Noche del martes 27 de febrero de 1951

—Buenas noches, hermanas mías y hermanos míos.
(Gente en la sala):

—Buenas noches, maestro Zelanus.
—¿Quién de ustedes tiene la primera pregunta?
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, quisiera preguntarle: en este momento, ¿verdad?, mientras hay gente que hace la transición, o espíritus, seres, del segundo grado al tercero, van a parar a la selva, ¿verdad?, o sea, en... dentro de un cuerpo adulto en realidad, mientras que al comienzo, ¿verdad?, cuando la tierra todavía era un poco de masa e hicieron la transición los primeros espíritus, entonces llegaron en estado embrionario o algo así, ¿no?
—Eso todavía existe.
¿Qué quiere saber en realidad?
(Señor en la sala):

—Bueno, ¿no es esa una diferencia considerable?
—No hay diferencia en la creación.
(Señor en la sala):

—No, pero ¿el tiempo?
—Tampoco.
La creación no tiene que ver con el tiempo.
(Señor en la sala):

—Esos seres que al comienzo del origen de la tierra... ¿verdad?, han tenido que vivir toda esa fase de desarrollo, ¿no?, de algún...
—Embrión.
(Señor en la sala):

—Sí...
—¿Y no continuaron?
(Señor en la sala):

—Sí, poco a poco más allá, ¿verdad?, hasta que se alcanzara el cuerpo perfecto.
—¿No es eso lo mismo?
(Señor en la sala):

—Pero entonces eso tomó mucho más tiempo que ahora, ¿no?
—Tiene que verlo así: usted nació en la luna y ahora está en la tierra.
¿Es diferente?
¿Siente que haya diferencia?
Usted ha completado ese ciclo, ese ciclo universal.
¿Siente diferencia en eso?
O sea, el ser humano, desde la luna, regresa al Omnigrado.
Y usted está haciéndolo.
No hay más.
Y entonces va recibiendo cuerpo tras cuerpo, grado tras grado, era tras era.
Durante siglos, hace miles de siglos la tierra no era, naturalmente, como es ahora.
Como es ahora, su sociedad...
Piensa usted en sí mismo hace tiempo.
Esa sociedad no significa nada, como les dije una vez.
Es decir: todo se queda atrás.
Solo la vida significa algo, su espíritu, su personalidad.
Y por eso tiene sintonización divina, toda la vida.
¿Y qué quiere saber ahora?
¿No es eso todo?
(Señor en la sala):

—Sí, en eso estoy de acuerdo con usted, pero... quiero decir, eso duró mucho más al comienzo de todo, ¿no?
La gente, ¿verdad?, que ahora hace la transición del segundo al tercer grado, ya reciben un cuerpo perfecto, mientras que al comienzo, ¿verdad?, esa única celulita, ¿verdad?, tuvo que desarrollarse primero paulatinamente...
—Usted lo que quiere decir...
(Señor en la sala):

—Y tuvo que vivir todos esos estadios en el transcurso de no sé cuántos millones de años.
—Usted fue embrionario en la vida embrionaria.
Y ahora es usted ser humano.
Y eso es una diferencia.
Pero la vida vive todos esos estadios.
Ese tiempo, el tiempo en el que vive usted, ahora, no lo tiene que comparar con el estadio de la selva.
Usted está en la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) y el habitante de la selva aún tiene que ir a la raza blanca.
Evolución, evolucionar.
O sea, nuevos cuerpos para acoger el ciclo de la tierra, los grados y las leyes vitales para la tierra, nada más.
Y por eso llega a recibir el universo en usted, por un cuerpo tras otro.
Pero diferencia y tiempo no hay.
Esa gente ha vivido la era prehistórica, el ser humano prehistórico ya vive ahora en el Omnigrado.
Pero entonces tiene que volver todavía millones de eras.
Entiende, ¿verdad?
Esos primeros seres humanos vivían en la selva de antes —entonces no había ciudades— y ahora viven en la séptima esfera, el cuarto, el quinto, el sexto y el séptimo grado cósmico.
El Omnigrado está habitado, está habitado conscientemente.
Allí está Cristo como el mentor más elevado.
Volvió a la tierra.
La tierra empezó a tener una fe, eso lo puede leer en ‘Los pueblos de la tierra’, puede leerlo en ‘El origen del universo’.
Y entonces pueden ver la imagen de ustedes mismos.
Ustedes ya han vencido ese espacio; ahora todavía la tierra, y continuarán de forma astral y espiritual en la vida detrás del ataúd.
No hay diferencia.
Pero ahora, otra cosa.
En esto en el fondo sentirá una injusticia.
¿Dónde está mi amigo?
(A la gente que sigue entrando):

Siéntanse aquí, por favor.
No hay diferencia.
El ser humano vive en el estadio embrionario, atraviesa las selvas, las eras, los espacios y vence el universo.
Entiende, ¿verdad?
Su más allá está listo.
¿Es así?
Ya les gustaría.
Les pregunto: su más allá está listo, los cielos están listos; es así, ¿no?
¿Pero está listo el de usted?
¿Entienden?
Así que los cielos, los cuerpos, los espacios se los tiene que ganar el propio ser humano, nos los tenemos que ganar nosotros mismos.
Y eso solo lo pueden hacer mediante el amor, en armonía con las creaciones.
¿Es así?
¿Ha terminado?
(Señor en la sala):

—Espero que sí.
—¿Va entonces a preguntar más cosas?
Mejor piense un poco más.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

Allí.
¿Quién me preguntaba?
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, pasa muchas veces que cuando la gente llega a una edad avanzada que se hacen seniles.
Bueno, quería preguntarle: la senilidad tiene que ver algo con el grado de conciencia y...
—Desde luego.
Usted ve allí la psicopatía de los mayores, de los adultos.
Entiende, ¿verdad?
La vida ya no tiene entonces un núcleo, ya no crece.
Y esto, posiblemente, es...
De esto no he hablado nunca todavía y me darán la razón de inmediato.
Entonces el ser humano desciende... entonces ya no tiene ningún asidero, la personalidad desciende y regresa hasta el grado de sentimiento que en el fondo es el ser humano.
Y más...
El espíritu, la personalidad sigue viviendo en ese punto, en ese estadio.
Y a eso lo llama usted senilidad.
Nosotros lo llamamos para la creación: el volver a descender hacia la verdadera posesión.
Porque el ser humano en la sociedad es mucho, hace mucho, aprende mucho; pero para el espacio el ser humano ¡solo es sentimiento!
Y entonces está usted ante la fuerza y la conciencia de la personalidad.
¿Ha quedado claro?
(Señor en la sala):

—Sí, maestro Zelanus.
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

¿Usted qué deseaba?
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, hace unas seis semanas trató para nosotros el libro ‘Las máscaras y los seres humanos’.
Se detuvo en especial en la figura, en ese Frederik.
—Sí.
(Señor en la sala):

—Ese libro lo he leído entretanto, diría que con mucho interés y hasta cierto punto también con gran satisfacción, al menos los primeros dos tomos del libro.
De la última parte probablemente me esperaba demasiado y me ha decepcionado un poco.
—Y el tercero, precisamente, le ofrece el clímax.
(Señor en la sala):

—Sí.
—¿Deseaba algo más?
Cuando René dice... y analiza las leyes cósmicamente, ¿deseaba más de eso?
(Señor en la sala):

—Quería hacerle dos preguntas, maestro Zelanus, si me permite, sobre la figura de Hans.
Hans, que es médico, que vive que René despierta, que este empieza a hacer sus sesiones, que va a explicar las leyes, las leyes ocultas, a la ciencia, a la religión, ¿verdad?
—Sí.

(Señor en la sala):

—Y Hans, del que oímos que en el pasado fue un sumo sacerdote, un iniciado, no quiere aceptar estas cosas.
En el pasado lo que era fue una persona consciente.
¿Por qué no se acuerda de estas cosas y se blinda ante lo que cuenta René?
Es una de las preguntas.
Con la que me permito conectar: el final de esta historia es que Hans se suicida, lo que me parece horrible para una persona iniciada, diría que aún más horrible que para una persona normal.
También se comunica: todavía se queda atado a su cuerpo material durante cuatro años, porque entonces ha concluido su tiempo, todavía tuvo que cumplirlo, aquí en la materia.
Pero no es necesario que vuelva, a pesar del hecho de que odiara a René, tanto que hasta lo asesinaría, tal como nos comunica Frederik, a pesar del hecho de que pegaba a Elsje; o sea, en su vida material, en la última vida material, albergó mucha rabia.
Para mí son dos preguntas que me cuesta responder.
No lo entiendo.
Para mí son contradicciones.
—¿Por qué no lo comprende?
Tiene que ver a ese Hans tal como es esa personalidad.
Y esos son los hechos.
Y ahora quiere añadir usted aún más cosas, ver aún más, vivir aún más.
Y eso no es posible, porque ese ser humano está representado de esa manera.
Y si ese ser humano...
Dice usted: una persona iniciada...
Hace usted...
En esta sociedad de aquí viven millones de personas que en Egipto (tenían) un grado, y un templo...
Usted tiene miles de vidas a sus espaldas.
¿Qué sabe usted, por ejemplo, de la India colonial?
¿Qué sabe usted de eso?
(Señor en la sala):

—Tampoco nada.
—Pero usted estuvo allí.
¿Ve?
Y cada ser humano que tiene el sentimiento —eso lo puede aceptar tranquilamente— ha probado alguna vez la mística; y ese es el sentimiento de usted, es su sentimiento y pensamiento sensitivo.
¿Y qué sabe usted de eso?
¿Qué sabe usted de su pasado, de sus vidas anteriores?
Y así todavía no es una posesión.
Entiende, ¿verdad?
Ahora puede hablar de “y Dios es amor” y de “Dios es justo” y puede...
¿No existe esa gente en la sociedad que lo son todo y por dentro, nada?
Eso Hans todavía se lo tenía que ganar, y así sería.
Entiende, ¿verdad?
Estaba...
Allí está la prueba.
Yo me suicidé en ‘El ciclo del alma’.
Y Hans tuvo allí la suerte, digamos, es suerte —es un tiempo, es una ley— que viviría cuatro meses o equis años, de lo contrario tendría que haber aceptado toda esa podredumbre.
Entiende, ¿verdad?
O sea...
Y después: libre.
Así que su final fue su última vida en la tierra.
Y después libre, al mundo astral, con su rabia, sus pequeños odios y todos los rasgos de carácter que tiene.
Entiende, ¿verdad?
Y allí es donde puede empezar ahora.
Recibe ayuda, porque sabe.
Ustedes saben.
Todos ustedes son alcanzables luego.
Y de golpe tiene usted esa felicidad en su interior.
El ser humano que no está abierto, que acepta la iglesia católica, el protestantismo, que no puede soltar, que tiene su odio, a ese no lo puede alcanzar usted.
Entonces nos quedamos sin poder hacer nada.
Hay que ser libres.
Pero la figura: esa sí que la tendría que haber visto, y es Frederik; ese es el ser humano, el ser humano espiritual.
Y ahora tiene que mirar usted qué rasgos de carácter no tiene usted de toda esa gente.
Pero conviértanse en Frederik.
Entiende, ¿verdad?
Conviértanse en Anna.
En esa alma, en esa madre que acepta, y que no dice nada y que escucha, y que acoge.
El ser humano, en general, habla demasiado.
El ser humano no piensa.
Anna piensa.
Así que aquí han analizado al ser humano de forma cósmica, por la podredumbre, la desintegración, el horror, la oscuridad, por la ciencia, por la demencia, por el amor y la felicidad, por su sociedad; esas son las máscaras y los seres humanos.
¿Y deseaba usted más de eso?
Ya fueron escritos de manera cósmica.
La tercera parte explica las máscaras, Dios, Cristo.
¿Qué ha extraído usted de esos libros?
Hace poco pregunté: ¿ya son ustedes repartidores divinos de cartas?
¿Ya son carteros?
¿Ha comprendido usted esos pequeños sellos de Frederik?
¿Los ha comprendido?
¿Cuándo vio usted un sello de diez florines y uno de cien con la efigie de Dios?
Entonces tendría que ver usted con el amor.
Entiende, ¿verdad?
Cada noche vendo sellos de Nuestro Señor.
¿Necesita usted uno de diez florines?
¿Más cosas?
(Señor en la sala):

—De momento gracias.
(Dirigiéndose a la sala):

—¿Quién de ustedes?
Los infiernos, los cielos, la demencia, la psicopatía, la ciencia, la muerte... en ‘Las máscaras y los seres humanos’ los pueden...
Y aportan lirios del valle y margaritas.
¿Qué más quieren?
Las novelas más poderosas que jamás recibirá el tiempo, la humanidad.
Más tarde ya se esparcirá por el mundo.
Y entonces pueden escribir, escribir, escribir y analizar.
Pueden ustedes... con esos tres libros pueden escribir treinta.
¿Lo sabían?
Gracias.
Deberían leerlos otra vez y extraer eso.
Porque cuando por fin lleguen detrás del ataúd, con Frederik, y ven eso, puede que se pregunten: ¿es que de verdad he echado por la borda y vencido aquellos y esos otros rasgos de carácter?
Y entonces recibirán las poderosas sandalias.
¿Verdad?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿sabe usted si el Omnigrado está habitado por mucha gente, o si vive allí?
—¿En el Omnigrado?
¿Cuánta gente hay?
(Señora en la sala):

—Sí, no exactamente, pero quiero decir: ¿ya son muchos?
—Sí, veinticuatro.

(Risas).
En el Omnigrado, en el Omnigrado y en los espacios viven...
Pues bien, podemos seguir hablando un millón de años sobre millones de personas.
Empezamos ahora y entonces seguimos hablando un millón de años.
Y entonces tenemos...
Entonces tenemos que hablar un solo segundo más sobre los millones y entonces habremos llegado al instante: esa será la cantidad de gente que hay.
Se puede calcular.
Se puede ver.
Cada chispa de este universo, todos los átomos, son billones y billones y billones de átomos que forman parte de este firmamento en el que viven ustedes, que parece infinito: son todos personas.
Entienden, ¿verdad?
Pueden ver: a partir de cada ser humano surgió un átomo, una nueva creación.
Y todo lo que ven es la representación de la personalidad humana.
Y entonces podrán ver un grado, una serie de árboles, una serie de flores, podrán contemplar su naturaleza, el mundo animal, en la tierra, en las aguas, todo eso procede del ser humano.
Y ahora el propio ser humano.
Y de cada grado solo hay un ser humano.
Si llegaran ustedes a las aguas y empezaran a vivir la cosmología de la madre agua...
Es decir: el agua es maternidad, nada más.
Pues bien, ¿qué es la tierra de ustedes si están encima de la materia, y viven y sienten?
¿Qué es la tierra, pues?
(Un señor en la sala dice algo).
¿Cómo dice?
¿Qué es, pues, en realidad la madre tierra?
¿Qué es en realidad?
Ustedes... nosotros hablamos siempre de la madre tierra, porque tiene alumbramiento.
¿Y qué es pues como madre planeta para el espacio, para Dios, para su tarea?
¿Qué es entonces?
(Señora en la sala):

—Creadora.
—Entonces es creadora.
Entienden, ¿verdad?
Todo lo que ven ha sido creado, es creación visible.
Y todo eso es... todo lo que ven es masculino; aunque piensen ustedes que es femenino.
Es una fuerza creadora, el impulso para la maternidad.
Entienden, ¿verdad?
Siempre hablamos desde el espacio hacia la tierra.
Eso siempre lo pueden sentir.
Nosotros no hablamos, nosotros no vamos desde la tierra al espíritu, sino de este a la materia.
¿Lo comprenden?
Pero en el Omnigrado...
Cierto, podrían preguntarse: esos millones de personas ¿no se van estorbando?
¿Y qué se dedican a hacer?
¿Qué hacen?
¿Qué hacen ustedes si...?
La primera esfera todavía no pinta nada, la segunda tampoco todavía, ni la tercera; solo en la cuarta empezarán a sentir y a pensar de forma cósmica.
En la cuarta esfera.
Pero ¿qué son ustedes ahora?
¿Qué es eso?
¿Cómo serán ustedes como seres humanos astrales, espirituales?
¿Cómo es su sentimiento, su saber, su pensamiento, su amor, su armonía?
¿Qué son ustedes ahora?
¿Por qué no es posible sustraer, quitar, a ni una sola persona de esos millones de estadios?
¿Por qué no es posible?
Si un solo ser humano no llegara al más allá, tarde o temprano este universo entero se desplomaría; de lo contrario este universo ya no tendría progreso.
¿Lo aceptan?
Para una sola chispa que no regresa al Omnigrado; entonces ese grado de vida se detiene.
Esa es la creación.
Eso es Dios.
Son viento, son lluvia, son luz, son noche, son empuje, son alumbramiento, son creación.
Somos uno con todo.
Si no estoy yo, si no estamos allí, no vivirán mis flores, entonces se extinguirá mi esfera.
Estas criaturas (las flores en la sala) son materiales.
Entienden, ¿verdad?
Cuando salgo de mi espacio...
Una imagen.
Aquí está mi vivienda.
Puede ser un templo de increíble belleza, con el arte, con mi pensamiento; pueden ver mi sabiduría en las paredes.
De cierta manera, recibieron una imagen en ‘Una mirada en el más allá’, parte 2, donde André accede a su casa, una casa espiritual y humana, una vivienda espiritual, junto al maestro Alcar.
Y entonces se encuentran ustedes en el ventrículo, en la cámara de la personalidad, eso es el amor.
Y si entran en eso, se perderán respecto a la tierra y ese mundo.
Pero cuando parto, me voy, elevo mi vivienda dentro de mí, y verán cómo se va difuminando ese gran castillo poderoso, espacial.
Nosotros tenemos esa posesión.
Y entonces me voy.
Puedo dejarlo allá, porque yo mismo estoy allí.
Eso se cierra de inmediato.
Colocamos de inmediato un aura a nuestro alrededor para blindarnos.
Todos los insectos lo hacen.
El ser humano también lo hace, es la posesión del ser humano.
Nosotros tenemos...
Ya ni siquiera podremos analizar la primera esfera, ni la segunda ni la tercera ni la cuarta ni la quinta ni la sexta ni la séptima, porque ustedes ya no lo comprenderían: así de poderosa, humana, espiritual es una esfera; la primera, al segunda, la tercera.
Allí ustedes cargarán, allí servirán, allí representarán ese espacio, como luz, como seres humanos, como amor, como justicia, armonía, como todo, como sabiduría, como arte y ciencias.
Ya no hay nada, cuando hayan alcanzado ustedes la cuarta esfera, ya no hay nada que no conozcan, todos les pertenece y vive en ustedes.
Entienden, ¿verdad?
Si pienso ahora y hacen ustedes una pregunta sobre la luna, sobre Marte, sobre tal y cual planeta, y entro, entonces ese planeta tiene que hablar de inmediato.
Entienden, ¿verdad?
Y entonces llegamos a la unión, nos disolvemos.
Me voy, y esa vida entra en mí, me atraviesa; hasta que digo: “Vuelve.
Vete y descansa”.
Así llegamos a la unión.
Así que ustedes tienen que vivir las cosas, aceptarlas y aprender a pensar, a hacerse con el ser uno con la vida de Dios, con todo lo que vive a su alrededor.
(Dirigiéndose a la sala):

¿Algo más?
Allá.
Allí.
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿está justificado cósmicamente que un ser humano dé su vida por alguien que ha sido condenado a muerte?
—¿Está justificado cósmicamente que...?
¿Qué más?
(Señor en la sala):

—Que otro ser humano dé su vida por un condenado a muerte.
—Que un ser humano...
Por ejemplo, a mí me condenan a muerte y usted da...
(Señor en la sala):

—Y yo digo: quiero ocupar el lugar de usted.
—Eso es suicidio.
Es duro y suena duro, pero es suicidio, completamente.
Porque quiere entregar su vida por algo.
Y usted piensa que eso es bueno, pero no tiene nada que ver con bondad cósmica, porque morir y recibir la vida son leyes.
Y entonces usted a esa ley no la puede...
Entiende, ¿verdad?
Aunque se pueda entregar, no puede entregar esa ley vital, como vida, como ser humano, como personalidad.
No, no puede usted...
Mire, a usted no lo podemos ayudar.
Puedo hablar, puedo darle libros y podemos añadir otros doscientos, puede usted leer y todo eso le puede parecer muy bonito, todo eso se lo puedo explicar; si no empieza con eso, se quedará detenido.
Así que al ser humano lo puedo...
En el otro lado es mucho más difícil ayudar al ser humano que aquí.
Aquí lo puede hacer todavía con palabras, y, bueno, se vuelve a ir.
Tiene usted luz, tiene su ciudad, tiene su sociedad, tiene sus cuidados; y allí no tendrá nada.
Entonces estará inmerso en el frío.
Si es frío por dentro, si odia, si tiene rasgos que desintegran, estará en esa desintegración.
Y entonces no podremos ayudarlo, ni otra persona.
Así que es usted mismo quien tiene que empezar con ello.
Y eso es trabajar, trabajar, con el ser humano, para darle felicidad al ser humano, armonía, amor.
Y entonces usted mismo despertará.
No tiene más que leer ‘El ciclo del alma’.
Y eso, por cierto, lo ha hecho.
¿Tenía algo más?
(Señor en la sala):

—No.
—Así que es... en realidad es la aceptación del suicidio, por muy buenos que sean sus pensamientos.
Porque de todas formas no podrá resolver el dolor y la desintegración del ser humano, eso el ser humano lo tiene que...
Esos fundamentos quebrados tienen que ser reparados por la personalidad.
Entiende, ¿verdad?
Así que le puedo...
Y eso Dios tampoco lo puede hacer, ni Cristo.
Cristo no se lo puede dar, ni Dios se lo puede dar.
Eso lo tiene que volver a enmendar el ser humano.
Entiende, ¿verdad?
Porque esto es un acto divino y sigue siendo poderoso.
El ser humano, por ejemplo, que lucha y libra guerras, que piensa que se protege a sí mismo y que protege a otros, eso es exactamente lo mismo: es asesinar.
Entiende, ¿verdad?
Porque Dios no tiene que ver con ningún pueblo, Dios solo tiene que ver con la vida.
¿Ha quedado claro?
(Señor en la sala):

—Sí, maestro Zelanus.
—Adelante.
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ¿podría beber algo?
—Espere un momento.
(Otra señora en la sala):

—Maestro Zelanus, la reencarnación ¿también es aplicable al animal?
Le diré un momento por qué lo pregunto.
Por ejemplo, tomen la antivivisección, la vivisección, simplemente, ¿verdad?, o la vivisección...

—Anti...
La vivisección.
(Señora en la sala):

—Bueno, el laboratorio, pues.
No, la vivisección que se aplica al animal.
¿No es eso horriblemente cruel?
—Es cruel.
(Señora en la sala):

—Y entonces, por el contrario, esas bestias que, permítame que lo diga, llevan una vida principesca, realmente agradable.
Eso lo he...
Últimamente se me está ocurriendo, pues, los animales, en realidad, ¿también están sometidos a la reencarnación?
—Desde luego.
(Señora en la sala):

—¿También se lo han, digamos, “merecido”, o que tienen que haber vivido semejante vida como les dan aquí, tanta miseria, quiero decir.
—No, el animal no se lo merece, y el animalito, su ratita y su ratoncito y sus conejitos no se lo han buscado, pero esa es la venganza, el ser humano que tortura, el ser humano que odia.
Y el ser humano hace lo que sea para su estudio.
No solo viola el animal, sino también el ser humano.
También se viola a sí mismo.
Eso está mal, no tiene justificación cósmica, de ninguna manera.
Pero los animales se reencarnan, vuelven.
Esta tortura, sin embargo, tendría que cesar, claro.
No tiene justificación cósmica, cristiana, jeruselamita —entonces tenemos que ver con Cristo—, de ninguna manera.
Eso es violentar algo.
Naturalmente, también hay otras circunstancias.
Hay especies animales que no vuelven y que solo tienen una existencia breve.
Por ejemplo, una mariposa, y otras especies.
¿Cómo vuelven?
¿Cuál es la fuente realmente, la esencia real de su perro, de su gato y de otras especies que han construido la multiplicación para la creación de forma vertiginosa?
Entienden, ¿verdad?
Ustedes llegan a las aguas y llegan a la tierra y allí volvemos a ver grados animales y acuáticos, que el ser humano destruye en su totalidad.
Y eso es una disolución prematura de este organismo material.
Lamentablemente, también hay animalitos que solo viven unos días y que desaparecen como personalidad, porque el animal solo tiene un grado de masa.
¿Lo entienden?
Así que como masa, una rata representa... por ejemplo, las ratas, como masa ese animalito representa un solo mundo, un solo cuerpo.
Y ese animal no tiene una... sí tiene una entidad material, pero la espiritual ha sido elevada como masa hasta un solo mundo.
De eso no hemos hablado nunca todavía.
Pero la vivisección es mala para diferentes cosas.
(Señora en la sala):

—Sí.
Pero en lo que respecta a esos perros, ¿verdad?, también son sacrificados en la vivisección.
—Torturan a cada animal.
Pues bien, esa tortura es la aplicación implacable...
Cuando el ser humano...
Miren, la justicia divina de esta situación es: si ustedes, como eruditos...
Eso es lo que haría yo, infaliblemente, aunque millones de personas vayan a...
Es mejor que usen al ser humano para el estudio, que se deje inyectar, en lugar de librar una guerra y abatir a centenares de miles personas.
Que esa gente se inyecte a sí misma y que dejen al animal en paz.
Si ustedes...
No se lo merecen.
Ese médico, ese erudito no tiene por qué decir en el otro lado: he dado algo a la humanidad.
Sí, por el conejo y la rata, pero no por medio de él mismo.
Hay eruditos que se inyectaban a sí mismos, llegan al más allá y dicen: he usado mi cuerpo para el desarrollo de la humanidad.
Y ahora es posesión.
Y si se inyecta y muere, aun así se está suicidando.
Y incluso así lo meten en el hoyo con sus gloriosos estudios y estará atado a su organismo.
¿También sabían ustedes eso?
¿Lo ven?
Porque esas cosas, esas leyes, no las ha creado Dios.
Es el ser humano quien ha creado las enfermedades, las desgracias.
Nos hemos... el ser humano se ha descompuesto, eso ya comenzó en la selva.
Allá...
Hay siete grados.
¿Han leído ‘El origen del universo’, esos libros?
El ser humano empieza en la selva.
Y el ser humano de la selva tiene que ir a la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Y hay siete grados, o sea, siete diferentes tipos de razas (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Ese ser humano que viene de la selva también entrará en la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Pero hace millones de años todos vivíamos en la selva y entonces se paría y se creaba donde vencían los más fuertes.
Y entonces el séptimo grado, o sea, el más elevado, fue al quinto, al cuarto, con tres, con dos, con cinco, con uno, con seis; y entonces la fuente natural se dividió como fuerza creadora, como organismo.
¿Comprenden?
Es por eso que ahora se han debilitado esos cuerpos.
Porque no conocíamos enfermedades ni desgracias.
No existían las enfermedades cuando todavía vivíamos de forma armoniosa y natural.
Pero ahora esos cuerpos, como creaciones cósmicas, están completamente fragmentados, debilitados.
En realidad fue entonces cuando el ser humano... ese cuerpo comenzó con la desintegración.
Por eso surgieron enfermedades, por eso se manifestaron todas esas enfermedades, y ahora la humanidad tiene un montón de enfermedades.
Pero si el erudito, si ustedes como seres humanos quieren dar a conocer una enfermedad, si quieren hacer que se disuelva, tienen que hacerlo a costa de ustedes mismos y no del conejo; esa vida no tiene nada que ver.
Así que ustedes han recibido la salud.
Ya comprenderán: una vez que estén ante la justicia divina, dirán —y tienen que aceptarlo—, cerrarán los ojos y dirán: no quiero esa salud a cambio de... por la tortura de ese animal; entonces prefiero seguir enfermo.
Porque eso es sentimiento espiritual.
¿Tengo razón?
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

¿Qué deseaba?
(Señora en la sala):

—Bueno se trata de la pregunta anterior, de hace un momento, o sea, que sacrifiques tu vida por otra persona.
Cuando una ve caer al agua un niño que se va a ahogar y te lanzas...
—Mire.
Ahora tiene, ahora usted entra en...
(Señora en la sala):

—Una casa en llamas.
—Ahora entra usted en los siete grados, ¿entiende?, de lo que es ayudar, la ayuda, el amor fraternal.
Pues bien, cada grado, cada acto significa algo y se sintoniza por sí solo...
Es cuando se llega a los sistemas filosóficos.
¿Qué es el bien, pues?
¿Cuándo está permitido hacerlo y puede hacerse?
¿Cuándo actúa de forma responsable ante su propia vida?
Ese acto es algo muy diferente.
Eso sí que es un asesinato consciente, y esto es ayuda consciente.
Esto sí que es servir de forma consciente, y aquello es desintegración consciente.
¿No sienten la diferencia?
¿Los dos mundos infinitos, la oscuridad y la luz?
Allí tenemos luz, y allá esa pregunta los conduce de inmediato a las tinieblas; porque entonces estoy al servicio de la desintegración.
Quiero dar la vida a un asesino; ¿qué gano con ello?, ¿qué puedo alcanzar con ello?
Allí alcanzan a un ser humano; aunque se ahoguen, entonces es: se han accidentado por servir.
Eso no es ningún suicidio.
(Señora en la sala):

—La intención.
—Es...
Así que se toca el desarrollo más elevado.
Se toca la justicia, la armonía, el servir, el amor, y eso los eleva.
Y no los desintegra.
¿Ha quedado claro?
(Señora en la sala):

—Muchas gracias.
—Así que aparecen dos diferentes...
Cada pensamiento tiene, por tanto, un mundo propio: tinieblas o luz.
Y entonces pueden distinguir del mundo más elevado la oscuridad de un acto, de su pensamiento, de su sentimiento.
Tenemos que vivir así.
Así que llegan ustedes: ¿puedo hacer eso?
Sí, adelante.
Eso es ayuda.
Eso es servir.
Van a ayudar al ser humano, naturalmente.
No tienen más que...
Y entonces van un poco para... ¿puedo hacer eso?
Si se les necesita para la desintegración, ustedes dirán de inmediato: no, no puedo empezar con eso.
(Dirigiéndose a la sala):

¿Quién de ustedes?
(Señora en la sala):

—Aquí.
—Sí, ahora voy.
(Señora en la sala):

—Quería preguntarle, para una mujer, ¿es más difícil desprenderse de su cuerpo que para un hombre?
—¿Cómo dice?
(Señora en la sala):

—¿Puede ser que para una mujer sea más complicado desprenderse de su cuerpo que para los hombres?
Tuve una experiencia especial.
—¿Que si la madre...?
(Señora en la sala):

—No se desprende del todo desde...
—¿Desde su disarmonía?
(Señora en la sala):

—No, de su cuerpo, cuando se desdobla corporalmente.
—Todo eso sigue siendo lo mismo.
—Pregunta usted, quiere saber si la madre se libera más fácilmente, o sea, morir, que el hombre?
(Señora en la sala):

—No.
Cuando sueño tengo una experiencia especial.
Estoy contemplándome a mí misma y tenía ayuda desde arriba, hablaba con alguien a quien no podía ver.
Y estaba sentada en un sillón muy bueno y enfrente veía mi reflejo.
Y de pronto alguien me dijo: no, eso no es un espejo.
En ese momento comprendí: esa soy yo misma, he salido de mi cuerpo.
Pero estaba atada hasta las rodillas.
Y me despierto de golpe y todavía estaba en la cama.
—De golpe.
—No, pero mejor espere un poco.
(Dirigiéndose a alguien en la sala que está tosiendo todo el tiempo):

—Tenga, André y yo le damos nuestra agua.
No pasaba usted por encima de sus rodillas.
(Señora en la sala):

—No.
—Y esas rodillas significan, pues...
(La mujer dice algo más).
Cuando hable yo deje de hablar un momento.
Y esas rodillas la mantenían...
Eso es conciencia, hasta aquí.
Si llega usted por encima de las rodillas, ¿qué significa eso entonces?
Entonces tiene que salir usted.
Pero este es el asidero terrenal, corporal.
Ha mirado usted un momento fuera de sí misma.
Ha visto esa vida de fuera del organismo, tampoco más.
Pero eso para la mujer y el hombre es exactamente lo mismo.
Pregunta usted: ¿es posible liberar a esa madre antes que al hombre?
¿Por qué?
Esto sucede a medida que se tenga sensibilidad.
¿Está claro?
Y esta la tiene el hombre y la tiene la madre —no hay diferencia— a medida que se tiene sentimiento.
(Señor en la sala):

—Maestro, he hecho un pequeño cálculo.
Hace dos mil años vivían trescientos millones de personas en la tierra.
Lo que pasa es que ahora son siete veces más.
Así que dentro de cuatro mil años, ¿qué será de la tierra?
—¿Con tanta gente?
(Señor en la sala):

—Sí.
—¿Por qué la tierra tiene tanta gente?
(La señora sigue tosiendo).
(Dirigiéndose a alguien en la sala):

Denle a esa criatura un caramelo.
Tengo que comer una cantidad determinada de caramelos para André, para esos órganos.
(Señora en la sala):

—Caramelos de regaliz.
—Caramelos de regaliz.
¿Por qué, por qué vive tanta gente en la tierra?
Aquí todos ustedes sobran.
Hace ya tiempo que tendrían que haber desaparecido.
¿Lo sabían?
Ahora tienen en sus manos la vida de otros.
¿También lo saben?
¿Lo aceptan?
Todos viven en el karma, en la causa y el efecto.
Y eso significa, porque antes...
Nosotros eso también lo hemos hecho.
¿Que han echado a perder nuestra vida?
No, nos hemos hecho disarmónicos.
Todos ustedes ya tendrían que haber estado hace dos millones de años en el otro lado.
O sea, ustedes mantienen... tienen... representan la vida y el tiempo de otra personalidad.
Si no hubiéramos hecho cosas equivocadas, no habría, pues, tanta gente en la tierra.
Pero de verdad que no se atascará.
Se las apañará por su cuenta, porque son sistemas universales, divinos, espaciales.
Pero, la tierra tiene un mal consciente.
¿Y qué es ser conscientemente malo?
El ser humano dice: cada vez nace más gente.
¿De dónde viene esa gente?
El ser humano se mantiene demasiado tiempo en la tierra por nuestros actos y pensamientos equivocados, matando, incendiando, odiando y rompiendo, siempre rompiendo.
Por eso —ya lo estamos preguntando otra vez— nos atamos a cinco mil, seis, diez, veinte, treinta mil vidas diferentes, porque la tierra nos mantiene atados.
¿Tiene una justificación divina?
Ustedes... nosotros tenemos que volver a reparar el último grado, el último estado, o sea el equivocado, y entonces nos liberamos del aura de la tierra, y después seguimos.
Pero hay... en estos momentos no hay ni un solo ser humano en la tierra, o sea, ni uno de esos millones y millones de personas, todos esos millones de personas, ¿salvo...?
Pues bien, ¿qué personas, qué grados están en su equilibrio natural justo?
¿Ven?
La raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), la mentalidad más elevada vive en la causa y el efecto.
¿Y dónde vuelve usted a ver la sintonización inmaculada, pura?
(Gente en la sala).

—En la selva.
—En la selva.
Ustedes son elevados, sin duda, han alcanzado la conciencia más elevada para su sociedad y la tierra, pero lo que más están haciendo es desintegrar.
¿Ven?
¿Y es por eso que vive demasiada gente en la tierra?
Sí.
Para...
Solo vivirían dos personas por cada dos millones de personas.
Así que hay novecientos mil y pico veces demasiadas personas que viven por cada dos.
Y esa gente ha hecho el mal.
Y ahora la tierra los mantiene presos a ustedes.
¿Es esta una imagen espacialmente justa?
Esta es la verdad.
¿Ven?
Así que el ser humano evoluciona, continúa.
El ser humano que asesina tiene que volver a la tierra —así que eso es cesar—, una nueva vida, tiene que volver y tiene que enmendar, sí o sí.
¿Y cuánta gente tiene que enmendar?
(Alguien sigue tosiendo).
Tiene que hacer algo con esa tos, hija mía.
(Señor en la sala):

—Pero ¿es posible que la tierra siga dando cabida a esa gente a lo largo del tiempo?
—¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—¿Es posible que la gente tenga cabida en la tierra a lo largo del tiempo?
Porque la tierra se hará cada vez más... la gente tendrá un volumen cada vez mayor.
—Un volumen mayor.
(Señor en la sala):

—Sí.
—Aún más volumen.
¿Quiere decir como un gran árbol?
(Señor en la sala):

—No, los habitantes.
Usted ya me entiende.
—Quiere decir: la masa se hará cada vez más densa.
(Señor en la sala):

—Sí, más densa.
—Más volumen, más masa, más y más.
Luego vivirán diez millones de habitantes en su ciudad.
Entiende, ¿verdad?
La tierra se hará cada vez más pequeña.
Pero a medida que llegamos a desarrollarnos, la tierra y la humanidad vivirán en cien años más que lo que el ser humano haya podido desintegrar en millones de años.
Luego, dentro de cien años, cuando el reino de Dios se haga consciente y hablen los maestros, y el ser humano diga: ahora, a parar, ahora a parar con esto, aquello y lo otro, y tal y cual, ¿entiende?
Ahora el señor cura y la monjita...
La monjita dará a luz, y el señor cura y el papa y los cardenales tendrán que crear.
Porque para eso otra madre a su vez tendrá que dar a luz a una criatura.
Ahora tienen que hacerlo ustedes mismos.

Ya me entiende: hágase cura, o simplemente hágase papa y hágase simplemente cardenal, entonces ya estará... no solo por asesinar, sino también por la religión, por ser santo, por hacerse el casto... estará detenido, estará parado en su creación, y bloqueará el desarrollo de la masa, de la humanidad, porque aquí usted sobra, y así miles con usted.
Ya desde hace mucho que deberían haber estado en el otro lado.
Pero todos nosotros hemos cometido esos errores.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Hay algo más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus...
—Hable alto, porque allí está aquello.

(Señala el micrófono).
(Señora en la sala):

—Asistí a un entierro en el cementerio Oosterbegraafplaats.
Y yo estaba allá, así, al lado de la fosa.
Y resulta que allí, encima de la cabeza, había quince o diecisiete espíritus de un gris oscuro.
Miraban por encima del hombre de los demás para verlo.
¿Es que son espíritus que se han suicidado o pueden estar con ese cuerpo, donde ese cuerpo, así como así?
—¿Los observó?
O sea, vio personalidades astrales junto a la tumba.
(Señora en la sala).

—Sí.
—Vamos a ver, criatura mía, le contaré algo.
Cuando esté en el otro lado, sea donde sea que viva, se estremecerá ante cualquier tumba.
Es algo tan terriblemente inferior e ingenuo, hueco.
Así que me pregunto: ¿qué tuvieron que vivir entonces todos esos seres que usted observó allí?
El ser humano ve tantas cosas.
Pero quizá haya podido captar usted una imagen de ese cementerio, y entonces verá espíritus, si piensa más allá.
Pero ¿estaban allí?
¿Estaban allí conscientemente?
Llega a tener usted fantasías, visiones; pero ahora la realidad.
¿De verdad estaban allí?
Se ven tantas cosas.
Y eso puede salir de usted, se lo puede proporcionar el lugar como inspiración, pero ¿era eso realidad?
(Señora en la sala).

—No lo sé.
—De eso se trata.
¿Lo ve?
Así que de esta imagen tengo que extraer la verdad, la posibilidad.
Yo me conozco, yo atravesé esas tumbas.
Ya no quiero saber nada de ellas.
Y sea donde sea que llegue usted, a las tinieblas, o donde sea, en el otro lado a nadie le interesa una tumba.
(Señora en la sala).

—Eran de un gris oscuro.
—Y el gris oscuro no lo conocemos.
Si usted tiene una personalidad de un gris oscuro, tendría que vivir en la tierra crepuscular, debajo de la primera esfera.
No creo que ellos vayan a buscar su felicidad, su eternidad, sobre las tumbas terrenales, materiales.
¿Ve?
Esos son los problemas, es el espacio, es el sentimiento: ¿es que de verdad ha visto usted algo?
De eso de trata.
El ser humano ve muchas cosas.
Una mujer que va a ver a André le dice: “Oiga, ¿ve usted esto?
Veo cosas allí, allí.
Tiene este aspecto.
Dice... mira... Ah, esa aura, y ese estado maravilloso, y lo otro.
¿Y ve esa criatura?”.
Pero no había nada.
André dice: “Tonterías.
No son más que sus propios pensamientos.
Allí no hay nada, nada de nada.
Pero ¿conoce usted eso, lo ve?”.
“No”.
“¿No lo ve?”.
“No”.
“¿Tampoco ve a esa persona?”.
“No, no la veo”.
“Esto, pues, es auténtico, esas dos personas, porque son sus padres.
Le daré las pruebas”.
Y entonces ella empezó a llorar.
Esto sí que era auténtico.
Le seguían los pasos desde hacía meses, para alcanzarla.
Pero eso no lo veía.
“Ya llevo dos años con esto”, dice el padre, “pero no puedo alcanzar ‘el siniestro’”.
Es su hija, “el siniestro”, porque estaba yendo por un camino tenebroso.
Ella veía por allí una mujer, veía una criatura, veía una irradiación violeta, dorada, pero no veía a sus padres, no los sentía.
¿Ve?
Ahora llegamos a las imágenes, al sentimiento propio, a las visiones.
¿Qué dice el lugar?
¿Qué dice la cosa?
Junto a las tumbas siempre se percibe algo, pero ¿ve usted la realidad?
¿No ve la tumba del mundo, esa masa gris, oscura?
¿Ve?
Es la única tumba para toda la humanidad.
Es frío y gris.
¿No es verdaderamente bíblico?
¿No son los pensamiento de las personas, de la humanidad?
Entienden, ¿verdad?
Así que entonces yo puedo... es posible... con sus propios pensamientos...
Al determinar usted un color, yo ya puedo constatar si vio algo, si vio la realidad, o bien si esas cosas adquirieron conciencia a partir de usted.
Y entonces empezó a sentir.
Puede ser el lugar, puede ser el propio pensamiento, el estado...
¿En qué estaba al pensar, sentir, vivir en ese instante?
¿Ve?
Hay centenares de cosas que se le echan encima y a partir de allí solo la verdad espiritual le puede dar algo, y eso es el dolor.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Hay algo más?
(Señora en la sala):

—Esa gente que falleció por enfermedades graves, ¿pueden desprenderse en poco tiempo de eso?
—Allí llega usted en diez segundos, en una millonésima parte de un segundo, si tiene, claro, la conciencia...
Si alberga...
Si vive debajo de la esfera, debajo de la realidad, ¿entiende, verdad...?
Si alberga en su interior esa realidad, será libre; y si está debajo de esa realidad, seguirá dando vueltas durante otros miles de años con esa misma enfermedad, también en el otro lado.
Seguirá teniendo sus dolores.
Si ha tenido esta desgracia, y aquella otra, seguirá teniendo esos dolores.
¿Por qué?
Porque su personalidad no es diferente.
Entiende, ¿verdad?
Es exactamente lo mismo que la incineración, mejor déjense incinerar.
Andará dando vueltas con ese fuego.
Y entonces el ser humano dirá: pero somos libres del organismo.
Pero lo que es su espíritu, este es inconsciente.
No conoce ni siente usted la realidad, así que vive esa irrealidad de forma consciente, usted es igual.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Allí?
¿Quién preguntaba algo por allí?
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, me gustaría hacerle una pregunta, una que quizá se le haya hecho más veces.
Y yo siempre me tropiezo con eso, son dos cosas.
El ser humano ha recibido el libre albedrío, ¿verdad?
—No lo recibió.
(Señor en la sala):

—¿Lo tiene él mismo?
—No, el ser humano es voluntad en sí.
(Señor en la sala):

—Ah.
—Así que tampoco de sí mismo.
El ser humano es voluntad en sí.
Y la voluntad es empuje.
Y lo que es querer tiene... representa todo su diccionario más elevado, filosófico, cósmico.
Así de profunda es la voluntad.
¿Y ahora?
(Señor en la sala):

—Bien, quiero preguntar lo siguiente: ahora el karma del ser humano es causa y efecto; así que entonces pensaría que con su propio libre albedrío no puede hacer frente a este causa y efecto.
¿Y qué ocurre, pues, cuando usted asesina?
¿Qué ocurre, pues, con su voluntad?
¿Qué han hecho, pues, cuando asesinan?
Van a cumplir el servicio militar y van a asesinar a gente, ¿qué ocurre entonces con su voluntad?
Tienen ustedes una voluntad divina.
La voluntad es vida, vida divinamente justa.
¿Ha quedado claro?
Esa es la voluntad.
La voluntad también es una personalidad; la voluntad es sentir, la voluntad es alma, la voluntad es espíritu.
Pero ¿qué ocurre cuando hacen el mal, cuando roban, asesinan, prenden fuego a las cosas, odian, cuando aceptan la violencia?
¿Qué ocurre, pues, con su divina voluntad?
(Señora en la sala):

—Es anulada conscientemente.
—Conducen ustedes su...
Así que fragmentan el yo autónomo divino que hay en ustedes, y entonces su voluntad ya no significa nada.
¿Qué es un psicópata?
¿Qué es la demencia?
¿Entienden?
Así que el ser humano tiene —ahora voy a responder a su pregunta—, el ser humano ha oscurecido y fragmentado su divina voluntad, hasta que ya no haya voluntad espiritual.
Y es que tampoco ya la hay.
¿Ha quedado claro?
Sócrates se puso en eso... con eso.
En el Antiguo Egipto tuvimos que desprendernos de la voluntad, de la vida, vencerla.
Entonces esa vida...
Esa voluntad tiene un sistema nervioso, neuronal, muscular, y después el espíritu.
Esa vida —¿qué será ahora la voluntad?— la tuvimos que vivir, vencer, sintiendo, pensando.
Y entonces se convertirá usted, pues, en un yo conscientemente vivo.
Entiende, ¿verdad?
Y eso es tremendamente profundo.
Es cósmicamente profundo.
Solo para eso, si quiere vencer la voluntad humana...
Pero el ser humano no es capaz de ello, tampoco el oriental.
Puede alcanzar algo.
Pero no hay ni un solo ser humano que haya vivido la voluntad cósmica.
Y eso, ¿por qué no?
Porque el ser humano vive en la desintegración y las tinieblas.
¿Ha quedado claro?
(Señor en la sala):

—Gracias.
—¿Tenía algo más?
(Señor en la sala):

—No.
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

—¿Quién de ustedes?
Sí.
(Señor en la sala):

—La inseminación artificial en la gente, ¿tiene justificación cósmica o no?
—Inse...
(Señor en la sala):

—... minación artificial en la gente.
—Pues debería usted contarle a la gente eso de la inseminación.
(Señor en la sala):

—Fecundación, fecundación artificial.
—¿Lo ve?
Ahora lo comprenden.
¿Sabían lo que es eso, inseminación?
(Gente en la sala):

—No.
—Eso las criaturas no lo entienden.
Puede usted...
Hay madres...
En las ciudades grandes...
Creo que su pueblo todavía no lo tiene; también... luego lo podrán vivir aquí.
Hay ciudades donde el médico puede fecundar a la madre.
Miren.
Se trata de una sola esencia: hay madres que no son capaces... porque su carácter no es así...
Porque tendrían que recorrer la tierra pidiendo: denme por favor....
Si esa madre... mañana... están ustedes casados y mañana se le acerca ella en la calle y pregunta: “¿Puede darme un hijo?”,
¿lo harían?
No, no lo harían.
¿Y por qué no?
(Nadie dice nada).
Ya...
Entienden, ¿verdad?
El ser humano está casado, el ser humano ha firmado, pero ustedes no han firmado ante Dios, ante Él no están casados.
Pero ahora se les acerca esa madre.
Y están allí, están allí solos.
Quizá haya más hombres.
Y esa madre se lo pide de manera santa, esa criatura, porque en el espacio... desde el espacio es influida para dar a luz a un niño.
Y no hay creación.
Esa madre no está ni se toparán con ella.
Ella ya lo buscará por su cuenta, y lo encontrará.
Pero hay madres que no pueden representar esas palabras y ahora son empujadas a la ciencia para dar a luz y atraer a un niño.
Lo ven, ¿verdad?
Eso lo deberían hacer ustedes, u otros.
Pero no hace falta, porque esa madre ya vive en la disarmonía.
¿Lo entienden?
Cuando...
Yo eso lo he...
André lo explicó una vez: cuando el ser humano de verdad que quiere dar a luz y lo viven ustedes al cien por cien, no tienen más que recorrer las ciudades, van a alguna parte, toman asiento en la naturaleza y en tal y tal momento el creador estará con ustedes.
¿No conoce usted esas leyes?
Entonces esa vida se les acerca y esa vida dará a luz y creará.
Pero esa madre, naturalmente, es inconsciente, esa madre no tiene sentimiento, no tiene espacio, no tiene amor, así que ahora la empujan hacia la ciencia.
Y a ustedes ¿qué les importa si ella da a luz por una inyección del médico, o de dónde viene esta?
La creación sigue siendo creación.
Entienden, ¿verdad?
Pero esa criatura iba a casarse.
Hay fuerzas creadoras en la tierra, es el hombre, y ahora esa criatura iría hacia la fuerza creadora...
Pero ahora...
¿Y ahora qué quiere?
(Señor en la sala):

—¿Así que eso no tiene una influencia negativa sobre los rasgos del carácter de esa criatura?
—Para nada.
Y todavía ahora.
Ahora lo hermoso, lo poderoso: ahora ella llega a tener...
Usted sabe que atraerá usted la vida que le corresponde.
Y ahora puede...
Y que si ahora... o si ahora por...
Hay —hay una ley que les... esas leyes las hemos vivido, hemos seguido esas leyes— hay siete hombres, una sola madre.
Y entonces han...
Todo eso lo hemos pensado como sacerdotes.
Y ahora dice... el sumo sacerdote dice: “Uno de ustedes atraerá un Gran Alado, pero será tocado por el alma”.
Y entonces entramos en la meditación.
Será uno de nosotros.
Y era uno de ellos.
Y él no fue capaz, el otro tampoco, ni aquel; estaba ese, y fue él quien atrajo al Gran Alado en el Antiguo Egipto.
... (inaudible) contacto con esa vida, y eso continúa así y entonces la madre fue fecundada.
Pero ahora a la madre se le...
Ahora piensen bien.
Ahora podrían pensar, si ahondan más en ello, ahora podrían pensar: ¿es que es posible que ese espacio vital para el alma, o sea, la atracción del alma, pueda trastornar, así como así, por el esperma... –ahora el esperma es la personalidad—, es posible que esa ley trastorne ese esperma?
Y eso tampoco es posible.
Entienden, ¿verdad?
Ahora se hace...
Porque da igual quién dé a luz, quién cree; se trata...
Ahora hay una sola ley que va al espacio y regresa, y solo eso es el parto.
Llega un alma a la tierra, es irremediable.
Pero el alma nace, y eso será una criatura.
Y eso, pues, es ahora la ley.
Y ahora usted se desvanece, y otro, y cada atracción, cada karma, o cada causa y efecto, se desvanece, porque es la ley divina y esta vence.
Entiende, ¿verdad?
Pero cuando... cuando...
El ser humano ha vivido problemas, son imponentes.
Y se suelen haber vivido en Oriente.
Esas cosas ocurren aquí en la sociedad, sin duda.
Pero en Oriente se toparán con una madre, es consciente y dice: y yo voy a tener mi hijo.
Y entonces le toca a usted.
Y está casado y tiene hijos.
Y entonces usted diría...
Y cuando llegue usted al espacio, al pensamiento universal, su sociedad pensará de forma equivocada, pero en el pensamiento universal usted tiene que obsequiarle esa criatura, esa alma.
Ustedes no desintegran aquí nada, no ofenden a nadie, no engañan a nadie, porque sirven a Dios, sirven la evolución, y esa tarea llega a sus vidas como ley.
Ven, ¿verdad?
Así que para Dios no hay engaño.
Solo si ustedes mismos buscan el engaño, y lo construyen y crean.
¿Ha quedado claro?
Así que esas cosas no las tienen que desear, sino que esas cosas, esas leyes, podrían llegar al ser humano desde el espacio.
¿Ha quedado claro?
Y entonces habrán vivido la ley de la justicia divina para el alumbramiento y la creación.
Y entonces no es desintegración ni mancilla ni infidelidad... para Dios no existe la infidelidad si no la buscan ustedes mismos.
Entienden, ¿verdad?
Porque, claro, eso no hay quien lo justifique.
Ustedes mismos se pondrían a desintegrar, se pondrían a crear disarmonía ustedes mismos, darían a luz, crearían.
Pero si habla la ley divina se invoca esa célula, esa conciencia, esa personalidad como madre o como hombre.
Entiende, ¿verdad?
Y aunque tuvieran que ir a Estados Unidos o a la selva, esa alma como ley llama; y entonces son ustedes mismos, porque ustedes son Dios.
Entienden, ¿verdad?
Estos son los sistemas cósmicos.
Y estos discurren al margen de su pensamiento, van directamente por el espacio, se elevan más y más y se conectan con el origen de la Omnifuente, la Omnimadre, la Omnivida, la Omniluz, porque eso es lo que tiene esa Omniluz, esa Omnimadre, ese Omnipadre, y eso vive dentro de ustedes mismos.
Y entonces se desvanecen las leyes humanas, sociales.
Entienden, ¿verdad?
Tienen ustedes...
Están casados, son hombre y mujer, pero no para Dios.
Ustedes son solo madre y creación para Dios.
¿Ha quedado claro?
Está casado, dice usted: ha contraído matrimonio y está casado; eso en el otro lado lo perderán en el instante, porque allí amamos de modo universal, y sirvo a miles de hombres como fuerza creadora y la madre sirve a millones de vidas como una sola madre.
Así que nosotros servimos para esa esfera, ese espacio, esa felicidad cósmica, esa justicia, esa armonía, ese amor.
¿Está claro?
Diez libros puedo escribir, pueden escribir ustedes sobre eso.
(Dirigiéndose a la sala):

—¿Hay algo más?
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, ha dicho usted una vez: si la madre ha dicho “sí”, ha dicho “sí” para Dios, o si el hombre ha dicho “sí”.
—Si usted dice “sí”...
Va a casarse...
¿Quiere decir usted ese matrimonio?
(Señora en la sala):

—Sí.
—Va a casarse y dice usted “sí”, entonces dice usted para su personalidad y ley vital: “sí”.
Entiende, ¿verdad?
Si surge un trastorno, una separación por la muerte y el fin de esta, o sea, uno se va al ataúd y el otro sigue viviendo, entonces podrán decir, para la tierra: “soy libre”.
Claro que es usted libre.
Pero aquí para el espacio la palabra “sí” es “sí” y “no” es “no”.
Cuando se ponen a casarse aquí...
Luego el ser humano ya no tendrá que casarse para Dios.
Naturalmente, hace falta que en su sociedad haya orden.
Pero en el otro lado nuestra palabra es “sí” y seguirá siendo, eternamente, “sí”, en todo será “sí”.
Y cuando es “no” es que es “no”, sin vuelta de hoja.
(Señora en la sala):

—... en el matrimonio, cuando se han juntado un hombre y una mujer, cuando se aman y encajan el uno con el otro...
—Todo ser humano...
(Señora en la sala):

—... entonces uno no puede renegar del otro, ¿no?
—Eso para el espacio no es posible.
Pero entonces incumple usted su “sí”.
Si dice usted “sí”, tiene allí... a ese hombre...
Eso lo tiene que pedir él, y es muy hermoso.
Cuando dice: “Ustedes se...”.
Y cuando se casan ante un altar y el sacerdote les pide, claro: “Se amarán y serán fieles, justos”.
Y entonces dirán “sí”, pero pasado mañana ya será “no”.
Y entonces uno y otro incumplen su palabra, el sagrado “sí”, por un gruñido, un bramido, por la desintegración, por la incomprensión, y después hay víctimas.
Y entonces pueden ustedes...
El primero que ya pega, aunque solo sean palabras, ese ya es el desintegrador.
Pero ahora nosotros tenemos que... ustedes se tienen que...
Si ahora fueran ustedes espiritualmente conscientes, o sea, si estuvieran en la primera esfera —dicho de otro modo: libres de la causa y el efecto— ya se podrían... porque lo dice el ser humano —y se golpean con palabras o con otra cosa—, entonces ya podrían divorciarse ahora mismo.
Porque al ser humano le va divinamente, es divino, espiritual...
Se han casado ustedes para Dios, así que para Dios ese ser humano ya ha incumplido su amor, y entonces ya podrían ustedes irse.
Porque él, o ella, aparta estas palabras de un manotazo.
Si tienen la primera esfera.
¿Y por qué decimos ahora: “Terminen la tarea”?
¿Por qué decimos eso?
Porque todos ustedes viven en la causa y el efecto.
Porque luego tendrán que empezar con ello de todas formas.
Así que si de verdad tienen la primera esfera...
Ustedes me dicen... me gruñen y hacen mal, y tengo pena y dolor por ustedes, entonces puedo irme de inmediato, porque poseo la primera esfera como justicia.
Si no hago yo nada a cambio.
O sea, ningún mal, si no respondo al mal con otro mal.
O me caigo con usted, y ella conmigo.
¿Ha quedado claro?
(Señora en la sala):

—Sí.
—Así que la justicia espacial la coloca irrevocablemente ante el eterno “sí”.
Aunque...
Vivan donde vivan, en el estado que sea, ustedes representan para Dios y el espacio “sí”, “sí”, “sí”, “sí”.
(Señora en la sala):

—Pero la infidelidad ¿no es peor que gruñir y bramar?
Como infidelidad...
La infidelidad la volvemos a ver en la persona que ha colocado los fundamentos para la infidelidad.
Miles de personas fueron a ver a André.
Pero esas cosas las tratamos en las esferas.
Si ustedes vienen a verme y se quejan de su marido, empezaremos a verlas como las culpables.
¿Y por qué?
(Señora en la sala):

—El causa y el efecto.
—El ser humano que ama universalmente no se queja.
Así que ustedes ya son débiles.
Nosotros no podemos darles el cien por cien.
Nosotros no podemos analizar su estado.
¿Por qué no?
Ustedes ya son débiles.
O la verdad y la realidad se manifiesta en ustedes mismos.
Pero la infidelidad, ¿qué es la infidelidad?
Cuando el ser humano golpea con palabras...
Si de verdad quieren crecer fusionándose, entonces empezarán con la serenidad.
Y la primera palabra dura, equivocada, que deshaga, será la desintegración de usted y del otro.
Y entonces el otro ya tiene el derecho de irse ante Dios y el espacio.
Puede decir: yo no quiero esos gruñidos, esa desintegración, porque no quiero tener que ver nada con la desintegración ni los gruñidos y bramidos, ni con las mentiras y la infidelidad.
Y eso es, pues: marcharse.
Y entonces esa criatura empieza a tener un amor, ¿verdad?, y a eso ustedes lo llaman infidelidad.
Pero lo han... a ese otro amor, al que se abre la criatura, es una criatura, es un ser humano...
Y eso él o ella se lo ha ganado.
Y eso ustedes lo tachan de infidelidad, pero la criatura la ha recibido, como amor.
Si ustedes no son capaces, entonces Dios dice: ya te enviaré a otra criatura que sí lo tiene.
Pero si ustedes se ponen a buscarlo, recibirán, a su vez, su paliza.
Porque, miren, lo que es la esencia, está: la disarmonía vive en ustedes, causa y efecto.
Porque tienen ustedes esa primera esfera, el ser humano todavía no tiene esa primera esfera.
Así que no pueden... todavía no pueden decir: me voy y voy a ser infiel.
Entonces solo lo agravarán, se oscurecerán a ustedes mismos.
Y la esfera espiritual ya no tiene que ver con la infidelidad, solo con amor, verdadero amor.
Y cuando vuelva a ser “sí” y “no” —ya entenderán a dónde va eso— este será el camino a la oscuridad.
Aunque les parezca muy hermoso; pero aun así será el camino a la oscuridad, porque el ser humano lo quiere, y lo quiere vivir, y el ser humano puede buscar y buscar y buscar, el mundo entero...
Sin duda, pueden ustedes toparse con un grado de sentimiento, con un rasgo del carácter en el otro ser humano que ustedes también poseen, y entonces tendrán armonía.
Aquí sienten algo por esa doctrina, y si usted tuviera un marido u otra personalidad que dijera: con ese engaño, con esas tonterías no quiero tener que ver, entonces allí tendrán —si sienten algo intenso por esa sabiduría— entonces allí ya tendrán dolor y vivirán solos.
Y si...
Porque esto será un ser uno humano, masculino y maternal, y es el fundamento cósmico para sus vidas, para su sociedad, y así reciben ustedes... así pueden encajar durante toda su vida y durante todos los subidones y bajones las desgracias en esa sociedad, porque son uno.
¿Ven?
Y otra vez... sobre eso pueden escribir diez libros, sobre esa pregunta.
Ya sienten a dónde conduce.
Pero para Dios y el espacio... decimos: acaba esa tarea.
André ha luchado por la gente para que siguiera unida.
Pero en el caso de otros dice: ya pueden empezar a divorciarse, adelante, sin problema.
Pero no lo hacen.
¿Por qué no?
¿Tenemos que contar más cosas?
Pueden irse; porque no hace falta que los golpeen si ustedes mismos no albergan una ley cósmica.
En una vida anterior han golpeado al ser humano, lo han destruido, y en esta vida, ese ser humano, lo volverán a captar y portar.
Ahora es a ustedes a quienes los golpean; y ahora no lo aceptan.
¿Ven?
Por eso digo: esa primera esfera.
¿Cuándo pueden decir: “Estoy libre de pecados y errores”?
¿Cuándo: “Adelante, a lanzar piedras”?
Siempre tendremos la última palabra”.
No, la sabiduría espiritual como ley vence la materia, el pensamiento material, el sentimiento, el matrimonio, el amor.
¿Qué es el amor?
¿Que ustedes piden y viven amor?
Desde luego, pero ¿qué es el amor?
El ser humano hace lo que sea por él.
Y si el ser humano quiere ampliarse, llegará a tener amor.
¿No es así?
Se encallan ustedes y se estrellan frente a un pequeño rasgo de carácter de esos.
Ojalá también hubiera desaparecido, entonces el ser humano volvería a ser espacioso, grande, cariñoso, amoroso, cordial.
Eso es lo que será portar.
Y eso lo tenemos que hacer nosotros, o la esfera dirá: sal de mi vida.
Cristo solo interpretaba la felicidad de las esferas.
“Aléjate de mí, Satanás.
Aléjate de mí, mentira.
Aléjate de mí, gruñido, bramido, desintegración”.
¿Por qué no son capaces de inclinar la cabeza ante los demás?
¿Por qué no se pueden aceptar en el amor al mil por cien?
Si desean, si ustedes... si el ser humano desea, por extraño que sea, siempre que sea por el bien, por el despertar, entonces el macrocosmos se inclinará ante su voluntad.
Y resulta que su voluntad es fuerte y poderosa.
Pero resulta que el ser humano se deja influir y que entonces el ser humano se queda en casa; se niega, no lo hace, no va allí, dice: “Eso mi mujer no lo quiere”.
Mi marido no lo quiere.
No entiendo por qué esas almas desean eso.
Hay gente que nunca tiene bastante, ¿no?
No, ha nacido el despertar divino.
¿Entienden?
Y este ya no tiene nada que ver con el pensamiento y sentimiento materiales.
Si no quieren, entonces unos se les adelantarán, los rasgos de carácter adquirirán alas.
Y dentro de poco, en solo unos años, lo vivirán ustedes... lo viviremos en las esferas y eso lo podrán vivir aquí con ustedes mismos, para ustedes mismos, entonces unos seres humanos trascenderán a otros, espiritualmente; y eso, pues, será su posesión espiritual detrás del ataúd.
Pero así es como ella tiene que vivir.
Hay millones de criaturas, hombres y mujeres, que quieren volver a la tierra cuando vean la luz en el otro lado, para poder volver a vivir a la madre, para poder darle todo, para ser madre, en primer lugar de todos.
Y la madre en la tierra, y el hombre: no lo comprenden.
Ven al ser humano, sienten al ser humano, sí: sentimiento y pensamiento materiales.
La irradiación espiritual, el planear espiritual y la exploración espacial, el ser uno con cada pensamiento que puede ser espacial, eso es algo que el ser humano todavía no quiere.
Y en eso vivimos.
¿Qué es el amor?
¿Qué quieren ustedes?
¿Qué amor quieren tener?
¿Ven?
(Dirigiéndose a la gente en la sala):

¿Quién de ustedes?
Dígame.
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, si se unen dos seres de diferentes grados, ¿cuál es entonces el grado que es atraído?
—Si dos personas...
“se conectan”, dice usted.
Usted se aferra al matrimonio, ¿verdad?
(Señor en la sala):

—No... (inaudible) matrimonio.
—Cuando dos seres humanos se conectan, hombre y mujer, y atraen un alma, ¿a eso se refiere usted?
(Señor en la sala):

—Sí.
—¿Y qué es lo que quiera saber?
(Señor en la sala):

—¿Cuál es entonces el grado que se verá atraído?
—El grado de vida por el que... con el que usted tiene que ver debido a que usted alguna vez privó de la vida a esa vida.
Así que no tenemos que ver con ningún grado de conciencia, solo tenemos que ver con la causa y el efecto.
Así que atrae usted... cuando tiene a su hijo aquí es posible que este tenga que servirle a usted, o usted al niño.
Y como madre tiene ya tiene que servir usted en primer lugar, porque ha dado a luz a esa criatura como madre.
Porque como padre, como fuerza creadora, como hombre, no tienen que servir a nada, no pueden, nosotros no podemos servir.
Solo la madre es capaz de servir.
El hombre, no.
El hombre camina alrededor y al margen de la creación.
Entiende, ¿verdad?
Porque solo la maternidad lo conectará a usted con la cosmología para el espacio y su sintonización divina.
¿Algo más?
(Señor en la sala):

—De modo que, si dos personas, ¿verdad?, de un grado diferente se unen, entonces es atraído el grado de la madre.
—¿Cómo dice?
(Señor en la sala):

—Se atrae al grado de la madre.
(Gente en la sala):

—No.
—No escucha usted.
Digo: si usted crea y la madre da a luz, entonces usted atrae el alma, uno de ustedes, con la que tengan que ver.
Así que ahora (no) tiene que ver con la ley de la personalidad, sino con la ley del karma; y esa alma como ser humano vendrá a su encuentro.
La madre da a luz.
Y la madre ya es quien ofrece la posibilidad de hacer el bien para usted.
Así que cuando...
La madre tiene que atraer a la criatura, a esa alma, y con eso tiene que ver usted en este instante.
También puede ser que la madre tenga que ver con la criatura.
Pero debido a que ella es su pareja, ella le sirve a usted, para que usted pueda enmendarse ante una vida con la que tuvo que ver hace siglos y siglos.
Nada más.
¿Lo comprende ahora?
Así que al margen de todo, al margen de la personalidad, tendrán que ver para siempre jamás con la vida en el ser humano, y con nada más.
¿Ha quedado claro?
Porque cuando da usted algo a su criatura, es un don, entonces esa criatura le sirve a usted.
Y si la sociedad recibe algo de su hijo, esa vida —no la criatura suya, sino esa vida— sirve a la evolución.
Así que eso es al margen de la sociedad de ustedes.
Ustedes no dejan de verlo nunca de manera social, y es para la humanidad, y para nuestro pueblo ...
Dios no conoce ninguna humanidad, Dios no conoce ningún pueblo, Dios no conoce a las personas, Dios solo conoce Su vida, y es eso lo que son ustedes.
¿Ven?
(Dirigiéndose a la gente en sala):

¿Algo más?
(Señora en la sala):

—Sí.
—Por allá.
(Señora en la sala):

—Maestro Zelanus, en primer lugar le agradezco mucho la sabiduría espiritual que nos ha regalado esta noche.
Y en segundo lugar quiero preguntarle algo.
Hace poco, no, no hace poco, sino hace tres años tenía una cita con un señor entrado en edad, ya tenía ochenta años, y me dijo: “¿Tú crees en Dios?”.
Y le dije: “Sí, creo en Dios”.
Y me dice: “Pues es que no estoy seguro.
Pero ¿vas a misa?”.
Digo. “No, no voy a misa, porque no me siento del todo... es decir, creo en Dios, pero no necesito al pastor”.
Y dice: “Haz este pacto conmigo: una vez que me haya ido y si de verdad hay otra cosa, intentaré poder alcanzarte”.
Entonces dije: “Bien, señor”.
Hace poco, el diecinueve de enero, falleció este señor.
Una semana y media más tarde, lo atribuyo a un estado nervioso mío, pero no estoy muy segura, por eso acudo con esta pregunta a usted, se la someto, tuve una noche una invasión de varias personas, tuve mucho miedo.
Y dije: “Ay, Dios, ay, Dios, Dios mío, esto sí que no”.
Y de pronto desapreció.
¿Cómo explica usted esto?
—La gente hace un pacto con los demás: si hay vida detrás del ataúd, volveré a verlo a usted.
Y eso ya es un error universal.
Pero ¿por qué?
(Una señora en la sala dice algo).
Ese sentimiento vive en el ser humano, por no tener ustedes ahora la posesión de alcanzarlo.
Y a partir del instante en que el ser humano se haya ido, usted, como ser humano, se pone a atraer, y entonces viene...
La persona con quien haya acordado eso no puede venir, porque tiene que aprender las leyes, y eso no es tan sencillo.
Pero ahora viene otra persona y es esta quien la quiere alcanzar.
Y así pueden venir miles que captan, por tanto, sus sentimientos —usted tiene esa sensibilidad— eran muy..., no eran personalidades luminosas ni cariñosas, venían para algo muy diferente.
Porque han captado lo que usted emite maternalmente.
Y claro, eso no le pareció a usted muy divertido, no tan glorioso.
¿Es así?
(Señora en la sala):

—No lo comprendo.
—Usted no lo comprendió.
Pero usted sintió...
No lo comprendió, por eso lo explico.
Así que sus sentimientos, ese pacto, se han puesto a emitir.
Y entonces esa fuerza creadora, ese conocido, o ese amigo suyo, puede ser su padre, o quien sea, no vino, porque no fue capaz de ello.
Pero sus pensamientos y sentimientos fueron captados por personalidades astrales, y estas llegaron hasta usted.
Y así es como se consigue desde el otro lado, por un pacto, contacto con el ser humano.
¿Lo comprende ahora?
(Señora en la sala):

—No, porque esos sentimientos eran muy infantiles frente a esta persona.
¿Cómo puedo conseguir entonces malas impresiones a cambio?
—Esa influencia para...
Tiene usted...
Ese amigo suyo, esa personalidad puede vivir en amor, puede vivir en la primera esfera, todo perfecto.
Pero no estaba en condiciones de llevarle ese mensaje.
¿Lo comprende?
(Señora en la sala):

—Sí.
—Ahora usted emite esos sentimientos, porque ese pacto vive en usted, y este se pone a emitir esa fuente desde el instante en que muere el ser humano.
Y esa emisión la captaron seres astrales, y estos llegaron hasta usted.
Así que ese amigo suyo, ese amor, no tenía que ver con eso.
En cambio, vino otra cosa.
¿Ha leído usted ‘Dones espirituales’?
(Señora en la sala):

—No, he...
—Allí puede vivir y leer ejemplos de ese tipo, y entonces empezará a comprenderlo.
Pero ¿entiende ahora lo que pasó?
¿Lo comprende ahora?
¿Todavía no lo comprende?
(Señora en la sala):

—No puedo decir “sí”, porque no lo comprendo.
—¿Todavía no ha leído libros?
(Señora en la sala):

—No, no...
Bueno, me parece...
—Pero ¿es que no es capaz de comprender esto?
Me voy de usted y le digo: “Si puedo y hay algo, regresaré, y le daré una señal, le pasaré un mensaje”.
¿No es así?
Resulta que llego al otro lado y no soy capaz, dado que no conozco la vida astral.
(La señora en la sala dice algo).
Estoy hablando, espere un poco.
Yo llego al otro lado, tengo ese mundo, es un mundo espacial, profundo, y no soy capaz —tengo que asimilar esas leyes—, no soy capaz de volver a usted, y digo: “¿Me ve? Aquí estoy.
¿Me oye?”.
No, no me ve ni me oye.
Pero usted emite sus sentimientos y los captan otros en mi entorno, o en esferas más bajas, o lo que sea, da igual, que dicen: “Vaya, allí se puede vivir a una madre”, y allí es a donde se dirige la personalidad astral.
Así que ha tenido usted una visión por personalidades espirituales que no tenían que ver conmigo, porque fue usted quien emitía.
¿No lo comprende?
(La señora en la sala dice algo).
Eso es.
Gracias.
Me han hecho la señal.

(El técnico ha dado una indicación).
(Dirigiéndose a la sala):

¿Hay alguna pregunta más?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Una sola pregunta más.
(Dirigiéndose a alguien en la sala).
(Señor en la sala):

—Maestro Zelanus, siempre nos dice: no se nos regala nada, todo nos lo tenemos que merecer.
—Sí.
(Señor en la sala):

—Pero todos sus libros hablan de gracia; ¿cómo explica eso?
—No existen gracias, así que...
El maestro Alcar dijo: “Esta es una gracia”, pero entonces se describieron y vivieron los libros como seres humanos (hacia el pensamiento humano).
Entiende, ¿verdad?
Así que usted puede...
Usted a esto que tiene André... escribe, pinta, sabe curar, ve, tiene unos diez dones, doce, catorce, quince, dieciséis, veinte, ¿es eso lo llama usted —usted ya los tiene— sus dones, verdad?
Es así, ¿no?
¿Son dones de Nuestro Señor?
(Gente en la sala):

—No.
—No, no se lo digo a ustedes, se lo digo a ese señor.
(Señor en la sala):

—A partir de ahora hablaré por mí mismo.
—Son merecidos.
Así que en el Antiguo Egipto...
Lea...
Por eso aportamos ‘Entre la vida y la muerte’, ‘Una mirada en el más allá’.
Pero cuando llegamos a la cosmología, tendrán que merecérselo todo.
Así que André-Dectar, Jozef Rulof, está listo para predicarlo, para aportarlo.
¿O pensaban que esa criatura de ‘s-Heerenberg hubiera sido capaz de escribir él mismo esas veinticuatro, veinticinco obras cósmicas?
Así que eso...
Y pueden leerlo en ‘El origen del universo’.
Allí el maestro Alcar dice: “Allí fue usted un astrónomo; ahora vamos a empezar a llevar esa sabiduría vital a la tierra, desde este mundo, y ustedes van a desearlo”.
Y entonces André, Dennis Lefton, se convirtió en “voluntad” para nacer y para llevar eso a la tierra, tal como Moisés y millones de personas más, hombres y mujeres, recibieron su nueva vida.
¿Ha quedado claro ahora?
Pero todo se lo tendrán que merecer.
Pero cuando se encuentren con eso en los libros se habrá escrito para el ser humano que todavía vive en ese consciente o inconsciente que tiene un aire de gracia.
Entienden, ¿verdad?
Así que adaptado al pensamiento social, dogmático, bíblico.
Porque ya entenderán que el maestro Alcar, los maestros, no pudieron empezar de inmediato con la cosmología, esta no la podría haber comprendido André, ni siquiera como Jeus.
Se fue construyendo poco a poco.
¿Ha quedado claro?
(Señor en la sala):

—Sí.
—Hermanas mías, hermanos míos, me voy.
Gracias.
¿Están satisfechos?
(Gente en la sala):

—Sí.
—Pues entonces váyanse a dormir tranquilamente, así serán serenos en sus actos y aprenderán a pensar, aprenderán a sentir, siempre conservarán la misma dulzura, porque podrán explicar las cosas espiritualmente, con serenidad, y entonces crecerán realmente hasta fundirse con el hecho de ser amigo, para su paternidad y maternidad, su ser hombre y mujer.
¿No es así?
Hasta pronto.
Gracias por sus flores.