Crisje-Jeus-Jozef y André

Nuevamente, es Adolf Hitler quien lo despierta de una sacudida; sus terribles cohetes V2 le dan un recibimiento diabólico y lo fuerzan a empezar de inmediato con su vivencia posterior de las leyes.
Jozef tiene que actuar ahora, es él quien crea orden para su personalidad.
Adolf tiene algo de Marte... y mucho de Júpiter y Saturno, pero cuando el astrólogo piensa que son esos planetas los que infunden alma a Adolf, ¡entonces los astrólogos yerran el tiro por completo!
Ya les gustaría vivirlo, por supuesto, pero eso es absolutamente imposible, Adolf, te asfixiarías en esa animación espacial, estallarías en mil pedazos debido a esos poderes y esas fuerzas, puedes dar gracias al espacio de que no es posible, o pasaría algo muy distinto, ¡y los astrólogos no saben de eso!
¡Justo así es el inicio!
A esperar un poco, y luego ¡a seguir!
—De ninguna manera, mi Adolf, no eres capaz de eso.
Ese tal Hanussen (ocultista y astrólogo que vivió durante la República de Weimar y el inicio de la Alemania nazi) tuyo, me parece un inconsciente, tampoco tus catedráticos conocen las leyes todavía, o te habrían contado otra cosa.
¡Es simplemente imposible, Adolf, que el espacio infunda alma al “ser humano”!
El ser humano, Adolf... lo ha recibido todo de Dios, todo, ¡absolutamente todo!
El ser humano... mi Adolf... tiene una entidad.
Y es por esa entidad que tiene que vivir las leyes de Dios.
Al ser humano, mi Adolf, los planetas y las estrellas no pueden infundirle alma, porque esos planetas son inconscientemente humanos.
¿Lo oyes?
Inconscientemente humanos, es algo muy distinto de lo que se piensa en la tierra.
El ser humano es —por supuesto es justo así— humanamente consciente, Adolf, y Marte y todos esos otros planetas son materia inconsciente, o sea, tierra, pero ¿lo comprendes?
¿No te gustaría vivir un beso de Saturno, Adolf?
Yo lo viví.
Pero de otra manera que lo que piensas.
¡Ahora lo sé!
Ahora conozco ese leyes y ya no hace falta que me hagas creer nada.
¡El alma como ser humano lo posee todo!
Sí, claro, si pudiera infundirte alma la vida animal de Marte y Júpiter, todo sería distinto, pero ¿puede la selva calcular tus batallas campales?
Vas perdiendo, eso por cierto ya lo sabes, y si dudaras de ello, Adolf, espera entonces un poco más y verás cómo sucederá.
Digo a la gente:
“Berlín caerá antes que Scheveningen”.
¿No lo comprendes?
Significa que aquí en nuestro vecindario no viviremos esa miseria.
Tú caerás, Berlín también, pero si fueras capaz de pulverizar La Haya, lo harías, pero ¡fíjate que eso no va a pasar!
La vida salvaje de Marte tiene un cierto parecido con tus pensamientos y sentimientos, cada uno de los V2... es un rasgo de carácter de Marte, pero esa gente de allí ni siquiera sabe si tiene un alma, un espíritu, y ¿son capaces esas personas de infundirte alma?
No lo comprendes, lo sé, pero esta humanidad sí que lo comprenderá, más adelante, ¡porque comenzará el “Siglo de Cristo”!
—Buenos días, hija.
Sí, sí, estoy despierto... —es Jozef quien contesta—.
De verdad que está tomando un poquito demasiado, pero hoy recibiremos algo de Nuestro Señor.
—¿Qué dices?
—Digo que recibiremos algo de Nuestro Señor.
—¿Qué es?
Y ahora le toca a Jozef vivir la animación de André, y puede decir: “Aceite.
¡Un pastelito!
¡Harina!
Y no lo vas a creer: tres huevos de gallina de verdad.
—¡Imposible!
—Y resulta que sí, hija, todavía existen y ocurren los milagros.
Créeme: hoy recibiremos algo de comer de los maestros.
Veo muchísimas cosas, es un paquete grande, y lo pondrán delante de la puerta, así, sin más.
Santo cielo, incluso veo un poco de pimienta, podrás volver a hacer una rica sopa.
—Es increíble.
—Y aun así lo vivirás hoy, recibiremos algo, un regalo de los maestros.
Sí, sí, está durando demasiado, tienes razón.
—¿Has dormido bien?
—Como una rosa, hija, no estuve despierto ni un solo segundo.
—¿Así que no escuchaste todos esos V2 entonces?
—Para nada, ni uno solo, que Adolf me diga lo que quiera, no quiero tener que ver con él.
¡Quiero dormir!
¿Qué pasa, general?
¿Pensabas que las guerras no terminan en primavera?
Entonces lo vivirás ahora, esta lucha terminará en primavera.
Jozef ha quedado repelido, él mismo está pensando, a los sistemas les hace falta su animación.
En abril podremos vivir el final.
Vamos allí, faltan dos meses para llegar a ese punto, hija, y entonces comenzaremos de nuevo, pero habrá terminado lo de sanar, entonces vamos a hablar a la gente.
Acabo de decir, general, que esta guerra terminará en primavera.
Puedes decírselo a Adolf, y cuéntale de una vez que tiene que darse prisas con largarse de allí, o lo asesinarán, y eso no le parece bien, ¿no?
¿Hacemos una apuesta, general, de que en La Haya no habrá ni un solo disparo?
Ya sé lo que dices, pero no me refiero a eso.
¡Quiero decir que no viviremos aquí batallas callejeras!
Que aquí y allá dejes todo hecho añicos, eso es otra cosa muy distinta.
Lo repito:
“¡Berlín caerá antes que Scheveningen!”.
Y eso significa que los aliados poseerán Berlín antes que Adolf este vecindario, La Haya y alrededores, así de cerca estamos del final.
Claro, Jeus, es verdad, ya voy.
Te oigo haciendo preguntas.
Sí, sí, vaya viaje, ¿no?
Jozef ya ha asimilado muchas cosas, según entiendo, y no nos hemos olvidado de él.
—Bueno, Jeus.
¿Qué tal te fue?
—(En dialecto): Tengo que darle un par de vueltas.
No sé qué decir.
—Lo entiendo.
Pero ahora escúchame bien, Jeus.
Ese dialecto tuyo tiene que desaparecer.
Te lo dije incluso en el espacio.
Ahora tienes que aprender a pensar como en la ciudad, o no avanzaremos.
Anda y pídeselo a Jozef, él puede enseñártelo y tú mismo tienes que escuchar lo que te diga la gente.
¿Qué pasaría con la cosmología si yo empezara a pensar como en ‘s-Heerenberg?
Nada, entonces nada tendría importancia.
Cuando tú mismo te estrelles por tu dialecto, te escucharé, por supuesto, pero tendrás que olvidarlo, Jeus, o no avanzaremos.
—Haré lo que pueda.
—¿Lo ves? Ya va bien, eso era holandés.
Y entiendo que todavía no sepas pensar, al principio yo tampoco sabía, porque no sabía con qué empezar, por la tremenda cantidad de cosas que tenía que asimilar.
Pero lo ves: ya comencé a con el pensamiento.
A Adolf ya le dije la verdad, y sus astrólogos ya no tienen vela en este entierro, porque las leyes divinas nos cuentan otra cosa distinta, y los seres humanos tenemos que aceptarlo.
Pero ¿no fue grandioso, Jeus?
—Hasta me dan ganas de llorar.
—A mí también, Jeus, pero no lo hago.

Entonces habrá problemas con el urbanita.
Ese ya está en los huesos y cuando uno está muy, muy triste, y por tanto tiene que llorar, ¿sabes que puede que a uno le puede consumir la carne de tanto llorar?
¿No lo sabías, Jeus?
—No, eso no lo he sabido nunca.
—Y sin embargo es verdad.
Nuestra carne humana, Jeus, no es más que agua.
Si tienes que llorar mucho, lloras hasta quedarte sin materia en el organismo.
Un ser humano que haya pasado por mucha tristeza, que sienta tristeza de verdad... porque hay tristeza y tristeza... Jeus... perderá de golpe entre cinco y diez kilos de peso a causa de las lágrimas humanas.
Cuando llora tu alma, tu alma profunda, Jeus, ya nada es capaz de darte un poco de carne, entonces puedes comer lo que quieras, no te servirá, porque tu alma se niega a aceptar otra cosa; la personalidad —y la eres tú mismo...— asfixia ahora el desarrollo normal, porque las lágrimas son “energía”... y la energía se te va por los ojos, pasando por las mejillas, ¡puedes matarte llorando, mi Jeus!
—¡Eso nunca lo he sabido!
—Ahora lo vivirás, Jeus, ¡también esas leyes las conozco!
Y ¿entiendes, mi Jeus, que ninguno de todos mis pensamientos y sentimientos ha desaparecido?
¿Que yo puedo pensar y sentir como allí?
—Es como para volverse loco.
—Sí, sí, es lo que parece, pero la sabiduría no vuelve loco a nadie.
Sí, los sinsentidos y las tonterías; la sabiduría, no.
¿Por qué hay tantos dementes religiosos, Jeus?
De ninguna manera, no conoces eso.
Pero al enseñarle sinsentidos a la gente, se vuelve loca.
Cuando le das sabiduría al ser humano, este no puede volverse loco, porque la verdadera sabiduría te eleva por encima de la materia, y entonces eres consciente.
Lo que tiene esa gente practicante es falta de conciencia, y eso los vuelve locos.
A mí no lograrán volverme loco, Jeus, porque se me concede vivir la verdad.
Pero ¿no fue una maravilla, Jeus?
—Ya te lo dije, ¿no? Todavía no sé pensar.
—Vaya, ¿así están las cosas?
¿Todavía no sabes pensar?
¿Has oído, Jeus, cómo les leen la cartilla a los astrólogos?
—Eso todavía no lo he comprendido.
—Entonces te aconsejo comentar todas estas leyes con el urbanita, porque es de una urgencia apremiante.
Pienso, Jeus, cuando esa gente oiga qué piensan al respecto los maestros, la madre luna, también los planetas, que querrán verme en la horca.
—¿No tienes miedo entonces de que te ahorquen?
—De ninguna manera, Jeus, yo no.
Antes podían hacerlo, pero ahora ya no.
Y si tuvieran ganas de hacerlo, pues bien, meto la cabeza en la soga sin pensarlo; cuando es por Cristo, hago lo que sea.
No me da miedo semejante muerte, que te quede muy claro.
—Primero tengo que pensar un poco sobre eso.
—Me lo imagino, Jeus.
Aún no puedes entregar tu vida de golpe, primero has de saber lo que puedo darte yo, pero ¡cuando haya pasado eso lo pediré todo de tu mejor “yo”!
Ayer hablabas de otra manera, percibías de otra manera.
Y es que hoy las cosas pintan distinto, también eso lo sé, pero ahora mismo es cuando empiezas a pensar de manera universal, ¿no es cierto?
—Sí, he comenzado a hacerlo.
Pero ¿acaso tú no tienes miedo de la iglesia?
—¿La iglesia, dices?
¿Qué va a querer hacer esa?
Recuerda: vivimos en otros tiempos.
Por fin la iglesia se quitó las hogueras de encima, y más le vale, porque si no no quedaría ni un solo ser humano en esa lastimosa iglesia.
Antes, sí, antes, ya te lo dije, me habrían puesto en la hoguera, pero hoy vivimos en otro siglo.
—¿Crees que te convertirías en papa?
—Pero ¿qué dices, Jeus?
¿Que si me convertiré en papa?
¿Yo?
¿De dónde sacas eso?
—Pues hablabas del papa, ¿no, allí?
—Es cierto, Jeus, pero ¿que si quiero convertirme en papa?
Me haces reír.
Y aun así: imagina que lo fuera algún día, Jeus.
Santo cielo, empezaría de inmediato a dar todos esos tesoros a los pobres.
Y a ti te daría un hermoso abrigo de esos para ir a la iglesia, para que lo pusieras por las mañanas.
Y Jozef, un hermoso batín de esos que mira desde hace años —pero para el que la vienesa no tiene dinero.
También te daría de inmediato un hermoso sombrero de pico de esos, ya sabes, que usan los cardenales para emperifollarse.
—Claro, para que la gente se burle de mí, ¿no?
—Es decir: sí, porque el ser humano normal, la buena criatura de Cristo, se ríe de todos esos santurrones, esas largas tiras con perifollos, esas pequeñas sandalias que todavía no se han ganado, de toda esa fanfarronería, por supuesto, pero es que entonces eres algo para este mundo, ¿no?
—No quiero tener un abrigo de esos.
—Y mejor así, Jeus, o yo te echo de aquí, y eso no tiene que pasar, pues.
—Pero cantar, eso sí lo saben hacer, ¿verdad?
—Sí, Jeus, a cantar, eso han aprendido.
¿Recuerdas que papá cantaba en un coro?
—Lo sé.
—Pues bien, eso de cantar tampoco significa nada.
¿Pensabas que los ángeles, y allí donde hemos estado ahora, que siguen queriendo escuchar esos maullidos?
¿Pensabas que se puede vivir los cielos por medio del sonido de las campanas?
Claro, mi Jeus, todo eso sería hermoso, por supuesto que es así, si esa gente supiera para qué cantaba, pero no es así.
Ahora es simplemente dar la tabarra; los cielos se han hartado hace tiempo, las puertas están cerradas a cal y canto, allí no quieren oír ningún gemido, porque esos aullidos cargados te afectan los nervios.
En los cielos dicen: “Mejor encárgate primero de tus pobres.
¿Rezar para ayudar a esa masa hambrienta?
Mejor vende tu oro y tus gemas”.
¿Yo, un papa, Jeus, y dejar que yo termine en la desgracia?
De ninguna manera, eso jamás, y aun así...
Imagina un momento que estuviéramos en Roma.
Ya solamente por esa radio me gustaría vivir allí, porque entonces le contaríamos al mundo entero lo que se nos concedió recibir otra vez anoche.
Sí, sí, solamente para eso quiero estar al servicio de la humanidad, pero todos esos otros cuentos son fatales.
Los teósofos no son de otra manera.
Cuando los veas, se burlan de ti en tu cara.
Deberías ver a esas damas y a esos caballeros, sobre todo las damas llevan hermosas túnicas, y son estas las que tienen que marcar la diferencia, exactamente como en el caso de la iglesia católica.
Son perifollos, Jeus.
¿Cómo era Nuestro Señor cuando vivía en la tierra?
A los católicos se les ha olvidado.
No, no, ya nunca más seremos católicos, ¡nunca más!
—(En dialecto): Cómo los están poniendo verdes, ¿no?
—Si no dices las cosas en dialecto, Jeus, la gente te comprenderá.
Pero lo que dices no es cierto.
Los maestros no ponen verde a nadie, únicamente dan las pruebas.
¿De verdad no entiendes que todos esos cardenales llegarán a estar desnudos ante Dios?
Y entonces ¿qué tendrán?
—¿También un papa de estos?
—No hay ninguna diferencia, Jeus.
Allí ese hombre no pinta nada.
He aprendido y visto que la iglesia se representa a sí misma, y no a la Omnifuente.
¡No saben nada sobre el Dios verdadero!
Ese papa puede declararse santo a sí mismo todo lo que quiera, pero entonces también lo somos yo y tú.
¡Y también un perro y un gato!
Entonces incluso una rata es un animal sagrado.
—Estarás de broma, ¿no?
—De eso, nada, Jeus, no me burlo de estas cosas, pero un papa de estos no posee nada más, nada más ni nada menos, de lo que viva en él en cuanto a amor.
Y una rata de esas, ¿acaso no sabe amar?
¿Alguna vez has visto ratas y ratones jóvenes arriba, en el desván?
—Sí, claro.
—Pues bien, ¿no absorbiste entonces ese amor de una pequeña madre de estas?
Entonces dan ganas de llorar, Jeus.
Y para Dios ese animalillo vale exactamente lo mismo que semejante papa de este mundo.
Tantos aspavientos para servir a Dios, de eso no se trata, ¿no?
Por supuesto, también eso he llegado a saberlo: al ser humano le hacía falta una fe.
Pero ¿en qué la han convertido?
Estoy más que harto de tanto “reverendo” por aquí y por allá, a todos esos tipejos los tengo bien calados.
¿Te has olvidado de la historia de Jozef?
¿Ya se te ha ido?
—Pareciera que fue el año pasado, cuando dijo aquello.
—Pasa nada, Jeus, yo también volví envejecido miles de siglos.
Pero la sabiduría es la sabiduría.
No digo que toda esa gente, todos esos hombres vayan donde las chicas para jugar a ser padre y madre, pero aun así...
¿Es eso cometer un pecado?
De ninguna manera, mi Jeus, es de lo más normal, pero no tienen que meter a Dios en eso.
No tienen que ponerse una camisa hermosa para tener alguna relevancia, como seres humanos lo poseen todo.
Y a ese darlo absolutamente todo no le dan ninguna fecundación, eso, esos hombres lo fragmentan.
Cuando me convierta en eso, Jeus, los dejaré que se casen sin pensarlo, y los bendeciré, ¡y con ganas!
Yo les pondré, pues, un stetson de esos (un tipo de sombrero), como tiene uno el urbanita, y también haré que hagan carreras de velocidad, que anden en bici y salten, también que pelen papas (patatas), para que vuelvan a sentirse seres humanos de verdad, porque todas esas cosas normales y humanas las han perdido por ser santos.
¿Entiendes ahora lo que han hecho esas personas? (—dice.)
Jeus vuelve a hundirse, se ha vuelto a colocar firmemente, y ahora, a seguir.
‘Ese pobre Jeus’, piensa, ‘pero ya lo agarraré ahora’.
La vida ha vuelto a empezar, aunque el urbanita ya no tenga carne en el cuerpo, pensamos y lograremos llegar.
Primero hay que respirar con algo más de libertad, y luego, a seguir, para que los maestros puedan empezar.
—Qué pobreza, ay, madre tierra, cómo despotrican tus católicos.
De verdad piensan aún que pueden ayudarte.
Unos acaban con otros.
Y eso forma parte de sus pequeñas sacralidades.
Muy mal, pero te ayudaré a cargar, madre, sé lo que esperas ahora de mí.
Espero que el maestro Zelanus comience pronto, y no tiene que tener compasión de mí ni del urbanita, ¡estamos listos, madre!
Pero le manda saludos su madre.
¿Me oye usted?
Escucho.
Y un poco más tarde ya se oye:
—Gracias, hijo mío.
Lo sé, estabas allí, has vivido el beso de ella.
Soy sumamente feliz.
¿Aguantarás, André?
—Sí, madre.
Hoy vamos a recibir algo.
—Lo sé.
—Qué hermoso, ¿no, madre?
—¿Pensabas que una sola criatura mía podía imaginar algo que yo no supiera?
—No, no, vaya, es imposible.
¿Cómo están sus heridas, madre?
—Mira tú mismo, André.
Adolf es falso, sangro por mil heridas, pero no puede destruirme.
Todavía llegaré a ver a esas criaturas, lo sabes.
¡Uno por uno los haré volver!
Lo enmendarán todo, también eso lo sabes, no les daré un solo pensamiento.
Mis criaturas están en una lucha de vida o muerte, pero ¿para qué?
¿Qué dijo mamá?
—La ayudará a usted a cargar, ella lo sabe todo.
—Me hace bien.
Cuando más adelante llegues a su vida, dile entonces que terminaré mi tarea.
¿Qué dijo papá?
—Te da todo todo su amor, madre.
—También de eso estoy convencida, André.
Pero descansa un poco más, más adelante tendrás que empezar.
—Sí, madre, lo haré.
—El urbanita no soporta la remolacha, ¿verdad?
—Para nada, porque a mí también me molesta esa comida.
—¿Sabes que vendrá algo?
—Sí, madre, hoy.
—Exacto, lo estoy viendo, hoy llegará algo.
—Que sepas, hijo mío, que sigo teniendo el poder en mis manos.
—Eso lo sé, madre.
Si encima llegaran a tener en sus manos ese poder, ya no quedaría nada de la justicia divina.
—Yo velo, André, así que no te preocupes por eso.
—De ninguna manera, madre, me entrego por completo a tu vida.
—Y ahora a descansar un poco más y luego a levantarse, el urbanita necesita moverse un poco, el cuerpo se lo pide.
—Lo siento, madre.
—Entonces, hasta más tarde, mi André.
Media hora más tarde está nuevamente en la tierra y siente a la madre.
Se queda temblando un momento, los sistemas succionan la circulación sanguínea, según percibe, la madre tierra tiene razón: el corazón, los nervios, todo necesita moverse, yo mismo estuve fuera un poco demasiado tiempo, yo mismo no pude infundir alma al organismo anoche, este trance fue más profundo.
Mi espíritu necesitó de todos los jugos vitales para mantenerse en pie allí, y se puede comprender.
De todos modos es imponente que la madre tierra me lo haga percibir, que me lo haga saber, tampoco ahora estás solo.
Es un milagro increíble.
Pero tengo que pensar, quiero estar listo pronto.
El espacio me apoya, ahora es indudable que toda la vida de Dios me infundirá alma, pero de otra manera de la que quieren recibir y vivir los astrólogos.
De otra manera muy distinta, eruditos, ellos me aclaran las leyes, pero soy yo quien tiene que vivirlas, tengo que asimilar esas leyes y no se puede recibir nada más, pero ¡esto lo es absolutamente todo!
Ya no hay manera de pararme, ¡ninguna manera!
—Pero ¿qué es lo que quieres, Adolf?
¿Por qué no paras? ¿Por qué no usas el dinero de esas cosas asquerosas para algo más?
Ahora todos verán lo malo que eres.
Ríndete, no arriesgues a tu última gente, Adolf, no sigas torturándote.
Ya sé que te entregas para esta evolución.
Eres el verdugo de esta humanidad y también eres un cepillo para las limosnas.
¿Quién va a comprenderlo?
Te conozco, y no hay nadie más en este mundo que te conozca.
Tus cosas horrendas prenden fuego allí a las ciudades y matan la vida.
Si das en el blanco —pero supongo que lo harás, porque tu carácter diabólico es calculador.
Ojalá hubieras comprado, hubieras hecho aviones en lugar de esas cosas, entonces no habría tenido yo las cosas tan claras.
Ahora es ese tu error, Adolf.
Pero sí, tú cometerías errores, tú tienes que ir de mal en peor, ¡porque ganará la humanidad, (la Casa de) Israel!
Una criatura de ocho años puede contarte que has calculado mal, ¿y tú no lo sabes?
Adolf, ¡estás perdiendo!
—(En alemán): Ahórcate.
—Qué pena, Adolf.
Qué pena, te estás burlando de la verdad universal.
Yo podría haber sido tu “providencia”, ¿lo sabes?
—(En alemán): Ahórcate.
—Ya te gustaría, pero no lo haré, Adolf.
—(En alemán): Ahórcate.
—No tantas cosas a la vez, Adolf, te estás poniendo pesado.
Aun así te agarré.
Me echaste encima a tu gente, pero al instante me dio una hemorragia estomacal y entonces, entonces, Adolf, me enviaste ricos huevitos, y también leche, te hice pagar por haber asustado a la vienesa.
Santo cielo, qué bien hemos vivido.
—(En alemán): Ahórcate.
—¿Quieres que te diga algo?
Y entonces tendrás que vértelas con Jeus y conmigo, ¡los “drudels”!
De pronto tenemos que intervenir, el corazón hace cosas raras, pero un poco después eso ha pasado y puede volver a seguir.
De inmediato somos uno solo y se nos da a oír:
—¿Qué quiere de mí y del urbanita ese corazón loco?
—Qué tontería, André, pero hoy llegará algo, ¿no?
—Y ¿no le va a causar molestias al urbanita?
—De ninguna manera, le hemos metido otro cordoncito.
Percíbelo tú mismo y lo sabrás.
—Ciertamente, no siento esa presión que sí que sentía ayer.
¿Fue un trastorno?
—Eran calambres del corazón, hermano mío, nada más.
—¿O sea, nervios?
—Lo que has procesado esta noche, lo tienen que vivir además los nervios.
—Lo comprendo.
Pero yo relajaré el corazón en poco tiempo.
Infundiré alma a esos tejidos, maestro.
—Tú sabes hacerlo, nosotros hicimos lo otro.
—¿Dónde está el maestro Alcar?
—Aquí, mira, anda, porque sabíamos que esto ocurriría.
—También eso el maestro lo ha vuelto a captar.
¿Y ahora te vas, maestro Zelanus?
—Sí, hasta más tarde, estamos de fiesta, nos encontraremos con los maestros.
—Entonces veré eso todavía, ¿no es cierto?
—Por supuesto.
—¿Cuántos libros terminaremos antes del final de Adolf?
—Pensaba que seis... André.
—¿Es posible eso?
—Si nos jugamos el todo por el todo, sí, claro, entonces es posible.
—¡Haga eso entonces!
—Ya he comenzado con ello.
—¿Desde hace un momento?
—Sí, vamos a lograrlo, André.
—Vaya entonces a las esferas de luz, y diga a mi hermana Miets —y a mi hija, también tiene que saberlo papá— ¡que me juego el todo por el todo!
—Ellos lo saben, así que desde allí lo recibimos todo.
—Entonces continuamos.
Adiós, mi hermano eterno.
—Mi André.
¿Quieres acoger esta imagen un momento?
—Sí, santo cielo, qué grande y profundo eres, maestro Zelanus.
Gracias, muchas gracias, lo recordaré.
Pero ahora ¡esto es para mí mismo!
—Exactamente, solo para ti mismo, pero ¡también eso está allí!
—Pues gracias, oye, se lo diré a los estorninos.
Si ellos quieren llevarlo a la gente, me parece bien.
Y a los hermosos ruiseñores, ¿cierto, no, maestro Zelanus?
—Sí, André, porque ellos siempre cantan los primeros acordes y los últimos.
—Es imponente, eres un poeta.
—Lo fui alguna vez, pero cuando más adelante vi que no era nada, que mis sentimientos y pensamientos no contenían verdad, me lo arranqué.
Pero lo que acabo de darte es imponente.
—Me hace sentir muy agradecido, por favor dígaselo al maestro Alcar.
—Él ya lo sabe, ¿no?
—Es pan y fiambre, ¡es absolutamente todo!
—Eso es lo que es; saluda a los adeptos de mi parte.
Me voy otra vez, hasta más tarde.
—¡Gracias!
Y que me voy, pero él lo sabe: los cielos siguen su vida y su pensamiento.
Dios le dio una imagen, una visión, y él la vivirá, por lo que será capaz de cargarlo todo, pero, eso no es posible vivirlo para él mismo ni para nadie de la tierra, ¡no es apto!
Pero él puede enviar hacia arriba:
“Ay, mi ‘Wayti’... qué buenaza que eres.
¿Lo sabías?”.
Y entonces llega al instante:
“Pues es que viví dentro y por debajo de eso.
Con puedo encantar y abrir corazones humanos.
Hasta allí, André, descansa y trabaja, continúa, ¡nosotros velamos!
Un astrólogo diría ahora: ‘¿Lo ves?’.
Pero eso no es, por poco, amigo, nosotros estamos hablando de algo muy distinto”.
Se fue el maestro Zelanus y se fue Wayti, pero él se siente completamente distinto, el nervio del corazón dijo que no, un momento, porque dominaba la sabiduría, y eso ahora se puede evitar un momento.

—¿Qué saben los iniciados de Oriente —continúa— de todas estas leyes y verdades milagrosas?
¡Nada!
Quieren vivir por sus propias fuerzas las leyes del espacio, la vida, el alma y el espíritu, pero no se elevan por encima de sus sentimientos.
Si tan solo te hubieras entregado a los maestros, Ramakrishna, habrías vivido revelaciones y tus adeptos habrían vivido milagros, y millones de seres humanos habrían quedado abiertos, despertados, infundidos de alma.
¿Quién me creerá ahora?
¿Y más adelante, Rama?
¿Más adelante, cuando vivamos el “Omnigrado”?
¿Quién puede procesar eso? ¿Quién quiere bajarse del propio caballo?
El ser humano quiere ser grande, pero inclinarse, inclinarse uno mismo, ante la verdad, te conduce a ese despertar, ¡es concienciación!
He visto Venus y Júpiter, Saturno y Urano, ser humano de este mundo, iglesia, teólogo, miembro de la orden de los rosacruces, teósofo, budista.
Mahometano, ¿pudo su profeta vivir algo similar?
Ahora sé que esos planetas son órganos respiratorios, y nada más.
Espera un momento.
¿Todavía no vienes?
Ah, allí está nuevamente mi estudiante (el estudiante de ‘La cosmología de Jozef Rulof Parte 2’, capítulo 1: ‘La vivencia posterior’).
Bueno, ¿estás allí?
—Maestro, ¿lo oigo?
—Sí, soy yo mismo.
—¿Dónde estuvo usted todo ese tiempo, maestro?
—Estuve dentro de Dios, amigo mío.
—¿Lo dice en serio?
Pero ha de ser así, porque es usted un maestro.
—Sí, sí, estuve en Dios y hablé con la Omnimadre.
¿Tanto tiempo tuviste que esperar?
¿Acaso no había nadie más?
—Pensé que usted quisiera infundirme alma.
—¿Para la astrología, supongo?
—Si puede ser, maestro.
Por fin vuelve a haber respuesta, a pesar de todo.
Dudaba de mí mismo, maestro.
—Si dudas sobre si hornear un pan, jamás tendrás qué comer.
—Eso es cierto, maestro.
Pensé que tendría que rendirme, pero ya está usted aquí otra vez.
—Siempre estuve, cariño.
—¿Quiere ayudarme?
—¿En qué?
—En varias cosas, maestro.
¿Se dedica usted a la astrología?
¿Tiene relevancia para el ser humano, maestro?
—Claro, hijo mío, porque los planetas y las estrellas alimentaron tu organismo.
—Pero eso no significa nada, ¿no, maestro?
—¿Que no significa nada?
—Quería saber algo de Júpiter y de Saturno.
—Quieres saber algo de psicópatas, dices.
—¿Son psicópatas, maestro?
—Son homosexuales, amigo mío, los homosexuales de este espacio.
—¿Quiere decir usted que es tan extraño dedicarse a la astrología?
—¿Alguna vez has oído hablar de los egipcios?
—Desde luego, maestro.
—Pues bien, esa gente se ha vuelto loca.
Han tenido que encerrarlos, porque se dedicaban a estas cosas, cuyas leyes desconocían.
Y entonces ¡lo blanco se convirtió en negro!
Y eso negro andaba por las aldeas y buscaba allí la razón propia, y estaba loco de remate.
—Me asusto, maestro.
—Te asustas por eso de “loco de remate”, ¿verdad?, pero es la única palabra para hacerte entender que también esto que haces ahora es peligroso.
—Pero a mí ¿qué me importa ese peligro, maestro?
—Digo, no quiero cargar en mi conciencia con tu “estar loco”.
Conozco a los de tu especie.
Si no se te da la razón, más adelante yo puedo irme al carajo.
—Ciertamente no, maestro.
Pero ¿de verdad lo oigo bien a usted?

—¿Estoy hablando yo ahora o eres tú mismo?
—Pero si estoy oyendo estas palabras dentro de mí, maestro.
—Así es, hijo mío, pero ¡soy yo!
—Qué imponente, ¿no, maestro?
Siempre deseé esto.
Tengo algo que decirle al mundo.
—Vaya, ¿así es como están las cosas?
Pero ¿qué más da...?

André lo hace esperar un poco, para oír después:
—¿Qué ha sido de usted de repente?
—Pues bien, ¿has constatado que el que hablaba era yo, y no tú a ti mismo?
—Lo he comprendido ahora, maestro.
¿De verdad es así?
—Sí, sí, ¡esta es la telepatía universal!
—Ay, Dios mío, qué estudio.
—Sí, claro, pero mejor quita ese “ay Dios mío”, porque es de lo más sencillo y Dios no tiene nada que ver, es la posesión del ser humano.
—Pero estoy tan agradecido, maestro.
—Es posible, pero ahora nada de alborotos.
Te volverías loco.
—¿Acaso es tan extraño que yo también me dedique a la astrología?
—Te pregunté: ¿no oíste hablar jamás de los antiguos egipcios y de cómo han pelado ellos sus papas (patatas)?
—¿Me está tomando el pelo?
—Yo no, le pregunto si ha sabido algo de eso.
—Sí, sí, es decir: mucho no sé al respecto.
Podría preguntárselo al catedrático.
—Si quieres, hazlo.
—¿Quiere usted saberlo para usted mismo, maestro?
—Quería contestarte por medio de eso, estudiante.
—Ah, entonces está bien.
¿Acaso estoy seguro de mí mismo ahora?
—Estás más seguro que nada, pero ahora primero habla de las papas (patatas), mejor.
—No lo olvidaré, maestro.
—¿Estudias en tu casa?
—Claro, dónde más.
Seguro que sabe que hemos salido corriendo de la universidad, nos negamos.
Yo soy una de las personas que se negaron.
—Vaya, ¿es cierto eso?
—Sí, o bien nos habrían encerrado o bien habrían querido enseñarnos otra cosa y bajo esa bandera, no, no, eso no.
—Vaya, ¿es cierto eso?
Así que no bajo esa bandera, pero la sabiduría ¿no es sabiduría?
¿Hay diferencia?
—¿Acaso es usted proalemán, entonces?
—Ya se lo he dicho antes: soy todo, poseo todos esos pensamientos y sentimientos.
También represento todas esas leyes vitales, y para mí simplemente no hay proalemán o contraalemán, para mí todo es uno, es una sola unión.
—Y eso seguro que a mí me falta aprenderlo, ¿no?
—Eso no se puede aprender, amigo mío, sino que se tiene que sentir.
Has de saberlo ya ahora.
—¿Así que debería haberme quedado para terminar mis estudios?
—Claro, deberías haberte quedado allí para mirar si también esas papas (patatas) podrías haberlas pelado para ti mismo.
Y no a su manera, pues, sino de la manera en que vives y a la que perteneces como ser humano.
—Sumamente interesante, maestro.
—Eso piensas, amigo, pero tampoco es tan sencillo, lo has demostrado, por cierto, y contigo todos esos otros chicos.
Pero ahora, descansa rico.
—¿Que descanse rico?
Llevo desde las cinco con frío, señor.
¿Acaso no lo ve?
—No, no, porque en ese momento estaba en Marte, en Júpiter, en Venus, en la luna y dentro de ella, en el sol y las estrellas, y entonces volví a la tierra.
Así que no tuve tiempo de mirar un momento cómo estabas sentado allí.
—¿Lo dice en serio?
¿Estuvo usted en el sol y en la luna y las estrellas?
—No tengo la intención de escuchar tus broncas, no tengo la intención de seguir tus sustos, no te queda más que aceptarlo.
¡Estuve allí, sin duda alguna!
—Pero Dios mío, eso es increíble.
—¡Allí es donde estoy!
—Pero entonces crearé un tiempo nuevo para el mundo.
—Sí, sí, así es, pero eso lo hago yo mismo, y no me haces falta para hacerlo.
—¿Qué significa eso, maestro?
—Pues dices que quieres crear un tiempo nuevo.
—Claro, ¿acaso no se puede?
—Pero ¿quién es, pues? ¿Eres tú o soy yo?
—Sí, claro, visto así, entonces es usted.
Pero entonces sí que acojo todo lo de su vida y lo transmito a los catedráticos.
—Vaya, eso ensabas hacer¿ Pero yo ya comencé a hacerlo.
—Y ¿no está usted en la tierra, después de todo?
—¡Aquí es donde estoy, chico, vivo aquí en la tierra y estoy en todo!
—¿Así que usted es Dios y ser humano a la vez?
—Soy ser humano y también divino, claro que sí.
Pero también estoy aquí.
—¿Quiere decir que está escribiendo esto en la tierra?
—Sí, sí.
—Supongo que por medio de otra persona, ¿no? ¿Desde su mundo directamente a la tierra?
¿Por medio de la inspiración?
—Para nada, amigo mío, lo hago yo mismo.
—Pero eso no puede ser.
—Todavía eres así de tonto.
Te lo digo: más adelante dejaré constancia de todo esto en este mundo.
Así que soy un ser humano y soy una deidad.
—¿Significa eso, maestro, que estoy conectado con la Omnisapiencia y que esta está hablando a mi vida?
—Exactamente, estudiante, así es.
—Pero eso es una revelación, ¿no?
—Claro, así es, pero soy yo mismo y no tú, y también escribo yo mismo, y para eso no necesito de nadie.
Porque aquí estoy, ¿no?
—¿Usted vive en la tierra y vive en el espacio?
—Sí, estudiante.
—Eso no puede ser.
Ya lo ves: me estoy volviendo loco.
—¿No acabo de decirlo hace un momento?
—Entonces váyase al carajo.
—Gracias, estudiante, así nunca vas a llegar.
Ahora yo no me voy al carajo, sino tú, porque todavía albergas pensamientos desagradables, y con eso ya no quiero tener nada que ver.
—No lo decía en serio, maestro.
—Pero lo dijiste, ¿no?
—¿Podrás perdonármelo?
—Todavía no tienes el derecho de tutearme.
Perdonarte, ni hablar, tú piensas de manera malévola, y en este terreno no quiero tener que ver con maldad.
Atraes calumnia, engaño, lepra, según dice la madre luna, según dice “Wayti”.
Y ellas no quieren tener que ver con eso.
—“Wayti”, ¿Wayti, dice?
Me da risa, ¿de dónde me salen estos pensamientos?
—No son tus pensamientos, eran los míos.
—Me estoy volviendo loco.
—Sí, sí, pero no por culpa de estas cuestiones.
Solamente por haber dicho “al carajo”, y entonces te vuelves loco, estás trabucando la Omnisapiencia.
¿Qué haces al frío?
Métete a la cama, estudiante, o perderás tu carácter pragmático.
No te olvides de las papas (patatas).
—Está siendo sarcástico, ¿no, maestro?
—De ninguna manera, mocoso, eso precisamente no, pero tú pisoteas la Omnisciencia, y Saturno no quiere tener que ver con eso.
Y ay de ti si irritas a la madre luna, si le causas tristeza, entonces tendrás que vértelas conmigo.
—Qué ridículo, me oigo hablar a mí mismo.
—Pero ¡fui yo!
—¿Cuándo volveré a oírlo a usted, maestro?
—Cuando hayas puesto los primeros huevitos ocultos de verdad.
—¿Oye cómo me troncho de la risa?
—No, no, yo no, por tu vida maleducada incluso me entran ganas de llorar, de berrear.
—¿Berrear, dice?
—Sí, pero eso es una palabra de Güeldres, y no tengo nada que ver con eso.
—Pero la está diciendo, ¿no?
—No, no, eso no era yo.
—Ya lo ve: soy yo mismo.
—Ya te gustaría, pero no eres tú, ¡fue Jeus!
—¿Jeus?
—Sí, “Jeus”.
—¿Es eso “Jeús”?
—¿Quieres decir “Jesús”, Jesucristo?
—Sí, maestro.
—No, no, sin nada, sin acento.
—Así que “J e u s”... Jeus, pero no estoy loco.
—Sí que lo está, sin duda, pero ¡era “Jeus”!
—O sea, ¿no de usted?
—No, no, de Jeus...
—¿Cuándo volveré a oír de usted, maestro?
—Cuando sabes cómo se pelan también estas papas (patatas), podrás llamarme y entonces vendré a tu vida.
—Gracias por todo, maestro.
—No lo dices en serio.
Y yo no dejo que me den las gracias los seres humanos vacunos, ¡ni los borregos!
—¿Quién es usted en realidad, si me permite preguntar?
—Me imaginaba que ibas a empezara pelar esas papas (patatas)?
Pero te contestaré.
“Soy el camino, la verdad y la vida”.
—¿Cristo?
—Sí, sí, pero ahora mismo soy yo.
—Pero eso lo dijo Cristo.
—Eso es cierto, pero ahora mismo soy yo.
¿O pensabas poder hablar con Cristo, y que a Él se le habría olvidado ese “al carajo” tuyo?
—Pero se lo estaba diciendo a Cristo, ¿no?
—Me lo has dicho a mí, y además a Cristo, porque yo represento Su vida, Su camino, ¡Su todo!
Ahora mismo ¡soy yo!
—¿Es profanación?
—Eso eres tú mismo, estudiante, o no estudiarías.
Habrías hecho mejor haciéndote granjero, pero no tienes nada de “Arie”.
—¿Arie?
¿Quién es Arie?
—El Hijo de Dios.
—¿Está usted demente, maestro?
—Ahora mismo, Arie es el hijo de Dios, y tiene todo lo que le hace falta a un granjero para poder ser uno granjero.
—¿Y a eso usted lo llama el Hijo de Dios?
—¿No lo eres tú?
—Santo cielo, ¿en qué me he metido ahora?
—Has empezado a perderte, ¿verdad, estudiante?
Y eso es la verdad.
—Pero ¿usted viene a mí en nombre de Cristo?
—Algo así, pero el resto vive debajo de mi propio corazón.
—Dan ganas de saber más, o no lo comprendo.
—También cuando hayas pelado estas papas (patatas) y después las pones en la mesa, hervidas, y las comes y bebes, entonces lo sabrás.
—Se está burlando.
—¿De qué?
—¿Acaso no sabe usted que ya no tenemos qué comer?
—¿De qué hablas ahora, estudiante?
¿Acaso esto no es comida, no es bebida?
No quiero tener que ver con tus papas (patatas) de verdad.
—Entonces le comprendo, maestro.
—No me comprendes, estudiante, o habrías seguido durmiendo.
—No puedo dormir, maestro.
—Entonces tienes que intentar seguir estando bien despierto, con claridad, pero estas adormilado y duermes despierto.
Ahora estás comiendo un buen cocido de guisantes, ¿lo sabes?
—Al carajo, estoy loco, hablo solo.
—Entonces está bien, estudiante, pero se lo contaré a Él, a Cristo, entonces ya no le hará falta escuchar tu cacareo, como si no tuviera cosas que hacer.
—Claro, hágalo, maestro, y olvídese de lo otro.
Porque sabrá lo fatal que estamos ahora, ¿no?
—Ahora el ser humano vive en el paraíso, estudiante.
Ahora se puede aprender algo.
En ese otro paraíso, la gente no aprende nada.
Ahora mismo, ¡solo ahora mismo la gente está aprendiendo!
—¿Lo dice en serio?
—Lo oyes, lo dije, ¿no?
—¿Se ha ido usted?
Oiga, maestro...
¿Se ha ido...?
Vuelva un momento, maestro...
¿Ya no me oye?
El estudiante lo llama en voz alta, pero ahora André lo deja.
Sí que era milagroso, pero ese chico se está volviendo loco.
‘Tengo que blindar esa vida’, piensa, ‘o se volverá loca, loca de remate, y eso es justo lo que no nos hace falta’.
Y eso ¿a causa del hambre?
¿De la pobreza?
Cuando la gente vive bien, no llega tan lejos.
Es asombroso.
Cuando el ser humano tiene con qué alimentarse, no está abierto a este contacto.
¿Qué significa?
La muerte, esta necrosis natural, Rama... conduce al ser humano a esta unión.
¿No es así?
No hay otra explicación.
El hambre hace que el ser humano pierda la conciencia diurna.
Y pueden vivirlo ahora quienes sean sensitivos.
Debido a que tienen hambre, a que el organismo material se va deteriorando, se manifiesta el espíritu y ahora ellos pueden vivir este contacto, esta unión de alma en alma y de sentimiento en sentimiento.
Es completamente natural.
Pero este estudiante se vuelve demente, porque esta vida sigue pudiendo enojarse, porque esta vida no percibe la seriedad de este contacto y porque por lo tanto esta personalidad está abierta al mal, y justo ese mal le corta el pescuezo a la personalidad.
Ahora todavía soy yo, pero más adelante será el mundo astral, mi Ramakrishna, y entonces podrán guardarlo a él, y más adelante quiero prevenirlo.
—¿Vale la pena, Jeus?
Jeus lo oye y dice:

—Sí, pero puede volverte loco.
—Así es, Jeus.
Le contaste un momento que va a llorar.
Esa palabrita era tuya, Jeus.
—Sí, quería decirle a él que yo también estaba allí.
—Ya lo ves, Jeus: ya podrías haberle contestado tú a ese estudiante.
Pero por tus propias fuerzas tampoco habrías podido hacerlo.
¿Qué habrías querido decirle por tus propias fuerzas?
—De todo.
—Vaya, ¿tú sigues pensando que también puedes hacer esto?
Entonces ya te lo demostraré.
Ven, vamos a la calle, directamente a los adeptos, pero primero quiero hablar un montón de cosas contigo.
Tengo que enseñarte algo, Jeus, tengo que explicártelo todo, solamente entonces sabrás cómo es que en realidad pensamos y hablamos, cómo estamos hechos.
O no lo aprenderás jamás.
Jozef ya ha tenido que aceptarlo desde hace tanto tiempo.

Ahora te toca tu turno.

Ven, vamos, no tenemos nada que ver con ese besuqueo del urbanita.
Una vez que llegan a la calle, Jeus pregunta:

—¿Puede volverse loco?
¿Ese estudiante?
—Sí, Jeus, esa criatura de este mundo puede volverse loca.
Y casi lo está, porque seguro que entiendes que esto es peligroso.
Ahora ese estudiante busca respuestas por medio de las leyes ocultas, y si quieres llegar a conocerlas, Jeus, tienes que ser capaz de perderte mil veces y aun así mantenerte consciente, pensar con normalidad y no perder el suelo bajo los pies, o te vuelves anormal.
Ahora no estás viviendo ninguna unión con la vida, sino tu propia demencia.
Y ese chico piensa alcanzar ese punto como lo viven los espiritistas.
Ahora está delante de tu vida el peligro oculto, hablas con él, lo oyes, vive dentro de ti y aun así no lo percibes y no lo oyes, piensas que eres tú mismo y es otra fuerza que piensa y habla por medio de ti.
En ocasiones dentro de ti y al margen de tu vida, pero se está volviendo peligroso.
—Pero eso tú también lo haces, ¿verdad?
—También lo hago, Jeus, pero de otra manera.

¡Tengo contacto verdadero!
Pero no tengo que hacer tonterías.
—Lo he comprendido.
—¿Acaso no lo oíste hablar, Jeus?
Podrías haberlo escuchado.
Y ¿le he contado mentiras?
Estoy en la tierra, ¿no?
¿No escribimos?
¿Nos hace falta para eso semejante inútil?
¿No vivimos dentro de este espacio?
¿No estuvimos en la luna, Saturno, Júpiter y Venus?
—Diablos, que sí, estuvimos allí.
—Pues bien, así que le di la verdad.
Y aun así no nos creía.
Yo lucho por Cristo.
¡Y es lo que soy!
Pero él no lo cree, y aun así le di la verdad sagrada.
Pero eso la gente de esta sociedad no sabe aceptarlo.
Han perdido su rumbo divino, Jeus.
Viven en un laberinto inhumano y ya no creen que en cualquier momento pueden hablar con Cristo.
Y es porque la Biblia ha contado tantos sinsentidos.
No creen que todos los seres humano son criaturas de Dios, no aceptan, mi Jeus, que también tú eres hijo de Dios.
Y ¿no lo eres, acaso?
—Diablos, sí, es así.
—Sí, así es.
Pero ¿por qué ahora primero tengo que irme al carajo?
“Claro, carajo”, dices.
Y eso ¿qué es?
Te dije: la gente en esta ciudad no lo comprende.
Y tus “al carajo y revienta”... tampoco, lo del estudiante también es exactamente igual.
¡Con la diferencia que él lo dijo en serio y tú no!
Puedes decirlo de otra manera.
En la ciudad se oye a menudo: “Cómo es posible”, pero a veces otra cosa, y oyes: “Es increíblemente hermoso”, de una ingenuidad asombrosa, y eso es mejor que el “al carajo”... que reventar e irse bien lejos.
Pero ¿qué es, pues, “tremendamente hermoso”?
Basta con que oigas hablar a esos exagerados.
Pero eso los maestros no lo quieren, quieren que digamos exactamente lo que pensamos, nada más ni nada menos.
¿Lo entiendes, Jeus?
—Lo recordaré.
—En el campo teníamos palabras de esas duras, y allí tienen relevancia y puedes hablar así; aquí ya no o “Jozef” recibe la paliza.
Cuando más adelante el maestro Zelanus escriba los libros sobre nuestra juventud, el dialecto formará parte de esos libros, pero no para nuestros pensamientos de ahora.
Eso tenemos que olvidarlo o no avanzaremos.
—No se me va a olvidar.
—Y luego esto, Jeus.
Ese joven estudiante es ansioso, también él está desmoronándose, y ahora está abierto a otra cosa.
La mayoría de la gente está sufriendo de eso ahora, y vive otra cosa.
Cuando un adepto en el Antiguo Egipto sentía hambre, esa vida ya no servía para el estudio, porque el sentimiento “hambre” pertenece al organismo, y el espíritu saca ese sentimiento de las leyes ocultas, por lo que todos esos sacerdotes primero tuvieron que vencer ese sentimiento.
Y entonces les tocaba poquísimo alimento y según dice Dectar, fueron los primeros fenómenos corporales que se le dieron a vivir allí.
—Pero ¿qué querías decir entonces con esas papas (patatas)?
—¿Así que sí has oído algo?
Te lo hice vivir, Jeus.
Quería decir esto.
Si ese estudiante puede pelar el Antiguo Egipto, entonces aprende algo.
Si es capaz de eso, también estará abierto a otra cosa y eso es poner los primeros fundamentos para esta escuela.
Pero eso no sabe hacerlo por sus propias fuerzas, y se comprende, porque tampoco yo puedo lograr nada por mis propias fuerzas.
Eso está en manos de los maestros y quien comience por su propia cuenta como ser humano estará ante el sucumbir interior, estará ante una lucha a vida o muerte.
Si quiere ahora pelar todos esos millones de leyes, o sea, analizarlos y vivirlos, entonces ese chico estará ante lo que nos toca vivir, pero que ya recibimos como niños, o sea, para lo que ya hemos puesto fundamentos cuando niños, para ahora mismo, o también habríamos sucumbido, por lo menos yo, porque tú y Jozef no vivían (vivíais) nada.
Y ese chico ¿quiere pelar el Antiguo Egipto?
¿Quiere desprender la muerte de la peladura material, o sea, del ataúd?
Entonces esa vida tiene que empezar a pensar y sentir de otra manera, o te saltarás partes.
¿Acaso es tan incomprensible?
Pero a ver, comienza con ello.
Es el estudio para la vida y la muerte, el alma y el espíritu, y no únicamente para esta vida, sino además para el mundo astral, la Biblia y todo lo que pertenece a la vida.
Y ahora lo más extraño de todo.
Ese chico pensaba que tú tenías algo que ver con “Jesús”.
Qué cosas, ¿no?
—Pero por lo menos tengo un nombre hermoso.
—Es cierto, Jeus, pero también a ti te falta ganarte tu nombre universal.
Sí que es asombroso, Jeus, que tantas personas en este espacio pidan ayuda a gritos, y ese es el espacio espiritual en que vive todo, todo en absoluto, y si entras en contacto con eso, oyes de todo.
También a Nuestro Señor puedes vivirlo y oírlo en ese espacio.
Es una unión asombrosa y a la vez de lo más sencilla, tienes que abrirte a ello, perderte de este mundo, y pensar y hablar interiormente.
—Y es lo que hago, ¿no?
—Sí, claro, pero no para tu alma, no para tu espíritu, ni siquiera sabes lo que pertenece a tu espíritu.
Y ese hombre tampoco, por cierto, el resto de la humanidad no sabe nada de eso, también los eruditos buscan.
Pero la voz de ese estudiante me llegó desde una cripta y eso ya no es tan humano.
Y eso me dice que ese chico tiene de verdad contacto, que ya se ha perdido en un cincuenta por cien y que ya no se siente material, porque quiere llegara a conocer las leyes del alma y del espíritu.
Tengo que blindar esa vida u ocurrirán accidentes, más adelante podrán encerrarlo en un manicomio.
—Es puñeteramente complicado, ¿verdad?
—Sí, lo es, Jeus, pero ¿qué no lo es para nuestra vida?
El espacio tiene mucho que decir a la vida de Dios, pero el ser humano no está abierto a eso y si fuera así, querrían vivirlo todo a la vez, como este chico.
Oye, ¿qué nos toca vivir ahora?
¿No oyes algo?
Voy a escuchar un momento, mi Jeus, esto es algo nuevo para mí.
Y ahora André oye:
“¡La muerte no existe!
¡Fallecer es evolucionar!
¡Fallecer en la tierra es acceder al mundo astral!
Y los que sirven, que poseen amor y que pueden entregarse a Dios como a un Padre de Amor, aunque sea Nuestro Señor... ¡ellos continuarán!
¡Los lazos amorosos no se disuelven nunca!
Y quien quiera servir ¡lo sacrifica todo!
Pero ¡esa alma lo recuperará absolutamente todo!
¡Más adelante, los lazos amorosos alcanzarán la unión universal!
¡Y eso es para el padre y la madre y también la criatura!
¡Entonces Dios bendice este amor y vuelve a ver al ser humano en el mundo astral!
¡Allí el Padre de Amor habla a Sus hijos!
¡Y también eso es posible en la tierra!
Repasa en tu interior si esto es correcto y ¡accederás la vida después de la muerte, aunque ahora de manera consciente!
Aunque durante tu vida en la tierra no sepas nada de todas estas leyes, sí que serás consciente en ella, porque ¡poseerás amor!
¡El hombre pone, pero Dios dispone!
Cuando una criatura pierde la madre para la tierra, eso, pues se convertirá en el reencuentro del otro lado.
¡Si ambos poseen amor!
¡Una madre que sienta mucho amor allí será una sola y vivirá la felicidad!
¡Y ese amor imponente los conducirá a su alma gemela y al Gólgota!
Cuando el ser humano es grande en sentimientos, la muerte también es bienaventuranza, y sueles estar solo, solo, porque esta muerte es para ti mismo, ¡y disfrutas este silencio divino!
¡Quien pueda morir por sus propias fuerzas vivirá una gracia espacial!
¡Esa hora es, pues, evolución!
¡La madre amorosa muere sola!
¡Es la finalización del ciclo de la tierra!

Cuando los maestros del otro lado tratan estas leyes, de cara a la madre y la criatura que han alcanzado la unión por medio de los lazos de amor, ¡se encargan de la sintonización cósmica!
Ahora se le da a vivir el amor de la luna a la madre de la tierra, ¡y es unión universal!
Pero ¡en la tierra a eso se la llama morir!
Porque ahora el alma va hacia su vida eterna, se eleva más y va más allá, ¡está conociendo las leyes para su vida espiritual!
El alma sabe que todo está bien ¡y no hace falta que la criatura se preocupe de eso!
Todo está bien, y no importa cómo suceda, porque ¡el alma como ser humano tiene sintonización con Dios!
¡Una madre llena de amor puede mover montañas para su muerte!
¡Si el ser humano entiende esto, está claro todo!
Quien muera, pues, ¡está en buenas manos!”.
* *
*
Vaya cosas, ¿no?
¿De dónde salían esos pensamientos?
¿Era la voz del maestro Alcar?
¿Qué significa esto?
¿Lo oyó Jeus?
De ninguna manera, no puede ser, pero esto significa algo.
Y de pronto percibe a Crisje.
¿Pasa algo, mamá?
¿Pasa algo con Crisje?
Jeus vuelve a hundirse, tiene que pensar.
¿Qué tal ahora, Crisje?
¿Necesitas ayuda?
Ahora nos hemos separado, ya no podemos alcanzarnos materialmente, porque la batalla de Arnhem lo ha destruido todo.
Ya no puedo ayudarte, Crisje.
Pero justo ahora habría querido verte.
Has de saber que hay un precipicio entre La Haya y ‘s-Heerenberg, ¿no?
Pero esto significa algo, Crisje, y tiene que ver con nosotros.
Tengo que pensar al respecto.
Crisje vive en Güeldres.
Jeus la adora, no puede vivir sin ella, pero André tiene otras ideas al respecto.
Esta sabiduría, ¿era para Jeus?
Jozef a su vez lo vivirá de otra manera, según sabe.
¿Qué tiene que vivir Crisje allí?
¿Acaso no está bien? ¿Está enferma?
Sí que es extraño, ahora tampoco en lo espiritual el contacto va a pleno rendimiento.
¡Crisje no ha merecido ningún tipo de miseria!
¡Crisje es demasiado buena para este mundo duro!
¡Crisje es una santa!
Ojalá estuviera en el otro lado.
Pero, según siente, es un golpe para Jeus, ¡la pérdida de todo!
Cuando Crisje viva en el otro lado, según siente, podrá entregarse por completo a su tarea.
Ahora piensa todavía demasiado en Crisje y eso no puede ser, no debe ser, o está dividido.
El deseo de Jeus de ver a Crisje interfiere en él en cuanto a sus pensamientos, en cuanto a su tarea, y ahora tiene que disolverse o pierde demasiada energía consciente para los maestros.
Desde niño era uno solo con Crisje.
Y eso Jeus no supo hacerlo, Jozef tampoco, lo recibió gracias a que los maestros lo elevaran a sus vidas, y eso se puede aceptar.
Para él, Crisje no es ninguna pérdida, porque la distancia y la pérdida no existen allí para Dios, pero esa pérdida, ¡Jeus y Jozef todavía la tienen que asimilar!
¡Eso también es verdad!
Cuando Crisje necesitaba algo para su vida, elevaba sus pensamientos hasta André, y entonces André le mandaba una carta con dinero.
Eso marchó bien durante años, pero cuando el maestro Alcar comenzó con las leyes y tuvo que entregarse por completo, y por lo tanto Crisje tuvo que desaparecer de su conciencia, venía a verlo el “Largo”, y le decía que su madre necesitaba algo.
Los maestros lo pedían absolutamente todo de su vida, todo, todo, también el amor, el lazo con Crisje tenía que disolverse, esta división sería una interferencia para él.
Y también eso André supo hacerlo, o el maestro Alcar no habría podido continuar, habría sido, pues, el alto terrenal, el freno para la unión absoluta que puede vivir ahora, pero para la que por tanto se ha entregado todo.
Así como era uno solo con el estudiante y con otras vidas era siempre el lazo con Crisje, y esa unión se había construido por medio de su amor.
‘Pero ahora hay algo, Crisje tiene algo y yo mismo’, piensa André, ‘tengo que pensar, tengo que pensar con la revivencia o no lo lograré, y el maestro Zelanus no será capaz de escribir.
¿Se nos avisará, maestro?
Si pasa algo con Crisje, estaremos detenidos, maestro, porque Jeus y Jozef querrán pensar en ella día y noche, y entonces ¿qué puedo hacer yo?’.
Y Crisje atrae a “Jeus” y no a André, pero esos sentimientos vuelven a él, es él quien tiene que procesar los sentimientos, quien los analiza en la conciencia diurna, y no Jeus.
Pero desde luego, Jeus tiene que ver con Crisje, Jozef también, pero ese ya es distinto.
Y si Crisje viviera en el otro lado, las cosas irán siendo más fáciles para él, entonces su vida y su tarea serán muchísimo más tranquilas, porque Crisje no tirará, no pedirá; entonces estará viviendo su cielo en el otro lado.
Y allí todo es distinto, ahora puede vivirla a ella pensando espiritualmente en su vida, y llegará a haber esa otra unión, universal, como también le dan a vivir el sol y la luna, absolutamente toda la vida de Dios.
Sí, sí, envía al espacio, ¡así es!
Pero con Jeus me tocará vivir problemas, él me frena y eso he de prevenirlo, pues.
¿No es cierto, espacio?
¿Por qué se me dio a escuchar esto?
Pues bien, pensaré y ya no haré más preguntas.
Pero ¡a Crisje le pasa algo!
Aun así, Jeus viene elevándose, y ya pregunta:
—Hablas de Crisje, de mamá, ¿pasa algo?
‘Ya estamos’, piensa André.
Me sacan a golpes de mis pensamientos.
Él quiere saber algo, pero ahora he llegado a un punto muerto y ya no puedo hacer nada más.
Le da a Jeus:
—¿Que si hay algo?
Estaba pensando en mamá, ¿no puede ser?
¿Tan malo es eso?
¿No es de lo más normal?
—Mamá es demasiado buena para este mundo, no lo olvides.
—Sí, Jeus, así es.
Mamá es demasiado buena, por supuesto.
Esta vida es demasiado dura para mamá, pero tengo que pensar.
Por nosotros, mamá rezó tanto con sus misales hasta reducirlos a trozos, lo sabemos, pero también mamá tiene que vivir su propia vida.
—Pero ¿qué me estás diciendo?
—¿Está claro o no?
Cada ser humano tiene que vivir su propia vida, Jeus.
—Pero ahora quiero ayudar a mamá.
—¿Quieres ayudarla?
¿Ahora, en estos tiempos?
Porque no puedes ir a casa, cerca de Arnhem hay guerra.
¿Quieres ir a pie?
—Ay, caray, ¡qué cosas!
—No empieces ahora con tu “caray”, Jeus, no hay nada que se pueda hacer, tenemos que aceptarlo.
¿O piensas que esto no es cosa mía?
¿O de Jozef, acaso?
—Ese ya se ha olvidado de mamá.
—Vaya, eso crees, pero ya te diré lo que pasa.
Sabemos que tú no puedes vivir sin Crisje.
Pero nosotros sentimos de otra manera, Jeus.
Nosotros también pensamos mucho en Crisje, pero ya no somos niños pequeños.
Nuestro lazo con mamá es sobrenatural, lo sabemos, lo hemos vivido juntos.
Pero ¡tú no!
—Pero ¿qué dices?
¿Yo no?
—Para nada, tú no, y te lo demostraré, Jeus.
Cuando mamá necesitaba dinero, ¿quién lo sabía?
¿Tú o yo?
Cuando mamá me enviaba sus pensamientos, ¿quién podía acogerlos siempre, tú o yo?
¿Quién hablaba siempre con papá cuando llegaba a vernos y decía que a mamá le hacía falta algo?
¡Era yo!
Y también sabemos esto: si le enviabas demasiado a mamá, tenía al vecindario entero delante y volvía a repartirlo con esa gente.
¿Eso también lo sabes?
—Lo sé, mamá se lo daba todo a los pobres.
—Es cierto, pero si le mandas demasiado a mamá, ¿qué vamos a vivir entonces nosotros?
Entonces hacemos tonterías y eso no debe ser.
Esa gente de allí tiene que encargarse ella misma del pan de todos los días, Jeus.
Siempre me encargué de que a mamá no le faltara nada, nunca nada, pero esos otros ¿supieron hacerlo?
¿Eran capaces Johan y Bernard de acoger esos pensamientos de mamá?
¿Tú, acaso?
¡Era yo!
Si no hubiéramos estado nosotros, Jeus, si yo no hubiera sido uno solo con Crisje, entonces mamá y todos sus chicos podrían haber pasado hambre, ¡que te lo digo yo!
¿Qué has podido hacer por mamá, tú?
Nada, nada, te lo digo, lo hacíamos nosotros, Jozef y yo.
Y esos otros, ¿qué han hecho?
Ese fresco de Juul le mandó dos dólares a mamá desde Estados Unidos.
No había para más.
Y esos otros dos han destrozado sus veinte coches, pero ¿pensaron aunque fuera un momento en Crisje?
¿Pensabas que mamá no sabía quién se acordaba de ella?
Papá Wageman siempre se ponía a llorar cuando yo enviaba algo.
¿Por qué?
Porque sabe que poseo amor, que pensaba en sus vidas y que jamás las olvidé.
No habría podido comerme ni una papa (patata) más.
¿Habrías podido tú?
Dos dólares de mala muerte le envió Gerrit a Crisje, y tuvieron que dar la vuelta al mundo, ¿eso era para nuestra increíble Crisje?
Pero también estaba yo, Jeus, yo me encargaba de esos viejitos, y eso es de una necesidad apremiante, a un hijo no se le debe olvidar jamás lo que la madre ha hecho para esa vida, porque ¡en la tierra la madre lo es absolutamente todo!
Papá Wageman nos quiere, a mí más que a los demás, según dice, porque quise vivir su corazón por medio de amor y nada más.
¿A ti Crisje te quitó el sueño?
Haberse quedado pegado a sus faldas, así no es la cosa, Jeus.
Ninguno de sus chicos pudo hacer nada por ella, yo sí, porque primero quise ganarme eso, ¡y luego para lo demás!
Pensaba en mi Crisje, en nuestra madre, día y noche, ¿qué más quieres? (—dice.)
Jeus piensa y André le da un momento esa posibilidad, pero ahora estamos detenidos y no podemos avanzar.
André está dándole una paliza.
—Cuando papá se fue y mamá estaba en la cocina y ya no movía un dedo, Jeus, ¿quién habló con ella entonces?
¿Tú, acaso?
Papá entró en mí y habló a mamá, pero ¿habría él podido alcanzarte?
¿A Johan, tal vez?
¿A Bernard, acaso?
¿A Hendrik, Gerrit o Teun, o a Miets?
No, no, ninguno de ustedes (vosotros) era capaz de eso, ¡era yo!
¿Y ahora quieres hacerte valer?
¿Ahora querrías obligarme a pensar en mamá día y noche?
¿Ahora que todos y cada uno en este mundo tienen que demostrar lo que pueden y quieren?
Puedes decirme lo que quieras, Jeus, pero puedo comprender tu sentimiento.
¿Sabes que Crisje me escribió cientos de cartas?
—¿Dónde están esas cartas de mamá?
—Vaya, es cierto eso, ahora te gustaría leerlas.
Te leeré una, Jeus, así, sin más, desde mi corazón, porque las demás cartas las he hecho trizas, hablaban a mi vida día y noche, y otra vez no podía trabajar.
Mamá escribió: “Sin duda que lo sabes siempre si necesitamos algo, y te lo agradecemos una y mil veces, pero ojalá pudiera contarte que la guerra acabará pronto, eso sí que cambiaría las cosas, y se va juntando toda clase de problemas, y ahora nos han avisado de que tenemos que nos echaban de nuestra casa, y nos dimos un susto tremendo, y fue justamente en el día en que Jansen volvió de La Haya y acordaron que entonces no quedaba más que vivir arriba, donde Mina, pero no es muy agradable para papá porque prefiere estar a su aire, como ya sabes, y eso ahora ya ha pasado y por ahora podemos quedarnos a vivir donde estamos y todavía se encargó de eso Willem van Bree, o los alemanes nos habrían sacado de la casa y vaya tiempos estos y ahora gracias mil de parte de tus queridos mamá y papá y muchísimos besitos para Johan de tu querida madre y no te preocupes por nosotros, ya nos las arreglaremos...”, eso escribió mamá, Jeus.
—¿Todavía tienes esa carta?
—Sí, y esta única carta la he guardado y ni a cambio de diez millones te la daré, porque ¡esta es para mí!
Pero es tu madre, tu Crisje.
Si papá no hubiera llamado por teléfono de vez en cuando, yo tampoco lo habría sabido, pero lo habíamos acordado así, Jeus.
Papá se encarga de mamá y también Miets, así que tampoco ahora tenemos que preocuparnos.
—Pero quiero verla una vez más.
—Eso mejor lo dejas en manos de Nuestro Señor, yo no puedo hacer nada, vivimos en guerra y, al igual que hemos tenido que hacerlo nosotros, tú también habrás de inclinarte ante eso.
—Y ¿qué te dijo papá desde el cielo?
—Ya te lo dije, se encargaba de mamá.
Y entonces yo enviaba dinero al instante.
Si hubieras querido saberlo, tendrías que haber aprendido a pensar de otra manera.
—Pero, carajo, ¿acaso yo he recibido eso?
—Quieto, tranquilo, Jeus, o te daré a vivir otra cosa y no creo que te vaya a gustar.
Quieres decir que no te tocó vivir nada de todo esto, ¿verdad?
Pero eres como quieren vivirlo otras personas.
No anhelabas, o no nos habría hecho falta vivir todas esas palizas.
El maestro Alcar nos daba muchas veces una paliza, pero ¿sentiste algo de eso?
—¿Acaso era cosa mía?
—Ves, allí está: “¿Era cosa mía?”.
¿Será que no entiendes que se nos dio a vivir una vida muy distinta que a ti?
Tú vivías a la buena de Dios, pero el urbanita recibía una paliza.
Tú querías divertirte y nosotros nos llevamos la paliza.
Por supuesto, en ocasiones también nosotros vivíamos a la buena de Dios, entonces todo nos superaba, pero aun así: si no lo hubiéramos entregado todo, Jeus, ¿qué habría sido de nosotros entonces?
Entonces aún llevaríamos barro en las suelas, ya te lo dije antes.
Entonces habríamos podido ir a la fábrica de Emmerik, toda la vida, y no habríamos vivido ninguna casa propia, no habríamos ganado ni un céntimo para mantener a una chica y críos, entonces no habríamos tenido nada más que ese lugar de mala muerte.
Pero ¿en qué nos hemos convertido ahora?
¿No te dice nada?
Si no nos hubiéramos despegado de ‘s-Heerenberg, Jeus, te lo juro, entonces habríamos estado allí en la fábrica de escobas, pero el maestro Alcar me mandó lejos de allí, y a ti no, yo oí entonces: “Vete, vete a donde Johan y Bernard”.
¿Oíste algo de eso tú?
—Yo no, a mí me habría gustado quedarme con mamá.
—Ves, allí está la diferencia.
Habrías querido quedarte allí para estar colgado toda la vida de las faldas de Crisje, pero ¡yo no!
Por cierto, ninguno de nosotros, ¿verdad?, tres están en Estados Unidos.
Nosotros no somos así, no queremos seguir siendo granjeros, por lo menos no granjeros de esos, porque —ya te lo he dicho antes— siento un sagrado respeto ante un granjero, un sagrado respeto, porque esa gente es la que nos da de comer.
Si no trabajaran tan duro, en esta ciudad podrida no tendríamos nada que comer.
Y eso se te olvida.
En eso no piensa la gente cuando ven un granjero de esos.
Pero ojalá tuvieran algo de esos granjeros.
Los urbanitas miran a un granjero de esos con condescendencia, sí, sí, eso lo sabe hacer la pobreza de la ciudad, pero ya te lo dije: ¡a ver si puedes vivir esos sentimientos de granjero!
Anda, a mí puedes darme esos Arie, y tú quédate los alcaldes, ningún problema, todo ese postín de la ciudad no vale un comino, que te lo digo yo, no es más que engaño, envidia, mentira y odio, destrucción, mancilla, no pueden darle la leche materna a ningún ternero.
¿Y ese ha estudiado, es docto, incluso intelectual para nosotros los del campo?
No me hagas reír, y aun así, Jeus, no quería quedarme allí.
He recibido otra cosa, pero tú todavía tienes que llegar a conocerlo, y al igual que nosotros ¡lo has de asimilar!
Insisto: ¿tienes esos dones o se me dieron a vivir, aunque sepamos que no me pertenecen ni por asomo?
Si no hubieran estado los maestros —recuérdalo ahora para toda la eternidad— habríamos estado o bien en Emmerik, o bien en la fábrica de escobas, ¡y los ratones se quedarían muertos delante de la alacena!
¿Has oído a mamá, Jeus, cuando viví el universo y fui a dar dos veces contra el suelo?
¿Sentiste algo de ese dolor, cuando me dejaron atolondrado?
¿La vienesa, acaso?
Nosotros, Jozef y yo, hemos tenido que procesarlo.
Y si hubiéramos gritado por mamá, Crisje solamente se habría preocupado y de todos modos no habría podido ayudarnos, nadie, teníamos que hacerlo nosotros mismos.
Pero ¿sentiste cómo se nos quedó el corazón crujiendo?
¿No viste nada?
¿No viste que estuvimos delante del puerto para tirarnos al agua, Jeus?
—¿Así que querías quitarte de en medio?
—Sí, sí, no tanto por quitarme de en medio, sino porque el espacio empezaba a hablar a mi vida y había llegado a conocer a la luna como madre.
Entonces sucumbí un momento yo mismo.

No pudo ayudarme ni siquiera Jozef, se quedaron (os quedasteis) dormidos, ¡y tú sigues dormido!
—Vaya, vaya.
—Sí, Jeus, si te cuento todo lo que he tenido que asimilar ni siquiera me creerás.
Entonces dirás: “Eso un ser humano no es capaz de procesarlo, y es inhumano”, pero por eso tengo ahora esto, absolutamente todo, y llegarás a conocerlo.
Me desplomé mil veces, pero me volví a levantar, una y otra vez.
También pensé en mamá, pero de otra manera, vivía dentro de su corazón, en su sangre, en su alma y espíritu, y eso tú no lo has vivido, no lo has sentido jamás.
¿Cómo puede un hijo olvidarse de su madre?
Yo era uno solo con papá y sigo siéndolo, pero ¿tú ves a papá o a Miets?
¿Ahora oyes también cómo habla la madre agua?
¿Qué pasa, mamá?
Iré a tu vida más tarde, primero tengo que ajustar cuentas con Jeus, mi madre, pero ¡te traeré el Omniamor de tu madre!
Y entonces se oye, de lo que Jeus siente ahora el espacio: “Te doy las gracias, mi hijo, vamos, continúa”.
—Ves, Jeus, eso también es una madre.
Y ella puede encargarse de todo y no es ningún ser humano.
Lo verás: hoy nos mandarán comida a casa.
Y es capaz de más cosas todavía, pero no quiere oír tonterías.
Las almas pobres como el diablo no le dicen nada; dice que el ser humano tiene que llegar a conocer las leyes y tiene que asimilar la vida mía.
Pero acabo de acordarme de algo, casi se me olvidaba.
¿No recuerdas, Jeus, que me contaste algún día que mamá necesitaba algo y que te pregunté: “¿En qué te metes?”.
Lo envié y ¿qué escribió mamá?
“No necesito nada, nada”.
Ves: tú pensabas que necesitaba algo, pero eran tus propios pensamientos.
Y eso me dijo entonces que tú no puedes vivir ninguna unión espiritual con ella, y que tampoco puedes recibir nada de su vida, para eso tienes que aprender estas leyes.
Te dije entonces: “Déjame en paz, no eres ningún clarividente, ningún clariaudiente, yo soy el que importa”, pero se te olvidó.
Te encogiste de hombros, pero ¿ahora qué?
Ahora estás delante de todas estas leyes y has de escuchar, o continuaremos y te tocará vivir una paliza tras otra.
Santo cielo, ahora lo veo todo.
Entonces no me di cuenta, pero un día tú me dijiste: “Puedes escribir libros todo lo que quieras, mamá se muere de hambre”.
¿No lo recuerdas?
¿Y qué escribió mamá entonces?
¡Tengo de sobra!
Y nuevamente, se te dio a aceptar que no podías vivir contacto alguno con su alma, porque para eso hace falta amar, para eso hace falta conocer las leyes, y yo las conozco.
Los maestros me enseñaron que el ser humano tiene que vivir su propia vida, y que tiene que trabajar.
Mamá se mató trabajando para la gente y para nosotros, ¿y se me ha olvidado?
—Pero entonces ¿mamá tiene algo?
—¿Por qué lo preguntas, Jeus?
—Esta mañana tú mismo estabas hablando de mamá.
—Sí, es cierto pero ¿por qué?
—No lo sé.
—Entonces debiste haber escuchado bien, Jeus, hace un rato, cuando se pronunciaron esas palabras, entonces habrías podido vivir algo hermoso.
—Entonces, ¿qué le pasa a mamá?
—Nada, pero ¡a los maestros...!
—¿Qué pasa con los maestros?
—Hablaban del amor de madre e hijo, Jeus.
Hablaban desde el espacio a una madre y su criatura, y que ese lazo es irrompible.
Los lazos de amor no se disuelven, siguen existiendo eternamente.
Estoy pensando en algo que tengo que vivir sí o sí, y tú también, pero te digo: no tiene que molestarme para mi tarea o si no me lo quito de encima.
Esto tiene prioridad sobre nuestra santa madre, sobre todo, que no se te olvide.
Y ¿qué dicen los maestros?
Nada, hablan de lazos de amor.
Sí, sí, ¿qué es?
Si haces preguntas ahora de todos modos no vas a obtener respuesta.
—¿Acaso tiene que ver con la muerte?
—Si piensas en eso, Jeus, nos detendremos.
Ya empecé con eso hace años.
Cuando Crisje muera diré “hurra”, pero tú ¿serás capaz de eso?
—Sí que es para volverse loco.
—Vaya, ¿es para volverse loco?
Te digo que es porque no quieres perderlo todo de esta vida material.
Cristo dijo: “Todo el que esté dispuesto a perder la vida, recibirá la Mía”.
Luché por ello y solo entonces, Jeus, supe lo que significa.
Pero también entonces me dieron una buena paliza, ¿y luego?
¡Luego lo vi a Él y hablé con Él!
¡Con Él mismo!
Cuando pensaba en el momento en que más adelante tendría que morir Crisje, lo estuve viviendo durante días, y luego continué.
Pero tú todavía tienes que comenzar con eso.
Tienes que hacerlo como ser humano, yo ya no soy ningún ser humano, pero esa cosa humana, Jeus, me frena, me molesta, y quiero evitarlo, aunque nuestra madre, Crisje... sea santa e inmaculada, no puedo ayudarla en eso, aunque me duela.
Santo cielo, habría querido vivirlo con ella, Jeus, entonces habría podido darle algo imponente.
Morir, créeme, es lo más imponente que hay, lo más hermoso para el ser humano en la tierra.
Pero entonces no estás delante de una muerte, sino delante del alma que recibe alas.
Y ese desprenderse del organismo, pues, habría querido comentarlo con Crisje.
La habría ayudado en ese silencio, y ¿sabes qué es eso para una madre?
Es sagrado, Jeus, ay, tan imponente, porque ahora mismo el alma irá a los cielos o a los infiernos.
Pero debido a que sabemos que la madre fue tan increíblemente grande y cariñosa, los cielos llegaron a su vida.
Ya se encargarán papá y Miets, y ocurrirá más adelante.
Así que prepárate, piensa en esa dirección, y entonces puedo encargarme de mi tarea.
Entonces vamos a seguir.
No tiene que ser un choque para ti, sino alegría.
Tienes que saber decir “hurra”, y no llorar por tu madre, porque eso ella lo percibe en su nueva vida, y es, pues también la tristeza por ella, porque el ser humano de aquí no conoce otra cosa.
Ya viví la muerte de Crisje, Jeus.
Hace dos años me despedí de su vida y no fue tan extraño cuando ella me dijo que ya no nos volveríamos a ver.
—¿Así que mamá se va a morir?
—¿Puedes decir lo que va a ocurrir allí, ahora que nos enteramos de que los alemanes se lo cargan todo a tiros, también allí?
Alguien que tuvo la sangre fría de visitar ‘s-Heerenberg dijo que la gente está en el sótano del convento.
Eso ¿no lo dice todo?
Pueden ocurrir toda clase de cosas.
Me recuerda lo que dijo el maestro Alcar al final de este viaje.
Eso es increíble, Jeus.
El maestro Alcar dijo que en el espacio ya no existía la fuerza de gravedad.
Y si piensas un poco más a fondo, entiendes que es cierto.
Porque la tierra pesa billones de toneladas, y esa mole flota por este espacio.
La mole esta flota encima de algo, pero no se aparta ni un ápice, nada puede forzar a esta mole para salir de esa órbita, y aun así...
La tierra pesa miles de millones de kilos.
¿No te dice nada esto?
En eso quiero pensar ahora.
Pero es cierto: esas palabras de los maestros me han sacado a la fuerza de mis pensamientos.
Y cuando eso vaya a ocurrir, a su vez tendrá relevancia, y tiene que ocurrir primero, o ellos velarían por que no pudiéramos vivir ese pensamiento.
¿Es cierto eso?
—Seguro que sí, pero ¿acaso mamá está enferma?
—No dijeron eso los maestros.
Nadie dijo nada de mamá.
Y el contacto mío con ella me dice que pasa algo, pero ese algo es ahora que allí hay combates.
Pero ¿dónde no se está peleando ahora?
¿Qué ser humano está libre ahora de desgracias?
¿Quién no sufre hambre?
A Europa entera le toca vivir esta paliza, y ¿de eso quieres proteger ahora a mamá?
Puedo contarte tantas cosas, Jeus.
Te digo: estoy preparado para lo que sea.
El año pasado, estuve en el otro lado con el maestro Zelanus.
Entonces viví algo de cara a mamá y papá.
Y más tarde aún habíamos vivido el primer viaje para ‘La cosmología’, volví otra vez a las esferas de luz y me encontré con Miets y mi hija.
Entonces otra vez sentí y vi algo, y desde ese momento estuve listo.
Ahora mamá puede morir, si por mí fuera, no lloraré, no me asustaré, te lo digo: ¡para mí es un “hurra”!
Silencio, Jeus piensa, André piensa y Jozef escucha.
Pero ¡ahora ellos viven esta unión!
Los rasgos de carácter son uno solo y tenemos que ser uno solo o más adelante sí que llegará a ser un choque y tendrá que vivirlo y tendrá que acogerlo, o no podremos continuar.
—Ay, Jeus... —continúa—, ¿pensabas que se me había olvidado todo lo de nuestra vida?
¿No recuerdas que por la noche mamá subía las escaleras a escondidas y me pedía que volviera a hablarle?
¿Que luego llegó papá Wageman, y que yo no quería perder a Crisje?
Para nada, no se trataba de eso, Jeus, no me decía nada, pero lo otro, eso me lo decía todo.
¿No sabes que le predije lo que iba a ocurrir con seis años de antelación?
¿No sabes que esa primera noche estaba yo encima de la mesa con una porra?
Creo que a papá Wageman lo habría matado a golpes si se hubiera atrevido a tocar a mamá.
Eso, Jeus —acababa de cumplir catorce en ese momento, ni siquiera—, eso es lo que viví entonces.
Sentía el dolor de Crisje y quería prevenirlo.
Pero no había nada que pudiera hacer.
Todo esto te lo digo solamente porque entenderás que también para mí lo es todo, no quiero perder a Crisje.
Pero no la perderé, y aunque muera más adelante, se me habrá concedido asimilarlo, ¡y eso es lo que importa! (—dice.)
Silencio, ahora lo que se hace es pensar, pero entonces continúa y dice:
—En esos tiempos, ¿sentiste a Crisje?
¿Lo has sentido, vivido, cuando rezó sus dieciséis vía crucis y cuando iba por el número diecisiete le llegó su visión de Nuestro Señor?
Pero ¿quién era ese Nuestro Señor?
Fue el maestro Alcar, mi Jeus, y era papá mismo, y ¡entonces ya no tuvimos nada que decir!
—¿No tienes que ir donde Loea? Ya van tres veces que pasamos por delante.
—Gracias, Jeus, gracias por hablar en neerlandés correcto.
Ahora oigo que vas avanzando.
No, no, ahora no sirvo de nada a Loea y a los demás.
Tenemos que pensar y vivir esto solo en el pensamiento puro, o no avanzaremos.
Esta tarde no soy capaz de entregarme por completo al maestro Zelanus, primero tiene que salir esto.
Ya lo sé: no se puede de golpe, pero llegar, tiene que llegar.
Cuando mamá me preguntó si ese día quería quedarme en casa, dije “no, no”, pero ¿qué hicieron los demás?
No soportaba atestiguarlo, me dolía por dentro, porque sabía que a la buena de nuestra Crisje le estaban dando una tremenda paliza.
Y ¿acaso no ocurrió...?
Cuando más adelante el maestro Zelanus escriba esos libros, volveré a tener razón.
Y solo entonces sabrás que has dormido.
¿Quién de nosotros vio el incendio en el ático mientras jugábamos al fútbol?
¡Fui yo, Jeus!
Siempre era yo, pero ahora tú llegarás a mi vida y entonces viviremos más adelante la “muerte” de Crisje, pero de una manera como debe ser, y como nos enseñan las leyes.
—Pero qué buenos tiempos tuvimos allí, ¿verdad?
—Es verdad, Jeus, nuestra vida allí era maravillosa, en ninguna parte era tan hermoso como donde nosotros, en la región de Montferland, rodeada de nuestros imponentes bosques.
También te digo que en todo ‘s-Heerenberg no hubo un solo chico que pudo amar tanto a su madre como pudimos hacerlo nosotros.
Porque nosotros amábamos como no puede hacerlo nadie, mi Jeus, ¡vivíamos, o por lo menos yo, el amor espiritual!
Y si quieres vivir ese amor, entras en contacto con la vida y la muerte.
Y ese sentimiento lo han despertado los maestros.
Cuando el maestro Alcar tocó la vida nuestra por primera vez, ¡me despertó a mí y despertó a Dectar!
Pero tú no tenías nada que ver con eso, estabas jugando allí, hablabas dialecto, estabas jugueteando, pero yo vivía esas cosas hermosas.
Y ahora ¿quieres pedirme si puedo ir a ‘s-Heerenberg para mirar cómo está mamá?
—Empiezo a comprenderlo.
—No, no, no lo comprendes, o cambiarías de opinión.
Estás lloriqueando y no quiero saber nada de eso, Jozef tampoco, tenemos otras cosas que hacer.
Algún día Crisje tendrá que morir, y no podemos detenerlo.
Pero tú formas parte de nuestra vida, y no lo sabes.
Sí que lo sabes, pero no haces nada por ello, y eso ha pasado ya, o no podremos avanzar.
Ahora tengo que desprenderme por completo de este mundo, o los maestros no avanzarán.
Tengo que elevar hasta mí cada uno de los rasgos de carácter, o me veo delante del sucumbir corporal y espiritual, ni siquiera la muerte de Crisje tiene que poder molestarnos, por más que nos gustara estar con ella para poder vivir esto a su lado.
Pero tal vez también eso puede ser todavía, los maestros saben hacer lo que sea, y si vivimos eso, Jeus...
¿No sabes que un día anduve con Nuestro Señor en ‘s-Heerenberg, desde la calle Grintweg?
Sí, sí, entonces hablamos en dialecto a Nuestro Señor, pero ¿seguro que lo percibiste?
—No sé nada de eso.
—Lo ves: era yo, y ni siquiera era Nuestro Señor, era el maestro Alcar, pero ya entonces comenzaba este servir para la humanidad.
Y ¿por qué nos alteramos? Ya sabrá mamá que hacer ella misma, es fuerte en todo.
—Pero quiero verla un momento más.
—Entonces tienes que ver si puedes alcanzarla por dentro, como ese estudiante loco que intenta hablar con los maestros.
Ahora no se puede vivir nada más, y tienes que aceptarlo.
¡Nunca perderemos a Crisje!
¡Nunca jamás!
—¿Acaso crees entonces que mamá va a morir?
—Sí, sí, esa muerte llegará, por supuesto, pero ¿hoy o mañana?
Si supiera —y eso es lo extraño para mí, Jeus— que mamá iba a morir en tres meses, estaríamos detenidos para la cosmología.
Entonces me dividiría, o los maestros tendrían que conectarme con su transición.
Y cuando hayamos vivido eso, volveremos a continuar.
Así es como lo veo yo, no siento nada más, pero tampoco yo llego a saberlo todo de antemano, a ver si te lo tragas, porque nuestra vida está en manos de los maestros.
Llegamos a casa y comenzamos.
Ahora Jeus puede seguirlo todo, la personalidad se ha dividido, acogeremos los trastornos materiales, de modo que nada pueda molestarnos, que nada influya de manera negativa en este imponente “templo”, el organismo humano.
He comenzado, las primeras páginas salen de la máquina de escribir volando, André lo lee, no se ha perdido ni un solo pensamiento.
De vez en cuando habla la vienesa, sus sopitas son rechazadas y ya no hay manera de conseguir esas ricas zanahorias crudas, ya no tengo nada para picar.
Los maestros velan, pero el organismo cruje, ya no tiene asidero, solamente los nervios están tensos y ahora están relajándose, porque se está materializando la cosmología, porque la personalidad de André-Dectar está sirviendo.
Cada página le da alivio a André, siente cómo se va liberando del espacio.
Cada ley que llevo al análisis le da la respiración fresca, le da alivio, pero mientras tanto volvemos a vivir las leyes juntos; ahora llega a tener la sabiduría en sus propias manos por medio de la escritura.
André procesa todo esto, aunque yo vivo dentro de él, porque es él quien me da los sentimientos.
Echamos toda la carne al asador, es decir: queremos escribir unos seis o siete libros para la cosmología antes de que termine la guerra.
Para eso están acogiendo esta sabiduría los maestros, aunque la criatura dogmática de la madre tierra aún no quiera aceptar las leyes vitales, millones de criaturas de Dios están listas para ello y piden sabiduría, suplican, tienen sed de conocimiento.
Antes que nada dejamos constancia de la vivencia posterior.
Cada palabra va cobrando significado para su vida.
Quien tenga que ver con él vuelve a encontrarse en la cosmología.
Las conversaciones con la madre agua y los adeptos van adquiriendo color y forma.
También esta parte quiero escribirla en tres semanas, para que pronto podamos comenzar con el siguiente viaje.
Las cosas van bien, André me hace sentir que ahora disfruta y medita cerca del “subconsciente” humano.
Jeus vive en su entorno y está admirando el templo humano del que más adelante podrá hacer preguntas.
Es cierto: André está concluyendo ahora su juventud.
Ahora esta tiene que desaparecer, todas esas vivencias tiene que elevarlas a su vida y su pensar, y significa que más adelante estará fuerte para su tarea, cuando hablaremos en público para la gente.
También esos fundamentos ya los hemos puesto, los adeptos han vivido esas veladas, pero ahora que el ser humano tiene que estar en casa antes de las ocho, se cerraron esas sesiones.
Aunque hemos llegado hasta allí, ¡pronto podremos comenzar!
Alrededor de las tres y media alguien toca el timbre.
He oído el sonido y André mira a través de las paredes y ve qué hay allí delante de la puerta.
Es un hombre, lleva un gran paquete.
Tengo que parar, ya está pegando gritos la vienesa, hemos recibido comida.
Lo que había observado durante su viaje a través del espacio se ha vuelto realidad.
¡Entre!
El hombre quiere poner pies en polvorosa, pero Jozef lo agarra y tira de él, a la habitación.
Miramos todas esas cosas ricas.
Pan dulce, aceite, pasas, incluso un poco de pimienta, una caja llena de delicias, hay de todo.
El urbanita puede probar, el hombre es un seguidor de los maestros, lee los libros.
Cuando Jozef le pregunta cómo se le ocurrieron esos pensamientos, el hombre puede decir que de pronto se sintió inspirado y que vio delante al escritor de todos esos libros maravillosos, por lo que supo de golpe: ese necesita algo.
¡Gracias... en nombre de los maestros!
¡Los ángeles lo saben!
Se me dio a saber esto al margen de los sentimientos terrenales, puede decir Jozef, y supe que usted vendría.
Qué cosas, ¿no?
Por supuesto, los maestros velan y ahora podemos aguantar otro poco.
Ahora ¡a seguir!
La vienesa está encantada.
De vez en cuando se nos agasaja con alguna cosita dulce, yo también disfruto las delicias terrenales.
Me hago la sagrada proposición de acoger a esta vida, a este hombre, después de su muerte, y de convidarlo entonces a nuestras delicias espirituales, con las que se crearon las esferas de luz, con las que fueron edificadas, delicias de Dios... dulces de los ángeles, entre los que me cuento yo, y que ya puedo asegurárselo ahora.
El maestro Alcar conoce esta vida, y más adelante, esta criatura se quedará sorprendida: entonces lo agasajará todo este espacio entero, ¡porque sirvió al instrumento de la Universidad de Cristo!
—Amigo y hermano, ¡no lo olvidaremos a usted!
¡El tendero de Delft recibe su lugar en la cosmología!
Willem, ¡las esferas de luz le dan las gracias!
¡Usted ha alimentado a un profeta...!
¡Lo quiso Dios!
Vendrán otros, tampoco nos olvidaremos de esa gente cuando hayan concluido su tarea en la tierra.
Ahora André puede comenzar a seguir los grados de vida en la tierra, alrededor de las cinco y media me he quedado sin nada que escribir.
No logramos bajar la tecla de ni una sola letra, así de cansados están los brazos, los dedos, hemos agotado los sistemas hasta quitarles las últimas fuerzas, pero mañana también eso habrá vuelto a recuperarse.
Por medio del maestro Alcar calculo las fuerzas corporales que todavía tenemos, para que no dejemos exhausto el sistema nervioso, aunque sintamos que todavía hay dos kilos de fuerza presentes para vivir y escribir ‘La cosmología’, los seis o siete libros que sirven de fundamento.
Así estamos colocando los “pilares” para la Universidad de Cristo; más adelante, por medio de los siguientes libros, terminaremos este edificio gigantesco.
Cuando entonces el ser humano acceda a la Universidad de Cristo, ¡verá materializada, representada, la creación, no solamente el espacio, el ser humano, como alma y personalidad astral, el mundo animal, y desde luego la madre naturaleza con absolutamente toda su vida!
Después de escribir tiene que ir a la calle, el adepto leerá los libros, por lo que quitará a André lo que ha vivido, también hace falta ese relajamiento.
“Recuérdalo bien”, llega a oír esa vida, “solo fijamos los fundamentos, después de la guerra empezaremos a analizar las leyes, y eso tiene que ocurrir a plena potencia, o sea, corporalmente normal, o sea, con toda la fuerza, porque ahora yo sucumbiría bajo este espacio, esta materia, ¡mi corazón no lo aguantará!”.
Jeus puede hacer preguntas a Jozef y son esos dos los que representan ahora el mundo material.
André-Dectar medita, sí que mira a la gente, de la que ve los siete grados de vida.
¿Cierto, no, André? En el siguiente viaje empezaremos en la tierra, volveremos a la selva, entonces es cuando viviremos cómo la madre tierra ha comenzado con su tarea y continuaremos, ¡directamente al divino Omnigrado consciente, en que vive el ser humano que haya materializado su vida divina!
—Ahora quiero saberlo todo... —le toca vivir a Jozef—, todo.
Y cuando también Jozef piensa, ya pregunta:
—¿Tú crees que mamá está enferma?
—¿Acaso no puedes percibirlo, Jeus?
—No, no, pero quiero aprenderlo.
—Vaya, quieres aprenderlo.
Pero no es tan sencillo.
—¿Así que cometo errores?
—Me doy cuenta de que ahora empiezas a hablar holandés.
Y eso está mejor, tenemos que seguirlo o no llegaremos jamás.
O nos dará una paliza que nos pondrá morados.
—¿O sea que nunca has tenido una bronca con él?
—Por supuesto que hemos tenido alguna bronca, todo esto no se ha construido así como así.
—Vamos, cuenta.
—Tengo que susurrar, Jeus, el adepto está leyendo y André lo sigue.

—Anda, cuenta.
—Ay, hemos vivido tantas cosas.
No quiero ni pensarlo.
—¿Acaso no se ha desmoronado alguna vez?
—También eso ha pasado varias veces, Jeus.
—¡Cuenta, cuenta!
—Hay tantas cosas que contar.
—Entonces cuéntame algo de lo que pueda aprender.
—Pues bien, pero susurremos, si no llegaremos a oír algo.
¿Ya te conté que quiso acabar con su vida?
—No lo recuerdo.
—Estamos trabajando en los libros, los viajes, para ‘El origen del universo’.
Entonces hacía viajes para esos libros, los fundamentos para la cosmología.
Y fue cuando vivió entre las estrellas y los planetas, pero también es un ser humano.
—Por supuesto que se olvidó de todo.
Buscaba su sombrero y lo llevaba puesto.
—Vaya, Jeus, ¿eso pensabas?
No, no, eso no fue.
Cuando los maestros comenzaron con él, ya para los primeros libros, y él escribía, se disolvía a tanta profundidad que ya no recordaba si todavía vivía en la tierra.
Una tarde se preguntó: ¿esto es lo que soy?
Eso es una radio, esas son flores, esto es un cigarro, y encima fumo.
Eso es una pintura... y al mismo tiempo está entrando Anna.
—Y se armó la gorda, ¿no?
—Pensó: ‘Ese se está volviendo loco’.
Él dijo: “Nada de qué preocuparse, tengo que pensar a fondo un momento, tengo que percibir que he vuelto nuevamente, no hay nada, así que nada de preocupaciones”.
—¿Y luego?
¿Tuvo miedo?
—Nos miró un momento y se fue.
Por supuesto que se nos dio a oír que bien podía ser que viviéramos demasiado lejos y demasiadas cosas.
Pero no ocurrió nada.
De que en 1938 fuimos a dar al suelo, no se dio cuenta para nada, pero fueron dos veces que el corazón sufrió un retortijón y fuimos a dar un momento con el suelo.
—¿Qué fue eso?
—Angina de pecho, Jeus, un ataque al corazón de esos porque las leyes del universo nos hicieron estrellarnos.
—¿No tuviste que ir al hospital entonces?
—Creo que todo esto ya te lo he contado.
No, no, eso no, porque allí estaban los maestros, los maestros más elevados, para acoger esto.
André se pegó con el puño en el corazón y dice:
“¿Qué quieres?
¿Que suframos una mala jugada?
Entonces ya te lo mostraré.
Toma, y aquí otro más, y entonces el corazón recibió una paliza.
Otro ser humano se habría matado del golpe en ese momento, pero el corazón empezó otra vez a latir tranquilamente, y me arrastré hasta volver a enderezarme.
—¿Acaso Anna no vio nada?
—Cuando le llevamos té a la cama preguntó si hacía tanto frío allí, porque estábamos tan pálidos.
“Sí, sí”, le contestó, “en la cocina hace frío”.
Pero cuatro días más tarde otra vez se nos dio a vivir semejante golpazo.
De pronto desfallecimos.
Había sangre de por medio, la quijada estaba deshecha, pero a esa también se le metió un golpe y luego pudimos volver a continuar.
—¿No tenías miedo entonces?
—¿Miedo?
¿De qué?
Preferíamos —bueno, él— desaparecer hoy que no mañana.
Pero cuando lo percibí así, Jeus, lo viví todo, también a mí esta vida ya me tenía hasta las narices.
Vi su espacio, estuve con él en las esferas de luz, llegué a conocer las leyes y entonces vi que la vida detrás del ataúd era mil veces más hermosa que aquí en este mundo de mierda.
Empecé a pensar.
Pero no hacia él, sino alejándome de él.
Pensé: ‘A ver, si pasa otra vez, así me entero’.
Y André también empezó a cavilar.
Pensó: ese viaje no voy a lograrlo nunca, y tarde o temprano de todos modos nos desplomaremos, porque no hay quien pueda procesarlo.
Luchó contra las leyes del espacio, contra cada ley vital, contra la vida y la muerte.
O sea, la lucha para procesar todo eso en la tierra como ser humano, y aun así mantenerse en pie.
—Y eso no es tan sencillo, ¿no?
—¡Es horroroso, Jeus!

Vives en todo y eres un ser humano.
Vives dentro del amor más inmaculado y aquí recibes una paliza tras otra.
No lo olvides: él vivía en las esferas de luz y no había ningún ser humano de este mundo que lo comprendiera.
Rebosas de amor y no puedes quitártelo de encima.
Cargas este espacio solo y no hay nadie que pueda ayudarte a cargar.
Esto es mil veces peor que vivir la peor enfermedad de este mundo, peor incluso que la lepra, que la enfermedad que sea, no puedes compararlo con nada, porque es “dolor” espiritual.
El dolor espiritual es horroroso.
Y si para eso quieres vivir una imagen, es posible.
Por ejemplo un ser humano que sienta nostalgia se va consumiendo delante de tus ojos, no hay nada que pueda ayudar a ese ser humano, porque los sentimientos van royendo la vida.
Pero ¿qué es la nostalgia en comparación de esta unión con la vida de Dios?
Al ser uno solo, vive la vida de cada chispa, pero también el amor.
Y eso es sentimiento, llevas a todos lados esa vida dentro de tu corazón, la conoces, eres como si fuera la “madre” para todo, según dice él, y según comprendí entonces, porque vivía ese amor con él.
Y a partir de ese momento supe, Jeus, que la felicidad es mucho peor que el dolor, la felicidad es más difícil de cargar que la miseria más profunda, y lo he determinado para mí mismo, también André tuvo que darme la razón.
Porque él se hundió, desde ese momento se volvió descuidado, ya no le importaba un comino.
Ya no creíamos, Jeus, que lograríamos superarlo, sabíamos que desfalleceríamos.
Y entonces empezamos a echar una mano.
—Santo cielo, ¡qué cosas!
¿Y luego?
—A ver.
El adepto todavía no está allí, según veo.
¿Y luego?
O sea, fue en los tiempos en que teníamos que procesar el universo.
Cuando hubo hecho esos viajes, me dijo: “Mira lo que vas a vivir ahora”.
No creo que pueda llegar a controlar el sol y la luna y los demás planetas.
Casi reviento.
Y tú no puedes ayudarme, la vienesa tampoco, ¡nadie!
Entonces vi, Jeus, que estábamos delante de una montaña, y fue la montaña de Dios.
Y teníamos que cargarla.
Teníamos que cargar y procesar el espacio, este universo, con todos esos millones de leyes.
Mientras tanto, el maestro Alcar se puso a escribir apresuradamente.
Editaríamos cuatro libros en un año, porque sabíamos que Hitler comenzaba con la guerra.
Lo sabíamos ya en 1935, entonces fue cuando a André se lo conectó con Adolf Hitler.
Lo hizo el maestro Alcar, para que supiéramos que nosotros representamos el bien, y Adolf el mal.
Lo hizo además para hacernos ver qué tarea recibíamos para el estadio actual, esta humanidad.
Primero tuvo que vivir ‘Las enfermedades del alma’.
Luego hizo viajes para la demencia e inmediatamente después para ‘El origen del universo’.
Escribiríamos cuatro libros, y esos cuatro libros tenían que salir en un solo año.
O sea, a trabajar día y noche.
En esos tiempos no teníamos ni un segundo para pensar en nosotros mismos, y no nos molestaba tanto el espacio, porque el maestro Alcar describió esos viajes, privando así su alma y espíritu de esa sabiduría.
Pero André me dijo: sí que todo eso es hermoso, más adelante estaremos de todos modos ante la vivencia del espacio, y solo entonces demostraremos de lo que somos capaces.
Esos libros sí que los podremos terminar.
Escribimos cuatro libros en cuatro meses.
Y luego fuimos a Viena.
Allí casi nos asfixiamos.
A través de todo había comenzado el cosmos, y hablaba a la vida de él.
Incluso en Grinzing (pueblo vinícola cerca de Viena) tuvimos que demostrar de qué éramos capaces.
Ahora dirías: “Qué gloria de relajamiento, la diversión verdadera y natural te ofrece algo, ¿verdad?”, pero son tonterías cuando estás delante de la vida.
También lo pensaba André, pero allí recibimos las pruebas, y fue cuando supimos que llevábamos dentro un espacio de felicidad.
Y cuando llegamos a Grinzing, pues, cuando las hermanas y los cuñados de la vienesa empezaron a mimarnos, casi reventamos, porque esa felicidad y esa alegría atrajo la felicidad cósmica a la tierra, o sea, hasta nosotros, y tuvimos que demostrar de qué éramos capaces.
Comprendimos entonces que también ahora teníamos que demostrar de qué éramos capaces, o esa felicidad nos habría elevado de tal manera, nos habría dado unos golpes tan vigorosos que allí en Viena habríamos sucumbido.
Entonces dijo de pronto:
“¿Te das cuenta?
¿Tú también lo sientes?
Tenemos que vivir esta felicidad a cuentagotas, o sucumbiremos”.
Y en eso se había convertido el estallido de nuestra personalidad.
Lo comprendía a él.
En ocasiones, la vienesa tenía que frenarnos o habríamos ido volando por la calle Gärtnerstrasse, habríamos talado la torre Stephansdom; estábamos locos de felicidad y tensión, a tal grado que el maestro Alcar decidió pintar para los vieneses, para que brevemente no tuviéramos que sentir nada, no tuviéramos que pensar nada, pero por lo que nosotros, o por lo menos André, tendríamos relajación.
Hicimos allí unas espléndidas pinturas para los vieneses, que se quedaban llorando porque sabían que jamás había tenido un pincel en mis manos, pues me habían conocido allí como el taxista.
Y cuando hubo pasado eso, empezamos a pensar otra vez, y a frenarnos a nosotros mismos, para que la gente en la tierra no nos tachara de locos.
Pero por dentro no podíamos con nuestra animación, y eso los vieneses lo comprendieron.
Para los de allí yo era el tarado.
Y aun así, Jeus, jugábamos allí un juego de vida o muerte.
Los planetas seguían funcionando, el sol y la luna seguían hablando, y ese felicidad, si puedes percibirla y vivirla, te vuelve loco.
Para un ser humano es casi imposible vivirlo, procesarlo, y aun así: estábamos delante y teníamos que atravesarlo.
—Y fue lo que ocurrió, ¿verdad?
—Sí, ocurrió, pero de qué manera...
Empezó cuando volvimos.
Pensábamos que nos habíamos relajado que daba gusto, pero las leyes del espacio seguían hablando, seguían mandándonos esa felicidad, esa unión.
Las estrellas empezaron a hablar a su vida.
Cuando vivía algo hermoso, las lágrimas le bajaban por las mejillas.
Si íbamos al cine y vivíamos algo hermoso —el ser humano actuaba allí viviendo el amor—, se nos mojaban las mejillas de lágrimas.
Ya no podíamos procesar la cordialidad, porque esa cordialidad material y humana entraba en conexión con la vida nuestra, y entonces empezaba a pegarnos ese horroroso dolor del alma, a tal grado, con tal horror, que una noche cerramos la puerta detrás de la vienesa y dijimos: “Adiós, cariño, tenemos que salir un poco más”.
—Y ¿no tenía miedo ella?
—Por supuesto, pero no podíamos contarle que queríamos quitarnos de en medio, ¿no?
—¡Santo cielo, qué cosas!
¿Querías hacerlo?
—Ya no podíamos más, Jeus.
Nos habían dado demasiado.
—¿Y luego?
—Luego corrimos hacia Scheveningen.
Directamente al puerto, porque nos llamaba a gritos la madre agua.
—¿Y pudiste entenderla?
—Sí, porque tenía que representarlo a él para este mundo.
La maternidad, Jeus, te llama, si la has percibido.
Y absolutamente todo nació por medio de la maternidad.
Así que esa madre, el espacio —también eso es maternidad, tú mismo has podido vivirlo, estuviste allí con la luna y la oíste hablar—, ese sentimiento es amor y ese amor multiplicado por un millón nos quebró.
Otros artistas, que por ejemplo viven su arte, ya se van hundiendo porque sus inspiraciones quiebran la vida como la personalidad.
Y ¿qué es, pues, una pintura en comparación con el macrocosmos, con ser uno con toda la vida de Dios y tener que procesar esa animación?
¿Cuántos pintores y artistas no se han asfixiado en la tierra por su arte?
Miles han tenido que vivirlo, y entonces también ellos estaban ante el sucumbir humano.
Pero eso es arte, una pintura de esas, o una obra de un compositor.
Y esos hombres y esas mujeres lo buscaban entonces en otras cosas, y siempre, una y otra vez, en el amor, porque este podía ayudarlos, porque es absolutamente todo para el ser humano.
Por medio de esto se han dicho las palabras que en ocasiones se usan para estas personas, y entonces oyes: “¡Qué genio tiene ese genio!”.
Y entonces encima a esos pobres diablos los quebraba la masa, porque querían vivir un poco de amor y sin embargo no lo encontraban.
No obstante lo buscaban, y ese, pues, era el relajamiento para sus almas artísticas, y se mantuvieron en equilibrio.
—Qué hermoso es todo eso.
¿Puedes seguir contando?
—El adepto está listo, por lo que veo, desaparezcamos de aquí.
Y mira ahora un momento ese hombre, Jeus.
¿Qué sientes?
—Nada, no siento nada.
—¿Lo ves? Ya estamos.
André piensa que ese hombre puede ayudarlo a cargar.
Pero eso no es cierto.
Ahora que ese hombre lee la cosmología, sí que ha desaparecido algo de nuestra vida y nuestro cargar.
Pero no hay manera de hablar de ayudar.
Aun así, lo hace, hace que lea la cosmología.
Y por eso, en caso de que esa vida pudiera comprender estas leyes, la personalidad sería capaz de ayudarlo a cargar, pero ahora no es posible.
Te digo: lo vivirás más adelante, ese hombre sucumbirá después.
Si André le pusiera en sus manos la quinta parte, tendría que ayudar a ese hombre a cargar, y entonces ya no se puede hablar de leer.
También entonces volveremos a estar solos.
—Pero ¿no hay nadie entonces?
¿No hay quien pueda ayudarlo a cargar?
¿Acaso tu mujer no puede ayudarlo a cargar?
—Era posible, Jeus, y ella podría ayudarnos a cargar.
Si tuviera sed, si tuviera hambre de esta sabiduría, sí, entonces las cosas serían distintas.
Pero ahora eso no lo hay.
Si fuera así, Jeus, Dios mío, entonces todos nosotros estaríamos viviendo algo milagroso.
—¿Qué es lo que viviríamos entonces?
—Lo dice André.
Si mi vienesa tuviera sed, si de verdad tuviera sed de sabiduría cósmica, podría hacerle vivir el universo.
Primero haría que se pusiera lo más hermoso que tiene.
Y luego me pongo a leerle y a aclararle todo.
Ella a nuestros pies, Jozef, gloriosamente juntos, tomados de la mano, y luego a vivir la cosmología.
Vestida de seda, le compraría una túnica espléndida, estas horas serían celestiales, pero ella no está abierta a ello.
Y vivir eso nos daría relajamiento, la unión con una madrecita terrenal, te da amor, felicidad, ahora mismo lo cargamos todo juntos.
Nos vamos, Jozef tiene razón y más adelante André tendrá que tragarse que tampoco los adeptos pueden continuar.
Llegados a la calle, Jeus pregunta:
—Y ¿será que ella no lo comprendía?
¿Acaso no hablaste con ella?
—También eso lo intenté, Jeus.
—Y ¿qué te dijo?
—“¡Loquito...!”.
—¿Loquito?
¿Loquito?
¿Así que no lo ha entendido?
—Para nada, la vienesa es una madre infantil.
Y si conoces esa personalidad, también eso podrás comprenderlo, esa vida todavía tiene que despertar para todos estos asuntos.
—Santo cielo, ¿por qué no me llamaste?
—¿Acaso habrías estado listo, Jeus?
—No, ¿verdad?
—Para nada, yo tampoco.
Ni siquiera André.
Pero habría querido darle el Reino de Dios, pero él y yo no podíamos quitárnoslo de encima.
Y no estábamos abiertos a otros.
Hay gente de sobra que quiere vivir absolutamente todo lo de nuestra vida, pero André dijo: entonces prefiero romper mi propia nuca.
Sí que terminaré con esta vida y no crearé ningún karma nuevo.
—¿Acaso no pensaste nunca en largarte?
—Para nada, Jeus, jamás, porque no hacemos daño a nadie.
No es culpa de la vienesa si no tiene sed, pero ya vendrá.
Para nada, porque otras mujeres no habrían hecho más que destruirnos.
La vienesa nació con todo esto, lo vivió ella misma desde el principio, aunque siguió siendo ella misma.
Ninguna mujer habría podido ayudarnos a cargar.
Esa alma como mujer no vivía en la tierra.
Un solo bufido nos habría quebrado.
Una sola palabra dura nos habría quebrado.
Una sola palabra dura —¿lo entiendes, Jeus?— nos habría sacado violentamente de nuestro equilibrio, porque tuvimos que procesarlo todo en armonía, y eso de todos modos otra vida no lo comprendía.
Ni un solo ser humano comprendería lo que le ha costado a él superar todo esto.
Para nada, entonces ya habíamos quedado destrozados a golpes, por haber dejado completamente sola a la vienesa.
Si ella hubiera dicho: “Me largo”, si hubiera dicho esas palabras a mí y a él, entonces él habría dicho: “Genial, vete, sin problema, seguiremos amándote.
Seguiremos cuidándote, pero queremos trabajar, cargar, amar todo lo que vive, y no vivir esto.
Vete, no hay problema, queremos amar.
Así que esa hermosa túnica no tenía nada que ver allí.
Pero a ver, imagínatelo, Jeus.
Habría querido convertir a la vienesa en una “reina” espacial, y es capaz de hacerlo.
Ya te lo he dicho antes, que él le compraba más flores que yo.
Él siempre estaba ocupado conduciéndola a ese despertar, haciéndola despertar a sacudidas, abriendo su amor, pero cuando tuvo que aceptar “hasta aquí y no más”, se retiró y desde entonces lo puso todo en mis manos.
Pero ay, santo cielo, ¿qué habría podido vivir mi Anna?
El suelo por el que andaba era demasiado duro.
Él quería cargarla cósmicamente.
Amarla; los besos de él eran y siguen siendo de profundidad cósmica.
Dios mío, ¿lo comprende la madre?
De ninguna manera, una criatura, un ser humano no puede comprenderlo.
Pero las cosas como son, Jeus: ella fue enorme.
Nosotros no nos hemos encargado de nada, y ella lo cargaba a la par de nosotros.
No hemos gastado ni un centavo en provisiones, porque André dijo:
“¿Cómo voy a querer vivir el cosmos, vivir a Dios, Jozef, si tú comes hasta reventar?
¿Podemos justificarlo?
Así que nada de comida en casa, no participamos en esa pobreza; si necesitamos algo, lo recibiremos de los maestros.
Y ¿no viste a ese hombre, Jeus?
Justo así son las cosas siempre, los maestros velan y se encargan de que no muramos de hambre, pero ¡nuestro organismo tiene un aspecto bien raro!
Cierto o no, nuestras costillas ya han llegado a casa y todavía tenemos que andar un cuarto de hora.
Carajo, sí, sí, para nosotros las cosas pintan bien.
De ninguna manera, no era posible.
Así que una noche estábamos delante del agua.
Fuimos a Scheveningen y una vez en el puerto, él mira al agua.
Entonces la “madre” le dijo: “Vamos, ven, André, en mis brazos estarás bien.
Te comprendo, y juntos viviremos las leyes.
Te doy absolutamente todo mi amor.
¿Sientes mi beso?”.
—Y eso ¿tú también lo oíste?
—Sí, Jeus, estaba con las narices encima.
—¿Y luego?
—Luego llegaron los maestros.
Se elevó desde el agua el Dr. Frans.
Uno de los maestros más elevados que desarrolló en ese tiempo a André.
Y la de cosas que le dijo.
Finalmente, no llegamos al punto de tirarnos y de vivir el beso de la madre agua, fuimos corriendo al bulevar, luego bordeando la playa, con el agua hasta las rodillas, hasta Katwijk y luego de regreso, por allí de las siete llegamos a casa.
Lo que vivimos esa noche, Jeus, es horroroso.
No porque quisiéramos acabar con todo, sino porque toda la vida de Dios, toda, le habló porque tuvo que vivir el universo.
Esas chispas de Dios sí que lo comprendían, y querían darle su amor.
Aquello de lo que no es capaz un ser humano, ¡sí sabe hacerlo toda la vida de Dios!
Pero los maestros lo ayudaron a cargar.
En plena noche, Jeus, en el bulevar, con la luz del faro una y otra vez dándonos en el morro, oímos cómo nos llegaban gemidos humanos desde La Haya, de un ser humano que pedía ayuda a gritos.
Y fue cuando el maestro dijo: “¿Quieres dejar solas a esas criaturas, André?”.
—Santo cielo, qué vivencias esas...
¿Y luego?
—¿Luego?
Al llegar a casa, por supuesto que primero nos dieron una buena paliza, y también eso tuvimos que aceptarlo, porque habíamos sucumbido.
—Pero si te hubieras quitado de en medio, ¿qué? Tendría que haberlo enmendado, ¿no?
—André, mi Jeus, ya no tiene nada que ver con suicidio.
Volvió a la tierra desde la primera esfera, y venció esas leyes.
Nadie ha de intentarlo, pero nosotros somos libres de eso.
Solamente habríamos tenido que aceptar que nos habían pesado y que no habíamos dado la talla; pero tampoco eso es cierto, nuevamente, porque André ya habría podido morir en 1940.
Cuando esos libros estuvieron en la tierra, habría podido morir, y también esas leyes se las aclaró el maestro Alcar.
Pero nosotros todavía no queríamos volver a las esferas de luz, por lo menos... solo después de aquello otro, cuando yo empecé a ayudarlo para poner fin a eso.
—¿Qué fue?
—Estamos en casa, por lo que veo, luego seguimos.
Primero tenemos que hablar con Anna.
Y entonces tal vez puedas hacer otras preguntas más.
—No, no, quiero saber esto, lo que quieres decirme ahora.
—Tengo que decírtelo sinceramente, Jeus: ¡estás empezando a hablar un holandés decente, que a André le encanta!
Una hora más tarde están bajo las mantas y Jozef puede continuar, es André quien les da el espacio.
Y Jeus ya pregunta:
—¿Y luego?
—Sí, sí, ahora estamos tranquilos, Jeus, André piensa y nosotros podemos hablar un poco más, de todos modos no tenemos nada más que hacer.
A ver, a pensar un poco.
Cierto, fue después de esa carrera nocturna.
Estábamos trabajando en los libros, van a la imprenta y por lo tanto se publican, o sea, justo antes de que empezara Adolf Hitler.
Cuando eso hubo pasado, a André le tocó oír que podía descansar un poco.
Y en ese descanso —solo teníamos que ayudar a nuestros enfermos— ocurrió, el espacio empezó a hablar otra vez y fue tan tremendamente horrible que volvimos a sucumbir.
Al igual que yo, André se quedó cabizbajo.
Ya no le importaba un bledo, sabía para sí mismo que lo había dado todo, allí estaban los libros, un poco más y aparecería la tercera parte de esta trilogía (‘El origen del universo’) y su tarea por fin estaría terminada.
Así lo habían dicho los maestros.
Vamos por la vida con un dolor profundo, los dolores del alma con tremendos.
¿Qué se puede hacer contra eso?
Ahora una enfermedad, una verdadera y buena enfermedad, era una fuerza contraria para el alma.
Porque semejante dolor corporal lo sentíamos más fuertemente que el dolor del alma.
En eso estaba pensando.
Pensé, ‘A ese voy a echarle una mano’.
Estamos pasando días fríos, es un verdadero tiempo otoñal.
Así que André no ha sintonizado su “voluntad”, no piensa en nada, la sabiduría lo aplasta y la vida en la tierra no cala en él.
Fue entonces cuando vi mi oportunidad.
Pensé, ‘Si tú no quieres morir, yo sí’.
Ni un solo instante pensé en mi Anna.
Más tarde me daban ganas de tirarme de los pelos, e incluso lo enmendé a escondidas.
—¿Qué hiciste?
—Ya lo dije: estábamos pasando días mojados y fríos.
Un verdadero tiempo frío.
Cuando me di cuenta de que en realidad él no estaba allí, aproveché la oportunidad.
Dejé que se me llenaran los zapatos de agua, agua fría, y pensé: ‘Una deliciosa neumonía, una de verdad, ya hará que nos recuperemos.
Si los pulmoncitos quedan de verdad quebrados, ya desaparecerá el dolor por dentro’.
Y es cierto, Jeus, porque ahora mismo el organismo es el que manda.
Esos dolores materiales dominaban entonces los del alma y también de la personalidad.
Entonces ya no teníamos que vivir nada, teníamos que entregarnos a esa enfermedad.
—Eres todo un caso, perdóname.
—Sí, fui una persona que hacía las cosas malas al revés.
—¿Y luego?
—Pues, todo ese día anduvimos bien a gusto, con los pies helados.
Sentí que por dentro empezábamos a temblar que era una delicia.
La espalda estaba tensa, sentía que iba llegando la fiebre, así que empezamos a estremecernos y a temblar.
Pero esa noche —todavía tuvimos que ir donde un enfermo, tarde— le di el golpe de gracia a nuestro organismo.
Has de conocer ese túnel en la calle Leidschestraatweg, ¿no?
Pasaste por él y a través de él conmigo cien veces, hace tiempo.
Allí estábamos para tratar a un enfermo.
Cuando eso hubo pasado —André no dijo ni pío— me puse todo feliz en las corrientes de aire de ese túnel, para dejar que me secara a fondo.
Había una corriente infernal.
Una hora me quedé remoloneando por allí, hasta que sentí que ya no teníamos calor, la espalda me crujía del frío.
Un segundito más, a pasar ambos pies por la acequia, y luego, lentamente, a casa.
Una vez allí no sentíamos nada.
Y has de comprender muy bien, Jeus, que hace un año, en pleno invierno, André ya tuvo que hacerlo todo para los maestros para acoger el organismo, para que los nervios estuvieran suficientemente fuertes para procesarlo todo.
Para eso él y yo teníamos que ponernos todas las noches debajo del grifo helado.
Cada noche nuestro cuerpo despedía nubes, era esa agua helada, y nos hacía bien.
Así pudimos acoger los primeros golpes, pero ahora lo hacíamos a la manera nuestra, y destruimos todo lo que entonces habíamos construido para el organismo.
—Pero ¿no te daba lástima Anna?
—Sí, eso es otra cosa.
Ya te lo dije: sí que lo enmendé, a escondidas, con un vestidito y flores y alguna otra cosa, nunca se dio cuenta.
También André lo ha vuelto a enmendar por su parte.
Todos los días nos la comíamos a besos, la mimamos los dos porque si las cosas hubieran salido bien, de todos modos la habríamos dejado sola.
Resulta que nos dimos a nosotros mismos una buena paliza, y eso nos enseñó cosas.
—Pero ¿no te quedaste entonces con mocos?
—¿Con mocos, dices?
Escucha.
En la cama sentí que no había pasado nada.
Cuando la vienesa se quedó dormida, me dejé caer al suelo desnudo, y entonces me quedé allí toda la noche, tan a gusto así con la espalda desnuda en el suelo frío.
—¡Vaya!
Y él, ¿le pareció bien?
—André, Jeus, se sentía como el ser humano que no está abierto para nada ni nada.
Ni siquiera se dio cuenta de que yo estaba asesinándolo conscientemente.
En ese momento, solo yo lo sabía.
Y mientras estaba allí, enfriándome que daba gusto, cuando sentía que las cosas iban bien, que había dejado que el frío hiciera lo suyo durante horas ya, cuando sentía que mi cuerpo crujía de frío, de pronto se despierta él, conscientemente, y entonces se armó la gorda.
—Entonces ¿qué?
—Bueno, lo había despertado el maestro Alcar.
Entonces el maestro Alcar le mostró en qué estado se encontraba, y que había alguien empeñado en asesinarlo.
El maestro Alcar me dio una paliza, pero el que la recibió fue él.
—¿Acaso eso no es injusto?
—Para nada, Jeus, si nosotros hacemos travesuras, de todos modos es él quien se lleva el rapapolvo.
Por lo menos para el yo de aquí, pero ¡él es quien importa!
El maestro Alcar le dijo algo, brevemente.
—¿Qué le tocó oír entonces?
—Dijo que si esto volvía a pasar, lo dejaría que se muriera y se retiraría.
Ahora no había pasado nada.
—¿Y así fue?
—Sí, porque cuando me quedé allí acostado un poco más, ya no me estaba quedando frío, sino que estaba ardiendo.
Llegué a estar en un horno, y eso por las fuerzas del maestro Alcar.
De pronto, André se metió a la cama, desde luego que yo tuve que meterme a la cama, y a partir de ese momento ya nunca se me dio la oportunidad de ayudarlo.
Eso terminó de manera excepcional, Jeus.
No hemos sentido nada.
Pero tres semanas después, cuando asomamos la nariz a la calle, pescamos un resfriado.

Y estuvimos con esa nariz mocosa durante cuatro semanas.
Pero antes no había ninguna señal de la neumonía, y aun así: eso habría quebrado a cualquier otra persona.
El maestro le hizo saber que si volvía a pasar, el maestro no volvería a tener la fuerza para evitarlo, entonces enseguida se habría acabado.
Entonces puedes reventar, se le dijo con dureza a nuestra vida, ¡te han pesado y no das la talla!
Sí, sí, entonces todavía oímos: “¡Maestro André-Dectar...!”.
Pero eso no fue ninguna maestría, Jeus, entonces éramos unos mocosos.
Aun así, nos enseñó muchísimas cosas.
Santo cielo, Jeus, cuando sentimos que habíamos salido sin magulladuras, otra vez podíamos mover montañas, y André tuvo la voluntad de seguir luchando.
Un poco después de este instante hizo el viaje a las esferas, y entonces —cómo es posible— el maestro Alcar le contó que ahora se le concedía morir, la tarea estaba concluida, los nueve libros estaban en la tierra.
—¿Y luego?
—Entonces él mismo tuvo permiso de decidir si quería continuar su trabajo.
Se desdobló tres noches.
Y también esa fue una lucha poderosa.
—¿Así que a ti no te preguntaba nada?
—Yo no tenía nada que decir.
Yo no era más que un colgajo, y tú también.
Son los rasgos de carácter dominantes los que decidían.
Y entonces comenzó a comparar.
Allí vivía en sosiego y paz, y en felicidad y amor; en la tierra no lo comprendían.
Hicieron falta tres viajes para alcanzar una decisión.
—¿Y llegó?
—Sí, Jeus, o ya no estaríamos aquí.
—Eso es cierto, ¿y luego?
—Luego alcanzó una decisión.
Vio en las esferas de luz que había millones de personas que con gusto querían relevarlo de la tarea que era suya.
—¿Y eso no podía ser?
—Por supuesto que no.
—Pero entonces ¿por qué no dejaron que nadie más fuera a la tierra en su lugar?
—Eso no puede ser, Jeus.
—¿No puede ser?
Y dices que allí viven millones de personas que con gusto habrían concluido su tarea, que habrían querido adoptarla, ¿no?
—Es cierto, pero —y lo que voy a decir ahora es verdad— André les ganó por los pelos a todos esos hombres y todas esas mujeres.
Millones de personas que viven allí ni siquiera pueden volver a la tierra, han completado sus tareas; aunque les gustaría, ni siquiera es posible.
Pero cuando en las esferas André entró en contacto con su maestro, este supo que el alma Dectar estaba presente dentro de esa vida, esa personalidad del Antiguo Egipto, y esa vida... si a esa vida se le despertaba, era capaz de procesar las leyes cósmicas, aunque ocurriría a trancas y barrancas.
Y eso, pues, lo hemos visto.
Nos caíamos y desfallecíamos, por supuesto, desfallecimos mil veces, pero lo hemos superado.
Así que André, como Dectar, volvió a la tierra.
Dectar vivía en esa alma y formaba parte de la personalidad.
En Londres era un astrónomo, y cuando perdió a su amigo Anthony van Dyck, se pusieron de acuerdo: si había vida detrás del ataúd, o sea, si la vida continuaba, este vendría a avisarle, pero no ocurrió.
Pues bien, ese astrónomo murió de cáncer en esa vida, y cuando despertó en las esferas, Van Dyck estaba delante de su amigo, y los dos comenzaron con esta tarea.
Viajaban a través del espacio, visitaban la luna y los demás planetas, o sea que ese astrónomo estaba conociendo la creación, algo de lo que en la tierra no había sido capaz.
Y mientras lo vivía, le entró el sentimiento de que ojalá pudiera llevarlo a la tierra.
Pero el maestro Alcar sabía, por medio de los maestros más elevados, que Dectar por lo tanto, para la tierra ... poseía el sentimiento más elevado para volver a la tierra desde la primera esfera.
Allí no había espíritu alguno capaz de vivir la tarea que era suya, porque Dectar y había conocido esas leyes en el Antiguo Egipto.
Así que era él mismo quien le rogó a Dios de darle un nuevo cuerpo para llevar esta sabiduría a la tierra.
Los maestros sabían con total certeza que esto se convertiría en una lucha de vida o muerte, pero también comprendieron que lo que se llevaría ahora a la tierra pertenecía a la Universidad de Cristo, y que por medio de esto pondrían nuevos fundamentos.
Cuando André decidió que quería volver, llegó a conocerse como Dectar, y escribimos el libro ‘Entre la vida y la muerte’, ¡la vida de Dectar en el Templo de Isis!
Por supuesto, su capacidad de volver resultó en sabiduría.
Desde ese momento, el maestro Alcar lo elevó en su vida y comenzamos con libros nuevos.
Primero escribimos el libro imponente ‘Los pueblos de la tierra contemplados por el otro lado’.
Ya en 1935 el maestro Alcar le hizo vivir a Hitler, porque el maestro Alcar contaba de todos modos con que André no desfallecería.
Ese imponente libro —ahora lo sabes— destapaba la humanidad, y da la certeza universal al ser humano para la continuación.
Cuando quedaron listos esos libros, por supuesto que los primeros tres —después se convirtieron en un solo libro— fueron escondidos, y ¡comenzamos con los libros ‘Dones espirituales’!
Luego: ¡‘la Línea Grebbe’!
Después: ‘El enfermo mental’ o ‘Las máscaras y los seres humanos’... y solo luego comenzamos con ‘La cosmología’, por la que todavía vivimos y queremos morir, Jeus, pero seguir vivo por ella es más difícil que morir por ella.
Para nosotros, lo difícil era conservar la vida, porque todo, todo tu sentir y pensar eran succionados y atraídos por el espacio, hasta que lo hubiésemos atravesado de una vez por todas, y pudiésemos decir: “Ahora sí, sin problema alguno, a nosotros ya no puedes hacernos nada”.
Únicamente, tengo miedo para más adelante.
—¿De qué?
—Cuando los maestros comiencen a hablar por medio de André, nos veremos nuevamente ante esas leyes, y solo entonces tendremos que vencer el espacio para el habla.
Si entonces los maestros hablan, —o sea, por medio de André— y ese hablar no es como lo hacemos nosotros, ese hablar es la vivencia de las leyes, por lo tanto mientras hablan del sol, la luna y las estrellas, la vida de Dios hablará por medio de los maestros, y si tampoco entonces André puede vencerse a sí mismo, estaremos ante el hablar para el desfallecimiento.
—Y eso ¿no se puede vencer entonces?
—Llegado el momento, Jeus, lo vivirás junto con nosotros.
No hay ningún ser humano que tenga conciencia de lo que pasará entonces.
Pero ya ahora estoy entendiendo ante qué nos veremos entonces.
Por eso él quiere ahora que también tú despiertes.
Así que quiere leerse las cuarenta a sí mismo, porque cuando eso vaya a ocurrir, estará ante absolutamente todo, porque hablar es lo más difícil que puedes vivir para las artes como ser humano.
Será una lucha de vida o muerte, que te lo digo yo.
Pero lo está diciendo ya: ¡yo quiero vencer!
Entonces también los adeptos hablarán.
Tendrán que preparar a la gente para los maestros, y el maestro Zelanus les dará entonces la sabiduría.
Ya lo introducirá el maestro Alcar, el maestro Zelanus tendrá en sus manos el habla y la escritura de ‘La cosmología’, pero ¡será entonces el maestro Alcar quien desde detrás del velo conducirá esta máquina humana de increíble hermosura!
Ya me estremezco y tiemblo al pensarlo.
Desde ese momento, André se aplicó conmigo.
Recibí una paliza tremenda.
Me dijo: “Ya ves, cosa asquerosa, cuando desfallezco un momento tú te ocupas de asesinarme.
A mí no me la vuelves a jugar.
Nunca más tendrás el control de la personalidad, ni tres segundos; con que comprendas solo esto, no tendremos broncas.
Nunca más tendrás todo lo nuestro en tus manos, porque sucumbes enseguida”.
—Qué cierto es eso.
—Sí, Jeus, es verdad y todo ser humano está ante eso.
Porque la personalidad tiene rasgos fuertes y débiles.
Y nosotros fuimos sus rasgos débiles.
Y eso no significa, por cierto, que nosotros fuimos verdaderamente débiles, porque no puede ser, pues ya vivíamos del otro lado.
Pero ahora las cosas son muy distintas.
Hemos entablado la lucha contra el cosmos.
Y eso lo comprenden todos esos iniciados con que siempre está hablando él.
Un ser humano casi no es capaz de luchar contra el espacio, y aun así: hemos de vivir esa lucha cada hora del día, y André-Dectar puede decir: hasta ahora, yo ya he vencido ese espacio.
Ahora habla con todo lo que vive.
¡No hay ser humano en la tierra capaz —y ya lo habrás comprendido— de poder hacer esto!
Eso fue lo que le dio la conciencia más elevada en la tierra.
Él puede decir: “Sí, ¡yo soy el príncipe de este espacio!”.
—¿Lo agarraste en alguna otra ocasión?
—Sí, Jeus, todavía no es todo.
—¿Puedo saber esto también?
—No, no, ahora no, o esta noche no dormiremos ni un minuto.
Si empiezo con esto... no, no, no es posible ahora, porque tenemos que descansar o mañana no podrá trabajar, y no estará listo para el maestro Zelanus.
—¿Entonces me permites preguntártelo mañana?
—Sí, Jeus, y gracias por hablar en ese hermoso holandés, le hará bien a André, y ya te lo hará saber.
—Ahora quiero comenzar a ayudarlo a cargar.
—Y hay que hacerlo, porque ahora tu juventud tiene que morir.
Pero ahora, que descanses; primero tengo que darle las buenas noches a la vienesa.
Que duermas rico, los cohetes V2 no nos despertarán.
Por la mañana es Jeus quien le lleva a la vienesa el té —a falta de pan— a la cama, y cuyo dialecto ella llega a escuchar un momento.
Ahora sabe con quién tiene que ver.
Una vez listos, se van, a André le queda una paciente por visitar, una mujer que en siete años no ha comido apenas nada, algo que nadie puede creer, pero para lo que se han aportado las pruebas.
Cuando va a casa de la enferma, llama a Jeus a que venga, quiere hacerlo vivir esta milagrosa enfermedad.
Jozef ya la conoce, y Jeus ya le ha pedido aquello otro, pero tiene que tener un poco más de paciencia.
—Buenos días, hijo... —oye Jeus cuando entran a la casa de la mujer.

—¿Qué tal todo?
—Sin novedad, señor Rulof.
Qué bueno que haya venido, me hace usted falta.
André irradia a la mujer, se dedica a su sistema nervioso.
Ahora Jeus oye:
—¿Lo ves, Jeus? Este es el milagro más grande de este mundo.
Ya van siete años en que esta mujer no come nada.
Ahora vive por medio de nuestra fuerza.
—¿Es posible eso entonces?
—Sí, es posible, pero los médicos no saben qué hacer con ello.
Pronto oirás claramente si ha recibido suficiente fuerza, porque entonces le da el hipo.
Este cuerpo, Jeus, vive solamente por el aliento vital.
Justo así es el ser humano también en el cuarto grado cósmico.
Cuando luego nos elevemos más, o sea, cuando todos nuestros sistemas corporales posean ese estado etéreo —entonces tendremos una circulación sanguínea y sangre muy distintas, nuestra sangre será más etérea, de una sustancia completamente distinta—, ya no nos hará falta el alimento material.
Por eso esta vida, esta mujer es el milagro más grande en este mundo, pero esos estúpidos médicos ni siquiera la creen, aunque estén con las narices encima.
Cuando de vez en cuando se ponen a examinarla, eso empieza a aburrir a esos tarados y la mandan de vuelta, eso ya ocurrió varias veces.
¿Lo oyes? Ya empieza con el hipo, y ahora desaparecerá la tensión en el estómago.
Ese estómago suyo tiene el tamaño de un cascarón de huevo.
¿Lo ves, Jeus?
El maestro Alcar te lo está mostrando.
Lo que todavía puede procesar es una cosita de nada de té, y gracias a Dios, eso lo ha percibido y retenido, o habría tenido que beber agua, que ya le es demasiado pesado.
El sistema intestinal y el estómago, los otros órganos que se suman a eso, están sintonizados con el aliento vital por el que ella se alimenta.
Así que ahora los sistemas corporales han alcanzado el grado de vida y la sintonización espirituales.
Y eso, pues, no es ninguna enfermedad, sino que son los sistemas glandulares.
Esos sistemas glandulares, pues, dice el maestro Alcar, succionan el aliento vital y procesan esas fuerzas, las distribuyen por todos los demás sistemas, pero ahora ya no piden nada.
Este cuerpo ya posee la vida cósmica, es decir: este organismo tiene sintonización con el cosmos.
Esto es un milagro, pero ese milagro, según dice el maestro Alcar, lo volveremos a ver en el cuarto grado cósmico.
Esta alma, pues, Jeus, ahora como madre, vivió en el Antiguo Egipto, y alguna vez fue un faquir famoso.
Debido a que la personalidad se desprendió de las leyes materiales, de las que ahora no entiende nada —vive de manera occidental; aquella, al igual que todas las demás personas, está libre de las leyes ocultas—, sí que vive los sentimientos de ella misma, o sea, la sabiduría que ha asimilado en esas vidas anteriores.
Y gracias a eso, poco a poco los órganos empezaron a sintonizarse con ese espacio, por el que la alimenta el cosmos.
Así que son los sentimientos por medio de los que vive el organismo.
Y si no fuera así, Jeus, no viviríamos ninguna vida más elevada como seres humanos, no viviríamos ninguna sintonización más elevada, pero el ser humano del cuarto grado de vida cósmico ha vencido esas leyes y más adelante lo viviremos en el siguiente viaje.
Ahora empieza el hipo, Jeus, y tengo que parar, pero así ella llega a relajarse.
Por lo tanto, los nervios piden otra cosa, y es todo lo que ella percibe, pero ya tendría que haber muerto hace años.
Vamos, tenemos que irnos, pero ella todavía tiene algo que decir.
—Sí, hija, todo va bien, pero más adelante ya no podré ayudarte.
¿Qué vas a hacer ahora?
¿Llorar?
No, no, eso no hay que hacerlo, mujer, también entonces tendrás ayuda.
Si más adelante tengo que hablar delante de la gente, ya no podremos ayudar a los enfermos, pero entonces habrá alguien más que esté listo y entonces, o ahora, te ayudará por medio de la ayuda del maestro Alcar.
Así que no te preocupes, también de eso se cuidará.
—Pero alguien como usted no voy a tener, ¿no?
—Eso puede ser, madrecita, pero también ese hombre tendrá que acercarse a ti como un hermano, también prepararemos a ese hombre para tu vida y personalidad.
Por supuesto, nos hemos hecho amigos, pero le digo: también eso estará bien.
Ven, Jeus, vamos a seguir.
Listo Calixto, eso ya lo sabe, así después no le será tan duro tener que estar sin mí.
—¿Así que vendrá otro?
—Sí, cuando yo más adelante deje de curar, enseguida pondremos a trabajar a otra persona, y a ese hombre ya lo conozco.
Ya me he encontrado con él y luego será de una vez un buen sanador.
Aunque entonces por medio de los ayudantes del maestro Alcar.
—¿Quién es?
¿Se me concede saberlo?
—Cuando nos encontremos con él, te lo diré.
Tal vez ya puedas verlo esta mañana, creo que sí que lo veremos donde los adeptos.
—Entonces puede estar feliz y agradecido.
—Sí, sí, es cierto, pero no queremos agradecimientos.
Pero ese hombre es bueno y también sensible.
Y una personalidad así es lo que ella necesita.
No puedes enviarle cualquier magnetizador; lo viste tú mismo: ya estaba empezando a llorar.
Pero es un alma buena, me quiere, porque yo la cargo.
Se ha encariñado mucho conmigo, su marido también.
Nos hemos hecho amigos para la eternidad.
Aun así, ella todavía seguirá viva durante años.
—¿Es cierto todo eso?
—Jeus, algún día se lo hizo vivir a sus hermanas, tampoco ellas la creían.
Pero tras haber estado tres meses con ella, y ver que ella no podía comer ni una miga, aquellas se volvieron locas de miedo.
No, no, es cierto: esa mujer no se engaña a sí misma, también su marido tuvo que aceptarlo.
Pero ¿no es ella un milagro?
Según dice la gente, vive del viento y por medio del viento.
¡Y eso es completamente cierto!
Pero los sistemas corporales poseen ese milagro.
Únicamente ella —ni siquiera lo sabe, jamás se me concedió aclarárselo, de todos modos no lo comprende— es, al igual que el sentimiento, el empuje para su milagro: desde su subconsciente eleva esas fuerzas y ahora vive por medio de ellas.
Aun así —lo ves— tiene buen aspecto, el organismo tiene espacio.
La gente que ahora la ve dice que hizo acopio de mucha comida, porque la gente anda por la calle como esqueletos, y ella tiene buen aspecto.
Para la gente de la ciudad, eso es imposible, dicen que ella no come, pero se da atracones, y esos hipócritas no tienen que quitarle la vista de encima.
Así es como son estos tiempos y así es el ser humano, cuando ven en alguna parte que sale humo de la chimenea se acercan como moscas para ver qué hay en el puchero.
Son tiempos hermosos, valiosos los que vivimos, Jeus.
—¿Me dejas darte las gracias?
—¿Por qué, mi Jeus?
—Por todo, y porque hayas sufrido tanto.
—Vaya, ¿el urbanita se puso otra vez a cotorrear?
—¿Acaso no puede decírmelo?
—Claro, puede, Jeus, siempre que te sirva para aprender.
Mira, ya estamos donde los amigos.
La madre agua está hablando, pero ahora yo mismo soy el que manda.
Ahora voy a hablar cuando yo quiera, Jeus.
Si lo has comprendido, entenderás de qué somos capaces ahora.
La semana pasada, la madre agua quería hacerme comer su pescado.
Llamó a sus criaturas y les dijo: “Vengan (Venid), criaturas, alimenten (alimentad) a André-Dectar”.
—Santo cielo, me dan ganas de llorar.
—Y puedes, Jeus, porque Nuestro Señor estaba allí, mirándolo.
Pero no comí esa vida, esa vida me habló y entonces salí corriendo a toda velocidad.
Vivimos milagros, Jeus, milagros grandes y sagrados, debido a que se nos concediera vencer esta lucha a vida o muerte.
Anda, besa ahora a Loea, también al pequeño Dayar, eso le encanta a Loea, y luego nos vamos más arriba.
También creo que vemos al magnetizador.
Sí, ciertamente, allí está.
—Hola, Jan.
—Hola, Jozef.
—¿Andas por aquí?
—Sí, vine a echar un vistazo.
—Qué bien que estés aquí, así podemos hablar un poco.
Jeus ve a esa vida y lo sabe: es una persona buena y sensible.
Y esa criatura recibirá del maestro Alcar el don de sanar, de lo que el maestro Alcar es capaz, pero ahora hay alguien detrás de esta vida, y además somos nosotros quienes durante meses conducimos la animación nuestra.
Cuando ese hombre se ponga a sanar, cuando le ponga encima las manos, ¡seremos nosotros!
Y eso durará un año, solamente entonces podremos soltar un magnetizador de estos.
Aunque también eso es asombroso.
Por lo tanto, un maestro puede darle de golpe a usted como ser humano los dones para la sanación.
Pero entonces tendrá que hacer el trabajo hasta que su aura vital esté lista de hacer la transición a la persona enferma.
André conoce esas leyes.
Es él en primer lugar quien tiene que entregarse por completo a esa vida.
Si dice “no lo hago”, entonces nosotros tampoco podemos hacer nada, y tendremos que aceptar su personalidad.
Pero André ya ahora es capaz de convertir todo ser humano en un sanador, puede darle a usted el don, porque él es un maestro.
Puede convertirlo a usted en un clarividente, un clariaudiente, si usted hace como ser humano lo que tiene que hacer.
Y eso es sencillo, pero el ser humano se resiente demasiado pronto, demasiado pronto se angustia, y entonces ya no se puede hablar de unión para la sanación.
Ya queda claro, ¡es la unión!
La unión como la vive él con toda la vida de Dios.
Una unión para sanar, para ver y oír, pero ahora mismo usted es su adepto y ha de aceptar todo lo de su vida.
Es lo que quiere este ser humano, y más adelante sanará, y lo hará bien, hasta que llegue a valerse por sí mismo y solo entonces veremos cómo lo está haciendo, pero entonces esta vida podrá asimilar las leyes para la sanación, lo que ocurre por sí solo y sin que haga falta sabiduría terrenal.
Allí hablan de la guerra, nos volvemos a ir, continuamos y nos preparamos para escribir.
André está listo.
Ahora Jozef puede hablar nuevamente con Jeus, pero después de escribir, porque ahora me hace falta todo, todo lo de André.
Ahora no podemos permitir una división, para eso nos hace falta todo lo nuestro, también André, sobre todo André-Dectar, porque él tiene que darme las fuerzas para escribir.
Cuando estemos listos nuevamente, cuando el adepto lo haya leído y veamos que esta vida ya se ha desmoronado, que ya no puede más; y eso solamente por haber leído la cosmología, entonces ¿qué pasará cuando coloques a semejante ser humano delante de las leyes?... André tiene que ir un momento a la calle.
Jozef tiene que tomar un poco de aire, porque lo requieren los órganos respiratorios, y así los sistemas adquieren espacio, se relajan los nervios.
Y ese es el momento para Jeus de hacer preguntas a Jozef.
Enseguida ya oye:
—Y ¿qué más me tenías que decir?
—Sí, sí, Jeus, tengo que reponer fuerzas un momento.
André piensa, pero ahora tengo que encargarme de respirar un poco de aire fresco.
El ser humano anda fuera y respira, por supuesto, pero a media fuerza.
Nosotros lo hacemos de otra manera, lo acompañamos de pensamientos, o no se te da a vivir aire fresco, ponemos a trabajar los sistemas.
Pero ya estoy aquí.
¿Qué quieres saber?
—Querías decirme, contarme, que le hiciste alguna jugada más, ¿no?
—Ah, cierto, es verdad.
Pero es difícil, porque ahora volvemos a la tristeza, a algo que queremos olvidar, Jeus.
—¿Así que eso no puede ser?
—Sí, sí, es decir...
Fue en los tiempos de antes de que viviéramos esa paliza, Jeus.
Yo estaba pensando.
André sí que lo creía y no le importaba, mejor hoy que mañana, la vida en la tierra le era demasiado difícil.
—¿Oyes eso?
—Sí, otro V2 de esos de Adolf.
Que la cosa esa brame todo lo que quiera, por ese dinero —dice André—, esa gente tendría que haber hecho otra cosa.
Alemania entera está quedando destruida por eso.
André dice: “Berlín caerá antes que Scheveningen”, y encima tendrá otra vez razón.
Una anciana enferma nuestra quería irse de aquí, él dice: “Quédese donde está, los alemanes no vendrán aquí para librar luchas callejeras, ya no tendrán la oportunidad de hacerlo”.
Y lo verás, Jeus: es otra vez una visión espléndida y las palabras acompañantes se las dio el maestro Alcar.
—Pero ahora esa otra cosa.
—Sí, sí, ahora esa otra cosa.
¿Te acuerdas...? No, no, creo que no sabes nada de eso... ¿... que un día a André lo pasaron por una puerta?
—Para nada, no lo sé.
¿Qué fue?
—Tal vez ya te lo cuente más tarde, aunque de eso ya hace años, pero lo que te voy a contar ahora tiene que ver con ello.
Cuando los maestros lo hubieran hecho atravesar esa puerta —fue una “desmaterialización”, una cosa milagrosa—, se nos quedó durante años la sensación de estar planeando.
Te haré sentir un momento qué es eso de desmaterializar.
¿Lo sientes?
—Sí, ¡qué cosas!
—Te transmitiré un momento, Jeus, cómo ocurrió eso, así lo sabrás de una vez.
Y así sabrás de una vez cómo acoge él sus visiones.
¿Ves cómo va ocurriendo?
—Sí, santo cielo, ¿cómo puede ser?
—Cuando antes, como niño, André hacía semejantes desdoblamientos, o sea, cuando como personalidad espiritual jugaba detrás del ataúd como José con el maestro Zelanus y volvía después en su cuerpo, los maestros tuvieron grandes dificultades con él, porque pensaba que sabía planear.
Y si lo hubiera hecho —seguramente lo comprendes—, si hubiera saltado desde arriba, desde el ático, entonces nos habríamos estrellado o nos habríamos roto el cuello.
Ese sentimiento no desapareció de nosotros nunca.
Y cuando el maestro Alcar lo desmaterializó aquí en el garaje, nos vimos nuevamente ante ese sentimiento, estaba dentro de nosotros con una fuerza tal que pensábamos que se nos iba elevar con el coche y todo.
Una vez que hayas vivido eso, no volverás a liberarte de esos sentimientos.
Entonces hay que tener cuidado en la calle o en otra parte, saltas sin más desde lo alto de una casa porque tus propios pensamientos y sentimientos ya no perciben fuerza de gravedad alguna, te sientes más ligero que una pluma, ya no eres ningún ser humano, ese acontecimiento te ha hecho salir por completo de la vida material y ahora quieres actuar conforme a eso.
Cuando nosotros mismos nos sentíamos quebrados, pues, cuando la vida en la tierra ya no era viable para nosotros, volví a tener una idea genial de esas para ayudarlo un poco.
¿Lo ves, Jeus? Siempre era para que fuera de mal en peor, a patadas.
Cuando alguna vez estaba cansado, cuando se ponía a descansar un poco, como si fuera, para recuperar fuerzas, para dejarlo ir todo, entonces yo tendría que haber actuado por él, por la sociedad, entonces, desde luego, tendría que haberlo protegido.
Pero yo aún no había llegado a ese punto, no le comprendía, y me daban muchas ganas de salir pitando, esa eterna presión del espacio también me pegaba a mí, como nada es capaz de pegar al ser humano en este mundo.
—Entonces no eras más que un vil desgraciado.
—Sí, sí, lo era, Jeus, para André era un canalla asqueroso, un debilucho que no se atrevía con la vida de él, que pensaba, ‘los “drudels” con tus cielos y tus leyes, voy a jugar al fútbol’.
—Sí, de eso me acuerdo, eras bueno para el fútbol.
Pero yo también.
—Es cierto, Jeus, eso era la vida y el pensamiento nuestro.
Nos habríamos dedicado a fabricar escobas, pero él no.
Quería elevarse cada vez más, nosotros no teníamos el intelecto para eso, porque el maestro lo enviaba más arriba a él, y no a nosotros.
Un contacto espiritual de esos era suyo, y para su vida y personalidad.
No hay que olvidar jamás que no habríamos sido nada por nuestras propias fuerzas, porque no teníamos la razón; una y otra vez hemos de confirmar que fueron los maestros y no nosotros quienes nos han convertido en algo.
Hablaremos de eso más adelante, antes de que también este libro se haya terminado podremos comentar esas cosas unos con otros, y él podrá pensar, meditar y vivir las leyes.
Ya te lo dije: lo habían desequilibrado a golpes, brevemente, el cosmos le golpeó a diestro y siniestro, por delante y por detrás, por arriba y por abajo ya no había, recibíamos golpes de este espacio como un boxeador al que le dan una tunda y que finalmente recibe el golpe de gracia.
Fue tan malo, Jeus, que intentábamos lo que fuera y de la manera que fuera para juntar nuestras fuerzas, volvimos a levantarnos a gatas, pero entonces recibíamos otro golpazo de esos, ese cuerpo crujía y nosotros por dentro, o sea, como la personalidad, nos quedábamos hechos polvo.
Fue en los tiempos en que no pudimos dormir durante tres semanas.
¿Te lo puedes imaginar?
Tres semanas sin pegar ojo y los polvos somníferos no funcionaban, los destruíamos a puñaladas, no tenían ningún impacto en nuestro sistema nervioso, con tanta fuerza estábamos sintonizados con esta lucha de procesar esa sabiduría cósmica.
Fueron unos tiempos maravillosos, Jeus, porque entonces ¡en realidad estábamos ante el hundimiento o ante la victoria frente a todo!
¡Y hemos ganado todo!
Gracias a Dios, ¡estamos aquí!
Cuando Anna despertaba porque nos percibía, me ponía a roncar.
Si ella se preocupaba por nosotros, encima tendríamos que vivir eso, y eso era justo demasiado.
Aun así nos siguió, después dijo que sabía muy bien que no podíamos dormir, pero lo comprendía, es que simplemente no había nada que hacer.
Y cuando nos veía así, de día, había desaparecido su temor, porque nos comportábamos de manera completamente normal; nos encargábamos de eso o se habría armado la gorda.
Y esa gordita, Jeus, no hay que armarla nunca, porque entonces no se avista ni el principio ni el final, entonces estás ante problemas, y ya teníamos suficientes.
Tres semanas sin dormir, ha de volverte loco, pero nos sentíamos como una lechuga, solamente que nos faltaba la fuerza, se había quebrado la voluntad, estábamos solos ante el espacio y nadie podía ayudarnos, nadie, solo los maestros velaban y tampoco ellos —según supimos después— podían hacer nada.
Eso fue, pues: ¡vencer o morir!
Yo fui el primero en perder los ánimos.
Me entró la sensación, por eso de no dormir, de que ya no vivía aquí.
En todo nos habíamos despertado a tope y nos burlábamos de la gente en su cara cuando hablaban de insomnio o de dormir mal.
Me sentía tan ligero, tan completamente distinto, las leyes corporales habían desaparecido, solamente las necesidades orgánicas nos recordaban que seguíamos viviendo en la tierra.
Nos importaba un comino comer.
La vienesa pensaba que estábamos seniles porque tampoco queríamos comer, pero no teníamos ninguna necesidad.
Y entonces intervino el maestro Alcar.
Ahora podía comer y beber, tenía que encargarse de que el organismo no se debilitara, descendía en nosotros para comer, pero cuando eso había pasado, volvíamos a echarlo todo.
Vivimos entonces las cosas más extrañas.
El maestro Alcar vivía en nosotros día y noche.
Era él quien tenía este instrumento en sus manos, y nadie más.
Una noche le dice a André: ven, tenemos que beber un vaso de cerveza.
Voy contigo.
—¿Eso ocurrió de verdad?
—No creas nunca que añadimos cosas, Jeus, porque entonces en tan solo unos días nos estrellaremos.
Entonces estaremos lidiando con mentiras y engaños, y es otra cosa muy distinta, y en poco tiempo habrás quedado completamente eliminado.
Esas fuerzas de los sentimientos también me recuerdan a cuando era taxista.
Como sabes, André aprendió a conducir en una silla por medio de “Willem” del otro lado, un alumno del maestro Alcar.
Así que aprendió a conducir por medio de sus manos espirituales, y no por medio de las materiales.
Eso resultó en que en ocasiones tomábamos el volante con demasiada facilidad, con demasiada soltura.
Y debido a que algún día por poco nos quitan el volante de las manos de golpe, ese sentimiento también desapareció de golpe, desde entonces lo hacíamos corporalmente.
Y así fue con todo.
Y nosotros que nos largamos, o sea, a un bar cercano.
Pedimos una cerveza y sentimos, gracias a que el maestro nos dio esa certeza, para qué era buena.
A los nervios les hacía falta algo.
Cuando tuvimos el vaso delante, André vio —y yo también— que la cerveza se fue de pronto para abajo, y oímos “¡Salud!
Yo he bebido lo mío, ya puedes pedir otra cosa”.
De golpe nos quedamos exhaustos, por beber, que fue nuevamente una desmaterialización de la cerveza.
Nos divertimos un momento, tomamos tres, fuimos a casa, nos acostamos y entonces dormimos profundamente durante diez minutos.
Se nos dieron a vivir los primeros fenómenos para la vuelta a la normalidad.
Y eso gracias a esa cervecita.
Raca, Jeus, allí va otro.
Y este tiene algo, ten cuidado, algo va a pasar.
Momento.
¿Lo oyes?
No va a poder irse a ningún lado, va a bajar aquí.
Sí, sí, allí ya está el impacto.
Aquí se puede oír a la gente gritando.
Santo cielo, Adolf, ¿qué es lo que quieres con estas cosas?
Aun así, no pudimos liberarnos de nuestros sentimientos, seguía royéndonos debajo del corazón, el sol ardía en nuestra alma, la luna se revolcaba en nuestro corazón como madre, y las estrellas y los demás planetas se burlaban de nosotros en nuestra cara.
Lo sentíamos y lo vivíamos; una mosca que simplemente se te posaba en la mano te hablaba, estaba de cháchara contigo, se burlaba de ti, quebraba tu interior por completo y eso teníamos que procesarlo.
Toda la vida de Dios, mi Jeus, tenía algo en nuestra contra, porque habíamos despertado esa vida, o sea, por medio de los maestros, para nosotros mismos, porque tenemos que vivir las leyes.
Nos dolía la ropa que llevábamos puesta.
Un camisón de noche era como papel de lija en la piel, así de lejos estábamos de lo material.
Lo que más nos habría gustado era refugiarnos en la selva, irnos de esta vida y desaparecer de entre la gente.
Un simple y sencillo gorrión podía ayudarnos.
Sí, sí, también recibíamos ayuda, porque el animalillo comenzaba, como sabe hacerlo un gran erudito, a hablarnos, y dijo: “No dejes que esas leyes grandes te golpeen.
¡Yo te voy a ayudar!
Si me sigues, nadie podrá hacerte nada, porque yo no tenía relevancia, ¿no?”.
Una mosca muerta de esas, Jeus, te dio un beso.
No te rías, o me voy a dormir.
¡Es demasiado serio!
Los cines ya no tenían relevancia para nosotros, ¡para nada!
Si de nosotros dependiera, el mundo y todo podía irse a los “drudels”.
Esto ya no era vida.
Habíamos traspasado las leyes materiales.
Que nos digan otra vez lo que es la “mediumnidad”, que esas mujeres y esos hombres han estado fuera del organismo, o sea, que “se desdoblan”, entonces podremos contarles otra cosa a todas esas criaturitas en esta doctrina.
Entonces preguntamos: ¿no hablaste con una mosca?
Más adelante te daré una hermosa historia de eso, Jeus, más vale que lo recuerdes.
¡Solo entonces tendrás una imagen imponente de quién es ahora André-Dectar!
—Lo recordaré.
—Cuando en esos tiempos la vienesa nos daba de comer una rica sopa de pollo —ya lo sabes, nos encanta la sopa—, esa gallina, cocinada y todo, empezaba a cacarear en nuestro interior y ¡nos ponía a parir llamándonos canallas asquerosos!
¡Asesinos, tramposos y porquerías!
Desde luego, después ya no podíamos comer y el maestro podía comenzar manteniéndonos con fuerza, en realidad ya estábamos muertos, vivíamos detrás del ataúd y ya no teníamos nada que ver con esta vida.
Un pedacito de pastel se puso hirviendo en el estómago, y entonces vivíamos cómo se “horneaba” el pastel.
Una vaca se puso a mugir, un cerdo se puso a chillar, entonces habríamos sido conscientemente “locos de remate”, por lo menos para el ser humano, si hubiéramos hablado sobre nuestros sentimientos y pensamientos, pero no éramos tan tontos.
Sí, Jeus, la lechuga y las judías se burlaban de nosotros, entonces nos reímos de todo, porque todo tenía algo que contar.
Cuando se nos acercaba gente con mucho alboroto, nos reíamos por lo bajo, por dentro, porque lo que veíamos entonces ¡era como si fuera todo!
Nuestra mirada atravesaba esos pequeños templos materiales y sabíamos con precisión lo que habían comido y lo que habían tramado hoy, ahora también el ser humano se había vuelto transparente para nosotros.
Santo cielo, si tengo que contarte todo sobre eso, no llegaremos.
Lo que vivimos entonces son diez libros, Jeus, diez libros hermosos, porque es verdad: un espíritu mira a través de toda la materia, y nosotros lo vivíamos.
Pero teníamos que vencerlo, así que éramos más en el otro lado que aquí en la tierra.
No aguantábamos más tiempo, había que volver a blindarlo, y entonces ¡volveríamos a ser amo y señor de todo!
—Y ¿ocurrió?
—Sí, sí, pero solo después de un golpe sensible, entonces de repente también volvimos a estar con ambos pies en suelo firme y dormimos, ¡nos habíamos vuelto vencedores de “la vida y la muerte”!
Claro, todo eso teníamos que entregarlo para darle libros al ser humano, para auparlo a una vida espiritual más elevada.
Así que hemos tenido que luchar para ello, Jeus.
Ya te lo dije: tiré la toalla.
Quise morir.
Miré de reojo a la vienesa y me entró pena por mí mismo, no por ella, pues ella de todos modos no quería vivir las leyes.
Pero visto y vivido a posteriori, todo estaba perfectamente calculado, ella tenía esa tarea, ella tenía que seguir pisando firmemente la tierra o todos habríamos terminado planeando, y no habríamos servido para nada, era como si ella fuera el freno nuestro.
Y ¡más adelante André se lo dijo también!
Y fueron las flores de los maestros para su vida y personalidad.
André tuvo que acoger una señora para sanarla.
Llegaría a las tres y media, o sea, a la hora convenida.
¡Eso sí que es orden!
A quien llegara antes, o sea, así como así, no se le ayudaba, el maestro se encargaba del orden, y quien no lo quisiera podía irse.
Todo eso formaba parte de la sanación, al ser humano se lo trataba de inmediato.
Dos días antes había escrito algunas cartas.
Yo mismo, era como si me despidiera de la vienesa, y le escribí en una carta que viviríamos una desgracia, que lo habíamos percibido y visto.
Y que nos encontraríamos con ella en la vida después de la muerte, y que más adelante volveríamos para demostrarle que estábamos allí.
Por supuesto que escribí “yo” por aquí y “yo” por allí, era yo mismo, André no tenía nada que ver.
Y allí estaba ahora.
Así que le di una predicción de mí mismo.
Entonces la gente que nos conocía no se percataría de nada, habríamos desaparecido con la predicción.
Y yo quería hacerlo por medio de un buen golpe, porque ahora mismo quería meterle una paliza al organismo.
Has de comprender que estaba loco de remate.
André no se daba cuenta de nada, él mismo avanzaba hacia atrás sin siquiera saberlo.
Cae por su propio peso, Jeus, que así vivíamos leyes imponentes y que ya entonces sabíamos con precisión cómo se sentía el ser humano que comenzara con ‘La cosmología’, o sea, el ser humano que quisiera vivir las leyes ocultas y quisiera saber algo de la vida detrás del ataúd.
Solo en ese momento comprendimos lo que le costó a Dectar cuando fue sacerdote en el Antiguo Egipto.
Comprendimos esas leyes y supimos conscientemente por qué tanta gente estaba siendo destruida por medio de las leyes ocultas.
¡Ahora un ser humano de cada diez millones vence y alcanza las “grandes alas”!
Y ahora tenemos las “grandes alas”, mi pequeño Jeus.
—¿Entonces, qué?
Hasta me pones a temblar.
—Gracias por tus sentimientos, le hará bien a André.
Él también nos sigue.
Bueno, pues escribí cartas de que algo iba a ocurrir con nosotros, y así me despedí de la vienesa.
Santo cielo, Jeus, qué cortés fui con ella cuando me entró la sensación de querer saltar desde lo alto de la casa y haría que nos estrellaríamos yo y André, tú también.
—¿Querías eso?
—Claro, quería hacerlo.
Quería que los vecinos tuvieran una cosita divertida, quería estar allí, tendido en la calle, quería ver fluir mi propia sangre.
Esos dos días fui tan cortés, tan bien portado en todo, que me entró la sensación de que estaba cuidando mi propio ataúd, que lo estaba limpiando, decorando, viví los pensamientos más extraños.
Ya me veía a mí mismo en el ataúd.
La cabeza envuelta en tal vendaje que solo se asomaba la nariz.
Estaba muy pálido, pero eso era inevitable.
Pero la cabeza deshecha, el cráneo deshecho, sangre saliendo de la nariz y la boca, y eso pondría a estremecerse, a temblar a todos esos protestantes, quería mostrarles alguna vez una muerte de verdad.
Y mientras escribía esas cartas estaba riéndome en voz alta, tanto que la vienesa vino a preguntar cuál era el motivo de mis risillas.
Seguro has de percibir que nuestra vida colgaba de un hilo.
Y aun así, Jeus, no había perdido la razón.
No se trataba hacer el tonto, se trataba de otra cosa, solamente nos habíamos cansado de las leyes, de tanto hablar desde el espacio, ya no podíamos con ello.
No pensaba en si de verdad se asustarían esos protestantes y católicos.
Pero ay, esa pobre vienesa.
Cada minuto se encontraba encima de mi ataúd, cada segundo tenía a La Parca delante de sus narices, sentada con ella en la mesa.
No percibía nada, no se daba cuenta de nada, porque estábamos sumamente conscientes, sanos, reíamos y hablábamos con ella, yo, por lo menos, y seguíamos pensando en el ataúd, en caernos desde lo alto de la casa y de rompernos la nuca, y ya no podía liberarme de eso.
No me paraba a pensar en si el maestro hacía algo.
Pero por supuesto que lo hacía, y eso era en lo que yo no había pensado.
—¿Qué ocurrió entonces?
—Se ha determinado la hora.
Dentro de diez minutos me subo a lo alto de la casa y hago algo con la antena... pero entonces caigo rodando y voy a dar directamente con la cabeza a la calle, para que ese cerebro pueda reventar que da gusto.
Preparo la escalera de mano, las cartas están allí, había escrito poco menos que veinte, me despedí de amigos y de conocidos, pero no se me ocurrió darle a la vienesa otro beso como Dios manda, creo que temblaba y me estremecía, pero no podía pensar en nada más que en ese hermoso ataúd con mí mismo dentro de él.
Veía las flores de la gente, me daban risa, era como si estuviera viendo mi propio entierro, incluso oía cómo sonaban las campanas, pero sabía además que hoy habría disgustos aquí.
Disgustos, miseria, un ser humano lloraría hasta quedarse tuerto.
Y aun así no servía de nada, no me calaba, y tampoco André daba muestra alguna de interés.
Sí que pensaba: ‘Santo cielo, cómo nos vamos a pelear, luego, detrás del ataúd, porque yo soy el que lo ha arrojado fuera del cuerpo.
Yo soy el que le quita el trabajo de las manos de un golpe, soy el débil, y no él’, pero ya lo arreglaré.
Incluso pensé: ‘Pues que no empiece con todas esas leyes’.
También pensé un momento en la Biblia, Jeus.
En Cristo, y en todo lo que había aprendido por medio de André, y solamente ahora comprendí lo peligroso que es, si quieres llegar a conocer las leyes, si quieres convertirte en semejante instrumento, como han hecho tantos hombres y mujeres.
No ocurre nada, para nadie en absoluto, eso también lo comprendí, si acoges en ti esa sabiduría y no le metes mano, puede ser pero cuando tú mismo quieres ponerte a jugar al médium, ¡estás acabado!
Así que fueron mis sentimientos humanos, los rasgos de carácter de André, pensaron: ‘Los drudels’.
Y dormitó un momento.
Ahora el ser humano puede ver y también vivir que llegas a destruirte por ti mismo, y no por nadie más.
A fin de cuentas, André debería haber velado por esos rasgos, que soy yo y que eres tú, Jeus.
Aunque provenga de la primera esfera —es por tanto posesión espiritual, ya te lo he aclarado—, así todavía no había vencido el espacio.
Y el ser humano que vive en la primera esfera, o sea, en el otro lado, está exactamente delante de todas estas leyes y no puede eludirlas, con la diferencia de que ahora ya no es posible que ocurra nada con el alma como la personalidad astral.
Si allí —según dice André, por supuesto que después hemos seguido comentándolo día y noche...— sucumbes para las leyes y por medio de ellas, o sea, la esfera en que vives, y eso ocurre allí, te hundirás en el sueño, allí te dormirás para volver a acercarte a lo normal, y entonces vuelves a continuar.
Esas leyes, Jeus, esta vivencia, y allí, o sea, para el alma como ser humano, no han cambiado en nada.
Así que cuando todo hubo terminado y comprendimos lo que habíamos vivido, bailamos como locos de felicidad porque ahora podíamos decir: “Hemos vencido la vida y la muerte, y eso encima como seres humanos de este mundo”.
—Santo cielo, qué hermoso es todo eso.
—Si lo sabes todo, Jeus, te lo juro, entonces quisieras poder vivir precisamente eso en la tierra.
Si entonces hay maestros para acogerte, ¡vivirás el “despertar” divino!
Porque habíamos despertado de pronto, aunque un poco después vivíamos los entuertos de eso, y eso fue, pues, el puerto del que te he hablado.
En las esferas, según el maestro Alcar contó después, la gente vive estas mismas leyes.
También allí ves cómo desfallece la gente, pero como ya dije antes, allí duermen hasta volver a estar sanos, la tranquilidad de allí vuelve a llevarte al siguiente estadio y entonces continúas.
Lo que vivimos nosotros, por tanto, fue sin duda un despertar espiritual, aunque no hubiéramos sobrevivido, aunque hubiéramos perdido la vida material, incluso así no habríamos perdido nada, al contrario: al no tener que ver ya nada con el suicidio André, habríamos luchado por este despertar espiritual.
Así que nuestra lucha no fue en vano, sino por todo, todo.
—¿Y luego?
—Luego, Jeus, me pareció que había llegado el momento de caerme desde lo alto de la casa.
Le digo a la vienesa, “Tengo que echar un vistazo a la antena”.
Así que estoy en el pasillo y quiero irme.
De pronto alguien toca del timbre.
Yo estoy más cerca de la puerta y abro.
“¿Qué pasa?”, pregunto.
Tengo delante de las narices a la señora que tenía que llegar a las tres y media.
Se estremece, tiembla, no puede pronunciar palabra.
La dejo entrar y también está allí André, ahora tiene que actuar.
Tenemos que tratarla.
Le duele la barriga, le está haciendo una mala jugada el apéndice y le molesta el estómago.
André ve que esta vida llora.
“¿Por qué no vino a tiempo?”, pregunta.
“Tenía que haber llegado a las tres y media”.
Y dice ella, pregunta:
“A usted, ¿qué le pasa?
De repente me agarraron del pescuezo para ir a verlo.
Es como si hubieran tirado de mí para sacarme de la puerta, y entonces oí cómo se decía: ‘Anda, ¡rápido!
¡Vamos, vamos!
Ve a ver a “Jozef”.
¡Vamos, rápido!’.
Vine en taxi.
¿Pasa algo?
Está usted tan pálido...
Está tan ausente...
Me siento tan triste.
¡Y tengo un dolor!
No lo sé, pero siento que usted se está muriendo.
Sentí un accidente.
¿Puede ser?
¿Tiene dolor?
¿Qué pasa?
¿Qué es lo que pasa?
Está usted tan ausente, tan espiritualmente lejos, ¿se va a morir?
No, ¿verdad?, porque hay cientos de personas que lo necesitan.
¿No irá a morirse, señor Jozef?”.
¿Estás llorando, Jeus?
Anda, llora, sí que queda algo de ese tiempo en nosotros, algo que todavía no ha llorado hasta quedarse seco, pienso incluso que ahora nos da relajamiento, así que llora todo lo que quieras, también André te dará las gracias por ello.
—¿Y después? ¿después qué?
—Luego nada, Jeus, nada más, habíamos vuelto de golpe a la tierra.
No obstante, esto fue el maestro Alcar.
Este había agarrado un momento a esa criatura del pescuezo y la había mandado a vernos; o sea que sabía que las cosas iban en serio.
André envió flores a esa vida del alma.
Quería comérsela, quería morir por ella, y también ahora —pero ¿lo comprenderá esta vida?— seguir viviendo, ¡hasta sus últimas fuerzas!
La hemos ayudado y luego nos pusimos a pensar.
Estábamos exhaustos, nos quedábamos dormidos de día, volvimos a dormir, todo había pasado, habíamos vencido, aunque todavía nos quedaran cosas que vivir, aunque luego estuviéramos delante del puerto, no era más que cosa de niños en comparación con este suceso, nuestro propio drama.
¡Esa mujer nos salvó!
¡Esa vida nos colocó en la tierra, o ya no habríamos estado aquí!
—¿Sigue viva esa mujer?
—¿Por qué lo preguntas, Jeus?
—Entonces le compro flores.
—Me lo creo, Jeus, me hace bien oírlo, pero ella ya no está.
El maestro Alcar le ha dado las esferas de luz.
Ella está allí hacia donde ahora estamos mirando.
Mira tú mismo y podrás verla.
¿No es imponentemente hermosa?
Ese es, pues, el amor espiritual, mi pequeño Jeus, esa vida ya nunca más se irá de nosotros.
Tal vez la hayamos perdido en la tierra, eso ya no puede ser: ahora somos uno solo para la eternidad, y seguiremos así.
—¿Vivió mucho más tiempo?
—Solo cuatro meses, Jeus, porque entonces fue ella misma quien terminó aplastada.
Entonces un coche la hizo pedazos en la calle y no hubo manera de eludirlo, porque ese era su momento, su final.
Ahora está donde los maestros, vive en la primera esfera y viaja, vive el espacio, de vez en cuando la vemos allí, pero ella lo sabe: ha salvado a un “profeta”, ha dado la vida terrenal al Príncipe del espacio; fue gracias a ella, Jeus, que se me dio la paliza más grande que un ser humano pueda vivir y recibir jamás.
Entonces me fustigué a mí mismo.
—Y ¿qué dijo André?
—Nada, solamente estaba triste, ¡triste porque había vuelto a hundirse!
Otra vez, por enésima vez, pero ahora sí que nos habíamos levantado de una vez por todas, ¡le habíamos ganado a ese momento!
Jeus llora, Jozef está callado, André y Dectar piensan ahora: ‘Pero, ¿quién está allí?
¿Hemos atraído a su alma querida?’.
Sí, sí, qué imponente que fue eso.
Sí, fue hermoso, ¿verdad?
“Qué lucha a vida o muerte, ¿no?
Querida, ¡no te olvidaré nunca jamás!
Y te demostraré que estoy agradecido contigo.
Por cada una de las lágrimas que has derramado por mí”, le llegó a ella de parte de André, “quiero vencer más adelante a un ser humano para conducirlo a ‘Cristo’.
¡Eso te lo voy a demostrar!”.
—Y fue lo que ocurrió, claro... —pregunta Jeus, que ha acogido estos pensamientos.
—Sí, Jeus, desde ese momento ya hemos vivido el amor de ella y sus lágrimas por nosotros.
¡Se nos concedió convencer a miles de personas del amor inmaculado y del imponente reencuentro detrás el ataúd!
Esas son, para ella, las flores para su corazón, su alma y su espíritu, pero también ella las depositó en el Gólgota.
Vivió una sacudida tremenda y ya no vivía aquí.
Pero detrás de todo esto, ella es feliz, también ella vivirá su cosmología, mi Jeus, ha puesto sus fundamentos para la “Universidad de Cristo”.
Y detrás de todo esto, mi Jeus, alcanzaremos la unión universal.
Ahora André vio que había sido el amor de ella, o sea, en otra vida, había sido su hijo y aún más tarde, retrocediendo más, hasta en el Antiguo Egipto, China, ... su marido, por lo que ahora el maestro Alcar podía alcanzarla, o nos habríamos accidentado, habríamos sucumbido, no había nada más.
—Ahora déjame que llore, por favor.
Ya no puedo soportar nada más.
Se van a la cama, pero yo salgo volando para ver si hubo víctimas.
Y sí, sí: una madre de ochenta años, un chico de dieciséis y una niña de ocho años han pasado de lo terrenal a lo eterno.
La viejita volverá a la tierra y han de aceptarlo sus familiares del otro lado, ahora no hace falta recoger a esa vida del alma, pero al chico y también a la niña los llevaron a dos esferas distintas: la primera para la niña y la tierra crepuscular para el chico, donde esta vida tendrá que vencer las mentiras blancas, los engaños y odios sin relevancia para entonces también prepararse para la felicidad, la primera esfera feliz detrás del ataúd, la vida después de la muerte.
En la tierra, cada hora mueren miles de personas y nacen otros miles; sin embargo el ser humano todavía no puede aceptar la reencarnación, pero si no existiera el nuevo nacimiento, también la madre tierra ya tendría que haber aceptado su punto muerto.
Pero la vida sigue, hasta que toda la vida de la madre tierra —lo viviremos y dejaremos constancia de ello para la Universidad de Cristo— haya... ¡completado su tarea!
Hasta que haya vencido su vida, su organismo, ¡solamente entonces puede comenzar con su muerte!
Por la mañana, Jeus ya se pone otra vez a hacer preguntas.
Jozef puede acogerlo y ahora André escucha, de vez en cuando, también él tiene algo que decir.
—¿Te asustaste mucho, Jeus?
—Claro, qué cosas.
Quién iba a pensar...
Santo cielo, hemos de estarle muy agradecidos.
—Así es, Jeus, así es.
Al final, según te dije anoche, hemos vencido.
Santo cielo, sí, entonces fuimos felices.
Bailamos día y noche.
Y Anna preguntó qué nos pasaba, por qué estábamos siendo tan agradables y la mimábamos.
Simplemente no sabíamos qué comprarle.
Se nos ocurrió de todo, día y noche estuvimos besándola, créetelo, Jeus.
Día y noche, pero ya no había ninguna mosca capaz de decirnos algo, desde ese momento escribíamos con el abrigo de invierno puesto, y ya no nos dolía.
Pero más adelante, cuando tengamos que escribir ‘La cosmología’ —lo sabemos, también ahora está ocurriendo, pero entonces todo volverá a ser distinto—, volverá ese dolor, ese serrar dentro de tu alma, pero entonces estaremos listos para acogerlo.
También ahora lo vivirás, Jeus.
Basta mirar dentro de André y sabrás cuánto le cuesta vivir y escribir ‘La cosmología’.
Pero ¿estás oyendo gemidos?
Muy de vez en cuando parece que volvemos a estallar en mil pedazos, a reventar, pero ahora estamos nuevamente librando una lucha a vida o muerte, pero ¡ahora contra toda esta humanidad!
Contra Adolf Hitler y todos esos demonios en la tierra, contra eso luchamos.
Y las iglesias, según dice André, ayudan a Adolf sin saberlo y sin ser conscientes, porque “maldicen al ser humano”, y es lo peor que hay.
Al condenar al ser humano ayudan a esos demonios, porque el ser humano sigue siendo tonto, y ahora han de aceptar esa tontería.

¿Está claro, o no?
Ahora esa gente estúpida ataca a las criaturas de otro pueblo, y asesina.
Si supieran que la muerte no existe, pararían, y por eso está que se lo lleva el diablo con la iglesia católica y los entusiastas de la Biblia que todavía en este siglo hablan de un Dios que condena, como si esta miseria no bastara.
—Todavía te quedan muchas cosas que contarme, ¿verdad?
—Sí, lo haré, pero dentro de poco, primero tenemos que prepararnos.
Tú prepara un poco de café de achicoria para la vienesa, y si quieres, puedes “besarla”.
Me parece bien y entonces tú haces otra cosa.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, sí, Jeus, puedes besarla, cómetela a besos, creo que te llevas mejor con ella que nosotros.
—Caramba, ¡qué cosas!
—¿Qué te ha enseñado André?
—Pero me comprendes, ¿no?
—Por supuesto, pero podrías decir otra cosa.
Anda, ahora a besar.
—Pero entonces tienes que venir conmigo, si no...
—Claro, es cierto, Jeus.
Anda, ven entonces.
Y ahora ya queremos saber si ella se da cuenta.
André dijo: lo viven todos los seres humanos, todas las mujeres y todos los hombres, y de verdad que no hace falta que por eso te rías por lo bajo, es muy raro que una mujer y también un hombre lleguen a vivir el mejor beso, el espiritual, suele ser un lametazo de esos, viejito, que recibes con regularidad, pero ahora vives tu propio abandono, sí, sí, ya vives tu destrucción, lo corriente y moliente, lo de todos los días.
“Y de eso”, dice, “no quiero vivir ningún beso, nunca, si me pongo a besar es siempre, eternamente nuevo, una fiesta, bienaventuranza espacial, eso es lo que el beso humano ha de darte.
Pero ¿en qué lo han convertido los seres humanos?
¿Quién es siempre nuevo para el beso?”.
Y luego dice todavía: “¿Será posible que un ser humano sea vivido en la tierra por otro ser humano, y luego desechado?”.
Si vas a hablar con él ahora, Jeus, te pondrá una paliza que da miedo y tendrás que admitir que todavía no posees ningún ser humano, ningún amor, y que eres pobre en cuanto a sentimientos y no sabes besar.
“Sí, sí”, dirá, “por supuesto, mujer, hombre, pero ¿a eso le llamas “besar”?
Son unos lametazos, ¡y nada más!”.
—No quiero besar.
—¿Te has asustado, Jeus?
Anda, ven, voy contigo a ver a la vienesa.
Pero nos llevamos el café de achicoria.
Y ahora a besar, de corazón, amorosamente, vivirás que ella encima reacciona de inmediato.
Y cada ser humano está abierto a eso, cuando está casado; “Pero”, dice André, “si empiezan a gruñir y a refunfuñar ya no podrás besar, entonces eso te romperá por completo.
¡Y un cadáver viviente no me dice nada!”.
¿A qué te supo ese beso, Jeus?
—Faltó poco para que ella me aplastara a muerte.
—Buena broma, Jeus...

Enseguida la vienesa pregunta:
—¿De qué te ríes?
¿Por qué te ríes?
¿Hice algo raro?
—Para nada, hija, no hiciste nada raro.
—¿Me vuelves a abrazar con el mismo placer como hace un momento?
—Jeus, ¿dónde estás?
Vuelve a agarrarla con el mismo gusto, lo ves: besas mejor y con más intensidad que lo que hemos aprendido nosotros.
Santo cielo, eso también vale la pena, ya reflexionará André sobre esto, yo también, pero tú, Jeus, ¡nos has ganado!
¡Y Jeus lo recibe absolutamente todo!
Ahora Jeus anda por allí con una gran ampolla en el labio, algo que no nos parece bien que aceptamos, porque es André quien recibe el beso astral, y le tiene que bastar, porque eso es el verdadero todo.
Y entonces salen corriendo a la calle.
Los tres tienen que ver con ese labio hinchado, los tres, lo que hace reír ahora a Dectar, y tiene que controlarse, pero ahora se están viviendo las leyes, el ser humano se está viviendo a sí mismo, para el alma, la vida y el espíritu, como personalidad, que Sócrates quiso convertir en sistemas filosóficos, pero que han de vivir todos los seres humanos, hombres y mujeres, porque tiene contacto con la paternidad y la maternidad.
Santo cielo, ¿a dónde te conduce el beso humano?
¿El amor?

Y hay que ser justos: “Jeus” sabe besar; de absolutamente todo lo demás todavía tiene que aprender las leyes, y solamente entonces también empezará a pensar, a exigir y pedir; solamente ahora vivirá que has de ver el “beso” como una “orquídea” y que puede vivirlo como tal, porque es el peldaño del templo; si se abren ahora las puertas, ¡estarás delante de tu deidad!
“Bicho, ¿me das un beso?”.
Eso se lo decía a Jeus su hermanita Miets, y era como Crisje.
“Bicho, ¿me das un beso?”, decía siempre Miets cuando tenía a Jeus delante, y ahora este puede volver a besar otra vez; todos esos otros años hemos tenido que hacerlo, o sea, ellos, Jozef y André... de lo que André besa ahora el espacio, y recibe ese beso de absolutamente toda la vida de Dios.
Si el ser humano, la mujer y el hombre, quieren pasar por encima de eso, entonces has de inclinarte ante todo, entonces primero que nada tienes que aprender a amarlo todo, pero ese “beso”, santo cielo, te hace temblar, ese beso te succiona la sangre ¡y encima lo apruebas!
Ahora desfalleces, te disuelves, vuelas, por dentro estás que revientas, pero ahora mismo te besa la luna como madre, y ellos saben todo sobre eso.
Sí, madre, sí, adelante, puedes besar esta personalidad, tu “príncipe” está listo para hacerlo.
Pero ¡ahora cuando a él le apetezca!
—¿Qué tenías que contarme?
Van a ver a los adeptos.
Jozef todavía no puede hablar, la revivencia de antes, de lo de entonces, le da silencio.
“Claro”, puede decir, “fue un tiro certero, de verdad que fue una lucha.
¿Dónde estás?
Saluda de mi parte a tu alma gemela.
Ciertamente, se ha convertido en la posesión de esa criatura, mi Jeus, que nos ha protegido.
¡Ella ha recibido su alma gemela!

Volveremos a verla en las esferas, por supuesto, y si hay un poco de tiempo, el maestro Alcar ya se mostrará condescendiente y entonces incluso te dejará verla”.
—¿Es posible eso?
—Sí, Jeus, todo es posible si el ser humano quiere servir, quiere trabajar, quiere amar todo lo que vive, entonces absolutamente todo es posible, pero no está en nuestras manos.
Anda, haz sonar el timbre.
Hoy ya lo harás de otra manera.
La madre agua quiere hablar, pero ni siquiera así reacciona André, primero tenemos que cuidarnos a nosotros mismos, y ella lo sabe bien, o él nos habría lanzado fuera de la conciencia diurna y habría hablado con ella, pero creo que todo esto es sumamente urgente.
—Hola, Lony.
—Hola, señor Jozef.
—¿Cómo está tu padre?
—Mal, ya no tenemos esperanzas.
—Vamos, Lony, no llores, más vale que pienses que a tu padre le ha llegado su hora.
Por supuesto que para tu madre y todos los hijos es tremendo.
Jeus lo oye y pregunta:

—¿Quién era?
—Es Lony querida, la hija de Loea.
A su padre una bomba de Adolf lo mandó al hospital y lo más seguro es que muera.
Es todo, Jeus, pero lo ves: no has visto muchas cosas, la gente pasa de largo muchísimas cosas y no tienen nada que ver con ellas, no quieren tener que ver nada con ella, hasta que ellos mismos se vean delante, y ¡suele ser La Parca!
Cuando te interesa la gente siempre aprendes algo.
Para ellos, también para Lony, la muerte sigue siendo la muerte, también su padre se levantará solamente cuando Dios llame a Sus hijos por medio de añafiles, y entonces también el padre de Lony se levantará de la tumba, pero de lo que sabemos que una pierna la ha perdido, completamente hecha astillas, y ¿cómo quiere aparecer el padre de Lony delante de Dios, pues?
Ese hombre ni siquiera sabe erguirse, Jeus, esa alma vuelve a caer a la tumba.
Una cosa sí hay: ya tendrá los huesos de Adolf Hitler, porque Adolf ha perdido los suyos para millones de años, él tiene que dar nuevos organismos a todas esas personas matadas, y para eso vivirá y morirá millones de años, nacerá, una y otra vez, entre todos y cada uno de los pueblos de la tierra, ¡para enmendarlo!
¿Algo más, Jeus?
Lo dice André, tenlo en cuenta, cuando me pongo a hablar sobre cosas de estas, ¡él es quien me infunde alma!
Ven, vamos arriba.
Loea está ocupada y su marido hace de yogui, está allí delante de la ventana succionando su aliento vital, a lo oriental; pero a lo occidental se asesina él mismo, porque bebe los botecitos de leche de niños y porque a diestro y siniestro pega a la vida, abusa de ella; ¡también en esa vida el “Caifás” tendrá que morir para que despierte “Cristo”!
Pero esa pobre Lony y esas pobres hermanitas, allí hay unos nueve niños.
Dentro de algunos días ya nos enteraremos de que a su padre lo están poniendo en el ataúd.
¿Otra víctima?
Nada de eso, Jeus, murió en su momento exacto, esto también es parte del juego, aunque haya masas de personas que hacen la transición demasiado pronto.
Arriba ya están pensando en la limpieza, o en la imitación, según ve André, la de cosas que quiere hacer el ser humano en pleno invierno, pero así son las madres.
Un poco después están hablando sobre la gente que murió esa noche, sobre todo y algo más, que es, una y otra vez: ¡dentro de poco vamos a comenzar!
Más adelante nos dirigiremos a la gente.
Sin duda, es lo que vamos a hacer, pero ¿cómo seguirán reaccionando los adeptos?
Esta vida es difícil, esta vida es pesada, esta vida sí que da algo, pero ¿seguro que todo eso es verdadero?
¿Seguro que no hay allí también algo de él mismo?
Si no es así, es el profeta más grande que vivió en la tierra después de Cristo, pero ¿puede un ser humano vivir todo eso?
Sí que es extraño, no, no, no es extraño: es dudoso, y ya no se puede vivir nada más.
¿Es lo que crees?
¿No dan ganas de...?
Yo no, no te haré nada, si quieres pelear tendrás que empezar tú mismo, ahora mismo ya lo hemos dejado atrás.
Eso es todo, no se materializó, sino que se imaginó, lo hicieron André y Jozef, y un poco más tarde ¡estaban nuevamente en la calle!
—Ven, Jeus, como si no tuviéramos mejores cosas que hacer.
¿Viste a Loea?
¿Percibiste a los adeptos?
Volando por todo lo alto en los cielos, hoy; mañana será: ¿seguro que es así?
¿Es posible?
Pero André deja que ellos mismos se decidan sobre eso.
Vamos a gorronear, tan a gusto, ahora nos dejamos congelar, ¿qué nos puede ocurrir todavía?
—Cuenta algo bonito, anda.
—Oh, también hemos vivido cosas hermosas, Jeus.
Pero nos hemos visto delante de fuegos y entonces tuvimos que demostrar lo que queríamos.
Por supuesto, primero desfallecíamos todos los días si esas leyes eran pesadas por lo que teníamos que perdernos nosotros mismos, pero también para otra cosa tuvimos que demostrar lo que queríamos, André tuvo que hacerlo también.
—¿Qué era?
—Ahora te voy a contar algo muy distinto.
Sabes que todo ser humano, hombre y mujer, recibe su alma gemela.
En la luna —volveré a hacértelo sentir— hemos vivido aquella cosa imponente, y desde ese momento fuimos, como células, almas de un mismo grado, y continuamos.
¿Entiendes lo que quiero decir?
¿Ves lo que se le dio a vivir allí a André?
—Lo veo.
—Si sigues así —dice André—, podrás asimilar muchas cosas en poco tiempo.
Pues bien, esto fue en el año treinta y ocho.
Una tarde, llegan dos señoras a nuestra casa.
Una mayor con una hija que es un encanto.
La irradiación de su riqueza llegaba hasta nosotros, y André pensó, ‘Ahora viene lo bueno’.
Pues bien, se percata al instante para qué viene a verlo la gente.
Cuando esas señoras sintieron sus sillas, la más joven, esa hermosa criatura, le preguntó a André:
“Seguro que ya lo sabe”.
“¿Hay algo que tengo que saber, señora?”.
“¿No lo sabe?”.
“Lo sé y no lo sé, pero lo que he de saber para usted, eso no lo sé, ¡ni tampoco lo soy!”.
¡Aparecen lágrimas!
Esa hermosa criatura se pone a llorar.
—¿Y luego?
—Luego la dejamos llorar todo lo que quiso.
Pero mientras tanto fuimos acogiendo esa vida en nosotros.
André me dice: “Vienen a vernos desde Inglaterra, Jozef.
Esa guapura de allí piensa que soy su alma gemela.
Santo cielo, el dinero que tienen esas mujeres, la riqueza...
¿Hueles ese perfumito?
Señoras de primera.
Santo cielo, qué cosas, ¿no?
Las taso en un par de milloncitos.
¿Qué dirías tú?”.
Y entonces empezó a hablar la señora de más edad, la madre; la hija siguió llorando, Jeus.
La hija había estado en el Antiguo Egipto.
Pero también en el ahora estaban allí.
Y en Egipto tres sacerdotes le habían contado que su alma gemela vivía en Holanda, que ese hombre pintaba, sanaba, era clarividente y clariaudiente, que escribía libros, pero que venía de un pueblito y no había aprendido nada.
Pero ¡esa alma le pertenecía a ella!
Y que si no fuera cierto, “usted tiene todos esos dones”, ya nada servía de nada, “pero todo cuadra.
Tiene que hacer feliz a mi hija.
Son (Sois) el uno para el otro, ella tiene que ayudarlo.
También ella ha recibido su tarea”.
—¿Y luego qué?
—Entonces la madre contó que su hija tenía unos —no te asustes, Jeus— ciento veintiocho millones, o sea, no cien millones, sino que encima otros veintiocho.
Y que quería dar todo ese dinero, todo, para el trabajo, para los libros, y que ella lo ayudaría.
André vio que estaban en el negocio del petróleo y la gasolina.
—¿Y luego? ¿Él qué dijo?
—Dijo que por él, ojalá fuera cierto.
“No obstante”, siguió, “imagínese que me dejara llevar por su riqueza, pensando, ‘que me cuente ella lo que quiera’, ¿estaría usted contenta entonces?”.
André miró su maestro a los ojos.
Y su maestro comentó con él cada una de estas posibilidades para André mismo, pues, desde hace mucho tiempo, ¡él lo sabe todo!
¡Él sabe dónde vive esa parte de su alma y su espíritu, y que no era ella!
Aunque allí hubiera recibido ella unas pruebas tan buenas del ver, no era otra cosa que telepatía, nada más, porque el maestro Alcar le mostró que ella había leído nuestros libros.
Y justo eso era lo que esos sacerdotes en Egipto habían sacado a la fuerza de su vida.
—¿Y luego? ¿Qué ocurrió entonces?
—Cuando la hermosura hubiera secado sus lágrimas admitió que André era una persona honesta y dotada.
Pero que si esa noche no queríamos cenar con ellas, y además en Des Indes (hotel en La Haya)... aquí en la ciudad, donde no vienen más que condes y barones.
—Lo habrás hecho, ¿no?
—André me hizo saber: yo no voy a empezar con esta misera.
Dijo que no podía escaparse y que esa noche tenía una sesión con los maestros.
No había dinero en el mundo por el que descuidaría a su maestro.
Entonces la madre añadió que no tenía razón, y que él era el alma de su hija.
Y cuando dijimos que habíamos editado los libros con dinero suelto y que nos habíamos partido el lomo por ellos; que también estaba la vienesa y que jamás teníamos la intención de hacerle daño a nadie; que la vienesa lo era todo para nosotros y que no le vendría nada mal un bonito vestido y que era cariñosa y buena cocinera, y que en la vienesa... hasta allí llegamos, de pronto la hermosura se levantó de golpe con la mirada salvaje, estaba ofendida, se sorprendió a sí misma sintiendo rabia y pensamientos de odio hacia la vienesa, y salió pitando.
Dios mío, qué risa, Jeus.
¡De pronto podíamos reventar!
—Dios santo, qué cosas.
A mí también me da risa.
—Ten cuidado, hay gente que va allí, si lo ven, pensarán que tenemos edema de hambre, y eso no está bien.
Aunque toda la gente ande con risas por lo bajo, incluso en voz alta, nosotros no hacemos eso, Jeus.
A la gente que hace eso ahora y sabe hacerlo, ¡resulta que La Parca les da un toque de atención!
—Y luego, ¿qué más?
—Luego ya nada.
Bajaron las escaleras corriendo, con sus millones.
Faltó poco para que se partieran la preciada nuca con los cubos para la ceniza, pero nos quedamos mirándolas.
“Santo cielo”, dijo André, “la que anda allí es un ángel por fuera y por dentro, problemas”.
A mí me dice: “¿Qué habrías hecho tú por tus propias fuerzas, cochino?”.
—¡Qué cosas!
Sí, cuéntame, ¿qué habrías hecho tú?
Confiésale todo, sin engaños.
—¿Me crees, Jeus, si te digo que no quería tener todos esos millones?
Aun así, habíamos asimilado tanto, por lo menos yo, que no habría podido engañar al maestro Alcar.
Y si no hubiera sido por el maestro Alcar, tampoco habría podido abandonar a la vienesa.
André no tenía nada que ver con ella, aun así tenía que hacer que llegara a buen puerto, y no yo, porque se trataba de almas gemelas.
Cuando se habían ido, oí que el maestro Alcar dijo:
“Eso no te ocurre más que una vez en la vida, ¿verdad, André?
Pero gracias por tu amor, tu sentimiento del deber, ¡por todo, todo!”.
—¡Vaya!
¿Y luego?
—Yo mismo me rasqué la cabeza, Jeus.
Me quedé pensando un momento en esos millones, ese viaje por el mundo.
—¿Qué dices?
—La madre dijo que primero harían un viaje por el mundo; tenían barcos, tenían coches imponentes, entre ellos un Rolls de esos... no conoces esos palacios, pero cuestan un dineral que a nosotros nos daría de comer durante cien años.
Y aun así, toda esa riqueza nos quedaba a la altura del betún.
No queremos millones.
Te lo digo honestamente: estaba temblando, André no, estaba helado como una piedra, mortecino, pero no fue la primera vez, como lo dijo el maestro Alcar, sino la segunda, aunque eso es de hace años, todavía llevábamos el taxi.
Me hacía temblar.
De pronto se nos mostró toda esa riqueza.
Ya no habríamos necesitado hacer nada.
¿Lo entiendes?
No habríamos tenido que hacer nada más.
Entonces ella habría tenido su alma gemela, y ahora, a vivir.
A viajar y a pavonearse.
A fanfarronear y a gastar dinero, al fin y al cabo papá ganaba dinero a raudales, lo tenía a raudales, todos los días lo recuperaba a raudales gracias a la gasolina y el petróleo, por lo que nosotros ni siquiera podíamos gastarlo todo.
Pero un morrito, Jeus...
Santo cielo, qué monada que era.
Creo que de arriba abajo iba envuelta en seda.
—¿Y qué dijo la vienesa?
—Cuando las señoras hubieron desaparecido y ella llegó a vernos —justo estábamos escribiendo—, preguntó:
“¿Qué buscaban aquí esas pijas?”.
“La mujer, la madre”, oyó, “padecía de ojos de gallo, y no hay nada que podamos hacer para remediarlos”.
—Vaya.
¿Qué dijo entonces?
—Se tronchó de la risa y volvió a preguntar: “¿Qué querían esas señoras?
¿Estaban enfermas?”.
“Sí”, dice André, y cuando él interviene ya sabes lo que viene, entonces siempre toca escuchar alguna locura, también lo de los ojos de gallo era suyo, “la hija busca sus alitas”.
“Déjate de bromas, ¿qué querían esas señoras?”.
“A la hija hay que operarla, hija, y por eso la hemos mandado a ver un médico”.
“Pero para eso no hace falta una hora, ¿no?”.
“Tienes razón, pero la mayor de las dos había leído libros nuestros y a la joven, su hija, los libros le gustan mucho, pero la tienen hecho un enredo”.
“¿Para qué la tienen que operar?”.
“Le van a dar un cerebro nuevo, hay algo debajo de ese cráneo que hay que sacar”.
“¡No me digas!”.
Hay que ver las cosas que le interesan a la vienesa.
Todavía se oye: “¿Vive aquí esa gente?”.
“No, no, en Londres”.
Un poco después estábamos trabajando otra vez, Jeus, y ya las habíamos olvidado.
Esa es la historia que quería contarte, pues, pero que puso a André en apuros.
Pero en 1925, Jeus, nos enfrentamos a un caso igual.
Y también entonces la vienesa le había ganado por los pelos a esa vida.
También entonces haríamos viajes, esa duquesa tenía dinero de sobra, ropita bonita, pero todavía no sabíamos nada de todas estas cosas imponentes, y aun así: también entonces el maestro Alcar intervino.
Para esta señora, Jeus, quiero decir la de Londres, se trataba únicamente de las piernitas.
Lo de ahora era pan comido; lo de entonces, de la duquesa, fue mucho más grave, porque todavía llevábamos el taxi y conocíamos a la vienesa solo de unos días.
Aun así, no tuvimos ni un solo segundo la idea de poner tierra por medio.
Pero visto después, fue el maestro Alcar.
No queríamos ninguna cena, pero si esa mujer tenía tanta afición por nuestro trabajo, ¿entonces por qué no daba un milloncito para los libros?
No queríamos para nada Des Indes... y como lo llamamos por la calle, no queríamos tonterías de ricos; nosotros representamos un universo.
Nos burlamos de esas dos a sus espaldas.
André dijo todavía: “¿Me das un besito de esos?”.
Mañana, de todos modos, te darán una paliza y te pondrán en la calle.
Nunca más tendrá que hacer nada usted, papá tiene dinero a espuertas.
Gana millones con su petróleo y su gasolina, papá quiere que yo sea feliz, y usted es el que me importa.
¿Lo ves, Jeus? Son llamaradas, otras llamaradas que las que hemos vivido por las leyes, y luego tuvimos que demostrar lo que queríamos.
Y lo hemos demostrado cien veces.
Aun así, André es, como lo oyes, un mujeriego, y yo también, un borracho y qué cosas más.
Pero eso sale de una boca que no puede vernos ni en pintura, ¡y podemos con eso!
André conoce a los maestros que han hecho algo por esta humanidad, pero todos estuvieron tirados en las calles de la ciudad como si fueran basura.
Primero le dio mucha tristeza a la vienesa, más adelante dice: “Que me digan lo que quieran, ¡es envidia!”.
André dice: “Si tiene que ver con amor, no nos hace falta nadie para eso.
¡Ni tampoco millones de florines!
Yo beso planetas y estrellas”, lo puede decir, ¡y lo hace!
Y luego, Jeus, pasó la noche, sí que habíamos dormido bien, pero soñamos con majarás que nos mostraban sus harenes.
Cuando nos despertamos esa mañana, los ratones estaban muertos delante de la alacena y habíamos perdido nuestros millones.
Vamos, ¡ese morrito!
—¿Y no te sentiste tentado un momento?
—¿Que si me sentía tentado, Jeus?
Sí, claro que te pones a pensar sobre semejantes cosas.
Pueden pasar cosas locas cuando la gente busca la sabiduría espiritual, por la que a veces lo darían todo, pero suele ser por la felicidad propia, porque la felicidad humana lo es todo.
Sí que es extraño que hayamos dormido en el ático, donde el viento soplaba por entre las tejas y nos quedábamos como carámbanos, que nuestro “Hendrik el Largo” tiene que procesar y vivir la vida con su blusón azul puesto, ¿no?
¿Es extraño eso?
El ser humano que tiene que vivir esta tarea está libre de dinero, Jeus, libre de la ciudad, nunca antes ha nacido un profeta que era rico.
Sí, claro, Buda tenía dinero a espuertas y lo regalaba, por supuesto, también hay de esos, pero por lo general esa vida comienza en pobreza.
Pero ¿tan pobres éramos entonces?
¿No era maravillosa nuestra vida en ‘s-Heerenberg?
¿No eran hermosos nuestros alrededores?
¿Cómo eran nuestros bosques imponentes, Jeus?
No quiero ni pensarlo, me entra nostalgia por la región de Montferland.
Pero no tengo que hablar de estas cosas, te afecta a ti.
¿No es cierto?
—Sí, me afecta.
Quiero volver a ver a mamá.
—Eso también me lo imagino, Jeus, ¡a nosotros también, Jeus... nos gustaría volver a ver a Crisje! Pero ya no es posible.
—¿Crees que va a pasar algo?
—No lo sé, pero creo que algo se nos viene encima desde el espacio.
—¿Acaso André no lo sabrá?
—Ese lo sabe todo, todo, si los maestros quieren que tiene que saberlo.
Si no, Jeus, es que entonces no sabe nada.
Si yo supiera que pronto le pasaría algo a mamá, bueno, entonces ya no sabría qué hacer.

Pero ahora ya estaba detenido, y ya no estaba listo para los maestros.
Sé que papá se encarga de Crisje, también Miets, ¿por qué tendríamos que preocuparnos entonces?
A fin de cuentas, también mamá tiene que vivir su propia muerte.
Hay silencio, piensan en Crisje, y André los deja pensar.
Jozef le dice rápidamente a Jeus:
—Pues, si lo quieres de verdad, Jeus, puedes convertirte a ti mismo en toda clase de cosas.
Ahora puedes vivir mundos.
¡Luz, vida y amor!
Son regalos divinos.
Y entonces también tendremos las grandes alas.
Y todo eso vale más que dinero, que todo el dinero de este mundo.
¿Lo oyes?
El estudiante está gritando otra vez.
—¿Está usted allí, maestro?
—Claro, siempre estoy.
—¿Quiere saber cómo se pelaban papas (patatas) en el Antiguo Egipto?
—Lo que nos espera ahora, Jeus.
Escucha bien, puede que eso nos haga más sabios.
—¿Está allí, maestro?
—Sí, aquí estoy.
—Mire, quienes las pelaban allí eran los sacerdotes inferiores.
—Vaya, ¿es cierto eso?
Pero allí no comían papas (patatas), jovencito.
Vivían de pescado y fruta y arroz con leche.
Está hablando tu horroroso subconsciente.
Buen hombre, vamos, búscate una chica.
Empieza a vivir la vida de otra manera.
Todavía eres demasiado joven para estos asuntos.
¡Ve a la feria!
Saturno es homosexual.
Júpiter también.
Y Venus engaña al mundo entero.
Las estrellas y otros planetas se burlan de ti en toda tu cara.
La luna no habla de mucosas, sino que quiere besar, y su beso te conducirá a una chica.
¿Nunca has descubierto una araña encima de tu cabeza?
¡Fui yo!
Si te muerdo, nunca más te recuperarás.
¿Miedo?
¿Divino reino de los cielos?
¿No viste esa chica ayer?
Te quería besar, pero te falta un tornillo.
¡Estás tarado!
Has perdido diez de los cuatro que tenías.
Chico subnormal, ¿qué quieres?
¿No conoces al primo de Pedro?
¡Fue él quien condujo a Pedro al banal “No conozco a ese ser humano”!
Hasta luego, problemas, hasta luego.
—¡Por mí puedes reventar!
—Gracias, estudiante.
¿Lo ves? Estoy cerca, a pesar de todo.
En tu vida hay destrucción.
Me lo imaginaba, pero ahora lo sé.
—¡Revienta!
—¡Gracias!
—¡Malparido!
—No soy ningún malparido, soy el omnisciente de este siglo, pero no quiero tenerte a ti en mi doctrina.
—Eres un malparido.
—Toma también algo para ti mismo, ¿una hojita de laurel?
¿Un bizcochito con especies?
¿Nuez moscada seca?
¿Un terroncito de azúcar?
Ojalá tuvieras algo dulzón, así podrías chupetearte la boquita.
¿Sigues con hambre?
—Vete al carajo.
—Entonces más vale empezar con eso.
Estoy en ello, ahora ya no puedo pronunciar palabra alguna.
Adiós, rico y dulce dátil.
—¿Qué clase de loco era ese, Jozef?
—No es un loco, sino un ser humano —dice André—, que busca la suerte donde las leyes ocultas, y ahora está volviéndose loco.
Por el hambre el ser humano es capaz de todo, y entonces la vida se vuelve peligrosa.
Se dedica a la astrología.
—¿Tenemos más gente de esa?
—Sí, de tarde en tarde vienen a vernos.
Según lo que André dice, en el espacio espiritual, o sea, la atmósfera de la madre tierra, se oye ahora de todo.
Y es cierto, y fue así siempre, los Antiguos egipcios también vivían esta telepatía, cada iniciado puede dar su opinión sobre esto.
Pero estamos en casa, Jeus, vamos a escribir, esta noche puedes volver a hacerme preguntas, entonces tendremos tiempo a patadas.
Seguimos.
También la vida en la tierra, también Adolf, que ahora está recibiendo unos golpes tremendos, los aliados están avanzando hacia Berlín.
Ahora el ser humano empieza a respirar, ese tremendo poder de los alemanes está siendo quebrado.
Las cosas no pintan bien para el organismo de Jozef, pero viviremos y experimentaremos milagros hasta que no podamos más y hayamos usado todas las fuerzas.
Sobre las siete y media se van a la cama, tan a gusto bajo las colchas, porque no hay nada que quemar.
André ha echado al fuego cada una de las novelas de la vienesa, las novelas sin contenido alguno no se salvan.
Había una que despertaba la pasión en el ser humano.
Mientras tenía el libro en las manos y le echó una última mirada, se plantó un espíritu ante su vida.
El hombre dice:
—Quémelo, amigo mío.
—¿Es suyo este libro?
—Sí, pero incluso ahora sigo atado a él.
No supe que el ser humano pervive, y quien llegue a tener mi libro en las manos me mantiene preso.
Si se encuentra con semejante libro, destrúyalo pues.
—Vaya, así que usted está atado a su propia miseria.
Conozco esas leyes, amigo mío, sé lo terrible que es tu situación ahora, pero lo tendré en cuenta.
El hombre que ha hundido mis libros va a estar en una situación incluso más podrida que la de usted.
¿Lo sabía?
—Lo sé.
—¿Has escrito muchos libros de estos?
—Hay tres que representan esta pasión.
Gané dinero, fui rico por esa miseria, pero ahora lo sé.
Dios mío, qué tontos somos los seres humanos, no sabemos nada.
Gracias por este recibimiento, maestro.
—Nunca te olvidaré, mi amigo.
—Gracias, así me ayudará mucho.
Percibo su calor.
Donde me encuentro hace frío y las cosas son miserables.
—Qué mal pintan las cosas para usted.
—Sí, porque soy consciente de lo que hice.
Aquí terminas asfixiado.
Cuando un chico o una chica de esas tienen mi libro en sus manos, yo me asfixio en este mundo.
Esos deseos me aprietan la garganta, el corazón se me desboca y no puedo liberarme de ello.
Y eso desde hace veinte años ya.
Nadie puede ayudarme.
Primero mis libros tienen que desaparecer del mundo y tendré sosiego aquí.
Dios mío, qué tonto fui, qué pobre, tremendamente infeliz, cuando escribía la pluma de la que pensaba yo vivir la inspiración más elevada.
Usted conoce las leyes.
Su maestro me trajo aquí.
Gracias, maestro, ojalá quiera aceptar que me esfuerzo al máximo.
Quiero comenzar una vida más elevada.
—¿Lo has oído, Jeus?
—Sí, sí, ¡qué cosas!
—Así les va a todos los que piensen poder hacer algo por el mundo, pero con lo que sacuden las pasiones hasta despertarlas.
Después de la muerte tienen que aceptar esa vida.
André dice: “En las esferas tenebrosas viven miles de hombres y mujeres así, y no logran liberarse de sus libros, porque quien los lea tira de ellos, devolviéndolos a esas tinieblas.
Y es comprensible, es extremadamente natural.
Mira, allí hay otra cosa.
Es una mujer hermosa.
¿La ves, Jeus?
—Sí, la veo.
¿Qué quiere?
—Esa criatura grande busca un poco de amor.
Si pudiéramos vivir amor, André, podríamos recibirla por completo.
—¿Es posible eso?
—Claro, Jeus, es posible.
—Cómo puede ser...
—Son las leyes humanas, Jeus.
Hombres y mujeres buscan un poco de calor y amor, y por medio de nosotros vuelven a entrar en contacto con la tierra.
¿Te gustaría vivir un besito de ella?
—Pero ¿es que es posible?
—Se lo preguntaré a André, porque él es amo y señor de este mundo.
Si él lo quiere, ella puede besarte.
Ten cuidado, André la atrae hacia él.
A ella se le da un momento la posibilidad de tocarnos.
Ahora ella ya está besando.
¿Lo percibes?
Jeus recibe el beso astral.
Percibe la boca de ella, le tiemblan los labios, el corazón.
Esa vida está delante de nosotros desnuda, pueden verla y vivirla.
Pero entonces ya basta, y André le dice que se vaya, se blinda contra su vida y amor y entonces oyen:
—¡Canalla!
¡Cabrón!
¡Malparido!
¡Cosa asquerosa!
¿Un par de caricias y luego me sacas a patadas?
Jeus se asusta, tiembla, se estremece, “¿Como puede ser?”, le dice a Jozef.
—Ya lo ves, Jeus, esa, pues, es una mujer astral.

André dice:

—En la tierra fue rica, lo tuvo todo, pero la pasión la asfixiaba.
¿Ves cómo va buscando allí?
Quiere vivir más cosas, quiere volver a la tierra y no puede.
Por eso, Jeus, todos esos hombres y mujeres que juegan a ser médiums revientan, y terminan en el manicomio.
Cientos de miles de hombres y mujeres se han perdido por culpa del ser humano astral, los manicomios están repletos de ellos.
Y es de lo más sencillo.
Llegamos a conocer esas leyes en los infiernos.
Y también eso fue para aquí una lucha a vida o muerte.
Cada médium está ante estos contactos y desfallecimientos, por no conocer las leyes.
¡Quien sea sensible ahora desfallece!
Y nada puede romper este contacto, es el ser humano mismo quien lo pide.
Ahora millones de mujeres y hombres van buscando por la tierra y quieren vivir amor y calor.
Una vez que hayan alcanzado la unión ya no podrás sacarlos de tu aura vital, y andarás por allí con esos seres en tu interior.
Por lo tanto, si no posees una concentración intensa, estás acabado.
Hemos tenido que vencer todas estas leyes.
Si dentro de nosotros viviera un solo gramo de pasión, el maestro Alcar no habría podido comenzar con esta tarea.
Entonces tarde o temprano sí que habríamos sucumbido.
Pero André está libre de eso, hemos vencido esa pasión.
¿La ves buscando?
Ahora ya no podrá encontrarnos.
Las tienes delante desnudas y como seres humanos.
Tú mismo lo ves: fue bella; ahora se te acercan volando el odio, la pasión.
Y sin embargo va vestida con andrajos, pero nosotros los atravesamos con la mirada.
Para André son unos pobres diablos insignificantes.
Almas pobres, eso es lo que son.
Hombres y mujeres que no conocían la vida y pensaban en la tierra que podían hacer y deshacer todo.
Para nosotros son migas espirituales, no sentimos compasión por esa gente, si quieren pueden comenzar con otra vida mejor, pero ¡lo buscan aquí y destruyen vidas!
—Qué instructivo.
—Así es, Jeus, por medio de André puedes aprender de todo.
Es el espacio del ser humano, para el hombre y la mujer, pero ¿en qué convierte el ser humano su vida?
¡En podredumbre!
¡Destrucción!
El ser humano quiere vivir cosas horrorosas, pero detrás del ataúd no han cambiado en nada.
¿Quieres otro besito, Jeus?
—De ese animal ya no.
—Eso es, son hombres y mujeres animales.
No tienen otros pensamientos.
Y en este mundo te encuentras con toda clase de cosas.
André puede ver esas almas cada segundo, pero deja que hagan lo que quieran, no quiere tener que ver con esas vidas, de todos modos no puedes ayudarlas.
Ese hombre de hace un momento, el que escribió esas novelas asquerosas, ya lo comprende.
Y ahora ese hombre está pasándolo mal, porque el ser humano que lee sus libros vuelve a tirar de él, devolviéndolo a la miseria que ha creado.
Pues que no se hubiera convertido en autor de novelas divertidas que le permitan al ser humano hacerse cosquillas, ¿no?
¡Es un lío raquítico!
Toda esa gente, Jeus, que piensa que hace algo por el mundo y por la gente revienta.
Si quieres vivir estos mundos de André, te pondrán del revés y todos hemos tenido que vencerlo.
¿Qué es, pues, el amor?
Entre la vida y la muerte, según lo llama él, puedes vivir toda clase de cosas que en la tierra no ves, no puedes vivir, porque allí eres espíritu y ahora no hay manera de que estos líos terminen.
Se succionan a sí mismos hasta quedar del todo vacíos, Jeus, únicamente para vivir al ser humano, ¡son líos animales!
Y si quieres convertirte en instrumento, no podrás eludirlo, tienes que superarlo y nosotros lo hicimos, conscientemente, y solamente entonces el maestro Alcar pudo ir a más profundidad, más allá, a más altura, de lo que estamos viviendo ‘La cosmología’.
—Es magnífico lo que estoy aprendiendo.
—Hablas ahora un holandés bastante bueno, Jeus, gracias, sigue así.
Sí, sí, todo es magnífico, por más podrido que sea, ¡te enseña!
En todos esos líos diabólicos ves la veracidad humana.
Y también eso nos permite aprender.
Y todos esos hombres y mujeres algún día sí que aprenderán a pensar de otra manera, y solamente entonces comenzará para ellos la vida distinta.
Pero lo viste: esa mujer lo tiene todo, su cuerpo es como en la tierra.
¿Le viste los pechitos? ¿Los ojitos y los brazos y las piernas?
Qué líos tan asquerosos, ¿no?
Ese es el ser humano detrás del ataúd, Jeus, y está viviendo su personalidad espiritual, que no quiere nada más que vivir la pasión.
¿Es distinta la vida de aquí?
¿En qué convierten sus vidas los hombres y las mujeres?
Y el ser humano de allí no es distinto.
Te succionan hasta dejarte vacío, y es lo que ellos quieren vivir, por esto tienen —lo sientes ahora tú mismo— contacto con el ser humano en la tierra.
Pueden hacer y deshacer lo que ellos mismos quieren, y no hay quien los detenga, porque la condena no existe.
En sus infiernos no arde ningún fuego, la gente ya no se cree esos cuentos de abuela, ¡esta es la verdad!
—Cuántas cosas has aprendido ya.
Hablas incluso como sabe hacerlo él.
—Lo que te cuento ahora, Jeus, me lo está enviando André.
Por supuesto, se me concedió vivirlo todo con él, y ahora lucho por él como no lo hará nadie más, a fin de cuentas somos nosotros mismos.
Solo ahora estás viendo cómo funcionamos los tres, pero eso le pasa a todo el mundo.
Aprendí por medio de las tonterías, y el maestro Alcar ni siquiera se molestó conmigo, sabía para qué luchábamos y que teníamos que vencer el espacio.
Todo eso el maestro Zelanus lo describió en los libros ‘Dones espirituales’.
Más adelante también por medio de eso aprenderá la gente, sobre todo los espiritistas, pero ahora se enojan, porque así demostramos que ellos no poseen dones.
Esos hombres y mujeres ni siquiera quieren deshacerse de esas porquerías.
Pero no lo son, Jeus, o podrías llevar al manicomio a media La Haya, pero ellos no tienen contacto alguno y ahora solamente hablan de todas estas cosas y aun por encima se desdoblan.
Esos espiritistas se desdoblan y tienen que llevar a cabo trabajo en la vida después de la muerte.
¿No te da risa?
Quieren ayudar a los infelices en ese mundo.
Esos hombres y mujeres no conocen las leyes, según dice André, ¡o no dirían esos sinsentidos!
Uno por uno terminó quebrado en ese mundo, y o bien estaban poseídos, o bien cometían suicidio, como lo hemos vivido nosotros y lo que nadie puede eludir.
Ahora solo queda por demostrar lo que eres y posees, ¡y ellos no tienen dones!
¡Son sus propios pensamientos!
Ese estudiante también está ante este peligro.
Seguramente lo has de percibir.
Si esta mujer logra ponerle las manos encima, estará acabado, porque ese chico no tiene resistencia.
Según lo que dice André, él es de los del Antiguo Egipto.
El ser humano que busque ahora la vida eterna, las leyes ocultas, ya se ha liberado hace mucho de la iglesia, pero ahora ese ser humano está ante el mundo espiritual.
Y entonces el sucumbir sigue por sí solo.
Si ese chico posee suficiente sensibilidad —debes de sentirlo—, ella lo besará.
Y ¿a quién no quiere ser besado por el espacio?
Ese mujer primero llega con unos divertidos cuentos chinos, habla al ser humano material, y mientras tanto se están poniendo fundamentos.
Hasta que llegue a agarrar la personalidad y se fija como una ventosa a esa alma y a esa vida.
Y entonces ya no podrás sacar a esas personalidades de tu templo.
Entonces empieza ese vaciado a base de succionar, en poco tiempo quedas hecho una ruina.
Por eso André se blinda contra esa vida, le cuenta cosas extrañas a ese estudiante, para que el hombre perciba que habla consigo mismo y empiece a aceptar que de todos modos no va a ser nada.
¡O esa vida quedará destruida!
—¿Y lo está logrando?
—Claro, todavía lo percibiremos y viviremos, pero entonces ya no oyes esa alma, la personalidad se ha blindado entonces para ese mundo.
Se nos ha concedido ayudar a tanta gente.
No se me olvida esa condesa que un día vino a vernos para adquirir sabiduría.
—¿Qué fue eso?
—Esa señorita quería enriquecerse espiritualmente.
André la miró y pensó: otro perifollo de esos que busca las leyes espirituales, pero que en esta vida se adelanta a sí mismo.
Vio su núcleo bueno y dijo un poco más tarde:
“Entonces puedes empezar pelando papas (patatas)”.
“¿Cómo dice?
¿Tengo que pelar papas?”.
“Sí, con eso puede comenzar.
Si quiere ser adepta mía, tiene que empezar con eso”.
Primero empezó a reír, pero luego se puso seria y un poco después dijo que se pondría a hacerlo.
Cuando se fue André me comunicó que la colocaría en la vida, y no en las leyes ocultas.
“Tiene que convertirse en madre”, dijo, “y de ninguna manera en maestra oculta”.
—¿Y qué pasó con ella?
—Media hora más tarde llegaron flores de su parte, una cesta preciosa.
Tres meses después volvió.
Mostró los callos que tenía en las manos.
Entonces nos reímos, y ella pregunto: “¿Por qué ríe?”.
“Pues...”, dice André, por autoridad del maestro Alcar..., “es que no le habría hecho falta pelar papas”.
“Pero usted lo dijo, ¿no?”.
“Me alegro de que sepa hacerlo, por supuesto, pero si sabe aceptar la comida que le han preparado sus empleadas con gratitud, ya está donde tiene que estar.
Tengo la intención de convertirla en una buena persona, y no en una médium.
Ahora continuará usted contemplando la vida y a hacer el bien, a amar, a ser cordial, y cuando se encuentre con alguien que sea médico, un joven de treinta años con ese padecimiento en el pie derecho, ese que conoce, el de la suela adicional, entonces abra bien su alma y su amor.
No lo olvide: ¡lo dice mi maestro!”.
—¿Y luego qué?
—Vuelve cuatro meses después.
Allí está el médico, está comprometida y se va a casar.
Esta vida llora de felicidad.
André puede obtener todo lo que quiera de ella, pero no acepta nada de la gente.
Después de año y medio tiene un hijo sano y eso, según escribió ella, se lo debo a usted.
“Nunca lo olvidaremos a usted”.
Fueron a África y allí siguen viviendo felices, sumamente felices, pero acercados a las leyes verdaderas, la vida verdadera, se convirtió en madre y fue muy feliz con su marido y su hijo.

De esta manera, Jeus, es como trabajan los maestros y nosotros vivimos... le decimos a la gente: “Quita las manos de cosas cuyos fundamentos no conozcas”, y si no quieren hacer caso, tienen que vivir una buena paliza.
Podemos contarte así cientos de estados.
Todavía recuerdo otra señora.
También se dedicaba a sesiones de espiritismo y quería alcanzar algo.
Después de dos veladas ya había ocurrido.
Borrada del mapa.
Completamente en manos de una personalidad astral.
Día y noche la estaban besando, tenía los labios hinchados de los besos espirituales y la matriz casi desgarrada por cómo la tenía agarrada esa bestia humana, y en la calle nadie lo veía.
Día y noche andaba con eso a cuestas, solamente le preguntaban si tenía fiebre, así de roja tenía la cara.
—¿Y luego qué?
—André la liberó de ese demonio, por medio del maestro Alcar.
Y luego pudimos comenzar con la construcción del sistema nervioso, en lo que tuvo que trabajar medio año.
En tres días esa mujer había quedado completamente vacía.
Pero ella tenía los sentimientos sensitivos para hacerse pasar por médium.
Eso no lo tienen todos esos cientos de hombres y mujeres, porque sucumbirían.
Y esos cartománticos y psicometristas no sucumben.
Porque no saben sucumbir, y ahora nos vemos ante la estafa.
Otra mujer también empieza a organizar sesiones espiritistas.
Sus espíritus dicen que André pertenece a su lado.
Y fue cuando vivimos un calvario, Jeus.
—¿Qué fue? ¿Puedo saberlo?
—Le preguntaré a André si puedo contártelo.
Sí, está bien.
Lo que vas a vivir ahora.
Y dice que tenemos tiempo a patadas.
Claro, cómo es posible.
Estamos ante miles de peligros, Jeus.
Cosas de las que no sabemos nada y que sin embargo están siendo vividas por hombres y mujeres.
En este caso la mujer.
A una acelerada de esas se le ocurre que André es su alma gemela.
Lee los libros, ve las pinturas hermosas y empieza a participar en sesiones de espiritismo.
Nosotros no tenemos idea, porque no queremos tener nada que ver con esas cosas.
Pero allí va a verla un espíritu que se lo cuenta todo, pero son los primeros de sus propios pensamientos y deseos.
Y luego comenzó.
Ese espíritu masculino vive en ella y ya la tiene agarrada.
Lo que oímos más adelante fue tremendo.
De vez en cuando se nos daba a leer texto escrito, que entonces ella resultaba haber recibido desde el otro lado.
Y eran poemas encantadores, sobre Dios y el amor, y que haría todo, debía hacer todo, para ayudarnos y apoyarnos.
André advierte a esa mujer: si no deja de lado esos líos, la quebrará la personalidad astral.
Y la cosa no se limitaba a eso.
Se cuenta por allí el chisme de que va a casarse con nosotros y que tiene que vender los libros.
La vienesa es ignorada, da igual que estemos casados, anda, dale una patada a esa vida, ¡yo soy la que importa!
Y todo eso por las sesiones de espiritismo.
Seguramente entiendes que semejante mujer está medio loca.
Aun así, en nuestra sociedad abunda la gente que quiere vivir su amor por medio de la fe, de sus religiones, en cada secta se viven estos asuntos, porque el ser humano se imagina cosas, porque esos hombres y mujeres se desconocen a sí mismos y no conocen su tarea ni su vida, y ahora, para vivir su amor, ¡pasan por encima de cadáveres!
Las cosas empeoraron hasta un grado, Jeus... según ella iba a tener tres niños, ya estaba hecha la ropita, pero una noche murieron.
Nadie sabe lo que ocurrió en realidad; se lo preguntamos al maestro.
Dijo: “Por la pasión y del mundo astral han perdido lo terrenal”.
Sucumbieron por los deseos propios.
Y ¿qué puedes hacer contra eso, pues?
Nada, eso se sabe en el mundo, también en nuestro ámbito hay de esas gatas salvajes.
Cuando la vienesa oyó todos esos chismes, lloró.
André le dijo:
“Ahora estamos siendo golpeados por carros llenos de fango, pero has de saber: también había carruajes dorados, y ni siquiera los hemos visto”.
Hemos vencido la nobleza, ¿qué va a querer hacer semejante gata salvaje, material, animal, como ser humano?
Ahora le contamos lo de la señora de Londres y de algo muy distinto.
Ello lo sabía, no dudaba de nosotros, jamás, porque no teníamos tiempo para pensar en el mal, para hacer el mal.
Ella pudo contestar: “¿Cuándo tiene que hacer el mal ese hombre? Trabaja hasta caerse muerto, no ha salido ni cinco minutos en todo el año”.
Claro, ¿qué quieres?
Entonces empezó a pensar de otra manera.
Cuando empezamos, André le dijo:
“Primero viviremos aquí como perros y gatos, recuérdalo.
Y si la gente ve que no es así, estaré en boca de todos, seré un borracho, un putero y cosas de esas.
Tampoco Krishnamurti se salvó de eso y no hay nadie que posea algo más que lo que conoce esta sociedad podrida, todos pasamos por allí”.
Día y noche tuvimos que hablar con ella, solo entonces comprendió que también esto formaba parte de nuestra hermosa tarea, y que todas esas mujeres podían decirle lo que quisieran.
Cuando comprendió eso, André le dijo:
“Escúchame, por favor.
¿Recuerdas que hace algún tiempo recibías cartas anónimas?
¿De que esa mujer tenía que hacerte advertencias sobre mí?”.
—¿Y qué dijo?
—”Sí, claro que lo sé”.
“Pues bien, entonces te diré quién es.
Tuve que tratar entonces a esa madre, que estaba muy enferma.
Lo sabes, por cierto.
Cuando se lo di todo a esa madre, y logré que mejorara, la hija se volvió loca por mí.
Dije: ‘No me busques jamás para eso o me habrás perdido’.
Se rió y preguntó si estaba loco.
Pero sabía, veía —también me lo daba el maestro Alcar—, que esa mujer pensaba, ‘Ese es el hombre que busco y que quiero tener’.
Y ¿qué se puede hacer en ese caso?
Pues bien, ayudé a la madre y luego se enfermó ella.
A ella también la sané.
Y siempre se porta correctamente, no digas nada malo, ni una alusión a algo, esperaba como una gata sabe esperar su presa, pero sabemos exactamente a dónde quiere ir.
Una mañana llego arriba; la madre dice que está lista.

Toco la puerta, me dice que pase, entro a la habitación y veo: allí está, en la pequeña estancia, como Dios la trajo al mundo, delante del espejo.
Yo que me vuelvo a un rincón y espero.
Allí viene.
Se ha puesto una hermosa vestidura, pero tiene unas extrañas lucecitas en los ojos.
Me pongo de pie y le pregunto:
‘¿Qué día es hoy?’.
‘Hoy es catorce’.
‘Entonces escucha bien, hija.
Dentro de un año vuelvo para terminar tu tratamiento, y para tranquilizar tus nervios y tu corazón.
Hasta dentro de un año, señora’.
—Caramba, ¡qué cosas me cuentas!
—Y que nos vamos, ya no supimos nada, hasta casi al año, entonces la madre volvió a enfermarse y preguntaron si André quería venir.
—¿No dijo nada?
—Para nada, Jeus, nos entró respeto por esta personalidad, pretendió no saber de nada, pero la estuvimos vigilando.
Y entonces se puso a hablar, a decir tonterías, algo que no nos infundía respeto, al final se mostró por completo, ahora ya no era posible seguir escondiéndose.
Se convirtió en sandeces, apareció el odio, no había cuestión de amistad verdadera con esta vida, no se salía con la suya.
Cuando la vienesa se enteró de todo esto, lo supo al instante: envidia, esas mujeres querían un hombre.
Aun así oímos: “Ay, pobre mujer.
Su vida con ese hombre es un infierno”.
“¡Pobre mujer!”.
“¡Pobre alma!”.
“A un tipo de esos, ¿no te darían ganas de...?”.
“¡Ese hombre destruye a su mujer, y así es toda esa gente!”.
“¡Ese hombre es un borracho y un putero!”.
“¿Quieres tener que ver con alguien así?”.
“¿Tú sigues leyendo todavía los libres de semejante granuja?”.
“¿Eso pensabas?”.
¡Semejantes diablos siempre tienen en sus manos el poder y la fuerza!
¿Cierto o no?
Nosotros nos reímos, estábamos por encima, Jeus, pero también eso hemos tenido que vivirlo fuera de combate, la lucha contra las leyes.
Y ahora ya puedes percibir lo fuerte que es André.
Nos fueron atroppellando las barcazas cargadas de fango y las carrozas de oro, es cierto, pero no queríamos ni la carroza de oro ni la mierda de este mundo, sin embargo la gente habla, le gusta cotillear, da golpes de gracia, mancilla al ser humano, pero “Ay”, dice André, “todavía salimos agraciados, anda, mira a Jerusalén”.
¿Cómo trató la gente a Cristo?
Si no te calumnian, no eres nada para este mundo, es un honor cuando la gente habla de ti, pero también eso es parte del juego.
—Sí, sí, carajo, así es.
Yo también quiero ser así de fuerte.
—Y puedes aprenderlo ahora, Jeus.
Las mujeres desnudas no nos dicen nada.
El amor inmaculado sí, ese lo dice todo.
Y eso hemos tenido que vivirlo muchas veces.
Una mujer de estas recibe amor, le entra el gusanillo y empieza a hacer sesiones.
Siempre por esas malditas sesiones.
Y entonces han escogido así, para ellas mismas, su amor, y siempre fuimos nosotros, siempre nosotros, nunca otra persona.
Y se comprende.
André es abierto y consciente, cordial, cargaba a sus enfermos.
Pero también se nos concedió vivir estado magníficos.
—A ver, cuenta.
—Una chica enferma está en alguna parte, más muerta que viva.
Renuncia a la vida.
Esta judía ya no puede continuar, la vida la ha quebrado.
Allí está, consumiéndose.
Es lo que alguien nos viene a contar, y pregunta si no podemos hacer algo por ella.
Y allí vamos.
El maestro Alcar hace el diagnóstico, por dentro las cosas no pintan tan mal, pero se ha despedido de la vida, la personalidad está quebrada.
¿Ahora qué?
Los medicamentos no funcionan, nada funciona.
Un par de ojos vacíos nos miran, hay dolor en el rostro de la criatura de veintiocho años, esa vida está quebrada.
Completamente quebrada por el amor.
Un chico que la ha quebrado y luego su sistema nervioso sensible, que ha sido asesinado.
“¿Todavía se le puede ayudar a esa vida?”, pregunta André a su maestro.
Y el maestro Alcar dijo:
“Sí, todavía se la puede sanar, pero ahora por medio de amor.
Si tú sabes hacerlo, André, si quieres aupar su vida por medio de amor, nosotros la reconduciremos a la vida”.
“Dígame lo que tengo que hacer, maestro, y estaré listo”.
“Pues bien, en primer lugar dale tu aura.
Habla con ella.
Cuéntale sobre la vida detrás de la muerte, vive los libros con ella, de vez en cuando léele algo, tráele flores, en fin: elévala como tu hermana en tu vida”.
—¿Y luego?
—Empezamos.
Primero a irradiar, llevamos flores.
Las ponemos en un bonito jarrón, le leemos de ‘Aquellos que volvieron de la muerte’, de ‘El ciclo del alma’, de ‘Una mirada en el más allá’.
André le explica todas las leyes y le cuenta que, si ella se muere, cómo se sentirá y cómo vivirá la vida allá.
En la profundidad de esta vida va llegando un cambio, vuelve a haber esperanzas, y sobre todo el saber que no cada ser humano está podrido, que todavía existe el amor inmaculado, que no cada hombre ve a la mujer, que no cada hombre está abierto a la violación.
Empieza a creer otra vez en la vida.
André tiene que elevarla a tal altura y profundidad, que es como si ella pensara: ‘Sí, sí, esto es, ese hombre posee amor’.
Y fue lo que ocurrió.
Y cuando pensó, cuando empezó a desear, entonces los sistemas recuperaron la animación, el valor, la fuerza vital, por lo que su familia pudo decir: sí, nuestra Annie querida está volviendo a la vida.
En tres meses, Jeus, André la había hecho mejorar y la había curado, y ella podía volver a enfrentarse a su tarea en la sociedad.
—Carajo, qué hermoso.
—Es cierto, Jeus.
También ella se enteró después de todo ese cotilleo y dijo: “Que esa gente venga a verme, ya les contaré otra cosa”.
La hizo llorar, porque sabía quiénes éramos.
Pero a ese tesoro no lo perderemos jamás.
Cuando viene, André se la come a besos en presencia de la vienesa.
“¿Lo recuerdas?”, oigo que le dice André, “¿Annie?”.
Y entonces oyes:
“Sí, Jozef, lo sé, no me dejarás jamás, nos hemos convertido para siempre en amigos, en hermanos.
Santo cielo, cómo te lo tengo que agradecer.
Estaba destruida y tú me devolviste la vida.
E inmaculado, Jozef, ay, tan puro, Jozef, como me lo esperaba, pero que me había pegado hasta derrotarme.
Yo ya no vuelvo a dudar jamás, porque sé: existe, ahora ya nada podrá destruirme”.
—Eso dijo.
—Sí, Jeus, Annie ya nunca saldrá de nosotros.
Y dice: si estoy cansada, recuerdo esos tiempos brevemente y puedo volver a seguir, tanta fuerza me diste entonces.
—Lo entiendo.
—Así ha habido más gente a la que hemos tenido que ayudar, pero entonces solamente por medio del amor inmaculado, era lo único que ayudaba a esas almas.
Y es que además lo valían.
Por medio de los maestros, André aprendió: el ser humano es dueño de su propia salud.
Y también eso es verdad.
¿Qué iban a querer vivir todas esas gatas salvajes?
El organismo, Jeus, una y otra vez los huesitos.
Y si hubiéramos estado abiertos a eso —seguro que lo entiendes—, el maestro Alcar no habría podido hacer nada con nosotros, entonces habríamos vivido pasiones y nada más, pero continuamos, hemos visto a Cristo y hemos hablado con Él.
Solo ahora puedes percibir lo que ha entregado para el hombre que quería ver sano, pero que tenía que morir.
Que esa madre de Gerrit empezara a llorar cuando lo veía es algo que puedes aceptar.
Toda esa gente buena lo devoraban, solamente las rastreras destruían esta cosa imponente y mancillaban la claridad inmaculada, este amor inmaculado de André.
De vez en cuando, nuestra querida judía viene a asomar la nariz.
Cuando vuelva a visitarnos, Jeus, la verás.
Se ha convertido en un contacto para la eternidad, y no hay nada que pueda destruirlo.
No, no, no nos hace falta esa miseria, y la vienesa dice: “A ver, que te toquen, ¡entonces se las verán conmigo!”.
Así hemos tenido que vivir nuestra vida hasta ahora; también hemos aprendido, ojalá puedas aceptarlo.
Pero entre el amor y el amor hay una diferencia imponente, mi Jeus, te conduce a los demonios o a los cielos, y aunque cientos de personas no nos hayan comprendido, ¡sí que hemos recibido los cielos!
André convirtió ruinas en castillos, pero por medio del maestro Alcar.
Se le ofrecían las cosas más extrañas, con las que sin embargo ni siquiera ponía a prueba a la vienesa; podíamos contarle los libros y eso es sencillo, pero no nos atraía para nada.
Y entonces se enteró ella, Jeus, de quién escribía las cartas “anónimas”, pero nunca volvimos a ver a esa desgraciada.
Así son las mujeres y son los hombres, pero seamos justos: la mujer gana del hombre, pueden ser gatas.
El hombre no tiene ese aguante, pero de eso están llenos los infiernos, un beso de esos sabe a víboras apestosas, pican y muerden, claro, “Si eso no existiera”, dice André, “ya viviríamos en el paraíso”, así que ¡sigue siendo parte de lo que hay!
Y también entonces, mi Jeus, llegó la noche, nos fuimos a la cama y entonces soñamos con la bienaventuranza, del reencuentro eterno, ¡de un amor que mueve montañas!
Y quien quiera quebrar y mancillar eso —lo oyes al instante y también puedes percibirlo—, pues es cosa suya, llegará el día en que toda esa gente tendrá que enmendar también eso.
Y ahora nos vamos a dormir.
Que descanses, Jeus.
Anda, dale las buenas noches a la vienesa, dale un beso rico y cordial, en esto no tenemos celos, finalmente, todos tenemos que ver con ella.
Siempre que quieras aceptar que continuamos, así que por ahora puedes besarla todo lo que quieras.
—Buenas noches, te doy las gracias, a ti y a André, ¡por todo!
El ser humano busca, busca su amor, unos son granjeros y lo buscan por medio de la madre naturaleza, otros por medio de sus artes y ciencias, pero todos quieren vivir amor, porque es lo más elevado que Dios ha creado.
Pero cuando quieran comprender lo que no les pertenece, todo cambia, y el ser humano estará ante el sucumbir por el amor.
¿Que si eso está mal?
Llegará el día en que les cambiaremos la vida a hombres y mujeres, y ellos terminarán sus tareas materiales, pero entonces habrá que inclinar la cabeza ante ese amor, que ahora pertenece a otro.
También esas leyes hemos tenido que vencerlas para nuestra vida, y solamente entonces comenzamos con nuestros viajes a través del universo, y llegamos a conocer todas estas leyes.
Claro, la vida es bella únicamente si el ser humano posee su amor, pero ¡ese amor cada uno tiene que ganárselo primero!
Por la mañana, cuando Jeus despierta, otra vez empieza a hacer preguntas, pero ahora es André quien lo acoge y puede decir:
—Inclínate ante todo, Jeus, también ante los problemas de la vida, y lo vencerás todo.
No me estaban pegando a mí.
¡Toda esa gente se estaba pegando a sí misma!
Podrida y desnuda accede al mundo astral y allí puede desfogarse, pero ¡también allí se ve ante sus enclenques y pequeñas personalidades!
—¿Quieres contármelo todo?
—Si nos da tiempo, Jeus, y sí, claro, creo que este tiempo es el indicado para hacerlo, más adelante ya no tendremos esta ocasión.
Porque entonces comenzará la seriedad, entonces estaremos ante el estimado público y seguramente volveremos a vivir cosas nuevas, hermosas y dolorosas, palabrería horrorosa y también verdadero respeto sagrado ante nuestra vida y tarea, porque nos iremos encontrando con toda esa gente.
Más adelante nos llevarán en palmitas y se nos acercará gente que querría asesinarnos, pero ¡sabemos muy bien qué clase de gente es!
Te lo predigo: más adelante, cuando estemos en el escenario, vivirás esos asuntos, y solamente entonces podrás ayudarme a cargar y a luchar.
—Haré lo que pueda.
¿Cómo está mamá?
—Ahora todavía está bien.
Sabes que desde hace años tiene achaques con la vejiga, tampoco le funcionan bien ya los riñones, según el maestro Alcar.
Si recibo mensajes, te lo diré.
Pero no lo olvides: tengo que pensar y revivir, no puedo perderme ni un segundo de mi tiempo, tengo que estar listo para los maestros.
Pero vamos avanzando bien, un par de viajes más y habremos llegado.
Ahora tú y Jozef me relevan (releváis) con el “yo” de la conciencia diurna, yo me quedo en el espacio y ya nunca más saldré de él.
Y desde allí les (os) infundiré alma, para que puedas con la vida material.
¿Vale la pena vivir la vida, Jeus?
¿Ahora que recibes todo esto?
—Ya no quiero perder nada más.
—Gracias, Jeus, y te felicito por tu holandés.
Vas avanzando mucho, es una delicia, ¡sigue así!
Vamos adonde los adeptos, lo de siempre, no tenemos nada más que hacer para los maestros, lo sigo y cada uno de sus pensamientos, de alma en alma, de sentimiento en sentimiento somos uno solo y seguiremos siéndolo, eternamente.
André todavía no ha comenzado a vivir las leyes, y aun así, escribiendo asimiló la sabiduría, ahora no le hace falta vivir más.
De vez en cuando puede hacer sus propias comparaciones y es lo que hacen Jozef y Jeus, aunque han tenido que aceptar los problemas que resultan de eso.
Eso también, sí, claro, André, es parte de esto, pero da las gracias a toda la vida de Dios, has sabido hacerlo.
Ya no se te puede pegar, y así tiene que ser, quien quiera servir a Cristo será quebrado, será mancillado y deformado, pero ya no hay hogueras.
Para la iglesia somos herejes, pero que la iglesia se mire a sí misma...
¡Todavía no hemos visto ninguna puta, señor párroco!
Y tampoco lo vivirán esas criaturas, si quisiéramos que fuera así, también André, entonces ni así necesitaríamos al ser humano material para eso, también eso puede vivirse por medio de la ley vital espiritual, y Jeus lo ha saboreado.
Allí hablan de leyes, los adeptos escuchan, continuamos, meditamos y trabajamos, allí casi ya no pueden seguir, porque allí los aprieta a muerte ‘La cosmología’.
Son criaturas, según André ve y sabe, pero también las criaturas crecerán y entonces despertarán.
—¿Le pasa algo a Crisje?

—Sí, sí, Jeus, hay algo, pero ninguno de ustedes (vosotros) ha de saberlo, o estaremos detenidos y eso, pues, es una pérdida de tiempo.
Pero Jeus está siendo instruido por André, lo que asimilan los adeptos va destinado a su vida y por medio de todo este pensar y sentir avanzamos, despierta la vida de André, se vuelve cósmicamente profundo este instrumento manejable, por lo que analizamos las leyes.
En la naturaleza hablan, viven las leyes, también Jeus quiere hablar con la vida, quiere ser uno con todo.
—¿No quisieras vivir esta división, Jeus?
—¿Acaso eso puede ser?
Si es así, me encantaría.
—Veremos, Jeus.
La gente hace sus cosas a medio gas.
Si lo sigues todo, Jeus, llegarás a ver esos rasgos de carácter.
El ser humano como hombre y mujer aún no sabe qué es lo esencial para nuestra vida, o el hombre y la mujer harían sus cosas de otra manera, y tenemos que aprenderlo o no llegaremos a esta unión universal, ni ahora ni nunca.
Y de todos modos, cada ser humano tiene que asimilar las leyes.
Recibes un cinco por cien de amor de la gente, dan lo que sea por la vida material, pero su alma y espíritu tienen pobreza.
¿Lo entiendes?
Lo recordaré.
—Sabes, Jeus, el “alma” como ser humano está sintonizado con Dios.
Pero los eruditos todavía no saben si el ser humano tiene un alma.
Y aun así —se me ha concedido verlo y vivirlo—, sí que somos divinos, ¡si ves a un ser humano es Dios mismo!
—Pero ¿qué me estás diciendo?
—¡Si ves a un ser humano, ves al mismísimo Dios, Jeus!
—¿Es eso posible?
—Ya llegarás a conocerlo.
Esa chispa vive en nosotros.
Pero esa chispa somos nosotros mismos.
Hemos vivido millones de vidas, fuimos de un planeta en otro y así llegamos a esta tierra.
Pues bien, cada pensamiento nuestro, cada acto despierta algo de la vida de nuestra alma y ese despertar es ahora la materialización de ese acto.
Hacemos algo y entonces estamos ante la armonía o la personalidad de ese acto.
¿Puedes seguirlo?
Los seres humanos amamos, los seres humanos hacemos algo por la sociedad, pero por mucho que seamos, por mucho que hayamos logrado para esta vida, ahora se trata de cómo hayamos hecho las cosas.
Se trata, Jeus, de si despiertas algo de lo divino dentro de ti y si lo materializas.
Materializado para este mundo y espiritualizado para la vida del otro lado.
—Eso lo comprendo, puedo imaginármelo.
Por supuesto, así es.
—Eso se convertiría en la división de la personalidad, dar algo de tu personalidad para la materia y el espíritu, para miles de pensamientos, y sintonizar todo eso para más adelante, para la vida después de la muerte.
Eso, pues, es la personalidad espiritual.
Basta con que más adelante le preguntes a Jozef cómo hemos vivido eso, entonces lo comprenderás de golpe.
—¿No puedes tú contármelo?
—Tengo otra cosa para ti.
¿No oyes nada?
Está hablando la madre agua.
¿No te gustaría vivirla a ella, Jeus?
—Por supuesto, si es posible...
—Entonces sígueme y te envío a su vida.
—Hola, cariño.
¿Vas a venir a verme ahora, André?
Cuánto me has hecho esperar.
—Es cierto, madre, pero has de sentir lo que es necesario, ¿no?
—Lo sé, André.
Y este, ¿es el pequeño Jeus?
—Sí, madre, este es el pequeño Jeus.
¿Le dices algo amable?
—¿Puedes percibirme, Jeus?
¿Quieres venir a mi vida?
¿Quieres vivir la unión de sentimiento en sentimiento?
¿Sientes mi beso, pequeño Jeus?
¿Amas mucho a Crisje?
—¡Qué cosas!
¿Conoce ella a mamá?
—Sí, Jeus, lo sabe todo de todas las personas.
Le contestaré y entonces podrás vivir la vida de ella conmigo.
Pero ¿entendiste que ahora me he dividido para la vida de ella, y que solo ahora puedes escucharla?
Me lo enseñó el maestro Alcar.
Ahora puedes hablar con toda la vida de Dios, con las flores, los árboles, los pájaros, y toda esa vida te contará por medio de qué ha recibido la propia entidad.
Pero ahora, una flor de estas anda contigo a través de su propia creación.
Y si ahora llegas a conocer a esa vida, tú mismo despertarás y comenzarás a pensar de otra manera.
—¿Puedo decir algo?
—Claro, es posible, Jeus.
—¿Quieres enseñárselo al ser humano?
—Eso y miles de asuntos más, Jeus.
—Entonces eso va a ser el “Templo”.

Si tuviera dinero, te lo daría todo.
¿Quieres enseñármelo?
—Te auparé en mi vida, Jeus.
Es lo que quieren los maestros.

Y hemos empezado a hacerlo.
¿Oyes lo que dice la madre agua?
—La luna es mi madre, pequeño Jeus.
Sigo viviendo aún por medio de las leyes de ella, pequeño Jeus, y ahora tú vas a asimilarlo.
Soy una sola con la vida de ella y aun así recibí mi propia entidad.
Ahora soy todo lo que has visto en el espacio.
¿Qué es, pues, la madre naturaleza?
Yo, a mi vez, soy hija de ella.
Y de esta manera, Dios nos ha dado a todos una entidad por la que vencemos Sus espacios, pero dando a luz y creando.
¿Tiene una flor un alma, pues, pequeño Jeus?
Adiós, querido mío.
¿No quieres intentar un momento hablar a mi vida?
Anda, hazlo.
Te daré todo.
Toda la vida vive dentro de mí.
Qué nombre tan mono te han dado, pequeño Jeus.
¿No quieres conocerme a mí, y a tu Dios?
Pequeño Jeus... ¿me oyes?
—¿Qué tengo que decir ahora?
—Di lo que te entra, te agradezco cada palabra.
Pero no hables en voz alta, entonces la gente te oirá y pensará que estás loco.
También André ha tenido que aprender esas leyes.
Anda, inténtalo.
Cuéntame algo de tu amor.
Abre tu corazón, pequeño Jeus, dame tu sentimiento y estarás allí.
Sintonizando tu sentimiento en mi vida entrarás en mi corazón.
¿Qué viven los poetas?
¿Qué hace esa gente, pequeño Jeus?
Son los boquerones en vinagre en esta sociedad.
¿Te ríes?
Conozco esas vidas.
Anda, pues, pequeño Jeus, ven, ya te he aceptado.
Tienes que querer de verdad.
Te ayudaré.
Ten cuidado, ahora somos uno solo.
Falta poco para que Jeus entre al agua, se ha perdido a sí mismo, pero André lo aúpa en su conciencia.
—Ya lo ves, Jeus, es la división de la personalidad.
Pero ahora no se te vaya a olvidar la vida material, o entrarás al agua y te ahogarás.
Todo eso he tenido que vencerlo.
Anda, ve y habla a ese árbol de allí.
Anda, tranquilo, y también a esa vida lo oirás hablar.
Nuevamente, Jeus se hunde y percibe la vida de un árbol.
Esa vida lo atrae, ya se marea y está hablando por dentro, pero al instante se toca la cabeza.
—Así es como son estas cosas, Jeus, si quieres vivir estas cosas, tienes que aprender a seguir pensando bien y de manera natural, o sea, para la vida material.
Ahora te estrellas contra esa vida, y además percibes ese batacazo.
Vaya que te diste, ¿no?
Tienes que adentrarte interiormente en la vida y encargarte de seguir siendo tú mismo para el mundo material.
En el Antiguo Egipto, eso costó muchas vidas.
Cuando los sacerdotes de allí pensaban que sabían planear, cosa que ocurría interiormente, se estrellaban.
Cuando pensaban que podían ser uno solo con toda la vida de Dios, los apretaba a muerte una serpiente, los atacaba un tigre, y no quedaba mucho de esos cuerpos.
Tienes que seguir pensando en eso.
Si yo no hubiera sintonizado mi concentración —ahora lo has vivido tú mismo—, te habrías metido en el agua y te habrías ahogado, pero el batacazo contra el árbol lo percibiste.
Es de eso que ahora me estoy acordando siempre, y aun así tengo que seguir siendo yo mismo, o sea, normalmente terrenal, o la gente dirá que estoy loco.
—Me dan hasta ganas de llorar.
—Si lo muestras, ya estarás roto, Jeus.
Es de lo más normal que esta unión te emocione, pero ya es debilidad, tienes que vivir esta vida de la manera más normal, o habrá accidentes.
—Y ahora ¿tú hablas con todo?
—Ya hablo con toda la vida de Dios, mi Jeus.
¿No oyes ahora a “Wayti”?
Puedes oír cómo hablan el sol y la luna, las estrellas y los planetas, el animal y la vida de la madre naturaleza, el alma, el espíritu y la materia, todo habla y todo quiere darte amor.
—¿Lo ves, pequeño Jeus? Eso es lo que quiero darte ahora... —oye Jeus un poco más tarde de parte de la madre agua.

—Cariño —se oye, y luego el beso que lo pone a temblar y estremecerse.
André se entrega, y ahora Jeus oye:
—Mi André, ¿pensaste allí en mi madre?
¿Viste cómo hemos recibido nuestros ojos y cómo se han dividido las cuerdas vocales?
¿Sabes ahora que estamos al servicio de tu vida?
Desciendo en tu vida, te tomo en mis brazos.
Te acerco a mi corazón.
Muchos poetas, André, se suicidaron cuando percibieron mi vida.
De cualquier manera yo no podía hacer nada más, ¿o sí?
Pero ¿qué querían vivir ellos?
¿Podían volver a la madre nuestra?
¿Percibió el pequeño Jeus que por medio de esta unión tú hablas con Crisje?
¿Me oyes, pequeño Jeus?
¿Todavía no dices nada?
¿No te atreves a darme ninguna palabra?
Justo así es como son casi todas las personas.
Se atreven a hacer lo que sea, esta unión les mete miedo.
¿No ves a Crisje ahora?
¡La conozco a fondo!
Sé dónde está.
Percibo su vida, su amor.
¿Ves, pequeño Jeus, que Crisje está sentada junto a la ventana?
¿De verdad la ves?
¿Eres feliz ahora?
¿Entiendes que ella puede pensar en ti, que te percibe y jamás te olvidará?
Puedes vivirlo por medio de mí.
Por medio de nosotros, porque poseemos la sabiduría y la sensibilidad para eso, porque ¡somos alma de Su alma!
André continúa.
Jeus oye que le dice:
—Es la división de personalidad, Jeus.
Un día estuvimos con personas donde vivíamos nuestras sesiones.
Esa noche habían ocurrido cosas imponentes, vivimos la voz directa, tocó para nosotros el piano que estaba cerrado y los maestros nos regalaron flores.
Cuando iba a casa, oí cómo hablaban los participantes de la sesión espiritista, oí que a mis espaldas se reían de mí.
No lo creían, aunque hubieran visto materializaciones.
Fue cuando el maestro Alcar dijo: “Ven, vamos a volver un momento, y podrás oír lo que allí tienen que decir de nuestra vida”.
Y entonces, Jeus, oí lo que tenían que decir allí, pero Jozef se fue a casa, o sea, él continuaba, nosotros vivimos esa palabrería.
Jozef casi llega a casa.
Cuando está delante de las escaleras ya no puede seguir.
Tuvo que esperarme, porque sin mí no podía subirlas, para eso le hacía falta que yo le infundiera alma.
—¿Eso ocurrió?
—Ocurrió, Jeus.
—¿Y luego?
—Así que yo vuelvo a él como un relámpago, volvimos a ser uno y ahora pudimos subir el organismo las escaleras.
Pero al siguiente día sí que le conté un momento lo que sabía y había oído.
—Claro, se asustaron.
—Esas sí que eran las pruebas de que el ser humano puede dividirse.
Ahora podían aceptarlo, uno por uno se entregaron.
Y estamos viviéndolo con todo lo que vive.
Tienes que querer abrirte o no lo lograrás.
Tienes que pensar en miles de cosas y no olvidar la vida terrenal o desde luego que ocurrirán accidentes.
Hubo un día en que también yo estuve casi hasta la nuca en el agua, pero entonces lo supe: desde ese momento pudo continuar el maestro Alcar.
Y esto, pues, Jeus, es posible únicamente porque detrás del ataúd somos una personalidad espiritual, o no sería posible.

Es como si fueran desdoblamientos, pero ahora todavía vives en el organismo.
En los templos orientales los sacerdotes lo aprenden, pero este Occidente pragmático todavía no conoce estas leyes, no hay ningún erudito que lo crea.
Y eso quiero dárselo a los seres humanos de este mundo, es el regalo más elevado de Dios, porque así el ser humano llega a conocerse y vivirá la vida de otra manera.
—Ya veo, quiero aprenderlo.
—Y lo harás, Jeus, Jozef también, entonces más adelante estaremos listos para todo nuestro demás trabajo.
—¿Por qué no saben esto los eruditos?
—Porque esa gente tiene que demostrarlo todo científicamente.
La psicología todavía no ha llegado a ese punto.
Tienen que poner fundamentos, pero por medio de pruebas.
O ya no es ninguna ciencia.
Y traemos las Ciencias Espirituales a la tierra y a esta humanidad.
Por eso no hay que aprender nada de esta sociedad si quieres ser instrumento, o no te desprenderás jamás de estos pensamientos y sentimientos.
¿No vale la pena?
—Hasta me dan ganas de llorar.
—No me cuesta nada creerlo, Jeus.
Mira, ya estamos en casa, ahora tiene que actuar el urbanita.
Me preparo para el maestro Zelanus.
—¿También tú lo viviste, lo que recibí hace un rato...? —le dice Jeus al urbanita.
—Sí, Jeus, lo conozco, y solo cuando entres en eso llegarás a conocerlo.
Veo que hoy volvemos a comer de esa sopa maldita.
¿No te gustaría comer un poco?
—Yo no, no me gusta esa porquería.
—Gracias, Jeus.
Si lo oye André ya te tocará una paliza.
—¿Por qué? Si no hago nada.
—Para nada, no haces nada, pero tenemos que comer esa porquería para ti, y tú, ¿qué te mantiene con vida entonces?
—Rayos, claro, cómo es posible.

Comeré por ti.
Jeus come con los ojos cerrados, no puede tragarse la sopa de bulbos de flores, pero tiene que hacerlo, o sucumbiremos.
Mantenemos el control o pronto no podremos trabajar, esta deliciosa sopa volverá y entonces viviremos otras leyes, que para la escritura son a su vez trastornos.
Pero ahora Jeus tiene que comer, los rasgos inconscientes succionan hasta saciarse, rechazar lo espiritual para acoger esta comida antinatural, tampoco eso hemos de tenerlo en cuenta, pero lo logramos, tiene que ocurrir en armonía o estaremos ante un alto directo y vil.
Y ese alto será entonces el sucumbir debido a que ya no estaremos plenamente en forma.
Pero todavía podemos seguir, de vez en cuando llega otra cosa mejor, de eso se encarga el maestro Alcar, pero al urbanita le toca a cuentagotas.
Jeus se ha coscado de eso y dice:
—Cuando haya algo rico, seguro que te lo comes tú, ¿verdad?
Ante eso hemos de inclinar la cabeza, y es la verdad.
Es lo que entonces come el urbanita, pero lo prometemos, Jeus: cuando haya pasado la guerra él puede tener toda esa rica comida, primero él, mil veces antes, y luego comeremos nosotros.
Y así es como se volverán a acercar las personalidades, también en esto nos ha tocado vivir la armonía humana, y hemos seguido.
Jeus todavía oye los alaridos del estudiante, pero dejamos que esa vida dé voces.
Ahora puede admirar el templo, el organismo humano, también esa belleza forma parte de su vida.
Comenzamos, adopto a André y Jeus ve ahora cómo es que Nuestro Señor nos ha ensamblado.
Qué organismo tan imponentemente hermoso, ¿no, Jeus?
Qué templo que es.
¿Ves ahora tu alma, tus sentimientos y espíritu?
¿No te dan ganas de llorar?
Ese entra ahora a la guerra y es destruido, pero nosotros hacemos otra cosa con ello.
Mira, allí está la habitación para la paternidad y la maternidad.
¿Ves, Jeus, que siendo hombres somos también a la vez “madre”?
¿No ves los órganos maternos dentro del organismo masculino?
También la madre tiene ambos órganos, también la madre puede crear el organismo como alma, para eso posee los fundamentos.
¿No es un milagro?
Eso puede enseñárselo André, y yo continúo.
—Ahora has despertado en nuestro templo, Jeus.
Dentro de los órganos creadores viven además los órganos maternos.
Pues bien, cuando volvemos a la tierra como alma y espíritu, se manifiesta la maternidad, y lo tenemos en nuestras propias manos.
Es otra cosa muy distinta a su vez que lo que te hice vivir hace un rato.
¿Ahora eres igual de feliz?
Lo ves, ¡el organismo humano es un templo imponente!
No hay nada más bello que esto, Jeus, y se manda a la guerra.
Ahora puedes admirar nuestro templo.
Y tú todavía no has visto tu propio templo, pero es posible ahora porque he alcanzado este punto.
Y todo eso lo pongo en tus manos, ante esto has de inclinarte, Jeus.
Si conoces todo esto, entenderás que el “yo” divino vive dentro de ti, solamente tenemos que materializarlo y espiritualizarlo, ¡no hay nada más que vivir!
¡Y llegaremos a eso por medio de la paternidad y la maternidad!
Por eso, mi Jeus, es que somos padre y también madre, también están en nuestro interior los órganos.
Cuando más adelante mamá abandone la vida terrenal, también ella llegará a vivir todo esto.
Pero ¿ves, entiendes ahora que de cualquier manera el maestro Zelanus recibe de mí todos mis sentimientos?
Solo hablo contigo al cinco por cien y aun así puedes verlo y vivirlo todo.
¡También eso he tenido que asimilarlo!
Donde llegue mamá, Jeus, habrá felicidad.
Oh, esa vida es tan imponente.
Vivió su vida como Dios quiere que lo hagamos, no tenemos que preocuparnos por mamá.
Creo que recibo estos sentimientos, mi Jeus, y ha de ser así, porque siempre vuelvo donde mamá.
Incluso veo su imponente jardín vital.
Qué imponente, ¿no, Jeus?
También el urbanita llegó a conocerlo y sabe ahora cómo es nuestra casa, ahora hace lo que sea por apoyarme.
Y así llegará a conocerse y más adelante llegará a vivir la felicidad de las esferas.
Es el paraíso para aquí y detrás del ataúd.
El urbanita ha puesto bajo control los sistemas corporales, pero por medio de mí.
Ahora conocemos el organismo humano.
Es un milagroso producto de la creación.
Sabemos, Jeus, que todo lo que aprendes aquí en la tierra no tiene relevancia alguna para tu vida detrás del ataúd.
Para Dios tenemos que ser únicamente padre y madre.
Lo que aprendes aquí para la sociedad se queda atrás, y no podrás usarlo en el mundo astral.
¿Lo entiendes?
—Lo comprendo.
—Y para eso has de vivir el universo.
¡Es lo que le enseñamos a la humanidad!
Si matas a un ser humano, tienes que volver a este mundo para regalarle un organismo nuevo al alma.
Y ¿si resulta que has destruido a miles de seres humanos?
Entonces te convertirás en madre, entonces tienes que dar a luz, lo quieras o no, y tampoco de eso los eruditos saben nada todavía.
¡Justo así es como lo quiso Dios!
Son las leyes de este espacio en que vivimos.
Y es otro Dios que el del Antiguo Testamento.
¡Ese un destructor!
¡Un demoledor!
Ya no queremos tener nada que ver con ese Dios.
Nuestro Dios dice: “¡Ama!”.
El maestro Zelanus sigue bregando, pero ahora hemos llegado al punto en que mientras escribimos podemos pensar.
Y eso es una revelación para mí y para todos nosotros.
Significa, Jeus, que nos estamos desarrollando, que venceremos todas las leyes.
Más adelante viviremos los seres humanos terrenales prehistóricos, Jeus, cuando el maestro esté listo estaremos ante esas eras y llegaremos a conocer a la madre tierra con toda su vida.
Entonces te quedarás con la boca abierta cuando te veas a ti mismo y cuando percibas esta vida social comparándola, eso es lo que te conducirá a ese despertar más elevado.
¡Y para eso lo entregamos todo!
Ay, mi Jeus, la vida es tan hermosa si quieres comprenderla.
¿Qué es el amor?
¿Qué es la felicidad?
¿La de este mundo?
Te haré vivir otra felicidad, ¡una que comprende todos los espacios!
Prepárate, Jeus, porque ¡vamos adonde Cristo!
Y cuando hayas visto eso, sabrás que más adelante mamá va a ser feliz.
Dentro de poco ya no habrá nada que no comprendamos.
¡Vamos hacia la omnisciencia!
Sí, sí, Jeus, hacia la omnisciencia para este espacio.
Casi no lo creerás, pero ¡te lo demostraré!
¿Te enteraste de que el padre de Lony ya está muerto?
—¿Ya murió el pobre hombre?
—Sí, ahora a la madre le han endilgado diez hijos, pero tiene unas hijas fuertes y seguro que podrá arreglárselas.
—Qué cosas...
—Todo es por esta guerra, pero llegarán otros tiempos.
Estos son los trastornos que hemos creado antes de nacer, para la paternidad y la maternidad, pero con los que ningún erudito sabe qué hacer.
No comprenden por qué es que viven dementes en la tierra.
No entienden nada de por qué tiene que morir una criatura en la tierra, pero conozco bien estas leyes y puedo aclararlas.
La vida continúa, por supuesto que la vida continúa, pero estos no son fundamentos para la continuación universal, así el ser humano crea problemas, y Dios no quiso eso.

Ahora el ser humano puede decir: yo soy un ser humano, pero ni siquiera vivo como un cerdo, ¡es más elevado que el ser humano!
El ser humano puede decir, soy un ser humano, pero una serpiente es más que esta conciencia raquítica que se llama ser humano.
¿Acaso no es cierto?
Porque ¿qué es lo que quiere la gente, lo que quieren los pueblos de la tierra?
Desde luego, está claro, lo sabemos: unos pueblos quieren destruir a otros, quieren vencerlos, quieren tenerlo todo de esos otros pueblos, imponer los pensamientos propios, y si no quieren inclinarse, se acaba con ellos.
Adolf también lo quiere, pero ¡ahora está perdiendo!
Significa que estamos acercándonos a otros tiempos, mi pequeño Jeus.
¿Te atreverías a decir que miento?
—No mientes jamás.
—Gracias.
Veo que el maestro Zelanus ya ha llenado siete hojas, vamos a toda mecha.
Ahora tiene que calcular las fuerzas o no llegaremos, y solamente entonces el urbanita sucumbirá.
Ya le está crujiendo la espalda, ¿lo sientes?
—Sí, lo siento.
—¿Entiendes, Jeus, que en esto no puedes fantasear?
—Ya lo sé.
—Entonces vamos a avanzar, ahora puedes ver las leyes e imponértelas a ti mismo.
Quieres llegar a ser como el urbanita, ¿no?
—Sí, así quiero ser.
—Entonces basta con que acojas en ti todo lo que él tenga que decirte, y llegarás a ese punto.
El ser humano, Jeus, quiere saberlo todo de otro en la tierra, pero de sí mismo, nada.
Siempre mira a los demás, ve sus errores, pero de sí mismo, nada.
Y yo primero miro qué hay de malo en mí, y después miro a la gente.
Ay, Jeus, ¡puedes aprender de la gente cómo no hay que hacer las cosas!
Y no te costará un centavo.
La gente va adonde un psicólogo para preguntarle a ese hombre cómo son por dentro.
Y por cada uno de los rasgos de carácter sabes lo miserable que sigues siendo, y tampoco para eso necesitas ningún erudito.
Esa gente no se conoce a sí misma.
¡Nuestra escuela, mi Jeus, nos conduce a nosotros mismos!
Y se lo enseñaré a la gente.
¿Oyes decir ahora a Sócrates que tengo razón?
—Oigo esa voz, santo cielo, ¿de dónde viene?
—Del espacio, Jeus, está a millones de millas de nosotros, pero no hay distancia espiritual.
A todos esos grandes puedo llamarlos a mi vida, uno por uno, y vendrán a vernos, porque hacemos el trabajo de ellos.
Cuando dices la verdad a la gente y empiezan a llorar, lo llamo esgrimir con lágrimas, y estas no tienen relevancia alguna.
La vida es una sola irradiación y una gran felicidad, no importa cómo vivas, ¡todo es felicidad!
¡Incluso un piojo sabe que la vida es buena!
Pero la gente ¡no!
Está encima de la felicidad y dentro de ella, y no la ven ni la perciben.
¡Y entonces, Jeus, se han aniquilado!
—¡Carajo, todo esto es verdad!
—Así es, y ahora puedes decir “carajo”.
Esgrimir lágrimas es la destrucción de ti mismo.
Cuando estés enfermo, cuando tengas dolor, entonces llora, pero no cuando todavía tengas un cuerpo sano, ¡entonces es una vergüenza!
Podrías ponerte a llorar, ¿no, Jeus?
—Yo no, ahora puedes serrarme en pedazos, ya no quiero llorar más.
—Así me gusta, Jeus, y los maestros estarán felices, solo ahora el maestro Alcar podrá hacer algo con nosotros.
El urbanita dice ahora: ¡quiero servir!
Estoy dispuesto a dejarme pegar para esta cosa imponente, quiero vencerme a mí mismo, y ahora es posible.
¿Oyes esta imponente música, Jeus?
La máquina traquetea, y es, pues, una composición espiritual de los maestros.

Antes lo llamaban fantasmas, pero este tiempo lo hace en una simple y sencilla máquina.
Y ciertamente, ahora el maestro Zelanus está haciendo de fantasma y a la vienesa ni siquiera le da miedo.
A veces piensas que el espacio escribe, así de rápido va todo.
Te das cuenta de que al maestro Zelanus no le hace falta pensar.
Eso va ahora por sí solo, porque las leyes mismas quieren hablar.
¡También el maestro Zelanus se ha convertido ahora en un instrumento!
Sí, sí, Jeus, es enorme, en unas cuantas semanas escribiremos un cierto número de libros.
A ver si nos pueden imitar.
Y esto no son novelas, sino libros bíblicos.
Traemos a la tierra el divino “Evangelio”.
¡Es lo que quiere Cristo!

¡Y así comenzó “Su” “Siglo”!
¿Quieres echar un vistazo donde los vecinos, para ver qué están haciendo, Jeus?
—¿Es posible?
—También eso es posible ahora.
Ven, vamos a abandonar un momento nuestra casa.
Mira, allí está la vienesa.
Así de una vez la conoces.
No hay nada que el ser humano pueda esconder de su vida espiritual.
¡Nada!
¿No es un encanto?
Tiene un carácter muy fuerte y es una buena amiga, aunque todavía no sea capaz de procesar todas estas leyes.
Pero queremos luchar por ella hasta no dejar títere con cabeza.
Mira, allí viven nuestros vecinos.
Es una panda de egoístas.
Esa gente no tiene fe, ningún Dios, piensan que solo ellos viven en la tierra.
El hombre y la mujer son como batracios en el espacio.
Basta que mires esa carita.

¿Acaso eso es una mujer, una madre?
Ni siquiera puedes usar esa vida como bacalao en salazón.
¿No quieres un besito de ella, Jeus?
—Qué va.
—Muy bien, porque ahora vas a empezar a sentir que el ser humano lo es absolutamente todo y estas dos personas no tienen nada.
Son puro postín, raquíticos.
A los ojos de ellos soy un loco encadenado.
La vienesa también, pero ella se burla de todos esos vecinos —¡y ella lo sabe!
¿Percibes esta pobreza?
Y esa gentuza vive al lado de nosotros, aquí, donde está Dios y el espacio te envía su sonrisa.
No ven nada, no saben nada, no perciben nada, tampoco necesitan nada.
¿La viste reír?
De ninguna manera, Jeus, son los llantos de un cacatúa, y ese animal vive en Oriente.
Sí, sí, es una “cacatúa” humana.
Es un loro humano, ¡algo así!
En realidad teníamos que irnos de aquí, a mí me gusta ver verdor a mi alrededor, la madre naturaleza llama a nuestra vida, pero no tenemos dinero.
La vienesa se lo ha ganado.
Si se pone rebelde, le digo: “Más adelante se te dará a vivir un espacio, y es entonces de ti mismo.
¿Ves, Jeus, que son bacalaos secos?
Y eso se hacen llamar “seres humanos”.
Esa mujer ha recibido una matriz para dar a luz y tener hijos, pero se siente como un puercoespín humano.
¡Menos, incluso!
Y eso zurea y te besa, justo en la boca.
Y piensa ahora que te da algo.
Ven, vamos a seguir un poco.
Aquí estamos donde el zapatero.
Ese hombre es un tipazo, pero yo le caigo mal.
Sabe que estoy metido en lo de las leyes ocultas, y eso le da miedo.
Esta vida, Jeus —lo ves—, es “protestante reformada”.
¡Re- for- ma- da!
Lo más extraño que hay.
Lutero también pensaba vivirlo.
Y está de nuestro lado, según dice el maestro Alcar, llorando, buscando, porque armó tal alboroto y aun así se mantuvo en la condena.
Pero algún día este zapatero corriente y moliente fue alumno de Sócrates.
Pero uno que ha traicionado a su maestro.
Podría darte su nombre anterior, porque iba por delante de esta vida.
Este zapatero es buena persona, solamente tiene que desaparecer de su vida esa envidia “reformada”.
Y así son las cosas con todas estas personas, mi Jeus.
¿Ves que ahora planeamos en el espacio?
—Me dan ganas de llorar.
—¿Ves, Jeus, que yo seré el que va a vencer el cielo y la tierra?
—Lo sé.
—Es entonces el beso mío, mi saber, mi todo para la madre que voy a amar.
Pero el zapatero nuestro es un tipazo.
Amo a este hombre porque lo conozco de verdad, porque amo todo lo que vive.
Ahora ven, daremos un paseo por la calle Thomsonlaan y vamos a mirar las tiendas desde este mundo.
¿Ves, Jeus, cuántas personas astrales van detrás de los seres humanos materiales?
De verdad que para escribir libros, a los maestros no les hace falta hacer viajes divinos.
Puedes escribir libros para todos los gustos... y entonces estaremos ante el espíritu y la materia, ante el amor y la demolición, ante la fría y desnuda realidad.
Mira, Jeus, esa mujer no sabe que su marido está detrás de ella.
¿Lo entiendes, lo ves?
—Para nada, veo a ese hombre, pero ¿qué quiere?
—Mira cómo esa vida la protege.
El hombre está muerto y vive.
La mujer, que se ha quedado atrás sola, percibe el calor, no puede con la vida ella sola, quiere vivir amor.
Que si es amor corporal u otra cosa, eso todavía no importa, pero el hombre sabe que al aceptar a ese hombre —ella piensa en otro hombre— ella recibirá golpes, y ahora la vida es horrorosa.
Entonces ella empieza a hacer comparaciones; esta alma le dio tranquilidad y razón, este hombre era un ser humano y lo que ella va a tener ahora son problemas.
Hay hombres y mujeres, Jeus, que se casan por tercera vez para vivir un poco de amor.
Y cuando lleguen detrás del ataúd, ¿quiénes son entonces?
¡En ocasiones ninguno de todos ellos!
Y ¿es malo eso?
El ser humano busca un poco de armonía, Jeus, el ser humano busca amor y felicidad, y no importa nada de dónde le venga eso, basta con que ese hombre posea un poco de felicidad para la mujer, y se puede volver a vivir la vida.
Mira, la personalidad astral la sigue en las tiendas, no la deja sola e incide en la vida de ella.
¡No vayas a ese hombre!
¡No vayas a esa vida!
¡No vayas a esa alma, hija querida, porque te quebrarán!
Y son libros espléndidos, pues, si quieres describir esas vidas, pero entonces dice el ser humano: ¿seguro que es verdad?
Desde esta vida puedes vivir un cine, Jeus, sin que te cueste un duro.
Entras así, sin más, y no hay quien te vea.
Si quieres saber qué anda tramando el ser humano material, puedes verlo desde esta vida.
Y la mayoría de las veces, no lo creerás, para siempre jamás, por lo menos para el mundo material, ¡estarás ante el amor!
Si descienden en esas almas, te verás de inmediato ante todos los grados del amor, y entonces tienes que ver con el amor verdadero y también con el “amor de las putas”.
Cuando ves eso, pones pies en polvorosa.
Cada ser humano ha perdido algo querido, Jeus.
Pero no el ser humano consciente.
Si más adelante muere Crisje, no volveré a buscarla en la tierra, sino en los cielos, y entonces viviremos ese amor.
¿No es asombroso?
¿Qué es el amor, Jeus?
¿Los líos materiales estos?
¿Estos sentimientos corporales destructores?
Desde aquí veo cómo trabaja el maestro Zelanus.
Mira tú mismo y conocerás esta bienaventuranza.
Qué cosas, ¿no?
Somos nosotros, pero ¡los seres humanos en la tierra todavía tienen que asimilar estos mundos!
Ahora puedes percibir y ver no solo el amor, la personalidad, también todos los problemas que todavía se le dan a vivir al ser humano, también sus enfermedades.
Ya veo ahora que en cuatro meses habrá que operar a esta mujer.

¿No lo ves, Jeus?
—¿Dónde se puede ver eso?
—Solo mira en su barriguita y lo verás.
Todavía está fuerte, el “tumor” todavía no está maduro, pero llegará, y entonces podrá entregarse a un médico.
Es la posesión de la personalidad astral, mi Jeus.
El espíritu lo cala todo con la mirada, para esa vida y conciencia ya no hay oscuridades.
Pero ¿qué es el amor?
Dios mío, Jeus... ¿entiendes lo que te toca vivir si amas absolutamente toda la vida de Dios?
Mira ahora esos organismos, mira desde este mundo lo destartalados que son esos cuerpos, pero ¿tiene relevancia eso?
Tocaré un momento esta madre, le daré mi conciencia y entonces ayudaré a su marido, a esta alma, como espíritu.
Le daré un momento mis sentimientos y pensamientos, Jeus, y eso es todo, todo, ahora ella lo sabe y empieza a pensar.
¿Lo viste?
Ahora mismo ese otro hombre no puede alcanzarla ya.
¿Ves los ojos de la personalidad astral?
Es una orquídea..., Jeus, para nosotros y los maestros, esa personalidad ve que soy un maestro.
Pero esto todavía no puede alcanzarlo.
Jeus... hemos protegido una madre mientras escribíamos ‘La cosmología’.
A los maestros les parece imponente y ese tiempo podemos vivirlo de manera útil.
¡Si lo queremos, podemos ayudar de esta manera a miles de seres humanos que no viven otra cosa que los pensamientos nuestros, el saber nuestro!
De esta manera, mi Jeus, hay madres y padres que trabajan desde su vida espiritual si poseen luz y son capaces de ayudar a sus seres queridos en la tierra, de protegerlos contra los problemas, ¡siempre y cuando el ser humano quiera el bien!
¿Quieres pasar un momento por la calle Fahrenheitstraat?
¿No quieres ver el cine nuestro, al que vamos cada semana para vivir algo?
Eso también es posible.
¿Quieres saberlo absolutamente todo de los seres humanos, Jeus?
¿Quieres entrar por una puerta tras otra?
¿Quieres ver sus corazones, sus vidas, su amor?
¿Quieres ver cómo viven el amor, yo puedo conectarte con todos esos sentimientos y pensamientos, porque soy el príncipe de este espacio.
¿Todavía deseas el beso de una chica hermosa?
¿Quieres besar a esa belleza?
¡Entonces ve, bésala y sentirás cómo el fango de su vida se te queda pegado en los labios!
—La cabeza me da vueltas de estos problemas.
—¡Si empiezas a percibirlo y verlo, mi Jeus, puedo aceptar que estamos despertando!
Ven, vamos a dar un paseo a través de las casas y los corazones de los seres humanos.
Mira allí.
¿Qué ves, Jeus?
Una chica hermosa de estas no es como una puta.
Pero no olvides que no tiene relevancia alguna, también esa es una vida de Dios, también esa es una deidad.
Animal o espiritual, material o humana, ¡es una vida de la “Omnifuente”!
Y ahora empiezas a conocer y comprender la vida.
Ahora ves a la madre santa nuestra, mi Jeus, y ¡sabes que morir significa la bienaventuranza!
¿Fue así la Crisje nuestra?
¿Entiendes ahora lo que vamos a vivir y estamos por vivir?
Ven, vamos a adentrarnos más en lo de los hombres y las mujeres.
¿Percibes ahora el alma humana consciente y también inconsciente?
¡Y aun así, el beso lo es todo!
¡El amor lo es todo!
No hay nada más para vivir.
Mira, allí está la calle Laan van Meerdervoort.
¿Ves a toda esa gente?
¿Sabes, pues, en qué puedes convertir tu vida?
Vamos a mirar y percibir y saber a través de las casas y los seres humanos: ¡esa cosa tuya nos importa un pepino!
Pero ¿ves esa madrecita allí?
¿Esa mujer guapa?
¿Esa criatura cariñosa?
Esa sabe dar amor, Jeus.
Bésala, desde este mundo, y dale tu amor, y ella se lo dará esta noche a su marido, ¡pensará que la ha besado Dios!
¡Y somos dioses!
¡Es lo que somos!
¡Somos dioses humanos!
Si posees luz aquí, Jeus, lo tienes todo y puedes ir adonde quieras.
Nada puede detenerte.
Cuando lo sabe todo la gente la vida en la tierra será hermosa, porque la inconsciencia enturbia el amor y la felicidad.
Y entonces el ser humano estará delante de su propio grado de vida, los siete grados para el matrimonio, cuyas leyes aclararán los maestros.
Entonces viviremos horas hermosas y significará sabiduría para nuestra vida.
Pero ven, hemos de regresar, el maestro Zelanus llega casi a ese punto, para hoy ha sido suficiente otra vez.
¡De todos modos no comprendo cómo lo aguanta el urbanita!
El cuerpo cruje, lo ves, y aun así hemos de continuar.
Claro, André, el organismo cruje, y tú podrías ahora vivir viajes con Jeus.
Podrías ir con él a ver a Crisje, pero no ha de ser, porque entonces verías lo que va a ocurrir allí.
Crisje se prepara para abandonar la vida terrenal.
Dentro de algunos días llegará el momento.
¿Entonces qué?
Entonces también eso lo vivirás, lo terminarás, verás su muerte y la conducirás a las esferas de luz, seguir juntos su entrada en el mundo astral y solamente entonces podremos continuar.
También Jeus la verá.
Estoy listo para hoy, el adepto puede leer lo que hemos consignado, nos relajamos, bajo las mantas el urbanita puede aclararle algunas cosas a Jeus.
Así vivimos estos tiempos horrorosos, nosotros, pero el ser humano en la tierra es distinto.
La masa se arrastra, por dentro y por fuera está que traquetea y está ante el hundimiento generalizado, la destrucción generalizada, trabajamos y pensamos, tenemos que llevar a cabo una tarea imponente.
Una rata cuesta quince florines.
Ya no lo ves ni un perro.
Los gatos y los perros son animales poco comunes para el ser humano.
Para quienes tengan ganas de comerlos, claro.
¡El ser humano tiene el aspecto de un esqueleto...!
Y aun así... Ahora el ser humano está abierto para otra cosa, por lo menos aquellos... que quieran cargar todo y que aún no han perdido a su Dios.
Pero una rata tiene relevancia.
¿Cómo será más adelante?
Cuando nuevamente haya de todo, ¿habrá el ser humano aprendido algo?
Cuando el urbanita va a tomar un momento el aire con Jeus, cuando están delante de las escaleras y tienen que descansar cinco veces para algo que antes era posible hacer con solo tres pasos, eso es la imagen del agotamiento y de la demolición material.
—¿Lo ves, Jeus...? —llega a oír el hijo de Crisje—, así es como pintan ahora las cosas.
Ya no puedo avanzar y aun así no hemos llegado todavía.
Tengo que juntar fuerzas para André, si quiere vivir ‘La cosmología’, pero es difícil.
Aquí no se oyen quejas, ¡la gente acepta!
Quien no pueda aceptar se quiebra a sí mismo, muchos ya lo han aprendido.
Pero ¿más adelante?
¿Cómo serán todas estas personas más adelante, cuando todo haya pasado y el ser humano vuelva a poseerlo todo?
Para André es una época maravillosa.
Ahora el ser humano ha de inclinarse, lo quiera o no.
Y ahora mucha gente está aprendiendo algo.
Lo ves de inmediato, dice a Jeus, cuando a la mañana siguiente miran a la gente en la calle.
Anda, mira ahora esos morritos, Jeus, los ojos te lo cuentan todo.
No hace falta descender en la profundidad del alma, ahora lo ves de golpe y no hace falta ningún estudio para eso.
Quien no posea amor se quiebra a sí mismo.
Es incomprensible que no se coman unos a otros, si sigue así un poco más, también eso lo viviremos, y entonces estaremos otra vez delante de nuestro estadio selvático.
Sí, sí, Jeus, son los grados de vida animales para el ser humano, pero también en la ciudad vive gente así.
Mira, están agarrando al urbanita y no sabe cómo desprenderse de esa gente, tengo que intervenir un momento.
También eso tienes que aprenderlo.
Allí está otra vez la madre agua.
—Hola, André.
—Hola, mamá.
—¿Cómo estás?
—Mira tú mismo y lo sabrás.
Para el urbanita las cosas pintan mal, ya no quieren su espalda ni sus piernas, mamá.
—¿Cómo está Jeus?
—Anda, habla con él, le doy todo.
—Hola, Jeus.
Jeus no puede hablar y André dice:

—Anda, pues, háblale a mamá.
—¿Me oyes, Jeus?
—Sí, te oigo.
—¿Tan raro es oírme hablar así?
—Primero tengo que pensármelo.
—¿André?
—¿Qué pasa, mamá?
—Jeus no se atreve a hablar.
—Ya lo aprenderá más adelante, mamá.
El siguiente viaje es de sintonización sobrenatural, y volverá a la tierra distinto.
—¿Ya has sentido algo, André?
—Sí, sí, mamá, lo sé.
—¿Y los otros dos?
—Nada, ni un solo pensamiento llegan a vivir de eso, mamá.
—Entonces eso también ya está en orden.
¿Qué percibes?
—Un par de días más.
—Qué gloria, ¿no?
—Sí, mamá, pero ¿percibe usted lo que ven y quieren sentir aquí abajo?

—Ya lo he percibido, André.
Vamos a dar un pequeño rodeo para poder hablarnos.
El primer grado de vida como aura, ¿ya está abierto?
—Sí, mamá, ayer lo vi.
Estoy esperando y aun así ya no siento mi unión, porque los maestros quieren continuar, pero para mí es la felicidad.
—Lo sé.
¿Puede continuar todavía más el adepto?
—De ninguna manera, también él está ante el sucumbir.
—Y entonces no estás solo, lo sabes.
—Sí, sí, mamá, si no estuviera usted, yo no lo sabría.
—¿Ahora el otro puede seguirlo todo?
—De ninguna manera, nada, me he blindado por completo.
—Entonces está bien.
Lo vi, lo percibí, me diste más unión.
—Sí, mamá.
Ahora las cosas pintan muy mal, la gente ya no puede más.
Ahora mi mendigo está ante el sucumbir, mamá.
—Lo vi pasando por aquí, André, pero lo recibiremos con amor.

—Sé que sabes hacerlo, porque esa vida posee luz y amor inmaculado.
Cuando lo miro por dentro, veo delante de mí a mi padre del pasado.
He hecho todo lo que podía, mamá.

—Lo sé, André.
¿Qué dice Dectar?
—Se ríe por todo.
Dectar mismo vivió este estudio, pero entonces sin duda que los tiempos eran distintos.
Hemos vivido esas leyes en Isis, mamá, y por tanto sabemos lo que es tener hambre.
Dectar no quiere de ninguna manera tener que ver con esos sinsentidos.
Dice: “No quiero ver el aura vital del ser humano que coma ratas; entonces se siente envenenado”.
—Está claro, conocemos esas leyes.
En Isis —dice—, íbamos a sentir hambre con el corazón alegre para proporcionarnos luz interior, y estos seres humanos se comen su propio amor.
Y aun así, el ser humano de estos tiempos dice que ha avanzado más que nosotros allí, ¿allí, hace tres mil ochocientos años?
Pero ¡no comíamos ratas!
¡Ni perros!
¡Vivíamos por medio de la madre naturaleza!
¿No es cierto, André?
—Sí, mamá, usted lo sabe.
Pero estoy allí; hasta luego, madre mía.
—No se te olvide que estoy lista para ayudar a cargar.
—Lo sé, mamá.
Jeus ha podido seguir esta unión, y a la vez no, porque no puede vivir la conciencia, pero lo vivió como quiere vivir su contacto un espiritista, del que piensa: ¿no fui yo mismo?
Si el estudiante lo vive, André elevará cada uno de los rasgos de carácter, pero requiere tiempo y unión.
Jeus hace preguntas y se contesta a sí mismo, pero detrás de esto vive la unión con la vida de Dios.
Lo que les toca vivir ahora es demolición material, la consumición del organismo y también a ellos les toca vivirlo, aunque sea la felicidad por la vivencia del espacio.
¿Quién es capaz de eso?
Lo vivió Oriente, Occidente todavía tiene que asimilar esta profundidad para la vida.
La madre agua lo sabe todo, porque ella ha creado al ser humano.
Y la animación más elevada de su vida vive dentro del ser humano, es su tarea sintonizar con ella.
Los días que vienen ahora son para el maestro Alcar.
Hasta allí hemos llegado, ¿y luego?
La noticia de que Crisje ha muerto.
“Santo cielo, mamá está muerta, mamá está muerta”, grita Jeus.
¡Mamá está muerta!
Y no estuvimos allí.
No hemos podido hacer nada por ella.
Nada, qué cosa tan tremenda.
En el momento en que entra en mensaje, también estamos detenidos.
Hay que hablar sobre esto.
Un hombre que estuvo cerca de donde vive Crisje trajo la noticia; los días anteriores en que André la vivió fueron las horas de la transición de Crisje.
¿Y ahora?
Crisje está muerta, pero vive en el mundo astral.

Jeus está deshecho y André tiene que acogerlo.
Crisje no está muerta, ¡vive!
Qué pena no haber estado con ella, pero el maestro Alcar nos regala otra cosa.
Se fue quedando dormida tranquilamente, según dice el maestro Alcar a André.
También estuvimos a su lado, también Hendrik el Largo y Miets.
La máquina está detenida.
Lo que escribí fue: ¡la muerte no existe!
Los lazos de amor no se pueden destruir.
André lo sabe, el maestro se lo ha comunicado todo, ahora ha llegado el momento.
El urbanita lo ve y percibe todo de otra manera, está al lado de André, y dentro de él.
Es Jeus quien ahora quiere vivir su juventud, quiere ver a Crisje, ahora la ha perdido un momento.
‘¡Hurra...!’, suena con júbilo dentro de André: ‘Aquí, Crisje está muerta, ¡allí está viva!
¡Voy a verla!’.
El maestro Alcar le da a André:
—Prepárate, André.
Crisje también está lista para recibirte, volverás a ‘s-Heerenberg con ella y vivirás su muerte.
Después seguiremos otra vez.
Te doy dos días para procesarlo un poco.
¿Es suficiente eso?
—Sí, maestro.
Entonces estaré otra vez listo.
La tensión de hace unas semanas ha vuelto a pasar.
Durante todo ese tiempo, André estuvo ocupado con Crisje, pero aun así no se le concedió vivirla, también su madre tiene que someterse a su muerte en la tierra, completamente sola, pero acompañada de sus seres queridos y con su ayuda.
Todo está repartido de manera maravillosa, según percibe André.
Jeus verá a Crisje.
Pero ahora la cosmología está temporalmente detenida, André lo comprendió, estos sentimientos lo exigieron todo para ellos mismos, y ahora quieren ser vividos.
La juventud, el pensamiento y sentimiento, como la criatura de la madre Crisje, se acepta ahora para André como sentimientos universales.
Aun así, estará ante su vida como el hijo de su madre, o esa vida no lo comprenderá, pues.
Eso es el “Jeus” en el interior de él, con que ha hablado día y noche.
Ahora mismo Jeus vuelve a ser la criatura del campo, aupado hasta sentimientos y pensamientos más amplios, pero ahora uno con ese estadio, uno con la campiña donde nació esta vida.
Adiós a la cosmología; ahora todas esas leyes carecen de relevancia, pero André sentirá más adelante la inmaculada claridad de estas, ahora puede entregarse por completo; también esa división, el pensar y sentir para su madre pertenece ahora a la vida y conciencia astrales.
Justo así fue como lo quiso el maestro Alcar, y André percibe que está bien.
Tiene que llevar a cabo una tarea para la humanidad, y no solo para su Crisje.
¡No hay lágrimas!
Lo que sí, un vivir y percibir profundos, la visión de las leyes, la muerte para su madre, la partida de la tierra también está allí.
Sí, sí, André, vivimos “la ascensión de Crisje”.
André piensa, medita para Crisje, esta noche la verá.
Esta noche se desdoblará para encontrarse con su madre.
Qué cosas...
¿Quién puede vivirlo en la tierra?
Recibe ahora el regalo más grande y sagrado de su maestro, la unión con su madre en la vida después de la muerte.
Volverán a donde han vivido, estará delante de su madre como André y como Jeus.
Ahora sentimos curiosidad por saber cómo lo vivirá.
Las madres y los hijos son uno solo, por supuesto, se comprende, pero estas vidas son distintas.
Crisje ya no conoce a su Jeus, se ha convertido en André.
Durante los años que lleva viviendo e la ciudad, ha envejecido miles de años, Crisje no conoce a esta personalidad cósmica, esta criatura suya es otra persona.
¿Sí será cierto que ha dado la luz a un “profeta”?
Jeus se lo explicará por medio de André.
Pues bien, madres en la tierra, lo vivirán (viviréis).
Una entre millones de madres puede vivir semejante cosa, sola una entre millones de madres recibe semejante regalo de su hijo.
Cristo vive entre estas vidas, y André se ha ganado este reencuentro con su trabajo.
Jeus oye que André le dice:
—Cuando veamos a mamá, Jeus, será igual de hermosa que un ángel.
Se nos acercará en una imponente y hermosa túnica celestial, y esta imponente túnica se la ha ganado con todo lo bueno que hizo para la gente.
Ahora la vivirás por medio de mi conciencia.
¿Puedo hacerte vivir algo más hermoso, Jeus?
Ahora verás a tu propia madre como ni siquiera la conoces.
Vivirás la ascensión de tu propia madre, Jeus, y todo ser humano puede vivirlo si es amor.
Esta noche, o sea, más tarde, nos desdoblaremos corporalmente de nuestro organismo y entonces viviremos este viaje para nosotros mismos.
Verás a tu mamá como una reina del espacio, porque ha sido tan buena, tan cariñosa con el ser humano.
Y eso lo sabemos y no hay quien pueda quitárnoslo.
Hay miles de personas que pueden confirmarlo, Jeus.
Y ahora verás lo que puedes vivir después de la muerte si amas.
Compartiremos este viaje a partes iguales, te lo prometo.
Porque mamá solo nos conoce como “Jeus”.
Y aun así se alegrará de que podamos mostrarle la felicidad nuestra, y en qué hemos convertido nuestra vida.
Ahora voy a pensar y a prepararme para el maestro Alcar.
Llega la oscuridad, suenan las campanadas de las diez, en el espacio todo está tranquilo.
Lo percibe: está ante un suceso milagroso.
Y si su maestro no lo liberara, no viviría nada, por sus propias fuerzas no es capaz de hacerlo, pero lo que ha aprendido de esta manera es enorme.
Es demasiado hermoso para ser “verdad”, pero esa verdad viene a nosotros.
No hay lugar para fantasear, ser humano de la tierra, o me haría estrellar a mí mismo.
¡Es imposible volar más alto que la fuerza que tenemos!
Solo en Oriente hay gente capaz de eso, aquí en Occidente pisamos firmemente el suelo transitable.
Ramakrishna, tú sabes de qué hablo.
Sí, sí, Rama, esta noche veré a mi madre.
Esta noche viviremos milagros, milagros humanos y también celestiales, porque tenemos que liberarnos de este contacto o no los habríamos vivido.
¡Eso es de lo que se trata!
Pero tarde o temprano a uno le toca vivirlo todo, ¡basta con aguantar!
Y aguantamos, queremos hacerlo absolutamente todo para dar a esta humanidad la luz de los maestros.
¡Más no hay!
Pero ¡esta noche veremos a Crisje!
“¡A nuestra madre inmaculada y pura!”.
No la amamos porque sea nuestra madre, sino porque ella fue tan tremendamente grande.
¡De eso se trata!
Si la madre nuestra no fuera tan cariñosa, la habríamos olvidado.
Entonces habría tenido que aceptar las tinieblas, pero Crisje —lo sé desde hace tanto tiempo ya— vive para la tercera esfera.
Así de grande fue su amor por la vida de Dios.
Sí, sí, mi madre está ahora en el otro lado.
Por fin ha llegado el momento.
Dios mío, empiezo a sentir que ahora soy más fuerte.
Cuando Crisje todavía vivía en la tierra me sentía dividido para su vida, y es comprensible, por lo menos si mantienes ese contacto, si quieres vivirlo, porque a millones de hijos les dan igual los padres.
Yo sí, no me olvidé de Crisje ni un solo segundo, jamás, porque espacialmente éramos uno solo.
¿No es verdad, espacio?
Wayti, ahora mi Crisje está en el otro lado.
Madre agua, ¡Crisje está aquí!
Madre luna, Crisje está en las esferas de luz y viene a mí.
¡El sol, la luna y las estrellas la saludarán a ella y a toda la vida del otro lado!
Son las diez y diez.
André percibe que ha comenzado el desdoblamiento.
Un poco más tarde está al lado de su organismo.
¿Quién es?
¿Mamá?
¡Mi Crisje!
Se lanza a los brazos de Crisje.
Jeus llora de felicidad, André piensa y la mira a los ojos.
Entonces ve a su maestro.
Y allí, a lo lejos, ¿es papá?
¿Miets?
Sí, sí, pero ellos van a volver, los verá más adelante, según percibe, esta unión es para él y Crisje.
Gracias, cielos, muchas gracias.
Crisje, ay, mi Crisje.
Crisje mira a su Jeus a los ojos.
Qué hermosa es mamá.
Setenta y cuatro años en la tierra; ahora, treinta.
Crisje está joven y hermosa, porque su alma representa esa juventud.
André conoce estas leyes y lo comprende todo.
El maestro Alcar lo hace percibir lo que espera de él.
Crisje todavía no ha visto el mundo material después de su muerte.
André la toma de la mano y ahora parte con ella para salir de la esfera de la tierra.
Sabe exactamente lo que va a vivir, el maestro Alcar lo ha aupado en su vida.
Un poco más tarde, ha abandonado la esfera de la tierra.
No puede pronunciar palabra, planean por el espacio de Dios como niños.
Pero el maestro Alcar le da a vivir a Crisje lo que él quiera.
Su vida se acerca a ella a raudales.
El alma de él se lo da absolutamente todo a ella.

Y todo eso esta madre lo acoge en ella, ve ahora lo que ha sido de uno de sus chicos, los años le pasan volando por el espíritu.
En solamente unos segundos vive mundos y es capaz de procesar esto, porque posee el sentimiento, porque la personalidad estaba abierta a todo esto que es inmaculado.
Justamente así es como el ser humano puede vivirse, y es la unión con la demás vida de Dios.
Van primero a las esferas de luz, y luego de vuelta a la tierra.
Así Crisje llega a conocerlo, eso no es posible en la esfera de la tierra.
Si hubiera vuelto de inmediato a su lecho de enferma, no habría podido darle su vida y conciencia.
André ya sabe que su padre y su hermana Miets la han vivido a ella.
Ahora la vida es perfecta, lo que se ha separado a golpes hace años vuelve a ser uno solo.
¡Y eso lo vivirá él ahora!
Continúan tomados de la mano, Crisje mira en su vida, es él quien la va conduciendo de un milagro en otro.
Crisje ve los años de formación, la lucha que se libró para vencer las leyes y cuando lo ha visto y percibido, André ve que ha alcanzado la primera esfera.
Crisje, su madre, puede continuar, su aura vital le cuenta en qué esfera está sintonizada.
En aquello en que viven ahora las cosas son imponentes, la radiación de la tranquilidad espiritual les viene de frente.
Hay pájaros volando alrededor de su cabeza, se oye el canto de los cielos.
La vida de Dios está feliz.
La vida de Dios conoce este amor entre la madre y el hijo, y la vida de Dios sabe lo que André puede dar a su madre.
Crisje ya lo sabe, vive ahora en el “Reino de Dios”.
Lo que antes era el “atrio” para su vida, es ahora una esfera de luz.
También su madre, según ve André, posee las “Grandes Alas”, aunque para el espacio todavía tendrá que despertar.
Crisje es consciente, es fuerte y hermosa, tiene aspecto de diosa y ¡eso, según puede decir André, es verdad sagrada!
Pero también la madre ve la conciencia de su hijo.
Claro, Crisje, los ángeles cantan, y es para nosotros, para la vida de usted.
Crisje ve ahora que su Jeus es un maestro.
Puede hacerle sentir: ¡para mí estaba claro!
El espacio, la esfera de Crisje la recibe cantando.
Una madre ha resurgido de su tumba, iglesia de la tierra, y no tiene que esperar su Juicio Final.
Esto es algo muy distinto, y se puede aceptar.
Ahora la madre de Jeus puede decir algo.
Enseña a André lo hermosa que es, cuya túnica él ya ha visto de niño.
Sí, madre, sí, el azul imponente se ha hecho incluso más hermoso, pero cuando todavía eras un niño, ya llevabas esta imponente túnica.
¿Lo recuerdas, mamá?
¿Recuerdas que juntos estuvimos en el “atrio” de Nuestro Señor?
Todo eso se lo conté a Jeus, pero ¡fui yo!
Se me concedió vivirlo, mamá.
¿Recuerdas que entonces llegaron los mendigos y le diste demasiado a ese hombre?
Que papá despotricó sobre eso.
¿Cómo está tu “Largo” ahora?
Ahora papá puede inclinar la cabeza ante todos esos milagros recibidos.
¿No es cierto, mamá?
Ay, soy tan feliz ahora.
He deseado esto durante años, mamá.
Este es nuestro momento, esto, pues, ¡me lo da todo, todo!
Veo tu alma inmaculada y conozco tu pasado, mamá.
Ahora sé dónde nos hemos encontrado antes y lo que significamos el uno para el otro.
¿No es eso lo que quiere vivir la gente?
Mira, mamá, allí está la primera esfera, pero tenemos que seguir un poco más, tienes una sintonización más elevada y es para mí y para ti mismo la gran felicidad.
Sí, mamá, ¡fuiste una soberana en el amor!
Le tengo un respeto sagrado a tu vida, mamá, siempre he percibido tu gran amor y he recibido tu apoyo para mi trabajo.
Ahora he recibido conciencia cósmica, mamá, y así puedo darte amor, la gran unión con el espacio.
André puede inclinarse ante la personalidad espiritual que es su madre.
Pone sus conocimientos en sus manos, manos que ahora ya no tienen callos, sino que siempre han cargado en ellas el amor.
Pone una corona espacial a la vida de su madre.
Un poco más tarde han llegado al lugar en que vive Crisje, y él sabe lo que ella va a vivir.
Está ante el “templo” de su madre.
Aun así no acceden a su posesión, eso ocurrirá más adelante.
Forma parte de la preparación para este desdoblamiento.
El maestro Alcar quería que desde las esferas de luz se preparara para el regreso al proceso de la muerte.
Esto tiene que ocurrir desde las esferas de luz si Crisje quiere acogerlo todo y estar lista para más adelante, cuando desde esta vida vuelva la mirada a la existencia material en la tierra, y entonces nos viviremos a nosotros mismos.
André se prepara con toda tranquilidad de las esferas de luz, no ve nada de su hermana pequeña, Miets, ni de su padre, pero percibe dónde están.
Nuevamente al cosmos material, el templo de Dios, pero creado para el ser humano, y que se puede vencer por medio del amor.
André le da un apretón de manos, le da su beso espacial y Crisje acepta su vida y amor, es el regalo de su hijo por todo lo que ella ha hecho por él, ahora recibe de vuelta esa cosa imponente como sabiduría de su personalidad.
Ahora Jeus y André son completamente uno.
“Dios mío”, envía André a través del espacio, “qué alegría me da haber vencido, ahora puedo darle a mi madre la felicidad para esta vida”.
Ve que Crisje se eleva por encima de toda la vida en la tierra.
Y se comprende, lo que ella supo hacer es enorme, y es ahora su luz espiritual, la vida y el amor.
André mira a la luna y habla con ella, Crisje lo oye y percibe.
Él es uno solo con el sol y las estrellas y los planetas, y ese, pues, es el regalo para su madre.
Eso es lo que puede darle.
Para eso ha luchado, sufrido, sí, sí, ahora está feliz.
La madre luna le envía sus flores a Crisje, según ve André, y ella puede percibir esta felicidad, la comprende, porque siempre ha sentido esta unión, porque su amor dio vida a este contacto.
Lleva flores entre los brazos.
Y son las flores del corazón de él, es sabiduría vital.
Crisje dice:
—Sufriste, Jeus.
—Y usted, ¿qué, mamá?
Cada uno siente el dolor del otro, él puede mostrarle su juventud, cuando luchó por la vida de ella.
¿Es imponente todo esto, Crisje?
Llegué a conocer todo esto, mamá.
Estuve en los infiernos y en los cielos, y ahora estoy ante el consciente “Omnigrado” divino, ante el sol y la luna, ante la naturaleza y el mundo animal, cuyos primeros fundamentos hemos vivido en mi juventud.
¿Quién habría podido pensarlo?
Pero el maestro Alcar continuó, conscientemente, cada vez a más profundidad, hasta que veamos a “Cristo”.
Claro, Crisje, veré y viviré a Nuestro Señor, para el que tengo que escribir los libros.
Antes jugaba encima de las nubes, conscientemente, entonces, pero ahora volamos a través del espacio y sabemos adonde vamos.
En nada están enturbiados nuestros pensamientos, estoy seguro de mí mismo, y lo pongo en tus manos, es nuestra unión eterna con toda la vida de Dios.
Como un “príncipe” del espacio consciente planea de regreso a la tierra con Crisje, en línea recta a ‘s-Heerenberg, de vuelta a su vida de allí, para concluirla y después comenzar con la vida espiritual.
Crisje llega a valerse por sí misma, puede continuar su vida entonces, y servir a André como su Jeus, concluir la obra imponente de la “Universidad de Cristo”.
Él ama la personalidad espiritual de ella, sabe quién es ella, una chispa humana pero divina lo ha alumbrado y amado como solo pocas madres saben hacerlo, porque todavía no conocen estas leyes.
Lo percibe, van a ser pasajes imponentes para ‘La cosmología’ —para su propia vida y sintonización.
Para toda la vida de Dios, como padres y madres en la tierra.
Crisje aprieta sus flores contra su corazón, habla la vida espacial, ella acoge esta sacralidad, como lo quiso Cristo.
Es para lo que “Él” vino a la tierra, y para nada más.
¡Para este amor universal!
Por medio de la imponente conciencia de él, Crisje se siente aupada en su vida.
Seguimos estas dos almas desde las esferas de luz, ¡también ahora seguimos siendo uno solo!
Crisje lo comprende cuando aclara las leyes espaciales como un maestro, los sentimientos de ella son abiertos y conscientes.
Ella está delante de la vida de él como una niña, pero esa niña percibe la profundidad de su amor y también a él le toca a su vez vivir el corazón de ella.
Así alcanzan la unión.
¡El sol y la luna, como el padre y la madre del espacio, le envían su sonrisa, y las criaturas de estas vidas envían su “Wayti”!
André sintoniza con su padre y su hermana, y ve donde están ahora y lo que pueden vivir, sabe ahora que todos lo siguen.
Ahora Crisje está a punto de entregarse, esta unión era necesaria, e infaliblemente la aupó al espacio.
Ahora ella ve a su maestro, ¡su hijo se ha convertido en un maestro!
Claro, André es tu maestro, Crisje, pero ¡sigue siendo tu hijo!
Crisje percibe que él puede recibirla, porque sirve, porque tiene que llevar a cabo una tarea para este espacio.
No hay nada que les moleste o que los aleje el uno del otro, sus almas son una sola, y ¡justamente así será ella más adelante con su alma gemela, según ve André, con su padre!
Sabe lo que esto significa.
Conoce las leyes y el amor de esto, la felicidad de las esferas.
Es este amor el que los conecta con Dios y Sus leyes, no se puede vivir otra cosa, porque ¡esto es absolutamente todo!
Es lo que Dios ha creado como lo más elevado para la madre y el hijo.
André lo percibe: Crisje empieza a pensar materialmente, ahora pronto habrán llegado a ese punto.
Y entonces podrá reconducirla a la vida material, de la que más adelante, aunque entonces por medio de su “alma gemela”... Hendrik el Largo... ella llegará a conocer las leyes.
Madre e hijo planean por el espacio de Dios.
Es imponente lo que esto es y significa para una madre.
Este es el amor que bendice “Cristo”.
Toda esta imponente vida está abierta a estas vidas, y una entre millones de almas de Dios vivirá está unión.
Pueden (Podéis) aceptar que millones de almas, padres y madres de Dios, criaturas de las esferas de luz, sigan a André y Crisje.
¿Quién en la tierra es tan consciente como hijo de una madre?
¿Quién en la tierra puede dar como hijo a la madre, que ahora mismo está preparada, que posee amor, esta felicidad cósmica?
Lo que vivimos ahora y lo que André y Crisje, su madre, reciben, no lo ha vivido ningún ser humano, ni en las esferas ni en la tierra, desde el inicio de la creación divina.
Por supuesto hay madres e hijos que en el otro lado viven su lazo, su unión, pero André sigue viviendo en la tierra, es el instrumento de la “Universidad de Cristo”, lo que más adelante su madre comprenderá

cuando esté ante todos estos millones de leyes que ha vencido en la tierra.
El maestro Alcar se siente feliz de que ahora sea capaz de poder dar esta gracia divina a su instrumento.
Hay millones de almas que siguen estas dos vidas de Dios y que comprenden: esto es sobrenatural y a la vez terrenal, por medio de esto el ser humano puede percibir lo que le espera después de la muerte y de qué es capaz el amor inmaculado.
Y Crisje percibe su felicidad, André actuará como Jeus, ella todavía no podrá seguirlo como maestro.
Y es que André está preparado para miles de milagros.
Y ahora Crisje ha de aceptar que su lazo terrenal con su Jeus se disolverá, que esa es la intención, para que pronto el maestro Alcar pueda continuar.
Ahora él aúpa la vida de Crisje, su madre, hasta el espacio.
Mientras tanto, se libera de la vida de ella, para que más adelante estén uno delante del otro como criaturas de un solo “Padre”, porque Crisje tiene que percibir y vivir que ambos han conocido millones de padres y madres, y que muchos de ellos han alcanzado las esferas de luz.
Eso es lo que ahora se revela en estos breves instantes de unión espacial, y el retorno a la tierra.
Es imponente seguir estas vidas.

De sentimiento en sentimiento es uno con su madre.
Crisje absorbe la sabiduría de él.
Sigue cada uno de sus viajes con los maestros, ya sabe que en los infiernos no hay fuego, con él y su maestro atraviesa miles de mundos cuyas imágenes ve y puede experimentar.
El lazo material, esta unión material se disuelve para el contacto espiritual, eterno, por el que Crisje llega a ver su propia autonomía.
André percibe lo que quiere el maestro Alcar y ahora también se entrega a su maestro.
Ahora ya sabe que su madre seguirá apoyándolo desde su mundo, no se puede imaginar una animación más inmaculada.
Le pregunta:
—¿Ha llegado hasta ese punto mi madre? ¿Está mi madre lista, para que podamos volver a su proceso de muerte?
—Claro... —y un poco más tarde llega—: sí, Jeus, estoy allí.
A André le dan ganas de llorar de felicidad cuando Crisje pronuncia estas palabras.
Y ahora ella puede hablar, representar sus palabras, puede contarle que tenía miedo de encontrarse con él, sentía miedo y a la vez felicidad, porque entendía que él era su hijo y su maestro.
André le contesta:
—Todo eso lo conozco, mamá.
Tuve que vivir esas leyes.
Vi a Miets y a papá, también a mi hija, fue cuando lo comprendí todo.
Ya no era mi hija, sino una maestra, y entonces tuve que inclinar la cabeza ante esa conciencia.
Cada ser humano ha de aceptarlo, mamá.
Ahora el alma como entidad universal tiene que aceptar su amor y su esfera, su sintonización, inclinándose ante la sabiduría más elevada, el ser humano que posea más conciencia.
Si tú no hubieras sabido hacerlo, mamá, tampoco nos habríamos encontrado.
Pero ahora te lo doy todo de mi vida, absolutamente todo, mi querida Crisje.
—Y ¿es eso lo que tengo que aprender ahora, Jeus?
—Ya en la tierra sabías hacerlo, mamá.
Supiste hacerlo a lo largo de toda tu hermosa vida, mamá, y ahora es tu posesión, tu esfera, tu espacio, en que serás feliz con papá, que te esperó durante treinta años.
Eternamente feliz, mi madre querida.
El maestro Alcar le envía el sentimiento de que sintonice con la pequeña localidad de ‘s-Heerenberg.
Con ella va directamente a la tierra.
Crisje mira a su alrededor y no puede pronunciar palabra, ahora que puede vivir estos milagros tomada de su mano.
André dice:
—Allí está la tierra, mamá.
Allí sigo viviendo yo, pero tú ahora tienes que abandonar esa vida, has terminado el ciclo de la tierra y ya no volverás allí.
Más adelante, papá te explicará todos estos milagros, también él es un discípulo del maestro Alcar.
Vivirás todo lo de tu propia vida, llegarás a conocer cada uno de los pensamientos, y solamente entonces papá volverá a la luna.
Harás viajes de planeta en planeta, mamá, viajes que a mí se me concedió vivir desde la tierra, lo que comenzó ya en mi juventud.
Ahora serás eternamente una con papá, nada podrá interferir ya en tu felicidad.
Llegué a conocer este universo, y más adelante, cuando llegue el momento, verás y vivirás que los maestros hablan a la gente de la tierra por medio de mí.
Ahora vamos a casa, mamá, ¡a ‘s-Heerenberg, mamá!
André le hace sentir lo que todo esto significa en el espacio.
Las estrellas y los planetas hablan, también “Wayti” da su amor a Crisje.
La madre de André oye y percibe esto conscientemente, alcanza esta unión porque la luz que planea al lado de ella sabe analizar estas leyes.
¡Y ese es su “Jeus”!
Sí, sí, Crisje, este es tu propio “Jeus”, pero además el maestro André-Dectar.
—Mira, querida Crisje, esa es nuestra buena madre tierra.
Ahora nos encontramos en la esfera de ella, has visto que desde el espacio nos hemos acercado a la esfera de ella, que ahora está en tinieblas.
Lo que dice la Biblia de esto, mamá, está mal según la verdad, y también todo eso te lo aclarará papá.
Entonces volverás a ver a tu gente: Peter, la tía Trui, el tío Gradus y todo aquellos otros que han completado sus vidas, pero que tienen que representar una esfera propia.
¡Están vivos, Crisje!
Con papá visitarás a Johan, Bernard, Hendrik y Teun; Gerrit está en las esferas, ya lo sabes.
Llegarás a conocerlo todo de ti misma y de tus hijos, mamá, absolutamente todo, ¡porque tendrás que despedirte para siempre de la madre tierra para prepararte para el “cuarto grado cósmico”!
¿Puedes ver, mamá, mi querida e inmaculada Crisje, ante qué estaré cuando más adelante el maestro Alcar comience con el siguiente viaje?
Entonces veré y viviré el “Omnigrado” divino y consciente por medio del que el maestro Zelanus escribe los libros.
¿Puedes imaginar, mamá querida, lo que todo esto significa para nosotros?
Los maestros han convertido mi vida en un espacio.
Mira toda lo que vive, mamá, pero sintoniza con ‘s-Heerenberg, se nos concederá vivir juntos tu muerte allí.
Si hubieras aceptado un Dios de condena, mamá, habríamos sido odiosos y mentirosos, habríamos engañado al ser humano y a la vida de Dios, no habríamos sido capaces de vivir esto.
—Lo sé, Jeus... —puede decir Crisje, y eso le da a él todo.
André le explica por qué la tierra vive en tinieblas y por qué y por medio de qué ha obrado que se hiciera de noche.
Y entonces ha llegado al momento en que puede mostrarle desde el mundo espiritual que debajo de ellos está la tierra, con absolutamente toda la vida de ella, donde hay tanto sufrimiento.
Siguen planeando, ella puede ver la vida en la tierra, gracias a su amor luminoso mira a través de toda la materia.
Ahora Crisje percibe el amor profundo de él, sabe que por ella, “Jeus” fue capaz de absolutamente todo.
Crisje comprende ahora por qué los pueblos de la tierra luchan, lo comprende todo, aunque habrá que explicarle las leyes divinas.
Ambos ya viven su felicidad, esta imponente unión, como hermanos, y esa es la intención, o André no avanzará.
En esta esfera le enseña la iglesia material, le hace entender de lo que fue capaz la iglesia católica, y lo que sigue haciendo; ella, ahora libre de toda influencia material, lo comprende.
Ya son criaturas de una misma esfera y un mismo mundo, flores de un mismo color, pero ¡almas de un mismo Padre!
Crisje ha amado absolutamente toda la vida de Dios, todo, todo, ¡durante su gran vida en la tierra ni una sola mentira cruzó sus labios!
Crisje contempla la vida en la tierra, pero André sigue sintonizado con ‘s-Heerenberg.
Ve cómo ella va rejuveneciéndose.
Su Crisje es hermosa, celestialmente hermosa.
Ve que ya ha recibido sus flores espirituales de manos de Miets, su hermana pequeña, y sabe que su casa espiritual está lista.
Más adelante vivirá y verá su felicidad en las esferas, la entrada al mundo astral.
Sabe lo que le espera más adelante.
—Ahora vamos planeando por encima de la tierra, mamá... —continúa André—.
Y lo ves: nada se mantiene oculto para nosotros.

Somos conscientes para toda la vida de Dios.
Todo es imponente y se lo enseñaré a la gente en la tierra, mamá.
—Siempre lo he sabido, Jeus.
Ahora André disfruta de su dialecto, aunque desde la vida suya sigue cargando la vida de ella, que ella comprende y puede aceptar.
Para él también esto es una gracia, por eso él es “Jeus”.
Y ella lo comprende, porque la ha acogido por completo en sí.
“Mi madre”, puede decir André, “¡es un ángel!”.
Y esa felicidad la carga de vuelta a ‘s-Heerenberg.
Esa felicidad le da ahora la posibilidad de vivir su muerte y Crisje le hace sentir que también ella está lista; procesará todo lo de allí, sus últimos días.
“Ay, mi Jeus”, le da a su hijo.
Delante de Crisje se revelan mundos divinos.
Ella está despierta y consciente, puede dar respuestas y palpar el milagro; después, su vida está radiante.
‘Hay que ver’, piensa André, ‘mira su cabello rubio, su túnica imponentemente hermosa, la luz en sus ojos, Dios mío, y eso ¿ya?’.
Dice:

—Casi llegamos, mamá.

Crisje asiente con la cabeza, lo comprende y se entrega ahora a su conciencia y maestría.
Allí Crisje vivirá sus últimos días.
También André, juntos llegarán a ver este regalo divino.
Un poco más tarde han llegado al lugar en que vivió Crisje.
André ve de inmediato que quince días antes de su partida le entró la sensación de que iba a morir.
La ve allí en su pequeña habitación, detrás de la ventana, y ve a su padre y a Miets, quienes de vez en cuando la visitan desde las esferas.
La Parca está delante de Crisje, pero a ella la muerte no le asusta, la conoce.
Primero se les dan a ver imágenes del pasado.
Crisje está delante del momento en que da a luz a su primer hijo, luego sigue Bernard y ahora llega “Jeus”.
Lo viven allí, tomados de la mano, uno de alma en alma.
Una escena va sucediendo la otra.
Crisje se ve a sí misma en la iglesia, ve como nacen absolutamente todos los demás chicos, ve que Bernard es atropellado por el tranvía, ve a Jan Knie’p, a quien ya se le concedió visitarla en las esferas, y luego llega la escena de la partida del “Largo”.
Al Largo, su Hendrik querido, lo ponen en el ataúd.
Jeus habla con su padre —por medio de los maestros.
Ahora Crisje ve al maestro Alcar desde este mundo, ve todas esas escenas imponentes que a André ya se le concedió ver antes por medio de su maestro.
Crisje se abre a su Jeus, y su hijo mira hasta en lo más profundo de su ser.
André entiende ahora que Crisje empieza a percibir que se acerca su final.
Crisje es consciente de sus sentimientos, sabe que es la “muerte” la que le dijo que va a morir ahora.
Ya no vivirá el final de esta guerra, ¡se acerca la hora de la partida!
Su marido, el segundo padre de Jeus, no lo percibe, no ve nada, porque esta vida no posee esa sensibilidad.
¿Qué va a hacer Crisje?
¿Hablar con esa vida?
André lo vivirá pronto.
Hay silencio en su pequeña habitación, donde está sentada para pensar.
André puede seguirla, ahora ya está despidiéndose de sus chicos, y también ella alberga el imponente deseo de tener a “Jeus” con ella, pero eso ahora no es posible.

Si no hubiera habido guerra, si el camino a la casa no hubiera estado cerrado para André, le habría pedido ir a verla.
Eso lo ve él y lo recibió de su parte en La Haya, por lo que habló con Jeus sobre la vida y la muerte de ella.

Este silencio es enorme.
Crisje espera, está esperando su muerte.
Sabe ahora que no volverá a ver a sus chicos.
Pero también percibe, según ve André, que ella tiene la sensibilidad, que verá a su Largo y a Miets, y que volverá a vivir.
Cómo será esa vida, eso todavía no lo sabe, pero ¡ella nunca aceptó el “Juicio Final”!
Ella vivirá, por supuesto, porque Dios no condenará ninguna criatura.
Y ella no tiene miedo, nunca le ha hecho nada a ninguna persona, no se podía ver en la vida de ella.
Ella puede entregarse, André lo ve, y lo hace, pero pensando en todo lo suyo y de los niños.
¡Es la despedida consciente para la tierra!
André está aquí y sigue tomándole la mano, una escena va sucediendo a otra.
Y entonces se acerca el día anterior a su partida, mañana será el día.
¿Qué va a hacer mamá ahora?
André ve de todos sus hijos, él estuvo conectado con ella más intensamente.
Sí, Miets y Teun también estaban cerca de ella, también Johan, en realidad todos sus hijos; no obstante ellos han construido su lazo espiritual, desde el nacimiento, según ve André, y los demás estaban excluidos de él.
El amor no se deja engañar, según Crisje ve ahora, ¡esta cosa de André trataba de todo!
Ahora André ve la diferencia en cuanto a sentimiento y también amor que sus hijos le dieron a vivir.
¿Fue amor, eso que le dio Gerrit?
Los demás chicos, ¿han pensado en ella, la han cargado siempre?
Para nada, pensaban en sí mismos, era como si la hubieran olvidado, y aun así...
De vez en cuando volvían volando a Crisje, algo que Hendrik y Teun no pudieron hacer desde Estados Unidos, sí, sí, Hendrik sí, vivió este placer en 1938... pero, según ve André, eso no es amor; esa vida nació aquí y ahora se siente distinta.
¿Qué es el amor, hermanos míos?
¿Qué es el amor, mi Crisje?
Se me concedió cargarte día tras día y jamás estuviste fuera de mi vida, es por eso que ahora se nos concede vivir esto juntos.
Tus otros chicos no habrían sido capaces de hacerlo.
No poseemos nada de eso y ellos todavía tienen que asimilarlo.
Soy yo, mi Crisje querida, ¡con los demás no puedes vivir nada!
Quien más adelante lea los libros sobre nuestra vida podrá comprenderlo y también lo aceptará.
Crisje no puede cambiar nada en su película vital.
Se va revelando una imagen tras otra.
Pero ella conoce los caracteres de sus hijos como se conoce a sí misma.
Sabe que todos fueron distintos y André puede verlo ahora, las leyes lo dicen, porque cada una de las personalidades ha de representar esa sintonización espiritual.
No obstante fueron sus hijos, su sangre y su vida.
Cómo amó sus vidas.
André ve que ella ya no tenía nada más que darles a sus hijos, ¡lo dio todo!
¿Por qué Johan, Bernard y los demás no lucharon por la vida de ella?
¿Lo ves ahora, madre mía?
Es allí donde vive, ahora sé por qué luché tan intensamente por tu vida.
André ve que Crisje envía sus pensamientos a sus hijos y que quiere alcanzarlos a todos en pensamientos.
Y él ha captado esos pensamientos.
También Teun en Estados Unidos, también Bernard, también Johan percibió algo, pero ahora puede percibir que incluso esos pensamientos volvían a la vida de ella.
También eso, ve Crisje solamente ahora, es un milagro.
Los chicos en Estados Unidos percibían sus pensamientos.
Teun dice a su mujer: “Mi madre no está bien.
Creo que mamá va a morir ahora”.
Esos pensamientos, materializados allí, en Estados Unidos, volvían a Crisje, incluso de manera infalible, por lo que a su vez ella percibió que sus hijos la habían percibido a ella.
Eso le dio sosiego, según ve André, la alegre sensación de que sabe lo que va a ocurrir aquí.
Son los telegramas espirituales, según ve André, que ella envía y que cada madre enviará a los seres amados a lo lejos, el amoroso contacto humano de unión cuando se da y vive este gran paso.
El suceso es imponente, para él y su madre, viven ahora la realidad espiritual.
Seis chicos, y ni uno está a su lado, pero desde lejos los hijos envían sus sentimientos y dicen: “Mamá, lo sé, vas a morir, pero pienso en tu vida”.
André ve ahora cómo están presentes aquí sus pensamientos que le envió desde La Haya.
Habla con ella día y noche, y ella ha captado cada uno de sus pensamientos conscientemente.
Ahora todos sus hijos, uno por uno, vivían en su corazón; una y otra vez, según ve André, esas sombras de la realidad se asoman un momento, y puede deducir de esas sombras lo fuerte que fue el amor por Crisje de Johan, Bernard, Teun y Hendrik.
Gerrit se manifestó a su vida en La Haya, un poco más tarde de que se ahogara por un pez, de que el pez que pescó lo pescó a él, y accedió al mundo astral.
Entonces su padre se manifestó con Gerrit y supo: también esa vida ha abandonado la tierra.
También eso lo percibió Crisje.
Ella tuvo que haberlo percibido, según ve André, porque papá y Gerrit están aquí en su pequeña habitación se lo han hecho sentir.
André ve que ella se acuesta, cansada de tanto pensar.
En la tierra hace frío, los alemanes gobiernan también aquí.
El hombre que es suyo está todavía allí, no percibe nada de la muerte.
Ni sería posible, según ve André, porque esa vida todavía tiene que despertar para esa sensibilidad.
Pero hay alguien más que vela, que la apoya, que le da su amor, y es su padre, Hendrik el Largo, el alma gemela de Crisje.
Miets, mi Miets querida, ¡te veo!
Miets también está allí.
Sintoniza con su madre, ya vive debajo del corazón de Crisje, padre e hija volvieron desde las esferas de luz a la tierra, a Crisje, para ayudarla a cargar para la muerte.
‘¿No es eso milagroso, madre?’, le hace sentir a ella.
Es de noche, según ve André.
El hombre a su lado está dormido, mamá está despierta, pensando.
De pronto ve a su “Hendrik”... a papá y a Miets.
—Hendrik, ay mi Hendrik.
Miets, mi Miets.
En ese mismo instante, ve André, se hunde en el sueño.
No, no, todavía no se desprenderá de su organismo, ahora se preparará, este fue el primer contacto espiritual de sus seres queridos.
Pero un poco más tarde, ahora, mientras duerme, ella llama por Miets, su única hija, que era como ella, que era como ella se siente y ama, ¡y con la que ahora es una!
André ve que su padre vela, que vela por esta vida, cuyo amor percibe y ha llevado siempre dentro de él.
El padre y la hermana de André se quedan con ella.
Crisje grita dormida, pero mientras duerme sigue siendo consciente: “Hendrik, mi Hendrik, ahora ya nunca más estaré sola.
Mi Miets.

Mi Miets, ay mi Hendrik”.
Crisje reconoce a sus seres queridos, André lo ve.
Hay una felicidad desconocida irradiando a través de su ser entero, está lista.
André oye que dice: “Ahora nunca más estaré sola”.
Sus labios dicen: “Ahora nunca más estaré sola”, lo que ahora Crisje misma ve y puede vivir.
Hay silencio, pero André lo percibe: ella es fuerte, lo está procesando todo, como una reina mira su respiración, su alma y espíritu, su personalidad espiritual.
Crisje ve que quiere hablar, pero que no es posible, ese hablar ocurre de manera espiritual, interiormente lo procesa y vive todo, esta unión de alma en alma con sus seres queridos.
Y entonces oye a su Hendrik diciendo:
—No, no, Cris, ahora ya nunca más estarás sola, nunca más, ahora estaremos eternamente juntos.
Miets está aquí, Cris.
Un poco después llega a oír: “Hemos venido a buscarte”.
Y después, según ve André, ella se despierta.
Mamá vivió su respuesta mientras dormía, como él tuvo que vivir las visiones.
Ahora ella sabe con certeza que va a morir.
Ahora sabe que tiene que prepararse.
Ahora puede despedirse de sus amigos, si quiere hacerlo.
Lo sabe: esa era la muerte, pero esa muerte era su Hendrik y su hija.
No tenía que tenerle miedo a esa muerte, es amor inmaculado, ella conoce esa vida y ese ser.
Por medio de esa muerte ha vivido su imponente amor en la tierra y ha dado a luz a sus hijos.
Claro, Crisje, ¡así exactamente es la muerte para el ser humano!
Dos seres felices, de la tierra del otro lado, volvieron a la tierra para ir a por su ser querido, para preparar a esa vida para desprenderse de la materia.
¿No es un milagro imponente, Crisje?
¿No es esta la felicidad más elevada de todas para el ser humano, para papá y mamá y sus hijos?
Eso es lo que esta humanidad entera tendrá que asimilar.
Solamente entonces se nos dará a vivir la felicidad en la tierra.
Aquello que al ser humano le da miedo, ¡aquí es felicidad!
Es aquí el reencuentro eterno.
Crisje lo ha vivido y está pensando, solamente ahora envía sus pensamientos conscientemente a sus hijos.
André ve ahora que su amor y pensamientos llegan a él, y los ha acogido; a partir de ese momento supo que ocurriría pronto.
Crisje no está delirando, según ve, ¡su madre sabe con certeza!
Aquí no se puede hablar de miedo ni de delirios.
Las horas que todavía le quedan las vivirá conscientemente.
Espera ahora el momento de la separación, la liberación de esta vida material.
André ve que sonríe, mamá sonríe, porque sabe que más adelante estará con Hendrik y Miets.
¡Su muerte le da felicidad!
Su vida es felicidad, porque ella la ha convertido en eso.
Para su vida, sus pensamientos y sentimientos, estos momentos, estas horas son celestiales.
Aunque tenga que morir sola, ¡lo tiene todo!
Aunque le gustaría sentir a Jeus a su lado, ¡es que él está allí!
Sí, sí, está allí, todos están allí, no la han olvidado, aunque uno llegue a estar dentro de su corazón y el otro esté en el umbral de su morada del corazón, están allí de todos modos.
Y eso le da felicidad, según ve André, le da todo para dar este salto detrás del ataúd.
Sí, mamá, ¡es lo que ahora estás esperando y eso vendrá!
Vuelve a quedarse dormida.
Ahora su sueño está profundo, no habla.
Está juntando fuerzas para morir más adelante, pero su alma ya se está liberando de los sistemas materiales.
Solamente percibe, y ¡ese sentimiento le da el saber universal!
Crisje sabe que pueden ir a por ella, para otras personas ese “ir a por ellas” no existe, entonces el ser humano vuelve a la tierra o tiene que aceptar un mundo tenebroso, ¡los infiernos!
Pueden ir a por ella, ella vive un solo contacto espiritual, que es la muerte.
¿No es sencillo, mamá?, le hace sentir ahora.
¡De eso conozco cada una de las leyes!
Ya hemos escrito quince libros sobre esto, madre mía.
Quince libros para el ser humano en la tierra, para prepararlo para aquello cuyo grado de vida espiritual vivimos.
Sí, mi Crisje querida, conocemos siete camas mortuorias distintas, que son siete grados de vida para liberarse del organismo, que para algunos significa felicidad, para otros miseria, miseria terrible, porque entonces pertenecen a la tierra del odio.
¿No leíste nunca en mis libros que te envié sobre todas esas camas mortuorias imponentes?
Sí, lo vi, mi Crisje, leíste el libro mío, sacudiste la cabeza, y aun así estamos ahora ante la realidad, ¡lo estamos viviendo nosotros mismos!
André ve que allí está ‘Aquellos que volvieron de la muerte’.
Crisje no leyó todos sus libros, ese sí, y ve ahora que todo es verdad.
¿Cómo ha procesado el libro?
Ahora lo ve, lo puede seguir, aunque ella no lo haya comprendido todo de esa obra, ha aceptado la muerte, vio en el mundo astral, también Crisje era clarividente.
En ocasiones vio a Miets y a papá, también en eso era una de sentimiento en sentimiento.
A quien posea amor le tocará vivir una partida hermosa, llegarán diablos a visitar a quien odie, los demonios de las esferas tenebrosas, aquí están representados los cielos.
El organismo, percibe, se debilita, pero el espíritu descansa, y eso es imponente, amoroso, en eso viven Miets y su padre.
Ve ahora que Crisje y su padre tendrán que representar un mismo mundo, pero que Hendrik el Largo ha tenido que asimilar ese mundo en el tiempo que vive allí.
Pero ahora son completamente uno.
Puede darle esta imponente felicidad a Crisje, de pie delante de su muerte.
Lo que ellos ven, según sabe Crisje, ella ya lo ha vivido, miran en el pasado, el pasado es la felicidad de ella, eso vive allí y ella volverá a verlo más adelante.
Es el lazo materno que lo posee todo, según ve André.
El amor materno se eleva por encima de todo, y eso se conoce en la tierra, aunque no el grado de vida espiritual.
Y es esa concienciación por la que al alma como ser humano le toca vivir sus leyes para esta muerte.
Crisje volvió a la tierra para ser madre.
André ve su sintonización con la vida de ella, ve ahora dónde ya se han encontrado antes.
Esto es imponente, ¡Crisje ve esas vidas y acepta!
Puede estar orgullosa de su hijo y él lo está, porque esta alma como madre posee tanto amor.
Y esos son los fundamentos espirituales que ella pisa ahora, los vive, los mira, los percibe, es su propia esfera consciente y luminosa en la vida después de la muerte.
¿Puede Dios darnos aún más, mamá?
Para nada, ahora no nos falta más, ¡estamos sintonizados con las esferas de luz!
¡Y en ellas viven papá y Miets, mi hija también!
Ahora André ve que Crisje nació para él.
Ella era su contacto con los maestros.
Por medio de ella ha recibido este contacto, una madre menos sensible lo habría matado.
¡Para eso vivió Crisje su renacimiento!
Y ¿no es esto milagroso, mamá?
Nos envía a los dos a la “Universidad de Cristo”, ¡a cuyo servicio estamos!
También papá y Miets, cada contacto tiene relevancia ahora.
Solo ahora ve André cómo ella ha rezado por la vida de él.
Aunque él haya llegado a conocer las leyes para la oración, ella pudo apoyarlo por medio de esto.
El ser humano reza por la vida de sus seres queridos, pero cuando esa vida tenga que morir, no hay que rezar.
Eso la gente en la tierra todavía lo tiene que aprender, y llegará a ese punto, este “siglo” traerá la concienciación espiritual.
Ahora André ve y oye para qué ha rezado Crisje.
Rezó por él, para que se mantuviera sencillo.
Y siguió siéndolo, Crisje.
Crisje sabía lo dura que era su tarea para los maestros, ¡él lo está viendo y sintiendo!
En realidad, Crisje lo sabía todo acerca de su vida, aunque no conociera las leyes, mamá percibía y vivía esas leyes por medio de su imponente amor.
Ahora André lo ve: su madre era y sigue siendo un ser sobrenatural.
¡En amor!
¡Poseer una sola madre de estas es felicidad divina!
Ve y percibe que sus oraciones son profundas.
No reza como lo hacen otras personas, no pide, no ruega, ¡reza!
Ella fue la fuerza educadora y la animación para su vida.
Y ante eso inclina la cabeza.
¡Crisje recibe esas flores, se las ponen en los brazos!
Por la mañana temprano, como si nada hubiera pasado, se levanta y se pone con su trabajo, según ve André.
Cómo es posible, eso es tener fuerza.
No quiere quedarse acostada, quiere seguir en pie hasta el último segundo, quiere sentir el suelo, como si no quisiera avergonzar a la madre tierra.
¿Quién hace eso?
¿Quién piensa como ella piensa y siente?
¡Eso sabe hacerlo Crisje, su gran madre sabe hacerlo!
Pero el hecho de que se vaya a desprender de su organismo la persigue, ya vive dentro de ella y lo percibe, pero no pasa una sola palabra por sus labios.
El alma de su alma ha hablado a su vida, y Miets y papá no se alejan ni un segundo de su vida, la siguen ahora en todo.
El hombre de allí sigue dormido ¡y no siente nada!
Quiere trabajar, según ve André.
Pero ¿qué se va a poder trabajar todavía?
Quiere encargarse de la comida, pero ¿hay algo de comer?
Ve ahora que toda la gente la ha cuidado, la gente le trajo algo de comer desde todas partes, no hay nadie aquí que se haya olvidado de ella.
Crisje por aquí y Crisje por allá, la tía Crisje ha abierto todos esos corazones.
André sabía que su madre era amada y eso lo ha demostrado la gente aquí hasta ahora.
Lo ha ganado ella para sí misma, ahora es una imponente imagen vivirlo, es, pues, la certeza espiritual para su mundo astral.
Crisje se levantó, pero sabe que va a su “Omnipadre”.
¡Y eso ocurrirá pronto!
Es para llorar, pero él no lo hace.
Sigue su vida y actos.
Otra fuerza la obliga a que se levante de todos modos.
Ahora la espera no es tan larga, la muerte anda con ella por la cocina e intenta hacer todavía algo para la otra vida; a La Parca le parece bien y a ella le causa placer.
Claro, Crisje, así de bueno es La Parca.
Ya lo hemos conocido antes, ahora llega para ti y luego para mí, lo que para nosotros será la felicidad.
El hombre sale a dar una vuelta por la calle, Crisje vuelve a sentarse en la ventana y mira la vida.
Ahora empieza a pensar.
André ve que mira a través de los seres humanos y sabe decir con exactitud y certeza quiénes de todos esos vecinos la seguirán pronto.
Sí, vecina, ya experimentarás algo más adelante.
Allí va Antoon, se irá pronto.
Allí está la mujer de Es, ella se irá en cuatro semanas.
Y muchos más se irán, por más sana que esté toda esta gente, los organismos ya están crujiendo.
Pero ve ahora que eso no significa nada, piensan que se mantendrán con vida, la gente que había hecho acopio de comida para veinte años morirá.
Aquellos que andan por allí como esqueletos se mantendrán con vida.
Para Crisje no es extraño, pues, ella ve las leyes para vida y muerte, ¡ahora mira a través de la vida y la muerte!
De vez en cuando, André la ve sonreír.
Tomados de la mano siguen esa vivencia, no hace falta que se digan ni palabra.
Va por sí mismo, las horas se hacen borrosas, una sucede a otra.
Y eso seguirá rodando hasta que Crisje haya vivido la liberación del organismo.
Hay gente pasando por la calle Grintweg.
Conoce a toda esa gente, aunque aquí vivan muchos desconocidos.
Uno por uno llega a esa gente a ella, en realidad la están saludando desde la Grintweg y aun así no pueden verla.
Pero ella los ve.
Qué cosas, ¿no?
Alguien viene subiendo.
¿Quién es?
Crisje ya lo sabe.
Con una vecina comenta la miseria en la tierra, en esta vida.
Pronto llegará el final de esta miseria.
Esa mujer parlotea, percibe Crisje, y eso, pues, ella no lo soporta ya.
André la oye decir que tiene que descansar, y la mujer desaparece.
Habría podido decirle que mañana ya no estará, pero para ella, esa mujer no lo vale; nadie es digno de saber que ella va a morir, según percibe Crisje.
¿A quién de por aquí podría decírselo?
Entonces esos hombres y mujeres solo armarán un alboroto.
Todas esas mujeres y esos hombres que la han conocido desde niña, algunos, por lo menos, no causarán más que problemas, y las cosas se pondrán difíciles.
No, no, no dirá nada, nada, morirá sola, de todos modos están papá y Miets.
A André le parece que es sobrenaturalmente fuerte.
Así van pasando las horas, cae la noche, pero sus chicos saben lo suficiente.
Todos le devolvieron sus sentimientos, ahora lo saben: no volverán a ver a su madre para esta vida.
Crisje reza, el día entero va pasando mientras reza, ruega no recibir gracia alguna, ¡reza!
¡Da las gracias a Dios por todo lo que se le ha dado a su vida!
Sí, sí, mamá, ¡ahora mismo rezar es imponente!
Eso es rezar, es pedir un poco de unión, no se puede vivir nada más, ¡esto lo es absolutamente todo!
Y esa unión existe, papá y Miets andan por la casa y están listos.
Durante una hora ella leyó en su misal, el libro que él le dio, el pequeño libro que quiere llevarse al otro lado.
¿Lo recibirá?
Claro, se le dará, de eso se encarga el “Largo”... su Hendrik, lo recibirá de él, desde la vida detrás del ataúd material.
De vez en cuando va volando a la cocina para hacer algo, pero siente como se va debilitando.
¡Es un poderoso proceso de liberación!
Esta vida muere sentada y caminando.
Esta luz se apaga a sí misma, pero esta luz material de esta vida se construye detrás del ataúd, que es la liberación de los sistemas materiales y de la que él ya conoce y ha descrito cada una de las leyes.
Y entonces sale de su boca:

—Hendrik, estoy lista.
Ahora André ve que su madre está viva y ya está muerta.
Pero para estas horas lo mirará todo con estos ojos, los ojos de este organismo que le ha servido a ella como la personalidad.
A pesar de los golpes que ha tenido que aceptar, la vida, esta vida, fue imponentemente hermosa.
No conoció riqueza, no conoció felicidad prolongada, Hendrik se fue de su vida a los treinta y nueve años, y luego empezó lo otro, esto, para lo que lo ha entregado todo.
Ahora André la oye hablando a Nuestro Señor, del que no estuvo separada ni un solo segundo, el que le infundió alma durante su vida entera.
La cabeza y el corazón todavía funcionan materialmente, su alma y espíritu se despiden de la tierra.
Y todo eso mientras piensa y reza, su vivencia espacial hacia los chicos, sus hombres y las mujeres que ha conocido.
A este Hendrik ya no le toca oír nada, ahora ya no puede hablar a esa vida, ya no tiene nada que decirle.
Y también eso es milagroso para André, y lo viven muchas personas, ahora ya no hay nada que decir, eso deberían haberlo hecho esas personas durante los días sanos y felices, pero entonces esa gente no quería escuchar.
Ahora el ser interior se blinda por completo; quien no esté en armonía con el alma está fuera y tiene que aceptarlo.
Para la tierra, Crisje muere sola, según ve André; para el mundo astral no estuvo sola jamás.
Esa certeza, que no tenga que hablar, le da la fuerza de quedarse en pie durante estas horas.
Morir, según sabe André, es imponente, porque el alma recibe alas.
Esta es una “muerte” imponente... porque este fallecimiento significa reencuentro, felicidad, vida y amor eterno.
Esta muerte, le hace sentir André ahora, es recibirlo absolutamente todo.
A millones de personas les toca vivir otras leyes antes de partir de la materia.
Esta muerte es la continuación en el espíritu, el acceso al mundo espiritual, ¡el volver a ser uno para tu propio amor!
Justamente así lo quiso Dios para todos “Sus” hijos, pero ¿en qué ha convertido la gente la vida y la muerte?
Eso Crisje lo está viendo, eso él puede dárselo, ambos aceptan y se sienten felices.
Claro, siente André, eso quiere guardarlo para ella misma, y la otra vida de todos modos no lo comprenderá, esa vida se llevaría un susto de muerte y aun así no moriría.
Crisje quiere partir sola, ninguna de sus vecinas tiene que saber nada, se desprenderá de su organismo en silencio.
Esa certeza llega a su personalidad como un fuego sagrado, como una certeza.
Por supuesto, Crisje, ahora puedes morir sola, ¡tu última oración ha sido oída!
Rezó para eso, según ve André, únicamente para eso, y es lo más elevado para el ser humano si este ama el morirse, o este se vuelve miserable.
¡André ve que Crisje entiende que se prepara para una muerte que no existe!
Adiós papá, adiós Miets, ustedes son (sois) almas benditas y ahora es el momento de devolverle a ella algo de felicidad y amor.
También yo puedo darle algo, y lo estamos viviendo juntos, ¡qué imponente!
Ella sabe ahora que tiene las horas contadas.
Y esa fuerza también le indica que tiene que despedirse de todo.
¿Queda algo que yo tenga que cuidar?
Déjame pensar...
No, no, no hay nada.
Gracias a Dios, no hay nada, nada que ahora pueda molestarme.
Y ahora André ve imágenes imponentes que Crisje ha imaginado y percibido a fondo.
No, no, no hay nada, nada podrá interferir más adelante con su felicidad, pero así ella se está asegurando de la primera esfera, de la segunda y tercera esfera.
Esos son sus cielos en la vida después de la muerte.
Ahora André sigue su pensamiento y sentimiento imponentes.
Su madre habla por dentro, ¡habla a Dios y Nuestro Señor, a sus hijos y a su Hendrik el Largo!
—No, ya no hay nada en que tenga que pensar todavía.
No tenemos deudas, Hendrik, no le debo ni un centavo a nadie.
Nunca le he faltado en nada a nadie.
Lo sabes.
Toda mi vida trabajé duro, Hendrik.
En toda mi vida no he engañado a ningún ser humano, Hendrik.
No pueden decir de mí que odie, Hendrik.
Las personas son hijos de Nuestro Señor, Hendrik.
No, no, Hendrik, si reflexiono: no tengo nada que tendría que enmendar aquí.
Estoy lista.
Nada, ¡no hay nada!
No he hecho mal nada, ¡nada!
La gente lo sabe, Hendrik.
Allí podré mirarte a los ojos.
Sé que vives.
¡Sí, lo sé!
André la sigue y llora por dentro.
Esa es su madre, es igual de inmaculada que el espacio.
Sí, Crisje, tú no has hecho nada malo, nada.
Toda esta vida fue amor para ti.
Eso lo sabemos y lo sabe aquí toda la gente.
Ese fue nuestro gran ejemplo, Crisje, y jamás se me olvidó.
Nunca estuviste de verdad enojada, porque no albergabas esos sentimientos.
Has aceptado tus reveses, mamá.
Lo sabemos nosotros, tus chicos, y lo sabe el espacio, lo sabe Nuestro Señor.
Ahora se te concede morir sola.
Nada te molestará ahora, mamá.
¡Nada!
André lo ve: uno por uno a los chicos se les envían nuevamente sus sentimientos.
Ella envía conscientemente que ahora ha llegado su momento.
Y que están papá y Miets.
Ni uno solo de sus chicos se queda eliminado.
Oye ahora que ella conoce a los de su sangre.
Habla a sus hijos como si todavía fueran niños, da a sus chicos su espacio y sus sentimientos imponentemente hermosos.
André ve ahora que ella era más en cuanto madre, esta alma es como una filósofa.
Sus pensamientos son inmaculados, su vida es imponente.
Claro, él puede decir: mi madre no ha cometido todavía ningún error, no albergó jamás odio, demolición, nada de todas esas cosas que desgracian al ser humano, que pueden deformarlo; Crisje no poseía esos rasgos.
Dios mío, así lo quisiste, esta es una criatura verdadera, si la gente fuera como Crisje, viviríamos el paraíso en la tierra.
Quien la ve ahora pensará que hay un ángel viviendo en la tierra, su rostro transparente irradia amor universal.
Su vida se apaga como una vela, pero con conciencia imponente.
Nunca antes ha podido vivir algo tan hermoso, esto es el morir espacial.
Este ser humano no tiene miedo a la muerte, el alma como ser humano no conoce problemas, esta alma no tiene que llevar a cuestas ningún lastre; ¡mi madre es pura!
Cuando llega a casa el hombre, Hendrik Wageman... y le pregunta si hay algo, ella dice:

—No, no, no me pasa nada, ¿qué tendría que pasarme?

¿Percibe algo esa vida?
No, no, André lo siente, mamá no le dice nada, quiere morir sola, sola, y se le concede, toda su vida ha estado al servicio de esta vida.
¡Ahora ha llegado el momento!
Ahora puede despedirse de ‘s-Heerenberg, su calle Grintweg, de todo, aquí, donde ha vivido durante setenta años.
—No, no me pasa nada, ¿qué tendría que estarme pasando?
Sabe ahora que está mintiendo conscientemente.
Y Crisje no mintió jamás, no sabía hacerlo.
André percibe que también ahora sigue luchando y preguntándose: ‘¿Seré capaz de hacerlo?’.
¿Le está dado a un ser humano querer morir en total soledad?
Sirvió a esta vida.
André lo sabe, los libros que se escribirán sobre la vida de ella analizarán su personalidad y entonces ella llevará su corona universal.
¿Se le concede a uno morir solo?
¿Está permitido mentir al ser humano si sabes que pronto vas a morir, Señor Nuestro?
Lo conoces, ¿no?
He concluido mi tarea como querías que lo hiciera.
¿Se me concede morir completamente sola?
Y el hombre vuelve a preguntar:

—¿Pasa algo, Cris?

—No, no, no me pasa nada —sale ahora con conciencia y fuerza de su boca—, ¿qué tendría que pasarme?

Sabe que se le concede morir, morir sola, sola del todo, pero con papá y Miets.
Esa es la felicidad de ella, son el uno para el otro, esta vida no lo quiso, esta vida no estuvo abierta para el amor.
¿Y ahora?
¡Ahora ella morirá sola por completo!
El hombre habla de la guerra, según oye André.
Cuenta que los alemanes están recibiendo una paliza.
A Crisje ya no le importa.
Esta alma, según ve André, sufrió a causa de millones de seres humanos, rezó por millones de seres humanos, comulgaba por ellos, ¡esta vida imponente puede servir de ejemplo para Roma entera!
Roma, ¿conociste a Crisje?
Te predigo que algún día la humanidad estará abierta a esta vida.
A mi madre, Roma, a Crisje, esta vida imponente amó a la humanidad entera.
¡Crisje es inmaculada y también sagradamente pura!
El hombre va adonde los vecinos, tiene que contarles allí cómo están las cosas en la tierra.
Crisje hace algo; André ve que todas sus cartas están siendo quemadas, una por una reciben un beso.
Sí, Crisje, en todas esas cartas reside mi amor por tu alma hermosa, por tu vida imponentemente hermosa.
Cada carta le trajo algo desde La Haya; papá y Miets lo saben todo al respecto, y Nuestro Señor.
Qué agradecido estoy, mamá, ahora que veo esto, de no haberte olvidado nunca.
Qué feliz soy de haber podido estar al servicio de tus chicos.
Habrían podido hacer más, mucho más.
Aun así, tiene en sus manos la carta de Gerrit.
La carta que desde Estados Unidos trasfirió dos dólares para mamá.
También esa carta recibe un beso, la aprieta contra sus labios.
Todas sus cosas sagradas, las fotos de sus chicos, pasan por sus manos, las más queridas las rompe en pedazos, las rompe conscientemente, se las lleva al otro lado.
Estas escenas son imponentes para André.
Es increíble que se le conceda a uno vivir estas horas con su madre, y eso desde el otro lado, entre la vida y la muerte.
Incluso se ha encargado de su pequeña lápida en su tumba.
Ya no hay nada, nada, ¡las cartas están siendo quemadas!
—Hendrik, ¿hay algo más?
¡Házmelo saber!
—No, no, Cris... —llega a su conciencia—, ¡eso es todo!
Ahora lo sabe.
¿Todavía tiene que visitar a los vecinos?
¿Quién fue el más cariñoso?
No, no, ya está bien lo de los vecinos, también se ha despedido ya de ellos, hace años estaba ya lista con eso.
A este señor párroco no tiene nada que decirle.
El cura viejo, sí, ese era un ser humano.
Y ese hombre está bajo tierra.
Este es pobre.
A este no tiene nada que decirle.
Con este el ser humano no tiene contacto.
Este es... pobre... muy pobre... ¡qué pena fue siempre!
Theet Egging fue una buena persona.
Pero Theet lo sabe, nadie más, Theet sí, porque ella la conoce.
Durante cincuenta años entraba allí en la tienda, durante cincuenta años compró allí su café, su todo.
Theet es bueno, era bueno, sus padres también, el viejo era una buena persona.
¿De quién más me tengo que despedir?
Nadie, mañana ya no estaré, mañana todo habrá terminado y estaré donde papá, donde Miets, donde Nuestro Señor.
¿Hay algo más?
No, no, papá, no hay nada, nada.
Pero Dios dice que esto puede ser, se me concede morir completamente sola.
Toda su vida estuvo sirviendo, según sabe André.
Siempre dio, sembraba patatas para los pobres.
¡Era capaz de todo!
¡Lo tenía todo!
Y esa es su madre.
¡Es Crisje!
Este Hendrik puede saberlo todo de ella, pero esta partida, no, es, pues, para ella misma, no ha conocido nada más en su vida.
André ve que rezó durante años por esta hora.
Quería estar completamente sola con su muerte, rezó por eso.
Y eso, pues, se lo ha dado el Dios de todo lo que vive, Él mandó Sus enviados a la vida de ella.
¡Están allí su Hendrik y su hija!
André admira su personalidad.
¿Quién quiere morir completamente a solas?
Viven esta transición tomados de la mano.
Si todavía le quedaran fuerzas, le habría gustado abrir su propia tumba, pero eso no puede ser.
Entiende que la gente se burlaría de ella, pero también eso quisiera quitárselo a la gente.
Nunca aceptó nada de la gente a cambio de nada... trabajó por ello.
Y ahora alguien tiene que abrir su tumba.
¿Cómo puede remunerárselo?
¿Qué podría hacer para ello?
¡Así es Crisje, así, esa es su madre!
¿Queda algo más que comentar?
Déjame pensar...
No, no, ya no queda nada más, ¡nada!
Ahora sus pensamientos van a toda la gente en el pueblo.
Una por una, en pensamientos, visita de todos modos a las personas.
Adiós a todos... ya me voy.
¡Para mí se ha acabado el tiempo!
¡Gracias a todos!
Le vida fue hermosa.
Crisje recuerda, según ve André, cada una de las horas.
Bernard, cómo sufriste.
Qué difícil lo tuviste.
Primero arrollado por el tranvía, ¿y luego?
Eso es todavía mucho peor.
Bernard, fuiste apaleado.
Johan, fuiste apaleado, jamás se te entendió, Johan.
Jeus, tú sabías lo que querías.
Gerrit, has de inclinar la cabeza, aquí nunca fuiste capaz de hacerlo.
¿Hendrik?
Tú eras demasiado salvaje, y Teun, a su vez, demasiado bueno.
Ahora lo veo todo, sé qué va la vaina, cómo piensas y sientes, cómo es tu amor.
¡Ahora lo sé todo!
Ahora lo veo todo, absolutamente todo, miro a través de esta materia.
¿De verdad no queda nada en qué pensar?
No, no, creo que ya estoy.
Adiós, vecinos.
Adiós, gente, allí volveremos a vernos, porque sé que viviremos.
¡Jeus puede contártelo!
Jeus está aquí.
Puede contártelo todo de la muerte, ¡todo!
Pero eso te da miedo, gente, miedo, miedo por ti mismo y tu muerte, pero Jeus sabe todo al respecto, ¡todo!
Jeus estuvo en los infiernos y los cielos, Jeus escribe esos libros, pero ustedes no se atreven (no os atrevéis) a leer sus libros, por miedo a la muerte.
Temerosos de los pecados cometidos, porque saben (sabéis) lo que ha quedado echado a perder en esta vida.
—J e u s... ahora me voy.
¿Nos vemos allí?
André lo entiende: vive dentro del corazón de ella, y esa fue la fuerza por la que pudo mantenerse en pie, o habría sucumbido.
‘Mamá, mi Crisje, cuánto me alegro de haber sido fuerte, solo no habría sido capaz, ahora mismo lo veo: ¡fuiste tú!’.
Su madre es imponentemente profunda en cuanto a amor.
Este deseo de vivir la muerte a solas la coloca por encima de millones de personas.
Ella pertenece al deseo inmaculado de él, ¡de su padre!
¡Es Hendrik el Largo!
Qué imponente es la muerte humana cuando te atreves a hacer frente a la muerte y la conoces.
Qué fuerte eres, mamá.
No me habría esperado nada más de tu personalidad, pero esta humanidad ha de saberlo.
Sí, sí, Crisje, la muerte es increíblemente hermosa, más adelante planearás por el espacio, ella te cargará y amará ¡porque la muerte es vida!
No le des nada de eso a aquel de allí, porque esa vida no está lista para eso, esa vida no te conoció jamás, Crisje.
Es el regalo de Nuestro Señor, mamá.
Se desprende de su lado temporal, el universal anda por la casa y se llama Hendrik el Largo.
Es imponente vivirlo y verlo, ¡lo es absolutamente todo!
Mamá, te lo deseo.
Todo ha quedado perdonado.
Que el corazón de ella se haya desangrado hasta vaciarse cien veces ha sido perdonado.
Que haya tenido que gritar de dolor, tanto que la han oído en la frontera, ha quedado perdonado, ya no se piensa en eso.
Pero esto, la muerte, no la recibirá nadie, ¡es únicamente para ella!
Más tarde, este hombre llorará.
Solo entonces sabe uno lo que ha tenido.
El ser humano primero se tiene que ir, lejos de aquí, si el otro quiere saber cómo era esa personalidad.
Ahora hay vacío, pobreza, estar solos por completo.
Ahora el ser humano puede pensar y hacer preguntas.
¿No he hecho mal eso?
Ahora llega a haber respeto.
Ahora falta algo allí, ha desaparecido el cargar, el amor, allí en el cementerio yacen los restos de este ser humano.
Ya te gustaría, para nada, ¡voy a ver a Hendrik y a Miets!
Jeus lo sabe, Jeus lo sabe todo, Jeus puede contártelo todo si te atreves a leer sus libros, si deseas que se te conceda saber.
Pero no hay ningún deseo, no hay nada, ¡nada!
¡Todo es raquítico!
Pobre, ¡el ser humano es verdaderamente pobre!
Estas son las últimas horas de Crisje.
Hendrik, su padre, recibe cada una de las flores de su corazón, según ve André.
Escuchen: esta personalidad fue universalmente profunda y amorosa.
André ve a su padre y a Miets.
Crisje percibe a sus seres queridos.
Cada hora le da el poder de esta clarividencia.
Es el desprendimiento de la tierra, el alejamiento de aquí.
Crisje va adquiriendo ojos espirituales, ¡el alma como ser humano está ante su “yo” universal!
Ahora hablan los dones espirituales.
Y eso puede vivirlo cada ser humano que tenga luz, que sienta amor, que esté sintonizado con las esferas de luz, o llegarán tinieblas a tu vida y tu ser.
¡Aquí todo es luz, vida y amor!
¿Hay algo más?
No, no, pero estoy pensando, me despido conscientemente del vecindario, de esta vida, de este lugar en que se me ha concedido vivir setenta y cuatro años.
Aquí conocí el amor más grande y el más pobre que pueda vivir un ser humano.
Aquí, en ‘s-Heerenberg, en la calle Grintweg, aquí entre todos estos seres humanos inconscientes e insensibles.
¡Christina Hulst se va de este mundo!
Sí, sí, mamá, pronto te irás, lo sabemos.
Y esos sentimientos los recibe de papá y Miets, según ve André.
Ha vuelto el otro Hendrik.

—¿Pasa algo?

—No, ¡no pasa nada!
¿Qué tendría que estarme pasando?

André ve que Miets y papá viven en ella.
Papá estuvo aquí siempre.
Crisje no estuvo sola jamás.
Miets la cargaba desde las esferas de luz.
Jamás papá interrumpió este contacto imponente.
¡Jamás!
¿Alguien más que necesite de su ayuda?
La iglesia puede cerrar sus puertas para la vida de ella.
Había sido hermosa, pero no había sido todo.
Había sido buena, pero podría haber sido mejor.
Ahora la gente está delante de la “condena”, y eso no puede ser.
¡Tampoco lo creyó el primer párroco!
Y aun así nada ha cambiado y recé toda mi vida para hacer que eso cambiara, pero sigue estando allí.
Oh, sí, Hendrik, ¿quieres decirle a Willem van Bree que tenga cuidado o si no va a tener problemas, lo van a meter a la jaula.
Porque Willem está con el movimiento nacionalsocialista holandés, ¿no?
Tiene las mejores intenciones, nos cuidó o habríamos perdido nuestra casa.
¿Puedes advertir a Willem un momento, por favor, papá?
Así es cómo piensa Crisje en sus seres queridos.
Willem era un amigo de Jeus y Bernard, ahora está del lado equivocado, es lo que se dice, pero ¡Willem van Bree es buena persona!
Ahora Willem cuida a los pobres, sabe exactamente lo que quiere, pero esta gente no lo comprende.
Crisje conoce a Willem y sabe para qué se ha puesto ese trajecito.
Más adelante a Willem se le golpeará y pateará.
¿Quieres decírselo mañana a Willem, Hendrik?
Tiene que tener cuidado ahora o lo meterán entre rejas durante años y para eso ha sido demasiado bueno.
¿Algo más?
No, no, no creo que queda nada más.
—Jeus, cómo te preocupaste siempre por mí.
Son las palabras que recibe ahora de su vida.
Una hora más tarde está en la cama.
El hombre yace a su lado sin sentir que duerme al lado de una moribunda.
¿Es posible?
Claro, es posible, así de insensibles son las personas.
Pero un animal, un perro y un gato, una paloma, lo habrían percibido, a esos no puedes hacerles creer nada, al ser humano, sí.
¿Todavía puede seguir ocultando su muerte?, se pregunta André.
Claro, es posible, porque no hay ninguna unión, ¡o el ser humano lo percibirá irremediablemente!
Ahora no.
¡Ahora el ser humano no percibe nada!
¡Nada!
Y es una pena.
Así hay millones de seres humanos.
Millones de seres humanos están encima de sus ataúdes sin percibir a la muerte.
Un poco más tarde se oye: me voy, cómo es posible, tengo que morir.
Esa gente no puede vivir nada de todo eso, ¡nada!
Ahora André ve que sale de su cuerpo.
¿A dónde va su madre?
Alberga el deseo de despedirse un momento de Drikske, la hermana de Hendrik el Largo, que vive en el beaterio.
Drikske llega a tener su despedida.
Ahora André ve cómo duerme esa gente de allí.
Entran a la pequeña habitación de Drikske, esta mujer está despierta, pensando.
¿Percibe algo?
Sí, Drikske piensa en Crisje, percibe ahora que pronto morirá, que pronto partirá.
A Drikske le toca vivir bien y conscientemente su sueño vital.
Drikske se va quedando dormida y recibe su sueño de Crisje.
Ahora esta puede hablar a la vida en la tierra.
André ve que Crisje vive las leyes ocultas, las leyes de su alma y espíritu.
Drikske adopta sus pensamientos.
Esta alma inválida siempre estuvo aquí, tiene las manos paralizadas dobladas y reza.
Reza por Crisje en sueños.
Aquí viven personas hermosas, según ve André.
Drikske llega a saber de parte de ella que va a morir, que ahora se va.
Y esa alma lo percibe en sueños, este ser humano que duerme es sin duda más consciente que el ser humano que está despierto.
Claro, mamá, llegué a conocer todos esos millones de leyes.
Eso es posible ahora, ¡ahora Drikske lo sabe todo!
—Adiós, Drikske.
Allí volveremos a vernos.
Y cómo es posible, Drikske dice:

—Sí, Crisje, lo sé.
Mañana se lo contaré a todos.
André oye que estas palabras salen de la boca del ser humano que duerme.
Adiós, Drikske.
Y ahora un momento adonde las monjas.
Crisje lo ve todo, mira a través de la materia.
Están al lado de la madre superiora.
¿No ves nada, hermana?
Aquí está Crisje.
Sí, sí, va a morir.
La muerte no existe.
Haberte hecho madre, hermana, y habrías alcanzado más que ahora.
Para eso tienes que volver a la tierra, volverás a nacer, serás “madre”.
O tu evolución estará detenida.
Adiós, hermana.
No se te puede alcanzar, pero fuiste buena con Drikske y toda esa pobre gente.
Allí también está Duumke, según ve André.
Duumke, el de su juventud, Deut Messing está donde Nuestro Señor desde hace mucho ya.
Qué asombrosa que es esta vida.
Todo es imponente para Crisje.
Y entonces salen del beaterio y vuelven a mirar un momento la casa del señor párroco.
Este no, sino aquel otro, ese es.
A ese hombre lo han agarrado.
Era un ser humano fuerte, una persona buena y grande, pero allí a esa gente la matan, será un mártir para la iglesia.
Y ahora, a volver a casa.
¿Y si voy a ver a Jeus un momento?
Puedo volar, miro a través de los seres humanos materiales.
De ninguna manera, es demasiado lejos de casa.
No me atrevo.
Pero allí vive toda la gente.
No se atreve a salir o termina en la cárcel.
Adiós, gente, adiós a todo, ¡luego partiré!
Crisje vuelve a su organismo, pero Hendrik el Largo y Miets andan a su lado, cuidan su vida.
Mejor que nunca, con más nitidez incluso que ayer vive todas estas leyes, André lo ve.
Ahora ve que Gerhard ha hecho la transición.
Los sentimientos que le entraron en 1943 de pronto se vuelven muy agudos, puede ver por qué causa murió Gerhard y lo comprende.
Cuando Gerhard (Gerrit) se manifestó a André y este lo miró, y Gerhard tuvo que aceptar el maestro en él... eso ahora se volvió realidad para Crisje y ella lo sabe: allí donde está él, lo está pasando mal.
Santo cielo, allí podré cuidar al instante a uno de mis hijos, lo sabe ahora y se lo envían papá y Miets.
Qué felicidad.
¿Cómo está Gerrit ahora?
¿Ahora sabe inclinar allí la cabeza?
No quería saber nada de eso aquí, Hendrik.
¿Será capaz de eso ahora, Miets?
¿Es Gerrit capaz de inclinar la cabeza ahora?
Sí, sí, lo tenemos donde nosotros, Crisje, eso es lo que ella oye y ve, y lo que la hace feliz.
El mundo espiritual, según ve André, está ahora abierto para ella.
Tiene que volver un momento a su organismo, más adelante vendrá la liberación de esos sistemas.
Ahora, a pensar un poco en Hendrik.
¿Qué será de él cuando yo me haya ido?
Hendrik va a ir adonde Jan, un hijo de Otto, allí podrá terminar su vida.
Allí puede reflexionar sobre todo.
Así que también eso está arreglado.
Crisje desciende en su organismo, ahora vuelve a vivir en su túnica, de la que André puede darle ahora que conoce todas estas leyes.
Papá y Miets se quedan velando.
André oye ahora que ella lo llama, que sigue llamándolo, pero entonces el padre de él incide en la vida de ella y se queda profundamente dormida.
Todavía pasarán horas de sueño para ella.
Aun así siente cómo se va haciendo más joven, su alma ya posee las Alas Espirituales.
André lo ve: la vida que está extinguiéndose se relaja, el organismo entrega la lucha.
Ahora el alma libera los sistemas, el sistema nervioso reacciona ahora ante la sensibilidad de su personalidad, no hay miedo ni estremecimientos, no hay agonía que pueda detener el alma en su salida libre.
¡Esto es morir de manera armoniosa!
¡Justo así es como lo quiso Dios!
Quien pueda morir de esta manera ¡percibirá y vivirá felicidad!
Mientras duerme se siente completamente feliz.
Sus pensamientos son luminosos, su marido vela y su hija vela.

Al alma se le envían esos pensamientos y fuerzas, y lo succiona como amor.
¡Esto es saber!
¡Esto es ser uno solo con la muerte!
¡Esto es entrega!
Por la mañana está despierta.
La muerte no ha venido todavía.
Pero sabe de eso, ahora se le ha mostrado la hora.
“Hendrik”, exclama en pensamientos, “¿todavía estás allí?”.
Sí, sí, allí está papá, ¡su alma gemela!
Este Hendrik piensa que todo está bien.
El hombre vuelve a quedarse dormido.
Un poco más tarde vuelve a despertar.
¿Qué hora es?
Las seis de la mañana.
Crisje piensa en él, André lo ve.
“Así es mejor”, envía a Jeus, “o nos habríamos hecho pedazos el uno a la otra.
¡De esto se trata!
Moriré completamente sola.
Sé muy bien que te gusta estar conmigo y que habrías podido dármelo todo, pero están aquí papá y Miets”.

—No, ya no puedo levantarme, ya no puedo hacerlo.
De ninguna manera, Hendrik —oye que se le dice al padre Wageman—, me quedo acostada.
Estoy cansada.
Estoy tan cansada, no por dentro, sino por fuera.

—¿Tanto frío hace?

—Sí, sí, hace frío.

—¿También oíste esos horrorosos disparos?

—Sí, Hendrik, lo oí.
Pero ahora la guerra ya no durará mucho más.
A ver...
Estamos en enero.
Febrero, marzo, abril... entonces llegará el final, Hendrik.
Sí, sí, entonces ya no habrá guerra.

El hombre no escucha, según ve André, qué es lo que quiere semejante ser humano.
Esto no va a terminar ni en cinco años.
“¿No nos habríamos desgarrado el uno al otro, Jeus?
¿No es mejor así?”, le toca a André percibir de parte de su vida, ahora que el hombre se levanta y comienza con algo.
También aquí se bebe un cafecito de achicoria, mamá no tiene nada más.
El reloj, el viejo reloj frisón de antes sigue marcando la hora.

—¿Qué hora es? —pregunta Crisje, porque ha vuelto a quedarse un poco dormida.
Son las diez.
Ahora viene el final, André lo siente.
El Hendrik de ahora se va un momento.
Va a ver rápidamente a Mina, abajo.
Ahora Crisje se prepara.
Entiende que ya no volverá a verlo.
Cuando vuelva el hombre, casi se habrá ido.
Ahora es así.
No se puede vivir nada más.
Hendrik va a echar un vistazo donde Mina.

—¿Cómo está Crisje, Hendrik?

—Pues, está cansada, Mina.
Pero ¿quién no lo está?

—Estos últimos días le vi mala cara, Hendrik.

—Sí, Mina, pero ¿quién no la tiene?

—Eso es cierto, Hendrik.
Muy cierto, Hendrik, ¡ya todos nos hemos quedado sin nada que decir sobre eso!
Aquí no se pueden vivir gemidos.
Los minutos parecen horas.
¿Qué hora es ahora?
Abre los ojos y oye el tic tac de su propio tiempo.
Ahora La Parca habla a su ser.
Allí están Hendrik y Miets, hablan.
—Un poco más, Cris, y entonces estaremos juntos eternamente.
—Sí, Hendrik, lo sé.
—¿Mamá?
—¿Miets?
—¿Cris?
—¿Hendrik?
El otro Hendrik vuelve y mira a Crisje.

—¿Pasa algo?
¿No te sientes bien?
Santo cielo, ¿pasa algo?
Hendrik baja las escaleras corriendo, tiene que venir Mina, pero mientras tanto Crisje está libre de su vestidura y ha sido acogida por Miets y papá.
Eso lo ve André.
Ella no siente lo que va a ocurrir en la tierra.
Claro, puede venir el señor párroco, pero ella ya no lo necesita, se lo han ahorrado, ya no necesita nada de la iglesia, señor párroco.
¡Cristina Hulst ya no está aquí!

—Vamos, Cris, di algo.

Ninguna respuesta.
Mina ve que Crisje ha muerto.
Cómo es posible.
Esa buena de Crisje se ha ido, la hemos perdido.
Cristina Hulst ya no puede contestarte.
‘s-Heerenberg, ¡ha muerto Cristina Hulst!
La madre de Jeus, Johan, Bernard, Gerrit, Hendrik, Teun y Miets, la mujer de Hendrik Rulof, ahora de Hendrik Wageman, ya no está aquí.
¡Está muerta!
Acaba de morir.

Aquello que está allí lo puedes enterrar ahora.
Pero ¡has perdido a una santa!
Has perdido a una criatura de Dios, hijos de ‘s-Heerenberg, ahora pueden enterrarla, nosotros nos la llevaremos y la conduciremos a las esferas de luz.
Allí tal vez la volverán (volveréis) a ver, pero entonces sus (vuestras) vidas tendrán que cambiar mucho.
Ahora el hombre llora.
Hendrik Wageman, viviste al lado de una santa y a esa vida la conociste como tu mujer.
Ahora esa alma le pertenece a otro.
Te pertenece precisamente aquello con que en la luna se te concedió vivir tu propia división.
Esta alma es de otra persona.
Gracias, Hendrik Wageman.
Los últimos años fuiste bueno con ella.
Te doy las gracias.
Esas son las palabras de Hendrik el Largo, su padre, según ve y oye André.
El Largo le da las gracias a esa vida, pero ahora ya nadie más llegará a vivir a su Crisje, nadie, ¡esta vida es suya, y para la eternidad!
Ahora André ve que su padre y su hermana se llevan a Crisje cargando.
El ser humano Crisje empieza con su “ascensión”, como solo los santos pueden vivirla.
Rodeada de esos poderes y fuerzas, André ve que ella ya está cambiando.
Se vuelve joven y hermosa, porque su alma es hermosa y joven.
No, no, Cristina Hulst ya no dice una sola palabra más, para la tierra ha muerto, pero ¡su espíritu vive!
Adiós, ‘s-Heerenberg.
Adiós, calle Montferlandseweg.
Calle Zwartekolkseweg.
Adiós, castillo hermoso.
Adiós, pobreza.
Adiós, riqueza.
Adiós, todos los que me amaron.
Voy a mi cielo, ¡Hendrik y Miets están allí!
¡Y todos mis hijos saben que me voy!
Adiós, pues.
—¿Crisje está muerta?

—Sí, Drikske.

—Lo soñé esta noche, hermana.
Soñé que Crisje estaba conmigo y me dijo que se iba a morir.

—Cómo es posible.

—Sí, sí, es un sueño hermoso; para nada, soñé con la muerte.
Pero Crisje todavía dijo que no estaba muerta.
Qué sueños tan extraños que puede vivir uno.
Mira cómo van corriendo.
Al señor párroco se le concede darle la extremaunción, los santos óleos de Cristo, pero a Crisje eso no le hace falta.
No, no, mamá, ¡ya no te hacen falta!
¡Y la condena no existe!
Para nadie en absoluto.
Hendrik el Largo y Miets la cargan ahora a través del espacio a las esferas de luz.
Crisje duerme.
Pero ahora mismo sigue conscientemente todo con André.
Y luego, si quiere vivirlo, se le concederá ver su propio entierro con su Hendrik y Miets.
Si ella lo quiere, pero ¡no hace falta!
Mira, el maestro Alcar está con papá y Miets.
Ahora André ve que el maestro Alcar ha seguido en todo a Miets y papá desde su mundo consciente.
Allí están los maestros.
Dan la bienvenida a la madre de André.
Ella ha dado a luz a un profeta.
Y esa conciencia la tiene tomada de la mano.
Prosiguen su camino, a través del espacio van a las esferas de luz, el cielo de Crisje.
¡Su casa está lista!
Así es cómo se recibe a los seres queridos.
Es posible cuando el ser humano posee luz.
De lo contrario no es así.
Al ser humano lo recogen demonios o seres humanos felices, su amor.
Eso es entones la felicidad para la vida detrás del ataúd.
Quien quiera vivirlo tiene que sentir amor por toda la vida de Dios.
¡Y eso Crisje supo hacerlo!
Un momento, según ve André, su madre abre los ojos y mira a los de su padre y de Miets.
Sonríe.
Todo está bien.
Dios mío, qué imponente es este amor.
Papá, Miets, los (os) amo.
Siempre hemos seguido siendo uno solo.
Ahora siempre tendrás a mamá contigo.
Yo lucharé por su vida.
¡Continúo para contarle a la humanidad sobre esta felicidad, papá, Miets, Crisje!
¡No sucumbiré!
¡Ahora ya no!
¡Nunca jamás!
¡Voy a continuar conscientemente!
Ahora Crisje vive en su propio amor.
André ve que lleva una vestidura de una belleza imponente.
Allí están ya las esferas de luz.
Esta es la primera esfera, pero vamos a elevarnos más.
Hacia la segunda y tercera esfera ve su morada espiritual, pero más adelante accederá a la tercera esfera.
Papá está listo para su vida.
Santo cielo, papá, cómo has trabajado en tu vida.
Miets, qué hermosa estás.
Y entonces acceden a la morada espiritual de Crisje.
Papá y Miets y el maestro Alcar acceden a su morada.
Allí vive Crisje, es un imponente palacio.
André conoce la morada humana y espiritual del alma.
En sus viajes vivió millones de moradas.
Esta tiene miles de senderos, se puede alcanzar esta vida desde el norte, el sur, el este y el oeste.
Crisje estuvo abierta ante toda la vida de Dios y amó.
Esta es su morada.
Su palacio en que vivirá con su amor.
La acuestan, rodeada de luz, vida y amor, hay flores de las esferas.
Los pájaros cantan.
Millones de alma saben cuánta conciencia posee Crisje.
Millones de almas saben quién es ella.
Allí está su hijo, André-Dectar, un maestro en la tierra, el Príncipe del espacio está con ella.
Madres, padres, hijas, hijos, ¡aquí hay felicidad celestial!
Abre los ojos un momento, mira toda su esplendor y ahora llora de felicidad.

Miets vive de verdad en ella y la ayuda un momento a cargar, tampoco es tan sencillo procesar esta felicidad.
¿Mamá?
¿Miets?
¿Crisje?
¿Hendrik?
Allí está Jeus.
¡Pero “J E U S”...!
¡Pero Jeus!
Crisje se queda dormida.
Los maestros y los ángeles velan.
Hay fiesta en las esferas de luz.
André lo sigue todo.
Conoce su despertar.
No hace falta que le cuenten nada.
Sabe exactamente cuándo despertará.
Y cómo se sentirá entonces.
Y es cuando se volverá a despertar.
Papá y Miets están aquí, pero Miets se va.
Papá, ahora sí la tendrás para la eternidad.
Vuelve el maestro Alcar.
Ahora André oye lo que el maestro Alcar tiene que decirle al Largo.
Crisje oye que más adelante vendrá a por ella.
Tiene que prepararse para visitar a Jeus.
André ve que el maestro Alcar le da el porque.
Crisje lo comprende, también esa será una gran felicidad para su vida.
¿Volverá a ‘s-Heerenberg con Jeus?
¡Sí, Crisje!
¡Es para Jeus!
Es para tu amor.
Entonces André ve que el maestro Alcar la conduce a la tierra.
Es el momento en que se desdoblará corporalmente para verla.
Ahora Crisje está delante de la vida de él.
Un poco más tarde llegan los maestros más elevados.
André ve que el maestro Cesarino saluda a Crisje.
Los demás maestros a los que André pudo conocer saludan a Crisje.
Y ahora Crisje ve quién es André, su “Jeus”.
No puede creer lo que ven sus ojos.
—Claro —oye Crisje decir al maestro Cesarino—, ¡has dado a luz a un profeta!
El “Omnigrado” lo sabe.
El ser humano consciente en el “Omnigrado” divino... lo sabe.
Cristo lo sabe.
¡Su hijo es un profeta!

Crisje está delante de André.
¡Ahora Jeus muere!
Ahora ella puede dejar morir a Jeus.
Jeus empieza a formar parte del pasado.
Pero las flores de Jeus están en el jardín vital de ella.
Esas flores son de Crisje.
En ella hay dormidas millones de flores, y más adelante despertarán, cuando André vuelva a estar en la tierra.
Crisje ha recibido todas estas cosas imponentes de parte de André.
Jeus es su hijo, ¡su maestro es André-Dectar!
Y Crisje se inclina ante esta vida.
André se acerca a ella y toma su vida en sus brazos, ¡la besa!
—Madre mía, eternamente seguirás siendo mi madre.
Mi madre... ¡eternamente serás mi hermana!
Exactamente, eso es.
Los maestros dan su bendición a Crisje, su amor universal.
Millones de almas, hijos de Dios, saludarán a Crisje, pero más tarde, pronto, cuando esto haya terminado.
André ve el tiempo que ha pasado.
Ya hace quince días que Crisje está en las esferas de luz.
Ha vuelto a la tierra con el padre de él y Miets, y siguió su entierro.
Vivió milagros espirituales.
Y entonces la han reconducido a las esferas.
Allí se ha preparado para encontrase con André, su Jeus.
Ahora que esto ha pasado, ambos vuelven a la tierra.
Cuando eso haya pasado, papá y mamá se irán de viaje, a los chicos en Estados Unidos, al sol, la luna y las estrellas, papá le explicará las leyes de Dios, André lo ve.
Todo es imponente.
Dios es amor y el ser humano que posee amor llega a vivir esta imponente felicidad.
Cada ser humano puede vivir esta felicidad.
Las esferas lo saben, millones de seres humanos lo saben: un alma imponente ha abandonado la tierra.
¡Una criatura de esta vida es el “príncipe del espacio”!
Uno de los hijos de esta madre es el profeta más grande de después de Cristo.
Y ese profeta está ahora allí y ha vivido la muerte con su madre.
Ahora los maestros pueden continuar, porque ‘La cosmología’ espera.
A André y Jeus se les ha concedido vivir la ascensión de Crisje.
Y ahora, a volver a la tierra.
Crisje ha tenido que procesar mucha felicidad, pero también de eso es capaz.
¡Su morada es como el universo!
¡Así de profunda e imponente es la morada en el otro lado del ser humano que posea amor!
¡Y eso es así para toda la vida de Dios!
Ahora Crisje tiene treinta años, pero más adelante tendrá veinte.
Dios mío, ay, papá, Largo, qué posesión tienes.
En casa, calzando zuecos, y aquí, una reina universal.
Esta vida no ha violentado la vida de Dios.
Crisje empieza a entender cuál es el significado de la vida en la tierra.
Ahora es feliz gracias a su pobreza de allí.
No te conviertas en rey, ni en reina, si no puedes comprender esa responsabilidad, ¡o estarás echando a perder tu vida eterna!
Ella llegará a conocer esas leyes.
André también ve a su hija.
Gommel, como un ángel, se acerca a Crisje.
“Mi hija y mi maestra”, le da a esa vida.
Llegará a haber otras personas, papá la conducirá a cada uno de los amigos de la tierra.
André conoce muy bien lo que ahora les toca sentir y vivir a papá y mamá.
Crisje oye música imponente y la vida de Dios la recibe con cantos.
Crisje está lista.
André la conduce hasta la tierra, pero sabe que más adelante su padre irá a recogerla.
Miets vuelve a su tarea.
Vuelven a ir tomados de la mano.
Ahora André puede contarle todo lo de su vida, pero lo hace regalándole sus sentimientos y sus conocimientos.
Ahora a Crisje le toca ver a su profeta.

—Jeus, ay Jeus... —sale de su boca, y André puede sentirse feliz por eso, ¡es el todo absoluto de la vida de ella!
André vuelve a la tierra, a Crisje le entra la sensación de que allí se despedirá enseguida.
Papá irá a por ella.
El maestro Alcar lo sigue, recibe este saber de su maestro.
Crisje lo comprende todo.
Solamente ahora sabe quién es él.
Seguirá pensando en su vida y lo apoyará desde las esferas, lo que es posible.
Jamás se echarán en falta el uno al otro, pero este contacto es algo completamente distinto.
Ahora se ha desprendido de su madre, está completamente libre, y eso también Crisje puede comprenderlo.
A cada ser humano le toca vivirlo para su amor, y tiene que aceptarse.
Libre de todo, el ser humano se vale por sí mismo, y eso es autonomía universal.
A Crisje le toca vivirlo.
André está listo, Jeus también, ¡a partir de ahora Jeus y Jozef viven dentro de su conciencia!
Ahora puede empezar la lucha para la tierra.
Después, más adelante, Crisje volverá a la tierra y ella lo oirá hablar.
Pero los viajes seguirán y aun así él no la soltará, él y ella tienen que llevar a cabo una tarea propia, pero André está al servicio de la humanidad, él es el maestro de la “Universidad de Cristo”, según ve Crisje.
Ese honor no lo vivirá jamás en la tierra, sino en el otro lado.
De todos modos, Crisje lo ve, ¡la humanidad llegará a conocer a su “Jeus”!
Le enseña a ella lo que vivirá con papá.
Tal vez se encuentren más adelante en la luna.

—Claro, mamá, es posible, pero entonces solo podremos vernos un momento, nos miraremos a los ojos y luego volveremos a continuar.
Más adelante tendré que representar mi propio amor.
También poseeré felicidad de las esferas después de mi muerte allí, ¡ya lo sabe usted!
Ahora André le habla de usted.
Y también eso puede comprenderlo Crisje.
Le toca ver algo de su cosmología.

—Mi criatura, mi hijo, ¡no lo olvidaré jamás!
Los libros de André viven como flores en el jardín vital de ella.
Más adelante, Crisje lo verá todo, y sabrá que ha recibido esto de parte de la vida de él, por medio de sus propios pensamientos y sentimientos.
Ella ha vuelto a recibir la sangre vital de él, cada una de las cosas que ha hecho por él.
Y ese es su ser uno, su amor, su continuación eterna.
Tomados de la mano planean de vuelta a la tierra.
Dentro de algunos minutos este viaje habrá pasado, y él podrá volver a empezar a prepararse para la cosmología.
Allí está la madre tierra, Crisje.
Un poco más, y continúo.
Se despide de Crisje.
Besa su vida.
Entonces la mira a los ojos.
Crisje lleva la crucecita de su Largo.

—¿Lo recuerda, mamá, que también esa felicidad la vivimos juntos?

Crisje lo sabe.
Allí está el maestro Alcar.
—Adiós, mamá.
—Adiós... Jeus.
—Le aseguro que terminaré mi tarea.
—Lo sé, Jeus.
Crisje se disuelve.
Ahora el maestro Alcar y también Crisje ven cómo él desciende en su organismo, ahora ya puede volver a comenzar la vida en la tierra.
André mira a Jeus.

—¿Bueno?
¿Qué tal te fue, Jeus?
¿Eres feliz ahora?
¿Estás fuerte para más adelante?
Vaya viaje...
Ahora vamos a continuar.
Ya no puede pasarnos nada, ahora estamos fuertes y mamá nos ayudará desde las esferas de luz.
¿No fue sumamente milagroso todo eso?
No encuentro palabras.
Claro que puedo captarlo, pero qué feliz está mamá, ¿no?
Crisje vive en su Reino de Dios, ya no tenemos que preocuparnos por ella, ahora todo ha pasado, es la felicidad más grande para nosotros.
Jeus, ay mi Jeus... esto fue imponente.
Te doy un par de horas más para reflexionar sobre todo esto, pero entonces voy a comenzar.
¿Ahora puedes continuar?
—Sí, también estoy aquí.
Dios mío, qué feliz soy ahora.
—Así me gusta, Jeus.
Y ahora ya se lo transmitiremos absolutamente todo al urbanita.
Mira, ya lo sabe, no nos hace falta decir nada, también él fue uno solo con nuestra vida todo ese tiempo.
Es fácil, me hace bien, ahora podemos procesarlo todo, todo, somos completamente uno y eso ¡para la eternidad!
Ahora el espacio habla con André.
El sol y la luna le dicen de voz en cuello:

—¿Te esperabas algo distinto, André?
—Para nada, queridos, así me había imaginado su ascensión.
Wayti mío, ¿has podido seguirlo todo?
—Sí, André.
Todo, esta unión fue imponente.
Esta muerte fue gloriosa.
Y tengo listas mis flores para Crisje.
—Gracias, cariño, muchas gracias.
Lo sabes: también yo estoy feliz.
Un poco más tarde ha vuelto el maestro Alcar.
André le da las gracias.

—Estoy listo, mi maestro.

—Pronto vamos a continuar, hoy escribiremos cincuenta folios, y el maestro Zelanus estará listo.

—Claro, mi maestro, soy tan feliz.
Ahora ya no hay nada que pueda detenerme, nada.
Entrego mi sangre vital para toda la vida de Dios.
Lo sabe usted, ¿no?
Estoy a sus pies, mi maestro.
A dormir un poco más.
Fueron horas divinas.
Jeus, Jozef y André-Dectar alcanzaron la unión gracias a la transición de Crisje.
Pueden pensar un poco más, pero empezaremos pronto, hoy terminaremos el viaje anterior.
Y cuando tengamos que describirlo, viviremos unos tiempos imponentes.
Dios lo abarca todo, en las esferas viven ángeles y también maestros, pero esos ángeles y esos maestros, señor párroco, en algún momento vivieron en la tierra.
Ahora son criaturas de Dios, y además: ¡la condena no existe!
—Adiós, Crisje.
Te mandan saludar los maestros.
Cuando más adelante escriba libros sobre tu vida, te pondré en las cabezas la “corona” universal, te lo aseguro.
¡En nombre de absolutamente toda la vida de Dios!
Sí, sí, maestro Alcar, los mandaremos a la calle.
Entonces tendré que tener un poco más de paciencia, pero hoy ocurrirán milagros.
Somos inagotables.
¡El amor es lo más elevado!
¡El amor es lo que hace vivir!
¡El amor lo es todo, todo!
¡El amor convierte los pobres en ricos!
¡Sí, sí, Crisje!
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
-o-o-o-o-o-o-o-
-o-o-