Noche del 13 de febrero de 1951

—Buenas noches, hermanas mías y hermanos míos.
(Gente en la sala):

—Buenas noches, maestro Zelanus.
—¿Quién de ustedes puede empezar de inmediato con la primera pregunta?
(Señor en la sala):

—Sí, maestro.
Ya habló aquí algunas veces sobre las almas gemelas.
He deducido de ello que las almas gemelas son de color idéntico y que en el fondo son dos mitades de un solo conjunto.
Pero resulta que ahora he seguido la doctrina de los rosacruces, al menos del círculo holandés en Haarlem, y ellos enseñan la misma doctrina.
Y resulta que allí se llama la dualidad cósmica.
Y allí aparece que no es necesario ser iguales, pero sí opuestos por completo, de modo que los buenos rasgos de carácter de un miembro de la pareja completen los malos del otro.
Pues bien, he leído la última frase de ‘Las máscaras y los seres humanos’ sobre tres pares de almas gemelas.
Y me estoy refiriendo a Erica y Karel, que tampoco son de la misma calidad.
Bien, mi pregunta es esta: ¿realmente tiene que ser así, o es posible ser opuestos en la vida material y aun así ser espiritualmente unos?
—Puede usted...
Le demostraré que esa doctrina de los rosacruces es equivocada.
Y lo aceptará.
En el espacio no se trata de los rasgos del carácter, sino del grado de vida.
Los rasgos de carácter no significan nada; es lo que ustedes son.
¿Lo entiende?
Eso usted lo aprende.
¿Qué son los rasgos de carácter?
Una partícula, un cinco por ciento de veracidad, de justicia, de amor, de benevolencia —portar, portar, portar, ¿verdad?—, eso es lo que los conduce a la unión espiritual.
Eso sigue siendo carácter, personalidad.
Pero la fuente primigenia, el núcleo divino, es el alma gemela.
En la luna ustedes han...
En la luna ustedes han recibido el alma gemela, la parte de la otra vida.
Con la primera fecundación...
¿Ha comprendido usted ‘Las máscaras y los seres humanos’?
(Señor en la sala):

—Desde luego.
—¿Hizo usted el viaje cósmico?
Están escritos de forma cósmica, ¿lo intuyó?
Karel y Erica son materiales.
Semejantes sintonizaciones existen como almas gemelas, de forma preanimal.
Existe el hombre y la mujer, y a ambos les encanta robar.
Así que tienen sintonización y carácter con el robo.
Entiende, ¿verdad?
Usted se dedica al deporte, el hombre y la mujer corren por la vida; es una sintonización material con la vida, con el carácter.
Pues bien, eso no dice nada de la vida, sobre el núcleo en sí.
En la luna, en la primera vida embrionaria, esa situación está dividida, el ser humano en las aguas, como embrión, como estadio de chispa.
Es hasta allí a donde tiene que regresar usted.
Así que cuando los rosacruces escriben “se junta una parte del carácter” no significa nada, porque eso es una posesión humana.
Es algo que ustedes han asimilado.
Lo han aprendido.
Pero ese no es el núcleo divino; este no tiene nada que aprender, vive en ustedes, es su sintonización divina, su representación divina.
Y esa parte, un cinco por ciento, les dio otra chispa en la luna, en ese primer instante.
Y esa parte algún día regresa a nosotros.
Y entonces esa parte tendrá: carácter, sentimiento para el arte y las ciencias, da igual, pero entonces uno sigue teniendo personalidad.
Entonces tiene...
Y allí, en esa profundidad, en ese subconsciente, a más profundidad todavía, es la fuente que es todo, y allí, pues, vive su parte.
Y a eso se le llama, por tanto, alma gemela, vida gemela.
Usted dio una chispa de su vida, y le fue devuelta.
La dio a esa otra chispa, y esta se la dio a usted, y así es como llegó a haber nueva vida, una nueva chispa.
Y esta se dividió, y por eso —eso lo puede leer en ‘El origen del universo’— apareció esa reencarnación, la muerte, el nacer y la nueva vida.
Y esa vida la encontró y la tuvo usted a su lado, hasta que vivió la tierra como estadio inicial.
Ya en Marte y en los planetas de transición comenzó usted con la desintegración, con el asesinato.
Usted se comió al ser humano allí, eso lo hacíamos.
Así que ya entonces a esas vidas las hemos...
Así que entonces lo que hicimos fue oscurecer nuestra propia armonía; ahora llegamos a los sistemas divinos.
Yo destruí la vida de otra persona.
Deshice esa vida.
Y esa vida aún viviría treinta años, cuarenta.
¿Verdad?
Eso lo tengo que enmendar.
Y ahora, a partir de ese instante ya salgo de mi vida, de mi núcleo, de mi alma.
¿Entiende?
Si esa alma ha permanecido pura para la armonía divina, entonces esa vida me pierde.
Y si a las esferas usted...
Y si desde allí usted quiere vivir en las esferas y sintonizarse con ello, comprenderá que un engaño, una mentira, un gruñido, un bramido, un rugido, una desintegración, será algún día su propia destrucción, pero también para su alma, que vive en alguna parte.
Entiende, ¿verdad?
Porque ustedes están los dos aquí en la tierra —quizá la de usted viva en el mundo de lo inconsciente o en Estados Unidos, entre los pueblos— todos ustedes... no hay ni un solo ser humano en la tierra que ahora esté libre de las leyes del karma.
O realmente, estaría usted conectado con su parte, su vida, su propia sangre, es decir: su alma, su espíritu.
Entiende, ¿verdad?
Así que de la doctrina de los rosacruces no va quedando nada, porque está a mucha mayor profundidad.
Lo que hacen con ella los rosacruces sigue siendo carácter, sigue siendo el ahora, eso es el ahora; es la persona que ha asimilado algo, y eso es el ser humano.
Entiende, ¿verdad?
Karel —Frederik— y Erica, Frederik y Anna, aún más arriba, ¿entiende?
Frederik que dice: “Yo ne me caso”.
No le hacía falta casarse.
Para Dios estaba casado.
Esa era la vida suya, su corazón, su alma.
Así que no le hacía falta casarse.
Solo que no lo dijo en ese trabajo, nosotros no lo escribimos.
Pero eso lo pueden sentir.
Nosotros allí le hacemos pensar a usted.
Para Dios no hace falta que se casen.
¿Entienden?
Frederik ya albergaba el núcleo astral.
Podría haber dicho una sola palabra y entonces les habría servido de algo, podrían haber sabido: ¿a dónde va?
Pero... pero las máscaras lo conducen a usted... —eso para él era una máscara, un sentimiento, un mundo, un espacio— ... lo conducen, a su vez, al grado de vida espiritual.
Y por eso se dilata ‘Las máscaras y los seres humanos’.
¿Lo dedujo de allí?
(Señor en la sala):

—Desde luego.
—Gracias.
Simplemente, léalos diez veces; una y otra vez le volverán a dar conciencia.
Y entonces se pondrá a preguntar... se refiere usted a las máscaras: ¿qué tengo de Karel?
¿Qué tengo de Erica?
¿Qué tengo de toda esa gente?
Porque eso es lo que son ustedes.
He hablado muchas veces de ello, esos libros seguirán vivos dentro de miles de años, millones de años.
¿Cuándo es usted Frederik?
Porque él es el ser humano espiritual.
Y René es la conciencia cósmica, el despertar para el yo espiritual.
¿Vale la pena?
(Señor en la sala):

—La primera parte es tremendamente difícil, me parece.
—Son las máscaras.
No es difícil; siempre que lo lea tranquilamente y que deje hablar el libro.
Pero usted quiere ver detrás de él.
¿Sabe usted por qué es difícil eso?
Porque quiere conocer la máscara, ¿verdad?
Pero no es posible, porque se ha depositado así, como una máscara pura.
Porque si nosotros... si Van Eeden analizara la máscara, usted la podría haber...
Se dice... eso usted lo podría haber... puede usted escribir eso en un solo tomo, pero entonces no habría vivido ese despertar.
Porque tiene que recibir usted la segunda parte, y después la tercera, y entonces se analizan esas máscaras, se las arrancarán.
Dios es una máscara, Cristo es una máscara, el alma gemela de usted es una máscara.
¿Dónde vive esta criatura, esa vida?
Ve?
¿En la profundidad?
Pero eso no lo tienen los rosacruces.
Y no lo han visto, ni lo han vivido, porque siguen siendo perifollos, sigue siendo algo terrenal, sigue siendo algo material.
Pero el núcleo divino vive en la luna, porque la luna es la madre para el espacio.
Con el sol.
Los seres humanos recibimos en la luna nuestra alma, nuestra alma divina, por medio del planeta, cuando esta todavía era astralmente madre.
Porque hemos acogido una parte de su vida, y así es como comenzó la existencia humana.
O sea, no...
Allí vienen otra vez los rosacruces, la teosofía: “Nacimos a partir de Dios”.
“Y ahora vamos a Dios”.
¿Verdad?
Pero tenemos que tener la luna.
¿Entiende cómo se extraviaron Blavatsky y todos los demás?
Directamente a través de las tinieblas.
Y si uno conoce el origen del universo, conoce todas las leyes sin excepción para este espacio, y entonces puede analizarlas para usted mismo.
¿Satisfecho?
(Señor en la sala):

—Gracias.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

—¿Quién de ustedes?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, cerca del Himalaya vive un pueblo que se llaman los Hunza.
Y esa gente no conoce ninguna enfermedad, para nada.
Y todos siempre son felices.
—Hay más pueblos en la tierra, y algunos individuos, que son felices y no tienen enfermedades.
(Señora en la sala):

—Y ellos tampoco conocen la enfermedad.
—Puede.
Los hay.
Existen núcleos de la humanidad que viven allí, allí y allá, y ese núcleo, un grado de la humanidad, aún no está contagiado.
Se ha...
Así que usted va...
Es una familia, un grado.
Ese grado se ha dilatado.
Retrocede usted hasta un solo padre y una sola madre.
Y ese grado se ha puesto a dilatarse.
Ha sido atraído.
Un grado de conciencia se ha sintonizado con una pequeña masa.
Hay más de esos en el mundo, en la tierra.
Eso no es tan extraño.
Los hay.
¿Algo más?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

—¿Quién va?
(Silencio).
Espero.
(Dirigiéndose a alguien en la sala): Dígame.
(Señor en la sala):

—Sí.
Me gustaría preguntar lo siguiente: en ‘Una mirada en el más allá’, el maestro Alcar comenta con André la magia negra.
—Sí.
(Señor en la sala):

—Allí dice el maestro Alcar: el mago se sirve de los espíritus infelices.
—Sí.
(Señor en la sala):

—Y eso pueden ser espíritus infelices, “espíritus negros” los llama el maestro Alcar, bueno, por ejemplo grupos en el Lejano Oriente que siguen teniendo un determinado odio al intruso europeo.
Y esos espíritus infelices siguen estando conectados a ese lugar, todavía no quieren ser apartados de allí.
Pues bien, mi pregunta es: esos espíritus infelices, su ciclo, ¿ha sido completado, pues?
—Hay... hay siete mundos tenebrosos.
Los llamamos infiernos, pero no son infiernos.
Son mundos tenebrosos, inconscientes, en los que se pueden rebajar hasta ser una medusa en la playa.
¿No es suficiente todavía?
Han completado su ciclo.
Es el grado más bajo que está directamente sintonizado con la sintonización animal de la tierra.
¿Está claro?
(Señor en la sala):

—Sí.
—No tiene más que leer ‘El origen del universo’.
(Señor en la sala):

—Sí, así ya tienen que haber alcanzado el grado material más elevado, ¿no?
—Son las personas... el grado más elevado...
—¿Quiere decir el grado corporal?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Sí, claro, de otra forma no puede ser.
(Señor en la sala):

—No, por eso.
Eso es lo que me confundía.
En realidad, no lo comprendía muy bien.
—El ser humano que está libre de la tierra... ese ser humano está libre del asesinato; aunque el ser humano todavía sea animal.
Pero en ese instante, cuando llega el proceso de muerte, el liberarse del organismo, de la tierra, esta se desprende de ustedes, los deja libres.
Nada los retendrá.
Y entonces todavía pueden...
Todavía tienen causa y efecto, porque están en un mundo inconsciente.
Eso son, pues, a eso lo llaman los infiernos.
Pero no son infiernos, son siete grados diferentes para alcanzar la conciencia, la conciencia espiritual.
¿Lo comprenden ahora?
Y eso lo viven ustedes también con los rasgos de carácter.
Si son libres, osea, si ya no tienen... si ya no tienen a nadie aquí en la tierra, si aquí ya no vive nadie con quien tengan que ver...
Es decir, han conocido miles de vidas, centenares de miles: ¿cómo han vivido esas vidas?
Entienden, ¿verdad?
O sea, hasta que cada asesinato esté libre...
Ustedes ya llevan demasiado tiempo aquí, ¿lo saben?
Todos llevan aquí demasiado tiempo.
Mejor no se hagan ilusiones, porque todos todavía están enmendando cosas, de lo contrario ya no estarían aquí.
Y entonces tienen siete grados como mundos para las tinieblas.
Roben, adelante, participen en la desintegración y la violencia —¿entienden?— y tendrán uno de esos mundos como sintonización.
Llegarán a tener una impresión clara en ‘Una mirada en el más allá’, la recibirán en ‘El origen del universo’ —porque entonces el maestro Alcar volverá allí otra vez— y llegarán a verlo de forma espacial.
En la ‘Cosmología’ es aún más comprensible, pero allí, a su vez, los remitimos a esos libros.
Porque todos representan la cosmología.
Y eso empieza con el carácter de ustedes; con su carácter y después con su espíritu.
Y entonces se les explicará la sabiduría y la ley vital con sintonización cósmica, y después la sintonización y la explicación divinas.
La ‘Cosmología’ les da la explicación para cada pensamiento.
¿Está claro?
¿Lo sabe ahora?
Vaya, vaya, vaya, sí...
¿Y ahora?
(Señora en la sala):

—Maestro, ¿me permite preguntarle algo?
En la tercera parte de ‘El origen del universo’ usted ha... allí describe cómo alguien que ha vivido por última vez en la tierra, y que por tanto está para siempre en ese otro mundo, cómo vive allí, y de pronto, o poco a poco, empieza a tener la sensación de que le gustaría volver a la tierra.
Y entonces dice... se dice que es una gracia.
Entonces Bach se hace... Se trata de Bach...
—Todos ustedes pueden...
Se trata de esto...
Su pregunta significa...
(Señora en la sala):

—Pero quiero saber algo sobre Bach.
Porque Bach, en un momento dado, empieza a... él también siente que le gustaría volver, que le gustaría vivir el renacer.
Y entonces se retira a los pies de la cruz y entonces lo que se le da es que hará música para mayor gloria de Cristo.
Pero cuando lo ha hecho regresa al más allá y se lamenta y está triste, porque no ha cumplido se deber debidamente.
—Le habría gustado hacerlo de manera aún más impresionante.
No fue posible.
(Señora en la sala):

—Aunque se le educó para eso.
—Hasta un punto, hasta un punto.
Beethoven y Wagner y Bach y absolutamente todos los grandes se han lamentado y sentían dolor y pena, porque aun así se quedaron por debajo de sus sentimientos y pensamientos espirituales.
Porque su sentimiento... a esa música...
Bach y Wagner eran para Cristo la materialización del espacio en el arte.
Wagner.
Pero Bach, en sentimiento, no era más que el quince por ciento para el roce espiritual para su arte, el quince por ciento.
Y le habría gustado aportar el veinte.
No es posible.
Porque no es posible espiritualizar esa materia, ese sonido, de cara al otro lado y materializarlo en la tierra; porque no lo sentimos ni lo entendemos, ¿verdad?
¿Qué vibraciones, qué sonidos, tiene el universo?
Naturalmente, Bach no pretendió que la gente se lamentara tantísimo ante Cristo por medio de su arte.
Entiende, ¿verdad?
Porque todo el drama de la Pasión según San Mateo es un estado lamentable para Bach, puesto que el ser humano no ve ni siente ni vive en ello otra cosa que la desintegración en ese Gólgota.
Y no es eso.
Ese Cristo... ese Cristo verdaderamente divino lo sintió Bach, ¿entiende?, en el otro lado; pero no pudo materializarlo en la tierra.
Porque todos ustedes han estado en el otro...
Han estado en el espacio.
Comparemos: han conocido miles de vidas.
En este instante usted sigue actuando todavía muchas veces a partir de la vida de Francia, usted.
¿Qué sabe usted misma de eso?
Nada.
Y así es para cada ser humano.
Tiene usted fenómenos... tiene usted un carácter, viene usted a la tierra con una conciencia determinada, pero de la vida ya no sabe nada.
Todos ustedes han sido reencarnados.
Ustedes han conocido miles de vidas... puedo hablar de millones, solo para la tierra.
Una sola vida no dice nada.
En unos grados recibieron un organismo antes que en otros.
En los primeros tiempos era muy rápido, porque nosotros... el ser humano no generó disarmonía.
Entonces vino el nacimiento, entiende, ¿verdad?, por sí mismo.
En tantas semanas, en tantos meses, habían vuelto ustedes a la tierra.
Cuando su grado se mantenía puro en esos tiempos, cuando el grado era puro para el nacimiento, iban ustedes desde la maternidad a la paternidad, y de la paternidad a la maternidad.
Y eso seguía.
Ustedes no hacen más que nacer; lo que aprenden para el mundo, nada de lo que aprenden en el mundo tiene importancia alguna.
Pueden hacer lo que quieran.
Solo el sentimiento para el espacio, para cada grado de vida y ley vital, es divino.
Pueden dedicarse al arte, a todo, a las ciencias, son médicos, eruditos, escritores, lo que sea, a cualquier tarea en la tierra que tenga directamente contacto con la materia, o sea, que no signifique nada para la vida interior...
Y entonces, después de eso, viene: ¿qué hacen para ustedes mismos, para el espacio, para la humanidad, para la naturaleza, para cualquier ley vital?
¿Qué hacen en primer lugar de todos para su paternidad y maternidad?
Y ahora resulta que ningún arte ni ninguna ciencia significa nada, porque en el otro lado ustedes serán sentimiento, un grado de sentimiento, como seres humanos.
Representarán su propia sintonización divina.
Serán divinidades, una parte de esa Omnifuente, de esa Omniluz, de esa Omnivida, de esa Omnipaternidad y de esa Omnimaternidad.
¿Ven?
Así que nada de lo que hagan, nada de lo que aprendan significa nada, porque esto, a su vez, forma parte de la personalidad y de la tierra.
Entienden, ¿verdad?
Un médico que sirve tiene que ver, a su vez, con la vida interior.
Una madre que sirve lo hace para que el ser humano llegue a despertar.
Y eso a ustedes los acompañará.
O sea, todo lo que asimilen para el sentimiento, para el otro lado, para el espíritu, lo seguirán teniendo.
Servir, hacer cosas: esas son sus posesiones, son sus fundamentos.
Para las artes y las ciencias: eso se quedará aquí.
En el otro lado, en la primera esfera —cuando la tengan— serán conscientes de una vez, de golpe, en el mismo instante, tendrán luz.
Y entonces irá por sí solo.
Primero tienen que intentar y probar a llevar a cada ser humano, a cada chispa, desde ese mundo inconsciente al consciente; esa es la lucha para cada ser humano.
Ya no habrá ninguna Biblia.
La vida se simplificará, ¿ven?
Parece difícil, pero se hará sencillo.
Ya no tendrán nada que ver con la Biblia, solo con Cristo y con Dios.
Y ese Dios lo son ustedes mismos, y serán el propio Cristo, como seres humanos.
La Biblia la tienen ustedes en su interior, tienen el espacio, la Omnifuente está en ustedes, lo tienen todo.
¿Cómo viven ahora?
Si se van de forma armoniosa, si se van con amor, entonces irá por sí solo, evolucionarán por sí solos.
Será de forma consciente, se irán elevando, muy sencillamente, más y más, una delicia.
¿Tan difícil es eso?
Pero lo que quiso hacer Bach es algo que aquí no se ha entendido.
Porque no es necesario gemirle a fondo a Cristo, en el Gólgota las cosas no son miserables, porque Él les trajo la vida eterna.
Pero el ser humano se encuentra ante su propio asesinato.
¿Ven?
Y esa sí que es la pena de Bach, esa sí que es su tristeza: que el ser humano esté ante el asesinato, ante Gólgota.
Cristo se sacrificó.
“No”, dice, “¡a Cristo lo asesinaron ustedes!”.
¿Y ahora?
Ahora ya no pueden cantar.
Ahora cantan allí la Pasión según San Mateo y todo se convierte en lamentos.
Es una cuestión desgraciada.
Cristo no es más que tristeza, tristeza y deformación.
¿Para qué?
¿Por qué esa tristeza y esa deformación, mientras Él venía del Omnigrado a la tierra para acoger a la humanidad?
¿Qué hacemos ahora?
¿Verdad?
Eso ustedes también lo harán en breve.
Ustedes ya están en ello.
Todos ustedes van a empezar y entonces tendrán esa felicidad.
¿Entienden?
Yo tengo que despertarlos.
Nosotros estamos en vías de despertarlos.
¿Por qué?
Porque son una parte de mi vida.
Nosotros tenemos millones de vidas.
Si usted, y ustedes, y otros todavía no están en la primera esfera, yo no seré feliz.
Cristo todavía no es feliz, porque en la tierra todavía hay criaturas en las tinieblas.
Pero ¿qué es lo que hace la Biblia?
¿Y qué es lo que hacen las iglesias?
Y así podemos seguir.
¿Qué queda de eso?
Pues no más que esto.
Ese impresionante mundo no significa nada, solo ustedes, sus sentimientos, sus palabras, su “yo”, su amor, su justicia, su benevolencia, el amor, el amor, el amor.
¿Ven?
Y ustedes están construyendo, construyendo, portando.
Den y recibirán; de eso se trata.
¿Que es difícil?
¿No es hermoso ahora?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Más cosas?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿podría contarnos ahora sobre el grial, sobre cuál es su verdadero significado?
—¿El grial?
(Señora en la sala):

—Sí, en la enciclopedia pone...
Y resulta que con ese cuenco quieren...
—La quincuagésima o sexagésima parte de la iglesia católica, o algo más.
Y algo más.
No más.
Nosotros no conocemos griales en el otro lado.
(Señora en la sala):

—O sea, eso no significa nada.
—No, no para aquí.
Un grial, un grial, un grial...
¿Quién se ha inventado esas palabras?
¿Quién ha construido esa secta, esos sentimientos?
Ustedes ya pueden hacer una comparación con lo que les digo.
¿Qué es un grial? ¿Qué es un grial?
Un tipo de secta, de sentimiento, de religión.
De allí una parte de la iglesia católica, el protestantismo, el sufismo, y no tienen más que meter a más sectas, lo agitan bien, sin miedo, y después abran la tapa y entonces miren lo que queda de ello; y eso es el grial.
¿Que es extraño?
(La señora reacciona).
—Gracias.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

—¿Algo más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus...
—Un poco más alto, porque allí quieren que usted...
Hay una “oreja” (un micrófono) en la sala.
Por aquí.
(Señora en la sala):

—Es una gracia, dicen, que cuando se está en esta vida, que ya no se sabe nada de la vida anterior, ¿no?
—No es una gracia.
(Señora en la sala):

—¿No es una gracia?
—¿Por qué?
(Señora en la sala):

—Porque de lo contrario te volverías loca de remordimiento, por todo lo malo que hayas hecho.
—¿Qué más da cuando uno sabe que antes ha cometido veinticinco asesinatos y ahora ya no lo hace más?
(Señora en la sala):

—Pues entonces ya no puedes seguir viviendo, ¿no?, si has...
—Que sí.
Si uno ahora...
Si cometo un asesinato y digo en cinco minutos: “He adquirido el sentimiento y la conciencia: eso no lo volveré a hacer jamás de los jamases”, entonces el asesinato ha desaparecido.
Regreso.
Claro, usted tiene miedo; estamos hablando de asesinar, asesinar, asesinar, asesinar, asesinar.
Y el asesinato le da miedo.
Y es que no lo tiene que hacer.
Tampoco se suicide.
Todo mal.
Frenaría así su futuro, frenaría su progreso, su despertar eterno; se quedará detenida, ¿verdad?, desde el momento en que nos pongamos a ver esto, estas leyes, estas opciones, de forma cósmica.
Porque volverá a tener una nueva vida, volverá a ser madre, o quizá se haga rica, se convertirá en reina o princesa, tendrá todos los medios, toda la materia del mundo, la servirán, la recibirán.
Allí... en el otro (lado) hubo alguien que dijo: “Pues ese asesinato no me parece tan grave.
Porque he recibido cosas muy hermosas después de ese asesinato y va...”.
¿Entiende?
Pues buen, ¿qué profundidad tiene la justicia divina?
Hace poco hablé sobre la justicia divina, sobre la que se pueden dar miles de conferencias, pero entonces ya no lo comprenderá.
Un asesinato es grave.
Pero entonces llegamos a la ley divina: ¿qué de profundo es Dios en Su amor?
¿Puede entenderlo?
¿Sí?
Le dije, ha cometido usted un asesinato, dos, cuatro...
Ahora no; esta noche tiene que dormir usted.
Ahora no; está usted libre de asesinato.
No se asuste.
Pero el asesinato lo ha cometido, yo he cometido uno...
Todos hemos asesinado y hemos sido incendiarios, asesinar, asesinar, asesinar, asesinar.
Hemos comido a personas, los hemos cocinado con mucho gusto.
Y después de... cuando empezamos a tener conciencia, y yo vi allí, y allá, fue en el Antiguo Egipto, entonces vimos que allí, a un vagabundo, alguien que estaba cazando, yo lo había....
Alguien me estaba quitando la caza; disparo, lo asesino.
Y en la siguiente vida fui un príncipe.
A ver, escuche bien ahora.
Tenía riqueza, tenía propiedades.
Cometí un asesinato y esa vida allí la viví como pobreza, miseria, en las montañas, en los bosques.
Esa vida la volví a atraer yo mismo como madre, con sentimiento maternal en mí.
¿Entiende?
Recibí el organismo material; esas vidas las pueden seguir y solo entonces vivirán las leyes.
Entonces...
Lo he visto, hermano mío, discípulos.
Digo: mire, allí fue usted eso, pobre, miserable, en los bosques, en la noche, sin casa, debajo de la tierra.
Ha cometido usted un asesinato.
Ahora avanzamos seis siglos y llegamos a una hermosa vida, a un palacio, y allí volvemos a encontrarnos con esa alma, como príncipe.
Con tremendas propiedades de la tierra.
Y ese es el asesino de aquella vida.
¿Entienden que Dios solo les deja dar a luz?
Primero tenía que volver al organismo masculino.
En el tercer grado: esa fue la primera vida.
Otra vida más después de doscientos años.
Otra vida más trescientos años más tarde.
Y entonces llegó a la maternidad, y solo entonces pudo enmendarse.
Eso estaba... eso se remonta a ochocientos, novecientos años.
En esas otras vidas volvió a ser rico y todo.
Así que Dios —¿entiende?— Dios, pues...
La justicia de una ley.
No se trata de su asesinato, de la propiedad de la tierra, sino de la maternidad.
Recibirá usted riqueza, tendrá propiedades.
Incluso dará las gracias a Dios por el asesinato —que lo sepa— se llega a conocer esas leyes.
Pero no lo hará, porque no violará usted la vida.
Es su propia vida; puede ser su hijo, puede ser su padre.
No matarás.
Esa es la ley que la frena.
Es la que la coloca en las tinieblas.
Pero ¿siente lo profunda que es la justicia divina?
¿Y que esta posesión es humana?
¿Y que entra allí por su propio pie, sin más?
¿Entiende?
Y que Dios no corona ni bendice personas, como a una reina, como a un emperador?
El ser príncipe, noble, no significa nada; va... para el espacio solo somos padres y madres.
Esas son las leyes.
¿No es sencillo?
(A una señora en la sala):

¿Está dormida?
(Señora en la sala):

—No, todavía no había terminado de preguntar.
—Entonces volveremos a empezar.
Continúe.
(Señora en la sala):

—Si resulta que en esta vida hay personas que de pronto ven en un fogonazo lo que hicieron o vieron antes, con tanta claridad que casi es imposible narrarlo, pero que lo sientes de tan palpable que es...
—Que lo sabes por dentro.
(Señora en la sala):

—... que podrías depositarlo, como si dijéramos.
—Sí, y ¿ahora qué?
(Señora en la sala):

—¿Qué significa eso?
—Que habrá vivido un fogonazo de su vida anterior.
Y eso no es tan sencillo de determinar.
Pero ya entenderá que porta usted el sentimiento, la conciencia, de viente, treinta vidas.
Son conscientes.
Ha tenido usted cien mil vidas, forman parte de su sentimiento.
Ahora adquirimos siete profundidades de sentimiento, y la más elevada, la séptima: la conciencia diurna en el subconsciente...
¿Entiende a dónde va eso?
¿Qué es pues la psicología espacial?
De la conciencia diurna de su subconsciente... de allí se nutre usted.
Y vive usted en la conciencia diurna.
Y eso no significa nada.
La conciencia diurna...
Puede usted hornear pan, y puede hacer su trabajo, pero usted vive en su subconsciente.
No aprende nada.
Porque no hace falta que aprenda nada, solo tiene que integrar sentimiento, hacer las cosas de forma cada vez más etérea, espiritual, hermosa, armoniosa; eso sí que es poner el fundamento de su yo espiritual.
¿No es sencillo?
Y si hace eso siempre bien, y si lo acepta, tampoco luchará para otra persona...
No estoy sirviéndole a usted, porque me sirvo a mí mismo.
¿Ha quedado claro?
Harán todo siempre, siempre, para ustedes mismos.
Si pueden captar todo...
Si a usted la odian, empieza a tener pena, dolor, si no devuelve el golpe, será usted la persona espiritualmente consciente que ponga esos fundamentos.
¿Entiende?
Cuando llega usted a las esferas y dice: ¡Me pegaron terriblemente, Nuestro Señor!
La humanidad es golpeada, pero nadie recibe golpes.
¿Entiende?
Existe el “Esas criaturas están terriblemente enfermas”; es posible, pero Dios no tiene nada que ver con eso, no hay una ley espiritual, no hay un espacio, ningún Cristo, todo eso lo son ustedes mismos.
¿No es sencillo?
Y mejor dejen de llorar y de gritar; nadie podrá ayudarlos, porque primero tienen que quitárselo de encima.
Y ahora tienen que vivir esa enfermedad hasta el final o vivirla, pero ustedes tienen que salir.
Tienen que salir de la homosexualidad a la maternidad.
Esa criatura puede gemir y decir: “¿Cómo es posible que Dios me haga de esta manera?”.
Esas criaturas están en el mundo y lloran y gritan y gimen: “¿Cómo es posible?”.
¿Cómo puede ser Dios tan justo?
¿Es justo Dios?
¿Hay un Dios?
No soy un hombre y no soy una madre”.
Y eso es una ley de la naturaleza.
Y ustedes griten, adelante, y lloren...
Porque ustedes tienen que pasar por allí.
Así de cariñoso es Dios.
¿Algo más?
(Señora en la sala):

—Sí, quiero decir esos fogonazos que recibe entonces alguien así.
Dice usted que no ocurre si no va unido a un profundo significado.
Entonces ¿cuál es el significado profundo de un fogonazo?
Y luego de pronto ha pasado y es que sabes que es así.
¿Cuál es el significado profundo?
Es una parte de su sentimiento, que se acerca desde su subconsciente a lo humano de la conciencia diurna.
Y eso, pues, es lo que acogen por su pensamiento personal.
Entienden, ¿verdad?
La personalidad lo que hace aquí es hablar, se nutre del profundo subsuelo, los sentimientos —es el cosmos en ustedes— y de allí salen sentimientos.
Y entonces eso es...
Usted a eso lo llama un fogonazo.
Y esos fogonazos los materializa usted.
O esos fogonazos representan algo, significan algo, y después vuelven a desaparecer.
Es cuando ha vivido usted algo de su subconsciente, y eso es natural, cae por su propio peso, es cuando tiene usted contacto con sus vidas anteriores.
Entiende, ¿verdad?
Y entonces es mejor no reaccionar ante eso, porque es esto: esto.
¿Algo más?
(Señora en la sala):

—Muy amable, muchas gracias.
—De nada.
¿Quién de ustedes?
(Señor en la sala):

—Para volver un momento a su pregunta anterior, a su respuesta...
Decía usted que la Biblia no significa nada en el otro lado.
¿Es que entonces tampoco significa nada el bautismo ni ser miembro de algún círculo eclesiástico?
—Para nada.
Las iglesias no significan nada en el otro lado.
En el otro lado no hay iglesias; solo hay lo que es vida.
¿Es que no lo entienden?
(Señor en la sala):

—Es exactamente como lo intuyo, sí.
—Estupendo.
Pero ¿entiende que todo se vuelve sencillo?
Tampoco es posible rezarlo a fondo.
Aquí el ser humano es temeroso.
He... siempre tengo que hablar con agudeza.
¿Por qué?
Esto es nuevo, es nuevo para la humanidad.
Y esto parece duro, pero no lo es.
Pero ya entenderán que nosotros llegamos hasta la esencia.
Ustedes van a recibir la verdad, por fin.
Pueden pasar por el mundo entero; esto no lo oirán.
En la tierra no hay en este instante ni un ser humano que sondee esa conciencia.
Eso solo sabe hacerlo el otro lado.
Y pueden hacerme ustedes miles de preguntas.
Inténtenlo.
Pónganme a prueba.
(Dirigiéndose a la sala):

—¿Más cosas?
¿Dónde están ustedes?
¿Vienen ustedes aquí solo para escuchar?
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

Dígame, señor.
(Señor en la sala):

—Unas conferencias atrás, un par, quizá tres o cuatro, ya no lo sé muy bien, pero quería volver sobre eso.
Entonces dijo a alguien aquí: “Sigan viviendo sin más y no hagan caso de nada”.
—De la guerra en todo caso no.
(Señor en la sala):

—Eso, y tampoco de... hablaba usted de la política; tampoco dedicarse a eso...
Todo eso está muy bien y esas cosas, pero espero que me permita decirle que a mí me parece que usted lo expresa un poco mal para los seres humanos.
Lo que me hubiera gustado es que destacara más que Dios desea de nosotros el acto.
Y cuando hacemos el acto tenemos que hacer caso, aun así, a la vida social, para aspirar a tener una sociedad mejor en la que podamos vivir como seres humanos.
Pero eso usted no lo dijo.
Entonces dijo usted, sin más, que tenía que llegar a tener la impresión: mejor no haga caso de nada, tú vive tu propia vida tan ricamente, solo tienes que vivir bien.
Pero se trata de... ¿no?, se trata de: si Dios desea el acto de nosotros, tenemos que aspirar a una sociedad mejor, ¿no?
—Bien.
Eso conté.
Y eso no lo ha entendi...
(Señor en la sala):

—... al menos, si no le comprendí bien...
—Eso mismo.
(Señor en la sala):

—Si me permite decírselo, me parece que se ha expresado un poco mal.
Eso me parece peligroso para la gente.
Pues que piensen: bueno, mejor no me dedico a nada, aquí solo vengo a las conferencias.
Y eso no me parece bien, eso de solo venir aquí a las conferencias.
No, tenemos que hacer el trabajo.
Nosotros tenemos que hacer el trabajo.
Y es aspirar a una mejor sociedad.
—Estoy... estamos en ello...
Aquí ha podido seguir unas trescientas conferencias, cuatrocientas, y yo siempre estoy hablando y siempre digo lo mismo.
También entonces.
Hablábamos de la sociedad, el asunto tratado eran los asesinatos, era la política y eran todas esas cosas, y entones dije: mejor no se metan allí.
Quienes se han dedicado a la política siguen en la cárcel.
Dios no tiene nada que ver con la política ni con esa sociedad.
Pues bien, lo que tienen que pensar es: ¿qué puedo hacer yo?
¿Qué tengo que hacer?
No tienen que edificar una sociedad, porque se sumergirán en el engaño, la mentira, la desintegración, los asesinatos, en lo incendiario.
¿Qué quieren alcanzar allí?
¿Qué quieren hacer allí?
Eso quiero decir.
(Señor en la sala):

—No.
¿No es nuestra obligación, ahora que vivimos en la tierra, que aquí... cómo decirlo... lleguemos a tener un reino de Dios?
Para eso tendremos que trabajar, ¿no?
—Entonces se pondrán a hablar con la gente y dirán...
Entonces solo podrán decir: ¿tienen ustedes la Biblia?
La Biblia comienza con falsedades.
Ustedes tienen que quitarle la Biblia a la gente.
Bueno, aquellas cosas, aquellas cosas malas, las falsedades, esas leyes equivocadas.
Y entonces se pondrán a contar a la gente que existe el más allá, y a convencerla de eso.
No hace falta hacer más.
Pues todo lo que tiene materia es malo hasta la podredumbre, construido con sangre, por la animalización; esa es su sociedad.
Y a nuestras... a mis criaturas las mantengo apartadas de allí.
No tienen que meter sus narices en la sociedad; eso es desintegración.
¿Y quiere tenerme a mí en eso, y a la gente?
(Señor en la sala):

—No.
—Pues ya está.
(Señor en la sala):

—Pero en uno de sus libros también citó, ¿no?, que...
—Sí.
(Señor en la sala):

—Que Bellamy es bueno.
—Sí.
¿Y eso qué es?
(Señor en la sala):

—Exacto.
Y eso también es social, ¿no?
—Bien.
(Señor en la sala):

—Y aspirar a eso, trabajar en eso, me parece... entonces hacemos lo que Dios desea de nosotros: pasar al acto.
Así que... por eso quiero decir... nosotros tenemos que ver con esa vida social, ¿no?
—Usted vive en la sociedad.
(Señor en la sala):

—Aspirar a una buena sociedad, ¿no?
—Querido hijo mío, ¿es que no entiende lo que quiero decir?
Si usted me envía a mí, a André, al frente para ser soldado de la Cruz Roja, entonces estará sirviendo, ¿no?
¿Verdad?
¿Es eso servir?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Nosotros eso no lo hacemos.
(Señor en la sala):

—Sí...
(Señor en la sala):

—No lo sacaremos de esas líneas para llevarlo, a su vez, a un médico para curarlo, y volver a echarlo.
No nos dedicamos a esa tortura ni queremos tener que ver nada.
Y lo que ve ahora en esa sociedad...
Esa sociedad no significa nada para el otro lado, aunque... porque... aquí digo... hablo allá: exclusivamente paternidad y maternidad.
Solo tiene que vivir para su ser padre.
Complete esa tarea.
Y hable entonces de cara a las leyes espirituales, divinas.
No hace falta que haga nada más.
(Señor en la sala):

—Pero ¿qué es lo que quería decir entonces con Bellamy?
—Bellamy es bueno, sin duda.
(Señor en la sala):

—Bueno, ¿qué es lo que quiere decir entonces con eso?
—Pero Bellamy es el grado material para la conciencia social.
Es una esencia material.
Nada más.
(Señor en la sala):

—Eso quiero decir.
Entonces nos está permitido trabajar en eso, ¿no?
—Bueno, hágalo.
Pero no se meta en nada que tenga sociedad, porque llegará usted a la mentira y el engaño, se verá ante la injusticia.
Eso no lo puede solucionar, ¿no?
(Señor en la sala):

—No, pero, deme un momento.
Si nos adentramos espiritualmente... si nos adentramos en la vida espiritual, como somos ahora aquí, tenemos que vivirla hasta el final, ¿no?
Y si la vivimos hasta el final, surge por sí sola la necesidad de querer aspirar a una sociedad, ¿no?, en la que vayamos a vivir como seres humanos los unos para los otros, todos juntos.
—¿Y cómo quiere hacer eso en la sociedad?
(Señor en la sala):

—¿Cómo?
De la mejor manera posible.
—Entonces habrá terminado.
Pues nada, empiece.
(Señor en la sala):

—Sí, en eso estoy.
Yo, para mí, aspiro a la igualdad económica.
Así que pienso que estoy en ello.
—Mire, no podemos construir una sociedad.
¿Por qué no?
Porque la conciencia de su pueblo, de su masa, todavía es inconsciente para la materia.
(Señor en la sala):

—Yo quiero intentar hacerla consciente, sí.
—Bien, en eso puede trabajar.
Pero le digo: todo eso no es más que una gran injusticia, al cien por cien, mentira, engaño.
¿Entiende?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Y tendrá que vivir quinientos años si quiere alcanzar un núcleo.
De todas formas, eso no sale de su sociedad.
Luego vendrá del otro lado.
¿Ve?
Puede usted...
Claro que sí.
¿Es que no entiende lo que quiero decir?
¿Es que no entiende que con sus palabras, con sus actuaciones y sus actos quiere vivir el grado espiritual para esta conciencia?
Eso es lo que quiere hacer.
Yo no tengo nada en contra de eso, ¿no?
Eso puede hacer.
Pero les digo: su sociedad es injusta.
Ustedes chocarán.
(Señor en la sala):

—Por eso aspiro a la justicia.
—Puede hacerlo.
Yo no digo a la gente que tenga que ser injusta, ¿no?
(Señor en la sala):

—No.
—Eso está... eso...
Esa fuente, esa fuente vive aquí, está usted en medio de ella.
Y entonces se podrá poner a pensar.
Lo que yo le digo es la esencia espiritual del acto material que usted hace.
Les doy el análisis espiritual para su pensamiento y sentimiento material, para esta sociedad, en la que viven.
¿Ha quedado claro?
Entonces lo tienen todo, ¿no?
Usted dice “sí...”
Dice “no”, a eso me refería.
Pero yo le hago ver el despertar espiritual, la justicia espiritual, la intuición espiritual, el pensamiento espiritual, de cara a Cristo y su deidad en esta sociedad.
Entonces verá quién es injusto, ¿no?
Y cuando pueda solucionar esa injusticia, pues, lo hará, ¿no?
(Señor en la sala):

—Sí, así es.
—Bueno, pues no hay más, ¿no?
(Señor en la sala):

—En eso quiero trabajar, sí.
—Así que me tiene que comprender, y no vuelvo a decir nada diferente, pero esa es la esencia.
En este caos en el que viven no hay ninguna fiesta de la primera esfera; un maestro no se puede poner a jugar a ser alcalde, ni rey ni emperador.
Porque eso no es posible, eso no lo hacemos, porque entonces tenemos que ver con la injusticia.
Nos mantenemos fuera.
Ustedes se mancillarán.
Así que anda usted por la sociedad, pensando y hablando; y esa el la posesión más elevada que tiene.
Representar una tarea como jefe de gobierno aquí, ante ustedes, es algo que ya no podrán hacer si leen esos libros.
¿Ve?
¿Y qué quiere ahora?
(Señor en la sala):

—No, tampoco es esa mi intención.
—No, pero entonces ¿qué quiere?
Porque ¿qué quiere hacer entonces como criatura, como individuo en la calle?
André dice: no puedo hacer nada.
No puedo hacer nada con mis veinticuatro libros, con mis conferencias, con mi arte, con la sabiduría.
Y usted ¿qué quiere?
Yo no puedo hacer nada.
Yo solo les doy el saber.
No es ninguna imaginación mía que le esté dando algo.
Sé lo que les doy.
Y ahora puede usted empezar.
Y así vive usted la sociedad.
Desciende usted desde un pensamiento y sentimiento conscientes a esta masa inconsciente, y dice usted algo.
Y después simplemente sigue.
No participa en esos actos; entonces ya sería una criatura de estos tiempos, una criatura de esa masa.
¿No lo comprende?
Y así podemos seguir.
Pero Bellamy solo quiere poner fundamentos materiales para la felicidad social y nada más.
(Señor en la sala):

—A eso también tenemos que aspirar, ¿no?
Es muy sencillo, ¿no?
(Señor en la sala):

—Si lo divino está en nosotros, también tenemos que predicarlo, ¿no?
—Si de todas formas puede ganar más en este mundo, lo hará, ¿no?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Si no lo hiciera y dice “sí”, si usted...
Pero la ley espiritual podría contarle otras cosas.
Si mañana recibe usted una preciosa tarea, de a quinientos florines por semana, ¿verdad?, por qué no lo iba a hacer, ¿no?
Pero allí tiene que ver usted con engaño; ¿lo seguiría haciendo?
(Señor en la sala):

—Sí, es decir...
—Con que consiga esos quinientos florines.
(Señor en la sala):

—Puedo ganarlos de forma sucia... puedo hacer mis trabajos, bueno, pues entonces me negaría en redondo.
—Entonces está bien.
¿Ve?
Entonces lo que hace es no participar en esa desintegración a costa de sus propias posesiones.
Y ahora no tiene más que ir a mirar a la gente, aquello a lo que la gente se entrega.
¿No sabía usted que al ser humano se le puede comprar por diez florines, por cinco?
Eso Cristo también lo sabía, porque a Él lo vendieron.
¿Está satisfecho ahora?
Todavía no.
(Señor en la sala):

—Sí, de alguna manera, pero...

(Risas).
—Sí, pero sigo sin estar...
... del todo satisfecho.
—Si eso no lo puede sentir...
No hay otra cosa.
¿Entiende?
Los demás lo entenderán.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Lo están comprendiendo?
(Gente en la sala):

—Sí.
—Hable con esta gente.
No puedo detenerme ante esto.
Porque le doy la esencia, la ley.
Y es muy sencillo: va a participar desde su vida en la construcción social.
¿Verdad?
Hay más gente que hace eso, ¿verdad?
Y hay...
(El señor habla al mismo tiempo).
Bueno, espere un poco.
Si yo hablo, usted se calla la boca, y si habla usted, yo me callo.
Hay millones de personas activas, de forma honesta y correcta, para la conciencia social.
En la tierra había millonarios que servían a la masa.
¿Lo ve?
Es posible.
¿Y esto usted no lo comprende?
Entonces ¿qué más quiere saber?
(Señor en la sala):

—No.
¿Saber?
No quiero más que tener esto.
Usted dice que la gente lo comprende.
Entonces espero comprenderlo de la forma en que quiero decirlo, que no tenemos que quedarnos detenidos... (inaudible) llevar su propia vida, no, que es —al contrario— nuestra obligación, trabajar en la construcción de una nueva sociedad, en la que podamos vivir como seres humanos.
—Solo para...
(Señor en la sala):

—Quiero decir, solo que la gente lo tenga que comprender entonces.
—Solo para el bien, criatura.
Estas criaturas no quieren tener que ver nada con ese caos, esa desintegración, esa injusticia podrida.
¿Sigue sin comprenderlo?
(Señor en la sala):

—Sí, eso sí que lo comprendo.
Pero podría seguir abordando este asunto... (inaudible), pero eso me tomaría demasiado tiempo.
—Para nada demasiado tiempo.
Puede comprender esto, sin embargo, en dos segundos.
Se lo digo claramente...
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Ha quedado claro?
(Gente en la sala):

—Sí.
—Es que usted ni lo siente.

Tómese su tiempo para entrar en eso.
O diga: “No comprendo lo que me dice”.
Entonces lo aceptaré.
Entonces...
(Señor en la sala):

—Es posible que usted no me comprenda.
No lo sé.
—Entonces volveré y me prepararé en esas dos semanas para comprenderlo a usted.
¿Entiende?
Pero yo lo comprendo a usted.
(Señor en la sala):

—Pero, oiga, en cualquier caso mis intenciones son buenas.
—Claro.
Claro.
Se ve.
Y eso es cierto.
Pero quiero mantenerlo alejado de esa fuente injusta.
No hace falta que usted...
(El señor quiere decir algo).
A seguir callado.

(Risas).
No hace falta que usted se mancille por esa injusticia, esa desintegración, esas mentiras.
Hay millones de personas, están ahora en la cárcel, tienen que salir; pero esas de allí, a quienes usted sirve, esas son las que tendrán que entrar.
¿Y es a ellos a quienes usted quiere servir?
Todo eso es sentir y pensar socialmente.
Su sociedad entera, su pueblo entero, como esencia, como conciencia, son malos, están podridos; aunque en ‘Los pueblos de la tierra’ escribamos que el pueblo de ustedes tiene la conciencia más elevada, para Europa.
Y eso, a su vez, es cierto.
Pero usted tiene que empezar a aprender a pensar.
(Señor en la sala):

—Exacto, la sociedad es mala y está podrida.
Pero eso, precisamente, lo tenemos que señalar, esas causas, sus razones.
A eso me refiero.
—Eso estoy diciendo.
Digo: se pone a hablar desde su fuente.
Y dice usted a la gente y a la sociedad: así es como tiene que hacerse y no asá.
Más no le hace falta hacer, ¿verdad?
Y eso ya lo dije hace cinco minutos, cuando comenzamos y entonces no lo entendió.
(Señora en la sala):

—Tenemos que trabajar tanto en nosotros mismos, así que ¿cómo podemos mejorar la sociedad?
—No, pero mire...
Les dije al comienzo: las artes y las ciencias se quedarán en la tierra.
Pronto se irán ustedes de la sociedad.
Y esa sociedad no significa nada para el otro lado.
Solo se trata de un poco de felicidad.
Pero esa felicidad también la hay ahora allí.
Entiende, ¿verdad?
Hablaba yo de karma material.
Se trata de la conciencia del futuro.
Yo me refería al karma físico, al karma espiritual.
Es decir: cuando no tengan los sentimientos para jugar a ser banquero, abogado, médico, entonces tendrán que asimilar el estudio.
Pero no llegarán.
No tienen ustedes cabeza, dicen.
No: no tienen la conciencia para esa materia.
Así que comiencen por ustedes mismos.
Y a medida que comiencen por ustedes mismos, la sociedad llegará a concienciarse, junto a ustedes.
Pero no hace falta que lo busquen.
Esa criatura sí que lo quiere, pero nosotros no hacemos eso, dejamos que la vida venga a nosotros.
No vamos en busca del ser humano para convencerlo, el ser humano viene a nosotros.
Nosotros encontramos una aguja en un pajar, en su mar vital.
Y entonces lo encuentra una solo criatura...
Entre los millones de personas en la tierra hay una que grita y pregunta.
Esa criatura me llama a mí.
Esa criatura envía al espacio.
Usted dice rezar.
Rezar; rezar, he dicho, tampoco sirve.
No, no para la muerte, no para esas leyes, no para aquellas leyes.
Pero si usted necesita ayuda, puede rezar, puede pedir.
Y entonces no le hace falta decir: “Padre” y “Padre”...
Pero si en su oración, en el padrenuestro, “y no nos dejes caer en la tentación”, y reza un padrenuestro tras otro, eso no les servirá, porque entonces en su pensamiento ya estarán llegando a la desintegración.
Sus pensamientos no se elevan más que el alma infundida en la oración, el sentimiento.
Pero cuando piensan seriamente y viven luchando, sufriendo pena y dolor, y tienen...
Así que por dentro son libres, y es posible, entonces en ese mismo instante ya hay sentimiento en ustedes.
Esa es la fuente, la Omnifuente.
Les impulsará de inmediato.
No hace falta que tengan ningún maestro que les infunda alma.
Cuando tenemos que ponernos a hablar ese maestro es necesario, es imprescindible.
Porque ahora André no podría haberlo comenzado; somos nosotros quienes tenemos que hacerlo.
Pero si ustedes, como seres humanos, al margen de la mediumnidad, quieren vivir la felicidad, el amor, todo, entonces lo tendrán infaliblemente, o habrá algo en ustedes que se detendrá, y eso es su karma.
Entienden, ¿verdad?
Y así pueden seguir.
Siempre más allá, más profundamente, y más y más.
Y entonces se quedarán libres, se liberarán de la Biblia, del último juicio —Dios no condena— y mies y miles de falsedades, Adán y Eva, y así podemos seguir.
Así no comenzarán en la Biblia, sino que saldrán de ella y vivirán leyes divinas, por las que nació la Biblia, al menos el ser humano.
Y así ya llegarán...
Y así se liberarán en la madre naturaleza.
Tienen que desprenderse de la tierra.
¿Ven?
Pero si quieren servir con sintonización espiritual, no se meterán en estos asuntos tenebrosos en los que viven ustedes.
¿Contemplan ustedes los seres humanos?
Ay, no.
¿Mejor optan por mirar allá?
No.
¿Puedo hacer algo allí?
No.
Porque están ustedes frente al engaño.
¿Qué quieren?
¿Servir?
¿Hablar?
No alcanzan ustedes esos seres humanos.
Tienen que poder poner patas arriba su sociedad, su parlamento, sus universidades, realmente, todos esos fundamentos hay que poder ponerlos patas arriba y entonces pondrán ustedes los suyos.
¿Puede ser?
Así que viven ahora, hablan...
Cuando se encuentran con el ser humano, entonces...
No comprendo que el ser humano todavía se dedique a construir lo material.
Aunque vivan ustedes dentro de la tierra, bajo el suelo, si tienen la conciencia como hombre y mujer, entonces tienen la felicidad más elevada del espacio, de Dios y de todo, junto a la tierra.
Porque no está en la conciencia material.
Si viven bien —¿entienden?— y son puros, si son justos, y esa criatura está enferma y es una enfermedad del karma, ¿qué quieren cambiar entonces?
Si es que hace unos instantes dije...
No piensan ustedes...
Primero atraviesen el asesinato, las enfermedades.
No hay ni un solo ser humano en la tierra que no viva en la causa y el efecto y las leyes del karma.
Si tienen desgracias: su marido no es bueno, su mujer no es feliz, les dan golpes y patadas, entonces viven ustedes en el karma.
Y así es.
¿No tienen... no ganan bastante?
Esa es la psicología material.
¿No ganan bastante?
¿Tienen envidia de aquel hombre de allí, de ese médico o de ese abogado al que le va tan bien?
¿De ese banquero?
Si lo han ganado con verdad, si lo han ganado de verdad, entonces es maravilloso.
Pero ¿ustedes no lo tienen?
Entonces tendrán que asimilar esa conciencia material.
Entienden, ¿verdad?
¿Tienen que...?
Ustedes quieren... para luego...
Los Bellamy dicen esto, lo otro y aquello.
Pero en ‘Los pueblos de la tierra’ pone: luego recibirán el reino de Dios.
Cuando el ser humano... la masa...
Si ya no hace falta ninguna guerra, ningún miedo, su oro puede ser usado para casas, palacios para los seres humanos.
Luego ustedes... el ser humano ya no tendrá que hacer nada dentro de mil años, porque todo lo hará la energía atómica.
Solo tendrán que alimentarse y mirar las leyes y la vida de Dios.
¿Entienden?
Pero eso vendrá por sí solo.
¿Algo más?
Eso es muy profundo, pero muy superficial.
La vida material es muy ingenua.
Su Ámsterdam, y la ciudad, es tremendamente ingenua, infantilmente ingenua, estúpida.
¿Entienden?
La arrojan al espacio, pero se olvidan...
A la gente se le asigna todo de manera material.
De eso digo... porque por eso digo: hablen al ser humano de la vida detrás del ataúd, y habrán vencido miles de ciudades y la conciencia social.
Ustedes trascenderán ese sentimiento y pensamiento social cuando digan: “Detrás del ataúd hay vida, volverán”.
No hace falta que hagan más.
Esa será la edificación material.
Que lo hagan las propias sintonizaciones materiales, la propia gente.
Ustedes aportan mucho más.
Hagan...
¿No es así?
Ustedes aportan el espíritu.
Dejan hablar al ser humano.
¿Ven?
Sean maestros.
Pero no participen en esa bajezas.
De ellas decimos: ¿quieren...? ¿Ustedes quieren...?
Si el ser humano pide: puede usted ir a sacar a ese soldado de aquella trinchera y atenderlo, ¿no?
Tiene usted amor, ¿no?
No, olvídese.
Porque nosotros ya no vamos a empezar con una tarea que la gente pulveriza y destruye bajo nuestras manos, ¿no?
Ya no queremos tener que ver nada con las torturas, ni con el pensamiento injusto, inconsciente.
Y si ustedes se encargan de sacar la esencia justa, armoniosa, en su materia, de lo que hagan, entonces ya vivirán de forma espiritual.
Y eso es pensamiento y sentimiento espiritual, social y material.
Eso está mil veces más alto que el ser humano que se desvive por la sociedad, para ver si puede cambiar algo esa sociedad.
¿Para quién?
¿Para qué?
Cambien su espíritu.
Porque detrás del ataúd ya no tendrán ninguna sociedad.
La vida, pues, será muy sencilla.
Porque: no se metan en esa desintegración.
Pasen por la vida, y canten y rían, sean alegres y felices; aunque estén enfermos, aunque reciban palos, aun así, serán ustedes mismos.
¿No está eso mil veces más arriba?
(Alguien en la sala reacciona).
Gracias.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

—¿Hay algo más?
(Señora en la sala):

—Sí, maestro Zelanus, ¿me permite hacer una pregunta más?
—Puede hacer las preguntas que quiera, porque esta gente no me pregunta nada.
(Señora en la sala):

—Pero en cuanto a usted mismo, ¿le afecta?
—¿A mí?
(Señora en la sala):

—Quiero decir...
Sí.
Usted dice... retomando el asunto del karma, que en la vida no hay nadie con quien nos topemos que no hayamos encontrado en vidas anteriores.
Pues bien, usted nos habla cada dos semanas; ¿es que se ha encontrado con nosotros en todas esas vidas anteriores?
Eso es lo que le quería preguntar.
—Aquí hay gente que...
Aquí hay... aquí viven...
Hay una madre mía, y un hermano y una hermana, que están aquí en esta sala.
Y entonces tenemos que volver... (guarda un instante de silencio)... hace dos mil ochocientos años, están aquí, y me siguen desde hace años.
Y a esa madre no la miro.
Sí que soy cariñoso, y miro.
A André le he prohibido... decir nada, ¿entiende?
En el otro lado mi madre es una ley.
Y si no amo esa ley, tampoco alcanzo a mi madre, y a mi padre tampoco.
Con esas vidas ya no tengo nada que ver.
Ahora, en lo que estoy ahora, eso es lo absoluto.
Pero hay más personas, también de André, también de ustedes...
Le podría decir: criatura, allí está su alma, su vida.
Pero esa vida pertenece ahora a otra persona.
Y resulta que ahora no es un hombre, sino que también es una madre.
Y esa madre regresa para adquirir un momento la conciencia masculina infantil, y después viene el alma, luego, o sea, en equis años, a donde esté usted en las esferas, y tendrá esa vida ante usted.
Sí.
Sí, esas cosas sí que se las podemos contar, pero entonces ya no vivirán.
Cuando sepan todo eso del pasado lo olvidarán ahora mismo.
Y es esto.
Aunque vivan con dolor, aunque tengan pena, aunque reciban palos, esto sí que es lo absoluto.
Porque si no tuvieran que ver con personas, ustedes...
Las personas que aman los han engañado, los han golpeado, pero ustedes sin duda tienen que ver con ellas.
Y solo de allí surge la verdadera fuente, siempre que no peguen ustedes, que no engañen.
Así que eso es seguridad espacial.
Puede que los golpeen, puede que tengan penas, puede que tengan dolor; a nosotros no nos dice nada, porque ustedes viven, están allí.
Y a quienes no entiendan: hablar.
Que no quieran escuchar: callar.
Hasta que el alma se ponga a preguntar.
¿No es sencillo?
¿Y qué más hay de mí aquí?

(Risas en la sala)

(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, cuando los padres no tienen más de dos hijos...
—¿Cuando los padres...?
(Señora en la sala):

—... no tienen más de dos hijos es para mantener el grado.
—Sí.
(Señora en la sala):

—Pero ¿es porque esas criaturas tienen que enmendar cosas ante esos padres, o sí que tienen que enmendar cosas los padres ante los hijos?
—Cuando el padre y la madre tienen dos hijos eso es enmendarse o bien es servir.
Porque también hay padres y madres en el mundo que ya están listos, listos, ¿verdad?
Ahora André está aquí, estaba... vuelvo a su pregunta, estaba en la primera esfera.
Esta vida viene de la primera esfera y se convirtió en Jozef Rulof.
Allí se llamaba Dennis Lefton, antes.
Era en Londres.
Era un astrónomo.
Un astrónomo que se estrelló contra el espacio.
Y Dennis Lefton, y André, y Dectar, conocen ese espacio.
Aunque eso todavía no se lo podamos vender a la ciencia, ustedes sí lo tienen.
Así que ese Dennis Lefton siguió.
Ahora podríamos atraer a esas criaturas...
Para nosotros ya no hay nada que podamos atraer, para él, porque está libre; y ustedes ya tampoco pueden atraer nada.
La criatura que tuvo André solo vivió el nacimiento y la atracción, y regresó.
Lo tuvo que aceptar.
Así que ustedes pueden servir.
Nosotros hemos servido.
Así que hay padres y madres que viven para ellos mismos para regresar, pero también para servir, para que ese grado...
Ustedes son madres, tienen el organismo, así que: o bien pueden ser fecundadas por el creador y además pueden servir, dan la vida a un alma.
Claro, es una vergüenza y es horrible, no están casados o no son esto, pero luego lo más necesario de todo...
En cien años comenzará... en setenta y cinco años, cuando esté listo el aparato de voz directa y hablen los maestros, ¿entienden?, entonces los maestros pondrán los fundamentos para la Universidad de Cristo.
Pero entonces cada madre tendrá que dar a luz.
Casadas o no casadas: ¡a dar a luz!
Porque es la ley más elevada de todas, la ley más divina.
¿Entienden?
Y si viven eso en la sociedad, no son una madre, serían una zorra, y serían negras y oscuras; por no estar casadas.
¿Entienden?
Todo se echará en breve por la borda, solo ustedes permanecerán.
Porque su “sí” seguirá siendo eternamente “sí”.
Y su “no”, “no”.
¿Entienden?
Ustedes tienen que ser fijados, el ser humano, un ser humano tiene que...
La sociedad tienen que fijarlos por medio de su nombre, están casados, pero no para el espacio; viven una ley, una ley del karma.
Tienen que enmendar cosas ante la vida, y servirla, y para ustedes mismos para llegar a despertar.
¿Entienden que la ley espiritual, la justicia espiritual no está al lado, sino encima de la justicia material?
Claro, todo eso es miedo.
Porque el ser humano no es de fiar.
Así que hemos recibido leyes materiales y estas siguen siendo necesarias.
Pero más tarde, la palabra de ustedes será ley.
Y son ustedes madres y padres; ¡a dar a luz ahora!
¿Ven?
Entonces dirán allí: oye, vete a darle a esa madre un bebé.
Y entonces será inmaculado, será la felicidad más elevada.
Y ahora, ¿para su sociedad?
Cuando dicen ustedes: eso es malo y aquello es asqueroso, inmundo, y lo otro es desintegración, entonces para Dios es inmaculado, puro, servir, maternidad.
¿Entienden?
Nosotros no conocemos el ser malo, el estar sucio, ni la desintegración ni que contenga destrucción.
Cuando haya nacido el bebé, y ustedes... y esa criatura...
Una criatura tiene un bebé, una niña que tiene diecisiete años, dieciocho años; para el mundo es una zorra.
Y para Dios es inmaculada y pura.
¿Entiende?
Todo eso tiene que desaparecer.
Y así es su sociedad, todavía es inconsciencia.
Ustedes todavía no viven más que en una obligación material.
No confían en ustedes.
No los creen.
¿Por qué?
Porque millones de personas antes que ustedes dejaron a la madre sola con los niños.
El padre tiene que hacer esto y lo otro.
Son leyes materiales.
Luego las espirituales, después las cósmicas y solo entonces las divinas.
¿Les parece hermoso?
(Dirigiéndose a alguien en la sala).

¿Deseaba algo más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿es que entonces no queda nada de los lazos de amor entre la madre y la criatura, o...?
—Si yo le dijera...
¿No queda nada de la madre y la criatura?
Hay madres que no quieren perder a sus hijos, ¿no?
Pero no hay niños.
¿A dónde vamos ahora?
¿Qué aprenden aquí?
A todas esas madres ustedes las tienen que...
Millones de padres y madres, estos son sus hijos.
Yo soy de ustedes; ustedes son míos.
Yo soy una criatura.
¿Pueden aceptarme como su hijo?
¿Pueden amarme a mí exactamente igual, al cien por cien, como la criatura nacida en ustedes?
Tienen que hacerlo.
(Señora en la sala):

—No puedo.
—¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—No me es posible.
—Bueno, tiene que hacerlo.
Tiene que ser capaz de amar y de alumbrar todo, absolutamente todo.
André lo ama todo.
Tenemos que amar, amar todo lo que vive; en el otro lado ya no existe el niño, ya no existe el ser niño.
Eso lo pueden leer en ‘Una mirada en el más allá’, ¿verdad?
¿Entienden lo tremendamente puro e inmaculado que se hace el amor maternal, humano?
Porque todavía no tiene nada, no tiene amor, ¿verdad?
(Señora en la sala):

—Siento muchísimo cariño por usted, pero ¿cómo voy a compararlo con lo que siento por mi hija, por mi criatura?
—¿Cómo dice?
¿Me ama a mí?

(La gente se ríe con ganas).
Pero a mí no me ama tanto como a su criatura.
(Señora en la sala):

—Es imposible, ¿no?
—Pero tiene que ser.
Vamos a ver, hija mía, tengo que tener más amor de ustedes, porque me merezco más.
Yo tengo más conciencia que su hija.
En el otro lado se tiene amor por la conciencia más elevada.
Cuando su hermano, su hermana, su criatura, estén allí, usted tendrá que dármelo todo, porque su hija todavía no se lo habrá ganado.
Y no tenemos a esa criatura, sino a millones de personas a las que serviremos.
Hay que amar todo.
Así que entra usted en el amor universal; usted no hace más que hablar del amor humano.
Y entonces recibirá el amor espiritual, recibirá el amor cósmico, el amor espacial, y después el Omniamor.
(Dirigiéndose a la señora en la sala):

—¿Me quiere un poco?

(Risas).
(Señora en la sala):

—Muchísimo.
—Somos terrenales, pensamos de forma terrenal, pensamos de forma material, pensamos de forma espiritual, pensamos de forma cósmica, sabemos pensar de manera divina.
¿Por qué?
Porque vivimos en la tierra, tenemos que completar una tarea.
André tuvo que atravesar ese pensamiento.
Para él...
Usted puede...
La gente que lo conoce a él...
Pregúnteselo a ella, a la vienesa.
¿Alguna vez se ha mostrado reacio a dar su amor, a quien fuera?
Por supuesto, el ser humano puede pedir cosas, podrían ustedes pedirme cosas que soy incapaz de hacer.
Allí entramos en los derechos de otro ser humano.
Pero él está abierto.
O usted está detenida.
Tiene que poder estar usted completamente abierta a todo.
Nosotros amamos.
Y ahora se trata de si podemos ayudarla.
¿Anda usted en ese grado, en esa vida, en ese estado?
No, no lo va a tener.
No.
No.
No.
No.
Sí, con eso la puedo ayudar.
¿Ven?
Porque primero tiene que salir usted de esos estados, de esos mundos inconscientes, esas durezas.
Pero aquí ama usted a su hija.
Y eso es sencillo, porque es sangre de su sangre y porque forma una sola conciencia diurna.
Pero no es más grande, más profundo, más profundo que esto.
¿Entiende?
Porque tiene que poder amar la humanidad; y después el espacio, cada animal, cada flor, cada árbol, todo, la vida, la noche, la luz, las nubes, los rayos y los truenos.
Todo ha nacido por usted.
¿Lo sabía?
Y entonces tiene que amarlo, eso lo deja vivir.
Y le habla a usted.
¿Siente esa conciencia?
Y después ese amor; es espacial, es cordial, justo.
Y entonces será portada.
Hasta la vista.
Ya nos veremos en ese espacio.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Hay algo más?
(Señora en la sala):

—Sí, maestro Zelanus.
Hace dos semanas dijo usted que alguien que vive un accidente por su propia imprudencia se suicida.
—Dije: cuando un ser humano es incauto, ¿verdad?, y un ser humano tiene que vivir sus nervios, y no ve dónde anda, eso es, pues, imprudencia, ¿verdad?
Es participar en el suicidio.
O sea, no es un suicidio consciente, sino que es recorrer un camino que no ha sido creado por Dios, sino por ustedes mismos.
Tienen que tener ustedes cuidado en esta sociedad, porque de lo contrario formarán parte de ese suicidio por su negligencia, por su imprudencia.
Y entonces vivirán...
Y se irán al hoyo.
Entienden, ¿verdad?
Meterán su cuerpo en el hoyo, pero de todas formas pasean en una esfera, una de luz.
Pero no estarán allí.
Porque yacen allá.
Y vivirán otros veinte años.
Digamos que llegan al otro lado, ¿verdad?
Si vuelven al mundo de lo inconsciente, se disolverá de inmediato.
Entonces tendrán que volver a nacer.
Así que...
Y esa disolución, ¿qué quiere ofrecer, qué quiere darles a ustedes esa disolución?
Van ustedes...
Los conecto con dos leyes, con la ley consciente en el otro lado, y entonces vivirán que estarán...
Por ejemplo, están en la primera esfera, ¿verdad?
Y están allí, han sufrido un atropello por el tranvía, por un coche, por culpa de una negligencia, por una imprudencia.
Porque no tenía por qué haber pasado.
Entonces ustedes forman... son parte... han llegado a sintonizarse con el suicidio por un pensamiento irreflexivo; de modo que no es un suicidio consciente.
Y entonces llegan al otro lado y andan por allí, andan por esa esfera, la ven, y aun así no ven a nadie.
Porque han llegado demasiado pronto al otro lado.
Pero no están atados a esa podredumbre.
(Señora en la sala):

—Ah, claro.
—Pero ahora, les decía... y les preguntaba, ahora llegan... ahora tienen que regresar al mundo de lo inconsciente; y ¿qué viven ahora de esa podredumbre?
Nada.
Pero ¿por qué no?
¿No lo saben?
¿Han leído todos esos libros?
¿Quién de ustedes lo sabe?
(Señora en la sala):

—Porque no es un suicidio consciente.
—Porque...
No, nada de eso.
Porque no es un suicidio consciente.
No, ahora permanecemos en ese mundo de lo inconsciente.
Viven ustedes... experimentan ustedes una ley que salta hacia adelante, que se asoma.
¿Qué ley es esa?
(Señora en la sala):

—La de volver de nuevo.
La de repetir esa vida.
—Si, la de volver.
Pero eso no es.
¿Lo saben?
¿No lo saben?
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

¿Usted?
Qué poco aprende esta gente.
(La gente habla a la vez).
¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—La de recuperar los años por haber fallecido demasiado pronto.
—No, no, no, no.
¿Ven?
Bien, eso lo pueden sentir, lo pueden vivir.
No es tan sencillo aprender a pensar.
No hace falta asustarse.
Porque no es sencillo, para nada.
Pero lo saben.
(Señor en la sala):

—La causa y el efecto.
—Tampoco.
—Voy a someterles un problema.
No tienen más que preguntárselo a los teósofos y los rosacruces; no lo saben.
Pero es muy sencillo.
Ustedes dirán: ¿cómo?
Se lo diré: porque se quedan dormidos, ¿sabían?
¿No se asustan?
Porque se quedan dormidos.
Se quedan dormidos y entonces ya no saben nada de la podredumbre.
¿No es sencillo?
(Señora en la sala):

—Claro.
(Señora en la sala):

—Claro, ¿cómo iba a ser de otra forma?
—Bien, ustedes tienen que... si ustedes... ahora tienen que...
¿Quieren desarrollarse y aprender a pensar?
Si cruzan un puente, ¿siempre vuelven aquí en la tierra?
Cuando hayan cruzado el puente con un espíritu ya no tendrán que volver jamás a lo mismo.
He dicho... si son conscientes —se lo dije a ella—, si son conscientes, vivirán...
En el otro lado, allí verán gente y no la verán.
La verán, pero será de modo borroso.
¿Por qué?
Porque siguen todavía sintonizados con la tierra.
Sí, no parece nada, no sienten nada, pero aun así estarán en un mundo incierto, inconsciente, porque todavía no han completado la muerte, todavía no han completado la vida.
Todavía no han consumido su aura.
Entienden, ¿verdad?
Así que les falta esa aura.
Tampoco la recibirán cuando ya haya pasado el cuerpo, esa podredumbre, porque entonces su tiempo vital los mantendrá presos en la tierra.
Y cuando llegue el momento de verdad, llegarán a recibir, como si dijéramos... o sea, andarán conscientemente dormidos en el otro lado, y entonces llegarán a recibirla, esa fuerza, y se despertarán, digamos, andando.
Estarán despiertos, pero dormidos.
Para conectar esto con una realidad en la tierra.
¿Dónde encontramos esos estados en los que el ser humano está dormido y aun así despierto?
¿Dónde vive eso?
Vuelven a decir ustedes: ¿cómo?
(Una señora en la sala dice algo inaudible).
¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—Demencia.
—Mire, la demencia, la psicopatía.
Es estar dormido y aun así estar despierto.
Es sensible y vive, es inconsciente.
¿Entiende, comprende, lo justo que es todo, pero a la vez lo sorprendentemente intertesante e imponente?
¿Entiende, comprende, que en la creación todo se puede reducir al ser humano?
(Señora en la sala):

—Así que entonces esa criatura ha nacido.
—¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—Entonces esa criatura vuelve a ser atraída... (inaudible) por ese suicidio.
Me va a... ahora me lleva usted de golpe hasta la criatura que ha nacido.
Pero ¿qué criatura?
(Señora en la sala):

—Sí, es lo que estoy diciendo.
—Bien, mejor recurro un poco a la psicopatía.
Ahora de pronto salta usted a otra ley, pero no tiene que ver con esto.
Solo me he servido de una comparación, he puesto un fundamento para demostrárselo.
El hecho de que ese demente viva la reencarnación cae por su propio peso, es reencarnación.
Y en qué conciencia ocurre es algo a lo que no me refiero ahora.
Así que usted tiene que...
En el otro lado nos quedamos con una sola ley vital... seguimos cien años sobre ella.
Ustedes llegarán a...
Hemos...
Pregunta usted... en el otro lado se hace la pregunta: ¿cómo puedo... cómo debo, pues, nacer en la armonía?
¿Qué tengo que hacer para ello?
¿Y sabe usted a dónde tendremos que ir entonces para responder a esa pregunta de forma cósmica?
Entonces podremos seguir mil años sobre su pregunta.
Y esa pregunta nos conecta con cada ley de vida, cada nuevo nacimiento, la paternidad, la maternidad, un planeta con el otro, hasta volver a la luna, de vuelta.
Sobre eso se puede seguir mil años, una sola pregunta.
Y cada pregunta de ustedes me conecta con el espacio.
Pueden recibir un animal para el mundo animal, para la naturaleza.
Una flor, un árbol, aquí, en el Ámsterdam de ustedes; ¿dónde estaba esa alma hace diez millones de años?
Un árbol.
Pero ahora el ser humano, el animal.
Colóquenme ante un árbol y les diré dónde surgió esa alma y dónde hemos visto en otras ocasiones esa alma, ese espíritu, esa materia.
En esa aura...
Un árbol tiene un aura propia, una flor también.
Y en esa aura... esa aura me conecta con la vejez del ahora.
(Dirigiéndose a la sala):

El ser humano, cuando el origen de la creación, el ser humano ¿tenía entonces un aura consciente?
(Gente en la sala):

—No.
—¿Cómo dice?
(Gente en la sala):

—No.
—¿No tenía un aura consciente?
(Alguien en la sala dice algo).
¿Cómo dice?
(Alguien en la sala dice algo).
Al comienzo, al comienzo de la creación ¿tenía el ser humano un aura más consciente que ahora?
(Gente en la sala):

—Sí.
—¿Por qué?
(Señora en la sala):

—Porque todavía era completamente pura.
—Venía de Dios.
(Señora en la sala):

—Sí, eso.
—Y ahora el aura humana está... estropeada, no podemos decirlo.
No.
El aura humana no tiene una irradiación consciente y todavía no es consciente.
Porque cada verdad y rasgo de carácter que es espiritual irradia un aura consciente.
¿Les ha quedado claro?
(Gente en la sala):

—Sí.
—Así que hagan el bien, amen, sean tiernos, sean verdaderos, y estarán edificando, irradiarán aura que irá directamente a la primera esfera, a la segunda, a la tercera.
Piensen en alguien en un núcleo inmaculado y en amor, que... lo sentirán de inmediato, donde esa inteligencia... donde sea que esté ese núcleo.
Ese es el contacto universal por la verdad.
El domingo les daré la divina verdad.
¿Cómo piensan?
¿Qué quieren alcanzar mediante su pensamiento?
Entonces se asustarán.
¿Son ciertos en su pensamiento, en el sentimiento, en cómo actúan?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):¿Hay algo más?
(El técnico de sonido da una señal).
Nos están avisando.
(A alguien en la sala):

Allá.
Sí, señor.
Sí, amigo mío.
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, quiero preguntarle: ¿hasta qué punto se puede dejar dominar el ser humano?
—¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—¿Hasta dónde se puede dejar dominar el ser humano?
—Le responderé, amigo mío.
Usted no se deje dominar para la verdad, el matrimonio, la armonía, la justicia, por nadie fuera de su casa.
Tampoco en casa.
¿Ha quedado claro eso?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Un ser humano que se cuele por la fuerza en el corazón de su vida, en el de ustedes, en la sociedad...
Hay gente, por ejemplo, que es cariñosa, que es armoniosa, pero que le entren en el corazón.
Y van tan lejos que los separan por completo a palos a usted y a ella, y ella a él.
Eso hace la gente y dice: tenemos que ser armoniosos.
Rompen las posesiones.
Se quitan sin más las posesiones de los seres humanos.
Nunca jamás vayan...
André siempre dice: no voy entrar en usted, porque no quiero tener que ver con usted.
Y ese es el amor más elevado que recibirán.
Él nunca entrará en las posesiones de ustedes.
Porque ustedes no son capaces de eso, ¿verdad?
Así que el ser que se sintoniza materialmente, espiritualmente, con las posesiones del ser humano, para construir y crear allí armonía, eso es algo diabólico.
Tienen que desterrarlo de inmediato.
Hay gente, he conocido seguidores —esas vidas las he visto— que creían dar y aportar armonía por quitar en alguna parte la mujer y dejar solo al hombre; y a eso lo llaman felicidad.
¿Es eso servir?
¿Fraternidad?
¿Paternidad?
¿Es el vínculo entre hermanas?
¿Qué clase de dominio es ese?
En la sociedad, en la sociedad de ustedes, estos son los mayores problemas que existen.
Pero un ser humano que lee los libros y que acepta el otro lado seguirá estando al margen de la posesión de los demás.
¿Es honesto eso?
(Señor en la sala):

—Si, a mí me parece que sí.
—Y ese ser humano desintegra, es oscuridad, es oscuridad, si el ser humano se mete en otras vidas y las arroja en todas direcciones; para servir a una vida y deformar a la otra.
¿Ha quedado claro eso?
A partir de ahora nadie de ustedes, y para quien sea, nadie se dejará dominar, de lo contrario verán: esto es cosa del diablo, de la desintegración.
¿Comprenden?
No hace falta que se dejen dominar si es para lo malo; pueden dejarse dominar para lo bueno.
Les digo esto: eso es dominio.
Los conecto con esas leyes.
Mi amigo de allí dice: sí, pero ustedes han dicho aquello, y eso el ser human no lo cree, así no lo puede comprender.
Digo: la ley espiritual es la más segura.
El ser humano, pues, para la sociedad, que se cuela allí por la fuerza, en las posesiones, en la posesión, de los demás, tiene sintonización y la tendrá —por muy buenos y cariñosos que sean ustedes—, tendrá sintonización con la tierra de odio; porque se trata del placer propio, de la posesión propia.
¿Ha quedado claro esto?
Y quien viva en eso se niega a aceptarlo.
Sí que es curioso que a mí, precisamente de la sociedad, el ser humano...
Por ejemplo...
Seguramente, ustedes no se atreverán a eso, los problemas no existen.
Pero el matrimonio es la posesión más poderosa para la tierra.
Pero el estar solo es aún más grande: solo que entonces no vivirán leyes.
Que puedan hablar y que puedan servirse, y que puedan terminar juntos una sola vida, eso es concienciación.
Entienden, ¿verdad?
Y si están casados y si hay hijos, entonces completan juntos esa vida.
Y entonces allí no se tiene que meter nadie, porque esta es la vida de ustedes, y de nadie más.
Una personalidad espiritual puede dominar con bondad, con verdad, con justicia, pero nunca jamás para construir una vida y destruir a la otra.
A eso lo llamamos cosas del diablo.
¿Ha quedado claro?
Hablo a ustedes y hablo a la sociedad.
Pero comprenderán: la armonía es amar lo que vive.
Pero nada de poner un dedo encima de lo ajeno.
Pueden servir...
Si yo a ustedes...
Si André...
André da y da y da y da, pero no quiere tener que ver nada con ustedes.
¿Ni con su bondad ni con su amor?
Claro que sí.
Nosotros lo valoramos, nos metemos, pero los dejamos pensar, sentir y vivir en su propio grado.
Entienden, ¿verdad?
Así que nosotros intentamos hacer que ustedes despierten, pero son ustedes mismos quienes tienen que hacerlo.
Pero no nos metemos: ¿tienen que hacerlo así?
¿Tienen que hacerlo así?
¿Qué piensan de eso?
Eso es algo de ustedes mismos.
¿Han oído alguna vez que yo haya impuesto a las vidas de ustedes un impulso, un pensamiento, y que les obligara a hacer esto y lo otro?
Eso es algo que tienen que intentar y querer ustedes mismos.
Porque entonces se convertirá en posesión de ustedes.
¿Tenían algo más?
(Alguien dice algo).
Estupendo.
Hermanas mías y hermanos míos: me voy.
Hasta la próxima.
Gracias por las flores, también para André.
La noche ha pasado con rapidez.