El tercer grado de vida cósmico para el alma

Cuando André despertó por la mañana, sus primeros pensamientos fueron:
‘Estuve en la “Omniconciencia”.
¡Estuve dentro de Dios!
¡Estuve dentro de “Cristo”!’.
Está pensando.
Donde yo viví esta noche, allí vive también el ser humano divino.

—Jeus, ahora has de ayudarme.
Tú y Jozef tienen (tenéis) que representar la conciencia diurna, para que yo pueda pensar.
Primero tengo que asegurarme de procesar todo esto o sucumbiremos de todos modos, no solamente de manera corporal, sino también espiritual.
Donde hemos estado, Jeus, es donde ahora vive Cristo, y era como un ser humano; era capaz —has de haberlo visto— de pensar como ser humano.
¡Él era el que importaba, mi Jeus!
—¡Lo sé!
—Santo cielo, Jeus, qué difícil es esto.
Ya no estoy aquí.
Ya no vivo aquí, me siento allá, me siento dividido, mi Jeus.
¿Cómo tengo que procesar esta horrenda vida?
No creo que todavía pueda resistir a otra palabra dura como un ladrido.
Y aun así, Jeus, en realidad tendría que ser muy fuerte.
Pero tendré que asimilarlo ahora.
Sé ahora que es más fácil procesar la miseria que la felicidad.
Esta es mucho más difícil de cargar.
Es dura.
Es tremendo, mi Jeus, pero ya lo conseguiré.
Demostraré a los maestros lo que sé hacer y qué quiero.
Si nos derrumbáramos, es decir, en lo espiritual, ni siquiera seríamos dignos de este imponente ser uno con el “Omnigrado”.
¿Me crees?
—¡Lo sé!
—Entonces ya puedo darte las gracias, Jeus.
Ahora tienes que intentar, los primeros días, acoger esta horrenda vida.
¿Entiendes, Jeus, lo necesario que es que ahora se te haya aupado?
Estamos listos desde hace unos instantes.
No podríamos haber perdido ni una sola hora, Jeus.
Ahora puedo reflexionar, meditar, procesarlo todo para aquí y más adelante lo recibirás todo de mí.
¿Qué te pareció?
—No puedo decir ni una sola palabra al respecto.
—Lo comprendo.
Pero ¿estás listo para esta vida?
—Sí, te ayudaré a cargar, estoy aquí.
—Con “Jozef” eres suficientemente fuerte.
Santo cielo, Jeus, qué suerte, ¿no?
¿Viste a esa gente imponente?
—Sí.
—Dios mío, así seremos como seres humanos.
Y entonces representaremos a Dios.
Y seremos como es Dios.
¿Viste esas imponentes y hermosas flores?
—Sí, no me cansaba de ellas.
—Seguramente tú tampoco sabrás qué actitud adoptar.
—Para nada, pero no lo paso demasiado mal.
—Eso es cierto, lo comprendo, yo soy ese.
¿Viste esas flores, flores como paternidad y maternidad, Jeus?
—Las vi, estoy que no sé qué decir.
—Dios mío, qué verdadero es todo.
Flores como luz, como vida, como alma y espíritu, pero también flores como “viento”, lluvia, tormenta, como seres humanos y animales.
Y no puede ser de otra manera, así tiene que ser, porque toda la vida ha adquirido una propia entidad, toda la vida pariría y crearía.
Flores y flores, cada órgano del ser humano es allí una flor.
Una ley vital ha parido una flor, ¿y luego esos imponentes colores, Jeus?
Santo cielo, ¿cómo queremos procesarlo aquí?
Qué increíble que es la vida.
Ay, esa madre naturaleza.
Qué pobre es la vida de aquí entonces, Jeus.
Y aun así tan hermosa.
Pero el espacio allí de todo lo que vive, no quiero ni pensarlo, y aun así...
Tengo que... tengo que continuar, ahora podemos demostrar qué queremos y de qué somos capaces para Cristo.
Sí, sí, Jeus, entregamos nuestra mejor sangre.
La mejor de la mejor sangre nuestra, no tenemos ahora nada más.
¡Eso es lo que entregaremos ahora!
¡Eso es!
Nada más, ¡nada!
¡Es nuestra sangre!
André piensa, se prepara para la sociedad.
Ahora Jeus y Jozef lo ayudarán a cargar, pero el urbanita ya casi no puede avanzar, el organismo tiene un aspecto tremendamente pobre.
Pero interiormente ha entrado en él un fuego espiritual, una animación con fuerza desconocida y también conciencia, que lo puede todo.
Pero tenemos que continuar.
Y entonces oye cómo le llega desde el espacio:
—¡La gente de la fosa de los leones, André-Dectar, es capaz de todo!
No hace falta más, eso lo coloca con ambas piernas en la tierra, y al instante ha vuelto a empezar la vida en la tierra.
Media hora más tarde ya andan por la calle.
¿No ocurrió y cambió algo en la tierra esta noche?
Para nada, y aun así...
Claro que sí, anoche la gente sintió su miseria, consumieron sus fuerzas y sucumbieron.
Anoche perecieron miles de personas, pero yo estuve en el “Omnigrado”.
He visto a “Cristo” y he hablado con Él, y “Él” me conocía.
Sabe cómo me llamo.
Me llamó por mi nombre.
No, no, no estoy soñando, estuve allí.
Allí fui consciente, pero ni una sola persona me cree.
Un ser humano de este mundo horrendo no puede creerlo.
Puedo comprenderlo, pero estuve allí.
¿Estuve allí, madre tierra?
—Madre tierra, ¡te manda un saludo “Cristo”!
Madre tierra, ¡allí sigue vivo todavía!
¡Ay, querida madre tierra, allí está tu “Hijo”!
Querida madre tierra, ¡estuve allí con tu criatura!
Querida madre tierra, “Él” vive en el “Omnigrado” y no piensa dejarse asesinar otra vez.
Tengo que traerte este mensaje.
¿Me entiendes?

Él dijo, aunque nadie lo oyó:
—Saluda a “Mi” madre, André-Dectar.
Sí, querida madre tierra, “Él” me dijo tantas cosas, pero lo viví debido a que me elevó en “Su” vida y conciencia.
Allí ya no hace falta hablar.
Y entonces viajé con “Él” de vuelta a la luna, atravesamos Su vida, a los grados de vida, y luego accedimos a “Su” nacimiento.
Él mismo me mostró cómo “María y José” lo atrajeron, cómo nació.
¡Ahora lo sé!
Ahora ya nadie puede hacerme creer nada, madre.
Nadie en absoluto, porque se me concedió vivirlo.
Es la verdad.
No he visto ninguna otra cosa.
Vino desde la luna y tuvo que vivir las leyes.
No hemos vivido errores, para nada, hemos vivido “Su” vida, desde la luna, ¿no, madre?
¿Me oyes?
—¿Mi André?
—Hola, madre.
—¿Seguirás siendo fuerte?
—Sí, madre.
—¡Te ayudaré a cargar!
—Lo sé, madre.
—Deja que “Jeus” te represente.
—Ya lo hemos arreglado, madre.
—Entonces está bien, hijo.

¿Has pensado en mí, André?
—Ay, madre, en unos segundos hemos atravesado todos los espacios.
Me tocó vivir una imagen tras otra.
Y cuando volvimos de nuevo, madre, lo miré a “Él” a los ojos y me mostró “Sus” heridas.
¡Sus estigmas!
Su miseria y Su felicidad y también lo divino de Su personalidad.
Y entonces, querida madre, me fui hundiendo en el sueño.
Desperté en el espacio.
Pero fuimos al Gólgota y allí volvió de nuevo a mi vida, y allí me dio la fuerza, el saber, luego pudimos continuar.
No tengo miedo, para nada, madre, no sucumbiremos, no sucumbiremos espiritualmente, pero el urbanita ya casi no puede seguir.
Ay, madre mía, ¿cómo estás allí?
Eres allí el tercer planeta de transición para la “madre”.
Eres tan imponente.
Tan increíblemente hermosa, madre.
El ser humano vive miles de años en tu cuerpo, mi madre.
Allí te he visto y percibido.
Te reconocí, madre.
—Mi André.
—Voy a hablar un momento con tus hijos.
—Sí, hazlo, todos desean que se les conceda saber.
—Adiós, madre mía.
—Hijo mío.
—¿Lo oíste, Jeus?
—Sí, todo.
—¿Qué piensas ahora de eso?
—Me dan ganas de llorar.
—A mí también, Jeus, pero no lo hago.
Ahora tengo que hablar un momento con la madre agua.
Ella también quiere sabe cómo es ella allí.
Pero lo hago ahora de otra manera.
Ella recibe mis sentimientos, Jeus, como yo recibí los de “Cristo” y entonces ella lo sabrá de una vez.
También tengo algo que decir a su vida, flor y planta.
¿Acaso no es milagrosa nuestro ser uno?
¿Oyes esas vidas?
¿Ves, Jeus? De eso se trata ahora, así es como seremos felices, sabios, omniscientes!
Pero también al urbanita tengo que ayudarlo.
Ahora primero nos encargaremos de los nervios, o nos caeremos de espaldas.
Y eso, pues, es justamente lo que no tiene que ocurrir.
Intentaré pensar de manera terrenal.
Si sé hacerlo, pues, el organismo adquirirá más animación.
Tenemos que seguir, ahora ya no podemos volver.
Si tenemos una recaída nos volveremos locos, y no quiero vivirlo.
Al contrario, Jeus: ahora nos sentimos imponentemente fuertes, felices, planeadores, pero eso ya está mal.
Tenemos que encargarnos de estar en la tierra.
¿No fue cariñosa con nosotros la madre tierra?
—Sí, la he oído.
—Es una gloria.
Santo cielo, qué imponentes fueron todas esas escenas.
Ahora empiezo a percibir que la circulación de la sangre es mejor.
¿Tú también lo sientes?
—Sí, no tengo los ojos tan apagados, veo mejor.
—Eso es, Jeus.
Precisamente eso te permite sentir y ver que vivimos verdad.
Es porque todavía vivimos demasiado lejos de la tierra.
Tenemos que infundir alma a los sistemas materiales, o el urbanita no llegará.
Por supuesto, las escenas fueron imponentes, increíbles, ¡pero verdad!
Las piernas ya se relajan.
Se disuelve el planear.

—Lo que antes tenía que procesar en meses, Jeus, ahora lo hacemos en un par de horas.
¿Sientes que puedes penar mejor?
¿Que se relajan los nervios de la cabeza?
¿Que esa cinta que sentías esta mañana en la cabeza se disuelve?
Es por el riego de sangre, Jeus.
Ahora el corazón late con algo más de tranquilidad.
Y puedes seguirlo.
Volveremos a la tierra, mi Jeus.
La vida material lo exige de nosotros como la personalidad.
Y eso tiene que ser así.
¿Lo ves, Jeus? Ramakrishna no pudo vivir eso.
Nadie en absoluto de Oriente, ni una sola persona del Antiguo Egipto, ni un solo sacerdote del Tíbet.
Esto es para nosotros, los de Occidente, pero ¡más adelante para la humanidad entera!
¡No estamos al servicio de ninguna secta, sino de la humanidad!
El corazoncito sigue latiendo demasiado deprisa, Jeus.
Me retiraré un momento.
Dentro de media hora estaré contigo otra vez.

Ahora André-Dectar está trabajando en los sistemas materiales.
Poco a poco va desapareciendo la tensión en la cabeza.
Los nervios lo procesan todo.
Para lo que antes necesitábamos meses, ahora lo hacemos en unas cuantas horas.
El ser humano que no estuviera listo para esta sabiduría explotaría.
Nosotros nos mantenemos con vida, lo procesamos todo.
Cualquier ser humano quedaría demente de haberle tocado vivir estas leyes en la tierra, ¡nosotros, no!
¡Nosotros tenemos que continuar!
Tenemos que llevar a cabo una tarea imponente y eso lo sabemos.
El maestro Alcar lo deja pasear.
Mientras tanto, hay que cuidar los sistemas y André como la personalidad vuelve a tomar el control de esas partes.
Vivir esto también es imponente.
¡En esto André-Dectar es un maestro!
El “Omnigrado” machaca el organismo a golpes.
Ahora los grados de vida cósmicos requieren sensibilidad, y ¿tendría que procesarlo el organismo consumido?
Sí, sí, pero ya lo sabemos, más adelante estaremos ante otras leyes, ¿y entonces qué?
Entonces ya no sabremos qué pensar.
Pero nosotros continuaremos.
El maestro Alcar quiere comenzar con el siguiente viaje cuanto antes.
Pronto, tal vez mañana, porque entonces “André” podrá procesar el “Omnigrado” por medio de otra sabiduría.
Es lo que recibo, pero él todavía no lo sabe.
Así que le damos incluso más para procesar, pero entonces el “Omnigrado” se disuelve en cierta medida y puede continuar.
El “Omnigrado” desaparece hundiéndose en su interior, pero él sabe dónde ha estado.
Si no fuera capaz de vencer esos momentos, no podríamos avanzar ni un solo paso más.
Pero el maestro Alcar lo acogerá y así lo ayudará a cargar.
Pero ¡André tiene que demostrar qué sabe hacer y qué quiere!
Mientras tanto, habla con Jeus.
Y el “Omnigrado” se va hundiendo, la sabiduría sigue representando la conciencia diurna.
Justamente así vivimos las leyes de Dios y asimilamos Sus espacios.
Lo hacemos en nuestra vida y también es para el ser humano de la madre tierra.
Ahora Jeus oye:
—Anda, imagínatelo, Jeus: para Dios y Cristo no existen los pecados.
Tampoco la condena.
Pero aun así el ser humano tiene que enmendar sus errores.
No hay muerte, el alma continúa.
Pero al crecer nos vamos fundiendo al unísono, así todo va bien, el “Omnigrado” se hunde en nuestra vida.
¡Así tiene que ser!
Y entonces podremos volver a vivir las leyes.
Ahora para el alma, para el “tercer grado de vida cósmico”.
Y en eso me pongo a pensar ahora, Jeus.
Mira, esa señora se nos viene acercando, contéstale, Jeus.
Ya te seguiré.
—Hola, señor Rulof.
—Hola, señora.
—¿No terminará jamás esta miseria?
—¿Acaso no ve, señora, que las cosas van bien?
Aunque la gente sucumba, el alma continúa, señora.
—Mi marido ya murió de hambre.
—Qué terrible, señora, pero lo volverá a ver, ¿no?
—Eso sí, pero ahora estoy tan sola.
La semana pasada pude enterrarlo a cambio de dos panecillos.
— La creo, señora.
—Así que ya hemos tenido nuestra ración.
—Seguro que sí, señora.
—¿Sigue escribiendo?
—Sí, señora.
—¿Sobre qué?
—Sobre el “Omnigrado”, señora.
—El “Omnigrado”, dice.
—Sí, señora, la “cosmología”, señora.
—¿Es imponente?
—Sí, señora, allí se aclaran todas las leyes de Dios.
—¿También esta miseria?
—Sí, señora, todo.
—¿Qué dice su maestro de toda esta desgracia?
—Podrá leerlo más adelante, señora.
—Si es que todavía estoy aquí.
—Eso no significa nada, señora, si está allá lo sabrá de una vez.
—Es usted envidiable, señor.
—Supongo que sí, señora.
—¿Acaso no lo sabe usted mismo?
—Que sí, señora, claro que lo sé.
—¿No tiene usted hambre?
—¿Tan terrible aspecto tenemos, señora?
—Usted también está en los huesos, por lo que veo.
¿Y aun así trabajando?
—Sí, señora, tengo que seguir.
—La gente muere como ratas.
—Eso no es cierto, señora, ahora las ratas están muriendo para la gente.
—Le comprendo, sí, pero no me gusta comer ratas.
No participo de toda esa miseria, entonces mejor que me metan al ataúd.
—Y es lo mejor que hay, señora.
—Parecería tremendamente duro, pero yo lo conozco.
¿Siempre habla de esta manera a la gente?
—Sí, señora, con nosotros nadie se libra.
—Pero ¿no lo aceptan?
—Para nada, señora, no quieren vivirlo ni quieren saber de eso, pero eso es cosa suya.
Quien pueda aceptar esto, señora, es una persona dichosa.
¿Por qué tergiversaríamos las verdades, señora?
—Lo admiro, que lo sepa.
No sabe lo que me ha dado, pero yo y más gente le agradecemos esta sabiduría.
Pues bien, si no lo hubiera sabido, ni hubiera sabido que volvería a ver a mi querido marido, ya no sabría qué pensar.
—Así es, señora, usted es fuerte, está abierta a la sabiduría.
Ya no cree más en la condena.
—Dios me libre, no, para nada.
He leído todos sus libros.
Soy fuerte, aunque da pena lo débil que es el cuerpo.
Pero me esforzaré.
¿Volveré a ver a mi amor?
¿Sabe usted si está en las esferas o si tiene que volver a la tierra?
Y yo, ¿voy a continuar allí?
¿Volveremos a vernos allí?
¿No pertenece a otra?
Me parecería terrible.
André piensa.
Envía sus sentimientos al maestro Alcar, quiere ayudar a esta buena criatura de Dios, pero Jeus recibe primero que ha hablado de manera milagrosamente buena a su vida.
Y entonces vuelve a él la palabra imponente:
—André-Dectar, sigue andando un poco con ella, visitaré su alma y te daré mi sabiduría.
Es André quien le habla ahora.

—Sí, sí, señora... —continúa—, su marido vive.
Fue una buena persona.
—Ay, fue tan bueno conmigo y otra gente.
No puedo comprender que una criatura tan buena haya tenido que vivir tanta miseria.
—No es miseria, señora, es evolución.
—Tiene razón.
¿Lo volveré a ver allí?
—Puedo decirle, señora, usted es su “alma gemela”.
Más adelante vamos a comenzar con estas leyes, para analizarlas para el ser humano en la tierra.
—Dios mío, qué feliz me hace.
Ya ve, estos últimos días estuve pensando.
Y me entró la sensación de que estaba conmigo, pero no me atrevía a aceptarlo, por miedo a engañarme a mí misma.
Pero ¿él es mi alma?
—Sí, señora, volverá a verlo allí.
No tire de él para que vuelva a la tierra, por esta miseria, dele la posibilidad de incidir él mismo en la vida de usted.
Ahora usted no puede cometer errores.
Usted es su amor, señora.
—¿Le parece extraño que llore?
—A mí no, señora.
—¿Quién le ha dado esto?
—Mi maestro.
Su marido vive en el aura de usted.
Está aquí, en la esfera de la tierra, y la protegerá de muchas cosas.
Es suyo.
Hay miles de personas que no pueden decir eso, señora.
Hay mujeres —lo sabe por los libros— que se casaron varias veces y que ahora no saben quién es el realidad.
Pero esa sintonización vital vamos a vivirla más adelante.
Ya sé mucho de eso, pero ahora para la “cosmología”.
—¿Dice que mi tesoro está aquí?
—Sí, señora.
—Y ¿dónde vive ahora?
—Su marido está en la primera esfera.
—¿Ve? Eso había esperado, señor Rulof.
Así que es verdad.
—Sí, señora.
Vive allí y tiene sintonización con la primera esfera.
Ahora puede hacer algo por usted.
—Dios mío, cuánto se lo agradezco.
Pensé: imagina que pertenece a otra alma, entonces tendré que soltarlo.
Ya sé —lo he leído por sus libros y lo creo a pies juntillas— que los seres humanos pertenecemos a una sola célula y que le hemos dado su propia vida en la luna.
¿No es cierto?
—Ha leído muy bien los libros ‘El origen del universo’.
Sí, sí, así es, señora.
Esas leyes las viviré más adelante.
—Pero qué persona tan dotada es usted.
—Lo sé, señora.
—Hace mucho bien, ¿lo sabe?
Todos mis conocidos y amigos leen sus libros.
Ay, santo cielo, qué feliz soy ahora.
Ahora ya no puede pasarme nada.
Sé ahora que me espera.
Haré lo que pueda, se lo prometo.
¿Mi propia alma?
Es increíble.
Pues, mire, también mi marido había estado casado antes, y por eso me estaba asustando.
Pensé: imagínate que sea de esa otra mujer.
Entonces habría tenido que desprenderme de él.
Pero lo quiero tanto.
Es tan buena persona, tan grande, tan sensible.
Cuántas cosas me quedan todavía por aprender de él.
Pero seguiré haciendo lo que pueda, se lo aseguro.
¿Puede decirme también qué tengo que hacer ahora?
—No haga nada, señora, nada.
Continúe y termine esta vida y espere.
Su marido lo hará todo, él puede ayudarla desde su vida.
Naturalmente, si hace falta.
No vaya nunca a sesiones de espiritismo, o esa gente hará que vaya usted de mal en peor.
Blíndese contra esos mensajes.
—Lo sé, sé todo de eso.
Ya me han engañado.
Recibes sinsentidos.
Te cuentan de todo pero la pura verdad, para nada; es algo que no se puede aceptar.
De verdad que les tengo miedo a esos videntes.
Y ahora me siento más ligera, voy a él, rezaré y esperaré.
Ah, le estoy tan agradecida.
—Mire allí, señora, esa mujer ya casi no puede seguir.
—Qué horror, ¿será que no acabarán nunca todas estas cosas horripilantes?
¿No hace toda esa gente la transición demasiado pronto?
—Para nada, esa gente no, y aun así, todo esto es un suceso cósmico.
Ya no vivimos en armonía, también para la muerte nos hemos sacado a patadas de la armonía.
—¿Qué significa eso?
—Que el ser humano no vive su transición cósmica.
Significa que los seres humanos hemos creado disarmonía, también para nuestro ciclo de la tierra.
El ser humano que sucumbe al hambre, pues, fallece de manera material, pero no espiritual.
Muchos volverán a la tierra para terminar su vida.
—¿Así que mi marido no volverá?
—¡No, no, señora!
—¿Y yo?
—Veo por su aura que esta es su última vida en la tierra.
Así que ha completado su ciclo o estaría ante otros problemas.
—¿Cuáles, si puedo preguntar?
—¿De verdad no lo siente?
Si tuviera que volver, ni siquiera lo vería a él allí.
—Es cierto, vaya, no pensé en eso.
Pero lo comprendo.
¿Qué hará usted después de la guerra?
—Entonces los maestros hablarán por medio de mí.
—Promete ser algo fabuloso.
Puede contar conmigo.
Por lo menos, si todavía estoy aquí.
Ahora la vida del ser humano se cuenta por segundos.
¿Qué piensa?
—Se quedará un poco más aquí, señora.
—Ay, si me miro a mí misma, y luego miro a la demás gente, ni tengo de qué quejarme.
Hay quienes lo han perdido todo.
Si usted siguiera la miseria, ya ni siquiera creería en la vida; pareciera que la vida no tiene relevancia.
Y aun así aprendemos a cada momento.
Ahora llegas a ti mismo y llegas a conocer la sociedad y el ser humano.
¿Dónde ha estado? Tiene un aspecto tan etéreo.
¿No estará enferma?
—Para nada, señora, no me pasa nada.
Aunque traqueteemos, ya lo ve usted misma, aunque ya no tengamos carne en los huesos, no estamos enfermos.
—Pero ¿en qué vive ahora?
—Sí, eso es otra vez algo muy distinto, señora.
Tal vez ni siquiera lo crea.
Quizás incluso se ría.
—¿Por qué? Estoy preparada, he seguido la teosofía y puedo comprender algo.
—Pues, anoche estuve en el “Omnigrado divino”.
—¿Qué dice?
—¿Lo ve? La había advertido.
Ciertamente, estuve allí, justamente allí, donde el ser humano es como Dios.
Silencio.
A pensar un momento.
La señora también piensa.
Y entonces dice:
—Vaya.
Si no hubiera leído sus libros, entonces sí, sin duda, me reiría de usted en su cara.
Pero es como si pudieras percibirlo.
Aun así creo que esta humanidad no está lista para su imponente mensaje y seguramente que usted ya lo sabe.
Cuénteme algo de su viaje, ¿puede ser?
—De ninguna manera, no es posible.
Y aun así, muchísimas personas leen los libros.
Ahora los libros son leídos tanto que quedan hechos trizas, señora.
Hay quienes quieren dar mil florines por un solo libro, pero no tengo ni uno, Adolf Hitler los ha bloqueado.
No creo que los haga quemar.
Ahora la gente los lleva a sus amigos, quieren saber.
Por supuesto, más adelante volverá a ser distinto, y ya no necesitarán tampoco de mis libros.
Ahora que están con miedo y temblando puedes alcanzar a esa masa.
Y ya lo viviremos más adelante.
Sí, sí, ¡estuvimos en el “Omnigrado”!
Pero veo, señora, que he llegado.
Que le vaya bien.
Hasta más tarde.
No esté triste.
Continúe tranquilamente.
No busque a su marido, si él es capaz, vendrá sin que se lo pida.
No lo olvide: vive en otro mundo, cuyas leyes usted todavía no conoce.
A los espiritualistas les queda todo esto que aprender.
Espero poder acoger a miles de personas por los libros de los maestros.
Y todo es evolución, no importa lo que la vida nos dé a cargar.
Que le vaya bien.
Ciertamente, lo percibe, la muerte tiene disarmonía.
El alma como ser humano no puede vivir ninguna ley natural o se encuentra ante su propia miseria.
También la “muerte”, la liberación del organismo, está mancillado por el ser humano.
En realidad, ¿cuándo morirá el ser humano de manera normal?
¿Qué es le muerte verdadera, la liberación del organismo?
¿Cuándo, quiero decir, morirá el ser humano de manera armoniosa y en armonía con las leyes?
¿Qué edad habría llegado a cumplir aquí el ser humano, Jeus, si no se hubiera mancillado?
¿Estás, Jeus?

Y un poco más tarde Jeus tiene la posibilidad de hablar.
—Sí, sí, eso tampoco me importaría saberlo.
—Entonces basta con que sigas pensando en ello, Jeus, y ya seguiremos un momento esas leyes.
¿Qué te pareció esa señora?
Mis cumplidos por tu respuesta, así avanzamos mucho, Jeus.
Ahora puedes tocar el timbre, hemos llegado.
Jeus toca el timbre en casa de Loea, y lo hace de otra manera que antes.
—¿Apostamos, Jeus, que aquí no nos notarán nada?
Seguramente pensarán que es por el hambre.
Y bien que no vamos a mencionarlo.
Nos guardamos esa imponente posesión en nuestro interior, de todos modos la gente no lo comprenderá.
Y si se encogen de hombros, nos da una punzada debajo del corazón.
¿Por qué tarda Loea esta mañana?
¿Acaso durmió hasta tarde?
Ah, ya lo veo, está ocupada con la criatura y todavía no puede abrir.
¿Tú también miras a través de las paredes, Jeus?
Oirás que tengo razón.
Ahora miro a través de todo, aunque también eso tendrá que blindarse más adelante, porque no tenemos que ver demasiado.
Si vemos demasiado, Jeus, eso nuevamente tendremos que procesarlo y eso justo que nos supera.
Esto sin duda que es algo para clarividentes.
Ellos reciben demasiado poco de aquello que a nosotros nos sobra.
No queremos mirar a través del mundo, esa gente sí, y escriben en los periódicos que son mundialmente famosos, pero te toman el pelo por delante y por detrás.
Todo por esos dos florines y medio, y recibes milongas.
Ah, allí está Loea.
—Buenas, pequeño Jeus.
—Buenas, Loea.
—Estaba ocupada con Dayar y no podía abrir.
¿Es grave?
—No, madame, no, lo vimos.
¿Todo bien aquí?
—Qué bien, pequeño Jeus.
Toma, te tengo algo rico.
—Válgame, Loea, ¿de dónde sacaste eso?
¿Jamón rico?
—Negro, pequeño Jeus.
El yogui lo trajo a casa.
Y toma, un pedacito de chocolate de verdad.
—Qué cosas.
Entonces mejor dale al pequeño Jeus el jamón, y a mí, nada.
O sí, dame a mí el chocolate.
Qué rico...
Los nervios piden chucherías.
Parece algo de Nuestro Señor.
Besos míos y del pequeño Jeus.
Saluda a tu yogui.
Gracias, gracias siempre, Loea.
Siempre, eternamente, claro, cómo es posible.
¿En qué piensas, pequeño Jeus?
—En San Nicolás, Loea.
Porque esto es suyo, ¿no?
¿Cómo van las cosas arriba?
—No están, Jeus, han ido a ver al médico.
—Bien, entonces vamos volviendo a casa.
Solo pasábamos para ver si todavía estabas.
Adiós, cariño.
—¿Ya tienes que irte otra vez, pequeño Jeus?
—Bueno, un par de minutos entonces.
¿Pasa algo, Loea?
—Esta mañana tuve dolor.
Pero ahora se ha ido.
Ahora que vienes, todo se ha ido.
Cómo es posible, eres un sanador andante.
—Puede ser, Loea.
Ahora ya soy capaz de dar dones al ser humano.
¿Lo crees?
Puedo hacer que el ser humano sane.
No lo crees, Loea, pero ahora te sanarás a mi sombra.
Hemos venido a verte y esos dolores salieron por patas.
Qué bueno, ¿no?
¡Lo sé!
¡Sé hacerlo!
¡Ahora sé hacerlo!
Desde hace unas horas empecé a andar en esas fuerzas.
Allí fue donde las recibí.
¡Allí!
Allí puedes recibir de todo, Loea.
¡Allí está todo!
Y allí lo vi, y cuando lo vi, Loea, lo supe, pero me da miedo.
—¿Qué te da miedo, Jeus?
—Tener que hacer de hombre milagro, Loea, y ahora es posible.
—Lo siento.
—¿En qué lo sientes, Loea?
—Te lo veo en los ojos, Jeus.
Los tienes muy hundidos en tu cabecita.
—Hay que ver con esta Loea.
Adiós, cariño, nos vamos.
Que sepas que te comeríamos.
Santo cielo, qué alma tan buena eres.
Adiós, cosa rica.
Nos vamos a casa y queremos empezar pronto.
Las cosas van de maravilla.
—¿Viste, Jeus, que Loea vio algo?
—Sí, vio algo.
—Y eso no es más que la sombra de lo verdadero.
Y también eso tiene que irse o pronto contaremos cosas que la gente ya no entenderá.
Estuve allí, en la habitación, y eso ya no ha de ocurrir.
Pero ya llegaremos.
Loea es un gran milagro, Jeus.
¡Para ella todo es “pequeño”!
Y esa es su imponente alma.
Santo cielo, Jeus, por Loea podría morir mil veces, así de buena es ella, justo como es Crisje, así es.
—Lo sé.
¿Puedes contarme algo de la “muerte”?
—De ninguna manera, Jeus, ahora no.
Aunque hablo, no es tan fácil.
Lo que más me gusta es callar.
¿También oyes otra vez a ese estudiante?
—Sí, lo oigo.
¿No quieres decirle nada?
—Ya no hace falta, Jeus.
Oigo ahora por la voz que ya está aquí.
Ese chico no se va a volver ahora, ya está allí.
Ya se le bajará.
Ahora ya no tenemos que tocarlo y el resto se hará por sí solo.
Pues bien, imagina que le dijéramos: “¿Me oyes?”.
“Sí, te oigo.
¡Soy Dios!
Por supuesto, soy “Dios” y ser humano”.
Entonces no oirías más que risas.
Esa otra señora también lo sintió, pero también ella es una persona abierta y desea sabiduría, o por supuesto que no se lo habríamos contado.
Solamente nos cargamos de problemas, ¿y por qué?
De todos modos el ser humano no está abierto a cosas divinas, se siente golpeado y pateado ¡y ha perdido todas sus hermosuras!
Pero eso es cosa suya.
Nosotros continuamos.
La siguiente generación tendrá que aceptarnos al igual que esta.
Cuando la humanidad llegue a saber que somos un profeta, Jeus, esta se caerá de espaldas.
Pero eso no hace falta que lo vivamos ahora, no son más que problemas.
Creo sin dudarlo que nos sacarían de la calle a tiros.
Algunos te aceptarían y otros te asesinarían conscientemente, ya solamente porque esa gente ya no posee ningún espíritu.
Seguramente has de sentir lo que quiero decir.
¿Y ahora?
Ahora todo es distinto.
No lo quiero, Jeus.
Lo que sí me gustaría es construir un templo para “Cristo”, pero uno en que puedan hablar los maestros; uno de felicidad, paz y dicha, de glorioso ser uno.
De artes y ciencias espirituales.
Pero bueno, también creo que no se le concede todavía a esta dura humanidad.
Es demasiado hermoso, demasiado imponente.
Estamos en casa y comenzamos.
André se entrega por completo, pero al urbanita casi se le han acabado las fuerzas.
Intento poner la menor tensión y concentración en las manos y los dedos, para que podamos continuar, pero ya lo percibimos: cada una de las letras ya está pesando mil kilos.
Así de cansados están los brazos.
Así de cansados están los nervios y los dedos, que redoblan, que teclean, que ahora viven fuerza de gravedad.
Es difícil, pero queremos vivir estos viajes y preparar y materializar los primeros libros para la “cosmología”.
Pero ya lo sé: más adelante nos veremos detenidos materialmente y entonces ya no podremos continuar.
O tal vez entonces vaya a ocurrir algo.
Sí, ¿entonces qué?
Si se sopesa de manera normal, ya no podré concluir este trabajo.
En esto vive lo que nos detiene materialmente.
Los nervios y los músculos están exhaustos.
El organismo está mortalmente exhausto.
El cerebro arde como fuego salvaje y aun así no hay ningún dolor de cabeza.
Nada de eso.
Pero cansado, ¡muerto de cansancio!
Aunque Crisje pueda ayudar a André, y los planetas y las estrellas dirijan todo, lo que sin duda significa algo, también están los sistemas, y ya no tienen ninguna fuerza de impulso, ¡están que se “mueren” de cansancio!
Y aun así, continuamos.
La fuerza de voluntad de André es enorme.
Al margen del organismo puede con lo que sea, pero ahora tenemos que ver con sistemas corporales, y ¿quién no?
Sé lo que puedo alcanzar, también lo sabe el maestro Alcar, pero estamos en los huesos, Señor Nuestro, lo sabes, ¿no?
Aun así seguimos volando por encima de la máquina, ya están las primeras páginas, el adepto ha desfallecido, ya no viene al caso que ayude a cargar.
Ya solamente leer esta materia hace que el ser humano sucumba.
Indica, pues, lo profundo que es un ser humano en cuanto a sentimientos.
Es la personalidad misma.
Y tenemos que tenerla en cuenta.
Bien, entonces continuamos solos, por mí ya no hace falta que leas nada más, adepto, ¡se acabó!
Van pasando los días.
Pasaron cuatro días, André vive en el silencio del espacio y hemos trabajo mucho.
Entonces nos quedamos un rato viendo la violencia sin saber qué decir.
Caen bombas sobre La Haya.
¿También lo viste?
Claro, quién no lo vio y oyó.
La iglesia de Bezuidenhout en La Haya se vino abajo.
Qué cosas...
¿Lo viste?
¿Lo entiendes?
¿Lo has visto?
Claro, se han equivocado, pero un montón de gente hizo la transición y fue al otro lado.
Muy bonito ese juego con la vida y la muerte...
A ver quién va a participar en algo así.
Hazte piloto y serás dueño del espacio, pero detrás del ataúd hay follones animales, demolición, horror, inhumanidad.
¿Quién quiere eso?
¿Dios, acaso?
Ya no hay nada que hacer.
¿Viste cómo caían las bombas?
Claro, pero ¿qué quieres?
Quieren darles a los cohetes V2 de Adolf, pero erran el tiro justo demasiado.
Eso es lo que es, y ahora ¿qué?
Dice la gente que la calle Spuistraat está hecha un baño de sangre, y seguramente que así será.
Pero tenemos que continuar.
Estamos bajo estas bombas, hablando de un Padre de Amor.
Pronto hablaremos del “Omnigrado”, si no nos desplomamos.
¿Por qué tuvo que morir de pronto mi marido?
No tiene nada que ver con ese lío.
¿Por qué a mi hijo de seis años lo alcanzó una esquirla?
¿Por qué es el ser humano capaz de esto?
¿Por qué no se niegan todos esos pilotos?
Claro, señora, es otra cosa muy distinta.
¿Dice usted que vivimos tiempos valiosos?
¿Qué dice, loco desgraciado?
Digo, señora, que la muerte no existe.
¡Su hijo está vivo!
¿Lo oyes?
¿Puedes comprar algo con eso?
He perdido a mi marido y mis hijos, y yo misma perdí una pierna.
¿Se han vuelto locos esos bochos y los ingleses?
Que sí, señora.
¡En el “Omnigrado” a Nuestro Señor le pasan los pedazos volando por todos lados y no hace nada!
¡Nada!
Claro, sí que hace algo, pero la gente no lo cree.
Trabaja en la tierra.
Por supuesto, señora, está contando algo de Su vida y también dice dónde vive ahora y que sigue siendo amor.
¡Ay, ese Señor Nuestro!
Claro que sí, señor, ¡está construyendo la “Universidad de Su vida”!
¿No es algo para usted, señora?
Para nada, puedo comprenderlo.
¡Seguramente que sí!
¡Es verdad, señora!
Claro, ahora mejor ya no cierre con llave, señora, ya saldrá volando por sí sola.
Los seres humanos no estamos seguros de la vida ni un segundo.
Pero ¿qué es la vida, señora?
¿La conoce?
¿Se conoce a sí misma?
No ha muerto todavía ningún ser humano, señora, ¿por qué nos tendríamos que alterar tanto entonces?
¿Has oído a ese loco?
Claro, a ese hombre deberían ahorcarlo.
Gracias, señora, señor, ya me callo.
Continuamos, pero André se ha vencido a sí mismo, no hace falta que comencemos enseguida con el siguiente viaje.
¡Y es un gran milagro!
Hurra, puede decir a Jeus, hemos llegado.
Allí está el “Omnigrado” divino, pero no tira de nosotros, alejándonos de la tierra.
Ahora también nosotros podemos mirar esas bombas, los cadáveres, y no es para ponerse a llorar, ¿no?, somos capaces de hacerlo porque sabemos adónde va toda esa gente.
Estamos encima y no sentimos emoción alguna.
Qué locura, ¿no, mi Jeus?
Claro, así es, pero es por nuestra extraña sabiduría vital, ya no tenemos muerte ni tampoco miseria, ¡la vida es milagrosa!
Solo escucha cómo gimotea esa gente.
¿Que si es duro?
No lo sé.
Sí que sé que después de esto ya no gimotearán.
La gente no quiere tener alas, para nada.
Y por ese loca de La Parca reciben esas alas.
¿Es algo para asimilar?
Seguramente que sí, pero ahora tienes que ponerte seriamente con esto.
—Israel está siendo quebrada, Señor Nuestro.
—Entonces que no me hubiera destruido.
—¿Fue Israel?
—¡Claro que sí!
—Entonces está bien, gran Padre, pensé que eran los judíos.
—¡Y los romanos!
Y las criaturas de Israel.
Y los judíos y todos y cada uno en la tierra tienen culpa en Mi perdición.
Pero ¿perecí?
—No, no, ¡por suerte no!
—Gracias.
—Qué bien que estés aquí, Señor Nuestro.
—Siempre estuve.
—Y lo sabemos.
—¡Entonces todo está bien!
—Sí, sí, claro, Señor Nuestro, ¡todo está bien, todo!
A la gente le hace falta grasa, grasa.
Es el único manjar al que todavía está abierta esta vida; el resto, también Nuestro Señor, o sea, “Cristo”, deja indiferente al ser humano de estos tiempos.
¡Quien pueda aceptar a un Dios está loco!
Son dementes religiosos.
¡Es verdad!
Pero ¡continuamos!
Tenemos que seguir, ¡también nosotros somo parte de esos locos!
Bum, bum, bum, otra vez unas cuantas de esas bombas sobre La Haya, pero seguimos escribiendo, nada puede molestarnos, a las bombas no las respetamos ni les tenemos miedo alguno.
¡A nada!
¡Nada de nada!
¡Solamente a “Cristo” lo respetamos!
Una mujer con su perro hecho pedazos, según nos cuenta la vienesa, y la ciudad entera está en llamas.
¿No dejarás tus garabatos?
Para nada, nosotros no, seguiremos escribiendo.
Pero ¿qué es lo que quieres?
Toda la ciudad está en llamas.
No nos damos cuenta de nada.
¡Nada!
¿De verdad que hay guerra?
¿Cayeron bombitas?
¿Murió gente por eso?
¡La muerte no existe!
Trabajamos en contra de todo sentimiento y pensamiento que sea normal o anormalmente humano.
Ya no somos normales ni anormales, deslomarse así no puede expresarse en palabras.
Bregar y escribir sobre Dios y el “Omnigrado” va en contra de todo lo que puedes y debes vivir aquí, ¡es muy malo!
Pero no somos “malos”, somos anormales y trabajamos, escribimos, hacemos algo por esta masa loca, este lío animal y la tan hermosa e imponente madre tierra.
¡Todo es una porquería!
¡Asqueroso!
También triste, pero ¡nosotros no estamos tristes!
Ni tampoco somos una porquería ni somos asquerosos, no tenemos nada que ver con eso.
Nosotros trabajamos, y caen bombas.
Y nuestro tecleo en la máquina es más horrible que todas esas bombas, esos puf, puf, esos accidentes, esas personas desgarradas y calcinadas.
Es malo, claro que sí, para el ser humano que no posea nada más.
¿A dónde vas ahora, alma de mi alma, chispa de mi chispa?
¿Volveré a verte?
¿Vives detrás del ataúd?
Ahora caen lágrimas, y de qué manera.
Pero si el ser humano supiera, ya no lloraría, ya no lloraría más.
Ahora todo había mejorado de golpe, de pronto todo era espacial, pero eso no tiene nada que ver con nosotros.
¡La muerte, mi buen hombre, no existe!
¿Qué está diciendo, sir?
Nada, no dije nada, sir.
¡Que no, no dije nada!
Pensé que quería decirme algo.
¿No?
Entonces eso también está arreglado.
Y esos pensamientos y relatos forman parte de la “cosmología”, y tienen relevancia.
A ese hombre no se le puede alcanzar.
Esa mujer de allí fue aplastada con su criatura y su perrito.
¿No es espeluznante?
Los adeptos acababan de volver de la ciudad, Loea andaba fuera con su Dayar y lo vio, ¡a nosotros no nos pasó nada!
Mi hermana estaba allí y anduvo justo por el medio pero no se hizo ni un rasguño.
Mi padre quiso salvar a su mujer, pero papá y mamá se quemaron vivos, qué horror.
Un hombre se metió corriendo y se dio se bruces con su muerte.
¿Lo viste?
Yo no, pero el ser humano hizo que se estrellara.
El ser humano le pasó por encima en estampida y dejó de existir.
Una señora estaba arriba en su casa y saltó desde el segundo piso, y no se hizo ningún daño.
Cuando un poco más allá se levantó por su propio pie, señor, vi que un gran pedazo de madera venía cayendo y le dio justo en la cabeza.
Muerta y bien muerta, señor, ¿te lo explicas?
Yo no.
Una criatura de siete años, una niña, andaba buscando a su madre, estaba en medio de calles en llamas sin que le pasara nada, señor, pero cuando lo vieron los bomberos y quisieron salvarla, señor, de pronto se quedó muerta en sus manos.
¿No es extraño? ¿No es algo que esté predispuesto, señor?
Dígalo usted mismo, ya no es vida, ¿no?
Una señora buscaba su pequeño cofre de dinero en su casa, que está ardiendo, señor, no puede entrar, y luego ¿qué ocurre?
De pronto el pequeño cofre está en la calle y entonces esa señora salió corriendo a toda velocidad.
Dijo que vio a su padre y oyó:
“Toma, hija, aquí está tu dinero.
Lárgate de aquí, anda”.
¿Fue entonces su difunto padre, señor?
La señora dice que de verdad fue así, vio a su padre.
Pero ¿es posible, señor?
¿Puede ser, así como así?
¿Pueden los espíritus inmiscuirse en el dinero, señor?
¿Quién va a poder resolver ese enigma?
Pero ella ha recuperado su dinero.
Cómo es posible, también me gustaría tener semejante padre que haya estirado la pata, pero el mío vive todavía.
Creo, señor, que los fiambres saben hacer más cosas que nosotros.
¿Es cierto, sir?
¿No vale la pena pensar sobre eso, sir?
Fijo que sí, señora, claro, ahora puedes vivir las cosas más extrañas, y a los fiambres, señora, que sí, viven y conservan toda la razón, y también saben allí dónde están los centavitos.
Claro, es extraño, pero la señora bien que ha salido de sus problemas, ¿cierto o no?
¿Es malo morir, señor?
No lo creo, señora, mire usted misma y lo sabrá.
Creo que el miedo paraliza a la gente, por dentro, claro, y ya no saben nada.
Pero bueno, ¡tantas cosas que se oyen hoy en día, señora!
¿Sabes, señor, lo que cuesta ahora un solo panecillo?
No, señora, no.
¿Qué piensa, señor?
No lo sé, señora, no entiendo de esas cosas.

¡Un solo panecillo cuesta ahora cuarenta florines!
¡En serio!
Y los muertos ya no comen pan, ¿no, señora?
Se oyen ahora historias raras, puede decir André, vive en medio de ellas, metido también, pero vamos a seguir.
Hay cientos de cadáveres por la calle, esta gente ya no tiene hambre, eso de dentro está detenido y ahora está en un punto muerto.
Hay que ver, esos malditos ingleses.
No se puede contar con el gobierno.
Por cierto, si se puede ganar algo, ¡salen corriendo!
¿Saben allí que aquí tenemos ahora problemas?
¿Todavía quiere justificarlo, sir?
Yo no, señora, Dios me libre, tengo otras cosas que hacer.
¡Son tonterías, señora!
¡El barrio Bezuidenhout está destruida!
¡Hubo que lamentar miles de víctimas!
¡Media La Haya está en llamas!
¡Querían haberle dado a la Casa de Orange!
Pero ¡resultó que le dieron al barrio!
Parece ahora que “Orange” cuenta con más protección que la iglesia de “Cristo”, porque esa hermosa iglesia quedó destruida y está ardiendo.
Sí, sí, ¡la iglesia de nuestro hermoso Bezuidenhout arde como una tea!
¿Es cierto eso, señor, que a los “Oranges” los protege Dios?
¿Cómo va a aprobar Dios que se hagan trizas Sus iglesias?
¿Es posible, sir?
Ya lo ve, todo es posible, señora.
Claro, nuevamente es extraño, ¿no tienen los “Orange” culpa alguna en esta miseria?
Seguro que Dios lo sabe.
¿Es cierto, sir, que Dios puso a nuestra reina en su trono?
Seguro que sí, señora, pero no me lo creo.
Y aun así...
El palacio Huis ten Bosch se quedó, ¿a ese les habría gustado darle a los ingleses?
Nada de eso, allí estaba Adolf con sus cohetes V2 y no pudieron agarrarlo.
Pero es extraño, señora.
Uno debería recordarlo.
Cientos, no, miles de muertos, y ni uno solo de esos hombres, mujeres y también niños murieron, señora, señor.
¡Ni uno solo!
Y si quiere vivir el análisis de eso, si le interesa, pues lea mis libros y lo sabrá.
¿Qué dice?
¿Leer libros en estos tiempos?
No me hagas caerme de dolor, sir, muy mal, ha perdido la razón.
¿Un dios?
Milongas.
¿Cristo?
¡Es una tristeza!
¡Si hubiera un dios no ocurrirían este tipo de cosas!
Fuera de mi vista, sir, váyase, ¡lejos de aquí o mato a alguien!
La muerte ríe desde detrás de su máscara a la gente de las ciudades y del campo, al ser humano en Europa.
Pero en “Germany” ni una sola casa seguirá entera, y se lo han ganados esos boches desgraciados.
Es chusma asquerosa.
¡A esos tipos deberían desollarlos vivos!
¿Y los ingleses?
¿No cumplieron con su deber?
¿No tienen que luchar nuestros chicos?
Eso no es matar a alguien, es una obligación.
Eso es hermoso, incluso te condecoran.
Hay mujeres y hombres participando en esto.
Qué gusto, dormir tomado de la mano de una asesina de estas, soñar con sangre cadavérica y cosas por el estilo.
Dame un beso de semejante madre.
¿A qué sabe ese besito, señora, señor?
Hay mujeres que son como ni las gatas salvajes de la selva pueden ser.
Hay madres que luchan como ni los animales salvajes saben hacerlo, pero esto es urbanita —es algo del siglo XX, las mujeres son como los hombres.
Asesinar y incendiar.
¿Para qué?
Para servir a la patria.
¡Para medallas!
Lo hacen para Nuestro Señor.
Qué hermosas son estas mujeres.
Mientras duermes tranquilamente y a ella le entra un arrebato de esos, terminas estrangulado en tu cama.
Y eso es entonces su beso.
Es una chica hermosa, amorosa, pero que no cuenten conmigo, no quiero tener que ver con ese instinto animal.
Vi a otras madres, las he visto en el “Omnigrado”, señora, ¡y es algo muy distinto!
¿Bombas?
Que llueve bombas, eso si se te conduce hasta el despertar espiritual, todo estará bien.
¡También esto!
Adiós, sir.
Adiós, señora.
¡Hasta luego!
¿Qué dice el señor Biblias?
¿Qué dice el sacerdote, ahora que a la iglesia de la Inmaculada Concepción de María le han cercenado el cuello?
Ahora que ha sido aplastada.
Destruida por esos demonios.
¿Y encima por los diablos de nuestra propia especie?
¿Cómo es posible?
¿Acaso sí que queda alguna maldición por vivir en alguna parte?
Seguro que sí, pero no me meto, señora.
No tiene ningún caso hablar de eso, porque una iglesia no es más que un edificio de piedra, señora.
Porque allí no es donde está Nuestro Señor.
Ya lo sabía cuando era un niño, y sigo siéndolo, señora.
Claro, es lo que dicen, pero ¿es cierto?
¿Ahora también a María la han matado a balazos, señora?
¿Eso puede aprobarlo Nuestro Señor?
Claro, ya lo ve: también Nuestro Señor quiere sacrificar algo para sí mismo y la iglesia de Su madre.
Qué divertido, ¿no?
Claro que piensa que estoy loco, pero lo digo en serio, señora.
Ahora a María la han matado con ese bombardeo.
¿Acaso no es cierto?
¿No está muerta María, señora?
¿Que me burlo?
Dios me libre, ¡para nada!
Vivimos en unos tiempos, señora, en que “uno más tres”... ¡dan siete!
El Padre Abraham está buscando sus polluelos, también sus ovejas.
Algunas son negras, otras blancas.
Adivina, qué es.
Pero significa, señora, que dentro de Jerusalén vive gente que ni siquiera ahora quiere creer que Cristo vivió allí.
Y para hacérselo creer ahora a la gente, están cayendo bombas en esta gente, porque el ser humano de allí también está aquí, señora.
Son los continuos bombardeos que ahora nos toca vivir, señora.

Y en Jerusalén hay una cruz, señora.
¡Está en la cima de un monte, señora!
¡Y de esa cruz sigue colgando ese mismo hombre, señora!
¡Ese mismo hombre de antes, señora!
¡Y aun así la gente sigue sin creer que es Él, señora!
Y por eso, señora, nos caen ahora las bombas sobre nuestra pobre cabeza.
¿No es para llorar hasta quedarse sin lágrimas, señora?
Naturalmente, vuelve a pensar que estoy loco.
Pero de verdad que no es así, señora.
No estoy loco, ¡ni loco, señora!
¿No son extraños estos tiempos, señora?
¿No son horrorosamente anormales?
Sí, señora, ¡así es!
De pronto un hombre se baja de la bici y enciende su pipa con hojas.
Un amigo sigue pedaleando.
Cuando el hombre de la pipa inhala, señora, el que siguió avanzando está muerto y bien muerto, porque de pronto habían aparecido aviones.
Así, de golpe, más muerto que muerto, señora.
Y el hombre de la pipa como que oyó que le decían:
“Enciende un momento tu pipa”.
El hombre de la pipa continuó viviendo, señora, pero el hombre que siguió y quería llegar pronto a casa, con su mujer y seis críos, ¿de verdad tenía que morir, señora?
Algo, señora, sobre qué reflexionar.
Algo que te hace estremecerte y temblar, si los seres humanos tenemos que aceptar que a algunos se les avisa acerca de La Parca y que otros, padres de tantos críos, que había salido a por comida, tenía que morir, recibe un golpe de muerte, y así, sin más...
¿Es posible?
¿No habló sobre eso ese hombre en esa Cruz, señora?
¿Está en Sus manos?
El hombre de la pipa sigue vivo todavía, señora, y al padre de todos esos críos cuatro balas le atravesaron el corazón paterno, así, de pronto.
Creo que la “muerte” lleva una vil máscara, señora, y ahora sabemos todo sobre eso.
¿Lo entiende?
¿Es cierto eso, sir?
Claro, señora, ¡es verdad!
Pero puedo contarles algo muy distinto.
Todo es triste, quiero decir, el hombre en la bici, pero el hombre que encendió su pipa sigue vivo ahora y dice: “Santo cielo, cómo se me ha protegido allí.
Pues sí, él está muerto, ¡yo no!
Mi ‘Padre’ me avisó en voz alta de encender la pipa”, y ese mismo “Padre” dio a ese otro el impulso y la animación de hacer que se acercara a la muerte, y llegó, señora, ¡justo a tiempo!
Ese hombre llegó a la hora como un clavo, esta alma, este espíritu, señora, ¿o no recibió este ser humano alma, no recibió ningún espíritu?
Ese pensar y hablar nuestro parece como si fuera una locura, pero ¿es esto un poco loco, señora?
¿Es esto una locura, señora?
De ninguna manera, ¿verdad?, porque tiene que ver con miles de cosas de “Él” allá arriba.
Algunos reciben la vida y otros su “ataúd”... ¿verdad, señora?
¿Su ataúd de verdad?
¿Es posible?
¿Es necesario?
¡Qué cosas!
Para nada, qué va.
Pero lo que ocurrió en Bezuidenhout, ¿tampoco vale nada?
¿No es nada, lo que le ocurrió a esa señora, la del dinero?
Pregúntalo y lo sabrás, oigo ahora de todo, señora.
Son días hermosos.
¡Ay, ese “Padre” Nuestro!
Pero cuando estés en Jerusalén, señora, sabrás de golpe por qué les han dado a los judíos una estrella de esas.
Sí, sí, es una pena, pero tiene que ver con ese hombre en la cruz.
Entonces Él dijo: “Soy ‘Yo’”, y los judíos han dicho que fueron ellos.
¡Y ahora esa estrella tiene que determinar de quién sí que se trata en realidad!
Y ahora Adolf Hitler quiere enterarse de eso.
¿Es una locura tan grande, pues, señora?
Sí, conozco muy bien a Adolf.
Todavía recuerdo que justamente, una tarde, alrededor de las siete, estaba sentado en las afueras de Jerusalén, esperando a mi chica.
Sí, señora, se había construido un muro alrededor de Jerusalén.
Y había quedado con mi chica.
Pero no llegó.
Me quedé a esperarla hasta la mañana siguiente.
Nunca más la volví a ver, señora.
Sí, sí, fue una tontería, pero no fue cosa de ella.
¿Que qué digo?
Claro, hablé con ella, pero no en Jerusalén, señora, aquí, en La Haya.
¿No lo cree?
Aun así, es la sagrada verdad.
Hoy nos prepara la comida.
Es la vienesa.
Me dijo que su padre la había obligado a soltar a las palomas.
Y cuando esas malditas palomas volaron a los árabes, señora, y cuando empezó a divertir a los romanos, voló tras sus propias palomas y se había olvidado de mí por completo.
Una mañana, cuando me desperté y ella todavía dormía —hace no tanto tiempo—, soñó con sus palomas, y entonces supe de una vez que era ella.
¿Que qué significan esas asquerosas palomas, señora?
Eran los hijos de Jerusalén, señora, criaturas que más tarde han asesinado al hombre de la cruz.
Y mi “Sara”... lo sabía.
Era como si dijéramos una niña de la familia de Caifás.
Todos los días, señora, no había quien la sacara de casa, y aun así...
Ahora no le toca llevar una estrella, ni a mí, porque lo hemos reconocido a “Él” en la cruz.
En esos tiempos todavía era una furia, ahora, más dulce que la miel.
¿Si es posible, señora?
El hombre de la cruz me lo contó todo al respecto.
“Sí, Jeus... no es con ‘u’... sino con la ‘eu’ de ‘eufemismo’, no te llamas ‘Jeús’... sino simple y sencillamente ‘Jeus’...”, lo escribió el maestro Zelanus en el tercer libro, y también eso es verdad.
Pero lo oyes: de verdad que la gente está loca.
Piensan que nosotros estamos locos, pero son ellos.
¿No te gusta hablar de esta manera?
Nos adaptamos.
Estamos viviendo un drama.
Hablamos como se siente la masa, pero seguimos verdades.
Hubo un día en que vivíamos en Jerusalén, y allí conocimos a la “vienesa”.
También en Londres, claro, y nuevamente pertenecemos a la raza judía (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), ella, por lo menos, y allí la hundimos en la miseria, qué gusto, porque entonces llegó tarde y nos dejó sentados en el muro.
Y ahora que sabemos que es la culpa de su padre y los árabes, los romanos, ¿por qué todavía la miraríamos de mala manera?
Ciertamente, la vienesa no había llegado a nuestro lado así como así, nuestra raza judía (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), esa sintonización suya volvió a unirnos con los líos que vivimos en Londres, y para eso hemos recibido la vida, y además la muerte de todas estas personas.
Y Jeus, ni uno solo se va antes de su tiempo, si no busca asesinato, porque ese mismo Dios no conoce de ninguna manera lechos de muerte.
Pero santo cielo, qué lejos estábamos de casa.
Si oyes a la gente hablando, ya no tienes vida.
Y aun así sabes todo lo que hemos dicho.
Cómo se enojó esa señora, justo ella, con nosotros.
Pero ¿qué es en realidad lo que quiere esa gente de nosotros?
Vienen directamente a nosotros.
Si él no lo sabe, entonces seguramente que ella lo sabrá, pero él y ella no lo saben.
¿Por qué la gente se nos acerca, Jeus?
Porque perciben, huelen el “Omnigrado”.
Huelen su establo, estos pobres de espíritu.
Y nosotros volvimos desde la verdad a la tierra.
Pero yo ya lo sé.
Lo único que no le queda claro a esa señora fue la historia sobre las palomas y los árabes.
Y esos romanos.
¿Tú lo has comprendido?
—Sí, lo sé.
—Y ¿qué es, Jeus?
—Que entonces “Dios” previno a la gente por todos lados, pero que esa gente de allí no quiso comprender nada, ni los árabes ni tampoco los judíos.
—Te felicito, Jeus.
Cierto, así es.
Al ser humano lo avisa la madre, la vida.
Pero fue la vienesa nuestra.
Entonces tenía que ver con la raza judía (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) e hizo algo.
Ella misma no lo sabe.
Pero cuando hace un tiempo soñó que soltaba sus palomas, yo lo supe.
Éramos novios de la vida y de ella.
Qué gloria, ¿no?
Y aun así, la gente piensa que estamos locos.
Ellos no, ellos no están locos, lo estamos nosotros.
Pero yo prefiero esta locura, y que ellos se queden con esas bombas.
¡También con los muertos!
Y con los vivos, pero una pipa de mierda tiene más relevancia que horas y horas de hablar y rezar, más incluso que leer misas y comportarse como un santo, más incluso que la calidad de cardenal, el sacerdocio, y eso también sin duda que vale una reflexión.
Pero estamos aquí otra vez, el maestro Zelanus puede comenzar, por lo menos si no le parece que nos hayamos desvanecido.
Pero seguro que no, Jeus, estamos libres de toda presión cósmica, para cuántas cosas no sirve el ser humano.
Cuánto estamos aprendiendo, ahora que medio La Haya ha sido casi asesinada, ahora que caen bombas por todos lados estamos aprendiendo como nunca antes.
¡Y la muerte no existe!
¡El ser humano no muere!
Hay padres que van a comenzar con la siguiente vida, y madres que tienen que encargarse de que ella y sus hijos tengan de comer.
Aunque haya bebés entre ellos y la criatura viva dentro de la madre, ¡la muerte no existe!
¡Los lechos de muerte, y las muertes en la calle, no tienen relevancia para Dios!
¡La muerte no existe!
Que si mueren miles de personas a la vez, ¡ni una sola de ellas está muerta!
Lo que parece ser morir es la liberación del alma, ¡y esta continúa!
Pero ¿qué sabe el ser humano de su continuación, de su muerte?
De pronto el alma continúa.
¿No sabía que la muerte le andaba pisando los talones?
Para nada, no lo sabía.
¿Puede la iglesia aclarar este milagro?
De ninguna manera, ¡tampoco el pastor protestante!
Sigue habiendo una muerte.
Porque al alma no le molestan los niños, continúa.
¿No es duro, no es injusto, pastor protestante?
¿“Ser humano”?
Pero ¿entonces qué?
No, sir, no es duro, no es malo, ¡el alma continúa!
Y llegaremos a tener razón, Jeus, según puede contarle André, porque conocemos las leyes.
Ahora se puede aprender mucho en la calle.
¡Sí, señora!
¡Sí, sir!
¡En todo llegaremos a tener razón!
Nosotros, mi Jeus, representamos la verdad.
¡Es seriedad sagrada!
Quien no conozca las leyes, llorará, ¡estará ante una muerte que no existe!
Ahora las iglesias están locas.
La gente ya no cree nada.
Están como poseídos.
Nosotros también, pero de otra manera.
¡Un pastor protestante que siga hablando de la condena ahora es un loco!
Hay boches de mierda viviendo por allí, pero también alemanes, aunque a estos ya no se los conozca.
Los boches de mierda pertenecen a Adolf, Himmler, Goebbels y Hermann (Göring), el resto son alemanes, hijos de un mismo Padre.
Pero eso ya no lo creen.
Pero ya no, ahora que los ingleses están pulverizando nuestro Bezuidenhout.
Pero la “h” de “humano”, también esos ingleses tienen que ganársela todavía.
Y esa misma “H” en grande, es para nuestro propio pueblo desgracia, mi Jeus, es un tremendo follón, pero no lo aceptan.
Tiene todo que ver con la “a” mayúscula de follones animales, pero ¡no lo creen!
Aun así, les toca aceptar esa “a” de manera radiante.
¡Te digo que yo lo sé!
Te digo: estuve en el “Omnigrado”, ¡ahora lo sé!
Digo que todos esos pueblos tienen que inclinarse ¡y eso llegará!
Digo que no hay muerte ¡y terminar teniendo razón!
Digo como André-Dectar que saldremos victoriosos, mi Jeus.
¡Créeme!
Digo: estuvimos en el “Omnigrado” y hemos hablado a Cristo, lo hemos visto a “Él”, pero ¡no significa nada!
Digo ahora mismo, mi Jeus: “Eso no significa nada” porque todavía no hemos alcanzado ese estadio.
Todavía tenemos que asimilar ese estadio, mi Jeus, y ¡también ahora seguimos siendo unas criaturas de lo más comunes!
Nosotros decimos que el consciente “Omnigrado” divino puede decirnos lo que quiera, tenemos que encargarnos de mantenernos firmes aquí.
Pero te digo: Buda y Ramakrishna lo habían asesinado conscientemente.
Habían sucumbido.
Se habían derrumbado, debajo de su sábana blanca, habían desfallecido por haber visto el “Omnigrado”.
Todavía no lo resistían, o habrían accedido a ese estadio.
Créeme, ¡es así!
Lo que han visto y se les ha concedido vivir no fue más que una sombra de lo que hemos contemplado, mi Jeus.
Pero ¿entiendes que ahora estas bombas nos ayudan a cargar?
¿Que esta parte de La Haya nos sirve?

No lo comprende nadie, y aun así, es verdad.
Porque nos estamos divirtiendo.
No por las víctimas, lo sabes tan bien como yo.
Sino porque detrás de esto se nos concedió conocer y ver la felicidad.
¡Lo digo yo!
¡Y digo la sagrada verdad!
¡El ser humano lo aprenderá!
Pero el ser humano no comprende que ama a demonios.
¡El ser humano no entiende que ama a diablos!
¡El ser humano ansía el honor y la fama y las medallas!
¡Y para el alma, esas cosas no tienen relevancia!
¡El ser humano se cubre todo de oro, pero eso no tiene importancia!

Dios no conoce esas medallas.
Cristo no quiere tener que ver con eso.
¡El ser humano arroja bombas a otro ser humano y llora!
Sí, sí, sir.
¡Claro, señora!
¡Quien participe en eso está loco!
¡Sí, sir!
¡Sí, señora!
¡Pero Adolf Hitler no es ningún “Cristo”!
El ser humano pensó que sí, pero ahora Adolf ya no lo es.
Y eso tuvieron que aprenderlo ahora todos esos millones de seres humanos, mi Jeus.
No de otra manera, porque solo hay un “Cristo” de verdad, ¡y nosotros vimos al “verdadero”!
¡El Cristo de las iglesias es falso!
El Cristo de las iglesias es pobre, porque pidió que se le dejara seguir con vida, pidió: “Que pase de mí este cáliz, Padre”.
El Cristo de verdad me dijo: “¡Eso ‘Yo’ no lo dije!”.
El Cristo verdadero dice: “¡Son mentiras!”.
El Cristo de verdad tampoco dijo: “Padre Mío, ¿me has abandonado?”.
No lo dijo el verdadero Cristo, porque ¡”Él” es la deidad!
Al Cristo de verdad no se lo puede beber, ¡hay que ganárselo!
Y hubo muchas personas de la fosa de los leones en la tierra.
Sí, Jeus, ¿eran más fuertes que Él?
Para nada, sir, para nada, señora, porque ¡son mentiras!
Las predicciones de Adolf no se cumplen, ¡las mías sí!
Pero ¡el ser humano hace más por la patria que por Cristo!
¡Porque el “Mesías” no da medallas!
Veo que a Adolf no se le puede asesinar, y también: ¡todavía sigue vivo!
Pero esos espiritistas están locos.
Para nada eran mensajes, ¡eran pensamientos propios!
Dije: “Adolf va a morir, por supuesto, pero ¡por él mismo!”.
¡Y quien quiera acabar con él está loco!
Y les toca aprenderlo a los pueblos de la tierra, mi Jeus.
¡Cristo me lo hizo ver y vivir allí, en el “Omnigrado”!
Y tú eres mi testigo.
Ya no somos testigos de “Jehová”... porque ¡es un loco!
¡Somos testigos para “Cristo”!
¡Que lo es todo y sigue siéndolo!
Pero ¡no como lo quiere la iglesia!
¡Y lo aprendemos ahora en la calle!
Esa certeza nos llegó por el Bezuidenhout.
Claro, sir.
¡Claro, señora!
Pero la muerte no existe.
Lo feo no es nada comparado con eso, ¿no?
Para nada, sir, ¡una y otra vez es una delicia decir que la muerte no existe!
Lo que tengan que enmendar Adolf, Himmler y Goebbels, también Hermann y los demás, ya se arreglará.
Pero ¿qué hay allí de ti mismo?
¿No has cometido errores, pecados, en esos miles de vidas?
¡Te digo que ahora el ser humano está pagando sus facturas!
Y todos esos bromistas alemanes vivían en Jerusalén.
Allí cayeron de sus pedestales y ahora quieren volver a elevar uno para este siglo, pero ahora ya no van a poder.
Eso el ser humano no lo comprende, ¿no?
¿Usted no, señora?
¿Usted no, sir?
Léanlo entonces más adelante en ‘Los pueblos de la tierra contemplados por el otro lado’, leerán mis revelaciones para esta humanidad.
Y entonces lo sabrán.
Entonces también sabrán y comprenderán por que los judíos llevan ahora estrellas.
¡Ahora todo te queda claro!
Cuando Adolf y los de su especie vivían en Jerusalén, ¡nosotros acabábamos de irnos!
¿También usted, señora?
¿Y usted, Sir?
Sí, sí, vivimos diez veces allí.
Aquello sobre lo que reflexioné es verdad.
Estuvimos allí, vivíamos allí y amábamos, pero ¡no nos conocíamos a nosotros mismos!

También usted y su hermanito, su padre y su difunta madre, sir.
¡Sí, señora, usted también estaba allí!
Se lo digo: usted estaba allí entre los de esa especie que gritaban: “¡Crucifíquenlo!”.
¿Le tenía más amor a Barrabás?
¿A Caifás?
Lo que sea, pero ahora corres por allí con una estrella y la criatura del demonio alemana gasea su vida, y también su personalidad, ¿no?
De ninguna manera, ese alemán ni siquiera es capaz de eso.
¿Es duro de oír?
Seguro que sí, ¡y aun así me da usted la razón!
¡Todos ustedes me darán la razón, sir, señora!
¡Con todo gusto me darán la razón más adelante!
¿No hicieron jamás ningún mal en sus millones de vidas?
Yo sí, y Jeus incluso más, pero ahora aceptamos.
Y no nos entremezclamos con su desarrollo, porque para “Cristo” carece de relevancia.
¿No había usted hecho ningún mal, sir?
¿Ni usted, señora?
“¡Vamos, anda!”.
Qué mal, sir, ¿cómo puede decirlo de usted mismo?
Pero lo que oyes ahora es horroroso, no hay ningún ser humano que tenga la culpa de esta miseria, ¡nadie!
Y nuestro saber son nuestros regalos para sus vidas, ¿no, sir, señora?
Claro, estuvimos en el “Omnigrado” y ahora poseemos esta omnisciencia.
¡La nuestra, y es pura!
Lo que oyes ahora por la calle no tiene nada que ver con concienciación espiritual, no tiene relevancia para el alma, no toca nada, ni la vida, ni la muerte, ningún alma ni ningún espíritu.
¡La muerte espiritual lo es todo!
Cada pensamiento es muerte.
¡Cada pensamiento del ser humano de este siglo es muerte!
Pero hurra, ¡vivimos y estamos despiertos!
El maestro Zelanus continúa y nosotros pensamos, mi Jeus, hablamos y aprendemos mucho.
La sabiduría está en la calle.
La sabiduría está en las cloacas de la ciudad, pero la gente todavía no lo comprende.
También la Biblia verdadera está en las cloacas de la ciudad.
¡Todo lo que “Él” trajo por medio del Gólgota, lo verás en las cloacas de la ciudad!
¡También Su vida, Su alma y Su espíritu!
Claro que usted piensa que estoy loco, señora, ¿no es cierto?
Soy la santa seriedad, sir.
El maestro Zelanus trabajó duro y nos relajamos un momento mirando la hermosa vida.
Pero ya casi no podemos seguir avanzando, nuestros brazos pesan miles de kilos, el urbanita ya no puede más.
Pero los bombardeos no cesan, ¿verdad, La Haya?
Todavía te tocará vivir un par de golpecitos más.
Que si habla usted así o asá ya no le ayudará más.
¿Lo irrita el “boche”?
Qué pena, porque lo hace sin querer.
De todos modos le tocará enmendarlo todo, señora.

Y si usted tiene que irse de aquí, sir, ya nadie lo retendrá aquí por más tiempo.
¿Todavía no puede aceptar?
Por supuesto, cada pueblo tiene especies menos conscientes.
Son los siete grados de vida, sir.
Pero el ser humano, como hijo de Dios, como chispa divina, tendrá que vencer este tercer grado de vida cósmico.
Aunque veamos diablos en la tierra, no tiene importancia, porque también el espacio y el planeta tierra siguen sin alcanzar el grado de vida espiritual.
El alma como ser humano tiene que despertar, también la masa como pueblo.
Y los demonios en la tierra, que una y otra vez destruyen la tranquilidad, llegan a la comprensión de que así no hay que hacer las cosas.
Y durará un poco más, sir.
Vivimos ahora exactamente nuestro propio cachito.
¡Quien todavía tenga que vivir no muere, sir!
Vivimos esas leyes desde el origen de la tierra.
Desde hace miles de años esos inconscientes están estrangulando a la humanidad.
¿No es cierto?
Es el despertar para la humanidad.
Y todavía no hemos llegado, sir.
Esto es el resultado de dos mil años de cristiandad.
¿No es cierto, sir?
¿Señora?
El urbanita ya no puede más.
Estamos ante el desfallecimiento corporal.
¿Ahora qué, André-Dectar?
Llegan a casa.
Cómo han llegado es algo que saben.
Continuaron arrastrándose.
¿Ahora qué, maestro Alcar?
Ya no puedo bajar ni una tecla, ni una letra más.
Ahora la máquina pesa mil kilos.
Estamos completamente vacíos.
André llora por dentro, otras treinta páginas y este libro está terminado.
¿Ahora qué, maestro Alcar?
¿Ahora qué, ángeles?
¿Ahora qué, Wayti?
¿Ahora qué, madre luna?
¿Ahora qué, sol?
¿Ahora qué, Júpiter?
Porque infundes mucha alma, ¿no?
Pero ahora tú no puedes ayudarnos.
¿Ahora qué, Urano?
¿Ahora qué, mundo espiritual?
¿Ahora qué, Crisje? Jeus no puede más.
¡El urbanita ha sucumbido!
Tiene la espalda rota.
La espalda lo entregó todo.
Pero queremos continuar, queremos terminar este imponente trabajo antes de que acabe la guerra.
Hasta allí, por lo menos.
¿Acaso no puedes ayudarnos?
En circunstancias normales, hablando de manera humana, ya no es posible, porque el organismo nuestro está vacío por completo, ¡está roto!
¿Ahora qué?
Están en la calle y no pueden seguir.
A descansar un poco.
Aunque luego, a seguir.
Están ante las escaleras y no pueden con ellas...
¡Y aun así es necesario!
Descansan diez veces en la misma escalera que han subido miles de veces, porque el urbanita ya lleva viviendo aquí veinte años.
Veinte años de subir y bajar escaleras.
¿Acaso no pueden ustedes cargarnos?
¿“Levitar” un poco, como lo viven allí en el “cuarto grado de vida cósmico”?
¿Es que no puede ser?
Entonces tenemos que descansar un poco más, urbanita, no es culpa tuya.
¡Estamos exhaustos!
Pero ¿ahora qué, Miets?
¿Hermana de Jeus?

¿Ahora qué, Hendrik el Largo?
¿Ahora qué, esferas de luz y maestros?
¿No pueden ustedes hacer nada más?
¿Es esto todo?
¿No hay nada más?
¿Así que a pesar de toda esta sabiduría no se puede vivir nada más, mi Dios?
Mi “Cristo”.
Tanto pedir camaradería y fuerza, ¿es una falsa alarma?
¿Qué quieres allí?
¿Tengo que desfallecer?
Me encantaría, pero no puede ser.
Comenzó por el camino, yendo a casa.
Entonces el urbanita sintió que no podía seguir más.
Era el desfallecimiento para la materia.
No puede vivirse otra cosa.
Pero, maldita sea, se asoma Jeus. ¿Acaso no hay nada más que vivir entonces?
¿No puede un cuerpo ser elevado, cuando ha sido sacudido hasta quedar vacío, para Cristo y Sus espacios?
Y entonces comenzaron a maldecir.
Lo maldicen todo, pero no para destruirlo todo, hablan a las leyes de los espacios.
¿Buda?
¿Dónde estás ahora?
Ramakrishna, ¿dónde estás ahora?
Sócrates, ¿dónde estás ahora?
Blavatsky todavía no tiene nada que dar.
Tampoco Annie Besant, primero tienen que encargarse de que se vuelvan cósmicamente conscientes.
Antiguo Egipto, ¿acaso no tienes nada para dar a nuestra vida, para el organismo?
¿No?
¡Qué pena!
¡Entonces mejor vuelve a dormir, Egipto!
Rudolf Steiner, ¿dónde estás?
Maestro Alcar, ¿dónde estás?
Maestro Cesarino, ¿dónde estás?
¿No tienes nada para nosotros?
¡Ya no podemos más!
¿No piensan ayudarnos?
¡Todo el espacio los ayudará a cargar!
Espacio, ¿dónde estás ahora?
Espacio, ¿absolutamente todo son tonterías?
Ya ni siquiera podemos subir las escaleras.
Santo cielo, ¿qué dirá la vienesa, urbanita?
He asesinado tu organismo.
Échame a mí la culpa, ¿de acuerdo, urbanita?
¿Quieres darme la culpa, urbanita?
Hazlo.
Sí, no me hagas reír.
Ahora las cosas pintan bien para nosotros.
Ahora solo un poco de edema de hambre y ya no faltaría nada más.
Pero ahora, por una vez nada de bromas, urbanita.
Si ves que vamos subiendo las escaleras, ya hablaré yo con todas esas leyes.
Arrastraré a Dios a este mundo.
¿De verdad no puedes subir más, urbanita?
Qué pena.
Anda, inténtalo.
Dectar y yo, también Jeus, te ayudaremos ahora.
Vamos, adelante, chicos, el urbanita tiene que subir.
Tres escalones más arriba están otra vez tirados en el suelo.
Ahora suben a gatas.
Por fin están delante de la puerta, en el suelo.
Ahora tienen que intentar enderezar la corva, pero no es tan sencillo.
Y aun así es necesario.
Y sí, nuevamente son nuestras propias piernas las que nos cargan.
Ahora hay que abrir esa puerta.
Dios mío, cómo pesa una llave de estas.
¿Siempre fue tan pesada esta cosa, urbanita?
No me di cuenta nunca.
Creo que he olvidado tu vida.
Qué pesada es una llave de estas.
Anda, dilo con honestidad, urbanita, ¿siempre pesa tanto una cosa de estas?
¿Y tú siempre la llevas encima?
Cómo es posible.

Pero ahora déjame ver si puedo abrir la puerta.
La puerta está abierta, estamos en casa.
Y ahora que la vienesa no se dé cuenta de nada o nos mete una buena paliza a todos.
Anda, calla, tranquilamente, y arrástrate hacia la máquina.
¿Viene la vienesa?
No, no, ni siquiera está en casa.
Gracias a Dios.
Y ahora, al escritorio.
¿Qué te parecería, André-Dectar, si ahora nos pusiéramos a rodar por el suelo?
¿Acaso ya no puedes dar ni un solo paso más, urbanita?
¿Qué quieres?
¿Que llame al espacio?
Ya vendrá, tranquilo.

Si ya no nos ayudan, todo habrá acabado.
Entonces vamos a descansar, bien a gusto, urbanita, y ya no seguiremos atormentándote.
Seamos honestos: has hecho todo lo que tenías que hacer.
Gracias.
Y seguramente que lo has de saber: más adelante verás tus propias flores.
Santo cielo, no había pensado, sin embargo, que fuera tan difícil.
¿Hace mucho que andas trasteando por aquí, urbanita?
¿Hace mucho que te arrastras así por la tierra?
Oye, madre tierra, ya no podemos avanzar más.
Pero primero tenemos que sentarnos allí en esa silla.
Y llegan allí.
Estamos detrás de la máquina, pero se nos vence la espalda.
Es extenuación.
Ya no podemos más.
Todavía habríamos querido vivir un viaje más para el alma, pero no podemos más, maestro Alcar, aquí está el alto nuestro.
¿No tienes nada que decir, maestro?
Calla, allí está la vienesa.
Hola, hija.
¿Qué dices?
¿Hoy comemos remolacha azucarera?
Qué bien.
Nos ayudará.
Dios no podrá ayudarnos, pero sí la sopa de remolacha.
Qué delicia.
¿Nada más hoy?
¿Del comedor popular?
De allí nada me gusta.
Ay, murámonos, Jeus.
Pero entonces la pobre vienesa se queda sola.
Y ella no puede terminar los libros.
¡Miets!
¿Pequeña Miets?
Ya no podemos más.
Crisje, mamá, ¡ya no podemos avanzar más!
Hendrik el Largo, ¿dónde estás?
¡Ya no podemos más!
¿Quién puede ayudarnos?
Estamos aquí y ya no logramos bajar una tecla de estas.
Qué cosas, ¿no?
Menudo lío que hemos tenido.
¿Nos hemos quejado, urbanita?
Para nada, ¿verdad?
Pero para ti las cosas pintan mal.
Dios mío, los lugares en que no hemos estado.
¿Por qué ríes, Jeus?
¿Por qué ríes, Jozef?
Nosotros, Dectar y yo, no reímos.
¡Dios mío!
¡Cristo mío!
¡”Omnigrado” mío!
¿Fue todo solamente un sueño, Cristo?
No me hagas reír.
Otra cosa.
¿Gólgota?
¿Dónde estás ahora?
Gólgota, ¿surgió allí la fuerza?
Gólgota, ¿ayudas a la gente cuando ya no pueden más?
Gólgota, ¿puedes sanar brazos rotos?
Para nada, sir, para nada, señora, porque es para Mary Baker Eddy su preocupación detrás del ataúd.
El Gólgota no puede curar de ninguna manera brazos rotos, para eso primero hace falta un médico.
Pero ¿eso, entonces, si no tienes brazos rotos y estás vacío?
Estamos completamente vacíos, sir.
Sí, señora, vacíos, estamos muertos de hambre.
Qué cosas...
Sí, esto es algo, ya no podemos más.
¿Dios?
¿Cristo?
¿Maestros?
¿Ángeles?
¡Estrellas y planetas!
Soles y nebulosas, ¿no son capaces de hacer nada?
¿No pueden ayudarnos?
¿Todo no es más que “milongas”?
¡El espacio entero te ayuda a cargar, André-Dectar!
Toda la vida de Dios quiere servir.
¡Y Dios mismo, no!
Pero ¡eso es Dios!
Pues, ¿ahora qué?
Si todo es Dios, árbol, ¿me ayudas entonces?
Dame algo de tus fuerzas vitales.
No te habrás dejado morir de hambre a ti mismo, ¿no?
¿Madre tierra?
¿Lo oyes?
¡Ya no podemos más!
Madre agua, ¿dónde estás ahora?
¿Son ahora sordomudos esos grados de vida y leyes vitales?
¿No nos oyes gritar, madre agua?
Flor, planta, lluvia y viento, ¿no acuden ahora en nuestra ayuda?
¿No pueden ustedes hacer nada por nuestro organismo hundido?
¿Para nada?
¿Por qué no dices nada?
¿Por qué hay aquí tanto silencio?
¿Ya sabe la vienesa que ya no podemos salir de esta silla?
¿Que ella tendrá que ponernos en la cama dentro de poco?
¿No lo sabe?
¿No entiende lo que nos está pasando?
¿Que estamos ante el derrumbamiento total?
¿No?
¡Entonces eso es lo mejor!
¿Cristo?
¿Cristo?
¿Cristo?
¿Cristo...?
Lo primero es de Jeus.
Luego viene Jozef.
Luego “yo”, como André, y luego “Dectar”, todos te llamamos.
Allí te hemos visto como ser humano.
No hace falta que te contemos de lo que fuimos capaces en los años pasados, lo sabes.
¡Pero solamente ahora hemos sucumbido bien, Cristo!

¿No nos oyes?
¿Acaso no nos contaste, por lo menos a mí y a Dectar, que podíamos contar con Tu vida?
¿Es esto el final de nuestra vida y nuestra tarea?
Bueno, bien, aceptamos.
Pero, Cristo, ¿entonces por qué el maestro Alcar hizo este viaje?
¿Para nada?
No queremos ningún “abracadabra”, no queremos para nada estar planeando por encima de las calles, no queremos levitar para nada... lo conocemos, no queremos estar atados a leyes ocultas de un sacerdote lama, estamos abiertos a la ciencia inmaculada y espiritual.
Pero ¿ahora qué?
¿Qué relevancia tiene todavía entonces la “Universidad de Cristo”, Tu vida?
¿Llegué aquí demasiado pronto?
¿Es esto necesario?
¿No tenemos que terminar este imponente trabajo para Tu vida, Cristo?
Quisiste darme fuerza.
Entonces danos esas fuerzas para aupar el organismo consumido.
¿No es posible?
¿Hace falta alimento para eso?

¿No puede ser aupado un organismo de estos, Cristo?
Lo sé, ahora el maestro Alcar no puede ayudarnos.
No hay ningún maestro que sepa hacerlo.
Solo Tú.
¿Oyes nuestros gritos?
Preguntas, ¡no rogamos por nada!
¡Nada!
No queremos ninguna oración por fuerza, ¡es posible o justamente no!
¿Qué dice usted, “Omnifuente”’?
¿Qué dice, Omniluz?
¿Qué dice, Omnivida?
¿Qué dice, Omnialma?
Pero ¿usted qué dice, Omniespíritu?
¿Y qué dice usted, paternidad y maternidad?
¿Qué hizo que surgieran las fuerzas de gravedad?
¿Oyen nuestros gritos?
¡No rogamos por nada!
¿Que queremos sabiduría?
¡No rogamos!
¡No rogamos por nada!
¡Tampoco rezamos!
¡Porque sabemos que para eso no se puede rezar!
Pero únicamente preguntamos: ¿es imprescindible terminar este trabajo?
¿Tenemos que terminarlo?
¿No es posible?
¿Por qué no?
Entonces nos rendimos ante todo para este trabajo de Tu vida.
No, no, todavía no ocurre nada.
Pero André continúa.
Aun así, mientras tanto ha entrado tanta fuerza en el organismo que podemos ir andando a la cocina.
El urbanita no puede comer.
Ya está, de vuelta.
Otra vez estamos en la silla y André sintoniza con el “Omnigrado”.
Allí es donde vive todo.
Sigue su vida y luego las leyes del espacio.
En pensamientos repasamos el último viaje y estamos ante Cristo.
Ahora miramos al “Mesías” a los ojos y no rogamos por nada.
¿Qué pasa?
Entonces es cuando volvemos a la tierra y nos vemos a nosotros mismos delante de la máquina.
Dios mío, ¿qué es eso?
André mira en una luz poderosa.
Procede del “Omnigrado”, viene a nuestra vida y conciencia, y de golpe somos fuertes y poderosos.
Se derraman lágrimas de felicidad.
Esa luz nos infunde alma.
Nos da fuerzas.
La luz nos da tantas fuerzas que de un salto nos levantamos de nuestra silla como el ser humano que todavía tiene que comenzar con su ascenso hasta Dios.
Dios mío, te damos las gracias.
Cristo, ¡hemos llegado!
Cristo, ¡te damos las gracias!
Pero Cristo, ¡no quieres agradecimientos!
Cristo, ¡resulta que aquí sí que se ha producido semejante milagro!
¡Y ese milagro somos nosotros!
Somos ese milagro, Cristo, pero ¡eres Tú!
Cristo, continuamos.
¡Terminaremos este trabajo!
¡Hasta aquí!
Un poco más tarde estamos trabajando a toda máquina.
Escribo, los brazos ya no están cansados y el urbanita anda corriendo por la habitación y no puede con sus fuerzas.
¡Qué cosas!
¿Jeus?
¡Vamos a seguir!
¡Cristo nos dio esa fuerza!
¡Cristo no nos deja solos!
¡Ahora hemos vivido ese milagro!
¡Nuestro trabajo se va a terminar hasta allí!
La máquina tabletea como nunca antes.
La vienesa viene a preguntar si no estamos cansados y por qué trabajamos tan duro, muy bien, no se ha dado cuenta de nada.
¡Nosotros sí!
Hemos vivido un imponente milagro.
Si no trabajáramos para Cristo, “Él” tampoco habría podido ayudarnos.
Sí, sí, maestro Alcar, ¡continuamos!
Se nos ha regalado.
De golpe termino de escribir esas treinta páginas.
Alrededor de las seis ya está, estuvimos trabajando hasta que empezó a oscurecer.
También esa parte está terminada.
Esas flores las ponemos en el “Gólgota”.
¡Cristo las aceptará!
Lo sabemos, pero es un milagro imponente.
André se siente como si todavía tuviéramos que empezar con la primera parte.
Con esa fuerza llegó a su vida la “Omnisciencia” espacial.
Ahora puede con todo y lo procesará todo.
Ahora ya nada puede detenernos, ¡nada!
Ay, Cristo, ¡a pesar de todo sigues aquí!
También en la tierra.

¡Gracias!
No quieres agradecimientos, pero aun así: ¡gracias de nuestra parte!
A André se le da un poco más de tiempo para reflexionar.
“Dios mío, ¿qué ha pasado contigo?”, preguntan los adeptos.
“¿Conmigo?
He sido rejuvenecido para la eternidad.
Cristo ha venido a nosotros, pero el resto de la humanidad no se enterará sino más tarde”.
El alma como ser humano vencerá el tercer grado de vida cósmico.
Y eso, mi Jeus, se nos ha concedido recibir ahora, hemos vencido este tercer grado de vida cósmico o todavía estaríamos allí, estaríamos ahora en la cama, esperando.
¿Lo viste a “Él”, mi Jeus?
¡Yo lo vi a “Él”!
Lo vi y lo oí a “Él”, mi Jeus.
Me dijo en ese momento:
—Aquí estoy... André-Dectar.
¿Me ves... André-Dectar?
—Sí, ¡te veo!
—Ahora vas a seguir, ¿no es cierto?
—¡Enseguida, maestro!
—Que sepas: ¡cuando es posible, siempre estaré allí!
—¡Lo sé, Cristo!
¡Por eso no hemos rogado!
—Así es, hijo Mío.
¡Ahora, continúa!
—Con gusto.
Oh, ¡nuestro Cristo!
Y entonces, Jeus, de pronto había ocurrido todo.
Cómo es posible.
Pero sea como sea, lo hemos vivido.
Mejor no lo comentes con nadie, de todos modos no lo comprenderán.
Piensan también ahora que soltamos disparates.
Piensan que me lo creo si primero lo veo, si se me concede vivirlo.
Pero te digo, Jeus, para ahora y la eternidad: “nosotros” estamos al servicio de Cristo, o no habríamos recibido ningún tipo de fuerzas.
Si el maestro Alcar trabaja así, sin más, para sí mismo, y nos hace subir sus montañas, eso tampoco es nada despreciable, pero esto nos conduce a los brazos de Cristo.
He entendido —el maestro Alcar tuvo que confesarlo sin rodeos— que él y todos los maestros se quedaron sin saber qué hacer.
¿A causa de qué, Jeus?
Porque habíamos agotado nuestro propio universo.
¿Lo entiendes?
Hemos dado por completo todas las fuerzas vitales de este organismo para el tercer grado de vida cósmico, y ya no nos quedaba nada que dar.
¡Esto, pues, mi Jeus, humanidad, es la prueba de que vivimos verdad!
¡Esto, pues, humanidad, es la prueba de que trabajamos para Cristo!
Esto, pues, humanidad, dice sin duda que estamos al servicio de la humanidad y que ciertamente estamos conectados con maestros.
Es un milagro, porque habíamos agotado lo natural.
¡Es un milagro, porque hemos quebrado por completo el cuerpo para el desarrollo de esta humanidad!
¡Es un milagro, porque estamos al servicio de la “Universidad de Cristo”, y más adelante, luego, la humanidad entera tendrá que aceptarlo!
Es increíble, Jeus, pero hemos vivido este imponente milagro.
El ser humano de la tierra no puede vivirlo y solamente se puede recibir cuando tienes unión con Cristo.
Y nos lo hemos ganado, Jeus.
Si no fuera así, tampoco lo habríamos recibido.
¿Gracias a qué vivimos ahora?
A la luz.
¡Al amor!
¡A la “Omnipaternidad y Omnimaternidad”!
¡A la Omnialma!
¡Al Omniespíritu!
¡Al Omniamor!
Claro, así es.
Me siento como con treinta años, y no hay ningún organismo que tenga nada que decir ya.
Vamos andando por el cuarto grado de vida cósmico, mi Jeus, ¡somos dioses humanos!
Y terminamos el siguiente viaje.
Ahora viviremos el origen del alma humana y todos sus regalos espaciales.
¿Te lo habías esperado?
Yo no, porque me rendí ante todo.
Sabía que el maestro Alcar ha hecho todo lo que podía alcanzar, y eso es igual con toda la vida de Dios.
Crisje no pudo darnos esas fuerzas, ni Miets, ni papá, ningún espíritu, ¡solo pudo hacerlo “Cristo”!
Y luego vino Cristo.
Sí, sí, sir, “Él” vino a nosotros y ahora volvemos a correr por las calles.
Ha ocurrido en tan solo unas horas.
Esta mañana ya no podíamos avanzar, y después de haber escrito treinta páginas, vamos corriendo por la calle y saludando a toda la gente.
¿Pensabas que esa gente entendía que hemos vivido un imponente milagro?
No es cierto, la gente no lo entiende ni lo ve, pero somos fuertes, continuaremos y terminaremos nuestro imponente trabajo.
¿Hay algo más, Jeus, que tengamos que comentar juntos?
No, ¿verdad?
También el urbanita está feliz.
Acostarse sin haber cenado, sin nada, y tenemos fuerza.
Recibimos bistec celestial y ricos huevos, de las gallinas de Nuestro Señor, como luz, amor, alma y espíritu.
Santo cielo, ¡cómo es posible!
“Cristo es poder y fuerza”.
Claro, lo sabe este mundo entero, Jeus, pero ¿cuándo puede decir el ser humano: “Trabajo para ‘Cristo’”... si está por encima de la condena?
¡Si asesinas!
¿Si provocas incendios?
¿Si mientes y engañas?
¿Si tú mismo quieres jugar a ser Dios?
¿Si quieres representar a “Cristo” por medio de la condena y un Juicio Final?
Por medio de odio.
De destrucción.
De engaños.
¿Si quieres representar a Cristo por medio de mentiras espirituales y miseria material?
¿Si amas lo terrenal por encima de la vida eterna?
¿Si ruges y gruñes?
¿Si lo violas a “Él” y “Su” vida?
¿Si mancillas Su “Luz”?
¿Si crees representarlo a “Él” por medio de cuentos chinos?
Qué tenemos de todo esto, Jeus?
¿Somos mentirosos?
¿Estafadores?
¿Odiamos?
¿Nos atrevemos a entregar nuestra vida por “Él”?
Sí, lo hacemos; si se nos concede demostrar que lo queremos, perforamos nuestro corazón.
¡Lo sacrificamos todo!
Porque eso no es sacrificar, ¡lo hacemos por nosotros mismos!
Ahora nos toca ver y vivir alegría vital.
¡Vivir Su vida y ver “Su” luz, “Su” todo!
Y ahora lo hacemos por nosotros mismos, porque nos hace despertar.
¿Es cierto eso, Jeus?
—Sí, sí, es verdad, oh, soy tan feliz.
—Yo también, Jeus, porque ahora hemos llegado.
Vamos a continuar, es seguro.
Se nos concede continuar, y qué contentos se pondrán el maestro Alcar, Crisje, Miets y papá.
Sí, ¡ahora nuevamente vamos a continuar!
¡Cristo es poder!
Si estás al servicio de “Él”, ¡sí!
O “Él” no podrá ayudarnos, sir.
¡Señora!
Cristo es absolutamente todo, sin duda.
Claro, sir, si quieres también representarlo a “Él” en “Su” todo.
Pero si tiras bombas, sir, entonces no te tocará ver ni un solo gramo de “Su” vida, ¡entonces también “Él” estará sin saber qué hacer!
Participa ahora en este lío y estarás sin poder hacer nada ante “Él”.
¡Lucha ahora mismo por tu pueblo y patria, y estarás sin poder hacer nada ante “Él”!
¡Llena tu chaqueta de medallas terrenales y representarás tinieblas!
Ponte una corona en la cabeza y no representarás la humanidad, no lo representarás a “Él”, porque no es posible, ¡a “Él” lo crucificaron!
Acepta esa corona y poseerás poder, pero ¿qué haces por “Él”?
Acepta la felicidad de esta sociedad, y ¿qué tienes entonces?
Acepta riqueza y poder, corta aquí el bacalao, pero ¿cómo lo haces?
¿Pensabas representarlo a “Él”?
Seguro que sí, pero ¿firmas sentencias de muerte?
Entonces no estarás ante “Él”, tendrías que tratar con los diablos en la tierra, porque ¡no tienes el derecho de matar a un ser humano!
Sí, sí, pequeño Jeus, ¡todo es verdad!
Hemos llegado.
¡Vamos a continuar!
¡Se hará Tu voluntad, “Cristo”!
¡Hemos comprendido Tu vida, Cristo!
Y unas cuantas horas más tarde, André está detrás del ataúd.
Acompañado del pequeño Jeus; ha comenzado el siguiente viaje.
Claro, maestro Alcar, aquí estamos otra vez.
¡Estoy listo!
¡Fue un milagro imponente!
¡Nuestro viaje vuelve directamente a la luna!
—Adiós, madre tierra.
—¿Mi André-Dectar?
—¡Estoy aquí!
—¡Y todos lo sabíamos!
—¡Entonces ya no podrá pasarnos nada, madre!
—Así es, hijo mío.
¡Ahora continúa!
Lleva mi vida al despertar espiritual.
¡El ser humano vence el “tercer grado de vida cósmico”!
Pero ahora ¡las leyes para el alma como ser humano!
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