Escritura y vivencia de la cosmología

—Sí, sí, mi madre tierra: he vuelto.
Soy muy feliz.
He vivido espacios y soy capaz de procesarlo todo y transmitírselo a tus hijos, madre mía... ¡terminaré con aquello para lo que me diste las vidas!
André se retira ahora, es “Jozef” quien ha de contestar las preguntas.
—Buenos días.
—Buenos días, hijo mío.
—¿Tienes hambre?
—Para nada, yo no, ¿tú?
—Me siento como mareado, muy mal, por dentro estoy que doy lástima.
—Voy a ponerte un cafecito de achicoria, hijo.
—¿Has oído ese cohete V2?
—Por supuesto, todo tiembla y se mueve.
—¿Has dormido bien?
—Sí, hijo, muy muy bien, y es lo único que tenemos todavía y que no pueden quitarnos, por lo menos, eso parece por ahora.
Sí que podemos tomar nuestro cafecito de achicoria, a pesar de todo; ¿tenemos de qué quejarnos?
André envía sus pensamientos al Gólgota.
Pero “Jozef” tiene ganas de su pitillo, aunque eso también es ahora un tesoro.
—¿Fumabas, Ramakrishna?
Espera y nuevamente, aunque ahora conscientemente en la tierra, se conecta con Ramakrishna, retoma la conversación para esa vida, porque de todos esos iniciados de Oriente es Ramakrishna quien está más cerca, tanto en su interior como al lado suyo.
—De ninguna manera, tú no fumabas.
Pero llevabas una túnica blanca, yo no.
Ando por aquí en mi traje de confección, tengo que quitarme la barba, no puedo dejármela, ni siquiera eso, porque esto no deja de ser ruidoso, fanfarrón para muchos, y parece además... ahora que me ocupo de estos asuntos... como típico de Pablo, con lo que no quiero tener nada que ver.
¿Lo entiendes, Rama?
A Jozef le apetece su cigarrillo y puedo comprenderlo, dice: para mí es una relajación.
¡Hasta luego! (—dice).
No soy más que una criatura corriente y moliente de este mundo... según sabe, y es lo que le dice al espacio.
No obstante, vuelve a Ramakrishna y todavía le da:
—Tú eras un santo, Rama... ¡yo no!
Tú te fuiste de tu casa, yo no; yo tengo que tomarlo en cuenta todo, la gente no debe verme jamás como un hombre con demasiados perifollos, nunca jamás como alguien que habla por los codos y además tampoco como un santo, ¡porque eso no lo soy!
Entonces basta con que vivas a mi “Jeus”, solo entonces llegarás a conocerme.
También a “Jozef”... pero “Jeus” es el bromista, el alma que todavía tiene que asimilar estas leyes, y Jozef... él es quien tendrá que representarme ahora, y ahora mismo está tomándose su rico café de achicoria.
—Hay que decirlo, hijo, el té incluso está rico.
Es un gran milagro, qué agradecidos hemos de estar los seres humanos, ¿verdad?
Eso es todo lo que tienen que decirse esta mañana.
Ella, la “vienesa”, no puede vivir nada de “André-Dectar”, o no haría más que sucumbir en esta vida y en la suya propia.
¡Las cosas están bien como están ahora!
Desde hace años no hablan por las mañanas, así fueron dándose las cosas ellas solas, entonces piensan y es lo más hermoso que hay.
Si ella hubiera podido vivir a André, claro, entonces él habría podido contarle ahora sobre su viaje divino, pero no puede ser, su personalidad aún no tiene esa sensibilidad y también ella todavía tiene que asimilarla.
Es André quien envía sus saludos y amor a Madame Blavatsky, y también a todos los demás que ha visto.
Ahora se siente imponente y consciente, porque esto ellos no lo conocieron.
Madame Blavatsky vio los fundamentos de él, él vio los suyos, y entonces se partió por la mitad una piedra de los fundamentos que ella había puesto para la Universidad de Cristo.
Él la vio y la vivió, ella no estaba temblorosa, sabe que esto tiene que ocurrir, ¡las piedras de él vendrán en lugar de las de ella!
Pero las de Darwin ya estaban carcomidas; es más: esas piedras se disuelven, al igual que ha de vivirlo la madera.
En Jerusalén hay piedras de la iglesia católica repartidas por todos lados, y la gente las usa para hacer calles, un camino por el desierto, que pasa directamente por el río Jordán, pero que recorre el pragmático Occidente como el breve tramo de camino definitivo, se adentra directamente en la iglesia católica y vuelve a salir de ella, para volver al lugar del que ha venido, toda esa vida.
Sócrates posee piedra de verdad, ya ha erigido un edificio... continúa... y entoncesa “Jozef” ya no le hace falta pensar en nada.
Sócrates fue edificando un verdadero Templo, son sus fundamentos sobre los que tendré que edificar la “Universidad de Cristo”, lo que además es posible.
Muchos otros también construían, pero los maestros pintores y escultores embellecerán el Templo al que pertenece absolutamente todo el trabajo del maestro Alcar.
Claro, mi Sócrates, ahora sé cómo has sufrido.
Pero percíbeme ahora mismo y lo sabrás.
Que se valga por sí mismo es en sí ya un gran milagro.
¡Es arte!
Pero... pero, sigue hablando, ¿quiénes de todos ustedes son los pilares para la “Universidad de Cristo”?
¿Qué eres ahora tú, Rama, para la “Universidad”?
¿Y tú, Darwin?
¿Fundamentos divinos?
Teólogo de aquí, ¿qué eres tú para el Templo?
Pastor protestante, ¿y tú qué?
¿Y tú, sacerdote?
A ver si te atreves ahora a volver a sacar a Jeus del banco de un manotazo.
Vaya, capelán, tienes las manos contaminadas.
Pero todavía no se nos ha olvidado.
Mientras tanto, “Jozef” puede prepararse para la sociedad.
Habla y piensa.
Ser humano de la madre tierra, tus actos se pesan en la balanza divina.
Todos los seres humanos de la tierra van construyendo y haciendo algo —es lo que vendrá más adelante— para el Templo de Cristo.
Muchos demuelen lo que otros habían construido.
¡La gran mayoría en la tierra es gente que demuele!
Que deforma, incendia lo que otras criaturas están edificando y eso han tenido que aceptarlo Rudolf Steiner y Pitágoras.
¿Acaso no es cierto?
Esta balanza divina se niega a aceptarte, se niega a pesar tu esencia si tienes una irradiación tenebrosa; no estás construyendo, sino destruyendo el primer fundamento de otra gente.
Basta mirar el verdugo de esta humanidad, ¿acaso lo sigues?
¿Pensabas que él tendría algo bueno que aportar?
Es imposible que hagas nada para el Templo de Cristo por medio de lo equivocado, del mal, de la destrucción, ahora no necesitan de ti.
¿Por qué permitió Él que se burlaran de Él, que le pegaran y lo fustigaran, y un poco más tarde que lo crucificaran?
Porque no quiso, para nada, levantar la mano a ese mal, ya que únicamente por medio de tus actos de amor puedes trabajar en el Templo.
Y ahora no hay cielos que estén en venta, iglesia, ¡tienes que ganártelos tú misma, entregando tu sangre vital!
Santo cielo, pero cómo me haces reír.
A pesar de todo sigo siendo feliz durante todo este desastre, pero tú no, tampoco esa harapienta manada de tu espacio, de ese lugar tenebroso ¡que hace que de verdad te ciega espiritualmente!
Sí, claro, protestante, ¡tú también formas parte de eso!
Todavía aceptas la comida de un católico, por lo menos si te la pueden dar, pero ¡más adelante, cuando todo haya pasado otra vez, esa criatura podrá irse al infierno!
Lo vivirás, conozco los que son como tú.
Ahora repartes cigarrillos, das las últimas nuevas a los demás, pero ¿qué quedará de esta unidad?
¡Unos borregos, eso es lo que son (sois)!
No te gusta tanto arreglar las suelas de un católico, zapatero de enfrente de mi casa, pero ¿sí te das cuenta de lo que haces?, ¿de cómo es tu razón?
¿Al servicio de quién estás en realidad? ¿Solamente de tu Dios reformado?
¿Corruscos de pan, migajas de Nuestro Señor?
En la balanza divina sí que se pesan tus sentimientos inconscientes.
Y entonces ya no podrás bajarte de ella, porque ahora estás delante de la Omnimadre, y es ella quien te reenvía a la tierra para aprender a amarlo absolutamente todo.
Seguirás volviendo hasta ya no poseer iglesia alguna y para poder aceptar la infinitud de esta.
¿Qué te parece?
¿No me oyes pensar? Estoy justo del otro lado de la calle, despotricando sobre tu pobre vida; ojalá pudieras aceptar que no te haré nada, no violentaré tu vida, quiero despertarte a sacudidas para el Templo de Cristo.
¡No hay nada más!
¿No soy un hereje, zapatero?
¿Vecino, protestante reformado?
—Te veo muy alelado esta mañana... —llega a su vida desde la sala de estar, y no es solamente para “Jozef”, sino también para él. Pregunta enseguida:
—¿Qué dices?
¿Alelado, yo?
¿Soy un lelo?
Ahora algo no cuadra.
Él mismo tiene que actuar y ya puede hacerlo, pero estos primeros instantes fueron necesarios para recuperar la armonía con la vida material.
Sí, sí, algo no cuadraba, doy demasiado poca conciencia a la personalidad, y entonces él no puede actuar.
Ha aprendido algo nuevamente, y tiene que pensar en eso.
A “Jozef” le hacía falta la fuerza de su personalidad, y ahora no era nada.
Y él mismo está allá, con miles de sentimientos que lo dividen.
—Estás allí perdiendo el tiempo, vamos, apúrate, con el frío que hace.
—Tienes razón, hija, me voy a apresurar.

De pronto vive el cien por cien al completo para la conciencia material, y solo ahora es una simple criatura de la madre tierra, pero sigue pensando y pensando, aunque desde su propio mundo.
Por estas pocas palabras su imponente viaje llega a estar en el fondo de su vida, pero esta es la fuente en que vive, no es para nada el subconsciente, sino el reloj vivo para el que está ahora en la tierra, lo “absoluto” sagrado y tranquilo... absolutamente todo lo que contiene verdad vive allí y tiene que representar ahora su personalidad, ¡él mismo es eso!
Con tan solo algunas palabras se tambalea menos sobre sus propias piernas y siente la tierra debajo de los pies, algo que hace un momento todavía no era posible, tan alejado se siente de su organismo y de la madre tierra.
Ahora se están blindando la sabiduría y también el sentimiento.
Intenta alcanzar la unión con “Jeus”, porque entonces no lo conocerán tan claramente, y el ser humano en la tierra podrá alcanzarlo y vivirlo a él.
Cinco minutos más tarde está en la calle, todavía va a tratar a sus pocos pacientes, el resto se muere de hambre, estas mismas —son dos madres viejas— están abiertas a su aura vital espiritual y él así las mantiene en pie, a los otros veinticuatro no puede alcanzarlos ahora, son ahora demasiado insensibles, demasiado vacíos, demasiado materiales.
Y también esas leyes las analizará para la Universidad de Cristo, ¡para que el ser humano llegue a saber cuándo se le puede ayudar cuando esté enfermo!
¡Que puede sanar!
Eso mismo también lo han recibido los seres humanos; ¡a unos puedes ayudarlos, a otros no!
Eso es lo que es verdad, “sanador”, “sanadora”... ¿o todavía no lo sabes?
¡No se le puede ayudar a cada uno de los seres humanos!
No puedes ayudar a cada uno de los seres humanos, por medio de magnetismo u otra cosa, ¡estas son leyes!
Ve que a la gente en la calle se les van doblando las rodillas.
A él no, porque su espíritu anda, camina por las calles de esta ciudad, él va por la vida con aura vital sanadora.
¡Tú también sabías hacerlo, Ramakrishna!
Buda también, pero cuando llevó su huelga de hambre demasiado lejos, no tardó en tomar algo de alimento, o habría tenido que aceptar que aún no había llegado hasta ese punto, que todavía no poseía esa sensibilidad como conciencia, y entonces ese trocito de pan y esas gotas de agua ya bastaron para mantenerlo en la vida.
¿O no es cierto, acaso?
Pero aquí y ahora todo es distinto.
Estas son personas materiales, hambrientas, no pueden saber ni percibir más.
Pero ¿Ramakrishna, ves a todos esos esqueletos andando por allí?
Así que comen como seres humanos, como perros y gatos, también como ratas.
Lo que encuentran se lo comen.
¡Ay, Dios mío, qué risa!
Qué divertido es esto.
Qué feliz soy ahora que veo que tienen tanta hambre.
Se lo tienen bien merecido estos chacales humanos.
Esto hará que despierten, Señor Nuestro, y solo entonces sabrán qué cosas Tuyas han destruido.
Adolf, has de continuar y terminar tu tarea (véanse los artículos ‘Hitler’ y ‘Genocidio’ en rulof.es).
Que se nos doblen las rodillas ya es viejo, solo comenzó en serio en noviembre, ahora estamos viniéndonos abajo por completo, es lo que mucha gente vocifera, y es cierto, porque es lo que ahora te obliga a aprender, mis hermanas y hermanos queridos.
No, no, esto no tiene nada que ver con “que te echen a palos” del paraíso, nada, esto te lo debes ahora a ti mismo: no quieren (queréis) aprender a pensar.
Pero sí que es verdad que ya hay millones de personas que han comenzado con su “Juicio Final”, ¡esto es lo que importa!
Toda esa hambre, esta paliza, esta miseria, el dolor debajo de tu corazón, te conducen al “mísero Juicio” para y de tu personalidad.
¡Yo es que no tengo hambre!
Aunque me muera de hambre, puedes verlo tú mismo: aun así no recibo una paliza.
Por todos lados la gente lo saluda.
¡Las cosas que sabe!
¿Ahora pronto habrá paz en la tierra?
Ya vamos a empezar.
Cada mañana es exactamente lo mismo: ¿cómo van las cosas ahora?
¿Qué pasa, señora?
—Todo va bien, ¿usted también lo sabe?
—Sí, señora, todo bien, todo va muy muy bien.
—Tome, un cigarrito, me lo dieron anoche.
Algo para usted también.
—Gracias, señora, gracias de verdad.
—Son de detrás del frente.
—Lo veo, señora, se lo agradezco mucho.
Jozef enciende su pitillo y toma una calada hasta que casi le revienten los pulmones, cosa que le gusta.
Si esto lo viera la madre agua, piensa, le parecerá así asá, pero ¿qué quiere ella?
Un poco más allá hay una señora que está mirando algo, son huesitos.
Un perro se revuelca sobre esos deliciosos huesos, es como si se agitara cual pez fuera del agua, algo que la señora no comprende.
Cuando André se acerca a ella, esta pregunta:
—¿No es esto extraño, pues, señor?
El perro se revuelca en este montoncito de huesos y ni siquiera se los come.
¿No es extraño?
El animal está famélico y ni así se come los huesitos...
Es un misterio.
—¿Tan extraño le parece, madre?
—Sí, ¿acaso se puede comprender?
—Claro que sí, madre; este perro huele y percibe a su abuela.
De ninguna manera comerá carne de su propia familia, no quiere ser un “papú canino”, el animal huele su propia tribu, sus antepasados, señora.
Y la sangre propia, al igual que los propios huesos, madre, hormiguea.
Si comes de eso te sientes electrizado, pero está encantado revolcándose en ellos, ¿o es chica?
—Uf, qué mal, es asqueroso.
El perro sigue con su regocijo, pero el animal va arrastrándose por el proceso mortuorio, según ve Jozef, ni siquiera llora por esta difunta suya, sino que da el... “honor” al propio grado de vida.
Más no hace falta, pero ¡la gente aún no ha alcanzado ese punto!
Los seres humanos comen de todo, los animales no; los animales todavía no carecen de sentimientos, los seres humanos, sí; los animales, no; a los animales no les seduce renegar del “Omnigrado”, a los seres humanos, sí; ¡a los animales, no!
Un león no comerá ningún león, un tigre no comerá ningún tigre, solo los buitres son capaces de eso, pero los seres humanos son igual de salvajes que los buitres, igual de miserables, también se han hundido tanto, por lo que han olvidado su propia sintonización, porque ¿qué importa semejante rata de iglesia?
¿Cuánto quieres por tu mejor perro?
¿Es rica la salchicha de perro?
Un gato ¿es comestible?
Se dice que los gatos tiene un sabor delicioso, ¿es cierto?
¿De verdad que es real?
Quiero decir no de la casa real, ¡sino el “concepto gato”...!
¿Es comestible, pues, ese gato?
Entonces mato al mío hoy mismo y mañana comeremos estofado de gato... santo cielo, ¿quieres venir?
Vamos, por favor, ¿por qué no vienes?
Entonces no me habré engañado yo solo, no nos habremos olvidado nosotros solos, entonces también estarán ustedes (estaréis vosotros) y esa pobreza se vuelve soportable, sabes que tampoco en esto estás solo.
No, no, ¡no voy a ir!
Entonces vete al carajo, entonces por mí como si te mueres, salúdalo a Él si todavía crees en eso, ¡nos comeremos nuestro perro!
Qué mierda de perro, el animal sigue dándose un banquete con los huesitos, han quedado bien roídos... pero aquí apesta.
Jozef continúa, sus adeptas lo están esperando.
Y después de haber ayudado a sus dos sensibles, vuelve a buen ritmo, directamente a la madre agua, ella le contará algo muy distinto esta mañana.
Pero el espacio recibe sus agradecimientos por el contacto espiritual, la sensibilidad de que se le concedió vivir ese mundo de perro y ese sentimiento de perro; ahora eso es sabiduría vital.
¡Gracias, dioses!
Gracias, madres y padres de allí.
Y entonces ya se oye:

—¿Me das un beso, André?
—Hola, madre.
Sí, pero este es más consciente.
Este posee amor espacial, madre.
Toma, ya estoy en tus brazos.
Ahora puedes besarme, madre, mi propio amor, he alcanzado ese punto.
—Ah, mi André, ¿cómo estás ahora?
Aquí está el beso mío, la gente no te lo dará, porque absolutamente todas esas madrecitas aún han de despertar.
—Lo sé, madre.
—¿Puedo ayudarte a cargar?
—Claro, madre, ya has comenzado a hacerlo.
—Entonces está bien, André.
Procésalo todo, pero reparte tus energías.
Y vuelve a mí pronto.
Sé que aún no puedes hablar, así que no te cogeré por sorpresa, pero ya te veré luego.
—Te doy las gracias, madre, te doy las gracias por haberme comprendido.
Por supuesto, volveré a tu vida, pero tu beso fue amor.
Entonces toca el timbre, está dentro.
Primero, a saludar al pequeño Dayar y a Loea, hace siglos que no los ve, pero para el ser humano es una sola noche, algunas horas, así de viejo se siente esta mañana.
El berreo de la criatura le hace bien, es lo único verdadero de lo que todavía queda en la tierra que puede vivir.
Fue Jeus quien tiró de la campana, según percibe, no fue él.
Y es Jozef quien da los buenos días, pero él escucha el berreo de la criatura.
‘Así que estoy aquí’, piensa, y ahora ha de continuar, hoy los otros dos no les sirven de nada aquí.
—Hola, Loea.
—Hola, pequeño Jeus.
—¿Cómo está Dayar?
—Muy bien, pequeño Jeus, soy tan feliz.
—Ya me imagino.
Es capaz de percibirlo, porque Loea tuvo su criatura por él.
¿Que si es extraño?
Para nada, es de lo más sencillo.
El hombre no quería hijos, no quería darle un hijo a Loea, y los que llegó a haber los volvió a sacar del cuerpo sacudiéndolo al pasar a toda mecha por una carretera de adoquines rotos, con Loea sentada en la parte de atrás de la motocicleta.
Loea se lo contó y lloró hasta quedarse vacía, vacía del todo, porque no llegaba a tener bebés, pero de todos modos no podía con esa conciencia.
Y fue cuando André le leyó las cuarenta a ese hombre.
Le dijo:
—Ven, escúchame un momento.
Soy capaz de lo que sea, para que te enteres.
Tú le darás un bebé a tu Loea.
Si no lo haces, yo mismo me ocupo de ello y te asesino.
Te pongo un cuchillo afilado entre las costillas.
Acabo con tu vida, entérate, pero Loea tiene que tener una criatura.
El hombre se asusta y piensa: esto va en serio.
Loea tiene a su criatura, pero, pero: pequeño Jeus, ¿de verdad habrías hecho eso?
¿Lo habrías asesinado?
¿Le habrías dado esa paliza?
Tú tienes a tu criatura, Loea, por lo demás te ríes, ahora has enmendado muchísimo.
Pero ¿qué entonces, si no hubiera cumplido, pequeño Jeus?
Entonces no habrías tenido ningún hijo, Loea, o habrías tenido que buscar otro marido.
O sea, ¿sí?
Claro, Loea, ahora sí se te habría concedido divorciarte, él es el quien rompe las leyes, entonces puedes dejarlo, porque él asfixia tu continuación y Dios no aprueba eso.
Qué cosas, ¿no?
Claro, no puedes irte sin más de tu marido, porque todos hemos de vivir leyes del karma, tenemos que enmendar, Loea.
Pero si el hombre no quiere dar hijo alguno a la madre, entonces tienes el derecho de irte y de romper este lazo, no estás creando karma nuevo.
“Qué sencillo es todo en realidad, otra vez más”, llega, pero, según sabe él, no es tan sencillo; sin embargo, Loea llegó a tener a su hijo, su felicidad, y esa felicidad, pues, se llama “Dayar”, el nombre de Dectar del Antiguo Egipto.
¿No lo olvidará ella jamás?
¿Será tan fuerte Loea?
¿Entiende que siendo Dectar él fue algún día su hijo?
Entonces Loea era una persona sencilla, y él iba al Templo de Isis.
En esa vida Loea murió siendo sencilla y a causa de la tristeza, pero continuó, atravesó nuevas vidas para encontrarse con el que ahora es su marido, y que volvió a serlo.
Tienen que enmendar el uno al otro.
No obstante, él es su maestro y a la vez el pequeño Jeus, hijo de la madre Crisje.
Bien, alcalde de La Haya, ¿también usted conoce estas leyes?
Va trepando como puede hacia arriba, encima de donde vive Loea se encuentran sus adeptos, otros amigos; también allí viven un hombre, una mujer y un hijo.
Y oye enseguida:
—¿Dónde estuviste? Tienes aspecto tan frágil, tan inmaterial?
Espera un poco, pero entonces sale de su boca:
—Estuve donde los de “perilla” aman a la gente, donde un beso de un “chivo” te da amor, un amor que no puedes vivir en la tierra.
Y entonces vi y viví a Sócrates.
—¿En serio, Jozef?
—Sócrates hablaba con su “chivo”... cuando vivía aquí, yo con mi “perro”... pero entonces nos dieron un beso.
Fue entonces cuando Sócrates inventó y percibió a fondo sus sistemas filosóficos, pero vivió la unión con la vida, los grados de desarrollo para cada uno de los sistemas.
Ahora el adepto lo sabe: ese que habla allí ya no es “Jozef” sino André.
Cuando esa vida pregunta:
“¿Fue imponente?”... sale de la vida de André algo de lo que él mismo percibe que se le está inspirando:
—¿Puedes percibir la diferencia entre la conciencia humana y la de una lombriz?
Porque una lombriz, amigo mío, posee conciencia depuesta, lo que significa que esa vida ha surgido por medio de podredumbres.
En realidad es el estadio final para cada una de las creaciones, de las que la “gallina corriente y moliente” puede vivir la paternidad y también la maternidad, y sin embargo los eruditos no la consideran un imponente milagro.
Espera un momento, para constatar cómo reacciona esta vida, y ahora continúa:
—No, no, no digo disparates, hablo con sagrada seriedad.
Por supuesto, una lombriz, una hermosa mariposita de esas, esas alimañas sí que llegaron a tener conciencia humana y animal.
Porque un piojo de esos vive y sabe exactamente dónde puede densificarse y dónde vive el alimento.
Y eso incluso por medio del aura vital humana.
Es imponente, porque te conduce a través de todos estos milagros, y puedes admirar tu propio grado de vida.
Da un paseo a través de los jardines de Nuestro Señor y verás de todo.
¿No sabías que un pájaro —una paloma, un gorrión, otras especies— posee conciencia terrenal y espacial y qué significa eso para las creaciones?
Eso se me ha concedido vivir ahora.
Sé ahora que en ocasiones Max Heindel ha errado el tiro por completo; no obstante es él quien ha abierto entonces la puerta mística del Templo para Occidente, que se cerró en el Antiguo Egipto, porque allí se ha comenzado con la demolición.
Puedes leerlo en el libro ‘Entre la vida y la muerte’, del que, por cierto, lo sabes todo.
También Freud y Jung han metido la pata.
Hace algún tiempo, un conocido mío, muy amable, quiso hacerme creer que montar a caballo es la misma pasión que andar en bicicleta.
Es lo que decía ese “Jung” suyo.
Es cierto que a ese Freud le dieron una paliza, pero la fuente te cuenta que él estaba cerca, aunque todavía no tenía esos ojos para mirar dentro, como lo vivió también Darwin; ambos seguían siendo ciegos ante la creación, o sus ojos espirituales seguían cerrados a cal y canto.
Pero ¿entiendes la diferencia entre una lombriz y la conciencia humana?
Entonces ves enseguida la imponente posesión de nuestra gallina, entonces sabes que Max Heindel pensaba que algún día el ser humano ha podido fecundarse a sí mismo.
Pero eso será entonces solamente para California, para los rosacruces y no para nosotros, porque son tonterías.
Creo que en California Max Heindel se encontró con caracoles cuyas leyes vitales veía y a las que dio conciencia humana, pero en la luna, donde han de haber nacido, ¿no?, ¡allí no viven!
Si sigues la vida de una oruga, verás el renacimiento para ese animalillo, un poco más tarde esa misma oruga pasará volando por donde estés, y poseerá el espacio.
Pero ¿qué ha hecho nacer a esa oruga?
Vuelve un poco y verás esa podredumbre, esa conciencia depuesta de la otra vida, y llegarás a conocer también esa creación.
Ahora no estás solo ante la paternidad y la maternidad para la vida del insecto, sino que además estás ante el espacio, el universo de ese bichito, y eso incluso con sintonización divina.
Vale la pena, ¿no?
Así es, exactamente.
Pero de todos modos, Freud llegará a tener razón.
Ahora viene: fue por la paternidad y la maternidad por lo que él convirtió en “pasión”, que nos tocó vivir el universo.
Sé ahora que no son nuestros ojos los que miran, sino el espíritu, y detrás de él, la personalidad.
Los órganos humanos, pues, tienen muchísimas cosas que decir para los sentimientos masculinos y maternos, porque son esos órganos los que nos conectan —ahora viene— a nosotros con cada una de las leyes de vida y los grados de vida para este universo.
Si entras en eso, la pasión ya no tiene relevancia alguna, pero sí la personalidad humana.
Y no somos sexualmente dementes, pues, sino que en cuanto a lo materno y paterno estamos confundidos, o sea, vamos en contra de esas leyes que viven el dominio por medio de la paternidad y la maternidad y que para Freud son “impulsos” y que para “Jung” significan demencia, pero que en el fondo no so otra cosa que la liberación de la paternidad o la maternidad.
—¿Has leído sobre Freud, Jozef?
—Para nada, por cierto, lo sabes: no se me concedió jamás tomar en mis manos semejante libro, pero sí que conozco a toda esta gente.
Cuando el ser humano como madre y padre libera el grado vital materno y también paterno por medio de las leyes de Dios —es decir, que el hombre y la mujer tienen que vivir ambos organismos—, entonces ellos accederán a grados realmente insospechados y estos serán entonces sin duda inconscientes para la paternidad y la maternidad, pero estamos accediendo a la homosexualidad por medio de Freud y Jung.
Y de eso, pues, esos eruditos lo saben todo, por lo menos según la doctrina del pequeño Bart (Willem Bartjens, 1569 - 1638, con cuyo librito ‘Cijfferinge’ o ‘Usar las cifras’ los niños holandeses aprendieron cálculo durante dos siglos).
Se equivocan por completo para la veracidad divina, porque ahora, o sea, de lo que se trata, empiezan a ver la personalidad y según estos eruditos esta está enferma, enferma de manera sexual, y eso en lo espiritual y lo corporal.
Pero ¿entiendes el imponente milagro?
El ser humano —por medio de Freud— se destruye a sí mismo.
Dice, son disarmónicos en cuanto a lo sexual, así que también en cuanto a lo corporal, para él eso es lo que es el ser humano mismo.
Constato ahora que son las leyes espaciales para la paternidad y la maternidad por las que el alma como ser humano se libera de la creación masculina y vivirá, o sea, por medio de la reencarnación, un nuevo nacimiento para la paternidad y la maternidad.
Eso hace que el alma no sea materna ni paterna, o sea que ha salido de esa concienciación natural, por la que, sin embargo, ha de vivir esa disarmonía y que para Freud no es otra cosa que un tinglado sexual, la demolición de un alma humana.
Así que Freud estuvo cerca, pero no conoce el renacimiento, no piensa que la reencarnación humana sea la que tenga la culpa de esos fenómenos, sino que es lo que el ser humano ha de vivir como hombre y mujer y que no es para nada pasión, sino la liberación de la paternidad y la maternidad.
Eso significa por tanto, amigo mío, que ahora podemos dar clases académicas a Freud por medio de estas leyes y con él a todos los demás que piensan que les dice algo el psicoanálisis, pero cuyo fundamento espacial no quieren aceptar.
Eso precisamente está diciendo, pues, que el alma como ser humano ha de vivir millones de vidas antes de que sea consciente para todas las leyes de vida de este universo, y entonces será cuando se mantendrá consciente para la paternidad y la maternidad, por lo que podremos vivir: llegará el día en que venza también esas leyes como la personalidad y a la vez siga siendo ella misma, así que poseerá sentimiento paternal y maternal normales.
No es la pasión humana la que saca de un bandazo el alma como hombre y mujer del equilibrio natural, que la empuja, ahuyenta... sino que son las leyes para la paternidad y la maternidad.
Desde luego se junta el deseo humano, el querer vivir la creación, el querer ser uno, pero aun así son estas leyes por las que el ser humano ha perdido su equilibrio natural masculino y maternal, que a fin de cuentas sí vuelve, cuando otra vez el alma vive en cuanto hombre y mujer lo consciente que crea y da a luz.
—Pero, santo cielo, ¿a dónde lleva esto?
—A la “Universidad de Cristo”, amigo mío, que conduce a todos y cada uno de estos eruditos al despertar universal.
—Vale la pena, Jozef.
—Eso lo comprendo, y esta noche se me concedió vivirlo para el espacio, para el ser humano y el animal, además también para la madre naturaleza.
Así que esa demencia de Freud toca los sentimientos de “Jung”... cuando semejante erudito ha de aferrarse a una bicicleta humana... podemos hablar de —el pequeño Bart— una sabiduría que te reconduce a Dios al revés, pero por la que te pierdes en este laberinto natural.
Y ya están buscando esta salida, pero jamás la encuentran, porque no conocen el alma como ser humano ni su nacimiento.
Solamente por medio del renacimiento son capaces de verla como la creó Dios.
—Pero ¿qué querías decir con la lombriz y esa gallina, Jozef.
—También eso es sencillo, amigo mío.
La lombriz adquirió conciencia por medio de la putrefacción animal, ¿verdad?, un piojo por medio de contaminación.
Ahora el piojo posee características humanas, la lombriz características materialmente terrenales.
Ese animalito nació por medio de la putrefacción terrenal y por tanto adquirió conciencia, pero el piojo surgió por medio de nuestro —y ahora viene— aura vital usado.
¿Lo entiendes?
—¿Aura vital usado, dices?
—Sí, porque inhalamos y exhalamos aire, por el que se alimentan los sistemas corporales, pero solamente es para dar a esos órganos la fuerza de impulso para poder funcionar.
—Eso no lo comprendo.
—Entonces te lo explicaré de otra manera.
Un magnetizador sana por medio de su aura vital, y no por medio de aliento vital.
¿Lo comprendes?
Porque el aliento vital que nosotros aspiramos hacia dentro es otra cosa muy distinta que el aura que irradia nuestro espíritu, y por el que se alimentan por tanto los órganos, y que para un erudito es “la vida”.
Pero ¿qué es, pues, la vida?
¿Qué es el espíritu y el alma?
Todo eso llegué a conocerlo esta noche.
Al parecer, el aura vital es la vida del ser humano, pero esa vida ha recibido conciencia corporal y espiritual.
Si un órgano ha consumido esos jugos vitales, pues, el sistema nervioso y la circulación de sangre, el corazón y el cerebro, el hígado y la vesícula biliar, etcétera, todos y cada uno de esos órganos emiten la fuerza vital usada —pero ahora viene...— por la que se alimenta el piojo, o sea, esas fuerzas se densifican materialmente por medio de la contaminación, que es un proceso de putrefacción, por lo que tenemos que aceptar que el piojo también tiene conciencia humana.
Y ahora sabes de una vez qué hace que ese piojo quiera vivirnos precisamente a nosotros, pero también eso es exactamente lo mismo, otra vez, para el animal y el ser humano, porque también un perro ha recibido esos animalillos, un cerdo, un caballo, por lo menos otra vez algo muy distinto, pero absolutamente todos los organismos vivos tienen que ver con ello y han creado ese grado de vida.
—Pero ¿a dónde va a llevar esto?
—Es incluso más hondo, amigo mío.
Por eso ves que el piojo posee aires humanos, la lombriz terrenales.
Pero cuando quieras saber que el aura vital humana también irradia cada una de nuestras enfermedades, entonces comenzarás a comprender que además allí viven los rasgos humanos, y en ocasiones los seres humanos los huelen, por lo que a veces oyes: “Hueles quién es ese hombre, se huele el carácter”, y no es tan extraño, porque irradiamos conscientemente el carácter nuestro.
Y entonces nos vemos inmediatamente ante todas estas creaciones.
He visto que cada célula tiene que crear vida nueva.
Por medio de nuestro “ego” depuesto, pues, nació en primer lugar el “mono”, y desde luego sus propias especies, pero también entonces continuó esa creación y se manifestó cada una de las especies animales que conocemos y poseemos ahora.
Y ahora escucha bien, por favor.
Ahora que sabemos que cada una de las células ha de alumbrar y crear vida nueva tenemos que aceptar que también han sabido hacerlo los órganos, o sea, los sistemas corporales.
Y a partir de esos sistemas, pues, amigo mío, se llenaron los mares vitales, pero llegamos a conocer nuestra “vaca”, el cerdo; organismos que han nacido por medio de nosotros, o sea, por medio de la vida orgánica.
Eso explica por qué cada uno de los animales, o sea, los mamíferos, segregan la misma fuerza vital, que para la criatura es la leche materna, pero que explica ahora de qué manera hemos recibido esos jugos vitales por los que nacieron peces, vacas, gallinas y otra vida animal que alimentan al ser humano.
—Esto me está volviendo loco.
—A mí no, ando por estas creaciones y las reconozco, porque pudieron comenzar con una vida propia por mí mismo.
Así que he creado mi propio alimento, que podemos explicar nosotros, o sea, los maestros, por medio de la “Universidad de Cristo”, porque se les concedió seguir esos grados de vida densificados, y pudieron hacerlo.
—Es sobrenatural, Jozef.
—Eso dices tú, pero absolutamente toda la vida en este espacio evolucionó y cuando comenzamos con nuestra propia vida, surgieron nuevos grados de vida, no solamente para el alma como ser humano, sino también por medio de nuestro propio organismo.
—Lo que me estás contando es enorme.
Qué pena que no lo hayamos anotado.
—No hace falta, mi amigo, ya está escribiendo el maestro Zelanus; es él junto al maestro Alcar quien comenzará ahora con las clases universitarias divinas para la tierra, esta tarde se anotarán todas estas leyes, no, no: creo que estas forman parte de la tercera parte de ‘La cosmología’, porque primero consignamos la segunda parte.
Es por eso, pues, amigo mío, que la gallina está de nuestro lado y significa que sus huevitos hacen falta para nuestra vida.
Pero fue por medio de nosotros que esa vida recibió vida orgánica, debido a que los órganos tuvieron que crear y dar a luz, ese organismo justamente al que pertenecen todos esos otros organismos que nos alimentan.
Un pez, una vaca, una gallina pertenecen a nosotros; debido a que hemos nacido dentro de las aguas, también la madre agua creó vida para nuestro organismo y esa vida posee la sintonización para nuestro organismo, pero sí que surgió a partir de nuestro “ego”, la capa depuesta.
—¿Todo eso se describe, Jozef?
—Entiendo ahora que los maestros ya han comenzado y puedes contar con que más adelante cada pregunta, cada respuesta tuya ocupará un lugar en ese tomo, porque todo tiene relevancia para ‘La cosmología’.
Pero Freud debería haberlo sabido.
Todos los psicólogos, pero esos eruditos todavía no pueden aceptar ninguna reencarnación, y esas leyes lo explican todo.
Lo asombroso, pues, para una gallina es que posee la paternidad y la maternidad, porque crea y da a luz a la vez.
—Pero ¿y el gallo?
—¿El gallo, me estás preguntando?
Fecunda la vida, pero la madre como gallina posee ambos rasgos, posee el sol y la luna.
¿O crees que tu mujer es capaz de poner a sus hijos?
¿Entiendes lo que quiero decir?
Claro que no, ella no es capaz de eso, pero una gallina posee esos dones o leyes, también la paloma y todas las especies aladas, y además en ocasiones las especies —vistas como creaciones posteriores— a que pertenece también la oruga.
Así que la gallina posee una creación asombrosa.
Porque es de ella que proviene la nueva vida, que es el huevo.
Eso es dar a luz y también crear por medio de una sola vida orgánica, lo que puso a pensar a Max Heindel, y este escribió en su cosmología que hubo un tiempo en que los seres humanos se fecundaban a sí mismos, pero ahora son tonterías, porque recibiríamos la paternidad y la maternidad como una entidad como el primer estadio de todos.
—Y eso ¿qué significa?
—Que como seres humanos nos hemos vuelto padres y madres de manera independiente, pero por medio de la luna, y que fue además durante nuestra existencia embrionaria.
—Estas son ciertamente clases universitarias, Jozef.
—Lo comprendo.
Nos dice que estamos en buenas manos, incluso manos magistrales, pero todo pertenece a la “Universidad de Cristo”.
Max Heindel demuestra así que jamás vivió un solo desdoblamiento corporal consciente, o jamás habría incluido estos errores en su cosmología.
Como él quiere aclarar estas cosas de esta manera, conozco su conciencia y también su contacto.
Y eso, pues, tiene relevancia, amigo mío, porque hay cientos de miles de personas que lo han aceptado a él.
Para los teósofos es el mismo error.
Madame Blavatsky pensó y dice, primero nació la naturaleza, luego el animal y luego el ser humano.
Es lo que dicen los teósofos, mi amigo, pero ¡no es correcto!
Los seres humanos nacimos primero y a partir de nuestro “ego” depuesto, el animal, y solo muchos millones de años más tarde la madre naturaleza.
—Y ¿también eso lo has visto ahora, Jozef?
—No, no, eso no, esas leyes ya las viví para los libros de ‘El origen del universo’, o sea, ya antes de la guerra, pero ahora los maestros están ahondando y ponen los fundamentos para la “Universidad de Cristo”.
Así que todas nuestras partes corporales han tenido que crear y dar a luz.
Esos organismos nacieron también en las aguas, y allí vemos esas creaciones posteriores.
Una serpiente no tiene una continuación espiritual astral, tampoco un pulpo.
Esas, pues, son creaciones posteriores que han nacido por medio de sistemas inferiores.
Así que durante estas primeras horas para nuestra existencia embrionaria, cada órgano tuvo que crear y dar a luz hasta que los siete grados de vida para el ser humano y el animal hubieron vivido lo definitivo, y se manifestaran esos procesos de putrefacción; por lo que ahora absolutamente toda esa vida llegó a tener una existencia propia, y seguimos viendo que esta se puede vivir y reconocer, no solo en la tierra, sino también en las aguas.
Todo lo que vive, amigo mío, proviene de las aguas, pero se ha evolucionado de manera terrenal y también acuática, así que adquirió conciencia terrenal y a la vez acuática, pero también espacial, que son las especies animales aladas.
Pero ¿qué hora es?
—Las doce, Jozef.
—Entonces me tengo que ir, porque el maestro Zelanus va a comenzar.
Adiós, amigos míos.
André se dirige a casa arrastrando los pies, de vuelta al lado del agua, también esa vida a su vez tiene algo que decir.
Pero no da aliento a todas esas vidas, aún no es capaz de hacerlo, porque queremos que se sintonice materialmente y a la vez con estas leyes, y que solo después se entregue a toda la vida de Dios.
Entiende ahora que nosotros le infundimos alma, entiende que las cosas se dieron por sí solas, pero mientras tanto recibió y materializó las leyes vitales de Dios, de la Omnifuente, aunque ahora dentro de su organismo, como una criatura de la madre tierra.
No obstante llega desde su interior: qué fácil lo tuvieron los iniciados.
Ramakrishna pudo entregarse por completo a sus adeptos, no tuvo nada más que hacer y pudo inventar las leyes y vivirlas, pero él jamás llegó a tales profundidades.
Pero ahora basta de hacer cosas extrañas.
Y eso vale para “Jeus”... también para Jozef —ellos tienen que representarlo aquí.
El ser humano no lo conoce, nunca sabe dónde se encuentra él como maestro, pero se puede constatar por medio de la sabiduría.
No tengo que buscar mi sombrero, se da a saber a sí mismo, si esa cosa la llevo puesta, viene bien para los eruditos raquíticos.
Por lejos que esté de casa, tengo que ser normal y lo seré, o todo lo demás carece de relevancia.
Ahora no hay peligro, la gente no podrá decir que estoy loco y si todo adquiere el respeto espacial, empezará a decirse a sí misma y a los demás que a fin de cuentas no son tan locas las cosas.
Eso significa, pues, lector, que está frenándose a sí mismo, está dándose un lugar en la sociedad para los que quieran seguirlo, los que quieran aceptarlo ahora y más adelante.
Pero entonces también llegarán a conocer a “Jeus y Jozef”, aunque entonces estarán ante otras personalidades y ya no sabrán qué pensar.
Más tarde, solo mucho más tarde André tendrá que asentir que han sido ellos quienes lo han protegido de la vida material, como André-Dectar.
Jozef es el de ciudad, Jeus el niño del campo, como Dectar es ahora el maestro.
A Jeus le resbala cómo le salgan las cosas, a Jozef ya se le ha dado su tremenda paliza para procesarla.
La personalidad “Jeus” sigue durmiendo y se divierte, es el travieso para este carácter, “Jozef” está casado y tiene que tratar y vivir el matrimonio, con el que no tiene nada que ver siendo André-Dectar, nada de eso le pertenece, porque es el instrumento de los maestros.
Y aun así... André puede seguir la vida de Jeus y hablarle, lo que ocurre en ocasiones, pero que quiere ser la elevación de todos esos rasgos de carácter hasta la personalidad consciente: ¡André-Dectar!
En realidad, ha de vivirlo todo ser humano.
¡Practiquen el arte y lo serán!
¿Cuántos rasgos de carácter no tiene el ser humano?
Y aquí han recibido una vida y también una personalidad propias, además de una entidad propia por la que podrán llegar a conocerse.
Cada ser humano posee lo infantil que no muere jamás, pero que algún día adquirirá la conciencia adulta, o seguirá estando todavía en un punto muerto.
Y también es milagroso: a quien haya perdido ese aspecto infantil, o sea, a quien se sienta adulto en todo, le falta esa cosa hermosa, esos sentimientos inmaculados por los que el ser humano es encantador, por los que sigue siendo la criatura de Cristo.
¿No ha hablado Cristo sobre eso?
“Que los niños vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos”... eso es ahora “Jeus” para André... pero también esa criatura está delante de la cosmología y tiene que asimilar las leyes correspondientes.
Ahora que nuevamente se va hundiendo, pueden hablar Jeus y Jozef, y es lo que hacen.
Jozef tiene que comer, beber y cuidar la vida diaria.
André también, pero ahora por medio de los maestros.
Pero ya han de sentirlo: de todos modos el instrumento de esta vida es una entidad propia.
Jeus ni siquiera escucha lo que André tiene que contar y tampoco es posible todavía, o esa juventud tendría ahora conciencia cósmica, y eso es absolutamente imposible.
La personalidad espiritual, o sea, André-Dectar, es cósmicamente consciente y eso Jeus y Jozef todavía tienen que asimilarlo.
Dicho más claramente: aquí vivimos la personalidad dividida, y también tú lo eres, lector, lectora, ¡lo es todo ser humano!
Ahora viene que Jeus tendrá que vivirlo tarde o temprano, están por llegar esos días, esa hora ya ha tocado y entonces vivimos unas cuantas horas imponentes.
“Pero”, dice André una y otra vez, levantando la voz, y eso Jeus no lo hace: “Mamá, querida Crisje, si no te tuviera, si no me ayudaras, ¿qué sería de mí?”.
También esto es la verdad sagrada, por medio de este lazo procesa ahora ‘La cosmología’.
En algunas horas, la vida ha vuelto a cambiar, ahora mismo ha llegado a haber conciencia para la tierra, y eso se dio así como así.
Pero a ver, estimado lector, estimada lectora: ¿podrías imaginarte todo esto simplemente por tu cuenta?
No te enterarías.
No eres capaz, por lo que André también tiene que vivir que son los maestros los que le han dado a vivir todo esto, aunque ahora en la tierra.
André no conoce ni siente el hambre, Jozef y Jeus sí, ahora Jozef tiene que comer porquerías si quiere mantener con vida el organismo, aunque en ocasiones Jeus no las acepta.
Cuando Jozef está delante de las remolachas, es André quien saca ese alimento a la fuerza, porque tira de él de vuelta a un grado de vida animal y no es necesario, crea disgustos para él, pero ¿qué quiere hacer André ahora?
Jozef oye que Jeus le dice:
—Eso lo comen los cerdos, vamos, ¿cómo vas a poder comer eso?
Y cuando Jozef reacciona, todavía se oye de parte de Jeus:
—Donde nosotros ni los cerdos comen eso.
Y ahora los dos han empezado a pelearse por la comida.
También André tendrá que verse involucrado, yo también, cuando más adelante empecemos a escribir, porque entonces ese alimento me dominará, también a él, y es disarmonía.
Jozef dice:
—Calla la boca, es mejor que nada.
—¿Acaso quieres que yo me crea —llega todavía de Jeus—, que a ti te gusta eso?
En casa, con mamá, ¿hemos tenido que comer eso?
Ahora Jeus se va al sótano, Jozef toma control de la conciencia.
Y ¿qué significa eso, pues, estimado lector, estimada lectora?
Te doy todos estos suaves matices para que tú también llegues a conocerte a ti mismo, y porque forma parte de ‘La cosmología’.
Significa que también Jozef se siente mal por toda esta comida de cerdo, pero que en su juventud jamás lo comió; después tiene que vivir esta comparación.
Por eso Jeus desparece al sótano, ahora desciende hasta donde el subconsciente y tiene que aceptarlo.
Ahora la personalidad fuerza por medio de la propia “voluntad” que los rasgos de carácter escuchen, así que tampoco tienen nada que contar.
Jeus está empezando a tener muchos humos, lo natural se rebela contra lo que es antinatural.
Y entonces llegamos a casa.
Le digo a André que se prepare para escribir.
En la habitación de delante hace demasiado frío, entonces mejor empezar con ‘La cosmología’ en la cocina, allí aún se puede vivir algo de calor, ahora se queman allí libros viejos y sin relevancia, nuestros manuscritos terminan en la estufa, también hacemos bolitas con ellos para hervir esas remolachas que tanto le gustan a Jeus.
Si de verdad hace demasiado frío, eso me frena y no puedo controlar los sistemas corporales.
Si Jozef come demasiado, eso me quiebra; entonces los sistemas corporales reaccionan en exceso y tenemos que tomarlo en cuenta.
Ocurrió más de una vez que mientras escribía, André ya no era capaz de comer, por lo lejos que se encontraba del mundo material, pero entonces el maestro Alcar también tenía que encargarse de eso y comer, o sea, para André, porque si no, perdería sus fuerzas orgánicas.
Pues bien, si vivimos entre el calor y también el frío, escribir va por sí solo.
Por si las dudas, se envuelve en mantas.
Si se calientan bien los pies, los sistemas automáticamente reciben alimento, o sea, ese calor.
El temblor, o cualquier otro efecto, del frío o del calor, molesta, saca a André del trance, no debe haber ningún tipo de interferencia material.
Pero ni cinco minutos después hemos comenzado, hemos puesto el primer contacto, el maestro Alcar y yo, André nos ve.
Dice con alegría:
—¿Y entonces, amigo mío?
¿Qué quieres hacer con este frío?
¿Escribir sobre la cosmología, aquí en la cocina?
¿Quieres buscar una aguja en este océano vital?
¿Quieres —déjame terminar, por favor...— luchar contra Adolf Hitler y su panda, de su terrible especie?
¿Quieres —un momentito más...— poner en una mejor luz la putrefacción de esta pobre humanidad?
¿Tirar todo lo de las facultades espirituales?
A pesar de todo me entrego a tu vida.
Y de golpe está ahora en nuestras manos, ¡puedo empezar yo!
André ve ahora que se ajusta el reloj espiritual y eso significa que calculamos las fuerzas vitales que hoy usaremos para escribir.
Escucha su tictac y puede significar en sí mismo hasta dónde iremos hoy.
No obstante hay una interferencia y es horrorosa: la sopa de remolacha está haciendo de las suyas.
Se me escapa —lo que te indica que lo acompañamos en todas las vivencias—:
—¿Cómo puedes comer cosas como esas... ahora que sabes que tenemos que escribir?
Pero ahora me dice Jozef:
—¿Hay algo más de comer, habitante de los cielos?
Ha dado en el blanco, el maestro Alcar ríe de buena gana; se me olvidó por un momento que Jozef ha de comer, pero ahora primero tenemos que vomitar, vivir otra cosa antes de que podamos seguir.
Jozef comió antes de que empezáramos a escribir, no hubo manera de eludirlo, la vienesa no tiene otra cosa y quiere que Jozef coma, o no podrá seguir haciendo este trabajo.
Pero ¿ahora qué?
El maestro Alcar hace algo, el maestro desciende en el organismo y empuja esos fenómenos al ataúd humano, al proceso al que tendrá que ir, pero del que tiene que vivir ahora una aceleración.
Eso un maestro sabe hacerlo.
Un poco después, esa presión en el estómago ha desaparecido, y podemos continuar.
Pero ya nada de sopa de remolacha, entonces mejor nada, ya no la soportamos.
Quien lo vea allí escribiendo pensará que es él mismo quien está trabajando.
Pero una hoja tras otra sale volando de la máquina y eso no sabe hacerlo Jeus ni Jozef, solamente André sabe hacerlo, y a él se le regala la escritura.
Ahora André puede seguirme, si lo quiere puede —nos hemos desarrollado hasta ese punto— vivirlo todo conmigo.
Para la escritura se me ha dado ahora el control del setenta y cinco por cien de sus sentimientos.
Puede seguirme por medio del veinticinco propio, por el que por tanto alimenta el organismo.
Cuando he llenado unas cuantas páginas, echa un vistazo y dice:
—Una y otra vez es un gran milagro para mí, maestro Zelanus.
Durante la escritura le contesto, mientras se está escribiendo le envío mis propios sentimientos, de lo que soy capaz sin cometer errores, no pulso letras equivocadas, otro milagro más para él, pero para nosotros como personalidades espirituales no es otra cosa que conciencia.
Ahora André vivirá otros milagros más, pero oye que le digo:
—De eso es que se trata, André.
Continúo, él espera un poco y entonces vuelve a llegarme:
—Vale la pena.
A mí también me gustaría.
También a mí me gustaría escribir.
—Es lo que haces, ¿no?
—No lo hago.
No soy capaz de lo que haces allí, jamás lo aprendí.
Y ¿qué quisieran hacer Jeus y Jozef ahora?
—Ellos no saben hacerlo, para eso no han tenido escuela ni educación, André-Dectar.
Vuelve a esperar, continúo.
La máquina tabletea y además la sopa de remolacha se cae, ya no nos molesta.
La vienesa oye el tableteo, de vez en cuando encima también tengo que contestarle a ella, porque no le da importancia alguna a esto de escribir, y es la más normal del mundo, así se mantuvo en todos esos años.
En realidad es ella quien no ha soltado jamás esta total normalidad, quien nunca tomó en cuenta a André, para ella siguió siendo Jozef o Jopie.
Y lo quiso el maestro Alcar, y también eso lo tomamos en cuenta.
Y entonces dice André:
—Vi, maestro Zelanus... que mi adepto se quedó pasmado de lo que le conté esta mañana.
—No me extraña... —le contesto, son respuestas cortas, pero que le hacen sentir a André que también nosotros podemos vivir esta unión.
Antes eso no podía ser, pero ahora nos hemos desarrollado al punto en que también es posible.
Ahora se oye:

—Hola, cariño.
No sé por qué trabajas tanto.
Verás que vas a caerte de la silla del hambre.
¿Por qué tienes que trabajar tan duro con semejante cuerpo, pues?
Esta es la vienesa, estimado lector, estimada lectora.
¿Se equivoca?
Sin embargo, nosotros trabajamos y tenemos que darle una respuesta.
En ocasiones lo hace el maestro Alcar, ahora yo soy el que tiene que contestarle y le doy mi gruñido, algo que dice: “Sí, pero ¿qué se le va a hacer?”.
Me abraza que da gusto, me toca vivir un beso material.
André me guiña el ojo, sabe, entiende lo que esto significa.
Es imponente porque ella es una criatura, una criatura sencilla, de otra personalidad no habría querido aceptar este beso.
Le devuelvo mi beso en su mano, a lo que reacciona:
—Loquito.
Este amor es inmaculado y humanamente puro.
Me siento feliz, pero continúo.
André sonríe, pero sin decir nada, me deja percibir sus sentimientos.
“¿Loquito”?
Sí, sí, esa palabra me molestó un segundo, todavía la oigo, cae sobre el papel, adiós página, y me toca comenzar de nuevo.
Loquito no suena mal, ¿loquito?
“Loquito”... todavía suena, pero entonces hay que matar esa palabra o me quedaré atado a ella, y entonces no podré continuar.
André piensa, ‘¿De dónde será que el maestro Zelanus saca esa conciencia? No deja que nada le perturbe’.
La vienesa sigue, anda chapuceando alrededor nuestro, y nosotros también continuamos con lo que ha vivido André.
Todo se consigna, también sus pensamientos y sentimientos, lo que hace atractiva la cosmología, por la que el ser humano también llegará a conocerse en la tierra.
Cuando he escrito unas cinco páginas, oímos que la vienesa dice:
—Vaya, qué mundo es este.
No, no, no quiero decir eso, lo que quiero decir es: hay que ver qué clase de gente la que vive aquí.
Mi madre siempre decía: “La tierra es el paraíso, pero los seres humanos son los diablos”.
Al no llegar respuesta pregunta:
—¿No dices nada?
Y entonces tengo que volver a contestar y le doy:

—Tu madre era pura, así como te lo digo.
La tierra es encantadora, es hermosa, pero las personas son los diablos y los demonios.
¡Continúo!
André vuelve a guiñarnos el ojo a mí y al maestro Alcar, qué amable.
Y un poco más tarde llega:
—No quiero volver a la tierra nunca.
Tampoco como mujer, estoy más que harta de estar aquí haciendo chapuzas.
Si he de volver, lo haré de otra manera.
Entonces iré... sí, sí, ¿qué haría entonces?
Seguimos trabajando, cuando ella no da pensamientos concretos, tampoco le contestamos, para que comprenda y perciba.
Y otro poco más tarde se oye:
—Y es que esa porquería de estufa...
¿Cómo puede arder una cosa de estas si no tienes nada para quemar?
Qué difícil es la vida ahora, vamos.
Y continúo, según ve André, entremezclado con esta cháchara hablamos de sistemas cósmicos, he escrito las primeras páginas para la segunda parte de ‘La cosmología’.
Cuando ella dice algo sobre estos tiempos, le contesto:
—Es cierto, amor, pero estos tiempos no han de quebrar su personalidad...

A lo que ella me replica:
—Cuánta formalidad conmigo, ¿no?
¿Hablarme de usted?
No me hagas reír.
A veces oye que Jozef ya no está allí, pero entonces se le da a vivir eso de que le habla de usted, pero es cuando somos nosotros.
Hoy tiene mucho que contar y es porque no podemos escribir en la habitación delantera.
Ahora estamos demasiado cerca de donde está ella.
—Es terrible, sí, incluso horroroso, pero aun así quién puede estar tranquilo...
—Aun así tendrás que intentarlo, ¿no, cariño? —es la respuesta que recibe, y después vuelve a tocarme un beso suyo.
André piensa, él me está siguiendo a mí, aun así le sale una pequeña sonrisa, ahora ya no queda nada que vivir de Jozef y Jeus.
Pero la máquina está embrujada, ahora estamos embrujados por estar escribiendo, también esos son milagros para André-Dectar.
“Antes”, me envía André, “jugabas con Jeus, pero era yo.
Ahora escribes por medio de mí... y nuevamente estamos jugando.
¿No es un verdadero milagro?
¿Qué saben de eso los eruditos, pues?
¡Nada!
Pero ¡es un milagro imponente!
Veo que ahora andas rondando como fantasma, ¿no, maestro, Lantos Dumonché?
Es imponente.
¿Qué tal el beso de la vienesa?
¿No es un encanto?
Parece una niña pequeña.
Y eso también es imponente.
Qué pena que de todo esto tan imponente no pueda vivir nada.
Pero ¿quién podría vivirlo aquí, como mujer de la tierra?
Creo que ni una sola.
Y si sí fuera así, según veo ahora, de una vez nos detendríamos también, porque en esto no puedes traerte esa vida.
Y así es, justo como es ahora ¡las cosas son perfectas y buenas!
También de eso se han encargado los maestros”.
André sigue lo que se escribe, así que juntos estamos conectados con estas leyes, pero ¡yo soy el que escribe!
André lee en la página 6:
“¿Todavía sigue siendo palabrería para tu vida?
¿O algo empieza a asomarse por dentro? ¿Va saliendo el sol vital para tu pequeño “yo” consciente y quieres comprender algo?
¿Comprendes que Dios creó una luz para el día y que hizo una para la noche?
¡La madre tierra es la que importa!”.
Y un poco después mientras está de charla con la vienesa, lee:
“¿Te ha entrado ahora un poquito más de luz?
¿Puedes aceptarme ahora por unos minutos?
¿Acaso todo esto no es milagroso?
¡He visto a Dios!
¡He hablado con Dios!
¡Se me ha concedido vivir a Dios!
¡He recibido Su amor!
¡He llegado a conocer a Dios como Padre y sobre todo como Madre!
¡Ahora conozco de verdad las leyes divinas!
¡Conozco ahora los grados de vida para tu alma y tu espíritu!
¡Conozco cada uno de los mundos de Dios —para nosotros los seres humanos y los animales y la vida de la madre naturaleza”.
Continúo, él puede vivir esto y seguirme, y es un milagro para su personalidad.
Estamos en la página siete, echa un vistazo por encima de mi hombro y lee:
“¡Tengo alimento para toda esta humanidad!
¡Tengo amor para esta humanidad!
¡Tengo el ‘saber’ para esta humanidad!
He recibido el camino, la verdad y la vida por excelencia para esta humanidad.
¿Puedes abrirte ahora un poquito, querido ser humano de este mundo tan hermoso, de esta tan hermosa tierra?”.
Continúo, André ve ahora que la cosmología nuestra adquiere relevancia divina.
¿Hasta dónde iremos hoy?
Pero cuando pasa sobrevolando un cohete V2, llega:
—Ya no puedes estar seguro de tu vida ni un segundo.
Allí va otro cacharro asqueroso de esos, un monstruo terrible de esos, y entonces no hay comida, ya nada, solamente miseria.
A la página ocho... he llegado, un poco más y entonces podremos decir: basta por hoy, pero quiero escribir diez páginas.
Diez cada día, son veinte páginas en el cuaderno para leer, es decir en treinta días, veinte días: finiquitado el libro.
Si se puede, queremos romper un récord, André y yo, para que el maestro Alcar pueda comenzar pronto con el siguiente viaje.
Y entonces se vuelve a oír:
—¿Vas a seguir escribiendo mucho hoy?
¿No has hecho suficiente ya?
Vamos, hombre, no trabajes tan duro.
¿Para este mundo horroroso?
¿Tú tienes que partirte el lomo de esta manera para toda esa gente repugnante?
—Un poco más, hija, y ya está... —le contesto, y entonces solo oímos el tableteo de la máquina, pero escribimos y trabajamos para esta humanidad tan raquítica, ¡para que la condena desaparezca!
Para que el ser humano sepa con certeza que es él mismo el causante de este desastre.
Pero aquí se viven sistemas, Sócrates, psicólogo de la tierra, ¡vivimos aquí verdad divina!
“¿Cariño?
¿Me vuelves a besar?”, quise pedirle, pero continúo, ¡aunque mandamos todo el amor de ella al Gólgota!
También ella vivirá su imponente lugar en la cosmología, también Crisje, también Jeus y Jozef y todos los que tienen que ver con André.
La máquina tabletea, es imponente oírlo.
Veo que André da una vuelta por la casa.
Puede hacerlo, no hay nada que lo detenga.
Por el pasillo a la habitación delantera.
¿Qué hora es allí?
Casi las cinco.
Un momento más, un momentito, y entonces sonará el reloj.
Siento que espera, también puedo verlo, y entonces el reloj marca las cinco.
Eso también es un milagro para él, una y otra vez, pero ya se le ha concedido vivirlo como niño.
Ahora lo vive de manera cósmica.
Oye el tictac del reloj desde su mundo.
Freud, eruditos, si lo viven llegarán al instante.
Pero ustedes son inalcanzables.
También esos sentimientos tendrán un lugar en la cosmología, porque son hechos.
‘Es una gloria escuchar el suave golpeteo de la máquina’, piensa, y lo capto desde su vida.
El maestro Alcar se fue, yo también me voy enseguida y entonces estaré listo hoy para la tierra.
Entonces André volverá a mí.
¡Así vamos a seguir!
Casi llego.
André percibirá enseguida cuánta fuerza he gastado.
Ese pobre organismo tiene que seguir, aunque esté en los huesos, escribimos a pesar de todo, de todos modos la humanidad nos ayudará a cargar, André puede procesar las leyes por medio de esta pobreza.
Si hubiera felicidad humana en la tierra, sería más difícil para nosotros, porque la cosmología es tan imponente.
Pero la miseria humana nos ayuda, esta presión, esa gravedad tiene que ver con nuestra vida y tiene sintonización con todas estas leyes.
Un poco más y tendré que parar.
Ahora André puede volver a hacerse cargo del organismo y si lo quiere, forzar a Jozef a representar la personalidad, eso sigue bajo su control.
Hemos escrito veinte páginas esta tarde, y como si nada, no hay interferencias, tampoco V2.
Aunque esos cohetes pasen volando por encima de nuestra vida, ya no nos molestan, seguimos escribiendo, los maestros nos han blindado por completo, pero ¡este desarrollo tomó quince años!
Hoy hemos arado y sembrado un pedacito nimio de tierra de lo Omnimaternal.
Quien más tarde esté abierto a ello, lo agarrará, según sabemos, llegará el día en que la humanidad entera leerá nuestras vivencias, ¡los libros de André-Dectar!
Y entonces hemos alcanzado el punto.
André vuelve y pregunta:
—¿A dónde irás ahora, maestro Zelanus?
—A la luna, André.
Allí esperan mis discípulos.
Allí ya tengo cien años y por ahora me quedaré allí para abrir a la gente del otro lado a cada una de las leyes vitales.
Es mi tarea, además de esta, la que vivimos juntos para la humanidad.
Lo sabes: ya no nos hace falta descansar.
—Qué pena, habríamos podido escribir unas diez páginas más.
—De ninguna manera, André, órdenes del maestro Alcar: basta por hoy.
Tenemos que tomarlas en cuenta, se trata de tu cuerpo.
—Dale mi beso a la madre luna, maestro Zelanus.
—No se me olvida, ella ya ha percibido tu beso.
—Y saluda a “Wayti” de mi parte.
—También eso está ya hecho, André, y ella te percibirá.
Pero recuerda ahora las remolachas.
Hasta mañana, André-Dectar.
—Hasta mañana, estoy listo.
—Eso lo sabemos.
Y ahora sí: hasta mañana.
Me he ido, se ha interrumpido el contacto.
Voy volando por el espacio y vuelvo a la madre luna, donde se encuentran absolutamente todos mis adeptos.
André puede seguirme.
También están allí Freud y otros más, los eruditos de este mundo reciben clases universitarias de la Universidad de Cristo.
André lee ahora lo que he escrito.
También algunos de los discípulos pueden leerlo, le quitan entonces a él esa presión cósmica y mañana estará listo otra vez.
Ahora puede pensar, para la cosmología y para él mismo.
Y ya comienza.
¡Hay un gran desorden!
¡Eruditos poniéndose en ridículo para el espacio!
¡Pobreza por doquier!
Pero ¡algún día tendrán que aceptarme!
Por las mañanas no escribimos o llega a ser demasiado, primero le hace falta aire fresco.
Y fuera puede hablar con todo lo que vive y se le da a vivir la unión material, aunque ahora cósmica, con la que el maestro Alcar lo abre.
Esto nos permite continuar y profundizar cada vez más.
Así que lo que tiene que vivir en el otro lado además es para la tierra, porque allí es donde viven todas estas leyes.
Y son seres humanos y animales, flores y plantas.
Ahora no le hace falta desdoblarse corporalmente, esta noche dormirá naturalmente, pero nosotros hemos comenzado.
Santo cielo, qué pintas tiene el cuerpo... es lo que constata por la noche cuando se mira.
Ojalá pueda procesarlo, ojalá aguante.
Pero lo que el maestro Zelanus ha escrito es maravilloso.
Ya no soy un ser humano.
Los hombres y las mujeres se deterioran, ellos también, pero no en lo espiritual.
Esta gente se eleva por encima de todo lo de la tierra, lo que viven es amor y felicidad inmaculada, y así se mantendrán en pie.
Pero él sabe: estoy viviendo silencio inmaculado y espiritual.
Y sabemos de qué es capaz, este André-Dectar, y cada uno de los maestros, las mujeres y los hombres en nuestra vida, tenemos un sagrado respeto por ellos, ¡un sagrado respeto!
¡También Cristo!
Sabemos lo que le cuesta, lo que tiene que procesar, pero ¡por eso es que se ha convertido en el Príncipe del espacio!
¡Y eso ya lo dice todo!
Le mandamos nuestros pensamientos desde nuestra vida, no puede liberarse de ello: son los maestros los que le fuerzan a pensar en esta dirección.
Y cada uno de los pensamientos está determinado, lo que piensa y lo que encuentra en la tierra habla a su personalidad.
Ustedes llegarán a saber por medio de lo que hace que esos pensamientos y sentimientos le alcancen de manera infalible, pensamientos que transmito a su vida y personalidad desde el espacio, después de lo cual él actuará.
Lo fuerzo ahora a salir un momento, a la calle para tomar aliento, pero hacemos algo, ¡yo lo hago!
Y de pronto está en una floristería para comprar algunas flores.
‘¿Quién me está haciendo esta jugada...?’, se pregunta.
‘Antes me mandaban a una carnicería para comprarles carne a los enfermos, y ahora ¿flores?’.
Ahora que ha llegado a ese punto me oye decir:
—Para la vienesa, André.
Quiero darle las gracias por sus pensamientos cariñosos, su beso inmaculado.
¿Puede ser?
Vamos, préstame ese dinero material, lo enmendaré todo de este lado.
Me dice:

—Buenazo.
Pero su corazón está abierto a las amabilidades y al amor.
¿Cómo es posible?
Un maestro del otro lado le manda flores a la vienesa.
Flores desde las esferas de luz, vienen directamente desde la luna.
Pero no hay mucha cosa a la venta ahora, se contenta con lo que hay, para sus adentros decide que se parecen más a ortigas que a rosas universales.
Y entonces vuelve a la vienesa.
—¿Qué tienes allí?
—Flores para ti, flores de parte del maestro Zelanus.
Sí, ya, no pude comprar otra cosa, pero no lo olvides: el amor te dice más que estas ortigas.
—Loquito.
—¿Por qué soy ahora un “loquito”?
—Quién va a andar comprando flores en estos tiempos, si no se consigue nada especial.
—Eso es cierto, pero estas se mantendrán sanas, no van a morir.
Estas en realidad ya han muerto, porque vienen de la luna.
¿Ves este beso?
¿Lo sientes?
Vamos, mira, siente, es un beso celestial.
¿No ves la tarjetita?
Cuando Ardaty daba avisos a los sacerdotes en el Templo de Isis, ocurría exactamente lo mismo que esto de ahora, puedes leer la tarjetita espiritual, ¿no?
Y dice: “Del maestro Zelanus, por tu beso”.
Conoces ‘Entre la vida y la muerte’... pero esto también es amor.
—¿Recibo flores de parte del maestro Zelanus?
—Sí, mi niña, porque le has hablado de manera tan gloriosa.
—¿A él?
—Sí, mientras escribíamos, oí exactamente lo que parloteabas, fue glorioso.
Y ahora el maestro Zelanus te ha comprado estas flores.
Vale la pena, puedes pensar sobre esto.
Y ahora, a pensar.
André toma carrera, se disuelve para la tierra, pero sigue sintiendo unión con la sociedad humana.
Hay miles de pensamientos y también problemas abalanzándose sobre su vida.
Por supuesto es ahora —mientras no estamos— cuando nuestra unión con su vida sigue manteniendo el contacto universal, él tiene que analizar el pensamiento del ser humano o no avanzaremos.
Y eso tiene que pasar ahora en la calle, o donde sea que esté, no le queda más remedio que pensar en absolutamente toda la vida, en Sócrates, Jung y Adler, la teosofía, tiene que hacer comparaciones para la cosmología, y es su tarea para cuando hayamos interrumpido el contacto.
Esto es lo que te da, estimado lector, estimada lectora, que, una vez que hayas alcanzado ese punto, también tú podrás vivir siempre el contacto espiritual, esta unión con tus seres queridos, si quieres pensar como lo hace André-Dectar, o de ninguna manera llegarás a vivir unión espiritual, ¡no es posible!
Los tiempos, pues, que vienen, los días en que no escribimos o las horas en que está libre del otro lado, son verdaderas clases universitarias para tu vida y personalidad.
Allí en esa pequeña cocina vive el Príncipe del espacio con sintonización cósmica.
Y entonces empieza: no hay nadie en la calle, aquí hay tranquilidad, pero allí están sentados con su lucecita; un poco de aceite y un pedacito de cordón de zapato, como han de aceptarlo tantos millones de personas en Europa.
No obstante, esa vida está diametralmente opuesta a Adolf Hitler y sus diablos, y ¡representa el bien!
¡Cristo vela!
¡Dios todavía sigue siendo Amor!
¡Los enviados de Dios velan!
Pero de una manera que el ser humano no puede imaginarse, o sea, de otra manera que lo que pueden imaginar el protestante y la criatura católica.
Aquí se analizan los sistemas divinos.
¿Qué profundidad tiene el amor?
Sí, sí: ¿qué profundidad tiene el amor?
La misma que la que posee y tiene que dar el ser humano en sentimiento.
Si ahora vivo un beso y un poco de amor, entonces tengo que ver con esa personalidad.
Y si esa personalidad está enterada de estas leyes, se me da a vivir un beso espiritual, amor espiritual, que es lo que busca todo el mundo, que constituye la felicidad para este mundo.
Y eso es lo que buscan todos los seres humanos, pero nadie quiere dar algo a cambio, también quieren vivirlo un protestante y un católico, pero ahora mismo esas criaturas no logran desprenderse de su condenación, y están ante un beso muerto, que no toca alma ni espíritu alguno.
¡Así es como son las cosas!
Una mujer es lo más sagrado que vive en la tierra, por medio de ella el hombre puede vivir la felicidad, sin ella la vida en la tierra no tendría importancia.
Pero ¿cuál es la profundidad de una mujer?
¿Qué tiene para ofrecer a los sentimientos “masculinos”?
La gente, toda esa gente corriente y moliente que no quiere saber nada de estos tesoros cósmicos, ¿podrá dar ese amor?
¿Por qué tanta gente se divorcia?
¿Piensan que ya han vivido la vida y conciencia del otro?
La gente que no quiera vivir nada de estas leyes no vive amor espiritual alguno.
Esa vida carece de profundidad, el beso carece de profundidad, ese beso y ese amor se dan y se viven materialmente.
¿Me das un beso, cariño?
“Wayti”... ¿sientes mi beso?
¿Acaso no están atados a él mi alma y mis sentimientos?
¿Cómo es el beso de un teósofo?
¿Cómo es el beso de los rosacruces?
¿Cómo es el beso de un iniciado?
¿Cómo es el de un protestante de la corriente reformada de la madre tierra?
No me hagas llorar.
Es un asco, vamos, ¿vienes conmigo a esta unión cósmica?
Madres, ¡yo poseo amor!
¿Cómo besaba Annie Besant?
¿Cómo besa Krishnamurti?
Cómo besaba Ramakrishna?
¿Sócrates?
¿Platón?
¿Bach?
¿Wagner?
¿Tiziano?
¿Rembrandt?
¿Van Dyck?
El ser humano da su amor conforme a la conciencia.
Y si ahora el beso humano es profundo, es amor, es la entrega y vivencia del propio grado de vida.
Pero no pensé, piensa, que las ortigas pudieran oler de esta manera.
Es un perfume espiritual, la conciencia espiritual se puede oler, es como el fósforo espacial, igual de delicioso, es aliento de vida inmaculado.
Se van a la cama, son las siete y media, en la cama se está mejor que en la cocina fría, y entonces puede pensar.
Otra vez los V2.
La gente tiembla en la cama.
Las tazas que habían quedado ruedan por el suelo, rotas.
Vaya con esos malditos boches, no, no: con esos horrorosos nazis.
Con maldiciones puedes destrozarte espiritualmente.
Es doloroso.
Pero piensa en los soldados alemanes que iban a por sus libros.
Los vecinos pensaban que trabajaba para los alemanes.
¿Qué quieres de ese hombre, zapatero?
Ese hombre viene a por mis libros y no es ningún asesino, no cada alemán es un nazi.
Cómo odia la gente la vida de Dios.
Esos alemanes no quieren tener nada que ver con Adolf, y aunque esos chicos estén aquí en nuestro país, ¿eh, zapatero?
Si piensas así, eres como Caifás, pobres diablos.
Pobres creyentes.
Y ¿esa gente es propia de la iglesia?
¿Es creyente?
¿Pretende acceder a un cielo?
¿Es eso amor?
¿Es eso su beso para el Dios de toda esta vida?
¿Ves ahora lo raquítico que es tu beso vital para la vida de Dios?
¿Y quieres que Dios cultive flores con el curso de tus pensamientos?
¿Qué por medio de tus pensamientos masacre otras vidas?
Ves: así de pobre eres, zapatero, y todos los que viven alrededor mío.
Entonces más vale no tener creencia, como aquí abajo, pero ahora esa gente no se burla, no se quiebra, no destruye por medio de sus sentimientos la vida de Dios, aunque yo no quiero tener nada que ver con los de ese tipo.
¡Son falsos!
Pobre Erich Kohlen.
Estás en Rusia, pero pienso en ti.
¿Me vista a tu lado hace un momento, de pie allí en esa llanura inhóspita y glacial?
Estoy allí y he recibido tus pensamientos.
También el estudiante está otra vez emitiendo, pero aún no reacciono, ese hombre no tiene nada que decirme, que se enoje todo lo que quiera y eso no puede ser así: ahora mismo no llegarás a vivir este contacto de ninguna manera.
Si allí lo pasas mal, Erich, piensa en mí.
En eso te apoyarán los libros de los maestros.
Tiene que ser espeluznante vivir allí ese infierno, pero tú volverás a tu mujer e hijos inmaculado, y estarás millas por encima de todos estos crueles holandeses que tienen un Dios pero odian tanto que saltan chispas.
¡Y esa gente se llama un cristiano!
Esparcen la peste con sintonización espiritual.
Primero has de llegar a conocer la mentalidad de nuestro pueblo espiritual anémico si quieres vivir esta mentalidad, pero entonces estarás ante esta personalidad desnuda.
Y entonces verás lo que esta masa hace y ha aprendido por medio de la fe, ahora no se puede hablar de ninguna manera de amor espiritual.
Pero ¡el Gólgota los curará!
¿Me ves, Erich?
¿Sientes que somos uno solo?
A nuestro pueblo le hace falta este golpecito, pero esa masa no lo quiere, inclinar la cabeza vendrá después, aunque entonces para diez segundos, mañana volverán a odiar.
Porque no tienen ningún Dios, no ha nacido ningún Dios para este amor desgraciado.
¡Hay que destruirlos a ustedes!
Pero bueno, ¿puedes decir que no tienen razón?
¡Se trata de Adolf!
Aquí no han querido guerra ninguna.
Pero tú no odias, Erich, no podrás odiar y aun así eres alemán, también hay rusos que no quieren odiar.
Pero percibo tu frío, es horroroso, qué bien estamos nosotros todavía.
Mis sistemas materiales absorben el calor de la camita hasta llenarse.
Disfruto, aunque lo orgánico ruja, yo mismo soy feliz, y ¿cómo estoy ahora?
Los maestros trabajan ahora en mi organismo, siguen la circulación sanguínea, mi corazón, que en 1939 recibió un golpe en dos ocasiones y me echó al suelo, porque esa angina de pecho campaba a sus anchas.
Fue culpa de la tensión, de ‘El origen del universo’, y es que esos libros se escribieron por mi sangre, Erich, así que podrás aceptar que también yo he tenido que procesar mis golpes.
Sí que siento que algo está entre mis pulmones, pero ya lo volverá a sacar el maestro Alcar.
Claro que lo creerás: para mí, morir es la bienaventuranza más imponente que existe.
Es extraño, en ocasiones quiero dejarlo para siempre, pero entonces veo a toda esa gente miserable delante de mí y vuelvo a empezar.
Es esa maldita impotencia que acaba contigo.
Ahora soy capaz de hacer feliz este mundo y la gente no quiere esa felicidad.
Es una paliza, Erich, y ¡eso es lo que fue lo peor para Cristo!
Lo que le dio tan fuerte no fue la muerte en la cruz, sino Su impotencia como consciente divino.
Ahora puedo comprenderlo porque he llegado a conocer las leyes divinas.
El Führer envía sus rasgos de carácter al pueblo inglés y quiere matar (la Casa de) Israel.
Pero lo que no fue posible hace diez mil años tampoco podrá ocurrir ahora: ¡es imposible destruir Israel, Adolf!
¿No lo sabías?
Te lo he contado ya diez veces; vas a terminar destruido, según te dije ya en 1935, pero no querías hacer caso.
Ahora mismo estás ante tu final material y puedes asesinarte a ti mismo, no quedará más para ti.
¡Vaya, pobre perro!
Y contigo todos los demás que te han seguido.
Adiós, mi Erich, voy a dormir.
Mañana tengo que escribir y para eso nos hacen falta muchas fuerzas.
¡Volveré a verte!
Ahora sé que no perecerás, ¡volverás a tu mujer e hijos!
Qué bien así, espacio, me siento ligero.
Ayer pensaba que el espacio presionaba sobre mis hombros humanos, pero ahora estoy distinto.
¡Gracias, mi maestro Alcar!
Los siguientes V2 lo mantienen despierto, aun así se duerme y llegan los sueños, mientras duerme se arrastra a través de la tierra, pasa por ataúdes y vive una putrefacción tras otra, vive el “gusano” —el cadáver humano— hasta que despierta por la mañana.
Sale de la cama de un salto para la premura natural, vuelve a meterse a la cama a toda prisa y duerme ahora sin sueños, libre de todos esos mundos, siente que ha estado de camino durante miles de años.
Ha vivido mundos debajo de la tierra, vivió creaciones posteriores y es consciente de todo grado de vida.
Hicieron que viviera sueños para que hoy pudiera pensar.
Al despertar puede comenzar.
Te entraría miedo, pero no es el caso y tampoco es espeluznante.
Toda esa vida tiene relevancia, ¡es cosmología!
Pero una serpiente es una alimaña.
Un cocodrilo también, los monos no, pero provienen de nosotros, los seres humanos.
Vaya con ese Darwin.
Ahora ha quedado abierta la Universidad de Cristo.
Lo entiendo y para eso tengo que pensar.
Lo ves, Rama... así las cosas van bien, pero tú no fuiste capaz de hacerlo.
Ni Blavatsky.
Jamás oíste V2 durante tu vida, porque te habrían sacado a la fuerza de tu equilibrio espiritual.
¡A mí no!
No estabas abierto a los alimentos, te la refanfinflaban, a mí también.
Pero esta sociedad te habría hecho más etéreo, a mí también, pero aun así me valgo por mí mismo.
¿No vale la pena eso, Rama?
Puedes reconocer, pues, a los animales que pertenecen a la creación, Rama.
Ves esas especies y cada una de ellas creó de nuevo y también dio a luz, por lo que surgieron otros grados nuevos y empezó la endogamia.
Y fue cuando vi, Rama, que el primer grado vital fue surgiendo desde las aguas, aunque se multiplicaría, también se iría haciendo más hermoso y ocurrió, pues, por medio de la madre tierra; porque los animales prehistóricos se disolvieron, pero han alcanzado ahora el estadio más elevado para el siglo nuestro, son ahora caballos, vacas, perros y gatos.
O sea que desde la selva de vuelta a la ciudad, justo como lo hemos vivido los seres humanos, ¡tan claro es!
¿Viste que me iba arrastrando por debajo de la tierra, Rama?
Cuando estuve allí anoche pensé en ti.
Vaya con esos animales.
Cuántos rangos y grados no han creado ya para sí mismos.

Hay siete grados y significa siete veces el más bajo, y en cada uno de los grados creó vida nueva.
¿Sabes ya cuántos animales han nacido a partir de todos esos grados vitales, para la endogamia y la creación existente?
Y esas especies se encuentran por debajo de la especie en sí, considero que son como la fuente primigenia para un grado de vida, es el fundamento material y corporal.
¿Te parece divertido, Rama?
¡Pues es que lo es!
Me vi a mí mismo cuando todavía vivía en la selva.
Allí también estaba debajo de la tierra y vivía en un árbol, pero estaba rodeado de muchas hembras, por lo que me desfogaba y creaba niñitos.
En ocasiones corría de un grado a otro, creaba hijitos también allí, ¿y luego qué, Rama?
Fue cuando fragmenté mi propio grado vital, eché a perder mi sintonización primigenia, porque era uno con el tercero, el segundo y el quinto grado para mi vida orgánica, por lo que mancillé mi propia creación.
¿Lo entiendes?
Y ahora la gente en esta sociedad se pregunta por qué el ser humano ya no posee resistencia alguna.
Por eso, Rama, los seres humanos hemos depuesto nuestra resistencia natural, la hemos perdido, y entonces ya no soportábamos el calor ni el frío.
Fue cuando llegaron las enfermedades.
Eso fue lo que vi y viví durante mi travesía nocturna.
No obstante vi lo siguiente: cuando los siete grados vitales para la creación se hubieron vivido a fondo, esa putrefacción continuó y se convirtió entonces en esas creaciones posteriores de las que nacieron todas estas alimañas, pero que jamás serán capaces de vivir la conciencia espiritual detrás de esta muerte.
¿También lo sientes, Rama?
El ser humano es la imagen para la creación más elevada para Dios.
Pero este ser animal se dedica a hacer la guerra.
Ese animal masacra, es ávido de sangre.
Ese animal se llama ahora mismo ¡Adolf Hitler y los de su calaña!
Pero cada animal como ser humano tiene culpa en esta miseria, aunque este animal ya no quiera saberlo.
Quítale su ropa a un general de estos y no verás más que su insignificante grado de vida.
No tengo respeto por la gente elegante.
No tengo respeto por las reinas ni por los reyes, los emperadores etcétera que mancillan la vida de Dios, les quito la ropa y veo demasiado bien sus insignificancias, y entonces ya no puedo sentir respeto.
Deberías echar un vistazo a semejante ser humano, Rama, con todas esas condecoraciones y los perifollos de metal en su chaqueta.
Te da náuseas si conoces estos grados de vida.
¿Oyes cómo resuenan sus chillidos de que están enojados conmigo?
Rama, la iglesia está ocupándose del Juicio Final.
Vi allí que los huesos humanos estaban podridos, ¿cómo quieren todos esos millones de personas recuperar sus propios esqueletos cuando empiecen a sonar las trompetas de los cielos?
Ese instante lo vi.
Y fue cuando vi que, si algún día ocurriera de verdad, la mujer andaría con dos brazos derechos, se pondría una cabeza de hombre, porque durante los siglos pasados el ser humano había arado los cementerios, por lo que surgió una gran disputa por los esqueletos, Rama, cómo se peleaba esa gente por los huesitos.
Y eso ocurrirá si la iglesia tiene razón, si la iglesia llega a tener lo que da la a gente para que lo disfrute, anunciándolo como verdad divina.
Millones de personas se habían quedado sin esqueleto, esos huesos se habían quemado por la incineración, y sin embargo tienen que levantarse de las tumbas, tienen que aparecer delante de Dios.
¿Percibes la pobreza? Y, cuando todavía estabas aquí, ¿pensaste en cada una de esas posibilidades?
¡Es la iglesia católica, Rama!

La posesión de ese cuerpo que significa que es únicamente la iglesia salvadora.
Que no cuenten conmigo, tantas bondades me dan escalofríos.
Sí que conozco a otro Dios, y este es lo mismo que el amor, el mío me da a vivir millones de vidas y dice: recibirás una nueva existencia, ¡la de la iglesia católica se matará estrellándose!
Te troncharías de la risa si no fuera así de triste, Ramakrishna.
Y es que un cadáver humano ya no tiene relevancia alguna.
Qué tontos eran todavía los egipcios, ¿no?, poniendo todo ese oro y esa plata con el cuerpo, seguramente se podría haber usado para algo mucho mejor.
Y también ellos tenían que aprenderlo todavía.
Es por eso que soy capaz ahora de dar la palabra cósmica a todas esas sectas, podría ser el maestro para cada una de ellas, y entonces adquirirían conciencia cósmica, estarían bien conmigo.
He recibido la palabra para todas y cada una de las religiones en la tierra, Rama, y lo sabes.
Deberías ver, Rama, con cuánta infalibilidad se ha dado consciencia el piojo humano, eso también es un milagro.
Incluso nuestro aura vital usado creó una vida nueva, así de profundas son las creaciones posteriores.
¿Qué te parece?
Pero ¿sabías que tengo muchos lectores católicos?
Si te pones a pensar cómo ha encendido hogueras la iglesia católica, te mueres de miedo.
Y aun así los sacerdotes dicen: no fueron más que diez.
Solo fueron diez personas las eliminadas por la iglesia, y entre ellas nuestro Galileo —aunque a él no lo hayan puesto en la hoguera, sino que se puso punto final a su vida, y eso podía hacerlo un papa...—, porque la iglesia pensaba que se dedicaban a la brujería, que se metían con los fantasmas y porque temía por los demás creyentes.
Vaya, qué pobre es la iglesia católica, y esa cosa se llama “madre sagrada”.
No logro captar que los millones de personas de esa iglesia no empiecen a pensar.
Y no obstante, según sé, ese borrego todavía tiene que despertar.
Pero vamos: ¿quieres decírselo a esa especie?
El papa de Galileo dio un manotazo en la mesa porque no quería, Rama, que la tierra girara alrededor del sol, y entonces metieron a Galileo al armario.
Pero eso se le ha olvidado a la iglesia católica.
Esas mentiras ya no estaban allí, tampoco esas hogueras.
Y sin embargo, lo sabemos, ese poder se vendrá abajo pronto.
¡Ocurrirá en una sola noche!
Y entonces es cuando viene: adiós, santo padre, adiós, cardenales.
Adiós, sacerdotes, monjas, ¡hay que dar a luz y crear!
¡Lo sé, Rama, es cuando hablan los maestros!
¡Entonces será nuestro turno!
¡Entonces hablaremos!
¡Nosotros, los maestros de la Universidad de Cristo!
Cómo apestará esa gente, Rama, cuando empiece lo que para la iglesia es el “juicio” final al aparecer delante de su Dios.
¿Pensarías que Dios tolera ese olor cadavérico en “Su” mundo?
Estaba pensando, sin más, para la iglesia.
Ay, ese pobre Galileo...
Si pudieran atraparme, yo también me iba al garete, Rama.
Pero ahora vivimos en el siglo XX, ese poder ha pasado y el resto vendrá pronto.
Lo que hicieron entonces no fue nada menos que bloquear el progreso para esta humanidad en su propio calabozo.
Y aun así...
¡Quedó en el olvido!
¡La iglesia no comete errores, nunca!
¡Y esos millones de animalitos lo creen todo!
Cuando anoche vivía debajo de la tierra, Rama, pensé en este juicio final y desde luego me dio mucha risa.
Me seguían las estrellas y los planetas, y Galileo me decía en voz alta: ahora puedes darle una buena tunda, André-Dectar, ¡se la tiene bien merecida!
Por medio de esta sabiduría, de estas leyes vitales, estoy vengando a Galileo y a Sócrates, Rama, lo sabes.
Cuántos sinsentidos han contado todos esos sacerdotes y cardenales, también esos santos padres, durante estos dos mil años.
Convirtieron a Pedro en una aparición divina y salió corriendo a toda mecha, justo cuando Cristo lo necesitaba.
Sin duda que me gustaría ver a ese mujer, con las costillas de otro grado vital; cuando tenga que parecer delante de Dios, santo cielo, entonces sí que vamos a divertirnos.
Y luego toda esa gente de la era prehistórica, Rama, ¿qué quieren hacer ahora?
Es la danza macabra para la iglesia católica acompañada de un prudente desvanecimiento, porque es cierto que todas esas criaturas de la iglesia sucumbirán, pero será de miedo, porque ya no podrán encontrar ningún hueso.
Y solo entonces llegará a conocerse a sí misma una “monja”, solo entonces verá que ha asfixiado sus creaciones; de todos modos todas esas criaturas no despertarán antes.
¿Cómo, cómo, mi querido Rama, pueden darse un abrazo?
¿Zarandeando las piernas, las cabezas, los brazos y la cadera?
Vamos, pregúntale a Beethoven o Bach si no pueden encontrar un solo ser humano en la tierra que quiera vivir su composición para luego transmitirla a la iglesia, entonces la iglesia podrá vivir el “juicio” final con sintonización cósmica.
Santo cielo, Rama, qué musiquita oiremos entonces.
Porque ¡eso es música!
Cuando oye que “Jeus” vocifera desde su sótano, para decir un poco más tarde:
“Cuando pasaba por delante de la iglesia, en casa, ya no me quitaba la gorra, porque esa vieja no me saludó nunca jamás”..., puede darle la razón, porque así es.
Y entonces se disuelve un momento en Jeus y este escucha:

—¿Recuerdas, Jeus, que en ocasiones estábamos durante horas delante de la iglesia, esperando a ver si la santa madre no tenía nada que decirnos?
—Lo sé —viene subiendo—, no se me ha olvidado aún.
—¿Recuerdas, Jeus, que mordí a Nuestro Señor con Theet Schuurman y Jan Kuper, y que pensábamos entonces que la iglesia se derrumbaría?
—No, no sé nada de eso.
—Ya ves, Jeus, que todas esas cosas eran para mí, y que no pueden ser tuyas.
¿Recuerdas que hablaba con papá cuando ya estaba en el ataúd?
—Para nada.
—Eso tampoco puedes saberlo porque eran mis vivencias y no las de “Jeus”, las tuyas, yo viví todas esas horas imponentes.
Pero, pero..., mi Rama..., Jeus tiene que irse otra vez... las “mariposas” también son creaciones posteriores; aunque esos animalillos estén dotados del reino de los colores divino, pertenecen de todos modos a la creación posterior.
¿Ya lo sabías en la tierra?
—Maestro, ¿me oyes?
Es ese estudiante, Rama, está emitiendo, pero todavía no voy a hacerle caso.
Qué clase de alemán oímos en el éter espiritual, ¿no?
Las mariposas, mi Rama, han nacido por medio del milésimo proceso de endogamia.
Y sin embargo, también esas creaciones poseen paternidad y maternidad, sí, claro: tienen más que eso, ¡incluso poseen el reino de los colores de Dios!
¿No es eso sobrenatural?
¡Es imponente!
Y a la vez tan sencillo, si conoces la creación.
La oruga, pues, tiene sentimientos para arrastrarse y auparse, y eso significa que el animalillo se eleva a sí mismo hasta los sentimientos espaciales, lo cual es un salto que ha tomado millones de eras para otras especies.
¿También esto lo entiendes, mi Ramakrishna?
Es exactamente lo mismo que el milagro “gallina”, ese animalito da a luz y crea, Rama, pero en este momento vive además las leyes elementales de densificación y endurecimiento para el universo; duró además millones de eras hasta que la vida poseyera esa densificación.
Pero nuestra “gallina” común y corriente posee esas leyes vitales sin saberlo siquiera.
Y el ser humano que lo está mirando tampoco sabe que allí está ocurriendo un acontecimiento cósmico, todavía no se da cuenta de eso.
Pero ¿percibes el milagro imponente?
En esos millones de eras toda la vida de Dios adquirió esa entidad, y nosotros, Rama, vemos que también las creaciones posteriores lo poseen absolutamente todo de la “fuente primigenia”.
Pero ¿por qué querías tirarte al agua después de haber vivido a la madre? ¿Ya habías perdido entonces tu sentir y pensar conscientes?
Ya ves lo que tengo que procesar ahora, y no cuesta nada, pero yo también estuve delante de las aguas, también quise meterme para desaparecer de aquí, a tal grado me había atrapado la madre.
Ahora tengo la certeza: ya no voy a desfallecer, me mantendré en pie.
Porque tu desfallecimiento, tu olvido de vivir todavía en la materia es ahora mi fundamento, ¡es lo que hace que ahora seamos tan cósmicamente uno!
Las mariposas son animalitos maravillosos, Rama, porque ves cómo surge la fuente primigenia desde una oruga de esas.
La madre luna no lo ha vivido de otra manera.
(En alemán): A fin de cuentas provenimos de las aguas.
¿Lo oyes?
¡También hay alemanes que “piensan” en eso!
Y ahora, a salir de la cama.
El día ha empezado.

Más adelante vendrá el maestro Zelanus y continuaremos.
Ahora soy un poco más ligero para la cosmología y puedo cargarlo todo, lo he superado, espacio, “Wayti”... ¡ya he llegado!
—Lo sé, André, ¡sigue así!
Ahora, primero a persignarse con una cruz para Cristo.
Una cruz de gratitud y también de felicidad, una flor de mí mismo.
¡Así es como quiero verlo!
—Gratitud por todo, todo, de parte de Ramakrishna y mía.
Una flor de nosotros para Tu vida... “Cristo”...
¿Podrías aceptar nuestra gratitud?
No queremos una ofrenda de paz, ¡por medio de nuestro propio cadáver vamos hasta Tu vida y espacio!
Esta es su oración de esta mañana.
Y mientras se viste vuelve a comenzar, y el espacio oye:
—Cuando el alma como ser humano, Annie Besant, comenzó con su propia edificación y se convirtió en padre y madre, esa paternidad y maternidad ya estaba presente de todos modos en el espacio.
Y fue cuando Dios puso en nuestras manos lo que había recibido para sí mismo, por medio de la Omnimadre.
Así que esa palabra, “Dios”, no significa nada para la iglesia, pero las leyes son mucho peores.
Como ser humano tienes que llegar a conocerlas y asimilar sus espacios.
¡“Dios” no es más que una palabra!
Ahora el ser humano en la tierra percibe y ve como un ser humano, porque Dios habló a Moisés.
Pero no fue Dios, fue un maestro de la séptima esfera, Rama.
¿Eso también lo sabías?
¿Has podido vivir todos esos asuntos divinos en tu propia vida en la tierra?
Para nada, no fuiste capaz, lo vivías todo de otra manera, para tu propio pueblo, pero esto es para la humanidad entera.
Freud, para ti eran impulsos sexuales.
Pero ¿podrías mirar detrás de ellos?
Allí donde estás ahora, todo es distinto.
Ves ahora que el alma tiene que vivir la paternidad y la maternidad, y que en la tierra como hombre y mujer no posee paternidad ni maternidad conscientes.
Es lo que viste dentro de la personalidad, pero fue esa “Omnifuente” la que influenció la personalidad.
¿Lo entiendes, Rama?
¿Entiendes que Freud erró el tiro por completo y que no pudo poner fundamentos científicos?
Es por eso que otros vuelven a adelantarlo, porque no entendió el fundamento verdadero.
¡Estas son leyes de justicia divinas, mi Rama!
Y son para la paternidad y la maternidad.
Se las explicaré a cada uno de los homosexuales de la tierra, y entonces ya no serán homosexuales, sino semiconscientes para la paternidad y la maternidad.
¡Es maravilloso, y yo estoy allí!
Hay enfermos, enfermos mentales en la tierra, por supuesto, pero ¿qué es lo que está enfermo, pues?
Decimos que son los semiconscientes, no se puede hablar de estar verdaderamente enfermo, ni estando tras los muros de un manicomio.
Y también esas leyes te las demostraremos, también se ponen ahora esos fundamentos para el “Templo” de Cristo.
(En alemán): Vivir espiritualmente, Freud mío, tiene profundidades universales.
¿O lo dirías de otra manera?
El alma no se conduce a sí misma a lo sexual, sino a la paternidad y maternidad, la paternidad y maternidad conscientes, en que viven hombres y mujeres, aunque sea algo que el resto de esta humanidad no posee aún.
Significa, mi Rama y mi Freud, que como seres humanos, como hombres y mujeres todavía no tenemos sentimientos que crean ni que dan a luz, porque hemos depuesto ese grado anterior para la paternidad y la maternidad.
¿No lo percibes, Dr. Freud?
Significa que una y otra vez tenemos que desprendernos de ese grado de conciencia para la paternidad y la maternidad que hayamos alcanzado.
¿Aún no lo percibes?
Entonces, a otra cosa.
¿Supones que como seres humanos hemos vivido en la selva?
Claro, pues bien: también esa gente vive la paternidad y la maternidad.
Pero también la gente, pues, que vive ahora en La Haya o en otra parte.
Y esos, pues, son los grados de vida para el organismo humano, vistos y vividos como grados, pero además son padre y madre.
Y ahora que llegamos a estar ante los sistemas espirituales, o sea, filosóficos, ante la psicología del ser humano, vivimos estas leyes orgánicas que tienen que representar ahora la “fuente primigenia” como poderes y fuerzas alumbradores y creadores, por los que también se manifestó la “Omnimadre”.
¿Está claro?
Pero un segundo, tengo que llevarle un momento su cafecito de achicoria a la vienesa, ahora mismo continúo.
Listo, aquí estoy, Rama, ¿todavía está aquí Freud?
Tú estudiaste, Freud, pero yo fui taxista, ¿me prometes que no lo olvidarás jamás?
Mi Universidad vive en el espacio.
Freud ataca mi vida, por culpa de esos impulsos sexuales suyos, ya no soy un ser humano normal, pero ahora se lo demostraré.
No, Freud, no: no todas las madres son maldades ni histéricas, también eso te lo demostraré.
Sórates, ¿lo oyes? ¡Hemos comenzado!
Galileo, ¿te unes también?
Rudolf, ¿también vienes a echar un vistazo?
Entra en mi aura vital, querido, y haremos picadillo de todos esos sistemas.
Blavatsky, ahora puedes aprender algo.
Annie, ¿vienes tú también?
Ahora quiero, como André-Dectar, que estés a mi lado y en mi interior, ahora las cosas se ponen sagradamente serias.
Ahora también se escriben las páginas tuyas, al igual que las de Caifás, de Pitágoras, de Van Dyck como mi maestro, de Rembrandt y para todas las artes y ciencias, cada una de las religiones y la psicología.
Y ahora, a seguir.
Cuando el alma como ser humano comenzó con su propia edificación —o sea, para su personalidad—, y se vio ante el mundo de sus sentimientos como hombre y mujer, fue la paternidad y la maternidad.
Se hundió en su vida social, también ya en la selva, pero ahora no hablamos de eso.
¿Cómo es que funciona en realidad ese organismo humano?
¿Conocen los médicos esta máquina?
Para nada, porque no conocen el alma ni el espíritu, y todavía no conocen la vida.
Y esas tres características dominantes son las que se manifiestan por medio del organismo, pero que adquieren forma y personalidad cuando se manifiesta la paternidad y la maternidad.
Y ahora hemos visto que el hombre y la mujer tienen que vivir en ambos organismos.
Todavía el hombre tiene que cargar la maternidad, también la madre la parte masculina, para su organismo materno.
Así que el alma impulsa sus órganos hasta esta conciencia y determina ahora si se convertirá en padre o madre.
¿Es extraño?
¡Esto, pues, es mi estudio!
Demostramos así que el alma como madre no está enferma, sino que no tiene conciencia alguna para la paternidad o la maternidad.
Llegamos a estar ante la homosexualidad, estimado Freud, que no es homosexualidad, como ya has recibido de mi parte.
Esos son los grados de vida inconscientes por medio de la paternidad y la maternidad, o sea, para el hombre y la mujer.
Y esas leyes están al margen de la personalidad, es sin duda la fuente primigenia para el alma como ser humano, por la que llegó a tener en sus manos su personalidad y la vivió.
Y esa personalidad ¿ahora no sabe qué hacer con el cuerpo?
Para nada, Freud, la paternidad y la maternidad se divide ahora y transmite esa división a la personalidad.
Lo has llamado impulsos sexuales, pero no lo son, es la división para la paternidad y la maternidad.
Porque conocemos homosexuales a medias y conscientes (véase el artículo ‘Homosexualidad’ en rulof.es).
Esos hombres y mujeres viven en esta sociedad.
Conocemos hombres que se sienten madres.
Conocemos mujeres que se sienten hombres.
Pero además conocemos hombres y mujeres que no tienen genitales maternos ni paternos, esta gente aún no ha alcanzado —ahora— la paternidad o maternidad consciente.
¿Es que no conoces a esos hombres y mujeres?
Entonces te daré un ejemplo.
Antes de que el alma como ser humano vaya a vivir la paternidad o maternidad conscientes, sigue siete transiciones, o sea, antes de ser conscientemente padre o madre.
Esos grados de vida hemos tenido que aceptarlos en la luna, así que han nacido allí.
Y vemos ahora que esa primera transición a la paternidad y maternidad todavía no es consciente y que la crea el alma como los sentimientos —mitad paternidad, mitad maternidad, o sea, semiconsciente—, y que como mujer no posee ni los genitales para la maternidad ni la parte paterna, creadora, que ahora son semiconscientes los dos.
Esas mujeres viven en nuestra sociedad, pero el erudito todavía no ha sabido analizar las leyes correspodientes, tú tampoco, mi buen Freud, porque te has perdido por ellas.
Esas, pues, son las leyes para la paternidad y maternidad semiconscientes y conscientemente despiertas, estimado Freud, por lo que tenemos que aceptar:
¡La homosexualidad no existe allí!
Aquello que en la tierra se tilda de “homosexualidad” (véase el artículo ‘Homosexualidad’ en rulof.es) es:
¡paternidad y maternidad semiconscientes!
La “Universidad de Cristo” dice, pues, que la psicología todavía tiene que empezar a poner estos fundamentos.
Ahora la mujer se siente masculina, querido Freud.
El hombre, materno, y significa que el alma como ser humano acaba de abandonar, o sea, por medio de su vida anterior, el organismo materno o bien paterno, alumbrador o creador, y ahora sigue sintiéndose madre.
(En inglés): ¿Es una noticia medianamente buena, doctor Freud?
Pero ¿de dónde sale este inglés?
¡Me indica, pues, que pronto estaremos libre y que Israel vencerá a Adolf!
Y entonces llegarán los rasgos de carácter.
El hombre está ahora ante el “amor” y la fe, porque ¿cómo es exactamente esa personalidad, estimado Freud?
Cae por su propio peso que el hombre y la mujer están ahora ante los propios rasgos de carácter débiles, ante el bien y el mal, ante la vida espiritual, ante enfermedades y disgustos, y ahora los psicólogos pueden buscar en eso la inmaculada claridad divina si quieren hacer un diagnóstico exacto, pues es para lo que han estudiado.
Cometen ahora errores radicales y tú y los demás erraron (errasteis) el tiro por completo, estimado Freud, ¡por completo!
Completamente... ahora se han (os habéis) perdido en esos caracteres, que sin embargo vivieron las leyes espaciales, que no se pueden cambiar en nada si el ser humano se entrega a ellas.
Y ¿qué vemos ahora?
Se manifiesta la “voluntad” humana.
Y aun así no se puede estar tan seguro si bien es cierto que el ser humano tiene una voluntad propia.
Y por medio de esa voluntad, pues, el ser humano puede actuar y protegerse contra todos esos fenómenos.
O vivirá disgustos, sus pasiones, su amor animal o bien natural, que es el centro de todo y que le da forma a la vida.
Añade a eso, pues, el arte que tiene el ser humano, los miles de asuntos y cosas que ha asimilado y estarán ante la personalidad como ser humano, con los correspondientes complejos, el saber hacer consciente e inconsciente para nuestra sociedad, y verás al ser humano del siglo veinte.
Pero aun así, a través de todo, vemos como dominan la paternidad y la maternidad, que dominan permanentemente cada uno de los rasgos, que representan la “fuente primigenia” y que son y seguirán siendo creadoras y alumbradoras.
Pues bien, cuando el hombre y la mujer quieren vivir el proceso evolutivo, ¿cuánta pasión, estimado Freud, hay en eso?, ahora que sabemos que vivimos en la tierra para vencer este espacio por medio de la paternidad y la maternidad?
Por eso, el ser humano posee a lo mucho:
un uno por cien de pasión, si se somete a la unión divina para su evolución, pero todo eso se convertirá en pasión cuando hable la personalidad y mancille la claridad divina.
Freud, estamos ante la claridad inmaculada para la paternidad y la maternidad, ante los impulsos de carácter y los grados de sentimientos inconscientes y también conscientes para el alumbramiento y la creación.
Esos son los mundos distintos para el alma como ser humano para su vida en la tierra.
Desde luego, vemos ahora cómo el ser humano perece por culpa de sus rasgos de carácter, y eso se puede seguir.
Y esos, pues, son los distintos mundos para el alma como ser humano en que vive, la sociedad de la que forma parte.
Se manifiestan sus deseos.
¿Quién es esta alma como mujer y hombre?
¿La conoce, doctor?
Se puede constatar inmediatamente si quiere vivir pasión o bien el amor inmaculado.
Y mira ahora: en la profundidad de su personalidad se alberga ahora la paternidad y la maternidad, pero por las que quiere vivir sus deseos.
Lo mismo con los médicos.
Tampoco conocen (conocéis) el alma.
No saben (sabéis) nada de su vida infinita.
Se quedan (Os quedáis) delante del “ataúd” sin mirar por encima de él.
Pero allí es donde ella vive ahora como una personalidad espiritual.
Como si Dios no hubiera creado nada más que semejante ser humano insignificante, material.
El alma actúa por medio de su personalidad.
Sin embargo, la “voluntad” humana y la personalidad son una sola, es una sola vida, pero es además sentimiento.
Y esa poderosa máquina, Dr. Freud, Jung, Kant, Schopenhauer... no pudieron analizarla jamás, no conocen esta relojería.
¿Lo oyes, Rama?
Has llegado a conocerte, tú también saliste de tu reloj y fuiste hasta el espacio espiritual astral, pero del que Buda no ha vivido ley alguna.
Pitágoras sí, también él salía de allí de tarde en tarde, un momento, porque ha vivido templos para llegar a conocer las leyes ocultas, un estudio imponente que siguió siendo insignificante para los eruditos occidentales, porque pensaban poder hacerlo por medio de su ciencia.
Pero el punto definitivo es: ¡la impotencia!
Y hay que conocer esta máquina imponente si se quier vivir el alma como ser humano.
Los eruditos occidentales, Rama, no son ahora relojeros espirituales.
No saben qué hacer con este reloj, no conocen nada de todos esos engranajes que sin duda fuerzan a andar al reloj material, que se ha armado de manera infalible.
Los filósofos y los psicólogos, Rama... están ahora sin poder hacer nada.
Pero hay mucho más para demostrar que no llegarán ustedes jamás si no quieren aceptar el renacer.
¿Por qué la mujer y el hombre poseen la voz mejor y más hermosa para el organismo más elevado?
¿Por qué la gente en las selvas no puede vivir ese timbre?
No quiero decir esos negros (véase el artículo ‘Anti racismo y discriminación’ en rulof.es), Herr Jung..., sino los habitantes de la selva.
Esos organismos todavía tienen que evolucionar.
Pero ¿pueden escuchar un momento ese timbre selvático?
Ese sonido todavía no ha despertado, Herr Jung, señor Kant.
Por eso al alma todavía le quedan miles de vidas por vivir antes de alcanzar la raza blanca (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es).
Y la raza más elevada (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es) posee además el timbre rico en sonidos del que conocemos el alto, soprano y mezzosoprano, el barítono, el bajo y el tenor, pero que la gente todavía no posee, es decir que son la voluntad y las leyes de que esos organismos todavía tienen que evolucionar, pero que le toca vivir al alma como ser humano para el planeta tierra.
Esos son para ustedes los tipos de razas (véase el artículo ‘No existen las razas’ en rulof.es), ¿verdad?, pero para el espacio grados de vida para el organismo material, humano.
¿Acaso no es sencillo?
Y ahora, a seguir.
Nuevamente otra cosa, eruditos míos.
Todavía podemos terminar esto un momento antes de que llegue la vienesa y me tenga que ir.
¿Por qué la madre vive un dolor más profundo que el hombre?
El hombre no puede vivir ese dolor jamás.
¿Qué significa eso, Herr Freud?
¿Herr Jung?
Se debe a que el hombre anda al margen de la creación sin poder vivir sus sentimientos maternos de alumbramiento, y a que los sentimientos maternos tienen que representar el verdadero “todo”.
Así que el hombre está libre de ese sentir universal, de la unión cósmica, y tampoco puede vivir ahora ese dolor que sin embargo siente la madre.
El hombre no vive de ninguna manera unión con Dios.
El hombre no es capaz de vivir esa unión.
Eso es posible únicamente por medio de la maternidad, porque ¡esta posee la creación divina!
¡Por eso las lágrimas de madre son más profundas que las del hombre!
Cuando llora una madre, llora su sintonización, llora el espacio, del que al hombre no se le da a vivir nada, porque no vive contacto universal alguno, es libre por medio de su organismo creador.
Pero además es por eso, Herr Jung, señor Kant, Schopenhauer... que el mundo no llegará a conocer jamás un Rembrandt ni Beethoven ni Tiziano femenino, porque eso no puede ocurrir ni puede ella vivirlo, porque la madre vive lo más profundo por medio de su maternidad y jamás se elevará por encima de esta.
Es por eso que el hombre puede crear, porque posee esos fundamentos, porque es libre del alumbramiento y puede darse ahora por completo.
Así que a la madre la frenan sus sentimientos, pero eso es lo más elevado que pueda vivir el alma como ser humano, para Dios y la “Omnimadre”.
¿No es eso natural, caballeros?
Cuando algún día la madre toque esa maestría, será habitualmente que accedemos a la división de su maternidad, y significa que como alma ella ha abandonado los sentimientos alumbradores y que accede ahora a uno de estos siete grados para la paternidad y la maternidad.
¿Perciben aquí, caballeros, la profundidad del alma como ser humano?
A estas alturas, ¿qué significa aún el follón sexual de Freud?
Esos sentimientos del ser humano en nuestra sociedad se llegan a convertir en meras cuestiones secundarias, no significan nada para su vida universal.
¡Y es que la madre está conectada con el universo por medio de su vida orgánica!
¡El hombre no!
Anda ahora al margen de la creación.
El hombre solamente puede dar algo, pero la madre da a luz, lleva esa vida a la evolución y es lo más elevado que pueda vivir el alma como ser humano.
Demostramos así, caballeros, que absolutamente todas las artes y ciencias no son más que secundarias para el ser humano de este mundo, graciosidades para su diversión y vida material, pero que la paternidad y la maternidad lo domina todo, todo, y por lo tanto el hombre y la mujer han recibido las leyes esenciales por las que representan al Dios de todo lo que vive, aunque la iglesia ahora las niega.
¿Acaso eras católico, Herr Jung, Schopenhauer?
¿Por qué no se hicieron ustedes (os hicisteis) sacerdotes?
¿Por qué no viviste una vida casta, Herr Freud? Entonces eres santo, pero ¿ahora qué puedes vivir?
¡Por eso los psicólogos de la iglesia católica se han quedado atontados!
Ya no saben qué pensar y no llegarán jamás, porque ellos son los que mancillan estas leyes quedándose ahora castos y materialmente inmaculados, pero ¡justo ese es su punto muerto!
Cómo han convertido todos esos eruditos, mi Rama, a la madre en una alimaña.
El hombre que convierte un caballo en bicicleta es raquítico.
Esa conciencia, ¿no ha mirado jamás a un caballo a los ojos?
¿“Jung” no percibió, no vivió jamás el corazón ecuestre?
He visto, ya cuando todavía era un niño, que el aura del cadáver crea y da a luz.
Cuando como niño de once años estaba junto al cadáver de mi padre y le hablé, a pesar de todo, porque estaba vivo, porque también detrás del ataúd tenía una personalidad y no había cambiado en nada, ya estaba viviendo esas leyes, aunque entonces todavía no las comprendía.
A papá le fueron saliendo manchitas en la cara.
Y esas manchitas amarillas, color caoba, tenían algo que decirme.
Empezaban a vivir, porque era un proceso de putrefacción, caballeros, así iba apareciendo una vida nueva.
Claro, eso lo saben (sabéis), pero ahora esta imagen nos hace ver cómo surgieron las creaciones posteriores.
Cuando fui uno solo con esas manchitas vi millones de animalillos nimios y todos tenían una personalidad, habían recibido vida consciente, pero ¡ahora por medio de la putrefacción!
Esas vidas minúsculas, pues, Herr Jung, Freud, Adler, Kant y Schopenhauer, poseen conciencia inconsciente.
¿Cierto, no? Han salido y nacido a partir del fiambre.
Es conciencia putrefacta, sentimientos muertos, aunque con conciencia vívida, porque esa vida sabe exactamente cómo ha nacido.
Así el maestro Alcar pudo aclararme más adelante las verdaderas leyes divinas, y entonces me vi delante de los siete grados de vida para toda sintonización material y espiritual, como hombre y mujer, pero son además para el alma y la personalidad para el mundo material y también el espiritual.
Y aun así dicen ustedes que eso no se puede demostrar, o que hay una continuación consciente, ¿no?
Si ya recibe la vida por medio del proceso mortuorio un gusano de estos, ¿no será así para la vida consciente, el ser humano creado como espíritu y materia?
¡Qué pobres son los pensamientos y sentimientos de ustedes!
Otra cosa más, señores míos.
¿Cuántos kilos de sentimiento hemos asimilado durante nuestra vida, de cara a Dios para Sus leyes vitales armoniosas, para la paternidad y la maternidad?
¿No lo comprende usted?
Entonces vamos a continuar.
Quiero decir: ¿cuánto sentimiento divino, consciente posee un solo rasgo de carácter para la creación divina, cuyas leyes tenemos que asimilar, no?
Dios es sentimiento, caballeros.
Y sintonizando nuestros sentimientos con Él asimilamos Sus espacios de sentimientos.
¿Cuánto sentimiento hemos asimilado ya?
Pintan mal las cosas, caballeros.
¿Qué rasgo de carácter, caballeros míos, es espiritualmente consciente, pues, posee sintonización espiritual, espacial y también divina?
¿Ese amor?
¿Esa armonía?
¿Esta benevolencia?
¿Justicia?
¿La unión armoniosa con absolutamente todo, con la sociedad, la paternidad y la maternidad?
¿Cuál?
Con todo lo que te has alterado por eso, ¿no, Kant, Schopenhauer?
Ahora que sabemos cuántos rasgos de carácter tiene el ser humano preguntamos, estimados caballeros: todos esos rasgos de carácter para Dios y Sus espacios —que hemos de vencer de todos modos, porque tenemos que volver al consciente “Omnigrado” divino—, ¿cuánto sentimiento espiritual y conciencia poseen?
¿Cuánto sentimiento consciente ha asimilado el ser humano como hombre y mujer, ahora que ambos viven en la tierra y han erigido una sociedad?
Lo que el ser humano ha asimilado todavía es una millonésima de gramo de todo ese sentimiento divino para su vida espiritual y su conciencia.
Solo entonces, cuando el alma como hombre y mujer posea ese amor, esta armonía, su beso será espiritual, señores, y estamos abiertos a eso como creadores, es más: es lo que busca todo ser humano, pero termina ahora donde otro grado de vida, para esta conciencia espiritual, y ahora le toca vivir y aceptar esos sentimientos sumamente inconscientes, pero ¡ahora delante del amor inconsciente!
¿Qué te parece, Rama?
Blavatsky y Annie, ¿no es esto milagrosamente natural?
Y ahora, otra cosa más, señores.
Todo esto, pues, con relación al “Gólgota”.
Allí el reloj siempre está dando la una.
Es la insignificante hora del mediodía para el alma y el espíritu, para la creación entera.
Pero a la vez es el signo de la cruz para toda la vida de Dios, ¿o no le das importancia a eso?
Y es además allí donde no ves jamás plumitas desgastadas.
No hay manera de mancillar precisamente ese reloj, eso también determina que cuando entras al ataúd, cuando llega tu momento, que entonces has de despedirte de esta salvaje tierra, que es tan hermosa.
¿Por qué empiezan (empezáis) a estremecerse y temblar, señores?
Allí puedes ver ahora en qué hora está viviendo el ser humano.
Fue donde vi, cuando estaban allí todos los maestros, que esta humanidad sigue viviendo aún en las tinieblas.
Para la humanidad son allí las cinco de la mañana, así que todavía no hay ni se puede vivir luz que esté bien visible.
La humanidad sigue viviendo en unas densas tinieblas, por si te interesa.
¿Qué sabe la humanidad de un hermoso día de verano para la conciencia divina, caballeros?
¿Qué saben ustedes de sí mismos (sabéis de vosotros mismos)?
Te digo: todos ustedes siguen (vosotros seguís) viviendo antes del despertar del sol, imposibilitados todavía de poder vivir la luz, por desconocer precisamente ese reloj.
No saben (sabéis) cómo ha sido armado el reloj divino, y ¡eso es lo que hago ahora para la “Universidad de Cristo”!
Claro, señores míos, en el Gólgota el reloj divino siempre marca la una.
¿O pensabas que Cristo había venido con tinieblas a la tierra, para “Jerusalén”... para los judíos, para cada una de las criaturas de Dios en la tierra?
¿Acaso “Cristo” era una persona noctámbula?
¿Acaso Cristo no sabía nada de este, de Su reloj?
¿Pensaban (Pensabais) que “Cristo” había venido a la tierra con aquello podrido, con alimento putrefacto o bien con alimento espiritual inconsciente para el ser humano?
El que los judíos no lo hayan comprendido a “Él” es porque “Caifás” no quiso inclinar la cabeza, no quiso ceder su lugar a Cristo, pero entonces vivimos el teósofo para este siglo.
¿Pensabas, Annie, que tus seguidores me aceptarían como el maestro?
Sin duda estuve allí en el Gólgota, y vi allí que el reloj divino marcaba la una, que ha empezado a andar y sigue haciéndolo, pero que únicamente puede representar la luz del espacio, a pesar de ello para todos y cada uno de los pensamientos, para el alma y también el espíritu, para la paternidad y la maternidad.
¿Qué saben ustedes (sabéis vosotros) de esto, señores?
Veo que va llegando la vienesa, pero puedo contestarle a ella y a ustedes, así que terminamos un momento con esto para la “Universidad de Cristo”.
—¿No tienes frío?
—Para nada, hija, me siento perfectamente.
—¿Nada de hambre?
—No, no, porque estoy comiendo.
—¿Qué dices?
—Nada, hija, nada.
—Y me hablabas a mí.
—Has de haberlo soñado, de verdad que no dije nada.
—Y hablabas de comida, decías que estabas comiendo.
—Sí, es lo que hago, porque vivo ahora del aliento vital inmaculado, por medio de él.
Hombre, la manera en que se puede vivir por eso.
—Tontito.
Señores... va a cambiarse, vamos a seguir.
Solo me quedan diez minutitos, y entonces iré a ver a Loea y donde mis propios adeptos; Rama, ¿vienes conmigo para verlos y vivirlos?
Entonces podrás ver cómo lo hago.
Claro, señores, en el Gólgota el reloj da la una para cada uno de los pensamientos.
El ser humano, nacido de ese reloj, ha hecho chapuzas con su reloj.
El ser humano quería desmontar ese cacharro divino para ver qué de cosas contenía, y qué alma, vida y espíritu, ¿verdad, Kant, Schopenhauer, Jung y Adler, Sócrates, Platón, Aristóteles... y todos los demás...? Pero no tenía ningún destornillador para desmontar esos latosos tornillos finitos.
Kant...
Schopenhauer...
Jung...
Adler...
Nietzsche... miraron (mirasteis) ahora ese cacharro desde fuera y han (habéis) hecho cálculos, que a fin de cuentas no dan pie con bola y que también le tomaron el pelo a Adolf Hitler, de tal manera que ha de perder esta guerra.
Todavía no decimos nada de sus astrólogos, pero también eso ya vendrá, y sabremos enseguida si la “astrología” se convertirá en ciencia para el ser humano.
Mi querido Galileo, ¿entiendes que ya no pisan suelo firme, con ninguno de los pies, ahora que los maestros aclaran los sistemas?
Sí, sí, eruditos, filósofos, miraron (mirasteis) de fuera hacia adentro, pero sin tener esa cara, o sea, sin ser clarividentes, tampoco en eso pueden (podéis) tener fe, también esos son pensamientos propios del ser humano, es imposible, ahora mismo seguiste siendo noctámbulo, no llegaste a ver el sol divino, y está muerto, claro, es real, ¡ellos siguen estando delante del ataúd!
¿Cuándo, filósofos, psicólogos, exclamarán (exclamaréis) delante del ataúd:
“Hasta luego”... o hasta... dentro de diez mil años, si se sabe que el ser humano todavía no ha completado el ciclo de la tierra propio para la paternidad y la maternidad?
Eso es lo que todavía no puedes vivir, no entiendes de eso ni tienes la sensibilidad para ello, todos tus pensamientos todavía tienen que despertar para ese grado de vida, para esta conciencia espacial del Gólgota; esos pensamientos y sentimientos tienen que evolucionar.
Para muchos de ustedes (vosotros), la madre es un ángel y una gata sexual.
Pero ya no lo toleraremos.
No obstante, han (habéis) hecho aquí su (vuestro) psicoanálisis, y como análisis final: “naturaleza de impulsos pasionales”, no había nada más ni ninguna otra cosa que vivir para ustedes (vosotros) en el ser humano como madre.
(En alemán): La entrada a la psicología, Herr Freud.
Pero te digo (en alemán): el alma todavía no ha hecho perceptible ese verde del campo y de la ciudad.
Qué clase de alemán vive en el espacio, vamos.
Pero ¿lo entiendes?
Es decir que el alma como ser humano todavía no ha alcanzado el estadio adulto, solo entonces estará radiante y podrá vivir las leyes de la madre naturaleza, y también será visible.
(En alemán): “Se ha hecho perceptible”... señores míos, aquello que continúa eternamente porque volverá al “Omnigrado”.
Santo cielo, qué tengo que pensar esta mañana, se pregunta André.
Puedo dar las gracias a Dios, maestro Alcar, porque las cosas se dan sin problema alguno.
“Tienes que salir de mí, Satanás”, caballeros míos, es lo que tendría que haber dicho Adolf Hitler, y habérselo dicho a cada uno de sus rasgos tenebrosos, y nosotros seguiríamos viviendo en paz y tranquilidad sagrada, pero él también vivía una providencia equivocada, tenebrosa, por la que, según sabemos ya, fue yendo de mal en peor, pero, queridos míos, por el que el poderoso pueblo alemán, por la que ustedes han (vosotros habéis) hecho tanto, ¡han (habéis) perecido!
¿Acaso no es cierto?
Es la verdad divina dentro de nuestras vidas la que siempre busca la fuente universal.
Pero entonces primero tienes que llegar a conocer el alma y su sintonización con Dios, o no llegarás.
Y ¿ya entiendes ahora que para eso no hace falta rezar y que a uno... que a nosotros como seres humanos no nos basta con solamente rezar?
(En inglés): Sí, mi gente, Adolf Hitler es Caifás...
Nuevamente puedo aceptar, señores míos, que ahora los aliados vendrán pronto, porque también el inglés quiere ser vivido y ha cargado este espacio.
Entiendo y veo que en el éter espiritual también hay filósofos ingleses que quieren vivir la palabra, también hay italianos, franceses y egipcios; estos últimos han echado a perder el Antiguo Egipto y a los que por tanto no les hace falta vivir sistemas filosóficos, porque ahora lo hacemos para Occidente y también para la humanidad.
(En inglés): ¿Es una buena noticia para su vida espiritual?
Otra vez en inglés, hoy estoy aprendiendo la mar de cosas, y se debe a que tuve el valor de atravesar la tierra y pasar por debajo de ella a gatas, a que no tengo miedo al ataúd ni al cadáver, lo que te hace despertar, y ahora mismo toda la vida de Dios está hablando a mi personalidad.
Falta lo siguiente... caballeros... sobre Adolf: cuando invadió Polonia, se lo habían dicho sus astrólogos.
Y ellos, los mejores del mundo, le dijeron que tenía que cumplir una tarea divina y que ahora estaba en su cuarto decreciente y podía comenzar.
¿A dónde nos lleva esto, Hanussen?
Porque tú, a la par de muchos otros, fuiste el astrólogo del Führer, ¿no?
Fue Hanussen, señores míos, quien se ocupaba de la astrología e hizo que el Führer viviera con su providencia la noche para el espacio, porque ¡Adolf está en las últimas!
Mientras que yo podría habérselo contado ya en 1935, ya entonces estaba en contacto con Adolf, pero esa vida no quiso aceptarme a mí.
Esa vida todavía no me conocía entonces.
Para Adolf, ¿es esto igual de poderoso que lo demás?
Pero ahora sigue a eso, y a ver si ustedes también se lo creen (vosotros también os lo creéis):
“Adolf Hitler es sin duda ‘Caifás’... y si más adelante leen ‘Los pueblos de la tierra’, conocerán su propia sintonización, para Dios y para sí mismo... ser humano de esta tierra tan hermosa y tan buena.
¿Recibirán los maestros ese honor de parte de la vida de ustedes?
Así que en Adolf, caballeros, vive el pasado de Caifás, pero ustedes no creen (vosotros no creéis) en la reencarnación.
Es la fragmentación de su personalidad, ¿no es cierto?
Qué ridículo, el ser humano vive millones de veces en la tierra, es verdaderamente ridículo lo ingenuos que son millones de orientales.
¿Puedes aceptarlo como occidental?
¿Qué hay entonces de nuestra Universidad, si tenemos que tragarnos un charlatán de esos de Oriente?
Ramakrishna, ¿lo oyes?
¿Es lo que están diciendo todos tus amigos?
Para nada, es lo que dijeron Kant, Schopenhauer y todos esos inconscientes cuando todavía vivían aquí.
Pero ¿qué tienes que decirles ahora?
Mi querido Sócrates, ¿ya entiendes que empiezan a vivir tu miseria y que tienen que vivir tus dolores?
¡Te vengaremos!
Es la hora, señores, volveremos a vernos en este espacio, me voy a la calle.
(En inglés): Hasta luego, nos veremos después.
Es la búsqueda de un lord inglés, que a veces, porque se muere de aburrimiento, se dedica a la psicología, Rama, Sócrates... pero ya volveremos a verlo.
Qué delicia estar en la naturaleza.
¿Qué se puede hacer allí?
Ve a policías y alemanes juntos, y también hombres y mujeres, civiles.
¿De qué tienen que hablar esos, Señor Nuestro?
¿No estás Tú allí con ellos?
¿Qué es lo que pasa, gente?
Otra vez han sacado leña por valor de 2000 florines, la han demolido delante de las narices del dueño.
El hombre llora.
La gente demuele casas para vivir un poco de calor.
No, no, dice la madre, que también tiene su bolsa, únicamente lo hago por mi criatura de cuatro meses.
Pero esa es mi casa, ¡he dado mi vida por ella en Indonesia, agente, alemán!
Y ahora tengo que ver que la gente demuele mi mansión para la estufa.
¿No es una vergüenza?
Alguien dice: “Solo fue porque allí has golpeado y robado a esos negros”.
Otra persona le da al dueño: “¡Estamos recuperando nuestros réditos!”.
Qué mundo tan loco, ¿no, agente?
No, no, ¡la gente está podrida!
Claro, alemán, pega todo lo que quieras, pero respeta a esa pobre madre con su criaturita.
¡El hombre llora!
Les cuentan la historia —también André está con la nariz encima— de que su mujer acaba de morir de edema de hambre.
Qué miseria todo eso, ¿no?
¿De verdad vale tanto la pena, hombre de Indonesia, que tu mujer haya muerto de edema de hambre?
Mira un momento a los ojos humanos, hombre de Indonesia, y lo sabrás: ¡no les interesa en lo más mínimo!
Un poco más allá, hay mujeres y hombres cortando brazos de los árboles, y los ponen en el armario.
Porque eso no está permitido.
Los hombres y mujeres viven ahora su encarcelamiento, porque hacen daño a los árboles.
Pero un solo día es siglos para todos estos inconscientes de espíritu.
Y si eso todavía no es suficiente, llega allí corriendo la criatura de Jehová, y habla de:
—Prepárense, condenados, llega el fin del mundo.
Todavía hay tiempo, todavía pueden volver a Dios, pero no tienen más que unos segundos.
‘Gracias a Dios’, piensa André-Dectar, ‘se burlan de esa alma en toda su cara, esa vida ya no tiene relevancia, ya nadie es tan tonto’.
Pero te marea, voy a continuar.
—Vaya, André, ¿por fin has llegado?
—Sí, madre.
—¿Qué has tenido que vivir allí?
—Si ya lo sabes, madre, ¿por qué preguntas entonces por la verdad?
—Gracias, hijo, lo recordaré.
¿Ya puedes hablar?
—Esta mañana tuve que pensar tremendamente, madre.
—¿Por qué empiezas entonces con esos médicos, André?
—Porque esas almas llegan a mi vida.
¿Acaso tengo que desterrar a Sócrates, a Galileo, a Ramakrishna?
—Y ¿te han enseñado algo?
—Sí, mamá, lo hicieron, viví los sistemas divinos, precisamente porque quise aceptarlos.
—¿Y todavía no tienes hambre, André?
—No, no, ese sentimiento lo he perdido desde que comenzaron los maestros, y no vuelve nunca.
—¿No tienes que mirar mi vida un momento ahora?
—¿Tu vida dices, madre?
—Sí, ¿o pensabas que sabes y conoces todo acerca de mí?
—¿Acaso hay algo nuevo que vivir entonces, madre?
—¿Será que no ves que mi cuerpo vive y se estremece?
—No querrás decir esos pequeñines que veo ahora, ¿no?
Pero ahora otra cosa, madre: nuevamente me haces pensar.
¿De dónde es que provienen todas esas sabandijas en tu vida?
—Ah, ah, hijo mío, ¿ahora te interesa eso?
Hablas de pulgas y piojos, pero ¿qué pensarías de mis pequeños cangrejos, de mis gusanos y vidas de insecto?
¿No tienen que ser analizados?
¿No requieren que los viva tu Universidad?
—Es cierto, madre, pero me entran mis pensamientos, ahora primero tengo que seguir y vivir los grados de vida humanos.
Y hace un momento estaba rebosante.
—¿Y ahora?
—¿Me has tocado, madre?
—Así es, André, ¿echamos un vistazo en mi mundo ahora?
Has de saber que no vive un solo ser humano en la tierra con el que podamos hablar.
—Todavía no he llegado a ese punto, madre, pero no puedo olvidar a la pobre mujer con su bebé, y ese loco de Adolf no me deja en paz.
Tampoco se libera de mi vida todavía ese erudito con su bicicleta y su caballo, y no obstante es necesario o perderemos nuestra unión.
—Dime honestamente: ¿ya estás un poco más fresco?
—Sí, ya estoy aquí, madre.
Y eso, considera un momento como ser humano de la sociedad, se llama para esta ciudad “el canal de Suez”, pero habla como una deidad.
Eruditos, ¿lo han vivido (lo habéis vivido) en sus (vuestras) vidas?
Ramakrishna pudo hacerlo.
Él lo vivió con sintonización humana, o sea, no espacial, pero yo ahora mismo “divina” y ahora estoy ante la “Omnisapiencia”.

—¿No es cierto, madre?
—Sí, André, es la verdad divina.
Un momento de paz y silencio; después pregunta:

—¿Dónde estás ahora, madre?
—Aquí mismo, dentro de tu vida y conciencia, y sin embargo he mantenido mi propia entidad.
¿Ves y percibes ahora mi amor universal?
—Anda, escucha, madre.
En tu vida viven peces.
Y no valen mucho, no son más que los pequeños fragmentos del “todo”, de tu hermana o padre o de tu grado de vida.
Y a eso aquí se le llama “océanos”.
¿Puedes contarme ahora de dónde han venido todas esas ballenas?
No lo olvides: ya he hecho esos viajes con el maestro Alcar, y puedo indicarte los sinsentidos si estás al lado, y lo oirás, mamá.
—¿Así que quieres ponerme a prueba, André?
—¿Te da miedo eso, madre?
—A mí no, yo soy capaz de explicar las leyes.
—Ahora sé, madre, cómo... se mata entonces a sí mismo un pez grande o un mamífero de esos.
Entonces esa vida se asfixia a sí misma y llega a estar bajo mucha presión, alcanza un grado de vida más elevado para las aguas, entonces será la continuación para el animal, como la hemos vivido los seres humanos cuando salimos de las aguas.
¿Eso lo sabes, madre?
—Claro, conozco esas leyes.
—Con el maestro Alcar fui uno con un animal de esos y entonces viví esa continuación, ese blindaje del propio estadio vivido a fondo, porque así es.
Y entonces supe por qué esos animales quieren elevarse más.
Incluso vi el mundo astral, o sea, espiritual, para el animal de las aguas.
¿Pensabas poder hacerme creer cosas, madre?
—¿Así que sabes que no tenemos más que un solo mundo?
¿Que el mundo espiritual vive dentro del material?
—Lo sé, madre, llegué a conocer esas leyes entonces, en esos viajes.
—Entonces estás cerca, André.
Pero sigue andando tranquilamente, de vez en cuando podrás detenerte un momento, o la gente vendrá a preguntarte qué de cosas estás haciendo.
Para muchos serás entonces un espía y eso no tiene que ser, nos molesta.
¿Tengo razón?
—Sí, madre.
—Sabes ahora que pienso en tu vida y que, si hace falta, puedo además protegerte.
¿O ya se te han olvidado mis historias sobre los seres humanos, André?
—No, no, ciertamente no.
—Ahora escucha.
Una ballena de esas representa mi espacio, el espacio para mi conciencia.
—¿Porque ese animal es tan grande?
—Exactamente, o sea, el espacio mío, la profundidad, como quieras llamarlo, creó vidas y así a ese animal también se le dio a representar también ese espacio.
Así que posee mi sentimiento como madre o como padre.
Y también vives ahora tu paternidad y además tu maternidad, encima como órganos y como espacio.
—Eso lo entiendo, madre, también la gente de eras prehistóricas vivían esos grados de desarrollo.
—Es cierto, André.
Así que ese pez es una especie existente, pero un pulpo no, nació por medio de la putrefacción.
También en eso vemos a esos gigantes como animales, como grados de vida.
Mi organismo como agua, pues, creó por lo tanto como toda la vida de Dios organismos vivos, nacidos como un cuerpo por medio de mi propia entidad, porque cada entidad crea y da a luz, incluso tu piojo es capaz de hacerlo.
—Lo entiendo, madre, así que continúa.
—Gracias, sorprende lo bien que sabes pensar, André.
Que ahora haya alimañas en mi vida se debe a que también yo he tenido que aceptar los siete grados existentes, y fue solo entonces cuando surgieron esos procesos de putrefacción.
¿No te parece profunda mi vida, pues?
—Sí, sí, mamá, pero veo estos grados y leyes para todo lo que vive.
—Y así tiene que ser, o no podrás vivir ninguno de los grados de vida definitivos.
—Lo entiendo, madre, ¿y luego?
—¿Entiendes ahora además qué es en realidad el agua, qué ha podido densificar mi cuerpo para Dios y mi vida?
—Déjame pensar un momento, madre.
—Sí, pero toma demasiado tiempo, André, habrías podido y debido verlo de entrada.
—Ya estoy aquí, madre.
—Y ¿qué soy ahora para mi vida?
—Aliento vital densificado.
—Santo cielo, André, esa es la respuesta divina, es imponente, porque es verdad.
Porque cuando comenzamos con nuestra vida en nuestra “Madre”... la luna, el agua se convirtió en aliento vital para absolutamente toda la vida.
Y sigue siéndolo.
Ahora todos mis animales me representan, hasta que nos disolvamos y continuemos, pero también esa continuación ya la he creado para mí misma.
¿O no vista agua vital alguna en el “cuarto grado cósmico”?
Lo ves, André: esas son mis propias leyes, pero se me dieron a vivir por medio de mi madre, así que nací como tú, como alma en la luna, también como espíritu.
—También esas leyes llegué a conocerlas allí.
¿Y qué más, madre?
—Has de sentir que también el agua, o sea, yo... ha creado esas secreciones divinas, ¿no?
Se disolvió mi organismo prehistórico.
No obstante, esas especies animales evolucionaron.
—Eso también es verdad, madre, y no solo lo vemos para tu vida, sino además en la tierra.
—Así es, André, ahora sigamos.
Entiendes que un pulpito de esos no significa nada, ¿no?
Pero que este animal de aquí, esta especie, se alimenta por medio de los procesos de putrefacción...
Así que si soy más viejo, si evoluciono —porque yo tampoco he alcanzado aún mi estadio más elevado, pues entonces sería transparente, a veces puedes vivirlo ya—, también mi vida habrá evolucionado y estas especies no se extinguirán, sino que se disolverán para los grados de vida más elevados, hasta que la madre tierra haya completado su tarea y todos nosotros, yo mismo y mi vida, desaparezcamos aquí para la tierra.
Así que todas esas especies prehistóricas de mi vida se disolvieron y evolucionaron hasta ser las especies que representamos todavía.
Si me preguntas por qué yo no tengo aquí esas especies, puedo contestarte, pero tú ya intuyes lo que vendrá, que no me es posible poseer ninguna vida grande, porque el ser humano me ha liberado de la fuente vital mía.
¿Está claro, André?
—Sí, madre, te comprendo por completo.

—Pero también nosotros hemos tenido que dar a luz y crear.
Y esos son los peces, son miles de especies.
Después de que tú te fueras de nuestra madre la luna como ser humano, hemos comenzado, o sea, comencé yo con mi propio desarrollo.
Y por medio de mi alumbrar y crear, eso se convirtió en el pez... pero si lo percibes absolutamente todo, también sabes que nacimos a partir del primer grado de vida, y ¡eres tú como ser humano!
—Eso también es verdad, madre.
Llegué a conocer esas leyes en mi último viaje.
—Así ves ahora que no puedo decirte sinsentidos.
Así que esta fuente primigenia, André, para mi vida y mi grado vital, no ha cambiado nada, ni en todos esos millones de años.
En esa cosa tiburonesca que todavía vive en mí reconoces además la era prehistórica.
¿Cierto o no?
Y también esa especie y todos esos mamíferos, esas evoluciones nacidas desde el “ego” humano, se disuelven cuando yo vaya a vivir mi sintonización espiritual.
Así que ahora mi cuerpo es el espacio para mi vida, y además el mundo espiritual.
Porque no volamos, ¿no?
Aunque hayamos producido vidas con alitas, eso significa uno de los estadios más elevados para mi vida, el resto ha de aceptar mi espacio para la materia y el espíritu, y no posee otra cosa.
Pero aun así... André: ¿no viste en el otro lado mi vida, no nos viste?
—Sí, madre.
—Pues bien, también allí, por tanto, el mismo espacio, también allí mi vida vive dentro de mí y por medio de mí, y es nuestra evolución espiritual, también nosotros volveremos al “Omnigrado”.
¿No es justo, André?
—Sí, madre, absolutamente todo es justicia.
—Así que también conmigo verás los siete grados de vida para el organismo.
Los mamíferos, pues —también los conoces, ¿verdad?—, provienen de esos procesos de putrefacción, del “ego” humano, porque cada uno de los órganos daría a luz y también crearía.
Un león marino de esos, que es como los llaman los eruditos, o una foca, son los animales materiales que han nacido a partir de la célula humana viviente, pero como creaciones posteriores, no como alimañas, André, sino como sentimientos acuáticos y también terrestres, o sea, representando ambos grados de vida, como han nacido más especies.
¿Lo entiendes?
—Es decir: esos animales tienen la continuación terrestre, pero pertenecen a las aguas.
—Es eso, André, o sea, conciencia de sentimientos terrestres y también acuáticos, y sin embargo sin estar libres de mi vida y espacio, porque este animal pertenece a las creaciones mías.
—Es imponente, madre.
—Y aun así sencillo si conoces estos grados de vida y solo ahora está abierta para ti también mi conciencia.
Los procesos de putrefacción han creado la demolición, André, un tiburón de esos, pues, representa la violencia bruta, el grado de vida más bajo, y busca la destrucción.
Cuanto más profundo el odio, la demolición... aleja la vida para la conciencia espiritual.
Y ¿no es lo mismo para el ser humano de Dios?
—Sí, madre, te he comprendido, eres milagrosamente inmaculada.
—Y ¿qué va a poder darte semejante pulpo?
¿Esa guarrada apestosa, que igual que tus propios procesos de putrefacción goza de la conciencia de serpiente?
¿Quieres llevarte una serpiente asquerosa de esas a las esferas de luz?
—Mejor que no lo oiga “Yongchi”, madre.
—Oh, ¿te refieres a tu pintor espiritual, ese maestro?
—Sí, él es el pintor de todas mis piezas espirituales.
—Y a él le gustan esas serpientes, ¿no?
—Sí, para él ese animal es sagrado.
—Eso es así, André, porque ve ese animal como sabiduría, pero para mí y toda la demás vida y conciencia de Dios también ese animal nació de la putrefacción y es vil y venenoso, por lo que tampoco ese grado de vida disfruta del espacio espiritual ni puede vivirlo.
Una mariposa, ¿no se queda en la tierra?
¿Qué tiene que ir a hacer semejante animal en el cuarto grado cósmico?
¿Y luego en el “Omnigrado” consciente...? ¡Te lo pregunto!
—Tienes razón, madre, eres una buenaza.
—Lo sé de mí misma y para mí misma.
Podría darte la materia para miles de libros, André.
—También eso lo sé, madre.
—Puedo aclararte cada uno de los grados de vida, hasta mi pulga de agua más insignificante.
Pero no la que vive encima del agua, sino en mi lodo, mi sistema intestinal para el crecimiento y el florecimiento, para la paternidad y la maternidad.
—Es una revelación, madre.
—Así es, hijo mío.
Por eso toda mi vida adquirió la luz para los ojos, también ellos han adquirido los sentidos.
Así que todo ha podido densificarse por medio de “Sus” grados de vida, André, y esa vida va a continuar.
También mi vida tiene paternidad y maternidad.
Mira la madre de mi vida, vamos.
¿Ha recibido la madre otros órganos en la tierra?
Quiero decir, ¿ha cambiado esa creación y ese alumbramiento?
Justo por eso llegamos a la unión, André.
—Es enorme, madre.
Pero tengo que besarte de parte de tu madre.
—Gracias, hijo mío, qué delicia, qué bien que no se te haya olvidado.
Ella está bien, André, ahora que ha comenzado su proceso mortuorio.
—Sí, madre, ella está muy bien.
—¿Lo ves, André? De allí venimos, pues, todos nosotros, todos recibimos el alma y también el espíritu de ella, y entonces continuamos.
¿Tengo un alma?
¿Podrías preguntárselo a esos eruditos?
¿Qué soy, doctor?
—Eres “madre”, querida.
—Es lo más hermoso que puedas darme, André.
Sí, sí, ¡soy madre!
Pero yo soy aliento vital densificado para cada uno de mis grados de vida.
Me he convertido en el espacio materno para mis organismos.
Y además creé y también di a luz.
Ahora conoces mi nacimiento, ¿no, André?
—Sí, pero más adelante tus grados de vida me aclararán todo lo demás.
—Y entonces los teósofos se ponen que explotan, ¿no?
—¿Tienes algo en contra de esa gente?
—No es eso, sino que esos inconscientes no me gustan para nada, esos emperifollados de Nuestro Señor.
—Eso que dices es verdaderamente femenino, madre.
—Puede ser, pero ¿acaso no es verdad?
Cuando estabas allí, ¿tenía algo que decir Mary Baker, André?
—Ella llora, madre.
—Ya, no me sorprende, porque está atada a sus bracitos y piernas rotos, a los que quiere curar dedicándole oraciones al accidente, pero ya han hablado ustedes (habéis hablado) de eso.
—Exacto, madre, para ella es una cosa pesada a la que no se puede sustraer, exactamente como esa maldita condena de la iglesia.
—¿También estuvo allí Jehová?
—Ese hombre busca su primer nacimiento, madre.
Santo cielo, las cosas que pesan sobre la conciencia de los autores de la Biblia.
—Eso es cierto, André.
Pero ahora que a los de allá se les concede saber, ¿qué dijo Annie Besant a Madame Blavatsky?
—Continúan inclinadas, madre.
Ambas servirán, esta mañana estuvieron cerca de mí y ahora tienen que hacer caso, también ellas tienen que representar la “Universidad de Cristo”.
—Y entonces tuvieron que admitir que tú eres el que importa, ¿verdad?
—Así va a ser, madre.
Y allí ya no les queda nada sobre qué mentir, ha pasado allí.
Madre, he llegado, me libero, hasta más tarde.
—Manda saludos a Loea y a tus adeptos, hijo mío.
—No se me olvidará, madre.
(En inglés): Ahora, ¡adiós...!
—¿Tanto se acercaron a nosotros, André?
—Sí, madre, unos meses más y ya estaremos libres otra vez, pero estoy listo para empezar.
¿No te parece?
—Sí, sí, entonces estarás allí.
Sigue así y poseerás el reino de los cielos.
—Así es, madre.
—¿No fue Cristo sumamente consolador?
—Sí, claro, ¡lo fue y todavía lo sigue siendo!
—Y en nada es improbable.
—Exactamente, mi madre, jamás, siempre está abierto y tiene conciencia divina.
Pero ahora me voy, está la puerta abierta para mí.
—Buenos días, Loea.
¿Cómo está Dayar?
—Muy bien, pequeño Jeus, es maravilloso.

—¿Ya se ha ido el jefe, Loea?
—Para nada, Jeus, hace sus trucos, vive su yogui.
—Entonces déjalo, ya habrá llegado dentro de diez mil años.
¿No te da risa?
Con Jeus en su conciencia sube dificultosamente las escaleras.
Jeus puede desfogarse un momento, ahora está descansando.
Esta mañana tuvo bastante.
Se sienta delante de la estufa, mira la joven vida, escucha esos gorgoritos y aun así piensa más allá, pero da a “Jeus” la oportunidad de vivir su “yo” diurno, para que esa materia pesada pueda iluminar su cerebro y su sistema nervioso.
En ocasiones también Jozef recibe ese encargo, pero entonces esa personalidad de ciudad tiene que aceptar la conciencia social, y eso nuevamente no trae relajación.
Justo así es como puede desfogarse, y ocurre debido a que a “Jeus” le toca vivir la personalidad entera.
Se lo han enseñado los maestros, y es una revelación en sí.
¿O no puedes aceptarlo, estimado lector, estimada lectora?
¿Cómo son sus hombres cuando alguna vez se entregan por completo a sus sentimientos infantiles?
¿No es eso la relajación para todos?
Pero cuando eso está por ocurrir aquí, saben al instante que André-Dectar no está, y ven una personalidad totalmente distinta.
Ahora pueden hacer preguntas, pero entonces les toca vivir diversión, y ¡eso es “propio de Jeus”!
André hace comparaciones, sigue lo que ha vivido esta mañana.
‘Imagina’, piensa, ‘que Beethoven y Bach, Wagner, hubieran podido representar la vida, hubieran podido componer algo sobre el nacimiento humano, la reencarnación...
¿Lo habría comprendido la gente?’.
Y aun así: ya se le ha concedido vivirlo en las esferas, así que es posible.
Sobre el nacimiento de un niño, con todas las contracciones hasta que la criatura esté en el mundo.
Sí, sí, Beethoven, Wagner, los he entendido, puedo sondarlos, sobre todo a Wagner, él ya vivió los primeros sentimientos por el arte espacial.
También Beethoven, Bach no tanto, ese estaba atado a la fe y al cuento bíblico, que puso triste al ser humano de este mundo y eso, sin duda, no fue lo que quiso Cristo.
¿Oyes los que tocan las trompetas, “Wayti”?
¿Oyes los violines?
¿Esas harpas?
¿Ya oíste el llanto de la criatura?
¡Es imponente!
Cuando el adepto le pregunta qué era lo que había querido decir con eso de la “gallina” de ayer, a esa vida le toca escuchar:
—Hoy no tengo ganas de pollo.

..., y sabe quién está hablando ahora, quién va a vivir la conciencia diurna.
Ese es “Jeus”, porque Jeus habla dialecto y no sabe nada de holandés o bien no quiere hablarlo, pero así André-Dectar se vuelve a hundir hasta ese estadio y comienza esta relajación natural.
Cuando el adepto persevera, llega:
—Puedes preguntárselo a tu hijo, ¿no oyes sus gorgoritos, no oyes lo que tu hijo tiene que contarte?
Y entonces todavía se oye:
—Una gallina puede cacarearle a la Omniconsciencia, deja que te lo diga, pero Nuestro Señor no quiere tener que ver nada con eso.
¡Silencio!
No queda nada más que los gorgoritos de una joven vida, y es más que suficiente, ¿cierto o no, cariño?
¿Madre?
¿No es cierto?
El alma del adepto deja al niño en la cuna, dentro de cinco minutos la vida dormirá y estará lista para esta bienaventuranza.
Allí hay alguien que está tomando notas para más tarde.
Loea sube y empieza a pintar, pero él piensa, vuelve a Rá, Ré e Isis, al Gólgota, la de lugares en que ha estado...
Allí visita brevemente la vida, pero deja hablar a Jeus, y eso los divierte.
¿Qué es eso?
¿Lo oyes?
Creo que tenemos que irnos de aquí, y rápido.
Y sí... hay una caza de humanos.
El adepto se mete como un relámpago en su agujero subterráneo, en su escondite, se larga lo más rápido que pueda y se encarga de que no puedan atraparlo.
Vaya con ese Adolf, todavía no basta.
Pero ¿por qué? ¿Acaso ya ni siquiera se nos deja trabajar?
—Ya te veré después.
Si hay algo, envíame entonces tus pensamientos.
Cuidado con el pecho, joven, recuerda tus riñones cuando estés bajo tierra, pero has de saber: si te infundes alma, no pasará nada.
Ciertamente, hay una caza de hombres.
¿Por qué otra vez, Adolf?
Lo que logras así es que el ser humano de verdad aprende a odiarte, y bien.
¿Por qué arrancas de aquí a los últimos hombres?
Ay, Caifás...
Adolf Hitler, ¿por qué lo haces? (—dice.)
Estamos en casa, me voy arriba con él, cuando llegamos a casa la vienesa ha salido a por comida, está en la cola delante del comedor social.
Vamos a empezar de inmediato.
Cuando ella vuelve, ya hemos llenado tres folios.
—Gracias a Dios que estás en casa, están cazando hombres... —nos informa, y luego viene:
—Hoy comemos sopa.
Ni tan mal.
Vamos, pruébala.
Tengo que probar sopa del comedor social.
El maestro Alcar me guiña el ojo, los cielos lo saben, los ángeles me miran, pero la vienesa me hace probar.
—¿Está buena?
Me entra la risa...
—¿Por qué ríes?
Le sonrío, le envío mi sonrisa universal, pero después tengo que probar otra vez más y tengo que decirle qué tal le sabe la sopa de la tierra a “Jozef”, porque ella actúa, no piensa de otra manera.
—Ciertamente, una buena sopita.
Y entonces se queda contenta, pero un poco después me pone... le pone a André un pedacito de zanahoria cruda en la boca, tengo que masticar.
—Porque te gustan tanto... —llega, por lo que te va quedando claro, estimado lector, estimada lectora, lo infantilmente gentil que se mantiene la vienesa en la tierra, con cuánta pureza vivirá nuestra vida y que no puede tomar en cuenta de ninguna manera a los maestros, porque estos son quienes la han educado de esta manera.
Claro, al principio, cuando André llegó a estar bajo el control del maestro Alcar y comenzamos con la escritura, esto le habría provocado un vómito de sangre si no hubiéramos sabido acoger cada una de esas interferencias.
Para André, en ocasiones era como para explotar, pero cuando vio, cuando el maestro Alcar le contó que también él tomaba en cuenta eso, se entregó, aunque entonces constaba que a la vienesa le tocaba vivir su propia vida y que ella no lo quería de otra manera.
Porque ¿qué habría podido darle André?
La habría aupado hasta su conciencia, pero entonces ella habría tenido que procesar mundos, y no era capaz de hacerlo.
Ahora está bien: ella su mundo, nosotros el nuestro, pero tengo que comer su zanahoria y probar la sopa y sin embargo mantener el control de todos los sistemas.
André ve lo que está por ocurrir y ríe, se divierte conmigo, porque no le gusta esa sopa.
No obstante, eso hace y crea que vivamos pequeñas amabilidades por medio de esta conexión, y estas vuelven la vida un poco más fácil, solo ahora André empieza a comprender que así ha podido entregarse por completo.
Y entonces tenemos que comer.
Pero me voy rápidamente, de eso puede encargarse “Jozef”.
“¿Estás disfrutando tu sopita?”, envía André a esa personalidad.
“¿Está buena?
Si comes demasiado, te las verás conmigo.
A ver, déjame probar.
Pues, ni tan mal”.
Más que eso de allí no vas a comer, porque tenemos que escribir.
Y Jozef simplemente no es capaz de comer más, ¡también eso está bajo control!
Cuando después de comer la vienesa quiere hablar de nuevo, le pido si me puede dejar tranquilo —pero ahora hago como si fuera André—, porque no podemos hacer cuatro cosas a la vez, tengo que escribir.
Y entonces ya no oímos nada más que la máquina.
Una hora después ella nos trae el cafecito de achicoria y me toca vivir su beso, sus afectos.
Que le regalé unos cardos hermosos, en eso no piensa, para ella quien le dio esas flores fue “Jozef”..., su marido, y nadie más.
En ocasiones a André le da risa, porque ella se niega a ver que escribe el maestro Zelanus.
Es él y nadie más, porque ¿no puede hablar ella con “Jozef”?
¡No suelta esa vida!
No obstante, nos toca oír:
—Todavía tengo que planchar tu pantalón.
—Gracias... —le doy—.
Pero no olvides mis pequeñas sandalias también.
—¿Qué me estás diciendo?
—No dije nada, estoy escribiendo.
He de haber hablado en pensamientos y se lo transmití a usted.
—¿Cómo que a usted?
—Nada, también es parte del juego.
—Loquito.
Así seguimos.
Escribir ‘La cosmología’ es un trabajo celestial, por lo menos lo es para mí, porque ya no estoy en la tierra.
¿O quieres aceptar que André, Jozef o Jeus es capaz de eso?
Entonces que lo intente Jozef Rulof.
Para mí es una gracia divina, porque como personalidad espiritual se me concede probar la sopa del comedor social, que, sea como sea, no tenemos en nuestros cielos, porque así de sentida es mi presencia en la tierra.
Lo adopto absolutamente todo de André, también su luz de los ojos materiales; ya te lo dije: si nos ves escribiendo, pensarás que es “Jozef Rulof”, así de sencillo es, así de natural.
Pero es lo que ha construido el maestro Alcar, él quería que estas almas como seres humanos mantuvieran lo natural, o también ellas, sobre todo André-Dectar, se convertirían en un ser antinatural.
Trabajo duro, paso volando por encima de las páginas, pero primero dejo constancia de los fundamentos.
Si leyeras esto, pensarías que lo ha escrito un niño de siete años, también con los errores.
Ahora solamente dejo constancia de las leyes, doy nuestra historia, el viaje, a esas leyes, dejo que el maestro Alcar diga lo que ha vivido, también lo mío, pero estos son fundamentos para la verdadera cosmología, y significa que más adelante podré comenzar con los análisis, con André, y que, si se puede, solo después prepararemos el libro para la imprenta.
Significa que tenemos que escribir tres veces un solo libro, y en ocasiones es necesario, porque los sistemas materiales están reaccionando.
Así que tengo que calcular la profundidad del milagro, y de eso se encarga el maestro Alcar.
No pienso ahora en estilo, sino en escribir errores, ¡dejamos constancia!
Traemos a la tierra lo que hemos vivido, nada más, pero tampoco nada menos, y más adelante, cuando haya vuelto la paz, continuaremos escribiendo ‘La cosmología’ para la “Universidad de Cristo”.
Vivo mundos, y en verdad he vuelto a la tierra por medio de André.
“Si esto no es un milagro, ¿qué quieres vivir entonces?”, podemos decirles en voz alta a los parapsicólogos, pero esos pobres diablos no están abiertos a milagros universales, porque entonces podrían tomar clases universitarias donde André... ¡y eso no quieren hacerlo!
Disfruto estas horas porque como personalidad espiritual vivo la vida de la tierra, ¡y estoy al servicio de Cristo!
Pero ¿qué tal estaban mis flores?
Vienesa, ¿cómo eran las flores que se enviaron a tu vida desde la luna?
Sobre las cinco y media paramos, hemos escrito diez folios, son veinte páginas para nuestros lectores.
Bastante por hoy, André, por ahora no puedes salir, así que hasta mañana.
Ahora descansa y digiere esto, puedes comentar la vida del “yo” material de la madre tierra, o bien darle este espacio a Jozef.
(En inglés): ¡Adiós...!
Te saludo, hermano mío.
Primero, mi beso para la vienesa.
¿Le das mi amor, André?
Y sobre todo no te olvides el del maestro Alcar (—dice).
¡Somos libres!
Ahora puede pensar.
Surge Jeus y ahora André puede hablar con él.
Le damos un poco de tranquilidad.
¡Lo que le tocó vivir hoy para la “Universidad de Cristo” fue más que suficiente!
Y ahora, ¡a dormir normal, sin sueños!
Durante cuatro días los han tenido agarrados a él y a todos los hombres.
Cuatro días de empezar temprano y de escribir, vivir y procesar, para poder sacar de la máquina esta página número setenta y cinco.
Y entonces los nazis recuperaron la calma, los hombres habían estado en peligro por enésima vez.
Lo primero que quiere la madre es hablar con él.
La madre agua está al tanto, y las leyes le explican cómo es posible eso: cuando el ser humano es uno con toda la vida de Dios, esa vida sabe exactamente todo de tu personalidad y puede hacer preguntas para Dios y comenzar con sus espacios.
—¿No tuviste frío, André?
Es la primera pregunta que le hace la madre, a la que contesta:
—Yo no, pero mi adepto no habrá estado tan a gusto allí debajo de la tierra, y no lo soporta.
Pero ¿quién sí lo soporta?
—Es la propia culpa del ser humano, André, que no huebiera empezado con la endogamia...
No puede hacer ninguna pregunta sin que ya se estén analizando las leyes, la madre agua puede hacerle saber que el ser humano ha fragmentado también esas fuerzas.
—Para ti es fácil decirlo, madre, claro, pero ese cuerpo de mi adepto no lo soporta.
—¿Has podido trabajar a gusto?
—Sí, eso es cierto, para estos días hemos roto un récord.
Si el maestro Zelanus continúa así, el maestro Alcar podrá irse pronto.
—¿Algo más, André?
—No, no, madre, volveré después, tengo que comentar algo con “Jeus”.
Adiós, madre.
—Te seguiré.
Estos últimos días, Jeus ha empezado a hablar.
Habla de antes, quiere saber lo que es suyo y qué pertenece a André.
Jeus empieza a sentir la presión de su vida, y cuando André vivió el Gólgota, eso despertó lo que él vivió en su juventud.
Tampoco a él, a André, la imagen del Gólgota lo deja en paz, ve todas esas vidas, las tiene que vivir y durante los últimos días eso fue lo dominante para su personalidad.
El estudiante grita, pero él deja que lo haga esa vida, sabe lo que le tocaría oír si reaccionara, la gente no se cree a sí misma.
—Sí, sí, Jeus, ahora tenemos que hablar un momento.
Tú empezaste a cavilar, a pensar.
Pero ¿será que no entendiste que “yo” viví el Gólgota, ese Viernes Santo, y no tú?
Aunque el maestro Zelanus haya escrito esos libros sobre ti, fui yo quien viví esos milagros, y no tú.
Voy a volver a preguntarte: ¿quién fue el que habló a papá cuando este estaba en el ataúd?
¿Quién de nosotros miró detrás del ataúd e hizo viajes en el espacio?
¿Quién de nosotros fue el que habló con el “Largo”, ahora mi maestro Alcar, una y otra vez?
Ese fui yo, Jeus, pero por eso hemos recibido esta personalidad.
Más adelante puedes acompañarme otra vez, si quieres, pero tengo que vivir las leyes.
—Pero si lo tengo agarrado... —le dice Jeus en dialecto.
—Y yo igual, Jeus, y me hace bien que quieras comenzar con estos pensamientos y sentimientos espirituales.
Ahora André se ve a sí mismo en su juventud.
Por eso puede relajarse, los maestros le dan un momento de sosiego, pero también esto pertenece a la Universidad de Cristo, porque cada uno de los seres humanos tiene que vivir estas leyes, y también tiene que elevar la juventud y la etapa adulta hasta el grado de vida espiritual para los sentimientos y pensamientos.
¡Esos sentimientos de la juventud tienen que volverse conscientes!
Y solo entonces la personalidad entera será universalmente profunda y llegará a tener sintonización con los grados de vida espaciales.
—Sí, Jeus, papá era duro, pero ¿no aprendimos gracias a él cómo hay que hacer las cosas?
¿Qué de cosas no nos dio papá por medio de su personalidad?
Hablé de eso con mamá cuando estábamos en casa, lo sabes, se te concedió entonces vivirte a ti mismo, porque mamá a mí no me conoce.
¿Ahora te queda claro?
—Lo entiendo, sí, ahora puedo entenderlo.
—Pero papá tiene que volver a contarme lo que quiere.
—¿Acaso no puede hacerlo?
—¿Qué sabe papá de todas estas leyes, Jeus?
Claro, en esos treinta años que lleva en el otro lado ha asimilado muchas cosas.
Pero todavía le llevo siglos de ventaja.
—¿Lo sabe mamá?
—¿Cómo va a poder saberlo ella?
Papá no quería comprendernos, Jeus.
Aunque era bueno, era estricto, pero se encargaba de todo.
Tenía temperamento, sabía trabajar, pero no quería saber nada de estas cosas, para él la vida en la tierra era todo.
Y así hay millones de seres humanos en la tierra.
—¿Y con eso quieres empezar tú?
—Para eso entrego mi vida, Jeus.
Vamos, demos un buen paseo esta mañana, hace mucho que no hemos podido hablar.
Ya te contaré estas cosas ahora.
Cuando hace poco estuvimos donde mamá, no podía alcanzarla desde mi vida.
Y es sencillo, pero más adelante también mamá tendrá que aceptarme, como tuvo que hacerlo papá, cuando vio detrás del ataúd en qué mundo vivía yo y en el que había tenido la vista puesta todo ese tiempo.
Cuando vivamos en el otro lado, Jeus, sí que somos seres humanos, pero ante todo representamos allí un grado de vida, como chispa de Dios.
—Y ¿ese es el ser humano? ¿Ese soy yo?
—Eres tú y soy yo y son Jozef y Dectar, de los que este es el maestro.
Y tenemos allí miles de madres y padres.
Vivíamos entre todos los pueblos, Jeus.
Tuvimos que recorrer un largo camino antes de haber alcanzado este organismo.
Sin duda que has de poder comprender que no tenemos un solo padre y madre, sino que nosotros mismos hemos sido padres y madres.
—Eso puedo comprenderlo.
—En casa, mamá hablaba contigo y no conmigo, pero yo también estaba allí, y aun así no me conocía.
Pero yo, Jeus, tengo el contacto de ella, soy uno con su corazón y su vida, y ella me envía su gran amor, por el que me mantengo en pie.
Cuando viví el Gólgota, tú no tuviste que ver nada con eso, tú no viviste nada de eso, porque fui yo.
¿Recuerdas que hemos jugado encima de las nubes, Jeus?
—No, no, no lo sé.
—Ya ves: era yo, y sigo siendo esa personalidad, pero tú también tienes que venir conmigo.
He percibido que cuando hablamos en nuestro dialecto, la gente se encoge de hombros a nuestras espaldas.
Nosotros pensamos que somos graciosos, que nos divertimos, pero la gente de la ciudad lo percibe de otra manera y no quiere tener nada que ver.
—Eso se entiende.
—Significa, por tanto, que, cuando nos movemos entre la gente, tenemos que tener en cuenta todas esas cosas y esos asuntos, o no nos aceptarán como instrumento, porque no quieren tener nada que ver con campesinos.
Incluso “Jozef” se pasa de tonterías.
Y eso se vuelve peligroso, Jeus, la seriedad de nuestra vida pone un alto a nuestros rasgos de carácter.
No obstante, nos ayuda a cargar, pero entonces tenemos que hacerlo de tal modo que la gente no note nada.
¿Qué habría sido de los apóstoles de Cristo si también hubieran dicho sinsentidos?
—¡Nada!
—Qué bien que lo percibas y quieras comprender.
Así los maestros se pondrán felices.
Sí que entiendo, Jeus, lo que quiere de mí el maestro Alcar.
Que hablemos de estas cosas, créelo, viene directamente desde el Gólgota.
Tengo que tomar control del ser maestro, pero entonces me habré alejado mucho de mis amigos y ya no me reconocerán.
¿Lo entiendes?
—Claro, desde luego.
—El maestro Alcar quiere, según lo que percibo, que me prepare para más adelante, porque entonces los maestros querrán hablar por medio de mí.
Y si tú y Jozef no sintieran (sintierais) esa seriedad, yo lo pagaría, la gente no me aceptaría, porque entonces las cosas se vuelven ridículas.
Hace unos días me relajé jugando a ser “Jeus” contigo; no obstante eso cambia, empiezo a sentir la seriedad, ¡se convierte en seriedad sagrada!
¿Quién de nosotros era tan bueno jugando al fútbol, Jeus?
¡Era yo!
Pero jugando al fútbol no llegaremos, tenemos algo muy distinto que hacer.
¿Empiezas a comprender ahora lo que vamos a vivir?
—Empiezo a comprenderlo.
André empieza a entender lo que quiere el maestro Alcar.
Y eso es verdad.
Los maestros lo preparan para más adelante, cuando hablaremos nosotros.
Pero ¿entiendes, estimado lector, estimada lectora, el tratamiento que se le está dando a este carácter?
¿Que cada pensamiento, cada rasgo de carácter ha de evolucionar para la personalidad?
André está ante el autodesarrollo universal, como en la tierra solo se puede vivir rara vez, pero debido a que está en manos de maestros, también llega ahora mismo a ese despliegue, cuyas leyes conocemos y analizaremos.
Si te queda claro esto, tendrás que comprender que así analizamos los sistemas filosóficos y que finalmente los conducimos al despertar espiritual y también espacial para cada pensamiento desde el “Templo de Cristo”, por lo que el ser humano en la tierra llega a conocerse.
El plan era hacer que un adepto escribiera estos libros.
Son una treintena de libros imponentes, para los que André recibirá entonces el análisis y lo transmitirá al adepto.
El propósito es que los adeptos representen las “novelas”, pero además los libros filosóficos.
Y esos hombres existen.
Que si aguantarán hasta el final, que si son capaces de servir para la humanidad... nosotros lo sabemos, pero ellos no lo saben todavía de sí mismos, y si tienen que demostrarlo, habrá... se verán ante este derrumbamiento propio y André volverá a quedarse solo.
André vive y también escribe los libros espirituales y cósmicos, los adeptos, las novelas materiales, espirituales y también los libros filosóficos.
¡Eso es el Templo de Cristo!
Percibes lo imponente que es la manera de armarlo todo si esas criaturas quieren de verdad combatir la inconsciencia hasta el final para esta vida.
Pero ¿se hablan a sí mismas?
¿Registran su carácter —y lo haces tú— para ver qué más fallos tiene?
¿Quién hace eso?
¿Quién es capaz de hacerlo?
Y aun así: si quieres despertar, tendrás que comenzar a hacerlo; tendrás que dar concienciación espiritual a cada uno de los rasgos de carácter de la misma manera en que lo va a vivir André ya, o estarás detrás del ataúd para tu personalidad material, todavía inconsciente, estarás en nuestra vida ante todas esas personalidades sin terminar, porque en nuestra vida un solo rasgo de carácter es también una personalidad.
Así que este va a ser un desarrollo imponente.
Ese punto lo alcanza pensando.
Lo alcanza siguiendo cada uno de los pensamientos y poniéndolos en armonía con lo infinito, por lo que despiertan “Jeus y Jozef”, porque son ellos quienes representan lo corporal.
Y también tú, te lo repito, estás ante todas estas leyes y no puedes eludirlas, algún día tendrás que empezar de todos modos.
Entonces también podré explicarles que los adeptos han sucumbido.
Ahora que vamos preparando los libros para ‘La cosmología’, André está totalmente solo, ¡los adeptos han sucumbido!

Vuelve a encontrar los libros filosóficos por el análisis que les doy ahora.
Debido a que seguimos ahora a André en sus pensamientos y sentimientos, accedemos a los sistemas filosóficos, pero lo habrían hecho otros, habrían sabido hacerlo, si hubieran sabido inclinarse en absolutamente todo ante su maestro.
Entonces nosotros, el maestro Alcar y yo, habríamos podido seguir directamente el análisis del “universo”, a pesar de que —lo admitimos— ‘La cosmología’ es más atractiva ahora, porque tú como lector vives desde el espacio otra vez las leyes en la tierra, y esta vez por medio de André-Dectar.
Pero entonces, estimado lector, estimada lectora, André habría tenido las cosas un poco más fáciles, esas criaturas habrían podido ayudarlo, ahora está solo ante todo, ante todo.
Que tengamos un respeto sagrado por su “voluntad” de servir; que lo sigan los cielos y lo apoyen y que todo esto empuje a su personalidad; que por eso se vaya construyendo un “palacio” a sí mismo detrás del ataúd, ¡eso puedes aceptarlo!
Más adelante se quedará completamente solo, y nosotros estamos igual... ahora, en 1950... ahora que estamos preparando los libros para la imprenta.
Qué pena que hayan sucumbido los adeptos, ¿no?
No conocemos “qué penas”, ¡eso está en manos tuyas y de ellos!
Todavía ahora puedes vivir a André, porque hablamos, pero por medio de ‘La cosmología’ comprenderás de qué manera hemos podido materializar nuestros mundos por medio de su vida y personalidad.
Podrás aceptar que ciertamente representa la escuela mística más elevada en la tierra, porque ¡lo más elevado de todo infunde alma a esta escuela, que es la “Universidad de Cristo”!
Y ahora, a seguir, de vez en cuando volveré a tu vida, y nos hablaremos.
Así que André ahora ya está aupando a “Jeus y Jozef” en su interior, y eso significa que toma control de su propio carácter.
Para él la lucha con... (esta oración se quedó inconclusa).
Todavía llegaremos a conocer a la vienesa, pero ¡sobre todo a ti mismo!
También ella está delante de estas leyes.
Nosotros aceptamos esta alma.
Los libros ‘El origen del universo’ te aclaran por qué André la conoció precisamente a ella y se convirtió en su mujer.
André tiene que enmendar ante esta vida ¡y lo hace!
En una vida anterior le causó pena y dolor a esta vida del alma, sin quererlo, o sea, sin ser consciente, pero es por eso que ahora se han vuelto a encontrar, y además es así para cada ser humano en la tierra.
La vienesa tiene todo el derecho de querer quedarse firmemente encima de la tierra, es su propia “voluntad” y asunto suyo; pero sabemos que ella todavía no está lista para la vida de André, es como una niña, una niña inmaculada pero humana, con un enorme cumplimiento del deber, rasgos que ya tocan la vida de André y tienen sintonización con ella.
En cuanto al amor, André le lleva ventaja, también para este servir, su tarea; todo eso es para su vida y personalidad, y no para las de ellas, por lo que ves ahora que ambos tienen el carácter para su propia entidad para la personalidad, y que lo representarán.
En caso de que hubiera querido seguir a André en todo, y si hubiera querido y podido entregarse para absolutamente todo como una adepta, él habría podido convertir esta vida del alma en una vida cósmica, pero ella no lo sigue, se encarga de todo, de todo, está lista al cien por cien para su tarea como madre y mujer... pero no está abierta a su contacto, a su tarea, como instrumento, por más que se encargue de todo, por más que nada vaya mal en su trabajo y cuidado, le falta precisamente ese sentimiento único para el que millones de personas estarían dispuestas a morir, la sed imponente por esta sabiduría, el deseo de ser una con las “Grandes Alas”, el deseo de vivir esta alma, André-Dectar, lo cual habría sido posible también para ella.
El maestro Alcar ha llevado las cosas hasta ese punto, la ha colocado delante de este desarrollo y empezó con esta elevación y el despertar de su personalidad, hasta que ella no pudo seguir más, hasta que ya no tenía nada de sentimiento; en ese momento estaba vacía para el espacio y había entregado todo lo suyo.
No obstante, André tenía que seguir y lo hizo, vivió miles de viajes detrás del ataúd y volvió en una sola noche, como un Gran Alado, así que en una sola noche había envejecido mil años.
Y desde ese momento comenzó la lucha suya, y no la que era por la vienesa, para él se trataba ahora de lo siguiente: ¿cómo me mantengo en armonía con esta vida del alma?
¿Cómo puedo acogerla a pesar de todo y cómo puedo servirla, para que podamos vivir esta vida imponente juntos?
Cuando ya no estemos y también esté André en nuestra vida, o cuando la vienesa nuestra, la que amamos, esté lista para hablar, entonces sabrán de ella que André estuvo de verdad a su servicio.
Pero no permeó hasta su conciencia que habría podido vivir un “Dios” humano, y aun así: ¡también eso habría sido posible!
Desde luego que más adelante, aunque más tarde ya lleguen (lleguéis) a vivir algo de eso, nos veremos ante los siete grados de vida del matrimonio y ¡solo entonces vivirán (viviréis), madre o padre, hombre o mujer, que los dos todavía no están (estáis) listos el uno para el otro!
¡Un matrimonio tampoco tiene que encallar si el ser humano conoce sus creaciones y también sus vidas!
¡Y por medio de los maestros llegarán (llegaréis) a conocerse (conoceros) como hombre y mujer!
Lo ves: eso se le había concedido vivir al adepto filosófico.
Es lo que había recibido esa alma como adepta para los libros filosóficos, pero ¡tampoco la criatura esa estaba lista todavía!

André puede cargar a la vienesa y es lo que hace, a él no se le concede cometer errores, o no estará listo para nosotros y se tropezará con sus propios pensamientos y también sentimientos, se romperá la preciada nuca por su propio carácter.
Ser este instrumento, seguramente que ya lo percibes, le cuesta a él absolutamente todo y no tiene nada, pero nada que ver con tu espiritualismo muerto, aunque él haya tenido que aceptar esas leyes, aunque el desarrollo de él se haya despertado debido a eso.
Cada pensamiento suyo se pone en la balanza de Dios.
En el Gólgota verás quién tenía derecho de hablar, allí verá la vienesa cómo ella y cómo tú, estimado lector, estimada lectora, has vivido, has actuado para todos esos miles de pensamientos, ¡que sin embargo algún día tendrán que vivir espacio espiritual, si tú mismo te quieres infundir alma que evoluciona para tu deidad, si quieres reconducirte a la luz!
¡El uno para el otro, como hombre y mujer, tendrás que saldar tus cuentas en esta vida!
Reembolsarás lo que en tus vidas anteriores robaste conscientemente o simplemente le quitaste a otro.
¡Y lo mismo vale para el amor!
¡Lo que posees hoy será de otro detrás del ataúd!
André continúa y habla a “Jeus”... ya se pondrá con Jozef más adelante.
¿Qué rasgos representa “Jeus”?
Llegaremos a conocerlos, también los de “Jozef”, y entonces estaremos ante este matrimonio, ante esta unión y ante esta tarea divina.
¡Porque esta tarea indudablemente es “divina”...!
¡No es espiritual, sino “divina”!
André se convertirá en un “Ser humano” con conciencia divina... esto no lo fragmenta, se hace humana y divinamente consciente, porque verá el “Omnigrado”, entrará a él.
¡Nosotros ya habíamos llegado!
Pero volvemos allí para el organismo humano y también para el alma como ser humano, ¡y entonces nos veremos ante “Cristo”!
Es por eso que puede decirle a Jeus: ¿qué es lo que papá quiere decirme todavía ahora como mi padre?
“Hendrik el Largo”, su padre, puede ahora vivir clases universitarias donde André.
¡Y esa es la verdad!
Lee los libros de ‘Jeus de madre Crisje’ y lo sabrás, también ante esto inclinarás tu cabeza humana.
—Sí, Jeus, comprendo ahora por qué los maestros me conectaron en esos tiempos una y otra vez con el Gólgota... —continúa— porque ahora mismo tengo que encajar una sacudida cósmica.
Eso era para ahora mismo, también esa seriedad empiezo a comprenderla.
El Gólgota es lo más pesado que pueda vivir el ser humano, y algún día cada uno de los seres humanos estará ante el Gólgota para ayudar a cargar a “Cristo”.
Por eso la madre es sagrada para nosotros, Jeus.
¿No has visto su misal?
Me lo llevé y le compré otro, pero para todos nosotros, para todos sus hijos, rezó con él hasta dejarlo desvencijado.
Si ves la irradiación, el poder que emana este librito, si lo percibes, puedes curar con él miles de personas.
Has de saberlo, Jeus: ¡nuestra madre es una santa!
Tú, Jeus, llegarás a tener algo en los hombros ahora para ayudarme a cargar.
Tú quieres vivir todas estas cosas hermosas, ¿no?
¿O quieres seguir siendo un campesino?
Yo ya no soy ningún campesino, he vencido esa vida y también Jozef lo ha depuesto para sí mismo.
Has de comprenderlo: los maestros me dan un tirón de orejas.
Aquí en la ciudad, la vida es dura y vil.
Los hombres y las mujeres solo piensan en sí mismos y lo quieren todo a cambio de nada, se hacen pasar por algo que no son, quieren vivirte, pero más adelante, un poco después, si son capaces de ello, te succionarán a ti y a mí hasta dejarnos vacíos, y entonces te pondrán de patitas en la calle.
Pero ¡yo no permito que me vacíen ni que me pateen, Jeus, eso se acabó!
¡Si me percibes, comprenderás que voy a armarme a mí mismo!
Y lo hago para elevarlos (elevaros) hasta mi vida.
Vamos a pulir el carácter, queremos tener hermosos rasgos de carácter, nos convertiremos a nosotros mismos en otra cosa, para que los maestros puedan continuar.
Y cada uno de los seres humanos tendrá que comenzar con eso algún día.
¿Me entiendes, Jeus?
—Por supuesto, pero no es fácil, ¿verdad?
—Así es, nada es a cambio de nada.
Pero si quieres, llegarás a ese punto y vivirás conmigo todo esto imponente, estas cosas sagradas de los maestros.
Y así iremos creciendo hasta ser una personalidad grande e imponente, y podremos decirles más cosas a quienes todavía no quieren, ¡nosotros continuaremos!
Ya no hables dialecto, Jeus, la gente se burla por dentro, y eso no es felicidad.
Gana flores y dáselas a mamá, ella también nos cargó durante toda su vida.
ok—Pero si más adelante la gente llega a conocerme por los libros, entonces ¿qué?
—Entonces serán tus flores para Crisje.
Pero verás que de todos modos la gente llegará a mí con esas flores, porque en la ciudad la gente no quiere reflexionar tanto.
Pues bien, tú tienes que llegar a ser como yo, y solo entonces nos habremos convertido en una sola vida, un solo sentimiento, una sola personalidad.
Ya tienen suficientes payasos en la ciudad, Jeus, es muy amable, pero tenemos que hacer otra cosa.
Así que si tú dices disparates, la gente me mirará feo a mí, y dentro de poco mejor que ya no pase o haremos el ridículo.
Tenemos que hacerlo ahora de tal manera que determinemos para nosotros mismos que estamos en armonía con todo, y además que podamos relajarnos, o también para nosotros va a ser demasiado pesado.
Y eso, pues, es el truco.
No estoy pensando en ponernos una sábana blanca, Jeus, pero ¡tenemos que aceptar el “apostolado”!
Deberías ver después lo verdadera que es la vida detrás del ataúd, cuando estemos allí llevaré una túnica que por su propia fuerza se enredará alrededor de mí, pero es porque queremos vivir la realidad y ya hemos alcanzado algo para nosotros mismos.
Si pudieras ver la vestidura espiritual de mamá, Jeus, es imponente, y en ella reconoces su amor y bondad.
Y aun así no tiene nada que ver con la iglesia, y significa que el ser humano puede vivir a Dios sin la iglesia.
Y eso es lo que le contaremos a la gente, Jeus, ¡ese miedo de la condena tiene que desaparecer!
¡Dios no nos condena!
—¿Entonces quieres destruir la iglesia?
—Dios no lo quiera, Jeus, eso nunca, pero la iglesia no representa a Dios —solamente esa destrucción hay que sacarla.
¿Qué es la gente sin fe?
¡Nada!
El ser humano sin fe se mantiene pobre si busca lo equivocado.
No obstante la iglesia, o sea, la nuestra, ha hecho mucho por la gente.
Pero ese Juicio Final y esa condena eterna, Jeus, es horroroso para este siglo, esas falsedades hay que erradicarlas y un sacerdote y una “monja” tienen que casarse.
—Qué complicados somos en realidad, ¿verdad?
—Precisamente no lo somos, los problemas que creó la iglesia hacen la vida tan complicada para el ser humano, la nuestra tan abierta y consciente, solo ahora nuestra vida se está volviendo hermosa, se vuelve gloriosa, porque llegamos a conocernos a nosotros mismos.
Ese horroroso miedo de la muerte se disuelve y el hombre y la mujer llegan a vivir el reencuentro eterno.
¿No es eso absolutamente todo?
—Estoy empezando a comprenderte.
—No somos complicados, Jeus.
Cada ser humano puede asimilar estas leyes.
Pero no lo quieren.
Es demasiado difícil, dicen.
Y ¿acaso es tan difícil si sabes que tienes que dejar de hacer lo equivocado?
¿Por qué odia la gente?
¿Por qué roba, maldice a los prójimos y por qué hace la guerra?
¿Para qué vivir todos esos impulsos bajos? ¿Les da felicidad?
¿Tan difícil es eso?
¿Es tan difícil si quieres atravesar esta vida con decencia?
Por más que digas “eso ya lo veré después”, ese “después” ya lo eres aquí.
Y entonces estás allí y puede inclinar la cabeza ante las leyes del espacio y de tu Dios.
La gente quiere vivir amor, ¿no?
Pero ¿qué tienen para entregar para ello?
Si no fuéramos tan cariñosos con la vienesa, ¿qué nos devolvería?
Diría rápidamente “los drudels”, me vuelvo a Viena.
Pero ella es buena, lo hace todo, casi nos rompemos la nuca con su belleza en casa, y ante eso hay que inclinar la cabeza.
Es mil veces mejor que la porquería.
¿Podrías vivir rodeado de suciedad y desorden?
El ser humano en la ciudad todavía no se conoce a sí mismo, Jeus, quiere tenerlo todo a cambio de nada y no está dispuesto a dar nada.
Basta con que mires a esas chicas.
Esa gente se quiere convertir en mujeres.
Son demasiado perezosas para estar limpias, Jeus.
Y ¿cómo vas a querer comenzar con la construcción de tu carácter si tú misma te ahogas en tu mierda material?
¡Son los caracteres y son (en alemán) asquerosos...!
¿Te da risa?
A mí también, pero esto es la verdad.
Para nada, con la vienesa no tenemos de qué quejarnos.
Sencillez, cumplimiento del deber, es de lo más honesta, se cuida y sabe inclinarse cuando tiene que hacerlo, está muy por encima de mucha gente de la ciudad, por encima de millones de mujeres, Jeus, porque todas esas palomitas todavía han de empezar con lo que tiene ella y con lo que ha asimilado.
¿Cómo cocina para los dos?
Qué comida más buena, ¿no, Jeus?
¿Cómo son sus sopitas?
Que incluso ahora aprovecha la situación es porque es una madre, porque tiene cumplimiento del deber y porque quiere ir por esta vida honradamente.
Anda, compara todo eso con otras madres...
¿De qué te sirve un alma emperifollada de esas, a la que todo le da igual?
¿De qué te sirve una teatrera de esas, que no sabe qué hacer con un pobre plato de gachas?
¿De qué te sirven esas condesas, si ves que descuidan los primeros fundamentos para el carácter humano?
¿Que los mancillan?
¿Que los deforman?
¿Que los trabucan?
Pues, entonces no estás tratando con arte ni con una mujer, sino con semejante inconsciente, un cadáver viviente no es nada comparado con esto.
Y eso está en manos del hombre mismo.
Si quieren, si los dos quieren, la vida es ciertamente como un paraíso, ahora disfrutas cada uno de los rasgos de carácter, cada hora, sí, sí, para el alma, la vida y el espíritu, y para el espacio en que vivimos.
¿Entiendes, Jeus, a dónde puede conducirte el matrimonio?
—¡Ya me gustaría besar a esa vida!
—Eso también lo comprendo, pero ¿dónde es que viven esos santos?
Nuestra madre, Jeus, ¡esa sí que era una “madre”...!
Cuando más adelante la gente llegue a conocer a mamá ya te enterarás.
Así quieren ser todos, pero ¿por qué entonces no lo hacen?
¿Por qué las mujeres no empiezan con ello?
Porque les parece difícil ser “buenas y cariñosas”.
Pero no quiero un beso así, Jeus, no puedo besar a una mujer si no tiene amor.
No beso a quienes ladran, cacarean, no me dejo enterrar bajo esos caracteres de tercera, no estoy abierto a eso.
Sé ahora lo que significa, lo que sientes cuando te besa mamá, como su marido, como se le concedió a papá vivirlo, entonces vives el espacio —las cosas se vuelven dignas de Nuestro Señor.
Y la vida es como en el paraíso.
¿A qué sabe el beso de una corredora de esas?
¿A qué sabe el de una acróbata de esas?
¿Y el de una chupatintas de esas?
¿Qué tal el beso de una mujer con aires de hombre?
Todo eso es muy hermoso, el deporte es maravilloso, pero la mujer no debe olvidar jamás que está en la tierra para convertirse en madre.
Y estás viviendo los distintos grados para el amor.
—¿No tienes ganas entonces de besar alguna vez?
—Beso el espacio, Jeus.
Aunque me bese a mí mismo, también beso la vida.
No beso en la boca a la mujer que sea de otro, o es que es mía.
Esas del bufido y el gruñido, esa gente dura y fea también besa.
La mujer besa por medio de su alma y personalidad, es por eso que los maestros preguntan: “¿qué tal estuvo el beso de Beethoven y de Sócrates?”.
¿Quién de los dos te da el beso espacial, mamá?
¡No puede ser más que Sócrates!
Porque esos lamidos no dicen nada, Jeus.
Es que son lamidos, los hombres y la mujeres no entienden todavía de besar, yo tampoco lo sabía, por lo menos no entonces; ahora sé cómo he de besarte.
Pero cuando desarrollas tus rasgos de carácter, eso se convierte en el beso inmaculado y espiritual, y también espacial, para tu mujer, para tus hijos, porque la sabiduría hace que el beso se vuelva profundo y verdadero.
¿Acaso es tan disparatado lo que estamos hablando?
—Tendré cuidado con los besos, ya estoy empezando a comprenderlo.
—Exactamente, Jeus.
Un beso así de una mujer no te dice nada si su alma no es consciente.
Y ahora vamos navegando hacia el amor.
¿Cuándo vivimos los seres humanos amor verdadero?
Ese grado de amor nos lo mostró mamá, y ese amor de mamá, mi Jeus, es universalmente profundo.
Papá no pudo vivir ni diez gramos de sus miles de kilos de amor como sentimiento de su personalidad, porque papá se mantenía en la tierra.
Mamá era y es todavía enormemente profunda en amor y es allí a donde quiero ir, que lo sepas.
También comprendí a mamá.
Luché por ella, por su amor, ya de niño, Jeus, algo de lo que tú no entiendes.
Luché por su amor como no habría podido hacerlo hombretón alguno, así de profunda, así de cariñosa es mamá cuando da y sirve.
Y para eso tenemos que esforzarnos como hombres.
Pero ¿cómo habría sido mamá si hubiera sido una corredora?
¿Una boxeadora?
El alma que esté verdaderamente abierta no quiere ser otra cosa que madre, y es exactamente suficiente para esta vida, esos perifollos por un poco de ruido y fanfarronería sociales —cuando el alma tiene que ser madre— no me interesan para nada, porque ahora se divide a sí misma para todos sus rasgos para el amor.
Y quien diga que esto no es cierto, pues que venga algún día, esto es el freno para el amor universal como madre.
Sin embargo, Jeus, si eres duro y descuidas el tinglado en casa como madre, entonces estarás todavía más lejos de este amor.
Una sola buena bofetada así, que te haya dado el carácter, termina a golpes con la madre para su amor.
Ahora ya ni siquiera va a ser amor perruno y gatuno, porque ni esos animales hacen eso, y si el ser humano está completamente quebrado como hombre y mujer, ya no se trata de amor.
—¿De dónde has sacado todo eso?
—Estoy pensando, Jeus, y quiero sacar provecho de mi vida.
No estoy abierto a una mujer guapa, sino al alma, aunque el organismo sea de lo más cuadrado.
Pero el hombre busca belleza material, corporal, que no tiene relevancia alguna, porque dentro de quince días ya no verán nada que no pueda ser un gato o un pedazo de humano peor incluso que un puerco.
Entonces ya se habrá vivido esa belleza imponente y terminarás en el cajón para la ceniza.
Así que sin duda alguna es importante lo que desea la madre y lo que el hombre puede entregar para la felicidad de ambos, pero todos esos líos terrenales no les darán desarrollo, por lo menos no para el alma y el espíritu, que es lo que finalmente importa.
Y nuestra madre lo tenía todo, todo, Jeus, no solamente fue un alma consciente, sino que además había hecho consciente su amor por medio de Nuestro Señor.
Y me da igual que digas: “Lo tienes o es que justo no lo tienes”, o sea, ese sentimiento, puedes empezar con él ya, si quieres vivir el amor, si buscas el amor, no puedes buscar el amor, porque tú mismo estás en el medio y te impone el alto, porque esa mujer o ese hombre mira a través de tu carácter echado a perder y ¡ahora no quiere saber de ti!
Pues bien, si te dedicas al arte, irás al amor más elevado, pero no olvides —y pon mucha atención ahora, Jeus...— que incluso una lechera campesina puede darte amor infinito, por estar abierta a la madre naturaleza y a toda la vida que ha creado Dios.
—¿Así que quieres decir que una chica campesina de esas sabe besar?
—Sí, sí, claro que sabe hacerlo, Jeus, pero no entiendes lo que quiero decir.
Quiero explicarte ahora que también eso es arte, y además el de la madre naturaleza, ahora entrarás en contacto con la vida.
Y, pues, si ambos, el hombre y la mujer, aman esa vida, o sea, una pareja de campesinos, se puede vivir el amor, es decir, con más profundidad que la gente de ciudad, aunque esta se dedique a las artes y las ciencias.
Porque no por dedicarte a las artes y las ciencias llegas a vivir amor.
Y si ese granjero y su mujer no quieren beber más que leche de sus vacas, y no viven nada de todos esos nacimientos, todavía se quedan helados y tiesos mirando la vida de Dios, y no viven nada, por lo menos no la “vida”, que no obstante puede abrirlos para el grado de vida natural.
Pero ¿dónde es que viven ese hombre y esa mujer?
Se puede vivir un solo hombre entre miles que experimenta las creaciones como campesino y también como mujer, el resto está muerto en vida también en eso y ve esas imponentes creaciones como un negocio, el trabajo y nada más.
—Dios mío, qué razón te ha entrado a ti.
—No es razón, Jeus, sino sensibilidad por la vida de Dios.
Mi amigo Arie cultiva tulipanes, pero si pudieras oírlo hablar sobre sus vacas, su Emma, Mientje y su caballo...
Entonces te quedas con la boca abierta como si oyeras a Dios mismo, pero Arie ha leído mis libros.
Arie es un alma espiritual, está abierto al amor inmaculado y ese grado de amor lo ha recibido y desarrollado por medio de su “ganado”, de su apertura a la vida...
Pero ya no es un granjero, sino un consciente espiritual, el ser humano que ama la madre naturaleza y también la vida de Dios.
Pero su mujer, que no soportaba tanta cháchara, lo dejó, dijo que no soportaba estar con semejante muermo.
Arie, ¿un muermo?
Si quieres ser bueno y espiritual, Jeus, el ser humano se burla de ti llamándote “muermo”.
¡Recuérdalo!
Arie dijo, “cuando oigas a una vaca madre de esas gimiendo, se te bañará la cara de lágrimas.
“Y si hablas a su alma —y eso lo he aprendido por los libros—”, me dijo Arie..., “las cosas salen por sí solas, empuja, entiende que no está sola en su alumbramiento”.
Arie se quedaba día y noche donde sus vacas para asistirla como madre y entregaba su vida a eso.
“Pero entonces comencé a pensar”, dice.
“Y cuando mi mujer tuvo a su bebé”, dijo también, “casi salgo corriendo, así de inútil era para alumbrar a su propia criatura, por lo que simplemente digo: ¿a dónde es que la gente quiere llegar?”.
—¿Alguna vez lo ves todavía, a ese Arie?
—De vez en cuando viene a verme un momento y entonces hablamos.
He comentado con él los siete grados del tulipán, los que tiene un tulipán, Jeus, o sea, la reencarnación para una flor.
Y Arie dijo: “Tú, André, no tienes idea del cultivo de los tulipanes y su desarrollo, pero Lisse y Sassenheim pueden venir a pedirme que les dé clases universitarias.
Y así es, Jeus: conozco bien la reencarnación para toda la vida en la tierra.
Pero entiendo por qué quieres ver a Aire, te conozco, despierta tu viejo amor por el animal.
Pero fui yo, Jeus, y también eso fue de mi carácter, que estaba abierto a la vida animal y no eras tú, tú todavía tienes que asimilar estos sentimientos también”.
Sí, claro, así es como son las cosas.
La primera mujer de Arie dejó a esta vida imponente, que día y noche hablaba de alumbramiento y creación, lo que para esa mujer, sin embargo, no significaba otra cosa que tonterías, en que se asfixiaba.
Arie dejó que se fuera, de todos modos no podía hacer nada para cambiarlo.
Pero ¿cómo se habría sentido Arie, y cómo se habría sentido la madre esa, si hubieran sido de una sola concienciación, de un solo sentimiento para la vida de Dios?
Cuando Arie habló de Emma y ella tenía que dar a luz, Jeus, tenía el rostro mojado de las lágrimas, porque, según dijo, “fue cuando se me concedió vivir la maternidad.
Dios mío, podría haber besado el animal, y es lo que hice.
Qué amor sentí entonces.
Y eso, pues, Jeus, por medio del ser humano como madre, por medio del alma como mujer, entonces como hombre te quedas con la boca abierta y ni siquiera puedes ponerte de pie, así de imponente es ese amor cuando el alma como ser humano es “Madre”.
Pero ¿dónde encuentras esas madres conscientes, ahora que toda esta Holanda ha vuelto eclesiástica la mística para el alumbramiento y la creación, ahora que le dio condena?
¿Quieres vivir ahora amor universal?
¿Quieres vivir amor espacial, darle un beso espacial a la que es tu mujer, cuando se quede delante del ataúd?
¿O sea, cuando para ella la “muerte” es la muerte, y seguirá siéndolo?
Arie dijo: “Te da un vuelco el corazón cuando percibas esa maternidad.
Después del nacimiento salí corriendo a toda prisa y me tomé unas cuantas, porque me temblaban las piernas.
Ya no estaba aquí, la copa me devolvió esa certeza.
Y cuando llegué donde Emma, no me acerqué yo a ella, sino ella a mí, y me lamió la mano.
Entonces ya no supe qué pensar y me tiré de rodillas.
Cuando le conté eso a mi mujer, me dijo: ‘Hombre, deja ya tus tonterías y encárgate de que el ternero tenga que beber, más no tienes que hacer’.
Pero, mi Jeus, ¿quién era hora ese ternero?”.
Arie le dio de beber, pero le había dado el “pecho” del espacio y también ella había podido alimentarse.
Pero eso no se percibió ni se vio, ¡así que fue asfixiado consciente y humanamente!
Cuando ocurrió unas cuantas veces más, lo dejó, ¡entonces Arie ya no daba la talla!
Y mucha gente, Jeus, consideraba que Arie estaba demente, pero ¿cuál de estas dos almas tendrá razón para el Gólgota?
—¡Será Arie!
—Y es por eso que Arie puso fundamentos espirituales, el alma que lo dejó se quiebra y todavía no es un ser humano, esa mujer primero tiene que asimilar el amor materno animal, no entiende de alumbramiento humano, materno, no tiene los sentimientos para eso, ¡y ahora todo se vuelve pobretón e inhumanamente patoso!
¿Cómo va a ser durante su alumbramiento, Jeus, semejante madre que puede correr rápidamente o que sepa esgrima y boxeo?
¿También son unos ases en la vida, para la vida?
¿De verdad son conscientes en el espíritu para todos los grados de sentimiento?
Si es así, buena suerte al hombre que tenga semejante grado de los sentimientos.
Pero lo sé, tú también: ¡esa gente suele comer todos los días gachas quemadas con papas (patatas)!
Y los niños andan todo el día con el pantalón mojado, sucio, la cama no se ha hecho todavía por la noche, el polvo y el desorden vuelan por los aires, porque la madre es buena para correr, porque boxea, anda en bici, juega a las cartas, estudia, eso también, pero ¿qué quieres hacer con una licenciada en derecho de estas para este amor, Jeus?
¿Qué te parece todo esto?
—Ya te dije: ¿de dónde has sacado esto?
—¿Dónde vive la felicidad y qué es, pues?
Pueden venir de aprendices donde nosotros, Jeus.
Por eso basta con que mires a las mujeres.
Ellas pueden enseñarte cómo no hay que hacer las cosas, o bien aprendes de ella cómo es que hay que amar.
Pero para la mayoría de la gente se trata de algo rico, de los huesitos, pero una vez que las hayan roído todas ya no queda nada en absoluto, porque no entienden de alma y espíritu, no tienen que vivirlo, te conduce tan lejos de esta vida.
Y ahora la iglesia está entre toda esa gente.
Y ¿qué vas a querer hacer con semejante borrego?
Ahora puedes besar ese instinto y vivirás los “drudels”.
Tengo a mi “Wayti”..., Jeus.
¿Que quién es?
Bastante pronto te enterarás.
Una estrella del espacio, pero eso también lo es un ser humano, mis propios pensamientos y sentimientos viven en eso.
¡Y ahora soy padre y madre a la vez!
—Vaya por Dios, qué hermoso es todo eso, debí haberlo sabido antes.
—Créeme, no te has atrasado ni un segundo, Jeus, siempre que quieras aceptarlo.
Hoy comienzas con este desarrollo, y solo entonces sabrás besar.
Si en esta vida recibes un solo beso de esta profundidad, significa más que mil otros que no tienen relevancia alguna.
Este en particular pueden dártelo las Grandes Alas, y así sabes para qué has vivido.
El hombre o la mujer a quienes les hacen falta para eso diez mujeres u hombres no llegarán jamás.
¡Es esa persona en particular!
Por un solo beso de esos, Jeus, quieres morir y también seguir viviendo, morir es lo más sencillo.
Una mujer se va con sus cachorritos.
El marido me dice: puedes tomar a Letty como ejemplo si más adelante llegas a tener más hijos.
Pero ella no lo comprende, y le contestó malamente: “¿Qué?
¿Quieres compararme con un perro?”.
Entonces fue un tipo asqueroso, un viejo y muchas cosas más que no era, sino que las era ella, ella las tenía y representaba, porque ella, Jeus, le tiró a la cara su tarjeta de visita.
¿Son padres y madres quienes piensan, y quieren y saben aceptar?
¿No puede decirle nada el hombre para el desarrollo de ella?
¿Ella no?
Siempre termina en un altercado.
Así surgieron los divorcios, Jeus.
Uno no quiere inclinarse ante el otro que dice la verdad, y entonces estas almas estarán eternamente enfrentadas, hasta que llegue esta inclinación, pero es el alto para el alma y el espíritu.
Si te equivocas tienes que inclinarte y si no sabes hacerlo, tienes que aprenderlo, pero eso lo conozco bien, la vaca de Arie y el perro de esa otra señora saben hacerlo, lo hacen sin más; un ser humano, Jeus, no es capaz de hacerlo ¡y sin embargo es el ser más elevado que ha creado Dios!
¿Qué tendría que haber hecho la mujer de Arie?
Haberse puesto sus mejores galas; de ser posible yo lo habría hecho, como una señora de alcurnia, como se vestían las señoras en la corte de Gerardo Décimo... imponentes, vestidas de seda, con sandalias plateadas.
Y eso por una vaca, Jeus, también por un perro, también por una palomita y por todas esas madres que dan a luz, y después de esto una buena copa de fino champán para nosotros dos, para implicar el sol de Dios y las fuerzas del cielo, porque también ese cosquilleo puede conducir a la felicidad vital, pero entonces somos uno en todo y respetamos la maternidad imponente.
Ella a mis pies, en un hermoso cojincito, Jeus... y le cuento entonces de esta “creación” y de este imponente alumbramiento, para el animal y el ser humano, ¡y solamente después le daré a ella su beso universal!
Eso es para lo que quería aprovecharlo, y no se encuentra en la ciudad... sí, puede ser, desde luego, pero entonces los dos volvemos al espacio, a las estrellas y los planetas, a la madre luna, ¡solo al llegar allí aprendes cómo tienes que besar!
Y portaré a esa mujer como alma, para eso trabajo y sirvo, entrego mi vida por ella, mi sangre, ella puede golpearme por medio de su amor, ahora estoy listo para su rica vida y le regalo ahora mismo mi “masaje” espacial... como supimos hacerlo en el Antiguo Egipto.
¿Acaso quieres contarme, Jeus, que los hombres y las mujeres en la ciudad saben cómo tienen que amar?
—Tú has de estar muy feliz, ¿verdad?
—¿Tú no, Jeus?
—Ni sé qué es.
—Yo lo sé.
Sé lo que es la felicidad, Jeus, pero esta de la tierra no me dice nada.
Quiero decir, no de la madre tierra, porque la tierra como planeta y como madre te da un amor que solo después de esta vida llegarás a comprender, y entonces también besarás su suelo, su cuerpo, le agradecerás allí por todo lo que has recibido por medio de ella.
De verdad que no estoy loco, Jeus: sé exactamente lo que quiero y lo que tengo para ofrecer.
Pero el amor material y también espiritual es la diferencia con mundos infinitos, es la diferencia entre el día y la noche.
Así que eres infinito o no lo eres, un beso está muerto en vida o a ese beso se le ha infundido alma, tiene profundidad, calor y felicidad, o esos labios son como puede ser un cadáver viviente: ¡asquerosos y tétricos!
—¿Así que tampoco se puede comprar el amor?
—Lo has comprendido bien, Jeus.
Para nada, siempre te venden gato por liebre, porque ¡el amor hay que ganárselo!
Y aunque tengas dinero de sobra para comprar amor, tarde o temprano verás que aun así te has equivocado, porque es que siempre te ves a ti mismo.
Sí, sí, Jeus: te ves a ti mismo en esa otra mujer, eres tú mismo ¡y no puedes eludirte a ti mismo!
Y a quien diga que no es así, a quien diga que él o ella sí que ha recibido la felicidad buscándola puedo decirle alto y claro, Jeus: eso puede ser, por supuesto, pero ¿también para detrás del ataúd?
¿Han ustedes (Habéis) asesinado corazones para conseguirlo?
Más adelante estarás ante tu ajuste de cuentas universal, y seguiremos hablándonos, volveremos a hablarnos otra vez.
No, Jeus, no: no podrás esquivar esto, y si sí pudieras, entonces, a vivir a la buena de Dios, pero ¡tampoco esas leyes y posibilidades disarmónicas las hemos visto todavía en nuestros viajes!
Ven, poco a poco vamos volviendo, y vamos a ver a Loea, a Elly y su amor.
También allí se podrá vivir algo hermoso seguramente.
—La verdad es cara, ¿verdad?
—¿La verdad, Jeus?
Sí, claro, te cuesta sangre; si amas la verdad y puedes darla, te cuesta apostar todo lo de tu personalidad.
La verdad infunde alma a todas las artes y ciencias, la verdad es decreciente; si la verdad se transforma en falsedad, todo se derrumba, todo se rompe, ya no queda nada de ti mismo y un espiritista se encuentra ante las tonterías y la iglesia ante la condenación, pero en ese momento, de hace siglos, en el Antiguo Egipto las mesas y las sillas empezaron a bailar, aunque la “magia blanca” se había vuelto tan negra como el hollín de nuestra fábrica de escobas, Jeus, y esta vida ya no tendrá relevancia alguna.
—Si te oigo hablar así, lo sabes más o menos todo sobre el mundo entero, ¿no?
—Es que conozco el mundo, Jeus.
Ya no habrá zarandeo ni zangoloteo.
Dectar tuvo que pagar su vida y personalidad por medio de sangre vital, y ahora he comenzado a hacerlo.
Si en esta ciudad te encuentras con los espiritistas, entonces pon pies en polvorosa, porque han mancillado, violado y deformado cada una de las verdades con todas sus sesiones de espiritismo, se les cae la baba por un poco de amor; han mancillado no solo el suyo propio, sino también el de sus padres y madres, de sus hijos que murieron.
Esa gente no quiere valerse por sí misma y ahora hacen sesiones de espiritismo; es posible aunque se parezca al collar de un perro, según dice el maestro Zelanus en los libros ‘Dones espirituales’, y que no seduce para nada al ser humano detrás del ataúd, porque ese ser humano de allí se ve ante su amor universal.
Pero deberías seguir a esa gente, Jeus, deberías abrirte a ese amor espiritual; pronto verás, vivirás, que tampoco esos hombres y esas mujeres poseen verdad espiritual, porque ellos mismos no son verdaderos.
Porque ellos mismos no quieren vivir verdad espiritual, y porque todavía quieren dar ese amor raquítico al espíritu en nuestra vida.
—¿Quién es ese Dectar, ¿puedes contarme un poco más sobre él?
—Puedo, Jeus.
Dectar vivía en el Antiguo Egipto, en el Templo de Isis.
—O sea que eres tú, ¿verdad?
—Para nada, no soy yo, es otra personalidad, Jeus.
Soy André, que ha sido desarrollado por el maestro Alcar.
Ya de pequeño Dectar fue al Templo de Isis, porque los sacerdotes lo habían descubierto.
Podía llamar a un pájaro para que volviera, y entonces ese animal tenía que hacerle caso.
—¿Qué era eso entonces?
—Llamaba al animal para que se le acercara, Jeus, no hacía nada más.
—¿Lo entendían los animales entonces?
—Eso no, es algo muy distinto.
Era como si empezara a ser como ese pájaro, llamaba a ese animal y también se convertía en él, lo atraía a él por medio de amor, sentimiento, por las leyes ocultas.
—¿Y tú también sabes hacerlo?
—Yo no, tampoco Dectar es capaz de hacerlo.
Entonces lo hacíamos, o sea, él, por medio de artes mágicas, es decir, no por el amor inmaculado, porque eso es algo muy distinto.
Viví lo mismo con Fanny.
Fanny tenía sentimientos humanos.
Fanny me hacía caso como a Nuestro Señor, porque yo me convertía en él.
Yo vivía dentro de Fanny.
Entonces ya no tenía nada que querer, pero llegas a ese punto por medio de la bondad y el amor, o tarde o temprano el animal se niega a obedecer.
Así se puede domesticar a animales salvajes.
Jamás por medio de rudeza o dureza, solamente por medio de amor adquieres esa unión con todo lo que vive, porque ahora una vida habla a la otra de amor, y toda la vida de Dios tiene un respeto sagrado por eso.
—Santo cielo, me dan ganas de llorar por lo que dices.
—Pues dale, Jeus, pero no cuando lo vea yo.
Y estoy sintiendo tu beso, y te lo agradezco.
Y ¿ese mismo beso, pues, de una chica?
¿Esa misma fuerza y voluntad para tu amor, Jeus?
¿Qué recibirás a cambio si tu mujer te ama y quiere convertirse en una persona de provecho?
Cuando la mujer me conoce, de verdad que ya no se acercará, Jeus, o bien dirá: “Soy amor y no tengo miedo a ese ser, al contrario: estoy abierto a él”.
—Dios mío, qué hermosa es la vida ahora, ¿no?
—Así es, Jeus, y haremos lo que podamos por ello.
—Que la gente intente hacerte algo mientras esté yo allí.
—Qué bien, Jeus, empiezas a comprenderme.
Quiero solamente el bien.
Si más adelante perdemos a gente, si mis adeptos me abandonan, nunca será mi culpa, Jeus, que lo sepas, nunca seré yo quien eche la vida de Dios, nadie lo vivirá.
Pero cuando se sobrepasen con mi personalidad, cuando quieran verme como son ellas mismas y como quieren ser, entonces todas esas almas se estrellarán y me perderán.
Por eso es Dectar el que ahora exige cosas, porque él es el maestro, para esto ha sufrido y luchado, y probablemente haya muerto cien veces por esto.
¿Alguna vez te acuerdas de Deut Messing, Jeus? (Véase ‘Jeus de madre Crisje’, parte 1).
—Sí, claro.
—¿Sabes ahora que he recibido esos sentimientos del maestro y que tú no has podido vivirlos?
Si el maestro Alcar no hubiera llegado a mí, también yo habría sido una persona de lo más normal.
Pero por Deut y todos esos otros asuntos imponentes adquirí otra conciencia y el contacto con el mundo espiritual.
—Pero ¿no quieres alguna vez tener novia?
—No me hagas reír, Jeus.
¿Qué es eso de tener novia?
¿Oíste a esa gente, de hace un momento, que se rió?
Me oyeron, pero piensan que nos dio un ataque de risa por el hambre, y eso no es cierto, ¿verdad?
Jozef y tú son (sois) novios, yo soy novio del sol, la luna y las estrellas, de los espacios de Dios, del animal y el ser humano, de todo lo que ha creado Dios, Jeus.
—Pero ¿es que no quieres alguna vez tener algo que ver con esa Anna nuestra?
—¿Acaso no has oído nunca, no has percibido, Jeus, que intervengo cuando echan (echáis) a perder las cosas aquí, cuando no la comprenden (comprendéis) a ella?
Es cuando llego, vuelvo a enderezar las cosas y continúo, los (os) conduzco a las alamedas para aprender a besar, pero velo, vigilo, porque yo quiero trabajar, tengo que trabajar, no quiero que me moleste su (vuestro) cacareo, tengo algo muy distinto que hacer.
Claro que de vez en cuando a ella le toca vivir mi beso.
Pero entonces, Jeus —y eso, por tanto, lo que ella misma en sus manos—, me sigue y se eleva por encima de ustedes (vosotros) dos, se quedan (os quedáis) con la boca abierta y somos completamente uno.
Pero entonces, Jeus, damos una vuelta, bien a gusto, vamos al cine y vivimos una hermosa película, de la que de todos modos no entienden (entendéis).
Si la vienesa quiere vivir eso, les (os) la quitaré, pero en ocasiones, por supuesto, en ocasiones es capaz de hacerlo, de tarde en tarde, desde hace quince años, mi querido Jeus, que ya me largué y desaparecí, que vivo entre el cielo y la tierra, con el sol y la luna, las estrellas y los planetas, pero aun así siempre estoy abierto a tus vidas, solamente que no quiero que se me bese; si no se comprenden (os comprendéis), entonces retiro mi propio espacio y allí extenderé mis “Grandes Alas”.
Soy el “Príncipe de este espacio”, mi Jeus... y soy ser humano, amo, pero ahora no puedo hacer nada más que decir cien veces lo mismo de antes: continúo, cada segundo vuelvo a ser distinto, porque la vida me obliga a alcanzar esa evolución.
—Carajo, qué hermoso.
—No te asustes, mi Jeus, no estoy diciendo palabrotas.
Es la sagrada verdad.
Sí, sí, es hermoso.
Es imponente.
Es increíble, y a la vez tan cerca del ser humano y dentro de él, vive debajo de cada corazón.
Quiero servir.
Y es lo que haré, servir y amar, cuando la madre es amor, o no puedo tender la mano.
Créeme, Jeus, ¡reviento de amor!
Pero ¿quién comprenderá este amor?
Cuando veo una película hermosa, humana, Jeus, mi sangre ya va escapándoseme.
Cualquier cosa cordial y me pongo a sangrar.
Dame tu amor universal y yo te cargaré, te amaré de tal manera que no podrás con ello, que no sabrás qué hacer con tu felicidad, y no podrás deshacerte de esa felicidad, es eterna.
Pero a ver, ¿te vas a poner a exigir?
¿A pedir?
A ver si puedes no ofrecer nada a cambio, y ya lo habrás perdido.
Así que primero tienes que saber quién eres y aprender a comprender tu propia tarea, solo entonces tienes que venir a hablar de amor, pero ¡ahora mismo el hombre y también la mujer saben lo que se espera de los dos!
Y eso tiene que ver con Dios, con las estrellas y los planetas, puedes hablar ahora con toda la vida de Dios.
¿Que si quiero vivir su (vuestro) amor, Jeus?
Dame ese mismo amor y a cambio te llevaré hasta dentro de Dios, y eso ¿todavía no basta? (—dice.)
André anda lentamente por las calles de La Haya, además sigue todo lo que le interese, no hay nada que se le escape, contempla la sociedad y la vida a través de veinte ojos, las cosas del día, la personalidad de la humanidad, que está necesitada.
Jeus pregunta:
—¿Qué tienes en contra de los chupatintas?
—Nada, Jeus, ¡nada!
Solo quiero decir que más adelante la mujer llevará a cabo una tarea muy distinta.
Veo otro mundo, el futuro de la humanidad.
Vamos al “Reino de Dios” en la tierra.
Aunque no parece que accederemos a ese estadio pronto, ¡llegará el día!
Los pueblos de la tierra llegarán a la unión, Jeus.
Toma por ejemplo una chica de esas, semejante mujer que juega a ser soldado, a la que le encanta ponerse un uniforme, que saluda como un soldado, como sabe hacerlo un hombre, pero que me da escalofríos, que me da picores, porque echa a perder lo materno, lo mancilla, lo deforma; de aquello maternal ya no queda nada.
Parece prehistórico.
Entonces mejor dame una monjita de esas, ella sirve, lo que hacen esas otras mujeres ya no es servir, es andar detrás de la demolición.
Y ¿qué te dice, pues, semejante beso, Jeus?
¿A qué sabe un beso de esos de madre soldado?
Tanto perifollo solo marea.
¿Qué amor dan estas madres?
¿Qué quieres hacer con semejante espacio, que solo tiene conocimiento y sentimiento para la demolición y la destrucción?
¿Que no habla más que de rangos y grados, del ser humano que se desfoga por medio de la pobreza de millones de almas?
Es cierto: ¿qué queremos hacer, Jeus? Europa tiene que defenderse, pero lo ves: ¿cuándo comenzará a pensar esa masa espacialmente?
El hombre mira los atavíos y el ruido externo, pero recibe vacío, pobreza; no quiero un beso de una heroína de estas, que lleva sangre en las manos y a la que sin embargo condecora esa masa que es inconsciente.
Semejante heroína, Jeus, vive las tinieblas a pesar de todo.
Ay de esta criatura cuando más adelante llegue detrás del ataúd, pero ese mundo ni siquiera lo verá, porque ahora tendrá que enmendar toda esa demolición, y también tendrá que volver a la tierra.
El ser humano no ve su peligro espiritual, la mujer se entromete en todo, pero además está abierta al asesinato y la destrucción masiva.
Durante un ratito no hay preguntas para hacer, pero entonces llega de parte de Jeus:
—¿Cuentas un poco más de ese Dectar?
—Claro, Jeus.
Cuando nació Dayar, su madre era un alma sencilla, más o menos como Deut Messing.
La madre de Dayar, entonces todavía de siete años, vivía con sus padres en la orilla de un bosque.
Eso era en Egipto.
El padre era un cazador y ese hombre cazaba en todas partes, no tenía un segundo de tranquilidad para su mujer e hijo, o sea, un salvaje de esos.
Era un verdadero salvaje.
Una mañana, se le ocurre que se vayan.
Se engancha el carro de bueyes y allí van, hacia otro territorio de caza.
Pero por la noche, sufrieron el ataque de animales salvajes.
—Y que se mueren todos, ¿no?
—No, eso no, la chica, que está debajo de las mantas, se mantiene con vida.
Tampoco los bueyes, por más increíble que parezca, no son atacados por los animales, pero estos despedazan al hombre y a la mujer.
—Santo cielo, qué asunto tan desagradable.
¿Y luego?
—El carro, o sea, los bueyes, con la pequeña Loea, sigue su camino lentamente.
Otro cazador se encuentra con esta compañía, y comprende que los dueños han muerto.
El hombre se encarga de Loea, que al cumplir dieciséis tuvo que tener un hijo de ese hombre.
Y entonces esta loca de Loea comenzó a pensar.
Claro que no sabía de dónde habían salido esos pensamientos, así como así, pero de pronto esa chica podía pensar para sí misma como tiene que ser.
Pero si miras detrás de esto, Jeus, ves a su madre, que desde el mundo astral inspira a su hija para que se vaya lo antes posible.
Una noche, cuando el cazador llega a casa, Loea ha desaparecido con los bueyes y algunos borregos.
El hombre piensa en ladrones.
—¿Y luego?
—Loea tiene la sensación de que ha de comenzar una vida propia lejos de allí.
—¿Esa chica loca?
—Porque dije que de pronto Loea podía pensar, aunque siguió siendo apática.
—Deut también sabía hacerlo, ¿no?
—Pero aun así, Deut era algo distinto, Jeus.
—¿Y luego?
—Déjame que te diga algo.
Si siempre preguntas “¿Y luego?”... no llegaremos jamás, y tienes que aprender a ya no hacerlo, Jeus.
—Te comprendo.
—Loea avanzó jornadas enteras y encontró un lugar en la orilla de un bosque, cerca de otra gente.
Tiene la inteligencia de hacer algo, pero se lo daba su madre desde el mundo astral.
Así que vivió las mismas leyes que las que vivimos nosotros ahora.
—Y entonces esa madre fue su ángel de la guarda.
—Así es.
Y es también en este entorno que hay Templos y de vez en cuando los sacerdotes de esos Templos iban a visitar a la gente.
Entonces estos hombres se fijaban si no había chicos con sensibilidad, la sensibilidad para ser educados como sacerdotes.
Cuando uno de esos sacerdotes vio a Loea, dijo que volvería para ayudarla.
No obstante, lo que ese hombre vio y percibió fue sobrenatural.
Insinuaba algo.
Y el sacerdote volvió justo a tiempo, nació Dayar, y le aseguró a la madre que había dado a luz a una criatura con dones, o sea, con sensibilidad espiritual, y que ciertamente llevaría a cabo una tarea para su Templo, el Templo de Isis.
A Loea le pareció maravilloso, pero cuando más adelante comprendió de qué se trataba, lloró de pena y si lo hubiera sabido de antemano, no la habrían vuelto a ver allí.
Dayar tenía dones, ya como niño era clarividente, sabía sanar y en ocasiones hablaba como un anciano.
Los sacerdotes pensaban que tenían que ver con un Gran Alado.
—¿Qué es eso?
—Es un ser humano como yo.
O sea, un ser humano que sabe hacer viajes en el mundo espiritual y es capaz de transmitir la sabiduría de ese mundo, por la que recibió su renombre el Templo y por tanto se adquirió gran prestigio.
Loea perdió a su hijo, se celebró una fiesta por Dayar, faltaba poco para que Egipto estuviera patas arriba, pero cuando eso hubo acabado para ella y ya no llegó a ver a su niño, su vida se desmoronó.
Loea se tiró al suelo delante de la puerta del Templo y quería que le devolvieran a su hijo, pero los sacerdotes la quitaron de allí, incluso el rey se vio implicado.
Dayar se quedó en el Templo de Isis, y Loea murió de pena y miseria.
—Qué panda de malditos eran esos.
Si me pasara eso a mí...
¿Y luego?
—Y luego ya nada, Jeus.
Si quieres saber más sobre Dayar, lo que pasó con él en el Templo de Isis, entonces basta con que leas el libro ‘Entre la vida y la muerte’, y lo conocerás.
—¿Así que ese libro existe?
—Sí, lo escribí.
Y así hemos llegado a conocer nuestra propia vida del Antiguo Egipto.
—¿Y yo no sé nada de eso?
—Es porque no querías tener que ver nada con mi vida.
De vez en cuando sí que captabas algo, pero yo he tenido que vivir y procesar todo eso.
—Qué milagroso.
¿Y ahora Dectar está aprendiendo contigo?
—Dectar es el jefe, conmigo, somos el instrumento de los maestros.
Y Dectar no deja que se burlen de él, seguro que lo percibes.
Y ese mismo Dectar quiere ahora que tú también cambies tu vida, o no llegaremos.
Pero lo más hermoso de todo es, pues, que Loea está nuevamente en la tierra.
—Pero ¿qué me dices?
—Sí, Jeus, la madre de Dayar de los tiempos del Antiguo Egipto vive aquí en La Haya y pronto iremos a verla.
—¿Aquí, en esta ciudad?
—Sí, ha vuelto a la tierra.
Vivió algunas vidas en la iglesia católica, fue una “monja”, y siéndolo la violaron bien a gusto; dio a luz a niñitos por los sacerdotes y cardenales, pero ahora está aquí.
—¿Y sigue estando loca?
—Eso no, pero si miras detrás de su personalidad, comprenderás que de todos modos no se ha liberado completamente todavía de sus sentimientos apáticos.
Ahora la he conocido porque su marido vino a verme para que la curara.
Desde hace años, Loea se quejaba de su barriga, y no había médico que pudiera ayudarla.
Una operación tras otra, pero nada servía.
Entonces su marido vino a verme.
—¿Y pudiste ayudarla?
—Se me concedió liberarla de todos esos dolores, Jeus, ahora se siente sana como una manzana.
Sí, claro, fue un diagnóstico maravilloso que entonces hizo el maestro Alcar.
—¿Qué fue?
¿Puedo saberlo?
—Por supuesto, mira, escucha.
A ese yogui suyo lo agarré por el pescuezo.
Ese hombre no quería darle una criatura.
—¿Por qué no?, si me permites la pregunta.
—Pues, Jeus, esos son los problemas y pensamientos humanos demenciales.
Es una gran historia, pero la haré corta.
En realidad, ese hombre suyo no es más que un desgraciado.
Y Loea es como nuestra Crisje: demasiado buena para este mundo y sobre todo para su marido, que baila con su personalidad.
Es una verdadera ramera, y a la vez una niña, pero por tanto una niña que hace de las suyas como si fuera un hombre asqueroso.
En primer lugar, dinero a raudales.
Y a causa de esas malditas posesiones, todo ese carácter se ha echado a perder.
Dinero que se ha rebañado por la sangre y el sudor de otros.
Aun así no me caía mal, a fin de cuentas todos tenemos errores, y no hay un solo ser humano en este mundo que no los tenga, también nosotros estamos repletos de errores espirituales.
Pero pronto constaté que tenía entre manos a un gran malnacido.
Un hombre como una niña, pero con pensamientos asquerosos, calculado en todo y siempre hacia sí mismo.
El señor jugaba con nuestra buena Loea.
La ponía a hacer travesuras de todo tipo, y esa Loea, tan buena, lo hacía.
—¿Qué era? ¿Puedo saberlo?
—Ay, Jeus, de qué te sirve.
Loea está rolliza y a él le gustan esas cosas rollizas.
Tamaño loco; cuando el señor estaba en la mesa, comiendo, ordenaba a Loea —me lo contó ella misma, y luego me preguntó que si por cierto eso era normal...— que le enseñara las “sonrojeces”.
—¿Sonrojeces?
¿Qué son las sonrojeces?
—Son las redondeces, Jeus, las nalgas de una mujer.
Y entonces ella tenía que andar para arriba y para abajo, porque el señor veía arte, era arte —según decía él—, arte verdadero del que nunca se cansaba.
—¿Y Loea lo hacía?
—Es que era su marido y ella amaba con locura a su tesoro.
Aun así, empezó a dudar y más adelante me preguntó si eso estaba bien.
En fin, la traté y entonces llegó el diagnóstico.
El maestro Alcar dijo que se la podía curar, pero solamente por medio de un hijo.
Tenía que convertirse en madre, y su marido no quería hijos.
Loea podría haber tenido ya cinco o seis hijos pero él la llevaba en su moto, con ella atrás, y dejaba a esos hijos hechos añicos.
O sea, terminaron todos en abortos, Jeus.
Y claro, por eso su barriguita no estaba bien.
Cuando vi todo eso y ella tuvo que darme la razón, Loea empezó a tener un sagrado respeto a mi capacidad de ver.
Le dije que él tenía que darle un hijo, que todavía era posible.
—¿Y lo tuvo?
—Sí, entonces yo le leí la cartilla.
—Con mucha dureza, ¿no?
—Pues bien, Jeus, le conté que le clavaría un cuchillo entre las costillas si se negaba a darle el hijo.
—¿Y lo decías en serio?
—No sé qué habría hecho, Jeus, pero creo que para ese peque era capaz de cualquier cosa.

Claro que no violentado su vida, porque entonces encima habríamos añadido también un asesinato, y no es esa la intención.
Pero aun así le dije que tenía que darle un hijo y que entonces ella mejoraría.
Santo cielo, qué risa me dio ese pobre diablo.
Se encogió de miedo y se lo conté de tal manera que pensó de verdad que iba a asesinarlo.
Así fue como Loea llegó a tener su bebé; si no hubiera sido por mí, Jeus, esa gente no habría llegado a conocer mi reino y Loea tampoco habría tenido jamás a su Dayar.
Y más adelante verás a ese niño.
Loea está como loca por su Dayar, lo nombró así por Dectar, claro.
Y aun así, ese hombre tiene unos rasgos tan buenos, solo que es un niño.
Hay más gente que es exactamente así.
Primero tienen que tener dinero a raudales para tener hijos, para aventurarse a educar a semejante criatura.
Pero para él, todo era distinto.
Sí quería la diversión, pero no los gemidos del hijo.
Pero cuando Loea tuvo a su bebé sí que estaba como loco por él, cien veces me dio las gracias, pero no se atrevía a mirarme a los ojos.
Y, Jeus, los dolores habían desaparecido.
La “Omnifuente” en el interior de Loea seguía pidiendo un bebé y eran los dolores de los que el médico, incluso los catedráticos, pensaron que era el apéndice.
—¿La “Omnifuente”, dices?
¿Qué es eso?
—Es la “matriz y son los ovarios”... Jeus, dentro de la madre, los órganos más nobles.
Y desde luego que habían recibido un golpe bajo, por todos esos abortos del señor, pero entonces los dolores habían desaparecido al instante.
¿Habrían podido hacer este diagnóstico todos esos médicos?
Le abrieron los órganos para ver qué pinta tenían.
Aunque el profesor sabía que Loea había vivido sus abortos, no se le ocurrió esta idea, que el marido de Loea respetó profundamente.
Y entonces ella se negó al instante a seguir con todos esos caprichos, al señor ya no se le cumplían todos sus antojos y fue cuando empezaron los reniegos, los refunfuños, la búsqueda; el niño había perdido algo.
Pero Loea dijo: que diga lo que quiera, ahora que sé todo esto y los libros me muestran otro mundo: ¡se acabó lo de las sonrojeces!
—¿Y él no quería aceptarlo?
—No le quedaba otra, pero al señor todavía no le daban muchas ganas de elevarse más, ese tipo no quería perder sus jueguitos con la gente, con el corazón humano, con la personalidad como madre, y entonces andaba con la cara larga.
—Y eso lo cambiaste tú, claro.
—Para nada, Jeus, no me metía con eso, sí que estaba encima de él, le explicaba las leyes, pero de todos modos no servía de nada, el señor había perdido su juguete, pero ahora Loea lo mandaba a los “drudels”.
Ella lo mimaba día y noche; te digo: Loea es como Crisje, igual de buena, igual de cariñosa, Loea es inagotable en el amor.
Pero recuperó su Dayar.
Cuando entré donde ella, el maestro Alcar me mostró quién era.
Y estuve ante su vida y miré dentro del Antiguo Egipto.
Recuperé mi madre como Dectar, y ella recuperó de su Dios su criatura de antes, que había sacrificado para Dios.
—Sí que es para llorar.
—Y puedes llorar, Jeus, así de hermoso es todo.
Nos hace ver que de todos modos lo recibimos todo de vuelta, si alguna vez se nos quita la felicidad.
Pero entonces vi todas sus vidas últimas.
La vi como “monja”, y que la habían violado los sacerdotes.
También ahora la habían educado en el catolicismo.
Y ese marido suyo, o sea, este, lo conoció en el Tíbet.
Tiene que enmendarse ante él, por lo que se han encontrado también en esta vida.
Vi la “novela” de ella, Jeus, y por medio del maestro Zelanus podría empezar de inmediato, pero entonces a partir del Antiguo Egipto, a través de muchas vidas.
Una maravilla de nombre, de título, tendrá a esta novela, Jeus.
—Y ¿cuál es, si puedo saberlo?
—Sí, puedes.
‘María Francisca’... se llama la novela, y empieza —según te conté antes— cuando ese cazador y su mujer fueron atacados por los animales, el final y la miseria de Loea en esa vida, pero luego a la siguiente vida en la tierra, en que se convirtió en “monja”, para describir cómo la violaron allí esos castos sacerdotes.
El maestro Alcar me mostró todas esas vidas y vi cómo se iba al hoyo una criatura tras otra, a las que habían dado a luz esas monjitas, pero era algo de lo que nadie podía enterarse.
No sé si los maestros tendrán el tiempo de transmitir esa materia, pero entonces recibiré la materia para mi adepto y ese podrá terminar el libro entonces, ¡y serán las novelas espirituales para la “Universidad de Cristo”!
—¿Ese hombre al que vas a visitar siempre?
—Sí, Jeus, él representará las novelas espirituales.
¿Y también viste a ese otro, cuando todavía teníamos las sesiones?
¿Ese hombre con su cara tan bonita?
—Ah, ya sé.
Y ese ¿qué tiene que hacer?
—Le tocará escribir los libros “filosóficos”, y a mí mismo, los míos, para que terminemos unos cincuenta libros.
Pero sí, Jeus: ojalá a esos hombres no se les acabe la pila para más adelante, porque solo entonces las cosas arrancará.
Ven, ahora vamos a Loea.
¿Te gustaría recibir un besito de su morro cariñoso y su corazoncito?
—¿Acaso es posible eso?
—A mí siempre se me cuelga del cuello.
Te ha dado más besitos de lo que sabes.
—¿A mí?
—Sí, porque siempre me llama “pequeño Jeus”, pero jamás pude elevarte en mi vida, porque tú, como el niño del campo, de todos modos no sabes qué hacer con Loea, ¿qué quieres darle?
¿Tu dialecto?
Pero entonces también tienes que tener otra cosa, y esa aún no la tienes.
Esas flores, Jeus, primero tienes que ganártelas tú mismo.
Ahora te doy mi conciencia diurna y podrás ver al pequeño, también podrás besarlo, y entonces le robarás el corazón a Loea (—dice).
Van subiendo las escaleras.
Loea abre la puerta.

—Hola, pequeño Jeus.
Qué bien que estés aquí.
Toma, mua, de tu vieja madre.
Ahora Jeus recibe el beso y estoy castañeteando de felicidad.
—Que cosas, ¿no?
Santo cielo, qué mujer tan más buena.
—Sí, Jeus, Loea es un ángel.
Mira, allí yace el pequeño Dayar.
Jeus mira al niño pero recibe el porcentaje al cien por cien de André.
Sin embargo, ahora se habla dialecto.
Loea ríe, conoce a Jeus, André y Dectar.
También conoce al de la ciudad, ese es otra cosa.
Tienen un breve contacto hermoso, pero después van más arriba, donde viven los otros amigos.
Allí es al maestro a quien se le espera.
¿O no?
Sí, sí, es él, no es Jeus quien entra, es André.
—¿Qué tal debajo de la tierra?
—Con un frío tremendo, pero pudo escribir, estábamos dos allí, un chico de aquí al lado estaba conmigo.
¿Y tú?
—Trabajé mucho, el maestro Zelanus lanzó muchísimas páginas, si seguimos así, pronto estará terminada la segunda parte.
Sí, la de cosas que están por ocurrir, ¿qué vamos a hacer cuando más adelante haya terminado la guerra?
Entonces es cuando comenzaremos en público, tú también hablarás.
Entonces sí que habrá una sagrada seriedad, para todos nosotros.
Ahora a Jeus ya no se le puede ver, esa conciencia ha desaparecido de golpe.
André se suelta y ahora las palabras le van saliendo a gran velocidad, se le está enseñando el futuro.
—Ay... —dice el adepto—, a mí qué me importan las cosas.
Para mí, esta guerra tiene mucha importancia.
Qué de cosas no hemos aprendido, Jozef.
Créeme: te ayudaremos a cargar.
—Eso es maravilloso.
Pero veremos, esperaremos.
Sé lo que se quiere de mí.
Ya sabes que nos veremos completamente solos, lo puedes ver.
No nos quedarán muchos de todos esos zancudos, pronto se habrán consumido esos gramos de sentimiento de hacer algo por esta pobre humanidad.
Y entonces es cuando maldecirán; acabarán con nosotros, se pondrán una coronita por la demolición de nuestra vida y nuestro trabajo, eso es lo que siento y lo que nos ha enseñado la historia humana.
En este campo, los adeptos hacen y son capaces de todo.
Al templo de Pitágoras se le prendió fuego, también al de Rudolf Steiner.
A mí me van a calificar de todo, todo lo que sea diabólico, créeme, vamos a estar en boca de todos.
Somos unos asquerosos, unos alborotadores, canallas, granujas y muchas cosas más, cuando nos veamos ante el estimado público.
—¿He hecho algo malo, Jozef?
—¿Cómo se te ocurre eso?
Para nada, nadie ha hecho nada malo, pero veo mi futuro, el trabajo para más adelante.
No puedo evitarlo, no puede ser de otra manera pero miro a través de todos esos atletas velocistas.
¿Esa gente quiere cambiar la humanidad?
Tienes que querer ofrecerte a ti mismo, demolerte por completo, o los maestros no podrán hacer nada con tu vida y tu personalidad.
Tenemos que inclinar la cabeza ante eso, tenemos que querer entregar nuestra sangre.
—Pero no he hecho nada, ¿no, Jozef?
—No, para nada, te lo digo, nada, pero hablo de más adelante; más adelante, cuando tengamos que hablar.
Pero te digo: ahora todavía puedes volver, más adelante ya no, o perderás tu sangre y nuestros corazones se rasgarán, lo que no hace falta, ¿no...?
—Pero sabes, ¿no, Jozef?, que quiero entregar todo lo mío?
—Lo sé, por supuesto, pero se vuelve difícil.
—Quiero romperme la nuca por este trabajo, Jozef.
—Eso también lo sé, hay que querer entregarlo todo por “Cristo”, pero nosotros estamos ante una seriedad sagrada.
Lo verás y lo vivirás, los demás se derrumbarán.
Ese hombre allí abajo, ¿cómo quiere servir a los maestros?
Algunos de esos que cantan ya lo han traicionado a “Él” por un trabajo donde los católicos.
Los conozco, sé cómo son esas personalidades insignificantes.
Ayer envié mis sentimientos a Ramakrishna.
Le pregunté si sus adeptos también habían vivido esto y si había tenido que llevar a cabo su tarea bajo circunstancias parecidas.
Y esta mañana iba andando por la calle a mi lado, y con él estaban Blavatsky, Rudolf Steiner, Sócrates y otros, que se interesan por nosotros porque hacemos su trabajo, porque continuamos su tarea.
¿Es eso tan extraño?
Y fue cuando le di un rapapolvos a Jeus, sabes lo que esto significa y que también Jozef tiene que aceptar la seriedad sagrada.
—Pero aun así haces todo lo que puedes, ¿no, Jozef?
—Eso es cierto, pero si quiero estar listo para más adelante dar conferencias para el mundo por medio de los maestros, mi carácter entero tiene que vivir esa unión, o sucumbiremos.
Hablo conmigo mismo y vuelvo a mi juventud.
Repaso cómo ha sido mi vida hasta ahora, por lo que llego a conocerme, pero por lo que además se manifiestan los errores.
Estoy viendo cómo cada personalidad ha vivido su propia vida y sus propias cosas, por medio de las que trabaja André-Dectar y con las que está relacionado.
Es sumamente interesante seguir esto.
Y es en lo que trabajan los maestros.
También sé esto: esta sociedad no quiere tener nada que ver con una “sábana blanca” que te cuelgues tel cuello, ¡yo jamás voy a ponerme a hacer eso!
¡No es esa la intención!
Pero ya lo ves en nuestros seguidores: hoy soy el maestro, el genio, mañana, cuando tenga algo que contarles, no lo aceptarán, y se queda uno sin poder hacer nada.
No quieren que les des un tirón de orejas, que los desprendas de su pensar y sentir terrenales, lo que aun así es necesario, o no avanzaremos.
He visto a los maestros y sé lo que puedo alcanzar por medio de todos ellos.
Al templo de Pitágoras le prendió fuego su mejor alumno, y los de Rudolf Steiner no eran distintos.
¿He de tomar en cuenta su amor, su mujer e hijos?
Por supuesto, pero querer servir está por delante de todo, y sabes que yo lucho por todos ustedes (vosotros); soy capaz de convertir tu vida en algo hermoso, pero por lo que tienes que darlo todo, absolutamente todo, también se desea eso de mí.
Hoy soy su profeta, mañana ya no, cuando Cristo los llamará ellos no estarán, tiene miedo de la hoguera.
Pero te mostraré que no soy un demente.
Y para eso es esta guerra, podemos aprender ahora cómo no hay que hacer las cosas.
Pero te digo: el “André-Dectar” ha despertado, ahora vive conscientemente en mí el Antiguo Egipto.
Tenemos algo imponente que darle a esta humanidad tan golpeada.
Cómo llegó a tener razón Jackson Davis, un médium estadounidense que ya conocí en las esferas de luz en 1936.
Me dijo que yo viviría ‘La cosmología’ y que tenía que llevarla a la tierra, pero entonces el maestro Alcar todavía no me había dicho nada al respecto; eso ocurrió solo después.
Claro, Davis podía decirme eso únicamente por encargo de los maestros, pero con el fundamento para el que también él había trabajado; ¡él también estaba al servicio de la “Universidad de Cristo”!
Pero ya volveremos a hablar, antes de llegar el momento, volveremos a esto.
Jeus puede jugar un ratito con su niño, juguetear un poco, y luego nos vamos.
Tenemos que escribir y vivir ‘La cosmología’, para lo que recibimos nuestra tarea.

—Sí, sí, Jeus —se oye todavía, y cuando él quiere saber algo:
—Eso fue el pequeño André.
Las madres llaman a los niños por mí, por Dayar y André, también por Jozef, y si tú también quieres ganarte eso, tienes que ser muy cariñoso o las madres no lo harán.
A mí me parece bien, que las madres lo hagan, y desde luego que no las decepcionaré, si también ellas pueden comprenderme a mí o quieren aceptarme siempre...
Has de saberlo: amo a la gente, a toda esta humanidad, pero luego volveremos a hablar, mi Jeus.
Porque lo que veo también es humano y tiene que ver con la gente (—dice).
Por el camino, Jeus quiere saber más sobre ‘María Francisca’... y cuando pone verdes a los sacerdotes, cuando no comprende que también esos hombres y mujeres son humanos, oye que le dice André:
—Ay, Jeus, eso también es sencillo.
Basta con que le pidas a “Jozef” que cuente nuestra historia y al instante sabrás todo al respecto.
Ahora me blindo, voy al maestro Zelanus, ahora tenemos que empezar.
Jeus entra escalando a la personalidad de “Jozef” y ya está preguntando:
—Anda, cuéntame.
¿Se me concede saberlo?
—Por supuesto, mira, escucha.
Es un hermoso drama.
Cuando aún era chófer, o sea, los dos —porque André era más chófer y mejor chófer que yo, él me dio a mí el don de ser chófer, también eso ya te lo contaré algún día, porque así llegarás a conocerte y yo llego a conocerme— vivimos semejante drama sacerdotal.
A André casi le da un patatús y ahora ya no soporta eso de “reverendo” por aquí y “reverendo” por allá.
—¿Se trata de un sacerdote?
—Sí, Jeus, se trataba de un sacerdote.
—¡Anda, cuenta!
—Estaba al lado de las vías del tren, esperando un viaje.
Pero cuando me di cuenta de que no me tocaría, por la cantidad de chóferes que había delante de mí, me fui para recoger a ese sacerdote.
Era justo el día y la hora que vería a ese hombre, y eso todos los chóferes lo sabían.
Todavía me gritaron cuando me iba: “¿Vas a llevar a Gerrit a su visita?”.
Contesté, “Sí, voy a llevar un momento al señor, aquí de todos modos no voy a pescar nada”.
Y que me voy.
En la esquina de una calle, y por tanto justamente a tiempo, siempre podías interceptar allí al señor párroco.
Entonces hacíamos cualquier tontería con el coche, el señor por supuesto que te veía y te preguntaba si estabas libre.
Sí, señor, claro, qué suerte tiene, acabo de llevar a mi gente a casa.
Y entonces teníamos que ir con el señor párroco, que pensaba que nadie lo conocía, a las chicas.
Yo que me voy.
Allí donde iba el señor había cinco chavalas, y cada semana sin falta iba de visita.
El señor me pidió que lo recogiera.
Me di una vuelta y tres cuartos de hora después volvió a subirse al coche.
Otra vez a su vecindario, por supuesto no a la calle de la iglesia, sino a la esquina.
El hombre siempre te daba veinticinco céntimos, por lo que los chóferes lo consideraban como un viaje de segunda, para cuando no había nada más que ganar.
Pero eso el señor párroco no lo sabía.
En el momento en que quería saldar cuentas conmigo, de pronto sube André, lo quería hacer él.
De pronto ya no tuve nada que decir.
André extiende la mano, el señor párroco le pone el dinero, es cuando llega la moneda de veinticinco céntimos, y en ese momento André dice:
—Pero reverendo, ¿es eso todo lo que me da?
—¿Reverendo, dice?
¿Reverendo?
—Sí, señor párroco, ¿está asustado?
Hay trescientos chóferes que lo conocen.
La Haya enterita sabe que usted va donde las chicas y solo vengo aquí a recogerlo porque no tenía otro viaje.
¿Tan extraño es eso?
—Vaya, carajo, ¡qué cosas!
¿Y luego?
—¿Luego, Jeus?
El hombre se puso colorado y verde del susto.
Pero André lo dejó ir con toda calma.
Y entonces entró en la iglesia.
¿Y qué vimos allí?
El señor párroco leía la santa misa, bebió la sangre de Cristo y eso nos puso malos.
Por eso André ya no soporta esa palabra de “reverendo”.
Naturalmente, nuestra historia pasó por todas las paradas de taxi, pero ya no volvimos a verle el pelo al señor párroco y las señoras habían perdido su cliente.
Un chófer cuya mujer no podía vivir sin la iglesia leyó en su revista de la parroquia que al señor párroco se le había dado otra tarea, más grande, ahora sí que iba a trabajar de verdad para Nuestro Señor.
Pero cuando ese hombre se lo contó todo a su mujer, quedó asqueada de su iglesia.
¿Que si es una pena?
¿Acaso es eso tan terrible?, dijo André.
Envió al párroco:
“Ande, cásate, hombre, tan a gusto, y ya no lo engañes más a “Él”.
¡Ya no lo mancilles más!
¡Ya no te engañes más a ti mismo!
¡Quítate esa chaqueta negra que da pena y miedo, y conviértete en padre de verdad!”.
—Qué puerca, ¿no?
—Ay, Jeus, tampoco es para tanto.
¿Todavía no has leído los libros de Marie Corelli?
—Si nunca jamás tuve un libro en mis manos.
—Algún día que haya tiempo estaría bien que comenzaras.
Yo leí ese libro y Marie Corelli puede contar muchas cosas al respecto, en ese libro se mandaba a los cardenales a la calle desnudos.
¿Que si es cierto?
Es lo que contó esa mujer.
Y si conoces la vida de cada una de esas monjas ya no quedará mucho de la sacralidad de la iglesia.
¿Y aun así?
¿Qué significa todo?
No son más que deseos corrientes y comunes de esta gente.
¿No son personas, según André?
Pero la iglesia sí que nos ataca, no se nos concede decir nada, para la iglesia somos del diablo.
Pero ¿esto?
Esto es lo que hemos vivido nosotros mismos.
Así como así, de las “putas” a Nuestro Señor.
¡Eso nosotros no lo hacemos!
No lo hemos hecho todavía ni lo haremos jamás, porque estamos casados de manera normal y no jugamos a ser santos.
Pero ¿qué te parece?
Vale la pena.
Primero la iglesia católica tiene que lavarse ella misma hasta quedar limpia, y entonces ese imponente cuerpo puede hablar.
Deberías comentarlo con André, más adelante, entonces oirás otra cosa más, muy distinta, porque entre la vida y la muerte él ha hablado con párrocos y capelanes, con obispos y cardenales, todos ellos han comprendido lo equivocado que es privar a esos hombres y a esas mujeres del alumbramiento y la creación.
Nosotros como chóferes de taxi, Jeus, sabíamos muchas cosas.
Si André tuviera que escribir precisamente ese libro, muchísimos de esos grandes se quedarían con la boca abierta.
Se despiden de su mujer e hijos, según creen en casa tiene que ir a alguna reunión, a veces te lo dicen delante de tus narices y oyes lo que dicen, pero un poco más adelante te dan otra dirección y entonces hay que ir a esos lugares de los que todo chófer sabe de qué van, porque parece que todos esos hombres no tienen nada más que hacer que estar de cháchara.
Saben exactamente lo que merecen, conocen a la gente, son psicólogos, Jeus.
He de decírtelo: el maestro Alcar no podría haberle enseñado nada mejor a André que a ser chófer, fue cuando nos convertimos en un ser humano.
Cuando nos fuimos de donde mamá éramos granjeros, nada más, ninguna otra cosa, pero en la calle se nos abrieron los ojos.
Y ahora sí, André se ha hecho profeta, escribimos libros y pintamos, así como así, pero sabemos por medio de qué ha recibido todo eso y lo ha conducido a la concienciación.
—¿Qué más tenías que decirme de eso de ser chófer?
—Que yo jamás me habría convertido en chófer si André no me hubiera dado a mí el conocimiento.
Fue él y no yo quien aprendió a conducir sentado en una silla (véase ‘Jeus de madre Crisje’, parte 3).
Y eso fue gracias a su maestro Alcar.
El maestro Alcar hará que se escriban los libros (la trilogía ‘Jeus de madre Crisje’), más adelante lo hará el maestro Alcar, y lo sabes: el adepto ya ha recibido la materia.
—Con ese cura, los hombres se habrán tronchado de la risa, ¿no?
—Sí, claro, nos reímos todos, pero reíamos todos los días.
No le preguntes a un chófer si no sabe nada, lo sabe todo sobre el ser humano que a diario sale de casa en la ciudad y de vez en cuando quiere un poco de distracción.
Podría contarte las historias más disparatadas, Jeus, que a muchos les costaría la corona, que te harían temblar y estremecerte, pero por las que nosotros vimos la hipocresía podrida de todos esos hombres y mujeres.
No sabes qué clase de gente es, pero los he visto en comidas de mil florines y hacer toda clase de payasadas en las que una y otra vez aparecían las chicas.
¡Son unos pobres diablos, Jeus!
No creo que escribamos esa novela, porque André sin duda tiene cosas mejores que hacer.
—Pero sabe un poco de todo, ¿no?
—André, sí, sabe un poco de todo, tiene sensibilidad para todo.
Una noche, yo quería ir al cine con la vienesa.
De verdad que pensaba ir para mí mismo, pero durante la película llega a verme y dice:
“Ya ves, Jozef, eso yo lo habría hecho de otra manera.
Ahora no están aprovechando todo.
No entiendo a esa gente.
Ríen cuando deberían llorar”.
Y tenía razón, Jeus.
Dijo: “Esta es una psicología de pacotilla.
Los directores no conocen la vida, no conocen el carácter de la mujer, ojalá nos dejaran vivirlo alguna vez, entonces ya verías qué película haríamos.
Y por supuesto que es capaz de eso, porque conoce al ser humano, porque deshilacha el carácter y es la intención, o todo son cuentos chinos.
Y si eso ocurriera alguna vez, Jeus, ¿qué íbamos a enseñarles entonces a los campesinos en ‘s-Heerenberg? ¿En qué nos hemos convertido?
Entonces ya les demostraríamos a los notables, a esos hermanitos, que todavía no tienen relevancia alguna para esta vida.
Porque sabes cómo nos miraban allí, ¿no?, a los hijos de un trabajador corriente y moliente.
Con esos campesinos ya no se puede hablar, ni nos conocen tampoco ya, siguen estando allí delante de la iglesia y de su ataúd.
Y aun así: el dialecto yo tampoco lo voy a olvidar jamás, solamente André ya no quiere saber nada de eso.
—Pero habla conmigo, ¿verdad?
—No le queda otra.
—Hace poco habló de la vieja esa, esa agua, ¿qué es?
—¿Quieres tachar a su madre de “vieja”?
Hombre, ten cuidado o te vas al sótano, no el de papá, este es mucho peor, en él ya no vivirás nada, Jeus, además, lo sabes.
—¿Y vamos a hacer una película?
—Espero por él que sea posible.
Santo cielo, cómo actuaría, y eso bajo la inspiración de los maestros...
André y el maestro Zelanus son completamente uno, en todo.
Y si quieren que llores, es que llorarás.
Sintonizan con algo y ya lo son.
Sí, de verdad, ¡André es capaz de todo!
Se ha convertido en un gran artista espiritual, y sin embargo se mantiene sencillo, de lo más normal, porque se lo notas en todo.
Deberías oírlo cuando llega una película hermosa, la analiza como los grandes.
“Eso debiste haberlo hecho así y asá”, oyes entonces por dentro, y “Santo cielo, qué pena, vamos, ahora todo ese drama ya no vale un comino”.
Él sí que lo aprovecharía a tope y te haría llorar hasta perder la razón, que es lo que quiere la gente, sobre todo en estos tiempos, y nosotros estamos abiertos a ello.
Basta con que sepa que puedes aprenderlo todo de él, Jeus, puede convertir tu vida en lo más hermoso que existe, te da espacio y felicidad, la unión con todo lo que vive.
—¿Puedes contar un poco más sobre eso de ser chófer?
—Ya no puede ser, veo que hemos llegado, vamos a subir las escaleras y ahora ya no nos queda nada más que decir.
Y así es como son las cosas, Jozef, ahora tenemos la palabra nosotros, ya no te queda nada más que contar, ¡ahora “yo” soy el que importa!
Y un poco después estamos otra vez delante de la máquina, y continuamos.
El tiempo se ha vuelto un poco más suave, podemos escribir en la habitación de delante y somos libres de cualquier interferencia, de vez en cuando la vienesa viene a asomarse un momento.
Jozef y Jeus ni siquiera pueden seguir esto, porque todavía no poseen la personalidad y desde luego no viven el espacio de André.
Lo que han imaginado esta mañana pertenece a la tercera parte y está consignado, se proyecta también esa película vital, no ha desaparecido ninguna palabra, para que también eso lo consignemos.
Después de escribir todavía enviamos a André un momento a la calle para tomar un poco de aire y Jozef y Jeus pueden representar la conciencia diurna, pueden hablar y vivir sus propios asuntos.
André vuelve siempre donde la madre agua, arrastrando los pies, pero sin hablarle.
Piensa y medita.
Jeus pregunta a Jozef:
—Entonces esa sería una mujer, ¿o qué?
—Es una diosa —dice André.
Él la ve como una diosa, como una maternidad grande y profunda, y puede hablar a su vida.
Cuando ella te besa —dice— es como si el espacio de Dios quisiera abrazarte, y tienes que entregar todo lo que tengas para poder mantenerte en pie, así de imponente es su beso y su amor.
—Pero eso es para volverse loco.
—Él no, él no se vuelve loco, nosotros sí, porque todavía no entendemos ni papa de la vida.
Comparadas con él, las personas no son más que unos lelos, y eso, Jeus, aprenderás a verlo ahora para ti mismo, yo ya lo sé.
—¿A mí también querrá besarme?
—Pues inténtalo.
Creo que tú seguramente te ahogarás a ti mismo.
—¿Por qué?
¿Así que me voy a ahogar?
—Si llegas a verte ante la vida de ella, Jeus, perderás todos tus pensamientos y sentimientos propios, y aun así tendrás que mantenerte consciente, o no oirás ni percibirás nada de su vida y amor.
—Eso puedo entenderlo.
¿Y ella lo es todo, todo?
—Ella lo es todo, ella fue madre para todo lo que vive, y sigue siéndolo.
Si esos labios te besan, dice André, y quieren darte el amor propio, entonces yerras entre la vida y la muerte, buscándote, porque entonces ya no hay nada que sentir y pensar materialmente conscientes.
No obstante, cuando vas a vivir esa unión con esa vida, entenderás lo que eres como ser humano y sabrás al momento que como ser humano tienes una sintonización divina.
Es increíble lo que te toca vivir ahora, y él puede vivir justamente esto.
Una vez lo intenté, Jeus, pero entonces el agua me llegaba hasta el cuello y por supuesto me habría ahogado si él no hubiera estado allí.
“Vaya”, dijo, “¿tú también ibas a intentar hablar con la madre y ahogarme?”.
—¿Y lo habrías ahogado?
—Claro, habríamos terminado con él, nosotros, Jeus, porque todavía tenemos que asimilar esas leyes y esas fuerzas.

“Los poetas hablan de la vida”, dice, “pero ¿qué saben esos fantoches de la vida de verdad?
Los eruditos hablan de sistemas filosóficos, pero ¿cuándo se conocen a sí mismos?”.
Él sí que llegó a conocer esos sistemas filosóficos, Jeus, él es uno con toda la vida de Dios, y ahora todos esos grandes pueden venir a aprender con él.
“Si quieres vivir su beso”, dice André, “tienes que saber distanciarte de ti mismo, pero ¿quién sabe hacer eso?
Si sabes”, dice, “que, si estás profundamente dormido y ya no recuerdas nada de ti mismo, sí que piensas, sí que te mantienes con vida...
Al margen de ti mismo, al margen de esta conciencia diurna”, dice, “en que vivimos, la ‘voluntad’ y la personalidad tienen que saber actuar como si estuvieran despiertas, pero ya no lo estás si quieres vivir su beso.
¿Puedes besarla un momento, Jeus?
¿Puedes intentar vivir la vida de ella?
¿Puedes hablar con la ‘madre’?”.
—Y ¿eso es verdad?
—Dice que si percibes su contacto, te tiemblan las piernas, así de imponente es.
Piensas que la sangre se te va y que al instante te dará una parálisis cardiaca, pero ahora entras en contacto con su vida y leyes.
—Qué hermoso, ya me gustaría tener eso.
—André dice que ante eso hay que querer inclinarse, o no llegas.
—Inclinarse, ¿inclinarse dices?
—Sí, ante todo, aunque la gente te dé una tremenda paliza, tienes que inclinarte y tienes que amarlo todo o no podrás vivir este contacto, no percibirás su beso ni su amor.
—¿Y este conoce mejor a tu mujer que tú?
—Allí estamos, Jeus.
Es cierto, por supuesto que conoce mejor a mi mujer que yo.
Y mi Anna no lo ve a él, solo me ve a mí, porque yo me casé con ella, y no André.
Ella comprende muy bien que André vive en mí y por medio de ti, pero ¿puede ella dar el paso de entrar en esa vida y conciencia, ahora que sabes que se casó con un chófer, que no conocía ninguna otra personalidad?
—También eso puedo comprenderlo, por supuesto.
—Así que André es inalcanzable para ella, y sin embargo: si ella, al igual que tenemos que hacerlo nosotros, quiere seguirlo y aceptarlo a él en todo, y por lo tanto entrega para ello todo su pensar y sentir y ahora mismo también quiere ser una adepta, le tocará vivirlo, o no será posible.
Pero de vez en cuando él le da unas cosas gloriosas para que las viva, y entonces la pierdo, pero ahora él va volando con ella por sus espacios, por las esferas de luz, allí le muestra los templos, le aclara las leyes, entonces hace lo que sea por abrirla.
—¿Y eso le gusta a tu Anna?
—De vez en cuando sí, pero cuando está ante su propia vida, las estufas limpias, miles de asuntos tienen más relevancia que todos esos tesoros de detrás del ataúd, y él puede ponerse las pilas para salir de allí.
—Se complican las cosas, ¿no?
—No es eso, Jeus.
Sí, sí, claro, tienes que querer dar algo a cambio, porque resulta que nada es a cambio de nada —dice—, y también su tarea en casa y para nosotros es de una necesidad apremiante, pero aun así, esto lo es todo.
¿Sabes lo que dice, Jeus?
—Pues, ¿a ver?
—Y en eso vuelve a tener razón y no tengo nada que objetar, porque dice: si ella, o sea, Anna, diera a las leyes la mitad de sentimiento, lo que reciben todas esas cosas de parte de su personalidad, en poco tiempo se elevaría por encima de esta vida material, pero ahora no lo hace.
—Y ¿es una pena?
—¿Qué son esos “qué pena”, si sabes que el ser humano ha recibido absolutamente todo de Dios, y el mismo ser humano tiene que decidir lo que haga con su propia vida?
¿Es eso una pena?
Piensa lo más normal al respecto, pero es posible.
Mi Anna es demasiado ama de casa —dice—, y una vez más no puedo decir nada a eso porque es cierto, ella no quiere las cosas de otra manera.
—Pero era posible, ¿verdad?
—Claro que era posible.
Ahora, por ejemplo, semejante mueble recibe todo su sentimiento, y más incluso que eso, se entrega al cien por cien a su posesión y su tarea.
Pero si haces ese trabajo bien —y eso es lo que quiere decir André—, y por tanto eres limpio, limpio de manera normal y no anormal, a todas esas cosas y asuntos les toca vivir el sentimiento correcto, y los cacharros estarán limpios, pero ahora mismo ella está siendo vivida por medio de su limpieza y posesión, y en eso él tiene razón, ¡precisamente así es!
—Qué bien pensado, ¿no?
—Es la manera exacta en que él piensa sobre todas las cosas, le da a todo el pleno cien por cien, pero no lo da todo a una cosa, descuidando otra, que es de urgencia apremiante.
Y eso, según dice, es lo primerísimo que tiene que hacer el ser humano, porque tiene que ver con alma, con vida y espíritu, con espacio y felicidad de esferas, cosas con que te enfrentas detrás de esta vida.
Por supuesto —dice—, más adelante esa Anna tuya será feliz y vivirá su felicidad de las esferas y su luz, pero ella ya habría podido disfrutarlo aquí.
Y lo ve ella misma, hablaba conmigo, Jeus, hago lo que sea para dártelo también a ti, pero es que ella no lo quiere de otra manera.
Y eso ahora nos lo tenemos que tragar.
En ocasiones, te digo, ella está abierta y sí que quiere saber algo, pero hacerle a él una pregunta sobre todos esos millones de leyes, eso no lo hace, y es sin duda lo más extraño de todo.
—Es extraño, sí, la de cosas que me gustaría a mí preguntarle.
—Sí, Jeus, ella no lo hace.
André dice que si quieres describirla bien y claramente, que tengas cuidado, porque por la personalidad de ella te pierdes a ti mismo.
—¿Y eso es así?
—Sí, si no pongo atención, ella me dominará en todo y yo ya no tendré nada más que decir.
Pero no como lo percibes tú ahora, Jeus.
Lo ves: tú también has errado el tiro por completo, no la conoces.
—Pero ¿acaso es tan difícil?
—Sí, es difícil, Jeus, y es muy extraño para mucha gente que no la conoce.
Ella jamás le pregunta nada.
Y aun así lo acoge todo, hasta que, desde luego, ya no cabe nada más, y ella lo percibe.
Basta con que algún día la sigas y es lo mejor, porque así también llegarás a conocerlo a él.
Ella, mi Anna, lo hace para ella misma, se vale completamente por sí misma, no desciende ni un segundo en la vida de él, eso no lo hace ni sabe hacerlo, se encarga de todo, de todo, y de qué manera, lo sabes tú mismo, pero está delante de él y de su vida como una personalidad poderosa y aun así está fuera, no recibe nada de parte de él, porque ve y percibe la vida terrenal como número uno.
Y cada uno de sus pensamientos es puro, no miente, no quiere tener que ver con maldad, tiene el mil por cien de cumplimiento del deber, ama con sinceridad, también es una compañera y aun así no tiene la sensibilidad de querer vivir con él los viajes, de hacer preguntas día y noche, lo que sin duda ampliaría la vida de ella.
Lo hace a la manera de ella, y él no puede cambiarlo en nada, yo tampoco.
Y hermosa como lo veo solo excepcionalmente, así de limpia es ella en todo.
Y no obstante —ahora viene, Jeus— no tiene sed de esa vida, aquella en que vive él y lo es todo.
Tener sed de desarrollo espiritual, tener hambre de verdad de esa vida, que ella no posee ni tiene, que no puede vivir, ante la que hemos de inclinar la cabeza.
—¿Y es eso una desgracia para ti?
—Para mí no, desde luego que no, pero sí, a él le habría encantado.
Porque ¿cuánta gente no quiere que él hable a esas vidas?
Eso de tener sed de verdad no está allí ahora y eso, según dice él, también ella tiene que asimilarlo todavía, el ser humano mismo tiene que ganárselo y yo también estoy sin poder hacer nada ante eso.
—Qué justo es todo eso.
—Repartido equitativamente, querrás decir.
Sí, Jeus, no tenemos de qué quejarnos, todos recibimos exactamente lo que deseamos, nada más ni nada menos.
Durante años estuvo machacando su personalidad, pero cuando vio y tuvo que aceptar que ella no podía avanzar más, que no podía percibir más a fondo, el maestro dijo que esto era su altura, su profundidad, y él tuvo que aceptarla y me tocó a mí arreglarlo.
A partir de ese momento, André continuó, está al servicio de los maestros y le contesta a ella conforme ella se deja ver, oír, para bien o para mal, cuando se equivoca también ella recibe el análisis, y le tiene que bastar a ella y también a mí.
Aunque haya gente donde nosotros y queramos tener razón cuando la falta de razón es más que patente, él es quien lo dice, nos da un rapapolvos a ella y a mí, entonces mejor habernos callado la boca o tenemos que inclinarnos, porque ¿no se nos preguntó nada, o sí?
De esta manera, Jeus, nos toca vivir de todos modos sus clases universitarias, podemos hacerlo cada hora si lo queremos, y en sí mismo ya es nuevamente una gracia, porque nunca se siente demasiado perezoso para eso, ni jamás se coloca por encima de nosotros, una y otra vez se te da a escuchar la respuesta buena y espacial, y si puedes procesarla, la respuesta divina.
—Entonces ustedes (vosotros) dos tienen (tenéis) que estar agradecidos, por el resto de la vida.
—Y lo estamos, Jeus, pero uno no siempre es capaz de aceptar una paliza y entonces nos retiramos un momento, vamos al cine y lo dejamos que haga sus cosas.
Y ahora he de decir, con sinceridad, que ya ni siquiera eso puedo hacerlo, porque entonces él se mete a rastras en la conciencia diurna y me quedo ciego como un topo y ya no veo nada.
Pero Anna, mi Anna siempre está en el cine, así que ella misma puede vivir la película, yo no y tú no, o él tiene que querer darnos de verdad ese gusto.
Si tengo que confesarlo todo sinceramente y de cualquier manera no puedo eludirlo, Jeus, entonces hemos hecho mutis por el foro, hemos tomado la vida como es.
Eso de tener sed no lo tenemos por parte de él, es que todavía no tenemos nada de hambre.
Los últimos años ha habido un cambio en eso.
Ahora yo también he comenzado, quiero vivirlo todo ahora, y eso lo hace feliz a él, ahora puede ponerme a hacer algo.
Santo cielo, Jeus, qué de payasadas hice antes.
Yo tenía voz decisiva en todo, él en nada.
Yo siempre estaba loco, ¡él no!
En la calle yo era como un payaso, él no.
Yo disfrutaba mi cervecita, ¡él no!
Yo pensaba que todos eran igual de locos que yo, ¡él no!
Yo tenía fe en todo, ¡él no!
A mí se me daban palizas, ¡a él no!
Yo pensaba saberlo todo, pero solo más tarde fue que él lo sabía; yo todavía no sabía nada.
Yo pensaba que sabía besar, y él no, pero yo lo aprendí.
Yo pensaba que era el chófer, pero ¡era él!
Y cuando pensé, Jeus, que amaba de verdad, ¡era precisamente él!
Cuando pensé que iba a ser un tipo grande, ¡era él!
Cuando pensé, Jeus, que sabía pintar, ¡era él!
Y cuando empecé a pensar que encima podía sanar a la gente, llegué a oír: “¿Quieres quitar las manos de encima de eso?
¿Quieres quitar las manos de asuntos que no tienen nada que ver con tu vida?
Entonces me leyeron las cuarenta, Jeus, y de qué manera, y tuve que aceptar, porque todas esas cosas imponentes le pertenecían a él y a nosotros, a mi Anna y a mí, solo nos quedaba mirar.
Se nos concedió ir con él, nos aclararía esas leyes si teníamos sed, si teníamos hambre.
—¿Y luego?
—Luego, mi Jeus, se burló de nosotros en toda nuestra carita y ya no se atrevió a hacer más payasadas, tampoco nosotros nos atrevíamos ya a estar de payasos cuando se trataba de los asuntos de él, a partir de ese momento teníamos que rogar, rogar de verdad, desear, sí, desear de verdad una palabra, porque ya no se dejó engañar más por nosotros.
—Y entonces las cosas empezaron a ir en serio, ¿verdad?
—Y entonces yo ya no era nada y él lo era todo, también mi Anna llegó a conocerlo y tuvimos que aceptar.
Si ahora llegamos donde él a medias y hacemos las cosas como nos dé la gana, no se le podrá alcanzar a él, y no entrará en nada.
Y cuando me percaté de eso, cuando me entró la sensación de que no quería tener nada que ver con nosotros si nos veíamos ante su tarea, comencé a desear, mi Anna comenzó a desear y lo recuperamos a él por completo, es más, en todos esos años ni siquiera lo hemos visto, así de tontos, así de raquíticos éramos los dos.
—Madre mía, que sinceridad.
¿Y ahora?
—Ahora, desde luego, hemos cambiado nuestra vida.
Y es por eso que también a ti te va a tratar.
Pero santo cielo, Jeus, la de cosas que hemos echado a perder en todos esos años.
Día y noche teníamos que ver con él, pero pensábamos: a mí me es demasiado ajeno, para nosotros esa vida es demasiado pesada, nosotros, mi Anna y yo, no nos tomamos las cosas tan en serio.
Recibimos una ducha fría, ya te lo digo yo.
—Y ahora, ¿cómo está tu Anna ahora?
—Vamos, dime algo sobre él, algo sobre él.
—Entonces se enoja, ¿verdad?
—No es que se enoje, pero te da un rapapolvos.
—¿O sea que está como loca por él?
—No quiere perderlo ni por todo el oro del mundo.
—Y ¿no tuviste miedo alguna vez de que lo perderías a él?
—Mira las cosas que dices, Jeus.
No, no, yo no, pero mi Anna sí.
Sí, por supuesto, allí estás tocando algo que encima vale la pena.
—¿Y?
¿Acaso no puedes decírmelo?
—Puede ser, Jeus, pero primero tengo que pensar en algunas cosas.
—¿En dejarlo?
—Dios me salve, no, para nada, eso no existió nunca en él.
Una vez que Anna y yo estábamos hablando de eso, ¿sabes qué dijo entonces?
—A ver, ¿qué?
—Me ofendes.
No soy de este mundo.
No necesito a nadie más, prefiero morir.
¿Pensabas que podría poner todo mi oro en manos de otro ser humano?
Mis tesoros espirituales, ¿así, sin más, en manos de una mujer?
¿Para después dejar que a mí me peguen?
¿Para tener que aceptar que no tienen sed?
No puedes despacharme ni por un solo pensamiento equivocado ni a cambio de millones, yo termino mi tarea.
—¿Y luego lo supiste?
—Sí, entonces supimos suficiente.
Bueno, es que no éramos más que personas corrientes y molientes.
Él no quiere otra cosa, aunque tenga a su propia gente en cuyo interior vive y donde nosotros no podremos llegar jamás; eso también nosotros lo tenemos, ¿verdad?, cada ser humano tiene sus propios pensamientos y su elección, su sensibilidad para otra cosa, él también, y forma parte de su personalidad.
No, Jeus, para nada, ni a garrotazos podrás alejarlo de tu vida, solo que los garrotazos los des tú mismo.
Y puedes hacerlo, puedes intentarlo mil veces, y además de manera consciente, antes de que él llegue a la conclusión, y si esta ha llegado, entonces no es él quien te hace daño, entonces eres tú mismo.
Pensaba que me pegaba él, Jeus, pero ¡yo me estaba pegando a mí mismo!
Pensé, ‘Ahora lo tengo bien agarrado y no me resistiré a arrancarle una pierna, pero ¡me arranqué mi propia pierna!
Pensé, ‘Ahora sí que voy a quebrarle el corazoncito’, pero ¡me tocó vivir que se me escapaba mi propia sangre!
Y eso ¿qué significa?
—No sé.
—Que ni siquiera puedes pegarle.
Puedes decir barbaridades de él, las dirás de ti mismo.
Puedes darle de hachazos, te los darás a ti mismo.
Enójate, ¡él no lo hará!
Él no lo está jamás.
No le hace daño a nadie, y por eso nos golpeamos a nosotros mismos.
Puedes tacharlo de cabrón, lo que el mundo sí que hace, ese mundo se lo estará diciendo a sí mismo; a esa vida no puedes tocarla, no puedes lastimarla, esta vida, mi Jeus, pone todo lo que tiene sobre la mesa, y solo entonces eres capaz de vivir el beso de su “madre” y de verlo como instrumento de los maestros.
Pero quedan tantas cosas suyas que tienes que llegar a conocer, después sabrás con quién estás tratando.
—Y ¿eso se puede aprender?
—Sí, sí, también yo comencé a hacerlo.
Se puede aprender.
Ya se me ha concedido vivir bastante para mí mismo.
Te digo: si piensas que lo tienes agarrado, te arrancas una pierna tú mismo.
Si piensas que puedes burlarte de él, estarás ante ti mismo y verás lo insignificante que es todavía tu propio pensar y sentir.
Si piensas que puedes hacer y romper lo que quieras y quieres chincharlo porque piensas “los drudels”; tarde o temprano él te mostrará que esos “drudels” eran para ti mismo.
—De eso quiero saberlo ahora todo.
—Es posible, Jeus, cada día puedes aprender ahora, y lo haces por ti mismo.
Dice: “Si piensas que puedes engañar a Dios, tarde o temprano aprenderás de todos modos que no es posible, una y otra vez te estarás engañando a ti mismo”.
¡Las ganancias son para el “Gólgota”!
¡Para “Cristo”!
Seguro que lo entiendes.
¡Puedo contarte tantas cosas, cosas hermosas, por las que he aprendido como “no” hay que hacerlo!
Así aprendí a ver lo hermosa que es la vida.
Hace poco estábamos en el teatro.
Me dice: “¿Ves allí a esa Mientje, la que hace el papel principal?
Si fuera de verdad como lo que actúa, podrías respetarla, pero si la miras por dentro...
Ahora su vida es como la de una gata salvaje.
Lo ves, Jozef, está dividida, cada ser humano lo está, pero esta mujer no tiene que interpretar de ninguna manera un papel de madre, porque para eso le falta el sentimiento inmaculado.
O sea, cuanto más sentimiento y también sinceridad, es lo que da espacio a la maternidad, y nos vemos ante el talento que infunde alma.
¿Es de extrañarse que no tenga éxito ahora?
La gente no se deja engañar, se dan cuenta de que esta mujer no tiene profundidad.
Los más grandes de todos”, continuó, “que tienen algo que dar a la humanidad fueron los padres y las madres, han dado su sangre por su arte y eso ha de asimilarlo cada alma, o todos comprarían el sentimiento que les hacía falta para dedicarse al arte.
Pero eso no está en venta, por lo que contaré a los ‘psicólogos’ que el alma ha de asimilar cada uno de los pensamientos, y que el alma como ser humano ha de vivir para esto miles de vidas.
También el arte posee los ‘siete’ grados de vida, ante los que se ve cada ser humano, hombre y mujer.
Y eso me lo enseña él, y se me concedió comprenderlo y aceptarlo”.
Siguieron andando, Jozef sonríe.
Jeus lo ve y pregunta:

—¿De qué te ríes?
—De otra cosa distinta, Jeus.
—¿Me la cuentas?
—A ver si todavía nos queda tiempo para eso.
Sí, sí, está pensando y analizando problemas, así que puede ser.
Mira, escucha, Jeus.
Estoy aquí en la plaza Plein, aquí en la ciudad, para recoger un viaje.
Allí estamos tres, chóferes, yo en el medio, y el primero es el que siempre carga.
Ya llevamos así toda la tarde, y es la hora de cenar.
Así que no he ganado un duro, encima eso, y así no puedo ir a casa, el jefe me pondría de patitas en la calle, porque entonces hago demasiados kilómetros con el coche vacío.
—Ya veo.
¿Y luego?
—Alrededor de las seis y cuarto, ya eran las seis y media, de repente sube y me dice:
“Cuánto tiempo, ¿verdad?, para que puedas irte de aquí”.
“Sí”, digo, “es horroroso, hoy no estoy ganando un duro y es la hora de cenar.
Siempre esa falta de certeza para ir a cenar, para la vienesa es para volverse loca.
Que si calienta la cena, que si no la calienta; ¿acaso no la oyes?”.

Dice:
“Sí, sí, es cierto, pero ¿cómo quieres que eso cambie?
¿Qué éramos cuando fuimos a La Haya?
¡Nada!
Absolutamente nada, ¿y ahora?
Estás casado, tienes qué comer, solamente está siempre allí esa inseguridad, pero ¿qué quieres?
Pero puedo comprenderlo.
Voy a mirar si no veo un pasaje para ti, si puedo encontrarte uno.
Ya te avisaré pronto”.
—¿Y ocurrió?
—Sí, Jeus.
Un poco después dice: “Sí, mira, ya te tengo un pasaje.
Veo a un señor y dos señoras en Saur (un restaurante en La Haya).
El hombre está pagando su cuenta y tiene que ir a Rijswijk, a Kuisch-Witsenburg, muy cerca de casa, ¿qué te parece?”.
—Me parece increíble, ¿no?
—Que sí, Jeus, es la sagrada verdad, vio a esa gente allí.
“Pero”, dice, “estás en el medio, no está muy bien eso, si sales de la cola te pondrán verde y eso tampoco lo hacemos”.
“Entonces ¿qué...?”, pregunté.
“Mira...”, dice, “para esto se te tiene que ocurrir algo, pues.
Es como si lo tuvieras que comprar”.
“¿Cómo vas a querer hacer eso?”, pregunto, y un poco después dice él:
“Escucha, Jozef, y te lo diré.
Y así sabrás al instante que todavía no sabes pensar.
Qué tal si haces una apuesta con esos chóferes; dices que en menos de tres minutos tendrás un viaje, lógicamente no lo creerán y apostarán su vida si hiciera falta, porque los pensamientos de estos hombres no van más allá ni son más profundos que lo que ya conozcan como la palma de su mano, así incluso ganas dinero y puedes salirte de la cola.
Pero tienes que hacerlo como lo veo yo, o no te saldrá para nada”.
“¿Qué tengo que hacer?
¿Me lo puedes decir?”.
“Si ahora apuestas que vas a tener un viaje en menos de tres minutos, si apuestas un florín, por ejemplo, ellos se burlarán de ti en toda tu cara.
Pero deja a estos lelos que rían, tranquilo.
Mientras tanto llegará la gente y tenemos que apresurarnos o ya llegan, veo que ya han salido del restaurante.
Colócalos de espaldas a la gente que tengas delante, para que no vean que llega gente para un pasaje”.
—¿Y luego?
—Pues bien, Jeus, dije a los chóferes: “¿Una apuesta, que tengo un pasaje en menos de tres minutos?”.
Primero empezaron a reír, entonces a hacer apuestas por un florín, y logré ponerlos delante de mí.
André mira la esquina de “La Blanca” (club en la plaza Plein de La Haya) y sí señor: allí ya viene llegando la gente.
Digo un par de tonterías más, pero cuando el señor y las señoras estuvieron suficientemente cerca, alcé la mano, es lo que llamamos “marcar a la gente”, y sí, el hombre lo ve.
“Ahora, a apartarse, por favor”, dije, “ya está aquí mi gente.
No quiero sus (vuestros) florines, pero me voy; y la gente está allí, los chicos oyen adónde quieren ir... a Kuisch Witsenburg, justo al lado de mi casa para comer, mejor imposible, vamos.
La gente se sube.
El hombre y las señoras me miran patidifusos.
Ambos chóferes se quedaron noqueados, pero yo que me voy, y le doy las gracias por el viaje.
En Rijswijk, el hombre empezó a hablar.
Dice:
“Chófer, ¿quién eres en realidad?
Tienes unos dones maravillosos, hombre, y estás hecho para cosas muy distintas que ser taxista.
¿Quién eres?
Hombre, deja esa birria, puedes ganar dinero a raudales”.
—¿Qué dijiste entonces?
—No tuve nada que decir, Jeus, André le contestó.
—Y él ¿qué dijo?
—Dijo: “Es posible, señor, por supuesto, mi pensar y sentir es apto para cosas muy distintas.
Y seguramente que ocurrirá, pero todavía no estamos en ese punto”.
Y entonces llegó: “Que te aproveche la comida.
Toma, algo más para usted, me parece que vale la pena”.
El hombre me deslizó en la mano dos cincuenta de propina, por la que me incliné diez veces, dando las gracias, al parecer a tal grado que ese hombre dijo:
“Este no es ningún chófer, Mary, es un intelectual”.
Pero ni siquiera sabía yo qué importancia tenía eso, Jeus, aunque André sí.
Y adiós, nos fuimos, a cenar.
—¿Se lo contaste a tu mujer?
—Sí, claro, eso también.
—¿Acaso no le pareció sorprendente?
—Eso también, Jeus, pero a la vez de lo más normal, porque ella es justamente así, ¿no?
—¿Y luego?
—Luego ya nada más, para los chóferes era entonces un loco, una persona con pensamientos locos, y desde luego que se habló de eso en todas las paradas.
A fin de cuentas pisaba con cuidado y no me quitaban el ojo de encima para que no volviera a escabullirme.
Ya se les había vuelto a olvidar que habíamos hecho una apuesta honrada.
—Pero entonces con ese señor podrías haber ganado dinero a raudales, ¿no?
—Sí, es lo que parece, pero ¿piensas que estaba loco?
¿Piensas, Jeus, que los maestros estaban locos y una y otra vez siguieron sintonizando con la sociedad?
Cuando lo comenté con André, me tocó oír algo muy distinto.
“De vez en cuando”, dijo, “sí que viviremos algo, pero no se convertirá de ninguna manera en posesión diaria”.
Aunque eso hizo despertar a André.
Y hemos vivido juntos cientos de esos contactos espirituales.
Pero eso era ver, era mirar y nada de sinsentidos, pero otra vez lo recibía de los maestros.
Y si ahora quieres pensar un poco, Jeus, comprenderás lo que poseemos de eso.
Nada, ni llegaremos a tenerlo, André tampoco, o tendríamos que asimilar esa sabiduría y también la sensación de ver nítidamente.
Pero vaya que si eso cuadraba todo, ¿no?
Su maestro echó un breve vistazo por esta ciudad, vio allí a gente comiendo, descendió en ella y se lo dio a André, y él a su vez a mí.
¿Puede la gente creer esto?
No les quedará otra opción, pero que el alma como ser humano, según André, poseerá conciencia detrás del ataúd, y que será allí una personalidad, eso no lo aceptan, porque entonces se acabarán las vacas sagradas.
André todavía dice: “Es el petardeo espiritual por el que ha de despertar la humanidad”.
—¿Me dejas decirte algo?
—¿Qué tienes que decir, Jeus?
—No voy a meterme en ese sótano ni un minuto más.
Ahora quiero vivirlo todo.
—Y es posible, Jeus, santo cielo, qué bien será ahora nuestra vida.
Sí, sí, ya hay tantas cosas así.
En ocasiones compra las flores para mi Anna, una y otra vez he de aceptar que imagina las pequeñas amabilidades, y ante eso puedes inclinar la cabeza.
—Cuéntame un poco más sobre esa pobre gente, anda.
—Más adelante, cuando tengamos tiempo; veo que estamos cerca de Loea.
André todavía dijo, “Fíjate, la de cosas que ven esos espiritistas locos”.
Pero no son videntes, te cuentan las tonterías más grandes y la gente las aceptan porque no entienden de todos estos dones ni saben todavía cómo funciona el ser humano que posee semejantes dones.
Pero ahora vendrán los libros, más adelante, y entonces ya oirás cómo maldicen esos espiritistas.
Los espiritistas ni siquiera quieren aceptar la reencarnación.
Y aun así, por medio de esos hombres y esas mujeres hablan entonces pastores protestantes, médicos, que sanan a la gente por medio de ellos, dan discursos en trance, pero sobre la reencarnación, no, eso no, según dice André, de esas leyes tampoco entienden los espíritus de ellos.
—¿Acaso es posible eso?
—Por supuesto que no, por lo menos si entiendo lo que quieres decir.
Si, según dice André, tienes contacto, entonces tienes que poder preguntar a tus maestros lo que quieres, si se trata de esta masa inconsciente.
Y ahora esos médiums les preguntan de todo a sus líderes.
Pero cuando llega: “¿Existe la reencarnación?”, se oye, “No, no, eso solo es una excepción”, u oyen un pretexto de estos, por el que entiendes que hablan esas señoras y esos señores mismos, y por tanto no viven contacto espiritual.
—Y esos deben de ser entonces como aquel Manus Reuzel, ¿no?
—Manus, donde nosotros en casa, Jeus, tenía el don de ayudar a la gente, de quitar el dolor de muela, lo sabes tú mismo.
Tú mismo dejaste alguna vez que te magnetizara.
¿Cierto o no?
—Santo cielo, sí, cómo nos reímos entonces, Bernard y yo.
—Pero aquí también vive gente como él.
Aquí en esta ciudad viven por lo menos mil.
André dice —lo ha aprendido y recibido por medio de los maestros— que cada perro y cada gato tiene sensibilidad, desde luego un ser humano también.
Pero es horroroso, es terrible, que esos hombres y esas mujeres cuenten semejantes sinsentidos, porque ahora esos lelos detienen nuestra evolución.
De lo que se trata por lo tanto, Jeus: lo eres o es que justamente no lo eres.
Tienes contacto o hablas tú mismo, según dice André.
Y toda esa gente habla ella misma, porque absolutamente toda la vida de Dios tiene que vivir el renacimiento o no avanzaremos.
Ya están aquí los libros ‘Dones espirituales’, y ya le abrirán los ojos a todas esas personas, y sabrán con exactitud qué son.
Nada, nada, justo como nosotros dos, no podríamos errar más el tiro, ¡él es el que importa!
¿Por qué esas señoras y esos señores médiums no reciben, pues, lo que él recibe y tiene que vivir?
Si posees dones, si hablan los maestros, estos maestros, esos pastores protestantes, ¿no saben nada de la vida en que están ahora?
¿Lo ves, Jeus? André dice: ¡allí están ahora tus propias tonterías!
No poseen contacto alguno o tendrían que aceptarlo a él.
Pero no lo hacen, pues, porque entonces ya no poseerán dones y ahora no hacen más que maldecir, más que gritar: él está loco, y ellos no.
Ahora pon mucha atención, Jeus: ese señor y esa señora de allí vienen a nuestro encuentro.
Si ahora lo sigues todo, oirás que piensan que yo escribo los libros.
—Hola, señor Rulof.
—Hola señora, señor.
—¿Sigue escribiendo libros?
—Sí, señora.
—¿De qué tratan?
—He recibido libros maravillosos, señora.
Ahora hemos comenzado con ‘La cosmología’.
—¿Así que todavía tendremos bastante más que leer?
—Sí, señora, cuando haya vuelto la calma, ya se enterará.
—¿Le queda mucho a esta desgracia?
—No, no, señora, en la primavera todo habrá acabado.
Entonces habrán vencido a Adolf.
—¿Así que de todos modos va a perder?
—También ese libro lo tengo entre manos, señora.
—Que le vaya bien, hasta entonces, seguramente.
—Ya ves, Jeus, me toman por André.
Pero tengo que representar su trabajo para la sociedad.
Entonces tengo que decir “sí y amén”, pero se trata de él.
—Ahora lo comprendo todo.
Y ahora quiero aprender, ya no quiero perderme de nada, que lo sepas.
—Ahora es posible, hemos llegado hasta ese punto porque André quiere que todo su carácter alcance la unión.
¿Acaso no has oído lo que les toca oír y vivir a sus adeptos?
—Sí, pero todavía no lo comprendo.
Aquello de Dectar me parece sagrado.
—Todo lo que sea de Dectar y André, Jeus, es imponentemente hermoso.
Dectar dice: “A Dios no se le ha olvidado que me hayan alejado de donde mi madre simplona.
Ahora la he recuperado en Occidente y también eso seguramente significa algo”.
Y esta humanidad inconsciente todavía no conoce estos asuntos sagrados de Dios, para los que Dectar y André luchan y dan su vida ahora.
Seguramente comprendes ahora que Loea está loca por Dectar, pero ahora lo llama “pequeño Jeus”, y ese eres tú.
—¡Vaya!
No sabía nada de eso.
—Así ves que ahora tenemos que alcanzar la conciencia y André trabaja en eso.
—He aprendido un montón esta mañana, puedo decírtelo y te lo agradezco.
—No hay de qué, Jeus, nada, de todos modos es André.
Pero ahora estamos aquí.
¿Puedes tocar el timbre, por favor?
Jeus toca el timbre, suben las escaleras, reciben un beso maternal de Loea.
André continúa y sube más, menos de cinco minutos más tarde ya ha empezado la conversación y los otros dos pueden escuchar.
El maestro, según oyen ahora, habla de las leyes de “vida y muerte”, del futuro, sigue ese tiempo y dice a su adepto todo lo que ellos harán.
Al alumno se le muestra Jerusalén, se le da a vivir el Antiguo Egipto, el nacimiento de los primeros pensamientos místicos de parte de un yogui, los primeros de todos, de los que ‘Dones espirituales’ ofrece el análisis, pero ¡que ahora son revelaciones para Jeus!
Es trabajar y pensar, escribir y vivir, eso es lo que los maestros quieren de su personalidad.
Cuando llegamos a casa puedo volver a empezar de inmediato.
Hemos aprovechado los días que han ido pasando, se acerca el final del libro, y entonces estará lista la segunda parte.
Creo que me tomará dieciocho días, porque las cosas van rápido, avanzamos volando, antes de que vivamos el final de esta guerra, tenemos que estar listos también con estos viajes.
Jeus no puede hacer preguntas durante días, no tiene la ocasión de hacerlas, André mismo está ocupado.
Pero cuando hay un momento en que es posible, ya está preguntando a Jozef:
—Entonces cuéntame otra vez algo sobre esa pobre gente.
Me contaste que esos pobres lo recibieron a él, ¿no?, que han hablado con él (—dice).
Ya están otra vez de camino y fuera cuando Jeus lo pregunta, André acaba de hablar con la madre “agua” y está pensando.
Ahora Jozef le dice:
—Sí, claro, fue en 1942.
Fue en la primavera, o más bien en pleno invierno, febrero, cuando volvimos a vivir algo semejante.
Una mañana, a las seis estamos despiertos y pensamos.
De pronto, a André le toca vivir una visión, y pregunta:
—¿Lo viste...?

Dije:

—Sí, ¿qué significa?
—Es una visión de los maestros.
Encárgate de estar allí hacia las nueve.
—Y ¿qué viste entonces?
—Vi que de verdad tuvo una visión.
Una mujer y un hombre yacían en el bosque, habían estado allí durante la noche, con este frío, o sea, no tenían techo bajo el que cobijarse.
Pero esa mujer había pedido ayuda a gritos, había rezado por ayuda, y lo había oído el maestro; después André tuvo su visión.
Ahora tienes que ayudarme a recordar, Jeus, que más adelante te cuente algo de esos rezos, porque eso es sin duda lo más hermoso de todo.
Porque André dice: “No se puede rezar por todo, tienes que saber exactamente para qué puedes rezar.
Y”, me dijo después, “a ciertas personas se les da algo, o sea, se les escucha, y otras rezan día y noche, y no reciben nada, incluso mueren.
Y eso, pues, es lo que es tan extraño para mucha gente”.
—Lo recordaré.
—Bien.
Así que me encargué de estar allí a las nueve.
Es la hora y yo que me salgo de la cama.
Nos metemos algo de dinero en el bolsillo, porque hace falta, y forma parte de la visión.
También de esto has de acordarte más adelante, Jeus, porque me permitió aprender, y así llegarás a saber cómo es André.
A las nueve estamos allí, y sí, a lo lejos vemos que se vienen acercando ese hombre y esa mujer, así que la visión es cierta.
Así que lo captamos así, sin más, debajo de las mantas, por lo menos André, pero allí viene esa gente, acercándose a trompicones.
De pronto, André adopta el pensamiento de conciencia diurna.
“Toma...”, dice a la mujer, “es por sus gritos, su oración verdadera.
Haga algo con esto, ya sabrá qué, ¿no?”.
Y a mí me dice: “Y ahora, a correr, tenemos que salir pitando”.
—¿Por qué fue eso?
—André no quería que se le dieran las gracias.
—Cómo es posible.
¿Y luego?
—¿Luego?
Salimos corriendo, pero vemos a un conocido, alguien sin más, que no tiene nada que ver con André, quiero decir, que no lo conoce, pero que me conoce a mí del taxi.
André pregunta a ese hombre: “¿Puedes escuchar un momento lo que esa mujer tiene que decir?”.
Nosotros hemos esperado en otra calle.
Un poco más tarde, ese hombre volvió a nosotros y dice: “Son unos locos, que te lo digo yo.
Esa mujer dice que Dios la oyó, pero en mi opinión son un par de ladrones de lo peor, una pareja que se emborrachó perdida, porque vienen saliendo del bosque.
La mujer le gritaba a su marido: ‘¿Ya ves, malnacido, que todavía hay un Dios?’.
Que no cuenten conmigo, señor.
Pero bueno, hoy en día, se vive cada cosa...”.
Sabíamos lo que nos hacía falta saber y fuimos a casa.
Ese hombre pensaba estar tratando con unos dementes religiosos.
Nosotros no, porque los maestros velaban por estas almas.
Entonces fueron a comer y beber, pero también les quedaba dinero para algo más.
Para nosotros se había acabado, se nos había concedido vivir nuestra visión, y nuevamente las cosas cuadraban a la perfección.
—Pero ¿y luego aquello otro, lo de rezar?
—Exacto.
Los maestros, pues, Jeus, le han enseñado a André que no puedes rezar para conseguir millones de cosas.
Si uno tiene que morir, lo que no es morir, no reces entonces, porque de todos modos no te ayudará.

Tampoco puedes rezar para que alguien entre al cielo, eso tampoco es posible, ¡tienes que ganártelo tú mismo!
“Ya se encargará la iglesia”, dice, pero ¡es engaño consciente!
Tampoco se puede rezar por comida, porque ya lo han hecho millones de personas, pero se les dio a aceptar que Dios ni siquiera ha oído a esas almas.
Así que murieron de hambre y pobreza.
Y aun así: aquí, pues, los rezos, el clamor de un ser humano sí que ha demostrado que las oraciones pueden llegarse a escuchar y ser escuchadas.
Y eso, pues, es lo que había ganado esta pobre mujer.
Era ella, según André, a quien se le estaba escuchando, y por tanto no a ese hombre.
Pero había muchísimas cosas más, Jeus, por las que el maestro, según André, oyó a esa vida.
El maestro dijo: “Yo conozco bien esa alma de mis vidas anteriores, en que algún día fue una madre mía.
Y ahora puedo hacer algo por la vida de ella”.
¿Entiendes lo feliz que estaba André de que se le hubiera concedido captar esta visión?
Estas son, pues, las posibilidades de las que se trata, todavía dijo el maestro a André, por las que el ser humano es capaz de hacer algo para la criatura de la madre tierra desde esta vida.
Si esa mujer, pues, hubiera sido una mala persona, también la personalidad astral estaría sin saber qué hacer, y no se le podría ayudar a la gente.
Ahora pueden rezar todo lo que quieran, a esas almas no se les puede ayudar, primero tienen que enmendar el pasado.
—Y ahora falta aquello otro, ¿qué era?
—Ah, sí, Jeus, eso también es muy especial.
Ahora André me dice: “¿Lo has comprendido todo?
Pues mira, Jozef.
Sí tú o yo fuéramos unos tacaños, por supuesto que no habríamos querido aceptar esta visión, porque nos costó veinticinco florines.
Pero si quieres estar al servicio de los maestros y si quieres entregarlo absolutamente todo, entonces no te preguntan si tienes el dinero, lo saben, y ahora tenemos que ser capaces de desprendernos de todo.
Eso lo sabe el maestro Alcar, desde luego, pero precisamente por eso vivimos nuestras cosas imponentes.
Hay más gente a la que le gustaría, le gustaría tantísimo vivir algo de los maestros, pero que no están dispuestos a dar un solo céntimo para ello.
Si quieres eso, créeme, entonces los maestros de verdad sí que saben dónde puedes servir, dónde hay gente necesitada pero ¡entonces al ser humano no se le puede alcanzar!
El ser humano, el hombre y la mujer prefieren tener el dinero.
Eso, pues, es lo más hermoso, Jeus, que saqué de ello y que me hizo vivir André.
Dios puede inspirar al ser humano, pero ¿el ser humano de este mundo también está abierto a eso?
André obedece y hace todo, todo lo que los maestros desean de él, y lo hará, sí o sí, aunque le cueste su sangre vital.
—Pero santo cielo, qué hermoso.
—Y eso no lo es todo sobre esta gente aún, todavía hay otra cosa.
—¿También se me concede saberlo?
—Sí, puedes, entonces podemos seguir otro poco.
Pero primero otra cosa, porque esto es como si fuera exactamente lo mismo.
Otro día, también de mañana, tuvimos una visión.
André ve a una viejita, justo a la vuelta de nuestra casa, y esa vida necesita ayuda.
También ella clamó y rogó a Dios y también, según nos enteramos después, le había dicho Dios que la ayudarían hoy.
Alrededor de las diez menos siete estábamos en la esquina de nuestra calle.
Exactamente a las diez menos siete llegaría ella.
Allí estábamos.
Y ahora lo peor de todo.
Si me preguntas después, Jeus, por lo del dinero, hay algo más que tengo que decirte.
La pasamos de largo un momento, pero de pronto André vuelve a ella y dice: “¡Aquí está el dinero!”.
La anciana empieza a llorar.
Nos cuenta que ya sabía que éramos nosotros y que Dios se lo había dicho.
André habla otro poco con ella.
No creerás lo que le dijo esta mujer, Jeus.
—¿Qué dijo?
—Que Dios había dicho que enviaría a Su “apóstol”.
Pero Su verdadero Apóstol, y eso salió de la boca de esta madre de ochenta años, originaria de Scheveningen, y para André fueron flores de Nuestro Señor.
—Santo cielo, qué hermoso es esto también.
Y luego, ¿todavía me tienes que contar lo de ese dinero?
—Cierto, eso también es divertido.
¿Acaso no entiendes, Jeus, que hacemos algo, que André hacía algo de lo que la vienesa no sabía nada?
—¿O sea que tu Anna no sabía que regalabas dinero?
—Para nada, porque las amas de casa siempre necesitan mucho para ellas mismas.
De verdad que no podíamos privarnos de ese dinero, y sí que se podía.
—¿Cómo se podía entonces?
—Eso también es otra historia, a su vez, Jeus, pero es lo que en realidad quería contarte.
Cuando André pinta, ¿quién pinta entonces?
¿Yo, o es él el instrumento?
—Él, por supuesto.
—Exactamente, así es.
Pero cuando vendía las pinturas, era yo quien recibía el dinero para dárselo a la vienesa.
—Lo entiendo, por supuesto, era tu trabajo.
—Pues bien, entonces André me dijo: “Ahora yo primero, algo para mis pobres.
Cuando los maestros me necesitan y no tengo ni un céntimo, no puedo hacer nada.
Eso es para la vienesa y esto es para mí mismo, lo recibirán mis pobres o mis enfermos”.
—Y así tenías tú el dinero, lo tenía él.
—Así es, Jeus, y si él tenía algo, mira por ti mismo: jamás llevamos ya un céntimo en los bolsillos, de inmediato lo volvemos a perder.
No puede soportar llevar dinero en el bolsillo, porque cuando se encuentra con alguien que de verdad se ha ganado algo, lo vuelve a perder.
—¿Y eso fue bien siempre?
—Oigo que ya no estás hablando dialecto.
Sí, sí, pero también hubo muchas veces en que se la jugaron buena.
Ahora mira a través del ser humano, ya no podrán con él.
Santo cielo, qué risa me dio hace poco.
Alguna vez sí que nos encontramos con ese hombre por la calle.
Estamos a media hora de casa.
Por la calle nos encontramos con un mendigo, sin más, pero ya ha visto a ese hombre en nuestra puerta más de una vez.
“Tengo que ir donde los enfermos”, o sea, él, pero de pronto vuelve.
Le pregunto: “¿Qué vas a hacer ahora?”.
Dice, “Quiero saber si lo veo bien.
Ese hombre de allí se encamina en línea recta a la vienesa.
Y resulta que no quiero que la vienesa le dé cinco céntimos o diez, sino veinticinco.
Y tiene que decirle a la vez, “en quince días puede volver”.
Ese hombre no puede tener más, y tampoco un céntimo menos”.
Y sí, lo había visto bien: iba directamente a nuestra casa.
“Sí, sí”, dice la vienesa, “si ganas suficiente, le doy veinticinco céntimos, pero ahora no se puede, ¿de acuerdo?”.
—Y ¿recibió sus veinticinco céntimos?
—Sí, porque había contado con nosotros, según dijo André, y anduvo una hora para eso.
“Bueno, vale la pena ayudar a semejante vida”, dijo, y sin duda que así era.
A otro pobre lo mira a la cara y dice: “¡No!”.
No, tú no recibes nada.
Pero eso al principio le golpeó.
Lo ves, justamente eso es lo que ha asimilado y todavía nos queda por aprender.
Pero cuando quieras aceptar esos primeros golpes, dice, ¡también lo aprendes!
Y solamente entonces podrán continuar los maestros, podrá hacer algo por medio de tu vida el mundo astral y lo más extraño vuelve a ser: siempre tendrás esa posibilidad, es decir, el dinero, para poder dar algo a otra vida.
Muchísima gente ha recibido sus golpes y se rindieron, ya no estaban abiertos a ese hacer bien, él dice: “Si aguantas, esos sentimientos alcanzarán la conciencia y eso hace que adquirirás una personalidad sensible.
Todos esos miles de cosas”, dice, “son parte de esto, si quieres que la personalidad está abierta para absolutamente todo, si quieres que te hable la otra vida”.
Pero ahora falta aquello otro, Jeus.
Dos meses más tarde, vamos a casa, allí fue, en el puente, André de pronto se detuvo.
Le pregunto: “¿Quieres comprar flores?”.
Dice: ·”Sí, porque este es el carro de ese hombre y esa mujer.
Durante los rezos de esta mujer, el maestro Alcar le hizo saber que tenía que empezar con flores.
Y es lo que han hecho ahora.
Quiero comprar flores para el maestro Alcar”.
—¿Y qué ocurrió entonces?
—Un poco más tarde, la mujer y el hombre salen de la cafetería.
Tengo que calarme mucho el sombrero, no deben reconocernos.
André no compró flores; tira diez florines sobre el carro, le dan algunas y sale corriendo.
Hemos hecho creer a la vienesa que habíamos recibido esas flores de una señora rica.
Así es como funcionan los maestros, pero así es cómo está André en manos de esos ángeles, Jeus, y podemos quitarnos el sombrero ante esto.
Está rebosante de buenos pensamientos.
En otra ocasión por la calle, también en pleno invierno, estamos ante un milagro.
Vende una pintura.
En el momento de venderlo ve una personalidad espiritual y esta le pregunta si puede quedarse con ese dinero.
“Sí, sí”, dice André, “por supuesto”.
Sabe que los maestros no van a traerle ningún ladrón.
“Bien”, dice la personalidad astral, “¿puedo pedirle entonces que nos vayamos?
Nos encontraremos con mi criatura en la calle”.
Y vamos a la calle.
La pintura reportó trescientos florines.
“A la izquierda”, oye.
“Salga un momento de esta calle, si quiere.
Ahora, a la derecha.
Mire, allí viene mi hija.
Un niño en el carrito y uno que aún tiene que nacer.
¡Su marido está en Alemania!”.
Estamos ante la mujer y vemos que espera su niño para dentro de poco.
“Toma”, dice André, “para ti y los niños.
¡Dinero de tu padre!”.
Faltó poco para que la mujer sucumbiera de felicidad, lloró como no he visto en mucho tiempo, encima grita ya de los “apóstoles verdaderos”, todavía están allí, pero ponemos pies en polvorosa.
Adiós trescientos florines, pero vivimos un cielo, vivimos a Dios, a “Cristo” y el Gólgota, mi Jeus, y para eso entregas tu propia vida.
Pero ¡André es capaz de todo eso!
Así se nos concedió vivir contactos imponentes por medio de los maestros, pero André está abierto a ello.
—Qué hermoso es todo eso, ¿no?
Yo también quiero ser así.
—Entonces te queda bastante por hacer, Jeus, pero es posible, yo también he comenzado a hacerlo.
Veo que estamos aquí otra vez, ahora podemos escuchar, porque seguramente que al adepto le tocará escuchar algo de su maestro.
¿Lo oyes, Jeus?
Ciertamente, es el maestro quien habla, ha comenzado el pensar y transmitir de los problemas.
Es André quien entró, se sienta y piensa, está abierto a absolutamente todo.
Y esa vida viene de fuera, piensa el adepto, vino a la ciudad para traer algo a la masa, como al parecer tiene que ocurrir siempre, el ser humano que vive en la ciudad no se puede alcanzar.
Sí que es extraño: siempre es la gente sencilla la que tiene tareas semejantes y a los que han elevado los maestros.
Si se viven esos pensamientos, es André quien dice:
“No, para nada, no nos será tan fácil recibirlo.
Krishnamurti vivió las reclamaciones de Annie Besant, la imponente teosofía está detrás de esa vida, tengo que hacer las cosas solo.
Annie cometió un error tremendo; pensó que “Cristo” estaba viviendo otra vez dentro de Krishnamurti.
Qué raquíticos son estos pensamientos.
Ojalá hubieran vuelto a mí y entonces habría podido advertirla de mucha miseria, porque sé que “Cristo” no va a volver, por lo menos no de esta manera.
¿Te enteraste de ese drama, aquí en Ommen?
Entonces Krishnamurti estaba hasta la coronilla.
¡A mí me parece un ser humano de primera!
Pero cómo han arrastrado esa vida por el lodo.
Yo también voy a perecer, pero no me da miedo.
En realidad, eso se convirtió en la caída de Annie Besant... ¡jamás se sobrepuso...!
Ahora van cobrando significado las leyes para “la vida y la muerte”, porque miro detrás de ellas y eso tendrá que aceptarlo la humanidad algún día.
No nos ayuda solamente leer libros y hablar.
Quien no perciba esta sagrada seriedad, quien no quiera vivirla, perecerá.
La vida se volverá hermosa, verdaderamente fácil, no hace falta que sea difícil, porque para cada uno de los rasgos, para el ama, el espíritu y también la personalidad, adquiriremos el análisis.
Lo vi a “Él” y hablamos.
“Quien quiera perder su vida recibirá la mía...”, eso se me concedió vivirlo.
Quería entregar mi vida para el hombre, la mujer y el niño, pero “Cristo” ni siquiera quería eso.
El hombre, enfermo, y tenía que morir; yo, enfermo y él mi salud, ¡Cristo no lo quiso!
Pero la lucha duró un año y cinco meses, y mis maestros ya no tenían nada que decir, me fui directamente a Cristo y lo vi a Él... además hablé con “Él”, y después fue Él quien me explicó las leyes.
¿Acaso son tonterías?
Después llegué a oír:
“Te daré poder por medio de la sabiduría...”, pues bien: esa sabiduría la recibí y profundizamos cada vez más.
“¿Quieres estar a Mi servicio?”.
“Sí, sí”, grité en respuesta, “¡yo quiero servir!”.
Pero cuando oí eso, tenía solo seis años.
Más adelante volví a verlo, cuando quise vivir la lucha con la muerte para ese hombre, pero de la que tuve que aceptar que no era posible y que “Cristo” había tenido con ella una intención muy distinta.
Sí, sí, adelanté al maestro Alcar, ya no podía alcanzarme, pero más adelante ¿qué?
En las esferas de luz millones de almas estaban sintonizadas conmigo.
Las estrellas y los planetas se decían:
“En la tierra hay alguien que ha iniciado la lucha contra Cristo”.
Los maestros me seguían, todos sabían que esto tenía que ver con “Él” y que me contestaría si yo no sucumbía.
No fue así, y Él llegó a la tierra para aclararme esas leyes.
Pero ¡ese fue Cristo!
No el Cristo de todas las religiones, sino ¡el único divino!
Y puedes hablar con Él en todo momento, si quieres vivir Su vida y no te pasa condena por los labios.
No podrás alcanzarlo si quieres representar mentiras y engaños.
Cuando mis colaboradores se debilitan, es debilidad para mí.
Solo yo soy fuerte, no por medio de adeptos, porque Rudolf Steiner y Pitágoras han tenido que aceptarlo.
Cómo sufrieron.
Habrían podido inclinar la cabeza en el Gólgota, allí es donde estás delante de Su vida y espíritu, y Su personalidad con sintonización divina.
Cuando Él apareció ante mi vida, me destrozó, pero el ser humano de este mundo lo ve de otra manera.
¿Eso va por sí solo?
¿Te hace feliz?
Por supuesto, pero ¿qué quieres?
¿Pensabas vivir de manera material el contacto con Él?
Me causaba un sufrimiento tremendo, porque entonces comprendí lo que se esperaba de mí.
He sepultado esa sacralidad en mi interior, no habrá quien la vea, pero cuando estemos allí sabré que en verdad es “Él”.
Y volveremos a entrar en el “Omnigrado”, porque seguimos al ser humano, seguimos cómo esta ha alcanzado el “Omnigrado” consciente.
Y desde ese momento hablé con absolutamente toda la vida de Dios.
Fue cuando la madre agua llegó a mi vida y conciencia.
Ahora me cuenta un árbol de dónde ha venido esa vida como alma y espíritu.
Ahora puede contártelo toda la vida, porque “Cristo” me ha abierto, me ha elevado verdaderamente, porque ¡yo quiero servir!
Hago amigos, por supuesto, pero el arte es conservarlos.
Nunca ahuyento a nadie de mi vida, pero no lo aguantan.
¿Por qué te cuento todo esto?
Porque más adelante lo vivirás, solo entonces podrás demostrar lo que quieres.
Tendré que hacer absolutamente todo yo mismo.
Vivirás que no escriben sobre mí, porque perciben que poseo la verdad.
Pero los fundamentos que tengo que poner son los de “Él”... y no hay quien pueda destruirlos.
Annie Besant no estaba en manos de los maestros, tampoco lo estaba Krishnamurti, o habría llegado a tener el mundo en sus manos.
No entiende de cosmología.
Tampoco Blavatsky, tuvo que demostrármelo, éramos uno solo en el Gólgota.
Así ves lo que pudieron hacer los grandes en la tierra, pero además que ellos mismos estaban en ello, porque los maestros conocen a Cristo.
Eso me indica que Annie Besant no ha conocido este contacto y también podemos aceptarlo.
Pero ¿pensabas que sus seguidores me aceptarían?
No quieren bajarse de sus caballos blancos, pero ahora ¡yo soy el que importa!
Cristo dijo:
“Mi ‘Vida’ es un Templo”.
Y esa es la “Universidad de Cristo”.
Amigo mío, esto se va a convertir en la lucha por la vida y la muerte.
Sabes hacerlo, el resto de todos esos hombres sucumbirán.
Pero ¡la sangre tuya fluirá!
Mi tiempo aquí es valioso, pero sé lo que quiero y estaré listo.
Nadie me superará ya, porque yo poseo el contacto más elevado.
Estuve en el “Omnigrado” divino y como niño ya se estaban poniendo esos fundamentos.
¡A la edad de cinco años viví el “Gólgota”!
¿Fue eso sin más?
¿Pudo vivirlo Krishnamurti, Annie Besant?
Esos son fundamentos divinos.
Lo que no han podido hacer todos esos místicos ¡lo haré yo!
Lo que nadie ha podido vivir ¡lo vivo yo!
Algún día, Cristo dijo:
“Después de Mí vendrá gente que es más grande”.
¿Qué significa eso?
Porque sabía que el ser humano lo destruiría.
Ahora son los maestros los que traen la sabiduría a la tierra, pero yo soy su Instrumento ¡y se lo demostraré a la humanidad!
¡Soy capaz de hacerlo!
Le di a Jozef la tarea de contarle a “Jeus” todo lo de mi vida, pero así la gente vivirá su propia división y es de una necesidad apremiante.
Esos caracteres están viendo ahora que soy yo, pero que yo no soy nada si los maestros no vienen a mí.
Por eso todo es bueno y verdadero.
Pero ¿de dónde vienen esos grandes de los que habló Cristo?
De las esferas de luz, ¡son los maestros de “Su” Universidad!
Por medio de esta se trajeron a la tierra todas las artes y ciencias.
¿Acaso es tan extraño que continúen?
Pero ¡yo soy el que importa!
Tengo que representarlos a ellos.
No hay más, pero ¡tampoco nada menos!
¿Qué importará más adelante la calumnia?
¿La mancilla?
¿Unas cuantas porquerías que se dicen de mi vida?
Nada, pero tienes que saber soportarlas.
Y te costará tu sangre vital, tienes que entregarlo todo para eso.
Que en nuestras sesiones se nos deshilachara fue desarrollo.
Pero ¿cómo lo han procesado los demás?
Que le vaya bien, amigo mío, es la hora, ¡los maestros terminarán el trabajo!
Un poco después están fuera, André habla con la madre agua, pero Jeus pregunta a Jozef si lo ha entendido todo.
Y entonces el de la ciudad pregunta:
—¿Acaso no lo has comprendido?
—No, desde luego que no, ¿qué quieres de mí?
¿Entonces pudiste entrar directamente en su oficina?
Jozef ríe, es cierto, no es una idea tan descabellada y todavía no puede pedírselo a Jeus, pero lo que es llegar, llega.
Cuando la madre agua envía a André:
“Ve, hijo mío, tienes que ir a Él...”, también ellos alcanzan el escuchar cósmico y pueden inclinar la propia cabeza, porque “Jeus” percibe el beso de la madre agua y le golpea por dentro.
Se vive el milagro, el ser humano despierta, los rasgos de carácter alcanzan la conciencia, es la “voluntad” humana la que da forma a la personalidad.
Y entonces Jeus pregunta:
—¿Qué fue eso de esa mujer y ese hombre y la criatura?
—¿Lo oíste, Jeus?
—Sí, no estoy loco, ¿verdad?
Eso lo entiende hasta el gato.
—¿Qué entendiste de eso entonces, Jeus?
—Que él mismo quiere entregarse para esa gente.
¿Qué tal eso?
—Así fue.
Una tarde, nos va a ver un caballero que nos preguntó si él quería tratar a un enfermo.
Dice al instante: “Ese hombre va a morir, no hay nada que se pueda hacer.
Le queda año y medio de vida.
Pero iré a verlo”.
Ese hombre se burló de él.
No creía que puedes saber al instante si un ser humano ha de morir.
Pero nuevamente, André llegó a tener razón.
Y vamos a verlo.
Es allí que se fuerza una entrada en esos corazones y que mima esas vidas.
Le lee al enfermo de sus libros, mima esa vida con fruta y flores, da dinero a la mujer para comprar de todo, pero entabla una lucha de vida y muerte.
Ya tenía ganas de saber si las palabras de Cristo contenían verdad, cuando este dijo:
“Quien quiera recibir Mi vida tiene que perder la suya”.
Y ahora André quería perder la suya para ese hombre.
Se entregó por completo, por el tratamiento logró que el hombre volviera un poco a la calle, por lo que aquel otro pensó: ‘Ya ves, no se entera, el enfermo está mejorando’.
Había un médico que trataba a ese enfermo, y era amigo del hombre que había venido a vernos.
El diagnóstico va y viene, pero André persevera en que el hombre tiene que morir.
Aunque el enfermo ande un poco por la calle, tiene que morir, André lo sabe, se lo dijo el maestro Alcar.
Pero ahora quiere luchar contra Cristo.
Santo cielo, ¡fue terrible!
Reza día y noche por este hombre.
Aun así me hace sentir que estos rezos y sus buenas acciones no ayudan para nada, por lo que me hace sentir que aprenderá ahora aquello por lo que en realidad puedes rezar, y que por miles de cosas no se puede.
Eso es en realidad ante lo que se encontraba entonces.
Y el maestro Alcar lo deja luchar, vale la pena, semejante lucha contra lo más elevado de todo.
Y entonces el hombre vuelve a enfermar.
André reza hasta que le truena el pecho, vive pena, dolor, una profundidad increíble ante el sentir y pensar y la vivencia de estas leyes.
Aun así sana a sus enfermos, pero para este caso el maestro Alcar ya no puede alcanzarlo.
Y no hubo quien viera lo que pasaba por su cabeza.
—Vamos, ¡sigue contando!
—Tuve que pensar un momento, Jeus, tragar un poco, porque cuando pienso en eso me dan escalofríos.
Día y noche envía a Cristo:
“¡Él vivirá y yo moriré aquí!
Mi enfermo recibirá mi salud, y yo, ¡su muerte!
No haber dicho entonces: “Quien quiera recibir Mi vida tendrá que perder la suya propia.
¡Quiero entregarme por completo y Tú tienes que aceptarlo!
¡No te doy ninguna limosna!
Allí en el ‘Omnigrado’ no tendrás descanso alguno si descuidas esto”.
—¿Se atrevía a rezar de esta manera?
—Sí, Jeus, incluso fue peor.
Envió al “Omnigrado”: “¿Ya no te interesa Jerusalén? ¿Ningún judío?”.
—¿O sea que ese hombre era judío?
—No, no, eso no, pero en Jerusalén ocurrió absolutamente todo.
Si quieres vivir a “Cristo”, entonces no tienes que ir a Su cielo, según me dijo, sino al Gólgota.
Y Cristo no vino a la tierra solamente para millones de personas, ¡también para el individuo!
Cuanto más luchaba, cuanto más entregaba sus fuerzas, rezaba y gritaba para destruirse a sí mismo por ese enfermo, tanto más fuerte se iba haciendo.
Fue tan grave que lloraba día y noche por ese hombre, o sea, no porque tuviera que morir, sino por el problema verdadero, ¡las palabras de Cristo!
¡Y esa lucha, pues, fue horrorosa!
—¿Y ese hombre murió?
—Sí, claro, Jeus, tres días antes de que pasara el año y medio, ese hombre estaba en su pobre ataúd.
Por supuesto que la mujer y el hijo se lo comieron vivo.

El hermano, que tenía miedo a su hermano muerto y no pudo mirarlo, vivió el milagro que hemos vivido nosotros cuando papá habló a André en el ataúd.
Gerrit seguía vivo y desde su ataúd miró a su hermano en plena cara, por lo que este vivió un milagro y cambió de golpe.
No fue sino una vez enterrado el hombre que en realidad comenzó para él la lucha, la lucha por la verdad.
Y tres semanas después, Cristo fue a verlo.
Está arrodillado en su habitación y llama a Cristo.
La vienesa no estaba.
De pronto veo que sucede el imponente milagro.
De la imagen de Cristo que estaba sobre el armario y que le había hecho una escultora, porque también a esa mujer le había quitado de golpe un tumor, salió de pronto el Cristo, y habló a André.
Fue cuando Cristo le dijo que no comprendía estas palabras y sí que las sentía, pero que la iglesia había materializado esos pensamientos.
Se refiere a lo siguiente: cuando el ser humano quiere entregarse para Su vida y Su personalidad, entonces no está intencionado para la muerte, sino para cada uno de los pensamientos, y solo entonces se me puede vivir a “mí”.
Porque la muerte es evolución, ¿no?
¿No lo sabía André?
“¿No llegaste a conocer”, así habló Cristo, “esas leyes?
Vengo a ti porque quieres vivirme.
¡Vengo a ti porque quieres portar Mi vida!
¡Vengo a ti porque quieres entregar tu vida por Mi hijo!
¡Vengo a ti para enseñarte para qué puedes rezar!
¡Vengo a ti para que aprendas que eres ciertamente el instrumento para ‘Mi... Universidad’!
¡Vengo a ti para que venzas la vida y la muerte!
Vengo a ti porque sé que me representarás según las leyes vitales, y que quieres vivir la veracidad para absolutamente todas las leyes de ‘Mi’ ‘Padre’ y el tuyo!
¡Vengo a ti porque me volverás a ver en el ‘Omnigrado’!
—¿Y luego?
—¿Luego, Jeus?
Luego vi que se disolvió, que de verdad estaba allí y André lo sabía, para lo que el ser humano puede rezar y ante lo que ha de inclinar la cabeza.
—Qué cosas.
—Sí, qué cosas, pero los cielos lo vivieron con él, millones de padres y madres de la tierra siguieron esta lucha, según dijo más adelante el maestro Alcar, porque también ellos habían vivido en la tierra que habían entregado sus vidas para nada.
Y había entre ellos personas que habían muerto para Cristo, que habían dado sus vidas, pero esa gente había tenido que mantener sus vidas.
¿Cuánta gente no entrega su vida a Cristo para nada?
Piensan haberlo dado todo para Cristo, pero entonces les tocó aceptar que no habían hecho otra cosa que cometer “suicidio”.
Y debido a que ahora André tiene que representar Su “Universidad”, Cristo mismo llegó, y ¡eso demuestra ahora además que él es de verdad el instrumento de los maestros y que sin duda es Cristo!
O también André se habría destruido a sí mismo y se habría sacrificado para nada.
—Por Dios, qué de cosas estoy aprendiendo.
¡Hay que ver!
—Sí, Jeus, hay que verlo, ¡esto lo es todo!
Y a partir de ese momento no volvió a rezar nunca.
—¿No es eso peligroso?
—Para nada, no para él ni para nadie más, si, según dice él, ¡puedes y quieres convertir tus actos en oraciones!
—Eso cierto, mamá también lo hacía.
—Exacto, Jeus, así es, y es así para todo ser humano.
¿Cuánta gente no hay que reza por sus cosas?
Pero ¿se oyen todas esas oraciones?
Eso es lo que aprendió André, y es para la humanidad.
¡No puedes rezar para un ser humano ni para tu hijo, según dice André, si ese hijo o tu padre tienen que evolucionar!
Morir no es “llegar a estar muerto”, sino que es evolución.
Y ahora tienes que aprender para qué puedes rezar.
Es por eso que esa “Mary Baker Eddy” —seguro que no lo has oído hablar de eso todavía, pero ya vendrá, ya llegarás a conocer a toda esa gente—, ha recibido semejante paliza cuando accedió a las esferas.
Esa mujer dijo que puedes recibirlo y vivirlo todo, todo, cada desgracia, si vas a Dios.
Pero André dice: no se puede rezar para que se cure un brazo fracturado, para eso primero hace falta un médico, y eran errores en esa doctrina.
—Eso es cierto, y puedo comprenderlo.
—Ya lo ves, Jeus: él vive cada una de las leyes que ha creado Dios.
¡Es así para la “Universidad de Cristo”!
Y si no hubiera conocido ningún contacto, o sea, si todo esto hubieran sido pensamientos propios, tampoco habría visto a ningún “Cristo” y a fin de cuentas ni siquiera estaríamos nosotros aquí, entonces aún habríamos estado en ‘s-Heerenberg y no en La Haya, y sepa Dios lo que habríamos hecho.
Pero no nos habríamos convertido en ningún escritor, en ningún pintor o sanador, podría habernos tocado seguir cosechando papas (patatas) con los granjeros en el campo, y nada más.
Pero ¿en qué nos hemos convertido?
¿Todo esto llega así como así, caído del cielo?
Pero ¿por qué no hay millones de personas que tienen esto?
Lo que posee André, Jeus... escasea, y te digo: él es el único ser humano en todo este gran mundo, ¡de estos no hay más que uno!
—Y con él estamos en contacto.
Es como si estuviéramos en su casa.
—Eso es cierto, y ahora ya llegarás a conocerlo a él.
Yo ya he visto las leyes de eso, todo es imponente.
Deberías seguir simplemente cómo le brillan los ojos, cómo irradian sus sentimientos cuando vive esa unión universal.
Y tenemos que asimilar esos sentimientos.
Y pronto, Jeus, iremos con él.
Es mejor que lo hagas tú y no yo, porque yo he de velar por el organismo, pero de todos modos también iré, porque hemos alcanzado ese punto.
Y es cuando tú y yo tendremos que mantener los ojos abiertos y no quedarnos dormidos cuando los maestros analicen las leyes, entonces ni siquiera seremos dignos de toda esa felicidad.
Y por eso, Jeus, conoce a toda la gente, también a los que vienen de detrás del ataúd.
Habla con todos esos grandes como si no fueran nada.
Y cuando le pregunté si eso era posible siempre, dijo:
“Sí, sí, Jozef, porque ¡ahora yo soy el que importa!
Tengo que representar todas esas vidas, pero comencé a hacerlo en el Antiguo Egipto, y ¡eso es Dectar!”.
¿Y ahora, Jeus?
No eran grandes, eran criaturas de Dios y nada más, según dice él, y también podemos aceptarlo, porque André también siguió siendo un niño.
Todavía dijo:
“¿No es asombroso cómo todo esto está siendo organizado por la ‘Universidad de Cristo’?
Cuando Galileo tuvo que abandonar la vida en la tierra, exclamó a Dios: ‘¿Hay que destruir mi imponente verdad, Padre mío?
¿Se esos inconscientes pueden hundir mi trabajo?
¿Puede la iglesia católica mantener ese poder?
¿Fue mi vida en vano?’”.
Y luego llegó a Galileo desde el espacio: “No, no, hijo mío, envío mi criatura ‘Newton’ a la tierra, y esa vida continuará tu trabajo”.
Y todavía dice:
“Cuando Ramakrishna continuó, o sea, tuvo que aceptar la muerte, llegué yo, ¡para que pudiéramos hacer un mismo trabajo!
Pero ¡yo estoy al servicio de ‘El Siglo de Cristo’!”.
Y eso ¡Ramakrishna ha de aceptarlo!”.
¿No es de lo más normal, Jeus?
El ser humano no puede destruir el trabajo divino.
Por eso puede decir: “Engaña a Dios, ¡de todos modos te estarás engañando a ti mismo!
Ponme en ridículo, ¡más adelante lo serás tú mismo!
Cotillea sobre mí y mancíllame, detrás del ataúd estarás ante tu propia mancilla, la deformación de tu personalidad.
¿O no, acaso?
Dame tu amor y “Yo” te retribuiré absolutamente todo, eso, según André, tenemos que asimilarlo, y ¡es para el regreso al “Omnigrado”!
Hemos llegado, Jeus, ahora puedes vivir la escritura.
Y Jeus ve cómo ocurre.
Vive ahora que yo termino el trabajo, pero piensa: ‘¿Cómo puede procesar todo eso semejante cabeza humana?’.
No, no, no me molesta, de vez en cuando también lo elevo hasta mi conciencia y puede disfrutar.
Cuando de pronto abre una puerta de este templo, se ve delante del maestro Alcar.
¿Qué tiene que decir Jeus?
Nada, nada de nada, se inclina como si tuviera una bisagra.
Y lo hace para su propio carácter, y es la ganancia para su personalidad, la parte de André-Dectar.
Todo está predeterminado, según ve, tan intrincado como una madeja de lana cruda, solo yo, se dice Jeus a sí mismo, no soy más que una pelusita.
Y esta pelusita es exactamente igual a lo que el espacio posee en cuanto a sentimiento, este universo, si quieres llegar a conocer el Dios de todo lo que vive, todo, para el que hacemos este trabajo y nos entregamos.
Ahora Jeus oye además que el estudiante de André está gritando que en la tierra viven millones de personas que llegarán a Dios y que quieren inclinarse ante Sus leyes, que quieren empezar una vida nueva y más elevada por medio de la paliza que han recibido.
Pero que ese estudiante espere un poco, Jeus, hoy se puede alcanzar esa vida y mañana ya estará muerto y bien muerto, y no nos ayuda a avanzar.
Pero ve cómo se analizan los problemas con una gran precisión.
Falta poco para que el organismo sucumba, no obstante continuamos, “Jozef” está en los huesos, pero viven porque se les infunde alma divina.
Vamos, a seguir, el libro tiene que quedar listo hoy, y el maestro Alcar puede decidirlo.
Alrededor de las cinco he llegado al punto.
André se siente feliz, hemos escrito esta nueva parte en dieciocho días, no hemos perdido ni un solo segundo.
La cosmología se vuelve poderosa, ahora André puede decir: en esas semanas he envejecido mil años.
¿Qué de cosas no ha vivido en esos días?
Y también eso es necesario, las cosas y los sentimientos más nimios tienen relevancia para la cosmología de cada ser humano, como hijo de Dios.
Ahora le hemos enseñado las leyes, ¡el análisis vendrá después!
Ha tocado las leyes un momento, su vivencia vendrá más adelante, pero entonces estaremos listos para acoger esa masa infeliz.
Los últimos momentos de nuestra unión siempre son los más difíciles.
Entonces volvemos a desgarrarnos y él recupera su independencia.
Entonces me desprendo de su vida, pero éramos completamente uno, todo ese tiempo fuimos uno, en cuanto a alma y espíritu, también en la materia.
Nos vamos un momento para comprar flores o alguna otra cosa para la vienesa, por todo lo que se me concedió recibir durante las horas en su cocina.
No ve que casi hemos llegado, no cala en ella, porque seguiremos escribiendo eternamente, es nuestra tarea, es de lo más normal, y también lo perciba ella.
Sí, sí, las cosas marchan por sí solas, pero ¿qué me ha costado?
Y ahora, cuando vivimos el final, el maestro Alcar está con nosotros.
André está enfrentado a la vida, que llegó a tener en sus manos absolutamente todo lo nuestro.
Su maestro Alcar y mi maestro, al que servimos y al que daremos todo.
—Prepárese, André-Dectar, en unos días partiremos para el siguiente viaje.
—Estaré listo, mi maestro.
—¡Los cielos están abiertos a nuestra vida!
¡Nos vamos!
André se sienta para pensar.
Esta noche dormirá bien.
Ya no le molestarán los cohetes V2.
Pero sabe: ¡Adolf va a perder!
—¡Ahora Jeus, Jozef, André y Dectar alcanzan la unión!
Y es así para cada ser humano, hombre y mujer, ¡cada rasgo de carácter ha de despertar para la vida del “otro lado”!
—Ramakrishna, vuelvo a irme, pero ¡ahora para la tercera parte de ‘La cosmología’!

¡Estaré listo!
¡Y tampoco eso tenemos que dudarlo!
¡Fue un tiempo bendito para todos nosotros!
Dios mío, oh, Dios mío, ¡qué gracia que es que a uno se le conceda despertar!
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