?
(Señor en la sala):

—Así es.
—Allí está la madre y allí el creador.
Usted puede tener el barítono, ¿verdad?
Pero eso es conciencia diurna.
Así que el ser humano que canta, la madre que sabe cantar, tiene su timbre natural.
Dentro de un tiempo habrá millones de personas...
Cuanto más se eleve el ser humano, el organismo, más hermoso y lleno de sonidos se hace el timbre humano.
Porque esa es la posesión de los órganos.
¿Lo acepta?
Tiene que aceptarlo.
El hombre, la fuerza creadora, tiene el barítono, como dije, el tenor y el bajo.
Pero eso es conciencia diurna.
Claro, eso no lo comprenden.
Porque la voz se manifiesta exactamente igual que ese cuadro y esas flores.
La flor, ¿es materna?
Para la tierra de ustedes eso es materno, ¿verdad?
Para la terminología y la ciencia la flor es femenina, materna, ¿verdad?
Pera para el espacio esto es creador.
Porque esto es...
Todo lo que es invisible es alumbramiento.
Pero lo visible...
El sol es madre para el espacio de ustedes, para la tierra, para la ciencia, pero el sol es padre.
La luna es madre.
De modo que todo lo que da a luz —pero esto es interiormente— se encuentra en el suelo.
Así que la flor...
El tallo es, pues, el espacio, el universo de esta vida.
Eso es el espacio, esto.
Entienden, ¿verdad?
Ahora viene el espacio animal.
Este es el espacio de una flor.
Y el ser humano tiene el macrocosmos.
El animal no tiene más que para comer, para mirar y para vivir; pero después, la conciencia alada.
Ahora aparece esto para el ser humano, que la voz ya significa conciencia diurna, y que, como si dijéramos, les dice: sí, esa es la voz masculina.
¿Verdad?
Pero ¿es eso la voz masculina para el cosmos?
Es un timbre creador.
O sea, ese timbre tiene que ver con los sistemas para la fuerza creadora, y con la Omnifuente en ustedes.
No la voz como sonido visible, audible, sino los órganos que tienen ustedes.
Ahora tengo que volver del todo al comienzo de la creación y al lugar, a las circunstancias, las posibilidades, por las que ustedes están creando.
Y ahora saben que en esa célula...
Así que en este instante estoy hablando y cantando, estoy hablando, están oyendo mi timbre.
Pero en la célula humana, allí vive la Omnifuerza como potencia creadora.
Así que van ustedes a su creación.
La madre canta desde su proceso alumbrador, y ustedes cantan desde su fuerza creadora.
Esto es un análisis cósmico, tienen que aceptarlo o no lo podrán comprender.
Esa es la profundidad en la que se encuentran, cerrados para la creación, ocultos, los rasgos de carácter humano, pero tienen que ver con la conciencia diurna, con su personalidad.
Y ahora hablan ustedes desde los sentimientos, ¿verdad?
Cantan desde sus sentimientos, desconectan el sonido y este atraviesa los órganos.
Rebota, vuelve a través del sistema nervioso —eso todavía no tiene nada que ver, pero así ocurre—, completa un ciclo y al final la voz rebota desde le plexo solar y aparece el timbre.
Entonces se oye el sonido.
Pero desde la fuente creadora que usted tiene como hombre, como creador.
Y eso, pues, es el análisis cósmico que tiene cada insecto en cuanto a sonido, a sentimiento, a pensamiento, a sabiduría y personalidad.
Y ahora pueden vivir el macrocosmos como seres humanos.
Claro, debido a eso hay, a su vez, otros grados...
La voz vuelve a tener grados de conciencia.
Porque si ustedes vuelven a la jungla, oirán un timbre suave, un timbre etéreo.
Pero si llegan a la naturaleza directa, llegarán a vivir también el sonido natural como un timbre, que se manifiesta directamente y en línea recta desde el organismo.
Y en la medida en que el ser humano asciende orgánicamente hacia grados más elevados...
Por eso digo: luego, después de unos cien... no, en cien años no, sino en quinientos años, solo entonces recibirán los timbres más poderosos —cinco mil años—, los más poderosos para la tierra, para la madre y para el hombre.
Porque la voz todavía carece de una justificación espiritual.
Aun no ha alcanzado la altura espiritual.
Porque desde la jungla recibirán más fuerza, más timbre, más sonido.
Así que a medida que el ser humano, el espíritu, va ascendiendo desde la jungla hacia la raza blanca, el organismo más elevado...
El organismo más elevado también tiene el timbre.
¿Entienden?
Y eso vuelve a encajar con todos los dones, que pueden leer en ‘Dones espirituales’.
Allí encontrarán todos los dones espirituales, pero también el arte, la clarividencia y todos los demás dones.
Pero esto es una posesión material, corporal.
Bien podría contar más sobre esto, pero será cada vez más complicado.
Me alejaría cada vez más de ustedes.
Entienden, ¿verdad?
Pero ¿lo comprenden ahora?
¿Intuyen en cierta medida que la esencia “voz” es una posesión de sus organismos?
Y a medida que el organismo empieza a armonizarse con la madre naturaleza...
Porque sus cuerpos aún no están acabados.
¿Lo aceptan?
Entre los pueblos ya tienen algunos cuerpos; son, como ya les dije hace poco, ya son unos adonis.
Ese cuerpo es hermoso, ese organismo está completamente acabado.
Porque la masa, como organismo, todavía necesita miles de años para alcanzar esa evolución como cuerpo, como organismo.
Dicho de otra manera: ustedes siguen siendo feos.
Claro, eso no lo aceptan.
(Gente en la sala):

—Claro que sí.
—Gracias.
(Dirigiéndose a la gente en la sala).

¿Quién de ustedes?
(Señora en la sala):

—¿Es que esa voz tiene que ver entonces con el carácter?
—Sí.
(Señora en la sala):

—Hay gente que tiene una voz muy agradable, y gente que cuando se le oye hablar...
—Entonces uno tiembla y se estremece.
(Señora en la sala):

—Exacto.
—¿Tiene que ver la voz con el carácter?
Ahora llegamos a la personalidad, lo que acabo de decir.
Es cuando se oye cantar al ser humano; entonces canta la personalidad.
Si la personalidad tiene mucho sentimiento...
Y eso lo vuelven a ver ahora en todas las artes, no en las ciencias, sino en todas las artes.
Si tienen un violín... no tienen más que sentarse ante el piano; unas personas son sensibles, otra golpea ese órgano hasta el punto de... taponar sus oídos, no hay quien escuche eso.
Así que entonces llegan a ver los sentimientos por medio del arte.
¿Está claro?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Más cosas?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, la vez pasada nos prometió que contaría algo sobre morir de forma natural.
—¿Sobre qué?
¿Sobre morir de forma natural?
(Señora en la sala):

—Sí.
—¿Se lo prometí?
(Señora en la sala):

—Lo prometió, sí.
—Se me olvidó.
Si mueren naturalmente, estarán libres, naturalmente, de cualquier enfermedad.
Claro, presten atención ahora, porque “morir naturalmente” y “naturalmente” son dos palabras en un solo estado.
Pero eso quiere decir que habla la naturaleza en su vida.
La muerte en sí, la natural, es la disolución.
Ustedes todavía no han llegado hasta ese punto.
La madre naturaleza no tiene esa posesión.
Así que vuelven a tener, lo que acabo de decir, una elevación de órganos.
En el cuarto grado cósmico se disolverán tranquilamente, mientras caminan, se disolverán juntos, y sus cuerpos desaparecerán igual que se disolvió el cuerpo de Cristo cuando lo habían colocado en ese sótano.
Los maestros desmaterializaron entonces el cuerpo.
Pero el propio Cristo había sintonizado con Su cuerpo y lo retiró de inmediato con Él mismo hacia el mundo del otro lado.
Así que ese cuerpo se disolvió igual que lo hizo una vez todo lo que vive, como lo hicieron la luna y las estrellas, y en la naturaleza, y todo lo que vive que por esa evolución abandona, disuelve una experiencia terrenal material.
Esa es la muerte natural.
Pero ahora están ustedes atados a miles de leyes.
Se muere en primer lugar por enfermedades.
Eso no es una muerte natural, ¿saben?
Ya se muere por un accidente.
¿Cuántos accidentes no ocurren?
¿Cuánta gente no muere?
Eso es muy poderoso; compréndanme bien, eso algún día llegará a la tierra.
Así que la humanidad, el cosmos, evoluciona, pero también la conciencia del ser humano.
Así que ustedes se liberarán de las enfermedades.
En diez mil años, cien mil años, ya no se podrá vivir una muerte humana por enfermedad.
Soplarán ustedes... desaparecerán poco a poco, se desvanecerán ante los ojos del ser humano, y entonces morirán.
Un paro cardíaco, una muerte breve, no es una muerte normal.
Eso, a su vez, es un exceso de tensión.
Por el momento, cualquier muerte en la tierra sigue siendo anormal.
Aunque tengan ustedes un lecho de muerte gradual, poco a poco, sigue siendo disarmónico, porque tienen que poder morir de forma armoniosa según la naturaleza, el espacio, según las leyes divinas.
Y entonces pueden hacerme una pregunta sobre qué muerte y les demostraré y analizaré que esto es una muerte disarmónica.
¿Lo acepta?
(Señora en la sala):

—Sí.
(Señora en la sala):

—Es una poderosa ley.
Le permitirá ver —nunca hemos hablado de ello aquí; no, apenas—, pero podrá ver... si queremos describir esos libros: cada pregunta es una ley cósmica.
Y de forma animal, preanimal, basta material, material las puedo...
Y entonces iré con ustedes a un mundo espiritual, al mundo cósmico para su espacio.
Pero ahora recibirán la muerte divina para el ser humano.
Eso lo podrán conseguir.
La muerte espiritual la pueden... no es una muerte, pero pueden vivir la evolución espiritual.
Y eso, pues, será lentamente...
Sabrán de antemano...
Sentirán...
Se acostarán y se quedarán dormidos.
Y entonces se podrá... se podrá evacuar su cuerpo.
Pero habrán vivido la muerte y el morir espirituales.
Hay algunas personas, sin duda.
Crisje...
Cuando luego lean la tercera parte de ‘Jeus’, vivirán la muerte espiritual de Crisje.
Ya la describí en la ‘Cosmología’.
Ella supo con dos días de antelación...
Y entonces se acostó, y volvió a levantarse.
Y todavía fue a decir adiós a la gente.
En ella también...
Ya se estaba desdoblando corporalmente.
Ustedes se desdoblarán, vivirán milagros espirituales.
Esos rasgos los leerán en ‘Dones espirituales’...
Serán espiritualmente conscientes.
Así que ese... ese cuerpo ya no significará nada, ustedes mismos vivirán su desprendimiento.
¿No es hermoso eso?
Morir es lo más glorioso que hay.
Si ahora son odiosos, si patalean, si gruñen, si braman, si son pequeños, si carecen de alma, si no tienen amor: todo eso frenará la transición espiritual.
Deberían... un ser humano...
Deberían vivirlo con personas, deberían ir a vivir alguna vez la muerte, así se aprende mucho, si conocen esas leyes.
Lo más hermoso que el maestro Alcar hizo vivir a André durante su sanación fueron las diversas transiciones del ser humano.
“Hay que ver cuánto he aprendido”, dice André.
Ojalá no tuvieran ustedes odio y ojalá no llevaran con ustedes las posesiones, y ojalá no tuvieran esto y no tuvieran lo otro, y así vivirían su transición y el espacio, la nueva evolución, de manera espiritualmente responsable, en armonía con la madre naturaleza y el espacio.
Y ¿cómo muere el ser humano?
Miedo a la muerte.
No hay miedo a la muerte, no tienen que albergarlo.
La muerte no es miedo, no hay muerte.
Solo hay evolución.
Rezar, y ahora...
La muerte sigue siendo todavía, siempre, una desgracia.
Ustedes no aceptan esa evolución.
¿Qué ser humano puede decir con júbilo: “Y esta noche voy a morir.
Qué gloria”?
Eso es.
“El domingo tengo una fiesta.
Tienen que invitar ustedes a champán a todos los amigos y todas las personas y la sociedad”, porque se va a ir usted al ataúd.
Eso hacemos nosotros.
Eso hará luego André.
Dirá: “Entonces conservaré todavía suficiente fuerza para desde el ataúd saludar un momento al ser humano”.
Pueden ridiculizarlo todo lo que quieran, pero eso es lo que hacemos en el otro lado si estamos ante esas leyes, si tenemos a un ser humano al que podamos convencer.
Y entonces decimos: mire, ¿cómo ha vivido usted la muerte?
Deberían ir alguna vez a Oriente, deberían caminar por el mundo, deberían ir alguna vez a la India colonial y ver cómo sigue viviendo allí el miedo, con esa poderosa conciencia de Oriente.
Pero de qué forma tan pobre se vive esa transición, esa evolución: se viven esas nuevas leyes; o bien de vuelta a la tierra, al mundo de lo inconsciente, un nuevo nacimiento, ser padre, ser madre, o bien al otro lado.
Sea donde fuera a donde lleguen, ¿cómo quiere el ser humano vivir todo eso si alberga tinieblas?
Todo, pues, debajo de la primera esfera vive una muerte disarmónica.
Morir.
Y la muerte...
Si ustedes...
Prepárense.
Cuando luego sientan que ya están bajando los clavos en su pequeño ataúd...
André dice: “En primer lugar, pondré todos mis libros a mi alrededor.
Cuando vean mis huesitos para el Juicio Final, sabrán al menos dónde está mi hogar”.

(Risas).
Y si entonces no quieren tener un rosario, llévense con ustedes ‘Los pueblos de la tierra’ o ‘Una mirada en el más allá’.
Dentro de mil años, cuando sus cuerpos vuelvan a emerger entre burbujas —¿verdad?, algo así será, supongo— sabrán por lo menos dónde vivieron ustedes y a qué “secta”, a qué conciencia, pertenecen.
Es una orquídea.
Cada libro es una orquídea.
Ustedes seguramente pensarán: claro, así volverá a vender muy bien.
Pero no es eso.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Más cosas sobre morirse?
Puedo seguir más.
Deberían volver ahora a cada ser humano; o sea, a todo lo que se desintegra, que odia, que no está en armonía, que no...
El ser humano que no tiene amor, no puede vivir un proceso de muerte espiritual.
¿No es justo eso?
Así que ustedes están en sus propias manos.
Ahora mueren una muerte enfermiza, una muerte espiritual disarmónica.
Esta es mucho peor que la enfermiza.
¿Sabían?
Porque el ser humano está sintonizado de forma disarmónica para el otro lado.
Así que tienen que vivir la muerte de forma espiritual.
El cuerpo ya no significará nada materialmente.
Así les vendrá todo encima de forma espiritual.
Y es mucho.
Morir con júbilo, pues, irse con júbilo de los demás y decir: hasta ahora.
Ojalá los hubiera convencido ya.
Si ustedes pueden morir con júbilo, estaremos a su lado, y si no los dejaremos que griten.
(Dirigiéndose a una señora en la señora):

¿Qué deseaba?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, en ‘Una mirada en el más allá’ escribe usted...
Gerhard, cuando hubo descendido en... (inaudible) y se llevó a ese viejito, no había visto que era su ayudante.
Y entonces este le dijo: “Podías haberlo sabido de haber usado bien tu concentración y tu fuerza”.
¿Qué debería haber hecho, si allí no hubiera pensado tanto en esas personas, qué debería haber hecho para poder saber que era su maestro, maestro Zelanus?
—Pues, sí, ¿qué debería haber hecho?
(Señora en la sala):

—Eso me gustaría saber a mí también.
—Pues, sí, ¿qué debería haber hecho?
Justo lo que estoy diciendo: tendría que haber sacado al exterior su interior.
Y tendría que haber...
Cuando tienen al demonio delante de ustedes y empiezan a ver a Cristo en un demonio, en un asesino, y retienen esos ojos, o sea, siguen sondeando esa vida, sale a la superficie la verdad, si tienen ustedes amor.
Eso es lo que tendría que haber hecho.
¿Saben hacer ustedes eso también?
Eso deberían hacerlo ustedes en la sociedad.
Cuando estén delante del asesino y digan: “Veo en sus ojos a Cristo, aunque me pegue usted un tiro.
Lo seguiré amando por los tiempos de los tiempos”, y va bajando la mano y les llegará la verdad espiritual de Cristo.
¿Tienen esa confianza?
Eso ya no es fe, entonces se hace posesión.
Esa es la posesión.
Espero que hayan aprendido algo este invierno.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién de ustedes?
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, unas conferencias atrás explicó el fenómeno del infantilismo.
Pues, quería preguntarle: ¿cuáles pueden ser las causas de que se produzca ese fenómeno?
¿Puede ser también una enfermedad material?
—¿El infantilismo?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Ah, ¿por vejez?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Hace poco le expliqué la clara esencia.
Y ahora vuelve usted sobre esto.
Cuando un ser humano...
Le conté... puede ser un tumor en el cerebro, un trastorno de los nervios, por el que los sentimientos tienen que abandonar la conciencia diurna.
Así que allí hay un trastorno corporal.
Así que los sentimientos no pueden pensar con pleno rendimiento en la conciencia diurna y blinda el espíritu, la personalidad, contra el pensamiento social normal.
¿Está claro?
(Señor en la sala):

—Sí.
—No hay más.
¿Puede usted pensar ahora más allá?
(Señor en la sala):

—Sí.
Muchas gracias.
—Gracias.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién de ustedes?
Sí.
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, tengo una carta de la joven que siempre se sienta a mi lado.
Me ha preguntado... (inaudible) con un par de preguntas.
—¿Qué deseaba?
(Señora en la sala):

—Tengo un par de preguntas de ese joven que siempre se sienta aquí y que esta noche está enferma.
¿Me permite que lea un momento esas preguntas?
—Si no tarda demasiado.
(Señora en la sala):

—No.
“Dado que esta noche es la última de sus conferencia y que no puedo acudir los próximos cuatro meses, por esta vía quiero darle mis más sentidos...
(Llega el sonido de un tranvía).
—Póngase allí delante del micrófono.
Entonces ustedes también lo oirán.
Porque eso va también.
Póngase, sin problema, y hable lo más alto posible, de cerca.
(Señora en la sala):

—”Vengo a darle”, bueno, a través de mí, “a darle las gracias por todas sus hermosas noches.
Pero sí quería decirle un momento la razón de por qué no puedo acudir.
Es que el médico me ha extraído una muestra del tejido del útero para constatar si tengo o no cáncer.
¿Me permite hacerle unas preguntas?
En primer lugar: en un libro del círculo ‘Natura’, de La Haya, leí, igual que nos ha dicho usted muchas veces: ojo con el peligro amarillo.
Pues bien, este librito dice en ese marco que Oriente, Japón, China, Rusia, adquirirán un cierto valor añadido por encima de Occidente, de tal modo que entonces Oriente gobernará a Occidente, tal como Occidente gobierna ahora a Oriente.
¿Quiere decir eso que volveremos a estar bajo los rusos? ¿O se quiere decir aquí solo un significado espiritual? Lo cual me parece dudoso”.
Esa es la primera pregunta.
—Pregunta usted si el peligro amarillo...
Puede usted expresarlo de forma mucho más sencilla: ¿habrá una nueva conflagración mundial?
Entonces será solo contra el peligro amarillo, contra Rusia y China, y algunos otros pueblos inconscientes que viven por allí en este entorno de esta conciencia de los sentimientos.
Y no la habrá.
Y mejor no tenga miedo, el peligro amarillo no llegará a dominar el mundo.
Y ahora la siguiente pregunta.
(Señora en la sala):

—La siguiente pregunta es sobre la vacunación contra la viruela.
—¿Así que quiere usted convertirme esta noche en médico?
(Señora en la sala):

—Yo no, oiga, pero...
—No, no es el yo de usted, es el de otra persona.
(Suenan risas).
(Señora en la sala):

—Sobre la vacunación contra la viruela.
Este librito se opone frontalmente y en él se afirma que entonces se producen diversas reacciones en el cuerpo: fiebre y a veces la muerte, por meningitis.
Además, allí se dice: no se sabe qué otros gérmenes infecciosos pueden penetrar en nuestro cuerpo por esta vacuna, muchas veces tuberculosis, epilepsia y muchas más cosas.
¿Es así?”.
—Puede usted vivir los mismos fenómenos por esta vacunación que los que se producen por la transfusión de sangre, tan sencilla, natural.
Bien, esta vacunación es más consciente.
Es decir, la transfusión de sangre puede manifestarse en el ser humano dentro de veinte años, veinticinco años, y entonces se le manifestarán cosas por la sangre de otra persona.
Dije una vez que la vida de ustedes es demasiada corta.
En el fondo hacen falta ciento cincuenta años, antes de que...
Mire, la sangre completa un ciclo.
Y en ese ciclo vuelve a estar la misma ley de sentimiento —la sangre es una personalidad— que la homosexualidad, que la que vive el ser humano como personalidad desde la paternidad a la maternidad.
Y entonces llegan ustedes al tercer y cuarto grado, y entonces no son ni madres ni padres.
Porque no sabrán qué hacer con su cuerpo.
¿Por qué no?
Porque primero tienen que experimentar la maternidad.
Ahora les vienen estas mismas leyes por la transfusión de sangre.
Así que ya sentirán: eso se dilata en el tiempo y entonces su vida es demasiado corta para la tierra, por lo que no se puede manifestar esa transfusión si hay presencia de un núcleo de cáncer o tuberculosis.
Para eso no tienen vida.
Pero esta inyección, esta sintonización, es más consciente.
En primer lugar de todos, hace años —pueden preguntárselo a su médico— aparecieron fenómenos, fenómenos secundarios, porque esa inyección, estas fuerzas, despiertan otros órganos, como sustancia propia y entorno, como células.
Así que entonces aparece la elevación de otros fenómenos.
Pero resulta que cuando se les vacuna contra la viruela... que cuando en su riñón hay una enfermedad consciente, semidespierta, que va ocupando un primer lugar.
Y eso entonces no es...
Eso es lo que llegarán a tener, pero en el fondo pueden estar contentos, porque ahora es despertada esa enfermedad, que de todas formas tendrán a los cincuenta años, a los sesenta, y entonces el médico les podrá ayudar también con eso.
Esa inyección se da en primer lugar por tal y cual mundo, por la inspiración.
Todo ha surgido por inspiración.
Y es...
Para buscar los orígenes de la enfermedad en sí tienen que regresar a Oriente, porque tiene que ver con la peste y el cólera.
Esta es la sombra de la peste y el cólera.
Así que ya entenderán: aquí volvemos a experimentar una evolución, una dilatación, para esa enfermedad.
Esta es la conciencia más elevada del cólera y del cáncer y de otros fenómenos.
Este transcurso normal para la enfermedad ya demuestra que es fuerte y que despierta otros órganos.
Y allí no veo ningún peligro.
Pero no tienen que aceptarme, ahora tienen que quedarse con su médico.
Porque mi intención no es hacerles la vida...
No me importa analizar esas preguntas y ofrecerle una imagen, pero no quiero... no me puedo permitir ponerme a jugar a ser médico.
Así que eso usted no lo acepta.
¿Ha quedado claro?
Pero está claro.
(Señora en la sala):

—Sí.
—¿Hay algo más?
(Señora en la sala):

—Y luego tengo que decirle: “Gracias por todo.
Y hasta la vista, maestro Zelanus.
Me acogerá usted detrás del ataúd, ¿verdad?”.
—Es cierto.
Y saludos del maestro Zelanus.
Con el amor.
Ha hecho hermosas preguntas y espero encontrármela más tarde, aquí.
Me gustan estas personas, personas que piensan.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):¿Quién de ustedes?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus...
—Sí, adelante.
(Señora en la sala):

—Quería preguntarle: hay, por ejemplo, personas que son muy buenas o bondadosas, y que aun así sufren siempre enfermedades horribles.
¿Es eso...?
—Hay personas que son buenas y hay personas que son sagradas para la tierra, personas que hacen tantísimo bien, y que aun así se ven afectadas por enfermedades.
Escuche ahora bien lo sagrada que es esta explicación, y lo normal y justa que es.
Dios no ha creado enfermedades.
Pero lo que viven ustedes es el karma de su familia.
¿Lo comprenden?
Así que si vienen de esa familia... su familia anterior realmente tiene esa enfermedad, alberga ese núcleo como abuelo...
Ese es el estado hereditario.
Hay médicos que ya no lo aceptan y que dicen: eso son tonterías, porque el ser humano en sí es divino.
Sin duda.
Entonces tenemos que volver primero a la desintegración —porque esto es desintegración— porque eso es lo que reciben ustedes ahora por su bisabuelo o por su propia familia, como esencia.
¿No es sencillo?
Ahora resulta que son ustedes creyentes y buenos y puros, justos, hacen el bien; esa es su personalidad.
Así que ese cuerpo, esa enfermedad, no tiene nada que ver con su personalidad.
Qué se le va a hacer, forma parte de eso, porque ustedes viven todavía en un caos.
Si la humanidad ya se hubiera sanado corporalmente, ustedes ya no tendrían que aceptar ni vivir ese karma corporal; pueden llamarlo karma; ni siquiera es eso, es una causa y un efecto.
¿No es sencillo?
Y con eso se tropieza ahora la humanidad entera.
Ahora el ser humano reza y dice: “¿Cómo le puede parecer eso bien a Dios?”.
Pero es que Dios creó la vida de forma perfecta.
Es en las selvas donde hemos empezado con la desintegración.
Pero en esta sociedad se ha generado mucha desintegración física.
Y ya pueden ponerse a rezar, a hacer de todo, que ya vendrán otra vez los eruditos.
Los maestros han visto cómo están construidos ese karma, esas enfermedades.
O sea, desde el otro lado, desde el Templo de los Médicos, pueden leerlo en ‘Los pueblos de la tierra’, es... cae por su propio peso...
La sabiduría del otro lado nos es mucho más útil.
Pero eso no tiene más que miles de años, un par de miles de años de antigüedad, en comparación con la madre tierra.
¿Qué quiere decir eso?
Cuando la tierra por fin haya avanzado en esta conciencia un millón de años más...
Pero no es necesario.
Porque luego, en doscientos años, trescientos años, tendrán todos los medios, se disolverán todas esas enfermedades, porque recibirán los instrumentos.
Y entonces ya no hay karma.
Entiende, ¿verdad?
Si resulta que ustedes son espiritualmente... espiritualmente odiosos, desintegradores, ladrones, unos ladrones, unos asesinos, todas esas cosas más, pues es mucho peor que el cólera, la peste y el cáncer.
Cuando el ser humano por fin se ponga a vivir la vida de forma espiritualmente inmaculada y pura, y cuando esté en armonía con la madre naturaleza, con las leyes para la vida y la muerte y para todo, entonces ya entenderán ustedes que estarán libres, directamente, detrás del ataúd, de sus desgracias materiales.
Y eso será entonces su posesión.
Pero Dios no lo creó.
¿No es justo?
Una posesión propia.
Ya entenderán: hay tantas personas, madres, tantos padres...
Llegan ustedes a tal y cual familia y allí existe el cáncer, y allá la tuberculosis, y allí esto.
Y luego tienen todavía su propia tuberculosis y el cáncer propio.
André contó hace poco —hubo gente que ya no lo aceptaba—, dice: tenemos la tuberculosis como karma familiar.
Y es cierto.
Pero todavía vamos más lejos.
Cuando ustedes tienen tuberculosis y atraen a la criatura, esta se contagiará, por ustedes, porque la célula de ustedes influye en la criatura de manera predominante.
Ahora el hombre atrae a una criatura y esta está libre de tuberculosis.
Así le hemos dejado claro a André: mira allí, a esa gente.
Hay siete criaturas allí, y tres, cuatro, tienen tuberculosis.
Pero en el rostro de la criatura verán que el padre atrajo a esas criaturas y que están libres de tuberculosis.
Algo que científicamente ya se comprobó hace mucho.
Los médicos no lo sabían, no entienden, lógicamente, la esencia.
Que el padre sea capaz de salvaguardar a la criatura —a pesar de que haya nacido por la madre— de la tuberculosis, se ha explicado científicamente.
Pero no se conoce la esencia cósmica profunda, ese análisis.
La ciencia, sin embargo, ya sabe: qué curioso, esta vida ha surgido, por lo visto, por el hombre.
No, hasta allí no alcanza su pensamiento, porque entonces se encuentra uno de inmediato detrás del ataúd, y entonces aparece el renacer, aparece la reencarnación.
Pero ahora lo sorprendente.
Ahora obtenemos la “tercera dimensión” para esa enfermedad.
Y eso es... ahora están... ahora están ustedes libres de la tuberculosis, y el hombre está libre, así que ambos son completamente inmaculados y puros, y en la sangre profunda de esta criatura emerge el bisabuelo, del que ustedes están libres.
Pero esa célula despierta en esa vida.
Así que esto es, pues, tuberculosis y cáncer por la propia entidad, y ustedes mismos están al margen.
Pues bien, la esencia en sí puede manifestarse siete veces como la sombra de su posesión.
Están ustedes libres de ello, no sienten nada.
Pero si descienden un momento fuera de esa fuerza natural, vuelven a estar —los dos, otra vez— ante la tuberculosis en sí, que entonces es materialmente visible y perceptible.
¿Pueden percibirlo?
¿Pueden comprender todo eso?
Así que tenemos esto: las personas, padres y madres, crean, ahora, la tuberculosis.
Y hay otras personas que no tienen una esencia, el padre está libre, la madre está libre, y el niño sale con tuberculosis.
¿Dónde surgió esa fuente?
¿En la sangre de la madre?
No.
¿En la conciencia diurna?
Pues, sí, también.
La madre no posee nada en la conciencia diurna.
El padre tampoco.
Pero ahora vamos a descender, ahora llegamos a los siete grados de conciencia para esa sangre: en los siete, seis, cinco, allí es donde existe.
La criatura, pues, tiene...
Así que si el padre y la madre se debilitan, emerge la tuberculosis.
Si son ustedes anormales de forma natural, o sea, si están en disarmonía con la esencia natural en cuanto a fuerza para cada tejido, entonces emerge la debilidad.
¿No es así?
Si tienen que deponer lo normal, lo vigoroso para su organismo, perderlo, por un resfriado, entonces emerge el frío, la desintegración, y su salud, la sintonización natural como resistencia, se ve quebrada.
¿Ha quedado claro eso?
Y así es, pues, como se manifiesta una esencia, que ustedes ni siquiera tienen; y eso ahora encima es el karma familiar, en este, aquel y el otro estadio.
Llega así de lejos.
André no pudo más que dar una breve explicación.
Cuando lo oigan —quienes sean de La Haya y estén aquí— ya lo sabrán: esto es profundo.
¿Por qué?
Pueden ustedes retroceder siete generaciones y aun así estarán ante el grado en sí donde se fue construyendo.
Es un debilitamiento de los tejidos.
Y ese bacilo, o flujo, o como sea que ustedes... da igual el nombre que le den, esa esencia es debilitamiento de esta fuente, de aquella y de la otra.
En el fondo no es otra cosa que una putrefacción espiritual o física, desintegración.
¿Ha quedado claro?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién de ustedes?
(Señor en la sala):

—Maestro, una vez se me habló de alguien que por lo visto...
—Tienen que pensarlo, esto.
(Señor en la sala):

—Que por lo visto era una persona sensible, que por una palabra dura, o una palabra dura, o por otra, se pone a cavilar muchísimo y por eso no puede dormir y empieza a tener dolor de cabeza.
¿Es eso un trastorno material?
—Es una debilidad de la personalidad.
(Señor en la sala):

—Debilidad de la personalidad.

—A André siempre lo ponen verde.
Que si ya se ha largado con millones de florines y no sé qué más cosas es nuestro instrumento, pero a nosotros no nos dice nada.
Yo... nosotros dormimos como una rosa.
Pueden cotillear sobre nosotros cuanto quieran...
Por eso me pongo a temblar ante esa calidad de maestro, nos estremece un poco.
Pero no nos queda más remedio.
De todas formas, yo no puedo aceptar su “Pedro”.
Pero allí está la conciencia, los actos y los sentimientos.
No dejaremos que estén cotilleando sobre nosotros en toda la ciudad ni nos resignaremos; seguiremos tranquilamente.
Nosotros solo pensamos, el ser humano que maldice, que grita, que desintegra, todavía no ha llegado a ese punto.
Hace tiempo, nosotros también estábamos en ese punto.
Pero ahora vemos cómo tiene que ser en realidad.
Y el ser humano que no lo soporta tiene que superarlo todavía.
¿Por qué?
Ustedes viven en un mundo caótico.
Todavía viven en una sintonización animal, basta material.
¿Qué quieren?
Viven ustedes en su propio karma, en su causa y efecto.
Pero ese ser humano ha de aprender a armarse frente a esa violencia espiritual.
¿Está claro?
(Dirigiéndose a un señor en la sala): Adelante, por favor.
Pero deberían intentarlo.
Llevamos hablando años y años y años y escribimos libros; ¿ha aprendido algo el ser humano?
¿Han aprendido ustedes algo?
(Gente en la sala):

—Sí.
—¿Sí?
Me da miedo y pavor aceptarlo.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién de ustedes?
(Alguien en la sala reacciona).
Sí.
(Señora en la sala):

—La vez pasada me dijo Jozef... (inaudible) usted lee mis libros.
Se me hace tan confusa la vida de Jeus en este libro y en ‘Una mirada en el más allá’.
Él me dijo entonces que se lo podía preguntar a usted.
—Ah, sí.
Cuando Jozef...
Hay gente que ha leído ‘Una mirada en el más allá’, y entonces están ante André y Jeus, ¿verdad?
Cuando comenzamos a escribir, cuando el maestro Alcar empezó con la escritura de ‘Una mirada en el más allá’...
Y empezó: “¿Cómo se siente usted hoy, Jozef?”.
Despierto.
Jozef: “Me ha llamado usted.
¿Qué pasa?”.
Despierto.
El maestro Alcar empezó de otra forma.
André vuelve a entrar en trance, comienza a escribir otra vez.
“¿Cómo se siente usted, André?”.
Nada.
Continúa.
Pero sigue un poco, consigna unas páginas.
Y allí viene la madre de André, y dice. “Pero André, ¿qué es lo que pasa?”.
Que viene el padre.
Pero ahora dice... el maestro Alcar dice —tiene que ir construyendo ese instrumento—: Jozef, ¿cómo se siente usted?”.
O el padre dice: “¿Cómo te sientes hoy, hijo mío?”.
Jozef Rulof despierta.
Tiramos del instrumento hacia la conciencia diurna, porque ese nombre, esa palabra, ese sentimiento tiene que ver con la personalidad, y esa palabra “Jozef” vive aquí.
¡Despierto!
O sea, un trastorno para la escritura.
Entonces el maestro Alcar dijo: “¿Le parece bien que le dé otro nombre?”.
Entonces el maestro Alcar empezó con “André”.
Entonces llegaron a tener...
Escribía fijamente al margen a esa personalidad...
Colocó una historia alrededor de ese instrumento, como leyes, como estados, como infiernos y cielos, pero por medio de otra personalidad.
Así que a ese instrumento lo tenemos que anular aquí por completo si yo quiero hablar.
Este sí que está desarrollado.
Ahora podemos hacerlo conscientemente, conscientemente semidespiertos, él puede entrar en el cuerpo y salir de él, podemos compartirlo.
Podemos llevarlo a cabo por medio de diez, veinte posibilidades.
Podemos pintar de forma consciente y hablar de forma consciente y escribir de forma consciente, es posible ahora, porque ese André ha aprendido cómo tiene que pensar cuando venimos.
Si Jozef Rulof pensara ahora, ya me quedaría detenido.
O él tiene que ponerse a hablar, como sea.
Sí.
Pero si ahora viene...
Ahora hace usted una pregunta, y él lo que haría es...
Ni siquiera ahora puedo pensar ya, porque me dejo dividir.
Ni siquiera ahora sé ya... ya no puedo hablar, ya no puedo pensar, porque llego a la tierra y ahora lo hago regresar.
Ahora se desvanece mi mirada, mi concentración y todo.
Empiezo a tener dolor de cabeza, ahora ya me entra aquí, se trastorna la sangre, los nervios reaccionan y nos vamos al suelo, al instante.
¿Por qué?
Ahora salgo, y ahora dice André, como André...
Ya empieza a haber dolores en la espalda.
Si ahora... con solo desprenderme de esto un instante este cuerpo ya se desploma.
Ya no es una concentración espiritual ni material normal.
¿Ven?
Se construyó en Egipto.
Pero va...
Si estoy fuera de ella y nos ponemos a hablar mediante el alma infundida, mediante la inspiración...
Es posible.
Pero no más alto que los sentimientos de André.
Si se eleva más, vuelve a desplomarse, porque ahora se disuelve demasiado en este cuerpo, hasta un punto excesivo y demasiado profundo; y entonces hay algo que se niega.
¿Y qué es eso?
¿Qué es eso pues?
Es la circulación sanguínea.
Ese pequeño corazón dice “tic, tic, tic”...
Pumba, ya estamos tirados en el suelo.
Así es como el maestro Alcar ha tenido que equilibrar todo esto para escribir esos libros.
Y entonces fuimos a... —allí pueden leer sobre su madre, ¿verdad?, es la buena, querida Crisje—, pero entonces fuimos... entonces el maestro Alcar tuvo que rodearlo todo.
La muerte de la tía —la tía Trui no era tan hermosa—, pero fue la muerte de Crisje; a partir de esa fuente.
André vivió a esa gente como transición.
¿Entienden?
Así es como el maestro Alcar ha reconducido aun así la esencia de ese lecho de muerte, ese... ese núcleo de morir, para Crisje, directamente a ‘s-Heerenberg, entienden, ¿verdad?, para también luego poder conectar esa vida con Jeus.
Pero el trance, la posesión, el ser uno se disolvió con ese organismo y con su espíritu por escribir ese nombre, y el maestro Alcar comenzó con “André” y escribió esos libros.
Ahora ustedes tienen los libros espirituales.
Pero ahora van a tener las novelas.
Entienden, ¿verdad?, cómo ha surgido todo.
Y directamente...
Y ahora lo bonito.
Ahora, después de todos los años que estamos juntos y somos uno, Jeus ha sido elevado hacia André.
Y ahora son uno.
Pero por... primero por la cosmología.
¿Lo comprende ahora?
(Señora en la sala):

—Sí.
—Pero pueden leerlo en la tercera parte de ‘Jeus’, allí recibirán la explicación completa, inmaculada, clara, y entonces comprenderán todo.
Claro, eso está en la tercera parte.
Cuando nos ponemos a escribir por medio de Jeus... allí no hacemos otra cosa que escribir sobre Jeus, Jeus, Jeus, Jeus, y de vez en cuando André se queda al margen, pero ahora Jeus recibe plenamente el cien por cien.
Porque ese libro se llama ‘Jeus de madre Crisje’ y Jeus lo vivió, pero André despertó por él.
André es el sacerdote del Antiguo Egipto.
Y ahora Jeus se disuelve en André, y Jozef, esos dos, esos dos tipos de (la provincia de) Güeldres.
Jeus es el de Güeldres, Jozef es el... a Jozef lo llamamos en la cosmología el urbanita, y a André-Dectar el instrumento por medio del cual hablamos, escribimos, pintamos y hemos sanado.
Todo eso se disuelve.
Ustedes recibirán su plena verdad.
(Dirigiéndose a la sala):¿Tenía algo más?
Allí atrás.
Sí.
(Señor en la sala):

—Quería preguntarle, maestro Zelanus: hay tantos miles de hombre y mujeres... (inaudible) unidos a la iglesia católica que no se casan, opuestos a ello.
A mí me parece: se blindan de forma natural ante la fecundación.
¿Pecan contra las leyes de Dios?
—¿Y qué quiere saber de eso?
(Señor en la sala):

—Que si pecan contra las leyes de Dios.
—¿Quiere decir usted el cura, el capellán, las monjitas, los obispos, los cardenales?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Caminan por un punto muerto.
El católico, el ser humano que empieza a sentirse santo y puro, y que cree que tiene que vivir de forma casta y que tiene que vivir así a su Dios, se queda detenido, está realmente detenido.
Esa gente de la iglesia católica, esas monjitas y esos eclesiásticos, tienen que volver todos.
Porque ustedes ya habrán entendido: aquí también hay gente en estado normal que no puede dar a luz.
Hay madres que desean tener un hijo y que no lo consiguen; es una causa.
Que si eso es disarmonía, que si no es necesario: tengo que ver ese estado personal.
Entienden, ¿verdad?
Pero también las hay.
Pero cuando se camina de forma consciente al margen de la creación, y se niega el alumbramiento y la creación por ser castos, por ser inmaculados, por vivir una espiritualidad, es caminar al margen de las leyes de Dios.
Y entonces recorren un camino sin salida.
Sí, esa gente también continúa.
Pero ya entenderán que... se lo he explicado, y así son las leyes: resulta que otra madre ya se puede poner a dar a luz a quince hijos, dieciséis, diecisiete, para darles, a su vez, la posibilidad de regresar luego a la tierra.
Porque según el cosmos y Dios la madre y el padre solo darán a luz a dos hijos, y no a diez.
Eso para el espacio también es disarmonía.
Y ¿saben dónde pueden volver a ver esa disarmonía, dónde la pueden vivir?
En el asesinato, los homicidios, la violación de las leyes.
Un ser humano que es abatido allí se ve arrojado fuera de su vida, de forma prematura.
Entienden, ¿verdad?
Así que eso es aún peor.
Es el asesinato, la violación de las leyes divinas para el alumbramiento y la creación y el renacer, la evolución, por la guerra.
Y esta gente lo hace por ser sagrados; a rezar, a rezar y a rezar y ya está.
Pero con solo rezar no se regresa al Omnigrado.
Porque ustedes tienen que... lo que harán es aceptar la paternidad y la maternidad, porque son leyes divinas para la evolución.
¿Ha quedado claro?
(Gente en la sala):

—Sí.
—Gracias.
(Dirigiéndose a un señor en la sala):

—¿Y usted?
(Señor en la sala):

—Maestro, la cabeza tan grande de René era un trastorno material, ¿no?
—¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—La cabeza tan grande de René, al nacer, en ‘Las máscaras y los seres humanos’...
—¿Qué quiere vivir usted con eso?
(Señor en la sala):

—... ¿Era un trastorno material?
—Y espiritual.
Sí.
Dominio del espíritu y en cierta medida un estado material.
Es decir: predominaba su vida interior.
Se puede vivir de forma espiritual, pero mejor quédense en el estado material.
Frederik lo vio: es que la criatura parece... bueno, es como si fuera hidrocéfalo, ¿verdad?
Pero esa vida de René ya era dilatación.
Claro, en eso no hemos entrado.
¿Por qué no?
Porque entonces tendríamos que tener una explicación cósmica y tendríamos que volver a muchas vidas anteriores.
Eso es de ‘Las máscaras y los seres humanos’.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién de ustedes?
Dígame.
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, me gustaría preguntar algo sobre la muerte, de lo que estuvo hablando esta noche.
—Dígame.
(Señor en la sala):

—Conocí a una persona que creo que daba mucho amor y que no tenía miedo a la muerte y que aún así tenía mucha dificultad para morirse.
—Sí.
(Señor en la sala):

—¿Qué causa puede tener eso?
—¿Es usted consciente?
Se lo quiero preguntar de esta manera: el subconsciente de usted, ¿vive de forma consciente en usted?
(Señor en la sala):

—No.
—El ser humano dice: “Soy maravilloso” y “Estoy listo”, “Soy esto”.
Pero algo ocurre...
Si usted tiene, por ejemplo...
La semana pasada André llegó a vivir algo divertido en La Haya.
Mi amigo y seguidor que escribió a André está aquí esta noche, por lo que entiendo, por lo que veo.
Alguien se lee diez veces, veinte veces, ‘Las máscaras y los seres humanos’.
“Ah, qué maravilloso.
Ya no quiero tener que ver con Karel”.
Pero de pronto se encuentran ustedes ante su grado de los sentimientos en cuanto a fuerza y no dicen ustedes nada, no lo aceptan, se enojan y se desploman.
Y eso...
Pero aquí son ustedes puros y quieren vivir de esta manera y actuar de tal otra, y aun así se ven presos de esa desgracia espiritual, interior, personal.
Porque se quebrarán a ustedes mismos.
Estamos volviendo a vivirlo.
Claro, ya pueden decir ustedes; quiero... quiero... quiero...
Entonces tienen que poder demostrarlo y vivirlo al cien por cien.
Y solo después de eso se conocerán ustedes mismos para esa acción y ese estado y ese acto.
Así que el ser humano vive en la conciencia diurna de forma sagrada y pura y “conozco la muerte”.
Pero ¿conocen ustedes su interior?
¿Conocen ustedes la base que sustenta su sintonización?
Cuando ustedes...
Esa persona se puso a descender en la muerte, o sea, eso es abandonar la conciencia diurna, albergaba rasgos de carácter por los que esos mundos llegaban a esa personalidad, a ese ser humano, y entonces quizá lleguen a tener disarmonía.
Las esferas de luz no les trastornarán.
Tiene que volver en ellas.
Por ejemplo: fíjense en un cura sagrado de esos, que no hace otra cosa que rezar.
¿Qué sabe esta criatura de su pasado?
Y ¿qué sabe la gente de su pasado, de sus miles de vidas, de su subconsciente, que tiene una profundidad macrocósmica, respecto a morir, a hacer la transición, a esa evolución para el nuevo nacimiento?
Nada, rien de rien.
Eso es francés.
¿Algo más?
Así que en eso...
Bueno, pues, pónganse ahora a pensar, a sentir; así que de todas formas tiene que haber algo en esa personalidad, en esa alma buena, que haya trastornado, que haya podido atacar ese desprendimiento de esta conciencia diurna, de la tierra.
Y también esto, señor, amigo mío, hermano mío: existe el saber consciente y existe la posesión inconsciente.
En la conciencia diurna, cuando luce el sol, no se tiene miedo, pero en la profunda frialdad y oscuridad, cuando usted empieza a abandonar esta conciencia diurna, emerge la luz del día espiritual, u otro mundo, y usted no lo conoce.
No conoce usted el macrocosmos, el macrocosmos espiritual.
Así que le vienen a usted millones de leyes de vida, por morir, que tiene que vivir de forma espiritual.
Y lo que usted no conoce le da miedo.
Y eso demuestra que esa personalidad todavía no tiene una conciencia espiritual, nítida, amplia.
Ser bueno, ser cariñoso, no es conciencia.
Puede haber gente...
Aunque usted haga el bien durante toda su vida, durante su vida entera, y trabaje para poseer la luz del espacio, no por eso tendrá esa sabiduría.
¿No está claro eso?
Tiene que asimilarla.
Llega hasta ese punto.
¿Más cosas?
(Dirigiéndose a la sala):

¿Quién me hace una pregunta?
Son siempre los mismos.
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, he vivido que había dos voces hablando en mi interior, una con la otra.
Y hablaban de una forma muy sencilla y veraz.
Siempre he deseado: me gustaría ser tan veraz y sencillo.
¿Por qué no soy capaz de ello?
—Esas dos voces.
(Señor en la sala):

—Sí.
—¿Oía usted claramente dos voces?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Y ¿de qué hablaban esas dos voces?
(Señor en la sala):

—Bueno, eso ya no se lo puedo...
Lo siento.
Lástima que no lo haya anotado.
Pero fue algo realmente precioso.
—Da igual.
¿Qué sentimientos tenían esas voces?
¿Buenos?
¿Gloriosos?
—Encantadores.
Encantadores.
Divinos.
Insuperables.
Gloriosos.
—Le hablaron dos voces.
¿Durante el día o en el sueño?
(Señor en la sala):

—Hablaban entre ellas.
Una preguntaba y la otra respondía.
—¿Y fue en el sueño o fue...?
(Señor en la sala):

—Sí, no... no, es que yo estaba cerca.
—¿Estaba usted allí conscientemente?
(Señor en la sala):

—Sí.
—¿Estaba usted cerca?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Caminaba usted por la naturaleza, estaba usted en alguna parte, pero ¿estaba despierto?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Eso es.
Y dice usted: ¿por qué no puedo obtener eso?
(Señor en la sala):

—No, ¿por qué no puedo ser yo mismo tan sencillo?
¿Por qué no puedo ser sencillo?
—¿Que por qué no puede serlo?
(Señor en la sala):

—Porque en... para mí la verdad está en la sencillez.
Así que yo ¿por qué no puedo ser sencillamente verdadero?
—Bien dicho, amigo mío.
La sencillez es ser uno con todo.
(Señor en la sala):

—Sí.
—Mire, ¿qué le pretende dar la sencillez?
La siguiente temporada, si los maestros me dan esa posibilidad, comenzaré con: ¿qué es la sencillez?
¿Qué puede darles la sencillez?
Mejor siéntese y se lo explicaré.
La sencillez es: si se siente usted sencillo, no sentirá ni pensará nunca por encima de su conciencia.
Y entonces tampoco pasará nunca nada malo.
La sociedad ya no lo verá con locura soberbia.
Ya no tendrá odio ni disarmonía.
Porque la sencillez empequeñece al ser humano.
Así que todos los rasgos de carácter ya vuelven a esa sencillez, y esta les infunde alma, los guía, llegan a tener paternidad y maternidad.
Si usted convierte su paternidad en un tremendo alboroto, ya no será sencillo.
Así que todo llega a tener el fundamento para todas las leyes divinas.
¿Ha quedado claro?
(Señor en la sala):

— Sí.
—Y ahora ha oído voces en su interior.
(Señor en la sala):

—Sí.
—Eso no lo puedo comprobar, claro, pero hay varias posibilidades.
Y entonces oyó hablar la paternidad a la maternidad.
Oyó hablar al otro lado fuera de usted, y eso va...
Bien, ¿ha leído usted ‘Jeus II’?
(Señor en la sala):

—Sí.
—... trata de... tal como Jeus lo vivió cuando el maestro Alcar —después de haber sido El Largo, entiende, ¿verdad?, pero en André— se manifestó en Jeus mediante la conversación.
Y va Jeus y dice...
Y dice el maestro Alcar, como Casje; todavía no era Casje...
Si Jeus hubiera vuelto sus pensamiento hacia atrás...
Pero no podía, porque Jeus tenía que seguir adelante.
Y el maestro Alcar no se podía mostrar como El Largo, porque entonces Jeus se habría quedado en ese estado y el hablar interior jamás se habría despertado.
Así que ese primer estado desde las cinco, cuatro, uno, hasta los doce, es el inconsciente, y ahora de manera consciente.
Pero se hizo completamente consciente, audible, al cien por cien, sentimiento.
Y entonces dijo el maestro Alcar: “Ahora soy yo el que habla”.
“Sí”, dice Jeus.
Y eso se oye.
Es clariaudiencia directamente desde el plexo solar.
Así que es posible que en esa época se le haya tocado a usted y se le haya ofrecido una poderosa imagen, de cómo tiene que suceder y cómo ocurrirá, respecto al hombre y la mujer, de la sociedad, y de todo lo que haya vivido.
Así que ha vivido usted un contacto, o bien fueron las leyes en sí las que le hablaron.
Eso también puede ser; entonces es una flor la que habla, dos flores que se hablan.
Debería haber ido a mirar...
Es cuando aparece la clarividencia, la conciencia del ser humano, el ser uno universal, y entonces habría sabido usted de inmediato: vaya, estoy conectado con tales y cuales grados de vida conscientes.
Pero lo que usted sintió lo llevó hacia la felicidad, la vida y el amor, ¿verdad?
Y puede estar agradecido por ello.
Así que es una fuente de ser uno, o bien con un ser humano de la vida detrás del ataúd, o bien su propia fuente de vida estaba despierta y habló.
Es posible desde su propio núcleo divino, su núcleo espiritual, pero normalmente es algo que hay que despertar.
Por eso pregunto: ¿fue algo que se le dio en un sueño?
Entonces es usted inconsciente, entonces es recepción.
Pero si lo ha oído de forma consciente, pues bien, en la conciencia diurna, es... impacta de forma más profunda sobre sus sentimientos y también es posesión, una posesión directa.
Porque eso ya no lo olvidará nunca más.
(Señor en la sala):

—No.
—Pero cuando duerme es la sombra de la conciencia diurna, y no tan presente en su interior como puede vivirlo durante el día; y entonces puede asimilarlo.
¿No ha quedado claro?
¿Tenía algo más?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién más?
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, la pirámide de Giza está construida en el centro de la tierra.
Pues bien, quería preguntarle: ¿el endurecimiento de la tierra también salió allí por primera vez a la superficie?
—¿El endurecimiento de la tierra respecto a la pirámide?
Si en la historia retrocede cien millones de siglos, billones de siglos y eras, la tierra ya era como el acero y estaba endurecida.
¿Y ahora esa débil y pequeña pirámide?
(Señor en la sala):

—No, no quiero decir eso.
—Que... que...
Quiere decir usted...
La pirámide se encuentra sobre un endurecimiento, ¿verdad?
(Señor en la sala):

—Sí, pero no quiero decir directamente el lugar de la pirámide, sino el país donde se encuentra, ¿es allí donde el endurecimiento...?
—Eso no le he dicho...
No quiero decir eso.
Pero ¿se da cuenta de que habla al margen de lo que digo yo?
Y tiene que tener cuidado con eso.
Se lo explicaré de una vez por todas: ese acero, ese endurecimiento ya existía hace millones de siglos y eras.
Por eso digo: ¿qué pretenden esas pirámides en los tiempos de usted?
¿Qué pintan dos mil años, cuatro mil años, cinco mil años, cuarenta mil años?
¿Lo comprende ahora?
¿Ve que es usted quien habla al margen de lo que digo yo?
(El señor en la sala reacciona).
Gracias.
Ese es el peligro para André, cuando está ocupado y el ser humano dice: “Es que... es que no lo comprendo”.
No, el ser humano va mucho más allá y dice: “Eso no lo admito”.
Entonces estará directamente, con ambos pies y la personalidad, ante ese estado en la oscuridad.
En el otro lado no admitimos ese “no lo admito” de ustedes; entonces los dejaremos solos.
Y si gimen bien y tienen un verdadero dolor interior y suplican profundamente y suplican al cien por cien para poder recibir la palabra —ahora se convierte en alumbramiento—, entonces el maestro se muestra.
Hace poco hubo una criatura que falleció, un seguidor, un adepto mío de La Haya.
Ya está gritando al veinticinco por ciento.
Pero yo necesito tener el cien por cien, porque ha presenciado cuatrocientas, quinientas conferencias del maestro Zelanus.
Y ahora está en mi mundo.
Pero todavía no quiero que venga aquí.
Si viene aquí, lo espantará para que vuelva al otro lado.
Aquí ni siquiera entrará.
Antes podía comprar una entrada, ¿verdad?
¿Qué les cuesta aquí una entrada?
En el otro lado ya ni siquiera la pueden comprar.
¿Lo sabían?
Y ahora esa criatura está gritando: “Maestro Zelanus”.
Está despierta ahora.
“¿Y dónde está el maestro Zelanus?”.
Adelante, a gritar.
Primero alumbramiento, creación; y entonces tendrán la conciencia a su lado.
Si allí no suplican y desean al cien por cien, la vida detrás del ataúd no tendrá significado alguno, y entonces no nos rozaremos.
Hablarles, llevarlos conmigo, es para mí mucho más fácil y sencillo en el otro lado que aquí.
Porque al final siempre volvemos a tener... tienen que ver con sus propios pensamientos, sus propios sentimientos y pensamientos, al final siempre tendrán que ver con su mundo social, material, y entonces no pueden pensar libres de la materia.
Y poseer entonces el cien por cien de sentimiento, el cien por cien, para aceptar, para inclinarse.
Eso no lo acepta ni un solo maestro de Oriente en un templo.
En Ra, Re e Isis, si dicen ustedes “no lo acepto”, a la primera les pondrían de patitas en la calle y adiós, muy buenas.
O los arrojarían ante los animales salvajes.
Entonces el maestro, el sumo sacerdote, diría: “Pues entonces que se lo explique ese tigre o esa serpiente”.
Y entonces tendrán que demostrar si de verdad tienen la verdad, la realidad, la concentración, para poder vencer ese grado inferior.
Porque eran ustedes bajos.
¿Ven?
Pero esos castigos ya no existen ahora, solo los dejamos solos.
Los dejamos solos, ahora solos de verdad.
Los dejaremos de lado.
O tendrían que enmendarlo primero.
Una vez que hayan enmendado eso mil veces, la ley “amor” y la ley “sabiduría”, la ley “realidad” y “justicia” los aceptarán, de lo contrario violaríamos las leyes “amor”, “justicia” y “armonía”.
¿Lo entienden?
Nosotros ya no podemos hacer nada si ustedes, los seres humanos en el otro lado, o aquí, dicen: no.
Entonces nos quedaríamos detenidos.
Y cuando vuelvan a estar suplicando y emiten el amor, la ley “amor” volverá a aceptarlos.
Pero sobre eso no tengo nada que decir.
Entienden, ¿verdad?
Eso es lo que tienen que emitir; y entonces volverá la esencia a la vida de ustedes.
¿No es sencillo?
¿Tenían algo más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿me permite preguntarle algo más?
—Más alto.
Allí.
Por allí.
(Señora en la sala):

—Tuve... hace poco tuve un sueño muy típico.
Pues, quería preguntarle precisamente sobre los sueños, conscientes o inconscientes.
... (inaudible).
—Cuente, explique su sueño.
(Señora en la sala):

—Hace poco estaba en una nave con el príncipe Bernardo.
—¿Quién es el príncipe Bernardo?
(Señora en la sala):

—Nuestro rey...
—¿Su rey?
¿Su rey?
Sí, ya sé quién es esa personalidad.
Porque...
Nosotros... yo... le ofreceré una breve imagen.
Si quiero, si tengo que...
Tengo que...
Mire, tenemos que...
André nos representa, ¿verdad?
Lo sé todo sobre su sociedad.
Lo que usted pensó ayer a fondo, y que llega a André, nosotros también lo sabemos.
Porque tengo que saberlo, puesto que tengo explicarle todo eso, si es necesario.
Se entrega a nuestro mundo, recibe todo, y nosotros tenemos que... tenemos que... tengo que conocer y aceptar el mundo de usted; al maestro Alcar eso ya no le hace falta.
De lo contrario no podría darle una respuesta a las enfermedades, ni a nada.
(Dirigiéndose a la señora en la sala):

Pero bien, continúe con su príncipe Bernardo.
(Señora en la sala):

—Y entonces tuve con él toda una conversación, y después también propuse que hiciera algo más en el ámbito social por la población obrera.
Y asintió a ello.
Y después, en un momento dado, el sueño quedó interrumpido.
Pero tiene que ver algo con el interior, o...
—Yo le explicaré un sueño parecido que soñó André.
Un buen día, André se...
Estaba soñando.
Un buen día invitan a André a ese Loo de ustedes, ¿verdad?, al palacio Het Loo, donde vive la antigua... bueno, la antigüedad no existe, pero donde vive la reina anterior, esa princesa Guillermina suya.
Y ella que dice: “Ah, he oído hablar de su vida y he leído un par de libros suyos.
¿Podría venir a verme algún día para poder explicarme la cosmología, si es tan amable?
Y entonces André acudió al Palacio de Loo, y entra.
Y él que dice...
El portero...
¿Es eso un portero?
No.
Ese hombre de allí, ese mayordomo, o uno de sus pajes, dice: “Pase, por favor, porque lo está esperando Su Majestad, la princesa”.
Y entonces entra André y dice de inmediato: “Buenos días, señora.
No dude en hablarme de tú, porque eso a mí me lo puede decir sin problema, eso no significa nada”.
“Sí”, contesta ella, “pero ¿es que sabe quién soy?”.
“Sí”, dice André, “pero en el otro lado ya no existe el ‘usted’ ni el ‘su’.
Aquí estamos cerca el uno del otro si decimos ‘tú’ y ‘tu’, dicen ellos.
Y entonces André estuvo hablando dos horas.
La condujo por el otro lado, los infiernos y los cielos.
Y él que dice: “No vuelva a firmar nunca más una pena de muerte, porque usted tendrá que volver a la tierra; tendrá que volver a enmendarse ante esa vida”.
“¿De verdad que es verdad?
¿Eran suyos todos esos folletos que recibí: ‘El Gólgota prohíbe la pena de muerte?’”.
“Sí”, dice André, “eran míos”.
“He recibido diez ‘Pueblos de la tierra’ de la gente.
¿Eran suyos también?”.
“Sí, ese libro es mío; tengo un par más.
¿Ha leído usted ‘El ciclo de la tierra’? ¿‘No te suicides’ y ‘No lo hagas’”?
Atravesó con ella el otro lado, los cielos, hacia el macrocosmos.
Le explicó la demencia, la psicopatía, cómo era Dios, que la Biblia comenzaba con falsedades.
Y entonces estuvo tan agradecida que dijo: “André: aquí tienes dos millones de florines para edificar el templo, la Universidad de Cristo”.
Y entonces André se fue a su casa con dos millones en los bolsillos.
Y se despertó por la mañana y entonces fue a verlo la vienesa para llevarle un té.
Y él que dice: “Fuera de aquí, porque he perdido mis dos millones”.
(Suenan risas).
Se lo cuento tal como pasó.
Y él que dice: “Ay, Dios mío, pensaba que tenía dos millones, y no he hecho más que soñar”.
Mire, son buenos deseos, hermosos, que a él le gustaría vivir, y así recibiría dos millones de florines.
Pero debido a que la majestad no lo desea, no es más que el propio deseo.
Adiós, príncipe Bernardo.
(La gente se ríe con ganas).
¿Es esta la verdad o no?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):¿Tenían algo más?
¿Quién nos ayuda a tener dos millones de florines?
Así construimos la Universidad de Cristo.
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

Sí.
(Señora en la sala):

—Una vez leí que en el mundo de las plantas existen sin duda elfos y ogros.
¿Y eso qué clase de seres son?
—Me voy a dormir.

(Risas).
¿En el mundo de las plantas o el de los animales?
(Señora en la sala):

—En el mundo de las plantas.
—Pero en el mundo de las plantas, en la madre naturaleza, existen elfos...
¿Gnomos también?
(Señora en la sala):

—Gnomos...
—Gnomos.
Sí, eso es... estos... estos también existen.
Pero también aquí, interiormente.
Hermosos sueños, hermosa fantasía.
No, no existen.
(Señora en la sala):

—Ah, ¿no?
—No.
Bueno, no sé si lo puede aceptar, pero los gnomos no existen, ni tampoco los elfos.
Bueno, sí que los hay.
Entonces atravesamos el cuento de hadas y verá volar los elfos de hoja en hoja, por encima de las aguas, y después se llega al insecto.
Pero si...
Esos animalitos reales, con rostros humanos, esas bellas caritas, ¿verdad?, no existen.
Y aun así contiene algo de verdad, de realidad.
¿Sabe por qué?
Mire, el ser humano, el poeta que lo ha dado al mundo, tenía casi el sentimiento universal por cada insecto; y entonces el animal mira y aparece el espacio, y resulta que eso es reconducido, elevado, hasta la conciencia humana.
Y entonces dio una carita divina a ese insecto.
Le dio la vuelta sin problema, exactamente igual que Darwin vivió el ser humano y el mono: estaba dentro y estaba al lado.
Pero estas especies animales no existen como núcleos y seres.
(Señora en la sala):

—Y encima lo había leído en una revistilla espiritista.
—Ya pueden ver la forma tan hermosa, tan profunda, en que los espiritistas viven sus propias cosas.
(Señor en la sala):

—He visto fotos de eso, maestro Zelanus, libros de esos con elfos...
Fotos de Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930, escritor británico, creador de Sherlock Holmes).
—Bien dibujado, sí.
(Señor en la sala):

—No, no está dibujado; fotos de verdad.
—Si...
¿Fotos espirituales?
Sí, miren, ahora, claro, entramos en conflicto.
En el cosmos, en la naturaleza, no existen esas especies animales, ni animalitos ni elfos ni gnomos.
Entonces debería fijarse en un pigmeo, o fíjese en esos pequeños seres humanos; pero es un ser humano consciente.
Pero los gnomos y los elfos, eso es algo muy diferente.
Y ahora, lamentablemente, tendré que decírselo así, le han tomado el pelo a Conan Doyle.
Porque en la naturaleza...
Tengo que decirme... tengo que decirles: sí, sería posible, pero ¿no es posible encontrarlo ni vivirlo?
Así que ahora... ahora tiene que seguir usted para que adquiera conciencia para usted mismo y ver si existe algo realmente.
Pero entonces la ciencia le dirá: “No, señor”.
Sigue siendo algo que afecta al cuento de hadas.
Pero entonces se le ha tomado el pelo a Conan Doyle.
En esos tiempos, sin embargo, les tomaron el pelo a muchos eruditos metafísicos.
Pero esos animales no fueron creados como nacimientos ni como insectos ni como grados de vida, ni física ni espiritualmente.
No viven.
(Dirigiéndose a alguien en la sala que había visto esas fotos):

Yo a usted lo acepto; ¿puede usted también aceptarme a mí?
Nosotros lo viviremos, el futuro, ya se lo contará la ciencia.
Pero usted no pueden vivirlos, en ninguna parte en la tierra, en el grado que sea.
No en las aguas ni en la tierra, ni en el espacio.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Algo más?
Entonces allí atrás.
(Señor en la sala):

—He oído que los peces tienen un espíritu gregario.
Pues bien, el pez continúa, ¿o hay también allí evolución?
O...
—¿Quién le ha dicho que los peces tienen un espíritu gregario?
(Señor en la sala):

—Este señor.
—Ese señor.
¿Lo oyó ese señor aquí?
(Señor en la sala):

—Sí, creo que sí, maestro Zelanus.
—Los peces en las aguas se extinguirán alguna vez y entonces habrán vivido ahora su espacio.
Ahora ha vivido usted el grado más elevado de la especie de los peces tropicales de acuario, esos pececitos tan hermosos de Oriente.
Es el grado más elevado.
Esos que se pueden meter en un acuario, ¿verdad?
En el otro lado, en las aguas, también pueden verlos, porque en el otro lado hay agua.
También pueden vivir ustedes su manzano, su árbol del paraíso, allí, en una esfera, pueden comerse su manzanita.
¿En qué esfera?
También existe.
Pero ese espíritu gregario como conciencia inferior se disuelve por completo.
Aunque permanecerá el grado más elevado.
Y entonces tendrán de cada grado una especie.
Así que también es posible vivir esos peces en un estado espiritual.
Y también hay... exactamente igual que lo que poseen el ser humano, la flor, el árbol, la naturaleza, el espacio en cuanto a luz, fuerza, conciencia, alma y espíritu.
Solo ahora...
También vendrá la especie alada, volverá a Dios elevándose.
Así que esas especies ya tienen una entidad espiritual.
Así que cada organismo que es una entidad...
¿Qué es pues una entidad?
¿Qué es, pues, la creación existente y la creación posterior?
Pues bien, tienen que vivir ustedes la entidad como creación posterior; eso permanecerá en la tierra.
Y la realidad, es decir: una flor, un árbol, un ser humano, un animal, continúa, regresa a Dios, en el Omnigrado.
Pero ¿qué especies animales son?
Eso es algo que tienen que averiguar ustedes.
Esa es la cosmología.
Todos los insectos inferiores, un escorpión, un pulpo, un león marino y todos esos animales, se disuelven, y entonces solo llegamos a ver ese animal pequeñito, ese hermoso animalito, en diversos grados, como color, sintonización...
Y esa especie, ese grado también se ve en el mar vital en el otro lado.
¿Lo saben ahora?
Sobre eso se pueden escribir setecientos libros, ya solamente sobre las especies existentes y la entidad para las aguas, y esta también lo es para la conciencia terrenal.
Si siguen a cada animalito, tienen un libro de mil páginas.
Hay miles de especies.
Cada animalito tiene que vivir un espacio vital.
¿Comprenden?
Así que lo que ocurre es... las especies inferiores se disuelven en las más elevadas, y solo esas especies de color, que se ven en las flores, en esos peces, en esos pececitos, así de grandes, así de grandes, así de grandes, que... el efecto abanico, que también las alas... como efecto abanico, difusión...
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Cómo se llaman...?
¿Qué nombres tienen para eso?
(Gente en la sala):

—Peces cola de velo.
—Peces cola de velo, dicen ustedes.
Son las aletas que tiene el pájaro para el espacio.
Así que ese animalito ya tiene conciencia terrenal y espacial.
Y debido a que eso es la especie más elevada —entienden, ¿verdad?— en la inmaculada claridad, debido a que es el reino de los colores que se manifiesta para el espacio por medio de ese ser, de ese animal, aparece ese efecto de velo.
Y eso quiere decir: ese animal ha alcanzado el grado consciente más elevado para las aguas, como una entidad.
Y ahora ya no es posible comerse ni beberse al animal.
Pero las especies más bajas todavía están al servicio de los riñones y de nuestros corazones e hígados y sistemas nerviosos.
Han surgido a partir del cerebro de ustedes.
Todo ha surgido a partir del ser humano.
Y entonces es posible seguir, vivir, determinar, sin problema, las partes físicas para el organismo humano, con la conciencia interior, para el animal acuático,
Lamentablemente...
Por eso se pueden escribir tantos libros sobre eso.
Por allí me queda por responder un pregunta.
(Señor en la sala):

—Sí, maestro, está relacionada con una de las preguntas anteriores, de ese señor de allí.
Ese señor que preguntó... (inaudible): ¿hay alguna relación entre la pirámide de Keops y el origen de la corteza terrestre?
Y entonces ese señor quiere decir, según entiendo: allí, en ese lugar donde ahora está la pirámide, que si allí la formación celular de la vida hizo la transición a la materia sólida.
—Bueno, mire, si quiere usted seguir las leyes biológicas, entonces es... entiende, ¿verdad?, regreso... millones de años, así como así, allí es donde empezó el endurecimiento de la corteza terrestre.
¿Lo acepta?
(Señor en la sala):

—¿En el lugar donde se encuentra ahora la pirámide?
—No, por toda la tierra.
Porque la tierra se ha desarrollado en esa forma.
La órbita siempre va acompañada de la evolución.
La velocidad para la tierra también es la conciencia.
O sea, la órbita que describe la tierra en cuanto a velocidad es la conciencia del macrocosmos, porque el sol da esa fuerza a la tierra.
¿Lo acepta?
(Señor en la sala):

—Sí, pero empezó a girar.
—Ahora tiene que esperar.
De modo que la tierra tiene ahora...
Hay eruditos que dicen: ha surgido una segunda creación.
Porque la tierra primero era fuego.
Después llegaron las eras glaciares, ¿verdad?
Pero nosotros decimos: no hubo una segunda creación, porque toda la vida nació en las aguas y allí se densificó la vida terrestre.
Y a medida que llegó ese crecimiento, ese sofocamiento, ese calentamiento y ese enfriamiento, surgió y nació el endurecimiento.
Y eso ya es hace millones de años.
Así que lo que pregunta ahora, que si la pirámide ya recibió esa densificación como fundamento, ya no tiene importancia alguna, porque esa densificación y ese endurecimiento se puede ver por toda la tierra.
Así que esa pregunta, esa pregunta la he contestado, pero no afecta a las leyes.
¿Lo entiende ahora?
Podía haber dicho de inmediato: esa pregunta no significa nada, pero no lo hago, porque siempre quiero volver a llevármelos a ustedes hacia algo nuevo.
Así que...
Porque su pregunta en el fondo fue inconsciente.
Porque esa pregunta...
Si piensan un poco más allá, la tierra ya estaba densificada antes de la pirámide.
¿Qué...?
¿Qué fuerza, qué peso tiene esa pequeña pirámide?
¿Qué clase de comprensión tiene usted de ese edificio de piedra respecto a la corteza terrestre, a la tierra?
Porque eso no es nada.
Es exactamente lo mismo que si pusiera un mosquito, una mosca de nada, encima de la espalda de un elefante y que el mosquito tenga que aplastar el elefante.
Hacia eso va.
Pero esa densificación de la corteza terrestre ya tiene una antigüedad de millones de eras.
¿Qué significa eso, pues, respecto a la pirámide?
Eso es lo que ha preguntado.
¿Y eso significa algo?
(El señor en la sala reacciona).
Gracias.
¿Y también lo entiende?
(La gente en la sala reacciona).
Entonces estamos listos.
Hago el esfuerzo para analizarlo para ustedes.
Lo que debe hacer, a medida que ahora vaya teniendo la libertad...
Siga pensando, haga un esfuerzo para asimilar esas leyes.
Allí tiene los libros.
Esto es cosmología, ¿entiende?
Son las leyes biológicas.
Pero si usted llega a la realidad, a las esferas...
Tiene usted allí ahora... ahora posee diecinueve libros; asimile esas leyes.
No lo conseguirá leyendo solamente, si no pone amor en el acto, en los rasgos de su carácter, ¿verdad?
Y detrás del ataúd tendrá al maestro a su lado, pero también luz, vida y amor, y sobre todo felicidad cósmica, espiritual.
Allí nunca estará solo.
Una sola pregunta más.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién quiere vivir una pregunta más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, esos gnomos me pusieron a pensar.
Aquí en la tierra la gente tiene diferentes estaturas; ¿sigue siendo igual en el otro lado o...?
—¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—Aquí en la tierra la gente tiene diferentes estaturas.
—Bien.
(Señora en la sala):

—Pero ¿sigue...?
¿Es...?
—Aquí en la tierra sus alturas son diferentes, ¿verdad?
Hay gente baja y gente alta; todo disarmonía.
Tienen ustedes un tiempo cósmico para vivir.
Tienen ustedes una altura, una constitución cósmicas.
Tienen un peso cósmico.
Tienen un tiempo cósmico.
¿Saben ustedes la edad que en realidad deberían llegar a tener para el cosmos?
Yo... hemos hablado sobre la muerte prematura.
(La gente en la sala reacciona).
Ciento setenta y cinco años.
Ciento setenta y cuatro años, cinco horas y media, diez minutos y equis segundos.
Ese es su tiempo cósmico.
Y cuando haya pasado el último segundo, se quedará usted dormido y se irá.
Ciento setenta y cinco años.
O sea, el ser humano que viva dentro de un millón de años, tendrá más y más y más años, porque le tocará vivir su edad natural.
Porque cada enfermedad ahoga su tiempo, su edad, su existencia.
Cada pensamiento equivocado, hija mía, la hará espiritualmente inconsciente, y vivirá usted... y la llevará hasta la disarmonía para el pensamiento, el sentimiento, la infusión de alma.
Porque usted tendrá que volver a infundir alma en su cuerpo por la fuerza mental, por la naturaleza, por el espacio, por las leyes.
¿No es sencillo eso?
Así de inmaculado y puro se hará el ser humano.
Y así de disarmónico es cada ser humano en la tierra, todo el mundo.
Porque para el macrocosmos ustedes ya no son normales ni inmaculados ni puros.
Porque cada ser humano tiene karma físico y es espiritualmente inconsciente respecto a su reino de Dios, de su sintonización divina.
¿Pueden aprender eso en la Biblia?
¿Pueden dar eso al mundo erudito?
Esta es la cosmología.
Es la sabiduría para el reino de Dios en la tierra.
(Señor en la sala):

—¿Hay que convertirse entonces en un niño, maestro Zelanus?
—¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—¿Hay que convertirse entonces en un niño?
—Sí.
Hubo un gran erudito.
André dice: “Maestro Zelanus, a ver, mire, ese de allí es un gran erudito, en la tierra es un gran literato”.
André le envío algunos libros.
Acudí a esa personalidad en África, fui a ver a esa vida, para ver lo que diría de ‘Las máscaras y los seres humanos’.
Y entonces André le envió conscientemente ‘Jeus, de madre Crisje’, primera parte.
Ese ser humano dice a este mundo: “Esa maldita criatura en nosotros tiene que morir, porque destroza la conciencia diurna”.
Es el espíritu literario de ustedes.
Y nosotros decimos...
¿Y qué dijo Cristo? “Que se acerque ese niño a mí”.
No, eruditos, no, conciencia literaria, esa criatura tiene que seguir vivo dentro de ustedes, como sea, pero entonces según la doctrina del Mesías, solo en el amor; y serán ustedes criaturas, serán sencillez, serán armoniosos, serán cariñosos.
Al final serán amor, como criaturas.
Porque la conciencia diurna humana, los sentimientos y pensamientos adultos respecto a la sociedad tienen que experimentar y aceptar y emitir lo infantil, lo sencillo; solo entonces el ser humano será una criatura de Dios.
¿No es así?
Pero sus eruditos dicen: a esa criatura hay que destrozarla.
Esta misma noche recibí... hemos recibido por medio de André otra vez diez libros de uno de ustedes, para las personas que no puedan comprar ‘Jeus II’.
¿Quién quiere alguno más?
Si con la segunda parte de ‘Jeus de madre Crisje’ no son capaces de...
(Una señora en la sala dice algo).
¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—¿Es una parte independiente o...?
—Es la continuación de la ‘Jeus de madre Crisje’, parte 1.
(La señora en la sala dice algo).
¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—Esa primera parte suya no la tengo todavía, maestro Zelanus.
—¿Es que no la ha leído todavía?
Entonces puede llevarse la primera parte y ya se comprará más tarde la segunda parte.
Así que si quiere tener la primera parte en lugar de la segunda...
Creo que la vienesa podrá regalárselo.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Hay más?
(Alguien en la sala):

—Sí.
—¿Todavía los tiene?
(Alguien en la sala):

—Sí.
—¿O es que hablo desde un mundo que no es el mío?
Vaya...
Bueno, pues vaya a la mesa.
Y si usted no lo tiene y ella lo puede armonizar...
Quizá tenga usted... si todavía quedan libros...
(Dirigiéndose a otra persona en la sala):

Usted ya lo tiene, mucho mejor.
Es para las personas que no tengan los medios, ¿entienden?
Esas personas se lo llevarán.
Y si no llévese otro libro.
Hermanas mías y hermanos míos, me voy.
Les doy las gracias por las hermosas criaturas.
Vaya, vaya, cómo me miman.
Espero que este verano, con André, les haya podido dar algo para sus sentimientos, para su conciencia, pero sobre todo para su personalidad como hombre y mujer.
Me gustaría pedirles: háganse amor.
Está en manos de todos ustedes.
No puedo enseñarles nada.
Solo he querido darles aquello que hemos asimilado y por lo que hemos recibido la conciencia para Dios y el espacio.
Dicho de otra manera: ustedes mismos tienen que empezar con ello.
¿Es así?
Sí, tengo que irme.
Tengo que irme.
Miren, hay algo.
Tenemos que volver a soltarnos a base de crujirnos.
Ya saben que eso toma su tiempo.
Estos sentimientos... ahora es difícil salir de este organismo.
Sí.
Tengo que hacerlo de una manera muy cauta, sin que ustedes se percaten de ello; hablamos todos y quizá luego haya otra pregunta.
¿Hay alguna pregunta más?
Pueden hacer una más.
(Señora en la sala):

—¿Y vuelve entonces directamente a la luna, maestro Zelanus?
—¿A la luna?
Nuestro Señor aún no me ha dado vacaciones, porque todavía no he terminado en La Haya.
Pero entonces me darán unas vacaciones universales y nos pondremos –el maestro Alcar y yo– encima de una preciosa nube en el espacio y nos dejaremos transportar a través del espacio.
Y volveremos a despertar cuando usted empiece de nuevo.
(La señora en la sala dice algo).
¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—Que si podemos ir con ustedes.

(Risas).
—Usted mejor cómprese un paraguas y ya la recogeremos.
(La gente se ríe).
Sí, sí, que me voy a la luna, claro que sí, tengo mis discípulos.
No tenemos ni un segundo de tranquilidad.
Tenemos que volver a empezar de inmediato.
Ahora no pintamos, no escribimos; ahora André dispone de tiempo.
Hemos ofrecido unos veinticuatro cuadros en seis, siete semanas.
Primero hemos terminado los tres libros de ‘Jeus’.
Hay cinco libros de cosmología que están listos para la nueva Biblia.
Pero, claro, el maestro Alcar dice: “Estamos sin blanca”.
Y el maestro Cesarino dice: “En el otro lado pagamos con billetes de diez millones”.
Esos aquí no hay quien los cambie.
Lo cual no quiere decir que usted tenga que editar los libros.
Saldrán sí o sí, porque esto tiene que seguir poco a poco.
No se puede obtener todo de golpe, ustedes ni siquiera podrían experimentarlo.
Si los matáramos bajo el peso de toda esa sabiduría...
Que saldrán.
Háganme caso: el templo interior, la Universidad de Cristo ya está en la tierra.
Hace poco ya les dije que André se nos puede ir en cualquier momento; si quiere, puede hacerlo enseguida, porque nuestro trabajo realmente está terminado.
El resto que reciban es un plus.
Sí, sí, que me voy a la luna, a Júpiter, Venus, Saturno; vamos como una flecha por el espacio, en solo unos segundos estaré en la madre luna, a donde los expertos quieren ir con sus cohetes.
Nosotros también iremos en esos cohetes.
En un solo segundo estaré en la luna.
Y así es como pasaré a mis adeptos.
Hay diez millones, veinte millones, están esperando allí, me rodean y cierran los ojos, como pueden leer ustedes en ‘El origen del universo’.
Los conecto con tal y cual ley.
Cuando allí el maestro... cuando mi adepto esté hablando allí y me sienta en el espacio y yo diga aquí: “Ya voy, envíenme la palabra a mí”, me haré con el control desde aquí y entonces me conectaré con mis hijos allí y desmenuzaré el estadio embrionario para la paternidad, para la maternidad, para la luz vital en los ojos de ustedes, para sus oídos, su gusto, su color, para todo.
Y entonces...
Todo es conciencia, todo nos pertenece, porque ese espacio entero vive bajo mi corazón.
Eso lo recibirán por los libros, lo recibirán detrás del ataúd, repito: si irradian amor y quieren ser amor.
(Señora en la sala):

—Sí.
(Hay un breve silencio).
—Sí, ahora sí que estoy otra vez, qué bien.
(Gente en la sala):

—Sí.
—Bueno, bueno.